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Esa conducta resultaba suficiente para tener por configurado el abandono de servicio previsto por el art. 32,
inc. b), de la Ley Marco de Empleo Público, motivo por el cual las sanciones de cesantía aplicadas por el
INCUCAI, eran procedentes.
Tampoco podía admitirse el agravio de los recurrentes relativo a la violación de su derecho de defensa por
no haber sido oídos con anterioridad a la aplicación de las sanciones. Ello así, ya que por imperio de lo
dispuesto por el art. 35 del citado plexo normativo "La cesantía será aplicada previa instrucción de sumario,
salvo que medien las causales previstas en los incs. a), b) y c) del art. 32" situación que se configuró en el caso
(cita precedente de esa sala, "Gitelman, Patricia Carmen v. INCUCAI - res. 8/6/2012 s/ empleo público", sent.
del 26/11/2013).
Dicho Tribunal, en el particular, ratifica lo enunciado en otras oportunidades, referido a que la existencia de
ausencias injustificadas que fueran causal de cesantía, y la facultad de la Administración de dictar el acto
separativo sin necesidad de instruir un sumario, no significa en modo alguno que no se diera al administrado la
posibilidad de ejercer su derecho de defensa (conf. sala I, "Dima, Juan Carlos v. Comisión Nacional de Energía
Atómica s/empleo público", sent. del 31/3/2000).
II. LA CESANTÍA EN EL EMPLEO PÚBLICO, DISPUESTA POR LA ADMINISTRACIÓN, SIN
NECESIDAD DE INSTRUIR SUMARIO PREVIO
De los diferentes temas que nos surgieron de la lectura del fallo bajo glosa, tales como la discrecionalidad de
la Administración y el control judicial posterior, el exceso de punición como vicio del acto administrativo; la
estabilidad del empleo público y su reglamentación; entre otros, en estas líneas trataremos de iniciar una
reflexión sobre la cuestión subrayada especialmente por la Cámara Federal, referida a la posibilidad de disponer
la cesantía en el empleo público sin necesidad de instruir sumario previo.
En otras palabras, en el actual estadio del orden jurídico argentino, informado por los principios del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y mas allá de lo que en casos particulares regulen los distintos Estatutos
—en este supuesto, por la ley 25.164—, consideramos que no se puede seguir predicando válidamente como
hace el fallo, sobre la legitimidad de un acto administrativo que dispone la cesantía de un empleado público sin
sumario previo.
La estabilidad absoluta en el empleo público se halla regulada en el art. 14 bis, incluido en la parte
dogmática de la Constitucional Nacional y que por ello, se dirige a todos los poderes públicos constituidos
(gobiernos nacional, provinciales y municipales del país), y las constituciones provinciales deben adecuarse a la
misma, ajustándose de conformidad con el orden jerárquico (arts. 5° y 31, CN). Esa ha sido la interpretación que
realizó la Corte en numerosos casos (1).
La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación con relación al tema, se ha modificado
radicalmente a partir del precedente "Madorrán"(2). De tal modo, respecto al instituto de la estabilidad absoluta
(propia) del empleo público, se pueden esquematizar de dicho fallo entre otros, los siguientes principios: 1) La
llamada estabilidad propia resulta el medio que guarda la mejor correspondencia con los propósitos de evitar la
repetición de las prácticas que la reforma de la Constitución Nacional de 1957 quiso evitar, estos es, poner a los
servidores del Estado (nacional, provincial y municipal) al abrigo de la discrecionalidad de las autoridades de
turno y de los vaivenes de la vida política, con sus notorios y contraproducentes efectos. 2) Sustituir la
estabilidad absoluta del agente segregado por una indemnización sustitutiva, además de ilegítima introduciría, a
la vez, una evidente carga sobre el presupuesto estatal. 3) Dicha estabilidad absoluta concuerda con el art. 16 de
la Constitución Nacional dado que, si ha sido respetada, como es debido, la condición de idoneidad que exige
esta cláusula para la admisibilidad en los empleos, es razonable pensar que el propio Estado estará interesado en
continuar teniendo a su disposición un agente salvo que, si de su conducta se trata, medien razones justificadas
de cese. 4) La estabilidad propia del empleado público es un imperativo que resulta de los principios y pautas de
interpretación del Derecho Internacional de los Derechos Humanos que, en buena medida implícitos en la
Constitución histórica, han sido expresamente incorporados a ésta por vía del art. 75, inc. 22, CN, al dar
jerarquía constitucional a los mayores instrumentos internacionales en la materia. Así, se justifica plenamente
desde el momento en que el art. 6º del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en
seguimiento de la Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 23.1), enuncia el "derecho a trabajar",
comprensivo del derecho del trabajador a no verse privado arbitrariamente de su empleo. Derecho al trabajo
que, además de estar enunciado en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (art. XIV)
y en la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial (art. 5.e.i),
debe ser considerado "inalienable de todo ser humano" en palabras de la Convención sobre la Eliminación de
todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, (art. 11.1.a) (3). 5) Por su parte, debe tenerse en cuenta el
principio de progresividad de los derechos humanos reconocido por todos los textos internacionales
anteriormente aludidos sumado al principio pro homine, connatural con estos documentos, determinan que el
intérprete deba escoger dentro de lo que la norma posibilita, el resultado que proteja en mayor medida a la
persona humana (Fallos 293:26, 27, considerando 4°). 6) Desde otro punto de vista, el conocido argumento de
que la estabilidad del art. 14 bis no es un derecho absoluto sino relativo, y siempre susceptible de
reglamentación por el legislador, no habilita a desnaturalizar la estabilidad propia del empleo público por medio
de leyes reglamentarias. La Constitución Nacional es una norma jurídica y que, en cuanto reconoce derechos, lo
hace para que éstos resulten efectivos y no ilusorios, y la "estabilidad del empleado público" expresada por el
art. 14 bis es cláusula operativa, según ya lo entendió la Corte (Fallos 269:230, 234, considerando 6°, y su cita).
Asimismo, los derechos constitucionales tienen, naturalmente, un contenido que lo proporciona la propia
Constitución. Todo ello explica que al reglamentar un derecho constitucional, el llamado a hacerlo no pueda
obrar con otra finalidad que no sea la de dar a aquél toda la plenitud que le reconozca la Constitución Nacional.
Luego, es tan cierto que los derechos constitucionales son susceptibles de reglamentación, como lo es que esta
última está destinada a no alterarlos (Constitución Nacional, art. 28), lo cual significa conferirles la extensión y
comprensión previstas en el texto cimero que los enunció y que manda asegurarlos. 7) En este sentido se
reafirma que la vigencia y plena operatividad de la estabilidad propia del empleado público garantizada por el
art. 14 bis de la CN, fulmina toda posibilidad de despedir empleados sin causa y con el solo requisito de una
indemnización sustitutiva, por atentar contra la garantía de la estabilidad del empleado público (4).
En el orden nacional, a partir del año 1959 se dictaron sucesivas leyes llamadas de prescindibilidad,
disponibilidad o racionalización administrativa, que acordaron al Poder Ejecutivo la facultad de dejar cesantes a
empleados públicos por razones de economía presupuestaria, reorganización y pretendida eficiencia
administrativa, previéndose el pago de una indemnización en beneficio del personal afectado. La Corte, en su
momento, convalidó estas leyes cada vez que el empleado afectado planteó su inconstitucionalidad por violar su
derecho a la estabilidad absoluta. El Tribunal Supremo disponía que la estabilidad del empleado público no
importaba un derecho absoluto a la permanencia en la función pública sino el derecho a una equitativa
indemnización cuando, por razones de su exclusiva incumbencia, el Poder Ejecutivo decidía remover a un
empleado sin culpa de éste. Así Horacio de La Fuente señala que las primeras leyes (14.794,
15.796,16.432,16.662 —Adla, XIX-A, 35; XX-A, 201; XXI-A, 282; XXV-A, 4—) autorizaban las cesantías
únicamente cuando existía supresión de cargos. Alentadas por la jurisprudencia que se iba formando alrededor
de la estabilidad del empleado público, que la reducía en la práctica a una indemnización por despido, las
normas legales posteriores fueron aumentando la discrecionalidad del Poder Ejecutivo. Así, el dec.-ley
17.343/1967 (Adla, XXVI-B, 1554) consagró, al lado de la causal señalada de "supresión del cargo" la más
subjetiva de "ponderación de aptitudes personales", agregando después el dec.-ley 17.467/1967 un supuesto aún
más amplio e indefinido, el de "reorganización y mejor desenvolvimiento del servicio". La coronación de esta
escalada la constituyeron las leyes 20.549 y 20.713 (Adla, XXXIII-D, 3659; XXXIV-C, 2022), que autorizaron
las cesantías "por razones de servicio", sin necesidad de invocar ningún otro justificativo. Sobre el punto
Horacio de la Fuente cita diversos fallos de la Corte Sup., por ejemplo, en "Tornese" del 8/11/1968 y "Scherb"
(5).
normal (actual) que desemboca a lo que Kuhn llama crisis; lo que posteriormente se convierte en una revolución
científica y la conformación de un nuevo paradigma.