Está en la página 1de 22

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

Facultad de Psicología

El Juego en los Límites: El Psicoanálisis y la


Clínica en Problemas en el Desarrollo
Cátedra: I, Prof. Magter. Norma Bruner
Comisión: 7

Algunas consideraciones acerca de


la pérdida corporal en la infancia

ALUMNO:

Aristimuño, Federico M. L.U. 29270570/0

2° Cuatrimestre de 2009
Introducción

Durante mi segundo día en la sala de juegos del Hospital Gutiérrez tuve


la oportunidad de compartir el juego con D. Jugamos al juego de Digimon de la
playstation entre arengas y cargadas. Luego se sumaron algunos chicos más
conformándose una interesante dinámica y un torneo. Demoramos unos
minutos el cierre de la sala para poder terminar la final del segundo torneo. D
se coronó campeón y se fue muy contento.
Ese mismo día, tras el cierre de la sala, como es habitual, se realizó el
pase de sala. El caso de D fue uno de los primeros en abordarse. Se comentó
sobre su “euforia” en la sala (por los gritos, arengas y cargadas), no habitual en
él, aparentemente solía ser un chico más callado. Esa misma mañana, antes
de participar en la final del mundo de la copa Digimon, a D le habían informado
que por su cáncer debían amputarle la pierna. En ese momento no habría
llorado como los profesionales de la sala refieren que hacen la mayoría de los
chicos ante tamañas noticias. El sólo había querido “venir a jugar a la sala”.
Me propongo trabajar en la monografía final el tema de la perdida en el
cuerpo en los pacientes hospitalizados. En sentido amplio, pues entiendo que
todo paciente hospitalizado atraviesa algún tipo de pérdida corporal que debe
procesar, pero me interesa y me convoca en particular el caso de aquellos
chicos que, como D, están atravesando, atravesaron o van a atravesar la
pérdida definitiva de una parte o función de su cuerpo, de una parte de ellos.
No puedo dejar de pensar en el impacto que un hecho de estás
características representa en el nivel de la construcción de la imagen corporal
por parte de los niños. Pienso que en la mayoría de los casos esto es un
trabajo aún en proceso al momento de enfrentarse a lo real de su enfermedad y
de las pérdidas que conlleva.
Naturalmente, me interesa indagar el lugar y la función del juego en este
proceso, de que manera el niño se sirve, o no, de él para hacer frente a un
trabajo que se le impone ineludiblemente. Y que es lo que le permite hacerlo, o
mejor, que es lo que podría impedirle hacerlo.
Con este propósito en mente, me propongo realizar un recorrido a través
de los avatares de la internación de un niño, pensando en las evoluciones
posibles y los factores que llevarían a ellas. Me apoyaré, cuando me sea
posible, en mi experiencia en la sala de juegos del Hospital Gutiérrez.
Finalmente, intentaré discernir cual es el rol del psicólogo para con el
niño y su familia en estos procesos, tratando de delinear en este último
propósito una ética de trabajo.

Un Desvío Necesario

Mi primer acercamiento al tema que nos convoca se vio signado por la


empatía hacia lo que, me parecía, una nada fácil labor de duelo que se les
imponía a estos pacientes. Mis preguntas se orientaban a pensar en los
recursos de los que disponían estos niños para tamaña tarea. Desde ya, el
juego y sus posibilidades se perfilaban en mi cabeza como firmes candidatos.
Pronto comprendí, sin embargo, que el proceso de duelo por el que me
interrogaba no va de suyo. Llegar al punto de encarar esta empresa es una
trayectoria no sin peligros en la que el sujeto debe contar con el sostén de sus
padres (principalmente) y del personal médico para evitar un proceso de duelo
patológico o a la melancolía (“o” exclusiva)1.
Como remarca Norma Bruner en su libro, el problema se presenta
cuando la pérdida en el cuerpo del niño produce una identificación narcisista
masiva en y por el Otro. “Cuando la lesión, el trastorno o la disfunción real
orgánica, en el cuerpo del niño son identificados no parcialmente – o sea, como
rasgo parcial – en y por el Otro sino desde una identificación narcisista masiva,
como objeto de desagrado moral, perjuicio, afrenta, injusticia, el niño y su
cuerpo pasan a ser y encarnar la representación de la herida, mutilación, daño,
humillación, perjuicio en y del Otro. (…)El niño, como significante del deseo,
queda irremediable perdido y cobra presencia total, real y masiva en lo real de
su cuerpo, como objeto no significable” 2. El niño queda entonces igualado a su

1
Bruner, Norma; “La desazón del ser y el juego del disgusto: duelo y melancolía en la infancia. El trabajo
del duelo y el trabajo del juego” en Duelos en Juego. Letra Viva. Buenos Aires, 2008.
2
Bruner, Norma; Ibid. Pág. 111.
patología, deja entonces de ser niño. Entonces, un niño se ha perdido. Un niño
ha caído de la escena de la infancia3.
Muy ilustrativo de los efectos iatrogénicos de ese tipo de identificación
narcisista masiva del niño a la patología es una experiencia que relata Alfredo
Jerusalinsky en su libro4. En él, analiza las diferencias en las producciones de
niños con y sin problemas de desarrollo cuando se les pide, alternativamente
“dibuja tu cuerpo” y “dibújate tú”. El observa que ante la violencia simbólica de
la primera consigna, el sujeto queda desplazado de su propio cuerpo,
permaneciendo este último como resto real. Resto real desubjetivado, pues se
produce lo que él denomina un efecto fading de la subjetividad de estos niños,
quienes llegan a producir figuras sin cabeza. Las conclusiones a las que
Alfredo llega al analizar esta experiencia son categóricas: “Si, del lado del Real
el ojo imaginario (el de la suficiencia y el dominio muscular reclamado por el
Otro Primordial: la madre) queda aferrado a un cuerpo que insiste en hacerse
presente en la compulsión a la repetición (por eso decimos que hace resto), del
lado de lo simbólico se le ofrece al sujeto una vía para escapar de aquello que
lo hace palidecer (fading). En efecto, si la madre o el psicomotricista redujesen
todas las operaciones a la mera condición física o fisiológica, le impedirían al
niño olvidar su cuerpo y tendríamos el ojo del niño colocado en la posición del
fotógrafo que le saca fotos al fotógrafo que se fotografía a sí mismo. Trampa
narcisista mortal, porque es sin objeto y sin sujeto, ya que no hay Otro que
corte el espejo”5.
Este extravío, esta pérdida de un niño, se puede ver favorecida a su vez
por cierta tendencia de los padres a refugiarse en un discurso/saber técnico
que tapona las preguntas por el sujeto 6. Y esto representa, de no mediar una
oportuna intervención que revierta la situación, una puerta de entrada a la
psicosis o al autismo7. Resulta interesante seguir las teorizaciones de Norma
Bruner para aprehender como se produciría esta indeseable evolución. “La

3
Rodríguez, María Marta y Peláez, Carlos; “Un niño se ha perdido” en Psicoanálisis y el Hospital Año 9
Nº 17: Clínica del desamparo. Publicación Semestral de practicantes en instituciones hospitalarias.
Marzo, 2000.
4
Jerusalinsky, Alfredo y colaboradores; “La formación de la imagen corporal” en Psicoanálisis en
problemas del desarrollo infantil. Nueva Visión. Buenos Aires, 2005.
5
Jerusalinsky, Alfredo y colaboradores; Ibid. Pág. 64.
6
Jerusalinsky, Alfredo y colaboradores; “Desarrollo: Lugar y tiempo del organismo vs. lugar y tiempo del
sujeto” en Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil. Nueva Visión. Buenos Aires, 2005.
7
Bruner, Norma; Ibidem.
anomalía puede causar angustia, tomar la forma de lo siniestro o doler
anímicamente, cuando aquello que la convierte en un peligro, una amenaza, un
daño, una herida, una lesión o una pérdida irrefrenable, no encuentra su límite
ni su cierre simbólico (significantes) en el Otro primordial. (…) Cuando no hay
respuesta simbólica (función del duelo) lo que la define y limita no es
reconocible por el Otro, y el cuerpo del niño pasa a ser un <Eso> sin bordes,
sin diferencias, sin divisiones. Pasa a ocupar el lugar vacío de simbolización, el
lugar de agujero en la significación, lugar de <insignificancia fálica>, lugar del
cuerpo y del ser como objeto α de un rechazo primordial” 8. Continúa: “El niño
no alcanza a entrar en la dialéctica fálica, ya que la demanda (por distintos
factores combinados) no llega a articularse en sus vicisitudes dialécticas entre
la necesidad y el deseo; no se le demanda, ni él demanda nada, cae rechazado
de ese lugar y permanece <de la puerta para afuera> del lenguaje (autismo), o
de su función de simbolización y significación fálica primordial (psicosis)” 9.
Los significantes primordiales no se presentan o se ven impedidos de
hacer función, el niño queda excluido de la inscripción simbólica filiatoria y en
su lugar se inscribe la no inscripción (recordemos que los tiempos del sujetos
son tanto lógicos como cronológicos). El niño no descubrirá nunca la herida en
la demanda materna (función de los nombres del padre) porque es la demanda
materna la que está mortalmente herida10.
Cabe aclarar en este punto, como es de suponerse, que mientras más
temprano se produzca esta pérdida corporal (defectos de nacimiento por
ejemplo) más peligro y riesgo existe para el niño de quedar excluido de la
simbolización fálica y que esto conlleve consecuencias estructurales. Riesgo de
que, como consecuencia, el sujeto nunca llegue a emerger.
Al respecto y por su parte, Winnicott plantea los avatares del trabajo de
personalización del sujeto11. Concepto que propone desde una oposición al
concepto de despersonalización, más reconocido. Se trata de un proceso
gradual, con momentos de mayor y menor integración, en que el sujeto alcanza
un sentimiento de unicidad personal. Una de las tareas más importantes de

8
Bruner Norma; “<Juegos de duelo>: duelo (de estructura) en juegos. <El juego de la sortija> y <el juego
de gana el que pierde>” en Duelos en Juego. Letra Viva. Buenos Aires, 2008. Pág. 212.
9
Bruner, Norma: Ibid. Pág. 212.
10
Bruner, Norma: Ibidem.
11
Winnicott, D. W.; “Sobre las bases del self en el cuerpo” en Exploraciones Psicoanalíticas I. Paidós.
Buenos Aires, 2006.
este proceso es lograr la residencia del sujeto en su cuerpo y el consiguiente
enlace de éste con la psique. Winnicott entiende que el estudio de niños con
anomalías congénitas permite un acercamiento a este proceso y, tras su
análisis, destaca (una vez más) la importancia de la ilusión. Ilusión de
normalidad del cuerpo de estos niños que los padres deben sostener. Pues es
el cuerpo en el que ellos se llegaron a conocer.
Me resulta muy significativo un elemento de un caso que Winnicott trae a
colación en su artículo, el caso Liro. Un niño de 9 años que había nacido con
sindactilia y que se mostraba muy colaborador en su tratamiento. Winnicott,
siempre perspicaz, comprende una importante necesidad de su paciente:
“debía estar seguro de ser querido tal como lo era cuando había nacido, o en
algún inicio teórico de su existencia”12. Esto, entiendo yo, y retomando lo dicho
por Norma Bruner, no es otra cosa que haberse sabido el falo de su madre,
haber sido ese falo. En un tiempo posterior, en su encuentro con Winnicott,
sabía que ya no era, se sabía imperfecto, incluso deforme, y estaba dispuesto
a seguir los tratamientos necesarios. Es destacable la capacidad del niño, o de
Winnicott, para reconocer la importancia de ese momento inaugural, de esa
ilusión necesaria en la que todo sujeto necesita ser sostenido. Pues es la
madre, en el decir de Winnicott, quien está continuamente presentando el
cuerpo del niño a su psique. Y es este sostén el que puede trastabillar, en
especial en casos donde existe un real orgánico que adviene a contradecir las
expectativas de la pareja parental.
Alfredo Jerusalinsky remarca lo antedicho en numerosas oportunidades.
El plantea un doble real que se plantea en la infancia debido a la presencia de
una doble demanda del Otro en el lenguaje: que sea chico y que sea grande.
Esta doble demanda que se construye a partir de la incertidumbre ante la
potencia de todo niño, ante sus capacidades. Cuando no siempre resulta claro
hasta donde puede y hasta donde no. Así, sobre la dependencia del deseo del
Otro se constituye un fantasma que, “encarnado en alguien <suficiente>, le
ofrece al niño una trayectoria simbólica para vérselas con su <insuficiencia>” 13.
Lo gráfica con una doble circunferencia de la esfera real del nudo borromeo.
Este doble borde genera un espacio en el que se disponen elementos
12
Winnicott, D. W.; Ibis. Pág. 314.
13
Jerusalinsky, Alfredo y colaboradores; “Desarrollo: Lugar y tiempo del organismo vs. lugar y tiempo del
sujeto” en Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil. Nueva Visión. Buenos Aires, 2005. Pág. 43.
especialmente propios de la infancia como ser los objetos y espacios
transicionales. Naturalmente, en los problemas de desarrollo infantil, este doble
borde de lo real se ve notoriamente remarcado. Alfredo señala oportunamente:
“Lo que ocurre en la infancia se reduplica en la insuficiencia aumentada por un
problema del desarrollo. Entonces acontece que ese doble borde se congela,
se solidifica y tiende a permanecer indefinidamente, sin llegar a disolverse en
un borde único. Así, aparece la sumisión y la dependencia prolongada, la
permanencia de la oscilación entre el jugar y la realidad, porque ésta es muy
pesada para afrontarla, y la indefinida extensión del <período concreto> de la
relación con el significante”14. Añade finalmente, coincidiendo con Bruner, que
esta dilatación de lo Real, que irrumpe constantemente entrecortando la
cadena simbólica, es una brecha que se abre hacia la psicosis.
Desafortunadamente, aunque también alegremente, la posición
melancólica en la infancia no fue un observable en mi experiencia en la sala de
juegos del hospital. Claro está que no se trata de una feliz casualidad. Bruner
da cuenta de que en la melancolía en la infancia “Los objetos no están en
posición de representar objetos que causen deseo, gusto. No despiertan
interés libidinal y por eso tampoco se los juega. No han nacido al deseo. El
deseo de ausencia de juego lo denuncia” 15. Entonces, dada este deseo de no-
juego, o no-deseo de juego, y dado que la sala de juegos del hospital bajo
ningún concepto es obligatoria, difícilmente habría presenciado en ella un niño
en la posición melancólica. Justamente, en la sala de juegos se trabaja y se
juega para evitar estos desenlaces.

Imagen y Esquema Corporal


14
Jerusalinsky, Alfredo y colaboradores; “Desarrollo: Lugar y tiempo del organismo vs. lugar y tiempo del
sujeto” en Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil. Nueva Visión. Buenos Aires, 2005. Pág. 45.
15
Bruner, Norma; “La desazón del ser y el juego del disgusto: duelo y melancolía en la infancia. El
trabajo del duelo y el trabajo del juego” en Duelos en Juego. Letra Viva. Buenos Aires, 2008. Pág. 106.
A continuación, en este nuevo apartado aunque en intrínseca relación
con el anterior, me propongo abordar la cuestión de los efectos que estás
perdidas del y en el cuerpo pueden tener en la formación de la imagen
inconsciente del cuerpo de los pacientes. Para ello, considero necesario
dedicar unas líneas para justamente delinear este concepto y en especial, las
diferencias entre éste (la imagen del cuerpo) y el esquema corporal. La
psicoanalista Françoise Dolto puntúa de manera muy clara estos dos
conceptos16.
Por una parte, el esquema corporal es poco más o menos igual para
todos los individuos de una misma edad bajo un mismo clima. Es una
abstracción de una vivencia del cuerpo, se estructura mediante el aprendizaje y
la experiencia. Es en parte inconsciente pero también preconsciente y
consciente. El esquema refiere el cuerpo actual en el espacio a la experiencia
inmediata. Puede ser independiente del lenguaje, entendido como historia
relacional del sujeto con otros. Se trata de la sede de las necesidades.
Por otra parte, la imagen del cuerpo es propia de cada uno, está ligada
al sujeto y a su historia. Es específica de una libido en situación, de un tipo de
relación libidinal. Es la síntesis viva de nuestras experiencias emocionales,
interhumanas, repetitivamente vividas a través de las sensaciones erógenas,
arcaicas o actuales. Dolto la llama una “encarnación simbólica inconsciente del
sujeto deseante”17. Se estructura “mediante la comunicación entre sujetos y la
huella día tras día memorizada, del gozar frustrado, coartado o prohibido
(castración en el sentido psicoanalítico, del deseo en la realidad). Por lo que ha
de ser referida a exclusivamente a lo imaginario, a una intersubjetividad
imaginaria marcada de entrada en el ser humano por la dimensión simbólica” 18.
Por mi parte, tomando conceptos de Piera Aulagnier 19, me animo a decir que se
construye pictográficamente. Es eminentemente inconsciente aunque puede
tornarse en parte preconsciente al asociarse al lenguaje consciente. “La
imagen del cuerpo refiere el sujeto del deseo a su gozar, mediatizado por el
16
Dolto, Françoise; “Esquema corporal e imagen del cuerpo” en La imagen inconsciente del cuerpo.
Paidós. Buenos Aires, 1983.
17
Dolto, Françoise; Ibid. Pág. 21.
18
Dolto, Françoise; Ibid. Pág. 22.
19
Aulagnier, Piera; “La actividad de representación, sus objetos y su meta” en La violencia de la
interpretación. Del pictograma al enunciado. Amorrortu editores. Buenos Aires, 2007.
lenguaje memorizado de la comunicación entre sujetos” 20. Puede hacerse
independiente del esquema corporal, se articula con él mediante el narcisismo.
Es la sede de los deseos.
“Gracias a nuestra imagen del cuerpo, portado por – y entrecruzada con
– nuestro esquema corporal, podemos entrar en comunicación con el otro.
Todo contacto con el otro, sea de comunicación o de evitamiento, se asienta en
la imagen del cuerpo; porque no es sino en la imagen del cuerpo, soporte del
narcisismo, que el tiempo se cruza con el espacio y que el pasado inconsciente
resuena en la relación presente”21.
Retomando la ya citada experiencia de Alfredo Jerusalinsky sobre las
dos consignas para dibujar. Podríamos pensar que la primera consigna remite
a los niños a su esquema corporal mientras que la segunda los catapulta hacia
su imagen del cuerpo.
Jerusalinsky avanza un poco más quizás. Pues, contraponiéndose a
Dolto y evitando retornar al dualismo mente-cuerpo, el entiende que el
esquema no escapa ni puede escapar al significante, puesto que precisa de él.
El entiende que el esquema se construye “por la intervención del significante
que triunfa, en la medida en que engancha el circuito pulsional alrededor de la
particularización del objeto faltante y ordena de esta manera un funcionamiento
muscular, óptico, etc., pero al mismo tiempo, fracasa ya que no puede
introducir ninguna significación donde las sinergias, los automatismos y los
productos corporales hacen su efecto residual, imponiendo su substancia como
negativo de cualquier modelación. Pero es un fracaso paradojal; allí donde el
significante aparece hace nudo, siendo tal nudo que constituye la pieza
fundamental del esquema”22. Así pues, el esquema está formado por el
anudamiento del significante a la mecánica del cuerpo, de la palabra al
movimiento. Tanto la imagen del cuerpo como el esquema corporal son
producidos por el significante. De esta manera, la primera consigna, no
remitiría al esquema, sino al real de un cuerpo, que a diferencia del significante,
no hace esquema, no hace nada, o mejor, hace nada. Alfredo ubica el
esquema también en la esfera imaginaria, no del lado de la mirada del Otro,

20
Dolto, Françoise; Ibid. Pág. 22.
21
Dolto, Françoise; Ibid. Pág. 21-22.
22
Jerusalinsky, Alfredo y colaboradores; “La formación de la imagen corporal” en Psicoanálisis en
problemas del desarrollo infantil. Nueva Visión. Buenos Aires, 2005. Pág. 62.
como se encuentra la imagen, sino, en “esa posición singular que resulta del
rebatimiento de la mirada del sujeto sobre un borde imposible” 23.
Sin embargo, ambos autores están de acuerdo en que un esquema
corporal lesionado no condiciona y puede cohabitar perfectamente con una
imagen del cuerpo sana. Es por esto que Jerusalinsky insiste en que el
desarrollo hace límite pero no condiciona ni determina la constitución del
sujeto24. Pero, una vez más, esta formación de una imagen corporal sana no va
de suyo, en especial en estos casos donde un real amenaza con sus
pretensiones de serlo todo. Las condiciones de posibilidad de esta imagen
sana se relacionan intrínsecamente con lo dicho en el primer apartado y me
permiten dar paso al siguiente.

Los padres, el saber y el cuerpo del niño

El lugar de los padres en estos procesos de pérdida corporal de los


niños va a ser, como anticipé, muy importante. Desde esta perspectiva, y en
relación con lo dicho en el primer apartado del presente trabajo, Dolto va a
sostener que para que una imagen del cuerpo sana subsista en niños
atravesados por una pérdida en el cuerpo, hace falta que “hasta la aparición de
la enfermedad, en el curso de esta y después, durante la convalecencia y
reeducación, su relación con la madre y el entorno humano haya sido flexible y
satisfactoria, sin excesiva angustia por parte de los padres” 25.
Ya se había mencionado la necesidad de sostener el lugar fálico del niño
en la infancia por parte de los padres cuando el proceso mórbido es muy
temprano, así como la importancia de sostener al niño en la escena de la
infancia. Seguir viendo allí un niño, con necesidades de niño, de modo que no
quede igualado al dolor moral, la injusticia, la afrenta, en fin, a su patología y
todo lo que ella pueda significar para los padres. Dolto reconoce estas

23
Jerusalinsky, Alfredo y colaboradores; “La formación de la imagen corporal” en Psicoanálisis en
problemas del desarrollo infantil. Nueva Visión. Buenos Aires, 2005. Pág. 62.
24
Jerusalinsky, Alfredo y colaboradores; “Desarrollo: Lugar y tiempo del organismo vs. lugar y tiempo
del sujeto” en Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil. Nueva Visión. Buenos Aires, 2005.
25
Dolto, Françoise; “Esquema corporal e imagen del cuerpo” en La imagen inconsciente del cuerpo.
Paidós. Buenos Aires, 1983. Pág 18.
necesidades del niño y remarca en especial una que por las características de
la situación que tanto niño como familia están atravesando puede ser negligida.
“Cuando el niño se ve atacado por una invalidez, es indispensable que su
déficit físico le sea explicitado, referenciado a su pasado no inválido o, si éste
es el caso, a la diferencia congénita entre él y los demás niños. Asimismo,
tendrá que poder, con el lenguaje mímico y la palabra, expresar y fantasmatizar
sus deseos; sean éstos realizables o no según su esquema corporal lisiado” 26.
Es preciso, que aunque el niño no pueda hacerlo por su condición, aunque
nunca vaya a poder hacerlo, pueda hablar, “jugar verbalmente” dirá Dolto, de
sus deseos de correr, saltar, etc. De esta manera, el niño proyecta una imagen
sana de cuerpo, mediatizada y simbolizada por la palabra y las
representaciones gráficas, en fantasmas de satisfacciones eróticas en el
intercambio intersubjetivo. Que se le permita este tipo de intercambio, que se
acepte su propuesta de estos juegos proyectivos, permite al niño integrar al
lenguaje sus deseos, a pesar de la realidad de su invalidez.
He podido observar, en mi experiencia en la sala de juegos del Hospital
Gutiérrez, que ésta es un dispositivo vital, pues se presta a estos juegos
proyectivos en los que los niños pueden integrar sus deseos. Juegos en el
sentido estricto de la palabra, como observé en torneos de fútbol en la
playstation donde participaban niños que probablemente nunca podrían jugar al
fútbol como los otros chicos. Y también en la palabra, esto lo observé en una
oportunidad cuando, al llegar una nueva chica a la sala, se mostraba ésta
tímida con respecto a unos aparatos que tenía en la pierna con la finalidad de
estirar los huesos. Un conjunto de otros chicos, comenzaron a mostrarle y
mostrarse entre si sus respectivos aparatos y lesiones, poniendo en palabras
sus miedos, dolores, etc.
“Así pues, la evolución sana de este sujeto, simbolizada por la imagen
del cuerpo no inválida, depende de la relación emocional de los padres con su
persona: de que muy precozmente estos le ofrezcan, en palabras,
informaciones verídicas relativas a su estado físico de lisiado. Estos
intercambios humanizadotes – o por el contrario su ausencia,
deshumanizadora – dependerán de que los padres hayan aceptado – o no – la

26
Dolto, Françoise; Ibid. Pág. 18-19.
invalidez del cuerpo de su hijo”27. Existen dos aristas a tener presentes en las
palabras de la psicoanalista francesa. A saber, por una parte, la necesaria
aceptación de los padres de la enfermedad de su hijo, tema nada sencillo por
todo lo que implica. Pero se comprenden las serias consecuencias que su no
aceptación puede tener. Por otro parte, encontramos el tema de las
informaciones verídicas y precoces. También muy necesarias para que el niño
pueda significar todo el proceso de su enfermedad, y las pérdidas que implica.
Para acercarnos al discernimiento de estas cuestiones, que, como
menciona Dolto, están interrelacionadas. Cabe traer a colación el pensamiento
del Lic. Marcelo Silberkasten 28. El denuncia que lo que puede resultar
traumático no es la operación en sí, sino la información (previa) sobre ésta. “La
operación aparece como menos traumática de lo que los psi suponen, y mucho
más angustiante de lo que los cirujanos niegan” 29. Angustiante, si, porque
puede implicar riesgo de vida y grandes pérdidas en lo corporal. Pero
traumática no, al menos generalmente, porque está inscripta en una cadena
de sentido, en una cronología de sucesos cargados de significación y en un
ideal narcisista. Lo traumático, dirá Silberkasten remitiéndonos nuevamente al
primer apartado del presente trabajo, “…no son las intervenciones quirúrgicas,
pues estas se sostienen en el ideal narcisista; lo traumático es no ser deseado
como se es”30. A su vez, la intervención quirúrgica está precedida por una
rutina prequirúrgica que funciona como un ritual catártico que anticipa a dicha
operación al sujeto. Por último, y en relación con el primer punto, porque el
discurso médico, es un discurso que está sostenido culturalmente y que el
paciente comparte. La intervención quirúrgica esta inserta en una lógica
cultural, la sociedad la avala y la sostiene económicamente.
O al menos así sucede en general, por supuesto, esto va a producir sus
efectos diferenciales en la medida que varía el contrato narcisista (Aulagnier 31)
de la pareja parental para con el conjunto social. El contrato narcisista toma
lugar entre el sujeto y el coro de voces (conjunto social). Éste, al igual que la

27
Dolto, Françoise; Ibid. Pág. 19.
28
Silberkasten, Marcelo; “Prequirúrgicos, una excusa para lo traumático. Lo traumático, una excusa para
los prequirúrgicos” en Cuadernos del niño/s Nº 4 Vol II. Editorial Polemos. Buenos Aires, 1994.
29
Silberkasten, Marceolo; Ibid. Pág. 38.
30
Silberkasten, Marceolo; Ibid. Pág. 41.
31
Aulagnier, Piera; “El espacio al que el Yo puede advenir” en La violencia de la interpretación. Del
pictograma al enunciado. Amorrortu editores. Buenos Aires, 2007.
pareja anticipa al sujeto, catectizando un lugar que supone ocupará y
albergando esperanzas de que el transmita idénticamente el modelo socio-
cultural. De este modo, el sujeto se comprometo a reproducir las voces del
coro, uniéndose a él y obtiene por ello un lugar de pertenencia y de referencia,
los emblemas identificatorios en lo que necesita apoyarse para llevar a cabo su
proyecto identificatorio. “La definición dada de contrato narcisista implica su
universalidad; pero, si bien es cierto que todo sujeto es cosignatario, la parte de
la libido narcisista que catectiza en él varía de uno a otro sujeto, de una a otra
pareja y entre los dos elementos de la pareja. La calidad y la intensidad de la
catectización presente en el contrato que une a la pareja parental con el
conjunto, al igual que la particularidad de las referencias y emblemas que
privilegiará en ese registro, intervendrán (...) en el espacio al que el Yo del niño
debe advenir”32.
A modo de ejemplo, puedo retomar el caso de D, quién luego de
coronarse campeón de la copa Digimon, no volvió a aparecer por la sala de
juegos, ni por el hospital. La familia de D era muy religiosa y había formado una
cadena de oración en la que D participó y había sentido “como que algo subía”
en su pierna afectada. La madre de D quería realizar de nuevo los exámenes
para ver si milagrosamente el cáncer había sanado. Se le trató de explicar a la
madre la incompatibilidad de los dos discursos. Donde los médicos hacían
ciencia, ella esperaba milagros. De todas formas, al encontrarse el hospital con
estos planteos, se reprogramó la intervención, porque las condiciones para ella
no estaban dadas. Luego, D y su familia no aparecieron más por el hospital.
Tiempo más tarde, el hospital se entera que habían acudido al Garraham
donde habían confirmado el mismo diagnóstico y tratamiento. Regresarían
entonces al Gutiérrez a continuar el tratamiento indicado, aunque al momento
de escribir estas líneas todavía no la han hecho. Es interesante entonces
pensar el tipo de contrato narcisista que estableció esta familia y que registros
se ven favorecidos en él. Donde claramente el discurso médico, si bien
respetado, se encuentra subordinado al religioso y en consecuencia D recorre
hospitales con su familia que busca confirmar, no un diagnóstico, sino un
milagro. Cabe también remarcar que esta primacía del discurso religioso
seguramente se ve favorecida por las dificultades de la pareja parental en
32
Aulagnier, Piera; Ibid. Pág. 165.
aceptar la enfermedad de su hijo. Las soluciones mágicas que este discurso
religioso les ofrece se ven entonces muy tentadoras. Lamentablemente, como
remarca el Dr. Eduardo Friedman 33, los tiempos del sujeto no son siempre los
de la enfermedad: “Para la oncología el tiempo es un imperativo: hay una
carrera contra la enfermedad, para ganarla hay que llegar antes que las
metástasis”34. Solo cabe esperar que D, y su familia, no hayan perdido
demasiado tiempo.
Retomando el pensamiento de Marcelo Silberkasten, nos convoca ahora
el tema de la información. Marcelo otorga a ésta un valor profiláctico a la hora
de prevenir duelos patológicos. “La información permite inscribir la operación
en una cadena significante, y como tal, no ser un elemento disruptivo. La
información es pasible de USO (en el sentido winnicottiano del término); esto
es, se la puede negar, proyectar, reprimir, aislar. (…) La información es la
puerta de entrada de un trabajo doloroso y angustiante, pero da la materia
prima para que sea del orden de la angustia señal, y no de la angustia
automática”35. Por otro lado, entiende que el silencio es una información que
invita a reprimir toda información junto con el deseo por ésta. Sabemos, por
medio de Alba Flesler36 de lo instituyente y vital que resulta el deseo de saber
para la constitución del sujeto y como base de la transferencia. “Si, en cambio,
[el niño] ha hallado como respuesta la censura, el silencio o un saber pleno de
sentido absoluto, propenderá a una inhibición en la búsqueda de saber. En ese
caso el movimiento se frena, la búsqueda se detiene, el sujeto se
empobrece”37. Repensando esta situación desde lo dicho por Dolto, se pueden
imaginar las consecuencias si el movimiento se detiene y el niño no pregunta,
la enfermedad corre riesgo entonces de convertirse en un tema tabú, del que
no se habla. En consecuencia, el niño nunca podrá enlazar sus deseos,
realizables o no, al lenguaje. Es quizás por esto que Ginette Raimbault 38 ve en
los cuestionamientos del niño enfermo un llamado a la existencia, y en la

33
Friedman, Eduardo Diego; “Amputante” en Cuadernos del niño/s Nº 5 Vol II. Editorial Polemos.
Buenos Aires, 1994.
34
Friedman, Eduardo Diego; Ibid. Pág. 86.
35
Silberkasten, Marceolo; Ibid. Pág. 42.
36
Flesler, Alba; “Los padres y la transferencia” en El niño en análisis y el lugar de los padres. Paidós.
Buenos Aires, 2008.
37
Flesler, Alba; Ibid. Pág. 151-152.
38
Raimbault, Ginette; “El sostén psicológico del niño crónicamente enfermo y su familia: Aspectos
éticos” en Cuadernos del niño/s Nº 4 Vol II. Editorial Polemos. Buenos Aires, 1994.
posición que tome el que responde uno de los mayores problemas éticos de la
pediatría y, porque no, agregaría yo, la paternidad.

El Juego y el duelo

“En esta sala yo fui baterista,


toqué en una banda.”
M

Norma Bruner sostiene una mirada que pretende no dejar el desarrollo


por fuera de la estructura y, a su vez, no dejar la estructura por fuera del
desarrollo. El desarrollo no es ajeno a las relaciones del sujeto con el
significante y el deseo. Con estos planteos se oponen a una buena porción de
psicoanalistas que entienden al desarrollo y a la estructura como opuestos y
ante la oposición otorgan primacía a la estructura. En el ya mencionado libro de
Bruner, una cita de Jacques-Alain Miller ilustra la posición a la que se oponen:
“Son dos conceptos que podemos considerar en cuano que se oponen (…) se
oponen en tanto desarrollo es diacronía, supone que pasa el tiempo mientras
que estructura es sincronía, supone un tiempo detenido…” 39
Frente a esto, la cátedra rescata la dimensión diacrónica de la
estructura, que ya había sido planteada por Lacan 40. Tomando nuevamente las
palabras de Bruner: “…la estructura requiere del desarrollo para su realización.
La estructura contiene un movimiento (…): allí hay trayectorias posibles del
sujeto, no se trata de una sola alternativa, sino de diversos caminos que el
sujeto puede tomar y otros que no. El sujeto es ese lugar vacío que puede ser
modificado.”41
De esta manera se abandona el fatalismo estructural para dar cabida,
hacer lugar, al sujeto. No habría ni desarrollo ni estructura, sino encontramos
un sujeto, del mismo modo que no habría sujeto sin desarrollo y estructura. El
39
Miller, Jacques-Alain: Estructura-Desarrollo-Historia (1999) citado en Bruner, Norma; “La clínica
psicoanalítica con niños con problemas del desarrollo” en Duelos en Juego. Ed. Letra Viva. Buenos
Aires, 2008. Pág. 30
40
Lacan, Jacques: El seminario, Libro 3, Las Psicosis. Paidós. Buenos Aires. 2007.
41
Bruner, Norma; Ibid. Pág. 31.
sujeto hace estructura y hace desarrollo mientras es hecho por estos cuando
hace historia. ¿Cómo hace historia el sujeto? Jugando.
Se trata de dar entrada, admisión a los significantes primordiales que
van a hacer estructura e historia en el sujeto. “El significante del Nombre del
padre puede estar presente y no realizar su función” 42. Esta operación nos lleva
al tercer elemento de la consigna: el juego. “… establecemos (…) el juego
como formación de lo inconsciente y Sinthome propio de la infancia, formación
donde por excelencia las coordenadas de la sincronía y de la diacronía hacen
función, y a partir de las cuales podremos establecer la relación necesaria entre
estructura y desarrollo en el nacimiento del sujeto y del objeto en el deseo.” 43.
Winnicott observa que “Hay un desarrollo que va desde los fenómenos
transicionales al juego, de este al juego compartido, y de él a las experiencias
culturales.”44.
El juego apuntala entonces. El juego apuntala tanto estructura como
desarrollo, los imbrica, los articula entre si. Y a su vez, articula a ambos con su
Real orgánico. Por ello Norma Bruner lo sanciona como Sinthome propio de la
infancia. Ya en las primeras líneas del primer capítulo de su libro Bruner
remarca el lugar y función primordial del juego: “Es en el juego, donde los niños
se apropian y escriben las marcas que luego podrán leer, cuestionar, analizar.
En el juego y al jugar un niño introduce los significantes primordiales a <su
historia> y, en consecuencia, si no hay juego, no hay historia, ni infancia” 45.
Dado el importante lugar que el juego tiene en la infancia, cabía esperar
que el niño se sirva y precise de él para integrar, hacer historia de las vivencias
hospitalarias y sus pérdidas corporales. Y efectivamente, así sucede.
Freud ubica el “deseo de ser grandes” como motor del juego 46. Este
“deseo de ser grandes” precisa a su vez del deseo de muerte, la muerte del
Otro. Heredar el lugar del Otro implica en un punto su muerte. Muerte a su vez
que no tiene la misma significación ni implicancias para los niños que para los
adultos. Como bien señala Bruner, se trata de un deseo de ausencia, de

42
Bruner, Norma; Ibid. Pág. 36.
43
Bruner, Norma; Ibid. Pág. 35.
44
Winnicott, D. W.: “El Juego” en Realidad y Juego. Ed. Gedisa. Barcelona. Pág. 76.
45
Bruner, Norma; Ibid. Pág. 17.
46
Freud, Sigmund; “Más allá del principio del placer” en Obras completas Vo.l XVIII. Amorrortu
editories. Buenos Aires, 2002.
muerte transitoria47. Y el juego se presta para el niño como la instancia ideal
para elaborar sin riesgo la muerte, que, a su tiempo, podrá pasar a ser
definitiva. Y de lo dicho anteriormente se desprende que elaborar la muerte, es
elaborar la ausencia, es elaborar la pérdida.
Norma Bruner encuentra no pocas similitudes entre dos operaciones, el
trabajo de duelo y el trabajo del juego: “En las dos el trabajo es lento, pieza a
pieza, cual rompecabezas a desarmar y volver a armar. En ambas lo doloroso,
lo impresionante, se transforma al servicio del principio de placer. Ambas están
al servicio del dominio del yo. (…) arrojar el objeto - <que se vaya lejos> y
<poder perderlo> en el juego – escribe la pérdida y la elaboración de la
pérdida; el juego implica un trabajo de duelo necesario pero sin dolor (dolor
amortiguado)”48. Agrega: “El trabajo del juego supone el trabajo del duelo, ya
que ambos se implican recíprocamente en la infancia por estructura.(…) es
sólo al jugar y en su repetición, que lo perdido se inscribe desde el Complejo de
Castración y lo reprimido se produce <cada vez y otra vez de nuevo>” 49. Así,
cuando jugando el niño elabora su deseo de muerte hacia sus padres,
implicado en su deseo de ser grande, también se prepara para y elabora la
pérdida. Y sucede lo mismo en el caso de la pérdida corporal. Es necesario que
el niño cuente con y pueda hacer uso de este espacio en el que se prepara
para la muerte necesaria a la conservación de la vida.
Una de las virtudes del juego que no podemos dejar de tener en cuenta
es la invulnerabilidad de la que dota al niño que lo juega. Este “sin riesgos” crea
un espacio propicio para elaborar la pérdida. Pérdida corporal que lo convoca
en el caso de estos niños hospitalizados, pero a su vez, también la pérdida del
Otro, a la que, por estructura debe hacer frente. No olvidemos que estos niños
no dejan de ser niños y continúan, pese a las circunstancias, sumergidos en las
tareas propias de la infancia. En este sentido, Norma Bruner propone que “…
los bordes del juego funcionan como límite y protección frente al afuera del
juego (y del cuerpo) excluyendo, cortando, dividiendo y separando el goce del
juego (y del cuerpo)”50.

47
Bruner, Norma; “La desazón del ser y el juego del disgusto: duelo y melancolía en la infancia. El
trabajo del duelo y el trabajo del juego” en Duelos en Juego. Letra Viva. Buenos Aires, 2008.
48
Bruner, Norma; Ibid. Pág. 109-110.
49
Bruner, Norma; Ibid. Pág. 111.
50
Bruner, Norma; “Los significantes primordiales y su operatoria en el juego: el duelo (de estructura) en
juegos” en Duelos en Juego. Letra Viva. Buenos Aires, 2008. Pág. 197.
A su vez y por su parte, Alfredo Jerusalinsky destaca que el niño, en el
juego, soporta el decir de lo que todavía no puede hablar. Hace una especial
mención al clásico “Dale que yo era…” del jugar de los niños. Entiende que
desde allí, los niños pueden anticipar un lugar, al mismo modo que también los
padres les anticipan un lugar discursivamente, y de esta manera pueden poner
en perspectiva su presente y soportarlo. Para Alfredo, la función del juego es
trabajar con perseverancia la realidad en el fantasma 51.
Apoya la moción también, la psicoanalista Marta Beisim, quien entiende
que el acto de juego, productor de accidentes que permiten resignificar,
recupera la satisfacción que antes estaba ligada al objeto real 52.
Es por estas razones que el espacio de juego debe ser preservado y
promovido, en especial en estos niños atravesados en sus cuerpos por un
proceso empobrecedor y a veces mutilante. En el hospital he podido observar
el juego de muchos niños, con sus variantes, librando cada uno su respectiva
batalla para significar y resignificar sus enfermedades y sus pérdidas. También
he podido observar trabajos del juego más típicos, si se quiere, como la
adquisición de la autonomía y el desarrollo de la agresión. Tan necesaria como
bien remarca Jerusalinsky: “Se precisa agresión para sustraerse por un lado a
las urgencias de la pulsión y por el otro lado al imperativo del Otro. (…) Si es
por el amor de la madre que el niño se siente llamado, es precisamente por
decir no a ese amor que el niño anda”53..
Es el caso de M un niño de 5 años con síndrome de Marfan. Muy tímido
cuando lo conocí, cedía su espacio a otros niños más desinhibidos cuando se
acercaban y se retiraba en silencio, casi automáticamente, sin saludar, cuando
su madre venía a buscarlo a la sala. A través del juego se fue animando a
abrazar su deseo y desplegar su agresión. En un principio, en el juego, jugando
con los animales y los dinosaurios prácticamente se subía encima mío mientras
su cebra daba una paliza al tiranosaurio que yo manejaba. Luego, también se
animo a demostrar celos hacia otros chicos, incluso defender los juguetes que
el estaba usando. Y si bien es cierto, que aún la figura de su madre le resulta

51
Jerusalinsky, Alfredo y colaboradores; “Desarrollo: Lugar y tiempo del organismo vs. lugar y tiempo
del sujeto” en Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil. Nueva Visión. Buenos Aires, 2005.
52
Beisim, Marta Eva; “Clínica con niños: el cuerpo” en Psicoanálisis y el Hospital Nº 18: El cuerpo en la
clínica.
53
Jerusalinsky, Alfredo y colaboradores; “La formación de la imagen corporal” en Psicoanálisis en
problemas del desarrollo infantil. Nueva Visión. Buenos Aires, 2005. Pág. 68.
muy avasallante, en nuestro último encuentro, pudo mediar una pequeña pero
valiosísima pausa en la que nos despedimos, cuando su madre lo vino a
buscar a la sala.

Conclusión

A modo de conclusión, creo pertinente pensar, tras todo lo desarrollado,


cual sería el rol del psicólogo frente a estos pacientes que se presentan con un
real irreductible al que hay que atender. Y en esta línea, entiendo que
Jerusalinsky da la clave para un primer acercamiento a la cuestión 54. A saber,
necesariamente hay que caer por fuera de la práctica pura de lo real o no hay
nada que hacer. Se trata de evitar la demanda por reparar un cuerpo ya roto, y
probablemente sin reparación (demanda de un imposible) y ocuparse de un
sujeto que puede peligrar. Se trata de pensar en ese sujeto que resiste al real
que pretende serlo todo. El desarrollo puede hacer límite, pero no condiciona la
constitución del sujeto. Si se hiciese foco sólo en lo real, se produciría ese
fading del sujeto, la brecha hacia el autismo y la psicosis. El foco exclusivo en
lo real por parte de los padres es lo que lleva a la insignificancia fálica del niño.
Por ello, al referirse a la labor del analista, Norma Bruner refiere que “Cobra
significancia la operación del analista y del equipo interdisciplinario que
podríamos ubicar como: <La transformación de lo real en elemento
indispensable como parte del juego y de la transferencia>” 55. Es por estas
razones que Ginette Raimbault recomienda como “deseable no adherir a esta
<imagen>, en forma de tipología psicopatológica, ni siquiera psicosomática, en
cuyo esquema el sujeto (…) se vería reducido a su enfermedad” 56.
Como corolario de lo antedicho, del mismo modo que uno debe abogar
por sostener al sujeto y niño como tal, con ese fin en mente, creo que es
necesario también sostener a los padres como tales. Para que de este modo

54
Jerusalinsky, Alfredo; “Introducción. Pequeña historia de un grupo de trabajo clínico” en Psicoanálisis
en problemas del desarrollo infantil. Nueva Visión. Buenos Aires, 2005.
55
Bruner, Norma; “La hemorragia del juego y su pérdida” en Revista Imago Agenda Nº 112. Letra Viva.
Buenos Aires, Agosto 2007.
56
Raimbault, Ginette; “El sostén psicológico del niño crónicamente enfermo y su familia: Aspectos
éticos” en Cuadernos del niño/s Nº 4 Vol II. Editorial Polemos. Buenos Aires, 1994. Pág. 29.
también ellos puedan sostener a su hijo en una posición de significancia fálica,
en la escena de la infancia.
Una segunda cuestión a considerar es el tópico de la información. A
riesgo de repetirme, voy a mencionar nuevamente el valor profiláctico de la
información que se le otorgue a estos pacientes, como bien lo señala el Lic.
Silberkasten57. Y junto con este valor es indispensable insistir en la importancia
de no inhibir al niño en su búsqueda de saber. Esto es algo que subrayan con
tino Alba Flesler58 y Ginette Raimbault59.
Por último, es imperioso volver a subrayar la importancia del juego, en la
infancia en general y en estos casos en particular. Winnicott, un referente para
mi, entiende que “… la labor del terapeuta se orienta a llevar al paciente, de un
estado en el que no puede jugar a uno en el que le es posible hacerlo” 60. Creo
que como profesionales de la salud que somos o vamos a ser, en la medida
que nos dediquemos a la infancia, el juego es un espacio que debemos
sostener para, justamente, sostener a estos niños en la escena de la infancia y
no encontrarnos con “niños perdidos” 61. Es en este sentido que yo creo que las
salas de juego en los hospitales tienen una importancia capital.

57
Silberkasten, Marcelo; “Prequirúrgicos, una excusa para lo traumático. Lo traumático, una excusa para
los prequirúrgicos” en Cuadernos del niño/s Nº 4 Vol II. Editorial Polemos. Buenos Aires, 1994.
58
Flesler, Alba; “Los padres y la transferencia” en El niño en análisis y el lugar de los padres. Paidós.
Buenos Aires, 2008.
59
Raimbault, Ginette; Ibidem.
60
Winnicott, D.W.: Realidad y Juego. Ed. Gedisa. Barcelona. p. 61.
61
Rodríguez, María Marta y Peláez, Carlos; “Un niño se ha perdido” en Psicoanálisis y el Hospital Año 9
Nº 17: Clínica del desamparo. Publicación Semestral de practicantes en instituciones hospitalarias.
Marzo, 2000.
Bibliografía

 Asociación Juego y Vida; “El juego terapéutico en el niño hospitalizado.


Una estrategia psicoprofiláctica” por Sala de Juegos del Hospital de
Niños.
 Aulagnier, Piera; La violencia de la interpretación. Del pictograma al
enunciado. Amorrortu editores. Buenos Aires, 2007.
 Beisim, Marta Eva; “Clínica con niños: el cuerpo” en Psicoanálisis y el
Hospital Nº 18: El cuerpo en la clínica.
 Bruner, Norma; “Con eso no se juega” en Revista Psicoanalisis con
niños “Fort-Dá” Nº 6. www.fort-da.org. Buenos Aires, 2003.
 Bruner, Norma; Duelos en Juego. Letra Viva. Buenos Aires, 2008.
 Bruner, Norma; “La hemorragia del juego y su pérdida” en Revista Imago
Agenda Nº 112. Letra Viva. Buenos Aires, Agosto 2007.
 Bruner, Norma; “Luto y melancolía en la infancia” en Revista
Psicoanalisis con niños “Fort-Dá” Nº 6. www.fort-da.org. Buenos Aires,
2003.
 Dolto, Françoise; La imagen inconsciente del cuerpo. Paidós. Buenos
Aires, 1983.
 Flesler, Alba; El niño en análisis y el lugar de los padres. Paidós.
Buenos Aires, 2008.
 Freud, Sigmund; “Duelo y Melancolía” en Obras completas Vo.l XIV.
Amorrortu editories. Buenos Aires, 2002.
 Freud, Sigmund; “Más allá del principio del placer” en Obras completas
Vo.l XVIII. Amorrortu editories. Buenos Aires, 2002.
 Friedman, Eduardo Diego; “Amputante” en Cuadernos del niño/s Nº 5
Vol II. Editorial Polemos. Buenos Aires, 1994.
 García Barthé, Mónica; “Marcas de origen. El psicoanálisis llega al
Hospital de Niños” en Psicoanálisis y el Hospital Nº 10: Niñez e
institución.
 Jerusalinsky, Alfredo y colaboradores; Psicoanálisis en problemas del
desarrollo infantil. Nueva Visión. Buenos Aires, 2005.
 Lacan, Jacques: El seminario, Libro 3, Las Psicosis. Paidós. Buenos
Aires. 2007.
 Raimbault, Ginette; “El sostén psicológico del niño crónicamente
enfermo y su familia: Aspectos éticos” en Cuadernos del niño/s Nº 4 Vol
II. Editorial Polemos. Buenos Aires, 1994.
 Rodríguez, María Marta y Peláez, Carlos; “Un niño se ha perdido” en
Psicoanálisis y el Hospital Año 9 Nº 17: Clínica del desamparo.
Publicación Semestral de practicantes en instituciones hospitalarias.
Marzo, 2000.
 Silberkasten, Marcelo; “Prequirúrgicos, una excusa para lo traumático.
Lo traumático, una excusa para los prequirúrgicos” en Cuadernos del
niño/s Nº 4 Vol II. Editorial Polemos. Buenos Aires, 1994.
 Winnicott, D. W.; Exploraciones Psicoanalíticas I. Paidós. Buenos Aires,
2006.
 Winnicott, D. W.: “El Juego” en Realidad y Juego. Ed. Gedisa.
Barcelona.

También podría gustarte