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Niels Bohr

(Niels Henrik David Bohr; Copenhague, 1885 - 1962) Físico danés.


Considerado como una de las figuras más deslumbrantes de la física
contemporánea y, por sus aportaciones teóricas y sus trabajos prácticos,
como uno de los padres de la bomba atómica, fue galardonado en 1922 con
el Premio Nobel de Física "por su investigación acerca de la estructura de los
átomos y la radiación que emana de ellos".

Niels Bohr

Pese a contravenir principios de la física clásica, su modelo atómico, que


incorporaba el modelo de átomo planetario de Rutherford y la noción de
cuanto de acción introducida por Planck, permitió explicar tanto la
estabilidad del átomo como sus propiedades de emisión y de absorción
de radiación. En esta teoría, el electrón puede ocupar algunas órbitas
estacionarias en las cuales no irradia energía, y los procesos de emisión
y de absorción son concebidos como transiciones del electrón de una
órbita estacionaria a otra.

Biografía:
Niels Bohr cursó estudios superiores de física en la Universidad de
Copenhague, donde obtuvo el grado de doctor en 1911. Tras haberse
revelado como una firme promesa en el campo de la física nuclear, pasó
a Inglaterra para ampliar sus conocimientos en el prestigioso Cavendish
Laboratory de la Universidad de Cambridge, bajo la tutela de sir Joseph John
Thomson (1856-1940), químico británico distinguido con el Premio Nobel
en 1906 por sus estudios acerca del paso de la electricidad a través del
interior de los gases, que le habían permitido descubrir el electrón,
partícula anteriormente intuida y bautizada por George Johnstone
Stoney (1826-1911).

Precisamente al estudio de los electrones estaba dedicada la tesis doctoral


que acababa de leer el joven Bohr en Copenhague, y que había llevado a
territorio británico con la esperanza de verla traducida al inglés. Pero,
comoquiera que Thomson no se mostrara entusiasmado por el trabajo del
científico danés, Bohr decidió abandonar el Cavendish Laboratory y
marcharse a la Universidad de Manchester, donde aprovechó las
enseñanzas de otro Premio Nobel, Ernest Rutherford (1871-1937), para
ampliar sus saberes sobre los modelos del átomo y la radiactividad,
descubierta por Pierre y Marie CurieA partir de entonces, entre ambos
científicos se estableció una estrecha colaboración que, sostenida por
firmes lazos de amistad, habría de ser tan duradera como fecunda.
Rutherford había elaborado una teoría del átomo que era totalmente
válida en un plano especulativo, pero que no podía sostenerse dentro de
las leyes de la física clásica. Bohr, en un alarde de audacia que resultaba
impredecible en su carácter tímido y retraído, se atrevió a soslayar los
problemas que obstaculizaban los progresos de Rutherford con una
solución tan sencilla como arriesgada: afirmó, simplemente, que los
movimientos que se daban dentro del átomo están gobernados por unas
leyes ajenas a las de la física tradicional.

Niels Bohr en el laboratorio (1922)


En 1913, Niels Bohr alcanzó celebridad mundial dentro del ámbito de la
física al publicar una serie de ensayos en los que revelaba su particular
modelo de la estructura del átomo. Tres años después, el científico
danés regresó a su ciudad natal para ocupar una plaza de profesor de
Física Teórica en su antigua alma mater; y en 1920, merced al prestigio
internacional que había ido adquiriendo por sus estudios y publicaciones,
consiguió las subvenciones necesarias para la fundación del denominado
Instituto Nórdico de Física Teórica (más tarde denominado Instituto Niels
Bohr), cuya dirección asumió desde 1921 hasta la fecha de su muerte
(1962).

En muy poco tiempo este instituto se erigió, junto a las universidades


alemanas de Munich y Göttingen, en uno de los tres vértices del triángulo
europeo donde se estaban desarrollando las principales investigaciones
sobre la física del átomo. En 1922, año en el que Bohr se consagró
definitivamente como científico de renombre universal con la obtención
del Premio Nobel, vino al mundo su hijo Aage Bohr, que habría de seguir
los pasos de su padre y colaborar con él en varias investigaciones.
Doctorado también en física, fue, al igual que su progenitor, profesor
universitario de dicha materia y director del Instituto Nórdico de Física
Teórica, y recibiría el Premio Nobel en 1975.
Inmerso en sus investigaciones sobre el átomo y la mecánica cuántica,
Niels Bohr enunció, en 1923, el principio de la correspondencia, al que
añadió en 1928 el principio de la complementariedad. A raíz de esta última
aportación se fue constituyendo en torno a su figura la denominada
Escuela de Copenhague de la mecánica cuántica, cuyas teorías fueron
combatidas ferozmente (y ciertamente en vano) por Albert Einstein (1879-
1955). A pesar de estas diferencias, sostenidas siempre en un plano
teórico (pues Einstein sólo pudo oponer a las propuestas de Bohr
elucubraciones mentales), el padre de la teoría de la relatividad reconoció en
el físico danés a "uno de los más grandes investigadores científicos de
nuestro tiempo".

En la década de los años treinta, Niels Bohr pasó largas temporadas en


los Estados Unidos de América, adonde llevó las primeras noticias sobre
la fisión nuclear, descubierta en 1938 en Berlín por Otto Hahn (1879-1968)
y Fritz Strassmann (1902-1980), que habrían de dar lugar a los trabajos de
fabricación de armas nucleares de destrucción masiva. Durante cinco
meses trabajó con J. A. Wheeler en el Instituto de Estudios Avanzados de
Princeton (Nueva Jersey), y anunció, junto con su colaborador, que el
plutonio había de ser fisionable, al igual que lo era el uranio.
De regreso a Dinamarca, fue elegido presidente de la Real Academia
Danesa de Ciencias (1939). Volvió a instalarse en Copenhague, en donde
continuó investigando e impartiendo clases hasta que en 1943, a raíz de
la ocupación alemana, tuvo que abandonar su país natal debido a sus
orígenes judíos. Su vida y la de los suyos llegaron a estar tan amenazadas
que se vio forzado a embarcar a su familia en un pequeño bote de pesca
y poner rumbo a Suecia. Pocos días después, Bohr se refugió en los
Estados Unidos y, bajo el pseudónimo de Nicholas Baker, empezó a
colaborar activamente en el denominado Proyecto Manhattan,
desarrollado en un laboratorio de Los Álamos (Nuevo México), cuyo
resultado fue la fabricación de la primera bomba atómica.
Al término de la II Guerra Mundial (1939-1945), retornó a Dinamarca y
volvió a ponerse al frente del Instituto Nórdico de Física Teórica. A partir
de entonces, consciente de las aplicaciones devastadoras que podían
tener sus investigaciones, se dedicó a convencer a sus colegas de la
necesidad de usar los hallazgos de la física nuclear con fines útiles y
benéficos.

Pionero en la organización de simposios y conferencias internacionales


sobre el uso pacífico de la energía atómica, en 1951 publicó y divulgó por
todo el mundo un manifiesto firmado por más de un centenar de científicos
eminentes, en el que se afirmaba que los poderes públicos debían
garantizar el empleo de la energía atómica para fines pacíficos. Por todo
ello, en 1957, recibió el premio Átomos para la Paz, convocado por la
Fundación Ford para favorecer las investigaciones científicas encaminadas
al progreso de la humanidad.

Niels Bohr en una imagen tomada en 1950

Director, desde 1953, de la Organización Europea para la Investigación


Nuclear, Niels Henrik David Bohr falleció en Copenhague durante el
otoño de 1962, a los setenta y siete años de edad, después de haber
dejado impresas algunas obras tan valiosas como Teoría de los
espectros y constitución atómica (1922), Luz y vida (1933), Teoría
atómica y descripción de la naturaleza (1934), El mecanismo de la fisión
nuclear (1939) y Física atómica y conocimiento humano (1958).
El modelo atómico de Bohr
Las primeras aportaciones relevantes de Bohr a la Física contemporánea
tuvieron lugar en 1913, cuando, para afrontar los problemas con que
había topado su maestro y amigo Rutherford, afirmó que los movimientos
internos que tienen lugar en el átomo están regidos por leyes particulares,
ajenas a las de la física tradicional. Al hilo de esta afirmación, Bohr
observó también que los electrones, cuando se hallan en ciertos estados
estacionarios, dejan de irradiar energía.

En realidad, Rutherford había vislumbrado un átomo de hidrógeno


conformado por un protón (es decir, una carga positiva central) y un
partícula negativa que giraría alrededor de dicho protón de un modo
semejante al desplazamiento descrito por los planetas en sus órbitas en
torno al sol. Pero esta teoría contravenía las leyes de la física tradicional,
puesto que, a tenor de lo conocido hasta entonces, una carga eléctrica en
movimiento tenía que irradiar energía, y, por lo tanto, el átomo no podría
ser estable.
Niels Bohr aceptó, en parte, la teoría atómica de Rutherford, pero la
superó combinándolo con las teorías cuánticas de Max Planck (1858-1947).
En los tres artículos que publicó en el Philosophical Magazine en 1913, Bohr
enunció cuatro postulados:
1.Primer postulado: Un átomo posee un determinado número de
órbitas estacionarias, en las cuales los electrones no radian ni absorben
energía, aunque estén en movimiento.

Los electrones describen órbitas circulares en torno al núcleo del átomo


sin irradiar energía.
La causa de que el electrón no irradie energía en su órbita es, de
momento, un postulado, ya que según la electrodinámica clásica una
carga con un movimiento acelerado debe emitir energía en forma
de radiación.
Para mantener la órbita circular, la fuerza que experimenta el electrón —
la fuerza coulombiana por la presencia del núcleo— debe ser igual a
la fuerza centrípeta. Esto nos da la siguiente expresión:
Donde el primer término es la fuerza eléctrica o de Coulomb, y el
segundo es la fuerza centrípeta; k es la constante de la fuerza de
Coulomb, Z es el número atómico del átomo, e es la carga del
electrón, es la masa del electrón, v es la velocidad del electrón en la
órbita y r el radio de la órbita.
En la expresión anterior podemos despejar el radio, obteniendo:

Y ahora, con esta ecuación, y sabiendo que la energía total es la suma


de las energías cinética y potencial:

Donde queda expresada la energía de una órbita circular para el electrón en función del
radio de dicha órbita.
Nota: a veces puede verse escrita en términos de la permitividad del vacío ,
o en unidades electroestáticas de carga: k=1 .

2.Segundo postulado: El electrón gira alrededor de su núcleo de tal


forma que la fuerza centrífuga sirve para equilibrar con exactitud la
atracción electrostática de las cargas opuestas.

Las únicas órbitas permitidas para un electrón son aquellas para las
cuales el momento angular, L,del electrón sea un múltiplo entero
de . donde h es la constante de

Plank, Esta condición matemáticamente se escribe:

con n=1;2;3…
A partir de esta condición y de la expresión para el radio obtenida antes,
podemos sustituir V y queda la condición de cuantización para los radios
permitidos:

Con n=1;2;3;… ; subíndice introducido en esta expresión para resaltar


que el radio ahora es una magnitud discreta, a diferencia de lo que decía
el primer postulado.
Ahora, dándole valores a n , número cuántico principal, obtenemos los
radios de las órbitas permitidas. Al primero de ellos (con n=1), se le
llama radio de Bohr:

expresando el resultado en ángstroms.


Del mismo modo podemos ahora sustituir los radios permitidos rn en la
expresión para la energía de la órbita y obtener así la energía
correspondiente a cada nivel permitido:

Igual que antes, para el átomo de hidrógeno (Z=1) y el primer nivel


permitido (n=1), obtenemos:
que es la llamada energía del estado fundamental del átomo de
Hidrógeno. Y podemos expresar el resto de energías para cualquier Z y n
como:

Este postulado, sin embargo, es incompatible con la mecánica cuántica


moderna porque (1) presupone que v y r (y el momento cinético)
adquieren valores bien definidos, en contradicción con el principio de
incertidumbre, y (2) atribuye al primer nivel un valor no nulo del momento
cinético.

3.Tercer postulado: El momento angular del electrón en un estado


estacionario es un múltiplo de h / 2p (donde h es la constante cuántica
universal de Planck).
El electrón solo emite o absorbe energía en los saltos de una órbita
permitida a otra. En dicho cambio emite o absorbe un fotón cuya energía
es la diferencia de energía entre ambos niveles. Este fotón, según la ley

de Planck tiene una energía:

Donde ni identifica la órbita inicial y nf la final, y v es la frecuencia.


Entonces las frecuencias de los fotones emitidos o absorbidos en la
transición serán:

A veces, en vez de la frecuencia se suele dar la inversa de la longitud de


onda:
Esta última expresión fue muy bien recibida porque explicaba
teóricamente la fórmula fenomenológica hallada antes por Balmer para
describir las líneas espectrales observadas desde finales del siglo XIX en
la desexcitación del Hidrógeno, que venían dadas por:

Con n=1;2;3;…; y donde RH es la constante de Rydberg para el


hidrógeno. Y como vemos, la expresión teórica para el caso nf=2 , es la
expresión predicha por Balmer, y el valor medido experimentalmente de
la constante de Rydberg (1.097 x 107m-1) coincide con el valor de la
fórmula teórica.
Se puede demostrar que este conjunto de hipótesis corresponde a la
hipótesis de que los electrones estables orbitando un átomo están
descritos por funciones de onda estacionarias. Un modelo atómico es
una representación que describe las partes que tiene un átomo y como
están dispuestas para formar un todo. Basándose en la constante de
Planck E=hv consiguió cuantizar las órbitas observando las líneas del
espectro.
Según el cuarto postulado, cuando un electrón pasa de un estado
estacionario de más energía a otro de menos (y, por ende, más cercano
al núcleo), la variación de energía se emite en forma de un cuanto de
radiación electromagnética (es decir, un fotón). Y, a la inversa, un electrón
sólo interacciona con un fotón cuya energía le permita pasar de un estado
estacionario a otro de mayor energía.

Werner Heisenberg y Niels Bohr en


Dicho de otro modo, lalaradiación
Conferenciaodeabsorción
Copenhaguede(1934)
energía sólo tiene lugar
cuando un electrón pasa de una órbita de mayor (o menor) energía a otra
de menor (o mayor), que se encuentra más cercana (o alejada) respecto
al núcleo. La frecuencia f de la radiación emitida o absorbida viene
determinada por la relación: E1 - E2 = hf, donde E1 y E2 son las energías
correspondientes a las órbitas de tránsito del electrón. Merced a este
último y más complejo postulado, Bohr pudo explicar por qué, por
ejemplo, los átomos de hidrógeno ceden distintivas longitudes de onda de
luz, que aparecen en el espectro del hidrógeno como una distribución fija
de líneas de luz conocida como serie de Balmer.
En un principio, el modelo atómico propuesto por Bohr desconcertó a la
mayor parte de los científicos de todo el mundo. Su manera de explicar la
estructura de un átomo era hacer caso omiso (al menos en ciertas partes
pequeñas del átomo) de un principio aceptado de la física. La teoría
atómica de Bohr parecía casi un timo: inventar un modelo simplemente
por el hecho de que podría funcionar bien. Pero, a raíz de que su colega y
maestro Rutherford le felicitara efusivamente por estos postulados,
numerosos investigadores del Centro y el Norte de Europa comenzaron a
interesarse por las ideas del físico danés, y algunos de ellos, como los
alemanes James Franck (1882-1964) y Gustav Hertz (1887-1975),
proporcionaron nuevos datos que confirmaban la validez del modelo de
Bohr.
La teoría atómica de Bohr se aplicó, en efecto, al estudio del átomo de
hidrógeno, aunque enseguida pudo generalizarse a otros elementos
superiores, gracias a la amplitud y el desarrollo que le proporcionó el
trabajo de Arnold Sommerfeld (1868-1951), que mejoró el modelo del danés
para explicar la estructura fina del espectro. De ahí que los postulados
lanzados por Niels Bohr en 1913 puedan considerarse como las bases en
que se sustenta la física nuclear contemporánea.

El principio de correspondencia
Con la formulación de estos postulados, Niels Bohr logró, en efecto, dar
una explicación cuantitativa del espectro del hidrógeno; y,
fundamentalmente, consiguió establecer los principios de la teoría
cuántica del átomo en la forma más clara y concisa posible. Pero, ante
todo, su gran acierto fue señalar que estos principios eran irracionales
desde el punto de vista de la mecánica clásica, y advertir que requerían
una nueva limitación en el uso de los conceptos ordinarios de causalidad.

Para fijar las circunstancias en que debían concordar la mecánica clásica


y las nuevas teorías de la mecánica cuántica, Bohr estableció en 1923 el
denominado principio de correspondencia, en virtud del cual la mecánica
cuántica debe tender hacia la teoría de la física tradicional al ocuparse de
los fenómenos macroscópicos (o, dicho de otro modo, siempre que los
valores de las constantes cuánticas lleguen a ser despreciables).
Sirviéndose de este principio, Niels Bohr y sus colaboradores, entre los
que se contaba el joven Werner Karl Heisenberg (1901-1976), otro futuro
Premio Nobel de Física, trazaron un cuadro aproximado de la estructura
de los átomos que poseen numerosos electrones; y consiguieron otros
logros como explicar la naturaleza de los rayos X, los fenómenos de la
absorción y emisión de luz por parte de los átomos y la variación periódica
en el comportamiento químico que reflejaba la tabla periódica de los elementos.

El principio de complementariedad

En 1925, su ayudante Heisenberg enunció el principio de indeterminación o de


incertidumbre, según el cual era utópica la idea de poder alcanzar, en el
campo de la microfísica, un conocimiento pleno de la realidad de la
naturaleza en sí misma o de alguna de las cosas que la componen, ya que
los instrumentos empleados en la experimentación son objetos naturales
sometidos a las leyes de la física tradicional.
La formulación de este luminoso principio de Werner Heisenberg sugirió a
su vez a Bohr un nuevo precepto: el llamado principio de complementariedad de
la mecánica cuántica (1928). Partiendo de la dualidad onda-partícula
recientemente enunciada por el joven Louis de Broglie (1892-1987), es
decir, de la constatación de que la luz y los electrones actúan unas veces
como ondas y otras como partículas, Bohr afirmó que, en ambos casos, ni
las propiedades de la luz ni las de los electrones pueden observarse
simultáneamente, por más que sean complementarias entre sí y
necesarias para una interpretación correcta.

En otras palabras, el principio de complementariedad expresa que no


existe una separación rígida entre los objetos atómicos y los instrumentos
que miden su comportamiento. Ambos son, en opinión de Bohr,
complementarios: elementos de diversas categorías, incluyendo
fenómenos pertenecientes a un mismo sistema atómico, pero sólo
reconocibles en situaciones experimentales que son físicamente
incompatibles.

Siguiendo este razonamiento, Niels Bohr también consideró que eran


complementarias ciertas descripciones, generalmente causales y espacio-
temporales, así como ciertas propiedades físicas como la posición y el
momento precisos. En su valioso ensayo titulado Luz y vida (1933), el
científico danés, dando una buena muestra de sus singulares dotes para
la especulación filosófica, analizó las implicaciones humanas del principio
de complementariedad.

La fisión nuclear
En la década de los años treinta, el creciente interés de todos los
científicos occidentales por el estudio del interior del núcleo del átomo
(con abundante experimentación al respecto) llevó a Bohr al estudio
detallado de los problemas surgidos al tratar de interpretar los nuevos
conocimientos adquiridos de forma tan repentina por la física atómica. Fue
así como concibió su propio modelo de núcleo, al que comparó con una
gota líquida, y propuso la teoría de los fenómenos de desintegración
nuclear.

Con ello estaba sentando las bases de la fisión nuclear, que acabaría
dando lugar al más poderoso instrumento de exterminio concebido hasta
entonces por el ser humano: la bomba atómica. Bohr no llegó, empero,
en primer lugar al hallazgo de la fisión nuclear, conseguida por vez
primera, como ya se ha indicado más arriba, por Otto Hahn y Fritz
Strassmann en el Berlín de 1938.

El 15 de enero de 1939 llevó las primeras nuevas de este logro científico


a los Estados Unidos de América, en donde demostró que el isótopo 235
del uranio es el responsable de la mayor parte de las fisiones. En el
Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (Nueva Jersey), durante un
fructífero período de colaboración con J. A. Wheeler, esbozó una nueva
teoría del mecanismo de fisión, según la cual el elemento 94 tendría
idéntico comportamiento al observado en el U-235 en el proceso de fisión
nuclear. El elemento 94 sería obtenido un año después por Glenn Theodore
Seaborg (1912-1999) y recibió el nombre de plutonio por hallarse a
continuación del uranio y del neptunio en la tabla periódica.

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