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NIELS BOHR

Biografía
Niels Bohr cursó estudios superiores de física en la Universidad de
Copenhague, donde obtuvo el grado de doctor en 1911. Tras haberse
revelado como una firme promesa en el campo de la física nuclear, pasó a
Inglaterra para ampliar sus conocimientos en el prestigioso Cavendish
Laboratory de la Universidad de Cambridge, bajo la tutela de sir Joseph John
Thomson (1856-1940), químico británico distinguido con el Premio Nobel en
1906 por sus estudios acerca del paso de la electricidad a través del interior
de los gases, que le habían permitido descubrir el electrón, partícula
anteriormente intuida y bautizada por George Johnstone Stoney (1826-1911).
Precisamente al estudio de los electrones estaba dedicada la tesis doctoral
que acababa de leer el joven Bohr en Copenhague, y que había llevado a
territorio británico con la esperanza de verla traducida al inglés. Pero,
comoquiera que Thomson no se mostrara entusiasmado por el trabajo del
científico danés, Bohr decidió abandonar el Cavendish Laboratory y
marcharse a la Universidad de Manchester, donde aprovechó las
enseñanzas de otro Premio Nobel, Ernest Rutherford (1871-1937), para
ampliar sus saberes sobre los modelos del átomo y la radiactividad,
descubierta por Pierre y Marie Curie.

A partir de entonces, entre ambos científicos se estableció una estrecha


colaboración que, sostenida por firmes lazos de amistad, habría de ser tan
duradera como fecunda. Rutherford había elaborado una teoría del átomo
que era totalmente válida en un plano especulativo, pero que no podía
sostenerse dentro de las leyes de la física clásica. Bohr, en un alarde de
audacia que resultaba impredecible en su carácter tímido y retraído, se
atrevió a soslayar los problemas que obstaculizaban los progresos de
Rutherford con una solución tan sencilla como arriesgada: afirmó,
simplemente, que los movimientos que se daban dentro del átomo están
gobernados por unas leyes ajenas a las de la física tradicional.

En 1913, Niels Bohr alcanzó celebridad mundial dentro del ámbito de la


física al publicar una serie de ensayos en los que revelaba su particular
modelo de la estructura del átomo. Tres años después, el científico danés
regresó a su ciudad natal para ocupar una plaza de profesor de Física
Teórica en su antigua alma mater; y en 1920, merced al prestigio
internacional que había ido adquiriendo por sus estudios y publicaciones,
consiguió las subvenciones necesarias para la fundación del denominado
Instituto Nórdico de Física Teórica (más tarde denominado Instituto Niels
Bohr), cuya dirección asumió desde 1921 hasta la fecha de su muerte
(1962).
En muy poco tiempo este instituto se erigió, junto a las universidades
alemanas de Munich y Göttingen, en uno de los tres vértices del triángulo
europeo donde se estaban desarrollando las principales investigaciones
sobre la física del átomo. En 1922, año en el que Bohr se consagró
definitivamente como científico de renombre universal con la obtención del
Premio Nobel, vino al mundo su hijo Aage Bohr, que habría de seguir los
pasos de su padre y colaborar con él en varias investigaciones. Doctorado
también en física, fue, al igual que su progenitor, profesor universitario de
dicha materia y director del Instituto Nórdico de Física Teórica, y recibiría el
Premio Nobel en 1975.
Inmerso en sus investigaciones sobre el átomo y la mecánica cuántica,
Niels Bohr enunció, en 1923, el principio de la correspondencia, al que añadió en
1928 el principio de la complementariedad. A raíz de esta última aportación se fue
constituyendo en torno a su figura la denominada Escuela de Copenhague
de la mecánica cuántica, cuyas teorías fueron combatidas ferozmente (y
ciertamente en vano) por Albert Einstein (1879-1955). A pesar de estas
diferencias, sostenidas siempre en un plano teórico (pues Einstein sólo
pudo oponer a las propuestas de Bohr elucubraciones mentales), el padre
de la teoría de la relatividad reconoció en el físico danés a "uno de los más
grandes investigadores científicos de nuestro tiempo".
En la década de los años treinta, Niels Bohr pasó largas temporadas en los
Estados Unidos de América, adonde llevó las primeras noticias sobre la
fisión nuclear, descubierta en 1938 en Berlín por Otto Hahn (1879-1968)
y Fritz Strassmann (1902-1980), que habrían de dar lugar a los trabajos de
fabricación de armas nucleares de destrucción masiva. Durante cinco
meses trabajó con J. A. Wheeler en el Instituto de Estudios Avanzados de
Princeton (Nueva Jersey), y anunció, junto con su colaborador, que el
plutonio había de ser fisionable, al igual que lo era el uranio.
De regreso a Dinamarca, fue elegido presidente de la Real Academia
Danesa de Ciencias (1939). Volvió a instalarse en Copenhague, en donde
continuó investigando e impartiendo clases hasta que en 1943, a raíz de la
ocupación alemana, tuvo que abandonar su país natal debido a sus
orígenes judíos. Su vida y la de los suyos llegaron a estar tan amenazadas
que se vio forzado a embarcar a su familia en un pequeño bote de pesca y
poner rumbo a Suecia. Pocos días después, Bohr se refugió en los Estados
Unidos y, bajo el pseudónimo de Nicholas Baker, empezó a colaborar
activamente en el denominado Proyecto Manhattan, desarrollado en un
laboratorio de Los Álamos (Nuevo México), cuyo resultado fue la fabricación
de la primera bomba atómica.
Al término de la II Guerra Mundial (1939-1945), retornó a Dinamarca y volvió
a ponerse al frente del Instituto Nórdico de Física Teórica. A partir de
entonces, consciente de las aplicaciones devastadoras que podían tener sus
investigaciones, se dedicó a convencer a sus colegas de la necesidad de
usar los hallazgos de la física nuclear con fines útiles y benéficos.

Pionero en la organización de simposios y conferencias internacionales


sobre el uso pacífico de la energía atómica, en 1951 publicó y divulgó por
todo el mundo un manifiesto firmado por más de un centenar de científicos
eminentes, en el que se afirmaba que los poderes públicos debían
garantizar el empleo de la energía atómica para fines pacíficos. Por todo
ello, en 1957, recibió el premio Átomos para la Paz, convocado por la
Fundación Ford para favorecer las investigaciones científicas encaminadas
al progreso de la humanidad.

Director, desde 1953, de la Organización Europea para la Investigación


Nuclear, Niels Henrik David Bohr falleció en Copenhague durante el otoño
de 1962, a los setenta y siete años de edad, después de haber dejado
impresas algunas obras tan valiosas como Teoría de los espectros y constitución
atómica (1922), Luz y vida (1933), Teoría atómica y descripción de la
naturaleza (1934), El mecanismo de la fisión nuclear (1939) y Física atómica y
conocimiento humano (1958).

El modelo atómico de Bohr

Las primeras aportaciones relevantes de Bohr a la Física contemporánea


tuvieron lugar en 1913, cuando, para afrontar los problemas con que había
topado su maestro y amigo Rutherford, afirmó que los movimientos
internos que tienen lugar en el átomo están regidos por leyes particulares,
ajenas a las de la física tradicional. Al hilo de esta afirmación, Bohr observó
también que los electrones, cuando se hallan en ciertos estados
estacionarios, dejan de irradiar energía.

En realidad, Rutherford había vislumbrado un átomo de hidrógeno


conformado por un protón (es decir, una carga positiva central) y un
partícula negativa que giraría alrededor de dicho protón de un modo
semejante al desplazamiento descrito por los planetas en sus órbitas en
torno al sol. Pero esta teoría contravenía las leyes de la física tradicional,
puesto que, a tenor de lo conocido hasta entonces, una carga eléctrica en
movimiento tenía que irradiar energía, y, por lo tanto, el átomo no podría
ser estable.
Niels Bohr aceptó, en parte, la teoría atómica de Rutherford, pero la superó
combinándolo con las teorías cuánticas de Max Planck (1858-1947). En los
tres artículos que publicó en el Philosophical Magazine en 1913, Bohr enunció
cuatro postulados: 1) Un átomo posee un determinado número de órbitas
estacionarias, en las cuales los electrones no radian ni absorben energía,
aunque estén en movimiento. 2) El electrón gira alrededor de su núcleo de
tal forma que la fuerza centrífuga sirve para equilibrar con exactitud la
atracción electrostática de las cargas opuestas. 3) El momento angular del
electrón en un estado estacionario es un múltiplo de h / 2p (donde h es la
constante cuántica universal de Planck).
Según el cuarto postulado, cuando un electrón pasa de un estado
estacionario de más energía a otro de menos (y, por ende, más cercano al
núcleo), la variación de energía se emite en forma de un cuanto de
radiación electromagnética (es decir, un fotón). Y, a la inversa, un electrón
sólo interacciona con un fotón cuya energía le permita pasar de un estado
estacionario a otro de mayor energía.
Dicho de otro modo, la radiación o absorción de energía sólo tiene lugar
cuando un electrón pasa de una órbita de mayor (o menor) energía a otra
de menor (o mayor), que se encuentra más cercana (o alejada) respecto al
núcleo. La frecuencia f de la radiación emitida o absorbida viene
determinada por la relación: E1 - E2 = hf, donde E1 y E2 son las energías
correspondientes a las órbitas de tránsito del electrón. Merced a este último
y más complejo postulado, Bohr pudo explicar por qué, por ejemplo, los
átomos de hidrógeno ceden distintivas longitudes de onda de luz, que
aparecen en el espectro del hidrógeno como una distribución fija de líneas
de luz conocida como serie de Balmer.
En un principio, el modelo atómico propuesto por Bohr desconcertó a la
mayor parte de los científicos de todo el mundo. Su manera de explicar la
estructura de un átomo era hacer caso omiso (al menos en ciertas partes
pequeñas del átomo) de un principio aceptado de la física. La teoría
atómica de Bohr parecía casi un timo: inventar un modelo simplemente por
el hecho de que podría funcionar bien. Pero, a raíz de que su colega y
maestro Rutherford le felicitara efusivamente por estos postulados,
numerosos investigadores del Centro y el Norte de Europa comenzaron a
interesarse por las ideas del físico danés, y algunos de ellos, como los
alemanes James Franck (1882-1964) y Gustav Hertz (1887-1975),
proporcionaron nuevos datos que confirmaban la validez del modelo de
Bohr.
La teoría atómica de Bohr se aplicó, en efecto, al estudio del átomo de
hidrógeno, aunque enseguida pudo generalizarse a otros elementos
superiores, gracias a la amplitud y el desarrollo que le proporcionó el
trabajo de Arnold Sommerfeld (1868-1951), que mejoró el modelo del danés
para explicar la estructura fina del espectro. De ahí que los postulados
lanzados por Niels Bohr en 1913 puedan considerarse como las bases en
que se sustenta la física nuclear contemporánea.

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