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Raza que renuncia a comenzar se condena a no llegar a ser jamás una valoración intrínseca en

el devenir de la historia . Después de repetir malamente a Europa, en segunda edición


desvitalizada, no podía ser de otra manera-los americanos nos estamos convenciendo que
América sólo saldrá de sí misma en la proporción del esfuerzo y del valor que tengamos para
descubrirnos. Todas las grandes y pequeñas culturas han partido de esta certidumbre. Escrito
está que cada nueva agrupación humana unicamente puede salir de sí mismo, mutrirse de sus
propias entrañas. Su conformación biológica no lun sido hecha part asimilar alimentos
extraños. No In sido ni es vino el mito de Saturno. Tenemos que responder originalmente a las
interrogaciones fundamentales que se han hecho las razas y los pueblos de todos los tiempos.
Hasta ahora las respuestas las hemos aprendido de locas extrains, a la manera como el escolar
nemotecniza por el exi- men las respuestas de su programa. Hemos estado dando examen luce
más de cinco siglos, desde que los invasores destruyeron las culturas antóctonas de nuestras
tierras, que tuvieron sus propias respuestas. Nuestra literatur, nuestra filosofia, westra
política, muestra economin luan sido ma trabajos y angustiante prepari- ción de exámenes, un
aprendizaje de respuestas que en nosotros se tornabun yertas y se mecanizaban porque no
eran las nuestros. De la manera como reaccionemos frente a estas interrogaciones
fundamentales depende todo mestro porvenir espiritual y material. Una culturno es sino al
conjunto de respuestas que ima colectividad Inumana da en el curso de determinado ciclo
histórico. América lua comenzado o va comenzar a dar sus respuestas. Todo lo revela y lo
anuncia. Respuestas en acción y respuestas en pensamiento, represtas en arte y respuestas en
política. Todo eso tiene que constituir su voluntad de ser y su voluntad de poder. La misma
peripecin de Sócrates en la cultura griega, la misma pe- ripecin de los escolásticos en la Edad
Media y la misma

Peripecias de descartes en la edad moderna tiene que repetirse en nosotros de modo


inexorable. Debe repetirse porque de otra suerte no somos ni seremos nada. Tenemos que
responder y definirnos. Nues- tra intuición o conjunto de intuiciones tienen que revestirse de
su paramento racional para expresarse. Tenemos que crear nuestras propias razones. Crear y
verbalizar estas razones colectivas, extraerlas del caos de lo indefinido, expresar un
determinado orden de sabiduría, definir por medio de ellas una determinada estructura o
jerarquía, he aquí el objeto y la función de la filosofia La idea es abstracta, impersonal,
antivital, extraña a la sustancia carnal y a la realidad síquica del hombre, es decir, extraña a la
vida. En cambio el pensamiento es algo concreto e individual, algo que está en la carne y en el
alma del hombre que lo expresa. La idea para antropomorfizarse y hacerse pensamiento
necesita vehiculizarse a través de la realidad y del corazón del hombre. Sólo a este precio
puede hacerse acto, o lo que es lo mismo, un factor operante dentro y fuera del sujeto. No
sólo se piensa con el cerebro, se piensa con todas las potencias fisicas y espirituales del
hombre. El pensamiento es un todo vivo, orgánico, eficiente y perfectamente estructurado. La
idea carece de ritmo, de vibración y de elocuencia personales, es ahistórica, neutra, ambigua y
hasta cierto punto, vaga e indefinida. La idea carece de estilo, de colorido individual, no se ha
sumer-gido en el abrevadero del hombre. Por el contrario el pensamiento resume siempre de
la historia, es una definición y una distinción entre la indeterminación y el caos de la idea. El
objeto esencial de una filosofia es expresar el estilo de un hombre y de una época, la manera
de reaccionar de una raza frente a los enigmas del Universo. Esto equivale a decir que el objeto
de la filosofia es el pensamiento. De lo contrario, es una fría armazón lógica, indefinida,
enteléquica y cadavérica. Sólo el estilo es definición y orden dentro de la vaguedad caotian del
Cosmos, es el mensaje de la Vida a través de cada ser y de cada forma. El estilo es el único
vehículo por el que se traduce la vida, se concretiza y se hace perceptible.
La verdad sólo podemos poseerla como estilo, es decir, como ritmo y vibración personales. La
verdad es la expresión plena de la reali- dad biológica, síquica y espiritual del hombre en
determinada fase de su evolución histórica. No hay verdad impersonal y completamente
abstraída del sujeto viviente y pensante. En toda filosofía hay dos elementos que no se les
diferencia y que a menudo se les confunde. De un lado, una idea o un conjunto de ideas
asimiladas, trasfundidas en el ser, estilizadas en el individuo pensante, que es lo que constituye
el pensamiento vivo. De otro, una idea o un conjunto de ideas muertas, vagas, abstraídas,
desvi- talizadas y ahistóricas. El primer elemento es el único que cuenta para la filosofia, es
decir, para la vida misma. O para definir en una palabra: sólo la idea dramatizada, estilizada,
que ha corrido la peripecia individual es la que puede definir o expresar una verdad que
realmente sea percibida y aprovechada por el hombre. Comprendida esta distinción en todas
sus consecuencias es fácil comprender, también, lo vano y lo ocioso que es discutir
racionalmente la filosofia en su armazón enteléquica, de idea pura y abstracta. Lo único
necesario es comprender el ritmo individual, el estilo original de una filosofia, asimilarlo en
nuestro ser, incorporar en nosotros la verdad que este expresa, carnalizar en nuestra realidad
el pensamiento, la peripecia dramática que representa. Una filosofia es tanto más grande o
tanto más genial, cuanto es el pensador que ha estilizado la idea o el conjunto de ideas que la
constituye. El llamado caos de las filosofias, que confunde a los temperamentos no filosóficos,
es el caos de las ideas abstraídas, desvitalizadas y discutibles. Un pensamiento histórico no
puede ser discutido sino es comprendido y asimilado.

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