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MARTINI SECO

El señor que está delante mío está hablando con su hija chica y parece que la ama. Le toca
el pelo y le hace cariños en las mejillas. La niña es bonita como una flor de loto, en cambio
yo soy fea y se me cae la mirada porque soy “ especial”. Eso dice mi madre cuando me
lleva a la escuela diferencial. El señor que está delante de mío es panadero y tiene un
negocio a la vuelta de la esquina. Allí vende pan y mercadería. También vende comida de
perros y comida de gatos. Su hija es menuda y tiene un cintillo azul en la mano. No sé por
qué no lo usa en la cabeza, ahí se le vería bonito. Por ejemplo yo, me puse un cintillo
blanco en la nuca para amarrarme el pelo. Así no me veo más fea de lo que soy

Nunca quise usar vestidos de niña. Osea, los usaba porque mi mamá me obligaba a hacerlo
cuando íbamos a las reuniones de mi colegio. Ella quería que yo fuera su espejo, su orgullo.
Al llegar a la casa me sacaba el vestido y me ponía mis pantalones de cotelé argentino.
Unos levis a la argentina. Largos de tiro y la pretina enorme y dispareja. Yo quería ser un
niño, por eso andaba con la patineta bajo el brazo y fumaba cigarrillos de contrabando. Era
un niño tonto, una niña tonta, con cara de tarada pero distinta a todo el mundo de la cuadra.
Y claro, con esa cosa mía de querer ser niño y con la cara un tanto desfigurada, ninguna de
mis amigas me dejaba entrar a los grupos más populares. Y no porque fuera gorda, ni
porque tuviera bigote, sólo porque echaba un vistazo detrás de los objetos. Se me iba la
vista y a veces parecía que estuviera mirando hacia el alcantarillado.
Lo que tampoco me llamaba la atención era meterme en la cocina a preparar carbonada de
vacuno. Mi madre me obligaba a tomar el cuchillo para picar zanahorias. Por culpa de ella
me corté los dedos y sangré como si estuviera con menstruación. Las manos con periodo.
De las manos a los muslos y de ahí a los tobillos. Una mancha se me instalaba en la piel
colgando como una bufanda azabache. Es que mi sangre no es roja, es negra y espesa como
un vaso de harina tostada con vino tinto. A eso le dicen chupilca, al vaso de harina tostada
con vino tinto. También le dicen la chupilca del diablo porque los viejos se ponen sicópatas
cuando la tragan.

Ahora extraño los vestidos de niña, pero no porque los quiera para mí, para usarlos yo, sino
que para regalarlos a una niña que me gusta. Ella es tarada igual que yo. Está en una
escuela para taradas igual que yo. Se sienta junto a la ventana de la sala de clases y con el
ojo derecho no ve más que sombras, igual que yo. Pero es linda y amable. Más que la gente
normal. La gente normal tiene el corazón lleno de caca y nunca reconocen sus maldades.
Tampoco se internan para que les inyecten psicotrópicos ni litio. Trabajan en lugares
públicos y tienen cuentas de banco. Tarjetas de crédito. Yo no puedo poner ni un pie en el
banco. No tengo cara para eso. No tengo profesión ni he logrado cursar mi enseñanza
media. Somos como un cacho, eso es un problema para Chile. Un cacho es un sujeto que
sólo provoca gastos. Pero a mí no me gusta molestar al estado de Chile ni espero que me de
bonos de asistencia social. Tengo orgullo y no me falta para comer. Siempre hay algo para
comer. Por ejemplo; comer lagartijas, verrugas, hojas de aromo, porotos crudos. Al menos
no me muero de hambre aunque sé que la muerte me anda pellizcando el poto.

II

Tengo que recuperar alguno de los bellos vestidos que mi madre me compraba. Con alguno
de esos puedo convencer a la niña que me gusta. Convencerla de que soy una buena cabra,
tarada pero buena cabra. Así me la llevo fuera de esta tierra que lo único que hace es
tirarnos a la orilla de los canales. Así todo el mundo nos ve como pequeñas guarenes.

Acaso en esta patria llamada Chile no pueden existir personas con problemas a la cabecita?.
Acaso en todo el mundo nos miran como bichos inferiores que no son capaces si quiera de
amarrar los cordones de los zapatos. ¿Acaso no tenemos derecho a ser felices como la gente
que va al zoológico a medir el largo del cuello de las jirafas?. Acaso apestamos por ser un
tanto down.
Ahora lo único que me falta es que me de un problema al corazón para que los médicos
digan que no vale la pena gastar recursos para que me recupere. Que ya soy un gasto más
para el gobierno. Que no pago impuestos porque nadie me da trabajo. Que deben enviarme
a algún sanatorio fuera de la capital, a una casa con rejas y perros de seguridad. Hablo de
perros pastores alemanes.

Yo quiero fundar una agrupación para personas con dificultades intelectuales, con
problemas motores. Con los ojos redondos redondos que nunca pestañean. Una
agrupación para gente como yo que anda todo el día con la boca abierta como si estuviera
esperando que entren libélulas. Pero ni tampoco las libélulas se animan e meterse bajo mi
lengua porque mi lengua resbala por mis dientes y está cada día más gorda y blancucha. Así
la tiene la cabra que me gusta y en eso somos parientes. Ella no puede cerrar la boca y yo
no puedo adelgazar la lengua ni siquiera cuando tomo helado. Se me cae el barquillo, se me
derrama el chocolate y dejo la ropa sucia. Cuánto me gusta la Luisa, me gusta más que
jugar ping pong.

Dicen que Neruda dejó abandonada a su única hija en Europa porque nació con
Hidrocefalia. Había nacido con la cabeza deformada y con problemas para mirar la luz del
día. Si Neruda dejó botada a su hija; ¿ que más se puede esperar de Chile?: “ un ser
perfectamente ridículo, una especie de punto y coma, una vampiresa de 3 kilos”. Eso dijo
Neruda de su niña y nadie habla de eso. Espero que no todos los poetas sean así de
maricones porque da pánico. Al menos mi papá es maestro carpintero y no tiene esa
maldad en el corazón. Mi mamí tampoco, pero yo sé que le molesta mi aparencia y todo
sería más horrible si supiera que me gustan las niñas. Osea que soy una fea lesbiana. Una
lesbiana tarada y con reflujo.

III

Que me dan ataques de epilepsia, sí. Que me como las uñas, sí. Que me tiro el pelo cuando
no alcanzo a meterme a la ducha, sí. Que la rofesora de matematica me llama hiperkinética
y cabrra chica neurótica, sí. Pero que mis papás quieran internarme en una comunidad
terapeutica para que deje de cortarme las muñecas con el serrucho, no. Es mi cuerpo, son
mis brazos, los mismos que no abrazan porque no hay en quien confiar cuando la cabeza
anda a mil por hora. Así anda mi cabeza y de tanta cosa me he ido quedando sola. No soy
amiga de nadie. No soy prima de nadie. No soy hermana de nadie. No soy vecina de nadie.
Y es mejor para mi gusto porque todo el barrio cree que parctico canivalesmo con mi gata
Verónica. Pero la Vero perdió la cola en un accidente casero. Pero la Vero perdió la pata
derecha delantera en una riña con un pitbull. Eso lo sé yo nada más y no quiero que los
vecinos se enteren. Nunca le pondría mis dientes al cuello de Verónica, pero si le cortaróa
la lengua para jugar a los besos con lengua con la foto de Ricky Martin.
Ahora mis papás quieren sacarme de la escuela pública para matricularme en un internado
para niñas católicas. Ahí todas son raras y deben cumplir con normas de conducta. Fumar a
ciertas horas, comer a la hora justa, limpiar el patio trasero, velar para que nada se pierda en
las habitaciones.
Lo más terrible son las sesiones con el equipo de sicólogos. Sobretodo las que son con la
Srta Angela porque ella es preciosa y me gusta. Aunque no tenga buen cuerpo me gusta.
Sobretodo la hilera de bellitos que tiene en las patillas y en la nuca. Es que se le ven
radiantes cuando chocan con la blancura de su piel. Angela es blanca y de pelo negro
azabache. Como de una película italiana de los años 30. por esa razón mis terapias con ella
se transforman en verdaderas ilusiones mías de tenerla en mis brazos. De tocar sus rodillas
y besarla hasta que llegue la tormenta de las moscas.
Si se negara la obligaría a quitarse la ropa delante de mío. Yo cumpliría sus deseos y se lo
pide iría por lencería especial. De cuerina negra. De evillas y broches dorados. Y como a
mí me gustan los consoladores, llevaría uno para que lo analizara. Para que me dijera todo
sobre el aparato. Con eso sí se exita y me deja tocarla por dentro y por fuera. Tirada en el
sillón. Con sus bellitos de las patillas y ese olor a frutos secos que siempre trae bajo los
sostenes.
Cuando eso ocurra le acepto que me llame esquizifrénica con trastornos de personalidad. Y
que me ridiculice frente al resto de la clase sobre todo cuando me quedo mirando por la
ventana. Es que su clase me aburre tanto como la música ranchera porque todas hablan de
lo mismo.
Pero Ángela, uy, Ángela, la niña Ángela va a formar parte de mis pechos y de mis piernas.
Así lo pronosticó Naploleón Bonaparte cuando estuvimos en el motel de paso en Melipilla.

A señorita de la cocina le dio por preparar los tallarines con carne de pavo. Con la cerne
negra del pavo. La salsa que pone encima de los tallarines parace manteca de cerdo. Queda
una cosa molesta en la lengua y en la garganta. Y amí no me gustan los cerdos ni los pavos.
Los cerdos no porque tienen una cola demasiado corta y no se puede jugar con ellos a las
atrapadas. Tampoco tienen cintura. Los pavos son medios tontos cuando caminan, se les
doblan las patas y les cuelga algo del cuello. Carne. Grasa. Con esas cosas los españoles
residentes en Chile preparan embutidos. Quiero decir, paté.
Algo raro se trae entre las manos la Viviana, la señora de la cocina. Hace ya hartos días que
le pone carne de pavo a las comidas: pastel de pavo: guiso de pavo: puré de pavo: postre de
pavo y mermelada de pavo. Lo raro de todo es que en la comunidad donde vivo sólo hay
gallinas y moscas, quiero decir, avispas. No sería nada raro que la Vivi esté consiguiendo
el pavo fuera de la comunidad. Pavo de contrabando a bajo precio con los colombianos que
prestan plata a los comerciantes de calle Covadonga. ( Covadonga se llamaba el barco
chileno que hundieron los peruanos en la Guerra del Pacífico). No me agradan los
colombianos porque me tinca que andan en cosas raras. Hace un tiempo estuvo en la
comunidad una colombiana rubia y flaca que estaba encargada del aseo de los baños
nuestros. Era súper bonita, eso hay que decirlo, pero tenía la mala costumbre de tirar cloro
en los espejos laterales del baño. Estuvo acá 8 meses y se fue a trabajar como asitente
dental junto a un médico chileno de apellido mapuche. Curimilla, creo. Así la colombiana
se reinsertó en menos de un año allá afuera. Según la Viviana, la rubia sigue trabajando en
la misma consulta dental y ahora la mandaron a capacitarse en ortodoncia. La suerte de la
colombiana. Apuesto a que se acuesta con el dueño de la consulta dental
No sé cómo mierda lo hizo para rearmar su vida si a mis amigas les cuesta más que la
chucha poder conseguir una pega cuando les dan el alta. Se pasean por toda la capital
rogando les den un trabajito pero cuando les ven los antecedentes médicos las tiran a un
lado. Es que también son muy tontas porque siempre cuentan que son ex internas de una
comunida para esquizofrénicos. Y ya se sabe que hay que tomar pastillas hasta la tumba
para equilibrar la mente y no dedentarse en el intento.
Yo no me voy de acá hasta que no se quite el temblor de las manos cuando tomo un vaso de
agua. Hasta que se me quite el temblor de la mandíbula. Afuera eso se nota al tiro, como si
una fuera de otro mundo o de otra parte, com si una anduviera viendo elefantes verdes en la
calle. La culpa de eso la tiene la revista Condorito porque allí Pepo, se rie todo el rato de la
gente como yo. Es que eso tenemos los chilenos, nos reímos de la desgracia ajena como si
fuera divertido andar dopada todo el santo día, como si fuera entretenido haber perdido la
luidez. Puta, si afuera están todos más locos que nosotras porque se andan matando entre
ellos mismos: se matan por celos: se matan por droga: se matan por cuestiones políticas: se
matan por cuestiones religiosas: se descuartizan con sierras para trozar pino en bruto. De
ese pino que ese que la Viviana usa para asegurar la puerta del baño como una tranca para
que no entre nadie cuando tira el cloro sobre los espejos laterales.
Ttal la cuenta la paga el hospital del trabajador porque cuando yo hacía clases en el Liceo
de Hombres contraté un seguro por si las moscas. El seguro me cubre el tratamiento con el
siquiatra y los estabilizadores del animo. La ropa se la pido a la srta sicóloga, la señorita
Angela, porque se viste como a mí me gusta, de negro y gris. Es bonita que hasa me gusta
como mujer. Cuando tengo cita con ella ni siquiera la miro a los ojos cada vez que me
habla: mujer, mírame a la cara cuando te hablo”: sonrie pero a mí no me saca ni la más
pequeña sonrisa: “ afuera vas a tener que fijarte en todo lo que haces para que la gente te
acepte y para que tú te aceptes; de lo contrario tu relación con el resto será compleja”.
Habla bonito la Ángela y tiene la dentadura blanca blanca. Siempre se toma el pelo con un
cole para hacerse un moño. Así no sé si tiene el pelo ondulado o liso. Tampoco hasta dónde
le llega. Pero es bonita, ya lo dije. El otro día se le salió que su papi tenía problemas a la
presión. Lo dijo como si nada y se supone que nosotras no debemos conocer sus vidas. Ella
es misteriosa y parece estar hecha de fierro. Se ve fría pero inteligente.

IV

Me dejaron sola en la casa. Mis papás se fueron a la parcela de mi tía Rosa. Ahí están
preparando justo a esta hora un azado a la parrilla. La tía Rosa iba a comprar pulpa de cerdo
y mi mamá el pollo. MI papá se preocupó de llevar la cerveza y un video donde aparezco
yo de guagua. En el video aún no se me notaba la extraña mueca que llevo en la mejilla
derecha. Se me cae levemente como si fuera de masa para panqueuqes. La mejilla se me fue
cayendo con los años. Osea que la mejilla estuvo en su sitio por lo menos hasta los 12 años.
Luego se vino abajo. Mis papás creen que yo odio a la tía Rosa porque n la saludo cuando
llego a su parcela. No la saludo porque se meolvida y listo. Y a la tía Rosa le incomoda que
yo ande con la mejilla tenmpblando. Dice que le da susto y le hace pensar en Satanás. Es
que mi tía Rosa Mejias es una mujer tremendamente cristiana. Dice que lo de mi cara es
obra del diablo. Que lo de mi mente es obra de Dios. Hablo de mi cabeza que siempre anda
pensando en rarezas.
Mi mamá, la Estela Mejías, se averguenza de mí. Por eso me dejó en la casa y escribió ne
un papel una lista de tareas para el aseo del baño. Mi mamá sabe que a mí me gusta la
limpieza a fondo y que tengo una habilidad envidiable para quitar la grasa de los
lavamanos. Pero se niega a exponer mi vestido roto, mi boca de barro, mi cerebro de
mantequilla de maní, mis limitaciones motoras.
Por suerte no tengo cara de niña down. Ahí la cosa sería más fea y cruel. Y es que yo tengo
amigas dawn que me relatan cómo las trata la gente. Como las tratan sus padres. Que si
abren demasiado los ojos las tratan de focas. Que si se les cae la baba les dicen caracolas.
Ellas son mis amigas del alma. Me junto con ellas en la plaza de Armas de la ciudad. Cerca
de la estatua de Domingo Eyzaguirre que aparece firmando la escritura de la fundación de
Santo Bernardo. Ahí nos fumamos unos cigarrillos y tomamos coca cola mirando a los
chiquillos de los barrios peligrosos de Chile. Vienen de todos lados. Es que la Plaza de
Armas de la ciudad tiene flores que cantan canciones de Julio Iglesias. Esas canciones las
escuchan todos los que vienesn pero nosotras no más sabemos que son las flores las que
cantan. Parace una tontera pero aquí las flores cantan parecido a los románticos latinos.
Hablo de minos ricos como Alejandro Fernandez, Alejandro Sanz, Alex Ubago. Son los
nombres que recuerdo porque empiezan con la letra A, y la letra A es la que más recuerdo
cuando pienso en nombres de personas. Es que no cuesta nada pronunciarla. A. A.A. Es
sencillito y parece que es lo rpimero que una dice cuando es chica. A.A.A. la que me cuesta
pronunciar es la I, sobre todo cuando después de ella viene una N. no sé como chuchas
suena. Por ese mismo problema no puedo decir palabras como infeliz, inquieto, indio.
Escribirlas sí que puedo, pero decirlas se me hace macabro.
Como quede sola aprovecharé para mirar tele. Una telenovela brasileña que me gusta.
Nunca saldré del horroroso Chile pero al menos puedo imaginar que estoy en Ipanema
tomando sol junto a una brasileña de verdad. No de esas que fueron hombre y se pusieron
vagina y pechos. Una brasileña de verdad que odie el fútbol y odie a Roberto Carlos porque
yo lo encuentro fome. Hablo del cantante Roberto Carlos. El que parece que tiene una
pierna metálica. Yo no sé qué le habrá pasado en la pierna pero de que cojea, cojea. Lo que
tengo claro es que no puedo seguir viviendo en Chile, tampoco en Brasil. Ahora que lo
pienso, en Latinoamérica a la gente especial le cierran las puertas de los supermercados y
de las clínicas. No nos dejan estudiar como a todos porque miramos extraño. Eso ya lo
había dicho.

Se me ocurrió ir a bailar a un grupo de folklore. Fue como un casting. Debí bailar frente a
señoras y señores. Debía hablar como si estuviera en un concurso de belleza. El problema
es que no pude bailar ni jota porque me dio una parálisis de puro pánico escénico. Me caí al
suelo y, según mi mami, empecé a botar espuma por la boca, como hacen los epilépticos.
Pero yo no soy epiléptica. Apenas soy down nieta de un almacenero radicado por
necesidad en Buenos Aires. Si, el mismo Buenos Aires que inventó la cumbia villera y la
soberbia tremenda de los argentinos. Allá estuvo mi abuelo hasta que se convenció de que
Chile era un mejor país, un mejor nido para loros. De vuelta en casa, él cambió el almacén
por una verdulería de feria libre. Zanahorias, acelgas y cilantro.

Uy, ya estoy hablando puras huevadas La cuestión es que tampoco pude decir nada a la
profesora de folklore. No entendí las preguntas que me hacía porque hablaba demasiado
rápido y bajito. Como si estuviera mintiendo. Yo hablo así cuando digo mentiras a mi papí
y ni siquiera se entera del engaño. Eso lo aprendí sola y me llena de orgullo.

La profe se danza es más fea que yo pero se cree la Isadora Duncan. La novia de Esenín, el
poeta ruso. Pero le falta encanto y presencia porque se ve chica y bizantina. Lo de bizantina
lo leí en una revista que encontré en la cocina de la sala de audición. Estaba encima de los
bolsos de las bailarinas. La estaban usando para cubrir los calzones que la chiquillas se
sacan para andar cómodas. Ahí decía bizantino y mostraban una foto de Esenin cubierto de
flores. A un costado de la página se exhibía una foto de Isadora Duncan. Era hermosa.

Estuve toda la mañana mirando el ensayo. Hacían recreos de 10 minutos para que las niñas
descansaran. La profesora, la misma que no abrió la boca para decirme algo, salía en los
recreos a fumar cigarrillos. Buena para fumar la señora. Fumaba como si estuviera en una
carrera de autos. Un cigarrillo tras otro. Se veía cadavérica. Creo saber porque nunca llegó
lejos en el baile; le faltó disciplina y belleza. Tener la cara bonita.

Y aera la hora de almorzar y la vieja de la profesora no me hablaba. Ahí se me acercó una


niña que estaba bailando. Andaba con un buzo adidas y zapatillas de ballet. Me dijo que yo
no iba a quedar seleccionada en el grupo de baile porque era fea y mongólica. Que tenía
problemas para levantar las piernas. Que tenía problemas para levantar los brazos. Que no
iba a conseguir trasladarme en el salón sin antes sacarme la chuicha. Me dio un pedazo de
chicle y me tomó la mano como si yo fuera una guagua. Com con pena. Le pedí que no
tuviera lástima de mí orque yo no necesitaba que me tuvieran pena. Le expliqué lo de “
bizantino” y lo del poeta ruso, hasta que logré que se sentara a m lado. Así estuvimos el
resto de la clase. No bailé, no me entrevisté con la profesora, no pude sonreir pero al menos
hablé harto con la cabra…sí…la Vivi.

VI

No puedo entrar al supermercado porque estoy en silla de ruedas. No hay por donde subir a
los pasillos de juguetería. Quizá tenga que hablar con el guardia de la entrada para pedirle
que me levante con mucho cuidado para no irme a la chucha. Así entro al supermercado y
puedo por un buen rato tomar y jugar con las muñecas de trapo.
En Chile no quieren entender que deben hacer entradas especiales para nosotras en todos
los lugares. Las veredas son un montón de piedras sueltas. Cerritos de cemento por aquí y
por allá, eso no deja que una avance en su sillita porque las ruedas quedan atrapadas como
si una estuviera en un lago de caca. Entonces una cree que debieran existir grúas para sillas
de ruedas. Gruas que el gobierno financie porque esto ya parece hueveo.
A mi me gusta el supermercado aunque yo no le guste a él. Como la mayor de lad veces
entro sin plata en los bolsillo el supermercado me mira con cara de perro pequinés,
arrugado entre la frente y la nariz, y con unos ojos que parecen pelotas de carne de vacuno.
Para qué quiero plata si sólo voy a entrar al supr a mirar las muñecas de trapo?. Quizá la
semana entrante venga a pedir trabajo para empaquetadora. En la tele la Ministra de
Trabajo dijo que los supermercados deben contratar a gente como yo, gente dawn, porque
así solamente podemos integrarnos al resto de Chile. El tema es que no veo a ninguna cabra
down trabajando en los empaques. Los que están ahí son todos estudiantes universitarios y
parece que esae es uno de los requisitos para conseguir un casillero bonito de los que están
detrás de la escalera automática. Ahí los chiquillos empaquetadores dejan su ropa de calle y
se colocan el delantal. El delantal es feo pero funciona porque los cabros colocan ahí las
monedas de las propinas.

Esta semana hace frío y debo cubrirme las piernas con¡ una frazada extra guresa. Podría
meter debajo de la frazada las muñecas de trapo. Meterlas bajo mi poto y salir del súper sin
decir ni una palabra. El guardia sabe que soy una tonta, una tarada, por lo mismo no creo
que vaya a revisar mi silla de ruedas. Se supone que las taradas a taradas como nosotras no
nos da el cuero para sacar muñecas de trapo. Es que apenas podemos escribir nuestros
nombres en los cuadernos de la Junaeb, unos cuadernos feos y que nos da el Presidente de
Chile para hacer creer a los demás que lo tiene todo resuelto. Ningún presidente de Chile se
ha preocupado de nosotras, ni los que hablan nuestra misma lengua.

Va a llegar el día en que termine tan apestada que tendré que ir y quemar la Casa de
Moneda porque no es justo que nosotras andemos pasando miserias mientras los que están
en el gobierno se toman cafes todo el puto día. Para eso tengo que distraer a los carabineros
que están como estatuas en las puertas del Palacio de Gobierno. Ni siquiera pestañean.
Parecen muñecos de cera pero estos ganan plata. Los muñecos de cera sólo ganan tiempo
antes de ser derretidos.

Ahora me dieron ganas de entrar al supermercado a buscar un chocolate blanco porque


hace harto rato no pruebo uno. La última vez que comí fue en el velorio de mi amigo
Rafael, un sordomudo que se colgó del farol más bajo de la Plaza de Armas porque no pudo
estudiar electricidad. Era sordo como tapia y mudo como una pitón. Terminó en la suya.
Acarreando sonidos imaginarios del viento hasta su guata. Pobrecito.

VII

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