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La re-presentación Introducción
de la cultura. Museos u
etnográficos y • os problemas que plantea la museís-
tica etnográfica no se dejan resumir
antropología en las limitaciones del método que
Boas señalara hace ya tiempo. La incompati-
bilidad entre el interés por la investigación y
la divulgación rigurosa del saber científico, de
un lado, y las concesiones a los intereses,
maneras y disposiciones del público, del otro,
no deja de corresponder a una etapa en que la
__________________ autoconciencia gnoseológica de la antropolo-
gía es aún bastante ingenua, los conceptos
Álvaro Pazos fundamentales de la disciplina están mostran-
do exitosamente su eficacia explicativa, y la
museistica es tan sólo impugnada, por el pro-
pio Boas, como método pero no política ni
culturalmente.
La reflexión sobre los museos etnográficos
es algo que no puede llevarse a cabo hoy si no
es sobre el fondo de su contexto histórico,
social, político y epistemológico. El museo de
antropología es una forma de producción de
conocimiento que, como tal, traduce en for-
mas de ordenamiento y exposición de objetos
las líneas teóricas, los conceptos y las formas
discursivas fundamentales de la antropología.
Cualquiera de los problemas técnicos relati-
vos a la disposición de objetos está atravesado
por consideraciones de carácter más general
relativas a la relación del objeto con un siste-
ma cultural ajeno o propio, y a las posibilida-
des que tienen las formas de representación de
la institución museistica de restablecer esta
integridad.
Los presupuestos que, a lo largo de su historia,
han activado la antropología y con los que han
«tnventadox’ (para decirlo como Kuper) la
«sociedad primitiva» en cuanto que campo
específico, se expresan como imágenes con las
que el primitivismo ha creado figuras de lo
exótico para la definición de la civilización o
la modernidad. En este sentido, una lectura
epistemológica de los museos etnográficos es
también una lectura política, que considerán-
dolos como instituciones, no puede pasar por
alto la función que han desempeñado en el
despliegue de estrategias imperialistas y nacio-
nalistas, ligadas al proyecto civilizatorio
(externo e interno) de las sociedades modernas
y su nueva gobernabilidad. Los museos han
cimentado el imaginario de la civilización y de

Alvaro Pazos, Universidad Autónoma de Madrid.


Política y Sociedad. 27(1998). Madrid (pp. 33-45)
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los estados-nación, como recorrido de una his- en múltiples y plurales trayectorias, confor-
toria que conducía hasta el espectador y en la mando así la evolución de fórmulas de expo-
que podían insertarse, en sus diferentes esta- sición y museisticas extraordinariamente
dios, las otras sociedades; o, en el caso de los variadas (Iniesta, 1994: 28). No siempre, sin
museos nacionales y regionales, como depósi- embargo, se respeta esta diversidad histórica.
to de las esencias y el auténtico valor de un Algunas de las aportaciones teóricas más
pasado que con las sociedades tradicionales conocidas sobre la acumulación y exposición
parecía estar desapareciendo para siempre. de objetos, vinculan la praxis museistica a una
Pero en las condiciones contemporáneas, forma o pulsión casi coextensiva al humano y
cuando, durante la década de los ochenta, como tal universal: la colección. Eaudrillard,
numerosas comunidades hasta ahora sólo por ejemplo, remite la colección a un interés
representadas en los museos, pasan a reivindi- por los sistemas cerrados y autónomos de
car su papel como colectivos que quieren verse objetos (juego interno del sistema de objetos
reflejados positivamente en el espacio musei’s- abstraídos de su circulación como mercancías)
tico, o dirigir su gestión y participar en la orga- y a la «satisfacción reaccional», tan intensa (y
nización de las exposiciones, el problema de tan genérica) como la pulsión sexual, que ahí
los museos no puede ya plantearse sin intentar encuentra el coleccionista (1969). Poco puede
dar, de alguna manera, una respuesta a la cues- conocerse, de esta manera, de las formas his-
tión del estatus y naturaleza de la cultura, de lo tóricas y singulares que adoptan las coleccio-
que ésta es efectivamente en su funcionamien- nes y las relaciones entre exhibiciones y
to real, y de la función que puede seguir desem- espectadores.
peñando una representación (museística) que, En opinión de Clifford o de aportaciones
más allá de las articulaciones políticas, no inspiradas en la obra de Foucault, como las de
puede sino reducir las producciones culturales. Hooper-Greenwill y Bennett, el tema sólo
En efecto, las comunidades que aspiran hoy a puede abordarse atinadamente si el interés gira
superar los antiguos usos del museo pueden hacia los procesos históricos, la comprensión
estar condenándose a repetir las operaciones intercultural y las dinámicas complejas en que
esencialistas de los museos etnográficos tradi- se insertan las estrategias concretas de colec-
cionales. Lejos de cuestionar realmente la fun- ción. El planteamiento se reorientará, enton-
ción representativa de la institución, se retoma ces, hacia las prácticas coleccionistas, hacia
su valor de imagen para la reflexión narcisista las estructuras y los campos sociales y episte-
o para el adoctrinamiento político y cultural. Se mológicos en que esas prácticas toman forma.
obvia, de esta manera, la problemática que La práctica de colección y exposición de obje-
hace tan semejantes las trayectorias de los tos no es tan sólo una práctica simbólica o
museos y de la antropología: si se puede hablar afectiva, sino una práctica económica, política
de este paralelismo es no sólo porque desde sus y cognoscitiva. Este punto de vista permitiría
orígenes el museo etnográfico ha ilustrado y entender cómo se relacionan las actividades
conformado incluso las teorías etnológicas, museisticas con (y se diferencian de) otros
sino porque en la actualidad las formas de tipos de coleccionismo k
representación museisticas se enfrentan a los El museo es contemplado, entonces, como
mismos dilemas que los conceptos teóricos. Y institución disciplinaria y de producción cog-
la radicalidad de esta cuestión, que afecta al noscitiva, coincidente con las estrategias de
núcleo de conceptos básicos como «cultura» o saber/poder propias de la nueva forma de
«patrimonio», es algo que no puede esquivarse. gobierno liberal que se impone progresiva-
mente en Europa durante los siglos XVIII y
XIX. El uso político de las colecciones de
- curiosidades post-renacentistas se ejercía
El museo como institucion como exhibición del poder del príncipe, estra-
tegia de teatralización del poder soberano; con
U la democratización de los regímenes liberales,
a historia del museo no es unitaria, la aparición de la figura del ciudadano y de la
lineal y progresiva sino que, como esfera pública, surgen, de manera paralela a
cualquierotra institución, se dispersa otras nuevas instituciones culturales los museos

~PbLJfi&6
La re-presentación de la cultura. Museos etnográficos... 35

públicos, insertos a su vez en nuevas estrate- los principios del conocimiento científico
gias de poder (Bennett, 1995: 26-27). moderno.
El nuevo poder disciplinario, del que Fou- En estrecha conexión con la consolidación
cault había empezado a revelar la historia ana- en las ciencias humanas de los nuevos princi-
¡izando la génesis de una de sus instituciones pios de racionalidad, el museo se presenta
nucleares, la prisión, no procede como el del como una colección de objetos ordenados, no
soberano, de manera cerrada y directa, impo- por criterios de curiosidad o excepcionalidad,
niéndose teatralmente sobre sus súbditos, como ocurre en la episteme renacentista aún
Intenta, por el contrario, acceder al ciudadano no dominada por la ciencia, sino por criterios
mediante una política de la cultura orientada de representatividad 2 Frente a la fascinación
por objetivos claros de reforma y regulación por lo raro o curioso, propia de una racionali-
de los individuos. La cultura, esto es, la moral, dad precientífica, infatigablemente volcada
costumbres y creencias, pasa a ser, entonces, hacia una naturaleza variable, diversa y analó-
objeto prioritario del gobierno; y las tecnologías gica, y cuyas articulaciones de objetos respon-
culturales, entre las que está el museo, se inte- den a un saber enciclopédico, los principios de
gran en las dinámicas de cambio de costum- la racionalidad científica orientan la atención
bres de la población y de producción de un hacia lo normal, esto es, las recurrencias de
nuevo sujeto (Bennett, 1995: 19). que pueden dar cuenta las leyes científicas. La
El museo como institución es, por tanto, colección museistica da prioridad así a las
inseparable de las nuevas formas de gobierno series de cosas morfológicamente ordenadas ~.

que cristalizan en el XIX (y de los retos, Se trata, en consonancia con el proyecto


apuestas y objetivos de éstas), pero, en la general de la ciencia moderna y del afán ilus-
medida en que es forma de conocimiento con trado de la nueva gobernabilidad, de que los
la que se persigue la constitución de figuras museos públicos proporcionen al ciudadano,
individuales y colectivas (el ciudadano, la que es ahora sujeto de conocimiento, los prin-
sociedad moderna, la civilización...), no puede cipios de inteligibilidad de una naturaleza que
entenderse tampoco si no es en el seno de la hay que dominar y, en el caso de los primeros
reordenación epistemológica característica de museos de antropología, de una historia que
la modernidad. La formación de los museos desde las sociedades primitivas conduce teleo-
públicos se remite al modelado de nuevos lógicamente hasta él. En este sentido, el museo
espacios de representación, propio del paso de será institución productora de conocimiento,
la episteme renacentista a la episteme clásica marco del desarrollo y circulación de nuevas
y, posteriormente, decimonónica, que Foucault disciplinas, como la antropología, y de nuevas
había señalado en Las palabras y las cosas. formaciones discursivas, como el evolucionis-
Asociados al desarrollo de aquellas nuevas mo cultural.
formas de gobierno, y a una reorientación del
saber que se remonta al siglo XVI, se activan
nuevos modos cognoscitivos que contribuyen La antropología y los museos
a la producción de nuevos campos de conoci-
miento y a la instalación de las nuevas ciencias etnográficos
humanas.
Las ciencias humanas, efectivamente, y
entre ellas la antropología, vienen a alojarse de radicionalmente se han entendido
manera precaria en el nicho positivista de la las concepciones antropológicas
ciencia moderna, pretendiendo hacer del hom- sobre los museos según la oposi-
bre sujeto y objeto de conocimiento. Sin duda, ción entre dos grandes corrientes teóricas: la
no es el Hombre el que nace en esta época idea evolucionista de la cultura como «civili-
(según reza la conocida tesis de Foucault), zación» ordena los objetos materiales lineal-
pues, como señala Gustavo Bueno (1991: 10), mente, en términos de las cualidades formales
esta idea había sido ya tematizada desde anti- o funcionales definidas externamente; de otro
guo, pero si surge la antropología, en cuanto lado, la noción particularista de «cultura» dis-
que disciplina que sistematiza y organiza los pone los objetos de acuerdo a sus contextos
conocimientos sobre el hombre de acuerdo a culturales, intentando preservar las múltiples
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funciones y los significados internos de una riores que representan los estadios más cerca-
forma dada. Durante lo que se ha llamado «era nos al presente. El mensaje del museo se reali-
de los museos» de la historia de la antropolo- za así a través del recorrido guiado, de la acti-
gia (Sturtevant), esto es, de 1880 a 1920 apro- vidad física del visitante “.
ximadamente, evolucionistas, difusionistas y Dos elementos básicos marcan el cambio de
particularistas estimularán sus investigaciones concepción que opera la obra de Boas con res-
y teorizaciones gracias al trabajo en museos pecto al evolucionismo, en lo que a la actividad
concebidos como laboratorios. museistica se refiere: la recepción del objeto
No hay probablemente mejor ejemplo de la más allá de su estricta materialidad, y la idea de
imbricación entre un corpus sistematizado de cultura como conjunto sistemático en el que
saber antropológico, unas estrategias políticas y ubicar los objetos para hacerlos realmente inte-
la actividad ilustrada de la institución museísti- ligibles. El interés de Boas se desliza de la
ca, que la producida durante el dominio del forma hacia el sentido de los artefactos, un sig-
evolucionismo clásico en la historia de la nificado que no es accesible a la interpretación
antropología. La noción de cultura como en términos funcionales o utilitarios (Jacknis,
«civilización» constituye, ciertamente, el 1985: 77-79). El cambio en la consideración de
núcleo vertebrador de las conjeturas teóricas los objetos se refiere a la gestación de una
evolucionistas, de la noción «ideológica» jus- noción de «cultura», que irá supliendo al senti-
tificatoria del imperialismo, a la vez que arti- do antiguo de «civilización» y al concepto de
cula las primeras exposiciones antropológicas «sociedad primitiva» que le estaba ligado,
(Leclerc, 1973: 29-45). noción que cuajará progresivamente como
El prototipo de museo de esta época sigue núcleo fundamental, auténtico objeto de estu-
siendo el de Pitt-Rivers, que descontextuali- dio específico de la antropología.
zando de sus marcos culturales originales los De acuerdo con el holismo cultural la colec-
objetos, los somete a una ordenación de series ción debe representar la vida total de la tribu;
evolutivas que van desde lo simple a lo com- el museo debe organizarse de acuerdo a un
plejo, permitiendo así una visualización del ordenamiento tribal, y no tipológico, de los
ideario evolucionista. Concebida la actividad objetos. Se trata, por tanto, de introducir en el
del museo como estudio de «psicología de las museo no sólo artefactos sino escenas de vida
artes materiales», Pitt-Rivers deseaba estable- tribal como ejemplo de las redes culturales en
cer la secuencia de ideas por la que había evo- que aquéllos deben contextualizarse. Este es el
lucionado la humanidad (Chapman, 1985: 33). papel de los «gmpos vivos» o representaciones
Frente a la Razón Natural dieciochesca, y la con maniquíes como técnica adecuada para la
figura paradójica que puede ofrecer de las descripción de significados y funciones locales
otras sociedades (englobadas, como «curiosi- y contextuales (Jacknis, 1985: 97 y ss.). En
dades», a la manera epistemológica clásica), el contra de las exhibiciones evolucionistas o
positivismo evolucionista se propone dar difusionistas se proponen nuevas formas de
razón de una Razón historizada, que se des- representación, pero que plantean a su vez
pliega genéticamente a lo largo de la historia importantes problemas.
de una sola Humanidad, en la que podemos Boas había reconocido tres objetivos de los
ubicar y entender las otras sociedades como museos: entretenimiento, educación e investi-
«sociedades primitivas», esto es, «superviven- gación, cada uno de ellos conectado a un tipo
cias» del pasado de la Civilización Occidental. de público distinto (Jacknis, 1985: 86 y ss.). El
Dos principios organizativos dominan la museo exigiría, por tanto, diferentes tipos de
exposición para lograr transmitir estas ideas: la exhibición que, por otra parte, difícilmente
conexión formal y las afinidades funcionales podían armonizarse. Las representaciones de
de los objetos, de manera que el despliegue de escenas, que pretendían restituir las formas de
éstos, que son captados en su mera materiali- vida, además de ser una técnica costosa presen-
dad, muestra el desarrollo de una forma tecno- taban limitaciones propias del realismo espec-
lógica a partir de otras gracias a pequeñas gra- tacular: cuanto más conseguido fuera el efecto
daciones. La exposición se organiza en de verosimilitud más reproducía el público un
círculos concéntricos a partir de uno interior interés por la técnica expositiva que anulaba su
(representación del Paleolítico) hasta los exte- valor pedagógico (Jacknis, 1985: 101 y ss.).

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El intento de evocar en el museo la cultura, En el transcurso de los años ochenta, sin


en tanto que red simbólica o vida práctica embargo, la situación cambia. Y lo hace por la
habitual, ha llevado desde Boas a trabajar téc- aparición de dos frentes de impugnación dife-
nicas que incluyen el añadido de fotografías o rentes, aunque en cierto modo ligados: 1) la
etiquetas explicativas, o el perfeccionamiento denuncia teórica de ciertos supuestos cultura-
de las primeras escenas (en vitrinas) con dio- les de la antropología; 2) la aparición de las
ramas (representaciones relativamente aisla- comunidades como sujetos con intereses explí-
das del resto del museo). No dejan estas expli- citos y decididos, que chocan con los intereses
caciones y escenificaciones de producir y formas museisticas tradicionales.
imágenes prototipicas y simplificadoras de las
sociedades exóticas, a menudo no menos ale- 1. El énfasis que durante los años veinte y
jadas de la realidad que las impresiones que treinta se da en antropología al particularismo
podían producir los antiguos museos evolu- y metodológicamente a la observación de
cionistas: la vida de toda la población queda campo, frente a las arriesgadas conjeturas evo-
resumida en una o dos escenas, una o dos acti- lucionistas o del difusionismo, es el presu-
vidades representadas en las que se sintetiza puesto subyacente a la presentación museistica
toda la complejidad característica del trans- de las culturas como conjuntos sistemáticos de
curso cotidiano de las culturas. Un ejemplo comportamientos, totalidades homogéneas y
clásico es el tratamiento de las sociedades de sincrónicas que, entendidas ellas mismas
cazadores-recolectores, ampliamente repre- como colecciones, vienen a reemplazar a las
sentadas en los museos norteamericanos de antiguas colecciones tipológicas (Iniesta,
antropología a través de dioramas sobre la 1994: 131).
caza del bisonte. Las representaciones, con ser El relativismo cultural que así se manifiesta,
importantes, aportan una información y un que en la disposición de artefactos revela la
punto de vista muy superficial sobre lo que ausencia de relaciones entre culturas y la nega-
realmente significan las plantas y alimentos ción de cambios, reúne dos de las «obsesio-
animales en estas culturas: son numerosos los nes» fundantes de esa antropología que la crí-
errores relativos a la importancia de determi- tica postmoderna intenta deconstruir: la
nadas especies vegetales, o sobre la relevancia autenticidad y el exotismo (Auzias, 1977: 105-
de los intercambios con otras poblaciones, o 117).
sobre la existencia de economías mixtas que La autenticidad es, como rasgo moderno,
no aparecen en las figuras, en aras de una pre- pulsión básica del proyecto antropológico,
sentación simplificada y fácilmente reconoci- especialmente visible e intensa con el cultura-
ble (Winters, 1994: 385). El énfasis que se le lismo. En este sentido, es representativa la crí-
otorga a la actividad de caza, y el olvido de las tica de Clifford al lamento de Tristes Trópicos
actividades femeninas reales, en los dioramas por la pérdida de la inocencia originaria, pues
que representan la vida de estas sociedades, es éste vendría ser el paradigma de una visión
la expresión museistica de uno de los sesgos orgánica de la cultura que ha dominado duran-
más conocidos con que se ha caracterizado te mucho tiempo en la disciplina t Ya Derrida
erróneamente a las sociedades de cazadores- había apuntado al naturalismo roussoniano en
recolectores (Lee, 1992). la concepción de la escritura del antropólogo
El conflicto entre la tarea de investigación y francés, como síntesis de la disposición etno-
transmisión científica y la función de entrete- lógica básica Las culturas son para el cultu-
~.

nimiento, la constatación de que es imposible ralismo etnográfico y museistico «todos» inte-


que en el contexto del museo aquélla domine y grados y distintos, que sólo cuando aparecen
se imponga sobre ésta, conduce a Boas al como tales resultan válidos y auténticos, y que
escepticismo sobre el método museistico en la antropología (no sin algo de mala concien-
antropología. El trabajo en los museos de cia, por arrojar la presencia patente de las cuí-
antropología, no obstante, se mantiene durante turas al vacio o ausencia de la representación)
mucho tiempo de acuerdo a las premisas boa- debe preservar en los museos, o de los que
sianas, sin que parezca verse en los problemas debe dar cuenta a través de sus informes etno-
detectados por Boas otra cosa que dificultades gráficos, ya que progresiva e inexorablemente
técnicas. estañan desapareciendo.

~PbEILWá,
38 Alvaro Pazos

En la medida en que se trata de culturas úni- intentos provocados por la modernidad de


cas y auténticas, lo significativo es precisa- recuperación de lo originario En lo que se
~.

mente su diferencia; las condiciones en que refiere a los objetos culturales exóticos, supo-
puede apreciarse con más claridad aquella ne que éstos mantuvieron su auténtico valor y
autenticidad son las que mejor desvelan esta sentido incólume antes del contacto con Occi-
diferencia: la situación de distancia. La antro- dente, como si las culturas se hubieran conser-
pología contribuye a una estetización de lo dis- vado a la manera de mónadas aisladas en un
tante (Augé, 1993: 14) en que lo lejano es lo estado de inocencia arcaica. La estrategia
que aparece como digno de interés y el exotis- museistica forma parte, por tanto, de una dina-
mo se constituye en sí mismo como valor mica más generalizada, propia de la inserción
(Panoff, 1986). Es la antropología que refuer- de objetos de arte y artesanía (pero también
za la otredad de los otros, y que, contrastándo- herramientas retraducidas como formas artesa-
las, hace a las culturas inteligibles por su dife- nales o artísticas) de las poblaciones exóticas
rencia. Como ha subrayado Boon, la escritura en el mercado occidental, en el actual estadio
etnográfica parece consistir básicamente en de desarrollo del sistema cultural y económico
esta exageración de lo distinto/distante, capitalista.
El modelo culturalista de museo, de raigam- La reproducción masiva de objetos exóticos
bre boasiana, representa culturas únicas, siste- para el mercado occidental es otra forma de la
mas autónomos de sentido perfectamente dife- transformación que Benjamin diagnosticara en
renciables de otras unidades culturales. Los el campo del arte en la época de su reproduc-
museos antropológicos de las sociedades exó- ción técnica: los objetos pierden su aura, al
ticas se muestran reacios a reflejar la hibrida- tiempo que, como un resultado ideológico, se
ción cultural o el estado inacabado o mixto de genera la noción y el valor (absolutamente
una cultura activa, fenómenos siempre relega- opuestos al «arte para turistas») de la autenti-
dos a los estantes de los «contactos culturales» cidad misma, que se vende como mercancía.
olos «sincretismos». En este sentido, se mues- Se busca, entonces, la pureza justamente en las
tra un desprecio por las mezclas y por lo que se condiciones culturales que mejor muestran la
considera degradación aculturativa de los hibridación: la producción de objetos tradicio-
materiales, algo especialmente evidente en la nales en las poblaciones originales contempla
política de adquisición de objetos. Citando el ya la demanda externa que, a través por ejem-
caso del arte africano, Jones (1993: 208) pío del turismo, se imbrica de manera comple-
recuerda el privilegio concedido a los objetos ja en la vida cotidiana, y se adecúa así a los
precoloniales; es decir, la idea de que los obje- gustos estilísticos de la demanda occidental,
tos recolectados durante el contacto temprano cambiando las formas, añadiendo nuevos
no están aún contaminados estilisticamente, motivos, sustituyendo los materiales propios
afectados por la influencia occidental que, por otros más valorados en los países europeos
junto con otras influencias anteriores constitu- o en norteamérica, copiando los modelos más
ye, a la postre, una realidad histórica negada exitosos en el mercado de otras poblaciones
por la exposición. La distinción entre produc- vecinas, ajustándose a las imágenes de primiti-
ción original y producción para el turismo, o la vismo que Occidente pide, o sometiéndose a
indiferencia por la reutilización de mercancías las transformaciones que las grandes empresas
occidentales (como el uso de botellas vacías muitinacionales llevan a cabo directamente en
como objeto de adorno en los hogares, o de las formas de producción tradicionales ~.
trozos de lata junto con conchas en los colla- La imaginación de lo auténtico entiende el
res, o de bombillas, relojes, bolígrafos, pilas, contacto con Occidente como un proceso glo-
mecheros, etc. como adornos corporales...), bal de homogeneización, y no puede contem-
suponen pasar por alto procesos de produc- plar la inserción de productos culturales en la
ción, consumo y reactivación cultural que no órbita del mercado y de la significación occí-
pueden dejar de considerarse parte de las cuí- dental moderna si no es como degradación del
turas, y creadores de formas que, tarde o tem- valor auténtico, sustantivo frente al artificialis-
prano, serán patrimonio cultural. mo de la cultura occidental y el fetichismo de
La «autenticidad» como valor responde al la mercancía, valor ubicado en un pasado
imaginario moderno, y subyace a todos los atemporal que se añora nostálgicamente.

~fltU5ILb
La re-presentación de la cultura. Museos etnográficos... 39

Ciertamente, el sistema económico capita- moral, intelectual y religiosa de la sociedad


lista reubica los objetos exóticos al remitirlos, moderna, con un profundo sentido en muchos
por su conversión en mercancías, a la lógica casos de nostalgia por una sociedad que pre-
del equivalente general. Pero, además de que sentaba los caracteres opuestos de consenso,
la producción de aquellos objetos puede acuerdo y unidad sin disensiones (Lenclud,
seguir articulándose, en mayor o menor medi- 1992: 2 1-22). Los componentes sociológicos
da, según circuitos no mercantiles que una de la «sociedad primitiva» que Kuper señala
mirada sólo atenta a los intercambios de mer- (1988: 231), son los de un todo orgánico en el
cancías podría obviar, los productos son cons- que sólo se advierte una dinámica entre gru-
tantemente re-singularizados a través de los pos de filiación (lo que fundamentaría no sólo
procesos de consumo, más complejos de lo el objeto sino el álgebra específica y especia-
que perspectivas ajenas a lo cultural tienden a lizada de la nueva ciencia antropológica: el
considerar t parentesco).
El sistema industrial y de comunicación de Algunas de las características de este modelo
masas no inaugura una etapa específica en que de sociedad primitiva, como la homogeneidad e
los productos culturales se caracterizaran por integridad, permanecen prácticamente hasta la
su labilidad, sino que, más bien, pone en evi- actualidad, más allá de las diferencias entre
dencia el carácter de constructo y simulacro de corrientes teóricas, en tanto la antropología ha
toda cultura, la imposibilidad, por tanto, de necesitado singularizar su campo. Sin duda, la
hablar en términos de autenticidad y pureza imposición de una noción de cultura como sis-
cuando de culturas se trata. Los objetos y las tema de pautas significativas, ajena a la antigua
prácticas culturales no pueden, en cualquier idea de «civilización», es un avance irrenuncia-
caso, remitirse a sustancias sino a contextos ble; pero reconocer esto no debe impedir adver-
históricos y procesos de producción constan- tir los caracteres que la nueva antropología
tes, que suponen la hibridación (García-Can- comparte con el primitivismo. La visión de una
ciini, 1991: 188). cultura sistemática y homogénea implica subra-
Ya sea en series evolutivas o en «diapositi- yar la noción de tradición o costumbre, enten-
vas» estáticas, la antropología proporciona, a dida como imposición de lo social o comunita-
través de museos y etnografías, imágenes sim- rio sobre lo individual. Las «otras culturas»
plificadas de la «sociedad primitiva» o de las aparecen, entonces, como unidades comunita-
«otras culturas». La antropología se constituye rias en donde es difícil reconocer las diferencias
como disciplina autónoma, a partir de los años y disensos o conflictos particulares.
sesenta del pasado siglo, diferenciando en el Homogéneas y comunitaristas frente al mdi-
conjunto de las sociedades un campo especifi- vidualismo y la diversidad propias de las
co, la «sociedad primitiva», que aparece dota- sociedades modernas, las culturas o socieda-
do en su totalidad de características singulares des exóticas son también, según esta ideología
(Kuper, 1988:6-7). La «gran división» primitivista, sociedades sin tiempo o sin histo-
mediante la que se articulan las ciencias socia- ria. Ciertamente el evolucionismo responde a
les separa (con las dicotomías ya clásicas: una rehistorización, y contempla las socieda-
comunidad-asociación, solidaridad mecánica- des primitivas en el tiempo, pero se trata de un
solidaridad orgánica, etc.) el campo de una tiempo espacializado y naturalizado como
sociología que es fundamentalmente sociolo- línea evolutiva en la que toma su sentido la
gia de la sociedad moderna, y una antropolo- noción misma de «primitivo». El difusionis-
gia dedicada al estudio de las sociedades pri- mo, por su parte, deja de lado las relaciones
mitivas en su conjunto y, con el desarrollo del temporales para centrarse definitivamente
folklore, al estudio también de las sociedades sobre las relaciones espaciales. Funcionalis-
tradicionales, ofreciendo así el espejo de la mo, culturalismo, estructuralismo y hasta her-
ideología primitivista frente al que se autoafir- meneútica cultural no van a hacer sino acen-
ma invertida la modernidad, y en donde tuar un proyecto que, en aras de una
encuentra todos los fantasmas exoticistas tO• presentación sistémica y sincrónica (expresada
La mayor parte de los pensadores sociales mejor que en cualquier otro lugar en las colec-
del XIX reflexionaron sobre las formas socia- ciones de los museos) obvia el tiempo en la
les primitivas sin perder de vista la crisis consideración de las otras culturas
40 Alvaro Pazos

Si hay algo peculiar del discurso etnográfi- accesible a través de los museos, con objeto de
co, subrayado por el nuevo análisis retórico producir una autoconciencia nacional ~ El
pero ya anunciado por obras clásicas (como el museo muestra, entonces, su función narcisis-
célebre estudio de Leach sobre los «sistemas ta, ofreciéndose, de acuerdo a las estrategias
políticos de la Alta Birmania»), es el uso de un de las nuevas élites políticas e intelectuales,
presente que anula los cambios temporales y como espejo en el que se imaginan las comu-
que funde las descripciones de los otros cultu- nidades (Anderson, 1993: 249-259). En su
rales en una atemporal homogeneidad ¡2~ En estructura, disposición, tipos de objetos, men-
los museos, las exhibiciones de los otros fun- sajes, etc., podemos analizar la escenificación
den también pasado y presente en un tiempo del patrimonio, que es como decir la escenift-
homogéneo, y representan los objetos como si cación de la identidad nacional.
fueran el producto de un autor común, anóni- El mejor modo de captar esta función imagi-
mo e intemporal, sólo cambiante por el con- nana del museo es acercarse al que probable-
tacto con Occidente (Clifford, 1995: 240 y ss.). mente constituye el más claro ejemplo de tea-
tralización nacionalista del patrimonio: el
2. Cuando Boas se enfrenta al problema de Museo Nacional de Antropología de México.
las relaciones entre el público y el museo, lo La historia de este museo muestra cómo el
hace constatando dos tipos diferentes de inte- patrimonio cultural, promovido por las élites,
rés: el del público, predominantemente infan- es un aparato estratégico utilizado para la crea-
til, que es el entretenimiento, y los intereses ción de un pasado y de una identidad común a
propios de la investigación y la divulgación todos los mexicanos, independientemente de
científica. No puede considerarse hoy la recep- sus origenes étnicos o de clase 4 Reuniendo
ción de las exposiciones museisticas en los en perfecta simbiosis dispositivos arquitectóni-
mismos términos. La relación entre académi- cos y museográficos, se presenta como un gran
cos, museos y público ha cambiado radical- monumento de la nación al tiempo que desem-
mente desde que se ha introducido un nuevo peña una función didáctica. La majestuosidad
factor: las comunidades que el museo repre- del edificio y del patio interior se une a la exu-
senta (Karp, 1992a: 1-15). berancia de los elementos expuestos, para
Este cambio está vinculado al énfasis en las transmitir solemnemente la fuente antigua,
dimensiones imaginarias de los museos. Cuan- prehispánica, de la cultura popular y común
do las comunidades subrayan estos aspectos, lo actual, la mexicaneidad, el carácter especifico
que está en juego no son sólo imágenes alter- que identifica a la historia de México.
nativas de las culturas ofrecidas al exterior, Formas prehispánicas y formas indígenas
sino la participación y los vínculos de las actuales son representadas en distintas seccio-
comunidades con esas representaciones de sí nes del museo: las primeras, a través de esa
mismas. Se trata, por tanto, de ejercer una labor monumentalización que expone los grandes
de imaginación identitaria donde las comunida- hitos (desde la llegada de los primeros huma-
des y los individuos puedan implicarse subjeti- nos a tierras americanas por el estrecho de
vamente. El museo aparece, entonces, como Bering), en torno a la sala central (la principal
lugar de definición, reinvención y experiencia del museo) dedicada a los mexicas, centro
de la identidad (Karp, 1992b: 19). arquitectónico e ideológico. Las formas mdi-
Los museos nacionales de los nuevos países genas actuales no se presentan como las for-
descolonizados habían comenzado ya, durante mas híbridas y subalternas que son realmente,
los años sesenta y sobre las minas de los anti- inmersas en procesos de producción industrial
guos museos coloniales, a ejercer esta labor de y de consumo masivo, sino como formas cuí-
captura de la función imaginaria y cognosciti- turales diferenciadas que contribuyen al
va del museo por parte de las comunidades mosaico centrado en los mexicas y en el Esta-
afectadas. La preservación de la herencia o el do nacional presente. Junto con las poblacio-
patrimonio cultural, esto es, de colecciones o nes prehispánicas, los indígenas actuales resu-
lugares significativos histórica o culturalmen- men una historia en la que muchos otros
te, ha sido en muchas ocasiones un objetivo grupos, igualmente relevantes para entender
prioritario en la constitución de nuevas nado- esta historia de México, no son representados
nes; la apuesta consistía en crear un legado (españoles, negros, judíos, árabes, etc.).
La re-presentación de la cultura. Museos etnográficos... 41

Por lo demás, es difícil entender el naciona- El problema al que la tarea de representa-


lismo mexicano, o la constitución de sus élites ción museistica se enfrenta hoy es particular-
intelectuales, esenciales para la creación de mente radical; parecería que la situación
una autoconciencia patriótica, sin contemplar actual de los museos de las sociedades exóti-
la posición del Museo en el centro de debates cas, como de los museos etnográficos nacto-
políticos y culturales a lo largo de este siglo. El nales y regionales, colocan a la museología
Museo Nacional de Antropología de México, etnográfica ante un cuestionamiento no mera-
en definitiva, ha cristalizado una actividad mente técnico sino que afecta a la naturaleza
antropológica y arqueológica más al servicio misma del proyecto expositivo de las culturas.
de la política que de las disciplinas científicas, El museo, en cuanto que es representación de
al servicio de intereses centralistas e indigenis- prácticas y formas de vida, no puede sino
tas para los que las realidades indígenas debían expresar la paradoja propia de toda teoría cuí-
aparecer como culturas simbólicamente vaho- tural (que es también de naturaleza represen-
sas pero socialmente muertas iS. tacional o expositiva): el interés por describir
De manera más general, la aparición de las y mostrar de la manera más fidedigna y com-
comunidades como sujetos activos y de pleta un modo de vida, en toda su singularidad
conocimiento se traduce en la reivindicación y complejidad, sólo experimentará la frustra-
del derecho a establecer criterios para la ción de unas formas de representación que,
organización de exposiciones, así como a como tales, simplifican, reducen o sesgan el
colaborar en su gestión. No es extraño en carácter propio de las culturas. Es lo que reve-
estas condiciones que la lógica de las deman- lan en toda su complejidad las paradojas de la
das y las reivindicaciones de las comunida- «nueva museología».
des conduzcan, en algunos casos, a una
impugnación del museo mismo como forma
de representación, a un cuestionamiento del Las de los nuevos
tipo de institución ~ y a la propuesta de ins -paradojas
tituciones diferentes que, en lugar de re-pre- museos
sentar las culturas, permitan reactivarías o
mantenerlas operativas. Es el caso de los
«museos vivos» y de los «centros culturales» a «nueva museología» implica una
donde se proponen prácticas efectivas noción muy diferente de la cultura,
(aprendizaje de lenguas, tratamiento de el público y el museo como forma
enfermedades según remedios tradicionales, de representación, a la que mantenía la museo-
etc.) (Newton, 1994: 277). Es un plantea- logia tradicional. El museo etnográfico, de fol-
miento habitual en aquellas zonas donde aLYfi klore o de tradiciones populares está constitui-
viven muchos indígenas y donde, a pesar de do por la adición de edificio, colecciones de
lo que en ocasiones se mantiene desde la objetos y público. Los objetos se disponen en
antropología o las autoridades museisticas, colección en un espacio cerrado para la visión
las formas culturales permanecen vivas del público espectador. Por el contrario, los
(como, en el ámbito del Pacífico, ocurre en nuevos museos pretenden recuperar la idea de
Vanuatu, Nueva Guinea o entre los maoríes participación, de manera que el edificio sea
de Nueva Zelanda) (Kaeppier, 1994: 42). En sustituido por el territorio, las colecciones por
estos espacios, los artefactos culturales no el patrimonio y el público por la comunidad i7•
son vestigios de una cultura desaparecida, La relevancia de la comunidad como algo
sino que se consideran parte de una realidad más que público espectador, como población
en construcción. En ocasiones, para las directamente implicada en la representación,
comunidades afectadas, la permanencia de participe de ella, lleva a cambiar la relación
objetos puede tener menos importancia que con los objetos, que deja de estar marcada por
la ejecución del ritual en que aparecen; los la visualización. Los artefactos del museo no
nuevos «centros culturales» son lugares son ya elementos muertos de una colección,
donde estos objetos aún conservan ciclos de sino que forman parte de un patrimonio que se
vida y su preservación museificada no es un pretende vivo, insertos en los procesos socia-
objetivo básico. les, económicos y culturales realmente efecti-
42 Álvaro Pazos

vos que íes dan todo su sentido. No es sólo la mitificación y la esencialización. Las imáge-
descontextualización simbólica de los objetos nes que los grupos sociales se hacen de si mis-
lo que se critica, sino la forma misma del mos, de su identidad, son elementos en juego
conocimiento museistico: acumulación de en intervenciones políticas, sociales, económí-
items informativos para un público, que no cas; y sólo al precio de una costosa ascesis
permite la reapropiación en términos de pueden las comunidades objetivar estos proce-
memoria colectiva. De la misma manera es sos en que están inmersas y contemplar como
cuestionado el edificio clásico, decimonónico: construcciones o procesos lábiles sus propias
los objetos se restablecerán ahora en sus luga- identidades. Por lo demás, en tanto que institu-
res originales y en su relación original con el ciones recreativas e informativas destinadas a
medio, con lo que el lugar mismo es el autén- un público amplio, más allá de la comunidad
tico museo. Los limites del museo son, así, los que en él se representa, los ecomuseos son
limites de comunidades vivas, se integran los también aparatos culturales de interés para el
edificios en el tejido urbano o se reutilizan vie- Estado, o para grupos sociales a quienes inte-
jas fábricas, escuelas o granjas. resan lecturas ideológicas sobre el pasado o
Detengámonos, como un ejemplo, en la pro- sobre la cultura popular, además de constituir
blemática que plantean los ecomuseos. Más negocios más o menos lucrativos, lugares de
que exposición de los artefactos de una cultu- peregrinación turística, etc., componentes
ra, el ecomuseo pretende ser manifestación de todos que es preciso tener en consideración
la relación de una cultura con su medio, esto cuando se miden sus posibilidades (Martin y
es, pretende reintegrar esta unidad. Siguiendo Suaud, 1992).
las exposiciones de museos al aire libre de De hecho, y a la vista de algunas realiza-
Escandinavia, se intenta reconstruir unidades ciones prácticas, parece que la herencia de
ecológicas, pueblos y formas de vida, interio- Rivibe y la «nueva museología» es cuando
res domésticos y exteriores urbanos, prácticas menos ambigua: de un lado, aparece la pro-
cotidianas, además de especies animales y puesta de aportar a las poblaciones un saber
vegetales, en parques regionales (Iniesta, critico; de otro lado, la realización de muse-
1994: 76-77). os-espejo o museos-refugio para las comuní-
El ecomuseo se compone de una exposición dades implicadas (Raphaél y Herberich-
permanente concebida sobre bases científicas Marx, 1987: 87). Plantear en el vacio el
a partir de un principio cronológico: la historia problema, de manera abstracta, suponer que
del territorio desde los origenes hasta la actua- una u otra alternativa son igualmente posi-
lidad. En él se integran laboratorios, centros de bies, es ingenuo. Los proyectos museisticos
documentación, almacenes de objetos, comu- se ejecutan en el seno de una sociedad, en un
nidades, etc. En cuanto a su funcionamiento, estadio concreto de su desarrollo, con dife-
se pretende que usuarios, gestores y científicos rentes agentes y dando respuesta a intereses
participen por igual en la definición de su polí- distintos, a veces contradictorios. Con res-
tica; es un lugar de encuentro del especialista y pecto a la problemática boasiana, definida
el profano (Hubert, 1987: 73). El ecomuseo, por la presencia de científicos y público en
en definitiva, pretende reconciliar dos funcio- busca de entretenimiento, la introducción de
nes de los museos: la dimensión científica, del las comunidades imaginando identidades
conocimiento, y la aproximación afectiva, que complica más la situación, pero tampoco
se refiere al re-conocimiento en él de las podemos quedarnos ahí cuando consideramos
comunidades. En este sentido, el proyecto las funciones del museo. Una comunidad no
parece ir más allá de una mera función espe- es homogénea socialmente aunque, a través
cular que satisfaga el narcisismo de los colee- precisamente del museo, parezca presentarse
tivos, y trata de hacer del museo lugar de con- o querer reflejarse de esa manera (Perin,
traste crítico entre imágenes de sí e 1992). En las condiciones actuales, de acele-
interpretaciones científicas. ración brutal de las mutaciones sociales, eco-
Se pueden advertir rápidamente las dificul- nómicas y culturales, la función de recupera-
tades de este empeño: la implicación de las ción de una identidad, de repliegue sobre un
comunidades en la representación de sus pro- pasado magnificado, puede ser con facilidad
pias formas culturales difícilmente escapa a la la dominante. No es extraño que, en estas
La re-presentación de la cultura. Museos etnográficos... 43

condiciones, los ecomuseos estén ejerciendo dójica por cuanto la función museistica conti-
en gran medida, y a pesar de sus pretensiones, núa, sin embargo, en pie. La lógica de los nue-
de espejos para el refuerzo y la complacencia vos museos lleva a recopilar no sólo objetos
narcisistas de las comunidades (Raphaél y sino prácticas, saberes y técnicas realmente
Herberich-Marx, 1987: 92). efectivos en las que esos objetos se integran,
El ecomuseo, que se pretendía expresión de modos de vida y medios en que éstos se des-
una realidad cultural en toda su complejidad, pliegan. Algunos autores, como Gourarier
puede acabar negando la realidad misma: en- (1984: 67), han indicado que, al criticar las
gir un «museo del hierro», por ejemplo, en un colecciones, los edificios y los públicos tradi-
lugar donde la industria siderúrgica se ha des- cionales, los nuevos museos pretenden una
mantelado por la crisis y las políticas econó- restitución de lo real que puede conducir a
micas del gobierno, supone remontarse, y situaciones en que, sin criterios, se conserve
remontar a toda la comunidad implicada en el todo y en que la sociedad entera se transforme
it
proyecto, a un pasado ahora mitico, y esquivar en un gigantesco museo
la situación social y económica real. Los eco- Los nuevos museos vendrían a ser la forma
museos transforman así en muchas ocasiones extremada y aporética, más que una crítica, del
los espacios vivos, adecuándolos a los criterios sueño museistico: ser espejo del orden real de
de «lo rústico» o «lo antiguo»: la actividad las cosas. Ecomuseos, granjas, pueblos recons-
productiva real de un pueblo se convierte en truidos, etc, tratan de representar un pasado o
actividad museificada, eliminando muchos una vida cultural en activo; pero una es la cuí-
aspectos reales en aras de una «autenticidad» tura efectiva y otra la cultura representada.
ficticia o de la comodidad del visitante (desde Como indica con humor Bennett, este tipo de
los cambios en los horarios y en la apariencia experiencias no pueden dejar de recordar la
de los habitantes hasta la eliminación de olores lección del cuento de Borges: idéntico al de
desagradables) (Jaequelin, 1983: 102-103). El Cervantes, el Quijote de Ménard es, sin embar-
historiador Bennett piensa, a la luz de las expe- go, otro; y sólo por el hecho de ser idéntico
riencias efectivas igualmente, que es discutible siendo otro (o de ser otro siendo idéntico) tiene
que las formas museisticas renovadas mues- ya un significado suplementario, que la activi-
tren realmente las diferencias sociales en toda dad originaria no tiene. La vida cultural tal
su complejidad, y las culturas subalternas cual, pero representada a manera de «museo
como tales culturas subalternas; por el contra- vivo», no es ya la vida efectiva; se extrae a los
rio, parecen permanecer en un pintoresquismo lugares y prácticas su transcurrir histórico, y se
no muy lejano del que alimentaron los museos les impone un tiempo distinto, según una ope-
clásicos de tradiciones populares (1995: 109). ración que es exactamente la que ejercen todas
No estará de más referimos en este contexto las teorías (que son espectáculos) sobre sus
precisamente, a aquellos otros casos en que las objetos de estudio (prácticos, y empíricamente
comunidades no se interesan por otros tipos de inagotables) (1995: 129).
museo sino que se niegan sencillamente a la En este sentido, si la nueva museología
museificación. Como los mineros alsacianos «realiza» el sueño boasiano de mostrar en el
que mencionan Raphaél y Herberich-Marx museo la vida tal cual, en esa operación revela
(1987: 92), que solicitaron del Laboratorio de también lo imposible del proyecto, porque
Sociología de Estrasburgo no el museo de un sólo podría llevarse a cabo convirtiendo la
trabajo en vías de desaparición sino un centro vida en museo, arrancando sus funciones prác-
de conocimiento, donde plantear, recordar y ticas y haciéndola teoría. El museo encuentra
discutir a partir de materiales, el pasado y el ahí sus limites, y parece que sólo podría esca-
presente de la minería como actividad social y par a ellos dejando su lugar a centros de dina-
productiva. mización e investigación, mediadores del cam-
El ecomuseo (como las nuevas formas de bio cultural, social y político, o permaneciendo
museo en general) parece tender en suma hacia en su forma tradicional aunque mostrando iró-
una paradójica propuesta: la desaparición del nicamente los andamiajes de su construcción y
museo mismo. Es como si se quisiera recupe- las tramas de su representación. En el primer
rar las formas culturales en su integridad y caso se mantienen las formas representativas,
acabar con las formas de representación. Para- aunque al servicio de una empresa de conoci-

P,bgM~,
44 Álvaro Pazos

miento crítico, consciente de que la autorefle- Fabian (1983: 18). Probablemente, a la vista del
xión de las sociedades pasa por su re-presenta- interés estructuralista por la noción de «trajisformación»
ción (y su objetivación, por tanto). Las nuevas o de la atención que prestan algunos hermeneutas cultu-
rales al «tiempo» narrativo, fuera mejor hablar de una
formas pueden resultar, entonces, lugares entre anulación de la historia, esto es, no del «tiempo» en
otros donde el conocimiento teórico regrese al general sino del tiempo real de producción, reproducción
plano de las formas de vida, y se plantee en y cambio culturales.
toda su complejidad la relación entre teoría y 2 Fabian (1983: 80-87). No sé. sin embargo, hasta
qué punto podría afirmarse que la anulación del tiempo
práctica. por la ciencia social depende del visualismo característi-
La segunda es la salida propiamente post- co de la ideología occidental (ibid.: 120-121). Aunque es
moderna, intentada en museos como Neuchá- fácil advertir la dependencia de las formas de conoci-
tel o exposiciones como la canadiense Into the miento en Occidente con respecto del espacio (algo que
Heart of Africa; muestra cómo los museos, en revela muy bien el estudio de las metáforas cotidianas)
c
cuanto que re-presentaciones, están hoy en la reo que lo característico del modo de conocimiento cien-
tífico no depende de la elección de un sentido prioritario
misma situación que otras formas de re-pre- en detrimento del resto [a la manera en que lo plantea Fer-
sentación, como la escritura etnográfica. Rie- nández (1991: 86)], sino más bien del intento de acceder
gel (1996) ha señalado las trampas de aquellas de lo sensible (esto es, de lo que cualquiera de nuestros
exhibiciones postmodernas. Son las mismas en sentidos nos transmite) hasta las relaciones inteligibles.
que se empantana la crítica postmoderna de -.
la ~ Kar~lan (1994); Cummins (1994); García-Canclini
(1991).
representación etnográfica. La salida ironica i< García-Canclini (1991: 164-177); Morales-Moreno

planteada en algunas colecciones no deja de (1994); Iniesta (1994:198-208).


ser un juego que, como toda meta-representa- 5 Morales-Moreno (1994: 185); Iniesta (1994: 206).

ción intelectualista, se entrega a las aporías de el ~ Que supone, por lo detnás, un tipo de relación con
una crítica de la representación que sólo puede quepasado contextualizable
no en vano historíca«museificada»
puede considerarse y culturalmente, y
(Dic-
darse en forma representativa. kenson, 1994: 242).
‘ Iniesta (1994: 68 y ss.); Fuller (1992: 330-333).
~ La utopía del museo planetario o del ecomuseo
NOTAS global,
teorías aunque animada desde
de la globalización; los años
forma parte,sesenta
como por las
señala
Clifford (1995: 265 y ss.); Hooper-Greenwill Prósler (1996:sus
prácticamente 22), del imaginario museistico desde
orígenes.
(1992); Bennetí (1995).
2 Pomian (1987: 77); Bennett (1995: 39)

Hooper-Greenwill (1992: 90); Bennetí (1995: 41); BIBLIOGRAFIA


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sobre la «miope interpretación de Derrida a Lévi-Strauss 1993.
como arcaico-nostálgico» (1990: 279, n. 4) no me pare- APPADURAJ, A. (ed.), La vida social de las cosas, Méxí-
cen del todo acertados. Aunque es cieno que Derrida, co, Orijalbo, 1991.
según un procedimiento que llegará a ser habitual con la APPADURAI, A., «Introducción. Las mercancías y la polí-
deconstrucción, elige fundamentalmente para el análisis tica del valor», en Appadurai (1991).
un capítulo de un solo texto (además, un texto muy sin- AUGÉ, M., El genio del paganismo. Barcelona. Much-
guiar) de toda la obra de Lévi-Strauss, no es menos cíer- nick, ¡993.
to que son citados otros textos de apoyo, y que, en cual- AuzíAs, j.-M., La antropologia contemporánea, Cara-
quier caso, la función esencialmente atesoradora y cas, Monte Avila, 1977.
cuasi-museística de entidades culturales al borde de la BAtJDRILLARD, J., El sistema de los objetos, México,
extinción, ha sido reivindicada para la etnología por Siglo XXI, 1969.
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Sobre estos temas la bibliografía es amplia. Véase, BooN, JA., Otras tribus, otros escribas, México, FCE,
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