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La re-presentación Introducción
de la cultura. Museos u
etnográficos y • os problemas que plantea la museís-
tica etnográfica no se dejan resumir
antropología en las limitaciones del método que
Boas señalara hace ya tiempo. La incompati-
bilidad entre el interés por la investigación y
la divulgación rigurosa del saber científico, de
un lado, y las concesiones a los intereses,
maneras y disposiciones del público, del otro,
no deja de corresponder a una etapa en que la
__________________ autoconciencia gnoseológica de la antropolo-
gía es aún bastante ingenua, los conceptos
Álvaro Pazos fundamentales de la disciplina están mostran-
do exitosamente su eficacia explicativa, y la
museistica es tan sólo impugnada, por el pro-
pio Boas, como método pero no política ni
culturalmente.
La reflexión sobre los museos etnográficos
es algo que no puede llevarse a cabo hoy si no
es sobre el fondo de su contexto histórico,
social, político y epistemológico. El museo de
antropología es una forma de producción de
conocimiento que, como tal, traduce en for-
mas de ordenamiento y exposición de objetos
las líneas teóricas, los conceptos y las formas
discursivas fundamentales de la antropología.
Cualquiera de los problemas técnicos relati-
vos a la disposición de objetos está atravesado
por consideraciones de carácter más general
relativas a la relación del objeto con un siste-
ma cultural ajeno o propio, y a las posibilida-
des que tienen las formas de representación de
la institución museistica de restablecer esta
integridad.
Los presupuestos que, a lo largo de su historia,
han activado la antropología y con los que han
«tnventadox’ (para decirlo como Kuper) la
«sociedad primitiva» en cuanto que campo
específico, se expresan como imágenes con las
que el primitivismo ha creado figuras de lo
exótico para la definición de la civilización o
la modernidad. En este sentido, una lectura
epistemológica de los museos etnográficos es
también una lectura política, que considerán-
dolos como instituciones, no puede pasar por
alto la función que han desempeñado en el
despliegue de estrategias imperialistas y nacio-
nalistas, ligadas al proyecto civilizatorio
(externo e interno) de las sociedades modernas
y su nueva gobernabilidad. Los museos han
cimentado el imaginario de la civilización y de
los estados-nación, como recorrido de una his- en múltiples y plurales trayectorias, confor-
toria que conducía hasta el espectador y en la mando así la evolución de fórmulas de expo-
que podían insertarse, en sus diferentes esta- sición y museisticas extraordinariamente
dios, las otras sociedades; o, en el caso de los variadas (Iniesta, 1994: 28). No siempre, sin
museos nacionales y regionales, como depósi- embargo, se respeta esta diversidad histórica.
to de las esencias y el auténtico valor de un Algunas de las aportaciones teóricas más
pasado que con las sociedades tradicionales conocidas sobre la acumulación y exposición
parecía estar desapareciendo para siempre. de objetos, vinculan la praxis museistica a una
Pero en las condiciones contemporáneas, forma o pulsión casi coextensiva al humano y
cuando, durante la década de los ochenta, como tal universal: la colección. Eaudrillard,
numerosas comunidades hasta ahora sólo por ejemplo, remite la colección a un interés
representadas en los museos, pasan a reivindi- por los sistemas cerrados y autónomos de
car su papel como colectivos que quieren verse objetos (juego interno del sistema de objetos
reflejados positivamente en el espacio musei’s- abstraídos de su circulación como mercancías)
tico, o dirigir su gestión y participar en la orga- y a la «satisfacción reaccional», tan intensa (y
nización de las exposiciones, el problema de tan genérica) como la pulsión sexual, que ahí
los museos no puede ya plantearse sin intentar encuentra el coleccionista (1969). Poco puede
dar, de alguna manera, una respuesta a la cues- conocerse, de esta manera, de las formas his-
tión del estatus y naturaleza de la cultura, de lo tóricas y singulares que adoptan las coleccio-
que ésta es efectivamente en su funcionamien- nes y las relaciones entre exhibiciones y
to real, y de la función que puede seguir desem- espectadores.
peñando una representación (museística) que, En opinión de Clifford o de aportaciones
más allá de las articulaciones políticas, no inspiradas en la obra de Foucault, como las de
puede sino reducir las producciones culturales. Hooper-Greenwill y Bennett, el tema sólo
En efecto, las comunidades que aspiran hoy a puede abordarse atinadamente si el interés gira
superar los antiguos usos del museo pueden hacia los procesos históricos, la comprensión
estar condenándose a repetir las operaciones intercultural y las dinámicas complejas en que
esencialistas de los museos etnográficos tradi- se insertan las estrategias concretas de colec-
cionales. Lejos de cuestionar realmente la fun- ción. El planteamiento se reorientará, enton-
ción representativa de la institución, se retoma ces, hacia las prácticas coleccionistas, hacia
su valor de imagen para la reflexión narcisista las estructuras y los campos sociales y episte-
o para el adoctrinamiento político y cultural. Se mológicos en que esas prácticas toman forma.
obvia, de esta manera, la problemática que La práctica de colección y exposición de obje-
hace tan semejantes las trayectorias de los tos no es tan sólo una práctica simbólica o
museos y de la antropología: si se puede hablar afectiva, sino una práctica económica, política
de este paralelismo es no sólo porque desde sus y cognoscitiva. Este punto de vista permitiría
orígenes el museo etnográfico ha ilustrado y entender cómo se relacionan las actividades
conformado incluso las teorías etnológicas, museisticas con (y se diferencian de) otros
sino porque en la actualidad las formas de tipos de coleccionismo k
representación museisticas se enfrentan a los El museo es contemplado, entonces, como
mismos dilemas que los conceptos teóricos. Y institución disciplinaria y de producción cog-
la radicalidad de esta cuestión, que afecta al noscitiva, coincidente con las estrategias de
núcleo de conceptos básicos como «cultura» o saber/poder propias de la nueva forma de
«patrimonio», es algo que no puede esquivarse. gobierno liberal que se impone progresiva-
mente en Europa durante los siglos XVIII y
XIX. El uso político de las colecciones de
- curiosidades post-renacentistas se ejercía
El museo como institucion como exhibición del poder del príncipe, estra-
tegia de teatralización del poder soberano; con
U la democratización de los regímenes liberales,
a historia del museo no es unitaria, la aparición de la figura del ciudadano y de la
lineal y progresiva sino que, como esfera pública, surgen, de manera paralela a
cualquierotra institución, se dispersa otras nuevas instituciones culturales los museos
~PbLJfi&6
La re-presentación de la cultura. Museos etnográficos... 35
públicos, insertos a su vez en nuevas estrate- los principios del conocimiento científico
gias de poder (Bennett, 1995: 26-27). moderno.
El nuevo poder disciplinario, del que Fou- En estrecha conexión con la consolidación
cault había empezado a revelar la historia ana- en las ciencias humanas de los nuevos princi-
¡izando la génesis de una de sus instituciones pios de racionalidad, el museo se presenta
nucleares, la prisión, no procede como el del como una colección de objetos ordenados, no
soberano, de manera cerrada y directa, impo- por criterios de curiosidad o excepcionalidad,
niéndose teatralmente sobre sus súbditos, como ocurre en la episteme renacentista aún
Intenta, por el contrario, acceder al ciudadano no dominada por la ciencia, sino por criterios
mediante una política de la cultura orientada de representatividad 2 Frente a la fascinación
por objetivos claros de reforma y regulación por lo raro o curioso, propia de una racionali-
de los individuos. La cultura, esto es, la moral, dad precientífica, infatigablemente volcada
costumbres y creencias, pasa a ser, entonces, hacia una naturaleza variable, diversa y analó-
objeto prioritario del gobierno; y las tecnologías gica, y cuyas articulaciones de objetos respon-
culturales, entre las que está el museo, se inte- den a un saber enciclopédico, los principios de
gran en las dinámicas de cambio de costum- la racionalidad científica orientan la atención
bres de la población y de producción de un hacia lo normal, esto es, las recurrencias de
nuevo sujeto (Bennett, 1995: 19). que pueden dar cuenta las leyes científicas. La
El museo como institución es, por tanto, colección museistica da prioridad así a las
inseparable de las nuevas formas de gobierno series de cosas morfológicamente ordenadas ~.
funciones y los significados internos de una riores que representan los estadios más cerca-
forma dada. Durante lo que se ha llamado «era nos al presente. El mensaje del museo se reali-
de los museos» de la historia de la antropolo- za así a través del recorrido guiado, de la acti-
gia (Sturtevant), esto es, de 1880 a 1920 apro- vidad física del visitante “.
ximadamente, evolucionistas, difusionistas y Dos elementos básicos marcan el cambio de
particularistas estimularán sus investigaciones concepción que opera la obra de Boas con res-
y teorizaciones gracias al trabajo en museos pecto al evolucionismo, en lo que a la actividad
concebidos como laboratorios. museistica se refiere: la recepción del objeto
No hay probablemente mejor ejemplo de la más allá de su estricta materialidad, y la idea de
imbricación entre un corpus sistematizado de cultura como conjunto sistemático en el que
saber antropológico, unas estrategias políticas y ubicar los objetos para hacerlos realmente inte-
la actividad ilustrada de la institución museísti- ligibles. El interés de Boas se desliza de la
ca, que la producida durante el dominio del forma hacia el sentido de los artefactos, un sig-
evolucionismo clásico en la historia de la nificado que no es accesible a la interpretación
antropología. La noción de cultura como en términos funcionales o utilitarios (Jacknis,
«civilización» constituye, ciertamente, el 1985: 77-79). El cambio en la consideración de
núcleo vertebrador de las conjeturas teóricas los objetos se refiere a la gestación de una
evolucionistas, de la noción «ideológica» jus- noción de «cultura», que irá supliendo al senti-
tificatoria del imperialismo, a la vez que arti- do antiguo de «civilización» y al concepto de
cula las primeras exposiciones antropológicas «sociedad primitiva» que le estaba ligado,
(Leclerc, 1973: 29-45). noción que cuajará progresivamente como
El prototipo de museo de esta época sigue núcleo fundamental, auténtico objeto de estu-
siendo el de Pitt-Rivers, que descontextuali- dio específico de la antropología.
zando de sus marcos culturales originales los De acuerdo con el holismo cultural la colec-
objetos, los somete a una ordenación de series ción debe representar la vida total de la tribu;
evolutivas que van desde lo simple a lo com- el museo debe organizarse de acuerdo a un
plejo, permitiendo así una visualización del ordenamiento tribal, y no tipológico, de los
ideario evolucionista. Concebida la actividad objetos. Se trata, por tanto, de introducir en el
del museo como estudio de «psicología de las museo no sólo artefactos sino escenas de vida
artes materiales», Pitt-Rivers deseaba estable- tribal como ejemplo de las redes culturales en
cer la secuencia de ideas por la que había evo- que aquéllos deben contextualizarse. Este es el
lucionado la humanidad (Chapman, 1985: 33). papel de los «gmpos vivos» o representaciones
Frente a la Razón Natural dieciochesca, y la con maniquíes como técnica adecuada para la
figura paradójica que puede ofrecer de las descripción de significados y funciones locales
otras sociedades (englobadas, como «curiosi- y contextuales (Jacknis, 1985: 97 y ss.). En
dades», a la manera epistemológica clásica), el contra de las exhibiciones evolucionistas o
positivismo evolucionista se propone dar difusionistas se proponen nuevas formas de
razón de una Razón historizada, que se des- representación, pero que plantean a su vez
pliega genéticamente a lo largo de la historia importantes problemas.
de una sola Humanidad, en la que podemos Boas había reconocido tres objetivos de los
ubicar y entender las otras sociedades como museos: entretenimiento, educación e investi-
«sociedades primitivas», esto es, «superviven- gación, cada uno de ellos conectado a un tipo
cias» del pasado de la Civilización Occidental. de público distinto (Jacknis, 1985: 86 y ss.). El
Dos principios organizativos dominan la museo exigiría, por tanto, diferentes tipos de
exposición para lograr transmitir estas ideas: la exhibición que, por otra parte, difícilmente
conexión formal y las afinidades funcionales podían armonizarse. Las representaciones de
de los objetos, de manera que el despliegue de escenas, que pretendían restituir las formas de
éstos, que son captados en su mera materiali- vida, además de ser una técnica costosa presen-
dad, muestra el desarrollo de una forma tecno- taban limitaciones propias del realismo espec-
lógica a partir de otras gracias a pequeñas gra- tacular: cuanto más conseguido fuera el efecto
daciones. La exposición se organiza en de verosimilitud más reproducía el público un
círculos concéntricos a partir de uno interior interés por la técnica expositiva que anulaba su
(representación del Paleolítico) hasta los exte- valor pedagógico (Jacknis, 1985: 101 y ss.).
p—jse5#,
La re-presentación de la cultura. Museos etnográficos... 37
~PbEILWá,
38 Alvaro Pazos
mente su diferencia; las condiciones en que refiere a los objetos culturales exóticos, supo-
puede apreciarse con más claridad aquella ne que éstos mantuvieron su auténtico valor y
autenticidad son las que mejor desvelan esta sentido incólume antes del contacto con Occi-
diferencia: la situación de distancia. La antro- dente, como si las culturas se hubieran conser-
pología contribuye a una estetización de lo dis- vado a la manera de mónadas aisladas en un
tante (Augé, 1993: 14) en que lo lejano es lo estado de inocencia arcaica. La estrategia
que aparece como digno de interés y el exotis- museistica forma parte, por tanto, de una dina-
mo se constituye en sí mismo como valor mica más generalizada, propia de la inserción
(Panoff, 1986). Es la antropología que refuer- de objetos de arte y artesanía (pero también
za la otredad de los otros, y que, contrastándo- herramientas retraducidas como formas artesa-
las, hace a las culturas inteligibles por su dife- nales o artísticas) de las poblaciones exóticas
rencia. Como ha subrayado Boon, la escritura en el mercado occidental, en el actual estadio
etnográfica parece consistir básicamente en de desarrollo del sistema cultural y económico
esta exageración de lo distinto/distante, capitalista.
El modelo culturalista de museo, de raigam- La reproducción masiva de objetos exóticos
bre boasiana, representa culturas únicas, siste- para el mercado occidental es otra forma de la
mas autónomos de sentido perfectamente dife- transformación que Benjamin diagnosticara en
renciables de otras unidades culturales. Los el campo del arte en la época de su reproduc-
museos antropológicos de las sociedades exó- ción técnica: los objetos pierden su aura, al
ticas se muestran reacios a reflejar la hibrida- tiempo que, como un resultado ideológico, se
ción cultural o el estado inacabado o mixto de genera la noción y el valor (absolutamente
una cultura activa, fenómenos siempre relega- opuestos al «arte para turistas») de la autenti-
dos a los estantes de los «contactos culturales» cidad misma, que se vende como mercancía.
olos «sincretismos». En este sentido, se mues- Se busca, entonces, la pureza justamente en las
tra un desprecio por las mezclas y por lo que se condiciones culturales que mejor muestran la
considera degradación aculturativa de los hibridación: la producción de objetos tradicio-
materiales, algo especialmente evidente en la nales en las poblaciones originales contempla
política de adquisición de objetos. Citando el ya la demanda externa que, a través por ejem-
caso del arte africano, Jones (1993: 208) pío del turismo, se imbrica de manera comple-
recuerda el privilegio concedido a los objetos ja en la vida cotidiana, y se adecúa así a los
precoloniales; es decir, la idea de que los obje- gustos estilísticos de la demanda occidental,
tos recolectados durante el contacto temprano cambiando las formas, añadiendo nuevos
no están aún contaminados estilisticamente, motivos, sustituyendo los materiales propios
afectados por la influencia occidental que, por otros más valorados en los países europeos
junto con otras influencias anteriores constitu- o en norteamérica, copiando los modelos más
ye, a la postre, una realidad histórica negada exitosos en el mercado de otras poblaciones
por la exposición. La distinción entre produc- vecinas, ajustándose a las imágenes de primiti-
ción original y producción para el turismo, o la vismo que Occidente pide, o sometiéndose a
indiferencia por la reutilización de mercancías las transformaciones que las grandes empresas
occidentales (como el uso de botellas vacías muitinacionales llevan a cabo directamente en
como objeto de adorno en los hogares, o de las formas de producción tradicionales ~.
trozos de lata junto con conchas en los colla- La imaginación de lo auténtico entiende el
res, o de bombillas, relojes, bolígrafos, pilas, contacto con Occidente como un proceso glo-
mecheros, etc. como adornos corporales...), bal de homogeneización, y no puede contem-
suponen pasar por alto procesos de produc- plar la inserción de productos culturales en la
ción, consumo y reactivación cultural que no órbita del mercado y de la significación occí-
pueden dejar de considerarse parte de las cuí- dental moderna si no es como degradación del
turas, y creadores de formas que, tarde o tem- valor auténtico, sustantivo frente al artificialis-
prano, serán patrimonio cultural. mo de la cultura occidental y el fetichismo de
La «autenticidad» como valor responde al la mercancía, valor ubicado en un pasado
imaginario moderno, y subyace a todos los atemporal que se añora nostálgicamente.
~fltU5ILb
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Si hay algo peculiar del discurso etnográfi- accesible a través de los museos, con objeto de
co, subrayado por el nuevo análisis retórico producir una autoconciencia nacional ~ El
pero ya anunciado por obras clásicas (como el museo muestra, entonces, su función narcisis-
célebre estudio de Leach sobre los «sistemas ta, ofreciéndose, de acuerdo a las estrategias
políticos de la Alta Birmania»), es el uso de un de las nuevas élites políticas e intelectuales,
presente que anula los cambios temporales y como espejo en el que se imaginan las comu-
que funde las descripciones de los otros cultu- nidades (Anderson, 1993: 249-259). En su
rales en una atemporal homogeneidad ¡2~ En estructura, disposición, tipos de objetos, men-
los museos, las exhibiciones de los otros fun- sajes, etc., podemos analizar la escenificación
den también pasado y presente en un tiempo del patrimonio, que es como decir la escenift-
homogéneo, y representan los objetos como si cación de la identidad nacional.
fueran el producto de un autor común, anóni- El mejor modo de captar esta función imagi-
mo e intemporal, sólo cambiante por el con- nana del museo es acercarse al que probable-
tacto con Occidente (Clifford, 1995: 240 y ss.). mente constituye el más claro ejemplo de tea-
tralización nacionalista del patrimonio: el
2. Cuando Boas se enfrenta al problema de Museo Nacional de Antropología de México.
las relaciones entre el público y el museo, lo La historia de este museo muestra cómo el
hace constatando dos tipos diferentes de inte- patrimonio cultural, promovido por las élites,
rés: el del público, predominantemente infan- es un aparato estratégico utilizado para la crea-
til, que es el entretenimiento, y los intereses ción de un pasado y de una identidad común a
propios de la investigación y la divulgación todos los mexicanos, independientemente de
científica. No puede considerarse hoy la recep- sus origenes étnicos o de clase 4 Reuniendo
ción de las exposiciones museisticas en los en perfecta simbiosis dispositivos arquitectóni-
mismos términos. La relación entre académi- cos y museográficos, se presenta como un gran
cos, museos y público ha cambiado radical- monumento de la nación al tiempo que desem-
mente desde que se ha introducido un nuevo peña una función didáctica. La majestuosidad
factor: las comunidades que el museo repre- del edificio y del patio interior se une a la exu-
senta (Karp, 1992a: 1-15). berancia de los elementos expuestos, para
Este cambio está vinculado al énfasis en las transmitir solemnemente la fuente antigua,
dimensiones imaginarias de los museos. Cuan- prehispánica, de la cultura popular y común
do las comunidades subrayan estos aspectos, lo actual, la mexicaneidad, el carácter especifico
que está en juego no son sólo imágenes alter- que identifica a la historia de México.
nativas de las culturas ofrecidas al exterior, Formas prehispánicas y formas indígenas
sino la participación y los vínculos de las actuales son representadas en distintas seccio-
comunidades con esas representaciones de sí nes del museo: las primeras, a través de esa
mismas. Se trata, por tanto, de ejercer una labor monumentalización que expone los grandes
de imaginación identitaria donde las comunida- hitos (desde la llegada de los primeros huma-
des y los individuos puedan implicarse subjeti- nos a tierras americanas por el estrecho de
vamente. El museo aparece, entonces, como Bering), en torno a la sala central (la principal
lugar de definición, reinvención y experiencia del museo) dedicada a los mexicas, centro
de la identidad (Karp, 1992b: 19). arquitectónico e ideológico. Las formas mdi-
Los museos nacionales de los nuevos países genas actuales no se presentan como las for-
descolonizados habían comenzado ya, durante mas híbridas y subalternas que son realmente,
los años sesenta y sobre las minas de los anti- inmersas en procesos de producción industrial
guos museos coloniales, a ejercer esta labor de y de consumo masivo, sino como formas cuí-
captura de la función imaginaria y cognosciti- turales diferenciadas que contribuyen al
va del museo por parte de las comunidades mosaico centrado en los mexicas y en el Esta-
afectadas. La preservación de la herencia o el do nacional presente. Junto con las poblacio-
patrimonio cultural, esto es, de colecciones o nes prehispánicas, los indígenas actuales resu-
lugares significativos histórica o culturalmen- men una historia en la que muchos otros
te, ha sido en muchas ocasiones un objetivo grupos, igualmente relevantes para entender
prioritario en la constitución de nuevas nado- esta historia de México, no son representados
nes; la apuesta consistía en crear un legado (españoles, negros, judíos, árabes, etc.).
La re-presentación de la cultura. Museos etnográficos... 41
vos que íes dan todo su sentido. No es sólo la mitificación y la esencialización. Las imáge-
descontextualización simbólica de los objetos nes que los grupos sociales se hacen de si mis-
lo que se critica, sino la forma misma del mos, de su identidad, son elementos en juego
conocimiento museistico: acumulación de en intervenciones políticas, sociales, económí-
items informativos para un público, que no cas; y sólo al precio de una costosa ascesis
permite la reapropiación en términos de pueden las comunidades objetivar estos proce-
memoria colectiva. De la misma manera es sos en que están inmersas y contemplar como
cuestionado el edificio clásico, decimonónico: construcciones o procesos lábiles sus propias
los objetos se restablecerán ahora en sus luga- identidades. Por lo demás, en tanto que institu-
res originales y en su relación original con el ciones recreativas e informativas destinadas a
medio, con lo que el lugar mismo es el autén- un público amplio, más allá de la comunidad
tico museo. Los limites del museo son, así, los que en él se representa, los ecomuseos son
limites de comunidades vivas, se integran los también aparatos culturales de interés para el
edificios en el tejido urbano o se reutilizan vie- Estado, o para grupos sociales a quienes inte-
jas fábricas, escuelas o granjas. resan lecturas ideológicas sobre el pasado o
Detengámonos, como un ejemplo, en la pro- sobre la cultura popular, además de constituir
blemática que plantean los ecomuseos. Más negocios más o menos lucrativos, lugares de
que exposición de los artefactos de una cultu- peregrinación turística, etc., componentes
ra, el ecomuseo pretende ser manifestación de todos que es preciso tener en consideración
la relación de una cultura con su medio, esto cuando se miden sus posibilidades (Martin y
es, pretende reintegrar esta unidad. Siguiendo Suaud, 1992).
las exposiciones de museos al aire libre de De hecho, y a la vista de algunas realiza-
Escandinavia, se intenta reconstruir unidades ciones prácticas, parece que la herencia de
ecológicas, pueblos y formas de vida, interio- Rivibe y la «nueva museología» es cuando
res domésticos y exteriores urbanos, prácticas menos ambigua: de un lado, aparece la pro-
cotidianas, además de especies animales y puesta de aportar a las poblaciones un saber
vegetales, en parques regionales (Iniesta, critico; de otro lado, la realización de muse-
1994: 76-77). os-espejo o museos-refugio para las comuní-
El ecomuseo se compone de una exposición dades implicadas (Raphaél y Herberich-
permanente concebida sobre bases científicas Marx, 1987: 87). Plantear en el vacio el
a partir de un principio cronológico: la historia problema, de manera abstracta, suponer que
del territorio desde los origenes hasta la actua- una u otra alternativa son igualmente posi-
lidad. En él se integran laboratorios, centros de bies, es ingenuo. Los proyectos museisticos
documentación, almacenes de objetos, comu- se ejecutan en el seno de una sociedad, en un
nidades, etc. En cuanto a su funcionamiento, estadio concreto de su desarrollo, con dife-
se pretende que usuarios, gestores y científicos rentes agentes y dando respuesta a intereses
participen por igual en la definición de su polí- distintos, a veces contradictorios. Con res-
tica; es un lugar de encuentro del especialista y pecto a la problemática boasiana, definida
el profano (Hubert, 1987: 73). El ecomuseo, por la presencia de científicos y público en
en definitiva, pretende reconciliar dos funcio- busca de entretenimiento, la introducción de
nes de los museos: la dimensión científica, del las comunidades imaginando identidades
conocimiento, y la aproximación afectiva, que complica más la situación, pero tampoco
se refiere al re-conocimiento en él de las podemos quedarnos ahí cuando consideramos
comunidades. En este sentido, el proyecto las funciones del museo. Una comunidad no
parece ir más allá de una mera función espe- es homogénea socialmente aunque, a través
cular que satisfaga el narcisismo de los colee- precisamente del museo, parezca presentarse
tivos, y trata de hacer del museo lugar de con- o querer reflejarse de esa manera (Perin,
traste crítico entre imágenes de sí e 1992). En las condiciones actuales, de acele-
interpretaciones científicas. ración brutal de las mutaciones sociales, eco-
Se pueden advertir rápidamente las dificul- nómicas y culturales, la función de recupera-
tades de este empeño: la implicación de las ción de una identidad, de repliegue sobre un
comunidades en la representación de sus pro- pasado magnificado, puede ser con facilidad
pias formas culturales difícilmente escapa a la la dominante. No es extraño que, en estas
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condiciones, los ecomuseos estén ejerciendo dójica por cuanto la función museistica conti-
en gran medida, y a pesar de sus pretensiones, núa, sin embargo, en pie. La lógica de los nue-
de espejos para el refuerzo y la complacencia vos museos lleva a recopilar no sólo objetos
narcisistas de las comunidades (Raphaél y sino prácticas, saberes y técnicas realmente
Herberich-Marx, 1987: 92). efectivos en las que esos objetos se integran,
El ecomuseo, que se pretendía expresión de modos de vida y medios en que éstos se des-
una realidad cultural en toda su complejidad, pliegan. Algunos autores, como Gourarier
puede acabar negando la realidad misma: en- (1984: 67), han indicado que, al criticar las
gir un «museo del hierro», por ejemplo, en un colecciones, los edificios y los públicos tradi-
lugar donde la industria siderúrgica se ha des- cionales, los nuevos museos pretenden una
mantelado por la crisis y las políticas econó- restitución de lo real que puede conducir a
micas del gobierno, supone remontarse, y situaciones en que, sin criterios, se conserve
remontar a toda la comunidad implicada en el todo y en que la sociedad entera se transforme
it
proyecto, a un pasado ahora mitico, y esquivar en un gigantesco museo
la situación social y económica real. Los eco- Los nuevos museos vendrían a ser la forma
museos transforman así en muchas ocasiones extremada y aporética, más que una crítica, del
los espacios vivos, adecuándolos a los criterios sueño museistico: ser espejo del orden real de
de «lo rústico» o «lo antiguo»: la actividad las cosas. Ecomuseos, granjas, pueblos recons-
productiva real de un pueblo se convierte en truidos, etc, tratan de representar un pasado o
actividad museificada, eliminando muchos una vida cultural en activo; pero una es la cuí-
aspectos reales en aras de una «autenticidad» tura efectiva y otra la cultura representada.
ficticia o de la comodidad del visitante (desde Como indica con humor Bennett, este tipo de
los cambios en los horarios y en la apariencia experiencias no pueden dejar de recordar la
de los habitantes hasta la eliminación de olores lección del cuento de Borges: idéntico al de
desagradables) (Jaequelin, 1983: 102-103). El Cervantes, el Quijote de Ménard es, sin embar-
historiador Bennett piensa, a la luz de las expe- go, otro; y sólo por el hecho de ser idéntico
riencias efectivas igualmente, que es discutible siendo otro (o de ser otro siendo idéntico) tiene
que las formas museisticas renovadas mues- ya un significado suplementario, que la activi-
tren realmente las diferencias sociales en toda dad originaria no tiene. La vida cultural tal
su complejidad, y las culturas subalternas cual, pero representada a manera de «museo
como tales culturas subalternas; por el contra- vivo», no es ya la vida efectiva; se extrae a los
rio, parecen permanecer en un pintoresquismo lugares y prácticas su transcurrir histórico, y se
no muy lejano del que alimentaron los museos les impone un tiempo distinto, según una ope-
clásicos de tradiciones populares (1995: 109). ración que es exactamente la que ejercen todas
No estará de más referimos en este contexto las teorías (que son espectáculos) sobre sus
precisamente, a aquellos otros casos en que las objetos de estudio (prácticos, y empíricamente
comunidades no se interesan por otros tipos de inagotables) (1995: 129).
museo sino que se niegan sencillamente a la En este sentido, si la nueva museología
museificación. Como los mineros alsacianos «realiza» el sueño boasiano de mostrar en el
que mencionan Raphaél y Herberich-Marx museo la vida tal cual, en esa operación revela
(1987: 92), que solicitaron del Laboratorio de también lo imposible del proyecto, porque
Sociología de Estrasburgo no el museo de un sólo podría llevarse a cabo convirtiendo la
trabajo en vías de desaparición sino un centro vida en museo, arrancando sus funciones prác-
de conocimiento, donde plantear, recordar y ticas y haciéndola teoría. El museo encuentra
discutir a partir de materiales, el pasado y el ahí sus limites, y parece que sólo podría esca-
presente de la minería como actividad social y par a ellos dejando su lugar a centros de dina-
productiva. mización e investigación, mediadores del cam-
El ecomuseo (como las nuevas formas de bio cultural, social y político, o permaneciendo
museo en general) parece tender en suma hacia en su forma tradicional aunque mostrando iró-
una paradójica propuesta: la desaparición del nicamente los andamiajes de su construcción y
museo mismo. Es como si se quisiera recupe- las tramas de su representación. En el primer
rar las formas culturales en su integridad y caso se mantienen las formas representativas,
acabar con las formas de representación. Para- aunque al servicio de una empresa de conoci-
P,bgM~,
44 Álvaro Pazos
miento crítico, consciente de que la autorefle- Fabian (1983: 18). Probablemente, a la vista del
xión de las sociedades pasa por su re-presenta- interés estructuralista por la noción de «trajisformación»
ción (y su objetivación, por tanto). Las nuevas o de la atención que prestan algunos hermeneutas cultu-
rales al «tiempo» narrativo, fuera mejor hablar de una
formas pueden resultar, entonces, lugares entre anulación de la historia, esto es, no del «tiempo» en
otros donde el conocimiento teórico regrese al general sino del tiempo real de producción, reproducción
plano de las formas de vida, y se plantee en y cambio culturales.
toda su complejidad la relación entre teoría y 2 Fabian (1983: 80-87). No sé. sin embargo, hasta
qué punto podría afirmarse que la anulación del tiempo
práctica. por la ciencia social depende del visualismo característi-
La segunda es la salida propiamente post- co de la ideología occidental (ibid.: 120-121). Aunque es
moderna, intentada en museos como Neuchá- fácil advertir la dependencia de las formas de conoci-
tel o exposiciones como la canadiense Into the miento en Occidente con respecto del espacio (algo que
Heart of Africa; muestra cómo los museos, en revela muy bien el estudio de las metáforas cotidianas)
c
cuanto que re-presentaciones, están hoy en la reo que lo característico del modo de conocimiento cien-
tífico no depende de la elección de un sentido prioritario
misma situación que otras formas de re-pre- en detrimento del resto [a la manera en que lo plantea Fer-
sentación, como la escritura etnográfica. Rie- nández (1991: 86)], sino más bien del intento de acceder
gel (1996) ha señalado las trampas de aquellas de lo sensible (esto es, de lo que cualquiera de nuestros
exhibiciones postmodernas. Son las mismas en sentidos nos transmite) hasta las relaciones inteligibles.
que se empantana la crítica postmoderna de -.
la ~ Kar~lan (1994); Cummins (1994); García-Canclini
(1991).
representación etnográfica. La salida ironica i< García-Canclini (1991: 164-177); Morales-Moreno
ción intelectualista, se entrega a las aporías de el ~ Que supone, por lo detnás, un tipo de relación con
una crítica de la representación que sólo puede quepasado contextualizable
no en vano historíca«museificada»
puede considerarse y culturalmente, y
(Dic-
darse en forma representativa. kenson, 1994: 242).
‘ Iniesta (1994: 68 y ss.); Fuller (1992: 330-333).
~ La utopía del museo planetario o del ecomuseo
NOTAS global,
teorías aunque animada desde
de la globalización; los años
forma parte,sesenta
como por las
señala
Clifford (1995: 265 y ss.); Hooper-Greenwill Prósler (1996:sus
prácticamente 22), del imaginario museistico desde
orígenes.
(1992); Bennetí (1995).
2 Pomian (1987: 77); Bennett (1995: 39)
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