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El conflicto árabe-israel se refiere a la tensión política y los conflictos armados entre el Estado
de Israel y sus vecinos árabes, en particular los palestinos.
Actualmente Israel tiene tratados de paz vigentes con Egipto y Jordania que garantizan su
convivencia. Así mismo, tiene tratados de alto el fuego firmados con el Líbano, Siria y Arabia
Saudita que, si bien no reconocen la existencia de Israel, sí que han supuesto en la práctica un
mecanismo eficaz para el cese de las hostilidades. También existe un complejo acuerdo
provisional con Palestina, que supone el establecimiento de una especie de protectorado
israelí sobre zona palestina y un alto el fuego parcial.
Durante más de quince siglos, el pueblo judío vivió dividido en varios países del mundo,
especialmente en Europa, en lo que se conoce como la diáspora judía. La convivencia de estos
con el resto de europeos no siempre fue fácil, y las persecuciones y pogromos, especialmente
en la Europa del Este a finales del siglo XIX, fueron determinantes para la aparición y auge del
sionismo político, que reclamaba un Estado propio para todas las comunidades judías
dispersas por el mundo. Los sionistas culturales subrayaban la importancia que tenía convertir
a Palestina en un centro para el crecimiento espiritual y cultural del pueblo judío. En la época
en la que se fundó el sionismo, Palestina formaba parte del Imperio otomano y estaba
habitada por árabes cristianos y musulmanes en su gran mayoría, así como por una pequeña
comunidad de judíos religiosos que, aunque minoritaria, tenía una implantación significativa
en la ciudad de Jerusalén y en sus alrededores.
Las detonantes de este conflicto: Entre los acontecimientos que detonaron el conflicto, se
encuentra el hecho de que la seguridad de Israel prohibió que los palestinos musulmanes se
reunieran en la mezquita de Al-Aqsa por la noche para celebrar el último día del Ramadán, a lo
que se le sumó la orden de desalojo de una familia de refugiados palestinos en el barrio
cercano de Sheij Jarrah, con una ley creada en los años setenta que establece que los
propietarios israelíes pueden reclamar la propiedad de la tierra, pero esto excluye a los
palestinos ya que de ausentarse, su propiedad se transfiere al Estado de Israel.
También tenemos a los ultra nacionalistas israelíes, que se adhieren a los colonos radicales que
reclaman que toda Jerusalén debe ser judaizado, a lo que Hamás respondió el 10 de mayo con
el ultimátum en que exigía a Israel retirar sus fuerzas de la Explanada de las mezquitas y parar
los desalojos de palestinos. Israel no atendió sus peticiones y Hamás comenzó la carga de
cohetes y misiles contra ciudades israelíes, causando fuertes disturbios, señaló la académica.
Este conflicto no es únicamente una crisis humanitaria, es más bien una crisis política que tiene
un aspecto humanitario terrible, pero es un error convertir la cuestión de Gaza únicamente en
eso, ya que se oculta un conflicto político que sólo se puede resolver de manera política y para
eso hay que negociar. El problema es que una parte no quiere negociar y la parte que sí quiere
se le acusa de corrupción.
La disputa por la tierra es reciente: comenzó con la creación del Estado de Israel en 1948. El
contencioso religioso entre judíos y árabes se remonta en cambio -según el Corán, el libro
sagrado del islam, creencia de la mayoría de los miembros de la etnia árabe- a muchos siglos
antes. En concreto a los hijos del patriarca Abraham, “padre de todos los creyentes”, tanto
para judíos como para cristianos y musulmanes.