basado en Mateo 26:36-56; Marcos 14:32-50; Lucas 22:39-53; Juan 18:1-12.
Un ángel consolando a Jesús antes de su arresto en el Jardín de
Getsemaní de Carl Bloch.
Tres veces fué arrancada de sus labios la oración por liberación.
El Cielo no podía ya soportar la escena, y un mensajero de consuelo fué enviado al Hijo de Dios. . DTG 707.4 GETSEMANÍ: "LA PRENSA DE ACEITE" Y LAS OLIVAS MACHACADAS
LA PRENSA DE OLIVA TIENE UNA ENSEÑANZA MUY IMPORTANTE:
La prensa consistía en dos piedras redondas que giraban, en la que se ponían las olivas que se iban moliendo las que luego de varias vueltas quedarían totalmente trituradas. La piedra redonda tiene un agujero en medio, donde se colocaba un palo en forma horizontal, y la otra piedra está frente a ella tiene un agujero donde se colocaba un palo en forma vertical, de modo que se hacía girar esa primera piedra mencionada, lo que provocaba que la aceituna se prensara una y otra vez. Cuando se han triturado bien las olivas en el molino, se extrae el aceite que quedó de la primera prensada lo que conocemos como el aceite virgen. Entonces se quitan las olivas trituradas y las colocan en unas canastas que luego se apilan una sobre otra encima de una piedra grande, la que tiene unas guías o ranuras:
El aceite desciende por las ranuras de la piedra y llega a una
canaleta que en su base cuenta con un vertedero y luego cae en un pozo.
Jesús, antes de experimentar su más grande victoria, experimentó
su más grande quebranto. "Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad con migo" Mateo 26: 38. Precisamente, en el monte de los Olivos, en el lugar llamado Getsemaní que significa prensa de aceite, allí mismo, la vida de Jesús, fue exprimida, y traspirando gotas de sangre clamó al Padre diciéndole: "Padre, si quieres, pasa de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya." Lucas 22:42.
NOS ES NECESARIO PASAR POR LA PRENSA DE OLIVO
PARA SER QUEBRANTADOS. ¿Cuántas veces tenemos que ir a la prensa de olivas?! Eso depende de nuestra obediencia. Nuestra condición humana impide muchas veces el fluir de Dios en nuestra vida, y no es solo hasta que nuestro Yo es quebrantado, cuando el aceite del Espíritu Santo sea derramado de forma abundante sobre nosotros.
¿Sabías tú que de tus más profundos quebrantos Dios saca las
mejores cosas de ti? Dios no va a extraer lo mejor de ti si primero no te saca todo lo que le estorba. HASTA QUE DIOS NO TE DESPOJE DE TODO LO QUE ESTORBA, NO PODRÁ UNGIRTE. LA UNCIÓN BROTARÁ DE TI, DE LA PRENSA DE ACEITE. En medio del quebrantamiento genuino de nuestro corazón, Dios encuentra el momento idóneo para derramar su unción, que nos será marca inequívoca del propósito para el cual Él quiere usarnos. "Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. " (1ra Juan 2:20) Hechos 5:32 dice: "...Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen ...".
EL ACEITE ES UN RECURSO MUY IMPORTANTE. Valorado,
especialmente en las zonas desérticas. Además de ser usado como alimento, tenía otras funciones también importantísimas: Servía como cosmético, era muy bueno como remedio para las heridas, también se usaba como combustible para las lámparas.
Era también usado para ungir a los reyes, profetas y sacerdotes.
En el templo se encontraba el aceite de la santa unción que además de oliva tenía otras sustancias ordenadas por Dios para algunos menesteres del templo.
ESTO ES UN EMBLEMA DE LA UNCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO.
Necesitamos desesperadamente esa unción que nos ayudara a pasar al siguiente escalón espiritual, a romper las cadenas del pasado, y a someter todo deseo del viejo hombre, tal como está escrito:
"Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu
hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa de la unción." (lsaías 10:27)
¿TÚ QUIERES MÁS UNCIÓN? Entonces tienes que permitir que
Dios toque tu vida, tienes que permitirle que te meta en la prensa de aceite. DIOS EXTRAERÁ LO MEJOR DE TI, NO TE QUEPA LA MENOR DUDA. No habrá aceite sí no hay olivas machacadas! En el monte de Getsemaní Jesús se arrodilló y le dijo a Dios: "No mi voluntad sino la tuya".
Dios va a ungir personas que están dispuestas realmente a hacer
lo que Jesús hizo en Getsemaní, No hay aceite sin olivas machacadas, sin olivas molidas, hoy tienes que venir a tu Getsemaní por tu propia voluntad y decirle a Dios: "Aquí vengo para que se haga tu voluntad, estoy dispuesto a entregarte todo Señor".
"DEL MAYOR QUEBRANTO DEL HOMBRE SE OBTIENEN LAS
MEJORES COSAS DE ÉL".
¿Por qué sufrió Jesús en un jardín de olivos llamado Getsemaní?
Los cuatro evangelios del Nuevo Testamento enfocan la mayor parte de sus narraciones de la vida de Jesús en la última semana de su vida, a menudo llamada la Semana de la Pasión, los Evangelios de Marcos, Mateo y Lucas fueron escritos siguiendo el patrón de la antigua biografía. En una biografía antigua, los escritores estaban más preocupados por retratar las características emulables, loables y representativas clave de la vida del héroe. Las biografías antiguas normalmente no narraban los detalles de la vida del héroe, sino que se centraban en algunos eventos clave de la vida representativos, especialmente en los eventos que conducían a la muerte del héroe. Los evangelios del Nuevo Testamento siguen este patrón, particularmente Marcos, Mateo y Lucas. La mayoría de sus palabras están enfocadas en la última semana de la vida de Jesús, con especial atención a cómo murió y su inesperada y triunfante resurrección. Cada uno de los cuatro evangelios registra que Jesús sufrió un dolor insoportable en el Jardín de Getsemaní. ¿Por qué sufrió tanto en ese lugar? ¿Qué podemos aprender acerca de Jesús y su amor por nosotros al elegir en qué lugar sufrió? ¿Por qué sufrir en un jardín? Cuando Dios creó el mundo y declaró que todo era bueno , colocó a Adán y Eva en un jardín con el mandato de cuidarlo y evitar comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 1-3). Como es bien sabido, Adán y Eva, engañados por el diablo, comieron del fruto prohibido y fueron expulsados de la presencia de Dios, sacados del jardín y enviados a trabajar y sufrir en un mundo caído. La palabra "engañado" significa "ser completamente engañado". Adán y Eva eran como niños inocentes engañados en desobediencia. Para otro ejemplo del uso de "engañado" en el Antiguo Testamento, vea la historia del patriarca Jacob, quien sin saberlo, fue engañado y engañado por su suegro Labán en Génesis 29:25. Después de la caída, Dios hizo convenios con Sus profetas (como Abraham) y con Su pueblo elegido (los hijos de Israel) para prepararlos y al mundo para la redención de los efectos de perder la presencia de Dios en el jardín sagrado. Estos pactos piadosos a menudo se decretaban o representaban en las cimas de las montañas (templos simbólicos) o en los templos (jardines simbólicos) para representar el retorno al estado de jardín que Dios había creado al principio. Como nunca pudimos regresar al Jardín de Dios, necesitábamos un mediador, un constructor de puentes, un cuidador del jardín con la llave de la puerta del Jardín, para llevarnos al Jardín y dejarnos entrar. Jesús sufrió en un jardín para poder llevarnos a todos al jardín de la presencia de Dios. ¿Por qué sufrir en Getsemaní? De todos los jardines en los que Jesús podría haber sufrido, y había muchos alrededor de Jerusalén y en la tierra de Israel, ¿por qué escogió Jesús a Getsemaní? Hay muchas razones hermosas y simbólicas. Discutiré unos cuantos a continuación.
Primero , sabemos que Jesús descendería por debajo de todas las
cosas. El Jardín de Getsemaní estaba en el fondo del valle, entre la ciudad santa de Jerusalén y el Monte de los Olivos, desde donde Jesús luego ascendió al cielo. Simbólicamente, el Jardín de Getsemaní era un lugar bajo cerca de Jerusalén. En segundo lugar , el arroyo Kidron corría cerca. Este arroyo ayudó a lavar la sangre de los animales de sacrificio del templo (es posible que uno de los desagües del templo haya corrido a este lugar). Jesús, como el verdadero cordero del sacrificio, puede haber tenido algo de Su sangre lavada en el arroyo Kidron cerca del Jardín de Getsemaní. Durante la Pascua, miles de corderos habrían sido sacrificados en el templo. La sangre y el agua que bajaban del templo habrían creado un arroyo oscuro y oscuro. De hecho, la palabra "Kidron" significa "estar oscuro", posiblemente debido a la sangre del sacrificio que corría en su curso. Tercero , el significado de Getsemaní es "prensa de aceite", que es altamente significativo y simbólico de la expiación de Jesucristo. El jardín de Getsemaní es donde las aceitunas fueron prensadas en aceite. El aceite de oliva, en mi opinión, es el mejor símbolo material para representar la sangre expiatoria de Jesucristo. En el Jardín de Getsemaní, Jesús fue presionado por la presión extrema de su sufrimiento por todos nosotros que su aceite de oliva, es decir, su sangre brotó de sus poros. Cuando se presiona con presión extrema, el aceite de oliva rezuma de los poros de las aceitunas en gotas de color rojo sangre. La primera vez que experimenté este hecho sorprendente fue cuando estudié en el BYU Jerusalem Center hace algunos años. Habíamos cosechado aceitunas de los olivos del Centro y preparados para producir aceite que pudiéramos consagrar para los propósitos del sacerdocio.
El día de prensar las aceitunas para extraer el aceite, me dirigí a la
estación de prensado. Las aceitunas estaban siendo sometidas a una tremenda presión entre un tornillo de presión y la hermosa piedra caliza blanca de Jerusalén. A medida que me acercaba, mi aliento fue quitado. Pensé que vi sangre derramándose sobre la piedra caliza blanca, como si una víctima sacrificial estuviera dando su vida. Estuve muy sorprendido. No tenía idea de que el aceite de oliva emerge inicialmente del rojo sangre de olivo antes de que se vuelva el hermoso verde dorado con el que estamos tan familiarizados. Getsemaní es la prensa de aceite donde Jesús sacó la sangre de su expiación En un instante, la realidad simbólica del aceite de oliva se quemó en mi alma. Comprendí por qué reyes y reinas, profetas y profetisas, sacerdotes y sacerdotisas antiguamente (y hoy) estaban ungidos con aceite. Más importante aún, inmediatamente entendí por qué usamos aceite de oliva en las bendiciones del sacerdocio: tenemos fe en la sangre expiatoria de Jesús para sanarnos espiritual yfísicamente. El símbolo de Su sangre expiatoria se coloca en nuestros cuerpos como un recordatorio real, presente, físico e invitación a confiar en Él y a confiar en Su sangre salvadora. Jesús pudo haber sufrido en cualquier parte. Pero eligió el hermoso y simbólicamente significativo jardín de la prensa de aceite, Getsemaní, para invitarnos y preparar el camino para que regresemos al reino celestial de Dios.
aceite que se extraía era usado para ungir o dedicar a los reyes, sacerdotes y profetas. El aceite es un símbolo del Espíritu Santo.. PVGM 336.3
En Mateo 26:36, Marcos 14:32 y en Juan 18:1 se menciona el
mismo huerto llamado Getsemaní.
La palabra “Getsemaní” en griego es “gethsimâni” “Γεθσημανῆ”,
esta palabra es de origen caldeo y significa “prensa de aceite o aceitunas”. Esta palabra fue adoptada como nombre para un huerto que estaba cerca de Jerusalén.
Un “Getsemaní” no era más que una piedra con un peso que
sobrepasaba los 130 Kg. que se usaba como prensa para extraer el aceite de los olivos que usualmente se encontraba en un huerto o cerca de uno.
¿Cómo funcionaba el Getsemaní?
1. Luego de ser cosechadas las aceitunas, eran colocadas en un
gran tazón para ser molidas con una piedra de molino, piedra de la cual habló el Señor Yeshûa. “Pero cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de asno, y lo hundieran en lo profundo del mar.” (Mateo 18:6).
2. Al dar vuelta a la piedra del molino, la cual era movida por un
asno, pues era muy pesada, la piedra rodaba sobre las aceitunas y las molía hasta hacerlas pulpa.
3. La pulpa era recogida en cestas y colocadas bajo una enorme
piedra en un hoyo el cual se conocía como Getsemaní, con el que se empezaba a extraer por el enorme peso, el aceite.
4. Bajo esta gran presión, el aceite de las aceitunas fluía de las
canastas hacia un hoyo debajo.
5. Los grandes pesos y la viga usados para prensar el aceite eran
el Getsemaní.
6. Se acostumbraba que el primer aceite que se extraía era usado
para ungir o dedicar a los reyes, sacerdotes y profetas.
Getsemaní
En los Evangelios tanto Mateo como Lucas dan testimonio del
sufrimiento, el estado de ánimo, la agonía y el enorme peso que debió llevar el Mesías Yeshûa por causa del pecado de la humanidad, el cual lo molió y aplastó hasta que brotó de él la sangre, por la cual fuimos ungidos o escogidos para ser un reino de sacerdotes del Eterno Dios, tal como lo hacía un Getsemaní.
“Y Yeshûa se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó
a sentirse afligido y angustiado. Y les dijo: -Es tal la aflicción que me invade, que me siento morir-. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo.” (Mateo 26:37).
“Y estando en agonía, se puso a orar con más fervor, y su sudor
era como gotas de sangre que caían a tierra.” (Lucas 22:44)
Ahora, podemos entender mucho mejor las palabras del profeta:
“Mas Él fue molido por nuestras transgresiones, aplastado por nuestras iniquidades. El peso de nuestra paz, cayó sobre Él. Y por sus heridas [de las cuales brotó su sangre] hemos sido sanados.” (Isaías 53:5).
Por lo tanto, Yeshûa nuestro Salvador y Mesías ya pasó por el
Getsemaní para que tú y yo tengamos esperanza de vida eterna.
Considere todo aquel que ama a Dios que ahora, mientras es de
día, es tiempo, no de trabajar entre las ovejas que ya están en el redil, sino de salir a buscar a los perdidos y a los que perecen. Estos necesitan ayuda especial para ser traídos de vuelta al redil. Ya es tiempo de que los indiferentes despierten de su sueño. Ya es tiempo de rogar a las almas que no solamente escuchen la Palabra de Dios, sino que se apresuren en llenar de aceite las vasijas juntamente con sus lámparas. El aceite es la justicia de Cristo. Representa el carácter, y el carácter no es transferible. Nadie puede obtenerlo para darlo a otro. Cada uno debe lograr para sí un carácter purificado de toda mancha de pecado. El Señor viene con poder y gran gloria. Entonces separará completamente a los justos de los impíos. Pero el aceite no podrá ser transferido en ese momento a las vasijas de los que no lo tienen. Entonces se cumplirán las palabras de Cristo: “Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada. Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado”. Los justos y los impíos deben estar relacionados en la obra de la vida. Pero el Señor lee el carácter; él discierne a los que son hijos obedientes, a los que respetan y aman sus mandamientos. . TM 233.2-TM 234.1 REQUIERE MUCHO SACRIFICIO ENTREGAR COMPLETAMENTE NUESTRA VOLUNTAD A LA VOLUNTAD DE DIOS
Requiere sacrificio entregarnos a Dios, pero es sacrificio de lo
inferior por lo superior, de lo terreno por lo espiritual, de lo perecedero por lo eterno. No desea Dios que se anule nuestra voluntad, porque solamente mediante su ejercicio podemos hacer lo que Dios quiere. Debemos entregar nuestra voluntad a él para que podamos recibirla de vuelta purificada y refinada, y tan unida en simpatía con el Ser divino que él pueda derramar por nuestro medio los raudales de su amor y su poder. Por amarga y dolorosa que parezca esta entrega al corazón voluntarioso y extraviado, aun así nos dice: “Mejor te es”. Hasta que Jacob no cayó desvalido y sin fuerzas sobre el pecho del Angel del pacto, no conoció la victoria de la fe vencedora ni recibió el título de príncipe con Dios. Sólo cuando “cojeaba de su cadera” se detuvieron las huestes armadas de Esaú, y el Faraón, heredero soberbio de un linaje real, se inclinó para pedir su bendición. Así el autor de nuestra salvación se hizo “perfecto... por medio de los padecimientos”, y los hijos de fe “sacaron fuerzas de debilidad” y “pusieron en fuga ejércitos extranjeros”. Así “los cojos arrebatarán presa”, el débil “será como David” y “la casa de David como... el ángel de Jehová”.29Génesis 32:31; Hebreos 2:10; 11:34; Isaías 33:23; Zacarías 12:8. . DMJ 56.1-DMJ 56.2
Jesús vivió, sufrió y murió para redimirnos. Se hizo “Varón de
dolores” para que nosotros fuésemos hechos participantes del gozo eterno. Dios permitió que su Hijo amado, lleno de gracia y de verdad, viniese de un mundo de indescriptible gloria a esta tierra corrompida y manchada por el pecado, obscurecida por la sombra de muerte y maldición. Permitió que dejase el seno de su amor, la adoración de los ángeles, para sufrir vergüenza, insultos, humillación, odio y muerte. “El castigo de nuestra paz cayó sobre él, y por sus llagas nosotros sanamos.”12Isaías 53:5. ¡Miradlo en el desierto, en el Getsemaní, sobre la cruz! El Hijo inmaculado de Dios tomó sobre sí la carga del pecado. El que había sido uno con Dios sintió en su alma la terrible separación que el pecado crea entre Dios y el hombre. Esto arrancó de sus labios el angustioso clamor: “¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿por qué me has desamparado?”13Mateo 27:46. Fué la carga del pecado, el reconocimiento de su terrible enormidad y de la separación que causa entre el alma y Dios, lo que quebrantó el corazón del Hijo de Dios. . CC 13.1 Pero este gran sacrificio no fué hecho para crear amor en el corazón del Padre hacia el hombre, ni para moverle a salvarnos. ¡No! ¡No! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dió a su Hijo unigénito.”14Juan 3:16. Si el Padre nos ama no es a causa de la gran propiciación, sino que El proveyó la propiciación porque nos ama. Cristo fué el medio por el cual el Padre pudo derramar su amor infinito sobre un mundo caído. “Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo mismo al mundo.”152 Corintios 5:19. Dios sufrió con su Hijo. En la agonía del Getsemaní, en la muerte del Calvario, el corazón del Amor infinito pagó el precio de nuestra redención. . CC 13.2 Cristo manda continuamente mensajes a los que escuchan su voz. En la noche de la agonía del Getsemaní, los discípulos que dormían no oyeron la voz de Jesús. Aunque tenían una débil percepción de la presencia de los ángeles, no participaron de la fuerza y la gloria de la escena. A causa de su somnolencia y estupor, no recibieron las evidencias que hubieran fortalecido su espíritu para los terribles acontecimientos que se avecinaban. Así también hoy día: los hombres que más necesitan la instrucción divina no la reciben, porque no se ponen en comunión con el cielo. . CE 226.1
El reino de la gracia fue instituido inmediatamente después de la
caída del hombre, cuando se delineó un plan para la redención de la raza culpable. Este reino existía entonces en el designio y por la promesa de Dios; y mediante la fe los hombres podían hacerse sus súbditos. Sin embargo, no fue establecido en realidad hasta la muerte de Cristo. Aun después de iniciada su misión terrenal, el Salvador, cansado de la obstinación e ingratitud de los hombres, podría haber retrocedido del sacrificio en el Calvario. En el Getsemaní la copa de la aflicción tembló en su mano. Aun entonces hubiera podido enjugar el sudor de sangre de su frente y dejar que la raza culpable pereciese en su iniquidad. Si lo hubiera hecho, no habría habido redención para la humanidad caída. Pero cuando el Salvador hubo entregado su vida y exclamado en su último aliento: “Consumado es”, entonces el cumplimiento del plan de la redención quedó asegurado. La promesa de salvación hecha a la pareja culpable en el Edén quedó ratificada. El reino de la gracia, que hasta entonces existiera por la promesa de Dios, quedó establecido. . CES 72.1-CES 72.2 Por encima del trono se destaca la cruz; y como en vista panorámica aparecen las escenas de la tentación, la caída de Adán y las fases sucesivas del gran plan de redención. El humilde nacimiento del Salvador; su juventud pasada en la sencillez y en la obediencia; su bautismo en el Jordán; el ayuno y la tentación en el desierto; su ministerio público, que reveló a los hombres las bendiciones más preciosas del cielo; los días repletos de obras de amor y misericordia, y las noches pasadas en oración y vigilia en la soledad de los montes; las conspiraciones de la envidia, del odio y de la malicia con que se recompensaron sus beneficios; la terrible y misteriosa agonía en Getsemaní, bajo el peso anonadador de los pecados de todo el mundo; la traición que le entregó en manos de la turba asesina; los terribles acontecimientos de esa noche de horror—el preso resignado y olvidado de sus discípulos más amados, arrastrado brutalmente por las calles de Jerusalén; el hijo de Dios presentado con visos de triunfo ante Anás, obligado a comparecer en el palacio del sumo sacerdote, en el pretorio de Pilato, ante el cobarde y cruel Herodes; ridiculizado, insultado, atormentado y condenado a muerte—todo eso está representado a lo vivo. . CI 115.2 La vida terrenal del Salvador fué una vida de oración. Muchas fueron las horas que pasó a solas con Dios. A menudo dirigía fervientes oraciones a su Padre celestial. De ese modo obtuvo la sabiduría y la fortaleza que le sostuvieron en su obra, y le libraron de caer en las tentaciones de Satanás. . CNS 90.1 Después de comer la cena de pascua con sus discípulos, Jesús se dirigió con ellos al huerto de Getsemaní, adonde solía retirarse a orar. Por el camino el Maestro conversaba con ellos y les daba instrucciones; pero al acercarse al huerto, se notó que guardaba silencio. . CNS 90.2 Jesús fué llevado del huerto de Getsemaní seguido por aquella turba ruidosa. Andaba con dolor, pues sus manos estaban fuertemente atadas y los soldados le custodiaban estrechamente. . CNS 102.1 Aunque Judas tenía por naturaleza mucho amor al dinero, no siempre había sido depravado y malo hasta el extremo de poder hacer tamaña villanía. Pero había fomentado dentro de sí el mal espíritu de la codicia hasta transformarlo en la pasión dominante de su vida, y hacerse capaz de vender a su Señor por treinta monedas de plata, el precio de un esclavo. Se atrevió a entregarlo en Getsemaní con un beso. . CNS 108.2 Dios conoce el fin desde el principio. Conoce el corazón de todo hombre. Lee todo secreto del alma. Sabe si aquellos por quienes se hace oración podrían o no soportar las pruebas que les acometerían si hubiesen de sobrevivir. Sabe si sus vidas serían bendición o maldición para sí mismos y para el mundo. Esto es una razón para que, al presentarle encarecidamente a Dios nuestras peticiones, debamos decirle: “Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Lucas 22:42. Jesús añadió estas palabras de sumisión a la sabiduría y voluntad de Dios cuando en el huerto de Getsemaní rogaba: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero sino como tú”. Mateo 26:39. Y si estas palabras eran apropiadas para el Hijo de Dios, ¡cuánto más lo serán en labios de falibles y finitos mortales! . CPI 555.1 No lloraba por sí mismo, por más que supiera adonde iba: el Getsemaní, lugar de su próxima y terrible agonía, que se extendía ante su vista. La puerta de las ovejas se divisaba también; por ella habían entrado durante siglos y siglos la víctimas para el sacrificio, y pronto iba a abrirse para él, cuando “como cordero” fuera “llevado al matadero”. Isaías 53:7. Poco más allá se destacaba el Calvario, lugar de la crucifixión. Sobre la senda que pronto le tocaría recorrer, iban a caer densas y horrorosas tinieblas mientras él entregaba su alma en expiación por el pecado. No era, sin embargo, la contemplación de aquellas escenas lo que arrojaba sombras sobre el Señor en aquella hora de gran regocijo, ni tampoco el presentimiento de su angustia sobrehumana lo que nublaba su alma generosa. Lloraba por el fatal destino de los millares de Jerusalén, por la ceguedad y por la dureza de corazón de aquellos a quienes él viniera a bendecir y salvar. . CS 18.1 El reino de la gracia fue instituido inmediatamente después de la caída del hombre, cuando se ideó un plan para la redención de la raza culpable. Este reino existía entonces en el designio de Dios y por su promesa; y mediante la fe los hombres podían hacerse sus súbditos. Sin embargo, no fue establecido en realidad hasta la muerte de Cristo. Aun después de haber iniciado su misión terrenal, el Salvador, cansado de la obstinación e ingratitud de los hombres, habría podido retroceder ante el sacrificio del Calvario. En Getsemaní la copa del dolor le tembló en la mano. Aun entonces, hubiera podido enjugar el sudor de sangre de su frente y dejar que la raza culpable pereciese en su iniquidad. Si así lo hubiera hecho no habría habido redención para la humanidad caída. Pero cuando el Salvador hubo rendido la vida y exclamado en su último aliento: “Consumado es”, entonces el cumplimiento del plan de la redención quedó asegurado. La promesa de salvación hecha a la pareja culpable en el Edén quedó ratificada. El reino de la gracia, que hasta entonces existiera por la promesa de Dios, quedó establecido. . CS 347.2 Los designios de la misericordia infinita alcanzaban a cumplirse, hasta por medio del desengaño de los discípulos. Si bien sus corazones habían sido ganados por la gracia divina y el poder de las enseñanzas de Aquel que hablaba como “jamás habló hombre alguno”, conservaban, mezclada con el oro puro de su amor a Jesús, la liga vil del orgullo humano y de las ambiciones egoístas. Hasta en el aposento de la cena pascual, en aquella hora solemne en que su Maestro estaba entrando ya en las sombras de Getsemaní, “hubo también entre ellos una contienda sobre quién de ellos debía estimarse como el mayor”. Lucas 22:24 (VM). No veían más que el trono, la corona y la gloria, cuando lo que tenían delante era el oprobio y la agonía del huerto, el pretorio y la cruz del Calvario. Era el orgullo de sus corazones, la sed de gloria mundana lo que les había inducido a adherirse tan tenazmente a las falsas doctrinas de su tiempo, y a no tener en cuenta las palabras del Salvador que exponían la verdadera naturaleza de su reino y predecían su agonía y muerte Y estos errores remataron en prueba—dura pero necesaria—que Dios permitió para escarmentarlos. Aunque los discípulos comprendieron mal el sentido del mensaje y vieron frustrarse sus esperanzas, habían predicado la amonestación que Dios les encomendara, y el Señor iba a recompensar su fe y honrar su obediencia confiándoles la tarea de proclamar a todas las naciones el glorioso evangelio del Señor resucitado. Y a fin de prepararlos para esta obra, había permitido que pasaran por el trance que tan amargo les pareciera. . CS 348.2 Por encima del trono se destaca la cruz; y como en vista panorámica aparecen las escenas de la tentación, la caída de Adán y las fases sucesivas del gran plan de redención. El humilde nacimiento del Salvador; su juventud pasada en la sencillez y en la obediencia; su bautismo en el Jordán; el ayuno y la tentación en el desierto; su ministerio público, que reveló a los hombres las bendiciones más preciosas del cielo; los días repletos de obras de amor y misericordia, y las noches pasadas en oración y vigilia en la soledad de los montes; las conspiraciones de la envidia, del odio y de la malicia con que se recompensaron sus beneficios; la terrible y misteriosa agonía en Getsemaní, bajo el peso anonadador de los pecados de todo el mundo; la traición que le entregó en manos de la turba asesina; los terribles acontecimientos de esa noche de horror; el preso resignado y olvidado de sus discípulos más amados, arrastrado brutalmente por las calles de Jerusalén; el hijo de Dios presentado con visos de triunfo ante Anás, obligado a comparecer en el palacio del sumo sacerdote, en el pretorio de Pilato, ante el cobarde y cruel Herodes; ridiculizado, insultado, atormentado y condenado a muerte; todo eso está representado a lo vivo. . CS 647.2 El Hijo de Dios circundó de amor este mundo que Satanás reclamaba como suyo y gobernaba con tiranía cruel, y lo ligó de nuevo al trono de Jehová mediante una proeza inmensa. Los querubines, serafines y las huestes innumerables de todos los mundos no caídos entonaron himnos de loor a Dios y al Cordero cuando su victoria quedó asegurada. Se alegraron de que el camino a la salvación se hubiera abierto al género humano pecaminoso y porque la tierra iba a ser redimida de la maldición del pecado. ¡Cuánto más deben regocijarse aquellos que son objeto de tan asombroso amor! . DMJ 89.6 Cuando Jesús presentó la verdad escrutadora que hizo que tantos de sus discípulos se volvieran atrás, sabía cuál sería el resultado de sus palabras; pero tenía un propósito de misericordia que cumplir. Preveía que en la hora de la tentación cada uno de sus amados discípulos sería severamente probado. Su agonía de Getsemaní, su entrega y crucifixión, serían para ellos una prueba muy penosa. Si no hubiese venido una prueba anterior, habrían estado relacionados con ellos muchos impulsados solamente por motivos egoístas. Cuando su Señor fuese condenado en el tribunal; cuando la multitud que le había saludado como Rey le silbase y le vilipendiase; cuando la muchedumbre escarnecedora clamase: “Crucifícale;” cuando sus ambiciones mundanales fuesen frustradas, estos egoístas, renunciando a su fidelidad a Jesús habrían abrumado el corazón de los discípulos con una amarga tristeza adicional al pesar y chasco que sentían al ver naufragar sus esperanzas más caras. En esa hora de tinieblas, el ejemplo de los que se apartasen de él podría haber arrastrado a otros con ellos. Pero Jesús provocó esta crisis mientras podía por su presencia personal fortalecer todavía la fe de sus verdaderos seguidores. . DTG 359.1 Finalmente, Cristo les dice que no han de ir más lejos. Apartándose un poco de ellos, el Varón de dolores derrama sus súplicas con fuerte clamor y lágrimas. Implora fuerzas para soportar la prueba en favor de la humanidad. El mismo debe establecer nueva comunión con la Omnipotencia, porque únicamente así puede contemplar lo futuro. Y vuelca los anhelos de su corazó n en favor de sus discípulos, para que en la hora del poder de las tinieblas no les falte la fe. El rocío cae abundantemente sobre su cuerpo postrado, pero él no le presta atención. Las espesas sombras de la noche le rodean, pero él no considera su lobreguez. Y así las horas pasan lentamente. Al principio, los discípulos unen sus oraciones a las suyas con sincera devoción; pero después de un tiempo los vence el cansancio y, a pesar de que procuran sostener su interés en la escena, se duermen. Jesús les ha hablado de sus sufrimientos; los trajo consigo esta noche para que pudiesen orar con él; aun ahora está orando por ellos. El Salvador ha visto la tristeza de sus discípulos, y ha deseado aliviar su pesar dándoles la seguridad de que su fe no ha sido inútil. No todos, aun entre los doce, pueden recibir la revelación que desea impartirles. Sólo los tres que han de presenciar su angustia en el Getsemaní han sido elegidos para estar con él en el monte. Ahora, su principal petición es que les sea dada una manifestación de la gloria que tuvo con el Padre antes que el mundo fuese, que su reino sea revelado a los ojos humanos, y que sus discípulos sean fortalecidos para contemplarlo. Ruega que ellos puedan presenciar una manifestación de su divinidad que los consuele en la hora de su agonía suprema, con el conocimiento de que él es seguramente el Hijo de Dios, y que su muerte ignominiosa es parte del plan de la redención. . DTG 388.4 Fije el pecador arrepentido sus ojos en “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo;” y contemplándolo, se transformará. Su temor se trueca en gozo, sus dudas en esperanza. Brota la gratitud. El corazón de piedra se quebranta. Una oleada de amor inunda el alma. Cristo es en él una fuente de agua que brota para vida eterna. Cuando vemos a Jesús, Varón de dolores y experimentado en quebrantos, trabajando para salvar a los perdidos, despreciado, escarnecido, echado de una ciudad a la otra hasta que su misión fué cumplida; cuando le contemplamos en Getsemaní, sudando gruesas gotas de sangre, y muriendo en agonía sobre la cruz; cuando vemos eso, no podemos ya reconocer el clamor del yo. Mirando a Jesús, nos avergonzaremos de nuestra frialdad, de nuestro letargo, de nuestro egoísmo. Estaremos dispuestos a ser cualquier cosa o nada, para servir de todo corazón al Maestro. Nos regocijará el llevar la cruz en pos de Jesús, el sufrir pruebas, vergüenza o persecución por su amada causa.. DTG 407.1 Las lágrimas de Jesús no fueron derramadas porque presintiera su sufrimiento. Delante de él estaba el Getsemaní, donde pronto le envolvería el horror de una grande obscuridad. También estaba a la vista la puerta de las ovejas, por la cual habían sido llevados durante siglos los animales destinados a los sacrificios. Esta puerta pronto habría de abrirse para él, el gran Cordero de Dios, hacia cuyo sacrificio por los pecados del mundo habían señalado todas aquellas ofrendas. Estaba cerca el Calvario, el lugar de su inminente agonía. Sin embargo, no era por causa de estas señales de su muerte cruel por lo que el Redentor lloraba y gemía con espíritu angustiado. Su tristeza no era egoísta. El pensamiento de su propia agonía no intimidaba a aquella alma noble y abnegada. Era la visión de Jerusalén la que traspasaba el corazón de Jesús: Jerusalén, que había rechazado al Hijo de Dios y desdeñado su amor, que rehusaba ser convencida por sus poderosos milagros y que estaba por quitarle la vida. El vió lo que era ella bajo la culpabilidad de haber rechazado a su Redentor, y lo que hubiera podido ser si hubiese aceptado a Aquel que era el único que podía curar su herida. Había venido a salvarla; ¿cómo podía abandonarla? . DTG 528.2 Jesús y los discípulos iban hacia Getsemaní, al pie del monte de las Olivas, lugar apartado que él había visitado con frecuencia para meditar y orar. El Salvador había estado explicando a sus discípulos la misión que le había traído al mundo y la relación espiritual que debían sostener con él. Ahora ilustró la lección. La luna resplandecía y le revelaba una floreciente vid. Llamando la atención de los discípulos a ella, la empleó como símbolo. . DTG 628.2 Este capítulo está basado en Mateo 26:36-56; Marcos 14:32-50; Lucas 22:39-53; Juan 18:1-12. En Compañía de sus discípulos, el Salvador se encaminó lentamente hacia el huerto de Getsemaní. La luna de Pascua, ancha y llena, resplandecía desde un cielo sin nubes. La ciudad de cabañas para los peregrinos estaba sumida en el silencio. . DTG 636-DTG 636.1 Jesús había estado conversando fervientemente con sus discípulos e instruyéndolos; pero al acercarse a Getsemaní se fué sumiendo en un extraño silencio. Con frecuencia, había visitado este lugar para meditar y orar; pero nunca con un corazón tan lleno de tristeza como esta noche de su última agonía. Toda su vida en la tierra, había andado en la presencia de Dios. Mientras se hallaba en conflicto con hombres animados por el mismo espíritu de Satanás, pudo decir: “El que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que a él agrada, hago siempre.”1Juan 8:29. Pero ahora le parecía estar excluído de la luz de la presencia sostenedora de Dios. Ahora se contaba con los transgresores. Debía llevar la culpabilidad de la humanidad caída. Sobre el que no conoció pecado, debía ponerse la iniquidad de todos nosotros. Tan terrible le parece el pecado, tan grande el peso de la culpabilidad que debe llevar, que está tentado a temer que quedará privado para siempre del amor de su Padre. Sintiendo cuán terrible es la ira de Dios contra la transgresión, exclama: “Mi alma está muy triste hasta la muerte.” . DTG 636.2 La dignidad oficial de los dirigentes judíos no les había impedido unirse al perseguimiento de Jesús. Su arresto era un asunto demasiado importante para confiarlo a subordinados; así que los astutos sacerdotes y ancianos se habían unido a la policía del templo y a la turba para seguir a Judas hasta Getsemaní. ¡Qué compañía para estos dignatarios: una turba ávida de excitación y armada con toda clase de instrumentos como para perseguir a una fiera! . DTG 645.4 Siguió corriendo en la soledad y las tinieblas, sin saber ni querer saber adónde. Por fin se encontró en Getsemaní. Su espíritu evocó vívidamente la escena ocurrida algunas horas antes. El rostro dolorido de su Señor, manchado con sudor de sangre y convulsionado por la angustia, surgió delante de él. Recordó con amargo remordimiento que Jesús había llorado y agonizado en oración solo, mientras que aquellos que debieran haber estado unidos con él en esa hora penosa estaban durmiendo. Recordó su solemne encargo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación.”10 Mateo 26:41. Volvió a presenciar la escena de la sala del tribunal. Torturaba su sangrante corazón el saber que había añadido él la carga más pesada a la humillación y el dolor del Salvador. En el mismo lugar donde Jesús había derramado su alma agonizante ante su Padre, cayó Pedro sobre su rostro y deseó morir. . DTG 660.1 Al cruzar Jesús la puerta del atrio del tribunal de Pilato, la cruz que había sido preparada para Barrabás fué puesta sobre sus hombros magullados y ensangrentados. Dos compañeros de Barrabás iban a sufrir la muerte al mismo tiempo que Jesús, y se pusieron también cruces sobre ellos. La carga del Salvador era demasiado pesada para él en su condición débil y doliente. Desde la cena de Pascua que tomara con sus discípulos, no había ingerido alimento ni bebida. En el huerto de Getsemaní había agonizado en conflicto con los agentes satánicos. Había soportado la angustia de la entrega, y había visto a sus discípulos abandonarle y huir. Había sido llevado a Annás, luego a Caifás y después a Pilato. De Pilato había sido enviado a Herodes, luego de nuevo a Pilato. Las injurias habían sucedido a las injurias, los escarnios a los escarnios; Jesús había sido flagelado dos veces, y toda esa noche se había producido una escena tras otra de un carácter capaz de probar hasta lo sumo a un alma humana. Cristo no había desfallecido. No había pronunciado palabra que no tendiese a glorificar a Dios. Durante toda la deshonrosa farsa del proceso, se había portado con firmeza y dignidad. Pero cuando, después de la segunda flagelación, la cruz fué puesta sobre él, la naturaleza humana no pudo soportar más y Jesús cayó desmayado bajo la carga. . DTG 690.4 Todo el cielo y los mundos que no habían caído fueron testigos de la controversia. Con qué intenso interés siguieron las escenas finales del conflicto. Vieron al Salvador entrar en el huerto de Getsemaní, con el alma agobiada por el horror de las densas tinieblas. Oyeron su amargo clamor: “Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso.”3Mateo 26:39. Al retirarse de él la presencia del Padre, le vieron entristecido con una amargura de pesar que excedía a la de la última gran lucha con la muerte. El sudor de sangre brotó de sus poros y cayó en gotas sobre el suelo. Tres veces fué arrancada de sus labios la oración por liberación. El Cielo no podía ya soportar la escena, y un mensajero de consuelo fué enviado al Hijo de Dios. . DTG 707.4 El Cielo contempló a la Víctima entregada en las manos de la turba homicida y llevada apresuradamente entre burlas y violencias de un tribunal a otro. Oyó los escarnios de sus perseguidores con referencia a su humilde nacimiento. Oyó a uno de sus más amados discípulos negarle con maldiciones y juramentos. Vió la obra frenética de Satanás y su poder sobre los corazones humanos. ¡Oh terrible escena! El Salvador apresado a medianoche en Getsemaní, arrastrado de aquí para allá desde el palacio al tribunal, emplazado dos veces delante de los sacerdotes, dos veces delante del Sanedrín, dos veces delante de Pilato y una vez delante de Herodes. Burlado, azotado, condenado y llevado a ser crucificado, cargado con la pesada cruz, entre el llanto de las hijas de Jerusalén y los escarnios del populacho. . DTG 708.1 Como lugar de su ascensión, Jesús eligió el sitio con tanta frecuencia santificado por su presencia mientras moraba entre los hombres. Ni el monte de Sión, sitio de la ciudad de David, ni el monte Moria, sitio del templo, había de ser así honrado. Allí Cristo había sido burlado y rechazado. Allí las ondas de la misericordia, que volvían aun con fuerza siempre mayor, habían sido rechazadas por corazones tan duros como una roca. De allí Jesús, cansado y con corazón apesadumbrado, había salido a hallar descanso en el monte de las Olivas. La santa shekinah, al apartarse del primer templo, había permanecido sobre la montaña oriental, como si le costase abandonar la ciudad elegida; así Cristo estuvo sobre el monte de las Olivas, contemplando a Jerusalén con corazón anhelante. Los huertos y vallecitos de la montaña habían sido consagrados por sus oraciones y lágrimas. En sus riscos habían repercutido los triunfantes clamores de la multitud que le proclamaba rey. En su ladera había hallado un hogar con Lázaro en Betania. En el huerto de Getsemaní, que estaba al pie, había orado y agonizado solo. Desde esta montaña había de ascender al cielo. En su cumbre, se asentarán sus pies cuando vuelva. No como varón de dolores, sino como glorioso y triunfante rey, estará sobre el monte de las Olivas mientras que los aleluyas hebreos se mezclen con los hosannas gentiles, y las voces de la grande hueste de los redimidos hagan resonar esta aclamación: Coronadle Señor de todos. . DTG 769.2 Ahora, con los once discípulos, Jesús se dirigió a la montaña. Mientras pasaban por la puerta de Jerusalén, muchos ojos se fijaron, admirados en este pequeño grupo conducido por Uno que unas semanas antes había sido condenado y crucificado por los príncipes. Los discípulos no sabían que era su última entrevista con su Maestro. Jesús dedicó el tiempo a conversar con ellos, repitiendo sus instrucciones anteriores. Al acercarse a Getsemaní, se detuvo, a fin de que pudiesen recordar las lecciones que les había dado la noche de su gran agonía. Volvió a mirar la vid por medio de la cual había representado la unión de su iglesia consigo y con el Padre; volvió a repetir las verdades que había revelado entonces. En todo su derredor había recuerdos de su amor no correspondido. Aun los discípulos que tan caros eran a su corazón, le habían cubierto de oprobio y abandonado en la hora de su humillación. . DTG 770.1 El apostol San Juan fue distinguido por sobre sus hermanos como el “discípulo a quien amaba Jesús”. Juan 21:20. Aunque no era en el más mínimo grado cobarde, débil o vacilante en carácter, poseía una disposición amable, y un corazón cálido y amoroso. Parecía haber gozado, en un sentido preeminente, de la amistad de Cristo, y recibía muchas muestras de la confianza y del amor de su Salvador. El fue uno de los tres a quienes se les permitió presenciar la gloria de Cristo sobre el monte de la transfiguración, y su agonía en el Getsemaní; y a Juan, nuestro Señor confió el cuidado de su madre en las últimas horas de angustia sobre la cruz. . ECFP 51.1 Nuestro pequeño mundo es un libro de texto para el universo.—El Deseado de Todas las Gentes, 11 (1898).Elena G. de White declara que los mundos no caídos y los ángeles del cielo observaron la lucha de Cristo en el Getsemaní “con intenso interés”. Al exponer el conflicto de 4.000 años que Cristo sostuvo con Satanás y su victoria definitiva en la cruz, ella utiliza frases como las siguientes: “el universo celestial lo contemplo todo”, “todo el cielo y los mundos que no habían caído fueron testigos”, “vieron”, “oyeron”, “el cielo contempló”, “¡qué espectáculo para el universo celestial!” Ver. El Deseado de Todas las Gentes, 707-708. . EUD 29.4 El anhelo de simpatía y amor es implantado en el corazón por Dios mismo. Cristo, en su hora de agonía en el Getsemaní anheló la simpatía de sus discípulos. Y Pablo, aunque aparentemente indiferente a las penalidades y el sufrimiento, deseaba vivamente simpatía y compañerismo. La visita de Onesíforo, que atestiguaba su fidelidad en el tiempo de soledad y abandono, infundió alegría y regocijo a quien había dedicado su vida a servir a otros. . HAp 391.3 Fué ricamente favorecido el discípulo amado. Había visto a su Maestro en el Getsemaní con su rostro marcado con el sudor de sangre de su agonía; “tan desfigurado, era su aspecto más que el de cualquier hombre, y su forma más que la de los hijos de Adam.” Isaías 52:14 (VM). Le había visto en manos de los soldados romanos, vestido con el viejo manto purpúreo y coronado de espinas. Le había visto pendiendo de la cruz del Calvario, siendo objeto de cruel burla y abuso. Ahora se le permite contemplar una vez más a su Señor. Pero, ¡cuán distinta es su apariencia! Ya no es varón de dolores, despreciado y humillado por los hombres. Lleva vestiduras de brillantez celestial. “Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve; y sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al latón fino, ardientes como en un horno.” Apocalipsis 1:14, 15. Su voz era como el estruendo de muchas aguas. Su rostro brillaba como el sol. En su mano tenía siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos, emblema del poder de su palabra. Patmos resplandeció con la gloria del Señor resucitado. . HAp 465.1 Cristo manda continuamente mensajes a los que escuchan su voz. En la noche de la agonía de Getsemaní, los discípulos que dormían no oyeron la voz de Jesús. Tenían una percepción confusa de la presencia de los ángeles, pero no participaron de la fuerza y la gloria de la escena. A causa de su somnolencia y estupor, no recibieron las evidencias que hubieran fortalecido sus almas para los terribles acontecimientos que se avecinaban. Así también hoy día los hombres que más necesitan la instrucción divina no la reciben, porque no se ponen en comunión con el Cielo. . MC 407.4 Jesús reabastecía su alma a través de la oración antes de salir a ministrar—Para los creyentes judíos de Jerusalén en el tiempo de Cristo, el monte de los Olivos era con frecuencia un lugar para la devoción. Las colinas y los valles alrededor de Jerusalén, hoy tan secos y áridos, estaban entonces llenos de plantíos de olivos y huertas, y era allí donde los fieles de Israel iban a menudo a escudriñar las Escrituras y a orar. El Jardín del Getsemaní estaba entre los lugares así frecuentados. Fue en este lugar, cuando la ciudad de Jerusalén estaba envuelta en el silencio de la medianoche, que Jesús a menudo se retiraba para tener comunión con su Padre. Cuando aquellos a quienes les había ministrado todo el día se iban a sus hogares, leemos, Jesús “se retiró al monte de los Olivos”. A veces llevaba a sus discípulos con él a ese lugar de descanso, para que uniesen sus oraciones a las de él. En la oración Cristo obtenía poder de Dios, y prevalecía. Mañana tras mañana, y noche tras noche, él recibía gracia para poder impartir a otros. Entonces, con su alma henchida de gracia y fervor, salía a ministrar a las almas de los hombres.—The Signs of the Times, 15 de julio de 1908. . MPa 324.3 Una enseñanza fanática denominada por sus defensores “la doctrina de la carne santificada”, comenzó a ser difundida en Indiana en 1900, y sedujo al presidente de la asociación y a varios obreros. Esta teoría pretendía que cuando Cristo pasó por la agonía del Getsemani obtuvo una carne santificada tal como la que poseía Adán antes de su caída, y sostenía que los que siguen al Salvador también deben adquirir ese mismo estado de impecabilidad física como preparación esencial para la traslación. Los relatos de testigos oculares informan que estos fanáticos provocaban en sus servicios un grado elevado de excitación utilizando instrumentos musicales tales como órganos, flautas, violines, tamboriles, trompas y hasta un gran bombo. Como buscaban una manifestación de orden físico, gritaban, oraban y cantaban hasta que alguno de la congregación caía postrado e inconsciente. Una o dos personas que recorrían el pasillo de un extremo a otro con ese propósito, arrastraban al que había caído hasta el escenario. De inmediato, como una docena de personas se reunían en torno a él, algunas cantando, otras gritando, y unas cuantas orando, todas al mismo tiempo. Cuando el individuo volvía en sí, era contado entre los que habían pasado a través de la experiencia del Getsemaní, que habían obtenido carne santificada, y que tenían la fe de la traslación. Después de eso, aseguraban, ya no podría volver a pecar y no moriría. Los pastores S. N. Haskell y A. J. Breed, dos de nuestros principales ministros denominacionales, fueron enviados al congreso celebrado en Muncie, Indiana, del 13 al 23 de septiembre de 1900, para combatir estas manifestaciones fanáticas. Estos acontecimientos fueron revelados a la Sra. de White mientras estaba en Australia, en enero de 1900, y ella envió advertencias y reproches contra ellos, según se ve en los dos mensajes que siguen.—Los compiladores.]. 2MS 35 Las tentaciones de Cristo y los sufrimientos que tuvo a consecuencia de ellas, estaban en proporción a su carácter elevado e impecable. Pero en todo momento de prueba Jesús se dirigió a su Padre. El “resistió hasta la muerte” en la hora cuando el temor al fracaso moral era como el temor a la muerte. Al postrarse en Getsemaní, en su agonía de alma, gotas de sangre brotaron de sus poros y humedecieron la tierra. Oró con fuertes clamores y lágrimas, y fue oído por su miedo. Dios lo fortaleció, como fortalecerá a todos los que se humillan a sí mismos y se arrojan—alma, cuerpo y espíritu—en las manos de un Dios que guarda el pacto. . 3MS 148.2
“Aprendamos una lección de valor y fortaleza de la última
entrevista de Cristo con sus apóstoles. Estaban por separarse. Nuestro Salvador estaba entrando en el sendero ensangrentado que lo conduciría al Calvario. Nunca hubo una escena más probadora que aquella por la cual pronto había de pasar. Los apóstoles habían oído las palabras de Cristo en las que predecía sus sufrimientos y su muerte, y sus corazones estaban apesadumbrados por el dolor, pero sus mentes estaban distraídas con la duda y el temor. Sin embargo no hubo llanto en voz alta; nadie se abandonó a la aflicción. Aquellas horas finales, solemnes y decisivas, fueron empleadas por nuestro Salvador para hablar palabras de consuelo y seguridad a sus discípulos, y entonces todos se unieron en un himno de alabanza... ¡Qué preludio a la agonía del Getsemaní, al abuso y escarnio de la sala de juicio y a las terribles escenas del Calvario, fueron aquellas últimas horas empleadas en cánticos de alabanza al Altísimo! . NB 284.3-NB 285.1 Moisés vio al pueblo escogido establecido en Canaán, cada tribu en posesión de su propia heredad. Alcanzó a divisar su historia después que se establecieran en la tierra prometida; la larga y triste historia de su apostasía y castigo se extendió ante él. Vio a esas tribus dispersadas entre los paganos a causa de sus pecados, y a Israel privado de la gloria, con su bella ciudad en ruinas, y su pueblo cautivo en tierras extrañas. Los vio restablecidos en la tierra de sus mayores, y por último, dominados por Roma. . PP 451.1 Siguió al Salvador a Getsemaní y contempló su agonía en el huerto, y cómo era entregado, escarnecido, flagelado y crucificado. Moisés vió que así como él había alzado la serpiente en el desierto, habría de ser levantado el Hijo de Dios, para que todo aquel que en él creyere “no se pierda, sino que tenga vida eterna.” Juan 3:15. El dolor, la indignación y el horror embargaron el corazón de Moisés cuando vió la hipocresía y el odio satánico que la nación judía manifestaba contra su Redentor, el poderoso Angel que había ido delante de sus mayores. Oyó el grito agonizante de Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Le vió cuando yacía en la tumba nueva de José de Arimatea. Las tinieblas de la desesperación parecían envolver el mundo, pero miró otra vez, y le vió salir vencedor de la tumba y ascender a los cielos escoltado por los ángeles que le adoraban, y encabezando una multitud de cautivos. Vió las relucientes puertas abrirse para recibirle, y la hueste celestial dar en canciones de triunfo la bienvenida a su Jefe supremo. Y allí se le reveló que él mismo sería uno de los que servirían al Salvador y le abriría las puertas eternas. Mientras miraba la escena, su semblante irradiaba un santo resplandor. ¡Cuán insignificantes le parecían las pruebas y los sacrificios de su vida, cuando los comparaba con los del Hijo de Dios! ¡Cuán ligeros en contraste con el “sobremanera alto y eterno peso de gloria!” 2 Corintios 4:17. Se regocijó porque se le había permitido participar, aunque fuera en pequeño grado, de los sufrimientos de Cristo. . PP54 507.2 En el desierto de la tentación, en el huerto de Getsemaní y en la cruz, nuestro Salvador cruzó armas con el príncipe de las tinieblas. Sus heridas llegaron a ser los trofeos de su victoria en favor de la familia humana. Mientras Cristo pendía agonizante de la cruz, mientras los malos espíritus se regocijaban, y los hombres impíos le escarnecían, su calcañar fué en verdad herido por Satanás. Pero ese mismo acto aplastaba la cabeza de la serpiente. Por la muerte destruyó “al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo.” Hebreos 2:14. Este acto decidió el destino del jefe de los rebeldes, y aseguró para siempre el plan de la salvación. Al morir, Cristo venció el poder de la muerte; al resucitar, abrió para sus seguidores las puertas del sepulcro. En esa última gran contienda vemos cumplirse la profecía: “Esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Génesis 3:15. . PR 517.2 Los de espiritualidad embotada—¡Cuán poco sufren los jóvenes, o se niegan a sí mismos por su religión! Apenas si se piensa en el sacrificio entre ellos. No imitan al Modelo a este respecto. Vi que el lenguaje de su vida es: el yo debe ser complacido, el orgullo debe ser satisfecho. Se olvidan del Varón de dolores, que conoció el pesar. Los sufrimientos de Jesús en el Getsemaní, su sudor, como de grandes gotas de sangre en el huerto, la apretada corona de espinas que hirió su sagrada frente, no los conmueven. Se han encallecido. Sus sensibilidades están embotadas, y han perdido toda noción del gran sacrificio hecho por ellos. Pueden quedar sentados escuchando la historia de la cruz, y oyendo cómo los crueles clavos traspasaron las manos y los pies del Hijo de Dios sin conmoverse hasta lo más profundo del alma. . SVC 108.1 La existencia del Salvador en la tierra se caracterizó por su vida de oración. Muchas fueron las horas que pasó a solas con Dios. A menudo elevaba fervientes peticiones a su Padre celestial. De ese modo obtuvo la fuerza y sabiduría que lo sostuvieron en su obra y que lo libraron de caer en las tentaciones de Satanás. . UE 92.1 Después de celebrar la cena de Pascua, Jesús se fue con sus discípulos al jardín del Getsemaní, adonde a menudo iba a orar. Mientras caminaba, hablaba con ellos y les enseñaba; pero al acercarse al jardín, se fue sumiendo en un extraño silencio. Durante toda su vida en la tierra había estado en íntima comunión con su Padre. El Espíritu de Dios había sido su guía y su apoyo constante. Siempre daba gloria a Dios por las obras que hacía, diciendo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo”. Juan 5:30. . UE 92.2 Poco antes de llegar al huerto de Getsemaní, Cristo había dicho a sus discípulos: “Todos os escandalizaréis en mí esta noche”. Marcos 14:27. Pero ellos le habían dado la más firme seguridad de que irían con él a la prisión y a la muerte. Y el pobre Pedro, lleno de suficiencia propia, había añadido: “Aunque todos se escandalicen, yo no”. Marcos 14:29. . UE 94.6 Aunque por naturaleza Judas tenía mucho amor al dinero, no siempre había sido tan malvado y corrupto como para prestarse a semejante bajeza. Había cultivado tanto el espíritu de avaricia, que éste llegó a ser el motivo dominante de su vida. Por eso ahora podía vender a su Señor por treinta monedas de plata—unos $1.500 dólares—, que era el precio de un esclavo. Éxodo 21:28-32. Por eso también en el Getsemaní pudo traicionar con un beso al Salvador. . UE 108.2 El universo celestial había mirado con intenso interés la entera vida de Cristo; cada paso desde el pesebre hasta esta terrible escena. ¡Y qué escena para ser presenciada por miles de miles de ángeles, y por querubines y serafines!—The Signs of the Times, 9 de diciembre de 1897. Los ángeles se cernían sobre el lugar [Getsemaní] para presenciar la escena.—Spiritual Gifts 1:47. Vieron al Hijo de Dios, su amado Comandante, en su agonía sobrehumana, aparentemente muriendo en el campo de batalla por salvar a un mundo perdido. Todo el cielo escuchó la oración de Cristo. En la agonía de su alma, tres veces sus labios pálidos y trémulos exclamaron: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”. Todo el cielo estaba convulsionado. Veían a su Señor rodeado por legiones de fuerzas satánicas, y su naturaleza humana estremecida por un pavor misterioso.—The Signs of the Times, 9 de diciembre de 1897. Los ángeles, que habían estado a las órdenes de Cristo en el cielo, estaban ansiosos de confortarlo; pero esta angustia sobrepasaba su comprensión; ellos nunca habían sentido el peso de los pecados del mundo. Sólo podían mirar con asombro al Ser a quien adoraban, sujeto a una tristeza inexpresable. Aunque los discípulos fracasaron en brindar apoyo a su Señor en la hora más terrible de su conflicto, todo el cielo simpatizó con él, y esperó los resultados con intenso interés.—The Present Truth, 3 de diciembre de 1885. Tres veces el ruego por liberación había brotado de sus labios. El cielo, no pudiendo soportar más la escena, había enviado un mensajero de consolación al postrado Hijo de Dios que desmayaba y moría por causa de la culpa acumulada del mundo. —The Present Truth, 18 de febrero de 1886. En la suprema crisis, cuando el corazón y el alma se quebraban bajo el peso del pecado, Gabriel fue enviado a fortalecer al divino Sufriente, y animarlo a avanzar por el sendero manchado de sangre.—The Signs of the Times, 9 de diciembre de 1897. En esta terrible crisis, cuando todo estaba en juego, cuando la copa misteriosa temblaba en la mano del Doliente, los cielos se abrieron, una luz resplandeció de en medio de la tempestuosa oscuridad de esa hora crítica, y el poderoso ángel que está en la presencia de Dios ocupando el lugar del cual cayó Satanás, vino al lado de Cristo. No vino para quitar de su mano la copa, sino para fortalecerle a fin de que pudiese beberla, asegurado del amor de su Padre... Los discípulos dormidos habían sido despertados repentinamente por la luz que rodeaba al Salvador. Vieron al ángel que se inclinaba sobre su Maestro postrado. Le vieron alzar la cabeza del Salvador contra su pecho y señalarle el cielo. Oyeron su voz, como la música más dulce, que pronunciaba palabras de consuelo y esperanza... Nuevamente los discípulos cedieron, en su cansancio, al extraño estupor que los dominaba. Nuevamente Jesús los encontró durmiendo. Mirándolos tristemente, dijo: “Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores”. Aun mientras decía estas palabras, oía los pasos de la turba que le buscaba, y añadió: “Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega”. Mateo 26:36-46. No se veían en Jesús las huellas de su reciente agonía cuando se dirigió al encuentro del traidor. Adelantándose a sus discípulos, dijo: “¿A quién buscáis?” Contestaron: “A Jesús nazareno”. Jesús respondió: “Yo soy”. Juan 18:4-5.—El Deseado de Todas las Gentes, 643-644. Cristo se podría haber librado. Cuando pronunció las palabras “Yo soy”, inmediatamente le rodearon los ángeles, y esa multitud tuvo plena evidencia de que Cristo contaba con el poder de Dios.—Cada Día con Dios, 267. Fue difícil para los ángeles soportar la escena. Hubieran querido libertar a Jesús... pero los ángeles en comando no se lo permitían... Jesús sabía que los ángeles estaban presenciando su humillación... Sabía que el más débil de los ángeles podía dejar sin fuerzas a la turba, y liberarlo.—Spiritual Gifts 1:50-51. El ángel que acababa de servir a Jesús, se puso entre él y la turba. Una luz divina iluminó el rostro del Salvador, y le hizo sombra una figura como de paloma. En presencia de esta gloria divina, la turba homicida no pudo resistir un momento. Retrocedió tambaleándose. Sacerdotes, ancianos, soldados, y aun Judas, cayeron como muertos al suelo... Pero la escena cambió rápidamente.—El Deseado de Todas las Gentes, 644. El ángel se retiró, dejando a Jesús en pie, calmo y con dominio de sí; los brillantes rayos de la luna iluminaban su pálido rostro, mientras sus perseguidores yacían a su alrededor, postrados y sin fuerzas, y los discípulos estaban demasiado asombrados para emitir una palabra. Cuando el ángel se retiró, los endurecidos soldados romanos se pusieron sobre sus pies, y junto a los sacerdotes y Judas, rodearon a Cristo. Los embargaba un sentimiento de vergüenza por su debilidad, y temían que él escapase de sus manos.—The Signs of the Times, 21 de agosto de 1879. Los discípulos habían pensado que su Maestro no se dejaría prender... Se quedaron chasqueados e indignados al ver sacar las cuerdas para atar las manos de Aquel a quien amaban. En su ira, Pedro sacó impulsivamente su espada y trató de defender a su Maestro, pero no logró sino cortar una oreja del siervo del sumo sacerdote. Cuando Jesús vio lo que había hecho, libró sus manos... y diciendo: “Basta ya; dejad”, tocó la oreja herida, y ésta quedó inmediatamente sana. Dijo luego a Pedro: “Vuelve tu espada a su lugar”... ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?” Mateo 26:52-53. —El Deseado de Todas las Gentes, 645. Cuando estas palabras fueron dichas, el rostro de los ángeles se animó. Deseaban en ese preciso momento rodear a su Comandante y dispersar la turba enfurecida. Pero otra vez la tristeza los embargó cuando Jesús agregó: “¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?” Mateo 26:54. Los corazones de los discípulos también se sumieron en desesperación y amargo desengaño cuando vieron a Jesús llevado cautivo por la turba.—Spiritual Gifts 1:48. . VAAn 198.3- VAAn 202.2
¿Quién puede estimar el valor de un alma? Si queréis saber su
valor, id al Getsemaní, y allí velad con Cristo durante esas horas de angustia, cuando su sudor era como grandes gotas de sangre. Mirad al Salvador pendiente de la cruz. Oíd su clamor desesperado: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”9Marcos 15:34. Mirad la cabeza herida, el costado atravesado, los pies maltrechos. Recordad que Cristo lo arriesgó todo. Por nuestra redención el cielo mismo se puso en peligro. Podréis estimar el valor de un alma al pie de la cruz, recordando que Cristo habría entregado su vida por un solo pecador. Si estáis en comunión con Cristo, estimaréis a cada ser humano como él lo estima. Sentiréis hacia otros el mismo amor profundo que Cristo ha sentido por nosotros. Entonces podréis ganar y no ahuyentar, atraer y no repeler a aquellos por quienes él murió. Nadie podría haber sido llevado de vuelta a Dios si Cristo no hubiese hecho un esfuerzo personal por él; y mediante esa obra personal podemos rescatar las almas. Cuando veáis a los que van a la muerte, no descansaréis en completa indiferencia y tranquilidad. Cuanto mayor sea su pecado y más profunda su miseria, más fervientes y tiernos serán vuestros esfuerzos por curarlos. Comprenderéis la necesidad de los que sufren, los que han pecado contra Dios y están oprimidos por una carga de culpabilidad. Vuestro corazón sentirá simpatía por ellos, y les extenderéis una mano ayudadora. Los llevaréis a Cristo en los brazos de vuestra fe y amor. Velaréis sobre ellos y los animaréis, y vuestra simpatía y confianza hará que les sea difícil perder su constancia. . PVGM 154.3-PVGM 155.1 Vi cuán poco se estudia el Modelo, cuán poco se lo ensalza delante de ellos. ¡Cuán poco sufren los jóvenes, o se niegan a sí mismos por su religión! Apenas si se piensa en el sacrificio entre ellos. No imitan al Modelo a este respecto. Vi que el lenguaje de su vida es: el yo debe ser complacido, el orgullo debe ser satisfecho. Se olvidan del Varón de dolores, que conoció el pesar. Los sufrimientos de Jesús en el Getsemaní, su sudor como de grandes gotas de sangre en el huerto, la apretada corona de espinas que hirió su sagrada frente, no los conmueven. Se han encallecido. Sus sensibilidades están embotadas, y han perdido toda noción del gran sacrificio hecho por ellos. Pueden quedar sentados escuchando la historia de la cruz, y oyendo cómo los crueles clavos traspasaron las manos y los pies del Hijo de Dios sin conmoverse hasta lo más profundo del alma. . 1TI 145.4 Mientras el Hijo de Dios se postraba en actitud de oración en el huerto de Getsemaní, a causa de la agonía de su espíritu brotó de sus poros sudor como grandes gotas de sangre. Allí fue donde le rodeó el horror de densas tinieblas. Pesaban sobre él los pecados del mundo. Sufría en lugar del hombre, como transgresor de la ley de su Padre. Allí se produjo la escena de la tentación. La divina luz de Dios desapareció de su vista y él pasó a manos de las potestades de las tinieblas. En su angustia mental cayó postrado sobre la tierra fría. Se percataba del ceño de su Padre. Había desviado la copa del sufrimiento de los labios del hombre culpable, y se proponía beberla él mismo, para dar al hombre en cambio la copa de la bendición. La ira que habría caído sobre el hombre recayó en ese momento sobre Cristo. Allí fue donde la copa misteriosa tembló en su mano. . 2TI 183.4 Jesús había acudido a menudo a Getsemaní con sus discípulos para meditar y orar. Ellos conocían bien este retiro sagrado. Aun Judas sabía dónde conducir a la turba homicida a fin de entregar a Jesús en sus manos. Nunca antes había visitado este lugar el Salvador con un corazón tan apesadumbrado. Lo que rehuía el Hijo de Dios no era el sufrimiento corporal, ni fue esto lo que arrancó de sus labios, en presencia de sus discípulos, estas amargas palabras: “Mi alma está muy triste hasta la muerte; quedaos aquí -dijo él-, y velad conmigo”. Mateo 26:38. . 2TI 184.1 Esta importante vigilia nocturna debía destacarse por medio de nobles luchas mentales y oraciones que los habrían robustecido para presenciar la indecible agonía del Hijo de Dios. Los habría preparado para que, mientras contemplaban sus sufrimientos en la cruz, comprendieran algo de la naturaleza de la angustia abrumadora que él soportó en el huerto de Getsemaní. Y habrían quedado mejor capacitados para recordar las palabras que les había dirigido con referencia a sus sufrimientos, muerte y resurrección; y en medio de la lobreguez de aquella hora terrible y penosa, algunos rayos de esperanza habrían iluminado las tinieblas y sostenido su fe. . 2TI 186.1 Podemos apreciar apenas débilmente la angustia inenarrable que sintió el amado Hijo de Dios en Getsemaní, al comprender que se había separado de Dios al llevar el pecado del hombre. El fue hecho pecado por la especie caída. La sensación de que se apartaba de él el amor de su Padre, arrancó de su alma angustiada estas dolorosas palabras: “Mi alma está muy triste hasta la muerte”. “Si es posible, pase de mi este vaso”. Luego, con completa sumisión a la voluntad de su Padre, añadió: “Empero, no como yo quiero, sino como tú”. . 2TI 186.3 ¿Nuestro Ejemplo no holló un camino duro, abnegado, sacrificado, humilde en nuestro favor a fin de salvarnos? Él enfrentó dificultades, experimentó chascos, y sufrió oprobios y aflicción en su obra de salvarnos. ¿Y rehusaremos andar donde el Rey de gloria nos ha enseñado el camino? ¿Nos quejaremos de las penurias y pruebas en la obra de vencer en nuestro favor, cuando recordamos los sufrimientos de nuestro Redentor en el desierto de la tentación, en el Huerto de Getsemaní y en el Calvario? Todo esto fue soportado para mostrarnos el camino y para traernos la ayuda divina que debemos tener o perecer. Si la juventud quiere ganar la vida eterna, no necesita pensar que puede seguir sus propias inclinaciones. El premio les costará algo, sí, todo. Ahora pueden tener a Jesús o el mundo. ¡Cuántos queridos jóvenes sufrirán privaciones, cansancio, trabajos y ansiedad a fin de satisfacerse ellos mismos y de alcanzar un propósito en esta vida! No piensan en quejarse de las penurias y dificultades que enfrentan a fin de servir sus propios intereses. ¿Por qué, entonces, debieran rehuir la lucha, la abnegación o cualquier sacrificio a fin de obtener la vida eterna? . 3TI 410-3TI 410.1 “Ven, oh alma mía, al Calvario”. Observa la humilde vida del Hijo de Dios. Él fue “varón de dolores, experimentado en quebranto”. Isaías 53:3. Contempla su ignominia, su agonía en el Getsemaní, y aprende lo que es abnegación. ¿Estamos padeciendo necesidad? También la padeció Cristo, la Majestad del cielo. Pero su pobreza era por causa nuestra. ¿Nos contamos entre los ricos? Así se contaba él también. Pero consintió por causa nuestra en hacerse pobre, para que por su pobreza pudiésemos ser hechos ricos. En Cristo tenemos la abnegación ejemplificada. Su sacrificio consistió no meramente en abandonar los atrios reales del cielo, en ser juzgado por los hombres perversos como un criminal y declarado culpable, en ser entregado a la muerte como malhechor, sino en llevar el peso de los pecados del mundo. La vida de Cristo reprende nuestra indiferencia y frialdad. Estamos cerca del tiempo del fin, cuando Satanás ha bajado con grande ira, sabiendo que le queda poco tiempo. Está trabajando con todo engaño de injusticia en aquellos que perecen. Nuestro gran Jefe ha dejado la guerra en nuestras manos para que la prosigamos con vigor. No estamos haciendo una vigésima parte de lo que podríamos hacer si estuviéramos despiertos. La obra se demora porque hay amor a la comodidad y falta el espíritu abnegado del cual Cristo nos dio ejemplo en su vida. . 3TI 446.3-3TI 446.4 Pedro negó al Hombre de Dolores en su encuentro con la tristeza en la hora de su humillación. Pero después se arrepintió y fue reconvertido. Tuvo verdadera contrición de alma y se entregó nuevamente a su Salvador. Cegado por las lágrimas va a la soledad del Jardín de Getsemaní y se postra donde vio la forma abatida de su Salvador cuando brotaron gotas de sangre de sus poros debido a su gran agonía. Pedro recuerda con remordimiento que se quedó dormido cuando Jesús oró durante esas horas terribles. Su orgulloso corazón se quebranta, y lágrimas penitentes humedecen la tierra herbosa tan recientemente manchada por las gotas de sudor sanguinolento del querido Hijo de Dios. Dejó ese jardín como un hombre convertido. Estaba entonces listo para compadecerse de los tentados. Fue humillado y podía simpatizar con los débiles y errantes. Podía advertir y amonestar a los presuntuosos, y estaba plenamente capacitado para fortalecer a sus hermanos. . 3TI 457.2 ¿Qué habría sucedido si Cristo, cansándose de la ingratitud y los ultrajes que por todas partes recibía, hubiese abandonado su obra? ¿Qué habría sucedido si nunca hubiese llegado al momento en que dijo: “Consumado es” Juan 19:30? ¿Qué habría sucedido si hubiese regresado al cielo, desalentado por la recepción que se le diera? ¿Qué habría sucedido si nunca hubiese pasado en el huerto de Getsemaní por aquella agonía de alma que hizo brotar de sus poros grandes gotas de sangre? . 4TI 85.3-4TI 86.1 El Ser glorioso amó tanto a los pobres pecadores que tomó sobre sí la forma de un siervo para sufrir y morir en favor de los hombres. Jesús pudo haber permanecido a la diestra de su Padre, con la corona real en la sien y vistiendo las ropas reales. Sin embargo, escogió cambiar las riquezas, el honor y la gloria del cielo por la pobreza de la humanidad y su posición de alto mando por los horrores del Getsemaní y la humillación de la agonía del Calvario. Se hizo varón de dolores y experimentado en quebrantos para, mediante el bautismo de sufrimiento y muerte, purificar y redimir un mundo culpable. “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Hebreos 10:7) fue la gozosa exclamación. . 4TI 122.3 Corremos el peligro de considerar a los ministros de Cristo como simples hombres y no reconocerlos como sus representantes. Todas las consideraciones personales deben ser puestas a un lado, debemos escuchar la palabra de Dios que nos llega por medio de sus embajadores. Cristo siempre envía mensajes a aquellos que escuchan su voz. La noche de la agonía de nuestro Salvador, en el huerto de Getsemaní, los discípulos, dormidos, no escucharon la voz de Jesús; tenían un tenue atisbo de la presencia de los ángeles, pero la somnolencia y el sopor les impidieron recibir la prueba que habría fortalecido sus almas, preparándolas para las terribles escenas que se les avecinaban. Así pues, los mismos hombres que más necesitan la instrucción divina, a menudo, no la reciben porque no establecen comunicación con el cielo. Satanás siempre busca controlar la mente y nadie está a salvo a menos que tenga una conexión constante con Dios. En algunos momentos debemos recibir provisiones del cielo y si queremos que el poder de Dios nos guarde debemos obedecer sus exigencias. . 4TI 534.1
Vi a uno que se os acercaba con paso firme y rostro triste. Dijo:
“Que ninguno tome tu corona”. ¿Acaso habéis olvidado la humillación que soportó el Hijo de Dios al venir a nuestro mundo, cómo sufrió maltratos, críticas, insultos, odio, burlas y traición, y cómo resistió el juicio vergonzoso en el tribunal después de haber soportado los asaltos sobrehumanos de Satanás en el huerto de Getsemaní? ¿Habéis olvidado la frenética vociferación de la chusma: “¡Crucifícale, crucifícale!”, y su muerte como si hubiera sido un malhechor? ¿Es el siervo mayor que su Señor? Los seguidores de Jesús no disfrutarán de la popularidad, sino que serán como su Maestro, mansos y humildes de corazón. Estáis procurando ocupar el asiento de cabecera, pero al fin y al cabo terminaréis ocupando el más bajo. Si procuráis obrar con justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con Dios, seréis participantes de los sufrimientos de Cristo y disfrutaréis juntamente con él de su gloria y su reino. El Señor os ha bendecido pero ¡cuán poco habéis apreciado su misericordia! ¡qué poca alabanza ha recibido de vuestros labios! Es posible que hagáis una buena obra para el Maestro, pero no cuando ponéis vuestras ideas en primer lugar. Tenéis que aprender en la escuela de Cristo, de lo contrario nunca estaréis preparados para pasar a un grado superior, recibir el sello del Dios viviente, entrar por las puertas de la ciudad de Dios, y ser coronados de gloria, honor e inmortalidad. . 5TI 473.1-5TI 473.2 Nadie, sin ayuda divina, puede alcanzar este conocimiento de Dios. El apóstol dice que a los mundanos “no les pareció tener a Dios en su noticia”. Cristo “en el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él; y el mundo no le conoció” Romanos 1:28; Juan 1:10. Jesús declaró a sus discípulos: “Nadie conoció al Hijo, sino el Padre; ni al Padre conoció alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quisiere revelar”. Mateo 11:27. En aquella última oración que hizo en favor de quienes le seguían, antes de entrar en las sombras del Getsemaní, el Salvador alzó sus ojos al cielo, lleno de compasión por la ignorancia de los hombres, y dijo: “Padre justo, el mundo no te ha conocido, mas yo te he conocido”. “He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste”. Juan 17:25, 6. . 5TI 689.2 El mundo es nuestro campo de esfuerzo misionero y hemos de salir a trabajar rodeados con la atmósfera del Getsemaní y del Calvario. . 7TI 15.1 La experiencia de los discípulos en el Jardín de Getsemaní contiene una lección para el pueblo de Dios hoy día. Llevando consigo a Pedro, Jacobo y Juan, Cristo se fue al Getsemaní a orar. “Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad. Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora. Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa, mas no lo que yo quiero, sino lo que tú. Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”. Marcos 14:34-38. . 8TI 107.2 Leed estas palabras cuidadosamente. Muchos están dormidos hoy, como lo estaban los discípulos. No están velando y orando para no caer en tentación. Leamos y estudiemos estos trozos de la Palabra de Dios que aluden especialmente a estos últimos días y señalan los peligros que amenazan al pueblo de Dios. Necesitamos poseer una capacidad de percepción penetrante y santificada. Esta perspicacia no se ha de utilizar para criticarse y censurarse unos a otros, sino para discernir las señales de los tiempos. Hemos de cuidar nuestros corazones con toda diligencia para que nuestra fe no naufrague. Algunos que en un tiempo fueron creyentes sólidos en la verdad se han vuelto descuidados con respecto a su bienestar espiritual y están cediendo, sin la menor resistencia, a las bien trazadas tramas de Satanás. Ya es tiempo de que nuestro pueblo saque a sus familias de las ciudades y las lleven a localidades más retiradas, de lo contrario muchos de los jóvenes, y muchos también de los de mayor edad, serán engañados y cautivados por el enemigo. ***** . 8TI 107.3-8TI 108 En el transcurso de una de las últimas noches, fui despertada de mi sueño y vi los padecimientos que Cristo tuvo que soportar en favor de los hombres. Su sacrificio, las burlas y los insultos que recibió de parte de los malvados, su agonía en Getsemaní, la traición y la crucifixión: todo esto me fue mostrado vívidamente. . 9TI 83.3
Luego vi la agonía de Cristo en el huerto de Getsemaní, cuando la
copa misteriosa temblaba en la mano del Redentor. Rogó: “Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso; empero no como yo quiero, sino como tú”. Mateo 26:39. Mientras suplicaba a su Padre, grandes gotas de sangre rodaban por su cara y caían en el suelo. Las potestades de las tinieblas se congregaban alrededor de él para desanimarlo. . 9TI 83.4-9TI 83.5 Levantándose del suelo, volvió adonde estaban sus discípulos a los que había recomendado que velasen y orasen con él, por temor a que fuesen presa de la tentación. El quería cerciorarse de si comprendían su agonía; experimentaba la necesidad de simpatía humana. Pero los halló dormidos. Por tres veces fue a ellos y cada vez los encontró durmiendo. Por tres veces el Salvador pronunció la oración: “¡Padre mío, si es posible pase de mí este vaso!” Fue entonces cuando el destino de un mundo perdido tembló en la balanza. Si Cristo hubiese rehusado beber la copa, el resultado habría sido la ruina eterna de la humanidad. Pero un ángel del cielo fortaleció al Hijo de Dios para que aceptara y bebiera la amarga copa. ¡Cuán pocos hay que se den cuenta de que todo eso ha sido sobrellevado para ellos personalmente! ¡Cuán pocos razonan de esta manera: “Esto fue hecho por mí, a fin de que yo pueda formar un carácter digno de la vida eterna”! . 9TI 84.1-9TI 84.3 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Isaías 53:6. Cristo sufrió en lugar del hombre en el huerto del Getsemaní y la naturaleza del Hijo de Dios vaciló bajo el terrible horror de la culpabilidad del pecado, hasta que de sus pálidos y temblorosos labios fue arrancado el clamor agonizante: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”. Mateo 26:39. El poder que infligía el castigo sobre el Sustituto y Garante del hombre, era el poder que sostuvo y mantuvo al Doliente bajo el tremendo peso de la ira que hubiera caído sobre un mundo pecaminoso. Cristo estaba sufriendo la muerte a la que fueron condenados los transgresores de la ley de Dios. Es horrenda cosa que el pecador no arrepentido caiga en las manos del Dios vivo. Esto se demostró en la historia de la destrucción del mundo antiguo por el diluvio, por el relato del fuego que cayó del cielo y destruyó a los habitantes de Sodoma. Pero nunca se demostró esto más plenamente como en la agonía de Cristo... La naturaleza humana puede soportar solo una cantidad limitada de prueba y aflicción. Lo finito solo puede soportar una medida finita, sucumbe la naturaleza humana; pero la naturaleza de Cristo tenía una capacidad mayor para sufrir, pues lo humano existía en la naturaleza divina y esto le daba una capacidad para sufrir y soportar el resultado de los pecados de un mundo perdido. La agonía que soportó Cristo amplía, profundiza y nos da un concepto más amplio del carácter del pecado y el carácter de la retribución que Dios traerá sobre los que continúan en el pecado. La paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Jesucristo para el pecador arrepentido.—Manuscrito 35, 1895. . AFC 64.3-AFC 65.2 A los que abogan por estas diversiones les contestamos que no podemos participar de ellas en el nombre de Jesús de Nazaret... Id con vuestra imaginación al Getsemaní, y contemplad la angustia que Cristo soportó por nosotros. Ved al Redentor del mundo luchando con agonía sobrehumana, con los pecados de todo el mundo sobre él. Escuchad su oración llevada por la brisa: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Había llegado la hora de las tinieblas. Cristo había entrado en las sombras de su cruz. Debía beber solo la amarga copa. De todos los hijos del mundo que había bendecido y consolado, no había uno solo que lo consolara en esta terrible hora. Lo traicionaron y entregaron en manos de la turba asesina. Desfallecido y cansado, lo arrastraron de un tribunal a otro... El que no conoció la mancha del pecado derramó su vida como malhechor en el Calvario. Esta historia debería conmover profundamente a cada alma. El Hijo de Dios se hizo varón de dolores, experimentado en quebranto, a fin de salvarnos... Mantened constantemente en vosotros una vislumbre del sacrificio infinito realizado por nuestra redención, y el salón de baile perderá su atractivo. . AFC 309.4 Cristo sufrió en lugar del hombre en el huerto del Getsemaní y la naturaleza del Hijo de Dios vaciló bajo el terrible horror de la culpabilidad del pecado, hasta que de sus pálidos y temblorosos labios fue arrancado el clamor agonizante: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”. Mateo 26:39. . AFC64 66.2 El poder que infligía el castigo sobre el Sustituto y Seguridad del hombre, era el poder que sostuvo y mantuvo al Doliente bajo el tremendo peso de la ira que hubiera caído sobre un mundo pecaminoso. Cristo estaba sufriendo la muerte a la que fueron condenados los transgresores de la ley de Dios. Es horrenda cosa que el pecador no arrepentido caiga en las manos del Dios vivo. Esto se demostró en la historia de la destrucción del mundo antiguo por el diluvio, por el relato del fuego que cayó del cielo y destruyó a los habitantes de Sodoma. Pero nunca se demostró esto más plenamente como en la agonía de Cristo. La naturaleza humana puede soportar sólo una cantidad limitada de prueba y aflicción. Lo finito sólo puede soportar una medida finita y sucumbe la naturaleza humana, pero la naturaleza de Cristo tenía una capacidad mayor para sufrir, pues lo humano existía en la naturaleza divina y esto le daba una capacidad para sufrir y soportar el resultado de los pecados de un mundo perdido. La agonía que soportó Cristo amplía, profundiza y nos da un concepto más amplio del carácter del pecado y el carácter de la retribución que Dios traerá sobre los que continúan en el pecado. La paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Jesucristo para el pecador arrepentido.—Manuscrito 35, 1895. . AFC64 66.3-AFC64 66.4 Sean cuidadosos los hombres acerca de cómo tratan a los que han sido comprados con la sangre de Cristo. No olviden la oración que ofreció el Salvador justamente antes de dejar a sus discípulos en aquella larga lucha en el jardín de Getsemaní. No olviden el alto valor que Cristo adjudicó a los seres humanos al adquirirlos al precio de su vida. Hay muchos que parecen estar dispuestos a herir y lastimar los corazones de sus hermanos. ¿Están siguiendo el ejemplo que Cristo les dejó? ¿Dónde se encuentra, en el registro del trato de Cristo con los hombres, el respaldo para mostrar tan poca longanimidad y paciencia con sus hermanos?... Lo que distingue a los cristianos de los mundanos es la manifestación de la semejanza a Cristo, la que mediante su influencia pura, limpia el corazón del egoísmo.—Manuscrito 52, del 18 de abril de 1902, “Fragmentos”.1 Reyes 17-19. . ATO 120.6- ATO 120.7 ¿Quién puede sondear los sufrimientos de Cristo en el jardín del Getsemaní, en tanto sentía en toda su dimensión el peso del pecado del mundo? Tan agudamente pesó sobre El la pecaminosidad del pecado que por un momento la copa tembló en su mano y todo el cielo oyó el grito agonizante: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa”. Mateo 26:39. El Dios Omnipotente sufrió con su Hijo. Detente ante la cruz de Cristo y aprende de ella cuál es el costo de la redención. Con corazón quebrantado la Víctima santa en la cruz del Calvario eleva sus ojos a Dios, y clama: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Mateo 27:46. Los ángeles del cielo se compadecieron de su amado comandante. Con gusto hubieran roto filas y acudido en su auxilio. Pero no era éste el plan de Dios. Nuestro Salvador pisó solo el lagar. No hubo nadie del pueblo con El. . ATO 221.2-ATO 221.4 Cuando se puso en manos del Salvador la copa del sufrimiento en el jardín del Getsemaní, un pensamiento acudió a su mente: ¿Bebería de esa copa o abandonaría al mundo para que se perdiera en sus pecados? Su sufrimiento sobrepujaba la comprensión humana. Cuando le sobrevino la agonía, “era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”. Lucas 22:44. La copa misteriosa tembló en sus manos. En medio de esa crisis terrible, cuando todo estaba en juego, el ángel poderoso que permanece junto a la presencia de Dios acudió al lado de Cristo, no para retirar la copa que tenía en la mano sino para fortalecerlo a fin de que la bebiera, dándole la seguridad del amor del Padre. . CDCD 47.6 Cuando la reunión estaba por terminar, el extranjero se levantó, y con la voz saturada de pesar y con lágrimas, les dijo que padecían de una gran necesidad del amor de Jesús, tanto en el alma como en su propia experiencia, amor que está presente en gran medida en cada corazón donde mora Cristo. Todo corazón renovado por el Espíritu de Dios no sólo amará al Señor sino a su hermano, y si éste se equivoca, si yerra, debe ser tratado de acuerdo con el plan evangélico. Todos los pasos que se den deben seguir las indicaciones de la Palabra de Dios. “Vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. Génesis 6:1. Dijo el extranjero: “¿No recuerdan acaso la oración que elevó Cristo justamente antes de dejar a sus discípulos para su larga y angustiosa batalla en el jardín del Getsemaní, antes de su traición, su juicio y su crucifixión?” Véase Juan 17:15-23... . CDCD 155.3 Cristo se podría haber librado. Cuando pronunció las palabras [en el Getsemaní] “Yo soy”, inmediatamente lo rodearon los ángeles, y esa multitud tuvo plena evidencia de que Cristo contaba con el poder de Dios. Cuando esa turba asesina retrocedió tropezando, mientras trataba de aferrarse del aire para sostenerse y caía pesadamente en tierra, hubiera sido fácil para Cristo mantenerlos indefensos y postrados, para pasar en medio de ellos sin sufrir daño alguno. Mediante un breve resplandor de su gloria podía haberlos extinguido. Eso era lo que Judas esperaba, porque en varias oportunidades Cristo había escapado... No es extraño que Judas, aún entonces, se aferrara a su odio y mantuviera su propósito hasta el mismo fin. Si se hubiera arrepentido, si en ese momento hubiese confesado su pecado, si su corazón de traidor se hubiese quebrantado, habría recibido perdón. Pero la obstinación satánica aumenta en proporción directa con la luz recibida y rechazada. Las invitaciones, las amonestaciones acerca de los peligros venideros, no modificaron el propósito de Judas, porque su corazón no había cambiado. Frente a la luz y la evidencia decidió seguir su propia conducta y hacer su voluntad. La paciencia de Cristo, su amable reprensión que brotó al fin de los labios divinos, no quebrantaron su terco corazón. Su prolongada persistencia endureció su corazón. Vio adónde lo conducían sus pasos, pero los agentes satánicos lo rodeaban, y no tenía poder para librarse de la trampa. Los atributos humanos tan largamente acariciados, la decisión de no aceptar la luz, le impidieron ver todas las consecuencias de sus actos. Judas no es el único ser humano que ha transitado por ese terreno... Judas era un hombre que poseía cualidades valiosas. Pero no quería aprender... Cuando alguien se relaciona con otra persona que lleva el mensaje del cielo, y oye la verdad pero no la pone en práctica, ésta se empequeñece hasta llegar a ser indigna de atención para él. Así ocurrió con Judas. El hombre debe creer la verdad; debe modificar su conducta y ponerse de acuerdo con la luz que resplandece sobre él.— Manuscrito 100, del 15 de septiembre de 1897, “El arresto de Cristo”. . CDCD 265.2-CDCD 265.7 “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”. Romanos 5:19. Ha de meditarse cuidadosamente sobre la vida de Cristo, y estudiarla constantemente con el deseo de entender la razón por la cual tuvo que venir. Sólo podemos formular nuestras conclusiones mediante el escudriñamiento de las Escrituras, tal como Cristo nos ha ordenado hacerlo cuando dice, “ellas son las que dan testimonio de mí”. Podemos encontrar mediante la investigación de la Palabra las virtudes de la obediencia en contraste con la pecaminosidad de la desobediencia. “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”. El jardín del Edén, con su sucia mancha de desobediencia, ha de estudiarse cuidadosamente, y compararse con el jardín del Getsemaní, donde el Redentor del mundo sufrió una agonía sobrehumana cuando los pecados del mundo entero pesaban sobre él. Escucha la oración del unigénito Hijo de Dios: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”. Y la segunda vez que elevó su oración, dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”. La tercera vez que oró, pronunció las mismas palabras. Aquí la misteriosa copa tembló en las manos del Hijo de Dios. ¿Enjugaría el sudor de sangre de su rostro agonizante para abandonar a la raza humana? El lamento, la miseria y la ruina de un mundo caído proyectaban su horrible imagen ante él. “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”. “Y se apareció un ángel del cielo para fortalecerle”. El conflicto ha terminado. Jesús aceptó honrar a su Padre al hacer su voluntad y cargar sobre sí la maldición, la consecuencia de la transgresión de la humanidad. Fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Esto era lo que estaba implícito en la desobediencia de Adán y esto es lo que la obediencia del Hijo de Dios significa para nosotros... La felicidad de los seres humanos se encuentra en obedecer las leyes de Dios. En la obediencia a la ley de Dios los seres humanos encuentran resguardo y protección contra el mal. Ninguno que se aleje de los específicos requerimientos de Dios y establezca su propia norma, será feliz ni gozará de seguridad alguna.— Manuscrito 1, 1892. . CT 26-CT 26.6
Se le permitió mirar a través de los tiempos futuros y contemplar
el primer advenimiento de nuestro Salvador. Vio al niño Jesús en Belén... Siguió al Salvador a Getsemaní y contempló su agonía en el huerto, y cómo era entregado, escarnecido, flagelado y crucificado. Otra escena aún se abre ante sus ojos: la tierra libertada de la maldición, más hermosa que la tierra de promisión cuya belleza fuera desplegada a su vista tan breves momentos antes. Ya no hay pecado, y la muerte no puede entrar en ella. Allí las naciones de los salvos y bienaventurados hallan una patria eterna.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 506-510. . CT 130.5-CT 130.6
He estado pensando en la lección que Cristo dio a sus discípulos
poco antes de entrar en el Huerto de Getsemaní, sabiendo que ésta sería la última oportunidad que tendría de instruirlos antes de su crucifixión. Señalando una vid—a la cual los judíos habían considerado como la más noble de las plantas, una figura de todo lo que es poderoso, excelente y fructífero—, les dijo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará”. Aquí hay algo que debemos estudiar... Tenemos nuestras oportunidades de llevar fruto; podemos dar testimonio de que somos ramas de la vid cargadas de fruto. Pero, si avanzamos de una forma negligente e indiferente, ¿cuál será nuestra posición? El Señor afirma que nos quitará, pues sin Cristo no podemos hacer nada y si somos como pámpanos muertos, incapaces de extraer la vitalidad y la nutrición de la Vid verdadera, nos transformamos en ramas marchitas. El Señor dice que todo pámpano que lleva fruto, lo limpiará para que lleve más fruto... En el mundo habrá un enemigo contra quien luchar. Allí enfrentaremos a los poderes de las tinieblas. Y hemos de estar en este conflicto mientras perdure el tiempo. Nuestro Salvador estuvo en conflicto con los poderes de las tinieblas y éstos con él, desde que ingresó a este mundo. Es que Satanás estaba en lucha contra él. Y apenas ejerció su facultad de raciocinio, se planteó el conflicto con los poderes de las tinieblas. Su misma llegada como un infante en Belén, habría de establecer una norma en contra del enemigo. . CT 259.2-CT 259.4
¡Oíd la agonizante plegaria de Cristo en el Huerto de Getsemaní!
En tanto los discípulos dormían esparcidos debajo de los olivos, el Hijo del Hombre, un varón de dolores y experimentado en quebranto, se hallaba postrado en la fría tierra. A medida que el sentimiento de agonía se posaba en su alma, grandes gotas de sudor y sangre brotaron de sus poros humedeciendo el césped del Getsemaní... Allí fue donde la copa misteriosa tembló en su mano. Allí el destino de un mundo perdido pendía en la balanza. ¿Enjugaría las gotas de sangre de sus cejas y arrancaría de su alma la culpa de un mundo desfalleciente, que había sido puesta sobre él? Siendo él inocente, ¿merecía recibir todo el peso de una ley justa? La separación de su Padre, el castigo por la transgresión y el pecado, debía caer sobre él a fin de magnificar la ley de Dios y testificar de su inmutabilidad. Y esto terminaría para siempre la controversia entre el Príncipe de Dios y Satanás con respecto al carácter inmutable de esa ley. La Majestad del cielo estaba abrumada de agonía. Ningún ser humano hubiera soportado un padecimiento semejante; pero Cristo había considerado esa lucha. Les había dicho a sus discípulos: “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!” “¡Mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas!”—Manuscrito 42, 1897. . CT 268.4-CT 268.8 Se alejó en busca de la soledad y la oscuridad; no sabía ni le importaba dónde encontrarla. Finalmente, se encontró en el Getsemaní. La escena que había ocurrido pocas horas atrás fue recapitulada en su mente. Recordó cómo el Salvador, durante su agonía en el huerto, había acudido en busca de simpatía y de consuelo a quienes habían estado estrechamente relacionados con su labor. En el mismo lugar donde Jesús había derramado su alma en agonía, Pedro cayó sobre su rostro y sintió deseos de morir... Si Pedro hubiera permanecido solo, hubiese sido derrotado. Pero Uno que podía decir: “Padre, tú siempre me has escuchado”, Uno que es poderoso para salvar, intercedía por él. Cristo salva hasta lo sumo a quienes acuden a él. Muchos están hoy en la condición en que estuvo Pedro cuando con arrogancia declaró que no negaría a su Señor. Y debido a esa arrogancia son víctimas fáciles de las trampas de Satanás. Los que reconocen su debilidad confían en un poder superior a ellos mismos. Y mientras acudan a Dios, Satanás no tendrá poder sobre ellos... Hay ciertas lecciones que jamás se aprenderán a menos que sea a través del fracaso. Pedro llegó a ser una mejor persona después de su caída... Como el fuego purifica el oro, así Cristo permite que su pueblo sea purificado por las tentaciones y las pruebas.— Manuscrito 115, 1902. . CT 278.4-CT 278.6 El alma de Cristo fue herida en el huerto de Getsemaní y en la cruz... Jesús ascendió a las alturas desde el terreno del conflicto, llevando en su cuerpo las marcas y cicatrices como trofeos de su victoria, que fueron la consecuencia de haber aniquilado el poder del primer rebelde, quien [antes de su rebelión] fuera un principal en gloria, un encumbrado ángel del cielo. Hubo gozo en el cielo y se proclamó a todos los mundos que aquella raza devastada había sido redimida. Las puertas del cielo estaban completamente abiertas para esa raza arrepentida que abandonó su rebelión y volvió a obedecer la ley de Dios... La gran Cabeza de la iglesia dejó su obra a cargo de sus siervos que habrían de llevar adelante su nombre... Los seguidores de Cristo no fueron abandonados en medio del conflicto con Satanás asistidos únicamente por sus fuerzas finitas; el Capitán de nuestra salvación está a la cabeza, aunque permanece invisible para los ojos humanos. Pero el ojo de la fe discierne a su Capitán y obedece su voz.—Manuscrito 75, 1886. . CT 294.6-CT 294.7 La naturaleza de Juan anhelaba el amor, la simpatía, el compañerismo. Se acercaba a Jesús, se sentaba a su lado, se apoyaba en su pecho. Así como una flor bebe del sol y del rocío, él se embebía de la luz y la vida divinas.—La Educación, 83. La profundidad y fervor del afecto de Juan hacia su Maestro no era la causa del amor de Cristo hacia él, sino el efecto de ese amor. Juan deseaba llegar a ser semejante a Jesús, y bajo la influencia transformadora del amor de Cristo, llegó a ser manso y humilde. Su yo estaba escondido en Jesús. Sobre todos sus compañeros, Juan se entregó al poder de esa maravillosa vida... Juan conoció al Salvador por experiencia propia. Las lecciones de su Maestro se grabaron sobre su alma. Cuando él testificaba de la gracia del Salvador, su lenguaje sencillo era elocuente por el amor que llenaba todo su ser. . CV 315.3-CV 315.4 Cristo había llevado una vida tan recluida en Nazaret, que el mundo no lo conoció como el Hijo de Dios: su Redentor. Nadie lo consideraba otra cosa que el hijo de José y María. Su vida de niño y de joven fue notable. El silencio relativo a su carácter exaltado y a su misión contiene una lección provechosa para todos los jóvenes. La obediencia fiel que rindió a sus padres hasta los treinta años de edad constituye un ejemplo que los jóvenes deben imitar más que el de Jesús en Getsemaní o sobre el Calvario. . EJ 27.2 Cristo había llevado una vida tan recluida en Nazaret, que el mundo no lo conoció como el Hijo de Dios: su Redentor. Nadie lo consideraba otra cosa que el hijo de José y María. Su vida de niño y de joven fue notable. El silencio relativo a su carácter exaltado y a su misión contiene una lección provechosa para todos los jóvenes. La obediencia fiel que rindió a sus padres hasta los treinta años de edad constituye un ejemplo que los jóvenes deben imitar más que el de Jesús en Getsemaní o sobre el Calvario. . EJ 27.2 Las agonías del jardín del Getsemaní, el insulto, la burla, el abuso, que se amontonaron sobre el amado Hijo de Dios, los horrores y la ignominia de la crucifixión, constituyen una demostración suficiente y conmovedora acerca de que la justicia de Dios, cuando castiga, lo hace cabalmente. El hecho de que Dios no escatimara a su propio Hijo, la seguridad del hombre, constituye una evidencia eternamente válida ante santos y pecadores, ante el universo de Dios, de que tampoco excusará al transgresor de la ley. Dios es amor. Dio evidencia de ese amor en el don de su Hijo unigénito. Sin embargo, el amor de Dios no excusa el pecado. Dios no excusó el pecado de Satanás, de Adán, ni de Caín, ni lo excusará en ninguno de los hijos del hombre. La naturaleza pervertida del ser humano puede distorsionar el amor de Dios y hacerlo aparecer un atributo de debilidad; pero la luz brilla desde la cruz del Calvario para que el hombre pueda corregir sus conceptos y adoptar teorías que no estén pervertidas. Dios ha dado su ley para que rija la conducta de las naciones, de las familias, y de los individuos. No hay ni siquiera un obrador de iniquidad que pueda escapar a las denuncias de esta ley, aunque su pecado sea el más insignificante y el más secreto. Toda la obra del padre de mentiras está registrada en los libros de reglamentos del cielo; y los que se prestan al servicio de Satanás, para enseñar a los hombres sus mentiras por precepto y práctica, recibirán conforme a sus obras. Cada ofensa hecha contra Dios, por diminuta que sea, se anota en los registros. Y cuando se esgrima la espada de la justicia, realizará la obra que fue hecha contra el Divino Sufriente. Se hará justicia; porque el odio de Dios por el pecado es intenso e irresistible. . EJ 152.3-EJ 152.5
Los que andan humildemente delante de Dios, no confiando en su
propia sabiduría, se darán cuenta de su peligro y conocerán el poder del cuidado protector de Dios.—The Review and Herald, 7 de julio de 1910. . ELC 99.4-ELC 99.5
Debemos vencer nuestro propio camino. El orgullo, la suficiencia
propia deben ser crucificados y el vacío debe ser llenado con el Espíritu y el poder de Dios... ¿Siguió Jesucristo, la Majestad de los cielos, su propio camino? Miradlo en tortura de alma en el Getsemaní, orando a su Padre. ¿Qué es lo que arranca esas gotas de agonía de su santa frente? ... Esta debería ser nuestra actitud— No se haga mi voluntad sino la tuya. Esto es verdadera conversión. —Cart. ELC 149.3-ELC 149.4 Antes de que nuestro Señor fuera a la agonía de la cruz, hizo su testamento. No tenía plata u oro o casas que dejar a sus discípulos. Era un hombre pobre en cuanto a posesiones terrenales se refiere. Pocos en Jerusalén eran tan pobres como él. Pero dejó a sus discípulos una dádiva más rica que la que cualquier monarca terrenal podría conceder a sus súbditos. “La paz os dejo, mi paz os doy”, dijo... Les dejó la paz que había sido suya durante su vida en la tierra, la que había estado con él en medio de su pobreza, maltratos y persecuciones, y que debía estar con él durante su agonía en el Getsemaní y en la despiadada cruz. . ELC 251.2 ‘Sabiendo,’dice San Pedro, ‘que habéis sido rescatados ... no con cosas corruptibles, como oro o plata.’ ¡Oh! si con dinero hubiera podido comprarse la salvación del hombre, cuán fácil hubiera sido realizarla por Aquel que dice: ‘¡Mía es la plata, y mío el oro!’ Pero el pecador no podía ser redimido sino por la preciosa sangre del Hijo de Dios.”—El Ministerio de Curación, 486. . FV 103.4
“Fije el pecador arrepentido sus ojos en el ‘Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo.’ ... Cuando vemos a Jesús, Varón de dolores y experimentado en quebrantos, trabajando para salvar a los perdidos, despreciado, escarnecido, echado de una ciudad a la otra hasta que su misión fue cumplida; cuando le contemplamos en Getsemaní, sudando gruesas gotas de sangre, y muriendo en agonía sobre la cruz; cuando vemos esto, no podemos ya reconocer el clamor del yo. Mirando a Jesús, nos avergonzaremos de nuestra frialdad, de nuestro letargo, de nuestro egoísmo. Estaremos dispuestos a ser cualquier cosa o nada, para servir de todo corazón al Maestro. Nos regocijará el llevar la cruz en pos de Jesús, el sufrir pruebas, vergüenza o persecución por su amada causa.”—El Deseado de Todas las Gentes, 388. . FV 109.3-FV 109.4 La carga del Salvador era demasiado pesada para él en su condición débil y doliente. Desde la cena de Pascua que tomara con sus discípulos no había ingerido alimento ni bebida. En el huerto de Getsemaní había agonizado en conflicto con los agentes satánicos... Durante toda la deshonrosa farsa del proceso, se había portado con firmeza y dignidad. Pero cuando, después de la segunda flagelación, la cruz fue puesta sobre él, la naturaleza humana no pudo soportar más, y Jesús cayó desmayado bajo la carga. La muchedumbre que seguía al Salvador vio sus pasos débiles y tambaleantes, pero no manifestó compasión... Sus perseguidores vieron que le era imposible llevar más lejos su carga. No sabían dónde encontrar quién quisiese llevar la humillante carga. Los judíos mismos no podían hacerlo, porque la contaminación les habría impedido observar la Pascua. Entre la turba que le seguía no había una sola persona que quisiese rebajarse a llevar la cruz. . HHD 251.2-HHD 251.3 El les dejó la paz que había gozado durante su vida sobre la tierra; la que había estado con El en medio de la pobreza, el escarnio y la persecución, y la que iba a estar con El durante su agonía en el Getsemaní y sobre la cruel cruz. La vida del Salvador sobre la tierra, aunque vivida en medio del conflicto, era una vida de paz. Aunque los airados enemigos estaban constantemente persiguiéndolo, El dijo: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada”Juan 8:29. Ninguna tormenta de ira satánica podía perturbar la calma de esa perfecta comunión con Dios. Y El nos dice: “Mi paz os doy”. Quienes se tomen de la palabra de Cristo, y sometan sus almas a los mandatos de El, sus vidas a las órdenes de El, encontrarán paz y quietud. Nada del mundo puede hacerlos apesadumbrarse cuando Jesús los alegra con su presencia. En la perfecta entrega hay perfecta confianza. El Señor dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. Isaías 26:3. . RJ 270.3-RJ 270.5 Jesús habla de su pueblo como de un tizón arrebatado del incendio, y Satanás comprende lo que esto significa. Los sufrimientos infinitos del Hijo de Dios en el Getsemaní y en el Calvario fueron soportados para que él pudiera rescatar a su pueblo del poder del maligno. La obra de Jesús en la salvación de las personas que perecen es como si él pusiera la mano en el fuego para salvarlos. Josué, que representa al pueblo de Dios, está delante del ángel vestido de ropas inmundas; pero cuando el pueblo se arrepiente delante de Dios por la transgresión de su ley, y extiende la mano de la fe para aferrarse de la justicia de Cristo, Jesús dice: “Quítenles sus ropas inmundas y vístanlos con ropas nuevas”. . RP 361.2 No se desanimen si parece que sus oraciones no obtienen una respuesta inmediata. El Señor ve que la oración está mezclada a menudo con mundanalidad. Los seres humanos oran por aquello que satisfará sus deseos egoístas, y el Señor no cumple sus pedidos en la manera que ellos esperan. Los pone a prueba, los lleva a través de humillaciones hasta que vean más claramente cuáles son sus necesidades. No da a los seres humanos aquellas cosas que complacerán un apetito pervertido y que resultaría en perjuicio del agente humano, llevándolo a deshonrar a Dios. No da a las personas aquello que complacerá su ambición y obrará simplemente para su autoexaltación. Cuando acudimos a Dios debemos estar dispuestos a someternos y a ser contritos de corazón, subordinándolo todo a su santa voluntad. En el Getsemaní, Cristo oró a su Padre diciendo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa”. Mateo 26:39. La copa que pidió que fuese pasada de él, que parecía tan amarga a su alma, era la copa de la separación de Dios a consecuencia del pecado del mundo. Él, que era perfectamente inocente e inmaculado llegó a ser como un culpable delante de Dios, para que el culpable pudiera ser perdonado y permanecer como inocente delante de Dios. Cuando se le aseguró que el mundo no podría ser salvado de ninguna otra manera que no fuera por su sacrificio, dijo: “Pero no sea como yo quiero, sino como tú”. El espíritu de sumisión que manifestó Cristo al ofrecer su oración ante Dios, es el espíritu que es aceptable a Dios. Que el alma sienta su necesidad, su impotencia, su insignificancia, que todas sus energías estén inspiradas en un ferviente deseo de ayuda, y la ayuda vendrá.— The Review and Herald, 19 de noviembre de 1895. Ver En Lugares Celestiales, 91. . SSJ 16.3-SSJ 16.5 El mundo ha sido honrado con la presencia de un Hombre que fue total y completamente obediente; uno que no sólo creyó y enseñó las demandas de la ley de Dios, sino que vivió la ley. Toda su vida fue una representación de sus santos principios. Su obediencia se manifestó en la horrible agonía que soportó en el jardín del Getsemaní, y por medio de sus sufrimientos trajo perdón a los desobedientes. . SSJ 45.3 Durante una hora Jesús soportó solo este terrible sufrimiento. Entonces, levantándose, fue a donde había dejado a sus discípulos, esperando recibir alguna palabra de aliento. Pero en vez de eso, los encontró dormidos, cuando el Salvador más necesitaba de sus oraciones. Se despertaron al escuchar su voz, pero casi no lo reconocieron, pues su rostro estaba muy cambiado por la angustia. Dirigiéndose a Pedro, le dijo: “Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?” Marcos 14:37. Poco antes de llegar al huerto de Getsemaní, Cristo había dicho a sus discípulos: “Todos os escandalizaréis en mí esta noche”. Marcos 14:27. Pero ellos le habían dado la más firme seguridad de que irían con él a la prisión y a la muerte. Y el pobre Pedro, lleno de suficiencia propia, había añadido: “Aunque todos se escandalicen, yo no”. Marcos 14:29. Como los discípulos confiaban en sí mismos, no acudieron al poderoso ayudador como Cristo les había aconsejado. De manera que cuando el Salvador más necesitaba de su simpatía y sus oraciones, estaban dormidos. Hasta el mismo Pedro estaba durmiendo. Y Juan, el discípulo amado, que tantas veces se había reclinado sobre el pecho de Jesús, también estaba dormido. El amor por su Maestro debía mantenerlo despierto. Sus fervientes oraciones debieron haberse unido a las de su amado Salvador en aquellos momentos de gran agonía. El Redentor había pasado noches enteras orando por sus discípulos, para que su fe no flaqueara en la hora de la prueba. Sin embargo, ellos no pudieron permanecer despiertos con él ni siquiera una hora. El corazón del Salvador estaba lleno de piedad y simpatía ante la debilidad de sus discípulos. Temía que no pudieran soportar la prueba que su sufrimiento y muerte les traería. Sin embargo, no les reprochó duramente por su debilidad. Pensó en las pruebas que los esperaban y les dijo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación”. Aunque le habían fallado, los disculpó bondadosamente, añadiendo: “El espíritu a la verdad está presto, pero la carne es débil”. Mateo 26:41. ¡Qué hermoso ejemplo de tierna y amante piedad nos dio el Salvador! UE 94.1- UE 95.5 En el momento más importante, cuando les había rogado en especial que velasen con él, Jesús halló dormidos a los discípulos. El sabía que les sobrevendrían graves conflictos y tentaciones. Los había llevado consigo para que lo fortalecieran, y para que los acontecimientos que presenciasen esa noche y las lecciones de instrucción que recibieran se quedasen grabadas indeleblemente en su memoria. Esto era necesario para que su fe no desfalleciera, sino que fuese fortalecida para la prueba que les esperaba. Pero en vez de velar con Cristo, abrumados por el pesar, se durmieron. Aun el ardiente Pedro, que pocas horas antes había declarado que sufriría y, si era necesario, moriría por su Señor, se había dormido. En el momento más crítico, cuando el Hijo de Dios necesitaba su simpatía y sus sentidas oraciones, los halló durmiendo. Al dormir así perdieron mucho. Nuestro Salvador quería fortalecerlos para la severa prueba a la cual muy pronto iba a ser sometida su fe. Si hubiesen pasado esos momentos tristes velando con su amado Salvador y orando a Dios, Pedro no habría sido abandonado a su propia débil fuerza, que le indujo a negar a su Señor en el momento de prueba. Nuevamente volvió adonde estaban los discípulos y los halló durmiendo. Tenían los ojos pesados. Estos discípulos dormidos representan a una iglesia que duerme cuando se acerca el día del juicio de Dios. Es un tiempo de nubes y densas tinieblas, cuando es peligroso dormirse. Jesús nos ha dejado esta amonestación: “Velad pues, porque no sabéis cuándo el Señor de la casa vendrá; si a la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; porque cuando viniere de repente, no os halle durmiendo”. Marcos 13:35-36. Se pide a la iglesia de Dios que cumpla su vigilia, por peligrosa que sea, ora sea corta o larga. El pesar no brinda excusas para ser menos vigilantes. La tribulación no debe inducirnos al descuido, sino a duplicar la vigilancia. Por su ejemplo Cristo indicó a su iglesia cuál es la fuente de su fuerza en tiempo de necesidad, angustia y peligro. La actitud de vela designará en verdad a la iglesia como pueblo de Dios. Por esta señal, los que aguardan se distinguen del mundo y demuestran que son peregrinos y extranjeros en la tierra. De nuevo, el Salvador se apartó tristemente de sus discípulos que dormían, y oró por tercera vez repitiendo las mismas palabras. Luego volvió a ellos y les dijo: “Dormid ya, y descansad: he aquí ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores”. Mateo 26:45. ¡Qué crueles fueron los discípulos al permitir que el sueño les cerrase los ojos, y encadenase sus sentidos, mientras su divino Señor soportaba tan inefable angustia mental! Si hubiesen permanecido en vela, no habrían perdido su fe al contemplar al Hijo de Dios muriendo en la cruz. Esta importante vigilia nocturna debía destacarse por medio de nobles luchas mentales y oraciones que los habrían robustecido para presenciar la indecible agonía del Hijo de Dios. Los habría preparado para que, mientras contemplaban sus sufrimientos en la cruz, comprendieran algo de la naturaleza de la angustia abrumadora que él soportó en el huerto de Getsemaní. Y habrían quedado mejor capacitados para recordar las palabras que les había dirigido con referencia a sus sufrimientos, muerte y resurrección; y en medio de la lobreguez de aquella hora terrible y penosa, algunos rayos de esperanza habrían iluminado las tinieblas y sostenido su fe. Cristo les había predicho que estas cosas iban a suceder; pero no lo comprendieron. La escena de sus sufrimientos había de ser una prueba de fuego para sus discípulos, y por esto era necesario que velasen y orasen. Su fe necesitaría ser sostenida por una fuerza invisible, mientras experimentaran el triunfo de las potestades de las tinieblas.2TI 184.1-2TI 186.2 La experiencia de los discípulos en el Jardín de Getsemaní contiene una lección para el pueblo de Dios hoy día. Leed estas palabras cuidadosamente. Muchos están dormidos hoy, como lo estaban los discípulos. No están velando y orando para no caer en tentación. Leamos y estudiemos estos trozos de la Palabra de Dios que aluden especialmente a estos últimos días y señalan los peligros que amenazan al pueblo de Dios. Necesitamos poseer una capacidad de percepción penetrante y santificada. Esta perspicacia no se ha de utilizar para criticarse y censurarse unos a otros, sino para discernir las señales de los tiempos. Hemos de cuidar nuestros corazones con toda diligencia para que nuestra fe no naufrague. Algunos que en un tiempo fueron creyentes sólidos en la verdad se han vuelto descuidados con respecto a su bienestar espiritual y están cediendo, sin la menor resistencia, a las bien trazadas tramas de Satanás. Ya es tiempo de que nuestro pueblo saque a sus familias de las ciudades y las lleven a localidades más retiradas, de lo contrario muchos de los jóvenes, y muchos también de los de mayor edad, serán engañados y cautivados por el enemigo. 8TI 107.2-8TI 107.4 Muchos asisten a los servicios religiosos, y se sienten refrigerados y consolados por la Palabra de Dios; pero por descuidar la meditación, la vigilancia y la oración, pierden la bendición, y se hallan más indigentes que antes de recibirla. Con frecuencia les parece que Dios los ha tratado duramente. No ven que ellos tienen la culpa. Al separarse de Jesús, se han privado de la luz de su presencia. Sería bueno que cada día dedicásemos una hora de reflexión a la contemplación de la vida de Cristo. Debiéramos tomarla punto por punto, y dejar que la imaginación se posesione de cada escena, especialmente de las finales. Y mientras nos espaciemos así en su gran sacrificio por nosotros, nuestra confianza en él será más constante, se reavivará nuestro amor, y quedaremos más imbuídos de su Espíritu. Si queremos ser salvos al fin, debemos aprender la lección de penitencia y humillación al pie de la cruz.DTG 63.1-2 Capítulo 38—Nuestra única salvaguardia “¡A la ley y al testimonio! Si no dicen conforme a esto es porque no les ha amanecido”. Isaías 8:20 (RV95). Al pueblo de Dios se le indica que busque en las Sagradas Escrituras su salvaguardia contra las influencias de los falsos maestros y el poder seductor de los espíritus tenebrosos. Satanás emplea cuantos medios puede para impedir que los hombres conozcan la Biblia, cuyo claro lenguaje revela sus engaños. En ocasión de cada avivamiento de la obra de Dios, el príncipe del mal actúa con mayor energía; en la actualidad está haciendo esfuerzos desesperados preparándose para la lucha final contra Cristo y sus discípulos. El último gran engaño se desplegará pronto ante nosotros. El Anticristo va a efectuar ante nuestra vista obras maravillosas. El contrahacimiento se asemejará tanto a la realidad, que será imposible distinguirlos sin el auxilio de las Santas Escrituras. Ellas son las que deben atestiguar en favor o en contra de toda declaración, de todo milagro. CS 579.1 Se hará oposición y se ridiculizará a los que traten de obedecer a todos los mandamientos de Dios. Ellos no podrán subsistir sino en Dios. Para poder soportar la prueba que les espera deben comprender la voluntad de Dios tal cual está revelada en su Palabra, pues no pueden honrarle sino en la medida del conocimiento que tengan de su carácter, gobierno y propósitos divinos y en la medida en que obren conforme a las luces que les hayan sido concedidas. Solo los que hayan fortalecido su espíritu con las verdades de la Biblia podrán resistir en el último gran conflicto. Toda alma ha de pasar por la prueba decisiva: ¿Obedeceré a Dios antes que a los hombres? La hora crítica se acerca. ¿Hemos asentado los pies en la roca de la inmutable Palabra de Dios? ¿Estamos preparados para defender firmemente los mandamientos de Dios y la fe de Jesús? CS 580.1 Antes de la crucifixión, el Salvador había predicho a sus discípulos que iba a ser muerto y que resucitaría del sepulcro, y hubo ángeles presentes para grabar esas palabras en las mentes y en los corazones. Pero los discípulos esperaban la liberación política del yugo romano y no podían tolerar la idea de que Aquel en quien todas sus esperanzas estaban concentradas, fuese a sufrir una muerte ignominiosa. Desterraron de su mente las palabras que necesitaban recordar, y cuando llegó el momento de prueba, los encontró sin la debida preparación. La muerte de Jesús destruyó sus esperanzas igual que si no se la hubiese predicho. Así también las profecías nos anuncian el porvenir con la misma claridad con que Cristo predijo su propia muerte a los discípulos. Los acontecimientos relacionados con el fin del tiempo de gracia y la preparación para el tiempo de angustia han sido presentados con claridad. Pero hay miles de personas que comprenden estas importantes verdades de modo tan incompleto como si nunca hubiesen sido reveladas. Satanás procura arrebatar toda impresión que podría llevar a los hombres por el camino de la salvación, y el tiempo de angustia no los encontrará listos. CS 580.2 Cuando Dios manda a los hombres avisos tan importantes que las profecías los representan como proclamados por santos ángeles que vuelan por el cielo, es porque él exige que toda persona dotada de inteligencia les preste atención. Los terribles juicios que Dios pronunció contra los que adoran la bestia y su imagen (Apocalipsis 14:9-11) deberían inducir a todos a estudiar diligentemente las profecías para saber lo que es la marca de la bestia y cómo pueden evitarla. Pero las muchedumbres cierran los oídos a la verdad y prefieren fábulas. El apóstol Pablo, refiriéndose a los últimos días, dijo: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina”. 2 Timoteo 4:3. Ya hemos entrado de lleno en ese tiempo. Las multitudes se niegan a recibir las verdades bíblicas porque estas contrarían los deseos de los corazones pecaminosos y mundanos; y Satanás les proporciona los engaños en que se complacen. CS 580.3 Pero Dios tendrá en la tierra un pueblo que sostendrá la Biblia y la Biblia sola, como piedra de toque de todas las doctrinas y base de todas las reformas. Ni las opiniones de los sabios, ni las deducciones de la ciencia, ni los credos o decisiones de concilios tan numerosos y discordantes como lo son las iglesias que representan, ni la voz de las mayorías, nada de esto, ni en conjunto ni en parte, debe ser considerado como evidencia en favor o en contra de cualquier punto de fe religiosa. Antes de aceptar cualquier doctrina o precepto debemos cerciorarnos de si los autoriza un categórico “Así dice Jehová”. CS 581.1 Satanás trata continuamente de atraer la atención hacia los hombres en lugar de atraerla hacia Dios. Hace que el pueblo considere como sus guías a los obispos, pastores y profesores de teología, en vez de estudiar las Escrituras para saber por sí mismo cuáles son sus deberes. Dirigiendo luego la inteligencia de esos mismos guías, puede entonces también encaminar las multitudes a su voluntad. CS 581.2 Cuando Cristo vino a predicar palabras de vida, el vulgo le oía con gozo y muchos, hasta de entre los sacerdotes y gobernantes, creyeron en él. Pero los principales de los sacerdotes y los jefes de la nación estaban resueltos a condenar y rechazar sus enseñanzas. A pesar de salir frustrados todos sus esfuerzos para encontrar en él motivos de acusación, a pesar de que no podían dejar de sentir la influencia del poder y sabiduría divinos que acompañaban sus palabras, se encastillaron en sus prejuicios y repudiaron la evidencia más clara del carácter mesiánico de Jesús, para no verse obligados a hacerse sus discípulos. Estos opositores de Jesús eran hombres a quienes el pueblo había aprendido desde la infancia a reverenciar y ante cuya autoridad estaba acostumbrado a someterse implícitamente. “¿Cómo es posible—se preguntaban—que nuestros gobernantes y nuestros sabios escribas no crean en Jesús? ¿Sería posible que hombres tan piadosos no le aceptaran si fuese el Cristo?” Y fue la influencia de estos maestros la que indujo a la nación judía a rechazar a su Redentor. CS 581.3 El espíritu que animaba a aquellos sacerdotes y gobernantes anima aún a muchos que pretenden ser muy piadosos. Se niegan a examinar el testimonio que las Sagradas Escrituras contienen respecto a las verdades especiales para la época actual. Llaman la atención del pueblo al número de sus adeptos, su riqueza y su popularidad, y desdeñan a los defensores de la verdad que por cierto son pocos, pobres e impopulares y cuya fe los separa del mundo. CS 582.1 Cristo previó que las pretensiones de autoridad desmedida de los escribas y fariseos no habían de desaparecer con la dispersión de los judíos. Con mirada profética vio que la autoridad humana se encumbraría para dominar las conciencias en la forma que ha dado tan desgraciados resultados para la iglesia en todos los siglos. Y sus terribles acusaciones contra los escribas y fariseos y sus amonestaciones al pueblo a que no siguiera a esos ciegos conductores fueron consignadas como advertencia para las generaciones futuras. CS 582.2 La iglesia romana reserva al clero el derecho de interpretar las Santas Escrituras, y so pretexto de que solo los eclesiásticos son competentes para explicar la Palabra de Dios, priva de ella al pueblo (véase el Apéndice). Aun cuando la Reforma hizo las Escrituras accesibles a todos, este mismo principio sustentado por Roma es el que hoy impide a miles y miles en las iglesias protestantes que las estudien por sí mismos. Se les enseña a aceptar sus doctrinas tal cual las interpreta la iglesia; y hay millares de personas que no admiten nada, por evidente que sea su revelación en las Sagradas Escrituras, si resulta en oposición con su credo o con las enseñanzas adoptadas por sus respectivas iglesias. CS 582.3 A pesar de estar la Biblia llena de amonestaciones contra los falsos maestros, muchos encomiendan al clero el cuidado de sus almas. Hay actualmente millares de personas que profesan ser religiosas y que no pueden dar acerca de los puntos de su fe, otra razón que el hecho de que así les enseñaron sus directores espirituales. No se fijan casi en las enseñanzas del Salvador y creen en cambio ciegamente a lo que los ministros dicen. ¿Pero son acaso infalibles estos ministros? ¿Cómo podemos confiar nuestras almas a su dirección, mientras no sepamos por la Palabra de Dios que ellos poseen la verdad? Muchos son los que, faltos de valor moral para apartarse del sendero trillado del mundo, siguen los pasos de los doctos; y debido a su aversión para investigar por sí mismos, se están enredando más y más en las cadenas del error. Ven que la verdad para el tiempo presente está claramente expuesta en la Biblia y sienten que el poder del Espíritu Santo confirma su proclamación, y sin embargo consienten que la oposición del clero los aleje de la luz. Por muy convencidas que estén la razón y la conciencia, estos pobres ilusos no se atreven a pensar de otro modo que como los ministros, y sacrifican su juicio individual y sus intereses eternos al descreimiento, orgullo y prejuicios de otra persona. CS 582.4 Muchos son los artificios de que Satanás se vale para encadenar a sus cautivos por medio de las influencias humanas. El se asegura la voluntad de multitudes atándolas con los lazos de seda de sus afectos a los enemigos de la cruz de Cristo. Sea cual fuere esta unión: paternal, filial, conyugal o social, el efecto es el mismo: los enemigos de la verdad ejercen un poder que tiende a dominar la conciencia, y las almas sometidas a su autoridad no tienen valor ni espíritu independiente suficientes para seguir sus propias convicciones acerca del deber. CS 583.1 La verdad y la gloria de Dios son inseparables, y nos es imposible honrar a Dios con opiniones erróneas cuando tenemos la Biblia a nuestro alcance. Muchos sostienen que no importa lo que uno cree, siempre que su conducta sea buena. Pero la vida es modelada por la fe. Si teniendo la luz y la verdad a nuestro alcance, no procuramos conocerla, de hecho la rechazamos y preferimos las tinieblas a la luz. CS 583.2 “Hay camino que parece derecho al hombre, mas su salida son caminos de muerte”. Proverbios 16:25. La ignorancia no disculpa el error ni el pecado, cuando se tiene toda oportunidad de conocer la voluntad de Dios. Tomemos el caso de un hombre que estando de viaje llega a un punto de donde arrancan varios caminos en direcciones indicadas en un poste. Si no se fija en este y escoge el camino que mejor le parezca, por sincero que sea, es más que probable que errará el rumbo. CS 583.3 Dios nos ha dado su Palabra para que conozcamos sus enseñanzas y sepamos por nosotros mismos lo que él exige de nosotros. Cuando el doctor de la ley preguntó a Jesús: “¿Haciendo qué cosa, poseeré la vida eterna?” el Señor lo remitió a las Sagradas Escrituras, diciendo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?” La ignorancia no excusará ni a jóvenes ni a viejos, ni los librará tampoco del castigo que corresponde a la infracción de la ley de Dios, pues tienen a la mano una exposición fiel de dicha ley, de sus principios y de lo que ella exige del hombre. No basta tener buenas intenciones; no basta tampoco hacer lo que se cree justo o lo que los ministros dicen serlo. La salvación de nuestra alma está en juego y debemos escudriñar por nuestra cuenta las Santas Escrituras. Por arraigadas que sean las convicciones de un hombre, por muy seguro que esté de que el pastor sabe lo que es verdad, nada de esto debe servirle de fundamento. El tiene un mapa en el cual van consignadas todas las indicaciones del camino para el cielo y no tiene por qué hacer conjeturas. CS 583.4 El primero y más alto deber de toda criatura racional es el de escudriñar la verdad en las Sagradas Escrituras y luego andar en la luz y exhortar a otros a que sigan su ejemplo. Día tras día deberíamos estudiar diligentemente la Biblia, pesando cada pensamiento y comparando texto con texto. Con la ayuda de Dios debemos formarnos nuestras propias opiniones ya que tenemos que responder a Dios por nosotros mismos. CS 584.1 Las verdades que se encuentran explicadas con la mayor claridad en la Biblia han sido envueltas en dudas y oscuridad por hombres doctos, que con ínfulas de gran sabiduría enseñan que las Escrituras tienen un sentido místico, secreto y espiritual que no se echa de ver en el lenguaje empleado en ellas. Esos hombres son falsos maestros. Fue a personas semejantes a quienes Jesús declaró: “No conocéis las Escrituras, ni el poder de Dios”. Marcos 12:24 (VM). El lenguaje de la Biblia debe explicarse de acuerdo con su significado manifiesto, a no ser que se trate de un símbolo o figura. Cristo prometió: “Si alguno quisiere hacer su voluntad [del Padre], conocerá de mi enseñanza, si es de Dios”. Juan 7:17 (VM). Si los hombres quisieran tan solo aceptar lo que la Biblia dice, y si no hubiera falsos maestros para alucinar y confundir las inteligencias, se realizaría una obra que alegraría a los ángeles y que traería al rebaño de Cristo a miles y miles de almas actualmente sumidas en el error. CS 584.2 Deberíamos ejercitar en el estudio de las Santas Escrituras todas las fuerzas del entendimiento y procurar comprender, hasta donde es posible a los mortales, las profundas enseñanzas de Dios; pero no debemos olvidar que la disposición del estudiante debe ser dócil y sumisa como la de un niño. Las dificultades bíblicas no pueden ser resueltas por los mismos métodos que se emplean cuando se trata de problemas filosóficos. No deberíamos ponernos a estudiar la Biblia con esa confianza en nosotros mismos con la cual tantos abordan los dominios de la ciencia, sino en el espíritu de oración y dependencia filial hacia Dios y con un deseo sincero de conocer su voluntad. Debemos acercarnos con espíritu humilde y dócil para obtener conocimiento del gran YO SOY. De lo contrario vendrán ángeles malos a oscurecer nuestras mentes y a endurecer nuestros corazones al punto que la verdad ya no nos impresionará. CS 584.3 Más de una porción de las Sagradas Escrituras que los eruditos declaran ser un misterio o que estiman de poca importancia, está llena de consuelo e instrucción para el que estudió en la escuela de Cristo. Si muchos teólogos no comprenden mejor la Palabra de Dios, es por la sencilla razón de que cierran los ojos con respecto a unas verdades que no desean poner en práctica. La comprensión de las verdades bíblicas no depende tanto de la potencia intelectual aplicada a la investigación como de la sinceridad de propósitos y del ardiente anhelo de justicia que animan al estudiante. CS 585.1 Nunca se debería estudiar la Biblia sin oración. Solo el Espíritu Santo puede hacernos sentir la importancia de lo que es fácil comprender, o impedir que nos apartemos del sentido de las verdades de difícil comprensión. Hay santos ángeles que tienen la misión de influir en los corazones para que comprendan la Palabra de Dios, de suerte que la belleza de esta nos embelese, sus advertencias nos amonesten y sus promesas nos animen y vigoricen. Deberíamos hacer nuestra la petición del salmista: “¡Abre mis ojos, para que yo vea las maravillas de tu ley!” Salmos 119:18 (VM). Muchas veces las tentaciones parecen irresistibles, y es porque se ha descuidado la oración y el estudio de la Biblia, y por ende no se pueden recordar luego las promesas de Dios ni oponerse a Satanás con las armas de las Santas Escrituras. Pero los ángeles rodean a los que tienen deseos de aprender cosas divinas, y en situaciones graves traerán a su memoria las verdades que necesitan. “Porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él”. Isaías 59:19. CS 585.2 Jesús prometió a sus discípulos “el Consolador, es decir, el Espíritu Santo, a quien—dijo—el Padre enviará en mi nombre”, y agregó: “El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo cuanto os he dicho”. Juan 14:26 (VM). Pero primero es preciso que las enseñanzas de Cristo hayan sido atesoradas en el entendimiento, si queremos que el Espíritu de Dios nos las recuerde en el momento de peligro. “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. Salmos 119:11. CS 585.3 Todos los que estiman en lo que valen sus intereses eternos deben mantenerse en guardia contra las incursiones del escepticismo. Hasta los fundamentos de la verdad serán socavados. Es imposible ponerse a cubierto de los sarcasmos y sofismas y de las enseñanzas insidiosas y pestilentes de la incredulidad moderna. Satanás adapta sus tentaciones a todas las clases. Asalta a los indoctos con una burla o una mirada de desprecio, mientras que se acerca a la gente instruida con objeciones científicas y razonamientos filosóficos propios para despertar desconfianza o desprecio hacia las Sagradas Escrituras. Hasta los jóvenes de poca experiencia se atreven a insinuar dudas respecto a los principios fundamentales del cristianismo. Y esta incredulidad juvenil, por superficial que sea, no deja de ejercer su influencia. Muchos se dejan arrastrar así al punto de mofarse de la piedad de sus padres y desafían al Espíritu de gracia. Hebreos 10:29. Muchos cuya vida daba promesa de honrar a Dios y de beneficiar al mundo, se han marchitado bajo el soplo contaminado de la incredulidad. Todos los que fían en los dictámenes jactanciosos de la razón humana y se imaginan poder explicar los misterios divinos y llegar al conocimiento de la verdad sin el auxilio de la sabiduría de Dios, están presos en las redes de Satanás. CS 586.1 Vivimos en el período más solemne de la historia de este mundo. La suerte de las innumerables multitudes que pueblan la tierra está por decidirse. Tanto nuestra dicha futura como la salvación de otras almas dependen de nuestra conducta actual. Necesitamos ser guiados por el Espíritu de Verdad. Todo discípulo de Cristo debe preguntar seriamente: “¿Señor, qué quieres que haga?” Necesitamos humillarnos ante el Señor, ayunar, orar y meditar mucho en su Palabra, especialmente acerca de las escenas del juicio. Debemos tratar de adquirir actualmente una experiencia profunda y viva en las cosas de Dios, sin perder un solo instante. En torno nuestro se están cumpliendo acontecimientos de vital importancia; nos encontramos en el terreno encantado de Satanás. No durmáis, centinelas de Dios, que el enemigo está emboscado, listo para lanzarse sobre vosotros y haceros su presa en cualquier momento en que caigáis en descuido y somnolencia. CS 586.2 Muchos se engañan con respecto a su verdadera condición ante Dios. Se felicitan por los actos reprensibles que no cometen, y se olvidan de enumerar las obras buenas y nobles que Dios requiere, pero que ellos descuidan de hacer. No basta que sean árboles en el huerto del Señor. Deben corresponder a lo que Dios espera de ellos, llevando frutos. Dios los hace responsables de todo el bien que podrían haber realizado, sostenidos por su gracia. En los libros del cielo sus nombres figuran entre los que ocupan inútilmente el suelo. Sin embargo, aun el caso de tales personas no es del todo desesperado. El Dios de paciencia y amor se empeña en atraer aún a los que han despreciado su gracia y desdeñado su misericordia. “Por lo cual se dice: Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, cómo andéis avisadamente; [...] redimiendo el tiempo, porque los días son malos”. Efesios 5:14-16. CS 586.3 Cuando llegue el tiempo de la prueba, los que hayan seguido la Palabra de Dios como regla de conducta, serán dados a conocer. En verano no hay diferencia notable entre los árboles de hojas perennes y los que las pierden; pero cuando vienen los vientos de invierno los primeros permanecen verdes en tanto que los otros pierden su follaje. Así puede también que no sea dado distinguir actualmente a los falsos creyentes de los verdaderos cristianos, pero pronto llegará el tiempo en que la diferencia saltará a la vista. Dejad que la oposición se levante, que el fanatismo y la intolerancia vuelvan a empuñar el cetro, que el espíritu de persecución se encienda, y entonces los tibios e hipócritas vacilarán y abandonarán la fe; pero el verdadero cristiano permanecerá firme como una roca, con más fe y esperanza que en días de prosperidad. CS 587.1 El salmista dice: “Tus testimonios son mi meditación”. “De tus mandamientos he adquirido inteligencia: por tanto he aborrecido todo camino de mentira”. Salmos 119:99, 104. CS 587.2 “Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría”. “Porque él será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viniere el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de hacer fruto”. Proverbios 3:13; Jeremías 17:8. CS 587.3