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SALMOS

1. Nombre:
El nombre Salmos viene del griego de la Septuaginta “Psalmoí”, que significa «pulsar» un instrumento
de cuerda (a saber, el Psalterion). El término griego designa un poema que se recita con
acompañamiento musical. El nombre Hebreo de la colección completa de los Salmos era: “el libro de
alabanzas” (Sefer Tehillim), o simplemente “alabanzas” (Tehillim).
La Septuaginta o Versión de los Setenta, también lo llamaba “Psalterion”, expresión del que deriva el
término Salterio. Ahora se emplea el término Salterio como un sinónimo del libro de los Salmos, y la
palabra salmo para designar cada uno de los poemas que lo integran.

2. Autor:
En el Nuevo Testamento varios Salmos se atribuyen claramente a David como su autor. Así por
ejemplo, Hechos 4:25 atribuye el Salmo 2 a David; Hechos 2:25-28 y 13:36 le atribuyen también a él el
Salmo 16; Romanos 4:6-8, Salmo 32; Hechos 1:16-20a y Romanos 11:9 y siguientes, Salmo 69; Hechos
1:20b, Salmo 109; Mat. 22:42 y siguientes, Marcos 12:36 y siguientes, Lucas 20:42-44, y Hechos 2:34,
Salmo 110; Heb. 4:7, Salmo 95. Los títulos atribuyen a David no menos de 73 salmos. Otros autores que
se nombran son: Asaf (50; 73-83), los hijos de Coré (42-49; 84-85; 87-88), Salomón (72; 127), Hemán
(88), Etán (89) y Moisés (90).

3. Fecha:
La historia de la redacción de los salmos individuales es extensa, y complejo el proceso gradual de
compilación de poemas hasta llegar al conjunto que hoy conocemos. Todo comenzó de forma oral,
posiblemente cuando los salmistas recitaban oraciones para expresar sus sentimientos más
significativos en torno a Dios y la vida. Esas plegarias y composiciones pasaron de generación en
generación, a medida que la comunidad de fe se apropiaba de esos clamores, al entender que
reflejaban sus pensamientos y sentimientos sobre las acciones de la Divinidad en las diferentes esferas
de la existencia.

4. Propósito:
Estimular al piadoso a la exaltación de Dios y a la devoción íntima.

5. Tema:
El diálogo íntimo y extraordinario de un pueblo que se presenta tal cual es ante su Dios.

6. Contenido Teológico:
No podemos dejar de advertir el hecho de que los salmistas hablan en el contexto del pacto. Son
personas que hablan a Dios y acerca de Dios sobre la base de estar en una relación de pacto con él. Así
pues, el pacto es un concepto que vincula muchos hilos de la teología de los Salmos. No podemos
esperar cubrir el tema de manera exhaustiva, pero, para fines ilustrativos, se analizarán cinco temas
escogidos:

a. Sion: Dios dio a conocer su presencia en una forma especial en el Monte Sion. Fue en esta
montaña, en el lado septentrional de la Jerusalén de David, que Salomón construyó el templo. Como
depositario del arca del pacto, así como de otros objetos que simbolizaban la presencia de Dios, el
templo representaba la relación íntima de Dios con Israel.
Como tal, Sion mismo es a menudo objeto de alabanza en los Salmos. El Salmo 48 es un conmovedor
ejemplo de un salmo de «Sion» que alaba a Dios con una descripción afectuosa de su morada santa:
“Grande es el SEÑOR, y digno de suprema alabanza
en la ciudad de nuestro Dios.
Su monte santo, bella colina,
es la alegría de toda la tierra.
El Monte Sion, en la parte norte,
es la ciudad del gran Rey.
En las fortificaciones de Sion
Dios se ha dado a conocer
como un refugio seguro,” (Sal. 48: 1-3)

La santidad que le corresponde a Sion con frecuencia se amplía para incluir a toda la ciudad de
Jerusalén con el resultado de que en los Salmos a menudo se exalta también a la ciudad:
“¡Jerusalén, ciudad edificada
para que en ella todos se congreguen!
A ella suben las tribus,
Las tribus del SEÑOR,
Para alabar su nombre
Conforme a la ordenanza
que recibió Israel”. (Sal. 122:3-4).

En todo esto, es importante recordar que Sion y Jerusalén no son santas en sí mismas y por sí
mismas. Antes bien, son santas porque Dios ha escogido dar a conocer su presencia ahí, de una
manera especial. Es de Sion de donde salen sus bendiciones.

b. Historia: La historia desempeña un papel clave en los pactos bíblicos. La relación entre Dios y su
pueblo tiene un trasfondo que se recita en momentos de formación y renovación del pacto (Éx. 20:2;
Dt. 1:6-4:49; Jos. 24:2-13; 1 S. 12:8-15).
La memoria histórica es importante también en los Salmos. El salmista trae constantemente a la
memoria las intervenciones pasadas de Dios de liberación y amor hacia su pueblo. El pueblo de Dios
encuentra en ella ocasión para regocijarse (Sal. 98:1-3). También traen a la mente sus actos
misericordiosos en medio de problemas y angustia (Sal. 77). Aunque muchos salmos tienen un
componente histórico, unos cuantos (descritos antes como salmos de remembranza tienen como
propósito principal contar las obras históricas de Dios (Sal. 78, 105, 106, 136).
Así pues, la presencia de Dios como parte del pacto no es abstracta, mística o individual. Dios entra
en la esfera de la historia y actúa a favor de Israel. El salmista encuentra frecuentes ocasiones para
exaltar la obra de Dios en el espacio y en el tiempo.
c. Ley: Dios impone a su pueblo ciertas obligaciones que asumen la forma de ley: Dios dio la ley a
Israel después de que hubo entrado a una relación de pacto con esa nación y con la historia de la
salvación como su trasfondo. Esta pauta puede verse con claridad en el libro del Éxodo. Antes de dar
al pueblo los Diez Mandamientos y el resto de la ley mosaica, Dios liberó a su pueblo de la esclavitud
de Egipto. La ley viene después de que Dios entra en relación con su pueblo, no antes.
Es dentro de esta relación de pacto que el salmista exalta la ley e insiste ante el pueblo que su
obligación es cumplirla. Ciertos salmos tienen a la ley como su principal preocupación. El Salmo 1
aconseja seguir de cerca a la ley, no por un mandato sino mediante la descripción de las bendiciones
que fluyen sobre quien cumple la ley. El Salmo 19 sigue la misma línea, pero también evoca
elocuentes imágenes para describir los beneficios de la ley:
“Son más deseables que el oro,
más que mucho oro refinado;
son más dulces que la miel,
la miel que destila del panal”. (v. 10)

Quizá el salmo más conocido que exalta la ley de Dios es el 119. Este «salmo gigante» de veintidós
estrofas (176 versos) expresa el amor más intenso por la ley que se encuentra en la Biblia:
“¡Cuánto amo yo tu ley!
Todo el día medito en ella.
Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos
porque me pertenecen para siempre”, (vv. 97-98)

Pero no es solo en estos pocos salmos que se pone en primer plano la obligación del pacto. El
salmista exhorta constantemente a la congregación a una respuesta obediente a Dios. Con
frecuencia se dirige a la congregación de una forma imperativa. La exhortación que se hace es a
menudo que adoren a Dios, que lo alaben por todo lo que ha hecho (Sal. 30:4-5).

d. Realeza: El rey está detrás del pacto. El pacto, como cualquier tratado, lo acuerdan dos reyes que
representan a sus pueblos. El tratado de vasallaje, que es el modelo para el pacto divino-humano en
el Antiguo Testamento, es una relación política entre un rey que representa un estado políticamente
superior y un rey menos poderoso que subordina su propia persona y su pueblo al rey grande. En los
pactos del Antiguo Testamento, Dios es el Gran Rey, e Israel, representado por el rey davídico, es la
nación vasalla.
No resulta, pues, inesperado que la realeza sea un tema importante en el Salterio. Por un lado, una
serie de salmos exaltan a Dios como rey (Sals. 47, 93, 95-99). Es el Rey no solo de Israel sino de todo
el universo, y el universo entero le debe alabanza (96:1). Después de todo, él creó todo lo que existe
(95:3-5).
Por otro lado, el rey humano también desempeña un papel sumamente importante en el Salterio. Él
es a quien Dios ha escogido para liderar a su pueblo y para mediar su propia realeza ante ellos (Sal.
2). Una serie de salmos de manera explícita están relacionados con el tema real dado que el rey es el
tema (p. ej. 20, 21). Una serie de salmos más están claramente relacionados con el rey humano en
virtud de su título y del lenguaje que se emplea para describir a quien habla. Por ejemplo, en el
Salmo 3, la cantidad de enemigos y su ferocidad sugiere que se tiene presente al rey. Esta afirmación
tiene su sustento en el título que alega la autoría davídica.
El Salmo 2, con toda probabilidad un salmo de coronación revela la relación entre Dios como rey
entronizado en el cielo (v. 4) y el rey ungido que gobierna y prospera con su bendición (vv. 6-9). El
segundo refleja la gloria del primero. Dios protege y bendice a su rey humano ungido frente a la
oposición hostil.

e. Guerra: El lenguaje de la guerra está presente en todo el Salterio. Es posible reconocer varios
salmos que son oraciones que se cantaban antes, durante y después de una batalla. Detrás de estos
salmos está el concepto bíblico de la guerra santa con su conexión con el pacto entre Dios e Israel.
En los tratados del antiguo Oriente Próximo el Rey hacía dos promesas al vasallo. Primera, atacaría al
vasallo si éste se rebelaba contra él. Segunda, saldría en defensa de cualquier vasallo leal que fuera
atacado. Vemos operar la misma dinámica entre Dios e Israel en todo el Antiguo Testamento. Viene
como guerrero para luchar a favor de su pueblo obediente (Éx. 15; Jue. 5; Jos. 6), y lucha contra ese
pueblo cuando éste se rebela (Jos. 7-8; 1 S. 4-5); Lamentaciones). La guerra de Israel en el Antiguo
Testamento es santa porque es Yahvé quien los guía en la batalla. Él es quien establece las reglas de
juego para la guerra de Israel (Dt. 7, 20).
El Salmo 7 es representativo de una oración antes de que Israel comience a luchar. El salmista pide a
Dios que lo libere de sus enemigos (vv. 1-2). Es típico en los salmos que preceden a la batalla que el
salmista se dirija en forma directa a Dios para pedir su ayuda:
“¡Levántate, SEÑOR, en tu ira;
enfréntate al furor de mis enemigos!
¡Despierta, oh Dios, e imparte justicia!” (v. 6)

Con frecuencia se le aplican a Dios imágenes marciales (escudo, v. 10) y se describe como soldado
que se prepara para la batalla (vv. 12-13). Cuando el salmista se encuentra en medio de la batalla,
acude al Señor para expresarle su confianza al enfrentarse a grandes peligros. El Salmo 91 encuentra
su marco más apropiado en el campamento por la noche entre batallas. El salmista se enfrenta al
peligro de la batalla (vv. 5-7) y de la peste (v. 6). Con todo, se siente perfectamente seguro en Dios,
su refugio y abrigo (v. 1).
Finalmente, cuando termina la batalla, Israel reconoce que Dios fue quien le dio la victoria. El Salmo
98 contiene tres estrofas. La primera celebra la victoria que Dios ha conseguido para su pueblo
delante de las naciones (vv. 1-3). Como resultado de la victoria, Se proclama rey a Dios (vv. 4-6) y el
juez venidero (vv. 7-9).
Muchos salmos tienen a la guerra como marco principal. Estos salmos encuentran su motivación en
la ideología de la guerra santa y con frecuencia ofrecen un cuadro terrible de Dios como el Guerrero
Divino:
“En el cielo, entre granizos y carbones encendidos,
se oyó el trueno del SEÑOR,
resonó la voz del Altísimo.
Lanzó sus flechas, sus grandes centellas;
dispersó a mis enemigos y los puso en fuga”. (Sal. 18:13-14)

7. Perspectiva Novo-testamentaria:
Los autores del Nuevo Testamento reconocieron esta conexión entre Jesús y los Salmos. El libro de
Salmos compite solo con Isaías en la frecuencia de citas en las páginas del Nuevo Testamento. Desde
luego, el Nuevo Testamento cita a los Salmos para sustentar muchas enseñanzas diferentes y no solo
las cristológicas. En Romanos 3, Pablo alude a una serie de pasajes del Salterio para fundamentar sus
argumentos. Afirma, por ejemplo, que Dios es completamente fiel (v. 4, citando el Sal. 51:4) y el
hombre es totalmente pecador (vv. 10b-18), citando una serie de salmos e incluyendo un breve pasaje
de Isaías.
Sin embargo, lo que nos interesa a nosotros en este caso es la gran cantidad de veces en que autores
del Nuevo Testamento citan a los Salmos para establecer la identidad de Jesús como Mesías e Hijo de
Dios. En Hechos 4. Pedro habla a los líderes judíos que lo están cuestionando y describe el repudio y la
glorificación de Jesús. Apoya su argumento citando el Salmo 118:22, diciendo, «Jesucristo es la piedra
que desecharon ustedes los constructores, y que ha llegado a ser la piedra angular» (Hch. 4:11) . Jesús es
la piedra rechazada y luego colocada en la posición más importante en el edificio.
Al dirigir nuestra atención al Nuevo Testamento, vemos el cumplimiento de la promesa del pacto
davídico de que un hijo de David se sentará para siempre en el trono. Esa promesa se cumple en la
persona de Jesucristo quien, según Pablo, «según la naturaleza humana era descendiente de David»
(Ro. 1:3).
Así Lucas 1:31-33 (véase Sal. 89:3-4) menciona las siguientes bendiciones sobre María:
“Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
El será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo.
Dios el Señor le dará el trono de su padre David,
y reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre.
Su reinado no tendrá fin.”

Además, en el Salterio se anticipa a Jesús porque es el Hijo de Dios. Los salmos se ofrecen a Dios, y,
como segunda persona de la Trinidad, Jesús es el objeto apropiado de nuestra alabanza y lamento.
El autor de Hebreos establece la pauta. En el capítulo primero, donde cita una serie de pasajes del
Antiguo Testamento para mostrar la superioridad de Cristo sobre los ángeles, incluye el Salmo 102:25-
27 en referencia a Jesús (Heb. 1:8):
“En el principio, oh Señor, tú afirmaste la tierra,
y los cielos son la obra de tus manos.
Ellos perecerán, pero tú permaneces para siempre.
Todos ellos se desgastarán como un vestido.
Los doblarás como un manto,
y cambiarán como ropa que se muda;
pero tú eres siempre el mismo,
y tus años no tienen fin”. (Heb. 1:10-12).

En su contexto del Antiguo Testamento, este salmo se cantaba a Yahvé. Desde una perspectiva del
Nuevo Testamento, se canta con razón a Jesús sobre la base de que él, aunque es plenamente humano,
es plenamente Dios y merecedor de divina alabanza.
Por estas razones y siguiendo los ejemplos del Nuevo Testamento, resulta legítimo leer los Salmos
desde una perspectiva cristológica. Una lectura cristiana de los Salmos confirma que se ven como
oraciones de Jesús (Heb. 2:12) y oraciones a Jesús. Así, por ejemplo, los himnos como los cánticos de
Jesús indican su glorificación y pueden cantarse para glorificarlo. Los lamentos indican su humillación (y
así los aplican los autores del Nuevo Testamento), y deben recitarse dirigidos a él como expresiones de
los sufrimientos de los cristianos modernos.

8. Estructura del Libro de los Salmos:

- Libro I: Salmos 1-41


- Libro II: Salmos 42-72
- Libro III: Salmos 73-89
- Libro IV: Salmos 90-106
- Libro V: Salmos 107-150

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