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EL SERVICIO

¿En alguna ocasión les ha tomado la tarde de camino a su trabajo o a dejar a los
niños a la escuela? A algunos les pasará muy seguido y a otros no tanto, pero pienso
que todos estaremos de acuerdo que es un sentimiento de agobio que no nos gustar
sentir.

Recuerdo muy bien un día que iba con esa con desesperación de llegar a mi trabajo
y miraba el reloj parecía que volaba, miraba las grandes filas de autos y el autobús
que me llevaba a mi trabajo nunca pasaba. En el mismo momento que por fin venía
mi autobús para subirme, un anciano encorvado y con un andarivel se me acercó y
me dijo: Joven, me puede ayudar a bajar estas escaleras por favor, voy para la
alcaldía. Tengo que confesar que por segundos me pasaron en mi mente
pensamientos que me avergüenzan, pensé: Y si le digo que no puedo porque no
podré agarrar el bus si lo hago y llegaré tarde a mi trabajo. Y si le digo a otra persona
que le ayude al señor y yo me voy en el bus, de todas maneras, hay muchas
personas aquí, otro puede ayudarle. Sin embargo, inmediatamente el Espíritu Santo
me habló a mi mente y a mi corazón y me dijo: ¿Que haría Jesucristo en este
momento? En ese mismo instante me arrepentí de los pensamientos anteriores y
decidí ayudar al anciano hasta que llegó a un lugar seguro y pudo continuar con su
camino. No les voy a decir que milagrosamente el bus me espero y logré llegar
temprano a mi trabajo, de hecho, llegué muy tarde. Pero si les testificó del profundo
y cálido sentimiento que tuve de haber servido a mi prójimo. Este sentimiento de
paz y gozo me acompaño durante todo el día y me di cuenta que fui grandemente
bendecido por haber prestado servicio.

El tema de mi discurso en esta tarde es El Servicio. Como en todas las cosas,


nuestro mejor ejemplo Es Jesucristo. Después de compartir la santa cena con sus
apóstoles, les preguntó: Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa o el
que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre
vosotros como el que sirve. Lucas: 22-27. Jesucristo el hijo del Dios Viviente, el
creador de los cielos y de la tierra y de todo lo que en ellos hay, vino a este mundo
a servir con humildad. En su ministerio terrenal se dedicó a amar y a enseñar a los
demás, a sanar enfermos y como parte fundamental de su misión, brindar su vida
por los pecados de toda la humanidad.

Al bautizarnos cada uno de nosotros hizo convenios de tomar sobre nosotros el


nombre de Jesucristo. En el libro de mormón, el profeta Alma explicó lo que
significaba este convenio a un grupo de nuevos conversos que deseaban ser
bautizados. Alma indicó que el deseo de ellos de “entrar en el redil de Dios” incluía
una disposición a prestar servicio significativo, a “llevar las cargas los unos de los
otros para que sean ligeras” a “llorar con los que lloran” y a “consolar a los que
necesitan de consuelo” (Mosíah 18:8–9).

El Salvador recurrió a una parábola para enseñar la importancia del servicio, en la


que habló de Su regreso a la tierra en gloria y de la separación de justos e inicuos.
En la parábola, Él les dice a los justos: “… Venid, benditos de mi Padre, heredad el
reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre,
y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me
recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la
cárcel, y vinisteis a mí” (Mateo 25:34–36).

Los justos, perplejos por esta afirmación, le preguntan: “… Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento y te sustentamos?, ¿o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te
vimos forastero y te recogimos?, ¿o desnudo y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos
enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” (Mateo 25:37–39).

Entonces, el Señor les responde: “… en cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis


hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40).

Estimados hermanos, las oportunidades de servicio son ilimitadas. Casi a diario


podemos ver personas que necesitan palabras de animo o de consuelo o
simplemente personas que necesita ser escuchadas. Al hablar a los demás con
amor, con empatía, sin criticarles, sin señalarles, ni viendo mas sus defectos que
sus virtudes, estamos siendo como Jesucristo. Y si además de esto estamos
dispuesto dar a los demás de nuestro tiempo, talentos e inclusive en ocasiones
compartir con los necesitados de nuestros recursos temporales, estaremos
preparados para recibir la Vida Eterna.

El servicio en el Hogar.

Estimados hermanos hay un dicho que mi esposa me lo recuerda mucho: No


debemos ser candil de la calle, oscuridad de su casa. Esto es algo en lo que
debemos cuidarnos. El primer lugar donde debemos tener el espíritu del Servicio es
en nuestro propio hogar. El presidente David O Mckay enseñó: Ningún éxito en la
vida compensa el fracaso en el hogar. Hago la invitación para que cada uno de
nosotros esté mas dispuesto a prestar servicio a los miembros de su familia. Les
prometo que, si implantamos este espíritu de Servicio en nuestros hogares,
tendremos experiencias espirituales hermosas en nuestros propios hogares, en
nuestros hogares reinará la felicidad que todos queremos y el Espíritu del Señor
estará guiará nuestra familia.

El servicio en la Iglesia

Durante toda mi vida, he sido grandemente bendecido por el servicio de otras


personas. Estoy infinitamente agradecido a aquellas misioneras de tiempo completo
que decidieron dejar sus casas y sus familias para prestar servicio misional. Gracias
a su servicio desinteresado, mi familia pudo conocer el evangelio y tuvimos la
bendición de sellarnos como familia por la eternidad. Estoy infinitamente agradecido
a mis líderes, maestros y miembros de la iglesia que con su dedicado servicio han
influido en mi testimonio y mi conversión al evangelio.

Estimados hermanos, me gustaría finalizar con una exhortación: Cuando el Señor


por medio de sus obispos o lideres de la Estaca, les extienda un llamamiento, no se
priven de la oportunidad de Servir por que consideremos que no tenemos tiempo,
que tenemos muchas debilidades e imperfecciones, que hay muchas personas que
puedan cumplir con ese llamamiento o asignación. Testificó que el Señor “no da
mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que cumplan
lo que les ha mando”. Cuando mas cerca me he sentido del Señor, es cuando he
estado dispuesto a servir en la iglesia. El impacto de nuestro servicio es inmenso,
inclusive a veces no logramos ni percibirlo. Como esas misioneras que enseñaron
en mi hogar, y nunca verán todas las personas y generaciones que han bendecido
por su servicio misional.

Mi oración en está tarde es que estemos más dispuesto a servir y seguir el ejemplo
de nuestro Salvador y redentor y así podamos recibir las bendiciones prometidas y
digo estas cosas en el nombre de Jesucristo. Amén

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