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CASO HOMICIDIO DE UN EMPISTOLADO

VICTIMA. Juan Malacara era un individuo de 36 años de edad, medía un


metro con ochenta centímetros y se distinguía por su corpulencia. Tenía tres
ingresos a la cárcel, dos por delitos menores (lesiones en riña y daño en
propiedad ajena dolosos) y otro de tentativa de homicidio (del cual salió
absuelto porque se comprobó que fue detenido sin haber flagrancia y sin
orden de aprehensión y los policías no lo pusieron de inmediato a
disposición del M.P.). Divorciado y demandado por pago de alimentos. En la
época de los hechos estaba desempleado. El resultado del examen pericial
de necropsia salió con cierto grado de alcohol en la sangre y reveló que
había consumido cocaína. Vivía en el número 25 de la calle Agustín Lara.

IMPUTADO. Antonio Rojo, de sesenta años de edad, un 1.69 de estatura,


de ocupación talabartero, sin antecedentes penales, sólo un arresto por
ingerir bebidas embriagantes en la vía pública, casado, padre de cuatro
hijos, con tres nietos. No presentó evidencia de que el día de los hechos
hubiera consumido alguna bebida embriagante, psicotrópico o
estupefaciente. Tiene su domicilio en la calle Agustín Lara 102.

HECHOS. El 12 de enero del 2020 Juan Malacara estaba en la cantina “El


Tugurio”, ubicada en la Avenida Plutarco Elías Calles, número 3380, colonia
Santa Cecilia, en compañía de Pedro González y Ramón García, habían
ingerido algunas cervezas, así como unos tragos de tequila y se habían
dado un pase de cocaína, según lo refieren los testigos. Señalan que la
droga se las había invitado el occiso, quien siempre traía en su poder, pues
al parecer se dedicaba a vender droga.

Dijeron los testigos (acompañantes de Juan), que aproximadamente a las


once y media de la noche Juan Malacara se salió del lugar y ellos se
quedaron. Casi cuando acababa de salir Juan del lugar, el cantinero apagó
la rockola y por eso pudieron escuchar que afuera alguien gritaba: “así te
quería encontrar hijo de la chingada”, sin saber quién lo haya dicho.

Después escucharon unos como gemidos y distinguieron la voz de Juan


que decía: “Éste pendejo ya me…”, de inmediato salieron y vieron a Juan en
el suelo, doblado con las dos manos en el pecho y le salía mucha sangre.
Como a veinte metros un hombre se alejaba de prisa. Fueron tras él, pero lo
perdieron de vista, pues les llevaba mucha ventaja, por eso avisaron a la
policía, mientras que el cantinero llamó a la Cruz Roja, para que atendiera al
herido. Cuando llamaron a la policía dijeron lo que había ocurrido y les
describieron al hombre que había escapado, bueno, sólo las ropas que
vestía y más o menos su estatura, pues no lo vieron de frente, también le
informaron a la policía el rumbo que había tomado.

Después de unos quince minutos llegó la ambulancia, pero ya no se


llevaron a Juan, porque ya estaba muerto. Unos treinta o cuarenta minutos
después, llegó una patrulla con un hombre detenido, los testigos dijeron que
era el mismo que habían perseguido, lo reconocieron por su estatura y la
ropa que vestía

Los policías asentaron en su informe que recibieron el reporte por medio de


la cabina de radio, de que en la cantina “El Tugurio” habían herido, al
parecer con arma blanca a un hombre y que su agresor había huido con
rumbo al Mercado de las Flores, que el sospechoso era un hombre de
complexión regular, vestido con pantalón obscuro y camisa clara. Se
dirigieron hacia el rumbo del mercado ya mencionado, estuvieron
recorriendo las calles aledañas y vieron a un hombre que coincidía con la
descripción, el cual al verlos apresuró la marcha, pero lo alcanzaron en la
patrulla y el cabo Rubén Macías se acercó al sujeto y le dijo que porqué
huía, “no huyo, sólo tengo ganas de ir al baño”, les dijo el individuo.
Entonces los patrulleros le dijeron que lo iban a revisar y aunque no quería,
pues alegaba que tenía derechos y que no podían detenerlo sin una orden,
como se mostraba muy nervioso y alterado, decidieron revisarlo de
cualquier forma, encontrándole entre sus ropas una cuchilla de talabartero,
con manchas de sangre. Por ése motivo lo subieron a la patrulla para
llevarlo al lugar de los hechos, para constatar si lo reconocía algún testigo,
cuando llegaron a las afueras del Bar se acercaron dos personas que
dijeron haber estado con el occiso y que persiguieron al agresor. Cuando
tuvieron a la vista al sujeto que iba en la patrulla, lo reconocieron por las
ropas y la complexión. En ése momento se le dijeron sus derechos y los
policías le preguntaron que si había agredido a Juan Malacara, sin presión
alguna dijo que sí, pero que había sido en defensa propia, pues Juan iba
saliendo de la cantina cuando él pasaba por el lugar ya que venía de
trabajar, pues se había quedado hasta tarde para terminar unas bolsas de
cuero que tenía que entregar para el congreso charro. Que el occiso le tenía
coraje, pues creía que el detenido le había mandado a los policías para que
lo investigaran por venta de droga y que en repetidas ocasiones había
amenazado con matarlo.

Señaló que cuando pasaba por el Bar, salió Juan y le dijo algo así como
“Ahora sí te encontré hijo de la chingada” y que sacó una pistola de su
cintura, con la que le apuntó, que prácticamente vio como jalaba del gatillo,
como lo tenía cerca, el imputado sacó de su morral una cuchilla que usa
para cortar el cuero y se la encajó en el pecho. Después de eso, Juan cayó
al piso, por lo que aprovechó para correr, pues creía que Juan todavía se
podía levantar y balacearlo. Que se dio cuenta de que unas personas que
salieron del Bar, lo persiguieron, pero que corrió muy rápido y los perdió,
cuando dejaron de perseguirlo, pretendió llegar hasta su casa rodeando el
mercado, pero que fue cuando los policías lo detuvieron.

Los policías aseguraron el arma blanca, misma que tenía manchas de


sangre, la embalaron para iniciar la cadena de custodia. Por su parte los
peritos que llegaron al lugar de los hechos encontraron debajo del cuerpo
de Juan Malacara una pistola tipo escuadra con un cartucho no percutido en
la recamara, al parecer atorado, igualmente se aseguró y se embaló para
iniciar la cadena de custodia.

Del resultado de la necropsia se advierte, en síntesis, que la muerte de Juan


Malacara se debió al shock por una lesión de arma punzo cortante que
penetró en el corazón.

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