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Había una vez un chico llamado Lucho.

Lucho siempre estaba pendiente de apoyar a sus

padres y sacar buenas notas en el colegio. Vivía en la zona alejada de la ciudad, en el

pueblo Ampari. Dicho pueblo estaba rodeado de grandes bosques y de animales; en el

verano, el río crecía y todos los niños del pueblo salían a jugar y nadar en el río. Se

ubicaba a 600 kilómetros de la ciudad, los pobladores tenían que esperar los carros

interprovinciales para poder viajar y la luz se cortaba por las noches, no existía cable e

internet para poder disfrutar de videojuegos o ver una película. Los padres de Lucho

tenían parcelas en el campo por lo cual cultivaban una variedad de frutas y verduras

para venderlo en el mercado de la ciudad. Ellos eran pobres y necesitaban vender sus

productos para generar algún ingreso. Lucho se levantaba a las 5:00 am para llegar a su

escuela a las 8:00 a.m. a pie; sin embargo, el trayecto lo realizaba de lunes a viernes.

Sus amigos viven en la ciudad, pero siempre llegan tarde. Ellos no suelen presentar sus

tareas a tiempo y no estudian diariamente, mientras que Lucho estudiaba a diario sin

falta a ningún curso. Es así que, al finalizar el año, siempre ocupaba los primeros

puestos de su salón. Un lunes por la mañana, Lucho sale de su hogar para recoger a sus

padres que habían terminado de trabajar. Su madre, había comprado el postre favorito

de Lucho, torta de chocolate; su padre, estaba guardando el toldo para ya irse a casa

junto a su hijo.

De pronto, Lucho se encuentra en la protesta de agricultores lo que dificulta el trayecto

para recoger a sus padres; por ende, encuentra 2 caminos. El primer camino era una ruta

un poco oscura que llevaba a un río y se tenía que cruzar nadando, pero se podía llegar

rápido; el otro, era una vía de tren antigua en la cual había crecido plantas alrededor que

impedía el paso y la caminata era lenta. Lucho, preocupado, decidió ir por el primer

camino porque se le hacía tarde. Estaba a punto de cruzar el río, pero encontró un bote.
El bote se notaba viejo y no era muy seguro para cruzar el río; sin embargo, Lucho optó

por usarlo; sin embargo, se llegó a perder debido a que la corriente estaba fuerte y se

desvió del camino, pero tuvo que esforzarse por remar hasta llegar a la orilla. Mientras

continuaba remando, él pudo detectar una especie de cabaña. La cabaña era habitada por

unos señores de avanzada edad que cultivaban frijoles. De repente, aparece Lucho y les

pide indicaciones de como llegar a la ciudad; los señores, muy amablemente le indican

que ellos también se dirigían a la ciudad, pero se desviarían para dejar una carga en otra

ciudad, entonces Lucho decide acompañarlos, mientras estaban caminando, el señor le

brinda algunos consejos a Lucho, le dijo que tenía que estudiar duro para poder ayudar

más a sus padres y de esa manera, ellos puedan vivir en un ambiente próspero. Lucho, le

indicaba que estudiaba duro, se esforzaba por sacar buenas notas y nunca faltaba al

colegio, quería ingresar a la universidad más antigua de América, Universidad Nacional

Mayor de San Marcos. Los señores se alegraron porque el niño se notaba inspirado y

con ganas de ser un profesional, entonces decidieron contar la historia de su hijo; el hijo

era muy estudioso y de pronto se ganó una beca para estudiar una carrera profesional en

Estados Unidos, y que dentro de una semana el hijo llegaría a la ciudad porque había

terminado de estudiar y estaba trabajando para una compañía y de paso llevar a sus

padres a dicho país para que puedan disfrutar de una vida más tranquila. Lucho estaba

muy emocionado porque por ese camino deseaba pasar. El camino de la felicidad. La

señora, se dio cuenta que estaban por llegar a la ciudad y Lucho decidió ir caminando

porque sus padres se encontraban en un mercado alejado de la plaza central de la

ciudad. Agradeció a los señores y empezó a caminar hasta el mercado. Los papás de

Lucho estaban contentos al ver a su hijo acercarse y les comentó lo que le había pasado.

Luego salieron de regreso a casa. Pasado un tiempo Lucho termina el colegio y luego
decide por ser un profesional de la medicina, pero sus padres no contaban con los

suficientes recursos para brindarle el apoyo necesario de convertirlo en profesional.

Finalmente, Lucho obtiene una beca para estudiar en una academia y prepararse para la

universidad. El ingreso no era fácil y siempre se necesitaba la responsabilidad y

paciencia para lograr el ingreso. Lucho estudiaba día y noche, viajaba hasta la ciudad

para prepararse y empezaba a cansarse porque nunca dejó de estudiar y lo hacía para

poder ayudar a sus padres. Llegó el día del examen y Lucho sabía que ingresaría,

entonces esperó hasta que se dieran los resultados y de repente salió el mensaje

“Alcanzó vacante”; emocionado salió a la calle a buscar a sus padres y les comentó el

logro obtenido. Pasado un tiempo, comienza sus clases en la universidad y Lucho muy

contento prestaba atención en clase y disfrutaba pasar el tiempo en la universidad.

Luego de haber pasado por los estudios de pregrado, llegó el día de su graduación y ya

había empezado a trabajar en una gran empresa. Ya todo un profesional, Lucho decide

traer a sus padres a la capital para que puedan atenderse en una clínica y a la vez puedan

descansar, disfrutar de las oportunidades de la vida, como salir a comer, ir al cine con su

hijo y ya no trabajar tan esforzadamente como lo hacían antes. Lucho había encontrado

la felicidad.

Mensaje: La vida es como un bote, siempre habrá corrientes tan fuertes que te desviarán

del camino, pero siempre habrá oportunidades de salir adelante y cumplir con los

objetivos; siempre se tiene que ser perseverante y responsable.

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