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o que la historia nos enseña sobre las consecuencias económicas de grandes epidemias como la peste
Hace siglos, los barcos estaban obligados a guardar cuarentenas en los puertos durante las pestes para
evitar su propagación a las ciudades costeras. Ahora se prohíben los vuelos desde Italia a España o hacia
Estados Unidos desde Europa. El coronavirus es incomparablemente menos letal que la peste negra, que
asoló el mundo en varias oleadas sobre todo entre los siglos XIV y XVIII, acabando con la vida de unas 100
millones de personas en Europa, África y Asia (entre el 25 y el 60% de la población europea, según
estimaciones).
Los contextos históricos y de desarrollo científico son también muy diferentes, pero, con todas las
distancias y sin posibilidad de hacer una comparación directa, ambas son epidemias y podrían compartir
ciertos rasgos comunes sociológicos y económicos, que también se encuentran en otras crisis sanitarias de
envergadura como la gripe de 1918, explica a eldiario.es la profesora de Historia Económica de la
Universitat Autònoma de Barcelona Carmen Sarasúa.
Los efectos de la pandemia de coronavirus aún son imposibles de estimar en su totalidad al estar aún
inmersos en esta crisis. Pero se espera que el impacto económico a corto y medio plazo sea muy alto: se
interrumpen los sistemas de transporte y abastecimiento y cae la producción de muchos sectores, además
de la demanda. Y al caer la demanda, como explicaba Keynes tras la Depresión de 1929, baja el empleo y
cae el ingreso de los hogares, lo que aumenta aún más el desempleo (además de la recaudación fiscal, los
ingresos
o que connos
la historia losenseña
que cuenta el consecuencias
sobre las estado para financiar servicios
económicas públicos).
de grandes epidemias como la peste
En el caso de la peste negra, esta epidemia supuso cambios importantísimos en la economía y un fortísimo
retroceso; el descalabro de población tardó cien años en recuperarse. "Desapareció el comercio, cayeron
las ciudades, la gente se fue al campo, murieron reyes, afectó a todos los estratos sociales", expone en una
entrevista con Efe Pedro Gargantilla, profesor de Historia de la Medicina de la Universidad Francisco de
Vitoria y jefe de Medicina Interna del Hospital de El Escorial (Madrid).
A corto plazo, las consecuencias económicas más relevantes de la también llamada peste bubónica,
originada en el desierto del Gobi, se pueden resumir en que los campos quedaron sin trabajar y las
cosechas se pudrieron. De ello se derivó una escasez de productos agrícolas, acaparados únicamente por
aquellos que podían pagarlos. Los precios subieron, por lo que crecieron las penalidades y el sufrimiento
de los menos pudientes.
"Es indudable que esta epidemia produjo efectos económicos que supusieron la recesión más drástica de la
Historia. Es relevante destacar que es en esta época, con clara influencia de la epidemia de la peste, cuando
se pone fin a la construcción masiva de monasterios, iglesias y catedrales. Por todo ello, se puede decir que
es el motivo del cierre del periodo medieval", recalca esta publicación
(https://www.bbvaopenmind.com/humanidades/sociologia/la-peste-negra-punto-de-inflexion-y-fin-de-la-edad-media/) de BBVA.
El hambre, la peste y la guerra que marcaron el siglo XIV acabaron trasformando la sociedad y disparando
las desigualdades. Los poderosos aumentaron su poder y su riqueza y el pueblo llano quedó más
empobrecido y perdió algunos derechos de las generaciones anteriores, como se explica en este artículo
(https://www.eldiario.es/arsenioescolar/peste-negra-coronavirus_6_991860845.html) .
Pero cuando se habla de los efectos económicos de la peste negra que asoló Europa a mediados del XIV, a
pesar de sus inicios devastadores, los historiadores coinciden en señalar otros efectos económicos y
sociales positivos para los supervivientes. Como explica Carmen Sarasúa, "la tierra era abundante, al caer
la oferta de trabajo los salarios aumentaron, y se ha visto por ejemplo que las mujeres encontraron
muchas más oportunidades laborales en los gremios que hasta entonces las habían vetado, en los jornales
agrarios, etc". Unos efectos que también se han observado tras picos de mortalidad como los que se
producen en las guerras, aunque no palíen ni compensen la devastación económica y social y la pérdida de
vidas iniciales.
Además, las epidemias han servido para introducir mejoras de la salubridad pública que pretenden
reducir el riesgo de las aglomeraciones urbanas. En el caso de las oleadas de peste, acabaron por favorecer
la recogida de basuras y aguas fecales, la regulación de la presencia de animales vivos y muertos, o la
construcción de cementerios fuera de los recintos urbanos y la obligación de encalar iglesias (tras la
promulgación de la Real Cédula Carlos III en 1787).
Además, algunas epidemias prolongadas, como el VIH y la malaria, desalientan la inversión extranjera
directa. Un informe del Fondo Monetario Internacional sobre epidemias estima el costo anual esperado de
la gripe pandémica en unos 500.000 millones de dólares (0,6% del ingreso mundial), incluidos la pérdida
de ingresos y el costo intrínseco del aumento de la mortalidad.
Como explica Sarasúa, en todas las coyunturas hay sectores económicos que se benefician. Cuando hay una
demanda excepcional de determinados bienes y servicios los sectores que los proporcionan "hacen su
agosto" (podría ser el caso de mascarillas o alimentos de primera necesidad estos días en España),
mientras que se hunden los que proporcionan bienes y servicios que dejamos de consumir y los que se ven
afectados por la interrupción de componentes y materias primas.
Pero la desigualdad también se refleja en la enfermedad y la mortalidad. Ahora mismo, una de las grandes
causas de desigualdad en el impacto de una epidemia es el acceso a la asistencia médica. En los países que
carecen de sistemas públicos de asistencia médica universal, donde hay que pagar las pruebas de
diagnóstico, los tratamientos, y la hospitalización (caso de EEUU), el nivel de renta será determinante.
"Las tres nos hablan del miedo, de cómo la sociedad se enfrenta a la muerte masiva e inesperada, algunos
buscando culpables y acusando a determinados grupos o individuos, recurriendo a la magia y a la
religión...otros tratando de entender las causas científicas de lo que ocurre, buscando soluciones racionales
y cívicas que hacen avanzar a la sociedad y palían los efectos económicos adversos que tienen estas crisis",
concluye Sarasúa.
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