Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
EL ROMANTICISMO
El Romanticismo es un movimiento cultural nacido en Alemania e Inglaterra que defiende la
libertad del artista y la importancia de la fantasía frente a la exaltación de la razón propia de la
cultura ilustrada.
2. LA POESÍA ROMÁNTICA
La sensibilidad romántica encontró el cauce más adecuado para su expresión en la poesía; de
ahí que esta se convirtiera en la forma literaria más cultivada por los escritores del primer tercio
del siglo XIX.
• Primera etapa (primera mitad del siglo XIX): se cultiva una poesía enfática, retórica y
grandilocuente. Los autores destacados son José de Espronceda y José Zorrilla. Cabe
destacar la presencia de escritoras como María Josefa Massanés, Gertrudis Gómez de
Avellaneda y Carolina Coronado.
• Segunda etapa (a partir de 1850): aparece una poesía intimista y sencilla en su
expresión que es el germen de la poesía moderna. Se mantienen los temas románticos,
pero se busca una nueva forma de expresión despojada de excesos retóricos. En esta
etapa destacan Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro.
Fue el escritor más conocido de su tiempo tanto por su poesía como por sus dramas. Su poesía
se bifurca en dos grandes campos: la lírica y la narrativa.
• Poesía lírica: de temática y métrico variadas. Zorrilla oscila entre los grandes temas (lo
sublime o lo vulgar) y maneja con soltura los diferentes estilos (del retórico al coloquial).
Posee gran sentido del ritmo y la musicalidad, con absoluto dominio de los efectos
verbales y los recursos retóricos.
• Poesía narrativa: Zorrilla las llamó leyendas, algunas de origen popular y otras
inventadas por el autor. Zorrilla domina en todas ellas no solo las técnicas narrativas,
sino también los recursos dramáticos y líricos para mostrar el ambiente primitivo y
mágico en el que se mueven sus personajes.
Son setenta y nueve poemas breves, asonantados en general, y de metros variados, en los que
se funda la importancia de Bécquer en la literatura. Solo quince se publicaron en vida del poeta,
Bécquer las reunió para publicarlas en un libro, pero se perdió el manuscrito. Posteriormente, el
autor las reprodujo de memoria al final de un cuaderno que, con el título de Libro de los
gorriones, bajo el epígrafe “Poesías que recuerdo del libro perdido”, se conserva en la Biblioteca
Nacional. Tras su muerte, sus amigos prepararon una edición de las Rimas, publicada en 1871,
en la que los poemas aparecen ordenados en cuatro grupos:
1) Rimas I-VIII: la creación y la propia poesía.
2) Rimas IX-XXIX: contemplación afirmativa y confiada de la belleza femenina y del amor.
3) Rimas XXX-LI: el amor desengañado.
4) Rimas LII-I: la soledad y de la muerte desde un punto de vista desolado y pesimista.
En 1914 se dio a conocer el manuscrito del Libro de los gorriones, que cuestionaba el
ordenamiento de la edición de 1871 e incluía tres rimas más (LXXVII-LXXIX). En las ediciones
posteriores de las Rimas, los poemas llevan un número romano (el de la edición de 1877) y otro
arábigo (el del Libro de los gorriones).
b) Estilo
Frente a la poesía narrativa de los primeros románticos, Bécquer prefirió el lirismo puro:
la expresión directa de sus sentimientos. En sus poemas, Bécquer utiliza un lenguaje directo y
sencillo, muy adecuado para crear una atmósfera de intimidad con el lector y expresar sus
sentimientos. El estilo de Bécquer presenta las siguientes características:
• Brevedad y tono intimista.
• Estructura reiterativa. El ritmo, tan importante en la poesía de Bécquer, suele
evidenciarse en la presencia de bimembraciones: (series de dos elementos: “huérfano y
pobre”, “riza y empuja”, “soy incorpórea, soy intangible”), con frecuencia son antitéticas
(“lágrimas y risas”). Estas bimembraciones se unen al empleo de anáforas y
paralelismos.
• Metáforas y comparaciones basadas en elementos de la naturaleza.
• Diálogos: gran parte de las Rimas está estructurada desde la presencia explícita o
implícita del emisor (yo), que apela al receptor (tú). Sin embargo, en la mayor parte de
los poemas no se produce comunicación. Muchas veces el yo/hombre simboliza al poeta
y el tú/ mujer representa la poesía.
a) Temas
• El dolor y la soledad, tratados desde una visión pesimista de la vida. El dolor vital, que
impregna todos los aspectos de la vida, se une al desengaño, al rechazo y al cansancio
de vivir.
• Galicia: sus costumbres, sus paisajes, su lengua, sus creencias, sus personajes… La
autora dedica especial atención a la denuncia de la injusticia en que vive el pueblo
gallego.
• La búsqueda del ideal: el yo poético persigue el amor, la belleza, la justicia, pero el
esfuerzo se ve frustrado por la imperfección de la realidad.
b) Estilo
3. LA PROSA ROMÁNTICA
3.1. Cuadros de costumbres
Entre 1820 y 1870, gozaron de gran éxito los cuadros de costumbres, descripciones de los
modos de vivir en ambientes populares y de tipos populares representativos. Este género,
creado en Francia, resultaba del interés de los románticos por todo lo que existía al margen de
la sociedad burguesa, y que, no obstante, era representativo del carácter nacional y de lo
autóctono. Aparte de Larra lo cultivaron Ramón de Mesonero Romanos (Escenas matritenses) y
Serafín Estébanez Calderón (Escenas andaluzas).
El interés por el pasado hizo florecer un tipo de novela histórica en la que importaba más
la verdad literaria que la autenticidad de los hechos y cuyo modelo fueron las narraciones de
Walter Scott. Se cultivaron dos tipos de novela histórica:
a) Novelas que localizan la acción en épocas pasadas (la Edad Media y el Siglo de Oro):
Sancho Saldaña (1834) de Espronceda; El doncel de don Enrique el Doliente (1834) de Larra y la
más apreciada, El señor de Bembibre (1844) de Enrique Gil y Carrasco.
b) Novelas de costumbres contemporáneas, que recogen conflictos y situaciones del
momento. Entre ellas destacan Los terremotos de Orihuela (1829) de Estanislao Cosca Vayo, y
Jaime el barbudo (1832) de Ramón López Soler.
Algunas novelas, como María, la hija de un jornalero (1845), de Wenceslao Ayguals de
Izco, se acercan al folletín, mientras que otras utilizan técnicas del costumbrismo próximas al
realismo posterior, como es el caso de la narrativa de Fernán Caballero, seudónimo de Cecilia
Böhl de Faber, cuya novela más renombrada es La gaviota (1849).
Larra ocupa un lugar eminente en nuestra literatura por sus artículos periodísticos;
escribió más de doscientos. Es el primer escritor español que vive exclusivamente de su
actividad como escritor. Las traducciones de teatro y la prensa constituyeron sus medios de
vida. En sus escritos, Larra acudió al seudónimo: : El Duende, El Bachiller Juan Pérez de Munguía,
Andrés Niporesas, Fígaro.
Sus artículos, escritos con una prosa de gran claridad y rigor, hubieron de plegarse a las
circunstancias políticas: son satíricos y agresivos cuando la censura lo permite; si no, sabe
expresar con habilidad sus reticencias. En todos ellos exhibe románticamente su poderosa
individualidad, en pugna con la realidad política, literaria, cultural, etc. En sus artículos puede
distinguir tres temas básicos:
Casi todos estos artículos tienen una misma estructura: un comienzo generalizador, en
el que plantea el problema, y una segunda parte, que desciende a casos concretos tipos,
anécdotas, situaciones para exponer con más garra y más plasticidad el tema, con un lenguaje
directo y popular.
Entre los recursos de su prosa destacan:
• La exageración de los rasgos de un personaje, que ofrecen una distorsión cercana a la
caricatura (Braulio en El castellano viejo, por ejemplo).
• La ironía, que se utiliza como medio de expresión de la intención crítica.
• La acumulación (a veces caótica) de elementos y de hechos, a los que suele unirse la
amplificación (desarrollo de una idea explicándola de varios modos), como sucede en
Nadie pase sin hablar al portero.
• La parodia, por ejemplo, de los ensayos científicos, con lo que consigue un efecto
cómico como ocurre en La planta nueva o El faccioso.
Larra se mostró muy preocupado por la corrección lingüística, no vaciló en utilizar
neologismos, juegos de palabras y frases hechas de gran arraigo en el lenguaje popular, como
Vuelva usted mañana (expresión de las oficinas de la Administración), En este país (muletilla
para hablar de España) o Andrés Niporesas.
4. EL TEATRO ROMÁNTICO
El drama romántico se inició con el estreno de La conjuración de Venecia (1834) de
Martínez de la Rosa; Macías (1834) de Larra, y Don Álvaro o la fuerza del sino (1835) del Duque
de Rivas. Sobre las bases establecidas por estas obras se compusieron El trovador (1836), de
Antonio García Gutiérrez y Los amantes de Teruel (1837), de Juan Eugenio de Hartzenbusch, dos
dramas que contribuyeron a fijar el modelo del drama histórico. La obra más importante de la
década fue Don Juan Tenorio (1844), de José Zorrilla.
José Zorrilla, poeta y, a la vez, profundo observador de la historia de España y del carácter
de sus gentes, es el más genial dramaturgo de la escena española en el siglo XIX, por su
poderosa capacidad de teatralización y por la musicalidad y elocuencia de su verso, fácil,
brillante y desigual, pero siempre muy cerca del sentir español. Entre su abundante producción
dramática, sobresalen El zapatero y el rey, El puñal del godo, Sancho García y Traidor,
inconfeso y mártir, pero su obra más destacada es Don Juan Tenorio.
Don Juan Tenorio, recreación de El burlador de Sevilla de Tirso de Molina, le condujo a la
cima de la popularidad. La acción transcurre en Sevilla, hacia 1545, en los últimos años del
reinado del emperador Carlos V. Don Juan Tenorio tiene aquí un antagonista, don Luis Mejía,
con el que rivaliza en matar caballeros, atropellar las leyes divinas y humanas y burlar mujeres.
Para vencer a don Luis, don Juan decide burlar a una novicia que esté para profesar; y esta
novicia es doña Inés, de la que don Juan se enamorará; y por el amor y la intercesión de doña
Inés, a pesar de sus muchos crímenes, don Juan salvará su alma.
Personajes
El personaje de don Juan prosigue una tradición literaria iniciada por El burlador de
Sevilla, de Tirso de Molina, y continuada por autores españoles como Espronceda, o extranjeros
como Molière, Byron y Dumas. El protagonista presenta las características que los románticos
adjudicaron al personaje asocial y demoníaco. Es juerguista y le gustan toda clase de apuestas,
incluidas las que exigen las artes de seductor cínico e irresistible, pero en la obra de Zorrilla el
amor acaba con el don Juan tradicional.
Zorrilla deja descansar el peso escénico sobre la palabra de los personajes
especialmente la del protagonista, cuya actuación resulta vital para la credibilidad de la historia.
El discurso de don Juan revela su historia dañina, su capacidad de seducción y su desgracia
cuando no es creído por los demás.
Doña Inés adquiere mayor peso como personaje femenino que las protagonistas de
otros dramas románticos, puesto que se constituye en elemento redentor de don Juan.
Representa la figura virginal, capaz de despertar el amor de un libertino, morir de pena por él y
rogar a Dios por su salvación.