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El lector y sus mundos

Diseño de la portada
Natalia Macías Mendoza

El lector y sus mundos


1a. edición 2019

D.R. © Rosely E. Quijano León


ISBN 978-607-8424-50-4

El conocimiento es un bien de la humanidad.


Todos los seres humanos deben acceder al saber,
cultivarlo es resposabilidad de todos.

Se autoriza la reproducción de los contenidos de esta obra o del conjunto


de la edición, en cualquier formato, mecánico o digital, siempre y cuando
no se modifique el contenido de los textos, se respete su autoría y esta
nota se mantenga.

Impreso en México.
El lector y sus mundos

Rosely E. Quijano León

2019
A veces parece suficiente. En medio de la incertidumbre y de muchas clases
de miedos, amenazados por la pérdida, el cambio, y el dolor acumulado dentro y
fuera para el que no hay ningún consuelo, los lectores sabemos que por lo menos
existen, por aquí y por allá, unos cuantos lugares seguros, tan reales como el papel
y tan vigorizantes como la tinta, que nos darán techo y comida mientras pasamos
por el bosque oscuro y sin nombre.

Alberto Manguel

La lectura a todos nos hace inmigrantes. Nos lleva lejos de casa...


pero lo más importante es que nos encuentra
hogares en todas partes.

Jean Rhys
Para mi hermana Wendy, que me enseñó a
leer y abrió el mundo de los libros ante mis ojos.

Para mi hijo, Rodrigo Ordóñez Quijano,


los ojos que me ven con amor cuando leo.

Para todos mis alumnos que se han convertido


en lectores y han descubierto infinidad de mundos.
Prólogo
Leer, descubrir y compartir

Hablar de libros en un país donde no se lee —o se lee tan poco que


es como si no se leyera— constituye, con demasiada frecuencia, una
labor ardua y mal retribuida. Promover la lectura en un país en el cual
esta actividad se realiza por obligación, necesidad, conveniencia y po-
cas veces por placer representa un desafío que sólo unos cuantos se
atreven a aceptar. Tratar de compartir con los demás el entusiasmo que
despertó en nosotros el hallazgo de una gran obra literaria o de un au-
tor al que no conocíamos y cuyo trabajo nos ha impresionado, puede
convertirse en una tarea infructuosa en un entorno social en el cual los
entusiasmos parecen estar dirigidos en otras direcciones.
Sin embargo, los que hemos sucumbido a la pasión por la lectura y
consideramos a los libros entes vivos capaces de acompañarnos, acon-
sejarnos y ayudarnos a vivir, aquellos que preferimos por encima de
todo ocupar nuestros días leyendo en lugar de hacer casi cualquier otra
cosa, no podemos dejar de intentar contagiar esta pasión a nuestros se-
mejantes (aún muchos de nuestros semejantes no parecen interesados
en escucharnos). Para ello nos valemos de distintos recursos, los cuales
van desde el comentario entusiasta en el café hasta el texto que exalta y
pondera las virtudes de alguna obra que nos ha emocionado.
En los artículos que Rosely E. Quijano León ha publicado a lo lar-
go de varios años y cuyo tema son no sólo los libros y la lectura, sino
también los problemas relacionados con la promoción cultural y, espe-
cíficamente, el fomento a la lectura, late un mismo interés. Me refiero al
deseo ferviente de comunicar la maravilla que seguramente representa
para ella la comunión que ocurre entre un lector y un autor a través de

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un texto impreso (o electrónico). En efecto, independientemente del
tema abordado en sus artículos, en todos ellos late el mismo entusias-
mo por una actividad que la ha llevado a no sólo a leer, sino también a
reflexionar en torno a esta experiencia cultural y sobre la problemática
social emanada de ella.
Pero, a pesar de su profundo interés en el tema, Rosely no cae en
la trampa de considerar a la lectura un fetiche. Como nos lo advierte
la autora, siguiendo a Juan Domingo Argüelles, no podemos banali-
zar esta actividad, pero tampoco convertirla en un signo de superio-
ridad, en una manifestación arrogante de status que pretende colocar
a los que sí leen por encima de los que no lo hacen. Los lectores no
son mejores ni más inteligentes ni moralmente superiores de los no
lectores. Esta práctica social no nos hace necesaria e inevitablemente
mejores personas. En todo caso, contribuye a hacernos más humanos
y nos ayuda a edificar un mundo más habitable. Todo ello mediante
la reflexión, el discernimiento, pero también a través de la fantasía y la
ensoñación.
Escritos con la claridad y la sencillez que exige el periodismo de
divulgación, Rosely nos entrega un conjunto de textos que van más allá
de la mera noticia bibliográfica o la información escueta sobre tal o cual
asunto de índole cultural. Como podrá comprobarlo el lector de este
atractivo volumen, la autora ofrece auténticos ensayos que, pese a su
brevedad, se hallan bien fundamentados y concebidos. En ellos la au-
tora dialoga, debate y enriquece el trabajo de aquellos críticos, divulga-
dores y escritores que, como ella, se han adentrado en el tema del libro
y la lectura. Pero no sólo esto, también se nos presenta como una “des-
cubridora” que se aventura en los mundos edificados por creadores de
distintos tiempos y lugares. El resultado de tales expediciones son tra-
bajos que rebasan con mucho el calificativo de reseñas para convertirse
en inteligentes y aleccionadores análisis sobre obras literarias diversas
y dispares. Cabe destacar, en este sentido, la sección titulada “Mujeres
en los libros”, donde Rosely se esfuerza por mostrarnos el papel de la
mujer como lectora, así como el trabajo de escritoras (y no escritoras)
que han discurrido sobre las complejidades y claroscuros de la condi-
ción femenina. Destaca, en este sentido, el artículo sobre la novela que
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Rebeca Orozco escribió en torno a Rosario Castellanos, una mujer que
parecía estar compuesta íntegramente de amor y literatura.
El lector y sus mundos es, en resumen, un libro excepcional, una re-
copilación de artículos para leer y releer, para reflexionar y citar; una
obra que trasciende su condición periodística para convertirse en una
referencia necesaria para todos aquellos que se interesan en adentrarse
en los mundos del leer que enriquece, ilustra y permite soñar.

Luis Bernardo Pérez


Mayo 2019

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Nota al lector

Los textos que he reunido en este libro fueron escritos a partir de 2008
cuando me animaron a publicar por primera vez en el periódico Por
Esto! y a partir de ahí surgieron otros textos para presentaciones de li-
bros, ponencias y eventos relacionados con la lectura. En 2015 comen-
cé a publicar en el portal Encuentro digital que me dio la oportunidad
de hablar más sobre los libros y la lectura, pero la mayoría de los textos
aquí reunidos han sido publicados en mi columna “Eclosión de letras”
que inicié el 24 de abril de 2016 en el entonces Milenio Novedades, hoy
Novedades Yucatán, donde quincenalmente comparto mis experiencias
como lectora y mediadora de lectura. Revisar
Todos estos textos han sido escritos con la finalidad de que quie-
nes los lean sientan las ganas o el mismo entusiasmo que yo para leer
los libros que comento, que les nazca la curiosidad por encontrar esos
mundos que habitan en los libros y que he descubierto a lo largo de
muchos años como lectora.
Los textos de los primero años reflejan todavía mi temor por escri-
bir y arriesgarme, pero es gracias a los editores y grandes amigos que
con sus comentarios, sus críticas y sus sugerencias he ido (espero) me-
jorando; sin los espacios para publicar nada sería posible, por eso gra-
cias a quienes me dieron la oportunidad de expresar y difundir lo que
los libros nos dejan a los lectores cuando cerramos la última página.

Rosely E. Quijano León


2019

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MUNDOS BREVES DE LECTURA

Los lectores ideales no siguen una historia: toman parte en ella.

Alberto Manguel
Elogio del libro y la lectura

Día Internacional del Libro (23 de abril)

El libro cobra magia únicamente cuando las cálidas manos del lector
lo acogen y sus ojos bailan al compás de las palabras. Leer es abrir puer-
ta tras puerta en cada página leída de papel o en pantalla, puertas que
abren la posibilidad para entrar a otros mundos, otras épocas y posi-
bilidades.
La lectura debe ser mucho más que un hábito, un tema de moda o
discurso oficial, debe ser la gota que alimente el espíritu y la tinta que
se cuele por las venas. “¿De qué sirven los libros si no nos hacen vol-
ver a la vida, si no consiguen hacernos beber en ella con más avidez?”,
se preguntaba Henry Miller, porque quien lee, respondería Juan D.
Argüelles, descubre que los libros “nos acompañan. Nos dan calor si
tenemos frío, nos prestan certezas ahí donde tenemos dudas.” Leer nos
sumerge en las aguas turbias o cristalinas de distintas realidades para
salir a flote empapados de infinitas experiencias con las cuales enfren-
tamos nuestra propia vida.
Los libros se convierten en valiosas piezas que heredaremos como
testimonio de nuestro paso por todos los mundos que encierran sus
páginas silentes; ¿quién los abrirá de nuevo, en qué otros ojos nadaran
sus imágenes de tinta, quién notará la huella imborrable de nuestros
desvelos y alegrías contenidas entre nuestros libros? Ningún bibliófilo
partirá sin pensar en ellos, como Sor Juana cuando encomendó a su
amigo José Lombeida sus más de cuatro mil tomos para que vendiera,
o como Jorge Luis Borges quien donó más de mil a la Biblioteca Nacio-
nal de Argentina, la que dirigió por más de dieciocho años.
Más que el libro-objeto está el aprecio del lector, sus momentos de
lectura, anotaciones, subrayados, su nostalgia al terminarlo y la emo-
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ción de iniciar uno nuevo, va implícito también su tiempo, diluido en
polvo acumulado sobre ellos formando olvidos.
El libro es fuego contenido en las palabras que se esparce como
chispas, entran por los ojos del lector y encienden llamas en su mente e
imaginación, es seguro que provocarán una emoción, una idea o más
palabras, anidarán en las entrañas o se volcarán convertidas en sonrisas
o en lágrimas. Nadie sabe a ciencia cierta cómo, pero todas las palabras
engullidas en cada lectura provocan una metamorfosis en el lector de
la que se es o no consciente, es un devenir heracliteano porque nadie
lee dos veces el mismo libro, ni siquiera su propio autor.
Que viva el libro no un día, sino en todos los de tu existencia, que te
acompañe y te cobije, te de sombra y esperanzas, que el libro te proteja
de las miserias de la vida y calme tu sed en estos tiempos tan desérticos.
Que el libro sea el caleidoscopio para mirar-te al mundo y creer en él.

Publicado en Novedades Yucatán el 21 de abril de 2019.

20
Literatura infantil y juvenil

En el amplio mundo de la literatura se distingue la que particularmen-


te se dirige a los niños y jóvenes (LIJ), pero ¿cuándo se escribió el pri-
mer libro para niños? Imposible de saberlo, aseguran varios teóricos
que se han dado a la tarea de investigarlo. Algunos afirman que es el
Panchatantra, el libro de fábulas e historias de animales, publicado en
el siglo VI en la India. Otros pedagogos dicen que no fue sino hasta el
siglo XVII con los Cuentos de mamá Oca de Perrault; pero finalmente
se le adjudica el mote del primer libro para niños a Las aventuras de
Telémaco (1699) del escritor francés Fénelon. Cierto es que hoy en día,
Francia es uno de los países que exporta el mayor número de libros
infantiles y genera gran parte de los 350 millones de euros anuales que
produce en ganancias este género literario. Su consolidación se dio en
el siglo XX con la publicación de El Principito (1943) de Antoine de
Saint-Exupéry, actualmente traducido a más de 297 idiomas y lenguas,
entre los que destacan el otomí y náhuatl.
La LIJ representa grandes ganancias para las editoriales y múltiples
oportunidades para escritores, ilustradores y lectores, pues han roto las
barreras de lo tradicional convirtiéndose en un despliegue de innova-
ción y creatividad en todo el engranaje libresco. Afortunadamente han
comenzado a sobresalir a nivel internacional escritores mexicanos de-
dicados a este rubro, por mencionar algunos: Francisco Hinojosa, con
La peor señora del mundo; Javier Malpica, Juan Villoro, Elman Trevizo,
entre no muchos otros como Luis Bernardo Pérez que recién obtuvo,
con su novela histórica juvenil Tinta y ceniza, el Premio Gran Angular,
que la Fundación SM y la Secretaría de Cultura otorgan; así como An-
tonio Malpica que conquistó el Premio Iberoamericano SM; ellos son
sólo una muestra más de que los escritores están poniendo un interés
muy especial en escribir para niños y jóvenes, revalorando las letras
mexicanas, pues sabemos que también en la LIJ se suele encumbrar
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a las obras extranjeras, notable ha sido el éxito de las sagas de Harry
Potter y Crepúsculo, sólo por mencionar algunas.
Atrás quedó la época en que se desdeñaba a la LIJ por su falta de
“calidad literaria”; ahora sólo nos resta, como adultos, promover y
apoyar a los escritores mexicanos que ponen su tinta y papel para este
público lector y, ¿por qué no?, asomarnos también de vez en cuando a
los mágicos estantes de la LIJ, guardan el mundo que deseamos habitar.

Publicado en Milenio Novedades el 19 de junio de 2016.

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Libros para niños y jóvenes,
¿o para todos?

Los libros de literatura infantil y juvenil (LIJ) cada día se apropian de


más anaqueles en las librerías y las bibliotecas, su afortunada prolifera-
ción en las últimas décadas convoca también a la realización de eventos
donde la LIJ es la protagonista. Así lo es, en estos días en el Congreso
Iberoamericano (CILELIJ, ED. SM) y la Feria del libro (FILIJ) que
se llevan a cabo en la ciudad de México y donde se invita a reflexionar
sobre el papel que ésta desarrolla desde lo testimonial, lo fantástico y
lo simbólico. La pregunta que se queda siempre flotando en el aire es si
debe nombrársele así, con esa categoría o si simplemente es, literatura.
Lo cierto es que la producción de textos dirigidos a este público lector
se ha incrementado vertiginosamente convirtiéndose en un océano de
posibilidades lectoras en el que vale mucho la pena sumergirse; la LIJ
no es la “hermana menor” de la literatura, es ella misma, los adultos
temerosos solemos, en ocasiones, prejuiciados, pasarla por alto, grave
error porque ofrece una alternativa literaria de calidad y sujeta no sólo
al goce estético sino también susceptible y necesitada de ser comenta-
da y analizada. De las muchas reflexiones que surgieron en estos foros,
me parece la más importante el que concebir a la LIJ como textos que
sólo hablan de dragones, princesas y mundos mágicos, es ya cosa del
pasado; en Europa, principalmente, pero también en Latinoamérica
los escritores están develando temas sociales que forman parte de la
realidad mundial: migración, racismo, dictaduras, conflictos armados,
discriminación, sólo por mencionar algunos, y esto se debe a que ya ha
dejado de considerarse que los niños y jóvenes deben estar al margen
de estos temas que son parte de su vida cotidiana y de los cuales ellos,
también, tienen mucho que decir.
Aún nos faltan tantas páginas por andar, pensé, mientras recorría
la FILIJ acompañada de un amigo y excelente ilustrador Luis David
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Canul “El pájaro Toj”, quien me mostró dos grandes mundos: el de la
palabra y el de la imagen, ninguno ajeno a los adultos a quienes tanta
falta nos hace recordar que si volvemos a la infancia, aunque sea a través
de los libros, nuestros ojos volverán a mirar el mundo un poquito con
la ingenuidad y otro poquito con la esperanza que en algún momento
de nuestro camino hemos dejado olvidadas. Sólo así, he podido andar
algunas páginas de la LIJ, gracias a unas personas que creen y confían
en lo mucho que podemos lograr a través de la lectura y en que enfocar
la mirada en los jóvenes es construir nuestro propio futuro.

Publicado en Milenio Novedades el 20 de noviembre de 2016.

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Vampiros que incitan a la lectura

Publicada en 2005 Crepúsculo es el primer título de la tetralogía de no-


velas románticas de vampiros de la estadounidense Sthepenie Meyer;
le siguen Luna Nueva (2006), Eclipse (2007) y Amanecer (2008). Defi-
nitivamente la llegada de estas novelas a México, y a toda Latinoaméri-
ca en general, ha sido un “boom” editorial que ha impactado principal-
mente en el público adolescente (situación que hace mucho tiempo no
se veía), que están leyendo insaciablemente estos títulos, cosa curiosa,
pues los jóvenes, como sabemos no son hoy en día muy adeptos a la
lectura, y mucho menos de libros de más de 400 páginas como lo son
las novelas de esta autora.
Traducidas a más de 20 idiomas, número uno en ventas en varios
países y llevada a la pantalla grande convirtiéndose en un rotundo éxito
taquillero a finales del 2008, Crepúsculo fue el despunte de este fenó-
meno editorial del siglo XXI. Casos parecidos se dieron con las hepta-
logías Harry Potter y Las crónicas de Narnia sólo que eran dirigidas a un
público más infantil.
¿Qué será lo que atrae en estas novelas a los jóvenes? si nos damos
cuenta que es la clásica historia de amor imposible que termina con
boda e hijos, sólo que con vampiros poco tradicionales, por decirlo así,
y con características un tanto diferentes a las que estamos acostum-
brados a ver o leer, pero la fórmula es la misma de siglos atrás, de las
telenovelas de hoy, de las películas de siempre.
Un caso curioso es que a Mérida llegó primero la película que el
libro, muchos jóvenes acudieron a verla y, por alguna extraña razón,
se interesaron en leer el libro, su sorpresa fue que en las librerías de la
ciudad no habían y tal vez esto aumentó su curiosidad por saber qué
pasaba con la pareja formada por Bella Swan y Edward Cullen. Afor-
tunadamente unos meses después llegó a una librería la tan ansiada
novela de Meyer junto con otros títulos de la tetralogía. Los jóvenes se
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han volcado a las librerías a adquirirlos, pese a que su costo no es del
todo accesible, tal vez han gastado en los cuatro tomos lo que nunca se
habían imaginado gastar en libros. Y no sólo es la cuestión económica
sino el gran interés que muestran por estas novelas, incluso terminan-
do un tomo en una semana. Para el lector común esto le será cotidiano,
pero con lo que he observado en cuanto a lectura en jóvenes de 14 a 17
años créanme que esto es un verdadero récord para ellos, acostumbra-
dos a leer por obligación en la escuela más que por gusto.
Y precisamente como docentes es una gran interrogante cómo es
que un libro con una historia tan superficial y vana tenga tanto impacto
en los jóvenes, mientras que nuestros esfuerzos por tratar de acercarlos
al canon literario buscando los títulos más accesibles y adecuados para
ellos resultan infructuosos.
Lo cierto es que, si con en estos títulos y temáticas se logra el verda-
dero objetivo de la didáctica de la literatura que es, según la Dra. Loui-
se M. Rosenblatt “darle al alumno la forma de liberación emocional
que todo arte ofrece, y al mismo tiempo, sin esfuerzo ni presión, ayu-
darle a obtener siempre múltiples satisfacciones en la literatura” enton-
ces debemos de alguna manera reconocer que la tetralogía de Meyer
es un vehículo idóneo para fomentar la lectura en los jóvenes, porque
seguramente después de experimentar las bondades de la lectura esta-
rán interesados en continuar con este hábito y es ahí donde podemos
iniciarlos en la lectura de otros textos y convertirlos así en lectores.

Publicado en Por Esto! 29 de mayo de 2009.

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¿Lectores o no lectores?

Primero fuimos divididos como civilizados o bárbaros, después mes-


tizos o indígenas, y en tiempos de José Vasconcelos, alfabetizados o
no alfabetizados, actualmente la cosa no es tan simple, nos segmentan
absolutamente por todo, hasta los maestros ya no son sólo maestros,
ahora son idóneos o no, o destacados, en fin, somos nosotros quienes
fomentamos esta práctica divisionistas y luego, nos lamentamos.
En cuanto a la lectura se refiere Gregorio Hernández Zamora en
“Historia de lectura y lectores” nos dice que existe esta gran separación
entre lectores y no lectores y nos plantea una gran interrogante ¿por
qué no leen los “no lectores”?, esto nos remite a las actuales campa-
ñas y programas de fomento lector que encumbran tanto la práctica de
lectura que la alejan de un gran sector de la población que piensa que
leer es de “cultos”. Hernández llama “una arrogancia en la moralidad de
quienes atribuyen a los libros y la lectura, en sí mismos, un significado
positivo y superior a otras formas de experiencia cultural”. Acertada-
mente puntualiza el hecho de que la lectura no está desligada de otras
prácticas sociales y culturales que también son enriquecedoras y que
no necesariamente contribuyen a la formación de mejores o peores
personas, sino simplemente a la vivencia de experiencias que inciden
en la formación de ciudadanía e identidad del ser humano.
La cuestión principal que aborda es el peligro de estas campañas
que tienden a clasificar con un simplismo a los ciudadanos de este país,
son o no son lectores, son cultos o ignorantes, “nacos” dirán algunos,
pero sin duda dividir “no es sino un acto de profundo clasismo y etno-
centrismo” y aun así, dentro de los considerados “lectores” todavía se
suele descalificar entre cierto sector de la élite intelectual a quienes leen
literatura “culta” o “barata”/“basura”, sin preguntarse por qué algunos
sólo leen cierto tipo de libros, qué los motiva a hacerlo, qué oportuni-
dades tienen de leer de otro tipo, y si lo tuvieran y al final eligieran leer
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sólo eso, quién estaría autorizado para descalificarlos como lectores.
En la práctica todo aquel que sabe leer es lector, leamos con liber-
tad así como escuchamos la música que más nos gusta o nos atrapa, sin
etiquetas, sin miedo a ser estigmatizado, sin embargo, no todo aquel
que lee logra discernir ni entender que el otro es tan libre como uno
mismo, deben ya dejar de fomentarse estas divisiones clasistas, como
también los linchamientos mediáticos, así como todos estamos in-
mersos en la cultura también es cierto que no nos tiene que gustar lo
mismo que a la gran mayoría, ni mucho menos opinar con base en la
vox populi, precisamente la lectura nos ayuda a tener ideas y opiniones
propias, sólo que actualmente estamos convirtiéndonos en tiránicos
inquisidores, pero sin argumentos, para tenerlos hay que leer. Ser o no
ser lector, esa es la cuestión, como diría Shakespeare.

Publicado en Milenio Novedades el 11 de septiembre de 2016.

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Día internacional de la biblioteca

Sólo Jorge Luis Borges, quien vivió literalmente entre libros, pudo ser
quien imaginó el Paraíso como un tipo de biblioteca, pues son espacios
donde se concentra la memoria histórica, el tesoro cultural, artístico
y el legado escrito de la humanidad, por ello en situaciones de guerra
son blancos emblemáticos de ataque, pues su destrucción tiene un alto
significado para el enemigo.
Aún hoy sigue siendo un enigma la destrucción de la biblioteca
más grande del mundo antiguo, la de Alejandría, creada a comienzos
del siglo III a.C. por Ptolomeo Sóter que llegó a albergar hasta 700.000
volúmenes y tristemente fue arrasada por las llamas provocadas por
asuntos de carácter religioso.
Siglos después, la biblioteca de Sarajevo tuvo un desenlace similar,
pues durante la guerra de Bosnia-Herzegovina, en 1992, fue incendia-
da y totalmente destruida por la artillería serbia que arrasó con sus mi-
les de libros, sin embargo, pese a lo trágico de este suceso lo sorpren-
dente es que un motivo también religioso orilló a uno de sus usuarios
más habituales, un profesor universitario de literatura, Nikola Koljevic,
a ordenar la destrucción de esta emblemática biblioteca; a raíz de este
lamentable y paradójico suceso, desde 1997 la Asociación Española de
Amigos del Libro Infantil y Juvenil promovieron la instauración del
Día Internacional de la Biblioteca y, desde entonces, cada 24 de octu-
bre se llevan a cabo diversas actividades en todo el mundo.
En México de manera más modesta y casi imperceptible se conme-
mora este día, las bibliotecas van dejando de ser ese espacio público
tan frecuentado por los ciudadanos, sin embargo, su función social ha
venido reconfigurándose y adaptándose a los cambios de la era digi-
tal. Nuestra primera biblioteca la fundó, en la entonces Nueva Espa-
ña, Fray Alonso de la Vera Cruz en 1536, pero la primera biblioteca
pública de toda América nos la legó Juan de Palafox y Mendoza, hoy
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conocida como la Biblioteca Palafoxiana, uno de los recintos librescos
más hermosos del país que alberga más de 5 mil volúmenes que Palafox
donó y que hoy habitan con otros miles de libros entre las hermosas
paredes de estilo barroco que los resguardan.
Majestuosas o sencillas, públicas o privadas, escolares o de otra ín-
dole, las bibliotecas son el espacio donde se concentran las ideas y las
voces en tinta y papel de la humanidad, que la era digital nos permita
engrandecer su historia y preservarla, jamás desaparecerlas, porque no
sólo se derrumba con bombas, también el olvido es otra forma de des-
trucción.

Publicado en Milenio Novedades el 23 de octubre de 2016.

30
Día internacional del libro

La idea de celebrar al libro y dedicarle un día surgió en Cataluña como


propuesta del escritor Vicente Clavel Andrés y así en 1930 se instauró
en Cataluña el 23 de abril como Día del Libro, por la aparente coin-
cidencia en el día de fallecimiento en 1616 de Miguel de Cervantes
Saavedra, William Shakespeare y El Inca Garcilaso de la Vega, cuestión
que los calendarios Gregoriano y Juliano usados en la época en reali-
dad no hacen coincidir, sin embargo, aunado a la celebración de Sant
Jordi, parecía el día más indicado para hacerlo, pero fue hasta 1995 que
la UNESCO reconociera oficialmente esta fecha como el Día Interna-
cional del Libro y los Derechos de Autor y a partir de ahí la celebración
se extendió por todos los rincones del mundo.
Celebrar al libro en nuestro mundo digital es reconocer la fuerza
y la importancia que los libros siguen y seguirán teniendo en la vida
del ser humano. El libro ha evolucionado junto con nosotros, pero su
esencia no se pierde, aunque esté en físico o en digital. Creo que Sergio
Pitol, recientemente fallecido, lo describió muy atinadamente “el libro
es uno de los instrumentos creados por el hombre para hacernos libres.
Libres de la ignorancia y de la ignominia, libres también de los demo-
nios, de los tiranos, de fiebres milenaristas y turbios legionarios, del
oprobio, de la trivialidad, de la pequeñez…”. En los libros encontró Sor
Juana, por ejemplo, la libertad de pensar, conocer y escribir en un pe-
queño mundo novohispano y estrecho para una mente sin límites y sin
cerrojos como la de ella. También en el encierro, pero en una prisión
de Sevilla, escribió Cervantes la primera parte de uno de los libros más
vendidos y leídos de la historia, su “Ingenioso Hidalgo Don Quijote
de la Mancha”.
Hoy celebramos al libro cada vez con más fuerza y alegría, ya mu-
chos han adoptado esta fecha para realizar actividades y compartir lec-
turas y libros en diferentes espacios. Podemos decir que Yucatán ya es
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parte de esta fiesta por que en estos días podrán encontrar varios even-
tos dedicados al libro, aunque la mejor forma de celebrarlo siempre
será leyendo.
Me gusta la idea de Juan Domingo Argüelles de que “la lectura es
un placer, un vicio, una pasión. Cuando uno lee, construye el mundo
que quiere vivir”, por eso no hay que perderse la oportunidad de un
libro, para ser libres y tener un pensamiento propio, para no repetir lo
que los demás dicen o creen, para creer por ti mismo, para opinar con
tus propias ideas, para ensanchar nuestro mundo y la realidad, porque
leer es también una forma de despertar.

Publicado en Milenio Novedades el 22 de abril de 2018.

32
Día nacional del libro

En 1979 se instauró por decreto presidencial el 12 de noviembre


como el Día Nacional del Libro con motivo de honrar el natalicio de
Sor Juana Inés de la Cruz, pues nadie mejor que ella amó los libros en
ese mundo novohispano que perseguía a los lectores de libros prohi-
bidos, especialmente como aquellos que abrían una ventana al mundo
desde la celda oscura, solitaria y silenciosa del convento donde la dé-
cima musa pasó gran parte de su vida. Y sin embargo, quien lee nunca
se ha de sentir solo, porque como dice Paul Auster “el acto de la lectura
permite una comunicación entre dos seres humanos.”, aun sin compar-
tir un espacio y un tiempo determinado.
Los lectores de este mundo tan vertiginoso y materialista tienen
casi todos los libros a su alcance, sin prohibiciones ni censura, pueden
leer de noche o de día, en silencio o no, como prefieran, y en el formato
que elijan, pero paradójicamente lo que nos hace falta es tiempo, aquel
que parecía detenido en el siglo XVII y que ahora se nos consume día a
día en las pantallas líquidas de la posmodernidad.
Hoy, para leer hay que robarle minutos al sueño o guardarlos por
dosis para consumirlos los días de descanso; para leer necesitamos ven-
cer el cansancio y dejarnos llevar por las páginas del libro, salir por un
momento del mundo conectado y adentrarnos en otros para vivir las
vidas que queramos.
Para leer no basta con tener las ganas y el libro, no nos basta con
que nos digan todas los beneficios de la lectura, tampoco basta con que
se celebre un día del libro, para leer nos hace falta tiempo, pues como
decía Schopenhauer “junto con los libros debería venderse el tiempo
suficiente para leerlos”, y lamentablemente dos siglos después aún no
se vende en ninguna parte.
Más sin embargo, los libros y sus lectores, sus días y sus colores,
su magia y su fragancia van a seguir existiendo y los vamos a seguir
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celebrando, porque los libros son el compañero inseparable del ser hu-
mano, han resistido los embates de los siglos, del fuego, la censura, la
ignorancia, y han hecho su mejor amiga a la tecnología, y aquí siguen,
permanecen, en silencio resguardando la conciencia colectiva de esta
humanidad que a veces se olvida que para maravillarse basta con tan
solo abrirlos.
Así lectores, celebren o no el día del libro, cuando tengan la fortuna
de dedicarle unos minutos o unas horas a leer sepan que, como pensa-
ba EzraPround, el libro es una bola de luz en nuestras manos.

Publicado en Milenio Novedades el 5 de noviembre de 2017.

34
Detrás del libro

¿Se han imaginado que por cada libro que existe a su vez hay una o mu-
chas historias sobre su proceso desde la escritura hasta su publicación?
Es realmente maravilloso conocer qué hay detrás de los escritores y sus
textos, pues incluso algunas anécdotas llegan a ser más interesantes que
el propio libro, lamentablemente pocas veces se escriben o se conocen.
La noche en que Frankenstein leyó el Quijote, de Santiago Posteguillo,
es un buen ejemplo de lo anterior. Relata la vida secreta de varios au-
tores y sus obras que son hoy representativos de la literatura universal.
Así, por ejemplo, retoma esa vetusta polémica en torno a la verdade-
ra autoría de Shakespeare ¿o Marlowe?; el nacimiento de El Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha en una cárcel de Sevilla; la curiosa
anécdota de cómo Mary Shelley escribió por un reto, precisamente
Frankestein, y qué influencia tuvo la obra de Cervantes en ese proceso;
los múltiples rechazos que tuvo Primeras impresiones de Jane Austen; la
ludopatía de Dostoyevski que resultó ser una bendición literaria para
sus millones de lectores, así como las persecuciones de la Gestapo a
los amigos de Kafka por poseer sus manuscritos; o también la suerte
que corrió el libro perdido de Julio Verne que pocos han leído: París en
el siglo XX; y la afortunada historia del manuscrito de Harry Potter y la
piedra filosofal que cayó en manos de una niña cuya recomendación dio
fama mundial a J. K. Rowling y de quien el autor opina, con toda razón,
que su gran mérito ha sido lograr que millones de niños y adolescentes
se acostumbren a leer, convirtiéndose en lectores que continuarán con
otros libros de otros autores así hasta el infinito del libro. Estos y otros
más son los relatos que encontraremos también de escritores como
Conan Doyle, Saint-Exupéry, Dickens o, incluso, escritores peligrosos
como William Burroughs o Anne Perry.
Los libros que hablan sobre libros son una ventana para asomarse
al mundo del escritor, los editores y las editoriales. Esos mundos para-
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lelos al libro son, en ocasiones, sombríos y tortuosos o afortunados y
exitosos, pero definitivamente fascinantes. Posteguillo nos lleva de la
mano a los lectores en un periplo que comienza justo en el momento
en que se cierra la última página, cuando nuestra curiosidad se despier-
ta y deseamos saber más de la persona real que dio vida al libro y el pro-
ceso que siguió hasta antes de llegar a nuestras manos y ojos de lector.

Publicado en Milenio Novedades el 22 de mayo de 2016.

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Con un libro entre las manos

En por lo menos dos de sus retratos más famosos, Sor Juana aparece
con un libro entre las manos. En uno, de autor desconocido, la bella y
joven Juana Inés, seguramente en sus años de vida en la Corte, posa
de perfil con un libro cerrado en la mano derecha. En el otro, de 1750,
pintado por Miguel Cabrera, vemos a la monja escritora sentada, con
una mano en su rosario y la otra tocando sutilmente un libro abierto;
detrás de ella, silenciosos, algunos de sus más de cuatro mil ejemplares
que los especialistas aseguran llegó a contener su vasta biblioteca, mis-
ma que, aparentemente, en sus últimos años de vida encargó su venta al
sacerdote José Lombeida para ayudar a los enfermos por las epidemias
y los afectados por las hambrunas frecuentes a finales del siglo XVII.
Así como nuestra Décima Musa, la imagen de tener un libro en las
manos se hará más popular en el siglo XX gracias a la fotografía que
permitió retratar a los escritores con sus libros o sus bibliotecas. Una de
las más emblemáticas, en blanco y negro, es de Virginia Woolf, sentada
en un sofá mira de frente a la cámara y sostiene con la mano izquierda
sus anteojos y con la derecha un libro abierto, retrato perfecto de la
lectora voraz y crítica literaria exigente que fue, pues de la obra cumbre
de James Joyce, Ulises ella dice: “Creo que es una obra fallida. El libro
es difuso. Es enmarañado. Es pretencioso”, y vaya que no podemos juz-
garla por estos directos comentarios.
Pero curiosamente, años más tarde, este mismo libro lo sostiene
entre sus sensuales manos el ícono sexual hollywoodense en una de sus
fotografías más famosas, tomada por Eve Arnold en 1955, donde apa-
rece, claro, Marilyn Monroe concentrada en la lectura de este contro-
vertido libro que pareciera ser un gran hallazgo para ella y una ruptura
del estereotipo de la mujer bonita, pero tonta.
Muchos otros personajes repiten la escena: el “Che” Guevara le-
yendo “Werther” de Goethe; Onetti, Truman Capote, Gabriela Mis-
37
tral, Doris Lessing y la lista es enorme, porque qué bibliófilo se resiste a
ser inmortalizado y recordado con lo más valioso que posee.
Estas fotografías nos muestran que la lectura, como el acto íntimo
más legendario del ser humano, posee una atracción indescriptible
porque seduce, y cuántas veces los lectores anónimos no se han que-
dado dormidos por la fatiga, rendidos sosteniendo un libro, o más que
un libro, un sueño, un ideal, una utopía, una pasión, una compañía o el
mundo entero, porque todo eso y mucho más se puede tener simple-
mente con un libro entre las manos.

Publicado en Milenio Novedades el 4 de junio de 2017.

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Historias que nos salvan

No es una exageración decir que existen libros que han salvado vi-
das, pues en varios sentidos esto es posible y real. Muchos lectores han
encontrado un refugio y una tabla de salvación en los libros que han
leído y, por otro lado, otros los han escrito para salvarse, para darle un
sentido a su existencia en los momentos difíciles o trágicos cuando se
derrumba todo a su alrededor y sólo quedan los libros y las palabras.
Quién no recuerda a la valiente Scheherezade de Las mil y una no-
ches, quien salva su vida, y la de otras doncellas, con sus cautivadoras
narraciones que encantan al sultán Shahriar, quien termina por conver-
tirla en su esposa.
Otro gran ejemplo, pero real, es el de una escritora que decidió na-
rrar historias para hacer que el milagro ocurra, que su pequeña hija que
estaba en coma despertara. Así surgió Mujeres de ojos grandes, treinta y
cinco retratos femeninos que la autora fue narrando en el hospital con
la esperanza de que éstas le infundieran las ganas de vivir a su peque-
ña Catalina. Así fue como Ángeles Mastretta logró salvar la vida de
su pequeña hija, pero estoy segura que sus historias y sus otros libros
han ayudado también a muchas mujeres a identificarse, reconocerse y
valorarse en los personajes de su obra y, cuando eso sucede, como con
cualquier otro libro, también es una forma de salvación.
Sí, el libro salva, alienta o por lo menos, acompaña, ya lo decía Car-
los Fuentes que “el libro es amistad tangible, olfativa, táctil, visual, que
nos abre las puertas de la casa al amor que nos hermana con el mundo”
y, por lo tanto, nos consuela, nos da esperanza.
Sin embargo, a veces no es suficiente; la propia Virginia Woolf,
quien intentó, pero no pudo, salvarse a través de la escritura y los libros,
alguna vez, antes de arrojarse al río Ouse, le escribió a su mejor amiga:
“A veces me imagino la vida en el cielo como una lectura continua e
inagotable”; y más tarde en un relato lo ironizó diciendo que, cuando
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el Todopoderoso viese entrar en el cielo a los recién llegados con sus
libros bajo el brazo, le diría al buen San Pedro: “Mira, ésos no necesi-
tan recompensa alguna. Aquí no tenemos nada que darles. Amaban la
lectura”.
Así que de alguna manera también Virginia Woolf encontró, en
otras formas, la salvación, y nosotros, los lectores, seguimos buscándo-
la, o por lo menos intentándolo, cada vez que abrimos un libro.

Publicado en Milenio Novedades el 15 de enero de 2017.

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Leer y viajar

Ir sin amor por la vida es como ir sin estrellas por el mar,


como ir al combate sin música, como emprender un viaje sin un libro.
Stendhal

Hoy en día a un viaje podemos llevar cuantos libros deseemos, los


ebooks nos permiten una infinidad de posibilidades, en físico, proba-
blemente estemos un poco más limitados, pero su tamaño los hace de
fácil transportación, sin embargo, no siempre ha sido así. Los primeros
libros tuvieron formatos de grandes dimensiones que pasaron después
a ser objetos de lujo; en los siglos XVII y XVIII, en Europa, los libros no
estaban pensados para sacarlos al aire libre, estaban destinados exclusi-
vamente a los interiores de las bibliotecas públicas o privadas. Fue has-
ta el siglo XIX con la combinación del ascenso de la burguesía y la ex-
pansión de los ferrocarriles que a los editores se les ocurrió la gran idea
de hacer libros específicamente para los viajeros. Escenas recurrentes
en la novelística decimonónica serán los personajes leyendo en el tren,
como una afligida Ana Karenina que aparece leyendo una novela ingle-
sa en un episodio de esta célebre obra de Tolstoi, el cual ha sido motivo
del análisis de Ricardo Pligia en su recomendable libro El último lector.
Fueron Henry Walton Smith y su esposa, en el siglo XIX, quienes
abrieron por primera vez en una estación de trenes un quiosco don-
de se ofrecían colecciones para viajeros, que incluían series de novelas
ilustradas y obras célebres. Sin embargo, estos libros aunque con un ta-
maño más adecuado siguieron siendo costosos; fue hasta 1935 cuando
el editor británico Allen Lane, fundador de Penguin Books, mientras
esperaba un tren se percató de la falta de opciones de libros baratos,
pero de buena calidad, para los lectores viajeros, fue así como le plan-
teó a la editorial The Bodley Head la idea de los libros de bolsillo que
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en su momento no fueron del todo bien recibidos, pero que lograrían
atraer a todo tipo de lectores dejando así de ser un objeto exclusivo de
la aristocracia; a él le debemos actualmente adquirir buenos títulos con
un precio más accesible.
Entre leer y viajar en ocasiones pensamos que sólo tenemos la posi-
bilidad de realizar uno, por eso es muy cierto que “la lectura es el viaje
de los que no pueden tomar el tren” (Francis de Croisset), leer es tam-
bién una buena forma de viajar y traspasar fronteras sin salir de casa.

Publicado en Milenio Novedades el 17 de julio de 2016

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Libros, viajes y recuerdos

Las vacaciones siempre son el momento perfecto para leer, no sólo


porque es cuando disponemos del tiempo que normalmente se nos es-
fuma con nuestra rutina, sino también porque leer es el mejor antídoto
contra el estrés.
Tengo el mejor recuerdo de la primavera del 2002 por los libros
que leí frente al mar en esos días de Semana Santa, y estoy casi segura
que no sólo el momento y tu situación, también el lugar donde leemos
ciertos libros marcan una diferencia sustancial a si los hubiéramos leí-
do en otro momento o en otro sitio, pues el amor paciente y estoico
de Fermina Daza y Florentino Arista que relata García Márquez en El
amor en los tiempos del cólera sigue siendo aún mi historia favorita, con
olor a brisa cada vez que leo nuevamente cuando los dos amantes via-
jan por el río al final de la historia y emerge del recuerdo de Florentino
que “el amor se hace más grande y noble en la calamidad.”
Completamente opuesta e irreverente, pero igualmente lectura en
esas vacaciones fue Dos horas de sol de José Agustín, novela que muy
al estilo de “la literatura de la onda”, relata el periplo por Acapulco de
dos cincuentones, un editor y su socio quienes descubrirán entre los
vientos huracanados que los atrapan que su etapa de desenfreno y li-
bertinaje en estas paradisiacas playas son cosa del pasado, la realidad
los afronta como el sol frente a la cara, la juventud y el paraíso son solo
dos puntos lejanos en el horizonte de sus vidas.
Después de esas vacaciones, al año siguiente, mi vida había cam-
biado, pero los libros habitaban esa nueva vida que prometía ser lo que
finalmente no fue; sin embargo, en las lecturas encontré siempre la
posibilidad de encontrar no respuestas, sino oportunidades de escape.
Con el paso de los años vamos volviéndonos más selectos con nues-
tras lecturas, por gustos, por el tiempo con el que disponemos o sim-
plemente porque ya tenemos marcado un camino lector. Por supuesto
43
estas vacaciones ya tengo los libros que esperan algunos meses para
ser leídos, y otros que recién he adquirido para esta ocasión. Al fin y al
cabo, seguramente los recuerdos de un viaje también se pueden cons-
truir a base de nuestras lecturas, por eso algunos dicen que los libros
nos eligen, no nosotros a ellos; pero viajemos o no en estas vacaciones
lo cierto es que como la escritora Emily Dickinson dijo “para viajar le-
jos, no hay mejor nave que un libro”.

Publicado en Milenio Novedades el 25 de marzo de 2018.

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El oleaje de los libros

El mar se mide por olas, el cielo por alas,


nosotros por lágrimas.
Jaime Sabines

El mar con su oleaje, la brisa y la arena invitan naturalmente a la lec-


tura, algunos tendrán la fortuna de poder leer estos días arropados por
el aroma y el ambiente marino, y otros, podremos recrearlo a través de
algunos libros que lo tienen como tópico o escenario. La poesía lo hace
con sus excelentes pinceladas de imágenes que lo evocan, pero en esta
ocasión vamos a navegar por los textos narrativos que, con su lectura,
ineludiblemente hacen sentirnos vivamente el paisaje marítimo.
Nuestras letras yucatecas tienen varias reminiscencias al mar, y
cómo no hacerlo, si Yucatán es costa e inspiran sus bellos puertos e
incomparables atardeceres como el de Progreso que Pedro Pérez Piña
recreó en una historia idílica y trágica titulada Los Irredentos. “Cerraba
los ojos y sin gran esfuerzo podía imaginar la playa; sonido de mar, olor
a puerto”, este es un fragmento del cuento “Marinas” de la escritora
yucateca Carolina Luna; y Juan García Ponce, por su parte, en “La casa
en la playa” interroga: “¿Es el mar un espejo, una bruñida superficie
de cristales móviles que nombran el devenir de nuestros rostros en la
ubicua voz de sus mareas?”
Pero claro que el mar es infinito también en la literatura, desde La
odisea, Moby Dick de Herman Melville, La isla del tesoro de Stevenson
y El viejo y el mar de Hemingway que se han vuelto clásicos, hasta Las
olas de Virginia Woolf y muchos otros que han hecho del mar y todo
lo que lo rodea su inspiración. Pero recomendados para estos días tam-
bién son: Otra vez el mar de Reinaldo Arenas, Dos horas de sol de José

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Agustín y La isla del día de antes de Umberto Eco, que recrean el verano
de trasfondo porque sobresalen personajes e historias de gran impacto.
Sin duda un retrato minucioso lo hace José Luis Sampedro en Mar
al fondo, relatos que recrean su polifacética esencia e invitan a “fundirse
en el mar, liberarse y, simplemente, existir”, también como lo hace John
Banville en El mar donde es un lugar para el recuerdo y el olvido a la
vez. Otros títulos son La isla bajo el mar de Isabel Allende, recreando
el Caribe; Los mares de Wan de Gabi Martínez, un periplo por las aguas
orientales, y el cuento “El mar”, de Ana María Matute, para los niños.
La lista es interminable, como las olas y la lectura, pues como versa Go-
rostiza “no es agua ni arena la orilla del mar”, pero es el lugar a donde
nos transportará el oleaje de estos libros.

Publicado en Milenio Novedades el 9 de abril de 2017.

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Enemistades entre libros

Detrás de los libros y sus autores se suelen tejer truculentas historias


de rivalidades que desembocan en comentarios maliciosos y despecti-
vos, críticas crueles y hasta humillaciones y riñas entre los escritores.
Sin duda esto ha sucedido desde siempre, quién no recuerda los mu-
chos versos burlones que se intercambiaron Francisco de Quevedo y
Luis de Góngora debido en apariencia a los celos entre poetas, lo cual
trascendió más allá del terreno de lo literario.
La misma Sor Juana tuvo muchos enemigos, no sólo clérigos, sino
también poetas de su época y posteriores, pero ella magistralmente les
dejó como respuesta “cabeza que es erario de sabiduría no espere otra
corona que de espinas”; y efectivamente, sabiduría y talento son siem-
pre el blanco de las peores y más crueles críticas, pero también de las
acciones más viles producto de algo tan natural e inherente al hombre
como lo es la envidia y que suele, en la gran mayoría de los casos, ser la
verdadera génesis de las grandes enemistades entre escritores.
Brecht y Tolstói demeritaron abiertamente la obra del poeta Bau-
delaire; Nabokov consideró nulidades las obras del mismísimo Cervan-
tes, pero también de Camus, T. S. Eliot y Pound; y la lista es intermi-
nable. El terreno latinoamericano no es la excepción. Reinaldo Arenas
opinó de Carlos Fuentes que le parecía lo más remoto con lo que podía
comparar a un verdadero escritor; César Aira declaró de Cortázar que
es un mal Borges y Roberto Bolaño dijo de Laura Esquivel que era una
mala copista del realismo mágico y, por supuesto, García Márquez tuvo
varios conflictos con sus colegas, entre ellos Octavio Paz y Susan Son-
tang, pero el más polémico fue con Vargas Llosa porque trascendió de
la pluma al duro golpe en el ojo izquierdo que el peruano le propinó
en un cine en la Ciudad de México, por razones desconocidas. Curio-
samente los hoy tres Premios Nobel tuvieron sus enemistades que se
diluyeron con el paso del tiempo y nos quedan sus respectivos méritos
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literarios a través de sus libros, al fin de cuentas los lectores tenemos la
libertad de elegir y opinar.
Los escritores seguirán en su eterna lucha producto de su narcisis-
mo exacerbado, pero entre sus páginas, las que nos ofrecen a los lecto-
res, encontramos la gran maestría con que son capaces de mostrarnos
otros mundos y otros seres capaces de, tanto engrandecer con sublimi-
dad al ser humano como mostrarnos sus miserias, al fin y al cabo es ésta
la condición humana tanto en los libros como en la realidad, y así lo
expresó José Emilio Pacheco citando a Mauriac: “Saber hacerse odiar
es también necesario”.

Publicado en Milenio Novedades el 12 de marzo de 2017.

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Los enemigos de los libros

El escritor francés Paul Válery a principios del siglo XX decía muy acer-
tadamente que “los libros tienen los mismos enemigos que el hombre:
el fuego, la humedad, los animales, el tiempo y su propio contenido”. En
el siglo XXI ha habido grandes avances tecnológicos para protegerlos
de la mayoría de esos peligros, sin embargo, los nuevos tiempos no han
podido vencer algunas viejas enemistades como afirma Umberto Eco
al mencionar que, “principalmente los hombres, que los queman, los
censuran, los encierran en bibliotecas inaccesibles y condenan a muer-
te a quienes los han escrito. Y no como se cree, internet u otras diablu-
ras” son los verdaderos enemigos hoy en día no sólo de los libros sino
también de sus promotores. Así como el personaje del capitán Beatty
en la novela de Ray Bradbury Fahrenheit 451, quien se hace llamar “el
guardián de la felicidad” existen algunos que seguramente sin haber
leído nunca la novela, ni cualquier otro libro, se creen los guardianes
no de la felicidad, sino de la paz mundial, censurando, obstruyendo o
limitando la labor de los promotores de lectura que, pese a lo que ellos
piensan, no nos dedicamos a formar rebeldes ni disidentes, ni mucho
menos alterar el orden social, sólo a compartir lecturas y motivar a leer,
lo que suceda en cada lector es únicamente consecuencia de lo que él
mismo desea que suceda con lo leído.
Ahora los promotores de lectura no sólo tienen que lidiar con los
presupuestos y apoyos institucionales que se demoran en llegar y que
con o sin ellos no hay promotor que deje de trabajar, ahora también con
el enemigo en casa que puede tomar tantas formas como sean posibles,
la de un funcionario público, un director de escuela, una bibliotecaria,
un profesor o cualquier otra forma que desee, están ahí pensando que
fomentar la lectura es ir en contra del “sistema”, piensan que si aumen-
tan los lectores la gente se dará cuenta de lo que no deben darse cuenta
y entonces es mejor limitar con argumentos absurdos, porque no exis-
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ten otros, la labor y el trabajo del promotor de lectura que, pareciera
que algún día, como Guy Montag en la novela de Bradbury, tendrá que
esconderse con sus libros para no ser quemado públicamente. Tal vez
el trabajo del promotor de lectura aún no es del todo conocido por
la sociedad, como tampoco los programas y los proyectos tan loables
que existen en Yucatán y la censura y los obstáculos que nos imponen
algunas personas son por el desconocimiento de nuestro trabajo; qui-
zá se deba comenzar por hacer del conocimiento de la gente, primero
que nada, que existen los promotores de lectura y segundo, cuál es su
función en la sociedad, crear conciencia que detrás de un proyecto, ya
sea un círculo de lectura, un taller literario, una sala de lectura, un para-
libro o cualquier otro, hay un gran esfuerzo, dedicación, compromiso
y responsabilidad de quien lo realiza y que el beneficio es para la socie-
dad, tal vez así los enemigos disminuyan y los amigos crezcan porque
los libros no son enemigos de nadie y motivar a leer no es un acto de
rebeldía sino de amor.

Publicado en Por Esto! el 2 de agosto de 2013.

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Prohibido leer

En el único librero de la casa de mi niñez había un libro voluminoso


forrado con papel blanco que tenía en la portada escrito a mano el tí-
tulo El fistol del diablo, la verdad resultaba atrayente y misterioso para
una niña curiosa.
Varias veces tuve la tentación de tomarlo, pero mi papá me pro-
hibió leerlo porque no era una lectura apropiada para mi edad. Años
después, en el bachillerato, supe que el autor era Manuel Payno, así que
decidí tomarlo (sin permiso, claro) y leerlo.
Hasta hoy, sigue siendo uno de mis favoritos, todavía recuerdo el
viaje maravilloso al México del siglo XIX, con sus tramas y sus intrigas,
sus escenas cotidianas de una ciudad que yo aún no conocía. Así supe
que a veces los papás censuran sin haber leído jamás el libro, el cual, por
cierto, aún conservo.
Tal vez sea poco creíble, pero a Mario Vargas Llosa en su niñez su
mamá le prohibió leer los versos de Pablo Neruda y eso lo motivó, por
supuesto, mucho más a leerlos; lo prohibido se vuelve más atractivo e
ineludiblemente caemos en las redes de su seducción; así el poeta chi-
leno se convirtió en la lectura preferida del Premio Nobel de Literatura.
Paradójicamente se han censurado varios libros infantiles que hoy
son referente cinematográfico y lecturas imprescindibles para niños y
jóvenes, la lista es extensa, pero quién podría imaginar que en ella se
encuentran Peter Pan y El mago de Oz, también James y el durazno gi-
gante y Charlie y la fábrica de chocolate del controversial Roald Dahl. Y
hasta el mismísimo Harry Potter de J.K Rowling; en 2001 en una iglesia
de Pennsylvania fueron quemados cientos de ejemplares. La lógica es,
según Judy Blume: “Si a los niños les gusta tanto, debe haber algo de
malo en ello” y se debe prohibir su lectura.
En los años noventa un funcionario público popularizó entre los
jóvenes mexicanos la novela Aura con el escándalo mediático que pro-
51
pició al no considerarla una lectura apta para su hija adolescente. Más
recientemente, Francisco Hinojosa ha comentado sobre cómo en va-
rias escuelas se prohibió la lectura de su libro más leído La peor señora
del mundo.
Afortunadamente esto ha cambiado y hoy es una lectura diverti-
dísima que le encanta a los niños; al fin y al cabo, los que no lograron,
en su momento, comprender estos libros del todo, fueron las mentes
obtusas de los padres de familia y maestros, cuya única culpa es no leer
antes de censurar o no leer con ojos de niños, cierto es que “un censor
es casi siempre un mal lector”.

Publicado en Milenio Novedades el 26 de febrero de 2017.

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Dosis de lectura

La relación medicina-literatura ha sido mucho más fecunda de lo que


podríamos imaginar, no sólo porque en algún momento la abogacía y la
medicina fueron las dos únicas opciones profesionales, sino porque más
adelante algunos médicos optaron por dedicar sus horas fuera del hospi-
tal para escribir y, otros, abandonaron por completo sus incipientes es-
tudios o prominentes carreras por el sueño de convertirse en escritores.
De los que lograron combinar a la perfección ambas profesiones
fueron el dramaturgo Chéjov, quien alguna vez dijera: “La medicina es
mi esposa legal y la literatura mi amante”, y Mijaíl Bulgákov; ambos se
inspiraron en sus prácticas médicas para escribir algunas de sus obras,
así surge la novela Diario de un joven médico, en donde Bulgákov narra
la desesperanza de un recién graduado enviado a un pequeño hospital
perdido en plena Revolución Rusa.
De la misma forma que los anteriores, John Keats, Pío Baroja, Sir
Arthur Conan Doyle y la excepcional Mary Putnam se dedicaron a la
medicina y a las letras, no siempre simultáneamente, pero eso demues-
tra su peculiar destreza para el manejo del bisturí y la palabra que nos
legaron a través de su profundo análisis de la condición humana, el tó-
pico por excelencia en la literatura y que, probablemente, los médicos
comprenden a la perfección.
Nuestra tradición en México de galenos escritores se inicia con los
jóvenes estudiantes y entrañables amigos Juan de Dios Peza y Manuel
Acuña, el primero abandona sus estudios por dedicarse a las letras y el
segundo, bebe cianuro en 1873 despidiéndose así, no sólo de la medi-
cina, sino de la vida, pero nos deja sus apasionados versos del Nocturno
a Rosario, el paliativo perfecto para un amor no correspondido.
Otros que también nos recetaron dosis de lecturas son Mariano
Azuela, Enrique González Martínez y Elías Nandino, sus obras son
verdaderos placebos para la vida.
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Los yucatecos no podían quedar fuera, así en sus ratos libres sur-
gió la inspiración en José Peón Contreras, Eduardo Urzaiz Rodríguez
y Luis Alcocer Medina, por ejemplo; pero son Pedro I. Pérez Piña con
Traficantes del dolor humano, Alejandro Cervera Andrade, Anecdotario
de un estudiante de medicina y recientemente, Edgardo Arredondo en
De médico a sicario, los que han volcado sus experiencias en historias
que nos muestran un mundo no tan hospitalario y aséptico al que se
enfrentan los de la bata blanca. Indudablemente la literatura va de la
mano con la medicina y es que ambas comparten la seducción inevita-
ble de indagar en los resquicios más profundos del ser humano.

Publicado en Milenio Novedades el 29 de enero de 2017.

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El robo de libros:
“Ladrón que roba a ladrón…”

Para aquel que roba, o pide prestado un libro


y a su dueño no lo devuelve,
que se le mude en sierpe la mano y lo desgarre…
Inscripción en el monasterio de San Pedro, Barcelona

Todo aquel que es amante de la lectura, por lo general, lo es también


de los libros; son aquellos que aprecian no sólo el contenido sino el
material, la textura, la calidad de impresión, la tipografía, el color, la
pasta y, hasta el olor, pues por ahí hay quienes al abrir un libro nuevo lo
primero que hacen es disfrutar el aroma de las páginas nuevas, en pocas
palabras bibliófilos de corazón. Muchos de ellos se aficionan tanto con
los libros que llegan incluso a la bibliocleptomanía, con tal de poseer
un determinado volumen o tomo.
Este tema ha sido recreado en películas y libros, y esta práctica no
sólo se ha realizado con libros antiguos o ejemplares únicos, basta con
recordar cuántas veces hemos prestado un libro y nunca lo hemos de-
vuelto, o viceversa, cuántas veces hemos dado prestado uno y nunca
regresó, y realmente siempre recordamos, de muy mala manera por
cierto, a esa persona y por lo general, nunca la olvidaremos.
Pero si nos remontamos al pasado encontramos al ladrón más fa-
moso de libros, su nombre real es Guglielmo Bruto Icilio Timoleone,
conde Libri-Carruccidella Sommaia, nacido en Florencia en 1803.
Estudió derecho y matemáticas e impartió cátedra en la Universidad
de Pisa, pero su amor hacia los libros lo llevó a desear un puesto en la
Biblioteca Real el cual, por cierto, nunca obtuvo, hasta que en 1841
obtiene el cargo para supervisar el catálogo oficial de las bibliotecas
públicas.
55
Este personaje se dice que tenía una apariencia desagradable: “por
su aspecto se diría que no ha usado nunca agua y jabón o un cepillo…
Es una persona bastante corpulenta, de aspecto jovial pero de faccio-
nes vulgares”, comentó su entrevistador de trabajo. Aprovechándose
de este puesto, el conde Libri vestido con una amplia capa bajo la cual
ocultaba sus tesoros se introdujo en bibliotecas de toda Francia; de he-
cho, se dice que no sólo robó tomos completos, sino que arrancó pági-
nas que luego exhibía o vendía. Libri fue acusado en varias ocasiones,
pero las autoridades nunca las tomaron en serio, años más tarde fue
condenado a diez años en prisión.
En la Edad Media y el Renacimiento el robo de libros fue una plaga,
incluso el Papa Benedicto XIV expidió una bula en la que condenaba
con la excomunión a los ladrones de libros. De igual forma se tomaron
otras medidas para resguardar los libros, en ocasiones extremas, como
encadenarlos, pero en otros lados, como bibliotecas y en los mismos
libros aparecían sentencias dirigidas a los ladrones como las siguientes:

El nombre de mi dueño puedes verlo aquí,


cuídate, entonces, de robarme a mí;
porque si lo haces, sin dilación,
pagarás con el cuello mi desaparición.
mira más abajo y la imagen verás
de la horca de donde colgarás
toma buena nota y contente,
no sea que por ese árbol ¡muy alto trepes!

Seguramente esta advertencia debió “asustar” a muchos ladrones


de libros, pero en la actualidad, a pesar de los sistemas tan avanzados
de seguridad los libros siguen desapareciendo de las librerías y biblio-
tecas. Y ni que decir cuándo él mismo nos sugiere hacerlo, como es el
curioso caso del libro de Abbie Hoffman titulado Roba este libro (Steal
this book) publicado en 1971, y que ha ocasionado que más de una vez
este libro sea realmente robado de las librerías, como sucedió en una
exposición de arte moderno en Suiza donde dicho libro se encontraba
en una especie de incubadora para representar la violación a la ley por
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parte de páginas de internet y un individuo sustrajo el libro, a pesar de
ello los organizadores del evento decidieron no denunciarlo pues espe-
ran que lo devuelva, sin embargo, su título tan sugestivo ha propiciado
que muchos libreros se nieguen a venderlo.
Pero no cabe duda que no es lo mismo robar un libro por el placer
de poseerlo o por afición, que por dinero. En diciembre de 2005 cuatro
jóvenes alrededor de los 20 años fueron condenados a más de 7 años
de cárcel por robar y vender libros de la biblioteca de la Universidad
de Transilvania en Kentucky. Uno de los ejemplares robados fue una
primera edición de El origen de las especies de Charles Darwin.
Pero al fin y al cabo quiénes somos nosotros para juzgar a Libris
o cualquier otro ladrón de libros que lo hiciera por devoción a ellos,
quiénes no hemos tenido, aunque sea la intención, de sustraer uno de
una biblioteca, a algún sujeto despistado, o de algún maestro bien in-
tencionado, en fin, por lo menos la inquietud la hemos tenido más de
una vez, y algunos han ido más allá de la intención, pero seguramente
si le hubiera puesto a mis libros la leyenda con la que iniciamos y que a
continuación cerrará este tema, seguramente mis libros hubieran vuel-
to a mí.

Que quede paralizado y condenados todos sus miembros.


Que desfallezca de dolor, suplicando a gritos misericordia,
y que nada alivie sus sufrimientos hasta que perezca.
Que los gusanos de los libros le roan las entrañas
como lo hace el remordimiento que nunca cesa.
Y que cuando, finalmente, descienda al castigo eterno,
que las llamas del infierno lo consuman para siempre.

Publicado en Por Esto! el 7 de marzo de 2009.

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El final feliz
de los libros rechazados

De cuántos buenos libros nos privarán los editores encargados de de-


cidir qué se publica y qué no. Sabemos de muchas historias de escrito-
res que vivieron con el estigma del rechazo o el fracaso editorial y su
obra sólo fue valorada por la crítica o por los lectores de manera póstu-
ma. Por mencionar algunos está Franz Kafka quien le deja a su amigo y
editor Max Brod la consigna de quemar todos sus manuscritos; Edgar
Allan Poe, quien muere sin dinero y en la calle; y el chileno Roberto
Bolaño que comienza a tener éxito sólo después de que publicaran Los
detectives salvajes, cuatro años después de su fallecimiento.
Enfrentarse al rechazo es algo muy frecuente en la vida de un es-
critor, pero la perseverancia nos ha dejado excelentes obras que tras-
cienden y que han valido la pena la terquedad de sus autores. El mejor
ejemplo es el caso de J.K. Rowling. Escribe Harry Potter mientras atra-
viesa por un divorcio y una situación económica en extremo precaria,
la obra la rechazan doce casas editoriales y su publicación se debió a
que el manuscrito cayó en las manos de la pequeña Alice, hija de Ba-
rry Cunningham, dueño de la editorial Bloomsbury Publishing, quien
persuadió a su padre de que era lo mejor que había leído, y es así como
nace la magia de la saga que ha formado lectores de varias generaciones
de niños y jóvenes.
A veces hay escritores que se quedan con el estigma del rechazo,
pero sólo al escritor norteamericano de la generación Beat, Richard
Brautigan, se le ocurrió convertir ese fracaso en el tema de su libro
Theabortion. An historial romance (1971), que trata sobre un biblioteca-
rio de California que abre una biblioteca para todos los libros inéditos
que las editoriales rechazan. Pero en Brautigan, pese al éxito que obtuvo
con otras de sus novelas, el alcoholismo, las adicciones y la depresión

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se mezclan como un barbitúrico que desembocó en el disparo con que
acabó con su propia vida. Sin embargo, su amigo fotógrafo Todd Loc-
kwood, convirtió en realidad su imaginario y abrió en Vermont “The-
Brautigan Library”, recinto ahora ubicado en Vancouver donde hasta la
fecha se almacenan miles de ejemplares rechazados por las editoriales.
David Foenkinos se basó en esta historia anterior para crear su no-
vela titulada La biblioteca de los libros rechazados (2017), una historia
de suspenso, divertida y amena que, con una prosa fluida, entreteje la
intriga sobre la autoría de una historia de amor en la cual se ven envuel-
tos el autor, la editora, la vendedora de lencería, el crítico literario, la
viuda y el escritor fracasado. Una novela que ha sido muy bien aceptada
por la crítica literaria y por los lectores. Un ejemplo más de un final feliz
cuando hablamos de libros rechazados.

Publicado en Novedades Yucatán el 5 de mayo de 2019.

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Del siglo XIX al
premio Nobel de literatura 2017

Este año no ha sido tan polémica, como la anterior, la decisión de la


Academia Sueca de otorgarle el Premio Nobel de Literatura al escri-
tor británico Kazuo Ishiguro, un escritor que en México tal vez pocos
hayan leído y que hoy es el foco de atención para los amantes de la
literatura interesados en conocerlo, por supuesto, a través de sus libros.
Entre sus primeras impresiones que han dado la vuelta al mundo,
particularmente me ha llamado la atención el que describan su estilo
como una mezcla entre Jane Austen, Kafka y Proust, a lo que Ishiguro
respondió que, efectivamente son escritores que lo han influenciado,
pero aclara: “Charlotte Brontë es la novelista victoriana que más me
ha influido. Kafka abrió muchas posibilidades para mí. Una parte de
Proust la encuentro aburrida y esnob, pero cuando es bueno es absolu-
tamente increíble”.
Esta afirmación de Ishiguro es sumamente interesante, porque abre
la posibilidad de ver aún reflejada la gran influencia que los llamados
clásicos decimonónicos siguen teniendo en los escritores contempo-
ráneos, refiriéndonos por supuesto, específicamente a Jane Austen y
Charlotte Brontë, dos mujeres que brillaron en el mundo de las letras
en un siglo donde existían pocas posibilidades de lograrlo. Aunque
existen marcadas diferencias en el estilo de cada una, como bien men-
ciona Espiro Freide, “su común denominador es su formación lectora,
su férrea formación religiosa e intelectual y su marcada vocación de
independencia y su afán por ser escritoras, con lo que eso suponía en
su tiempo”, por supuesto, ambas tuvieron que utilizar seudónimos para
poder publicar sus obras en un mundo en donde los hombres tenían
el control de lo que se leía y publicaba. Por eso resulta esencialmente
importante que, a casi dos siglos de distancia, el nombre de estas auto-

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ras se haga presente en la voz del Premio Nobel de Literatura, galardón
que no existía en la época de estas escritoras y que sin lugar a dudas
hubieran obtenido, o tal vez no, porque en realidad son muy pocas mu-
jeres las que han sido distinguidas con este galardón, sin embargo, el
mayor reconocimiento para los escritores es, precisamente, el seguir
siendo leídos y recordados por los lectores actuales.
Es tal vez esta deferencia que ha tenido Ishiguro con Austen y Bron-
të lo que me ha motivado a leer sus obras, mucho más que el premio
en sí; y no cabe duda que, el sentimiento y la sensibilidad que ambas
autoras expresan en sus novelas siguen siendo temas vigentes, así como
la soledad y la nostalgia desgarradoras que destilan sus páginas y que
seguro impregnan las de Ishiguro al que definitivamente hay que leer.

Publicado en Milenio Yucatán el 8 de octubre de 2017

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Cartas a un escritor

La correspondencia en el siglo XIX fue la forma tradicional para enta-


blar todo tipo de relaciones sociales, las amorosas y prohibidas, como
también las propias entre un escritor y sus lectores, que fueron más
común de lo que podríamos imaginar.
En 1846, Flaubert tenía 24 años, comenzaba a escribir su célebre
novela Madame Bovary. Cierto día la escritora Louise Colete, once
años mayor, realiza una de sus acostumbradas fiestas en los salones li-
terarios, acude a ella el joven escritor y basta decir que a partir de en-
tonces da inicio una apasionante y epistolar relación prohibida, más
de tres mil cartas, en las cuales no sólo se habla de amor, sino de todo
el proceso creativo y teórico narrativo del autor; lamentablemente las
cartas de Louise a Flaubert fueron destruidas por su sobrina, quien las
consideró inmorales y sólo se conservan las que el autor envío con fer-
viente pasión, evidentemente más por la literatura que por su amante,
hasta 1855.
Pero Flaubert tuvo más de una lectora con la cual mantuvo comu-
nicación epistolar, en 1856 ya publicada Madame Bovary en la revista
literaria Revue de París y con el latente riesgo de censura, recibe una
carta de la escritora Marie-Sophie Leroyer de Chantepie, autora de
varias novelas, quien le declara su completa admiración, a la vez que
le confiesa la fuerte identificación que encuentra con su protagonista
femenina; el escritor quien siempre ha desvalorizado el trabajo literario
de las mujeres, considera un poco superficial y fútil la misiva, pero con
el paso de los días y la insistencia de la autora comienza una prolon-
gada amistad, meramente epistolar, en la cual se discute sobre todo
la relación entre la vida y la lectura; todo esto motiva a Mario Vargas
Llosa a regalarnos el ensayo altamente recomendado “La orgía perpe-
tua: Flaubert y Madame Bovary”, basado en una declaración del autor:
“La única forma de soportar la existencia consiste en aturdirse con la
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literatura como en una orgía perpetua. El vino del Arte causa una larga
embriaguez y es inagotable”.
Madame Bovary marcó sin duda una independencia para las mu-
jeres lectoras del siglo XIX, más que condenada por querer convertir
su vida en una de las novelas románticas que lee desde pequeña, es el
impulso de atreverse a ir más allá de los convencionalismos lo que la
universaliza. Por lo tanto, no es un misterio que Flaubert, enamorado
más de la literatura que de la vida misma, haya tenido una intensa pro-
ducción epistolar con mujeres que contribuyeron para construir una
imagen renovadora de lo femenino. No se sabe, pero sin las cartas de
Colete y Leroyer la vida literaria y amorosa del escritor seguramente no
hubiera sido la misma.

Publicado en Milenio Novedades el 3 de julio de 2016.

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Cartas de amor

Más que los besos, son las cartas las que unen las almas.
John Donne

El amor es un tema inagotable, se vive, sufre, goza y, en ocasiones, se


escribe. Gabriel García Márquez lo hace contando una de las historias
de amor más entrañables, reflejo de aquél de antaño que se alimentaba
tan sólo de miradas y cartas. En El amor en los tiempos del cólera, Fermi-
na Daza y Florentino Ariza sólo pueden amarse a través de la espera:
“Ni el uno ni el otro tenían vida para nada distinto de pensar en el otro,
para soñar con el otro, para esperar las cartas con tanta ansiedad como
las contestaban”.
En la vida real siempre ha existido una especia de curiosidad por
adentrarse en la vida amorosa de personajes icónicos de la historia y la
mejor manera es a través de su correspondencia personal. De alguna
forma estos textos pasaron con el tiempo de lo íntimo a lo público a
través de libros que los recopilan y nos regalan a los lectores románti-
cos del siglo XXI vivir la nostalgia que envuelve lo epistolar, tan lejano
hoy de nuestras vertiginosas vidas. Podríamos mencionar una muy ex-
tensa lista de títulos, sin embargo estas líneas se abocarán a sólo dos en
específico, a aquellos amores que llegaron a buen puerto y a otros que
fueron, desde un inicio, imposibles.
Durante 7 años Juan Rulfo mantuvo un intenso y apasionado in-
tercambio epistolar con su futura esposa y estas febriles cartas están
reunidas bajo el título Cartas a Clara, en ellas se conoce a un tierno
y enamorado Rulfo, que con cada palabra bien mereció ser amado y
correspondido por esta bella mujer a quien le dice: “Y yo te digo que si
existe para mí un único refugio, el primero y el último refugio que me
queda, eres tú”.
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La libertadora del libertador, Manuela Sáenz, lo fue en todos los
sentidos, no sólo le salvó la vida a Simón Bolívar, también influyó en
él política y sentimentalmente, pues aun estando casada mantuvieron
una apasionada relación por correspondencia que hoy es pública bajo
el título Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón, que
nos dejan ver el lado más sentimental de aquellos que sólo pudieron
acariciarse a través de las palabras selladas con tinta indeleble: “Llegas-
te de improviso, como siempre. Sonriente. Notoria. Dulce. Eras tú. Te
miré. Y la noche fue tuya”.
Aunque en esta sociedad líquida en la que vivimos ya no se escri-
ban tanto este tipo de cartas el amor seguirá impregnando páginas.

Publicado en Milenio Novedades el 4 de diciembre de 2016.

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El último libro

El escritor francés Michel Houellebecq dice que “los filósofos hablan


mucho del amor, porque no tienen tiempo para practicarlo”, sin em-
bargo Fernando Savater es una ejemplar excepción a esta afirmación.
“Aquí viven los leones. Viaje a las guaridas de los grandes escritores”
es el título del que ha anunciado como su último libro, en él comparte
por primera vez coautoría con su esposa, recién fallecida, Sara Torres a
quien dedica un conmovedor prólogo que refleja el inmenso amor que
sentía por su compañera de vida y de viajes, escrito, como él mismo
dice, entre “lágrimas de amor y de gratitud por haberla conocido”.
La mayoría de las veces los escritores nunca están conscientes de
cuál será su último libro, Savater por el contario lo tiene muy claro, ha
perdido a su compañera y su inspiración y por ello este recomendable
libro pone el punto final a su larga trayectoria en las letras, sin duda ésta
es la mejor forma de cerrar su ciclo, pues es también una declaración de
amor a la literatura donde los lectores tienen la oportunidad de realizar,
de la mano de los autores, un periplo por los lugares más emblemáti-
cos de ocho famosos escritores: William Shakespeare, Stefan Zweig,
Ágatha Christie, Edgar Allan Poe, Alfonso Reyes, Gustave Flaubert,
Ramón del Valle-Inclán y Giacomo Leopardi. El recorrido por su vida
y sus sitios están enmarcados con fotografías a modo de las postales
que era costumbre enviar a amigos o familiares cuando se realizaba un
viaje. Es así como podemos conocer el hogar, habitaciones, colegios y
otros diversos lugares donde pasaron gran parte de su vida, o las multi
visitadas lápidas y tumbas donde hoy descansan sus restos. En cada
autor se desvela su lado íntimo y mundano, poco conocido y relevante
para la valoración de sus obras, pero interesantísimo para los ojos de
cualquier bibliófilo.
Las guaridas de los grandes escritores siempre están marcadas por
la escritura, sus libros y sus romances, sin duda Savater ha pensado que
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la mejor forma de decir adiós a todos ellos es precisamente con estas
últimas páginas a manera de homenaje y diciendo: “Yo sólo escribía
para que mi mujer me leyera y ahora que no está no tiene sentido”,
¿acaso esto no desmiente a Houellebecq?, es Savater un apasionado
filósofo prendado de la literatura que tuvo la fortuna de combinar su
tiempo con sus dos grandes amores y por eso no debemos dejar de leer
su último libro.

Publicado en Milenio Novedades el 31 de julio de 2016

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En voz del lector

¿Cuántos padres aún leerán cuentos por las noches a sus hijos?,
¿cuántos hijos leerán historias a sus ancianos padres para acompañar
sus últimos años de vida?, probablemente muy pocos, y es que la cos-
tumbre de leer en voz alta, sea a uno o muchos oyentes, se ha ido per-
diendo con el paso del tiempo, pues se practica mucho más la lectura
individual y en silencio.
Daniel Pennac en Como una novela nos dice que leerle a alguien
más es un verdadero acto de amor, el amor mismo. En las escuelas muy
pronto disminuyó la práctica de la lectura en voz alta, casi a la par de
la aparición de los libros de texto gratuito que crearon la posibilidad
de que cada lector tuviera el suyo; sin embargo, hoy pareciera ser una
costumbre más enfocada a los niños, como una práctica que al crecer
debieran olvidar para convertirse en lectores autónomos y solitarios.
No obstante, alguna vez sí estuvo prohibido leer en voz alta, al me-
nos en Cuba, pues en el siglo XIX Saturnino Martínez, tabacalero y
poeta, consciente de los altos índices de analfabetismo entre los jorna-
leros, impulsó a los “lectores públicos” quienes durante las largas jorna-
das de trabajo se encargaban de leer en voz alta mientras sus escuchas
enrollaban miles de cigarros de exportación mundial, esto ocasionó
que en 1866 esta práctica fuera prohibida por el gobernador de la isla.
Aunque los lectores siguieron clandestinamente leyendo.
Leer en voz alta es un arte, sin duda, quien lee para otros debe te-
ner, al menos, el gusto por hacerlo, entre otras técnicas que son útiles,
pero en ocasiones, basta con lo primero; y es que la lectura en voz alta
bien realizada seduce irremediablemente a los que escuchan, de cual-
quier edad, la voz permite un contacto más cercano, humano y da vida
a las palabras del libro, de eso estaría plenamente segura Jane Austen
quien creció con la costumbre familiar de leer en el hogar, lo que se-
guramente avivó su imaginación para obsequiarnos Orgullo y prejuicio
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y muchas otras de sus novelas. También estoy segura, porque lo he vi-
vido, que en muchas ocasiones leer en voz alta es la mejor forma de
contagiar el gusto por la lectura. Lo digo, por los muchos alumnos con
los que he leído en el salón de clases y por el escucha más exigente de
todos, mi hijo, que a los doce años pensé le había llegado el momento
de leer solo, pero hemos descubierto que no hay edad, ni momento, ni
lugar para dejar de hacerlo, porque en la voz del lector el libro cobra “un
sentido de unidad en el tiempo y una existencia en el espacio que pocas
veces posee en las manos caprichosas de un lector solitario” (Alberto
Manguel).

Publicado en Milenio Novedades el 13 de agosto de 2017

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Lectura 1 – 1 Futbol

Por mucho tiempo se creyó que los escritores desdeñan al fútbol y


los futbolistas le tienen fobia a los libros; no es casualidad, Jorge Luis
Borges y Rudyard Kipling, por ejemplo, propagaron esta fama con sus
férreas diatribas en contra del deporte más popular del mundo. Eduar-
do Galeano puso el tópico sobre la mesa cuestionando “¿en qué se pa-
rece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes
y la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”, esto dio como
resultado su libro El fútbol a sol y sombra donde narra las anécdotas
como arquero en Argelia del Premio Nobel de Literatura 1957, Albert
Camus, quien alguna vez respondió, sin dudarlo, que de habérselo per-
mitido su salud se hubiera dedicado al fútbol, y aunque consagró su
vida afortunadamente a las letras en algunos textos dejó la huella de su
otra gran exaltación: “Los partidos del domingo en un estadio repleto
de gente y el teatro, lugares que amé con una pasión sin igual, son los
únicos sitios en el mundo en los que me siento inocente”.
También el novelista Arthur Conan Doyle, creador del famoso
personaje Sherlock Holmes, fue el primer arquero del equipo inglés que
evolucionó en el actual Portsmouth Football Club. Es evidente que el
fútbol ha irrumpido con notoriedad en la literatura, también lo de-
muestran Benedetti en Uruguay; Fontanarrosa en Argentina (Puro
fútbol); Raúl Pérez Torres de Ecuador (Cuando me gustaba el fútbol y
otros relatos); García Márquez, en Colombia y, en México, Monsiváis
le atribuyó a este deporte el único nacionalismo a la mano, pero es in-
dudablemente Juan Villoro quien le ha dedicado más tinta al balompié,
autor de Balón dividido ha dicho que “los estadios existen para jugar a
la magia. El mundo, para vivirla”.
En Argentina se publicó recientemente Pelota de papel, el primer
libro escrito por futbolistas, y hace unos días la UNAM presentó el
proyecto “Cómo no te voy a leer” que tiene la iniciativa de fomentar la
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lectura entre los jugadores de Pumas, la cual ojalá se extendiera a otros
clubes. Pensando en ello, tengo por lo menos dos entrañables amigos
más que aficionados, apasionados del fútbol, quienes además han sido
mis mejores aliados en la que es la mía, la lectura, con ellos he podido
darme cuenta que nuestros mundos convergen en algún punto, el fut-
bol no sólo está en la cancha, también está en las páginas y, ¿por qué
no?, pudiera ser cierto que “el goleador de un campeonato es siempre el
mejor poeta del año”, como afirmó el escritor Pier Paolo Pasolini, y, por
lo tanto en las canchas también hay poesía, sólo hay que saber leerla, y
por eso, en esta ocasión, quedaremos en un amistoso empate.

Publicado en Milenio Novedades el 9 de octubre de 2016

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Los héroes de los libros

Un libro es un arma cargada en la casa de al lado…


¿Quién sabe cuál puede ser el objetivo del hombre
que ha leído mucho?
Ray Bradbury

Es China, hace más de dos mil años, y el primer emperador Qin Shi
Huang, obsesionado por borrar toda la historia anterior a él, ordena
perseguir y eliminar a los intelectuales y los libros que recojan los sa-
beres ancestrales de esta legendaria región. En América, Fray Diego de
Landa convierte parte de nuestro pasado en cenizas con su “Auto de fe
de Maní” en 1562. Pero, afortunadamente, a éstas y muchas otras his-
torias villanescas se contraponen algunas más actuales donde salvar al
libro, ya sea del fuego, de la guerra o del mismo hombre, es la principal
misión; en tiempos de guerra el libro es uno de los refugios más anhe-
lados por una sociedad que vive entre dolor, miedo y hambre.
El bibliotecario de Tombuctú, Abdel Kader Haidara, en 2012, em-
prendió el rescate a través de viajes clandestinos en auto de 400,000
libros encuadernados en piel, algunos con más de 700 años de antigüe-
dad, que se veían amenazados ante la destrucción yihadista de sitios
históricos, culturales y universidades, su rescate fue una misión exitosa
que llevó a cabo con el apoyo de becas y fundaciones, pero principal-
mente con su arrojo y valentía sin igual para salvar libros.
En Darayya, Damasco, capital de Siria, un grupo de jóvenes insta-
ló una biblioteca secreta en un sótano sepultado bajo los escombros y
arriesgan sus vidas en busca de más libros entre los edificios bombar-
deados, así han logrado recopilar más de catorce mil; uno de sus lec-
tores, aun estando en una zona de inminente riesgo, acude diariamen-
te, es Amjad, un joven de 14 años que busca a sus autores favoritos, al
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poeta y dramaturgo Ahmed Shawqi y al autor sirio al-Tanawi. En busca
de sobrevivir y sobrellevar la guerra uno de sus usuarios confiesa: “De
alguna forma, la biblioteca me devolvió la vida. Así como el cuerpo
necesita comida, el alma necesita libros” y estos jóvenes héroes han sal-
vado, con libros, muchas almas.
Otra heroína es la joven madrileña Isabel Leguina a quien la gente
del campo de refugiados de Oinofyta, en Grecia, sorpresivamente le
pidió libros, así que decidió instalar una biblioteca con los títulos que
los niños y jóvenes piden para leer, como historias de viajes, de amor
y las famosas sagas de Harry Potter, aunque también solicitan diccio-
narios en inglés. Ella y una compañera han emprendido una campaña
para recibir donaciones y poder solventar la biblioteca que las ayudará
a darles la oportunidad de evadir una realidad que ellos no han elegido
vivir.
Historias de héroes reales como éstas, inspiran, y tal vez nosotros
no seamos héroes de los libros, sólo simples lectores, pero en estos
tiempos leerlos ¿no será una forma también de salvarlos y, al mismo
tiempo, salvarnos a nosotros mismos?

Publicado en Milenio Novedades el 25 de septiembre de 2016.

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Maestros lectores

En otros tiempos seguro fue redundante decir “maestros lectores”


porque no había profesor que no lo fuera, pero hoy en día la realidad
es otra, pues según la Encuesta Nacional de Educación Básica realizada
en 2013 por el Instituto de Fomento e Investigación Educativa (IFIE)
“los maestros mexicanos de enseñanza primaria y secundaria leen me-
nos que la media nacional”, lo cual es grave si pensamos que son los
maestros los principales agentes encargados de fomentar la lectura y la
escritura en niños y jóvenes del país.
La carencia de este hábito se debe claramente a la falta de la propia
motivación del docente por leer; cierto es que vivimos en un mundo
donde nos rebasa la tecnología, las distracciones y el tiempo se eva-
pora con mayor rapidez, las obligaciones y responsabilidades laborales
aunadas a las familiares se multiplican dejándonos poco tiempo para
distracciones, y lo poco que nos queda preferimos dedicarlo a otro tipo
de diversión o esparcimiento. La lectura no es vista como un disfru-
te, un goce, un pasatiempo, sino como una tarea u obligación, pero si
queremos alumnos lectores, primero tengamos maestros que leen, y a
éstos también hay que motivarlos y a cada uno le llegará su tiempo y
su libro adecuado.
Buenos ejemplos pueden ser, el caso de escritores que se dedica-
ron a la labor docente, como la chilena Gabriela Mistral, invitada por
José Vasconcelos a México con quien comparte la utopía del progreso
de Latinoamérica a través de la alfabetización. También Rubén Boni-
faz Nuño, Antonio Machado, Ignacio Manuel Altamirano, Rita Cetina
y Gertrudis Tenorio Zavala destacan en esta noble profesión; y en el
ámbito internacional están la mismísima J.K. Rowling, autora de Ha-
rry Potter que seguramente encantó a sus alumnos de idiomas con su
magia al enseñar, y Stephen King, quien habrá aterrorizado a varios de
sus pupilos con sus historias. Pero cabe destacar, la faceta muy poco
74
conocida de Julio Cortázar, quien se formó como maestro normalista
e impartió clases de Literatura en escuelas normales y universidades
argentinas, su ferviente labor magisterial la plasma en un discurso de
1939 titulado “Esencia y misión del maestro” donde habla, como sólo
él sabe hacerlo, de la gran responsabilidad del educador y dice: “Porque
en el fondo de todo verdadero maestro existe un santo, y los santos son
aquellos hombres que van dejando todo lo perecedero a lo largo del
camino, y mantienen la mirada fija en un horizonte que conquistar con
el trabajo, con el sacrificio o con la muerte.”
Sin duda, éstos y muchos otros fueron buenos maestros, lectores y
grandes escritores; porque los profesores deben ser siempre el faro en
las noches más oscuras para alumbrar las almas, y qué mejor forma de
hacerlo que con los libros.

Publicado en Milenio Novedades el 21 de mayo de 2017.

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Miedo al lector

A lo largo de su trayectoria el escritor, por lo general, alguna vez se en-


frenta al miedo que produce la “página en blanco” o, menos frecuente,
al miedo de ser leído y, por lo tanto, comentado o criticado, probable-
mente porque implica exponerse al escrutinio de todo tipo de lecto-
res. Hoy no sucede tanto debido a las redes sociales donde estamos
expuestos más que nunca a los ojos de nuestros contactos/lectores.
Sin embargo, en el siglo XIX las mujeres escritoras experimenta-
ron con mayor intensidad este temor a publicar y ser leídas, en especial
por las férreas críticas que sus coetáneos masculinos solían hacerles
desvalorizando sus textos por el simple hecho de ser producto de las
plumas femeninas. Los escritores del siglo XX fueron un poco más be-
nevolentes, por eso Jorge Luis Borges afirmó alguna vez: “No hay, que
yo sepa, una vida más apasionada y más solitaria que la de esta mujer.
Prefirió soñar el amor y acaso imaginarlo y temerlo”. Se refería a una
gran escritora nacida en Amberst, pueblecillo de Massachusetts, que
vivió recluida en su habitación para crear, en total silencio, los más de
mil poemas que componen su obra y que fueran descubiertos, en su
totalidad, por su hermana hasta después de su muerte en 1886. Se trata
de Emily Dickinson quien sólo se atrevió a ser leída en vida por pocas
personas, entre ellas su cuñada y el crítico literario Thomas Higginson
quien por más de ocho años fue prácticamente su único lector y a quien
le escribe en su primera epístola: “No sé si usted estará demasiado ocu-
pado para decirme si mi poesía está viva”. Cientos de cartas y tan sólo
dos visitas fueron suficientes para que Higginson decidiera publicar su
obra póstumamente, ya que ella jamás pudo vencer la agorafobia y el
temor a ser leída; la poesía significó su vida y por eso le confiesa a su
destinatario lo siguiente: “Si un libro hace que sienta mi cuerpo tan frío
que no hay fuego que lo pueda calentar, eso es poesía”.

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En torno al enigmático encierro voluntario y la fuente de inspira-
ción de la poeta se han fraguado muchos mitos, sobresalen los de dos
amores no correspondidos o prohibidos, hacia un hombre casado o ha-
cia una mujer, ninguno comprobable e innecesarios, pues lo realmen-
te importante es que Emily a pesar de sus miedos y fobias creó entre
cuatro paredes una gran obra poética que trasciende épocas, fronteras
e idiomas y a la que hoy, paradójicamente, leen millones de lectores.

Publicado en Milenio Novedades el 14 de agosto de 2016.

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Salas de lectura

Probablemente sean los salones literarios parisinos del siglo XVII —


los que tuvieron una fuerte influencia en el XIX en Latinoamérica don-
de proliferaron como espacios de libertad y emancipación, pero exclu-
sivos para los intelectuales dedicados a la lectura y la escritura— los
antecedentes más directos de las Salas de Lectura, los espacios donde
ahora todos caben y cuya finalidad es acercar los libros a todos los rin-
cones del país, en especial en aquellos lugares donde el acceso al libro
es limitado.
En 1995 fue creado, por el entonces CONACULTA, el Programa
Nacional Salas de Lectura (PNSL), pero esta noble iniciativa comen-
zó en mayo de 2003 aquí en Yucatán bajo la operatividad del escritor
Óscar Sauri y las promotoras de lectura Ligia Ocampo y Melba Alfa-
ro; en ese entonces fueron aproximadamente cien salas que abrieron
sus puertas en todo el Estado, la primera fue instalada en el puerto de
Progreso atendida por la escritora Rosy Gutiérrez. A lo largo de estos
13 años, con cortapisas, pero también el entusiasmo de los cientos de
mediadores de lectura que las conforman, las Salas de Lectura conver-
gen en un mismo fin: “la lectura como motor para el desarrollo y con-
dición para la equidad, factor de identidad e inclusión social”, por eso
cada sala ofrece al público lector la oportunidad no sólo de leer, sino de
dialogar, reflexionar y, sobre todo, compartir. Para abrir una Sala sólo
basta la iniciativa de un ciudadano lector que contagie e invite a otros
a leer; y si pensamos que actualmente nadie está dispuesto a dedicar
su tiempo y espacio para los demás sabremos que son los mediadores
de lectura ciudadanos ejemplares que en el anonimato dan mucho más
que eso, abren ventanas a un sinfín de posibilidades donde probable-
mente antes sólo se vislumbraba una.
Desde 2010 tengo el privilegio de formar parte del PNSL y a lo
largo de estos años he encontrado más que libros, a entrañables ami-
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gos, todos dispuestos a compartir, colaborar y valorar el trabajo que
realiza cada uno; aún estamos en proceso de formación, pero apren-
diendo unos de otros, somos una comunidad lectora que se reconoce
por tener en común el amor a la lectura. Hoy son más de 20 las salas
con mediadores que cuentan con una profesionalización impartida
por la Secretaría de Cultura de la República en coordinación con la
UAM-Xochimilco, la operatividad de todas las salas está a cargo de los
escritores Jorge Cortés y Manuel Tejada, a través de la SEDECULTA,
con quienes los mediadores compartimos una gran verdad dicha por
Monsiváis, y con la cual se resume la esencia de este movimiento lector,
“cuando uno lee ya no está solo. Leer es dialogar y cuando se dialoga la
soledad se declara abolida”. Si buscas con quien compartir tus lecturas
acércate a una sala de lectura.

Publicado en Milenio Novedades el 28 de agosto de 2016.

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Booktubers: jóvenes lectores

En el siglo XIX tuvieron gran auge las lecturas en voz alta dentro de
los círculos literarios como formas de recomendar libros, tal como lo
hicieran Dickens, Austen y muchos otros. Hoy las nuevas plataformas
y herramientas digitales están revolucionando las formas y prácticas de
lectura.
Hasta hace pocos años aún permeaba la triste imagen del joven
como no lector. Hoy, los famosos booktubers están reformulando esa
idea, con sus miles de seguidores en sus canales y siendo el principal
atractivo en las ferias del libro.
La crítica en torno a si realmente promueven el libro y la lectura de
manera adecuada y eficaz no se ha hecho esperar, así como los válidos
cuestionamientos en cuanto a la calidad de lo que leen y recomiendan.
Lo que sí está claro es que no son los responsables de fomentar la
lectura de la larga lista de libros que los maestros quisiéramos se le-
yeran, pues no pretenden suplantar la labor de contagiar el gusto por
la lectura que corresponde a los padres de familia, en el hogar, y a los
docentes, en el aula.
Estos jóvenes encontraron en las redes sociales, especialmente en
YouTube, la forma de comentar sus libros favoritos e invitar de manera
fresca, dinámica y divertida a los demás jóvenes a leerlos. Lo que reco-
miendan son, en su mayoría, libros juveniles a los que tienen acceso o
conocen porque son bestsellers, lo cual no significa que no se interesen
por otros libros, incluso los clásicos, esos que los docentes nos empeci-
namos en que nuestros alumnos lean y muy pocos realmente lo hacen;
sin embargo, los booktubers en ocasiones lo han logrado.
Por lo anterior, más allá de la incredulidad por parte de las “voces de
autoridad” sobre ellos, debiéramos mejor convertirnos en sus aliados,
simplemente porque perseguimos un mismo propósito: que sus con-
géneres lean; ya muchos editores lo han entendido y se han acercado
80
para que recomienden sus libros a través de las múltiples posibilidades
virtuales que han inventado, las cuales van desde un Book Tag, Book
Haul, Wrap Up, Book Talk, Book Challenge o un Book Shelf Tour, has-
ta el famoso bookstagrammer. Todo un mundo de oportunidades que
inclusive la académica Gemma Lluch ha enfatizado recientemente al
afirmar la importancia de poner el foco en estos jóvenes que sí leen, y
mucho. Luego entonces, podemos en conjunto crear nuevas posibili-
dades y caminos hacia la lectura. Construir puentes sólidos en lugar de
muros para acercar a más jóvenes a la lectura.

Publicado en Milenio Novedades el 8 de mayo de 2016.

81
Sólo lectores

Ningún lector podría culpar al visir de Persia al-Sahibibn Abbad Abd


al-Quasim, ni por su extenso nombre ni tampoco por su extravagancia
de hacer transportar su colección de 17,000 volúmenes, durante sus
viajes, por una caravana de cuatrocientos camellos adiestrados para ca-
minar en orden alfabético, sólo con la finalidad de no separarse de sus
libros. En el siglo X sólo un acaudalado amante de sus manuscritos y
libros podía hacer esto, de alguna u otra manera la lectura era exclusiva
de las élites y lo siguió siendo por un prolongado lapso de tiempo. In-
cluso en el siglo XIX las bibliotecas domésticas que adornaban bellos
salones de la aristocracia eran para uso exclusivo de los hombres quie-
nes supervisaban las lecturas apropiadas para las mujeres del hogar.
Seguramente muchos recuerdan la novela de Markus Zusak pu-
blicada en 2005 y llevada a la pantalla grande en 2013 con el mismo
título: La ladrona de libros, que refleja la dificultad de su acceso a prin-
cipios del siglo XX y más aún en medio de una guerra y una dictadura,
así como la forma en que éstos pueden, incluso, salvar vidas, literal y
metafóricamente hablando. Esta conmovedora historia de la pasión de
una niña pobre contrasta visiblemente con la del visir de Persia, pero
en esencia ambos comparten un mismo amor, un mismo sentimiento
hacia los libros. Uno los posee en exceso y la otra, no posee ninguno,
pero ambos son lectores.
Las encuestas sobre lectura suelen tener la fría intención de res-
ponder a qué tanto se lee en un determinado lugar. Las cifras recientes
nos dicen que cada mexicano lee entre 3 y 5 libros al año, y se define
como no-lector a quienes no leyeron ningún libro en los últimos tres
meses, dejando así a un lado las nuevas formas y formatos de lectura.
La gran dificultad siempre ha sido esa necesidad de “clasificarnos” o
nombrarnos para todo, lectores o no lectores, no es algo determinante,
divide, como toda clasificación y en cierto modo, desestima.
82
Creo que hoy en día la lectura está más abierta y accesible que nun-
ca, pero lo cierto es que a un gran sector de la población sigue sin inte-
resarle un ápice y también a otro sector tampoco le interesa que se lea,
porque genera una conciencia y un entendimiento más cabal del mun-
do que rodea al individuo y eso puede resultar, para algunos, peligroso.
Por eso creo que si habremos de seguir ese impulso de clasificarnos (y
dividirnos) yo diría que sólo hay dos tipos de lectores: los discretos
y los ególatras, y esta definición nada tiene que ver con el número de
libros que leen o poseen ni con las formas. Estoy segura que usted re-
conoce muy bien a los del segundo tipo, los que se creen superiores a
los primeros, pero lo cierto es que sólo es una forma de decirlo, porque
ambos son en realidad solamente lectores, pues bien afirma María Co-
lasanti que “en la lectura las fronteras etéreas se diluyen”.

Publicado en Milenio Yucatán el 5 de junio de 2016.

83
El libro y su a-precio

¿Será verdad que la principal limitante para el acceso al libro es su pre-


cio? En la antigua Roma, la leyenda de los Libros Sibilinos nos ilustra
cómo su alto precio podía incluso ser una amenaza para los pueblos
al no poder acceder a las profecías que en ellos se encontraban y que
marcaban la diferencia entre el triunfo o la derrota de todo un imperio.
La leyenda cuenta que las sibilas eran profetisas asociadas al culto
de Apolo, quienes vivían en zonas volcánicas, consideradas como puer-
tas del infierno. Una de ellas, la Sibila de Cumea, fue elegida por Apo-
lo para convertirse en su amante a cambio de cumplirle el deseo que
quisiera. Ella le pidió que le diera tantos años de vida como granos de
arena cupieran en su puño, pero pasado el tiempo ella ya no accedió a
corresponder a sus amores y él recordó que había olvidado pedirle que
su cuerpo no envejeciera, así que la Sibila viviría por muchísimos años,
pero con el cuerpo envejecido; sus últimos años los pasó decrépita y
encerrada en una jaula pronunciado las palabras “quiero morir, quiero
morir”. Su arriesgado atrevimiento también la sitúa como el personaje
que desafía al último de los reyes de Roma, Tarquinio el Soberbio, a
quien le ofrece en venta, por trescientas monedas de oro, los nueve
rollos o volúmenes proféticos conocidos como “Los libros sibilinos”,
los cuales rechaza tajantemente, entonces la Sibila quema tres de ellos
y vuelve a ofrecerle los seis volúmenes por el mismo precio, Tarquinio
se niega nuevamente y ella quema otros tres más, finalmente, motivado
más por la curiosidad que por el valor de aquellos libros, el rey decide
comprarle por el precio inicial los tres tomos restantes.
Esta curiosa leyenda tal vez nos haga pensar en el valor del libro
más allá de su precio, el que le otorga el mismo lector. En México la
Ley de Fomento para la Lectura y el Libro (2008) que contempla el
precio único, es letra muerta, porque los libros se rigen por la ley de
la oferta y la demanda, aunque su valor como producto cultural se lo
84
otorgamos los lectores. Regalar un libro, pese a su precio, siempre lleva
implícita la forma de demostrarle a alguien nuestro aprecio o amistad,
recibir un libro de regalo es tener presente a alguien cada vez que lees y
lo sostienes con tus manos. El obsequio de la lectura y el impacto de las
palabras tienen un valor incalculable, “la palabra leída se guarda dentro
del cuerpo como un ser activo que nos sostiene en los momentos de
alto desaliento o en la experiencia límite que es el simple diario vivir”
(Mariana Bernárdez).

Publicado en Milenio Novedades el 21 de octubre de 2018.

85
La última página del año

En resumidas cuentas,
sólo nos va quedando el mañana
Nicanor Parra

Hoy se escribe la última página del 2017, cada uno tiene una histo-
ria diferente que contar, algunos pondrán punto final con una sonrisa
o con el corazón rebosando de dicha y amor, pero otros sienten una
esperanza o alivio al ponerle fin a un año lleno de nostalgia, miedo o
dolor. Millones de historias distintas y de corazones sincronizados que
contarán los últimos minutos de este año que agoniza para recibir con
ilusión y esperanza los albores del año nuevo.
Fin de año siempre es el momento de reflexión, de balance entre
lo bueno y lo malo, promesas y propósitos que a veces se extinguen
mucho más pronto de lo que amanece; que leer no sea uno de ellos,
que se convierta en un hábito para que deje de ser sólo una buena in-
tención de año nuevo, porque como decía Adolfo Bioy Casares el que
no lee “pierde irremisiblemente uno de los más gratos prodigios de este
mundo”; por eso en estas fechas abundan las listas de recomendacio-
nes de libros, los mejores del año, los más vendidos, etc. En lo personal
sólo a algunas personas les he regalado o prestado un libro y ha sido
porque realmente son especiales y porque es una forma de demostrar
que existe un vínculo de amistad. Tampoco tengo una lista de “mejores
libros”, pero este año hay dos que definitivamente marcaron mi visión
del mundo y de la vida: La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana
Alexiévich y Una librería en Berlín de Françoise Frenkel. Ambos abor-
dan los temas de la guerra, exilio, dolor y muerte, y definitivamente
después de leerlos sé que la vida y la libertad son hermosas, que quejar-
se como lo hacemos hoy por todo con la facilidad de oprimir un botón
86
únicamente sin actuar con compromiso y determinación, ética y con-
gruencia es sólo el reflejo de la banalidad de este mundo actual, muy
distinto al de las primeras décadas del siglo XX, tiempos de guerra, de
lucha y de humanidad. Quien no lee piensa que su realidad es única e
incomprensible, se aferra a ella sin entender que el otro también tiene
una historia que contar. Después de leerlos no volverán a pensar que las
mujeres somos cobardes o débiles, porque sin duda aún entre guerra y
muerte son la ternura y el amor los que terminan por salvarnos a todos.
En la última página de este año se quedarán historias que ya no tie-
nen continuación para convertirse en múltiples posibilidades de iniciar
un nuevo capítulo con el corazón esperanzado para que dejemos de ser
“un mundo con muchos humanos y poca humanidad”.
¡Feliz año y felices lecturas!

Publicado en Milenio Novedades el 31 de diciembre de 2017.

87
Feliz año, feliz vida

Finaliza el año y las palabras de agradecimiento brotan inevitablemen-


te, después de todo, lo bueno o malo, celebramos la vida y los recuer-
dos de aquellos momentos que marcaron nuestro 2018 con la familia,
amigos y seres queridos. También nos marcan las páginas que leímos,
la música que escuchamos o las películas o series con las que nos emo-
cionamos, nuestra vida ahora está conectada permanentemente y esto
nos acerca a los que están más lejos o nos aleja con los que convivimos
cotidianamente; así de complejo es el mundo actual, sin embargo, la
tecnología aún no puede suplir el contacto de dos corazones que se
unen en un abrazo, el beso de los enamorados, la mirada cómplice de
los amores clandestinos o la caricia de los que se quieren a pesar de las
adversidades. La vida está transformándose y por ello también nues-
tras formas de vivirla y disfrutarla.
Cada nuevo año lo vislumbramos como un abanico de posibilida-
des, de hacer cambios, que a veces nunca realizamos, de sacar tiempo
que no nos damos o de hacer promesas y propósitos que dejamos in-
conclusos, y en realidad nuestro único propósito debería ser uno: ser
feliz. Jorge Luis Borges, en su poema “Remordimiento” dice: “He co-
metido el peor de los pecados/que un hombre puede cometer. No he
sido/ feliz. Que los glaciares del olvido/ me arrastren y me pierdan,
despiadados.” Sin duda ese es para cualquiera el peor de los pecados,
dejarse abrumar por el trabajo sólo por el dinero, dedicarse a los hijos
o a una pareja y olvidarse de uno mismo, perderse en el mar de res-
ponsabilidades y obligaciones muchas veces innecesarias sólo por el
qué dirán, ahogarse entre las preocupaciones y dejarnos arrastrar a las
profundidades de las angustias producidas por las situaciones que no
podemos cambiar, porque nos cuesta aceptar que nuestra realidad se
transforma constantemente, que hay caídas o derrotas necesarias, hay
pérdidas irreparables de vidas que seguirán latiendo en nuestros cora-
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zones, y hay dolores indefectibles que nos hacen más fuertes; así como
hay alegrías y momentos auténticos de felicidad que dejamos pasar o
de disfrutar por la triste costumbre de vivir pegados a una pantalla.
Por eso finaliza el año y yo agradezco los grandes momentos fami-
liares, las charlas con mis mejores amigas y amigos, por los momentos
compartidos en tiempo real con aquellos que me estiman y yo estimo,
por las sonrisas y la alegría de ver crecer en mi hijo toda mi esperanza,
por los buenos consejos de gente sincera que me ha mostrado el rumbo
correcto, por los amores que empiezan y por los que se transforman en
amistades de por vida, por los que unen sus vidas que nos permiten
mirar, como se mira al horizonte, al año nuevo que en unas horas está
por arribar.

Publicado en Novedades Yucatán el 30 de diciembre de 2018.

89
Íntimo

Después de las caricias, los besos y los encuentros no hay nada más
íntimo entre dos personas que se atraen o se aman que las palabras.
Aquellas que se escriben en complicidad y se leen placenteramente.
En esta época digital estamos perdiendo la bella costumbre de es-
cribir cartas, aquellas que expresaban los más profundos sentimientos
de los enamorados y creaban esa intimidad que muchas veces las dis-
tancias o las barreras sociales imposibilitaban. Existen vastos ejemplos
de epístolas entre personajes famosos que han trascendido a lo largo
del tiempo. Como las Cartas a Clara de Juan Rulfo o las de Rosario
Castellanos a Ricardo Guerra, que dieron gran material argumentativo
para la película “Los adioses”.
También imperdibles son las cartas de Gertrudis Gómez de Ave-
llaneda a su amante Ignacio de Cepeda en una de las cuales dice: “... y
aquella carta de usted, que tenía en mi seno, me quemaba como una
ascua de fuego”. También destacan las de Simón Bolívar a Manueli-
to Saenz; todas ellas arropan amores íntimos públicos o clandestinos,
pero finalmente amores.
En el caso de Franz Kafka por un lado, fue develada su intimidad
a través de la publicación de la correspondencia que mantuvo con Fe-
lice Bauer y que Ricardio Pligia tiene a bien referir como el momento
en que “los amantes se encuentran en el texto que leen”, pero también
lo es a través de sus Diarios (1910-1923), textos que no tuvo nunca
la intención de publicar, como su novela inconclusa El proceso, la cual
publica póstumamente su entrañable amigo y editor Max Brod, a quien
Kafka antes de morir le habría pedido quemar todos sus escritos, segu-
ramente para que no fuera expuesta su faceta más íntima.
Los diarios también son una muestra de lo más íntimo del ser hu-
mano, escritos para no ser leídos, muchos terminaron en la hoguera o
en el olvido y otros en los ojos públicos de los lectores. De éstos últi-
90
mos las editoriales han hecho un gran negocio y por ellos conocemos
los más recónditos pensamientos de muchos escritores; tal es el caso
de los diarios de Alejandra Pizarnik, León Tolstói, Fernando Pessoa o
el de Virginia Woolf, páginas que develan una vida entre tormentos, su
afición a ciertos autores, libros y su pasión por la escritura que nos deja
ver que para ella “el amor es una ilusión, una historia que una construye
en su mente, consciente todo el tiempo de que no es verdad, y por eso
se pone cuidado en no destruir la ilusión”.
En cartas o diarios la intimidad se guardaba en la memoria escrita
y trascendió en el caso de estos escritores para perpetuarse, a diferen-
cia de nuestros pensamientos o mensajes más íntimos actuales que se
diluyen en la inmediatez y la fugacidad de las palabras.

Publicado en Milenio Novedades el 18 de noviembre de 2018.

91
La ciudad de los libros

La lectura sin duda alguna es fundamental para el entorno escolar y


social, nos ofrece la posibilidad de ampliar nuestros horizontes y ser
más tolerantes y empáticos, además de un sinfín de beneficios que no
alcanzaría a enlistar aquí. Sin embargo, la realidad es que poco interés
han mostrado los gobiernos, las autoridades educativas y culturales por
generar e impulsar la labor de los mediadores de lectura, de aquellos
como lo he dicho en varias ocasiones, rostros anónimos e invisibili-
zados por la poca o nula atención que se les da. Y así han pasado los
años sin que se enfatice y valore el trabajo de quienes tienden puentes y
motivan a otros a adentrarse en la ciudad de los libros. Ciudad solitaria
en la que solo viven los lectores entre páginas con olor a tinta, donde
se sueña, se ama y se vuela libremente todos los días y donde sus habi-
tantes bailan con las palabras al compás de su música.
Pareciera que quienes no suelen leer (muchas veces nuestras auto-
ridades) tienen miedo de entrar aunque sea a visitarla. Parece ser peli-
grosa, seguro piensan, y pasan de largo para evadir las miradas de Me-
dusa con el genuino temor de ser atrapados cual Ulises por el canto de
las sirenas, o peor aún, ser eclipsados por la belleza y el hechizo, como
el de Circe, de los libros, y quedarse ahí hipnotizados para siempre.
Pero lo cierto es que en la ciudad de los libros, donde hay más ha-
bitantes de lo que se imaginan, lo más grave que puede sucederles es
que salgan de ahí convencidos de que la lectura transforma, humaniza
y armoniza a la vez, y decidan hacerse vecinos de sus habitantes o sim-
plemente sólo volverse visitantes frecuentes o ciudadanos distinguidos
de este lugar y seguir su camino.
Urge que las autoridades que hoy tienen en sus manos el poder de
lograr cambios beneficiosos para la sociedad comprendan que la lec-
tura es tan fundamental como dormir y soñar o como inculcar valores
para una mejor convivencia en sociedad. Las políticas públicas pueden
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y deben ya incluir el tema de fomento a la lectura y con ello llevar la
ciudad de los libros a cada rincón de Yucatán.
La ciudad de los libros no tiene gobernantes, ni secretarios de edu-
cación o de cultura, ni diputados, pero siempre tiene las puertas abier-
tas para recibir a los exiliados, a los inmigrantes y a todos aquellos que
lleguen y se interesen por conocerla o quedarse, porque ésta sí que es
de verdad la ciudad más segura, no sólo del país, sino del mundo.

Publicado en Milenio Novedades el 7 de octubre de 2018.

93
La luz de los lectores

Pueden ser muchas las razones por las que alguien decide dedicar su
tiempo, esfuerzo, dinero, juventud y mucho más a la mediación de la
lectura, pero la mía es exactamente por lo que Claudio Magris expone
en su libro Alfabetos. Ensayos de literatura cuando nos dice, parafrasean-
do a Javier Marías y Juan Benet, que “hay una enorme sombra en la que
sólo la literatura y las artes en general penetran; seguramente, no para
iluminarla y esclarecerla, sino para percibir su inmensidad y su comple-
jidad al encender una pobre cerilla que al menos nos permite ver que
está ahí, esa zona, y no olvidarla”.
Hacer conscientes a los lectores de la existencia de esa zona es una
de las finalidades de la lectura, abrir paso a nuevas voces y otros mun-
dos tan distintos o parecidos al nuestro. No es por ello nada exagera-
da la metáfora de un libro como fuente de luz, o como las luciérnagas
lectoras que una vez mi amiga Pati y yo imaginamos como la imagen
perfecta para decir que, donde hay libros, mediadores y lectores siem-
pre hay luz. Esa llama palpitante que no se apaga, aunque parezca, es
la misma que nos mantiene en el camino de la mediación lectora. Los
jóvenes son nuestras luciérnagas y están mucho más dispuestos a la
lectura de lo que cualquiera pudiera imaginar, los libros y nosotros lo
único que hacemos es ayudarles a descubrir que llevan dentro mucha
más claridad que sombras. Y cuando un joven se convierte en lector esa
luz no se apagará nunca, aunque palpite.
Me ha tocado en estos días mudar mi Sala de Lectura de Kanasín a
la comisaría de San José Tzal y aunque claro que extrañaré a los lecto-
res que ya tenía ahí, he descubierto que en todos lados hay lectores en
potencia, jóvenes ávidos por descubrir y reconocerse en los libros; por
ello una vez más reafirmo que hace falta en este país el acceso al libro,
una difusión adecuada y mejor administración en cuanto a lo que se
publica y lo que realmente la gente quiere leer. Probablemente el día en
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que deje de importar más si comprenden lo que leen los alumnos por
si les gusta, qué y cómo les gusta leer, los jóvenes, primordialmente,
dejarán de verla como algo obligatorio, aburrido y tedioso para mirarla
como múltiples ventanas y posibilidades, como luces que se encienden
para alumbrar penumbras, porque cuando eso sucede el lector adquie-
re su propia luz y se alumbrará por sí solo. Así es como lo hizo e imagi-
nó hace cinco siglos atrásla lectora voraz Sor Juana cuando expresó: “el
mundo iluminado y yo despierta”.

Publicado en Milenio Novedades el 22 de octubre de 2017.

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Leer en la oscuridad

Cuando la luz se apaga y la oscuridad aparece a los lectores sólo nos


quedan dos caminos, dejar de leer o hacerlo de otras formas, tal fue el
caso de varios escritores cuyos ojos se apagaron, pero su genialidad no,
pues nunca dejaron de leer ni de escribir. Homero, Aldous Huxley,
John Milton, James Joyce, entre otros, padecieron la peor de las enfer-
medades para un lector: la ceguera.
Benito Pérez Galdós, vivió sus últimos años en la completa oscuri-
dad, trágico fin para un escritor prolífico y fiel representante del Realis-
mo quien había anticipado, en su célebre novela Marianela, los pensa-
mientos de un ciego enamorado que ve con el corazón y a quien la Nela
le advierte: “nuestra imaginación es la que ve y no los ojos”.
Jean-Paul Sartre, el polémico y multifacético escritor, en 1964,
arropado de firmeza, decide rechazar el Premio Nobel de Literatura
que la Academia Sueca le otorgaba por su obra La náusea. Unos nueve
años más tarde, vivió sus últimos días entre enfermedades, la ceguera
y desavenencias, pero se dice que su eterna compañera liberal, Simone
de Beauvoir, fue quien le asistió y leyó en esos aciagos últimos años.
Germán Uribe habla sobre él y nos dice: “hay que pensar en lo que de-
bió haber sufrido ese viejo ciego y tierno, libre y terco y por añadidura
terriblemente orgulloso”.
Finalmente hay que recordar a Jorge Luis Borges, sus ojos se apaga-
ron los últimos años de su vida, razón por la cual recurrió a lectores en
voz alta, uno de los más conocidos es Alberto Manguel cuyos destinos
se entrelazan cuando él era un joven empleado de la librería Pygma-
lión y a la cual acude un día el poeta argentino con su madre; por varios
años Manguel será los ojos de Borges, después sus caminos se bifurcan,
el primero se convierte también en escritor y actualmente es Director
de la Biblioteca Nacional de la República de Argentina, mismo cargo
que ocupara el autor de El Aleph por dieciocho años consecutivos. Ins-
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pirado en John Milton, a quien la ceguera no lo limitó a escribir su obra
cumbre El paraíso perdido, Borges escribe: “A los otros les queda el uni-
verso:/ a mi penumbra, el hábito del verso”.
Para un gran lector la oscuridad no es una limitante, el próximo 12
de Noviembre, en honor a Sor Juana, la Décima musa, se celebra el Día
Nacional del Libro, en físico, digital, braille o audio libro, en todos sus
formatos hay que seguir leyendo.

Publicado en Milenio Novedades el 6 de noviembre de 2016.

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La piel del libro

¿Cuántos de ustedes han escuchado la frase “no juzgues un libro por


su portada” que igualmente se puede aplicar a los libros como a las per-
sonas?, lo cierto es que la frase tiene una pequeña imprecisión; la por-
tada de un libro realmente es la página tres o cinco, contiene el autor,
título del libro y editorial y corresponde a la parte interior de él; la parte
exterior es la cubierta, la que hoy en día nos deslumbra en los apara-
dores o en las mesas de exhibición de las librerías. Sin embargo, esta
pequeña imprecisión pasa desapercibida y no tiene mayor relevancia,
salvo para los editores o impresores.
La cubierta es ahora la piel del libro, dice Santiago de Posteguillo,
pues recordemos que las tapas aparecen en el siglo V con una sola fun-
ción, proteger las páginas, fue hasta la Edad Media y el Renacimiento
cuando la encuadernación cobra auge y el libro se convierte en un ob-
jeto de lujo y adorno para las bibliotecas privadas que ofrecen una es-
pectacular vista, sin embargo, el contenido seguía prevaleciendo frente
a cubiertas homogéneas que incluían solo los datos indispensables.
Fue en el siglo XIX cuando se comienza a dar más importancia al di-
seño de la cubierta lo cual influirá en el cambio radical que en el siglo
XX, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, adquiere la
promoción del libro aunado al marketing y su comercialización.
Los libros han entrado a formar parte de los mass media, no por
nada Fernando Escalante Gonzalbo afirma que “el lector no ha muer-
to, está enfermo de marketing”, haciendo alusión a los muchos autores
que tienen poca calidad literaria pero mucha promoción y publicidad
detrás. En este sentido, caben también todas las reediciones y libros
que se venden más por el diseño de sus cubiertas que por su contenido,
aunque agradezco también que gracias a los nuevos diseños muchos
niños y jóvenes se acercan a obras clásicas que antes sólo leíamos, ge-
neraciones como la mía, en la inolvidable colección de Porrúa “Sepan
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cuántos…”, iniciada en 1959 y bautizada así por Alfonso Reyes, que
llegó a publicar más de setecientos títulos. Inolvidable para quien leyó
por primera vez alguno de ellos en su edición de doble columna y cu-
bierta sobria que sólo diferenciaba por colores la categoría, y lo más
importante, a un precio accesible. En ese entonces, aunque suene muy
lejano y no lo es, la piel del libro no era lo que nos cautivaba, era de
hecho irrelevante, nos seducían las palabras como hoy irremediable-
mente lo hacen las bellas cubiertas que nos advierten, como en las per-
sonas, que nunca hay que juzgar sin antes leer o conocer su contenido.

Publicado en Milenio Novedades el 15 de julio de 2018.

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Palabras de amigos
Sintiéndose solas e incomprendidas por el mundo es como vivieron
gran parte de su vida Emily Dickinson y Alejandra Pizarnik, aunque
jamás se conocieron por las distancias y el tiempo, sí surgió un diálogo
poético a través de sus obras, pues Pizarnik escribió un breve poema a
Dickinson con quien seguramente sintió una gran cercanía por el tono
expresivo y nostálgico de los cientos de poemas que escribió recluida,
por voluntad propia, en la soledad de su habitación y que resguardó
ahí hasta su muerte, descubiertos años después por su hermana quien
decidió mostrárselos a uno de sus pocos amigos, Thomas Higginson,
quien mantuvo correspondencia con Dickinson y la impulsó a seguir
escribiendo, a pesar de que en su momento no comprendió del todo el
uso de signos de puntuación que la autora, como un signo distintivo,
marca en su poesía, pero finalmente fue él quien también impulsó la
primera publicación de la obra completa y es gracias a él, uno de los
primeros en preocuparse por el fomento literario, que una gran autora
sea hoy de las más leídas y reconocidas por su genialidad.
Esta misma genialidad y la soledad que marcó la vida y obra de Dic-
kinson fueron seguramente lo que sedujo a Pizarnik para escribir en el
último verso del poema que le dedica: “ella piensa en la eternidad”.
La vida de Pizarnik estuvo rodeada de soledad y muerte, las crisis
depresivas que padecía fueron cada vez más constantes después de re-
gresar a Argentina, su país natal, llevándola a varios intentos de suici-
dio. Sus últimos años los pasó internada en un centro psiquiátrico, pero
en 1972, con tan sólo 36 años de edad, siete poemarios y una intensa
producción crítica y epistolar, decide quitarse la vida en su casa, en su
día de permiso, ingiriendo una sobredosis de barbitúricos. Meses antes
había escrito a su amigo Julio Cortázar contándole de sus intentos de
suicidio y el escritor le respondió en un tono fraternal intentando per-
suadirla de su genialidad poética: “El poder poético es tuyo, lo sabés, lo
sabemos todos los que te leemos”.
100
Las cartas entre amigos pueden ser una salvación, una esperanza
o, por lo menos, un rayo de luz en la obscuridad o en las tinieblas de la
mente y el corazón de alguien. Dickinson encontró en las palabras de
Higginson un aliento para seguir escribiendo, y Pizarnik tuvo momen-
tos felices gracias a las cartas de Cortázar. Dos mujeres envueltas por
la soledad y la tristeza, como muchas, como tantas. Escribir o dedicar
unas palabras debiera seguir siendo un gesto que afiance los lazos de
amistad, sin embargo, con los nuevos canales con los que contamos
hoy más inmediatos se escribe mucho, pero pocas veces con franco
sentimiento de amistad.

Publicado en Milenio Novedades el 8 de abril de 2018.

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Para toda la vida

¿Será verdad, como dice la protagonista del libro de Marcela Serrano


El albergue de las mujeres tristes, que el gran ausente de fin de siglo es el
amor?, pues según en estas historias de mujeres que acuden al albergue
para curar sus heridas del corazón, el amor puede entenderse y mani-
festarse hoy de diferentes formas; la idea tradicional del amor eterno
o para toda la vida no es el punto final de la historia. Así también lo
plantea Mónica Lavín en su libro Cuando te hablen de amor, donde se
cruzan las vidas de dos mujeres, Maya, una joven a punto de casarse y
con muchas dudas sobre el matrimonio, y Eugenia, dueña de una tien-
da de vestidos de novia, la que vende las ilusiones de un final feliz en
el que no cree. En ambos libros lo interesante es la visión femenina del
amor y sus desilusiones, no a manera de reproche, sino de reflexión y
de compartir nuevas posturas o ideas en torno a eso tan complicado
que son las relaciones amorosas.
Así como estas historias hay muchas, el amor ha sido el tópico por
excelencia de la literatura y el ingrediente constante de la vida, con sus
finales trágicos, obstáculos, engaños, desencuentros y prohibiciones, y
aun así, también se ha escrito mucho sobre historias de amor ficticias
y reales que han llegado a buen puerto y han durado verdaderamente
toda una eternidad, aún bajo la sombra de la muerte.
Para muestra Los grandes amantes de la historia de Gregorio Doval,
un libro que da cuenta histórica del amor, las pasiones, el poder subli-
me y la fuerza que hace brillar a dos almas enamoradas.
Y aunque ahora el amor parece que se diluye en las pantallas lí-
quidas que absorben nuestras vidas, sigue y seguirá existiendo con su
ímpetu y su fuerza como lo muestran los libros que registran las decla-
raciones más hermosas y sinceras de aquellos que perdieron a un gran
amor, como lo hace Fernando Savater en su libro Aquí viven leones, en
cuyo prólogo habla de la muerte de su esposa, compañera inseparable
102
por 35 años, a quien le escribe: “Entonces, en esa vida, buscaré a Sara
y seguro que la encontraré, porque ella también me estará buscando a
mí. Nos reconoceremos a través de las máscaras de esos rostros distin-
tos, porque lo que nos une ha sido siempre más fuerte que las aparien-
cias. De nuevo juntos, continuaremos recorriendo lugares con genio
para seguir contando la vida de los grandes escritores. Y la nuestra.”
No cabe duda que historias, breves o para toda la vida, si son de
amor, vale la pena contarlas.

Publicado en Milenio Novedades el 20 de mayo de 2018.

103
Polvo en el aire

Con el dolor y la tristeza nacional que se vive en estos días desempol-


vamos textos que se vuelven vigentes nuevamente tras ser escritos des-
pués del terremoto de 1985. Uno de los más emblemáticos tal vez sea
el poema “Las ruinas de México” que se encuentra en el libro de 1987,
Miro la tierra, de José Emilio Pacheco. Un poema que sin duda retrata
la desolación y el derrumbe, pero también la esperanza y la solidaridad
que hermana, todo lo que se está reviviendo nuevamente, como si los
años no hubieran pasado y el tiempo se hubiera detenido exactamente
treinta y dos años: “El día se vuelve noche,/polvo es el sol,/el estruen-
do lo llena todo”.
Difícil es hablar de algo que vivimos a miles de kilómetros de dis-
tancia, sin embargo, la solidaridad también de los yucatecos es ejem-
plar, nos ha dolido igual enterarnos por la televisión y las redes sociales
de la muerte de más de doscientas personas, de los niños que cubrió
la obscuridad en su salón de clases, de las familias sin hogar y con el
alma derrumbada, lo sentimos y nos unimos también para enviarles
todo nuestro cariño y fortaleza materializado en alimentos y productos
que hoy más necesitan y que tal vez, nunca se sabe, mañana podamos
nosotros necesitarlos de vuelta.
Así precisamente Carlos Monsiváis lo relató en episodios de aquel
sismo del 85 y con su profunda crítica dijo: “El dolor personal y social,
la tristeza ante los muertos y las tragedias, la indignación ante la co-
rrupción de siglos y el saqueo cotidiano, se despliega en medio de un
paisaje insólito, el de la ayuda desinteresada.”
El dolor no cabe en las palabras, aunque algunos dicen que en la
literatura cabe todo, sin duda es una de las grandes virtudes de este
arte, poetizar hasta las tragedias y convertirlas en sintonías para el alma:
“Muere el día de septiembre/ entre la asfixia y los gritos/…Solo el pol-
vo es indestructible/” ( J.E. Pacheco).
104
Una de las últimas noticias fue el rescate sin vida de la escritora
Lorna Martínez Skossowska, autora de Hojas sueltas de mi álbum; se-
pultadas fueron las últimas hojas de su vida y más de dos mil libros
que conformaban su biblioteca que estaba en proceso de donarle a un
vecino y que ahora tendrán un hogar en la Casa Refugio Citlaltépetl.
Todas las pérdidas humanas se lamentan y no cualquiera es capaz
de escribir sobre momentos así de trágicos, por eso me pregunto ¿qué
se escribirá sobre el terremoto del 2017?, si finalmente “somos natu-
raleza y sueño. Por tanto/somos lo que asciende siempre:/polvo en el
aire.” ( J. E. Pacheco).

Publicado en Milenio Novedades el 24 de septiembre de 2017.

105
El paraíso de las palabras

Llegando a la Ciudad de México por la noche te recibe un mar de luz


eléctrica que forma un hermoso paisaje, pero en esta enorme ciudad
caótica e impredecible existe un recinto donde probablemente haya
más luz que en toda la urbe junta, se trata de la Biblioteca Vasconcelos,
diseñada con una propuesta arquitectónica vanguardista e inaugurada
en 2006. Este recinto libresco alberga más de 60 mil obras e incluye
mucho más que libros y espacios para la lectura en diferentes formatos.
Sin duda, es el paraíso de todo lector, tal como se lo imaginaba Borges.
Pero creo que él no imaginó que los libros sin la otra parte fundamen-
tal, los lectores, las personas, no pueden dar esa luz como los libros fa-
ros de los que habla Vivian Mansour en Libros imposibles, aquellos que
sólo alumbran cuando se abren porque la luz la dan las palabras. Y es
totalmente cierta esta hermosa analogía, tan cierta que en momentos
de crisis, de dolor, de miedo los seres humanos buscamos la compañía
de otra persona y cuando no la hay, afortunadamente la tecnología nos
ayuda a sentirnos más cercanos, aun estando a cientos de kilómetros
de distancia.
Visitar la Biblioteca Vasconcelos fue grandioso, pero no lo fue tanto
hacerlo el mismo día en que ocurriera el mayor terremoto registrado
en México en un siglo. Si bien es cierto todo eso que se dice de que los
libros salvan, curan y otras ideas similares, también lo es que son las
palabras las que producen todo eso, y no importa si están dentro de
un libro o en un mensaje por alguna red social, si son para acompañar,
para mostrar empatía y ayudar a otro a no caer en pánico, como en este
caso; por eso, casi todos salieron a las calles con sus celulares y pocos
hablaban entre sí, porque seguramente todos se comunicaban con al-
guien para sentirse menos solos y mitigar el temor. Al fin y al cabo, en
un momento así todo puede faltar menos las palabras; las que abrazan
son pequeños paraísos.
106
En unos cuantos segundos se apagaron las luces de muchas vidas
que probablemente se fueron a dormir como cada noche pensando en
despertar y vivir un día más. Pensaba en ello mientras deseaba que las
horas pasaran más rápido para regresar a casa, a mi pequeño paraíso
donde está todo lo que amo, mi familia y unos cuantos libros, pero en
esas horas cada mensaje que me enviaron familiares y amigos trasno-
chados, a quienes les agradezco infinitamente, me hicieron sentir que
estaba un poco más cerca de ahí. Son entonces la energía de las pala-
bras yendo y viniendo por todos lados las que realmente alumbran a la
ciudad y a nuestras almas.

Publicado en Milenio Novedades el 10 de septiembre de 2017.

107
La muerte no lee sola

La muerte que nos ronda sigilosa por estos días es sin lugar a dudas
uno de los temas universales de la literatura, sin embargo, estuvo ve-
lada por mucho tiempo en el campo de la literatura infantil y juvenil
(LIJ) como tópico principal. Afortunadamente ésta ha evolucionado
mucho para hacernos entender a los adultos que a los niños y jóvenes
los finales dulces y felices ya no les encajan del todo cuando miran y
comprenden la realidad que les rodea.
Les compartiré algunos títulos de libros que merecen mucho la
pena ser leídos a los niños aunque no son exclusivos para ellos, leer
sobre la muerte siempre es un paso difícil, tan difícil como aceptar que
existe.
Se armó la fiesta de muertos de Armando Vega-Gil con ilustraciones
de Carolina Kerlow es un libro álbum que a través de versos habla de
las tradiciones y costumbres mexicanas de estas fechas, donde el lec-
tor participa al interpretar las imágenes que acompañan el final de los
versos.
Soy la muerte de Elisabeth HellandLarsen y Marine Schneider
(Ilustrador) es un bello cuento ilustrado donde la muerte personifi-
cada por una joven mujer nos hace comprender de una forma poética
que la vida y ella siempre van de la mano: “Si me tienes miedo, o se lo
tienes a la vida, puedo susurrarte una cosa al oído…¡Amor! El amor
puede transformar la pena y el odio. El amor puede visitarte todos los
días. El amor no muere, aunque se encuentre conmigo.”
Para siempre de Camino García Calleja y Marco Recuero (Ilustra-
dor) es también un cuento donde la muerte es presentada como algo
inherente de la vida porque a veces las personas se van sin retorno,
“pero nunca se van del todo, porque aquello que nos han dado es nues-
tro para siempre”.

108
No pueden dejar de leer El pato y la muerte de Wolf Erlbruch un
libro para “mecerse entre las plumas de la muerte”, conmovedor y tras-
cendental, porque el mejor planteamiento que puede darse para conce-
birla es verla como el suave empuje para continuar un viaje.
Y para quienes aún nos duele la partida de los abuelos están Llora
corazón, pero no te rompas de Glenn Ringtved, donde la muerte cansa-
da y vieja visita la casa de unos astutos niños que descubren que aun
invitándola a un café irremediablemente deberá cumplir su cometido.
Y ¿Dónde está el abuelo? de Mar Cortina, para entender que se los lleva
el viento, pero permanecen a diario en nuestros recuerdos.
La muerte como protagonista ha entrado a los terrenos de los li-
bros para niños y jóvenes para no leer sola, para que en compañía estos
libros sean leídos por padres, maestros, adultos que cobijen con pala-
bras el alma de nuestros lectores más jóvenes.

Publicado en Milenio Novedades el 4 de noviembre de 2018.

109
TODOS LOS CAMINOS NOS
LLEVAN A LA LECTURA

Cuando el mundo se vuelve incomprensible, cuando los actos de terror y las


aterradoras respuestas a ese terror llenan nuestros días y nuestras noches, cuando
nos sentimos sin guía y desconcertados, buscamos un lugar donde la comprensión
(o la fe en la comprensión) se han plasmado en palabras.

Alberto Manguel
Mil y un caminos para
acercarse a la lectura

En la lectura, las fronteras etéreas se diluyen


Marina Colasanti

Este período vacacional o receso para docentes, niños, jóvenes y pa-


dres de familia es un buen momento para acercarse, fomentar y disfru-
tar de la lectura; para hacerlo existen mil y un formas y opciones que
nos ofrece el amplio mundo de las letras, donde hay de todo y para to-
das las edades, gustos, intereses, economías, etc., lo importante es leer.
Además la tecnología nos ofrece también variadas opciones para
deleitarse con la lectura, así como un fácil acceso a una infinita diversi-
dad de textos para leer y disfrutar.
El escritor francés Michel Tournier decía que los libros “son como
vampiros. Éstos, como aquéllos sus hojas, abren sus alas para surcar
la sombra de la noche en busca de víctimas a las que se les extraerá la
sangre que necesitan para persistir en su extraña vida de muertos vivos;
aquéllos, los libros, se abren para sacar del lector la sangre de sus ima-
ginaciones, de su hálito intelectual, y así viven, dormidos en la noche
de su estar-cerrados, hasta que son abiertos de nuevo por otros lectores
víctimas”.
Similar a Tournier muchos escritores han contado sus primeras ex-
periencias o acercamientos con los libros y cómo llegaron a convertirse
en fieles lectores y amantes de la literatura. Por ejemplo, Jorge Luis Bor-
ges alguna vez dijo: “Que otros se precien de los libros que han escrito,
yo me precio de los que he leído”, y así se sabe, que su misma ceguera
nunca fue un impedimento para hacerlo, pues hasta sus últimos años
tuvo a personas que leían en voz alta para él. La lectura no siempre tie-

113
ne que ser individual y en silencio, se disfruta también, como Borges,
la lectura en voz alta; hoy en día los audiolibros son una buena opción
para las personas que tienen dificultades para ver o para los niños que
aún no saben leer y cuyos padres no son muy buenos leyendo en voz
alta o no tienen tiempo para narrarles historias.
No obstante, cada uno de los lectores tiene una propia historia de
cómo fueron sus primeros acercamientos a la lectura, lo curioso es que
casi todos coinciden en que fue en la niñez cuando descubrieron ese
halo mágico que atrapa a los lectores, ya sea por medio de la mal deno-
minada “literatura light”, o de cómics e historietas y, algunos otros, que
tuvieron la fortuna de contar con libros de obras maestras de la litera-
tura universal como el caso del escritor mexicano Francisco Hinojosa,
quien en una entrevista declaró que se inició en la lectura con “La me-
tamorfosis” y “El castillo” de Franz Kafka, “La divina comedia” de Dan-
te Alighieri y “Crimen y Castigo” de Dostoievski, y tan sólo tenía die-
ciséis años; hoy nos fascinaría que los jóvenes de esa edad estuvieran
interesados y se formaran como lectores con alguno de estos títulos.
Similar a Hinojosa es el caso de Óscar de la Borbolla quien comen-
taba que sus primeras lecturas no fueron de literatura infantil, pues a
los siete u ocho años llegó a sus manos un libro de Antonio Plaza “un
poeta maldito mexicano”, como él mismo le llama, y de esa lectura le
fueron interesando otros poetas como José de Espronceda y Ramón
de Campoamor.
Cada experiencia de lectura es única e irrepetible, cada lector se
ha iniciado de muy variadas e, incluso, curiosas anécdotas, lo que hay
que hacer es perder el miedo o romper con el estereotipo de que los
libros y la lectura son aburridos, cambiar esta perspectiva es difícil, más
no imposible, todos, sin importar edades, condición socioeconómica,
ni mucho menos física, podemos disfrutar de la lectura. Alberto Man-
guel, uno de los lectores en voz alta de Jorge Luis Borges decía: “Cada
libro era un mundo en sí mismo, donde yo me refugiaba” y así como
él, en vez de refugiarnos en otros lados (casi siempre en la televisión)
mejor formemos parte de los que se refugian en la lectura.

Publicado en Por Esto! el 5 de agosto de 2009.


114
Cuando nuestro
refugio es la lectura

El arte de leer es, en gran medida,


el arte de volver a encontrar la vida en los libros y,
gracias a ellos, de comprenderla mejor.
André Maurois

Cuántos no han buscado, en un momento de tristeza, alegría, deses-


peración, nostalgia, indignación o impotencia la amable compañía de
un libro, el que sustituya a los amigos que no hay, el que consuele y a
la vez alegra con sus páginas, donde se encuentra el resguardo ideal
para el enamorado incomprendido, rechazado o engañado. En los li-
bros hay refugio para todos, sin excepción, en cualquier momento y
en cualquier lugar; muchos sabemos que un buen libro nunca te dejará
mal, pero esta experiencia tan placentera, la de refugiarse en la lectura,
no la han vivido todos, tal vez porque nadie les ha dicho que “la lectura
nos remite obligatoriamente a pensar en nuestra relación con la vida,
el tiempo y el placer” tal y como afirma Xavier Rodríguez Ledesma,
autor del ensayo ganador sobre fomento a la lectura, “Abonando la uto-
pía”, en el 2006 del premio “Mauricio Achar, el señor de los libros” que
realiza Conaculta. Este interesante texto, además de certero y con gran-
des aportaciones al tema de fomento a la lectura, en lo particular me
creó una empatía con este autor y se volvió curiosamente en mi refugio
ideal e inspiración porque concuerdo a cabalidad con lo expresado por
él, sobre todo cuando magistralmente opina, algo que yo también he
pensado, cuando habla de algunos críticos y escritores que se quejan
y lamentan porque la gente no lee o más bien no lee lo que ellos escri-
ben, y comenta: “Este tipo de actitudes es la mejor representación de

115
la manera en que un sector que se considera ilustrado y culto se aleja
por completo de la sociedad y se erige como el evaluador de lo que la
gente común, los simples mortales, debieran leer. Quizá tendríamos
que dejar de hacerles tanto caso (de hecho, por lo general el público
no les hace ninguno) para aceptar sin remordimientos ni culpas que la
gente lea lo que le dé la gana”.
Y es así como muchas veces nos encontramos con un autor al que
sabemos nos confortan sus palabras, nos agradan y nos motivan a se-
guir leyendo, en el caso de Xavier Rodríguez además nos demuestra
que no sólo el libro, sino el mismo fomento a la lectura se convierte en
un refugio ideal para los que no sólo nos conformamos con leer, sino
motivar a otros a hacerlo.
De esta misma forma, precisamente de los que encuentran un re-
fugio en promover la lectura, y que son además un ejemplo a seguir,
está el colectivo “Palabras de Arena”, Premio Nacional de Fomento a la
Lectura 2010 por el proyecto “Fomento a la lectura en contextos vio-
lentos” y nominado al premio Astrid Lindgreen de literatura infantil
y juvenil, otorgado por el gobierno de Suecia. Un colectivo que se ha
dedicado a promover la cultura “entre balas y muertos” en la belicosa
Tijuana, ahí donde reinan la violencia, el miedo y la corrupción, en ese
entorno este grupo ofrece un refugio a través de la lectura y la cultura
en general para los que viven en ese ambiente de desolación y angustia;
por eso es un buen ejemplo de que la literatura (y específicamente el
arte en general) es el lugar al cual recurrir en situaciones como éstas
y muchas otras, un espacio de encuentro para lo que parece perdido;
pero más gratificante y admirable aún es los que en medio del terror y
la violencia pierden el miedo y llevan a las colonias marginadas estos
espacios, como las salas de lectura para niños y jóvenes, brindándoles
ese lugar para refugiarse del dolor que ni los medios de comunicación
ni los de entretenimiento les brindan, por miedo.
Mientras tanto aquí, en nuestra vida rutinaria, a veces injusta y lle-
na de desilusiones, seguiremos algunos refugiándonos en los libros y
en su infinita compañía, y otros, además, seguiremos buscando el re-
fugio ideal a nuestra soledad y nuestra impotencia en motivar a otros a
buscarse y encontrarse en un libro, porque sabemos bien que “gracias
116
a los libros podemos transformar nuestras existencias rutinarias y me-
diocres en vidas infinitas y plenas de aventuras” (Xavier Rodríguez) y
eso, nadie nos los quita.

Publicado en Por Esto! el 1 de agosto de 2011

117
Libros: acceso restringuido

Leer es ir al encuentro de algo que está a punto de ser


y aún nadie sabe qué será…
Italo Calvino

Cuando el joven Johannes Gensfleischzur Laden zum Gutenberg, co-


nocido por todos como Johann Gutenberg, presenta al mundo la im-
prenta, en 1440, inicia de alguna manera el mundo editorial y el auge
del libro anteriormente restringido por los costos, el tiempo y número
de producción. El libro entra de esta manera al mundo del mercado,
de compra-venta. Las clases privilegiadas pudieron acceder de inme-
diato a una mayor cantidad de libros y los escritores vieron por fin, una
oportunidad de expansión y por qué no, de mayor fama y prestigio. Los
libros de Gutenberg trajeron muchas ventajas: velocidad, uniformidad
de los textos y mejores precios. Esto abrió un abanico de posibilidades
de lectura, pues las bibliotecas particulares se extendieron y dieron ca-
bida a mayor número de lectores, pues era común que la servidumbre
tomara en préstamo libros de los hogares donde trabajaban. La lectu-
ra era la actividad de recreación y esparcimiento de diferentes estratos
sociales. El siglo XV, por lo tanto, se convirtió para Europa en el siglo
de la palabra impresa. Lo fue sin embargo, parcialmente para América
hasta 1533, año en que se estableció la primera imprenta en la Ciu-
dad de México que se vio restringida por la imposición de la Iglesia al
prohibir una larga lista de libros. Por ejemplo, el Concilio de Trento
(1545-1563) “limitaba la circulación de los libros "sospechosos o per-
niciosos" y el 3er. Concilio Provincial Mexicano, de 1585, contenía
un capítulo dedicado a la impresión y elección de libros que establecía
sancionar con la excomunión aquellos “infractores que imprimieran
o comerciaran con libros que antes no hubieran sido examinados. Se
118
prohíbe imprimir, circular, comprar, vender, y tener libros si antes no
han sido examinados o aprobados por el ordinario”.
Los libros tuvieron de esta forma en México, desde sus inicios, un
acceso muy restringido, el Index Librorum Prohibitorum fue el catálogo
más completo de libros prohibidos, no obstante, fueron precisamen-
te los frailes y religiosos los que de manera clandestina introdujeron a
América la mayoría de los libros de esa lista.
La accesibilidad al libro ha sido en realidad siempre una de las ma-
yores limitantes para tener un país de lectores, las campañas de alfabe-
tización implementadas desde el siglo XIX y con mayor énfasis en el
período posrevolucionario, lograron erradicar en gran medida los altos
índices de analfabetismo, pero no necesariamente el de lectores.
Recientemente la afamada revista Forbes afirmó que 25 millones
de mexicanos no tienen acceso a la lectura de un total de 122 millones
de habitantes aproximadamente, en este siglo que podríamos llamar
el siglo de la palabra digital y la accesibilidad, lo cierto es que la reali-
dad muestra que ni Gutenberg ni Tim Berners-Lee, el padre del inter-
net, han podido romper la barrera, en países subdesarrollados como el
nuestro, del acceso al libro. Los altos costos, pero también la distribu-
ción y espacios con libros no son suficientes, y el internet que hoy al-
berga una gran cantidad de libros digitalizados, es una enorme ventaja
para muchos países, pero no para el caso de México donde el acceso
al internet también está limitado. Los espacios para acceder de mane-
ra gratuita al libro preferentemente son las bibliotecas, pues en Méxi-
co se tienen registradas alrededor de 7,388, es decir, por cada 13,000
habitantes existe sólo un punto de acceso a la lectura, y estos accesos
presentan ya bastantes carencias, pues los acervos que contienen las
bibliotecas son obsoletos.
En Yucatán, por ejemplo, probablemente exista alguna biblioteca
pública en cada municipio, pero éstas carecen de actualizaciones de
acervos y material atractivo especialmente para niños y jóvenes, con
contadas excepciones como las llamadas bibliotecas “modelos” ubi-
cadas en los municipios de Progreso y Tizimín, que debieron ya re-
plicarse al resto de los municipios. Hoy por hoy está en remodelación
la Biblioteca Pública Central Estatal “Manuel Cepeda Peraza” que se-
119
guramente quedará a la altura de las vanguardias y las tendencias de
bibliotecas en la actualidad. Sin embargo, estos espacios de lectura si-
guen siendo precarios, poco atractivos y con casi nula actividad dentro
y fuera de las paredes de los recintos bibliotecarios, producto de la falta
de capacitación o motivación del personal.
El acceso restringido a los libros se ha contenido de alguna manera,
con programas y proyectos que llevan a cabo instituciones, asociacio-
nes civiles o grupos itinerantes que promueven y difunden el libro y
la lectura, y esto ha dado oportunidad a que los libros lleguen a dife-
rentes rincones donde no llegan ni libros ni la señal de internet. Por
mucho que se hable (y se alaben) las iniciativas y presupuestos para la
adquisición de libros, poco impacto tendrán mientras no lleguen a las
escuelas o bibliotecas de comisarías y municipios más recónditos de
nuestro Estado, donde la llegada de libros representa una oportunidad
de traspasar los límites de la única realidad posible que los circunda.
Hace unas semanas tuve la fortuna de llevar a la biblioteca del Cole-
gio de Bachilleres del Estado de Yucatán (COBAY) de Dzitás un acer-
vo que donó SEDECULTA, estos libros fueron recibidos con una gran
alegría y satisfacción, la misma que me condujo hasta ahí. Los libros
siguen siendo para muchos una realidad poco tangible y también poco
creíble para algunos escépticos que consideran que la gente no lee por
pereza o poca disposición e intelecto. Lo cierto es que el libro, ni el físi-
co ni el digital, a través de su historia no han podido erradicar su acceso
restringido, porque en comunidades apartadas, casi olvidadas todavía
se esperan y se reciben con emoción a los libros, es ahí donde hace falta
un mayor esfuerzo para hacerlos llegar y promoverlos.
Esto me recuerda esta grandiosa idea de Satabdi Mishra y Akshay
Kumar Rautaray quienes han desarrollado un proyecto para fomentar
la alfabetización en la India a través de un proyecto itinerante que con-
siste en un camión lleno de más de cuatro mil libros con el que viajaron
durante 90 días recorriendo 10.000 kilómetros y 20 estados. En Méxi-
co, también hay diferentes proyectos de librobuses o bibliobuses como
el de EDUCAL, el de la Universidad Autónoma de Baja California Sur,
entre otros. Sería una gran oportunidad que existiera este proyecto de
bibliotecas móviles o librobuses aquí en Yucatán, permitiría de alguna
120
forma llevar no sólo libros, sino eventos culturales, exposiciones artís-
ticas y oportunidades de ver y escuchar otros rostros y otras voces que
multipliquen y amplíen las visiones del mundo de cada habitante y de
cada ciudadano de los lugares recónditos a donde, en ocasiones, sólo
llegan promesas y oportunidades de vez en cuando, o cuando a los po-
líticos se les acuerda que existen por un voto. El acceso al libro seguirá
siendo por mucho tiempo restringido para millones de mexicanos, la
opción es impulsar políticas públicas eficientes que propicien la dis-
tribución equitativa y justa. Opciones existen muchas, sólo hace falta
un verdadero compromiso para invertir en proyectos y programas que
promueven el arte y la cultura en general, porque éstas, digámoslo así,
también tienen un acceso restringido.

Publicado en Encuentro Digital, 2016.

121
Banalización de la
lectura y la literatura

Las redes sociales hoy en día tienden a banalizar casi todo, incluso lo
más sublime como el arte, pretenden reducirlo inconmensurablemen-
te a una simple frase, imagen, micro video o, peor aún, a una simple
moda, tendencia o trending topic.
La literatura, por supuesto no es la excepción, incluso podría decir
que es de lo más difundido y banalizado en estos espacios, se saca de
contexto a las palabras para convertirlas en frases y darles otro sentido
que podría ser o no inspirador, motivador o incluso catártico, pero re-
petido y compartido una y mil veces se vuelve prácticamente banal. Al-
gunos hablan de una forma de hacer que las personas se acerquen a las
obras de esos escritores multicitados y compartidos en redes sociales,
podría ser que un uno por ciento de todos los que las leen y comparten
lo hagan, sin embargo, no creo que esa sea su finalidad; incluso pasa, o
me ha pasado a mí, que de ser una lectora empedernida de Benedetti,
comienza a perder su valor y mi interés cuando leo unas cuantas frases
que se comparten al infinito en Facebook y otras redes sociales, porque
su obra va más allá de sólo esas cuantas palabras e incluso algunas fuera
del sentido global que tienen en el poema de donde se sustraen.
Lo preocupante es el hecho de no darle el valor que tiene al arte, sin
duda también se comparten videos y otros recursos muy interesantes
para difundir y promocionarlo; acabo hace poco de compartir en mi
muro de Facebook el de una pequeña violinista, Masha Marshon, de 11
años de edad, con la Orquesta Filarmónica de Israel interpretando su-
blimemente “Meditación de Thaïs” de Jules Massenet, y entonces ahí
el arte tiene vida, tiene sentido porque no está fragmentado, ni tampo-
co importa cuántas veces se comparta, cuantos likes o reproducciones
tenga, la pieza musical por sí sola ha trascendido a lo largo de los años
y sigue siendo una exquisitez escucharla, incluso encontrada en el face.
122
Pero regresando a la literatura, muchas veces se olvida que “no tie-
ne deberes de coherencia ideológica, no tiene que proponer mensaje
ni enunciar sistemas filosóficos y morales; puede y debe representar la
contradictoria experiencia del todo y la nada de la vida, de su valor y de
su absurdidad”, como afirma Claudio Magris, por eso reducir la obra
literaria a unas simples palabras para intentar explicar o darle sentido
a la existencia es, para mí, perder el valor que tiene la literatura en su
capacidad global de hacernos sentir lo mismo que mirar una pintura
o una representación teatral o cualquier otra manifestación artística,
no sería lo mismo si sólo pudiéramos mirar una parte de un cuadro o
escuchar seis notas musicales de una pieza musical, fragmentar no sig-
nifica que sea del todo equivocado, pero sí cuando damos la impresión
de que es el todo y que con eso basta. Por supuesto el tema es mucho
más sustancial y debatible, desde diferentes enfoques, sin embargo, el
peligro que involucra no crear la conciencia de que la literatura va más
allá de esas simples frases es un compromiso del escritor, del crítico
literario, del promotor de lectura, del lector en general, en especial para
dirigirse a los nativos digitales a quienes sus experiencias de lectura es-
tán o estarán más nutridas en espacios y plataformas virtuales que en
libros en físico, lo cual, tampoco es malo, sólo que debemos mostrarles
que no es el único camino.
Somos al fin y al cabo, la comunidad literaria los que debemos con-
trarrestar esta banalización de la lectura y la literatura, no en una franca
confrontación con el otro ni con las redes sociales que incluso usamos
y donde también hemos encontrado recursos interesantes que sirven
para el mismo fin, la idea es buscar las formas de difundir o incluso,
aclarar lo erróneo que puede estar circulando por las redes sociales. He
visto y he leído también poemas, cuentos o artículos completos que se
comparten en twitter o facebook y, aunque esos pocos los leen, regresa-
mos a la idea de que la literatura no se mide por el número de likes sino
porque aun teniendo un solo lector, a éste le transmitió algo, la calidad
no se mide cuantitativamente jamás en el arte. La literatura, por mu-
cho que se difunda, no está para salvar vidas, ni para mejorar la salud
ni mucho menos para hacer mejores personas, la literatura y los libros
tampoco es cierto que curen heridas ni tampoco que llenen el vacío de
123
la soledad, en realidad son un placebo, pero no la cura; la soledad solo
se acaba con compañía humana, y los libros sólo nos regalan la opor-
tunidad de superar esa espera, el mejor ejemplo son todos los escrito-
res como Kafka, Borges, Flaubert, Virginia Woolf y podría continuar
una inmensa lista, para quienes la ausencia de alguien o la carencia de
algo en sus vidas los hizo leer y escribir para tratar de encontrarse, y
ninguno lo logró, pero nos dejaron obras literarias de gran calidad que
hoy leemos y disfrutamos infinitamente; pero esta visión errada de los
libros como suplementos de todas las carencias y los males no ayuda
en nada, porque una vez más se banaliza y se desacredita. La literatura
como bien dice Magris, no tiene por qué tener un fin, aunque parezca
lo contrario.
Menciono para finalizar un caso en especial, porque creo que hay
que poner cada cosa en su justo lugar. El pasado domingo 31 de julio
el programa Sin filtro, del Canal Foro TV (programa conducido por ex
líderes estudiantiles del movimiento Yo soy 132), estuvo dedicado al
tema “Libros y nuevos críticos de lectura” y como invitados estuvieron
los booktubers Mariana Esquivel (Vikinga Lectora), Alejandra Lozano
y Luis Altamirano (Lewis Rimá), además del fundador de la platafor-
ma Novelistik (Lee, Escribe, Comparte) Alberto Lujambio, el diálogo
en torno a la lectura, la literatura y lo “poco” que se lee en México a
pesar de ser uno de los países con mayor producción editorial, resultó
en una serie de comentarios y opiniones de un cierto sector econó-
micamente privilegiado de la sociedad, que tiene el poder adquisitivo
para comprar libros y comentarlos y distribuirlos a través de YouTube
y Redes Sociales, por supuesto no se esperaba otra cosa, por ejemplo
que hablaran de los miles de ciudadanos que no tienen acceso ni a li-
bros ni a internet y cómo hacer para que realmente, según ellos, seamos
un país de lectores. Lo preocupante para mí fue en realidad, que se les
llamara “nuevos críticos de lectura” porque si bien comparto la idea
de que los booktubersy las plataformas nuevas como Beek muchas otras
que están siendo creadas por jóvenes lectores, ayudan a promocionar
y contagiar la lectura entre sus pares, no se puede afirmar que son los
nuevos críticos de lectura, aunque peligrosamente las editoriales les es-
tán dando este papel últimamente, pues la mayoría de los libros que co-
124
mentan les son enviados por las grandes editoriales que los ven como
sus anunciantes y que además se está volviendo en un trabajo bastante
redituable para ambos. Por eso el peligro de dejar que se banalice la
lectura y la literatura es un problema real, actual, hay que dejar en claro
que existe la profesionalización del crítico literario, pero por supuesto
también hace falta que ellos mismos salgan a decir “aquí estamos” y
éste es nuestro trabajo. Sin duda no se trata de desmeritar la labor de
los jóvenes que están tal vez haciendo el trabajo de los profesionales
y docentes que no hicieron por mucho tiempo, formar lectores, pero
tampoco ahora que han tomado las riendas debemos hacernos a un
lado y dejar crecer la idea de que la crítica literaria se circunscribe a
ellos, para hacerla se necesita mucho más que haber leído un libro, wi-fi
y una webcam.
Ahora sí cierro citando una idea de Claudio Magris en su libro “Al-
fabetos. Ensayos de Literatura” (un gran libro que por cierto demues-
tra muy bien el trabajo del crítico literario): “Hay una enorme zona
de sombra —ha escrito Javier Marías— en la que sólo la literatura y
las artes en general penetran; seguramente, como dijo mi maestro Juan
Benet, no para iluminarla y esclarecerla, sino para percibir su inmensi-
dad y su complejidad al encender una pobre cerilla que al menos nos
permite ver que está ahí, esa zona, y no olvidarla”; podemos y debemos
ser y demostrar cómo encender la cerilla, porque creo que muchos aun
leyendo permanecen en la total oscuridad.

Nota: Si desean ver el programa Sin Filtro está disponible en el siguien-


te link: http://noticieros.televisa.com/foro-tv-sin-filtro/2016-08-01/
filtro-31-julio/

Publicado en Encuentro Digital en 2016.

125
Desfetichización de la lectura

En su libro Historia de lecturas y lectores, Juan Domingo Argüelles re-


copila la opinión de dieciséis lectores con diversas formaciones, pero
irremediablemente todos ligados al tema de la lectura y la escritura:
escritores, historiadores o investigadores, en su gran mayoría, que ha-
blan acerca de cómo se convirtieron en lectores, así como sobre el pa-
norama de la lectura en general. Sin embargo, en esta ocasión quisiera
enfatizar en la aportación específicamente de Gregorio Hernández Za-
mora, doctor en lengua y cultura escrita y uno de los que han desarro-
llado su trabajo de investigación en torno a la lectura como una prác-
tica social dentro del entramado de muchas otras prácticas sociales;
además de recalcar a la muy recurrida división que suele hacerse entre
lectores y “no lectores”. La visión y aportación de Gregorio Hernández,
sobresale de los comentarios de los demás participantes del libro que,
dicho sea de paso, se construye a través de entrevistas realizadas a cada
uno de ellos. Sobresale porque su visión es mucho más abarcadora e
incluyente y, sobre todo, porque apunta a un hecho crucial del que casi
nadie habla ¿por qué no leen los “no lectores”? Sin duda el término
Fetichismo le va muy bien a lo que últimamente se hace en muchas
campañas o programas de promoción de la lectura; coincido en que
esa sobrevaloración sobre el libro y la lectura ha desvirtuado su verda-
dero sentido, carente por sí solos y a lo que Hernández Zamora llama
“una arrogancia en la moralidad de quienes atribuyen a los libros y la
lectura, en sí mismos, un significado positivo y superior a otras formas
de experiencia cultural”. Él acertadamente puntualiza en el hecho de
que la lectura no está desligada de otras prácticas sociales y culturales
que también son enriquecedoras y que no necesariamente contribu-
yen a la formación de mejores o peores personas, sino simplemente
a la vivencia de experiencias que contribuyen a la formación de la
identidad del ser humano. La cuestión principal que aborda Gregorio
126
Hernández es la corta visión que en muchas ocasiones se tiene de quie-
nes implementan campañas o programas de promoción de la lectura y
que tienden a clasificar con un simplismo a los ciudadanos de este país
como lectores o no lectores, que bien podría remitir, como él mismo
comenta, a aquella categorización que en tiempos de la Colonia se hizo
de nosotros mismos (como suele hacerse de todos los territorios colo-
nizados) como civilizados y bárbaros, y muchos años después aún se
seguía reproduciendo este esquema divisionista, como en tiempos de
José Vasconcelos cuando se nos catalogó entre alfabetizados y no alfa-
betizados. Esta nueva clasificación de lectores y no lectores, podría ser
la continuidad de esta visión que, coincido con el autor, “no es sino un
acto de profundo clasismo y etnocentrismo”. Incluso existe esta impo-
sición de llamar como lector o no lector en función de lo que se lee o el
tipo de lecturas que se realizan, descalificando así a quienes sólo leen,
según cierto sector de la élite intelectual, literatura “barata” o “basura”,
sin preguntarse por qué sólo leen este tipo de lecturas, qué los mueve o
motiva hacerlo, qué oportunidades tienen de leer otro tipo de lecturas,
y si lo tuvieran y al final eligieran leer sólo a autores como Carlos Cuau-
htémoc Sánchez o Paulo Coelho (catalogados por muchos como esa
literatura “barata”) quién estaría autorizado para descalificarlos como
lectores.
El debate real con este tipo de autores radicaría en la lectura como
material comercial y sus implicaciones en la formación del lector, sería
más productivo y podría arrojar que a través de estas primeras aproxi-
maciones a la lectura, precisamente por su difusión y fácil acceso al ser
un material comercializado, se podría continuar la experiencia lecto-
ra con muchos otros materiales menos o no comerciales, y que en la
mayoría de las ocasiones, cruzar ese puente, que por supuesto no es
una obligación, interviene un mediador o promotor de la lectura, que
puede ser alguien que se autonombre como tal, pero también lo que
sin esa etiqueta suelen contribuir al mismo fin, ya sea los bibliotecarios,
los docentes e, incluso, los empleados de las librerías, y hoy en día, en
el vertiginoso mundo de las redes sociales, incluso una recomendación
puede marcar la diferencia. Por último, Gregorio Hernández también
apunta sobre la importancia de promover no sólo la lectura sino tam-
127
bién la escritura, y nadie mejor que él para decirlo y por eso cito tex-
tualmente sus palabras: “Es indispensable leer porque a lo largo de su
historia este país ha sido saqueado, vendido y malbaratado por crimi-
nales de adentro y de afuera, y lo sigue siendo hoy en día. Peor aún,
hemos perdido la capacidad de imaginar que las cosas pueden ser dife-
rentes. Leer y escribir son, en este sentido, herramientas indispensables
para crear nuevos proyectos y utopías”. Es así que coadyuvar por una
desfetichización de la lectura es sin duda uno de los grandes retos a los
que tenemos que enfrentarnos quienes fomentamos la lectura no con
la falsa idea de que esto puede hacer mejores a las personas, sino por el
acto de acercar esta práctica social a quienes en muchas ocasiones y por
diversas circunstancias tienen poco o limitado acceso a ella y, además,
porque como práctica social y cultural nos enriquece, nos construye
y entablamos un diálogo más allá de únicamente el que existe entre el
libro y el lector.

Publicado en Encuentro Digital enero de 2016.

128
Motivación a la lectura
desde las aulas

El área de la lectura y la literatura es inmenso, cuando se intenta hablar


de este tema uno nunca sabe por dónde empezar, porque hay varios
tipos de lecturas, lectores, libros, autores, editoriales, precios, intencio-
nes y objetivos de lectura. Pero la importancia de fomentar la lectura,
en especial en estos tiempos, ha dado como resultado un “boom” en la
información a este respecto. En las últimas décadas han proliferado los
artículos, programas, congresos, encuentros académicos, etc., en torno
al tema del fomento a la lectura, y la formación de lectores en especial
en niños y jóvenes. Teresa Colomer incluso asegura que “en realidad
todo el mundo está tan interesado en dirigirlos a la lectura utilitaria,
que en Estados Unidos se llegó a poner en marcha un programa priva-
do que pagaba dos dólares a cada alumno por libro leído”, no mencio-
na si esto dio resultado, pero dudo que el dinero sea un medio eficaz
para fomentar la lectura, sin embargo como dice Quevedo “poderoso
caballero es don dinero” y ¿a poco no qué coraje? mientras nosotros
tenemos que pagar para leer, ahí les pagan por leer.
Por otro lado, la información que hoy en día se tiene sobre este
tema es muy amplia, pero también muy limitada en cuanto a su difu-
sión y adquisición. Sin embargo, el sólo hecho de que se esté haciendo
algo por el fomento a la lectura es ya de por sí un avance, sobre todo
porque no sólo se ha logrado que el gobierno de diferentes países, in-
cluido México, le estén dando impulso a diferentes programas con este
fin, sino porque se han vuelto los ojos a todos los involucrados en este
tema y que no son única y exclusivamente los docentes, a quienes por
varios años se les culpó del rezago educativo y de la falta de interés de
los niños y jóvenes por la lectura. Esto no es del todo mentira, en gran
parte los docentes han contribuido y lo siguen haciendo a distanciar

129
a los alumnos hacia la literatura y hacia la lectura placentera, y es que
siendo realistas muchos maestros ni siquiera leen, y mucho menos sa-
ben qué es leer por placer; pero decíamos que hay otros involucrados,
como los padres de familia, los bibliotecarios, los vendedores en las
librerías, los estudiantes de literatura, los promotores culturales, los
editores y también los propios escritores. No obstante, en esta ocasión
quisiera enfocarme en el papel del maestro como principal iniciador y
motivador a la lectura.
El maestro de preescolar y de primaria tiene, entre sus muchas ac-
tividades, la ardua tarea de iniciar a los niños en el conocimiento de
las primeras letras, pero aún antes de eso, los involucra en el mundo
de la narración a través de los cuentos que en el salón de clase relata,
y es a través de esas narraciones como los niños tienen sus primeros
acercamientos al mundo literario. Posteriormente el niño adquiere la
capacidad de leer por su cuenta y es ahí donde el docente juega un pa-
pel muy importante como mediador entre el niño y la lectura, porque
mucho depende de los libros y las lecturas que el maestro proporcione
a sus alumnos y del acervo con que éste cuente en su biblioteca en el
aula, pero también el tiempo que le dedique a la lectura en el salón, el
entusiasmo con que él lea y les contagie ese gusto por la lectura. Mu-
chos son los factores que influyen, pero no cabe duda que esta etapa es
crucial para la iniciación a la lectura porque de alguna u otra manera
marca una gran diferencia entre el gusto o el rechazo por ella.
Posteriormente en la secundaria el papel de motivador de la lectura
se le delega, por lo general, única y exclusivamente al maestro de Espa-
ñol y en el bachillerato a los de Literatura, como si la lectura fuera una
actividad exclusiva de estas dos asignaturas y como si no beneficiara
la capacidad cognitiva del alumno en todos los niveles. Sin embargo,
dejando a un lado la apatía y falta de interés de docentes de otras áreas
mejor centrémonos en la del propio profesor de Literatura o Español,
porque en muchas ocasiones el verdadero problema reside en ellos y no
tanto en los alumnos; una posición cómoda o justificadora es decir “los
alumnos no leen, son flojos y con la tecnología de hoy en día es mucho
más difícil que lean, son un caso perdido”, hasta llegan afirmar algunos
profesores, lo anterior es una forma de negar no sólo la capacidad de
130
los alumnos, sino la del mismo profesor para incentivar y motivar al
alumno a la lectura. Es verdad que no todos terminarán siendo asiduos
lectores, pero si no se hace ni siquiera el intento y se parte de ideas o
creencias pesimistas, el resultado por lo tanto, no puede ser otro.
Regresando al papel del profesor de literatura notamos que muy
pocos de ellos se preocupan por actualizar sus lecturas, conocer más
y adentrarse aún más en el vasto mundo literario, porque las lecturas
son infinitas, no se trata de que lo sepa todo, pero tampoco que sólo
conozca lo básico y de a leer únicamente lo que él conoce (que por lo
general son sólo algunos de los textos clásicos) negando el otro univer-
so de posibilidades que existen. Hoy en día con las Reformas en boga
en la educación en todos los niveles, entre otras muchas características,
un maestro competente debe “incorporar nuevos conocimientos y ex-
periencias al acervo con el que cuenta y traducirlos en estrategias de
enseñanza y de aprendizaje”. En el área de literatura Rosenblatt afirma
que “el docente realmente interesado en ayudar a sus alumnos a desa-
rrollar un sentido vital de la literatura no puede, entonces, manejar fijos
los ojos sólo en los materiales literarios que está tratando de ofrecerles”
porque la personalidad de los alumnos es diversa, también sus gustos,
motivaciones, aspiraciones y horizonte de expectativas; en especial
para el lector adolescente, el deseo de comprenderse a sí mismo y de
aprender sobre la gente, brinda una importante vía hacia la literatura,
afirma Rosenblatt.
Por muchos años la enseñanza de la literatura estuvo limitada úni-
camente a la memorización de listas interminables de autores y obras
representativas, así como de corrientes literarias y demás conceptos
que no llevaban a nada más que al aborrecimiento de la disciplina li-
teraria, porque muy pocas veces se tenía el acercamiento con el texto,
por ello en las últimas décadas se ha llegado a la conclusión en materia
de didáctica de la literatura que “todo el conocimiento que tenga el
estudiante sobre historia de la literatura, sobre autores, épocas, perio-
dos y tipos literarios, será una carga inútil si no se lo ha llevado pri-
mordialmente a buscar en la literatura una experiencia personal vital”.
De ahí los nuevos enfoques basados en la teoría de la Recepción que
se han trasladado hasta las sesiones literarias donde se presta mayor
131
importancia al lector y no tanto al acumulamiento de información so-
bre el texto y el autor, este cambio de paradigma sin embargo, es poco
conocido en México, mientras que en España los estudios en torno a
didáctica de la literatura tienen un auge y prestigio muy elevado. De ahí
que todavía tengamos en las aulas al profesor de literatura que satura
a sus alumnos con información y datos sin acercarlos al texto en sí y a
la activación del intertexto lector, a decir de Antonio Mendoza Fillola,
que debe ser la finalidad de la lectura.
Para lograr esa empatía entre texto-alumno el profesor debe elegir
textos adecuados y amenos para cumplir ese objetivo, por lo menos en
los inicios, porque comenzar con una lectura de los clásicos, pienso
que no sería la mejor opción si lo que se pretende es buscar lectores; se-
guramente más adelante, una vez enganchado al alumno-lector enton-
ces los textos canónicos entrarán al aula con una mejor facilidad, pues
muchas veces, como afirma Teresa Colomer, los profesores “culpabi-
lizados y perplejos, coinciden en identificar la nueva situación (de la
lectura) con una especia de barbarie en la que sus alumnos, sumergidos
en las nuevas formas de cultura, se mantienen indiferentes al mensaje
estético de la literatura canónica”.
La posición del docente de literatura a la hora de elegir que texto sí
y cuál no, de ninguna manera es una tarea fácil, porque no sólo implica
el conocimiento del mismo sobre los textos, sino que “esta necesidad
de seleccionar de la literatura en su conjunto aquellas obras a las que
se mostrarán más receptivos determinados alumnos, implica un cono-
cimiento no sólo de la literatura sino de los estudiantes” (Rosenblett)
Definitivamente el papel del profesor de literatura no es nada sen-
cillo ni cómodo como muchos piensan, porque se desprestigia y mini-
miza la labor de éste, incluso en muchas ocasiones, más de las que pen-
samos, la preparación profesional del profesor de literatura suele tener
poca relación con las condiciones reales en el salón de clase, o peor aún,
poca relación con el área de las letras; esto sucede por lo general como
en el caso de Yucatán donde sólo hasta hace algunos años comenzaron
a egresar alumnos de las licenciaturas en literatura o carreras afines, que
si bien no necesariamente tienen una preparación pedagógica, sí tienen
los conocimientos necesarios de la importancia de la lectura y la apre-
132
ciación del texto literario. De ahí que tengamos a abogados, médicos,
economistas, etc., como docentes de la materia, costumbre que no es
del todo disparatada si pensamos que deviene de siglos atrás cuando la
mayoría de los escritores o eran abogados o médicos por ser las únicas
carreras que se podían cursar y que tampoco significa que sean malos
maestros, pero la diferencia la hace, en definitiva la actitud del profesor
y su propia motivación.
Para finalizar quisiera enfatizar que el éxito o fracaso del fomento
a la lectura no recae en una sola persona, institución, programa, libro
o autor, sino que son varios factores los que se involucran y tampo-
co creo que existen fracasos, simplemente hay ideas o propuestas que
funcionan en determinados contextos y en otros no y lo que hay que
hacer es buscar otros caminos o vías pero el fin que se persigue es el
mismo, lo importante es hacer algo por muy ambicioso o pequeño que
parezca, para atrapar lectores desde el salón de clases. No se trata tam-
poco de satanizar o idealizar la figura del docente de literatura, pero sí
estar conscientes que tiene que darse el cambio en cuanto a didáctica
de la literatura se refiere, las ideas, propuestas, teorías están ahí, hay
que acercarse a ellas y llevarlas a las aulas, seguramente los resultados
serán alentadores para maestros y alumnos porque la lectura la definió
perfectamente Mariana Bernárdez cuando dijo que hay que: “Leer para
bailar con el pensamiento, leer para lograr horizonte en el alma, para vi-
vir a tiempo en el tiempo, leer para escribirnos, para no mentir sobre lo
que se mira, leer para transparentar el ánima y ser más libres, y siendo
libres ser más verdaderos”.

Texto leído en el marco del Día Internacional del Libro


en la librería Educal en 2014.

133
El fomento a la lectura:
predicar con el ejemplo

Sin duda alguna uno de los problemas educativos más importantes


en la actualidad (y del que muchos docentes nos quejamos, pero poco
hacemos) es la falta del hábito de la lectura. Lo cual, como ya es sabi-
do, acarrea un sinfín de problemas más como la incapacidad de com-
prensión lectora y la apropiación del conocimiento. Más allá de buscar
culpables, porque la lista sería interminable y además, para eso de bus-
car culpables los mexicanos somos buenísimos; en fin, más allá de eso
debemos de hacer algo, y que mejor que contagiar el entusiasmo de la
lectura.
Es verídico que los seres humanos actuamos de acuerdo a imita-
ciones constantes y somos seres de hábitos, todo lo que hacemos, de-
cimos, vestimos, comemos, etc., parten de modelos que, la mayoría de
las veces, son inculcados en el hogar, y otros, en la escuela o en otros
entornos. Luego entonces, el problema de la falta de hábito a la lectu-
ra está en que como maestros, padres de familia, gobernantes, etc., no
predicamos con el ejemplo, es así de sencillo. Los niños no verían la
televisión si en su casa no hubiera televisión y sus padres no la vieran.
A la inversa sucede con la lectura, la gente no lee porque en los hogares
muchas veces no hay libros, los papás no leen, los maestros en la escue-
la no leen y el resultado es obvio.
En los pocos años que tengo de experiencia como docente he en-
contrado y escuchado un sin fin de pretextos de por qué los jóvenes no
leen, pero algo verdaderamente inverosímil, pero verídico, es que mu-
chos no tienen libros (de ningún tipo) en su casa; y es que realmente
las veces que se les han prestado libros o se les ha dado algunos textos
para leer, los leen y hasta piden más. Entonces me he dado cuenta que
el afirmar que no leen por flojos o por apáticos, en muchos casos, no es

134
real. Tal vez se podría afirmar en jóvenes que tienen todos los recursos
para ir a una librería y comprar uno o varios libros, o que incluso, tie-
nen una gran cantidad en casa y aun así no leen, pero en este caso no,
son jóvenes de un nivel socioeconómico que no les permite darse ese
“lujo”, aunque yo le diría esa “necesidad”.
Leer nos enriquece culturalmente, entro otras muchas bondades
que nos ofrece la lectura y que pocos conocen. Pues bien, los que las
conocen tienen una misión, y no sólo para los que se dedican a la do-
cencia, sino también para padres de familia, tíos, amigos, etc., la misión
es contagiar el gusto por la lectura, como menciona Emmanuel Alvara-
do en su ensayo titulado “La importancia del lenguaje en el fomento a
la lectura”: “Siempre será mejor que los nuevos lectores se den cuenta
de lo felices que nos hacen los libros a través de nuestro entusiasmo, de
nuestras sonrisas y de la pasión que le imprimimos al comentarlos…
Pero no como diciendo: - Yo sí lo entiendo, yo sí soy capaz de com-
prender algo que tú difícilmente lograrías.”
Esta cita me recuerda mucho a algunos ex compañeros de escuela
que hoy en día ya se creen los grandes escritores que la historia de la
literatura yucateca estaba esperando, y que se vanaglorian de los libros
publicados a su corta edad, pero seguramente nunca han hecho el tra-
bajo de fomentar la lectura, de “contagiar el hábito”, de acercarse a los
simples mortales lectores que podrían potencialmente leer su obra;
para ellos esto no es importante, no les interesa quiénes y cuántos leen
sus libros, entonces, sinceramente creo que éstos son un fracaso, un
libro sin lectores (sin contar claro a sus parientes, admiradores y ami-
guísimos íntimos que fomentan su egocentrismo) es un severo daño a
la naturaleza y una contribución al calentamiento global.
Ahora, por otro lado, recuerdo a muchos maestros que dedican su
trayectoria docente a fomentar y contagiar el hábito de la lectura, profe-
sores que nunca publicaron ni escribieron un libro, que nadie conoce,
pero que en el trayecto de su carrera lograron contagiar a sus alumnos.
Por mencionar un ejemplo tenemos el caso del poeta Carlos Pellicer
que dedicó gran parte de su vida a la docencia y se dice que, junto
con otro escritor, Daniel Cosío Villegas, iban los sábados y domingos
a “evangelizar” en materia de letras a los vecinos de una vecindad de
135
Peralvillo. Personalmente puedo recordar a dos o tres maestros, segu-
ramente todos tuvimos por lo menos uno, que inculcaron en mí ese
hábito, mismo que trato todos los días de transmitir en mis alumnos, y
no es tarea fácil, mucho menos con todo el desarrollo tecnológico que
hay hoy en día. Pero como dicen por ahí: “no hay peor lucha que la que
no se hace”, así que a todos los lectores: “a contagiar con el ejemplo”.

Publicado en Por Esto! el 13 de noviembre de 2008.

136
El otoño de la lectura en México

Aquí llega el otoño, con su voz de ceniza, d


esalentando sueños, cubriendo de hojarasca
las imágenes rotas que el corazón conoce.
Jon Juaristi, Cambra de la tardor.

Como en el fragmento anterior, el otoño por lo general se suele aso-


ciar con la melancolía, los paisajes sombríos, el pasado irrecuperable, la
vejez y la muerte, sin embargo, cuando pensé en titular a este texto “El
otoño de la lectura en México” lo hice pensando en que el panorama
de la lectura en nuestro país hoy en día si bien es sombrío y melancó-
lico no está del todo perdido, ni destinado a la obscuridad o la muerte
como hemos escuchado en los últimos meses por lo desalentadoras
que resultan las estadísticas y los resultados de las encuestas, las cua-
les, por ejemplo, llevaron al presidente de Funlectura, Lorenzo Gómez
Morín Fuentes, a declarar que en México se camina de “la penumbra
a la oscuridad” en lo que a lectura se refiere; los resultados dicen lo
que anteriormente muchos otros habían advertido, como Carlos Mon-
siváis, Juan Domingo Argüelles, Gabriel Zaid y Guillermo Sheridan
quien curiosamente hace algunos años con su peculiar estilo afirmó:
“Al mexicano (el 99.99%) no le gusta leer. Es más, no sólo no le gusta
leer, no le gustan los libros ni siquiera en calidad de cosa, ni para no
leerlos ni para nada, vamos, ni para prótesis de la cama que se rompió
una pata”. Viéndolo así, con cifras y números alarmantes el panorama
sí se vislumbra desolador, triste, melancólico, como el otoño que des-
criben los poetas.
Para reafirmar mi idea, tal vez romántica o idílica, de que el panora-
ma es melancólico, como el otoño, más no irrecuperable, pues el otoño
también es una oportunidad de renacer, recurrí a preguntarles a mis
137
alumnos de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY que
actualmente cursan el Taller: La lectura como práctica social, ¿cuál
consideraban que es el panorama de la lectura en México? Y entre sus
respuestas primero encontré las siguientes: “La situación de la lectura
en México es: deficiente, insuficiente, desvalorada, élite, menospre-
ciada, preocupante, limitada, precaria, pobre, inaccesible, indescifra-
ble, satirizada, diluida, problemática, discontinua, casi nula, utópica,
mediada, decadente”. Pero, hubieron otras respuestas que llamaron mi
atención: La situación de la lectura en México es: “Multidisciplinaria,
contagiosa, menospreciada, en construcción, rescatable, una posibili-
dad”. Y entonces también los jóvenes vislumbran que sí existe la posi-
bilidad de repensar que la situación de la lectura en México no está del
todo perdida ni vamos inevitablemente camino a la oscuridad, porque
eso de la oscuridad la verdad da miedo, por eso prefiero el término oto-
ñal, porque nos brinda la posibilidad de pensar que aunque en México
estamos innegablemente ante una falta de cultura lectora, una pobla-
ción mayoritariamente analfabeta funcional y plagados del “neoanalfa-
betismo”, como le llama Pedro Cerrillo, a ese fenómeno “extendido por
todo el mundo desarrollado y protagonizado por esos nuevos lectores,
fascinados por los nuevos soportes de lectura, que no son lectores li-
terarios ni tampoco, en muchos casos, lectores competentes”, también
existen muchas instituciones, programas, ferias, bibliotecas y un sin fin
de propuestas encaminadas al fomento a la lectura en el país y ese no
es el problema de fondo, pues “lo primero que debemos replantearnos,
como nos sugiere Verónica Juárez, es: ¿no se lee en este país? O, ¿no
se lee lo que nosotros creemos y esperamos que se lea? Porque en los
kioskos de revistas no faltan los Biancas, los Sensacionales de barrio,
revistas del corazón que se venden como “pan caliente” porque no fal-
tan lectores para esas lecturas.
Entonces, el planteamiento correcto no debe ser ¿cómo logramos
un país de lectores? o ¿qué programa, plan o política lanzaremos aho-
ra para promover la lectura? sino ¿cómo hacemos para que los lecto-
res salten de las “revistas del corazón” a “otro tipo” de lectura?”, o sea,
¿cómo le hacemos para pasar del otoño a la primavera en la lectura?
Y respuestas a estas preguntas, afortunadamente existen muchas, pero
138
la mayoría van encaminadas a la interacción social de la lectura, los
nuevos lectores y la apertura de espacios de lectura donde se puedan
construir comunidades lectoras. Estamos en el camino de construir un
país que transita del otoño a la primavera de la lectura, pues aunque las
cifras digan lo contrario, en México hoy en día existe un gran impulso
y deseo por promover y fomentar la lectura, hay una conciencia social
que está en construcción en torno al papel de la cultura y el libro, en es-
pecial, en los jóvenes a quienes por muchos años se satanizó de ser los
que menos leen y que hoy en día demuestran una mayor participación
e interés por promover y difundir la lectura.
Si bien, como dice Xavier Ledesma “el hábito de la lectura se trans-
mite generalmente gracias a la herencia de quienes viven apasionada-
mente en la ciudad de los libros (…) pero si la ciudad de los libros no
viene en busca del lector, no queda más remedio que ir en su busca”
El tema de la lectura es extenso, polémico y casi infinito, pero aunque
nostálgico, como el otoño, yo pienso que el impulso de un gran núme-
ro de mediadores, promotores y voluntarios entusiastas que a lo largo
y ancho de todo el país y a través de diferentes programas (salas de
lectura, paralibros, bibliotecas, parabuses, libropuertos, etc) o de ma-
nera independiente se encuentran hoy en día promoviendo la lectura
lograrán la transformación del panorama en México, porque hoy se lee
en muchos lados, tal vez no en los salones de clase porque la lectura
ha pasado a un segundo plano en los programas de estudio, pero sí en
“los lugares más recónditos de México” como Lucina Jiménez afirma
al referirse a los voluntarios que, como en el Programa Nacional de Sa-
las de Lectura y en muchos otros o de manera independiente, llevan
y comparten lecturas porque piensan, como Monsiváis que “cuando
uno lee ya no está solo. Leer es dialogar y cuando se dialoga la soledad
se declara abolida”. El trabajo del promotor o mediador de lectura es el
impulso que hará que las hojas secas se renueven y vuelvan a brotar y
florecer en cada página y en cada lector que surge o se reencuentra en
cada rincón donde se comparten libros y donde “los nuevos lectores
se dan cuenta de lo felices que nos hacen los libros a través de nuestro
entusiasmo, de nuestras sonrisas y de la pasión que le imprimimos al
comentarlo” (Alvarado, Emanuel).
139
El propiciar la lectura voluntaria y libre que “promueve el respeto y
se fortalece la tolerancia, virtudes cardinales de la sociedad democráti-
ca donde nos gustaría vivir”, dice Xavier Ledesma. Hablar de penum-
bras u obscuridad es negar o desmeritar el valioso trabajo de cientos y
miles de promotores de lectura que con gran pasión en cada encuentro
que propician entre lectores y libros nos abren la posibilidad de pensar
que es posible una primavera de la lectura en México y que el otoño
sólo es una estación pasajera. Mientras tanto, de pie sobre las hojas se-
cas, seamos de los que no sólo se limitan a mirar caer las hojas y con
nostalgia añorar la cantidad o tipo de libros que no leen los mexicanos
al año, sino de los que creemos firmemente como Alberto Manguel
que “una sociedad puede existir sin escribir, pero ninguna sin leer” y
que es ahí donde precisamente reside la esencia y la magia de la lectura.

Ponencia leída en el Congreso Internacional de Literatura Lecto-


res somos y en la Filey andamos, el viernes 15 de marzo de 2013.
MUJERES EN LOS LIBROS

A las mujeres les hace enloquecer la lectura,


¡los libros son sólo para los hombres!.
Como si nosotras no tuviésemos alma,
como si las mujeres no fuesen más que un pedazo de carne.

Elisabeth von der Recke


El extraño síntoma
de la mujer lectora (I)

El escritor alemán Stefan Bollmann es quien más ha escrito sobre el


papel de la mujer como lectora a lo largo de la historia como en Mu-
jeres y libros. Una pasión con consecuencias. Sin duda es interesante la
forma en que realiza un repaso histórico fecundamente documentado
e ilustrado incluyendo cuadros, retratos y fotografías de mujeres le-
yendo, todo esto para cuestionar si las mujeres lectoras son o han sido
peligrosas. Su visión masculina lejos de ensombrecer, al contrario, las
engrandece.
La visión enigmática y subversiva de la mujer lectora que tuvo des-
de el siglo XVII y probablemente hasta el XX, está íntimamente rela-
cionada con los estereotipos y deberes, principalmente en el espacio
doméstico, que le fueron adjudicados desde siempre. El escándalo que
provocó en los círculos parisinos la “fiebre lectora” fue duramente criti-
cada por pedagogos e intelectuales del siglo XVIII que veían inmoral y
nada productivo tanto física como mentalmente el exceso de lecturas.
Sin embargo, diferentes posturas, debates y opiniones pesarán sobre la
mujer que lee; los hombres discuten si deben o no hacerlo, qué deben
leer y los peligros que pudiera acarrear una lectura sin su tutoría ni vi-
gilancia que provocara un trágico fin como el que retrató Flaubert en
Madame Bovary.
Todos los riesgos, atrevimientos, desobediencias, clandestini-
dad y rebeldía de las mujeres lectoras que se retratan en los libros de
Bollmann son una hermosa muestra de los obstáculos impuestos por
el hombre que devinieron en el fetichismo de la mujer leyendo. Hubo
una época en que también se estigmatizó a las escritoras, aludiendo a
su falta de “atributos” físicos para socializar, razón suficiente para refu-
giarse en la lectura como una forma de salvación o de esparcimiento,

143
para vivir las historias (románticas) que soñaban o simplemente por
la extrañeza con la que nace la mujer predispuesta a los libros, como lo
retratan a la perfección el personaje Josephine en Mujercitas de Louisa
May Alcott o Anne, la protagonista de Persuasión de Jane Austen. Pero
en la realidad y en carne propia lo vivieron Clorinda Matto de Turner
y Gertrudis Gómez de Avellaneda, quienes son sólo una pequeña re-
ferencia de las mujeres latinoamericanas que en el siglo XIX se enfren-
taron con la cruel y punzante opinión masculina con respecto no sólo
a sus obras, sino a su apariencia física (señalando su poca feminidad)
y su extraña afición por la lectura y la escritura que siempre calificaron
como menor o puramente sentimental, haciendo con ello eco de las
palabras de Schopenhauer quien decía que los hombres tienen ideales,
las mujeres sólo ilusiones. Sin duda alguna los mismos libros han deja-
do una huella imborrable de que el filósofo se equivocaba.

Publicado en Milenio Novedades el 12 de agosto de 2018.

144
El extraño síntoma
de la mujer lectora (II)

En el siglo XX la radio, la televisión, el cine, Hollywood, la fábrica de


los sueños va en vertiginoso aumento. La gente va dejando los libros
poco a poco y la mujer pasa a ser figura central por su belleza y no por
su inteligencia; se representa a la esposa perfecta o la mujer fatal.
La mujer lectora es pues, como lo refleja Rosario Castellanos en
su novela Ritos de iniciación, una especia de “bicho raro”; Cecilia, la
protagonista tiene que vivir las peripecias de ser provinciana, mujer
y estudiante de una carrera de letras donde domina la intelectualidad
masculina y menosprecian a las escritoras y lectoras considerándolas
altamente peligrosas.
Pero en 1952 pudo darse el primer paso para romper con los este-
reotipos anteriores. Eve Arnold logra captar uno de los momentos más
emblemáticos de Marilyn Monroe, la famosa fotografía del símbolo
sexual del siglo XX leyendo el Ulises de Joyce. Los cuestionamientos
no se hicieron esperar, mujer, belleza, sensualidad y libros no habían
sido captados y difundidos tan abiertamente hasta entonces; el extraño
síntoma de la mujer lectora y peligrosa seguía vigente, pero su atrevi-
miento causó en los hombres un mayor placer y atracción.
Hoy en día, las lectoras que somos, según las estadísticas, mucho
mayor en cantidad que los hombres, leemos distintos géneros, temas,
formatos, tenemos diferentes gustos y capacidades, somos como lecto-
ras exactamente igual que los hombres, leemos también por gusto, por
placer, por curiosidad o para informarnos.
“Leo porque me he tomado el derecho que nadie dádome ha…y
porque si no lo hiciera me hubiera ya muerto de tantas lágrimas. Por-
que la palabra es mi respiración, porque si no leo hoy una flor se cierra
en el monte.”, éstas son las razones de la periodista y escritora María

145
Luisa “la china Mendoza”; por mi parte, leo porque entre las páginas
encuentro las vidas ajenas que hubiera querido tener y porque los li-
bros son mi refugio favorito en algún momento del día. Por eso pienso
que en la actualidad las mujeres lectoras no somos nada peligrosas; son
peligrosos los hombres y las mujeres que leen y con eso asumen que
ya son una autoridad intelectual para desdeñar o menospreciar a los
demás, porque entonces con ello muestran que el peligro de leer no
está en ser hombre o mujer, sino en utilizar la lectura como una bomba
de soberbia y de irracionalidad sobre el que siendo o no lector es, sim-
plemente, humano. El mito de la mujer lectora, pensante y con ideas
propias como sinónimo de rebelde o peligrosa sin duda ya no tiene
cabida en este mundo actual.

Publicado en Milenio Novedades el 26 de agosto de 2018.

146
Hombres necios, Sor Juana ilustre

Óyeme sordo, pues me quejo muda.


Sor Juana

¿Se encomia o se reprocha que tardaran más de trescientos años en


nombrar a Sor Juana mujer ilustre? Por decreto presidencial el gobier-
no lisonjero saliente intenta resarcir una deuda histórica con la pluma
más brillante de este país, que ni en su tiempo ni en estos tres siglos
ha dejado de ser reconocida por escritores y lectores. “Hombres ne-
cios…” les diría hoy la monja jerónima, pero no a José López Portillo
quien decretó desde 1979 el 12 de noviembre, fecha de su natalicio,
como Día Nacional del Libro.
Sor Juana vivió rodeada de libros, más de tres mil ejemplares que
aseguran conformaban su biblioteca, sin embargo, confiesa en su famo-
sa “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz” que vivió únicamente “tenien-
do por maestro un libro mudo, por condiscípulo un tintero insensible”.
Pero lo cierto es que a la décima musa nunca le faltaron los elogios,
aplausos y reconocimientos, fue consciente del valor de sus poemas
con los que inundó las calles, palacios e iglesias novohipanas y virrei-
nales de Perú y Nueva Granada; letras que navegaron en el baúl de la
Marquesa de la Laguna por los mares inhóspitos que atravesó Colón,
para ser publicados por primera vez en España bajo el título de Inunda-
ción Castálida (1689).
Mujer rodeada de lisonjas, halagos, éxito y fama, pero también ob-
jeto de envidias y traiciones, ansío y esperó en su estrecho mundo co-
lonial mejores opciones para las mujeres doctas y el derecho igualitario
al acceso al conocimiento y las artes. Por eso cuando en uno de sus
célebres poemas dice: “finjamos que soy feliz,/triste pensamiento, un
rato;/ quizá podréis persuadirme,/ aunque yo se lo contrario” nos deja
147
entrever lo difícil que fue para ella destacar por su inteligencia en un
mundo masculino y ortodoxo.
Como dice Octavio Paz en Las trampas de la fe, todos quisieron do-
blegarla, callarla y lo lograron de cierta manera. En el silencio de sus úl-
timos años, Sor Juana se autocensura nombrándose “la peor del mun-
do” pero nos deja uno de sus mayores legados, de los menos conocidos
que esperemos con este recién decreto se difundan: los villancicos de
Santa Catarina (1691), un hermoso catálogo de mujeres valientes, be-
llas e inteligentes con las que se sintió plenamente identificada: “por-
que es bella la envidian,/porque es docta la emulan:/ ¡oh qué antiguo
en el mundo/ es regular los méritos por culpa”.
Es muy probable que Juana Inés no necesitara ser nombrada ilus-
tre, pues lo fue desde su tiempo, pero es vital y necesario que su poesía
vuelva a leerse, ahora en las pantallas de un mundo en donde todavía
caben su voz, sus aspiraciones y sueños.

Publicado en Novedades Yucatán el 2 de diciembre de 2018.

148
Simone de Beauvoir:
un viaje de placer

Huellas de Francia en Yucatán

Durante el gobierno de Salvador Alvarado se llevó a cabo en Yucatán el


Primer Congreso Feminista de México y el segundo de Latinoamérica.
Con el lema: “Para que puedan formarse generaciones libres y fuertes
es necesario que las mujeres obtengan un estado jurídico que las enal-
tezca”, se convocó a ese primer Congreso, inaugurado el 13 de enero
de 1916, en el Peón Contreras, con un comité organizador encabezado
por Consuelo Zavala.
Durante el Congreso se presentaron opiniones encontradas en tor-
no al papel de la mujer en la sociedad; el mismo Alvarado no se mostró
satisfecho con los resultados, porque el tema del derecho a voto de la
mujer no se consolidó. No obstante, este Primer Congreso Feminista
marcó la pauta para realizar un Segundo Congreso, de carácter nacio-
nal, con el tema del derecho al voto en la mujer y obtuvo mejores re-
sultados que el anterior. Sin embargo, sabemos que este derecho como
tal fue otorgado a las mujeres mexicanas hasta 1953. Definitivamente,
estos dos congresos marcaron la pauta de la liberación de la mujer en
nuestro país y los primeros brotes del feminismo en el Estado. Tan sólo
ocho años atrás, en 1908, al otro lado del mundo, en París, nació quien
años más tarde sería la principal figura del feminismo en el siglo XX,
Simone de Beauvoir. La novelista francesa influyó en la filosofía con
ideas que plasmó en varias de sus obras autobiográficas, entre las cua-
les destaca La ceremonia del adiós, donde evoca los últimos días de la
vida de Jean Paul Sartre, su pareja por varios años, y en la que plasma
reflexiones acerca de la muerte. La relación que perduró casi treinta
años entre la escritora y el filósofo, estaba fuera de todos los conven-

149
cionalismos de la época, ya que acordaron que su amor sería absoluto,
de manera que su mayor valor fuese la libertad, incluso sexual, por lo
que no deben extrañar las relaciones que ambos mantuvieran con otras
personas. Invitada como profesora, en 1947 Simone de Beauvoir llegó
a Nueva York y en Chicago conoció al escritor norteamericano Nel-
son Algren con quien sostuvo un romance que desemboca en una larga
correspondencia por parte de ella, con más de 304 cartas, publicadas
posteriormente en 1999, bajo el título de Cartas a Nelson Algren. Sus
páginas aluden a un viaje que emprendieron a lo largo de México y
Centroamérica y cuyas impresiones quedarán plasmadas en su novela
Los mandarines, por la cual obtuvo el premio Goncourt. A principios
de mayo de 1948 la pareja comienza su viaje por varios lugares de Es-
tados Unidos hasta que abordan un avión de Nueva Orleáns que los
lleva directamente a Mérida. En una carta dirigida a Sartre narra sus
impresiones de este lugar y comenta que: “le gusta que Mérida no acu-
se influjo estadounidense. Le gustan los flamboyanes, las nubes sun-
tuosas, la frescura de las palmeras y la brevedad de las lluvias. Dan un
largo paseo en calesa y asisten a una pelea de box, afición de Algren”.
Se dice que también visitaron Uxmal y Chichén Itzá, cuyos templos
y pirámides les asombran. Parten a Guatemala y regresan a la Ciudad
de México, donde visitan otros estados. En una de las cartas donde na-
rra sus experiencias de este viaje, comenta a Sartre: “Esperaba poco de
México, pero es mejor de lo que imaginaba”. Este viaje de Simone de
Beauvoir a México, además de placentero, como ella misma expresa en
sus cartas, sirvió de inspiración para su novela Los mandarines, a pesar
del enojo de Algren al verse reflejado en el personaje de Lewis Brogan,
pero también para darse cuenta de que no podía dejar de regresar ine-
vitablemente a los brazos de Sartre. La pareja vuelve a reencontrarse y
separarse en diferentes ocasiones. En 1949 ella publica el libro que más
repercusión ha tenido, en especial para el feminismo, El segundo sexo.
Afortunadamente la visita de la escritora a Yucatán quedó registrada
no sólo en las cartas y las novelas inspiradas en esta tórrida relación y
este viaje placentero, sino también en el diario de viaje que redactaran
juntos y que hoy en día se encuentra en la Universidad Estatal de Ohio.
Y si bien sólo visitó Simone de Beauvoir Yucatán en un viaje de ver-
150
dadero placer, la huella que han dejado sus letras y su imagen misma,
siguen vigentes y sigue siendo tan revitalizante para las mujeres yuca-
tecas lectoras de hoy en día, como quizás lo fue años antes el Congreso
Feminista al que convocó Alvarado.

Publicado en Por Esto! Viernes 27 de abril de 2012

151
La tropilla lectora
de Guadalupe Loaeza

Con su nuevo libro, Las yeguas desbocadas, estuvo Guadalupe Loeza


en la FILEY y tuve el gran honor de acompañarla en la presentación.
Este libro es la segunda parte de “Las yeguas finas”, la saga de la familia
Garay, enmarcado en el México de los años sesenta, cuya protagonista
es la entrañable Sofía, una “niña bien” que ha llegado a la adolescencia
y su espíritu rebelde la hace hablar más de la cuenta y contarle a sus
compañeras del colegio que los bebés no vienen de París ni los trae la
cigüeña, y les cuenta una historia muy curiosa, pero escandalosa para
los castos oídos de las monjas del colegio quienes terminan expulsán-
dola por semejante indiscreción. Pero Sofía es una adolescente como
cualquiera que con candidez nos cuenta sobre sus inquietudes, sus
miedos y angustias, sus primeras experiencias amorosas y aproxima-
ciones a la sexualidad, por supuesto con el miedo que refleja inculcado
por su madre y por las experiencias de las hermanas que son las “yeguas
debocadas” de la familia, para quienes la madre sólo anhela un buen
matrimonio asegurándoles una estabilidad económica que por el mo-
mento la familia no posee.
Sofía vive en un ambiente donde ser niña bien, niña decente y de
familia es llegar virgen al matrimonio. Es por ello un personaje en-
trañable, su empatía con su sobrina-hermana Lety nos revela su gran
corazón, su preocupación constante por ella y la sensibilidad con que
describe a su familia en las nostálgicas cartas que les escribe desde Ca-
nadá, nos hace evocar el tiempo en que la comunicación era tardada,
pero mucho más emotiva y menos fugaz.
Sin duda, Guadalupe Loaeza ha roto el estereotipo con sus libros
de la lectura “para mujeres”, esa etiqueta que no debe existir de hecho
en ningún libro escrito por mujeres, pues también escribimos para

152
todo público; de hecho pienso que si los hombres leyeran más libros
escritos por mujeres seguramente nos comprenderían mejor.
Curiosamente entre el público numeroso que asistió a la presenta-
ción hubo hombres y mujeres interesados y atraídos por igual por esta
gran escritora, que escribe tal y como conversa, con fluidez, seguridad
y convicción, pero sobre todo con un sentido del humor inigualable,
aunado a su sencillez y amabilidad que pocos escritores tienen para
con sus lectores, o como yo les llamo en esta ocasión, para su tropilla
lectora, sus fervientes seguidores, que leemos y esperamos cada libro
que su brillante ingenio nos regala, es pues ella la yegua, la fina, la des-
bocada y las que vendrán todavía como parte de la saga, a la que segui-
mos sus fervientes lectores.

Fragmentos de la presentación del libro Las yeguas desbocadas de


Gudalupe Loaeza en la FILEY el sábado 18 de marzo de 2017.
Publicado en Milenio Novedades el 26 de marzo de 2017.

153
La radiografía de Marie Curie

¿Qué será del futuro sin los diarios y las cartas?, dónde encontraremos
pequeñas esencias de un ser querido cuando éste se haya ido. “Cuan-
do morimos nos llevamos un pedazo del mundo” dice Rosa Montero
en su libro La ridícula idea de no volver a verte, pero también en él nos
demuestra que gracias a esos textos, en peligro de extinción, se puede
dejar una huella para guardar en la memoria y en el corazón.
El dolor que provoca la muerte intempestiva, o prolongada y dolo-
rosa “es inefable, nos deja sordos y mudos”, y la autora ha querido ex-
presarlo dedicando estas páginas a Marie Curie a modo de radiografía
y de consuelo.
Marie pierde a su esposo en 1906 al ser atropellado por un carruaje
y el marido de Rosa Montero fallece en 2009; así, ciento tres años de
distancia unen a dos mujeres con un mismo dolor compartido: la pér-
dida del ser amado, por eso la autora retomando cartas, diarios y libros
escritos sobre Marie, resalta lo extraordinaria que fue para la ciencia y
la humanidad, pues entre fragmentos y fotografías se aprecia a quien
amó intensamente a su marido, hijas y hogar, a la vez que a la ciencia y
su profesión, rompiendo paradigmas y soportando el escrutinio cruel y
las prohibiciones propias de la sociedad de su época.
Curie decidió dejar Polonia donde estaba prohibido, para las mu-
jeres, estudiar en la Universidad y logra ingresar a la Sorbona de París,
con una beca. Fue la primera mujer en dar clases en esa misma Univer-
sidad y es la única que ha ganado dos veces el Premio Nobel: el de Físi-
ca en 1903 y el de Química en 1911. El primero fue compartido con su
esposo y fiel compañero quien le da abiertamente el crédito en el dis-
curso de entrega del galardón, sin embargo, en el segundo, tras haber
fallecido su esposo, está envuelta en un escándalo mediático amoroso
con el también científico, pero casado, Paul Langevin, lo que propicia
una sutil invitación de la Academia a no asistir, pese a eso es ella misma
154
quien lee en la ceremonia su propio discurso titulado “La belleza de la
ciencia”.
Desgastado su cuerpo y ánimo, expuestos por años a la radiación
y la depresión, la mirada triste de Curie se apaga en 1934, dejándole
a este mundo un legado científico fundamental, dando un ejemplo de
vida y valor para las mujeres y obsequiándonos las palabras personales
que alguna vez plasmó, en algún rincón de su laboratorio o de su casa,
para soportar el dolor y sentirse menos sola, sin dejar jamás a un lado
su labor de madre, científica y de mujer que amó profundamente y ex-
trañó como nadie al hombre de su vida.

Publicado en Milenio Novedades el 14 de enero de 2018.

155
Mujeres a la orilla de la página

Nadie como Rosa Montero, escritora y periodista española, ha sabido


escuchar y dar a conocer las voces abisales de cientos de mujeres reales
y de ficción; a través de varios libros saca a flote la versatilidad de lo fe-
menino, sin necesidad de que sus textos constituyan, como ella afirma,
una literatura femenina, su postura parte más bien del hecho de que si
“los hombres han escrito mucho sobre hombres. Toda la tradición de
la literatura está escrita por hombres y en su 99% está protagonizada
por hombres” por qué no escribir en voz de las mujeres, especialmente
de muchas que fueron silenciadas y arrastradas hasta esa zona abisal,
último reducto de las profundidades del mar a donde no llega la luz y
donde suelen habitar las criaturas más raras y monstruosas.
Así ha querido Montero que en sus libros salgan a flote y a la orilla
de las páginas mujeres que en su momento transgredieron las normas
y a quienes los lectores de hoy desconocemos porque la historia oficial
decidió ocultar. En Nosotras que incluye “Historias de mujeres” hace
un interesante recorrido por varios relatos por los que desfilan las va-
lientes, arriesgadas, libres y eternas, pero también las malvadas, solita-
rias y las crueles; de Lilit a Eva, mujeres santas y pecadoras, irreverentes
y sanguinarias son en fin criaturas misteriosas que pueblan las páginas
de estos libros.
En otro volumen presenta a las mujeres de los hombres más despia-
dados de la historia. Dictadoras muestra lo que nadie cuenta, la vida de
las mujeres de Stalin, Hitler, Mussolini y Franco, y en todos estos epi-
sodios se aprecian también rasgos humanos, de ternura y, por qué no,
de pasión y amor que estos personajes históricos vivieron junto a ellas.
Reivindicando también a aquellas que pese a sus grandes logros
han pasado desapercibidas, en La ridícula idea de no volver a verte nos
presenta la vida íntima de Marie Curie a través del rescate de los diarios
de esta mujer extraordinaria, ganadora dos veces del Premio Nobel, de
156
física y de química, quien sufrió más por la muerte de su esposo que
por los estragos de las radiaciones a la que expuso muchos años su frá-
gil corazón.
Las mujeres de la ficción de Rosa Montero también son extraordi-
narias y terrenales, en su novela La carne la protagonista es una mujer
de sesenta años quien rechaza hacer alusión a su nombre, Soledad, y
decide contratar a un hombre más joven para sentir de nuevo que la
vida no pende de un hilo: “la carne está triste y ya he leído todos los
libros”, dice finalmente citando a Mallarmé.
Una escritora estupenda, con una narrativa ágil e interesante, los
libros de Rosa Montero están emergiendo el susurro de las mujeres
convirtiéndose en un reducto insoslayable para cualquier lector.

Publicado en Novedades Yucatán el 16 de diciembre de 2018.

157
Constelación de diosas

En la literatura encontramos historias noveladas de mujeres ensom-


brecidas por hombres que destacaron por su brillantes y su talento.
Desde la ficción y a través de las palabras se erigen diosas que cobran
vida entre las páginas y pasan a formar parte de esta constelación de
mujeres invisibles para la historia, la ciencia y la investigación.
La escritora francesa Yannick Grannec construye una biografía no-
velada del matemático Kurt Gödel desde la mirada de su esposa Adele
Nimbursky en La diosa de las pequeñas victorias, en la cual una joven in-
vestigadora, Anna Roth, se empeña en recuperar los archivos del hombre
que caminaba por Princenton junto a su entrañable amigo Albert Eins-
tein en los años de posguerra; entre fragmentos de aportaciones, teorías
matemáticas y diálogos con los hombres de ciencia más importantes del
momento, Anna enaltece el valor de Adele, la esposa y amiga fiel que vi-
vió entregada a un hombre sabio, pero inmensamente infeliz, con muy
mal genio, que en sus últimos años decayó física y mentalmente a tal gra-
do que se confinó hasta su muerte, y aunque Gödel con su genialidad
cambió por completo la forma de mirar las matemáticas, nunca supo tal
vez resolver ecuaciones básicas del amor y de la felicidad.
Tres mujeres inmortales, pero poco conocidas aparecen en La hora
sin diosas de Beatriz Rivas. La trama se teje a través del personaje Daniel
Ponty quien dicta a su nieta desde sus recuerdos, cartas y su memoria
marcada por la tríada de diosas de los hombres más brillantes y talen-
tosos de principios de siglo XX. Lou Andreas-Salomé, la compañera
intelectual de Nietzsche, en la novela le pregunta: “¿De qué estrella nos
hemos caído para encontrarnos?... De las más brillantes” le contesta
una Lou deslumbrada por el filósofo con quien colaborará y manten-
drá por muchos años una intensa correspondencia, como lo hizo con
Sigmund Freud y el poeta Rainer Maria Rilke, quince años menor que
ella, con quien vivió trece años de poesía y amor; su musa, aseguran
158
muchos biógrafos que han escudriñado entre cada verso y cada línea
escrita por ambos.
Así también emerge la apasionada relación entre Martin Heide-
gger y su discípula Hannah Arendt, que fecundó el legado de aporta-
ciones filosóficas de ambos, pues entre su amor ilícito y las dificultades
socio-políticas que los separan, en su pensamiento y reflexiones hay
una comunión que sólo se da entre dos seres que se nutren el pensa-
miento y el alma; ya sea a través de las palabras, las caricias o las notas
musicales como Alma y el compositor Gustav Mahler con quien se sin-
tió completamente incomprendida y desvalorada para refugiarse años
después en otros dos matrimonios con el arquitecto Walter Gropius y
el novelista Franz Werfel. Sin duda estas mujeres valiosas forman parte
de una constelación de diosas, muy humanas, pero eternas.

Publicado en Novedades Yucatán el 10 de marzo de 2019.

159
Niñas rebeldes

Pocos libros tienen la virtud de tener un gran éxito en ventas y contar


una historia muy buena, pues me he encontrado con uno que no cuen-
ta una sino cien historias de mujeres a lo largo de la historia que so-
bresalieron por transgredir las reglas establecidas de sus tiempos o por
alcanzar metas o sueños exclusivos para los hombres. Cien historias
para despertar en el lector de cualquier edad el asombro por mujeres
extraordinarias que trascendieron y llegan a estas páginas a mostrarles
a niñas y niños, que después de todo, a lo largo de la historia las mujeres
siempre han destacado.
Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes de Elena Favilli y Fran-
cesca Cavallo (libro que ya cuenta con la publicación del tomo II), nos
adentra en este mundo femenino a través del relato de cada una de las
mujeres protagonistas de su historia, son mujeres de todo el mundo, de
todas las épocas y de vastas disciplinas; así, desde Hipatia, Cleopatra
o Isabel I hasta Malala y Serena Williams, hay cien mujeres retratadas
por las letras, pero también por las bellas ilustraciones que acompañan
cada historia, realizadas por ilustradoras de diversos países que colabo-
raron en este peculiar libro.
La intención de las autoras, en sus propias palabras: “Deseamos
que cada lector y lectora se convenza de que el mayor éxito es llevar
una vida llena de pasión, curiosidad y generosidad. Y quizá así cada una
de nosotras recordaremos a diario que tenemos derecho a ser felices y
a explorar el vasto mundo que tenemos frente a nosotras.” Sin duda,
el libro logra reflejar ese mundo infinito del que hablan, el de piratas,
científicas, escritoras, políticas, activistas, deportistas, arquitectas, as-
tronautas, alpinista, genetistas, arqueólogas, exploradoras, espías, doc-
toras, modelos, pilotos, pintoras, y una larga lista más de este amplio
mundo de posibilidades en las que muchas de las mujeres aquí retrata-
das han abierto camino para otras mujeres, varias de ellas fueron pione-
160
ras en su campo y gracias a ellas hoy existen amplias posibilidades para
todas. No debió ser nada fácil, por ejemplo, ser la primera mujer en
México en ingresar a la escuela de Medicina, como lo fue para Matilde
Montoya, la primera doctora mexicana; y así como ella, mujeres que se
enfrentaron a la adversidad y a las barreras pero todas en su momento
contribuyeron a construir el mundo más equitativo en el que vivimos.
Este libro es un homenaje a las mujeres, a su esfuerzo y su valentía
y estoy segura que después de leerlo, hombres o mujeres miraran este
mundo con una mejor perspectiva. Como todos los cuentos de buenas
noches se ha hecho para soñar, pero ya no con el príncipe y el castillo,
sino con la posibilidad de lograr los sueños por una misma.

Publicado en Milenio Novedades el 3 de junio de 2018.

161
Mujeres en la guerra
y en los libros

Por lo general la guerra es protagonizada por hombres, contada por


ellos, son sus héroes y antihéroes, su voz es la que resuena y hace eco
junto con las metrallas y las bombas y su valentía es la que se reconoce
con nombramientos honoríficos. Pero la premio Nobel de Literatura
2015, Stevlana Alexiévich ha dedicado su pluma a cumplir la misión
de reconocer la gran labor y el papel fundamental que las mujeres des-
empeñaron en la Segunda Guerra Mundial, específicamente en su li-
bro La guerra no tiene rostro de mujer donde recopila los testimonios de
quienes participaron de manera activa y valiente junto con los hom-
bres, incluso ocupando cargos que comúnmente sólo eran asignados
a ellos. La relevancia de estos relatos es que son la voz femenina de lo
bélico como enfermeras, pilotos, soldados de infantería, criptógrafas,
francotiradoras, partisanas y otros roles de rostros anónimos que a tra-
vés de este libro cobran vida con sus recuerdos, todos ellos cargados
de gran emotividad que narran, por un lado, la crueldad y la dureza
de la guerra, y por otro, la sensibilidad y feminidad que aún en los mo-
mentos más críticos estuvieron presentes. En cada testimonio hay algo
en común, las mujeres fueron la visión humana, la ternura y el amor al
prójimo que rescata a cualquier alma desolada por los estragos de las
intervenciones bélicas: “La idea era que las chicas sigan siendo tiernas
como rosas de mayo, que la guerra no mutile sus almas.”
De alguna forma estas historias también se unen a las de miles de
mujeres que tuvieron que huir de la guerra, como la que nos narra
Françoise Frenkel en Una librería en Berlín, un libro desgarrador donde
la autora cuenta su propia travesía desde que inicia la ocupación nazi en
territorio francés y debe abandonar lo más preciado de su vida, sus li-
bros, que como ella, son perseguidos y censurados. Su largo trayecto de

162
huida está aunado al de otras almas que no tuvieron su misma suerte,
pues logra, después de años de persecución y cárcel, cruzar la frontera
y encontrar en Ginebra su libertad. Es pues la historia de una mujer
valiente que nunca deja de mostrarnos, a pesar de las adversidades por
las que atraviesa, una fe en la humanidad y ejemplos auténticos de soli-
daridad, de esos que sólo en situaciones trágicas y cruentas suelen apa-
recer, indescriptiblemente, en las almas humanas.
Ambos libros tienen en común mostrarnos la mirada de madres,
hijas, esposas, amigas, mujeres al fin, que sufrieron y sintieron en carne
y hueso la desolación de los estragos de un combate que deja huellas
imborrables y que en estas páginas destilan dolor y muerte, pero a la
vez amor y esperanza de mujeres únicas, valientes y tiernas que, aún sin
rostro, son las verdaderas protagonistas de la guerra.

Publicado en Milenio Novedades el 16 de julio de 2017

163
Elena Arizmendi:
la amante y la líder

Adriana: La versión en papel

De la pluma de José Vasconcelos, a raíz de sus obras autobiográficas El


Ulises Criollo y La tempestad, surgió un personaje que se convirtió en
figura emblemática y referencia obligada en la cultura mexicana con-
temporánea que encarna el papel de “la amante”, llamada Adriana en
ambas obras; incluso José Emilio Pacheco llegó a considerar los pasajes
donde ella aparece, entre “las mejores páginas de la literatura erótica
mexicana” y es que este personaje “corresponde a la imagen de la hechi-
cera erótica o la mujer fatal que fue un tropo generalizado en la cultura
occidental del siglo XIX y cuya influencia fue perdurable hasta el siglo
XX”, el papel de la amante se estereotipa a partir de su capacidad de ma-
nipular, envolver, engatusar y destruir a los hombres con su poder de
seducción, pese a que Sor Juana, casi tres siglos antes había dicho a los
hombres: “y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas”;
sin embargo, se arraigó el estigma de la amante como la mujer fatal y
destructora de hogares, así como única culpable de la hecatombe del
hombre. En Vasconcelos este personaje cobra una gran fuerza debido
a la condición autobiográfica de las dos obras ya mencionadas donde
aparece Adriana. En una carta dirigida desde Lima a un amigo mexica-
no Vasconcelos hace un esbozo inicial del personaje de Adriana: Cinco
años estuvo el monstruo, mitad pulpo, mitad serpiente, enroscado en
mi corazón, provocando el ansia vehemente de exprimir una vez más
la boca maldita donde está el narcótico. La creación del personaje de
Adriana, de José Vasconcelos está inspirado en quien fuera su amante
en la vida real, Elena Arizmendi, no obstante lo que representa la figu-
ra de Vasconcelos en esa época como personalidad pública, con una

164
trayectoria como actor importante de la Revolución Mexicana, pero
sobre todo, como rector de la Universidad Nacional y Secretario de
Educación Pública nublan por completo la presencia real de Elena, y
la limitan únicamente a la amante, compañera, amiga y aun “soldadera”
de Vasconcelos, distorsionada por la versión que él ofrece de la mujer
de carne y hueso que inspiró el personaje femenino protagónico de sus
obras, y que él configura a su manera desdibujando la verdadera esen-
cia de Elena al ser Adriana “producto de la imaginación creativa y del
despecho amoroso del autor”.

Elena: La mujer real

Pero Elena Arizmendi Mejía, es mucho más que la simple inspiración


al personaje emblemático de Vasconcelos y de la narrativa mexica-
na del siglo pasado. Nació en la ciudad de México el 18 de enero de
1884. Se casa a los 15 años, matrimonio que culmina en separación y
la conduce a estudiar alguna de las dos únicas opciones que tenían las
mujeres en esta época: ser maestra o enfermera, y Arizmendi optó por
la segunda, cursando sus estudios en San Antonio, Texas que culminó
en 1911 y que le dio oportunidad de conocer a Francisco I. Madero y
su esposa Sara Pérez, con quienes se identificó inmediatamente por su
simpatía con el movimiento Maderista, razón suficiente para regresar a
México en 1911 y comenzar su etapa de precursora del feminismo, así
como de su vocación por la ayuda humanitaria que la convertirían en
un ícono como líder de diversos movimientos que llegó a encabezar.
Uno de ellos es el proyecto altruista de la Cruz Blanca Neutral, alterna-
tiva frente a la oficialista Cruz Roja Mexicana que brilló por su ausencia
durante la guerra de Ciudad Juárez que se libraba en esos momentos.
Elena Arizmendi realizó las gestiones necesarias y creó una alternati-
va para “prestar servicios médicos humanitarios a los que sufren, sin
distinción de identidad política, religiosa y nacionalidad, cuidando
a todos con la misma piedad y solicitud”. No obstante, como sucede
muchas veces con los grandes líderes, Elena fue blanco de envidias y
oposiciones a su iniciativa, debido a su estrecha amistad con el matri-
165
monio Madero, dividiéndose así la organización que ella fundara en la
Cruz Blanca Mexicana, que ella seguiría encabezando, y la Cruz Blanca
Neutral que se les quedaría a sus detractores, sin embargo, debido a
este conflicto fue que tuvo la oportunidad de conocer a José Vasconce-
los y es ahí donde inicia el idilio amoroso y prohibido que mantuvie-
ron por varios años hasta que ella decide abandonarlo e irse a Nueva
York donde iniciaría su faceta de líder feminista, periodista y escritora.
Fuera de México, Elena concibe el proyecto más ambicioso de su face-
ta de feminista, la “Liga internacional de mujeres hispanoamericanas”
también conocido como “Liga de mujeres de la raza”, que surge como
resultado de su asistencia al Congreso de Baltimore en 1922 donde se
da cuenta del menosprecio de las feministas estadounidenses por las
hispanoamericanas; así en 1923 cobra vida el proyecto de Arizmendi.
Encabezando la lucha feminista como Presidenta de la Liga de Mujeres
Ibéricas e Hispanoamericanas participó en la lucha por la defensa del
sufragio femenino en la década de los veinte; sin embargo, fue notoria
su ausencia en el Congreso de Mujeres de la Raza, celebrado en 1925,
donde el enfrentamiento entre las feministas de las izquierdas radicales
y las derechas moderadas parecían irreconciliables.
La vida de Arizmendi culmina tranquilamente en una casa de Co-
yoacán con todos los honores que una mujer de su talla debiera tener,
la Cruz Blanca Neutral e incluso la misma Cruz Roja Mexicana le die-
ron el último adiós con el sonido de las sirenas de las ambulancias que
siguieron su cortejo fúnebre. Mujer de papel y de carne y hueso, la
amante y la líder son al fin una sola mujer, ambas se complementan; en
vida tuvo belleza, talento, inteligencia y liderazgo, más en su obra auto-
biográfica Vida incompleta. Ligeros apuntes sobre mujeres en la vida real,
no deja de notarse la nostalgia y la incomprensión que la acompañó a
lo largo de toda su vida. Su verdadera esencia se encuentra, no en ser
la amante de Vasconcelos, sino en su labor altruista y en el liderazgo
incansable que conjuntamente con su belleza y su talento la llevaron a
ser una de esas pocas mujeres que uno no puede menos que admirar.

Publicado en Por Esto! 17 de abril de 2014.

166
La vida novelada
de Rosario Castellanos

Hablar de una mujer extraordinaria como Rosario Castellanos sin


duda sólo puede hacerlo otra mujer valiente y talentosa como lo es Re-
beca Orozco, y es que atreverse a escribir una novela biográfica que
permita al lector apreciar la vida completa de una de las escritoras mexi-
canas y latinoamericanas más importantes del siglo XX es una tarea
encomiable y riesgosa, especialmente por la crítica que en ocasiones
suele ser mordaz con este tipo de novelas. Sin embargo, El aire en que se
crece es una obra bien lograda en la cual se aprecia lo bien documentada
y “empapada” que está la autora de la vida de Castellanos, se nota que
se metió en la piel de la mujer, la escritora, la amiga, la madre, la esposa
y la embajadora, todos esos rostros y facetas que desplegó Rosario a lo
largo de su corta vida.
Tejer lo ficticio con fragmentos de la obra narrativa y poética, así
como con sus cartas personales o sus textos periodísticos sin duda al-
guna es uno de los méritos de esta novela en la cual se aprecia el gran
respeto que la autora le tiene a Rosario Castellanos, pues esto se refleja
claramente en la forma en que la configura y la construye como perso-
naje, tan humana y a la vez tan etérea. Rebeca Orozco en las páginas
de este libro nos regala la oportunidad de sentirnos muy cerca de la
escritora, tan cerca para mirar sus temores de la niñez, el dolor por la
incomprensión y rechazo de sus padres por nacer mujer, la tormentosa
relación de amor que mantuvo con Ricardo Guerra, las lágrimas y sin-
sabores que marcaron toda su vida y el dolor de la maternidad fallida.
Es decir, nos permite ver a la Rosario Castellanos más allá de la fama,
los premios y el reconocimiento del que vivió rodeada una vez que su
obra comenzó a tener éxito, su lucha constante en defensa del papel de
la mujer en la sociedad y la carga emocional por la muerte prematura

167
de su hermano, culpabilidades por las que se sentirá siempre invisible.
En su poema “Monólogo en la celda” se encuentran los versos que dan
título a este libro: El aire en que se crece, en él se evoca específicamente
en el que nació y creció Rosario, un viento desértico y nostálgico, el
mismo que movió su pluma desde pequeña y le dio el valor para en-
frentarse a una sociedad no acostumbrada al liderazgo o talento de una
mujer, ni en el mundo literario, ni en ningún otro, por eso sabemos que
la escritura fue para ella una forma de expresión de su inconformidad
ante los roles establecidos y petrificados incluso entre los mismos artis-
tas e intelectuales de su época. “Sus textos le hacían compañía, conjura-
ban sus temores y se convertían en sus aliados. Las letras eran como las
células que le darían cuerpo”.
Es verdad que cada célula de Castellanos estaba compuesta de
amor y literatura, realmente sus grandes amores fueron su hijo y la es-
critura, porque la relación que mantuvo con Guerra demuestran que
incluso su vida misma estaba destinada a ser novelada: es la historia
de una mujer enamorada de un hombre que la abandona, se casa con
otra, y años después regresa con la fortuna de que ella sigue, a pesar de
todo, enamorada. Hay toda una poética en esa trama y es por ello lo
acertado de Rebeca Orozco de convertir la vida de Castellanos en una
novela, como en las tantas que ella escribió y que dieron voz a quienes
no la tenían.
En el aire en que se crece se mantiene viva la imagen y obra de Rosa-
rio Castellanos, la mujer solitaria que pensó que el mundo la olvidaría.
Después de leer esta hermosa novela me parece injusto que Rosario
no haya tenido un gran amor, que la sombra de la muerte y la soledad
la cubrieran a lo largo de toda su vida, que el hombre al cual amó no la
respetara convirtiendo su vida en un engaño y una tormenta que ami-
noró sólo cuando muchos años después de vivir un dolor permanente
decide divorciarse. Me parece también injusto que muriera tan lejos
de su terruño, que la vida o la divinidad no le permitieran despedirse,
que su vida fuera tan corta aunque su talento tan grande como para
dejarnos una producción literaria inigualable para seguir disfrutándola
a través de sus letras. Me parece injusta en fin una vida con tanto su-
frimiento como la que tuvo Rosario, pero creo que finalmente fue lo
168
que marcó su pluma y por lo cual sus textos son tan especiales. Por eso
celebro que Rebeca Orozco haya decidido novelar una vida de por sí
novelesca como la de Rosario Castellanos, porque es a partir de este
libro que podemos sentir el aire en que creció y alimentó su espíritu
y su alma, la que ha dejado como huella indeleble Rebeca en estas pá-
ginas dedicadas con gran admiración de mujer a mujer y de escritora
a lectores, permitiéndonos que al abrir esta hermosa portada nos en-
contremos con ese jardín que nos sugiere, un jardín de letras, de poesía
y de la vida misma que nos sorprende a veces con finales tan trágicos
como el de Rosario o con oportunidades tan bellas como la de este día
de compartir y conocer a Rebeca Orozco a la que no podemos me-
nos que felicitar por su vocación literaria y desearle una larga vida y
la continuidad de su pluma para regalarnos más libros y más historias
entrañables como ésta.

Texto leído el 23 de marzo en la FILEY 2019.


Publicado en Por Esto! Yucatán el 26 de abril de 2019.

169
EL LECTOR
DESCUBRIENDO MUNDOS

Querido Sócrates: bien dijo Fedro que tienes una gracia especial
para pronunciar discursos egipcios. Pero al hacernos dudar
de los progresos que trajo la escritura, tu crítica nos ayuda
a situar la verdadera función de los libros: continuar
la conversación por otros medios.

Gabriel Zaid
En el oscuro silencio:
Jorge Cuesta

“Se llamaba Jorge, como yo, y por eso su vida me duele dos veces”, así
inicia la novela de Jorge Volpi titulada A pesar del oscuro silencio, pri-
mera novela del escritor y la cual dedica al poeta y químico veracru-
zano Jorge Cuesta (1903-1942), pieza fundamental del grupo de Los
contemporáneos donde coincidió con Xavier Villaurrutia, Jaime Torres
Bodet, Gilberto Owen, Salvador Novo, entre otros, todos jóvenes in-
telectuales que se darían a la tarea de difundir el arte y la cultura en las
primeras décadas del siglo XX.
La incomprensible vida de Cuesta es retratada en la novela de Volpi
a través de dos personajes: Jorge, el poeta y Jorge, el narrador obse-
sionado con la vida del escritor: “Quiero detener su historia aunque
al final no logre comprender una pasión como la suya. Inútil, no soy
más que una copia forzada, un triste imitador que no llega a rozarlo”
(Volpi).
Jorge Cuesta tuvo una vida enigmática y tormentosa, en 1927 co-
noció a Guadalupe Marín, entonces esposa de Diego Rivera, se casa
con ella al año siguiente y en 1930 tiene a su único hijo llamado Lucio
Antonio. La relación nunca fue buena y la vida del poeta giró en torno
a rumores ya sea por el odio hacia su madre, la locura de su padre y las
descalificaciones de una esposa que le guardaba más rencor que amor
por los rumores de sus relaciones eróticas con Villaurrutia o con Isabel
Marín, hermana de Guadalupe, así como el deseo latente por su propia
hermana Natalia o el asedio sexual hacia su propio hijo, lo cierto es
que el poeta deja no sólo una gran producción literaria, poética prin-
cipalmente e interesante, entre la cual se encuentra uno de los poemas
filosóficos más importantes de las letras mexicanas, “Canto a un dios
mineral” publicado póstumamente en la revista Letras de México en

173
1942, y alrededor del cual se teje la historia de que antes de ser llevado
al manicomio donde pasó sus últimos días el poeta pidió unos minu-
tos los cuales sirvieron para poder escribir los últimos versos, abruptos
según la crítica actual que considera el poema como inacabado, pero
que refleja estos últimos meses de delirio del escritor. Además de poeta
Jorge Cuesta es considerado fundador de la crítica literaria mexicana,
aportación y mérito que Volpi refleja a la perfección en el personaje-
narrador ( Jorge) que en la búsqueda y análisis de su obra comienza a
ver el mundo con los mismos ojos que el poeta y a forjar casi por imita-
ción inconsciente, el mismo destino fatal que él.
Volpi logra desentrañar a través de esta novela al poeta, sus obsesio-
nes y los temas recurrentes en su obra: la ansiedad, el tiempo, la muerte,
la vejez, el olvido, todo a través de diálogos extremadamente precisos
e impregnados del sentir de dos personajes desquiciados por el amor,
pero sobre todo por la incomprensión del mundo, del ser amado, de la
sociedad, de todos.
“Amada, estás presente a pesar del oscuro silencio” es la frase que
detona el título de la novela de Volpi, tomado como él mismo apunta
en notas al final de una carta del poeta a su hermana Natalia, así como
esta referencia intertextual existen muchas otras tomadas de la poesía,
correspondencia o textos que están inmersos en la narración que le dan
la esencia de Cuesta a cada línea de una novela de las que su lectura
nos deja realmente una reflexión en torno al ser, a la nada y a lo desqui-
ciante que puede llegar a ser el vacío existencial cuando se vive en un
mundo incomprensible.
No es fácil imaginar a un escritor como Jorge Cuesta, cercenado
por todo lo que lo rodeaba, pero único a través de sus letras, ahogado
en la soledad y el pesimismo aunado a las crisis de paranoia, pero a la
vez tan certero en su poesía; en sus últimos días Jorge “jugaba a ser dios
por sobre su sensación de alienación, de impotencia, de incompren-
sión ante la vida. Deseaba transformar la materia, aún la de su propio
cuerpo” (www.pijamasurf mexico.com) lo cual lo lleva a autocastrarse
y días después, terminar con su vida atándose con unas sábanas a la
cabecera de su cama en el manicomio. El fatal y triste final del poeta fue
la consecuencia de todo lo que lo atormentó durante su corta vida: “Es
174
el motivo de que nos encontremos sumidos en esta muerte diaria que
la soledad nos hace confundir con la vida. Nada más alejado: la nues-
tra es degradación constante, putrefacción paulatina, envejecimiento”
(Volpi).
Más allá de la vida escandalosa o polémica de un escritor, su obra
sobrevive y se valora por sí misma, así como la de Cuesta la novela de
Volpi es un regalo al lector que busca encontrarse en cada página, sentir
y adentrarse en una visión de mundo distinta, incomprensible, pero tan
cercana de lo que se vive hoy en día, porque la soledad, la androginia y
el vacío existencial de Cuesta es mucho más común en la actualidad de
lo que fue en su época, ¿no estamos acaso como él también buscando,
sin encontrarlos, unos ojos a quien aferrarnos y salvarnos con ellos?
A Jorge Cuesta como a Volpi y tantos otros hay que leerlos, para
evitar que obras trascendentales de las letras mexicanas y autores como
ellos se queden en el oscuro silencio.

Publicado en Encuentro Digital, 2016.

175
La “Tinta y ceniza”
de Luis Bernardo Pérez

Imagina al escritor en su proceso creativo, unos escribieron a mano


con papeles y tintero, otros lo hicieron en máquinas de escribir impreg-
nando la hoja de tinta con cada letra, formando palabras y destruyendo
páginas completas sin opción de borrado inmediato, y hoy, lo hacen
frente a pantallas digitales donde es posible reescribir, borrar y guar-
dar todo cuanto sea necesario. El proceso y las formas de escritura han
cambiado, pero no sé cuántos en ese proceso pensaron siempre en sus
lectores, y aunque “los libros cambian de lector a lector” como dice
Rogelio Guedea, para muchos cuando colocan el punto final no siem-
pre ahí se termina la historia.
Al menos no para escritores comprometidos con sus lectores, como
lo es Luis Bernardo Pérez, autor de varios libros de cuentos como Fin
de fiesta y otras celebraciones, Papeles de Ítaca y otros destinos, Cuentos
para los días de lluvia, El extraño regalo, entre otros títulos todos amplia-
mente recomendables que lo han llevado a ser poseedor no sólo de un
estilo único, sino también de un manejo del humor y la ironía que atra-
pan inmediatamente al lector. Lo ha logrado conmigo, debo confesar-
les y estoy segura que lo hace con todos sus lectores, nos vuelve adictos
a sus historias, y cuando sabe que hemos caído en las redes de su se-
ductora narración nos incita a continuar con este maravilloso vicio, sus
libros. Un día llegó hasta mi casa su más reciente novela Tinta y ceniza,
la cual recibió el premio Gran Angular 2016, que otorga la editorial
SM al mejor libro para jóvenes y niños, un reconocimiento importante
y más que merecido para un escritor que es además un gran amigo de
sus lectores. Aunque esté clasificada como literatura juvenil puede ser
leída a cualquier edad, pues narrada con el estilo de la novela policiaca
retrata al México de la época del Porfiriato, enmarcada con los sucesos

176
de la Huelga de Río Blanco y sus repercusiones en la política de todo
un país que se reflejan en la vida del joven Tristán Quintanilla quien
sólo aspiraba a llegar a la capital para convertirse en periodista, pero
cuya vida e ideales se verán trastocados cuando descubra todos los se-
cretos que envuelven el asesinato del militar Martín Urdaneta. Tinta
y ceniza serán elementos claves para llegar al asombroso desenlace de
esta historia.
Luis Bernardo Pérez es de los escritores que van más allá del punto
final de sus historias, es de aquellos que con la gentileza de su pluma
y su corazón son capaces de hacernos llegar sus libros a sus mejores
cómplices, sus adictos, sus lectores.

Fragmentos de la presentación del libro Tinta y ceniza de Luis


Bernardo Pérez, 16 de marzo en la FILEY 2017.
Publicado en Milenio Novedades el 7 de mayo de 2017.

177
La inevitable fecha de caducidad

Pocas veces un libro logrará hacer que tu interior vibre con cada pa-
labra y línea hasta lograr que algo en ti se trastoque porque después de
esas páginas ya no volverás a ver la vida igual, tu mirada al cerrarlo no
será la misma que la llena de expectativas que lo abrió para iniciarlo.
Eso es a lo que todo lector aspira con cada libro que lee, es algo como
místico o una forma de implosión.
A veces sólo coinciden tus circunstancias como lector y encontrar-
te con el libro indicado, así llegué a Fecha de caducidad (2015, Alfa-
guara) y me despertó curiosidad principalmente por su singularidad
de ser una novela escrita por tres autores en forma de cartas, chats por
whatsapp y correos electrónicos entre los tres protagonistas: Natalia,
Ágata y Mateo; es un reflejo de la forma tan cotidiana de cómo nos co-
municamos hoy en día, pero de la cual surge una narrativa interesante,
auténtica y desgarradora.
Estos tres amigos con sus historias y visiones del mundo tan dis-
tantes comparten algo tan común como es el amor y todo lo que im-
plica para ellos este concepto tan ambiguo, complejo y tan humano,
pero también comparten una profunda preocupación por la situación
del país, aquí es donde la realidad se cuela con la ficción y se entreteje
en sus diálogos la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la
efervescencia de un país que enojado y confundido ha tocado fondo
y trascendido a través del dolor y la desesperanza a los ojos de todo el
mundo. Así, entre la cotidianeidad de los protagonistas y la preocupa-
ción por este país que se desmorona a pedazos, sus vidas y sus relacio-
nes cobran sentido a través de la ruptura de la única aparente certeza
en esta vida, que todo tiene inevitablemente una fecha de caducidad.
Quizá haya libros, como éste, que nos despiertan algo que dormía
en nuestro interior, o nos da un chasquido para salir del letargo en el
que nos dejamos caer sin percatarnos. Beatriz Rivas, dedicada a las le-
178
tras, Eileen Truax, periodista y Armando Vega-Gil, músico y escritor,
miembro de “Botellita de Jerez”, unieron aquí sus talentos para escribir
un libro que vale mucho la pena leer. Quizá no sea ya suficiente con leer
novelas de un solo autor, quizá nuestras vidas e historias que a diario
escribimos en el whatsapp, los correos electrónicos y las redes sociales
puedan contar algo que a otros les provoque una sacudida en la con-
ciencia, en el alma o en el corazón. ¿Será que los libros tienen fecha de
caducidad?

Publicado en Milenio Novedades el 29 de julio de 2018.

179
Poesía: rescate de un náufrago

Es una realidad que los lectores de poesía se están extinguiendo, en


librerías y bibliotecas los libros de poesía ocupan un reducido espacio
en los anaqueles relegados al final del pasillo porque son ya una apabu-
llante minoría, y esa realidad nos hace preguntarnos si esta sociedad de
consumo, líquida y globalizada va desterrando el pensamiento poético
que tanto cultivaron en la antigüedad los poetas griegos y latinos, la
que ocupó un lugar preponderante desde entonces y al parecer hasta
los albores de este siglo, la que nos da la posibilidad de imaginar y desa-
rrollar un pensamiento crítico.
La poesía por supuesto entabla un reto con el lector, los poetas des-
de siempre han sido transgresores y los de hoy, valientes, porque lo es
todo aquel que ante este panorama desolador se arriesga a verter la rea-
lidad en el verso y afrontar las miradas escépticas que asoman entre las
páginas. Bien decía el poeta Rabindranath Tagore que “la poesía es el
eco de la melodía del universo en el corazón de los humanos.”
No se lee poesía por otro motivo que no sea el de escuchar ese eco
cada vez que se abre un libro, y entre todas las posibilidades que exis-
ten, porque afortunadamente siguen existiendo muchas, están las de
los poetas actuales, como Manuel Tejada y su libro Inmóvil en el vien-
to, en él encontramos un ambiente poético poblado por el vaivén de
las olas, sirenas aladas, peces-colibríes en una esfera donde la frontera
entre el cielo, el viento y el mar se desdibuja y es posible una luna con
escamas “como las aves del mar y las sirenas”.
Cuando leemos poesía sucede lo que Friedrich Nietzsche apunta-
ba: “las frases son piedrecillas que el escritor arroja en el alma del lec-
tor. El diámetro de las ondas concéntricas que desplazan depende de
las dimensiones del estanque” y Tejada sabe bien que cada uno de sus
versos impactará en cada lector como las olas en las piedras; es decir, la
interpretación no tiene límites, porque la poesía tiene múltiples mira-
180
das; la mía en particular enfoca más en la imagen del náufrago y en su
posibilidad de resurgir y volver a respirar: “No sé si el mar me expulsa a
cada ola/ o me llama”; es también la sensación en la vida de naufragar,
de ir a la deriva o la asfixia por algo que intoxica nuestro ser, ya sea por
un vicio o un amor.
En definitiva no es fácil hablar de un poemario porque el poeta es-
cribe desde su interior y el lector interioriza cada verso desde su hori-
zonte de expectativas y de experiencias, pero he querido intentarlo con
este libro porque en sus versos he reconocido la sinceridad del poeta,
del amigo, de la poesía que se queda justo así, Inmóvil en el viento resca-
tando a sus lectores del naufragio.

Publicado en Novedades Yucatán el 13 de enero de 2019.

181
La angustiosa exquisitez
de leer Tromso

Hace unos días tuve la oportunidad de presentar en la FILEY la no-


vela Tromso de José Israel Carranza, historia que definiría como reve-
ladora y angustiante, pues he sentido la impotencia del hombre anóni-
mo que un buen día descubre que las palabras ya no le funcionan para
expresarse y que los demás, todos los otros que lo rodean, van dejando
de entenderlo. Y esta angustia del protagonista se refleja página a pá-
gina a través de una prosa pausada, lenta, incesante y dialéctica que
nos permite como lectores seguir a este peculiar personaje, conocer su
entorno, escuchar sus silencios y respirar la soledad que lo rodea y que
nos rodea, porque finalmente frente al libro cuando leemos estamos
tan solos como él en un mundo incomprensible, y probablemente vi-
vamos también en una cotidianeidad como la suya que lo absorbe y
lo imposibilita a darse a entender, pero sobre todo a entenderse a sí
mismo.
Este hombre anónimo vive en una inmensa soledad junto a Oliver
que lo mira todos los días y probablemente sea el único que realmente
lo entiende; esa soledad que experimentan más personas de las que
podamos imaginarnos, así, prácticamente excluido del mundo ante la
falta de que los otros lo entiendan su angustia va creciendo y creciendo
entre palabra y palabra que se hilan de inicio a fin en esta historia. Así,
Tromso tiene una prosa exquisita por los diferentes ritmos de la acción
y la forma en que se van manejando y matizando. Es en el tiempo, el
que se relativiza en la narración, donde nos cuestiona la voz narrativa
¿qué es el ayer, el presente, qué es el futuro?, nos los preguntamos acaso
cotidianamente o somos como el protagonista que vamos viviendo día
a día, entre la soledad y la impotencia de no comunicarnos.

182
Leer a José Israel Carranza en esta novela me ha abierto la puer-
ta para conocerlo a él como escritor, pero también para descubrirme
como lectora, es un texto que nos revela mucho de la realidad actual
que vivimos, de esta vorágine de información que nos atrapa o nos cie-
ga, justo como bien soñó Sor Juana en su Primero Sueño: “y por mirar-
lo todo nada vía”, pues estamos no sólo cegados por la marea de datos,
información y un sinfín de palabras, sino también estamos quedando
sordos a lo que los demás quieren decirnos y a lo que nosotros mismos
debemos decirnos.
Hay “un tiempo detenido que viaja inexorablemente hacia la des-
aparición y el olvido” en este libro, el cual recomiendo como una lec-
tura reto, de las que uno comienza dudando pero termina realmente
disfrutando; no dejen de leerla porque prosas como ésta hay pocas, es
una prosa delirante y adictiva en la que vale mucho la pena sumergirse.

Fragmentos del texto leído en la presentación del libro Tromso de


José Israel Carranza, 16 de marzo en la FILEY 2019.
Publicado en Novedades Yucatán el 24 de marzo de 2019.

183
El canto perenne del ruiseñor

Me atrapó todo un fin de semana un libro como hace mucho no me


sucedía, pues últimamente mis lecturas suelen ser intermitentes e in-
tercaladas, leo uno, lo dejo, comienzo otro, y así, muy pocos logran fijar
las miradas de los lectores; en varias ocasiones me he preguntado a qué
se deberá, sin embargo, casi a punto de desencantarme tomo este libro
que incluso prometí en persona a su autor leerlo. No es para menos, es
el primer escritor yucateco contemporáneo que conocí en mis clases
de literatura yucateca y al cual he seguido a través de sus cuentos; se
trata de Carlos Martín Briceño quien incursiona por primera vez en los
sinuosos terrenos de la novela con La muerte del Ruiseñor.
Novela polifónica a modo de self-referential novel (novela autorrefe-
rencial) como la catalogaría la crítica literaria, nos ofrece precisamente
dos historias paralelas, los últimos años de vida del compositor Guty
Cárdenas y su trágica muerte en 1932 en el Salón Bach de la Ciudad
de México, y por otro lado, la historia del proceso de escritura del autor,
sus esperanzas y contratiempos, su vida familiar y su búsqueda incan-
sable de información para convertir esa vida, tan efímera y fructífera
para la música de la época, en un “texto entrañable, una historia que
permanezca largo tiempo rebotando en las mentes y corazones de los
lectores.” Tejida así con los sinsabores y las tragedias familiares del au-
tor, se unen irremediablemente ambos personajes, el autor y Guty Cár-
denas, bajo la sombra lúgubre de la muerte. No obstante es un texto
que se lee con la tonada de “Nunca” y “Rayito de sol” resonando de
fondo, entre un ir y venir de los años treinta a la época actual y entre
el vaivén de las palabras precisas, exactas, que logran que un escritor
ofrezca una narración impecable donde las tensiones, el suspenso y la
empatía por la preocupación constante del autor-personaje por lograr
lo que finalmente logra, den como resultado este libro que sin lugar a
dudas se queda resonando en nuestro corazón y en nuestra memoria.
184
Martín Briceño ha traído al presente con esta novela no sólo la historia
del famoso compositor sino toda una tradición que se mantiene viva a
través de la canción yucateca.
Casi al final se cuestiona el autor por qué escribe y se responde a sí
mismo: “escribo para reafirmar mi pertenencia a este mundo, para sen-
tir que mi vida tiene sentido” y es curioso porque yo leo por la misma
razón, porque entre las páginas de libros como éste, cuando se siente
una comunión inexplicable entre lo que se lee, se siente y se vive, surge
la necesidad de escribir aunque sea unas cuantas líneas que a lo mejor
son innecesarias porque por sí sola La muerte del Ruiseñor le canta al
lector al oído y lo seduce.

Leído en la presentación del libro La muerte del ruiseñor


el 23 de marzo de 2019 en el marco del Día Internacional
del Libro en Progreso, Yucatán.
Publicado en Novedades Yucatán el 24 de febrero de 2019.

185
México: del elogio a la realidad

El México independiente surgido a raíz de los procesos emancipato-


rios del siglo XIX se construyó básicamente a partir de papel y tinta
impregnada en las páginas de periódicos y libros. La mayoría de los
escritores de la época fueron a su vez los políticos e ideólogos que die-
ron forma al Proyecto de Nación que sirvió de cimiento para construir
el país en el que vivimos; el que nos enorgullece o nos duele o al que
exaltamos con fervor patrio cada 16 de septiembre.
Lo paradójico que resulta México a la vista de los propios mexica-
nos y extranjeros mucho tiene que ver con la forma en que se le repre-
sentaba, primero a través de la prensa y los libros y, posteriormente, en
la fotografía, el cine, el internet y redes sociales, volviendo incalcula-
bles las imágenes y opiniones que se proyectan.
Pero en el siglo XVII, aún sin la fotografía, la Ciudad de México
apareció retratada, posiblemente por primera vez, en las páginas del
libro de Bernardo de Balbuena, español radicado en México desde pe-
queño, y quien a solicitud de su amiga Doña Isabel de Tobar y Guzmán
le escribe “Grandeza Mexicana”, una epístola laudatoria de casi dos mil
versos donde describe con gran precisión a la ciudad, mostrando, a ma-
nera de los recorridos turísticos actuales, los sitios más emblemáticos
y bellos de la metrópoli.
Mostrar la mejor, pero también la peor faceta de la ciudad o del país
se convirtió en una constante ya en los siglos posteriores y aparecieron
retratadas la pobreza, los vicios y conflictos sociales, las zonas margi-
nadas, la periferia, las provincias y zonas rurales olvidadas o ignoradas
por las plumas y los lentes de la élite y de la oficialidad.
Nada de esto nos es ajeno en el presente, los discursos políticos,
cierta prensa y sobre todo, los informes de gobierno de fin de sexenio
nos remontan a los versos de Balbuena donde la alabanza y lo enco-
miástico intentan desdibujar la realidad que vive el ciudadano día con
186
día. Pero hoy, a diferencia del siglo XVII, mejor comunicados, suenan
irrisorios y hasta insultantes para los mexicanos; y no es que no exista
mucho de lo bueno por decir como decía Balbuena: “¡Oh ciudad rica,
pueblo sin segundo,/más lleno de tesoros y bellezas/ que de peces y
arena el mar profundo!”, eso es México y más, pero no olvidemos que
detrás de esta bonita fachada nos heredan los gobiernos salientes un
país carcomido por la miseria, la corrupción, la violencia, la impuni-
dad, su indiferencia ante miles de desaparecidos y muertos y todo lo
demás de la realidad que no cabe en el discurso del autoelogio o el ha-
lago. Aún así, ¡Viva México!

Publicado en Milenio Novedades el 9 de septiembre de 2018.

187
Agradecimientos

Este libro estimado lector sólo fue posible con el apoyo, la ayuda y la
amistad de personas que he tenido la fortuna de encontrarme en mi
camino. Pero especialmente a quienes leen y creen en el poder trans-
formador de las palabras y de los libros.
En el 2008 publiqué mi primer texto en el periódico Por Esto!, rota-
tivo que me abrió las puertas y me dio la oportunidad de expresar mis
primeras opiniones sobre la lectura. Eternamente agradecida con su di-
rector, el periodista Mario Renato Menéndez Rodríguez, así como con
mi amigo Manuel Tejada, un gran aliado que siempre me ha impulsado
para seguir escribiendo.
En 2015, recibí la invitación para colaborar en el portal Encuentro
Digital junto con grandes intelectuales, periodistas y escritores, honor
por el cual hasta la fecha le estoy eternamente agradecida a mi gran
amigo José Miguel Rosado Pat, amistad que ha trascendido a una exce-
lente complicidad en muchos otros proyectos.
En 2016 inicié mi columna “Eclosión de letras” en Novedades Yu-
catán (antes Milenio Novedades) gracias a la invitación del periodista
Martiniano Alcocer, entrañable amigo y guía en muchos aspectos, les
agradezco por ello también al director general, Gerardo García Gam-
boa y al gerente editorial, Alvaro Ruiz Méndez.
Los textos que aquí he recopilado han sido publicados en estos es-
pacios anteriormente mencionados, por ello todo mi agradecimiento y
cariño por todos estos años de apoyo y de buenos consejos, pero sobre
todo de amistad.
Para la edición de este libro, le agradezco a mi amigo Cristóbal
León Campos, por la dedicación de su tiempo y su guía para todo el
proceso editorial, ya que sin sus consejos nunca hubiera podido saber
por dónde empezar. Asimismo estoy eternamente agradecida con mi
colega y amiga Patricia Carrillo Padilla, primera lectora, revisora y crí-
tica de este libro, gracias por tus valiosísimos consejos que ayudaron
188
a hacerlo mejor y con mayor calidad. Así como a Rodrigo Ordóñez,
amigo de toda la vida, que en varias ocasiones me brindó consejos para
mejorar y seguir escribiendo.
Y por último, quisiera agradecerle al escritor Luis Bernardo Pérez,
porque este libro no sería lo mismo sin el bello prólogo elaborado por
mi escritor favorito a quien admiro y aprecio no sólo por su gran talen-
to sino también por la bondad y generosidad de su alma.
Decir gracias es poco, pero cada uno sabe que los llevo en mi cora-
zón y de lo feliz que me han hecho con su amistad y con su apoyo. Este
libro es gracias a todos ustedes.

189
Índice

Prólogo Leer, descubrir y compartir / 11

Nota al lector / 15

I. MUNDOS BREVES DE LECTURA


Elogio del libro y la lectura / 19
Literatura infantil y juvenil / 21
Libros para niños y jóvenes, ¿o para todos? / 23
Vampiros que incitan a la lectura / 25
¿Lectores o no lectores? / 27
Día Internacional de la Biblioteca / 29
Día Internacional del Libro / 31
Día Nacional del Libro / 33
Detrás del libro / 35
Con un libro entre las manos / 37
Historias que nos salvan / 39
Leer y viajar / 41
Libros, viajes y recuerdos / 43
El oleaje de los libros / 45
Enemistades entre los libros / 47
Los enemigos de los libros / 49
Prohibido leer / 51
Dosis de lectura / 53
El robo de libros: “Ladrón que roba a ladrón…” / 55
El final feliz de los libros rechazados / 58
Del siglo XIX al Premio Nobel de Literatura 2017 / 60
Cartas a un escritor / 62
Cartas de amor / 64
El último libro / 66
En voz del lector / 68
190
Lectura 1 – 1 Futbol / 70
Los Héroes de los libros / 72
Maestros lectores / 74
Miedo al lector / 76
Salas de lectura / 78
Booktubers: jóvenes lectores / 80
Sólo lectores / 82
El libro y su a-precio / 84
La última página del año / 86
Feliz año, feliz vida / 88
Íntimo / 90
La ciudad de los libros / 92
La luz de los lectores / 94
Leer en la oscuridad / 96
La piel del libro / 98
Palabras de amigos / 100
Para toda la vida / 102
Polvo en el aire / 104
El paraíso de las palabras / 106
La muerte no lee sola / 108

II. TODOS LOS CAMINOS NOS LLEVAN A LA LECTURA


Mil y un caminos para acercarse a la lectura / 113
Cuando nuestro refugio es la lectura / 115
Libros acceso restringido / 118
Banalización de la lectura y la literatura / 122
Desfetichización de la lectura / 126
Motivación a la lectura desde las aulas / 129
El fomento a la lectura: predicar con el ejemplo / 134
El otoño de la lectura en México / 137

III. MUJERES EN LOS LIBROS


El extraño síntoma de la mujer lectora I / 143
El extraño síntoma de la mujer lectora II / 145
Hombres necios, Sor Juana ilustre / 147
191
Simone de Beauvoir: un viaje de placer / 149
La tropilla lectora de Guadalupe Loaeza / 152
La radiografía de Marie Curie / 154
Mujeres a la orilla de la página / 156
Constelación de diosas / 158
Niñas rebeldes / 160
Mujeres en la guerra y en los libros / 162
Elena Arizmendi: la amante y la líder / 164
La vida novelada de Rosario Castellanos / 167

IV. EL LECTOR DESCUBRIENDO MUNDOS


En el oscuro silencio: Jorge Cuesta / 173
La “Tinta y ceniza” de Luis Bernardo Pérez / 176
La inevitable fecha de caducidad / 178
Poesía: rescate de un náufrago / 180
La angustiosa exquisitez de leer Tromso / 182
El canto perenne del ruiseñor / 184
México: del elogio a la realidad / 186

Agradecimientos / 188

192
Rosely E. Quijano León
Premio México Lee 2015

Progreso, Yucatán, México. Es licenciada en Ciencias Antropológicas


con especialidad en lingüística y literatura por la Universidad Autóno-
ma de Yucatán. Maestría en Español por la Escuela Normal Superior de
Yucatán. Especialidad en competencias docentes por la UPN y en Edu-
cación artística, cultura y ciudadanía por el Centro de Altos Estudios
Universitarios de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).
Cursó el Diplomado de profesionalización de mediadores de Salas de
Lectura, programa al cual pertenece desde el 2010. Se ha especializado
en el área de fomento a la lectura a través de diversos cursos presencia-
les y a distancia en instituciones como el Centro de Promoción de la
lectura y literatura infantil (CEPLI) de la Universidad de Castilla-La
Mancha, la Universidad Antonio de Nebrija, España, IBBY/México,
Secretaría de Cultura y Extensión Universitaria de la Facultad Regional
Buenos Aires de la Universidad Tecnológica Nacional, Centro de Altos
Estudios Universitarios de la Organización de Estados Iberoamerica-
nos (OEI) México y Argentina, entre otros. Ha impartido diversos ta-
lleres, cursos y conferencias relacionados con el tema de la lectura y la
literatura.
Fue docente del Colegio de Bachilleres del Estado de Yucatán
(COBAY) y directora del plantel San José Tzal, es coordinadora del
Programa de Fomento a la Lectura denominado “A leer se ha dicho”,
y actualmente, jefa del departamento de orientación educativa, labo-
ratorios y bibliotecas de dicha institución. También es docente en la
Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY.
Ha publicado Los olvidos de la literatura yucateca de principios del
siglo XX: Pedro I. Pérez Piña (CONACULTA/SEDECULTA/2012) y
editado Yucatán en su literatura: Apuntes y perspectivas (UADY/2014).
Ha colaborado en otros libros colectivos, revistas y periódicos locales.
Columnista en Novedades Yucatán y en el periódico Por Esto!
Actualmente es Presidenta de la Red Literaria del Sureste México
Nuestra América. Obtuvo en 2012 mención honorífica en el Concurso
México Lee (CONACULTA) y primer lugar en el 2015 en la categoría
Fomento a la lectura en otros espacios educativos.
El lector y sus mundos
se imrpimió en
Imprenta Manlio
Calle 54 núm. 391-A x 37 y 39 Centro
Mérida, Yucatán, México
Tel. (999) 9-27-62-00
imprentamanliogmail.com

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