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Natalia Macías Mendoza
Impreso en México.
El lector y sus mundos
2019
A veces parece suficiente. En medio de la incertidumbre y de muchas clases
de miedos, amenazados por la pérdida, el cambio, y el dolor acumulado dentro y
fuera para el que no hay ningún consuelo, los lectores sabemos que por lo menos
existen, por aquí y por allá, unos cuantos lugares seguros, tan reales como el papel
y tan vigorizantes como la tinta, que nos darán techo y comida mientras pasamos
por el bosque oscuro y sin nombre.
Alberto Manguel
Jean Rhys
Para mi hermana Wendy, que me enseñó a
leer y abrió el mundo de los libros ante mis ojos.
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un texto impreso (o electrónico). En efecto, independientemente del
tema abordado en sus artículos, en todos ellos late el mismo entusias-
mo por una actividad que la ha llevado a no sólo a leer, sino también a
reflexionar en torno a esta experiencia cultural y sobre la problemática
social emanada de ella.
Pero, a pesar de su profundo interés en el tema, Rosely no cae en
la trampa de considerar a la lectura un fetiche. Como nos lo advierte
la autora, siguiendo a Juan Domingo Argüelles, no podemos banali-
zar esta actividad, pero tampoco convertirla en un signo de superio-
ridad, en una manifestación arrogante de status que pretende colocar
a los que sí leen por encima de los que no lo hacen. Los lectores no
son mejores ni más inteligentes ni moralmente superiores de los no
lectores. Esta práctica social no nos hace necesaria e inevitablemente
mejores personas. En todo caso, contribuye a hacernos más humanos
y nos ayuda a edificar un mundo más habitable. Todo ello mediante
la reflexión, el discernimiento, pero también a través de la fantasía y la
ensoñación.
Escritos con la claridad y la sencillez que exige el periodismo de
divulgación, Rosely nos entrega un conjunto de textos que van más allá
de la mera noticia bibliográfica o la información escueta sobre tal o cual
asunto de índole cultural. Como podrá comprobarlo el lector de este
atractivo volumen, la autora ofrece auténticos ensayos que, pese a su
brevedad, se hallan bien fundamentados y concebidos. En ellos la au-
tora dialoga, debate y enriquece el trabajo de aquellos críticos, divulga-
dores y escritores que, como ella, se han adentrado en el tema del libro
y la lectura. Pero no sólo esto, también se nos presenta como una “des-
cubridora” que se aventura en los mundos edificados por creadores de
distintos tiempos y lugares. El resultado de tales expediciones son tra-
bajos que rebasan con mucho el calificativo de reseñas para convertirse
en inteligentes y aleccionadores análisis sobre obras literarias diversas
y dispares. Cabe destacar, en este sentido, la sección titulada “Mujeres
en los libros”, donde Rosely se esfuerza por mostrarnos el papel de la
mujer como lectora, así como el trabajo de escritoras (y no escritoras)
que han discurrido sobre las complejidades y claroscuros de la condi-
ción femenina. Destaca, en este sentido, el artículo sobre la novela que
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Rebeca Orozco escribió en torno a Rosario Castellanos, una mujer que
parecía estar compuesta íntegramente de amor y literatura.
El lector y sus mundos es, en resumen, un libro excepcional, una re-
copilación de artículos para leer y releer, para reflexionar y citar; una
obra que trasciende su condición periodística para convertirse en una
referencia necesaria para todos aquellos que se interesan en adentrarse
en los mundos del leer que enriquece, ilustra y permite soñar.
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Nota al lector
Los textos que he reunido en este libro fueron escritos a partir de 2008
cuando me animaron a publicar por primera vez en el periódico Por
Esto! y a partir de ahí surgieron otros textos para presentaciones de li-
bros, ponencias y eventos relacionados con la lectura. En 2015 comen-
cé a publicar en el portal Encuentro digital que me dio la oportunidad
de hablar más sobre los libros y la lectura, pero la mayoría de los textos
aquí reunidos han sido publicados en mi columna “Eclosión de letras”
que inicié el 24 de abril de 2016 en el entonces Milenio Novedades, hoy
Novedades Yucatán, donde quincenalmente comparto mis experiencias
como lectora y mediadora de lectura. Revisar
Todos estos textos han sido escritos con la finalidad de que quie-
nes los lean sientan las ganas o el mismo entusiasmo que yo para leer
los libros que comento, que les nazca la curiosidad por encontrar esos
mundos que habitan en los libros y que he descubierto a lo largo de
muchos años como lectora.
Los textos de los primero años reflejan todavía mi temor por escri-
bir y arriesgarme, pero es gracias a los editores y grandes amigos que
con sus comentarios, sus críticas y sus sugerencias he ido (espero) me-
jorando; sin los espacios para publicar nada sería posible, por eso gra-
cias a quienes me dieron la oportunidad de expresar y difundir lo que
los libros nos dejan a los lectores cuando cerramos la última página.
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MUNDOS BREVES DE LECTURA
Alberto Manguel
Elogio del libro y la lectura
El libro cobra magia únicamente cuando las cálidas manos del lector
lo acogen y sus ojos bailan al compás de las palabras. Leer es abrir puer-
ta tras puerta en cada página leída de papel o en pantalla, puertas que
abren la posibilidad para entrar a otros mundos, otras épocas y posi-
bilidades.
La lectura debe ser mucho más que un hábito, un tema de moda o
discurso oficial, debe ser la gota que alimente el espíritu y la tinta que
se cuele por las venas. “¿De qué sirven los libros si no nos hacen vol-
ver a la vida, si no consiguen hacernos beber en ella con más avidez?”,
se preguntaba Henry Miller, porque quien lee, respondería Juan D.
Argüelles, descubre que los libros “nos acompañan. Nos dan calor si
tenemos frío, nos prestan certezas ahí donde tenemos dudas.” Leer nos
sumerge en las aguas turbias o cristalinas de distintas realidades para
salir a flote empapados de infinitas experiencias con las cuales enfren-
tamos nuestra propia vida.
Los libros se convierten en valiosas piezas que heredaremos como
testimonio de nuestro paso por todos los mundos que encierran sus
páginas silentes; ¿quién los abrirá de nuevo, en qué otros ojos nadaran
sus imágenes de tinta, quién notará la huella imborrable de nuestros
desvelos y alegrías contenidas entre nuestros libros? Ningún bibliófilo
partirá sin pensar en ellos, como Sor Juana cuando encomendó a su
amigo José Lombeida sus más de cuatro mil tomos para que vendiera,
o como Jorge Luis Borges quien donó más de mil a la Biblioteca Nacio-
nal de Argentina, la que dirigió por más de dieciocho años.
Más que el libro-objeto está el aprecio del lector, sus momentos de
lectura, anotaciones, subrayados, su nostalgia al terminarlo y la emo-
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ción de iniciar uno nuevo, va implícito también su tiempo, diluido en
polvo acumulado sobre ellos formando olvidos.
El libro es fuego contenido en las palabras que se esparce como
chispas, entran por los ojos del lector y encienden llamas en su mente e
imaginación, es seguro que provocarán una emoción, una idea o más
palabras, anidarán en las entrañas o se volcarán convertidas en sonrisas
o en lágrimas. Nadie sabe a ciencia cierta cómo, pero todas las palabras
engullidas en cada lectura provocan una metamorfosis en el lector de
la que se es o no consciente, es un devenir heracliteano porque nadie
lee dos veces el mismo libro, ni siquiera su propio autor.
Que viva el libro no un día, sino en todos los de tu existencia, que te
acompañe y te cobije, te de sombra y esperanzas, que el libro te proteja
de las miserias de la vida y calme tu sed en estos tiempos tan desérticos.
Que el libro sea el caleidoscopio para mirar-te al mundo y creer en él.
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Literatura infantil y juvenil
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Libros para niños y jóvenes,
¿o para todos?
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Vampiros que incitan a la lectura
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¿Lectores o no lectores?
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Día internacional de la biblioteca
Sólo Jorge Luis Borges, quien vivió literalmente entre libros, pudo ser
quien imaginó el Paraíso como un tipo de biblioteca, pues son espacios
donde se concentra la memoria histórica, el tesoro cultural, artístico
y el legado escrito de la humanidad, por ello en situaciones de guerra
son blancos emblemáticos de ataque, pues su destrucción tiene un alto
significado para el enemigo.
Aún hoy sigue siendo un enigma la destrucción de la biblioteca
más grande del mundo antiguo, la de Alejandría, creada a comienzos
del siglo III a.C. por Ptolomeo Sóter que llegó a albergar hasta 700.000
volúmenes y tristemente fue arrasada por las llamas provocadas por
asuntos de carácter religioso.
Siglos después, la biblioteca de Sarajevo tuvo un desenlace similar,
pues durante la guerra de Bosnia-Herzegovina, en 1992, fue incendia-
da y totalmente destruida por la artillería serbia que arrasó con sus mi-
les de libros, sin embargo, pese a lo trágico de este suceso lo sorpren-
dente es que un motivo también religioso orilló a uno de sus usuarios
más habituales, un profesor universitario de literatura, Nikola Koljevic,
a ordenar la destrucción de esta emblemática biblioteca; a raíz de este
lamentable y paradójico suceso, desde 1997 la Asociación Española de
Amigos del Libro Infantil y Juvenil promovieron la instauración del
Día Internacional de la Biblioteca y, desde entonces, cada 24 de octu-
bre se llevan a cabo diversas actividades en todo el mundo.
En México de manera más modesta y casi imperceptible se conme-
mora este día, las bibliotecas van dejando de ser ese espacio público
tan frecuentado por los ciudadanos, sin embargo, su función social ha
venido reconfigurándose y adaptándose a los cambios de la era digi-
tal. Nuestra primera biblioteca la fundó, en la entonces Nueva Espa-
ña, Fray Alonso de la Vera Cruz en 1536, pero la primera biblioteca
pública de toda América nos la legó Juan de Palafox y Mendoza, hoy
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conocida como la Biblioteca Palafoxiana, uno de los recintos librescos
más hermosos del país que alberga más de 5 mil volúmenes que Palafox
donó y que hoy habitan con otros miles de libros entre las hermosas
paredes de estilo barroco que los resguardan.
Majestuosas o sencillas, públicas o privadas, escolares o de otra ín-
dole, las bibliotecas son el espacio donde se concentran las ideas y las
voces en tinta y papel de la humanidad, que la era digital nos permita
engrandecer su historia y preservarla, jamás desaparecerlas, porque no
sólo se derrumba con bombas, también el olvido es otra forma de des-
trucción.
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Día internacional del libro
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Día nacional del libro
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Detrás del libro
¿Se han imaginado que por cada libro que existe a su vez hay una o mu-
chas historias sobre su proceso desde la escritura hasta su publicación?
Es realmente maravilloso conocer qué hay detrás de los escritores y sus
textos, pues incluso algunas anécdotas llegan a ser más interesantes que
el propio libro, lamentablemente pocas veces se escriben o se conocen.
La noche en que Frankenstein leyó el Quijote, de Santiago Posteguillo,
es un buen ejemplo de lo anterior. Relata la vida secreta de varios au-
tores y sus obras que son hoy representativos de la literatura universal.
Así, por ejemplo, retoma esa vetusta polémica en torno a la verdade-
ra autoría de Shakespeare ¿o Marlowe?; el nacimiento de El Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha en una cárcel de Sevilla; la curiosa
anécdota de cómo Mary Shelley escribió por un reto, precisamente
Frankestein, y qué influencia tuvo la obra de Cervantes en ese proceso;
los múltiples rechazos que tuvo Primeras impresiones de Jane Austen; la
ludopatía de Dostoyevski que resultó ser una bendición literaria para
sus millones de lectores, así como las persecuciones de la Gestapo a
los amigos de Kafka por poseer sus manuscritos; o también la suerte
que corrió el libro perdido de Julio Verne que pocos han leído: París en
el siglo XX; y la afortunada historia del manuscrito de Harry Potter y la
piedra filosofal que cayó en manos de una niña cuya recomendación dio
fama mundial a J. K. Rowling y de quien el autor opina, con toda razón,
que su gran mérito ha sido lograr que millones de niños y adolescentes
se acostumbren a leer, convirtiéndose en lectores que continuarán con
otros libros de otros autores así hasta el infinito del libro. Estos y otros
más son los relatos que encontraremos también de escritores como
Conan Doyle, Saint-Exupéry, Dickens o, incluso, escritores peligrosos
como William Burroughs o Anne Perry.
Los libros que hablan sobre libros son una ventana para asomarse
al mundo del escritor, los editores y las editoriales. Esos mundos para-
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lelos al libro son, en ocasiones, sombríos y tortuosos o afortunados y
exitosos, pero definitivamente fascinantes. Posteguillo nos lleva de la
mano a los lectores en un periplo que comienza justo en el momento
en que se cierra la última página, cuando nuestra curiosidad se despier-
ta y deseamos saber más de la persona real que dio vida al libro y el pro-
ceso que siguió hasta antes de llegar a nuestras manos y ojos de lector.
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Con un libro entre las manos
En por lo menos dos de sus retratos más famosos, Sor Juana aparece
con un libro entre las manos. En uno, de autor desconocido, la bella y
joven Juana Inés, seguramente en sus años de vida en la Corte, posa
de perfil con un libro cerrado en la mano derecha. En el otro, de 1750,
pintado por Miguel Cabrera, vemos a la monja escritora sentada, con
una mano en su rosario y la otra tocando sutilmente un libro abierto;
detrás de ella, silenciosos, algunos de sus más de cuatro mil ejemplares
que los especialistas aseguran llegó a contener su vasta biblioteca, mis-
ma que, aparentemente, en sus últimos años de vida encargó su venta al
sacerdote José Lombeida para ayudar a los enfermos por las epidemias
y los afectados por las hambrunas frecuentes a finales del siglo XVII.
Así como nuestra Décima Musa, la imagen de tener un libro en las
manos se hará más popular en el siglo XX gracias a la fotografía que
permitió retratar a los escritores con sus libros o sus bibliotecas. Una de
las más emblemáticas, en blanco y negro, es de Virginia Woolf, sentada
en un sofá mira de frente a la cámara y sostiene con la mano izquierda
sus anteojos y con la derecha un libro abierto, retrato perfecto de la
lectora voraz y crítica literaria exigente que fue, pues de la obra cumbre
de James Joyce, Ulises ella dice: “Creo que es una obra fallida. El libro
es difuso. Es enmarañado. Es pretencioso”, y vaya que no podemos juz-
garla por estos directos comentarios.
Pero curiosamente, años más tarde, este mismo libro lo sostiene
entre sus sensuales manos el ícono sexual hollywoodense en una de sus
fotografías más famosas, tomada por Eve Arnold en 1955, donde apa-
rece, claro, Marilyn Monroe concentrada en la lectura de este contro-
vertido libro que pareciera ser un gran hallazgo para ella y una ruptura
del estereotipo de la mujer bonita, pero tonta.
Muchos otros personajes repiten la escena: el “Che” Guevara le-
yendo “Werther” de Goethe; Onetti, Truman Capote, Gabriela Mis-
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tral, Doris Lessing y la lista es enorme, porque qué bibliófilo se resiste a
ser inmortalizado y recordado con lo más valioso que posee.
Estas fotografías nos muestran que la lectura, como el acto íntimo
más legendario del ser humano, posee una atracción indescriptible
porque seduce, y cuántas veces los lectores anónimos no se han que-
dado dormidos por la fatiga, rendidos sosteniendo un libro, o más que
un libro, un sueño, un ideal, una utopía, una pasión, una compañía o el
mundo entero, porque todo eso y mucho más se puede tener simple-
mente con un libro entre las manos.
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Historias que nos salvan
No es una exageración decir que existen libros que han salvado vi-
das, pues en varios sentidos esto es posible y real. Muchos lectores han
encontrado un refugio y una tabla de salvación en los libros que han
leído y, por otro lado, otros los han escrito para salvarse, para darle un
sentido a su existencia en los momentos difíciles o trágicos cuando se
derrumba todo a su alrededor y sólo quedan los libros y las palabras.
Quién no recuerda a la valiente Scheherezade de Las mil y una no-
ches, quien salva su vida, y la de otras doncellas, con sus cautivadoras
narraciones que encantan al sultán Shahriar, quien termina por conver-
tirla en su esposa.
Otro gran ejemplo, pero real, es el de una escritora que decidió na-
rrar historias para hacer que el milagro ocurra, que su pequeña hija que
estaba en coma despertara. Así surgió Mujeres de ojos grandes, treinta y
cinco retratos femeninos que la autora fue narrando en el hospital con
la esperanza de que éstas le infundieran las ganas de vivir a su peque-
ña Catalina. Así fue como Ángeles Mastretta logró salvar la vida de
su pequeña hija, pero estoy segura que sus historias y sus otros libros
han ayudado también a muchas mujeres a identificarse, reconocerse y
valorarse en los personajes de su obra y, cuando eso sucede, como con
cualquier otro libro, también es una forma de salvación.
Sí, el libro salva, alienta o por lo menos, acompaña, ya lo decía Car-
los Fuentes que “el libro es amistad tangible, olfativa, táctil, visual, que
nos abre las puertas de la casa al amor que nos hermana con el mundo”
y, por lo tanto, nos consuela, nos da esperanza.
Sin embargo, a veces no es suficiente; la propia Virginia Woolf,
quien intentó, pero no pudo, salvarse a través de la escritura y los libros,
alguna vez, antes de arrojarse al río Ouse, le escribió a su mejor amiga:
“A veces me imagino la vida en el cielo como una lectura continua e
inagotable”; y más tarde en un relato lo ironizó diciendo que, cuando
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el Todopoderoso viese entrar en el cielo a los recién llegados con sus
libros bajo el brazo, le diría al buen San Pedro: “Mira, ésos no necesi-
tan recompensa alguna. Aquí no tenemos nada que darles. Amaban la
lectura”.
Así que de alguna manera también Virginia Woolf encontró, en
otras formas, la salvación, y nosotros, los lectores, seguimos buscándo-
la, o por lo menos intentándolo, cada vez que abrimos un libro.
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Leer y viajar
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Libros, viajes y recuerdos
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El oleaje de los libros
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Agustín y La isla del día de antes de Umberto Eco, que recrean el verano
de trasfondo porque sobresalen personajes e historias de gran impacto.
Sin duda un retrato minucioso lo hace José Luis Sampedro en Mar
al fondo, relatos que recrean su polifacética esencia e invitan a “fundirse
en el mar, liberarse y, simplemente, existir”, también como lo hace John
Banville en El mar donde es un lugar para el recuerdo y el olvido a la
vez. Otros títulos son La isla bajo el mar de Isabel Allende, recreando
el Caribe; Los mares de Wan de Gabi Martínez, un periplo por las aguas
orientales, y el cuento “El mar”, de Ana María Matute, para los niños.
La lista es interminable, como las olas y la lectura, pues como versa Go-
rostiza “no es agua ni arena la orilla del mar”, pero es el lugar a donde
nos transportará el oleaje de estos libros.
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Enemistades entre libros
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Los enemigos de los libros
El escritor francés Paul Válery a principios del siglo XX decía muy acer-
tadamente que “los libros tienen los mismos enemigos que el hombre:
el fuego, la humedad, los animales, el tiempo y su propio contenido”. En
el siglo XXI ha habido grandes avances tecnológicos para protegerlos
de la mayoría de esos peligros, sin embargo, los nuevos tiempos no han
podido vencer algunas viejas enemistades como afirma Umberto Eco
al mencionar que, “principalmente los hombres, que los queman, los
censuran, los encierran en bibliotecas inaccesibles y condenan a muer-
te a quienes los han escrito. Y no como se cree, internet u otras diablu-
ras” son los verdaderos enemigos hoy en día no sólo de los libros sino
también de sus promotores. Así como el personaje del capitán Beatty
en la novela de Ray Bradbury Fahrenheit 451, quien se hace llamar “el
guardián de la felicidad” existen algunos que seguramente sin haber
leído nunca la novela, ni cualquier otro libro, se creen los guardianes
no de la felicidad, sino de la paz mundial, censurando, obstruyendo o
limitando la labor de los promotores de lectura que, pese a lo que ellos
piensan, no nos dedicamos a formar rebeldes ni disidentes, ni mucho
menos alterar el orden social, sólo a compartir lecturas y motivar a leer,
lo que suceda en cada lector es únicamente consecuencia de lo que él
mismo desea que suceda con lo leído.
Ahora los promotores de lectura no sólo tienen que lidiar con los
presupuestos y apoyos institucionales que se demoran en llegar y que
con o sin ellos no hay promotor que deje de trabajar, ahora también con
el enemigo en casa que puede tomar tantas formas como sean posibles,
la de un funcionario público, un director de escuela, una bibliotecaria,
un profesor o cualquier otra forma que desee, están ahí pensando que
fomentar la lectura es ir en contra del “sistema”, piensan que si aumen-
tan los lectores la gente se dará cuenta de lo que no deben darse cuenta
y entonces es mejor limitar con argumentos absurdos, porque no exis-
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ten otros, la labor y el trabajo del promotor de lectura que, pareciera
que algún día, como Guy Montag en la novela de Bradbury, tendrá que
esconderse con sus libros para no ser quemado públicamente. Tal vez
el trabajo del promotor de lectura aún no es del todo conocido por
la sociedad, como tampoco los programas y los proyectos tan loables
que existen en Yucatán y la censura y los obstáculos que nos imponen
algunas personas son por el desconocimiento de nuestro trabajo; qui-
zá se deba comenzar por hacer del conocimiento de la gente, primero
que nada, que existen los promotores de lectura y segundo, cuál es su
función en la sociedad, crear conciencia que detrás de un proyecto, ya
sea un círculo de lectura, un taller literario, una sala de lectura, un para-
libro o cualquier otro, hay un gran esfuerzo, dedicación, compromiso
y responsabilidad de quien lo realiza y que el beneficio es para la socie-
dad, tal vez así los enemigos disminuyan y los amigos crezcan porque
los libros no son enemigos de nadie y motivar a leer no es un acto de
rebeldía sino de amor.
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Prohibido leer
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Dosis de lectura
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El robo de libros:
“Ladrón que roba a ladrón…”
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El final feliz
de los libros rechazados
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se mezclan como un barbitúrico que desembocó en el disparo con que
acabó con su propia vida. Sin embargo, su amigo fotógrafo Todd Loc-
kwood, convirtió en realidad su imaginario y abrió en Vermont “The-
Brautigan Library”, recinto ahora ubicado en Vancouver donde hasta la
fecha se almacenan miles de ejemplares rechazados por las editoriales.
David Foenkinos se basó en esta historia anterior para crear su no-
vela titulada La biblioteca de los libros rechazados (2017), una historia
de suspenso, divertida y amena que, con una prosa fluida, entreteje la
intriga sobre la autoría de una historia de amor en la cual se ven envuel-
tos el autor, la editora, la vendedora de lencería, el crítico literario, la
viuda y el escritor fracasado. Una novela que ha sido muy bien aceptada
por la crítica literaria y por los lectores. Un ejemplo más de un final feliz
cuando hablamos de libros rechazados.
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Del siglo XIX al
premio Nobel de literatura 2017
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ras se haga presente en la voz del Premio Nobel de Literatura, galardón
que no existía en la época de estas escritoras y que sin lugar a dudas
hubieran obtenido, o tal vez no, porque en realidad son muy pocas mu-
jeres las que han sido distinguidas con este galardón, sin embargo, el
mayor reconocimiento para los escritores es, precisamente, el seguir
siendo leídos y recordados por los lectores actuales.
Es tal vez esta deferencia que ha tenido Ishiguro con Austen y Bron-
të lo que me ha motivado a leer sus obras, mucho más que el premio
en sí; y no cabe duda que, el sentimiento y la sensibilidad que ambas
autoras expresan en sus novelas siguen siendo temas vigentes, así como
la soledad y la nostalgia desgarradoras que destilan sus páginas y que
seguro impregnan las de Ishiguro al que definitivamente hay que leer.
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Cartas a un escritor
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Cartas de amor
Más que los besos, son las cartas las que unen las almas.
John Donne
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El último libro
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En voz del lector
¿Cuántos padres aún leerán cuentos por las noches a sus hijos?,
¿cuántos hijos leerán historias a sus ancianos padres para acompañar
sus últimos años de vida?, probablemente muy pocos, y es que la cos-
tumbre de leer en voz alta, sea a uno o muchos oyentes, se ha ido per-
diendo con el paso del tiempo, pues se practica mucho más la lectura
individual y en silencio.
Daniel Pennac en Como una novela nos dice que leerle a alguien
más es un verdadero acto de amor, el amor mismo. En las escuelas muy
pronto disminuyó la práctica de la lectura en voz alta, casi a la par de
la aparición de los libros de texto gratuito que crearon la posibilidad
de que cada lector tuviera el suyo; sin embargo, hoy pareciera ser una
costumbre más enfocada a los niños, como una práctica que al crecer
debieran olvidar para convertirse en lectores autónomos y solitarios.
No obstante, alguna vez sí estuvo prohibido leer en voz alta, al me-
nos en Cuba, pues en el siglo XIX Saturnino Martínez, tabacalero y
poeta, consciente de los altos índices de analfabetismo entre los jorna-
leros, impulsó a los “lectores públicos” quienes durante las largas jorna-
das de trabajo se encargaban de leer en voz alta mientras sus escuchas
enrollaban miles de cigarros de exportación mundial, esto ocasionó
que en 1866 esta práctica fuera prohibida por el gobernador de la isla.
Aunque los lectores siguieron clandestinamente leyendo.
Leer en voz alta es un arte, sin duda, quien lee para otros debe te-
ner, al menos, el gusto por hacerlo, entre otras técnicas que son útiles,
pero en ocasiones, basta con lo primero; y es que la lectura en voz alta
bien realizada seduce irremediablemente a los que escuchan, de cual-
quier edad, la voz permite un contacto más cercano, humano y da vida
a las palabras del libro, de eso estaría plenamente segura Jane Austen
quien creció con la costumbre familiar de leer en el hogar, lo que se-
guramente avivó su imaginación para obsequiarnos Orgullo y prejuicio
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y muchas otras de sus novelas. También estoy segura, porque lo he vi-
vido, que en muchas ocasiones leer en voz alta es la mejor forma de
contagiar el gusto por la lectura. Lo digo, por los muchos alumnos con
los que he leído en el salón de clases y por el escucha más exigente de
todos, mi hijo, que a los doce años pensé le había llegado el momento
de leer solo, pero hemos descubierto que no hay edad, ni momento, ni
lugar para dejar de hacerlo, porque en la voz del lector el libro cobra “un
sentido de unidad en el tiempo y una existencia en el espacio que pocas
veces posee en las manos caprichosas de un lector solitario” (Alberto
Manguel).
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Lectura 1 – 1 Futbol
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Los héroes de los libros
Es China, hace más de dos mil años, y el primer emperador Qin Shi
Huang, obsesionado por borrar toda la historia anterior a él, ordena
perseguir y eliminar a los intelectuales y los libros que recojan los sa-
beres ancestrales de esta legendaria región. En América, Fray Diego de
Landa convierte parte de nuestro pasado en cenizas con su “Auto de fe
de Maní” en 1562. Pero, afortunadamente, a éstas y muchas otras his-
torias villanescas se contraponen algunas más actuales donde salvar al
libro, ya sea del fuego, de la guerra o del mismo hombre, es la principal
misión; en tiempos de guerra el libro es uno de los refugios más anhe-
lados por una sociedad que vive entre dolor, miedo y hambre.
El bibliotecario de Tombuctú, Abdel Kader Haidara, en 2012, em-
prendió el rescate a través de viajes clandestinos en auto de 400,000
libros encuadernados en piel, algunos con más de 700 años de antigüe-
dad, que se veían amenazados ante la destrucción yihadista de sitios
históricos, culturales y universidades, su rescate fue una misión exitosa
que llevó a cabo con el apoyo de becas y fundaciones, pero principal-
mente con su arrojo y valentía sin igual para salvar libros.
En Darayya, Damasco, capital de Siria, un grupo de jóvenes insta-
ló una biblioteca secreta en un sótano sepultado bajo los escombros y
arriesgan sus vidas en busca de más libros entre los edificios bombar-
deados, así han logrado recopilar más de catorce mil; uno de sus lec-
tores, aun estando en una zona de inminente riesgo, acude diariamen-
te, es Amjad, un joven de 14 años que busca a sus autores favoritos, al
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poeta y dramaturgo Ahmed Shawqi y al autor sirio al-Tanawi. En busca
de sobrevivir y sobrellevar la guerra uno de sus usuarios confiesa: “De
alguna forma, la biblioteca me devolvió la vida. Así como el cuerpo
necesita comida, el alma necesita libros” y estos jóvenes héroes han sal-
vado, con libros, muchas almas.
Otra heroína es la joven madrileña Isabel Leguina a quien la gente
del campo de refugiados de Oinofyta, en Grecia, sorpresivamente le
pidió libros, así que decidió instalar una biblioteca con los títulos que
los niños y jóvenes piden para leer, como historias de viajes, de amor
y las famosas sagas de Harry Potter, aunque también solicitan diccio-
narios en inglés. Ella y una compañera han emprendido una campaña
para recibir donaciones y poder solventar la biblioteca que las ayudará
a darles la oportunidad de evadir una realidad que ellos no han elegido
vivir.
Historias de héroes reales como éstas, inspiran, y tal vez nosotros
no seamos héroes de los libros, sólo simples lectores, pero en estos
tiempos leerlos ¿no será una forma también de salvarlos y, al mismo
tiempo, salvarnos a nosotros mismos?
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Maestros lectores
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Miedo al lector
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En torno al enigmático encierro voluntario y la fuente de inspira-
ción de la poeta se han fraguado muchos mitos, sobresalen los de dos
amores no correspondidos o prohibidos, hacia un hombre casado o ha-
cia una mujer, ninguno comprobable e innecesarios, pues lo realmen-
te importante es que Emily a pesar de sus miedos y fobias creó entre
cuatro paredes una gran obra poética que trasciende épocas, fronteras
e idiomas y a la que hoy, paradójicamente, leen millones de lectores.
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Salas de lectura
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Booktubers: jóvenes lectores
En el siglo XIX tuvieron gran auge las lecturas en voz alta dentro de
los círculos literarios como formas de recomendar libros, tal como lo
hicieran Dickens, Austen y muchos otros. Hoy las nuevas plataformas
y herramientas digitales están revolucionando las formas y prácticas de
lectura.
Hasta hace pocos años aún permeaba la triste imagen del joven
como no lector. Hoy, los famosos booktubers están reformulando esa
idea, con sus miles de seguidores en sus canales y siendo el principal
atractivo en las ferias del libro.
La crítica en torno a si realmente promueven el libro y la lectura de
manera adecuada y eficaz no se ha hecho esperar, así como los válidos
cuestionamientos en cuanto a la calidad de lo que leen y recomiendan.
Lo que sí está claro es que no son los responsables de fomentar la
lectura de la larga lista de libros que los maestros quisiéramos se le-
yeran, pues no pretenden suplantar la labor de contagiar el gusto por
la lectura que corresponde a los padres de familia, en el hogar, y a los
docentes, en el aula.
Estos jóvenes encontraron en las redes sociales, especialmente en
YouTube, la forma de comentar sus libros favoritos e invitar de manera
fresca, dinámica y divertida a los demás jóvenes a leerlos. Lo que reco-
miendan son, en su mayoría, libros juveniles a los que tienen acceso o
conocen porque son bestsellers, lo cual no significa que no se interesen
por otros libros, incluso los clásicos, esos que los docentes nos empeci-
namos en que nuestros alumnos lean y muy pocos realmente lo hacen;
sin embargo, los booktubers en ocasiones lo han logrado.
Por lo anterior, más allá de la incredulidad por parte de las “voces de
autoridad” sobre ellos, debiéramos mejor convertirnos en sus aliados,
simplemente porque perseguimos un mismo propósito: que sus con-
géneres lean; ya muchos editores lo han entendido y se han acercado
80
para que recomienden sus libros a través de las múltiples posibilidades
virtuales que han inventado, las cuales van desde un Book Tag, Book
Haul, Wrap Up, Book Talk, Book Challenge o un Book Shelf Tour, has-
ta el famoso bookstagrammer. Todo un mundo de oportunidades que
inclusive la académica Gemma Lluch ha enfatizado recientemente al
afirmar la importancia de poner el foco en estos jóvenes que sí leen, y
mucho. Luego entonces, podemos en conjunto crear nuevas posibili-
dades y caminos hacia la lectura. Construir puentes sólidos en lugar de
muros para acercar a más jóvenes a la lectura.
81
Sólo lectores
83
El libro y su a-precio
85
La última página del año
En resumidas cuentas,
sólo nos va quedando el mañana
Nicanor Parra
Hoy se escribe la última página del 2017, cada uno tiene una histo-
ria diferente que contar, algunos pondrán punto final con una sonrisa
o con el corazón rebosando de dicha y amor, pero otros sienten una
esperanza o alivio al ponerle fin a un año lleno de nostalgia, miedo o
dolor. Millones de historias distintas y de corazones sincronizados que
contarán los últimos minutos de este año que agoniza para recibir con
ilusión y esperanza los albores del año nuevo.
Fin de año siempre es el momento de reflexión, de balance entre
lo bueno y lo malo, promesas y propósitos que a veces se extinguen
mucho más pronto de lo que amanece; que leer no sea uno de ellos,
que se convierta en un hábito para que deje de ser sólo una buena in-
tención de año nuevo, porque como decía Adolfo Bioy Casares el que
no lee “pierde irremisiblemente uno de los más gratos prodigios de este
mundo”; por eso en estas fechas abundan las listas de recomendacio-
nes de libros, los mejores del año, los más vendidos, etc. En lo personal
sólo a algunas personas les he regalado o prestado un libro y ha sido
porque realmente son especiales y porque es una forma de demostrar
que existe un vínculo de amistad. Tampoco tengo una lista de “mejores
libros”, pero este año hay dos que definitivamente marcaron mi visión
del mundo y de la vida: La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana
Alexiévich y Una librería en Berlín de Françoise Frenkel. Ambos abor-
dan los temas de la guerra, exilio, dolor y muerte, y definitivamente
después de leerlos sé que la vida y la libertad son hermosas, que quejar-
se como lo hacemos hoy por todo con la facilidad de oprimir un botón
86
únicamente sin actuar con compromiso y determinación, ética y con-
gruencia es sólo el reflejo de la banalidad de este mundo actual, muy
distinto al de las primeras décadas del siglo XX, tiempos de guerra, de
lucha y de humanidad. Quien no lee piensa que su realidad es única e
incomprensible, se aferra a ella sin entender que el otro también tiene
una historia que contar. Después de leerlos no volverán a pensar que las
mujeres somos cobardes o débiles, porque sin duda aún entre guerra y
muerte son la ternura y el amor los que terminan por salvarnos a todos.
En la última página de este año se quedarán historias que ya no tie-
nen continuación para convertirse en múltiples posibilidades de iniciar
un nuevo capítulo con el corazón esperanzado para que dejemos de ser
“un mundo con muchos humanos y poca humanidad”.
¡Feliz año y felices lecturas!
87
Feliz año, feliz vida
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Íntimo
Después de las caricias, los besos y los encuentros no hay nada más
íntimo entre dos personas que se atraen o se aman que las palabras.
Aquellas que se escriben en complicidad y se leen placenteramente.
En esta época digital estamos perdiendo la bella costumbre de es-
cribir cartas, aquellas que expresaban los más profundos sentimientos
de los enamorados y creaban esa intimidad que muchas veces las dis-
tancias o las barreras sociales imposibilitaban. Existen vastos ejemplos
de epístolas entre personajes famosos que han trascendido a lo largo
del tiempo. Como las Cartas a Clara de Juan Rulfo o las de Rosario
Castellanos a Ricardo Guerra, que dieron gran material argumentativo
para la película “Los adioses”.
También imperdibles son las cartas de Gertrudis Gómez de Ave-
llaneda a su amante Ignacio de Cepeda en una de las cuales dice: “... y
aquella carta de usted, que tenía en mi seno, me quemaba como una
ascua de fuego”. También destacan las de Simón Bolívar a Manueli-
to Saenz; todas ellas arropan amores íntimos públicos o clandestinos,
pero finalmente amores.
En el caso de Franz Kafka por un lado, fue develada su intimidad
a través de la publicación de la correspondencia que mantuvo con Fe-
lice Bauer y que Ricardio Pligia tiene a bien referir como el momento
en que “los amantes se encuentran en el texto que leen”, pero también
lo es a través de sus Diarios (1910-1923), textos que no tuvo nunca
la intención de publicar, como su novela inconclusa El proceso, la cual
publica póstumamente su entrañable amigo y editor Max Brod, a quien
Kafka antes de morir le habría pedido quemar todos sus escritos, segu-
ramente para que no fuera expuesta su faceta más íntima.
Los diarios también son una muestra de lo más íntimo del ser hu-
mano, escritos para no ser leídos, muchos terminaron en la hoguera o
en el olvido y otros en los ojos públicos de los lectores. De éstos últi-
90
mos las editoriales han hecho un gran negocio y por ellos conocemos
los más recónditos pensamientos de muchos escritores; tal es el caso
de los diarios de Alejandra Pizarnik, León Tolstói, Fernando Pessoa o
el de Virginia Woolf, páginas que develan una vida entre tormentos, su
afición a ciertos autores, libros y su pasión por la escritura que nos deja
ver que para ella “el amor es una ilusión, una historia que una construye
en su mente, consciente todo el tiempo de que no es verdad, y por eso
se pone cuidado en no destruir la ilusión”.
En cartas o diarios la intimidad se guardaba en la memoria escrita
y trascendió en el caso de estos escritores para perpetuarse, a diferen-
cia de nuestros pensamientos o mensajes más íntimos actuales que se
diluyen en la inmediatez y la fugacidad de las palabras.
91
La ciudad de los libros
93
La luz de los lectores
Pueden ser muchas las razones por las que alguien decide dedicar su
tiempo, esfuerzo, dinero, juventud y mucho más a la mediación de la
lectura, pero la mía es exactamente por lo que Claudio Magris expone
en su libro Alfabetos. Ensayos de literatura cuando nos dice, parafrasean-
do a Javier Marías y Juan Benet, que “hay una enorme sombra en la que
sólo la literatura y las artes en general penetran; seguramente, no para
iluminarla y esclarecerla, sino para percibir su inmensidad y su comple-
jidad al encender una pobre cerilla que al menos nos permite ver que
está ahí, esa zona, y no olvidarla”.
Hacer conscientes a los lectores de la existencia de esa zona es una
de las finalidades de la lectura, abrir paso a nuevas voces y otros mun-
dos tan distintos o parecidos al nuestro. No es por ello nada exagera-
da la metáfora de un libro como fuente de luz, o como las luciérnagas
lectoras que una vez mi amiga Pati y yo imaginamos como la imagen
perfecta para decir que, donde hay libros, mediadores y lectores siem-
pre hay luz. Esa llama palpitante que no se apaga, aunque parezca, es
la misma que nos mantiene en el camino de la mediación lectora. Los
jóvenes son nuestras luciérnagas y están mucho más dispuestos a la
lectura de lo que cualquiera pudiera imaginar, los libros y nosotros lo
único que hacemos es ayudarles a descubrir que llevan dentro mucha
más claridad que sombras. Y cuando un joven se convierte en lector esa
luz no se apagará nunca, aunque palpite.
Me ha tocado en estos días mudar mi Sala de Lectura de Kanasín a
la comisaría de San José Tzal y aunque claro que extrañaré a los lecto-
res que ya tenía ahí, he descubierto que en todos lados hay lectores en
potencia, jóvenes ávidos por descubrir y reconocerse en los libros; por
ello una vez más reafirmo que hace falta en este país el acceso al libro,
una difusión adecuada y mejor administración en cuanto a lo que se
publica y lo que realmente la gente quiere leer. Probablemente el día en
94
que deje de importar más si comprenden lo que leen los alumnos por
si les gusta, qué y cómo les gusta leer, los jóvenes, primordialmente,
dejarán de verla como algo obligatorio, aburrido y tedioso para mirarla
como múltiples ventanas y posibilidades, como luces que se encienden
para alumbrar penumbras, porque cuando eso sucede el lector adquie-
re su propia luz y se alumbrará por sí solo. Así es como lo hizo e imagi-
nó hace cinco siglos atrásla lectora voraz Sor Juana cuando expresó: “el
mundo iluminado y yo despierta”.
95
Leer en la oscuridad
97
La piel del libro
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Palabras de amigos
Sintiéndose solas e incomprendidas por el mundo es como vivieron
gran parte de su vida Emily Dickinson y Alejandra Pizarnik, aunque
jamás se conocieron por las distancias y el tiempo, sí surgió un diálogo
poético a través de sus obras, pues Pizarnik escribió un breve poema a
Dickinson con quien seguramente sintió una gran cercanía por el tono
expresivo y nostálgico de los cientos de poemas que escribió recluida,
por voluntad propia, en la soledad de su habitación y que resguardó
ahí hasta su muerte, descubiertos años después por su hermana quien
decidió mostrárselos a uno de sus pocos amigos, Thomas Higginson,
quien mantuvo correspondencia con Dickinson y la impulsó a seguir
escribiendo, a pesar de que en su momento no comprendió del todo el
uso de signos de puntuación que la autora, como un signo distintivo,
marca en su poesía, pero finalmente fue él quien también impulsó la
primera publicación de la obra completa y es gracias a él, uno de los
primeros en preocuparse por el fomento literario, que una gran autora
sea hoy de las más leídas y reconocidas por su genialidad.
Esta misma genialidad y la soledad que marcó la vida y obra de Dic-
kinson fueron seguramente lo que sedujo a Pizarnik para escribir en el
último verso del poema que le dedica: “ella piensa en la eternidad”.
La vida de Pizarnik estuvo rodeada de soledad y muerte, las crisis
depresivas que padecía fueron cada vez más constantes después de re-
gresar a Argentina, su país natal, llevándola a varios intentos de suici-
dio. Sus últimos años los pasó internada en un centro psiquiátrico, pero
en 1972, con tan sólo 36 años de edad, siete poemarios y una intensa
producción crítica y epistolar, decide quitarse la vida en su casa, en su
día de permiso, ingiriendo una sobredosis de barbitúricos. Meses antes
había escrito a su amigo Julio Cortázar contándole de sus intentos de
suicidio y el escritor le respondió en un tono fraternal intentando per-
suadirla de su genialidad poética: “El poder poético es tuyo, lo sabés, lo
sabemos todos los que te leemos”.
100
Las cartas entre amigos pueden ser una salvación, una esperanza
o, por lo menos, un rayo de luz en la obscuridad o en las tinieblas de la
mente y el corazón de alguien. Dickinson encontró en las palabras de
Higginson un aliento para seguir escribiendo, y Pizarnik tuvo momen-
tos felices gracias a las cartas de Cortázar. Dos mujeres envueltas por
la soledad y la tristeza, como muchas, como tantas. Escribir o dedicar
unas palabras debiera seguir siendo un gesto que afiance los lazos de
amistad, sin embargo, con los nuevos canales con los que contamos
hoy más inmediatos se escribe mucho, pero pocas veces con franco
sentimiento de amistad.
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Para toda la vida
103
Polvo en el aire
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El paraíso de las palabras
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La muerte no lee sola
La muerte que nos ronda sigilosa por estos días es sin lugar a dudas
uno de los temas universales de la literatura, sin embargo, estuvo ve-
lada por mucho tiempo en el campo de la literatura infantil y juvenil
(LIJ) como tópico principal. Afortunadamente ésta ha evolucionado
mucho para hacernos entender a los adultos que a los niños y jóvenes
los finales dulces y felices ya no les encajan del todo cuando miran y
comprenden la realidad que les rodea.
Les compartiré algunos títulos de libros que merecen mucho la
pena ser leídos a los niños aunque no son exclusivos para ellos, leer
sobre la muerte siempre es un paso difícil, tan difícil como aceptar que
existe.
Se armó la fiesta de muertos de Armando Vega-Gil con ilustraciones
de Carolina Kerlow es un libro álbum que a través de versos habla de
las tradiciones y costumbres mexicanas de estas fechas, donde el lec-
tor participa al interpretar las imágenes que acompañan el final de los
versos.
Soy la muerte de Elisabeth HellandLarsen y Marine Schneider
(Ilustrador) es un bello cuento ilustrado donde la muerte personifi-
cada por una joven mujer nos hace comprender de una forma poética
que la vida y ella siempre van de la mano: “Si me tienes miedo, o se lo
tienes a la vida, puedo susurrarte una cosa al oído…¡Amor! El amor
puede transformar la pena y el odio. El amor puede visitarte todos los
días. El amor no muere, aunque se encuentre conmigo.”
Para siempre de Camino García Calleja y Marco Recuero (Ilustra-
dor) es también un cuento donde la muerte es presentada como algo
inherente de la vida porque a veces las personas se van sin retorno,
“pero nunca se van del todo, porque aquello que nos han dado es nues-
tro para siempre”.
108
No pueden dejar de leer El pato y la muerte de Wolf Erlbruch un
libro para “mecerse entre las plumas de la muerte”, conmovedor y tras-
cendental, porque el mejor planteamiento que puede darse para conce-
birla es verla como el suave empuje para continuar un viaje.
Y para quienes aún nos duele la partida de los abuelos están Llora
corazón, pero no te rompas de Glenn Ringtved, donde la muerte cansa-
da y vieja visita la casa de unos astutos niños que descubren que aun
invitándola a un café irremediablemente deberá cumplir su cometido.
Y ¿Dónde está el abuelo? de Mar Cortina, para entender que se los lleva
el viento, pero permanecen a diario en nuestros recuerdos.
La muerte como protagonista ha entrado a los terrenos de los li-
bros para niños y jóvenes para no leer sola, para que en compañía estos
libros sean leídos por padres, maestros, adultos que cobijen con pala-
bras el alma de nuestros lectores más jóvenes.
109
TODOS LOS CAMINOS NOS
LLEVAN A LA LECTURA
Alberto Manguel
Mil y un caminos para
acercarse a la lectura
113
ne que ser individual y en silencio, se disfruta también, como Borges,
la lectura en voz alta; hoy en día los audiolibros son una buena opción
para las personas que tienen dificultades para ver o para los niños que
aún no saben leer y cuyos padres no son muy buenos leyendo en voz
alta o no tienen tiempo para narrarles historias.
No obstante, cada uno de los lectores tiene una propia historia de
cómo fueron sus primeros acercamientos a la lectura, lo curioso es que
casi todos coinciden en que fue en la niñez cuando descubrieron ese
halo mágico que atrapa a los lectores, ya sea por medio de la mal deno-
minada “literatura light”, o de cómics e historietas y, algunos otros, que
tuvieron la fortuna de contar con libros de obras maestras de la litera-
tura universal como el caso del escritor mexicano Francisco Hinojosa,
quien en una entrevista declaró que se inició en la lectura con “La me-
tamorfosis” y “El castillo” de Franz Kafka, “La divina comedia” de Dan-
te Alighieri y “Crimen y Castigo” de Dostoievski, y tan sólo tenía die-
ciséis años; hoy nos fascinaría que los jóvenes de esa edad estuvieran
interesados y se formaran como lectores con alguno de estos títulos.
Similar a Hinojosa es el caso de Óscar de la Borbolla quien comen-
taba que sus primeras lecturas no fueron de literatura infantil, pues a
los siete u ocho años llegó a sus manos un libro de Antonio Plaza “un
poeta maldito mexicano”, como él mismo le llama, y de esa lectura le
fueron interesando otros poetas como José de Espronceda y Ramón
de Campoamor.
Cada experiencia de lectura es única e irrepetible, cada lector se
ha iniciado de muy variadas e, incluso, curiosas anécdotas, lo que hay
que hacer es perder el miedo o romper con el estereotipo de que los
libros y la lectura son aburridos, cambiar esta perspectiva es difícil, más
no imposible, todos, sin importar edades, condición socioeconómica,
ni mucho menos física, podemos disfrutar de la lectura. Alberto Man-
guel, uno de los lectores en voz alta de Jorge Luis Borges decía: “Cada
libro era un mundo en sí mismo, donde yo me refugiaba” y así como
él, en vez de refugiarnos en otros lados (casi siempre en la televisión)
mejor formemos parte de los que se refugian en la lectura.
115
la manera en que un sector que se considera ilustrado y culto se aleja
por completo de la sociedad y se erige como el evaluador de lo que la
gente común, los simples mortales, debieran leer. Quizá tendríamos
que dejar de hacerles tanto caso (de hecho, por lo general el público
no les hace ninguno) para aceptar sin remordimientos ni culpas que la
gente lea lo que le dé la gana”.
Y es así como muchas veces nos encontramos con un autor al que
sabemos nos confortan sus palabras, nos agradan y nos motivan a se-
guir leyendo, en el caso de Xavier Rodríguez además nos demuestra
que no sólo el libro, sino el mismo fomento a la lectura se convierte en
un refugio ideal para los que no sólo nos conformamos con leer, sino
motivar a otros a hacerlo.
De esta misma forma, precisamente de los que encuentran un re-
fugio en promover la lectura, y que son además un ejemplo a seguir,
está el colectivo “Palabras de Arena”, Premio Nacional de Fomento a la
Lectura 2010 por el proyecto “Fomento a la lectura en contextos vio-
lentos” y nominado al premio Astrid Lindgreen de literatura infantil
y juvenil, otorgado por el gobierno de Suecia. Un colectivo que se ha
dedicado a promover la cultura “entre balas y muertos” en la belicosa
Tijuana, ahí donde reinan la violencia, el miedo y la corrupción, en ese
entorno este grupo ofrece un refugio a través de la lectura y la cultura
en general para los que viven en ese ambiente de desolación y angustia;
por eso es un buen ejemplo de que la literatura (y específicamente el
arte en general) es el lugar al cual recurrir en situaciones como éstas
y muchas otras, un espacio de encuentro para lo que parece perdido;
pero más gratificante y admirable aún es los que en medio del terror y
la violencia pierden el miedo y llevan a las colonias marginadas estos
espacios, como las salas de lectura para niños y jóvenes, brindándoles
ese lugar para refugiarse del dolor que ni los medios de comunicación
ni los de entretenimiento les brindan, por miedo.
Mientras tanto aquí, en nuestra vida rutinaria, a veces injusta y lle-
na de desilusiones, seguiremos algunos refugiándonos en los libros y
en su infinita compañía, y otros, además, seguiremos buscando el re-
fugio ideal a nuestra soledad y nuestra impotencia en motivar a otros a
buscarse y encontrarse en un libro, porque sabemos bien que “gracias
116
a los libros podemos transformar nuestras existencias rutinarias y me-
diocres en vidas infinitas y plenas de aventuras” (Xavier Rodríguez) y
eso, nadie nos los quita.
117
Libros: acceso restringuido
121
Banalización de la
lectura y la literatura
Las redes sociales hoy en día tienden a banalizar casi todo, incluso lo
más sublime como el arte, pretenden reducirlo inconmensurablemen-
te a una simple frase, imagen, micro video o, peor aún, a una simple
moda, tendencia o trending topic.
La literatura, por supuesto no es la excepción, incluso podría decir
que es de lo más difundido y banalizado en estos espacios, se saca de
contexto a las palabras para convertirlas en frases y darles otro sentido
que podría ser o no inspirador, motivador o incluso catártico, pero re-
petido y compartido una y mil veces se vuelve prácticamente banal. Al-
gunos hablan de una forma de hacer que las personas se acerquen a las
obras de esos escritores multicitados y compartidos en redes sociales,
podría ser que un uno por ciento de todos los que las leen y comparten
lo hagan, sin embargo, no creo que esa sea su finalidad; incluso pasa, o
me ha pasado a mí, que de ser una lectora empedernida de Benedetti,
comienza a perder su valor y mi interés cuando leo unas cuantas frases
que se comparten al infinito en Facebook y otras redes sociales, porque
su obra va más allá de sólo esas cuantas palabras e incluso algunas fuera
del sentido global que tienen en el poema de donde se sustraen.
Lo preocupante es el hecho de no darle el valor que tiene al arte, sin
duda también se comparten videos y otros recursos muy interesantes
para difundir y promocionarlo; acabo hace poco de compartir en mi
muro de Facebook el de una pequeña violinista, Masha Marshon, de 11
años de edad, con la Orquesta Filarmónica de Israel interpretando su-
blimemente “Meditación de Thaïs” de Jules Massenet, y entonces ahí
el arte tiene vida, tiene sentido porque no está fragmentado, ni tampo-
co importa cuántas veces se comparta, cuantos likes o reproducciones
tenga, la pieza musical por sí sola ha trascendido a lo largo de los años
y sigue siendo una exquisitez escucharla, incluso encontrada en el face.
122
Pero regresando a la literatura, muchas veces se olvida que “no tie-
ne deberes de coherencia ideológica, no tiene que proponer mensaje
ni enunciar sistemas filosóficos y morales; puede y debe representar la
contradictoria experiencia del todo y la nada de la vida, de su valor y de
su absurdidad”, como afirma Claudio Magris, por eso reducir la obra
literaria a unas simples palabras para intentar explicar o darle sentido
a la existencia es, para mí, perder el valor que tiene la literatura en su
capacidad global de hacernos sentir lo mismo que mirar una pintura
o una representación teatral o cualquier otra manifestación artística,
no sería lo mismo si sólo pudiéramos mirar una parte de un cuadro o
escuchar seis notas musicales de una pieza musical, fragmentar no sig-
nifica que sea del todo equivocado, pero sí cuando damos la impresión
de que es el todo y que con eso basta. Por supuesto el tema es mucho
más sustancial y debatible, desde diferentes enfoques, sin embargo, el
peligro que involucra no crear la conciencia de que la literatura va más
allá de esas simples frases es un compromiso del escritor, del crítico
literario, del promotor de lectura, del lector en general, en especial para
dirigirse a los nativos digitales a quienes sus experiencias de lectura es-
tán o estarán más nutridas en espacios y plataformas virtuales que en
libros en físico, lo cual, tampoco es malo, sólo que debemos mostrarles
que no es el único camino.
Somos al fin y al cabo, la comunidad literaria los que debemos con-
trarrestar esta banalización de la lectura y la literatura, no en una franca
confrontación con el otro ni con las redes sociales que incluso usamos
y donde también hemos encontrado recursos interesantes que sirven
para el mismo fin, la idea es buscar las formas de difundir o incluso,
aclarar lo erróneo que puede estar circulando por las redes sociales. He
visto y he leído también poemas, cuentos o artículos completos que se
comparten en twitter o facebook y, aunque esos pocos los leen, regresa-
mos a la idea de que la literatura no se mide por el número de likes sino
porque aun teniendo un solo lector, a éste le transmitió algo, la calidad
no se mide cuantitativamente jamás en el arte. La literatura, por mu-
cho que se difunda, no está para salvar vidas, ni para mejorar la salud
ni mucho menos para hacer mejores personas, la literatura y los libros
tampoco es cierto que curen heridas ni tampoco que llenen el vacío de
123
la soledad, en realidad son un placebo, pero no la cura; la soledad solo
se acaba con compañía humana, y los libros sólo nos regalan la opor-
tunidad de superar esa espera, el mejor ejemplo son todos los escrito-
res como Kafka, Borges, Flaubert, Virginia Woolf y podría continuar
una inmensa lista, para quienes la ausencia de alguien o la carencia de
algo en sus vidas los hizo leer y escribir para tratar de encontrarse, y
ninguno lo logró, pero nos dejaron obras literarias de gran calidad que
hoy leemos y disfrutamos infinitamente; pero esta visión errada de los
libros como suplementos de todas las carencias y los males no ayuda
en nada, porque una vez más se banaliza y se desacredita. La literatura
como bien dice Magris, no tiene por qué tener un fin, aunque parezca
lo contrario.
Menciono para finalizar un caso en especial, porque creo que hay
que poner cada cosa en su justo lugar. El pasado domingo 31 de julio
el programa Sin filtro, del Canal Foro TV (programa conducido por ex
líderes estudiantiles del movimiento Yo soy 132), estuvo dedicado al
tema “Libros y nuevos críticos de lectura” y como invitados estuvieron
los booktubers Mariana Esquivel (Vikinga Lectora), Alejandra Lozano
y Luis Altamirano (Lewis Rimá), además del fundador de la platafor-
ma Novelistik (Lee, Escribe, Comparte) Alberto Lujambio, el diálogo
en torno a la lectura, la literatura y lo “poco” que se lee en México a
pesar de ser uno de los países con mayor producción editorial, resultó
en una serie de comentarios y opiniones de un cierto sector econó-
micamente privilegiado de la sociedad, que tiene el poder adquisitivo
para comprar libros y comentarlos y distribuirlos a través de YouTube
y Redes Sociales, por supuesto no se esperaba otra cosa, por ejemplo
que hablaran de los miles de ciudadanos que no tienen acceso ni a li-
bros ni a internet y cómo hacer para que realmente, según ellos, seamos
un país de lectores. Lo preocupante para mí fue en realidad, que se les
llamara “nuevos críticos de lectura” porque si bien comparto la idea
de que los booktubersy las plataformas nuevas como Beek muchas otras
que están siendo creadas por jóvenes lectores, ayudan a promocionar
y contagiar la lectura entre sus pares, no se puede afirmar que son los
nuevos críticos de lectura, aunque peligrosamente las editoriales les es-
tán dando este papel últimamente, pues la mayoría de los libros que co-
124
mentan les son enviados por las grandes editoriales que los ven como
sus anunciantes y que además se está volviendo en un trabajo bastante
redituable para ambos. Por eso el peligro de dejar que se banalice la
lectura y la literatura es un problema real, actual, hay que dejar en claro
que existe la profesionalización del crítico literario, pero por supuesto
también hace falta que ellos mismos salgan a decir “aquí estamos” y
éste es nuestro trabajo. Sin duda no se trata de desmeritar la labor de
los jóvenes que están tal vez haciendo el trabajo de los profesionales
y docentes que no hicieron por mucho tiempo, formar lectores, pero
tampoco ahora que han tomado las riendas debemos hacernos a un
lado y dejar crecer la idea de que la crítica literaria se circunscribe a
ellos, para hacerla se necesita mucho más que haber leído un libro, wi-fi
y una webcam.
Ahora sí cierro citando una idea de Claudio Magris en su libro “Al-
fabetos. Ensayos de Literatura” (un gran libro que por cierto demues-
tra muy bien el trabajo del crítico literario): “Hay una enorme zona
de sombra —ha escrito Javier Marías— en la que sólo la literatura y
las artes en general penetran; seguramente, como dijo mi maestro Juan
Benet, no para iluminarla y esclarecerla, sino para percibir su inmensi-
dad y su complejidad al encender una pobre cerilla que al menos nos
permite ver que está ahí, esa zona, y no olvidarla”; podemos y debemos
ser y demostrar cómo encender la cerilla, porque creo que muchos aun
leyendo permanecen en la total oscuridad.
125
Desfetichización de la lectura
128
Motivación a la lectura
desde las aulas
129
a los alumnos hacia la literatura y hacia la lectura placentera, y es que
siendo realistas muchos maestros ni siquiera leen, y mucho menos sa-
ben qué es leer por placer; pero decíamos que hay otros involucrados,
como los padres de familia, los bibliotecarios, los vendedores en las
librerías, los estudiantes de literatura, los promotores culturales, los
editores y también los propios escritores. No obstante, en esta ocasión
quisiera enfocarme en el papel del maestro como principal iniciador y
motivador a la lectura.
El maestro de preescolar y de primaria tiene, entre sus muchas ac-
tividades, la ardua tarea de iniciar a los niños en el conocimiento de
las primeras letras, pero aún antes de eso, los involucra en el mundo
de la narración a través de los cuentos que en el salón de clase relata,
y es a través de esas narraciones como los niños tienen sus primeros
acercamientos al mundo literario. Posteriormente el niño adquiere la
capacidad de leer por su cuenta y es ahí donde el docente juega un pa-
pel muy importante como mediador entre el niño y la lectura, porque
mucho depende de los libros y las lecturas que el maestro proporcione
a sus alumnos y del acervo con que éste cuente en su biblioteca en el
aula, pero también el tiempo que le dedique a la lectura en el salón, el
entusiasmo con que él lea y les contagie ese gusto por la lectura. Mu-
chos son los factores que influyen, pero no cabe duda que esta etapa es
crucial para la iniciación a la lectura porque de alguna u otra manera
marca una gran diferencia entre el gusto o el rechazo por ella.
Posteriormente en la secundaria el papel de motivador de la lectura
se le delega, por lo general, única y exclusivamente al maestro de Espa-
ñol y en el bachillerato a los de Literatura, como si la lectura fuera una
actividad exclusiva de estas dos asignaturas y como si no beneficiara
la capacidad cognitiva del alumno en todos los niveles. Sin embargo,
dejando a un lado la apatía y falta de interés de docentes de otras áreas
mejor centrémonos en la del propio profesor de Literatura o Español,
porque en muchas ocasiones el verdadero problema reside en ellos y no
tanto en los alumnos; una posición cómoda o justificadora es decir “los
alumnos no leen, son flojos y con la tecnología de hoy en día es mucho
más difícil que lean, son un caso perdido”, hasta llegan afirmar algunos
profesores, lo anterior es una forma de negar no sólo la capacidad de
130
los alumnos, sino la del mismo profesor para incentivar y motivar al
alumno a la lectura. Es verdad que no todos terminarán siendo asiduos
lectores, pero si no se hace ni siquiera el intento y se parte de ideas o
creencias pesimistas, el resultado por lo tanto, no puede ser otro.
Regresando al papel del profesor de literatura notamos que muy
pocos de ellos se preocupan por actualizar sus lecturas, conocer más
y adentrarse aún más en el vasto mundo literario, porque las lecturas
son infinitas, no se trata de que lo sepa todo, pero tampoco que sólo
conozca lo básico y de a leer únicamente lo que él conoce (que por lo
general son sólo algunos de los textos clásicos) negando el otro univer-
so de posibilidades que existen. Hoy en día con las Reformas en boga
en la educación en todos los niveles, entre otras muchas características,
un maestro competente debe “incorporar nuevos conocimientos y ex-
periencias al acervo con el que cuenta y traducirlos en estrategias de
enseñanza y de aprendizaje”. En el área de literatura Rosenblatt afirma
que “el docente realmente interesado en ayudar a sus alumnos a desa-
rrollar un sentido vital de la literatura no puede, entonces, manejar fijos
los ojos sólo en los materiales literarios que está tratando de ofrecerles”
porque la personalidad de los alumnos es diversa, también sus gustos,
motivaciones, aspiraciones y horizonte de expectativas; en especial
para el lector adolescente, el deseo de comprenderse a sí mismo y de
aprender sobre la gente, brinda una importante vía hacia la literatura,
afirma Rosenblatt.
Por muchos años la enseñanza de la literatura estuvo limitada úni-
camente a la memorización de listas interminables de autores y obras
representativas, así como de corrientes literarias y demás conceptos
que no llevaban a nada más que al aborrecimiento de la disciplina li-
teraria, porque muy pocas veces se tenía el acercamiento con el texto,
por ello en las últimas décadas se ha llegado a la conclusión en materia
de didáctica de la literatura que “todo el conocimiento que tenga el
estudiante sobre historia de la literatura, sobre autores, épocas, perio-
dos y tipos literarios, será una carga inútil si no se lo ha llevado pri-
mordialmente a buscar en la literatura una experiencia personal vital”.
De ahí los nuevos enfoques basados en la teoría de la Recepción que
se han trasladado hasta las sesiones literarias donde se presta mayor
131
importancia al lector y no tanto al acumulamiento de información so-
bre el texto y el autor, este cambio de paradigma sin embargo, es poco
conocido en México, mientras que en España los estudios en torno a
didáctica de la literatura tienen un auge y prestigio muy elevado. De ahí
que todavía tengamos en las aulas al profesor de literatura que satura
a sus alumnos con información y datos sin acercarlos al texto en sí y a
la activación del intertexto lector, a decir de Antonio Mendoza Fillola,
que debe ser la finalidad de la lectura.
Para lograr esa empatía entre texto-alumno el profesor debe elegir
textos adecuados y amenos para cumplir ese objetivo, por lo menos en
los inicios, porque comenzar con una lectura de los clásicos, pienso
que no sería la mejor opción si lo que se pretende es buscar lectores; se-
guramente más adelante, una vez enganchado al alumno-lector enton-
ces los textos canónicos entrarán al aula con una mejor facilidad, pues
muchas veces, como afirma Teresa Colomer, los profesores “culpabi-
lizados y perplejos, coinciden en identificar la nueva situación (de la
lectura) con una especia de barbarie en la que sus alumnos, sumergidos
en las nuevas formas de cultura, se mantienen indiferentes al mensaje
estético de la literatura canónica”.
La posición del docente de literatura a la hora de elegir que texto sí
y cuál no, de ninguna manera es una tarea fácil, porque no sólo implica
el conocimiento del mismo sobre los textos, sino que “esta necesidad
de seleccionar de la literatura en su conjunto aquellas obras a las que
se mostrarán más receptivos determinados alumnos, implica un cono-
cimiento no sólo de la literatura sino de los estudiantes” (Rosenblett)
Definitivamente el papel del profesor de literatura no es nada sen-
cillo ni cómodo como muchos piensan, porque se desprestigia y mini-
miza la labor de éste, incluso en muchas ocasiones, más de las que pen-
samos, la preparación profesional del profesor de literatura suele tener
poca relación con las condiciones reales en el salón de clase, o peor aún,
poca relación con el área de las letras; esto sucede por lo general como
en el caso de Yucatán donde sólo hasta hace algunos años comenzaron
a egresar alumnos de las licenciaturas en literatura o carreras afines, que
si bien no necesariamente tienen una preparación pedagógica, sí tienen
los conocimientos necesarios de la importancia de la lectura y la apre-
132
ciación del texto literario. De ahí que tengamos a abogados, médicos,
economistas, etc., como docentes de la materia, costumbre que no es
del todo disparatada si pensamos que deviene de siglos atrás cuando la
mayoría de los escritores o eran abogados o médicos por ser las únicas
carreras que se podían cursar y que tampoco significa que sean malos
maestros, pero la diferencia la hace, en definitiva la actitud del profesor
y su propia motivación.
Para finalizar quisiera enfatizar que el éxito o fracaso del fomento
a la lectura no recae en una sola persona, institución, programa, libro
o autor, sino que son varios factores los que se involucran y tampo-
co creo que existen fracasos, simplemente hay ideas o propuestas que
funcionan en determinados contextos y en otros no y lo que hay que
hacer es buscar otros caminos o vías pero el fin que se persigue es el
mismo, lo importante es hacer algo por muy ambicioso o pequeño que
parezca, para atrapar lectores desde el salón de clases. No se trata tam-
poco de satanizar o idealizar la figura del docente de literatura, pero sí
estar conscientes que tiene que darse el cambio en cuanto a didáctica
de la literatura se refiere, las ideas, propuestas, teorías están ahí, hay
que acercarse a ellas y llevarlas a las aulas, seguramente los resultados
serán alentadores para maestros y alumnos porque la lectura la definió
perfectamente Mariana Bernárdez cuando dijo que hay que: “Leer para
bailar con el pensamiento, leer para lograr horizonte en el alma, para vi-
vir a tiempo en el tiempo, leer para escribirnos, para no mentir sobre lo
que se mira, leer para transparentar el ánima y ser más libres, y siendo
libres ser más verdaderos”.
133
El fomento a la lectura:
predicar con el ejemplo
134
real. Tal vez se podría afirmar en jóvenes que tienen todos los recursos
para ir a una librería y comprar uno o varios libros, o que incluso, tie-
nen una gran cantidad en casa y aun así no leen, pero en este caso no,
son jóvenes de un nivel socioeconómico que no les permite darse ese
“lujo”, aunque yo le diría esa “necesidad”.
Leer nos enriquece culturalmente, entro otras muchas bondades
que nos ofrece la lectura y que pocos conocen. Pues bien, los que las
conocen tienen una misión, y no sólo para los que se dedican a la do-
cencia, sino también para padres de familia, tíos, amigos, etc., la misión
es contagiar el gusto por la lectura, como menciona Emmanuel Alvara-
do en su ensayo titulado “La importancia del lenguaje en el fomento a
la lectura”: “Siempre será mejor que los nuevos lectores se den cuenta
de lo felices que nos hacen los libros a través de nuestro entusiasmo, de
nuestras sonrisas y de la pasión que le imprimimos al comentarlos…
Pero no como diciendo: - Yo sí lo entiendo, yo sí soy capaz de com-
prender algo que tú difícilmente lograrías.”
Esta cita me recuerda mucho a algunos ex compañeros de escuela
que hoy en día ya se creen los grandes escritores que la historia de la
literatura yucateca estaba esperando, y que se vanaglorian de los libros
publicados a su corta edad, pero seguramente nunca han hecho el tra-
bajo de fomentar la lectura, de “contagiar el hábito”, de acercarse a los
simples mortales lectores que podrían potencialmente leer su obra;
para ellos esto no es importante, no les interesa quiénes y cuántos leen
sus libros, entonces, sinceramente creo que éstos son un fracaso, un
libro sin lectores (sin contar claro a sus parientes, admiradores y ami-
guísimos íntimos que fomentan su egocentrismo) es un severo daño a
la naturaleza y una contribución al calentamiento global.
Ahora, por otro lado, recuerdo a muchos maestros que dedican su
trayectoria docente a fomentar y contagiar el hábito de la lectura, profe-
sores que nunca publicaron ni escribieron un libro, que nadie conoce,
pero que en el trayecto de su carrera lograron contagiar a sus alumnos.
Por mencionar un ejemplo tenemos el caso del poeta Carlos Pellicer
que dedicó gran parte de su vida a la docencia y se dice que, junto
con otro escritor, Daniel Cosío Villegas, iban los sábados y domingos
a “evangelizar” en materia de letras a los vecinos de una vecindad de
135
Peralvillo. Personalmente puedo recordar a dos o tres maestros, segu-
ramente todos tuvimos por lo menos uno, que inculcaron en mí ese
hábito, mismo que trato todos los días de transmitir en mis alumnos, y
no es tarea fácil, mucho menos con todo el desarrollo tecnológico que
hay hoy en día. Pero como dicen por ahí: “no hay peor lucha que la que
no se hace”, así que a todos los lectores: “a contagiar con el ejemplo”.
136
El otoño de la lectura en México
143
para vivir las historias (románticas) que soñaban o simplemente por
la extrañeza con la que nace la mujer predispuesta a los libros, como lo
retratan a la perfección el personaje Josephine en Mujercitas de Louisa
May Alcott o Anne, la protagonista de Persuasión de Jane Austen. Pero
en la realidad y en carne propia lo vivieron Clorinda Matto de Turner
y Gertrudis Gómez de Avellaneda, quienes son sólo una pequeña re-
ferencia de las mujeres latinoamericanas que en el siglo XIX se enfren-
taron con la cruel y punzante opinión masculina con respecto no sólo
a sus obras, sino a su apariencia física (señalando su poca feminidad)
y su extraña afición por la lectura y la escritura que siempre calificaron
como menor o puramente sentimental, haciendo con ello eco de las
palabras de Schopenhauer quien decía que los hombres tienen ideales,
las mujeres sólo ilusiones. Sin duda alguna los mismos libros han deja-
do una huella imborrable de que el filósofo se equivocaba.
144
El extraño síntoma
de la mujer lectora (II)
145
Luisa “la china Mendoza”; por mi parte, leo porque entre las páginas
encuentro las vidas ajenas que hubiera querido tener y porque los li-
bros son mi refugio favorito en algún momento del día. Por eso pienso
que en la actualidad las mujeres lectoras no somos nada peligrosas; son
peligrosos los hombres y las mujeres que leen y con eso asumen que
ya son una autoridad intelectual para desdeñar o menospreciar a los
demás, porque entonces con ello muestran que el peligro de leer no
está en ser hombre o mujer, sino en utilizar la lectura como una bomba
de soberbia y de irracionalidad sobre el que siendo o no lector es, sim-
plemente, humano. El mito de la mujer lectora, pensante y con ideas
propias como sinónimo de rebelde o peligrosa sin duda ya no tiene
cabida en este mundo actual.
146
Hombres necios, Sor Juana ilustre
148
Simone de Beauvoir:
un viaje de placer
149
cionalismos de la época, ya que acordaron que su amor sería absoluto,
de manera que su mayor valor fuese la libertad, incluso sexual, por lo
que no deben extrañar las relaciones que ambos mantuvieran con otras
personas. Invitada como profesora, en 1947 Simone de Beauvoir llegó
a Nueva York y en Chicago conoció al escritor norteamericano Nel-
son Algren con quien sostuvo un romance que desemboca en una larga
correspondencia por parte de ella, con más de 304 cartas, publicadas
posteriormente en 1999, bajo el título de Cartas a Nelson Algren. Sus
páginas aluden a un viaje que emprendieron a lo largo de México y
Centroamérica y cuyas impresiones quedarán plasmadas en su novela
Los mandarines, por la cual obtuvo el premio Goncourt. A principios
de mayo de 1948 la pareja comienza su viaje por varios lugares de Es-
tados Unidos hasta que abordan un avión de Nueva Orleáns que los
lleva directamente a Mérida. En una carta dirigida a Sartre narra sus
impresiones de este lugar y comenta que: “le gusta que Mérida no acu-
se influjo estadounidense. Le gustan los flamboyanes, las nubes sun-
tuosas, la frescura de las palmeras y la brevedad de las lluvias. Dan un
largo paseo en calesa y asisten a una pelea de box, afición de Algren”.
Se dice que también visitaron Uxmal y Chichén Itzá, cuyos templos
y pirámides les asombran. Parten a Guatemala y regresan a la Ciudad
de México, donde visitan otros estados. En una de las cartas donde na-
rra sus experiencias de este viaje, comenta a Sartre: “Esperaba poco de
México, pero es mejor de lo que imaginaba”. Este viaje de Simone de
Beauvoir a México, además de placentero, como ella misma expresa en
sus cartas, sirvió de inspiración para su novela Los mandarines, a pesar
del enojo de Algren al verse reflejado en el personaje de Lewis Brogan,
pero también para darse cuenta de que no podía dejar de regresar ine-
vitablemente a los brazos de Sartre. La pareja vuelve a reencontrarse y
separarse en diferentes ocasiones. En 1949 ella publica el libro que más
repercusión ha tenido, en especial para el feminismo, El segundo sexo.
Afortunadamente la visita de la escritora a Yucatán quedó registrada
no sólo en las cartas y las novelas inspiradas en esta tórrida relación y
este viaje placentero, sino también en el diario de viaje que redactaran
juntos y que hoy en día se encuentra en la Universidad Estatal de Ohio.
Y si bien sólo visitó Simone de Beauvoir Yucatán en un viaje de ver-
150
dadero placer, la huella que han dejado sus letras y su imagen misma,
siguen vigentes y sigue siendo tan revitalizante para las mujeres yuca-
tecas lectoras de hoy en día, como quizás lo fue años antes el Congreso
Feminista al que convocó Alvarado.
151
La tropilla lectora
de Guadalupe Loaeza
152
todo público; de hecho pienso que si los hombres leyeran más libros
escritos por mujeres seguramente nos comprenderían mejor.
Curiosamente entre el público numeroso que asistió a la presenta-
ción hubo hombres y mujeres interesados y atraídos por igual por esta
gran escritora, que escribe tal y como conversa, con fluidez, seguridad
y convicción, pero sobre todo con un sentido del humor inigualable,
aunado a su sencillez y amabilidad que pocos escritores tienen para
con sus lectores, o como yo les llamo en esta ocasión, para su tropilla
lectora, sus fervientes seguidores, que leemos y esperamos cada libro
que su brillante ingenio nos regala, es pues ella la yegua, la fina, la des-
bocada y las que vendrán todavía como parte de la saga, a la que segui-
mos sus fervientes lectores.
153
La radiografía de Marie Curie
¿Qué será del futuro sin los diarios y las cartas?, dónde encontraremos
pequeñas esencias de un ser querido cuando éste se haya ido. “Cuan-
do morimos nos llevamos un pedazo del mundo” dice Rosa Montero
en su libro La ridícula idea de no volver a verte, pero también en él nos
demuestra que gracias a esos textos, en peligro de extinción, se puede
dejar una huella para guardar en la memoria y en el corazón.
El dolor que provoca la muerte intempestiva, o prolongada y dolo-
rosa “es inefable, nos deja sordos y mudos”, y la autora ha querido ex-
presarlo dedicando estas páginas a Marie Curie a modo de radiografía
y de consuelo.
Marie pierde a su esposo en 1906 al ser atropellado por un carruaje
y el marido de Rosa Montero fallece en 2009; así, ciento tres años de
distancia unen a dos mujeres con un mismo dolor compartido: la pér-
dida del ser amado, por eso la autora retomando cartas, diarios y libros
escritos sobre Marie, resalta lo extraordinaria que fue para la ciencia y
la humanidad, pues entre fragmentos y fotografías se aprecia a quien
amó intensamente a su marido, hijas y hogar, a la vez que a la ciencia y
su profesión, rompiendo paradigmas y soportando el escrutinio cruel y
las prohibiciones propias de la sociedad de su época.
Curie decidió dejar Polonia donde estaba prohibido, para las mu-
jeres, estudiar en la Universidad y logra ingresar a la Sorbona de París,
con una beca. Fue la primera mujer en dar clases en esa misma Univer-
sidad y es la única que ha ganado dos veces el Premio Nobel: el de Físi-
ca en 1903 y el de Química en 1911. El primero fue compartido con su
esposo y fiel compañero quien le da abiertamente el crédito en el dis-
curso de entrega del galardón, sin embargo, en el segundo, tras haber
fallecido su esposo, está envuelta en un escándalo mediático amoroso
con el también científico, pero casado, Paul Langevin, lo que propicia
una sutil invitación de la Academia a no asistir, pese a eso es ella misma
154
quien lee en la ceremonia su propio discurso titulado “La belleza de la
ciencia”.
Desgastado su cuerpo y ánimo, expuestos por años a la radiación
y la depresión, la mirada triste de Curie se apaga en 1934, dejándole
a este mundo un legado científico fundamental, dando un ejemplo de
vida y valor para las mujeres y obsequiándonos las palabras personales
que alguna vez plasmó, en algún rincón de su laboratorio o de su casa,
para soportar el dolor y sentirse menos sola, sin dejar jamás a un lado
su labor de madre, científica y de mujer que amó profundamente y ex-
trañó como nadie al hombre de su vida.
155
Mujeres a la orilla de la página
157
Constelación de diosas
159
Niñas rebeldes
161
Mujeres en la guerra
y en los libros
162
huida está aunado al de otras almas que no tuvieron su misma suerte,
pues logra, después de años de persecución y cárcel, cruzar la frontera
y encontrar en Ginebra su libertad. Es pues la historia de una mujer
valiente que nunca deja de mostrarnos, a pesar de las adversidades por
las que atraviesa, una fe en la humanidad y ejemplos auténticos de soli-
daridad, de esos que sólo en situaciones trágicas y cruentas suelen apa-
recer, indescriptiblemente, en las almas humanas.
Ambos libros tienen en común mostrarnos la mirada de madres,
hijas, esposas, amigas, mujeres al fin, que sufrieron y sintieron en carne
y hueso la desolación de los estragos de un combate que deja huellas
imborrables y que en estas páginas destilan dolor y muerte, pero a la
vez amor y esperanza de mujeres únicas, valientes y tiernas que, aún sin
rostro, son las verdaderas protagonistas de la guerra.
163
Elena Arizmendi:
la amante y la líder
164
trayectoria como actor importante de la Revolución Mexicana, pero
sobre todo, como rector de la Universidad Nacional y Secretario de
Educación Pública nublan por completo la presencia real de Elena, y
la limitan únicamente a la amante, compañera, amiga y aun “soldadera”
de Vasconcelos, distorsionada por la versión que él ofrece de la mujer
de carne y hueso que inspiró el personaje femenino protagónico de sus
obras, y que él configura a su manera desdibujando la verdadera esen-
cia de Elena al ser Adriana “producto de la imaginación creativa y del
despecho amoroso del autor”.
166
La vida novelada
de Rosario Castellanos
167
de su hermano, culpabilidades por las que se sentirá siempre invisible.
En su poema “Monólogo en la celda” se encuentran los versos que dan
título a este libro: El aire en que se crece, en él se evoca específicamente
en el que nació y creció Rosario, un viento desértico y nostálgico, el
mismo que movió su pluma desde pequeña y le dio el valor para en-
frentarse a una sociedad no acostumbrada al liderazgo o talento de una
mujer, ni en el mundo literario, ni en ningún otro, por eso sabemos que
la escritura fue para ella una forma de expresión de su inconformidad
ante los roles establecidos y petrificados incluso entre los mismos artis-
tas e intelectuales de su época. “Sus textos le hacían compañía, conjura-
ban sus temores y se convertían en sus aliados. Las letras eran como las
células que le darían cuerpo”.
Es verdad que cada célula de Castellanos estaba compuesta de
amor y literatura, realmente sus grandes amores fueron su hijo y la es-
critura, porque la relación que mantuvo con Guerra demuestran que
incluso su vida misma estaba destinada a ser novelada: es la historia
de una mujer enamorada de un hombre que la abandona, se casa con
otra, y años después regresa con la fortuna de que ella sigue, a pesar de
todo, enamorada. Hay toda una poética en esa trama y es por ello lo
acertado de Rebeca Orozco de convertir la vida de Castellanos en una
novela, como en las tantas que ella escribió y que dieron voz a quienes
no la tenían.
En el aire en que se crece se mantiene viva la imagen y obra de Rosa-
rio Castellanos, la mujer solitaria que pensó que el mundo la olvidaría.
Después de leer esta hermosa novela me parece injusto que Rosario
no haya tenido un gran amor, que la sombra de la muerte y la soledad
la cubrieran a lo largo de toda su vida, que el hombre al cual amó no la
respetara convirtiendo su vida en un engaño y una tormenta que ami-
noró sólo cuando muchos años después de vivir un dolor permanente
decide divorciarse. Me parece también injusto que muriera tan lejos
de su terruño, que la vida o la divinidad no le permitieran despedirse,
que su vida fuera tan corta aunque su talento tan grande como para
dejarnos una producción literaria inigualable para seguir disfrutándola
a través de sus letras. Me parece injusta en fin una vida con tanto su-
frimiento como la que tuvo Rosario, pero creo que finalmente fue lo
168
que marcó su pluma y por lo cual sus textos son tan especiales. Por eso
celebro que Rebeca Orozco haya decidido novelar una vida de por sí
novelesca como la de Rosario Castellanos, porque es a partir de este
libro que podemos sentir el aire en que creció y alimentó su espíritu
y su alma, la que ha dejado como huella indeleble Rebeca en estas pá-
ginas dedicadas con gran admiración de mujer a mujer y de escritora
a lectores, permitiéndonos que al abrir esta hermosa portada nos en-
contremos con ese jardín que nos sugiere, un jardín de letras, de poesía
y de la vida misma que nos sorprende a veces con finales tan trágicos
como el de Rosario o con oportunidades tan bellas como la de este día
de compartir y conocer a Rebeca Orozco a la que no podemos me-
nos que felicitar por su vocación literaria y desearle una larga vida y
la continuidad de su pluma para regalarnos más libros y más historias
entrañables como ésta.
169
EL LECTOR
DESCUBRIENDO MUNDOS
Querido Sócrates: bien dijo Fedro que tienes una gracia especial
para pronunciar discursos egipcios. Pero al hacernos dudar
de los progresos que trajo la escritura, tu crítica nos ayuda
a situar la verdadera función de los libros: continuar
la conversación por otros medios.
Gabriel Zaid
En el oscuro silencio:
Jorge Cuesta
“Se llamaba Jorge, como yo, y por eso su vida me duele dos veces”, así
inicia la novela de Jorge Volpi titulada A pesar del oscuro silencio, pri-
mera novela del escritor y la cual dedica al poeta y químico veracru-
zano Jorge Cuesta (1903-1942), pieza fundamental del grupo de Los
contemporáneos donde coincidió con Xavier Villaurrutia, Jaime Torres
Bodet, Gilberto Owen, Salvador Novo, entre otros, todos jóvenes in-
telectuales que se darían a la tarea de difundir el arte y la cultura en las
primeras décadas del siglo XX.
La incomprensible vida de Cuesta es retratada en la novela de Volpi
a través de dos personajes: Jorge, el poeta y Jorge, el narrador obse-
sionado con la vida del escritor: “Quiero detener su historia aunque
al final no logre comprender una pasión como la suya. Inútil, no soy
más que una copia forzada, un triste imitador que no llega a rozarlo”
(Volpi).
Jorge Cuesta tuvo una vida enigmática y tormentosa, en 1927 co-
noció a Guadalupe Marín, entonces esposa de Diego Rivera, se casa
con ella al año siguiente y en 1930 tiene a su único hijo llamado Lucio
Antonio. La relación nunca fue buena y la vida del poeta giró en torno
a rumores ya sea por el odio hacia su madre, la locura de su padre y las
descalificaciones de una esposa que le guardaba más rencor que amor
por los rumores de sus relaciones eróticas con Villaurrutia o con Isabel
Marín, hermana de Guadalupe, así como el deseo latente por su propia
hermana Natalia o el asedio sexual hacia su propio hijo, lo cierto es
que el poeta deja no sólo una gran producción literaria, poética prin-
cipalmente e interesante, entre la cual se encuentra uno de los poemas
filosóficos más importantes de las letras mexicanas, “Canto a un dios
mineral” publicado póstumamente en la revista Letras de México en
173
1942, y alrededor del cual se teje la historia de que antes de ser llevado
al manicomio donde pasó sus últimos días el poeta pidió unos minu-
tos los cuales sirvieron para poder escribir los últimos versos, abruptos
según la crítica actual que considera el poema como inacabado, pero
que refleja estos últimos meses de delirio del escritor. Además de poeta
Jorge Cuesta es considerado fundador de la crítica literaria mexicana,
aportación y mérito que Volpi refleja a la perfección en el personaje-
narrador ( Jorge) que en la búsqueda y análisis de su obra comienza a
ver el mundo con los mismos ojos que el poeta y a forjar casi por imita-
ción inconsciente, el mismo destino fatal que él.
Volpi logra desentrañar a través de esta novela al poeta, sus obsesio-
nes y los temas recurrentes en su obra: la ansiedad, el tiempo, la muerte,
la vejez, el olvido, todo a través de diálogos extremadamente precisos
e impregnados del sentir de dos personajes desquiciados por el amor,
pero sobre todo por la incomprensión del mundo, del ser amado, de la
sociedad, de todos.
“Amada, estás presente a pesar del oscuro silencio” es la frase que
detona el título de la novela de Volpi, tomado como él mismo apunta
en notas al final de una carta del poeta a su hermana Natalia, así como
esta referencia intertextual existen muchas otras tomadas de la poesía,
correspondencia o textos que están inmersos en la narración que le dan
la esencia de Cuesta a cada línea de una novela de las que su lectura
nos deja realmente una reflexión en torno al ser, a la nada y a lo desqui-
ciante que puede llegar a ser el vacío existencial cuando se vive en un
mundo incomprensible.
No es fácil imaginar a un escritor como Jorge Cuesta, cercenado
por todo lo que lo rodeaba, pero único a través de sus letras, ahogado
en la soledad y el pesimismo aunado a las crisis de paranoia, pero a la
vez tan certero en su poesía; en sus últimos días Jorge “jugaba a ser dios
por sobre su sensación de alienación, de impotencia, de incompren-
sión ante la vida. Deseaba transformar la materia, aún la de su propio
cuerpo” (www.pijamasurf mexico.com) lo cual lo lleva a autocastrarse
y días después, terminar con su vida atándose con unas sábanas a la
cabecera de su cama en el manicomio. El fatal y triste final del poeta fue
la consecuencia de todo lo que lo atormentó durante su corta vida: “Es
174
el motivo de que nos encontremos sumidos en esta muerte diaria que
la soledad nos hace confundir con la vida. Nada más alejado: la nues-
tra es degradación constante, putrefacción paulatina, envejecimiento”
(Volpi).
Más allá de la vida escandalosa o polémica de un escritor, su obra
sobrevive y se valora por sí misma, así como la de Cuesta la novela de
Volpi es un regalo al lector que busca encontrarse en cada página, sentir
y adentrarse en una visión de mundo distinta, incomprensible, pero tan
cercana de lo que se vive hoy en día, porque la soledad, la androginia y
el vacío existencial de Cuesta es mucho más común en la actualidad de
lo que fue en su época, ¿no estamos acaso como él también buscando,
sin encontrarlos, unos ojos a quien aferrarnos y salvarnos con ellos?
A Jorge Cuesta como a Volpi y tantos otros hay que leerlos, para
evitar que obras trascendentales de las letras mexicanas y autores como
ellos se queden en el oscuro silencio.
175
La “Tinta y ceniza”
de Luis Bernardo Pérez
176
de la Huelga de Río Blanco y sus repercusiones en la política de todo
un país que se reflejan en la vida del joven Tristán Quintanilla quien
sólo aspiraba a llegar a la capital para convertirse en periodista, pero
cuya vida e ideales se verán trastocados cuando descubra todos los se-
cretos que envuelven el asesinato del militar Martín Urdaneta. Tinta
y ceniza serán elementos claves para llegar al asombroso desenlace de
esta historia.
Luis Bernardo Pérez es de los escritores que van más allá del punto
final de sus historias, es de aquellos que con la gentileza de su pluma
y su corazón son capaces de hacernos llegar sus libros a sus mejores
cómplices, sus adictos, sus lectores.
177
La inevitable fecha de caducidad
Pocas veces un libro logrará hacer que tu interior vibre con cada pa-
labra y línea hasta lograr que algo en ti se trastoque porque después de
esas páginas ya no volverás a ver la vida igual, tu mirada al cerrarlo no
será la misma que la llena de expectativas que lo abrió para iniciarlo.
Eso es a lo que todo lector aspira con cada libro que lee, es algo como
místico o una forma de implosión.
A veces sólo coinciden tus circunstancias como lector y encontrar-
te con el libro indicado, así llegué a Fecha de caducidad (2015, Alfa-
guara) y me despertó curiosidad principalmente por su singularidad
de ser una novela escrita por tres autores en forma de cartas, chats por
whatsapp y correos electrónicos entre los tres protagonistas: Natalia,
Ágata y Mateo; es un reflejo de la forma tan cotidiana de cómo nos co-
municamos hoy en día, pero de la cual surge una narrativa interesante,
auténtica y desgarradora.
Estos tres amigos con sus historias y visiones del mundo tan dis-
tantes comparten algo tan común como es el amor y todo lo que im-
plica para ellos este concepto tan ambiguo, complejo y tan humano,
pero también comparten una profunda preocupación por la situación
del país, aquí es donde la realidad se cuela con la ficción y se entreteje
en sus diálogos la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la
efervescencia de un país que enojado y confundido ha tocado fondo
y trascendido a través del dolor y la desesperanza a los ojos de todo el
mundo. Así, entre la cotidianeidad de los protagonistas y la preocupa-
ción por este país que se desmorona a pedazos, sus vidas y sus relacio-
nes cobran sentido a través de la ruptura de la única aparente certeza
en esta vida, que todo tiene inevitablemente una fecha de caducidad.
Quizá haya libros, como éste, que nos despiertan algo que dormía
en nuestro interior, o nos da un chasquido para salir del letargo en el
que nos dejamos caer sin percatarnos. Beatriz Rivas, dedicada a las le-
178
tras, Eileen Truax, periodista y Armando Vega-Gil, músico y escritor,
miembro de “Botellita de Jerez”, unieron aquí sus talentos para escribir
un libro que vale mucho la pena leer. Quizá no sea ya suficiente con leer
novelas de un solo autor, quizá nuestras vidas e historias que a diario
escribimos en el whatsapp, los correos electrónicos y las redes sociales
puedan contar algo que a otros les provoque una sacudida en la con-
ciencia, en el alma o en el corazón. ¿Será que los libros tienen fecha de
caducidad?
179
Poesía: rescate de un náufrago
181
La angustiosa exquisitez
de leer Tromso
182
Leer a José Israel Carranza en esta novela me ha abierto la puer-
ta para conocerlo a él como escritor, pero también para descubrirme
como lectora, es un texto que nos revela mucho de la realidad actual
que vivimos, de esta vorágine de información que nos atrapa o nos cie-
ga, justo como bien soñó Sor Juana en su Primero Sueño: “y por mirar-
lo todo nada vía”, pues estamos no sólo cegados por la marea de datos,
información y un sinfín de palabras, sino también estamos quedando
sordos a lo que los demás quieren decirnos y a lo que nosotros mismos
debemos decirnos.
Hay “un tiempo detenido que viaja inexorablemente hacia la des-
aparición y el olvido” en este libro, el cual recomiendo como una lec-
tura reto, de las que uno comienza dudando pero termina realmente
disfrutando; no dejen de leerla porque prosas como ésta hay pocas, es
una prosa delirante y adictiva en la que vale mucho la pena sumergirse.
183
El canto perenne del ruiseñor
185
México: del elogio a la realidad
187
Agradecimientos
Este libro estimado lector sólo fue posible con el apoyo, la ayuda y la
amistad de personas que he tenido la fortuna de encontrarme en mi
camino. Pero especialmente a quienes leen y creen en el poder trans-
formador de las palabras y de los libros.
En el 2008 publiqué mi primer texto en el periódico Por Esto!, rota-
tivo que me abrió las puertas y me dio la oportunidad de expresar mis
primeras opiniones sobre la lectura. Eternamente agradecida con su di-
rector, el periodista Mario Renato Menéndez Rodríguez, así como con
mi amigo Manuel Tejada, un gran aliado que siempre me ha impulsado
para seguir escribiendo.
En 2015, recibí la invitación para colaborar en el portal Encuentro
Digital junto con grandes intelectuales, periodistas y escritores, honor
por el cual hasta la fecha le estoy eternamente agradecida a mi gran
amigo José Miguel Rosado Pat, amistad que ha trascendido a una exce-
lente complicidad en muchos otros proyectos.
En 2016 inicié mi columna “Eclosión de letras” en Novedades Yu-
catán (antes Milenio Novedades) gracias a la invitación del periodista
Martiniano Alcocer, entrañable amigo y guía en muchos aspectos, les
agradezco por ello también al director general, Gerardo García Gam-
boa y al gerente editorial, Alvaro Ruiz Méndez.
Los textos que aquí he recopilado han sido publicados en estos es-
pacios anteriormente mencionados, por ello todo mi agradecimiento y
cariño por todos estos años de apoyo y de buenos consejos, pero sobre
todo de amistad.
Para la edición de este libro, le agradezco a mi amigo Cristóbal
León Campos, por la dedicación de su tiempo y su guía para todo el
proceso editorial, ya que sin sus consejos nunca hubiera podido saber
por dónde empezar. Asimismo estoy eternamente agradecida con mi
colega y amiga Patricia Carrillo Padilla, primera lectora, revisora y crí-
tica de este libro, gracias por tus valiosísimos consejos que ayudaron
188
a hacerlo mejor y con mayor calidad. Así como a Rodrigo Ordóñez,
amigo de toda la vida, que en varias ocasiones me brindó consejos para
mejorar y seguir escribiendo.
Y por último, quisiera agradecerle al escritor Luis Bernardo Pérez,
porque este libro no sería lo mismo sin el bello prólogo elaborado por
mi escritor favorito a quien admiro y aprecio no sólo por su gran talen-
to sino también por la bondad y generosidad de su alma.
Decir gracias es poco, pero cada uno sabe que los llevo en mi cora-
zón y de lo feliz que me han hecho con su amistad y con su apoyo. Este
libro es gracias a todos ustedes.
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Índice
Nota al lector / 15
Agradecimientos / 188
192
Rosely E. Quijano León
Premio México Lee 2015