Está en la página 1de 143

MUJER PENTECOSTAL:

UN LIDERAZGO REVOLUCIONARIO
El silencio femenino en la historia de la Iglesia vs. el liderazgo y
gobierno de la mujer pentecostal

Pedro López Castillo


1
Página
A la mujer pentecostal

2
Página
ÍNDICE
Presentación
Introducción

Parte 1
Situación de la mujer en el cristianismo actual
Cap. I La mujer en las iglesias Católica y Ortodoxa
Cap. II La mujer en las iglesias de la Reforma
Cap. III La mujer en las iglesias evangélicas

Parte 2
Una mirada a los orígenes: Jesús y Pablo
Cap. IV Jesús y las mujeres
Cap. V Las mujeres en las primeras comunidades
Cap. VI Mujeres líderes en el ministerio de Pablo

Parte 3
Empiezan los cambios:
Las epístolas post y deuteropaulinas y los Padres
Cap. VII Razones del cambio y el papel de las epístolas
Cap. VIII La institucionalización de la Iglesia
y el papel de los Padres Apostólicos
Cap. IX La influencia de los Padres de la Iglesia

Parte 4
La Reforma y las mujeres
Cap. X La mujer en el pensamiento de Lutero y Calvino
Cap. XI Las mujeres en el anabaptismo
Cap. XII Mujeres que sobresalieron en la Reforma

Parte 5
La revolución de la mujer pentecostal
Cap. XIII Antecedentes metodistas y de santidad
Cap. XIV Lideresas pentecostales en el inicio del movimiento
Cap. XV Las mujeres en los inicios del pentecostalismo en L.A.

Parte 6
3

Sombras, frutos y tareas pendientes


Página

Cap. XVI Sombras en el movimiento: Patriarcalismo pentecostal


Cap. XVII Frutos en el ministerio de la mujer pentecostal
Cap. XVIII Educación teológica: Nuestra tarea pendiente

Anexo
Acerca del Autor

4
Página
INTRODUCCIÓN

El tema de la presencia, roles y liderazgo de la mujer en la Iglesia y en la


sociedad viene siendo tema de debate desde hace ya varios años, y cada vez con
mayor intensidad, en diferentes ambientes (académicos, políticos, religiosos,
etc.). En muchos países últimamente, se ha hecho evidente un marcado interés
literario por los temas de la historia y el pensamiento de las mujeres debido a la
preocupante —y a la vez vergonzosa— escasez de estos en los siglos que nos
han precedido. Esta realidad ha sido perjudicial para la humanidad, en especial
para las mujeres, pues debido a esta falta de conocimiento de su propio pasado
a ellas se les ha despojado de heroínas que pudieran modelar sus conductas hoy
y sumar a sus experiencias contemporáneas de liberación. Como dijera la
historiadora austriaca Gerda Lerner: “La falta de conocimientos que tenemos de
nuestra propia historia de luchas y logros ha sido una de las principales
maneras de mantenernos subordinadas”1.

La mujer en los comienzos de la historia


«Durante toda la historia de la humanidad, la participación de las mujeres ha
sido invisible y olvidada y en los mejores casos interpretada por varones»
(Amparo Lerín). Desde un principio, las mujeres han estado en una posición de
desventaja en comparación de los varones. Primeramente, debido a la caída la
imagen de las mujeres, así como su sexualidad, se convirtieron en símbolos de
debilidad humana y en el origen de todo lo malo. Ellas empezaron a
representar un peligro para los varones por “su voracidad sexual”, a su vez lo
femenino “fue considerado como oscuro, inferior, menos dotado, o como lo más
cercano a la materia. Lo masculino, en cambio, como superior, claro y al mismo
tiempo más cercano al espíritu. En resumen: más apto para representar a
Dios”2.
Las mujeres, en lo social y familiar, por mucho tiempo vivieron desprotegidas y
abandonadas a una eterna inseguridad. Gerda Lerner señala que ellas
eran intercambiadas o compradas en matrimonios en provecho de sus familias,
más tarde se las conquistaría o compraría como esclavas, con lo que las
prestaciones sexuales entrarían a formar parte de su trabajo y sus hijos serían
propiedad de sus amos […]. Las hijas de los pobres eran vendidas en
matrimonio para prostituirlas a fin de aumentar las posibilidades económicas
de la familia […]. Si un marido o un padre no podían devolver una deuda,
podían dejar en fianza a su esposa e hijos que se convertían en esclavos por
deudas del acreedor […]. En la familia patriarcal, la subordinación de las hijas
es para toda la vida. Las hijas únicamente podrán escapar a ella si se convierten
en esposas bajo el dominio/la protección de otro hombre 3.
5
Página
Estas desventajas también fueron sufridas por ellas aún en el ámbito religioso y
filosófico. Desde los orígenes de la religión, fueron los varones los únicos
autorizados para mediar entre Dios y los seres humanos, lo cual fue
“simbólicamente expresado en la existencia de un clero formado
exclusivamente por hombres”. De esta manera, las mujeres fueron apartadas de
la participación activa en el servicio al templo, “se les negó un acceso igualitario
a la enseñanza religiosa y al sacerdocio, y con ello se les denegó la capacidad de
interpretar y modificar el sistema de creencias religioso”4. Las sociedades
empezarían a proyectar a la divinidad imaginarios de género de corte
patriarcal, volviéndose masculina toda concepción de Dios. Las historias
sagradas de los pueblos, que luego se convirtieron en sus textos sagrados,
empezaron a ser concebidas a través de metáforas patriarcales que a la larga
llegaron a normar las relaciones entre hombres y mujeres y entre ellos y Dios.
Una falsa realidad fue forjándose encima de esta desigualdad genérica: la del
Dios patriarcal. Esta falsa realidad legalizó la violencia de género religiosa por
parte de los varones dañando así en las mujeres la imagen del Dios de la vida,
su Creador y Liberador. Esta falsa realidad convirtió también a la religión en
“asunto de varones” y confinó a la mujer “a la casa”, despojándola de toda
posibilidad de ejercer liderazgos religiosos, políticos o científicos, y todo “en
nombre y con la autorización de Dios”.

En el mundo de la filosofía, las mujeres sufrieron de una conceptualización


denigrante desde el mismo momento en que empezó a ser forjada. Los célebres
Platón y Aristóteles, considerados los padres de la filosofía occidental por haber
perfilado con sus ideas el pensamiento de Occidente por más de dos milenios,
le dieron a la mujer una imagen inferior y peyorativa cada vez que pudieron.
Para Platón, las mujeres se mueven en los límites de lo civilizado y lo salvaje, de
lo humano y la bestia y para Aristóteles, el coraje de un hombre se demuestra
cuando gobierna, el de la mujer cuando obedece. Y aunque existieron mujeres
filósofas notables, como Hipatia de Alejandría (360-415), ellas tuvieron que vivir
lidiando con el fuerte machismo y la mentalidad patriarcal que dominaban sus
contextos. La gran influencia de hombres como Aristóteles en la historia del
pensamiento occidental se ve reflejada en el hecho de que nuestra civilización
en su ciencia, su filosofía y su doctrina de los géneros ha utilizado durante
siglos la ciencia política de Aristóteles, aquella que institucionalizó y racionalizó
como principio de la democracia la exclusión femenina de la ciudadanía
política5.
Jesús y el anuncio del Reino igualitario
No cabe duda que Jesús proclamó que en el Reino de Dios no habría más
6
Página

injusticia y desigualdad. Hombres y mujeres, pobres y ricos, libres y esclavos,


judíos y gentiles vivirían en este Reino en condiciones de igualdad nunca antes
vistas en el mundo. «Jesús ignoró esa actitud general contraria a la mujer y dio
inicio a una era de total participación femenina» (William L. Coleman). En esta
participación plena, ellas sobresaldrán más que en otro espacio religioso o social
de la época, pues en Jesús encontrarían un mentor, alguien a quien seguir, una
luz para sus vidas apagadas por “obra y gracia” de los varones y a alguien a
quien servir ya no desde el anonimato sino desde el protagonismo público. Así,
Jesús va por los pueblos sanando el corazón quebrantado de las mujeres,
pregonando libertad a las que habían sido cautivas por tanto tiempo,
devolviéndoles la visión y liberándolas de la opresión patriarcal que destruía
sus personas6.

Una de aquellas mujeres que disfrutó este paso “de las tinieblas de la exclusión
a la luz de la igualdad” fue María de Magdala. Esta mujer —discípula plena del
nazareno— será quizás la más importante de entre su grupo de seguidores y
discípulos. No cabe duda que ella fue su discípula: al verlo resucitado, ella lo
llama “mi Maestro” y él le responde confiriéndole autoridad apostólica (Jn
20:16,17). Al parecer, la autoridad de los primitivos predicadores cristianos
radicaba en su encuentro personal con el Resucitado. Al ser esto así, María
habría disfrutado de una envidiable autoridad en las primeras comunidades
debido a que no solo tuvo un encuentro con Jesús después de su resurrección,
sino que fue la primera en verlo y la primera en anunciarlo (¡nada menos que a
los discípulos varones!). Esta autoridad, evidentemente, incomodaría e irritaría
a algunos líderes varones7.

Los primeros seguidores de Jesús, quizás sin entender en su totalidad la


práctica liberadora observada en su Maestro, reprodujeron lo aprendido en las
comunidades que fueron fundando en todo lugar al que llegaban. Es así que, en
ellas, las mujeres empezaron a tener un papel trascendental en el desarrollo y
propagación del movimiento sirviendo como apóstolas, predicadoras, maestras,
profetas, diaconisas y presidentas de comunidades caseras. Pablo, el apóstol de
los gentiles, fiel a esta tradición heredada, le abrió las puertas del ministerio a
aquellas mujeres que se iban añadiendo al movimiento cristiano y que sentían
el llamado a ocupar puestos claves de dirección en las iglesias por él fundadas.
Este punto lo veremos con más detalle en la segunda parte.

El recuerdo del Jesús liberador de las mujeres fue tan poderoso en el


cristianismo primitivo que casi doscientos años después de la ascensión,
tradiciones cristianas heterodoxas representarían a Jesús disputando con sus
discípulos varones en favor del liderazgo protagónico de sus seguidoras, en
7
Página

especial María Magdalena. En el Pistis Sophia8 por ejemplo, Jesús afirmará que
quien quiera que esté inspirado por el Espíritu está ordenado divinamente para
hablar, ya sea hombre o mujer. Otro papel de importancia que cobró la imagen
de la mujer en el cristianismo primitivo fue el de servir como modelos de
identidad cristiana. Ellas, gracias a la labor de los evangelistas, fueron colocadas
como modelos para todos aquellos que decidían identificarse como cristianos.
Aquellas mujeres de los comienzos, las mismas que interactuaron con Jesús,
fueron hechas prototipos de quien quiera seguir a Jesús de Nazaret, ellas “son
recordadas como modelo de discipulado tanto para varones como para
mujeres”9. De esta manera, los evangelistas las convierten en ejemplos y
heroínas de la primera hora y en referentes de lo que significa el seguimiento y
la fe en Jesús.

Mujeres silenciadas
Como lo detallaremos en la tercera parte, al finalizar el primer siglo las cosas
empezaron a cambiar en el movimiento de Jesús. Las epístolas post y
deuteropaulinas, así como la labor de los Padres Apostólicos, echaron los
cimientos del patriarcalismo dentro de la Iglesia convirtiéndola en una
institución que poco a poco se alejaría de aquella visión liberadora e igualitaria
anunciada por Jesús. A partir de ese momento, la lectura extralocal de la
primera carta a Timoteo, el inicio del uso comparativo del sacerdocio del
Antiguo Testamento con el ministerio cristiano (Clemente, Epifanio), el olvido
de la praxis de Jesús y la influencia del pensamiento grecorromano en los
Padres de la Iglesia —quienes con sus escritos perfilaron la doctrina y teología
cristianas— dieron como resultado fuertes tensiones entre el liderazgo
masculino y el femenino que terminaron eclipsando y anulando el papel
protagónico de las mujeres en la Iglesia de los primeros siglos.
Comienza así el silencio femenino en la historia de la Iglesia. Las mujeres fueron
arrinconadas y puestas lejos de los lugares de poder que antes disfrutaban. Se
comenzó a olvidar que sobre ellas también fue derramado el Espíritu de Dios,
quien las facultaba y autorizaba para hablar y anunciar, gobernar y presidir. Se
les negó el sacerdocio común de todos los creyentes cuando se empezó a
restringir la palabra “sacerdocio” a una élite reducida compuesta únicamente
por varones encargados del culto divino. Las presbíteras y diaconisas, que entre
los siglos II y VII aún luchaban por mantenerse en pie sirviendo en los llamados
que el Señor les había hecho y que sus iglesias locales reconocían, terminaron
por desaparecer10. Se les ordenó el silencio de una manera cruel a aquellas que
fueron las primeras proclamadoras de las buenas noticias de la resurrección.
En estos siglos, la Iglesia, amoldándose al mundo, retrocede a los tiempos en los
que la mujer vivía cautiva y oprimida por el poder patriarcal. Su imagen y
8

concepto en la Iglesia ya no serían los mismos que Jesús le había dado, sino que
Página

se impondrá el concepto que desde tiempos antiguos las sociedades controladas


por los varones habían puesto sobre ella. Por su parte, los Padres de la Iglesia
caracterizarán a la mujer “como naturalmente débil, sensual, inconstante e
incapaz de ejercer funciones públicas”11. De diferentes lados empezaron a
dictarse órdenes en contra de las voces de las mujeres, órdenes que les
prohibían ejercer cargos de enseñanza, liderazgo y dirección en las iglesias,
reclamando nada menos que autoridad apostólica:
No conviene y no es necesario que las mujeres enseñen, sobre todo lo referente
al nombre de Cristo y de la redención por medio de la Pasión. Porque vosotras
no fuisteis establecidas para esto; vosotras mujeres —especialmente las
viudas— no fuisteis establecidas para enseñar, sino para rezar y suplicar al
Señor Dios. En verdad el Señor Dios, Jesucristo nuestro Maestro, nos envió a
nosotros los Doce para que instruyéramos al pueblo y a las naciones; sé que
había mujeres discípulos, María Magdalena, María madre de Santiago y la otra
María; pero sé que Jesús no las envió para instruir al pueblo. Si fuese necesario
que las mujeres enseñasen, sé que nuestro Maestro, Él mismo les habría
ordenado que enseñasen (Didaskalía Apostolorum II, 25).

A mediados del siglo III, el obispo Firmiliano de Cesárea de Capadocia envía


una carta al obispo Cipriano de Cartago. En la misiva le informa admirado
sobre la existencia de una mujer profeta que “engaña” a las iglesias oficiando
como sacerdotisa. Firmiliano se ve obligado a admitir que esta mujer celebra la
eucaristía con las palabras acostumbradas y el bautizo con la forma usual. Lo
interesante de su carta es que el capadocio no especifica de qué manera esta
mujer engañaba a los demás cristianos, solo menciona que lo hace. Su actitud
reflejaría entonces, el clima tenso en el que se halla la Iglesia en esos días debido
a la nueva posición patriarcal que sus líderes estaban adoptando:
Ahora bien, aquella mujer que antes practicaba muchas maravillas con sus
fantasmagorías y embustes para engañar a los fieles, entre otros recursos con
que había seducido a muchos, se atrevió repetidas veces a fingir que, con su
invocación eficaz, consagraba el pan y realizaba la eucaristía, y ofrecía al Señor
el sacrificio con el rito de las palabras acostumbradas y bautizaba a muchos con
la fórmula usual y auténtica de la interrogación, de modo que, al parecer, no
discrepaba de la norma de la Iglesia12.

En el Sínodo de Laodicea (363-364), que fuera un sínodo regional y por lo tanto


sus cánones solo fueron vinculantes para las iglesias o regiones que
participaron en él, se prohibieron las ordenaciones de mujeres al presbiterado
y/o a la presidencia de las iglesias: “No se debe ordenar en la Iglesia a las así
denominadas 'presbytides' (ancianas) o a mujeres que presiden” (canon 11)13.
Cuando en el siglo X, Atto, obispo de Vercelli, le envía una carta a un sacerdote
llamado Ambrosio le hace un interesante comentario sobre este canon
explicándole el significado de la palabra “presbytides”, así como las funciones
9

de las diaconisas:
Página
Las mujeres religiosas solían también ser ordenadas como cuidadoras en la
santa Iglesia, como san Pablo muestra en la carta a los Romanos [cita Ro 16:1;
Febe]. De aquí se entiende que no sólo los hombres, sino también las mujeres,
presidían en las iglesias por su gran utilidad. Pues a las mujeres, acostumbradas
desde hacía mucho a los ritos de los paganos e instruidas también en las
enseñanzas filosóficas, por esta razón, se les convertía más fácilmente y se les
enseñaba más libremente en el culto de la religión. El canon 11 del Concilio de
Laodicea prohíbe esto cuando dice que no es apropiado que esas mujeres, a las
que se les llama mujeres presbíteros o presidentes, sean ordenadas en las
Iglesias. Creemos realmente que las mujeres diáconos han sido ministros de
esas cosas […]. Creemos que se les encargaba a las mujeres el oficio del
bautismo para que trataran los cuerpos de otras mujeres sin ningún profundo
sentimiento de vergüenza […] al igual que aquellas a las que se llamaba
mujeres presbíteros asumían el oficio de predicar, liderar y enseñar, de igual
manera las mujeres diáconos habían asumido el oficio del ministerio y del
bautismo, una costumbre que ya no es conveniente14.

Para el siglo V, aún existían mujeres que luchaban por mantenerse fieles a la
práxis de Jesús y por ello continuaban al frente de algunas iglesias. Este hecho
al ser conocido por el Papa Gelasio I, le causó rechazo y escribiéndole a los
obispos del sur de Italia em el 494 (carta 14) les dice:
Hemos oído, para nuestra consternación, que el desprecio de las cosas divinas
ha llegado hasta tal punto que las mujeres son animadas a servir en los
sagrados altares y desarrollar todas las demás labores que son asignadas sólo al
servicio de los hombres, y para las que ellas no son apropiadas15.

Por esos mismos años, un sacerdote llamado Genadio, de la ciudad de Marsella,


reunió cánones, parte de sínodos africanos y parte de testimonios orientales, y
luego los publicó. “Aunque los cánones tratan de asuntos relacionados con las
herejías, abordan además una gran variedad de cuestiones, en especial sobre la
conducta del clero varón. Unos diez tratan sobre las mujeres y el oficio
consagrado. Los cánones 37 y 41 tratan asuntos de los oficios de las mujeres:
'Una mujer, aunque sea docta y santa, no deberá atreverse a enseñar en una
reunión de hombres' (37). 'Una mujer no ha de atreverse a bautizar' (41)”16.
Estos pocos testimonios evidencian la rigidez con la que la Iglesia trató “la
cuestión femenina” en los primeros siglos17. Ahora, sin carismas proféticos, sin
participación plena de los fieles en la liturgia, sin liderazgo femenino y alejada
de aquella comunidad de iguales empezada por Jesús y continuada por sus
seguidores, la Iglesia no sería más aquella expresión del Reino dejada por él en
la tierra.

La autoridad carismática que poseían los primeros líderes —hombres y mujeres


por igual— fue reemplazada por la autoridad jerárquica de los obispos varones.
10

Serían los movimientos heterodoxos, con énfasis milenaristas, como los


Página

montanistas y los marcionitas, los que continuarán siendo liderados por


personas inspiradas, entre las cuales no se hacía distinción del sexo a tal punto
que hubo entre ellos profetizas, doctoras, diaconisas, sacerdotisas y obispas18.
La jerarquía de la Iglesia se opuso radicalmente a estos movimientos y no
pudiendo acusarlos de poseer una liturgia herética buscó descalificarlos
acusando a sus líderes, sobre todo a sus profetisas a las que se les culpó de
haber abandonado a sus maridos, de suicidio, de desobediencia a la autoridad
eclesiástica, de amor al dinero, de vida licenciosa y de toda clase de atrocidades.
La continuación de la actividad profética de las mujeres en estos movimientos
heterodoxos debería llevarnos a que nos preguntemos si este hecho responde a
una “infidelidad” a la tradición apostólica o significa un intento por mantenerse
en sintonía con las prácticas liberadoras de Jesús y sus primeros discípulos.
A partir de este momento las mujeres aparecerán más en la historia como
aquellas que de entre la Iglesia sobresaldrán por su servicio a los pobres. “Ellas
son, como dice Gregorio Magno, 'el sustento de los pobres y la hospitalidad
para los extranjeros'. Gregorio de Niza, hijo de una rica familia de Capadocia,
cita a su hermana Macrina como alguien que trabaja con sus manos para ayudar
a los pobres”19. Tertuliano, en su libro dedicado a su esposa (Ad uxorem),
describirá algunas de las actividades que para su tiempo realizaban las mujeres
casadas con paganos. Entre otras cosas, Tertuliano menciona las visitas a las
casas de los hermanos necesitados, la salida a las reuniones nocturnas y la
posibilidad de pasar la noche fuera de la casa en la celebración de la vigilia
pascual. Su contemporáneo, Clemente de Alejandría (150-2015), afirmará que
las actividades de las mujeres casadas es el ocuparse de las viudas, los ancianos,
los huérfanos y atender a los hermanos itinerantes. Ambos testimonios
evidencian que, para este tiempo, al menos en el norte de África, ya las mujeres
no tenían puestos de autoridad en las comunidades y se dedicaban a labores
asistencialistas.
Teología cristiana: Teología patriarcal
Si la patriarcalización de la Iglesia precedió a los inicios de su reflexión
teológica, entonces la teología surgida en su seno a partir de los siglos II y III
será una teología con una alta dosis de patriarcalismo y exclusión femenina.
Con toda razón, el teólogo español Juan José Tamayo afirma que la teología
tuvo siempre género masculino. Este hecho respondería a que las mujeres,
“mayoría silenciosa y silenciada”, tuvieron desde fines del primer siglo
“vedado el acceso al árbol de la ciencia del bien y del mal pues los varones se
encargaban de hacerles ver que carecían de capacidad para la reflexión y para la
abstracción que requiere toda disciplina”20. Excluyendo a las mujeres de la
11

primera reflexión teológica cristiana, se produjo una teología “que a pesar de


Página

mantener un discurso de igualdad de principio y de igualdad teórica, fue


cómplice de una visión que mantuvo y acentuó la inferioridad de las
mujeres”21.
Si el pensamiento de Occidente está influenciado por la filosofía de Platón y
Aristóteles, la teología occidental está permeada y condicionada por la reflexión
de Agustín y Tomás de Aquino, sus dos máximos exponentes y quienes
constituyeron sus teologías “sobre la base de una visión que considera al ser
humano femenino como menos perfecto, más apto para la decadencia”. El
discurso teológico de ambos justifica “el papel del poder ejercido por los
hombres, no solamente en la sociedad civil, sino también en la sociedad
eclesiástica”22. Es esta teología patriarcal la que más adelante absorberán los
Reformadores del siglo XVI y que, en cuanto al tema de las mujeres, no le
dieron muchas mejoras. Los Reformadores, tanto Lutero como Calvino, se
preocuparon más por los asuntos doctrinales de la Iglesia que por los asuntos
concernientes a las mujeres. En ese sentido, no supieron aportar lo suficiente
para la liberación femenina y su reingreso a los espacios de poder en la Iglesia.
Las mujeres reformadas continuaron estando silenciadas y sin ocasión de
convertirse en pastoras, ancianas o predicadoras, salvo las anabaptistas. Este
punto lo veremos con un poco más de detalle en la cuarta parte.
La revolución de la mujer pentecostal
Dos siglos después del surgimiento de la Reforma, el movimiento metodista
hace su aparición en la Inglaterra del siglo XVIII. Fue Juan Wesley quien
proveyera las condiciones necesarias para que las mujeres fuesen consideradas
“aptas” para la predicación evangélica de manera oficial. Wesley, convencido
de que tanto hombres como mujeres estaban en el deber de testificar acerca de
su experiencia de conversión a quienes los rodeaban, comisionó a los creyentes,
hombres y mujeres, para esta labor. Aunque antes de Wesley, los hermanos
cuáqueros habían promovido la predicación femenina con notable celo23, el
metodismo, debido a su rápido crecimiento internacional, así como a su
impacto en la sociedad de la época, significó un “giro eclesiástico” en cuanto a
la mujer frente al liderazgo. Al surgir el pentecostalismo en ambientes
wesleyanos y de santidad, a inicios del siglo XX, las mujeres ya estaban
predispuestas y condicionadas para ocupar lugares de autoridad tales como el
pastorado, el evangelismo y el profetismo.
Cuando la joven Agnes Ozman alzó su voz aquel primer día de 1901 y habló en
lenguas el silencio impuesto por los varones sobre las mujeres por tantos siglos
se rompió. El Espíritu empezó a traer libertad allí donde la carne había
impuesto cautividad. A través de Ozman, las mujeres silenciadas por tanto
12

tiempo hicieron oír su voz, aquellas que fueron marginadas y excluidas del
Página

ministerio empezaron a encontrar su lugar en la Iglesia, el lugar que su Señor


desde siempre les había concedido. Las primeras mujeres pentecostales —tal
como las profetisas antiguas— empezarían a ser rescatadas de las sombras y el
silencio y junto con sus hermanos varones comenzarían a forjar nuevas
relaciones basadas en la justicia y en la solidaridad. Por esta razón, Mario
Escobar afirmará que
el pentecostalismo fue uno de los pioneros em la ordenación de las mujeres
como pastoras y predicadoras. El papel de las mujeres en la historia del
pentecostalismo ha sido fundamental. Desde la primera iglesia en la calle
Azusa, mujeres predicadoras, evangelistas, maestras, misioneras y fundadoras
de denominaciones han protagonizado la extensión del mensaje pentecostal 24.

Los primeros pentecostales entendieron desde el principio que las promesas


halladas en Joel 2:28-29 también incluían a las mujeres, entendieron que Dios no
hacía excepción de personas y fortalecieron esa posición con 1 Corintios 12:11
enfatizando que los dones del Espíritu son dados a todos los miembros del
Cuerpo de Cristo y no solo a los hombres, incluyendo los dones vocales y los de
presidencia. Esta era la poderosa razón para que las mujeres no debieran estar
silenciadas en las iglesias. Charles Parham, basado en esta verdad, entrenó
mujeres para el ministerio y las comisionó para fundar iglesias y servir en el
pastorado, desde 1900. Por otro lado, cuando William Seymour formó su Iglesia
en Azusa ésta contó con un equipo de liderazgo central que estaba
completamente integrado con hombres y mujeres siendo estas últimas más de la
mitad del equipo, ganándose el ridículo público por violar la enseñanza de
Pablo en 1 de Corintios 14:34 respecto al silencio de la mujer. En Europa, John
Ongman (1845-1931), uno de los líderes del pentecostalismo sueco, consciente
de esta importante participación de la mujer en el movimiento escribiría un
pequeño libro intitulado “El derecho de la mujer de predicar el Evangelio”25.
Allan Anderson hablando de este protagonismo femenino, cita a Cheryl Johns,
teóloga pentecostal estadounidense, quien afirma que “la historia pentecostal
incluye la historia de la concienciación de las mujeres”, pues para ella, “en los
comienzos del pentecostalismo el bautismo en el Espíritu trajo una nueva
dimensión de libertad, en virtud de la cual las mujeres predicaban, hablaban en
lenguas, daban interpretaciones, imponían manos sobre los enfermos para
sanidad, se hacían misioneras y dirigían iglesias e incluso movimientos
enteros”26. El paralelismo con el cristianismo primitivo, en donde las mujeres
tomadas por el Espíritu ejercían funciones claves en la extensión del
movimiento de Jesús de manera libre y autorizada, llama notoriamente
atención.
13

En Latinoamérica, las mujeres pentecostales han sabido desarrollar fuertes


ministerios y han estado siempre activas en la obra pentecostal. Según las
Página

Memorias del primer y segundo Encuentro Latinoamericano de Mujeres


Pentecostales, celebrados en Costa Rica (1992) y Lima (1995), en esos años casi el
70% del movimiento eran mujeres, un cuarto de siglo después la población
femenina bien ha podido alcanzar el 80%. Darío López, teólogo pentecostal
peruano, escribiendo sobre la participación de las mujeres en el pentecostalismo
latinoamericano nos dice que, “en las congregaciones pentecostales, cualquier
observador atento podrá notar que las mujeres representan, por un lado, la
mayor población y el sector que más se incrementa día a día, y, por otro, el
grupo más activo en muchos campos dentro y fuera de la iglesia local” 27. Sobre
esta participación femenina en el movimiento pentecostal internacional y
latinoamericano, así como los frutos que el liderazgo femenino viene
produciendo para beneficio del movimiento nos ocuparemos en la quinta parte
y en el primer capítulo de la parte seis.
Pero a pesar de que las mujeres han jugado un papel muy importante en el
crecimiento y desarrollo de muchas denominaciones pentecostales,
especialmente en el ámbito de la misión mundial, en palabras de Cecil Robeck,
historiador pentecostal norteamericano, “los grupos pentecostales difieren en el
papel que las mujeres deberían desempeñar”28. Esta diferencia en opiniones
contemporáneas en cuanto al rol femenino en las iglesias pentecostales se debe
nada menos que al ingreso del patriarcalismo a su seno. Tal como ocurriera al
inicio del cristianismo, la ideología patriarcal ha logrado ingresar al
movimiento dañando importantes sectores de este en los ámbitos ministeriales,
educativos y de gobierno. Incluso, en denominaciones fundadas por mujeres,
como la Iglesia del Evangelio Cuadrangular, este liderazgo femenino se ha
venido promoviendo “aunque no siempre como en la teoría se cree y se
desea”29. Este hecho, negativo para el movimiento, se ve reflejado en la práctica
de muchas iglesias pentecostales en los que se asfixia el rol protagónico de las
mujeres. En estas iglesias
generalmente, a las mujeres se les asignan los roles de apoyo y servicio, tales
como la responsabilidad de mantener el ornato del templo. Esto significa hacer
la limpieza y adornar el local principal del culto. Además, las mujeres
participan en la liturgia mayormente en la preparación anímica para que la
congregación escuche el mensaje predicado por varones […], se le asignan roles
como extensión de su maternidad y su papel en el hogar, de allí que las
encontraremos como maestras de niños en la escuela dominical y como
consejeras de jóvenes y adolescentes. Cuando llegan a tener un papel en la
dirigencia de las iglesias, su rol dirigente se encuentra bajo control varonil, ya
que, además, los hombres ocupan la mayor parte de los puestos de decisión.

Aunque las mujeres realizan una serie de actividades en la iglesia, su trabajo se


limita a funciones típicamente 'femeninas' o 'domésticas', similares a las que
14

realizan en el hogar. En lugar de ofrecer a la mujer nuevas posibilidades como


Página

miembros del Cuerpo de Cristo, se refuerzan en la iglesia los conceptos


tradicionales sobre el papel de la mujer en una sociedad jerarquizada y
patriarcal30.

Acerca de este ingreso dañino del pensamiento y sistema patriarcales al


movimiento hablaremos en la sexta parte, señalando cómo se expresan en
diferentes países latinoamericanos.
Acabaremos este libro reflexionando sobre la importancia de la educación
teológica, no sólo en las iglesias pentecostales sino en el cristianismo en general,
a fin de crear una toma de conciencia a favor del rol más activo de las mujeres
en el ministerio. Se hace necesario en el Cuerpo de Cristo una revisión de los
postulados y principios que han condicionado la teología predominante,
aquella que les ha negado la voz y la presencia a las mujeres por tanto tiempo31
pero que en el último siglo ha sido desafiada valientemente por la vida y
experiencias de miles de mujeres pentecostales alrededor del mundo, quienes
han demostrado que ellas son tan idóneas para las funciones de enseñanza y
gobierno como los hombres. Es el propósito de este libro provocar la discusión
en torno del protagonismo femenino en nuestras iglesias pentecostales, así
como el alentar a las mujeres —pentecostales y no pentecostales— a dejarse
guiar por el Espíritu hacia donde él desee llevarlas pues él, más que sus propias
denominaciones, conoce lo que es mejor para ellas.
Creemos que quienes reclaman una modificación sustancial de la situación de la
mujer en la Iglesia tienen buenos argumentos en la historia de los orígenes
cristianos, como lo señala Rafael Aguirre32. Por ello, aunque este no sea un libro
de historia eclesiástica, deseamos poder brindar a través de él algunos de estos
argumentos históricos y así ayudar a quienes lo lean a recordar y revalorar los
cuantiosos aportes que las mujeres han brindado en los orígenes del
cristianismo, así como en los del pentecostalismo. Creemos que ocultar de la
historia los logros de las mujeres —así como sus liderazgos— sería una gran
pérdida para la obra de Dios pues en esta obra ellas también han sido
protagonistas. Reconocerlas como iguales en el obrar de Dios y, por lo tanto,
participantes activas de sus propósitos en la tierra sería actuar con justicia hacia
un sector de la Iglesia que desde el inicio siempre fue mayoría. Con estos
objetivos en mente, es que invitamos al lector a que se nos una a dar una mirada
a esta “peligrosa”, pero divina Revolución en el liderazgo de la mujer pentecostal.

Pedro López Castillo


Lima, 23 de abril de 2020
15
Página
Primera parte
Situación de la mujer en el
cristianismo actual

16
Página
Capítulo I
La mujer en las iglesias Católica y Ortodoxa

El papel de la mujer cristiana últimamente viene siendo tema de estudios y de


importantes debates pues, debido a los movimentos —tanto eclesiales, como
seculares— que promueven mayores libertades para las mujeres, las iglesias se
han visto obligadas a repensar sus posiciones y actitudes en relación con las
mujeres. Conscientes de ello, deseamos comenzar este libro dando a conocer el
estado actual de la “cuestión femenina” en las principales corrientes del
cristianismo contemporáneo.
En la Iglesia Católica
“En la Iglesia existe el ministerio del diaconado permanente, pero sólo está
abierto a varones casados y no-casados ¿Qué impide que la Iglesia incluya
mujeres como diaconisas permanentes, como sucedía en la iglesia antigua? ¿Por
qué no se crea una comisión oficial que estudie la cuestión?”1. Estas fueron
algunas de las preguntas que le hicieron al papa Francisco en la audiencia que
la asamblea de la Unión Internacional de Superioras Generales tuvo con él, en
mayo de 2016. La respuesta de Francisco fue crear, tres meses después, la
Comisión de Estudio sobre el Diaconado Femenino, la cual estuvo presidida
por el entonces secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons.
Luis Francisco Ladaria Ferrer2. En mayo de 2019, en una rueda de prensa, el
Papa dio a conocer algunos resultados de la comisión:
Sobre el diaconado femenino, hay un modo de concebirlo no con la misma
visión del diaconado masculino. Por ejemplo, las fórmulas de ordenación
diaconal encontradas hasta ahora según la comisión no son las mismas para la
ordenación del diácono masculino y se parecen más a la que hoy sería la
bendición abacial de una abadesa3.

Francisco reconoció que en la misma comisión hay diversos puntos de vista.


Algunos creen que las fórmulas de ordenación diaconal femeninas encontradas
son de ordenación sacramental, otros creen que se trata de bendiciones
especiales que designaban a algunas mujeres para ejercer servicios específicos
en la Iglesia4. Por ello, Francisco expresaría también: “Había diaconisas al inicio,
¿pero era ordenación sacramental o no? Y eso se discute y no se ve claro”.
Debido a que no hubo consenso y claridad unánime entre los expertos de la
comisión, Francisco tuvo que reconocer que, el tema de la ordenación femenina,
“hasta este momento, no va”. De esta manera, el Sumo Pontífice hacía eco a lo
17

dictaminado por el papa Juan Pablo II, cuando en 1994, queriendo dejar zanjado
el tema de la ordenación femenina, publicó su Carta Apostólica “Ordinatio
Página

Sacerdotalis”, en la que expresó:


La ordenación sacerdotal, mediante la cual se transmite la función confiada por
Cristo a sus Apóstoles, de enseñar, santificar y regir a los fieles, desde el
principio ha sido reservada siempre en la Iglesia Católica exclusivamente a los
hombres. Esta tradición se ha mantenido también fielmente en las Iglesias
Orientales (pto. 1).

En su Carta, Juan Pablo II señaló que ni aún María, la madre de Jesús, recibió
“la misión propia de los apóstoles, ni la ordenación sacerdotal”, demostrándose
con ese hecho que el sacerdocio estaba reservado únicamente para los varones
(pto. 3). Juan Pablo II concluyó su Carta deseando poner fin a toda discusión
futura sobre este tema:
[…] con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que
atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de
confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en
modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y
que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de
la Iglesia (pto. 4).

Trece años más tarde, en el 2007, el papa Benedicto XVI tipificó el delictum de
“intento de ordenación de mujeres” al nível de latae sententiae, es decir, como un
delito muy grave cuya pena amerita la excomunión mayor, complicando aún
más el asunto de la ordenación femenina5. Pero, ¿cuáles son las razones que
tiene la Iglesia para no ordenar mujeres al ministerio eclesiástico? Las razones
son:
1. El hecho de que Cristo escogiera solo varones para el apostolado.
2. La práctica constante de la Iglesia, que ha imitado a Cristo, escogiendo
sólo varones.
3. El Magisterio, que ha establecido que la exclusión de las mujeres del
sacerdocio está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia.
Quizás debamos añadir una cuarta razón a esta lista: el tema de la “semejanza
natural”, es decir, puesto que en su muerte Cristo fue tanto sacerdote (varón)
como víctima, se necesita que quien presida el sacrifício de la eucaristía sea
también un sacerdote varón pues quien la preside se convierte en signo de
Cristo. Ante esto, la mujer queda imposibilitada para ser signo adecuado de
Cristo sacerdote y víctima pues no es varón y por eso, no puede ejercer el
sacerdocio6.
Esta postura de la Iglesia impide entonces que las mujeres lleguen algún día
consagrar la eucaristia, proclamar una homilía, administrar cualquier
sacramento y aspirar a posiciones de gobierno (episcopado, papado). Ahora
bien, que la mujer católica no tenga acceso a la ordenación sacerdotal, es decir,
18

que no pueda llegar a ser diaconisa, presbítera y obispa no quiere decir que ella
Página

esté ociosa en la Iglesia o que no disfrute de espacios de autoridad pues la


misma Iglesia reconoce que todos los bautizados son, en virtud de su bautismo,
sacerdotes ante Dios. A esto se le conoce como “el sacerdocio común de los
fieles”7.
Este sacerdocio «que confiere una cierta participación en el sacerdocio de
Cristo» (Josemaría Escrivá) es reforzado en el sacramento de la confirmación y
“capacita para tomar parte en el culto de la Iglesia, y para ayudar a los hombres
en su camino hacia Dios”8, llevando a cabo, de modos diversos, la misión
confiada por Cristo a los suyos. En el caso de los laicos, la misión específica en
la que ejercen el sacerdocio común “consiste precisamente en santificar de
manera inmediata y directa las realidades seculares, el orden temporal, el
mundo”9. En el caso de las mujeres, su participación en la vida de la Iglesia,
aunque no estén llamadas a recibir el sacerdocio ministerial, no es vista como
cosa inferior. Su sacerdocio común les concede participar activamente en la
liturgia de la Iglesia (como lectoras, animadoras, coristas, etc.), de acuerdo a las
prescripciones de la Iglesia, así como en la evangelización del mundo.
Por tal razón, vemos a mujeres católicas siendo importantes misioneras
internacionales (Madre Teresa de Calcuta), fundadoras de órdenes y conventos
(Beatriz de Silva, Santa Teresa de Jesús), evangelizadoras (Marilynn Kramar,
María Vadia), maestras (Kim Collins, Nancy Kellar), líderes de movimientos
internacionales (Chiara Lubich, Patti Gallagher), pastoras en diversos
movimientos eclesiales (como las que se ven en los grupos de la RCC), teólogas
(Mary Healy) y como presidentas de instituciones (Marcelina Vélez de
Santiago10). Sin mencionar a las grandes Doctoras de la Iglesia (Hildegarda de
Bingen, Catalina de Siena, Teresa de Jesús y Teresita de Lisieux), quienes, por
sus obras trascendentales, que enriquecieron la doctrina católica y afirmaron en
la fe a miles, recibieron este solemne reconocimiento honorífico por parte de la
Iglesia.
Pero, a pesar de estos diversos campos de servicio que las mujeres tienen dentro
del catolicismo, en la actualidad son miles las que en todo el mundo exigen a la
Iglesia Católica que les conceda mayor participación no sólo en la vida eclesial
ordinaria, sino en ministerios jerárquicos, con posibilidad de ser ordenadas en
el sacerdocio ministerial puesto que el problema para ellas no es el ejercer
servicios como los mencionados líneas arriba, sino el que no se les permita el
acceso al ministerio y a espacios de gobierno eclesiales. En pocas palabras, ellas
también desean ser ministras ordenadas. Pero Francisco sabe del peligro real
que una decisión favorable a las ordenaciones femeninas conlleva: nada menos
que un cisma. Por ello, el Magisterio católico seguirá limitándose a exaltar la
19

presencia y rol de las mujeres en la vida de la Iglesia11, aunque a la vez les


Página

niegue la posibilidad de servir a Cristo como ministras sacerdotales. Hasta que


llegue el día en que ellas logren ser ordenadas al ministerio eclesiástico 12,
seguirán siendo la población católica que más participe en las celebraciones
eucarísticas, en las catequesis, en las diversas áreas de la pastoral social, las que
más se acerquen al sacramento de la penitencia, las que más promuevan la
oración y la devoción católica.
En la Iglesia Ortodoxa
Los cristianos ortodoxos cuentan con una comunidad de aproximadamente 300
millones fieles en todo el mundo y aunque están constituidos por catorce
(algunos dicen quince) Iglesias autocéfalas, todas mantienen entre sí comunión
doctrinal y sacramental. La Iglesia Ortodoxa se considera a sí misma como la
heredera de todas las comunidades cristianas de la mitad oriental del
Mediterráneo y, por lo tanto, fundamentan sus prácticas y creencias en la vida
de las primeras comunidades cristianas. Debido a esta creencia, poco se ha
podido avanzar en cuanto a mayores libertades para las mujeres ortodoxas en la
actualidad, pues la Iglesia se mantiene anclada firmemente a sus antiguas
tradiciones patriarcales.
En la Iglesia Ortodoxa rusa, por ejemplo, el Patriarca Kirill, en abril de 2013,
declaró que las mujeres “han de ser las guardianas del hogar, el centro de vida
familiar”, limitando así el hábitat natural de las mujeres a sus propias casas y a
la familia. Además, el Patriarca ruso calificó al feminismo como “muy
peligroso”, pues “proclama una pseudo libertad para las mujeres para que sean
puestas por encima del matrimonio y la familia”13. De esta manera, se aprecia
en la ortodoxia rusa una actitud contraria hacia aquellos movimientos
emancipadores de la mujer que tienen actividad en el país. En otra ocasión, esta
vez a inicios de 2020, la Iglesia rusa a través del jefe de la Comisión Patriarcal
para la Familia, arcipreste Dimitri Smirnov, declaró que las mujeres que
contraen matrimonio civil son “prostitutas gratis”, invalidando así los
matrimonios civiles afirmando que “no significan nada” e instando a las
mujeres ortodoxas a no casarse con creyentes de religiones ajenas a la
cristiana14. Llama la atención que estas declaraciones solo están dirigidas contra
las mujeres, lo que nos lleva a preguntar: ¿Y los varones? ¿a ellos no se les dice
nada? Si se ataca el feminismo, ¿se atacará también al machismo? Si se les llama
“prostitutas gratis” a las mujeres que se casan por civil, ¿cómo llamarán a sus
esposos, aquellos que las guían a tal matrimonio?
Con este panorama de fondo podemos entender porqué en la Iglesia Ortodoxa
rusa “no se replantea ningún 'estatus' particular para la mujer en la Iglesia, ni se
constata la insuficiencia de sus derechos u oportunidades, ni mucho menos se
20

reivindica su función en la práctica litúrgica, más allá de la que ya tiene durante


Página

los servicios litúrgicos en el canto y las lecturas”15. Según Elena Zhosul,


directora de la Cátedra de Periodismo y Relaciones Públicas de la Universidad
Ortodoxa Rusa de Moscú, la llamada “cuestión femenina” no forma parte del
debate público eclesial y social en Rusia, “simplemente porque no hay
necesidad de plantearla”16. De esta manera, las mujeres ortodoxas rusas llevan
sus vidas ajenas a cualquier tipo de aspiración ministerial dentro del clero
ortodoxo. Como lo explica Zhosul:
A nadie se le ocurre reivindicar derechos particulares como el libre acceso de las
mujeres al ministerio sacerdotal; la del sacerdocio femenino para nosotros es
una categoría completamente impensable. Y, para apoyar esta postura,
podríamos aducir muchísimos argumentos teológicos.

Para Zhosul no existe ninguna necesidad, entre la ortodoxia rusa, de elevar la


condición de las mujeres, “puesto que [ya] se encuentra muy elevada”. Pero en
otras ramas de la ortodoxia se vislumbra un panorama distinto: Teodoro II,
Patriarca de Alejandría y de toda África se ha mostrado abierto a la ordenación
de mujeres al diaconado y por ello, en febrero de 2017 nombró a seis monjas
para ser subdiaconisas en la Iglesia. Esta acción fue bien recibida por muchos
teólogos ortodoxos quienes no dudaron en afirmar que “la restitución del
diaconado femenino no constituye una innovación, como algunos quisieran
hacernos creer, sino la revitalización de un ministerio que, alguna vez fue
funcional, vibrante y efectivo”17. Pareciera entonces, existir un distanciamiento
teológico entre ortodoxos rusos y africanos en relación al tema de las
ordenaciones femeninas, aunque ya en 1988 una Consulta Pan-Ortodoxa
efectuada en Rodas, Grecia, había producido un documento titulado “El lugar
de la mujer en la Iglesia Ortodoxa”, en el que se afirmaba que “la orden
apostólica de diaconisas debería revivirse”18.
Dentro de la ortodoxia se vive entonces una tensión entre quedarse “anclado”
en la tradición (aquella que por siglos sentó a las mujeres en las bancas de la
Iglesia) y el abrirse a una moderna toma de conciencia del papel de la mujer en
la vida de la Iglesia19. El hecho de que las iglesias ortodoxas posean autonomía
local, es decir, no respondan a un Papa o a un Patriarca-Jefe universal,
favorecerá en gran manera a que más iglesias locales (como la de Antioquía)
sigan abriéndole las puertas del ministerio eclesiástico a más mujeres, siempre y
cuando sus jefes vean que esta decisión valiente no les causará significativos
conflictos internos20, pues muchos temen que el ingreso de las mujeres al
diaconado desemboque en el sacerdocio femenino, cosa no aceptada aún por los
ortodoxos.
21
Página
Capítulo II
La mujer en las iglesias de la Reforma

Bernard Coster21 ha señalado que la Reforma del siglo XVI nunca fue un
movimiento unido, pues “desde el inicio, consistió en una serie de movimientos
que se separaron de la iglesia romana”, por tal motivo nunca fue “un
movimiento unido que posteriormente se dividió”. Este origen plural del
protestantismo hace que tanto su teología como su espiritualidad, así como su
posterior desarrollo y sus posiciones eclesiales sean también plurales. Es por
ello que en el protestantismo (en sus numerosas denominaciones)
encontraremos variadas posturas en cuanto al tema del liderazgo femenino. Sus
principales denominaciones no poseen hasta ahora una sola palabra que defina
adecuadamente la presencia y el rol de la mujer dentro de sus iglesias.
En este capítulo le daremos una mirada a la situación actual de la mujer en las
principales iglesias de la Reforma: las iglesias luterana,
presbiteriana/reformada y anglicana. Al conocer sus diversas posturas sobre la
mujer en el ministerio nos daremos cuenta de lo diverso que es el
protestantismo en este punto y conoceremos también los desafíos que aún
tienen algunas de sus iglesias para llegar a ser comunidades igualitarias en
donde se ejerza en su plenitud el sacerdocio de todos los creyentes.
En la Iglesia Luterana
Entre los luteranos podemos ver dos tendencias: una, practicada por las iglesias
pertenecientes a la Federación Luterana Mundial (FLM) y otra, practicada por
las iglesias afiliadas al Concilio Luterano Internacional (CLI)22. La FLM está
compuesta por iglesias que han decidido caminar en consonancia con los
actuales cambios sociales, por tal motivo son conocidas como modernistas. Esta
postura se ve reflejada en el hecho de que las mujeres disfrutan de los mismos
derechos que los hombres: ellas pueden ser ordenadas como pastoras, obispas y
presidentas de sus iglesias, incluyendo el ejercicio de cargos dentro de la
Federación. Es muy común entonces, ver a pastoras dirigiendo congregaciones
locales en diferentes partes del mundo, así como obispas. Recordemos que el
papa Francisco en su viaje a Suecia, en 2016, fue recibido por la obispa luterana
Eva Brunne, la cual expresó que el Papa representaba “un soplo de aire fresco
para la Iglesia”. Alemania, Canadá, EE.UU., Nicaragua, Chile y Perú23 son
algunos de los países que también cuentan con obispas luteranas.
22

La Iglesia Luterana del Perú (IL-P), una iglesia perteneciente a la FLM, es en


todo sentido una iglesia de mujeres. Su existencia se remonta al año de 1968 y
Página

desde esa fecha han contado con mayoría femenina. Hoy la denominación
cuenta con un 70% de mujeres en su membrecía. Cuando en 1999 se efectuaron
las primeras ordenaciones, tres mujeres y dos hombres fueron consagrados al
pastorado y hasta hoy sigue habiendo más pastoras que pastores. Como iglesia
representante de la FLM en el Perú, la IL-P se alinea a las posturas inclusivas de
la Federación y por ello, considera que el acceso pleno de las mujeres al
ministerio eclesiástico es producto directo de la doctrina del sacerdocio
universal del creyente, así como del significado pleno de Gálatas 3:28 y de lo
expresado en 1 Timoteo 3:1, en donde se anima a los creyentes al episcopado24.
Por otro lado, los luteranos afiliados al CLI no ordenan mujeres para el
pastorado, restringiéndolo únicamente a los varones. El Concilio ha establecido
que las mujeres pueden servir en las iglesias como diaconisas, entendiendo el
diaconado como una función de servicio, tanto eclesial como social25. Aunque
como luteranos sostienen el sacerdocio universal del creyente, ellos distinguen
este sacerdocio del sacerdocio ministerial, al cual solo acceden varones. Afirman
que Lutero no promovió en ningún momento el pastorado femenino y por ello,
ningún luterano debería promoverlo. Una iglesia fraterna del CLI es la Iglesia
Evangélica Luterana-Perú (IEL-P), quienes se identifican en parte con la
posición del Concilio. Félix Quispe26, pastor de esta denominación, explica así la
posición de su iglesia en cuanto al papel del liderazgo femenino:
La IEL-P en sus inicios sostenía que la responsabilidad del púlpito era de todos
(es decir, era una iglesia congregacionalista). Nuestra interpretación del
sacerdocio universal del creyente nos llevó a aceptar que la responsabilidad de
la iglesia debe recaer sobre todos sus miembros. Cuando en agosto de 1995, la
Iglesia se nacionaliza, se empieza a forjar una visión propia acerca del rol de la
mujer dentro de la Iglesia. Lamentablemente, esta visión aún está en
construcción. Por el momento, la responsabilidad de la Iglesia recae sobre sus
pastores únicamente. A la mujer se le concede predicar y enseñar en el púlpito
siempre y cuando tenga la autorización del pastor. Algunos pastores lo
permiten, otros no.

La IEL-P se encuentra en un tiempo de estudio a fin de determinar cuál será el


papel de la mujer en la denominación27. Al parecer, afirma el pastor Quispe, se
mantendrá la posición “varones al mando” con la posibilidad de que las
mujeres con los dones necesarios puedan dirigir la palabra desde el púlpito. Las
razones para esta decisión son el entendimiento de que “el varón es cabeza de
la mujer y del hogar” y que la Iglesia debe regirse bajo este orden. A la mujer le
correspondería entonces, ayudar al hombre a llevar exitosamente sus
responsabilidades. Por tal motivo, las mujeres no pueden ocupar cargos de
gobierno, mucho menos la presidencia de la denominación, aunque existen
23

teólogas, diaconas y, misioneras que ejercen sus ministerios de manera loable y


digna de imitar.
Página
En la Iglesia Presbiteriana
En el caso de los presbiterianos, la mayoría de ellos están agrupados en la
Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR), organización fundada en
2010 y cuya membrecía está compuesta por iglesias que poseen una teología
“liberal”. Por ello, aceptan la ordenación de mujeres al pastorado. Chris
Ferguson, secretario general de la CMIR, afirma que es violencia contra las
mujeres el no incluirlas en el ministerio de la Iglesia:
Nuestra comunidad de fe cree que existe un imperativo especial para no
permitir que nuestra teología y nuestras prácticas eclesiales contengan
cualquier tipo de violencia, incluida la violencia de exclusión o supremacía que
afirma que los hombres son más importantes que las mujeres. […] Nosotros
estamos luchando mucho en torno a los problemas de la plena inclusión de las
mujeres en el ministerio, puesto que no permitir la ordenación de las mujeres es
también una forma de violencia28.

El “brazo” latinoamericano de la CMIR es la Alianza de Iglesias Presbiterianas y


reformadas de América latina (AIPRAL) y en ella, el liderazgo femenino es una
realidad que atraviesa de diferentes maneras a las veinte iglesias que la
conforman. Su postura progresista hace que AIPRAL incentive la participación
plena de las mujeres en el liderazgo y en el gobierno eclesial. En 2018 por
ejemplo, una de las iglesias de la Alianza en Brasil ordenó a seis mujeres para el
ministerio de la Palabra y los Sacramentos. La Iglesia Presbiteriana
Independiente de Londrinas (Brasil) consideró este acontecimiento “como un
hecho que iba a quedar marcado en nuestra historia”, pues fue recibido como
toda una conquista. Esta iglesia ya había empezado a ordenar a mujeres
presbíteras en 1999 y en 2007 efectuaría la ordenación de sus dos primeras
pastoras29.
La primera ordenación de una mujer presbiteriana se remonta a 1889, año en
que “el Presbiterio de Nolin, en Kentucky, EE.UU., ordena a Louisa Woosley
como predicadora, convirtiéndose así en la primera ministra mujer en las
iglesias presbiterianas. Sin embargo, el Sínodo de Converland, del cual
dependía el Presbiterio de Nolin, invalidaría su ordenación”30. Veinte años
después, el ministerio de Woosley sería reconocido por el Presbiterio y dos años
luego, la Asamblea General de su denominación le reconoció su ministerio
como evangelista31. Aún hoy, existen iglesias presbiterianas que no ven con
agrado las ordenaciones femeninas y que por ello deciden no ser parte de
organismos como la CMIR y AIPRAL32. En el Perú, por ejemplo, las dos
denominaciones presbiterianas más importantes en el país poseen una postura
contraria a la ordenación de mujeres. Tanto la Iglesia Evangélica Presbiteriana y
24

Reformada del Perú (IEPRP) como la Iglesia Evangélica Presbiteriana del Perú
Página

(IEPP) se niegan a concederle a las mujeres el acceso al ministerio ordenado. La


primera denominación afirma que bíblicamente las mujeres sólo pueden llegar
a ser diaconisas, mas no pastoras ni ancianas33. La segunda afirma que las
mujeres no pueden ser pastoras ni diaconisas, sólo presbíteras. El que se enseñe
que una mujer pueda ser pastora es considerado “una herejía”, no porque la
mujer valga menos que el hombre sino por haber sido ella creada “después de
él”34.
En la Iglesia Anglicana
Entre los anglicanos existe el compromiso de asegurar que sus iglesias sean
testigos vivos de su creencia en que las mujeres y hombres son igualmente
creados a imagen de Dios35. Por esta razón, las mujeres disfrutan de total
libertad para servir en los mismos ministerios y posiciones que los hombres,
siendo respaldadas y animadas por el mismo arzobispo de Canterbury. Pero no
siempre existió este panorama tan favorable para las mujeres anglicanas. En
1944, cuando el obispo R. O. Hall de Hong Kong ordenó al sacerdocio a
Florence Li Tim-Oi en Zhaoqing, China, debido a la escasez de sacerdotes,
recibió el rechazo de los arzobispos de York y Canterbury, quienes repudiaron
tal ordenación. Para evitar controversias, Florence renunció a su licencia, mas
no a sus órdenes sacerdotales. En 1966, las Comisiones de Arzobispos de
Canterbury y York elaboraron el documento Women and holy orders y en él se
llegó a la conclusión de que no existían evidencias bíblicas para la exclusión de
la mujer del sacerdocio y se rechazó todo argumento de que la mujer sea
inferior al hombre y por lo tanto indigna del sacerdocio. Como consecuencia de
este documento, las puertas al ministerio ordenado le fueron abiertas a las
mujeres anglicanas de muchas provincias alrededor del mundo36.
Será el Sínodo de Hong Kong y Macao el que se convierta en la primera
provincia anglicana en permitir oficialmente la ordenación de mujeres al
sacerdocio. Gilbert Baker, obispo de Hong Kong y Macao ordenó en diciembre
de 1971 a Jane Hwang y a Joyce M. Bennett, al mismo tiempo Florence Li Tim-
Oi fue oficialmente reconocida nuevamente como sacerdote. Tres años después,
en la rama norteamericana del anglicanismo, la Iglesia Episcopal, son
ordenadas once mujeres al sacerdocio y al año siguiente otras cuatro son
ordenadas, pero de manera irregular debido a que no se habían realizado con la
autorización de la Convención General de la Iglesia. En 1976 la Convención
aprueba medidas para prever la ordenación de mujeres al sacerdocio y al
episcopado produciendo la primera ordenación femenina de manera oficial al
año siguiente con la ordenación al sacerdocio de Jacqueline Means, en la Iglesia
Episcopal de Todos los Santos, Indianápolis. En 1989 se producirá la primera
25

ordenación de una mujer a un episcopado anglicano con la consagración de


Página

Barbara Harris como obispa sufragánea de Massachusetts.


En la provincia de América del Sur, los anglicanos han sido más conservadores
y han dado pasos lentos hacia las ordenaciones femeninas. Hasta hace poco no
habían aprobado estas ordenaciones, pero en 2015, Bolivia se convirtió en la
primera diócesis de la provincia en ordenar mujeres como sacerdotes. Ese
mismo año, Uruguay haría lo mismo ordenando a tres mujeres. La Iglesia en
Chile, recientemente hecha provincia (2018), es una de las pocas iglesias que
sigue sosteniendo una postura teológica en la que se considera que la autoridad
para dirigir la Iglesia ha sido entregada al varón. Esta postura, según el obispo
Héctor Zavala, no va en desmedro del ministerio de la mujer puesto que “en la
iglesia chilena la mujer tiene una participación muy activa en la vida de la
iglesia. La mujer en nuestro contexto puede predicar en un oficio dominical
puede dirigir servicios públicos y grupos, puede ejercer cierto liderazgo dentro
de la Iglesia, pero todo en un trabajo en equipo”37.

26
Página
Capítulo III
La mujer en las iglesias evangélicas

El evangelicalismo, heredero de la Reforma Protestante del siglo XVI, al no


consistir en un solo cuerpo denominacional y de esta manera reunir a diferentes
movimientos teológicos (fundamentalistas, conservadores, moderados,
liberales) también presenta diversas posturas en torno al papel de la mujer en
sus iglesias. Con la aparición, en estos últimos tiempos, de nuevos movimientos
en el seno de las iglesias evangélicas como el neopentecostal y el apostólico-
profético el liderazgo femenino ha adquirido un protagonismo considerable.
Claro está que este protagonismo no es del agrado y aceptación de un gran
sector de evangélicos que, influenciados por las posturas doctrinales de
maestros y predicadores influyentes, rechazan rotundamente el hecho de que
una mujer pueda pastorear, liderar y gobernar una congregación. Uno de los
maestros más influyentes que, a través de sus libros y programas radiales, viene
modelando el pensamiento teológico de buena parte del pueblo evangélico es el
norteamericano John MacArthur. En la introducción de su libro “Doce mujeres
extraordinarias” él afirma que “la Escritura establece el correcto orden en la
familia y en la iglesia, asignando los deberes de jefatura y protección en la casa
a los maridos (Efesios 5:23) y señala a los varones en la iglesia como aptos para
enseñar y ejercer funciones de liderazgo (1 Timoteo 2:11-15)38”. En una reunión
de su Iglesia, en el 2019, enseñó:
Las mujeres pastoras y mujeres predicadoras son la evidencia más obvia de que
las iglesias se rebelan contra la Biblia […]. Las mujeres que pastorean y las
mujeres que predican en la iglesia son una desgracia y reflejan abiertamente la
oposición al claro mandato de la Palabra de Dios. Esta es una desobediencia
flagrante […]. Las mujeres necesitan controlarse y darse cuenta de que no deben
hablar en una iglesia39.

Por otro lado, Ministerios RBC, un conocido ministerio evangélico dedicado a la


difusión de temas bíblicos a través de la literatura, la radio y televisión, en su
serie “Tiempo de buscar” tiene un librito-estudio titulado “¿Qué dice la Biblia
de la mujer en el ministerio?”40, en el cual se sostiene que si bien hombres y
mujeres son iguales ante Dios en lo espiritual (tenemos la misma necesidad de
salvación, el mismo acceso a Dios y la misma herencia en Cristo) y tienen el
llamado a ayudarse mutuamente con cualquier don que tengan que ofrecer,
“sólo en roles de supervisión general existe una diferencia bien definida. Los
hombres calificados deben aceptar la responsabilidad de las posiciones
27

equivalentes a anciano en el gobierno de la iglesia”. Esta responsabilidad recae


Página

sobre el varón debido a que solo él es cabeza (líder) dentro del matrimonio y en
la iglesia debe replicarse el modelo que se tiene en el hogar. Por ello, se sostiene,
Pablo en 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:5-9 estaría preocupado “en proteger el
principio del orden del liderazgo en las relaciones hombre-mujer”, liderazgo en
el que el hombre es quien ejerce la autoridad por sobre la mujer. De esta
manera, “tener a una mujer como pastora o anciana confundiría la relación
esposo-esposa dentro de la iglesia”.
Estas posiciones parecerían representar al pensamiento evangélico conservador
en cuanto al rol de la mujer en la Iglesia. Por ello, iglesias evangélicas clásicas
como algunas bautistas41, la Alianza Cristiana y Misionera y la Iglesia
Evangélica Peruana, esta última una iglesia nacional de corte presbiteriano,
enfatizan la distribución de roles ministeriales según los sexos como parte de su
vida eclesial. Otras iglesias evangélicas como el Ejército de Salvación, la Iglesia
del Nazareno y algunas wesleyanas sí aceptan la ordenación de mujeres
concediéndoles a ellas el mismo nivel de participación y los mismos derechos
con los que cuentan los varones en estas denominaciones. En este capítulo
daremos un vistazo a cuatro iglesias de las mencionadas a fin de conocer mejor
sus puntos de vista referentes a la mujer en el ministerio.
En la Iglesia Evangélica Peruana (IEP)
La IEP, una de las primeras denominaciones fundadas en el Perú (1893), está
integrada por congregaciones locales que son gobernadas por el consistorio,
conformado por un grupo de ancianos elegidos cada dos años. Los
representantes elegidos de estos consistorios conforman el presbiterio. Varios
presbiterios conforman un sínodo. En la actualidad la IEP cuenta con quince
sínodos a nivel nacional. Aunque oficialmente la denominación no concede
autoridad-gobierno a las mujeres, ni les concede ser ancianas, solamente les
permite el diaconado, pues sostienen que ir más allá sería “no bíblico”, en la
práctica han existido mujeres a cargo de congregaciones fungiendo como
pastoras. Tales son los casos de Irene Gozin, “eminente diaconisa” en la iglesia
de Huacho y “una gran sierva en el pastoreo de la congregación” y Eloiza
Huete de Chamorro, natural de Huánuco, quien se destacó como exponente de
la Palabra de Dios ganándose el título de “La anunciadora de la Región de Dos
de Mayo”42.
A pesar de la negativa denominacional de contar con pastoras al frente de
congregaciones y con ancianas en los consistorios, existen congregaciones de la
IEP que cuentan con mujeres en estos cargos. Eso quiere decir que hay mujeres
que administran los sacramentos (santa cena y bautismo), predican en sus
iglesias los domingos, presiden y toman decisiones. Algunas hasta presiden
consistorios. Lo único que las que avala es el respaldo de sus iglesias locales.
28

Este hecho evidenciaría la tensión interna que vive la denominación en cuanto a


Página

este tema. Mientras sectores conservadores se resisten a dar paso a reformas


que promuevan que las mujeres tengan mayores espacios de autoridad y
protagonismo, los sectores más progresistas se ven favorables a estas reformas.
Un hecho que puede ilustrarnos la seriedad de esta tensión en el seno de la IEP
fue lo ocurrido en octubre de 1994, en el Sínodo Cuzco, cuando los presbiterios
decidieron ordenar al ministerio pastoral a cinco mujeres (en ese momento, se
tenía sólo el pastorado como ministerio ordenado), pero al enterarse la
Asamblea General sobre lo acontecido, ésta decidió no reconocer dichas
ordenaciones. Lo sucedido en Cuzco quedaría en la historia de la IEP como un
hecho vergonzoso que delató la división interna de sus líderes y sus opiniones
diversas acerca del ministerio de la mujer43.
En el Ejército de Salvación44
Por otro lado, los salvacionistas han otorgado igualdad total entre hombres y
mujeres desde su fundación en 1869, “mucho antes de que las mujeres tuvieran
derecho a voto en muchos países”45. Todos, hombres y mujeres, tienen las
mismas facultades y ninguno es considerado mayor o menor que otro. A pesar
de tener la estructura de un ejército, entre los salvacionistas existe una constante
práctica de igualdad entre los suyos a tal punto que hasta la fecha han ocupado
el cargo de Generala, el máximo cargo internacional en la denominación, tres
mujeres. El Ejército de Salvación se organiza a través de “Cuerpos”, que
vendrían a ser congregaciones locales lideradas por oficiales, el equivalente
salvacionista de ministros o pastores. Estos “Cuerpos” pueden ser liderados por
mujeres, lo que significa que ellas pueden ser oficiales (tenientes, capitanas,
etc.). El camino que una mujer recorre desde el momento que llega al Ejército de
Salvación como una “recluta” es el mismo que recorre un hombre: la misma
preparación para llegar a ser soldado y la misma Escuela para prepararse a fin
de llegar a ser teniente, si cuenta con los dones necesarios.
La razón fundamental de esta apertura plena del ministerio para las mujeres, la
cual poseen los salvacionistas desde sus orígenes, es el texto de Joel 2:28,29:
“Después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán
vuestros hijos y vuestras hijas […]. Y también sobre los siervos y sobre las
siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”. Ellos creen que el Espíritu
derramado sobre toda carne, hombres y mujeres por igual, los faculta y
comisiona para ser portavoces del mensaje de Jesucristo hasta lo último de la
tierra. Esta función profética no está limitada a los varones o a algunas cuantas
mujeres excepcionales, sino que está al alcance de toda persona que se abra a la
presencia y poder del Espíritu divino. Para los salvacionistas, Dios no distingue
entre hombre y mujer a la hora de derramar su Espíritu, por ello “no
29

deberíamos hacerlo tampoco nosotros”.


Página
En la Iglesia del Nazareno
Otra Iglesia que aboga por la mujer en el ministerio ordenado es la del
Nazareno. Esta iglesia, fiel a su identidad wesleyana, siempre ha motivado a las
mujeres de todo el mundo a que respondan al llamado de Dios al ministerio.
Hace aproximadamente veinticinco años, sólo el 5% de ministros nazarenos
eran mujeres, hoy el panorama es otro: ellas conforman un tercio de los
ministros ordenados. En el Manual de la Iglesia del Nazareno (2013-2017) se
puede leer la siguiente declaración46:
La Iglesia del Nazareno apoya el derecho de las mujeres de utilizar sus dones
espirituales dados por Dios en la Iglesia y afirma el derecho histórico de las
mujeres a ser elegidas y asignadas a lugares de liderazgo dentro de la Iglesia
del Nazareno, incluyendo los oficios de presbítero y diácono.
El propósito de la obra redentora de Cristo es libertar la creación de Dios de la
maldición de la caída. Los que están “en Cristo” son nuevas criaturas (2
Corintios 5:17). En esta comunidad redentora, ningún ser humano debe ser
considerado como inferior sobre la base de la condición social, raza o género
(Gálatas 3:26-28). Reconociendo la aparente paradoja creada por la instrucción
de Pablo a Timoteo (1 Timoteo 2:11-12) y a la iglesia en Corinto (1 Corintios
14:33-34), creemos que interpretar estos pasajes como limitante del papel de la
mujer en el ministerio, presenta serios conflictos con pasajes específicos de la
Escritura que ordenan la participación femenina en papeles del liderazgo
espiritual (Joel 2:28-29, Hechos 2:17-18; 21:8-9, Romanos 16:1, 3, 7, Filipenses 4:2-
3), y viola el espíritu y la práctica de la tradición wesleyana de santidad. Por
último, es incompatible con el carácter de Dios presentado en toda la Escritura,
especialmente como se revela en la persona de Jesucristo.

Basados en esta alentadora declaración, es que la denominación cuenta en la


actualidad con una mujer en la Superintendencia General, convirtiéndose así en
una de las pocas denominaciones en el mundo en permitirle a las mujeres el
acceso a los más altos niveles de gobierno internacional. En junio de 2017, la
Dra. Carla D. Sunberg fue elegida como la 43a Superintendente General de los
nazarenos en su 29a Asamblea General realizada en Indianápolis, EE.UU.,
siendo la segunda mujer en ocupar este cargo47. Cuando fue elegida, la Dra.
Sunberg era presidenta del Nazarene Theological Seminary, donde había
fungido desde el 2014. Con una larga trayectoria de servicio en la
denominación, la Dra. Sunberg es apasionada en el trabajo de entrenar a nuevos
líderes para el ministerio, actividad que sabe llevar a la par de sus continuas
conferencias internacionales a las que es invitada. Es una defensora de los
derechos de las mujeres y de la lucha contra la violencia de género. Ella afirma
que “nuestra teología de santidad se afirma cuando vemos derramado el
Espíritu Santo, y nuestros hijos e hijas predican”, pues “existe una gran sinergia
30

cuando las mujeres y hombres se unen para trabajar para el Reino”.


Página
Aunque hay una gran diversidad de iglesias evangélicas en el panorama
eclesial, creemos haber dado a conocer, en líneas generales, el estado actual de
la mujer en algunas de las iglesias más importantes y de mayor alcance en el
mundo. Siempre existirá en el pueblo evangélico la “posición a favor” y la
“posición en contra”, y ambas posiciones reclamarán base teológica y bíblica
para su existencia48. Mirando un poco más allá, hacia las nuevas comunidades
cristianas, aquellas agrupaciones de raíces evangélicas que optan por no
identificarse con ninguna denominación y teología históricas, nos percataremos
que en ellas también existen diferentes opiniones en cuanto a este tema:
Algunas son más libres y le permiten el acceso a la mujer al ministerio
ordenado, otras son más conservadoras y manejan sus congregaciones de forma
patriarcal. Aún en el moderno movimiento de “iglesias en casas”, el
protagonismo recae sobre los varones, aunque se afirme —teóricamente— la
igualdad de todos los creyentes.

31
Página
Segunda parte
Una mirada a los orígenes:
Jesús y Pablo

32
Página
Capítulo IV
Jesús y las mujeres

Desde los días del ministerio de Jesús en Galilea, las mujeres han estado
presentes en su movimiento, el mismo que años después sería llamado
cristianismo. De esta manera, el cristianismo surge en el mundo con una
importante presencia femenina que empieza con María, la madre de Jesús (Mt
1:18), y que avanza en la historia con muchas otras mujeres que con su
participación y liderazgo supieron ponen de cabeza el orden social de la época.
Si deseamos hablar del rol que la mujer desempeñó en el cristianismo antiguo,
es nuestro deber empezar prestando atención a la presencia de ellas en el
movimiento iniciado por Jesús en la Galilea del siglo I. Lucas dejó registrado
que “algunas mujeres” y luego “muchas más”, hacían lo mismo que el grupo de
los Doce: acompañaban a Jesús (8:1-3). Al parecer, el evangelista no hace
ninguna distinción entre la actividad de las mujeres y la de los Doce. Ambos
grupos (que en realidad es uno solo) siguen a Jesús y lo acompañan en sus
viajes. Este hecho da pie a que, como hace Monique Dumais, estas
acompañantes del Mesías puedan ser consideradas verdaderas discípulas: “No
existe la menor dificultad para reconocer como discípulas a las mujeres que
acompañaron a Jesús muy de cerca”1.
No cabe duda de que Jesús permitió mujeres en su movimiento y que las hizo
receptoras de su enseñanza. Esto marcó una revolución para las costumbres
sociales de la época pues ellas no sólo estaban excluidas del culto judío, sino de
la posibilidad de acceder a Dios por sus méritos, ya que ellas solamente tenían
“posición” ante Dios por medio de los méritos de sus maridos. En los días de
Jesús, las mujeres no estaban obligadas a estudiar la Torá porque se las
consideraba incapaces de comprender la enseñanza religiosa, solamente en sus
casas y bajo el liderazgo del marido ellas podían ser instruidas en lo religioso.
Aun en el Templo de la época de Jesús (“el de Herodes”), el atrio de las mujeres
estaba separado del atrio de Israel, lo que colocaba a la mujer fuera del espacio
reservado a los varones2. En las sinagogas, lugar para el estudio de la Torá, el
espacio reservado para ellas estaba rodeado de barreras y rejas de separación, y
en uno de sus rincones se almacenaba la leña carcomida para los sacrificios3. A
este espacio ellas entraban por una puerta diferente a la de los hombres y una
vez “dentro”, ellas no tenían derecho a leer la Torá públicamente: “La mujer no
lee la Torá en voz alta por causa del honor de la congregación” (Baraithá)4.
33

Como vemos, el camino de las mujeres hacia Dios había sido obstaculizado por
Página

los varones, reducido al ámbito privado de la casa y dependía exclusivamente


del padre de familia o el marido. Por lo general, no existía una buena opinión
masculina hacia ellas, el hecho de que en el siglo II se estableciera entre los
judíos la recitación diaria de las siguientes tres bendiciones: “Bendito seas, por
no haberme hecho perro (pagano); bendito seas por no haberme hecho mujer,
bendito seas por no haberme hecho un esclavo”, nos podría dar una imagen del
pensamiento que se tenía de la mujer en los tiempos de Jesús. En el Talmud,
una especie de compilación de las tradiciones de la ley oral de los judíos, ellos
consideran que Dios en Génesis 3:16 pronunció diez maldiciones sobre Eva, e
indirectamente a las mujeres en general. Algunas de estas “leyes orales”, más
tarde incluidas en el Talmud, son las siguientes5:
Es preferible tener el rollo de la Ley quemado que enseñárselo a una
mujer (Rabino Eleazer).
Es vergonzoso para una mujer tener su voz oída entre los hombres
(Megilla).
El testimonio de cien mujeres no se iguala al de un solo hombre.
La voz de una mujer es una voz inmunda (Taanith).
Jesús al incluir a las mujeres en su movimiento y al tratarlas igual que a los
varones estaba empezando algo nuevo. Estaba empezando a quebrar el pesado
yugo que los varones, por miles de años, habían puesto sobre ellas en nombre
de Dios. Al permitir tenerlas como discípulas, como seres humanos dignas de
Dios y de su Reino y al revelarles verdades íntimas de su pasión, muerte y
resurrección también a ellas, Jesús las eleva al mismo nivel que cualquier otro
discípulo varón, incluidos los Doce6. Jesús hace lo que ningún Rabí judío haría:
Incluir en su grupo de alumnos a mujeres7, no para enseñarles la Torá (lo más
sublime en la tierra para un judío), sino para revelarles al mismo Dios (como a
la mujer samaritana, de Jn 4)8. Jesús las saca de la esfera privada (la casa y la
familia) y las “des-somete” del dominio masculino al cual estaban destinadas
de por vida para convertirlas en verdaderas ciudadanas libres no solo del Israel
físico, sino también del celestial. Vemos entonces que
en ningún momento Jesús se dejó marcar ni influir por aquel contexto cultural
que desvalorizaba a las mujeres. Por el contrario, las trata como seres humanos,
sin establecer alguna jerarquía entre los hombres y las mujeres. Jesús tiene muy
claro que tanto los hombres como las mujeres son seres humanos que deben
recibir la salvación, sin distinción de sexo. Sus apóstoles y discípulos
masculinos se sorprenderán frecuentemente por esta actitud liberada de Jesús.
El Maestro da muestras de su libertad interior; no se deja esclavizar por normas
sociales. Él mismo erige la norma en que los seres humanos son reconocidos,
con toda justicia y amor, como hijos de Dios. El comportamiento de Jesús es
34

innovador al respecto9.
Página
Las cenas del reino: un espacio para todos
El Reino de Dios anunciado por Jesús tiene como expresión máxima la “mesa en
común”, la cena, a la cual toda la humanidad está invitada. Antonio Piñero
señala que hay un relativo consenso en pensar que esta mesa en común era para
Jesús un signo del Reino de Dios que iba a venir pronto, cuyo símbolo más
perfecto era el banquete y la alegría que significaba10. Así lo demostró Jesús en
su movimiento al buscar compartir la mesa con pecadores, con discípulos, con
autoridades del pueblo, etc.11. En estas cenas, Jesús compartía más que la
comida: él compartía su vida, su persona y su enseñanza. Cada una de las cenas
que Jesús tenía con la gente eran signos que apuntaban a la gran cena, aquella
con que inauguraría el Reino de su Padre en la tierra y que él mismo
encabezaría. La última cena, aquella que celebró con sus discípulos la noche en
que fue arrestado, cumple esta función. Es imposible entonces pensar que, en
estas cenas del Reino, que manifestaban la apertura de Dios al ser humano (sea
hombre o mujer, santo o pecador), así como su cercanía a la humanidad y su
deseo de intimar con ella, a las mujeres se les haya prohibido su participación
plena12. Dice Piñero:

Sí podría suponerse también que en ocasiones esas mujeres u otras participaban


en la comunidad de mesa de Jesús con sus discípulos de la que no habría razón
para excluirlas. Las investigaciones más recientes sobre los documentos del Mar
Muerto sugieren que incluso en ese grupo de rigoristas religiosos las mujeres
intervenían también en las comidas comunales, que tenían un marcado tinte
religioso. Por tanto, en nada puede extrañar que Jesús hiciera lo mismo.
Veremos que las comidas en común era en Jesús símbolo del Reino que viene 13.

Si Jesús incluía a las mujeres en las cenas en las que participaba, pues
haciéndolo buscaba trasmitirles la aceptación y la cercanía de Dios, es más que
probable que en la última cena ellas también hayan podido estar presentes
junto con los demás discípulos. Que en Hechos se lea que las mujeres
participaran libremente en el partimiento del pan (así como en las oraciones, la
comunión unos con otros y en las enseñanzas de los apóstoles), que no es otra
cosa que la repetición comunitaria de la última cena, nos da pie para sostener
que Jesús también partiera el pan con ellas en la noche de su pasión. Si ellas no
hubieran estado presentes aquella noche, es muy probable que en las iglesias
fundadas por los apóstoles a ellas se les hubiese pedido abstenerse o retirarse al
momento del partimiento del pan.

María de Magdala
Al referirnos a las mujeres discípulas de Jesús no podemos dejar de mencionar a
35

una en especial: María de Magdala. No cabe duda que Jesús tuvo una actitud
Página

especial hacia esta discípula que decidió seguirle en muestra de agradecimiento


por la liberación recibida. Conociendo las historias de los endemoniados que
curó Jesús, seguramente su vida era muy triste, su cuerpo muy golpeado y
probablemente era marginada en extremo por la gente de su alrededor. La
experiencia de ser sanada por Jesús debió ser tan importante en su vida que
decidió seguirlo y andar de itinerante por todos los pueblos y aldeas donde
circulaba el movimiento de Jesús14. De ella se ha escrito mucho (aún en los
evangelios no canónicos)15 y equivocadamente se le ha asociado con la
prostitución16. Antonio Piñero observa que María Magdalena es la única que
aparece siempre en todas las listas de mujeres seguidoras de Jesús, aunque estas
sean divergentes17 y Elisa Estévez señala que ella es la primera que aparece en
todas esas listas18, lo que indica que ella ocupaba un lugar importante entre las
seguidoras de Jesús19.
Debido quizás a la importancia que María Magdalena tuvo en el movimiento de
Jesús (¿habrá sido algo así como “la líder de las mujeres”?)20 es que a ella se le
concede el honor, después de haberse enfrentado al riesgo político que
significaba visitar la tumba de un crucificado, de ser el primer testigo de la
resurrección del Señor, la primera en ver la tumba vacía y la primera en
escuchar la verdad de su resurrección Y por ser testigo ocular del Resucitado
fue también la primera en testificar delante de los apóstoles que su Señor se
encontraba vivo. En palabras del arzobispo Arthur Roche, secretario de la
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos: “De este
modo se convierte en evangelista, es decir, en mensajera que anuncia la buena
nueva de la resurrección del Señor o como decían Rabano Mauro y Santo
Tomás de Aquino, en 'apóstola de los apóstoles', porque anunció a los apóstoles
aquello que, a su vez, ellos anunciarán a todo el mundo”21.
Aunque a partir de Hechos de los Apóstoles en adelante el nombre de María
Magdalena desaparece22, y a pesar de que Lucas cierra el número de apóstoles a
doce (Hch 1:15-26) no se puede negar que esta mujer reúne todos los requisitos
necesarios para ser considerada una verdadera apóstol: haber estado con Jesús
desde el inicio de su ministerio, haberlo visto resucitado y ascendido, así como
haber recibido de él la instrucción de ir y anunciar la buena nueva. Todas estas
características calzan en María de Magdala, por lo que existen razones para
otorgarle el título (como ya lo ha hecho la Iglesia Católica) de apóstol y más
específicamente “apóstola de los apóstoles”23.
Concediéndole entonces, voz a la mujer (¡y voz sobre los hombres!) y
participación en su misión de anunciar y enseñar sobre el Reino de Dios24 Jesús
reacciona verdaderamente contra todas las desigualdades que violentaban a la
mujer y, sin hacer concesiones a la mentalidad de su medio, sin admitir
36

ninguno de los prejuicios que servían de apoyo a los privilegios masculinos,


Página

manifiesta claramente su voluntad de restablecer la igualdad de la mujer cada


vez que se encuentra ante una situación desfavorable a ella, modificando de
forma notoria no sólo el papel de la mujer en la sociedad de su tiempo, sino
también la forma de ver o de percibir a la mujer25.

37
Página
Capítulo V
Las mujeres en las primeras comunidades

¿Cómo recibieron los miembros de las primeras comunidades cristianas esta


nueva visión y percepción de la mujer establecida por Jesús? ¿Fueron fieles a
ella? ¿Cuál fue el papel que las mujeres desempeñaron en las comunidades del
primer siglo? Como hemos mencionado, Jesús había empezado algo nuevo,
había empezado la era del Reino de Dios. En esta era, las mujeres disfrutarían
plenamente de las promesas y bendiciones de Dios a través suyo. En tal sentido,
ellas empiezan a ser consideradas como seres humanos y por ello, merecedoras
del amor y la ternura de Dios. Por esta razón, los discípulos ven a su Maestro
teniendo una atención especial con ellas: sus virtudes son puestas como ejemplo
y enseñanza para todos los que se abren al Reino (las parábolas referentes a las
mujeres)26, ellas son beneficiarias de milagros y curaciones27, son además
protagonistas en los milagros de resurrección28 y tienen acceso a la revelación
de Dios por medio de Jesús29. Pero por sobre todo, Jesús les concede la
autoridad para ser maestras y proclamadoras de las buenas noticias, incluso
ante los varones (la mujer samaritana y las mujeres testigos de su resurrección).
Mujeres líderes en Hechos
Habiendo aprendido de su Señor toda esta actitud renovada hacia las mujeres,
los discípulos, ahora apóstoles, empiezan su misión y por su mensaje
“aumentaba la multitud de hombres y mujeres que se adherían al Señor” (Hch
5:14; 8:3; 9:2). Comenzarán a aparecer entonces mujeres sobresalientes y
poseedoras de autoridad entre los nuevos discípulos. En Jope se convertiría
Tabita, quien se distingue en la iglesia por ser una mujer “rica en obras y en
limosnas que hacía” (Hch 9:36) y en Jerusalén María, madre de Juan Marcos,
abría su casa para las reuniones de la Iglesia, lo que le concedía algún
reconocimiento, alguna relevancia y alguna función de dirigencia entre el grupo
según el sistema de creencias y valores del Mediterráneo antiguo (Hch 12:12-
17)30. Otras mujeres que sobresaldrán por su autoridad y sus funciones de
liderazgo son:
Lidia (Hch 16:11-15). Se trata de nada menos que la primera europea convertida
al evangelio y primer miembro de la iglesia en Filipos, aquella que Pablo amaba
tanto por su generosidad incomparable. Mujer comerciante y autónoma, quizás
viuda, se convirtió y guio a toda su casa a la nueva fe. En su casa acogió a la
iglesia (v. 40) que probablemente estuvo compuesta en su mayoría por mujeres
38

y estuvo al frente de ella puesto que era la dueña de casa, lo que la llevaría a
Página

menudo a dirigir las reuniones, administrar su buen funcionamiento y ayudar


económicamente a los necesitados31. Como dueña de casa y líder de la iglesia,
Lidia se sentía en el deber de brindar hospitalidad y protección política a los
misioneros que llegaban a ella. Aunque no se le atribuye ningún título
ministerial (maestra, apóstol, profeta), y mucho menos se habla de ella como
diácono o “anciana”, no se puede negar que Lidia ejerció un importante
liderazgo en los primeros años de la iglesia de los filipenses.
Priscila (Hch 18:1-3). Priscila (o Prisca) junto con Aquila, su esposo, conocieron a
Pablo en Corinto. En esta ciudad, en Éfeso (1 Co 16:19) y en Roma (Ro 16:3-5)
abrieron sus casas a la iglesia ejerciendo autoridad como maestros y
formadores. Es evidente que Priscila tuvo mayor autoridad en la iglesia que su
esposo, esto se deduce viendo la forma en que sus nombres aparecen escritos en
la Biblia: Cuando Lucas habla de la pareja en cuestiones de ocupación,
menciona primero a Aquila (Hch 18:2), lo mismo hace Pablo cuando transmite
los saludos de ambos en su primera carta a los corintios (16:19). Pero cuando se
describe la acción misionera de la pareja, Lucas menciona primero a Priscila
(Hch 18:18) y cuando menciona que ambos instruyeron con más exactitud el
camino del Señor a Apolos, Lucas vuelve a mencionar primero a Priscila (v.
26)32. Pablo hace lo mismo cuando en su carta a los romanos, les pide que
saluden de su parte a “Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús,
que expusieron su vida por mí” (16:3,4), nuevamente vemos que Priscila es
mencionada primero al hablarse acerca del trabajo ministerial. Otra ocasión en
que Pablo saluda primero a Priscila y luego a Aquila es en 2 Tim 4:1933. En la
cultura grecorromana, que aparezca primero el nombre de Priscila significaría
que ella posee cierta preponderancia con respecto a su esposo, por lo que
podemos afirmar que esta mujer ejercía en la iglesia un liderazgo notable que
giraba alrededor de la enseñanza de la Palabra y el ministerio evangelístico,
liderazgo que muy probablemente opacaba al de su marido.
Las cuatro hijas de Felipe el evangelista (Hch 21:8,9). En la ciudad de Cesarea vivía
uno de los siete que atendían a las viudas de Jerusalén, Felipe el evangelista,
quien tenía cuatro hijas vírgenes que profetizaban. Aunque no se les da el título
de “profetas” (título reservado para Agabo en el mismo capítulo) y aunque no
se describa alguna actividad profética por parte de ellas, las cuatro eran
conocidas como “doncellas que profetizaban”. Es decir, el Espíritu profético
descansaba sobre ellas y las impulsaba a hablar inspiradamente en nombre de
Dios. Con la experiencia del bautismo en el Espíritu producido en Pentecostés
(Hch 2:1-13) que aperturó la era mesiánica, tanto hombres como mujeres
empezaron a tener acceso al don de profecía, sin ninguna distinción, tal como lo
39

anunciara Joel (Jl 2:28-32).


Página
El pueblo de Israel había contado con mujeres profetas (profetisas) en su
historia: Miriam, hermana de Moisés (Ex 15:20,21), Débora (Jue 4:4-8), Hulda (2
Re 22:11-23), la esposa del profeta Isaías (Is 8:3) y Ana (Lc 2:36-38), por lo que no
era extraño que existieran en él mujeres que profetizaran. En las primeras
comunidades cristianas quienes contaban con dones proféticos eran tenidos en
alta estima pues era el tiempo en el que se ponía en primer plano la inspiración
divina debido a que inicialmente el cristianismo fue un movimiento carismático
con autoridades carismáticas34. Podemos deducir entonces, que las cuatro hijas
de Felipe ejercían su ministerio profético y disfrutaban de una cierta autoridad
en las iglesias de Cesarea. Es el mismo Pablo quien da realce e importancia a
quienes poseen este don: “Mayor es el que profetiza” afirmaría (1 Co 14:5), pues
quien profetiza “edifica a la iglesia” (v. 4), por lo cual estas cuatro profetisas
tenían una actividad específica y “mayor” en las reuniones de culto cristiano:
profetizaban una por una, de pie y frente a la asamblea. Tenían el ministerio de
la Palabra, eran maestras/predicadoras, ministerio público que consistía en
nada menos que “hablar a los hombres para edificarlos, exhortarlos y
consolarlos” (v. 3), algo de mucha importancia para la vida de las primeras
comunidades (v. 1).
Como vemos hasta aquí, en las comunidades que se describen en el libro de
Hechos hallamos presente el protagonismo y el liderazgo de mujeres creyentes
abiertas a la acción del Espíritu. Sus ministerios van desde el presidir las
reuniones que se efectúan en sus casas (María, madre de Juan Maros y Lidia)35,
ser maestras de la Palabra (Priscila), hasta ejercer el oficio profético inspiradas
por el Espíritu (las hijas de Felipe). Todas ejercieron un evidente ministerio de
la Palabra en las iglesias caseras, poseyendo la autoridad respectiva sobre los
demás hermanos. A comparación de la realidad en muchas iglesias hoy, a estas
mujeres nunca las vemos restringidas a un ministerio dirigido solo a otras
mujeres o a niños, sino que las vemos al lado de los apóstoles y bien
relacionadas con otros líderes hombres, ejerciendo ministerios que las facultaba
para no estar silenciadas u ocultas en las iglesias, sino que por el contrario las
catapultaban a la visibilidad, a la dirigencia y a la proclamación36.
40
Página
Capítulo VI
Mujeres líderes en el ministerio de Pablo

Para Pablo, la nueva realidad que trajo Cristo significa que ahora “ya no hay
judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos son uno en
Cristo Jesús” (Gal 3:27,28), lo que significa que en la comunidad cristiana ya no
hay diferencias ni de raza, ni de clase social, ni de género, pues todos somos
uno. Esta nueva realidad chocaba frontalmente con los valores dominantes de la
sociedad helenista, de los cuales Pablo había participado también. Existía un
tópico retórico sobre “los tres motivos de gratitud”, que se atribuían a Tales o a
Platón, que decía: “Porque he nacido ser humano y no bestia, hombre y no
mujer, griego y no bárbaro”. Después de su conversión y al aprender sobre
Jesús y su movimiento, toda la equivocada concepción humana que poseía el
apóstol fue transformada: ahora se veía siendo uno con un grupo humano al
que antes despreciaba, las mujeres.
Esta nueva realidad existencial permitió a Pablo promover y elogiar el liderazgo
femenino en sus comunidades y una de las formas en que lo hizo fue haciendo
espacio en ellas para que se oyera la voz de la mujer a través de la profecía (1
Co 11:5). A través de sus cartas podemos conocer a algunas mujeres que no
estaban silenciadas en las congregaciones y mucho menos inactivas bajo la
sombra de los varones. Al contrario, estas mujeres son elogiadas por su
esfuerzo, liderazgo y fruto obtenido por sus labores de servicio. Ya hemos
mencionado a Lidia y a Priscila, esta última denominada por el apóstol como
“su colaboradora” en Romanos 16:3 (título que Pablo también le concede a
Timoteo en 2 Tim 4:21). En este apartado mencionaremos a algunas cuantas más
que trabajaron al lado de Pablo y que, por lo tanto, ejercieron el liderazgo de
manera tan admirable que al apóstol no le quedó más que reconocer su loable
labor y colocarlas como ejemplo ante todas las comunidades cristianas.
Febe (Ro 16:1,2). Mujer influyente en la iglesia de Céncreas (Corinto), es llamada
por Pablo “hermana”, “diakonos” y “bienhechora”. Al llamarla “hermana”,
Pablo está reforzando su autoridad como líder local, reafirmando su
contribución en el anuncio del evangelio y su papel de dirigencia (Flp 4:21), así
como señalando su función en la animación comunitaria y su labor para
reforzar los lazos de lealtad internos37. Con el título de “diákonos” Pablo la está
reconociendo como servidora, “ministra”, de la iglesia en Céncreas tal como lo
hiciera con Timoteo (Flp 1:1), Apolos (1 Co 3:5), Epafras (Col 1:7), con él mismo
41

(1 Co 3:5; Ef 3:7; Flp 1:1) y con Jesús (Ro 15:8). Este título dado por Pablo a Febe,
suele definir, en general, una función eclesial importante y reconocida: Este
Página

título es empleado por Pablo, siguiendo un uso profano, para definir el rol de la
autoridad civil puesta al servicio de Dios (Ro 14:4-6). Si Febe es llamada
diaconisa de la Iglesia de Céncreas, significa que en esa comunidad ella
realizaba y cumplía con un rol influyente y reconocido, característico de los
responsables locales38.
No debemos confundir la labor de diaconía de Febe con la labor diaconal que
surge en la Iglesia del siglo III (Orden de las diaconisas), mucho menos con la
labor que existe hoy en muchas iglesias cristianas bajo la designación de
“diaconado”, pues sencillamente no son lo mismo. Habíamos visto que en el
primer siglo Pablo, Apolos, Timoteo y aún Cristo son llamados “diákonos”, es
decir servidores de Dios puesto que en ese tiempo “diákonos” es una palabra
que designa un servicio general en la Iglesia, en el caso de Febe este servicio
habría consistido en predicar/enseñar y velar por las iglesias, según Elisabeth
Shüssler Fiorenza39, responsabilidades que no están ligadas al diaconado
actual40.
Por último, se le da el título de “bienhechora”, “benefactora”, “protectora” (gr.
prostatis)41. Febe, como protectora, habría acogido a Pablo y a otros misioneros
en su casa de Céncreas, y probablemente también les facilitaría el acceso a
personas influyentes de su ciudad o de otros lugares. Esto es lo que habrían
hecho otras mujeres o varones considerados patrones o benefactores. Las
funciones desempeñadas por estos bienhechores, varones y mujeres, habría sido
muy útil para la extensión y consolidación del movimiento cristiano. Y nos
habla de la ayuda que habría podido prestar a nivel económico, social y
jurídico. Es decir, Febe ha podido desempeñar tareas de patronazgo y contar
con cierta influencia, que puso al servicio de quienes llegaban a su casa. Si bien
el patronazgo que esta mujer pudo ejercer no tiene que entenderse
necesariamente como “presidente” de una asamblea litúrgica, lo que sí está
claro es que habría recibido honor, prestigio y autoridad, por los actos con los
que ha beneficiado a la comunidad42. Su prestigio en la comunidad de Céncreas
la hacía digna de un recibimiento especial por parte de los cristianos de Roma.
María, Trifena, Trifosa y la amada Pérsida (Ro 16:6,12). En la misma carta a los
romanos, Pablo envía saludos a una tal María, “que se ha afanado mucho por
ustedes”. “Afanarse” o “trabajar” (como lo traducen algunas versiones) es una
traducción del verbo griego “kopiao”, empleado por Pablo para designar el
trabajo misionero o pastoral dentro de una comunidad43. María y las otras tres
mujeres saludadas por el apóstol son mujeres que, de una u otra forma, han
aportado una contribución importante a la obra de evangelización, y el apóstol
Pablo lo reconoce abiertamente en su carta a los romanos44. Estas mujeres,
42

aunque pasan desapercibidas hoy en día, disfrutaban de un reconocimiento


Página

especial en las primeras comunidades, eran conocidas en varias ciudades y


mantenían siempre una actitud de entrega y trabajo (hasta el cansancio) a favor
de la obra misionera y de los predicadores itinerantes como Pablo. Es
interesante notar que Pablo en 1 Tes 5:12,13 ordena a la iglesia que se someta a
los que trabajan (se afanan) entre ellos presidiéndolos y amonestándolos
(instruyéndolos), es decir “haciendo uso de la palabra autoritativa”. Podemos
afirmar entonces que estas mujeres presiden, dirigen, cuidan y educan a sus
comunidades mediante la enseñanza/predicación y cuentan con el
sometimiento de sus respectivas comunidades (con el respaldo y aprobación del
mismo apóstol).
Junia (Ro 16:7). La duda acerca de si este personaje es varón o mujer y si fue o
no apóstol es moderna. Tanto las tradiciones antiguas (Vulgata, Sahídico, copta
y las versiones siriacas) como los comentadores patrísticos han sido unánimes
en leer el nombre de Junia como femenino, un dato que concuerda con el hecho
de que Junia es un nombre común romano de mujeres de una familia
aristocrática, o de esclavas liberadas de la misma45. Ahora bien, esta mujer ¿fue
apóstol? Sabemos que aparte de los doce apóstoles existieron otros líderes a los
que también se les concedió este título: Bernabé (Hch 14:4-14), Silas y Timoteo
(1 Tes 1:1; 2:6), y Apolos (1 Co 4:6-9). Los que rechazan el otorgarle el título de
apóstol a Junia (y a Andrónico) interpretan el verso como si se dijera que ambos
“fueron estimados o conocidos entre (por) los apóstoles”. En cambio, los que
ven a ambos personajes como apóstoles interpretan el texto como si Pablo
estuviera reconociendo que ambos “son estimados o notables entre los
apóstoles”.
Para resolver este “complejo” caso y ponerle fin a la duda de si Junia era o no
una apóstol leamos lo que tiene que decir un Padre de la Iglesia como Juan
Crisóstomo (347-407), considerado el mejor orador de la Iglesia patrística y uno
de los cuatro doctores de la Iglesia oriental. Su cercanía a Junia en tiempo y su
conocimiento más perfecto del idioma en que se escribió en N.T. lo convierten
en una voz confiable en cuanto a este asunto. Comentando acerca de Junia no
duda de que esta mujer es no sólo apóstol, sino además “prominente entre
ellos”: “Cuán grande es la devoción de esta mujer, que ha sido encontrada
digna del título de apóstol”46. Para Crisóstomo, ella es digna de un gran honor
porque ha sufrido prisión como el apóstol Pablo, en ella y en Andrónico se ven
las marcas del verdadero apostolado, que no son otra cosa que los riesgos y
peligros que la misión conlleva. Por el hecho de haber sido compañeros de
cárcel con Pablo, compartiendo con él muchos peligros, son llamados
“apóstoles”. La reflexión del Crisóstomo nos sitúa, por consiguiente, ante una
43

mujer apóstol, probablemente casada, y que contribuyó con su enseñanza y su


vida cristiana a la extensión y consolidación del Evangelio47.
Página
Aparte de estas mujeres, Pablo tuvo como colaboradoras a otras muchas más.
Los nombres de algunas de ellas han quedado registrados en sus epístolas,
aunque de manera rápida y con muy pocas descripciones de sus funciones.
Algunas de estas mujeres son Cloe (1 Co 1:11): mujer rica que toma la iniciativa
de enviar emisarios (que serían sus esclavos) a Pablo a fin de informarle la
[mala] situación de la iglesia. El hecho de que Pablo la mencione en su carta
pone de manifiesto que ella habría tenido una función importante en la iglesia
de Corinto y el apóstol da crédito a sus palabras, e incluso se apoya en ellas
para responder a esta comunidad48. Ninfas, quien es mencionada por Pablo en
Col 4:15, siendo ella una mujer que acoge en su casa a la iglesia de Laodicea y
por lo que hemos venido mencionando ella, por acoger a la iglesia, habría sido
también una líder con autoridad pues quienes ofrecían sus casas como lugar de
referencia para las comunidades cristianas eran considerados maestros y se les
reconocía su autoridad y su función de dirigencia. Ninfas, como dirigente de la
comunidad que se reúne en su propia casa, habría velado también por asegurar
la solidaridad intragrupal y la lealtad del grupo49.
En su carta a los filipenses (4:2), Pablo exhorta a dos mujeres, Evodia y
Síntique, colaboradoras suyas en el ministerio, a que unifiquen sus criterios, es
decir, a que tengan “el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús” (2:5). Ambas son
mujeres con un liderazgo indiscutible en la comunidad de Filipos y, en general,
en el movimiento paulino. Ambas lucharon juntamente con el apóstol a favor
del evangelio, y son dirigentes en su comunidad. De ahí que el apóstol
estuviera preocupado por sus desavenencias, ya que su conflicto no es
indiferente para la vida comunitaria ni para el testimonio hacia fuera50. Pablo
las invita a que se pongan de acuerdo y mantengan la unidad del equipo de
colaboradores (en el cual también estaría Clemente) y por consecuencia, de toda
la iglesia. Otras mujeres con autoridad vinculadas al ministerio de Pablo son
Apia (Flm 1:2), Claudia (2 Tim 4:21), la madre de Rufo, Julia y la hermana de
Nereo (Ro 16:13,15).
Concluyendo esta segunda parte, hemos observado la actitud abierta y
novedosa hacia las mujeres que tanto Jesús como Pablo tuvieron en sus
ministerios. La apertura del Maestro de Galilea hacia las féminas fue una de las
revoluciones que él inició a través de su movimiento mesiánico y que Pablo, fiel
a esa tradición, continuó admirablemente. De esta manera, se puede decir que
en ningún momento de su ministerio Pablo resultó misógino, sino que, al
contrario, proclamó la igualdad ante Dios de hombres y mujeres y, por lo tanto,
su igual responsabilidad para responderle y servirle. Por ello, toda expresión
44

cristiana actual que no contenga estas características liberadoras hacia la mujer,


cae bajo la sospecha de no estar siguiendo fielmente con la praxis de Jesús.
Página
Tercera parte
Empiezan los cambios:
Las epístolas post y
deuteropaulinas y los Padres

45
Página
Capítulo VII
Razones del cambio
y el papel de las epístolas

Las cartas de Pablo nos muestran su total apertura al liderazgo que las mujeres
ejercían en las primeras comunidades. Escribiéndole a los cristianos de Corinto
les dice que las mujeres “oren y profeticen con la cabeza cubierta” (1 Co 11:5), a
pesar de los inconvenientes que las mujeres estaban ocasionando por orar y
profetizar sin velo. Él no les prohíbe profetizar en público, sino que regula la
práctica ordenando que se respeten las convenciones sociales y culturales de la
ciudad (el uso del velo y/o el uso del cabello largo). Su postura a favor de que
las mujeres presidan, enseñen y ejerzan autoridad en las iglesias hace que lo
escrito en 1 Co 14:33b-35 (“que las mujeres guarden silencio en las iglesias…”)
aparentemente contradiga esta actitud. Pero nada más alejado de esto, hoy son
muchos los biblistas que consideran estas palabras como una interpolación1
posterior pues van en contra de lo que las mismas cartas de Pablo manifiestan
acerca de su actitud hacia las mujeres.
Aproximadamente en el año 66 d.C. muere Pablo decapitado en Roma, según la
tradición, y de acuerdo a los mejores exégetas dejando escritas siete cartas: 1
tesalonicenses, 1-2 Corintios, Gálatas, Filemón, Romanos y Filipenses2. Después
de él, las iglesias fundadas por el apóstol, así como las que se identificaban con
su teología, poco a poco se fueron alejando de sus enseñanzas. Por ejemplo, la
iglesia de los corintios, aproximadamente para el 96 d.C., continuaba con sus
problemas de división y aun los habían empeorado pues un grupo importante
de jóvenes laicos se habían sublevado contra sus ancianos (presbíteros),
destituyéndolos de sus funciones, ocasionando el debilitamiento del testimonio
de esta iglesia ante las demás y ganándose una dura reprensión por parte de
Clemente, obispo de la iglesia de Roma3. Por esa misma época, las iglesias de
Éfeso y Laodicea4, iglesias evidentemente paulinas, serían reprendidas también,
esta vez por Juan, por haber dejado de amar a su Señor y por haber abrazado la
tibieza espiritual (Ap 2:4,15,16).
En cuanto al liderazgo femenino en las iglesias fundadas e influenciadas por
Pablo, fue algo que empezó a restringirse poco a poco después de la muerte del
apóstol. Las iglesias gentiles, que en su mayoría eran paulinas, fueron
alejándose de aquella comunidad de iguales anunciada por Jesús y predicada
por Pablo5. En este capítulo describiremos cómo se fue dando este proceso de
46

alejamiento mencionando las razones por las que se dio y las consecuencias
Página

funestas para todo el movimiento iniciado por Jesús. Las razones de este
cambio perjudicial para la Iglesia, y más para las mujeres, fueron: la presión
externa sociocultural, en la que jugarán un importante papel las cartas
postpaulinas (Efesios, Colosenses y 1 Pedro)6; las luchas internas por el poder, aquí
entran en escena las cartas deuteropaulinas (las Pastorales) y la
institucionalización de la Iglesia, en donde influirá grandemente el pensamiento y
enseñanza de los Padres Apostólicos y de los Padres de la Iglesia. Esta última
razón la estudiaremos en los próximos capítulos.

Presión externa sociocultural


En la sociedad de la época, las comunidades cristianas eran mal vistas y
criticadas por minar los cimientos de la sociedad grecorromana, proclamar la
desobediencia al paterfamilias y echar abajo la estructura de la casa. Al darle
liderazgo, protagonismo y hasta una cierta independencia a la mujer, el
cristianismo le devolvió su voz tanto en la esfera privada como en la pública.
Por lo tanto, la figura de la mujer en estas comunidades era especial objeto de
atención para los paganos. Uno de ellos, el filósofo Celso (s. II), se quejaba de
que las mujeres cristianas alteraban lo establecido por la sociedad. Por esta
razón, el cristianismo estaba siendo visto como subversivo y peligroso para el
orden social pues desestabilizaba a las familias e incitaba a las mujeres a
comportarse “anti-socialmente”7. Por ejemplo, en una época en que el
matrimonio y la procreación eran fundamentales para la sociedad patriarcal, el
cristianismo invitaba a las mujeres a mantener su virginidad o a permanecer sin
casarse después de haber enviudado o de haberse separado (1 Co 7). El
emperador Augusto, a principios del primer siglo, había promulgado una ley
que obligaba a las mujeres a seguir los patrones de la casa patriarcal, casarse y
tener hijos8. La mujer debía estar sometida al esposo, subordinado a él y sin
opacar su autoridad. Se creía que la sociedad era la proyección de la casa: “Tal
como va la casa, va la sociedad” y si las mujeres causaban desorden en las
casas, la sociedad podría colapsar muy pronto.
El cristianismo le había dado un trato igualitario a la mujer y eso era mal visto
por todos. Los códigos domésticos, códigos cuyo origen se remontan a
Aristóteles (384-322 a.C.), regulaban la administración de la casa (patriarcal) y
en ellos estaba estipulado que el dueño de la casa es el esposo, padre y amo, al
cual todos (incluida la mujer) están obligados a someterse. Estos códigos
afirmaban la superioridad y autoridad del varón, así como la sumisión de la
mujer, hijos y esclavos. Por eso, la casa patriarcal era el ideal de la ideología de
la sociedad patriarcal masculina e imperial o gobernante9. Sólo el varón tenía
autoridad, nadie más; era impensable que una mujer pudiera tener autoridad
47

sobre el varón, siendo este último punto uno de los temas también proclamado
Página

por el cristianismo10.
La fuerte presión exterior de la cultura grecorromana, que veía en las casas-
iglesia una célula subversiva que desafiaba el orden patriarcal y los valores de
la sociedad romana, hizo que los líderes de las primeras comunidades opten
por incorporar estos valores a la vida de la Iglesia. Ellos temían que, si
continuaban con una posición contraria a la sociedad, las comunidades
cristianas desapareciesen por completo11. Se necesitaba edificar una imagen
pública que no fuera “tan subversiva”, que aceptara el orden social establecido
y que poseyera un lenguaje que el mundo exterior pudiera entender. En este
contexto es que se escriben, desde círculos paulinos posteriores al apóstol, las
cartas a los Efesios, a los Colosenses y 1 Pedro. En estas cartas, sus autores
exhortarán a las iglesias a adoptar los valores de la época, valores que tendrían
consecuencias desafortunadas para las mujeres12.
En la carta a los Efesios (5:21-6:9), escrita aproximadamente entre los años 70-90
d.C., el autor desarrolla la relación entre marido y mujer, padres-hijos y amos-
esclavos usando los códigos domésticos de la época. Usa además referencias
teológicas de forma abrumadora para inculcar la docilidad de la parte
sometida13, así como para suavizar la autoridad del varón (el marido representa
a Cristo y la mujer a la Iglesia. Así como la Iglesia se somete a Cristo, la mujer
debe someterse al marido). A los hijos les corresponde obedecer a sus padres
como lo ordena la Ley y los esclavos deben obedecer a sus amos como si fueran
Cristo.
En la carta a los Colosenses (Col 3:18-4:1), escrita aproximadamente en el año 80
d.C., su autor exhorta a la sumisión patriarcal afirmando que ello es
“conveniente en el Señor” (a las mujeres), agradable al Señor (a los hijos) y una
actitud respetuosa para con el Señor (a los esclavos). De esta manera refuerza el
orden social de la época, manteniendo y perpetuando la división social que
Pablo veía ya superada gracias a Cristo (Gal 3:27,28).
En 1 Pedro (2:13-3:7; 5:1-5), escrita aproximadamente a la mitad de la década de
los 90 d.C., su autor exhorta a un estilo de vida que respete las principales
instituciones del mundo antiguo: el oikos y la polis, la casa y la ciudad. Todo el
documento respira la preocupación por que los cristianos muestren obediencia
y respeto a estas instituciones y a sus representantes14. Esta preocupación
radicaba en el hecho de que los matrimonios cristianos y la conducta de los
esclavos cristianos se encontraban bajo sospecha. Por esta razón se les exhorta a
los creyentes a tener una buena conducta entre los incrédulos a fin de que esa
conducta “respondiera a las expectativas más exigentes sobre aquello que es
socialmente apropiado”15. En otras palabras, que se comporten según los
48

códigos domésticos de la época16.


Página
Luchas internas por el poder
En 1 Timoteo 2:11-14, documento perteneciente a las “cartas pastorales”
(deuteropaulinas) y datado para fines del primer siglo, se puede ver bastante
avanzado el proceso de patriarcalización. En esta carta, así como en las otras
pastorales, el modelo de la casa patriarcal sirve para configurar la vida y las
relaciones internas de la comunidad cristiana17. El autor toma una posición
contraria a las mujeres a fin de cuidar a toda la comunidad de Éfeso del peligro
de las falsas enseñanzas que se están introduciendo a través de las mujeres
ricas, quienes ejercerían una fuerte influencia y liderazgo sobre el resto de
hermanos18. Aquí, el problema en sí no son las mujeres cristianas en general,
sino estas mujeres de posición acomodada que habrían estado a cargo de la
enseñanza pero que habían empezado a prestar oídos y a enseñar “doctrinas
falsas”, “leyendas y genealogías interminables” (1:3,4). El autor entonces, busca
quitarles poder e influencia a estas mujeres. Dice Elsa Tamez19:
La prohibición implica que estas mujeres están enseñando en la iglesia, hecho
común en las comunidades cristianas primitivas; por alguna razón, el mandato
quiere detener esta práctica, o sea, el autor no quiere que continúen enseñando.
Los motivos pueden estar ligados al problema de lo que el autor considera
enseñanzas extrañas al evangelio, lo cual supondría que estas mujeres las ven
con agrado, y tal vez las comparten con otras mujeres […]. Pero nos parece que,
sobre todo, la prohibición del v. 12 se debe a la fuerte imposición de estas
mujeres, que, por su poder y riqueza, ejercen una influencia y presión en toda la
comunidad. Se trataría de algunas mujeres de posición acomodada que por el
sistema de patronazgo […], están por encima de los varones; su
“honorabilidad”, de acuerdo con los parámetros de la sociedad grecorromana,
es mayor que la de los hombres y mujeres de menores recursos.

El autor teologiza el segundo relato de la creación (Gn 2) añadiéndole los


códigos domésticos de la ideología patriarcal y con ello trata de resolver el
problema. De esta manera “se acomoda a los valores de la sociedad patriarcal
grecorromana, excluyendo a las mujeres de la enseñanza, sometiéndolas a que
guarden silencio y aprendan”20. Ellas, a partir de ese momento, quedan
prohibidas de enseñar y ejercer autoridad sobre los varones pues, “así como
Eva fue engañada”, ellas pueden ser engañadas y seducidas por enseñanzas
falsas y los hombres al oírlas caerían en transgresión, como cayó Adán cuando
escuchó a Eva. La nueva posición de las mujeres efesias será entonces, aprender
en silencio, dedicarse a su hogar y asumir su papel de madres (2:15). Serán los
buenos paterfamilias21 los únicos que podrán asumir la “episkope” y, los únicos
encargados de transmitir la enseñanza y gobernar la Iglesia de Dios (3:1-7).
49

Estamos quizás, ante el primer escrito canónico en el que los varones le


prohíben completamente el liderazgo eclesial a la mujer, colocándola en una
Página

posición inferior y de silencio por el simple hecho de ser mujer22.


Capítulo VIII
La institucionalización de la Iglesia
y el papel de los Padres Apostólicos

Lo que estaba ocurriendo en la ciudad de Éfeso, la preocupación por que las


mujeres no enseñen más, era en realidad un asunto social: para fines del siglo
primero, la sociedad romana en general buscaba excluir y silenciar a las
mujeres. En esa época, era tema de discusión la participación de la mujer en
eventos públicos. Esto ocurría debido a que en el primer siglo
la condición de la mujer en el mundo grecorromano había alcanzado un grado
importante de evolución con respecto a los tiempos clásicos. Los ideales de
igualdad proclamados por las escuelas filosóficas griegas también se habían
difundido en Roma, teniendo una mayor incidencia positiva respecto de la
mujer, proporcionándole una mayor libertad social y familiar 23.

A pesar de esta evolución, no se puede hablar aún de una plena emancipación


de la mujer en el Imperio Romano, pero sí de una desaparición del poder
ilimitado del paterfamilias, lo que preocupaba a muchos pensadores y líderes
conservadores del Imperio. Un ejemplo del primer siglo ilustra muy bien esta
preocupación: El historiador Tito Livio, emitiendo un discurso en el Foro
Romano, critica a las mujeres que se habían presentado allí. Entre otras cosas les
dice: “¿… qué clase de conducta es esta? ¡… hablar con los maridos de otras
mujeres!... ¿No podíais hacer las mismas preguntas a vuestros maridos en
casa?”24. Esta tensión logró entrar en la Iglesia y, como vimos en el capítulo
anterior, movilizó a los líderes varones a “reorganizarla” según los valores
patriarcales de la sociedad. Este trabajo de reorganización desembocaría en la
institucionalización de la Iglesia y los escritos de los Padres Apostólicos tendrán
un importante papel para su consolidación.
En sus primeros años, el cristianismo era carismático, el Espíritu derramado
sobre hombres y mujeres (según la profecía de Joel 2) los impulsaba a anunciar,
enseñar y a realizar diversos prodigios en el nombre del Señor. Este ambiente
carismático no conocía estructuras, todos eran libres para entregarse al servicio
cristiano presidiendo comunidades, sirviendo como diáconos o ministrando la
Palabra (de forma inspirada) local o itinerantemente. La Didajé, documento
cristiano de a fines del siglo I o principios del siglo II, le da un importante lugar
a los profetas itinerantes reconociéndolos como “sumos sacerdotes” resaltando
sus funciones eclesiales, litúrgicas y asistenciales (Did. 10-11). En todo el
50

segundo siglo la presencia de los profetas en la Iglesia no desaparecerá: Justino


Página

(100-165) escribe que para su tiempo “los dones proféticos permanecen con
nosotros”25. Ireneo de Lyon (120-202) reconociendo la presencia de los dones
proféticos en su tiempo, advertía que estos dones eran conferidos solo “a
aquellos a quienes Dios envía su gracia desde arriba”, sólo ellos “poseen el
poder divino de profetizar; y entonces hablan donde y cuando Dios quiere”26.
También daría testimonio de que
oímos a muchos hermanos en la Iglesia, que poseen dones proféticos, y que por
medio del Espíritu hablan toda clase de lenguas, y sacan a la luz para el
beneficio general las cosas ocultas de los hombres, y declaran los misterios de
Dios, que también el apóstol denomina "espirituales", siendo espirituales
porque participan del Espíritu27.

Simultáneamente a esta corriente carismática-profética, en la cual participaban


también las mujeres, iban levantándose lentamente estructuras que terminarían
por desaparecer por completo las actividades proféticas entre los líderes
cristianos del tercer y cuarto siglo. Como afirma Juan Antonio Estrada28, “la fase
carismática del cristianismo primitivo fue seguida por un proceso creciente de
institucionalización”, proceso que logrará apagar los carismas en la vida de los
fieles, restringir a unos cuantos el sacerdocio de todos los creyentes y que
combatirá contra todo vestigio de liderazgo femenino. Con estas acciones, la
Iglesia se iba condicionando para ser la ideología del Imperio. Por ello, para
Rafael Aguirre, la patriarcalización y la institucionalización de la Iglesia fueron
en realidad un mismo proceso29. Carisma e institución se enfrentarían entonces
por el “control” de la Iglesia, saliendo vencedora en este enfrentamiento la
postura institucionalista.
El cambio producido en la Iglesia fue notorio. Un documento escrito en el siglo
IV, Ambrosiaster, reconoce en un comentario a Efesis 4:11,12, “que, al principio,
todos enseñaban y bautizaban, pero que, más tarde se instituyó un orden
diferente para gobernar a la Iglesia, porque parecía irracional, vulgar y vil el
que todos pudieran hacer de todo”30. Este documento bien podría estar
describiendo la actitud de los líderes “posteriores”, aquellos que, influenciados
por la ideología patriarcal, empezaron a ver como una vulgaridad el hecho de
que las mujeres tuvieran la autoridad para hacer lo mismo que los hombres
hacían. El cambio entonces, según Ambrosiaster, ya había sido consolidado para
el siglo IV. El carisma, que no conoce de género, era ejercido notoriamente por
las mujeres (ya hemos mencionado a las hijas de Felipe y a las profetizas de
Corinto), quienes “ejercían todos los derechos que estaban reservados a los
carismáticos: enseñaban, distribuían la eucaristía e incluso perdonaban los
pecados” y por ello, “las mujeres profetas gozaron de un estatus de igualdad en
la Iglesia”31.
51

Pero a medida que los movimientos pro-institucionalización de la Iglesia


ganaban más fuerza y terreno, se iba perdiendo el protagonismo del profetismo
Página

en la Iglesia. Las Cartas Pastorales sirvieron para sustentar teológicamente la


necesidad de una autoridad institucionalizada que salvaguardara la unidad de
la Iglesia. Los movimientos pro-institucionalización empezaron a limitar el don
profético a esta nueva autoridad, quien llegó a ser el obispo (que para esta
época aún no era monárquico), y luego, cuando empezaron a escasear los
profetas (hombres y mujeres) los obispos fueron sus sustitutos. Algo que
favoreció la restricción del profetismo y el fortalecimiento del futuro
episcopado monárquico fue la aparición y proliferación de profetas
pertenecientes a movimientos sospechosos de herejías (montanistas y
marcionitas), pero a pesar de estas restricciones aún se oían voces que llamaban
a los cristianos a “no expulsar la auténtica profecía por miedo a la falsa”32.
En todo este proceso de institucionalización jugaron un papel protagónico los
Padres Apostólicos. Reciben esta designación aquellos hombres que fueron
considerados por la Iglesia como discípulos de los apóstoles y que vivieron
hasta la mitad del siglo II. La Iglesia revistió de autoridad los escritos de estos
hombres pues su cercanía a los apóstoles los privilegiaba y los hacía confiables.
Son seis los considerados por la Iglesia como Padres Apostólicos: Clemente de
Roma, Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna, Bernabé (probablemente de
Alejandría), Hermas de Roma y Papías de Hierápolis en Frigia33. A través de
sus cartas, ellos ayudaron al fortalecimiento de las estructuras patriarcales,
centradas en el obispo, así como al sometimiento de los creyentes a los códigos
domésticos. Por ejemplo, Ignacio es el primero en dar los pasos hacia la
configuración del episcopado monárquico. Para él “la jerarquía de la Iglesia es,
ella misma, la proclamación del misterio de Dios y signo, en la comunidad de
los hermanos, de la verdad y de la unidad de Dios”34. Ignacio ve en el obispo a
la “imagen de Dios Padre”, al maestro de la fe y el único que puede presidir la
eucaristía35. Está claro que Ignacio relaciona al obispo con el paterfamilias y, por
lo tanto, no concibe un episcopado femenino.
Hermas, en su Pastor (escrito en 138), llega a captar la organización y
jerarquización de las iglesias, el proceso de colaboración, primero, y de
sometimiento luego, de los profetas (itinerantes) a los ministros (locales) y el
paso de una Iglesia carismática a otra institucional36. En la Iglesia carismática,
todos los cristianos eran sacerdotes y ninguno de sus guías o ministros
(ancianos-diáconos) recibían atribuciones litúrgicas o cultuales. Esto cambiaría
en la Iglesia institucional: con el surgimiento de la triada “obispo, presbíteros y
diáconos”, el primero empezaría a ser considerado sacerdote, pero
concediéndole a los tres atribuciones litúrgicas y cultuales, ocasionando la
perjudicial división “clero-laicado”. Será Clemente de Roma el primero en
52

comparar a los ministros cristianos con los del Antiguo Testamento (1Clem
40:1-5; 4:1-4; 44:4-6), contraponiéndolos a los laicos. “El paralelismo con el
Página

sacerdocio judío llevó a una sacerdotalización progresiva de los ministros,


perdiendo influencia el sacerdocio laico y comunitario en favor del cargo”37. La
vinculación de la eucaristía con un “sacrificio” (Didajé, 14) hizo que se empezara
a ver a los presidentes de las comunidades (obispos-ancianos) como los
sacerdotes que “ofrecen tal sacrificio” y como en el antiguo culto judío no
existía la figura de sacerdotisas, se le negó a la mujer el derecho de presidir
(posición defendida por Epifanio).
Como consecuencia de la influencia de Clemente y la Didajé, pocos años
después Tertuliano utilizará de manera constante (y será el primero en hacerlo)
los términos sacerdotales para describir funciones y señalar a los ministros de la
Iglesia. Para inicios del siglo III ya será algo normal que al obispo se le designe
con el nombre de sacerdote y pontífice, con las funciones de presidir la
eucaristía, bautizar, perdonar los pecados y ordenar a los ministros. Tales
funciones las desempeñará junto con el ministerio de la predicación y de la
enseñanza, de guía y de conciencia de la comunidad. Por esos mismos años, los
presbíteros también recibirán el título de sacerdotes, con el añadido de “secundi
ordinis”, por cuanto su acción apostólica era tenida como una prolongación de
la del obispo38. Ya por el siglo IV, la Iglesia se encontraba gobernada por
obispos, presbíteros y diáconos, todos varones.
En cuanto al uso de los códigos domésticos por parte de los Padres Apostólicos,
con el fin de regular la vida de los cristianos y afianzar la autoridad del varón
sobre la mujer, Clemente de Roma elogia a los varones por haber mandado en
el pasado a sus mujeres a “que cumplieran todos sus deberes en conciencia
intachable, reverente y pura, amando del modo debido a sus maridos”, y por
enseñarles “a trabajar religiosamente, fieles a la regla de la sumisión, en todo lo
que atañe a su casa, guardando toda templanza”39. Elisa Estévez comentando
este pasaje dice: “[Estas] mujeres han contribuido a mantener la paz y han
evitado las divisiones, al estar calladas y sometidas a sus maridos, que les
enseñaban adecuadamente. La subordinación de las mujeres se presenta como
un ideal a alcanzar en la sociedad y en la Iglesia”40. Clemente también exhortará
a los hombres a que “enderecemos al bien a nuestras mujeres. Muestren estas la
amable costumbre de su castidad […], hagan patente, por medio del silencio, la
moderación de su lengua”41. Por su parte, Policarpo escribiéndole a los
filipenses (117-138) exhorta a los varones a “tratad de adoctrinar a vuestras
mujeres en la fe que les ha sido dada, así como en la caridad y la castidad: que
muestren su cariño con toda verdad a sus propios maridos”42. Finalmente,
Ignacio, quien vive en el tiempo en que las funciones ministeriales de la Iglesia
empezaban a desarrollarse conforme al modelo de la casa grecorromana,
53

escribiéndole a Policarpo le pide que recomiende a las mujeres a que amen al


Señor y a “que se contenten con sus maridos, en la carne y en el espíritu”43.
Página
Sin duda alguna, los Padres Apostólicos jugaron un papel determinante a la
hora de consolidar el pensamiento patriarcal en la Iglesia del primer y segundo
siglo. Sus cartas, que muchos cristianos consideraban inspiradas tal como las de
Pablo, circulaban ampliamente por muchas iglesias y eran leídas con total
devoción. Al aplicar los consejos que ellos transmitían a través de sus escritos,
se fue configurando un nuevo rostro en las iglesias del Imperio: un rostro
masculino, jerárquico y excluyente, un rostro ajeno al que Jesús forjó.

54
Página
Capítulo IX
La influencia de los Padres de la Iglesia

Se conoce como “Padres de la Iglesia” a los primeros filósofos y teólogos del


cristianismo que sentaron las bases doctrinales de la Iglesia. Según el idioma en
que ellos escribieron, se los clasifica en “Padres de rito latino” y “Padres de rito
griego”. En sus escritos (denominados, en su conjunto, literatura patrística),
ellos se fundamentaron en los escritos de los Padres Apostólicos, en las
máximas eclesiásticas y en las decisiones de los Concilios. Las iglesias más
antiguas poseen una gran estima por los Padres de la Iglesia, se identifican con
ellos, siguen su magisterio y los reconocen como los 'arquitectos' del rostro que
en los primeros siglos adquirió la Iglesia Universal. Con toda razón el papa
Juan Pablo II escribió en la Carta Apostólica Patres Ecclesiae (27-1-1980) que
“'Padres de la Iglesia' se llaman con toda razón a aquellos santos que, con la
fuerza de la fe, con la profundidad y riqueza de sus enseñanzas la engendraron
y formaron [a la Iglesia] en el transcurso de los primeros siglos” 44.
Las iglesias más antiguas sustentan lo que creen en la interpretación que los
Padres han tenido de las Escrituras y por ello, «todo lo que todos o muchos
[Padres de la Iglesia] afirmaron manifiesta, frecuente o perseverantemente en
uno y el mismo sentido, téngase por indudable, cierto y confirmado» (San
Vicente de Lérins). Por esta razón, el Concilio de Trento (s. XVI) sancionó que
“a nadie le es lícito interpretar la Escritura contra el consenso de los Padres” (Dz
786)45. La influencia de los Padres fue, y sigue siendo, inmensa en el
pensamiento de casi todas las iglesias cristianas; tanto su magisterio como sus
posturas personales (incluyendo las que se refieren a las mujeres) han
modelado el pensamiento cristiano en estos últimos dos mil años, saliendo
perjudicadas las mujeres quienes se han visto excluidas de los espacios de
servicio y liderazgo en innumerables iglesias que, basándose en los Padres,
afirman que ellas “nunca han estado en posiciones de autoridad en la Iglesia de
Cristo”46.
Orígenes (185-254), “el espíritu más universal de su tiempo”47 y considerado
Padre sólo por la Iglesia de Oriente, tenía una visión pesimista de la mujer: las
veía como seres inferiores por naturaleza. El gran teólogo norafricano y
contemporáneo suyo, Tertuliano (160-220), alguien “contrario a conferir a la
mujer el derecho a enseñar en la Iglesia y administrar los sacramentos”48,
confiesa el odio que profesa a la mujer con estas palabras: “¡Eres tú la primera
55

que ha tocado el árbol, traicionando la ley de Dios! ¡Eres tú quien ha persuadido


a Adán, porque el diablo no se atrevía a atacarlo de frente!”. También dirá:
Página
¿Y no sabes tú que eres una Eva? La sentencia de Dios sobre este sexo tuyo vive
en esta era: la culpa debe necesariamente vivir también. Tú eres la puerta del
demonio; eres la que quebró el sello de aquel árbol prohibido; eres la primera
desertora de la ley divina; eres la que convenció a aquél a quien el diablo no fue
suficientemente valiente para atacar. Así de fácil destruiste la imagen de Dios,
el hombre. A causa de tu deserción, incluso el Hijo de Dios tuvo que morir 49.

Jerónimo (347-420), aquél santo que consagró toda su vida a la traducción de la


Biblia al latín, tuvo expresiones muy despectivas hacia la mujer a tal punto de
presentarla como “la puerta del diablo”. Su contemporáneo, Epifanio (315-403),
fue el primero que argumentaría en contra de las “mujeres sacerdotes” en forma
explícita, rechazando la ordenación de mujeres al sacerdocio con los siguientes
argumentos50:
1. En el Antiguo Testamento las mujeres nunca sirvieron como sacerdotes.
2. Aún María no ejerció el oficio sacerdotal.
3. Nunca se ha nombrado a una mujer entre obispos y sacerdotes en la Iglesia.

En la mente de Epifanio las mujeres son débiles, poco fiables y no son


inteligentes: “A la verdad, las mujeres son una raza débil, poco fiable y de
inteligencia mediocre. Una vez más vemos como el diablo sabe cómo hacer que
las mujeres den a luz enseñanzas ridículas”51.
El célebre Agustín (354-430), “el hijo más distinguido de la iglesia antigua”52,
enseñaba que por la “ley natural” las mujeres deben servir a los hombres,
argumentando que ellas solamente serán imagen de Dios a través de sus
maridos53. Hablando de Eva afirma que ella es “la tentadora, de quien debemos
cuidarnos en toda mujer”. El obispo de Hipona confesaba que no alcanzaba a
ver qué utilidad podía tener la mujer para el hombre, si se le excluye la función
de concebir niños. Para él, “las mujeres no deben ser iluminadas ni educadas en
forma alguna. De hecho, deberían ser segregadas”. Evidentemente, Agustín,
quien nació en el tiempo de la iglesia institucionalizada y patriarcal, siguió los
clásicos principios que regulaban la vida en la cultura romana (los códigos
domésticos) y apoyándose en ellos lanzó sus equivocadas afirmaciones.
Juan Crisóstomo (347-407), apodado “Boca de oro” por ser uno de los mejores
oradores que haya tenido la Iglesia griega, no es más cariñoso con las mujeres:
“Soberana peste es la mujer, dardo del demonio. ¡Por medio de la mujer el
diablo ha triunfado de Adán y le hizo perder el Paraíso!”. En sus tiempos de
joven clérigo escribió su tratado De Sacerdotio, en el cual afirma:
Porque todas aquellas cosas que he mencionado [las que se refieren al
sacerdocio] pueden ser fácilmente cumplidas por muchos aun aquellos que
están bajo autoridad, mujeres, así como hombres; pero cuando a uno se le
56

requiera que presida sobre la Iglesia y se le confía el cuidado de tantas almas,


Página

todo el sexo femenino se debe retirar ante la magnitud de la tarea, y también la


mayoría de los hombres.
Para él, el sacerdocio le queda muy grande a la mujer como para que ella
pretenda portarlo y la excluye del servicio ministerial ofrecido a Dios y a la
Iglesia. En su estudio54 sobre 1 Timoteo 2:11-15 llega a las siguientes
conclusiones en cuanto a la mujer en la Iglesia:
Pablo ordena a las mujeres mantener silencio en la Iglesia porque están
sujetas a los hombres.
Las mujeres están sujetas porque son seres más débiles y de mente
variable.
Las mujeres que hablan en público también son ofensa contra la razón
común y las costumbres recibidas.
Las mujeres deben mantener silencio porque están sujetas al hombre.
Las mujeres muestran su sumisión mediante el silencio.
En toda forma los hombres son más prominentes que las mujeres.
La mujer fue sujeta por Dios porque trabajó nuestra ruina en el paraíso.
En Eva todas las mujeres pecaron y todas las mujeres fueron castigadas
con la sujeción.
La esperanza de una mujer para la salvación está en tener hijos.
Toda la raza femenina pecó con Eva, pero se redimen al criar hijos.
Otro Padre, Buenaventura (1221-1274), el piadoso e ilustre franciscano italiano,
opinaba que la mujer es semejante a un escorpión, dispuesta a picar, ella es
nada menos que la “lanza de Satanás”. Todos estos pensamientos, salidos de la
pluma de los más sobresalientes pensadores del cristianismo antiguo, fueron los
que gobernaron la mentalidad eclesial desde casi sus orígenes y a pesar de que
en todas las épocas existieron mujeres sobresalientes, ordenadas al ministerio y
con personalidades muy influyentes la imagen, presencia, liderazgo y poder
masculino fue lo que prevaleció, ocultándolas y borrándolas de la historia
“oficial”.

Entendiendo sus trasfondos55


Cuando leemos las afirmaciones anteriores nos quedamos asombrados y
dudamos que algo así pueda haber salido de aquellos a los que consideramos
los pilares de la fe cristiana. Pareciera que los Padres se hubiesen olvidado de la
praxis liberadora de Jesús, su acercamiento a las mujeres, el encargo de
anunciarles a sus discípulos que él había resucitado y la presencia de estas
como lideresas en las primeras comunidades cristianas. En ellos podemos
apreciar la victoria de la cultura patriarcal sobre los principios y el espíritu del
evangelio. Casi todos los Padres las ven como débiles tanto en el cuerpo como
57

en el intelecto, con tendencia al pecado y a la herejía, sexualmente provocadoras


y un peligro en potencia a los devotos hombres cristianos56. En la opinión
Página

general de los Padres las mujeres no podían ser consideradas para la


ordenación y el ejercicio de cargos públicos por: 1. Ser criaturas inferiores “por
naturaleza y por ley”, 2. El pensamiento de que el castigo por el pecado de Eva
las mantenía en sujeción para siempre, y 3. Ser vistas como seres ritualmente
sucias, debido a sus períodos de menstruación57.
Pero este pensamiento y conducta contrarios a las mujeres, sabemos, no forman
parte ni de la praxis ni del mensaje de Jesús, por lo cual no podemos llamarlos
cristianos. Los Padres fueron influenciados grandemente por los filósofos
griegos de la antigüedad, ellos absorbieron de su pensamiento como buenos
ciudadanos del Imperio y miembros de la cultura grecorromana en la cual se
movieron58. Las posturas de estos filósofos, no olvidemos, fueron las que dieron
origen y consolidaron los códigos domésticos que también los Padres
conocieron y que para sus épocas ya estaban firmemente arraigados en la
Iglesia. Códigos que, cristianizados (teologizados) llegaron a ser un peso
enorme para la mujer59. A continuación, echaremos una mirada al pensamiento
filosófico griego que llegó a ejercer notable influencia en los Padres de la Iglesia.
Aristóteles (384-322 a.C.) en su Política escribió:
Una vez más, el varón es por naturaleza superior y la hembra inferior. Uno
dirige y la otra es dirigida […]. Los de clase baja son por naturaleza esclavos, y
es mejor para ellos, como para todos los inferiores, estar bajo el mando de un
amo60.

Pitágoras (580-495 a. C):


Existe un principio bueno que creó el orden, la luz y el hombre, y un principio
malo que creó el caos, la oscuridad y la mujer61.

Platón (427-347 a. C.) en su Timeo:


De aquellos que nacieron como hombres, todos los que fueron cobardes y se
pasaron la vida haciendo maldades fueron transformados, en su segundo
nacimiento, en mujeres […]. Tal es el origen de las mujeres y de todo lo que es
femenino62.

Estas ideas eran en realidad, el pensamiento de toda la cultura griega y los


Padres, como buenos hijos de su época, se movían en él63. Otra gran influencia
que dominaba el pensamiento de los Padres fue la mentalidad romana. En la
antigüedad, el pensamiento romano estaba expresado en las Leyes del Derecho
Romano, y en él, la mujer era considerada incapaz, totalmente excluida del
mundo y de la sociedad. Esta exclusión se debía a una incapacidad de hacer que
su descendencia alcanzara la ciudadanía. La mujer tenía sus leyes dictadas
siempre a partir del sexo masculino. En el matrimonio, el hombre se convertía
jurídicamente en un padre: un jefe de familia, el señor de la casa, a cuyo poder
58

la mujer y sus propios hijos se someten64.


Página
Será esta influencia grecorromana la que fortalecería la jerarquía eclesial
centrada en el varón y la que se impondría como enseñanza divina para los
cristianos. Las mujeres seguirían experimentando la penosa marginación
respaldada por los “representantes” de Cristo y sometidas a una estructura
opresora y dominante que aseguraba el poder a los hombres, alejada de los
principios promovidos por el movimiento de Jesús, pero por todos aceptada
debido a su cristianización por parte de los mejores pensadores de la Iglesia65.

59
Página
Cuarta parte
La Reforma
y las mujeres

60
Página
Capítulo X
Las mujeres en el
pensamiento de Lutero y Calvino

Debido al alejamiento de los principios de igualdad transmitidos por Cristo y


seguidos por las primeras generaciones de cristianos, las mujeres tuvieron que
transitar un camino de sombras, anonimato, exclusión y tensión por más de mil
años. Aunque entre los siglos II y IV sobresaldrán muchas mujeres diáconos,
presbíteras, ascetas y vírgenes, sus vidas estarán marcadas por la lucha
masculina por el control de sus cuerpos y voluntades, lucha que muchas
mujeres con autoridad en nuestro tiempo aún siguen experimentando cada día.
Tal vez la Reforma del siglo XVI le dio a la mujer un aire de libertad como
nunca otro movimiento dentro de la Iglesia se lo había dado desde el siglo V.
Los Reformadores le abrieron las puertas a las mujeres para que puedan servir a
Dios de acuerdo a su vocación y talentos. Con la Reforma, algunas de las
primeras protestantes pudieron independizarse del control religioso, político y
hasta familiar y decidir seguir el camino que ellas sentían en su interior. Pero la
Reforma no fue un movimiento que promocionara la ordenación o el acceso de
las mujeres al púlpito o la predicación femenina, aunque sí se sentaron
importantísimas bases teológicas para el posterior protagonismo femenino en la
Iglesia y en la sociedad. En este capítulo conoceremos mejor qué creían acerca
de la mujer y el ministerio femenino los dos grandes de la Reforma: Martín
Lutero y Juan Calvino.
Martín Lutero
El famoso monje agustino alemán (1483-1546), aquel que iniciara todo un
movimiento de reforma dentro del catolicismo que luego dio origen al
luteranismo, fue quien proclamó a viva voz el sacerdocio universal de todos los
creyentes. Con este principio, el cual es uno de los cinco que sostuvo la Reforma
Protestante, “se borra pues la diferencia radical entre sacerdotes y laicos, entre
los ordenados y los que no lo son, y se vuelve al principio neotestamentario del
sacerdocio general, como éste se expresa en 1 Pedro 2:9”1. Cuando Lutero le
escribe a Spalatin sobre este sacerdocio universal, el 18 de diciembre de 1519, le
dice:
Me ha impresionado fuertemente lo que escribe Pedro (1Pe 1:9) cuando dice
que todos somos sacerdotes; lo mismo que Juan en el Apocalipsis (5:10). Al
parecer el sacerdocio que usted y yo tenemos, no se diferencia en nada de la
61

posición que tienen los laicos, fuera del ministerio que tenemos en presentar la
Página

Palabra y el sacramento2.
Lutero, movido por su convicción de que tanto hombres como mujeres son
iguales ante Dios (iguales en culpa e iguales en cuanto a los
beneficios/responsabilidades de la salvación) promovió una cierta “liberación”
e “inclusión” de la mujer en los campos académicos y religiosos. Pero, a pesar
de estas innovaciones, pareciera que la imagen que él posee de la mujer es
ambigua: por un lado, alaba sus virtudes y defiende sus derechos cristianos y
sociales y por otro, la acusa e insulta por el simple hecho de ser mujer.
En una época en que la educación formal estaba limitada exclusivamente a los
niños varones, y pocas niñas tenían la oportunidad de estudiar Lutero afirmaba
que las niñas también debían ser instruidas, tanto dentro de la Iglesia como en
las escuelas, insistió en que se les enseñara el latín y que se les ofreciera la
misma formación que los varones recibían. Él deseaba que también las mujeres
se formaran como maestras pues con pocas excepciones sólo los varones servían
como maestros en las escuelas3. Pero, como buen hijo de su época, Lutero creía
que las niñas después de clases debían “atender debidamente los quehaceres
del hogar”, mientras que los muchachos debían “trabajar en la casa, aprender
un oficio, o lo que se quiera”. A pesar de esta diferenciación doméstica, en la
Iglesia, ambos (hombres y mujeres), podían llegar a ser “maestros y maestras,
predicadores u otros funcionarios eclesiásticos”. A las niñas que sobresalieran
en los estudios, ordenó Lutero que se les permita estudiar “más intensamente y
por más tiempo o que se dediquen por completo al estudio, como leemos de los
santos mártires que educaron a Santa Inés, Ágata, Lucía y otros”4.
Hablando de la comunidad cristiana4, el Reformador enseña que esta “no debe
ni puede estar sin la Palabra de Dios” y por ello, “debe disponer de maestros y
predicadores que la promuevan”. Para él, los cristianos (tanto hombres como
mujeres) están en la misma posición ante Dios y, por lo tanto, “no se puede
negar que cada cristiano tiene la Palabra de Dios, ha sido enseñado y ungido
por Dios para ser sacerdote, como dice Cristo en Juan 6…”. Así, las mujeres
cristianas tienen también una función sacerdotal en el movimiento protestante,
función que les acarrea importantes responsabilidades: “Si tienen la Palabra de
Dios y han sido ungidos por él, también están obligados a confesarla, enseñarla
y difundirla”, esta obligación es “so pena de perder su alma y la gracia de
Dios”. En su sermón sobre el Nuevo Testamento en 1520, enseñó que las
mujeres son sacerdotisas ante Dios por su fe en él:
La fe es la que hace la diferencia. Solamente la fe es el ministerio eclesiástico
verdadero. Por lo tanto, son sacerdotes todos los hombres cristianos; y
sacerdotisas, todas las mujeres, ya sean ancianos o jóvenes, padres de familia o
62

siervos, amas de casa o empleadas, educados o laicos5.

Hablando de 1 Corintios 14:30,31 Lutero dice que “Pablo concede a todo


Página

cristiano el poder de enseñar entre los cristianos en caso necesario”, él veía este
pasaje como el “fundamento seguro que concede a la comunidad cristiana más
que suficiente autoridad de predicar, hacer predicar y llamar”6. En el
pensamiento de Lutero la comunidad es quien elige a su presidente, a sus
maestros/predicadores y a quienes promoverán la Palabra de Dios entre ellos,
sean hombres o mujeres. Lamentablemente, en su época no hubo mujeres
pastoras que dirigieran o gobernaran las comunidades luteranas, pues no se
dieron más pasos para su establecimiento.
A la vez que transmite esta actitud positiva hacia las mujeres, el Reformador se
expresará muchas veces de forma despectiva hacia ellas:
Las niñas empiezan a hablar y tenerse en pie antes que los chicos porque los
hierbajos siempre crecen más deprisa que los buenos cultivos.
Dios creó a Adán dueño y señor de todas las criaturas, pero Eva lo estropeó
todo7.

Es conocido también que el Reformador no le concedía a la mujer la misma


importancia que al hombre. Esto se observa muy bien en su comentario: “La
vestimenta que le queda pésimo a la mujer, es la toga del sabio”. En 1524, en
uno de sus sermones, Lutero llamó a las mujeres “un medio niño” y “un animal
loco”, considerándolas útiles solo “para dar a luz”. Por otro lado, a él le
desagradaba que su esposa Catalina emitiera algún comentario en sus famosas
charlas de sobremesa. Cuando ella daba su opinión, Lutero la hacía callar con
correcciones en público8.
Juan Calvino
El Reformador francés (1509-1964), de quien surge el movimiento reformado-
presbiteriano, al igual que Lutero, también manifestó una actitud despectiva
hacia la mujer y sus funciones ministeriales en la Iglesia. Basta con dar una
ojeada a uno de sus sermones sobre la resurrección para darnos cuenta lo
despreciativo de su pensamiento cuando enseña que, al resucitar, “Jesús quiso
castigar a sus discípulos, enviándoles mujeres para instruirlos, ya que la
instrucción que ellos habían recibido de sus labios, llegado el momento de la
prueba no les había aprovechado”. Así como los discípulos, nosotros debemos
dejarnos enseñar “aun cuando las personas que hablan sean de poca
importancia o carentes de crédito”9. En su Comentario de Génesis, él se refiere a
la mujer como “un añadido al hombre”, no negando que “también la mujer,
aunque en menor grado, fue creada a la imagen de Dios”.
Calvino creía en la inferioridad natural de la mujer, lo cual la imposibilitaba
servir a Dios como los varones. Comentando 1 Timoteo 2:11-15 se refiere así
63

sobre el versículo 12: “No es que les prohíba enseñar a su familia, sino que
únicamente las excluye de la misión de enseñar, la cual Dios ha encargado
Página

únicamente a los hombres”. Y agrega:


Sobre este tema ya hemos dado nuestro punto de vista en la exposición de la
Primera Epístola a los Corintios- (La cual sería conveniente estudiar también).
Si alguno, a manera de objeción, presentase a Débora (Jue 4:4) y a otras de la
misma clase, de quienes leemos que en una ocasión fueron designadas por
mandato de Dios para gobernar al pueblo, la respuesta es fácil. Los actos
extraordinarios ejecutados por Dios no echan abajo las normas ordinarias de
gobierno, por las cuales Él ha decidido sujetarnos. Por consiguiente, si las
mujeres en una ocasión actuaron como profetisas y maestras, y cuando también
en forma sobrenatural fueron escogidas para ello por el Espíritu de Dios, Aquel
que está por encima de toda ley pudo hacer esto; más siendo un caso peculiar,
(“porque es un caso peculiar y extraordinario”), no se opone al constante y
ordinario sistema de gobierno. Pablo añade —lo cual está íntimamente ligado al
oficio de enseñar—: “Ni ejercer dominio sobre el hombre”, pues la verdadera
razón de por qué se les prohíbe enseñar, es que no les está permitido por su
condición. Ellas están sujetas, y enseñar implica una posición de autoridad y
poder. Sin embargo, podrá pensarse que este argumento no tiene mucha fuerza;
porque aun los profetas y los maestros están sujetos a los reyes y a otros
gobernantes. Yo respondo que no es absurdo que la misma persona mande y
obedezca al propio tiempo, cuando se le observa en diferentes relaciones. Mas
esto no se aplica al caso de la mujer, quien por naturaleza (es decir, por la ley
ordinaria de Dios) ha sido formada para obedecer; porque la “gunaikokratia”, (el
gobierno de las mujeres) ha sido siempre considerada por todas las personas
cuerdas como algo anormal; y, entonces, por decirlo así, habrá un revoltijo de
cielos y tierra, si las mujeres usurpan el derecho de enseñar. Por consiguiente,
Pablo ordena que se estén "quietas", es decir, que se mantengan dentro de su
propio oficio. (“Él ordena, pues, que se mantengan en silencio; es decir, que se
guarden dentro de los límites de su condición y de su sexo”)10.

Para Calvino, la condición de mujer les quita a ellas el oficio de enseñar11 y el


ejercer autoridad y poder en la Iglesia. Es por su naturaleza que ella debe
obedecer, por lo tanto, el enseñar sería en ellas, una usurpación. Para el
Reformador, existen unas “normas ordinarias de gobierno” impuestas por Dios
para su Iglesia y para la sociedad en general. Estas normas son en sí masculinas:
Colocan al varón en puestos de autoridad (le dan la palabra) y a la mujer la
colocan en un lugar de sujeción, quietud y silencio. En Calvino podemos ver
entonces, la misma línea de pensamiento griego presente en los Padres y la
tradicional interpretación de 1 Timoteo que ellos le dieron, interpretación que
hasta hoy está presente en muchas iglesias identificadas con este Reformador.
Debido a estas actitudes y puntos de vista, los movimientos originados con
Lutero y Calvino empezaron su caminar en el mundo excluyendo a las mujeres
de las tareas de enseñanza en la Iglesia, a pesar que se proclamaba a voz en
cuello el sacerdocio de todos los creyentes12. Aunque se reformaron muchas
áreas importantes de la vida de la Iglesia, no se logró reformar el papel de la
64

mujer en el ministerio y en el gobierno eclesial, permanecieron obstáculos que


Página

restringieron la asociación de hombres y mujeres en todas las expresiones del


ministerio ordenado. Con mucha razón Ana Sánchez y Osmundo Ponce13
afirman que
las consideraciones teológicas, políticas y sociales sobre la mujer se
mantuvieron intactas. De allí que, a pesar de los planteamientos doctrinales de
la reforma protestante sobre el sacerdocio universal de los creyentes y que el
“cristiano es señor de todas las cosas y no está sujeto a nadie”, la mujer sigue
sujeta al varón y sus funciones continúan como ama de casa, madre, educadora
de la familia y se mantiene su exclusión del liderazgo eclesial. Es decir, hubo un
cambio en la doctrina, pero no en la vida cotidiana de la mujer.

Si los Reformadores hubiesen llevado a su plenitud el significado de este


sacerdocio universal de los creyentes, hubiesen erigido un movimiento en el
cual hombres y mujeres se encontrarían trabajando lado a lado en diferentes
funciones y ministerios, dotados con los dones que distribuye el Espíritu Santo
según su voluntad soberana. Lamentablemente, no fue así. «La Reforma
Protestante no ayudó en la práctica a reivindicar el papel de sumisión que tenía
la mujer, limitándola al marco doméstico sin poder acceder al marco eclesiástico
en el reconocimiento de sus ministerios o la ordenación de los mismos» (Susana
Sánchez).

65
Página
Capítulo XI
Las mujeres en el anabaptismo

En el siglo XVI surgieron en Suiza, Austria, Alemania y Países Bajos los


anabaptistas, un movimiento paralelo al movimiento protestante, aunque
identificado con sus principales doctrinas14. El punto principal que los
distanciaba del pensamiento luterano y calvinista fue el rebautizo de los
creyentes (de allí su nombre). Sus principales gestores fueron Nicolás Storch,
Thomas Dreschel y Marcos Stübner, a ellos se les uniría Thomas Müntzer quien
llegaría a ser su ferviente defensor. Müntzer (1489-1525) había sido un
predicador luterano, pero al desencantarse de Lutero se alejó de su
pensamiento. Los anabaptistas dieron gran énfasis en la necesidad del bautismo
en adultos, por lo cual rechazaban el bautismo católico y luterano (de infantes)
y por ello se ganaron su oposición y crueles persecuciones15.
Los anabaptistas sostuvieron tres puntos principales: una visión del
cristianismo como discipulado, el concepto de Iglesia como comunidad
(fraternidad) y una ética y moralidad basada en el Sermón del Monte. Por eso,
insistían en la importancia de la comunidad de fe para la oración, la mutua
corrección fraterna, mutua ayuda material, ser una comunidad establecida
voluntariamente y en la necesidad del Cuerpo de Cristo que se celebra y recibe
en la eucaristía. Su postura milenarista y la apertura a las manifestaciones del
Espíritu los caracterizaba: “Los anabaptistas anunciaban la cercanía del juicio y
el reino milenial. Tenían visiones y practicaban el don de profecía”, nos dice
Bernardo Campos16, teólogo pentecostal peruano. Ahora bien, en la gestación y
el crecimiento del anabaptismo las mujeres tuvieron un rol esencial. Ellas
disfrutaron de una participación muy amplia en el movimiento, mayor que en
las otras Reformas del siglo XVI.
En las distintas expresiones del movimiento anabaptista, sus líderes dieron
especial importancia a la obra del Espíritu Santo en la vida de los creyentes,
hombres y mujeres por igual. Debido a esto, se apropiaron con fe absoluta de la
enseñanza de que el Espíritu se derramaba traspasando barreras de clase,
educativas, generacionales y de sexo. Las mujeres, desde el entendimiento que
los anabaptistas tenían de la Biblia, eran también sujetos del accionar del
Espíritu Santo y parte activa en las comunidades de creyentes. Vinculadas más
a los sectores populares, las mujeres anabaptistas al experimentar la conversión,
el bautismo y la vida fraterna en comunidad se empezaron a ver facultadas para
66

ejercer voluntariamente sus creencias y no las impuestas por la simbiosis


Estado-Iglesia oficial y/o por el clan familiar. Estas mujeres anabaptistas
Página
como integrantes de un movimiento gestado desde abajo de la sociedad,
padecieron una triple marginación. La primera por ser mayoritariamente
pobres. La segunda por ser mujeres en una sociedad dominada por el
patriarcado. La tercera por haber elegido identificarse con una “secta
perniciosa”, demonizada por las autoridades religiosas y políticas17.

Aunque, debido a la situación de la época, aún no se vislumbraba un pastorado


femenino, las mujeres anabaptistas tuvieron un rol protagónico en el
desenvolvimiento del movimiento y lograron ser “las primeras en recibir un
estatus de igualdad frente a los hombres. Muchas de ellas ejercieron de
maestras y predicadoras, como Elizabeth Dirks, que fue acusada por la
Inquisición en 1549”18. Lo que hoy podemos saber de ellas proviene
mayormente de las actas de los juicios que debieron enfrentar. Las mujeres, al
igual que los predicadores y pastores varones, sufrieron la persecución
religiosa. Las actas de estos juicios revelan el carácter, las creencias y redes
relacionales de esas mujeres. Pero también denotan las estigmatizaciones, el
reduccionismo y las burlas de quienes las juzgaron y sentenciaron al exilio,
pagar multas o a la muerte. Ellas raramente dejaron escritos sus propios
testimonios, ya que la mayoría no sabía expresarse por escrito o lo hacía de
manera muy rudimentaria.
Debido a que los anabaptistas enfatizaron el libre obrar del Espíritu Santo a
través de los dones carismáticos, en especial la profecía, y lo identificaron como
el agente central en la interpretación de la Biblia, cualquier creyente lleno del
Espíritu, ya fuese letrado o analfabeto, varón o mujer, podía convertirse en un
exégeta verdadero frente a un docto teólogo pero carente del Espíritu. Como era
de esperarse, este hecho escandalizó a los círculos del establishment político y
religioso, donde consideraron una afrenta el hecho de que sencillos varones y
mujeres, pero sobre todo mujeres, tuviesen el atrevimiento de encarar a bien
preparados eruditos y poderosos señores. Además,
las mujeres anabaptistas ejercitaron la memoria para aprenderse versículos,
muchos versículos, de la Biblia. En las actas de sus enjuiciadores quedaron
plasmadas sus respuestas cuando eran cuestionadas sobre por qué rechazaban
el bautismo de infantes, cómo es que en reuniones caseras practicaban la Cena
del Señor en dos especies, pan y vino; qué afirmaban al pedirles cuentas acerca
de su desobediencia a las autoridades y sus ordenanzas. Ellas simplemente
citaban, sobre todo, secciones del Nuevo Testamento, para afirmar que su
obediencia se la debían a Jesús y sus enseñanzas19.

Que esta época, las mujeres anabaptistas carecieran, más que los hombres, de
capacidades lecto/escritoras, no las imposibilitaba para llegar a ser eficaces
transmisoras orales del núcleo de creencias que caracterizaron a su movimiento.
67

Muchas de ellas potenciaron sus capacidades cuando se convirtieron y


Página

adquirieron un poder ejercido por un reducido sector (conformado


mayoritariamente por varones) de la población en el siglo XVI: El poder de la
lectura. Adquiriendo esta habilidad, las anabaptistas acrecentaron su
independencia de los centros que normaban y administraban las creencias de la
población en un territorio dado. A través de la Biblia ellas se hicieron fuertes, no
solo espiritualmente, sino también socialmente y produjeron un crecimiento en
el índice de lectura entre las mujeres allí donde se encontraban.
Las mujeres anabaptistas sobresalieron de las otras mujeres protestantes
(luteranas y calvinistas) pues, al pertenecer a una sociedad dominantemente
corporativa y al verse llamadas a ejercer una fe consciente y a desarrollar un
discipulado personal, estaban en el deber de responder personalmente a estas
exigencias y no su padre, esposo o guardián por ellas. Al elegir por ellas
mismas una comunidad de fe, estaban rechazando el principio eclesiológico, y
político reinante en el siglo XVI: que según la religión del rey es la religión del
pueblo (cuius regio, eius religio). Ellas no llevaron la misma suerte de otras
mujeres protestantes cuyos reyes y gobernantes abrazaron el protestantismo y
permitieron la nueva fe en sus territorios. Ellas, al rebelarse tanto a sus familias
(maridos) y a sus autoridades civiles, tuvieron que pagar un alto precio, sus
propias vidas.
Producto de la persecución contra los anabaptistas en la Europa occidental del
siglo XVI, se estima que unos “2000-3000 fueron ejecutados, miles más
torturados, encarcelados u obligados a huir de sus hogares y confiscadas sus
propiedades”20. La mayoría de estas persecuciones y ejecuciones se llevaron a
cabo en países católicos. Carlos Martínez dice que los datos muestran que, en el
siglo XVI, “del total de anabaptistas martirizados por lo menos un tercio fueron
mujeres. En regiones de Europa donde la persecución fue más cruenta, y en
determinados periodos de tiempo las mujeres anabaptistas ejecutadas
representaron el 40%”21. Estas mujeres, entregadas por completo a su Señor y
fortalecidas en su fe, prefirieron la tortura y/o la muerte, cuando ante ellas
también estuvo la posibilidad de retractarse en los juicios y evadir así la pena
capital. De esta manera, se convirtieron en ejemplos de valentía, coraje y
perseverancia para las nuevas generaciones de anabaptistas que se fueron
añadiendo al movimiento a pesar de las crueles persecuciones. Uno de los miles
de testimonios que se encuentran escritos en el Martyrs Mirror22 es el de María,
una anabaptista alemana que fue ahogada en un río por negarse a retractarse
ante sus verdugos:
En las calles angostas de Monschau se oyó la voz clara de una mujer cantando.
Muchas personas oyeron el sonido de su voz y vinieron corriendo. Una
68

multitud de monjes y oficiales estaba pasando por la calle hacia el río. En medio
de ellos iba la mujer que cantaba, con la cara de igual de brillante y clara como
Página
la voz. Aunque era prisionera, parecía que María era la única en la multitud que
tenía la cara alegre.
Uno de los presentes por casualidad la oyó decir: “Esta es mi segunda boda.
Una vez fui novia de un hombre. Hoy espero ser la novia de Cristo. Hoy espero
heredar su reino con él”. Hacía mucho tiempo María había esperado este día.
Hacía un año ya que el magistrado la había arrestado porque era cristiana y
había sido bautizada como muestra de su fe. El magistrado la había amenazado
y aun había tratado de sobornarla. Él quiso que María asistiera a la Iglesia del
Estado. Puesto que ella reúso, fue condenada a ser ahogada. Esta fue una forma
clemente de ejecución que usaban principalmente para mujeres.
Llevaron a María a la orilla del agua, pero no la echaron. Por dos horas y media
la tentaron a dejar su fe: “María, María, irá mal contigo. Mira el agua”, susurró
uno. Un muchacho pequeño cogió una piedra y la tiró. Cayó en el río, y las
ruedas formadas en el agua se hicieron más y más grandes extendiéndose sobre
la superficie. El agua brillaba débilmente y parecía tan fría.
María casi pudo sentir el susto de estar sumergida en el agua. Un escalofrío la
cogió, pero entonces ella habló: “Yo me adhiero a mi Dios. Lo que Dios
comenzó en mí hace muchos años será completado hoy”. María se quitó los
zapatos y se preparó para ser echada al agua. La ataron firmemente para que no
pudiera nadar. Ella dijo: “Oh, Padre celestial, en tus manos encomiendo mi
espíritu”. Así fue ahogada María, pero su espíritu se fue a Dios, de quien ella
recibió la corona de los mártires. Los creyentes estaban grandemente
conmovidos por su ejemplo23.

La historia anabaptista está llena de casos como los de María, está llena de
historias de mujeres valientes, de fe auténtica, amantes de Dios y entregadas a
la causa de su Reino y de su justicia, llena de mujeres que “menospreciaron sus
vidas hasta la muerte” y fueron capaces de entregarlas por su fidelidad a Dios.
Mujeres como María, que no le temieron a la hoguera, al morir ahogadas o
estranguladas por su fe, llegaron a ser una valiosa fuente pedagógica y
sirvieron de incalculable motivación para la vida de miles de anabaptistas
después de ellas. 69
Página
Capítulo XII
Mujeres que sobresalieron en la Reforma

La Reforma Protestante no permitió ni promovió el liderazgo femenino dentro


de sus iglesias. Aunque fue un movimiento que proveyó cierta emancipación a
las mujeres, el que ellas ocuparan puestos como ancianas o pastoras de
congregaciones locales era un asunto inimaginable para aquella época. Aun así,
en la Reforma estuvieron implicadas un buen número de mujeres, en diversos
ámbitos, a diferentes niveles y en varios países como Alemania, Italia, Francia,
Inglaterra y España. Muchas de ellas tuvieron actividad política y pudieron
influir para que se promulgaran leyes a favor del movimiento. Mujeres, tanto
de familias nobles como del pueblo, jóvenes y adultas mayores, lucharon por
igual a favor de la nueva fe.

Las mujeres en el siglo XVI


En este tiempo las mujeres vivían sometidas a valores y normas masculinas.
Ellas no eran personas en el sentido jurídico, pues no tenían derechos ni a juicio,
pues en todo tendría que ser representada por el hombre. El catolicismo, la
fuerza más influyente en aquella época, reforzaba la inferioridad femenina
utilizando, tanto argumentos bíblico-teológicos (la caída del hombre por
“culpa” de la mujer), como el pensamiento de los Padres de la Iglesia (Agustín
y Tomás de Aquino). El patriarcalismo, que para ese tiempo era normal en la
Iglesia y en la sociedad, también estuvo presente en la teología protestante y
por ello, el movimiento no ayudó en la práctica a reivindicar estos papeles de
inferioridad y sumisión femeninas, pero sí sentó las bases doctrinales que
servirían más adelante para que muchas iglesias dejaran a un lado la tradición
patriarcal opositora del reconocimiento y ordenación de la mujer.
Madres de la Iglesia Protestante
Han sido los estudios históricos y sociales de género los que han contribuido a
la salida del anonimato de mujeres que tuvieron participación y relevancia en la
Reforma. Estas mujeres fueron «sobresalientes y ejemplares matriarcas de la
Reforma, quienes, cada una a su manera, respondieron a las enseñanzas
protestantes, ejercieron liderazgo religioso, vivieron de acuerdo con sus
convicciones religiosas y tuvieron un efecto significativo sobre los individuos y
comunidades alrededor de ellas» (Kirsi Stjerna). A continuación,
mencionaremos algunas mujeres que sobresalieron por liderar procesos de
cambio al lado de los Reformadores y por exponer sus vidas y posiciones a fin
70

de sacar adelante el proyecto en el que creyeron completamente y en el cual


Página

descubrieron nuevos espacios liberadores de servicio a Dios.


Katharina Von Bora (1499-1552), llamada también “Doctora Katharina” o
“Doctora Lutero”. Fue esposa del Reformador alemán. Por su entrega a la causa
de su esposo, la cual ella abrazó con plena convicción, dejó un legado admirable
en la historia de toda una nación y en la historia de la Iglesia. A los dieciséis
años fue consagrada monja cistercense, haciendo votos de castidad, pobreza y
obediencia. Debido a su educación24 y al entorno en que vivía, Katharina tuvo
acceso a lecturas sobre temas teológicos, que incluían los escritos de Lutero. Ella
y otras monjas se convirtieron entonces, no solo en partidarias, sino en fieles
devotas de los ideales de la Reforma. Ocho años después de haber ingresado al
convento y con el apoyo de Lutero fugaría de éste, junto con otras monjas en
barriles de basura. En 1525 se casaría con el líder de la Reforma alemana, a
sugerencia de ella misma y aunque al principio este hecho no fue bien visto por
la sociedad ni por personas cercanas a Lutero por tratarse de un matrimonio
entre un ex monje y una ex monja, con el tiempo demostraron ser un buen
matrimonio.
Katharina se dio a conocer como persona muy emprendedora e inquieta, fue
una mujer de reflexión teológica y espiritual potente y una tertuliana
envidiable, además de madre de seis hijos y compañera de Lutero en su visión y
misión. Éste llegaría a decir que, sin ella, estaría totalmente perdido, ya que era
capaz de manejar las escasas finanzas familiares y una casa enorme, cultivar el
huerto, cuidar a los niños, a los huérfanos adoptados y a las personas que se
alojaban en su casa (entre ellos a ex monjes y ex monjas). Se dice de ella que
animó incansablemente a su marido en sus combates contra la depresión,
leyendo la Biblia con él. No fue una teóloga, pero la importancia de su persona
radica en haber formado parte de la primera generación de mujeres casadas con
pastores protestantes y junto con ellos lucharon por la fe. No tuvo miedo del
gran riesgo que representaba ser esposa de Lutero, al contrario, estuvo inmersa
en la vida intelectual de su época y era participante de las tertulias teológicas
que se celebraban en su casa con otros reformadores. Fue ella quien estuvo
detrás de la impresión de buena parte de las obras de Lutero.
Marie Dentière (1495-1561), una mujer que, a pesar de su contexto, comprendió
el espíritu del movimento de Jesús y por lo tanto se opuso vehementemente a
los roles que se le daba a la mujer en la Reforma, roles basados en el papel de
esposa sumisa. Fue una ex monja agustina que se adhirió a la Reforma gracias a
una predicación de Lutero y llegó a ser una participante activa. Se involucró en
la vida política y religiosa de la ciudad de Ginebra y valientemente predicó en
contra del celibato, participando en el cierre de conventos femeninos. Defendió
71

la libre interpretación de la Biblia por parte de hombres y mujeres y el derecho


que ambos tenían de meditar sobre ella reflexionándola sin necesidad de
Página

intermediarios. Habiendo tomado en serio la doctrina luterana del sacerdocio


universal del creyente, abogaba por que las mujeres “no escondieran bajo tierra
aquello que el Señor les revelaba en su Palabra”, por lo tanto, defendía el
ministerio eclesiástico femenino y llamaba a las mujeres a ejercer un papel
activo en las nuevas iglesias25. Estas ideas totalmente revolucionarias
indignaron a protestantes y católicos. Por tal razón, sus textos y cartas,
considerados hoy día como una defensa de la perspectiva feminista, fueron
prohibidos y destruídos.
Aunque tuvo al principio gran cercanía con los Reformadores, luego, por su
personalidad radical, Dentière fue considerada por Calvino, y algunos otros,
como una mujer que ejercía mala influencia sobre su marido. Los Reformadores
no llegaron a aceptar jamás el pensamiento de esta valiente mujer que en todo
momento sabía manejar con gran habilidad sus argumentos teológicos26. El
Reformador francés se opondría a los esfuerzos de Dentière para que la voz de
las mujeres fuera escuchada27. Los propios Reformadores en Ginebra
prohibieron la publicación de todo texto escrito por una mujer durante el siglo
XVI, así la Reformadora más importante de su época tuvo que refugiarse en los
pseudónimos para que sus escritos pudieran circular sin ningún tipo de
problemas28.
Katharina Zell (1497-1562), la mujer anabaptista que se consideró a sí misma
“madre de la Iglesia”29. Katharina fue de las pocas mujeres que en la Reforma
Protestante desarrollaron un papel fuera de lo común. Predicaba junto a su
esposo y fue muy activa en favor de las mujeres, de quienes reivindicó sobre
todo el rol público y para las que también reclamaba el diaconato. Muchos de
sus escritos fueron publicados bajo el nombre de su marido, Matthäus Zell, a fin
de evitar la censura. Durante la Guerra de los Campesinos (1524-1525) organizó
un servicio de acogida para los desplazados por el conflicto y atendió a cientos
de víctimas. Después de la muerte de sus dos hijos se dedicó a predicar y a
apoyar la fe anabaptista.
Argula von Grumbach (1492-1553), proveniente de una familia de la nobleza
bávara, fue la primera mujer que publicó una carta a favor de la Reforma, ante
el desconcierto de los inquisidores. En 1523 escribió al cuerpo académico de la
Universidad de Ingoldsadt defendiendo a Alsacius Seehofer, joven de dieciocho
años arrestado por ser luterano. En su carta, Argula exigía un debate público en
alemán y aunque no obtuvo respuesta, ésta se reimprimió en Núremberg,
Basilea, Augsburgo, Erfurt, Estrasburgo, Stuttgart y Leipzig. Su acción, sin
embargo, le causó problemas con su familia y fue maltratada por su marido
porque su defensa de las ideas protestantes llevó a que lo destituyeran de la
72

prefectura local.
Página
Argula era una mujer muy valiente, se atrevía a desafiar a sus autoridades
eclesiásticas y civiles como el Duque de Bavaria al cual le mandó decir en una
carta que ella “no era ni débil ni estúpida”. Escribió varios libros entre ellos una
sátira dirigida a un teólogo católico llamado Schatzgeyer. “Argula afirmaba que
los inquisidores habían sustituido a Cristo por Aristóteles, además de
manifestar su desacuerdo con San Pablo por imponer sobre las mujeres el
silencio en la iglesia. Esta mujer se convirtió en un símbolo de la 'confusión,
perplejidad e inquietud' femenina que se suscitó en toda Europa a través de los
textos de Lutero. Los procesos femeninos de la Inquisición revelan que esta
inquietud ya era importante, debido a las lecturas de Erasmo y de
Savonarola”30.
Úrsula Münstenberg (1491-1534), fue una monja de la orden de María Magdalena
de la Penitencia en Freiberg, Sajonia. Habiendo conocido las doctrinas
luteranas, encabezó un movimiento para lograr infiltrar en su convento dichas
doctrinas metiendo los libros de Lutero de contrabando. En 1529 decidió huir
del convento gracias a la lectura de Mateo 28:19.
Elisabeth Cruciger (1500-1535), la primera mujer casada según los principios
protestantes. Siendo mujer, participaba en discusiones teológicas con Lutero y
Melanchton quien la consideraba una mujer inteligente. Escribió un himno, “El
hijo único del cielo”, lo cual causó controversia pues las mujeres no escribían
himnos en ese tiempo y normalmente se le atribuye por error a Andrew
Knoepken.
Elisabeth Von Brandenburg (1485-1555), la mujer que influyera en la Reforma
Protestante de Dinamarca. En 1517 recibió por primera vez la eucaristía de
manos de un ministro luterano lo cual enfadó grandemente a su marido quien
la quería encarcelar a cadena perpetua. Elisabeth huyó defendiendo la postura
de que una mujer debe decidir por sí misma su propia religión. Sufrió pobreza
y soledad.
Elizabeth Dirks (?-1549), holandesa criada en un convento de monjas, sabía latín
y leía la Biblia de principio a fin. Escapando del convento se convirtió en
seguidora de Menno Simons. Es considerada una de las primeras ministras de
la Reforma, probablemente una diaconisa. A inicios de 1549 las autoridades
católicas la apresaron pensando que era la esposa de Menno y la tomaron por
maestra de la “herejía” anabaptista “al hallarla en posesión de una copia de los
Evangelios en latín, fue interrogada y torturada por los inquisidores desde el 15
de enero hasta el 27 de marzo31. Cuando sus examinadores le pidieron que
73

informara acerca de los demás anabaptistas para capturarlos, ella les respondió
valientemente: “No, mis señores. No me presionen sobre este punto.
Página

Pregúntenme acerca de mi fe y les responderé con gusto”. Después de terribles


torturas y al ver que no podrían sacarle información acerca de otros
anabaptistas, las autoridades la condenaron a morir. La ataron y “fue metida en
un saco y ahogada según el Derecho Romano del siglo XVI, que prescribía la
pena de muerte para quien hubiese osado repetir de nuevo el bautismo”32.
Como vemos, las mujeres con las que se nutrió la Reforma en sus orígenes no
fueron simplemente esposas de líderes protestantes a quienes acompañaron
fielmente sirviéndoles de aliento y soporte. Ellas fueron verdaderas teólogas,
predicadoras y maestras, nada menos que intelectuales pioneras que abrieron,
con sus discursos, luchas y firmeza, caminos para que la nueva fe siguiera
conquistando más corazones y consolidándose con mayor fuerza en el
continente europeo. Lamentablemente la Reforma no les supo dar espacios
reconocidos de liderazgo y autoridad, el pensamiento patriarcal que se
mantuvo en el protestantismo no lo permitió. Pero a pesar de ello, la conducta
de estas y muchas otras mujeres33 marcaron un antecedente imborrable que
sirvió, mucho tiempo después, en la promoción del liderazgo femenino dentro
de las mismas iglesias protestantes.

74
Página
Quinta parte
La rebelión de
la mujer pentecostal

75
Página
Capítulo XIII
Antecedentes
metodistas y de santidad

A principios del pasado siglo surge, producto de diversos avivamientos en


diferentes países1, el movimiento pentecostal. Centrado en la acción
contemporánea del Espíritu, el movimiento se nutrirá de hombres y mujeres
que consideraban este derramamiento del Espíritu como la señal inequívoca de
los últimos días y, por lo tanto, llamaban a hombres y mujeres para que
tomaran su lugar en la labor evangelizadora global, actividad que apresuraría la
segunda venida de Jesucristo. Desde sus primeros años, se apreciará en el
movimiento el protagonismo del liderazgo femenino. Predicadoras que antes
pertenecían al movimiento de santidad norteamericano se convirtieron en
vigorosas predicadoras y misioneras pentecostales en diferentes partes del
mundo. Mujeres como María Woodworth Etter (1844-1924), Carrie Judd
Montgomery (1848-1946), Agnes Ozman (1870-1937), Jean Campbell Hall
Mason (?-1964), Florence Crawfor (1872-1936), Jennie Evans Moore (1883-1936)
y Jeannine Lancaster (1958-1934), esta última la pionera del pentecostalismo
australiano, llegaron a ser muy conocidas por los pentecostales de la primera
generación, a la vez que inspiraban a muchas otras mujeres a convertirse en
piezas claves en el avivamiento en el cual habían empezado a participar.
Observamos pues, en estas mujeres pentecostales, una ejemplar revolución en
cuanto al tema del liderazgo: ellas se levantaron en contra del silencio y la
exclusión ministerial sufridos experimentados por casi dos mil años. En el
pentecostalismo, el Espíritu le devuelve el protagonismo, el liderazgo y la voz a
aquellas a quienes la carne silenció, produciéndose así esta rebelión femenina
en contra de todo lo que representa su marginación y desvalorización en el
servicio a Dios. Esta rebelión estuvo precedida por valientes precursoras que,
por identificarse con el movimiento de santidad wesleyano, lograron abrir
caminos de liberación femenina hacia el púlpito, caminos que fueron gustosa y
ampliamente transitados luego por las mujeres pentecostales del siglo XX.

Wesley y la liberación de las mujeres


El pentecostalismo, al venir directamente del movimiento de santidad
wesleyano2, hunde sus raíces en el metodismo fundado por Juan Wesley (1703-
1791). Fue Wesley quien introdujo en la Iglesia un aire liberador en cuanto al
76

ejercicio de la autoridad para las mujeres, pues en el movimiento metodista


Página

ellas encontraron la libertad y el respaldo que hasta ese momento no les eran
concedidos en las iglesias existentes. Este hecho no debería pasar desapercibido,
pues fue Wesley, con su enseñanza sobre la importancia de dar público
testimonio de la experiencia de santificación obrada por Dios en el corazón del
creyente (sea hombre o mujer), quien destruyera, repentina pero sutilmente, la
barrera de silencio levantada durante siglos para las mujeres. Sería cuestión de
poco tiempo para que, de testificar públicamente, se pasara a enseñar y predicar
publicamente3. Por su énfasis en el deber de testificar por parte de las mujeres,
Wesley finalmente llegó a aceptar que dentro de su movimiento ellas
predicaran, aunque no llegó a ordenarlas. Cuando se le cuestionó el hecho de
comisionar a mujeres como predicadoras y líderes, él respondió: “Dios las
utiliza para la salvación de las almas, ¿y quién soy yo para oponerme a Dios?”4.
Después de casi dos milenios, un hombre le abría las puertas del ministerio a las
mujeres5. Será quizás la profunda huella e influencia que ejerció su madre en él,
la que llevó a Juan Wesley a dar estos pasos de liberación para la mujer
cristiana. Susana Annesley de Wesley (1669-1742), fue una de las mujeres más
instruidas e inteligentes de su época. Proveniente de una familia puritana y
madre de diez hijos (otros nueve habían fallecido en la infancia)6, Susana era
una mujer muy metódica y disciplinada, amaba profundamente a Dios y su
obra. Ella es descrita como “una mujer con grandes dotes de liderazgo, una
madre que entrenaba, educaba y disciplinaba a sus hijos. Una mujer con
espíritu independiente”7. Siendo muy joven escribió en su diario “Espero que el
fuego que yo encienda haga arder no sólo a Londres, sino a toda la nación y a
todo el mundo”. Este anhelo se cumplió a través de sus hijos Juan y Carlos8.
Por ella, Juan llegaría a tener una buena impresión de la labor pedagógica de la
mujer y por eso, promovió la presencia de predicadoras y maestras de Biblia en
sus clases. Esta actitud a favor de la emancipación de las mujeres en la Iglesia
hizo que a partir de él las iglesias se organizaran teniendo en cuenta la plena
participación de las mujeres. Paul Chilcote, hablando de esta realidad dice que

el ministerio de las mujeres predicadoras floreció durante la década final de la


vida de Wesley. Las mujeres levantaron sus voces para proclamar el evangelio
desde Conwall hasta los páramos de Yorkshire, desde las ciudades industriales
del norte hasta las idílicas villas del oeste. Por la influencia de Wesley, la
conferencia metodista de Inglaterra fue llevada gradualmente a autorizar el
trabajo de estas excepcionales mujeres9.

Otro autor afirma que


desde sus comienzos, el movimiento metodista se enriqueció gracias al
liderazgo y el ministerio de las mujeres, quienes a menudo le enseñaron a la
77

comunidad de fe cómo vivir la vida cristiana a través de la adoración en


fidelidad, el estudio, la disciplina, el cuidado de los pobres, los enfermos, los
Página

agonizantes y los desposeídos, así como a través de su ministerio como


maestras y testigas de la fe. Frecuentemente las mujeres también desempeñaron
roles pastorales aun cuando no estaban oficialmente ordenadas10.

El movimiento de santidad y las mujeres


Cuando se origina en los Estados Unidos el movimiento de santidad (s. XIX)
fueron las mujeres quienes tomaron el liderazgo en varias ciudades
norteamericanas. El movimiento, fiel a su herencia wesleyana, en ningún
momento se opuso a la plena participación de la mujer en el ministerio, al
contrario, la promovió basándose en tres argumentos11:
1. La igualdad bíblica de hombres y mujeres, según Gálatas 3:28.
2. La redención fue la que hizo posible esta igualdad bíblica.
3. El Espíritu fue prometido para hombres y mujeres por igual, según Joel
2:28 y Hechos 2:17-18.
Uno de los más importantes evangelistas de santidad, William B. Godbey (1833-
1920) había escrito en su libro “Woman Preacher” (1891) que “predicar el
evangelio es un derecho dado por Dios, comprado por la sangre y deber
obligatorio de la mujer, así como del hombre”12. De esta manera, el movimiento
de santidad, con argumentos bíblicos y neumatológicos, produjo notables
líderes mujeres que no sólo anunciaban el evangelio, sino que luchaban por la
plena participación de la mujer en la vida y misión de la Iglesia. A
continuación, mencionaremos algunas de estas mujeres que, con autoridad y
poderosos ejemplos de vida, produjeron una cosecha considerable de ministras
pentecostales en todo el mundo.
Phoebe W. Palmer (1807-1874), una de las líderes más prominentes de este
movimiento. Ella, sin haber sido ordenada, llegó a ser una predicadora muy
dotada. Su esposo dejó su trabajo como médico homeópata para apoyar el
ministerio de su esposa y ser su “maletero” personal. De raíces metodistas,
Phoebe llegó a liderar un avivamiento de la santidad desde 1839 hasta el
momento de su muerte, en el cual cientos de predicadores y laicos de diversas
denominaciones se agolpaban en su hogar a fin de ser santificados por medio
del bautismo en el Espíritu. Viajó, junto con su esposo, a diferentes ciudades de
Estados Unidos y Canadá ejerciendo una notable influencia sobre miles de
creyentes. “Llegó a ser la maestra bíblica más destacada de este movimiento, y
su más destacada evangelista antes de la Guerra Civil llegando a registrar, por
lo menos, 25 mil conversiones y experiencias de santificación en sus
reuniones”13.
Catherine Mumford Booth (1829-1890), esposa de William Both y cofundadora
78

junto con él del Ejército de Salvación. De pequeña recibió una rigurosa


formación cristiana, a los cinco años ya leía en voz alta la Biblia para su madre y
Página

antes de cumplir los doce ya la había leído completa unas ocho veces. Miembro
de la Band of Hope, una sociedad de temperancia para niños y adolescentes de la
clase obrera fundada en 1847, se convirtió en una importante activista del
Temperance Movement. Ya casada, inició un ministerio de visitación casa por casa
a familias con problemas de alcoholismo. A pesar de que Catherine era muy
tímida para hablar ante un público adulto, ella estaba convencida de que las
mujeres cristianas no solo tenían el derecho de predicar, sino también la
obligación. Por eso, cuando leyó en un periódico que las mujeres no tenían el
derecho de utilizar el púlpito se decidió a publicar en 1859, en el mismo
periódico, un artículo titulado “Ministerio Femenino: El derecho de las mujeres
a predicar el Evangelio”. A través de sus ideas, contribuyó fuertemente a las
creencias y reglamentos de su nueva organización, el Ejército de Salvación.
Hannah Wittal Smith (1832-1911), quien aún antes del surgimiento del
pentecostalismo ya compartía púlpito con los que serían pioneros de este
movimiento. Fue la primera Superintendente del Departamento de
Evangelismo de la Unión Femenil Cristiana de Temperancia. Hannah fue una
ardiente defensora del voto femenino en Estados Unidos, pues creía que “las
mujeres habían sido liberadas por la obra de los principios de Cristo, que había
declarado que, en él, no hay mujer ni hombre”14.
Amanda Matthews-Berry Smith (1837-1915), siendo hija de esclavos logró ganar
su libertad de la esclavitud gracias a su habilidad como predicadora. Empezó a
predicar a los 33 años y en su carrera como predicadora tuvo que enfrentarse al
machismo, llegando a ser una brillante predicadora internacional. Predicó con
mucho éxito en las islas británicas, Liberia, Sierra Leona, Birmania (Myanmar) y
en la India. En este último país fue elogiada por el obispo metodista Thoburn.
Alma White (1862-1946), quien después de haber sido una popular predicadora
metodista y participante de la Asociación de la Iglesia Metropolitana, una de las
tantas asociaciones de santidad, fundó la Iglesia Pilar de Fuego. Llegó a ser la
primera mujer en ser ordenada obispo en los Estados Unidos, su ordenación la
efectuó el evangelista de santidad William Godbey. White fue una vehemente
feminista que defendía la igualdad de las mujeres protestantes blancas, aunque
defendió también el racismo y el antisemitismo.
Agnes Ozman (1870-1937), aquella humilde predicadora de Wisconsin que con
su experiencia glossolálica, según J. Roswell Flower, secretario fundador de las
Asambleas de Dios, inició el movimiento pentecostal del siglo XX 15 y así llegó a
ser “la catalizadora del derramamiento de la lluvia tardía del Espíritu Santo, la
cual estaba a punto de cubrir toda la tierra”16. Después de recibir el bautismo en
79

el Espíritu, la madrugada del 1 de enero de 1901, con la imposición de manos de


Charles Parham, Agnes vio potenciado su ministerio y se dedicó a predicar el
Página

Pentecostés hasta el último día de su vida, presagiando así una nueva era, era
en que las mujeres ministrarían de formas nunca antes vistas en la historia del
cristianismo.
Todas estas mujeres se movieron en un plano de igualdad sobresaliente.
Basadas en las Escrituras, cada una de ellas lograron ocupar posiciones de
liderazgo en el movimiento de santidad y disfrutar de una autoridad e
influencia más allá de lo local, jamás antes vistas en la historia de la Iglesia.
Estas mujeres fueron las precursoras directas del movimiento pentecostal que
surgiría en Estados Unidos en 1906, fueron la inspiración y modelo de
centenares de jóvenes pentecostales que se lanzaron a la predicación, a la
enseñanza y al pastorado en un contexto social opuesto a las mujeres y a sus
labores emancipatorias. Cada una de ellas, y las muchas otras no mencionadas
aquí, con su valentía, agallas y determinación dejaron un importante legado
tanto a las nuevas iglesias pentecostales que empezaban a surgir, como a las
propias iglesias de santidad ya existentes y a las iglesias cristianas en general.
Sus labores proféticas, apostólicas, evangelísticas, pastorales y educativas
contribuyeron, sin ellas saberlo quizás, a la formación de la identidad del nuevo
movimiento que estaba próximo a cubrir la tierra.

80
Página
Capítulo XIV
Lideresas pentecostales
en el inicio del movimiento
Habíamos visto cómo el movimiento wesleyano y el de santidad habían
proporcionado una favorable plataforma de igualdad ministerial a las mujeres
que participaban en ellos. Esto propició que, al surgir el pentecostalismo, se
produjera una masiva “revolución” por parte de las mujeres que se adherían a
él. Estas mujeres “rebeldes al sistema”, por su apertura al Espíritu lograron
rápidamente ocupar lugares de liderazgo: pastorales, misioneros, educativos y
de gobierno. Poco les interesaron a las primeras pentecostales el mandato de 1
Timoteo 2:11-15, el “orden” tradicional de la Iglesia antigua y la “inferioridad
femenina” que había imposibilitado a la mujer, por casi dos milenios, a ejercer
autoridad sobre el varón. A los primeros pentecostales (hombres y mujeres)
más les interesó poner en práctica el sacerdocio de todos los creyentes y usar
efectivamente los dones y ministerios dados por el Espíritu. Por ello, Susan
Hyatt escribe que “el avivamiento de la calle Azusa puso en primer plano el
ministerio de las mujeres”17.

Protagonistas en el avivamiento
Quien quiera que revise los detalles del origen del movimiento pentecostal
estadounidense, del cual proviene casi la totalidad de las iglesias pentecostales
clásicas y al cual se remiten también los millones de carismáticos modernos de
las iglesias protestantes y católica, se dará cuenta del papel protagónico que
tuvieron las mujeres en los primeros años del movimiento, tanto en su primera
etapa en 1901, como en el avivamiento de la calle Azusa en 1906.
Primeramente, el movimiento pentecostal se inició con ellas cuando, a
principios de 1901 la joven Agnes Ozman le pidió a su profesor Charles Parham
que imponga sus manos para recibir el bautismo en el Espíritu Santo. Antes de
esto, Parham y sus alumnos habían buscado este bautismo, pero sin tener éxito.
No fue sino hasta que le impusiera las manos a su alumna que el avivamiento
se desató, siendo Ozman la primera persona en recibir el bautismo en el
Espíritu con la evidencia de las lenguas en el siglo XX. Después de esta
experiencia, Parham llevó el mensaje pentecostal a muchas ciudades de los
Estados Unidos y siempre llevaba a mujeres predicadores en su equipo. Muchas
de ellas llevaron el mensaje pentecostal fuera del país, como Bernice C. Lee en la
India y otras, fundaron y pastorearon nuevas iglesias, como Marie Burgess
81

Brown (1880-1971) en New York. Cecil M. Robeck18, hablando sobre Parham,


Página

dice que él
entrenó a mujeres para el ministerio en su Movimiento de Fe Apostólica desde
1900 en adelante. Su cuñada, Lilian Thistlewaite, tuvo sus propias reuniones en
todo el medio oeste y apareció junto a Parham en otras reuniones. Parham
comisionó a varias mujeres para establecer iglesias y servir como pastoras.

Un hecho que muchas veces es dejado a un lado en la historiografía pentecostal


es que la segunda etapa del avivamiento también fue originada por el liderazgo
femenino. Aunque todos reconocen a William Seymour (1870-1922) como figura
líder del avivamiento de la calle Azusa, una dirigente de aquel avivamiento
afirmó que «nadie recibió el bautismo pentecostal hasta que Lucy Farrow llegó
y comenzó a orar para que lo recibieran» (Madre Cotton). Farrow había sido
enviada por Parham para apoyar a Seymour, ante la solicitud de este último
(aunque él había pedido el envío de colaboradores hombres) y a su llegada
empezó el avivamiento que se dejó sentir en todo el mundo. Al igual que
Parham, Seymour también mostraría una actitud muy favorable hacia el
ministerio de la mujer. Robeck afirma que su Misión
rápidamente se hizo conocida como una congregación interracial dirigida por
un pastor afroamericano, con mujeres y hombres capaces de proporcionar
liderazgo y alcance. La Misión incluso fue ridiculizada en la portada de Los
Ángeles Evening News, 23 de julio de 1906, por violar el mandamiento de Pablo
en 1 Corintios 14:34 con respecto al silencio de las mujeres19.

Además de esto, Seymour le dio amplios espacios de autoridad dentro de su


movimiento a las mujeres. “Cuando Seymour decidió formar una junta de
ancianos que guiaran los asuntos de la Misión, eligió a siete mujeres y cuatro
hombres”20, entre estas mujeres se encontraban Clara Lum, quien, como editora
del periódico Apostolic Faith, publicaría la noticia emocionante del avivamiento
por todas partes y Florence Crawford (1872-1936), una sobresaliente
predicadora y fundadora de una de las más importantes iglesias pentecostales
que hasta ahora existe. El hecho de que Seymour haya establecido un
presbiterio, quizás el primero de la historia pentecostal, en el cual la mayoría
eran mujeres, nos dice bastante sobre su visión acerca del liderazgo eclesial
femenino. Este podría ser un importante precedente para el rol y la
consideración de la mujer en todo el movimiento pentecostal internacional21.
Las mujeres no están
silenciadas en el pentecostalismo
Tanto el movimiento pentecostal como su vertiente moderna, el movimiento
carismático, han producido una lista interminable de pastoras, predicadoras,
misioneras y maestras de la Palabra al rededor del mundo. Con el surgimiento
del movimiento apostólico-profético en la década del ochenta, muchas son las
82

mujeres que hoy ministran en estos dos ministerios, a pesar de la oposición y


Página

rechazo del sector conservador del cristianismo evangélico. En el movimiento


pentecostal/carismático las mujeres han desarrollado sus habilidades de
liderazgo de una forma sorprendente. Ellas, viéndose capacitadas por el
Espíritu de Dios, no han temido lanzarse al mundo con el mensaje de Jesucristo
a fin de proclamarlo a hombres y mujeres deseosos de oírlo. A continuación,
mencionaremos a algunas mujeres que ejercieron un extraordinario liderazgo,
tanto dentro como fuera del pentecostalismo, a través de sus ministerios
centrados de la Palabra y en los dones del Espíritu Santo.

Florence Crawford (1872-1936), quien fuera bautizada en el Espíritu en la calle


Azusa, en 1906, hablando en chino y siendo sanada de diversos problemas
físicos. Ayudó a Seymour a editar el periódico de su movimiento y fue
responsable de la extensión de la Misión de la calle Azusa a otras ciudades
norteamericanas, sobresaliendo por ser capaz de convocar grandes cantidades
de personas en sus reuniones. Al romper relaciones con Seymour, en 1908,
estableció como toda una apóstol su propia denominación, la Iglesia de la Fe
Apostólica (Portland, Oregón) con congregaciones especialmente en los Estados
Unidos, Escandinavia y África Oriental.

Jennie Moore (1883-1936), quien siendo una humilde mucama fue la primera
mujer en recibir el bautismo en el Espíritu, gracias a la imposición de manos de
Lucy Farrow, en una de las reuniones que dirigía Seymour en la calle Bonnie
Brae 214, antes de empezar las famosas reuniones de la calle Azusa. Según
Synan22, llegó a ser una de las más tempranas evangelistas pentecostales al
llevar la noticia del bautismo en el Espíritu y la evidencia de las lenguas a varias
iglesias de los Ángeles. Se convirtió en la ayudante de Seymour cuando este
abrió las reuniones en la calle Azusa y en 1908 se casó con él y sirvió a su lado
hasta su último día de vida. Al morir Seymour, ella se convirtió en la pastora de
la Misión de la calle Azusa hasta su muerte.

Emma Cotton (1877-1952), mujer afroamericana fundadora de al menos ocho


congregaciones pentecostales en varias ciudades de los Estados Unidos. Su
predicación y su amistad con la famosa evangelista Aimee Semple McPherson
allanaron el camino para que muchas otras mujeres ocuparan puestos de
liderazgo en la Iglesia en la década de 1900. Ministraba sanidad divina a cientos
de personas (ella misma había sido sanada de cáncer), a la vez que pastoreaba
su congregación en Los Ángeles. Siendo pastora, junto con su esposo Henry,
mantuvo relaciones ministeriales con la Iglesia de Dios en Cristo, una de las
primeras y más importantes iglesias pentecostales de EE.UU., pero cuando esta
denominación decidió no ordenar a mujeres para el ministerio decidió
83

mantener su iglesia como independiente.


Página
Aimee Semple McPherson (1890-1944), quien fundara en 1923 la Iglesia
Internacional del Evangelio Cuadrangular, la primera mega-iglesia de los
Estados Unidos, sobresaliendo como maestra de la Biblia y como una
excepcional pastora. Es considerada uno de los líderes religiosos más
importantes del siglo XX, sin importar su sexo y quizá sea la mujer más
importante de las ordenadas al ministerio en toda la historia del cristianismo.
Finalizando la década del veinte, la hermana McPherson ya era una celebridad
internacional, al mismo tiempo que pastora y evangelista. Gracias a lo
recaudado en sus cruzadas evangelísticas, pudo construir el Angelus Temple, el
santuario más grande de los Estados Unidos en aquella época, el cual ella
misma diseñó y dedicó. Fue la primera mujer en predicar un sermón por radio
(1922) y el primer pastor en construir una emisora de radio propiedad de una
iglesia local. Fundó un Instituto Bíblico con el fin de entrenar a hombres y
mujeres para el ministerio. Predicaba veintiún veces por semana y llegaron a
visitar sus reuniones, debido a la atracción que transmitía, Charles Chaplin, el
conocido actor Anthony Quinn y un joven llamado Richard Milhous Nixon,
futuro presidente de los EE.UU.

Kathryn Kuhlman (1907-1976), la evangelista más famosa y controvertida dentro


y fuera del movimiento pentecostal. Desde adolescente ya predicaba y en sus
primeras reuniones las multitudes llenaban los bancos y balcones para
escucharla. En sus servicios multitudinarios eran comunes los testimonios de
sanidades y milagros. Fue una evangelista notable, su ministerio marcó la vida
y destino de miles de nuevos ministros en todo el mundo, entre ellos el
conocido pastor carismático de Orlando, Benny Hinn. Se ha estimado que
ministró a más de cien millones de personas en sus cincuenta años de
ministerio23 y sus enseñanzas aún ejercen un fuerte impacto en el movimiento
pentecostal/carismático. Era muy cuestionada por los evangélicos
conservadores quienes se oponían a que predicara por ser mujer, pero aun así
disfrutó de una gran influencia aún dentro del catolicismo: muchas eran las
parroquias que antes de que ella llegara a sus ciudades para realizar una
cruzada, ofrecían misas para el éxito de su reunión24.

Freda Lindsay (1914-2010), predicadora internacional junto con su esposo


Gordon Lindsay, quien al quedar viuda tomó el mando del ministerio,
presidiendo el famoso Instituto Cristo para las Naciones en Dallas, Texas, una
de las organizaciones misioneras pentecostales más grandes del mundo. Es
considerada una de las mujeres más influyentes del siglo pasado.
84

Pandita Ramabai (1858-1922), considerada la primera feminista de la India, fue la


Página

mujer que encendió, con sus oraciones, el avivamiento pentecostal en la India.


Habiendo quedado huérfana a los dieciséis años, se convirtió en la primera
mujer en recibir el título de “Pandita” (“erudita”, en idioma sánscrito)
entregado por la Universidad de Calcuta. En 1889 fundó “Sharada Sadan”, un
refugio para mujeres viudas y huérfanas y pronto fundaría la Misión Mukti, en
donde plantó árboles frutales, hortalizas y cavó pozos. Cuando se declaró el
hambre en la India central en 1896, Pandita recorrió las zonas afectadas por la
hambruna recogiendo viudas jóvenes y niñas, trayéndolas a Mukti a fin de
proveerles alimentos, ropa, educación y capacitación en oficios y al mismo
tiempo las evangelizaba. En 1905 Mukti experimentó un avivamiento
pentecostal, el cual precedió al de Azusa. Allan Anderson, hablando de este
avivamiento dice:

Éste se caracterizaba por lágrimas de arrepentimiento y confesión, emociones y


prolongadas reuniones de oración, poderosas demostraciones del Espíritu que
incluían sanidades, hablar en lenguas, profecía e interpretación y, sobre todo,
equipos evangelísticos de cientos de mujeres jóvenes potenciadas por el Espíritu
para testificar las aldeas circundantes. Este avivamiento convirtió a la Misión
Mukti en un importante centro pentecostal de importancia internacional 25.

Mencionando las consecuencias de este avivamiento, Anderson añade que, en


él, “las mujeres desempeñaron un papel más prominente que en el
norteamericano”, por eso, el avivamiento pentecostal en la India “fue,
predominantemente, un avivamiento entre mujeres jóvenes dirigido por
mujeres, motivando y potenciando a aquellas que habían sido marginadas y
expulsadas por la sociedad”. Pandita llegó a ser reconocida como una
influyente reformadora social y una notable evangelista, una mujer india que
rechazó por igual la opresión patriarcal en India y la hegemonía occidental en el
cristianismo.

Las mujeres que acabamos de mencionar son sólo unas cuantas líderes
pentecostales de la primera hora que supieron responder al llamado que Dios
les hiciera y que se situaron al frente del movimiento sirviendo en áreas
tradicionalmente reservadas para los varones, como el pastorado, la enseñanza
y la dirección de denominaciones. Aparte de las mencionadas, existieron miles
de mujeres bautizadas en el Espíritu que impactaron su generación haciendo
uso de la palabra y glorificando a Dios a través de sus dones espirituales. Estas
miles de mujeres, a través de su rebeldía hacia las normas, tradiciones y
limitaciones del mundo eclesial de la época, lograron cambiarle el rostro al
cristianismo global y demostrarle que su participación en el liderazgo no es
simplemente una excepción en los planes divinos sino, el plan excepcional de
Dios para su Iglesia de todos los tiempos.
85
Página
Capítulo XV
Las mujeres en los orígenes del
pentecostalismo latinoamericano
“Las mujeres pentecostales de América Latina y del Caribe sentimos un
llamado a proclamar el Reino de Dios por todo el mundo, sentimos la unción
del Espíritu Santo […] Tenemos capacidades de dones dados por Dios que
enriquecen la vida de nuestras congregaciones, la de las comunidades en que
estamos insertas”26. Este es parte del pronunciamiento que las mujeres
pentecostales, reunidas en el Encuentro Pentecostal Latinoamericano
desarrollado en la Habana, Cuba (1998), bajo el lema “Jubileo: Fiesta del
Espíritu”, emitieron al continente deseando dejar en claro que es el Espíritu de
Dios quien las llama, empodera y comisiona para cumplir la misión de
proclamar el Reino de Dios y edificar la Iglesia. Por ello, quien quiera ir contra
esta participación de la mujer pentecostal en el ministerio, tendrá que ir contra
la voluntad del mismo Espíritu.

El movimiento pentecostal en general está en deuda con esta valiente labor de


sus mujeres. El movimiento le debe a ellas lo que ha llegado a ser hoy. Darío
López27 hablando de esta participación activa de las mujeres en el
pentecostalismo, dice que

la historia del movimiento pentecostal demuestra que la participación y el


compromiso de las mujeres, su capacidad de trabajo, y su entrega y disposición
para involucrarse activamente en diversas acciones misioneras han sido
algunos de los principales factores que contribuyeron para que el mensaje
pentecostal se difundiera ampliamente por casi todo el mundo.

Lo único que una mujer pentecostal ha necesitado para lanzarse al campo


misionero o a la labor pastoral ha sido nada más que sentirse llamadas. Ellas no
necesitan esperar el envío por parte del pastor o el líder para empezar a servir a
Dios de manera comprometida y activa, como Felipe en Hechos 8 ellas se dejan
guiar por las direcciones que les da el Espíritu, quien las lleva a lugares de
necesidad para utilizarlas con poder y autoridad. En nuestro continente, las
mujeres pentecostales han sabido servir a Dios desplegando tanto sus
habilidades humanas como espirituales, buscando dar siempre un servicio
completo, en excelencia y abnegado a su Señor. La rebeldía ministerial,
suscitada en ellas por el Espíritu, las ha llevado a ocupar lugares importantes en
la historia del movimiento en nuestro continente. En este capítulo
86

mencionaremos a mujeres que dejaron huella en los orígenes del


Página
pentecostalismo latinoamericano y cuya memoria necesitamos recuperar. Por
motivo de espacio nos referiremos solo a unas cuantas de ellas.

Nellie Laidlaw, en Chile (1891-1952). Al iniciarse el avivamiento pentecostal en la


Iglesia Metodista de Valparaíso (1909), manifestaciones extraordinarias
empezaron a verse. Entre ellas la recepción de un poder sobrenatural en las
personas que las capacitaba para predicar con admirables resultados. Willis
Hoover28 escribiendo sobre el asunto, diría que

cuando recientemente había caído el Espíritu Santo con poder, las personas
bautizadas, fueran niños, o niñas, hombres o mujeres, se sentían impulsados a
salir a las calles y pregonar a toda voz, a ir a sus amigos y vecinos, a hacer viajes
a otras partes, con el sólo fin de llamar al arrepentimiento a los hombres.

Las mujeres tuvieron un protagonismo especial en el inicio de este avivamiento


y el testimonio de la joven Nellie Laidlaw (de origen inglés) es prueba de ello.
Tan importante es esta mujer, que el pentecostalismo chileno remonta su fecha
de origen a los acontecimientos suscitados en torno a sus actividades en
Santiago, en setiembre de 1909 y no al inicio de las manifestaciones en la
congregación pastoreada por Hoover en Valparaíso, a inicios de ese año. Más
conocida como “Elena”, esta joven veinteañera recibió el bautismo en el Espíritu
Santo en 1909, en Valparaíso. Hoover testificaría que “con su bautismo le
sobrevino un poder notable y extraño, sobresaliendo en ella, de manera que
hablaba con un poder que convencía a muchos de pecado logrando que se
convirtieran al Señor”29. Llama la atención que Hoover también afirme que al
sobresalir en ella “la grandeza de las manifestaciones”, otros que también
habían sido bautizados en el Espíritu se sintieran celosos y la resistieran.
Hoover, describiendo cómo eran las manifestaciones en esta joven, dice:
Cuando el Espíritu la tomaba, con los ojos cerrados iba a cualquier parte de la
congregación, sacaba de en medio a alguna persona, la hacía hincarse, le decía
las cosas que tenía en su corazón, le llamaba al arrepentimiento, le ponía las
manos encima, oraba y bendecía. Varios conocieron la verdad y así se
convirtieron30.

Elena viajó a Santiago en setiembre de 1909 a fin de visitar a un familiar suyo.


Hoover le dio una carta de recomendación para que sea recibida por las
congregaciones metodistas de la capital. La noche del 11 de setiembre participó
en una vigilia en la casa de un miembro de la 2° Iglesia de Santiago (iglesia que
estaba desarrollando reuniones de avivamiento) y compartió acerca de lo que se
venía dando en su ciudad. Una participante en aquella vigilia testificó que
el Padre obró con poder entre nosotros. Tuvimos mensajes para la iglesia y
87

mensajes personales, tan verdaderos. El Espíritu dirigió la reunión señalando la


Página

lectura con un mensaje especial31.


El domingo 12 al visitar la 2° Iglesia y pedir la palabra, el pastor se la negó.
Ante esto, los congregantes (unos 170 aproximadamente) insistían que la
hermana hablara, pero el pastor no lo permitió y procuró echarla del templo.
Elena logró dirigirse a los hermanos finalizado el culto y en el patio. Ante esto,
se armó un alboroto, dos colportores fueron destituidos de sus cargos y
expulsados de la Iglesia por apoyar a Elena. En la noche, cuando Elena se
dirigió a la 1° Iglesia, ya el pastor la esperaba con policías afuera del templo.
Aun así, participó en el culto y cuando pidió la palabra el pastor le dijo que
acabada la reunión ella podría hablar, pero no fue así pues cuando ella trató de
hablar el pastor ordenó llevársela presa. Los hermanos reaccionaron y se armó
una lucha. Elena se entregó pacíficamente a fin de evitar todo escándalo. Ese día
los hermanos, partidarios del avivamiento de Valparaíso, ofrecieron sus casas
para continuar reuniéndose aparte de la iglesia. Al día siguiente Elena fue
puesta en libertad.

El pentecostalismo chileno celebra cada año el 12 de setiembre como el día de


su inicio oficial y aunque quizás no lo resalten, este inicio tuvo como centro el
ministerio poderoso, pero negado, de una joven y valiente mujer abierta a la
dirección del Espíritu y entregada al anuncio del arrepentimiento y el perdón
de Dios. Juan Sepúlveda afirma que “la consecuencia directa de los incidentes
del 12 de setiembre en Santiago, fue que dos grupos, convencidos de la
autenticidad del avivamiento de Valparaíso, siguieron celebrando reuniones al
margen de sus respectivas iglesias”32. Después de varios meses de luchas
dentro del metodismo chileno los dos grupos separados en Santiago, se
constituyen, en febrero de 1910, en iglesias independientes que posteriormente
llegarían a conformar la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile.

El tener como inicio de un avivamiento el ministerio carismático de una mujer


es muy significativo. Elena, así como la samaritana de Juan 4 quien después de
experimentar “el agua viva” fue a dar testimonio del poder de Dios a su ciudad,
es prototipo de la mujer pentecostal para todos los tiempos33. Lamentablemente,
muy poco se ha escrito de ella y pocos son los que la mencionan en los orígenes
de este avivamiento (el protagonismo siempre se lo lleva el pastor Hoover),
pero ya es hora de que su persona, así como sus labores evangelísticas y
proféticas34, las mismas que dieron origen a una de las más importantes iglesias
pentecostales en el mundo, sean revalorizados a fin de que Elena pueda ocupar
el lugar que se merece en la historia del pentecostalismo latinoamericano35.

Frida Strandberg Vingren36, en Brasil (1891-1940). El pentecostalismo llegó a Brasil


88

en 1911 a través de los misioneros suecos Daniel Berg y Gunnar Vingren,


Página

exactamente a una ciudad del norte del país llamada Belén (Estado de Pará).
Seis años después llegaría a apoyar a Vingren la joven Frida Strandberg,
enviada por su iglesia “Filadelfia”, ubicada en la ciudad de Estocolmo. El
misionero ya había fundado la Assembleia de Deus no Brasil y años antes había
conocido a Frida en Suecia, quien se había entusiasmado cuando él le habló de
su labor en el país sudamericano. Tres meses después de llegar a Brasil, Frida se
casa con Vingren y empieza a dedicarse a los servicios sociales de la iglesia
(cuidado de niños, de huérfanos, visitas a los ancianos y a los enfermos) 37,
servicios realizados únicamente por las mujeres.
Debido a que Vingren sufría de constantes padecimientos pasaba mucho
tiempo en cama. En esos momentos, era Frida quien se hacía responsable de la
obra junto con algunos obreros de la iglesia y quien se colocaba al frente de los
cultos al aire libre, liderando a los obreros. Con el tiempo, ella iría asumiendo
cada vez más los deberes de su esposo, fortaleciéndose así su liderazgo,
causándole la oposición de algunos pastores que no veían bien el ministerio
femenino. A pesar de ello, Frida, con mucho talento empieza a traducir himnos
suecos al portugués y compone algunos, dirige la revista de la denominación
“Buena Semilla” y continúa en el ministerio de la predicación. En 1924, los
esposos y sus cuatro hijos, se mudan a Rio de Janeiro y allí Frida amplía sus
labores: se convierte en la primera mujer en dirigir una Escuela Dominical (la
cual fundó en una prisión) y empieza el periódico “Som Alegre”, a través del
cual defiende el derecho de las mujeres a predicar, enseñar y adoctrinar,
después de que la denominación, en su primera Convención Nacional (1930), le
prohibiera a las mujeres pastorear y enseñar en las iglesias locales “salvo no
existan hombres capacitados para ello”38.
Por su parte, Vingren apoyó el ministerio de su esposa en todo momento, pues
él respaldaba el ministerio femenino y veía en ella a una mujer muy talentosa.
Aunque Frida fue una mujer excepcional, adelantada a su época y valiente, al
final de sus días no contó con el respaldo ni de su iglesia sueca ni de la obra en
Brasil. La obra que fundó con su esposo, le dio la espalda simplemente por ser
mujer. Aún así, su legado y enseñanza queda como lo mejor que tuvo el
pentecostalismo brasileño primitivo, un pentecostalismo que veía el obrar del
Espíritu de forma igualitaria tanto en hombres como en mujeres.
Mujeres en el origen del pentecostalismo peruano. El pentecostalismo se establece en
el Perú en 1919 con la llegada de los esposos misioneros Forrest y Ethel Barker
(Asambleas de Dios de EE.UU.). Aunque es Forrest quien se lleva el
protagonismo en esta historia, Ethel merece una mención especial pues fue a
ella a quien Dios le mostró primero que debían viajar al Perú a fin de empezar
la obra pentecostal. Forrest, en un reporte suyo publicado en la revista
89

pentecostal norteamericana The Latter Rain Evangel, en 1926, testifica que “Dios
Página

le dio a mi esposa un llamado definitivo a este campo. Sudamérica es una


región en la que nunca esperé trabajar, pero es maravilloso cómo el Señor
cambia nuestros planes”39. Desde ese momento, ambos recibieron el deseo de
evangelizar las zonas andinas peruanas, así como la confirmación en su interior
de que era la voluntad de Dios. Se podría decir con toda seguridad que el
pentecostalismo peruano le debe su inicio a esta experiencia de Ethel con Dios,
antes que a un plan misionero diseñado por alguna denominación extranjera.

Pero, así como el pentecostalismo peruano fue iniciado gracias a la obediencia


de una mujer, también éste fue encendido por el ministerio de dos mujeres
norteamericanas: Ruth Couchman (1904-1992) y Olga Pitt. (1905-1998), también
de Asambleas de Dios. Ambas eran unas jovencitas veinteañeras cuando fueron
ordenadas al ministerio, siendo usadas poderosamente por Dios en lo
sobrenatural, pues a través de ellas muchísimas personas recibían el bautismo
en el Espíritu Santo y diversos mensajes de Dios por medio de los dones de
lenguas, profecía, palabras de conocimiento y sabiduría. Al llegar al Perú (1928)
se lamentaron de que solo una persona, en nueve años de obra, había recibido
el bautismo pentecostal. A los pocos días de su llegada al país, se experimentó
el primer derramamiento masivo del Espíritu y desde ahí en adelante el
bautismo en el Espíritu se convirtió en una experiencia normal en la obra
pentecostal peruana. Si no hubieran llegado ellas, tan avivamiento no se
hubiera producido.

Lo que también llama la atención en la historia pentecostal peruana es que fue


una adolescente, Angélica Caro, la primera persona quien recibiera el bautismo
en el Espíritu y hablara en otras lenguas, semanas antes de llegar las dos
misioneras. Luego, cuando llegan Couchman y Pitt al Perú y empiezan a
ministrar el bautismo en el Espíritu, también son mujeres las primeras en recibir
el Espíritu en este avivamiento: tres adolescentes y una joven profesora. El
pentecostalismo peruano también le debe a las mujeres su consolidación: el
inicio de la formación bíblico-teológica fue gracias a ellas. En 1933, movidas por
una dirección divina, Couchman y Pitt empezaron a entrenar bíblicamente a los
creyentes en el distrito limeño de Miraflores y en 1935, ambas fundarían, junto
con el misionero Herbert Felton, el primer Instituto Bíblico Pentecostal del Perú.
Debemos señalar que ambas misioneras sirvieron como pastoras en diversas
congregaciones del país.

Mujeres pentecostales apóstoles


Quienes inician Las Asambleas de Dios en Ica, ciudad ubicada al sur de Lima,
fueron dos norteamericanas: Alberta Daniels y su hija Elena. Ambas llegaron al
90

Perú en 1944 y al siguiente año viajaron a Ica y alquilaron una quinta en la que
Página

acondicionaron su vivienda y un ambiente para los cultos. A través del


evangelismo en calles, plazas y mercados, y a pesar de la oposición sufrida (en
algunos casos por ser mujeres), ellas no desistieron de su propósito y lograron
abrir iglesias en Ica, Puquio, Nazca y Chincha40.
Otras denominaciones extranjeras presentes en el Perú cuentan con mujeres
como sus fundadoras. Este es el caso de la Iglesia de Dios Pentecostal M. I. y su
misionera Seferina “Minita” Casillas. Ella es enviada al Perú en 1968 siendo una
joven puertorriqueña de 23 años y soltera. “Minita” se había convertido a los 15
años y a los 16 recibiría su llamado a las misiones. Es enviada primero a El
Salvador y Venezuela. En este último país “Minita” pastoreó varias
congregaciones ante la ausencia del pastor responsable. A través de dos
palabras de conocimiento es que ella comprende que Dios la enviaría a Perú a
establecer la obra. Estando en Perú es acogida por pastores de Las Asambleas
de Dios y de la Iglesia de Dios (Cleveland) y con su ayuda logró abrir escuelas
bíblicas para niños en varios lugares alejados de Lima e inició gestiones para
establecer un comedor para personas de bajos recursos.
Aunque su labor misionera empezó entre niños, en mayo de 1971 “Minita”
logró empezar reuniones en la casa de una familia que, por haber
experimentado el poder restaurador de Dios, ofrecieron su vivienda para el
desarrollo de la obra. Pocos meses después, “Minita” volvería a su país debido
a complicaciones en su salud. Al irse, dejó a una pareja misionera a fin de que
continuara la labor que ella había empezado, nada menos que la plantación de
una importante denominación pentecostal puertorriqueña en suelo peruano41.
Como vemos, el pentecostalismo en Latinoamérica tiene como protagonistas a
mujeres y negarlo sería ocultar buena parte de la historia de la Iglesia en la
región. Mención especial merecerá Alice Wood (1870-1960), aquella valiente
misionera canadiense que, con su llegada a Argentina en 1910, acompañada por
otras dos mujeres y sin ningún auspicio denominacional, comenzará la
organización de la primera iglesia pentecostal en este país y el inicio de las
Asambleas de Dios42. Creemos que la memoria viva de estas mujeres en la
actualidad le recordará al cristianismo en general que no puede existir un
genuino mover del Espíritu sin la figura femenina presente entre sus
protagonistas, pues en él las mujeres tienen un lugar privilegiado para el
liderazgo, gobierno, la dirección y la influencia. Pero, por otro lado, debemos
reconocer que el movimiento, después de su institucionalización, no ha sabido
cómo tratar con esta presencia femenina (que es mayoría en él) y por ello, la
hicieron a un lado del liderazgo privilegiando a los varones. Fuerzas extrañas al
movimiento, han podido distorsionar el papel de la mujer y lo han llevado a
errores que distan de su praxis original. Sobre este asunto trataremos en el
91

siguiente capítulo.
Página
Sexta parte
Sombras, frutos y
tareas pendientes

92
Página
Capítulo XVI
Sombras en el movimiento:
Patriarcalismo pentecostal

El pentecostalismo apareció en el mundo como una restauración del


cristianismo primitivo. Los primeros pentecostales se veían a sí mismos como la
Iglesia antigua restaurada, aquella en la cual la mujer disfrutaba de pleno
liderazgo e igualdad ministerial. Tal como hemos observado en capítulos
anteriores, las mujeres del cristianismo primitivo llegaron a ejercer ministerios
como evangelistas, profetas, apóstoles y maestras; el pentecostalismo siguió la
misma línea: “Una vez establecidas las primeras congregaciones pentecostales,
el rol de las mujeres como profetisas y predicadoras fue muy importante”1.
Lamentablemente, tal como ocurrió en el cristianismo antiguo, la
institucionalización del movimiento le abrió las puertas al patriarcado y líderes
varones con pensamiento machista empezaron a excluir y silenciar a las mujeres
pentecostales:
A medida que el naciente pentecostalismo se fue institucionalizando, el rol de
las mujeres dentro del movimiento se tornó problemático y se fueron
desarrollando estrategias para controlarlas y evitar la reaparición de liderazgos
revolucionaros […]. En este contexto, se impulsó la sumisión del accionar
femenino bajo la figura del pastorado masculino2.

Poco a poco se fue tratando de apagar toda esa gran actividad femenina
pentecostal. Lo más común fue crear leyendas negras alrededor de aquellas
mujeres pentecostales que sobresalían en el ministerio. Así, fue conocido el
juicio que recayó sobre Aimee Semple McPherson cuando en 1926 fue
secuestrada por varias semanas. Muchos llegaron a afirmar que se había ido con
un hombre. En Latinoamérica, se crearon historias difamatorias alrededor de la
hermana “Elena”3, de Frida Strandberg Vingren4 y de las misioneras Ruth
Couchman y Olga Pitt5 a fin de ocultarlas de la historia y privilegiar a los
varones. También, se silenciaron los testimonios de las mujeres que tuvieron
otros roles protagónicos en los inicios del avivamiento (las primeras
predicadoras, pastoras y las primeras en recibir el Espíritu)6.
Espíritu vs. ley
Que un movimiento del Espíritu sea restringido por actitudes machistas y
patriarcales atenta contra la misma naturaleza del mismo. Contra la vida en el
Espíritu “no hay ley” afirmó categóricamente Pablo (Gal 5:16-23), no hay
93

restricciones para el que se deja guiar por él, ya que “el Espíritu sopla de dónde
quiere y hacia dónde quiere” (Jn 3:8). Él es libre, soberano e impetuoso… ¿quién
Página

puede ponerle limitaciones a Aquél que se movía libre y potentemente sobre la


superficie de los océanos? Cada directriz humana, cada disposición, cada
ordenanza que no se ajuste a esta vida libre en el Espíritu no debería tener
cabida en el movimiento pentecostal, pues no le pertenece, pues son nada más
que ley. Los primeros pentecostales entendían muy bien esta verdad y buscaron
alejarse de todo aquello que limitara o perjudicara la libre participación de
todos en el movimiento. Ellos sabían que es una contradicción afirmar que se
tiene la vida del Espíritu y a la vez privarle de libertad a la mayor parte de la
población pentecostal, como lo son las mujeres7, pues “en donde está el Espíritu
de Dios allí hay libertad” (2 Co 3:17). Por ello, si las mujeres, en algunos sectores
del pentecostalismo, ya no disfrutan de esta libertad neumatológica… ¿será que
el Espíritu continúa presente en esos lugares?
Incoherencias en el panorama latinoamericano8
En las siguientes líneas daremos una ojeada a las distintas formas en que este
patriarcalismo pentecostal se manifiesta en diversos países de la región:
En Guatemala. Verónica Pérez, pastora en la Iglesia de Dios Evangelio Completo,
hablando del liderazgo de la mujer en su denominación comparte que al
momento de iniciarse una nueva Obra Pentecostal
la mujer es la que se moviliza a lugares donde el varón pocas veces llega. Visita
hogares, a sus vecinas, lleva víveres para cubrir las necesidades de una familia,
ora por los miembros de esa familia. Bajo ese acto de solidaridad se unen las
personas, las familias, hasta constituirse en un campo blanco. De un campo
blanco pasa a constituirse en una nueva iglesia. Cuando ésta ha tomado forma y
existe la necesidad de estructurarla o conformarla como iglesia, asumen el
liderazgo y representación los varones. Aparece el supervisor, el presbítero o el
responsable de instalar un pastor formal y convierten al pequeño grupo en
iglesia formal con pastor asignado. La mujer que dio vida al campo blanco, al
pasar a ser iglesia formal con un pastor asignado, queda relegada, pasa al
anonimato, a un segundo plano o se dirige a buscar otros espacios donde hay
necesidad de abrir otro campo blanco9.

La descripción que hace Verónica Pérez acerca del trabajo de la mujer


pentecostal en su denominación es un común denominador en varios países
latinoamericanos. La mujer es quien abre los caminos, utiliza sus dones a fin de
iniciar nuevas obras y cuando se logra ver el fruto aparecen los varones y
toman el control. Ante esta realidad, ella propone hacer alianzas con los
ministerios masculinos a fin de trabajar en comunión, sin pisotear ni ser
pisoteados o pisoteadas y lograr así mayor beneficio a la obra y un mejor
desarrollo de los dones que Dios le ha dado a la mujer. Ella reconoce que falta
mucho por recorrer “en la lucha por nuestros derechos y nuestra presencia en la
94

iglesia pentecostal. Es una necesidad inmediata analizar a la luz de la Palabra,


la capacidad y dones con que Dios ha dotado a la mujer […] por medio del
Página

Espíritu Santo”10.
En Chile. En este país la situación es similar11. Marjoreyn Barrientos explica que
a pesar de que las mujeres son las que dan vida a las iglesias “quedan excluidas
de los liderazgos públicos, de la toma de decisiones políticas y estructurales,
desplegando funciones asociadas a la división sexual del trabajo, en nichos
ligados a lo emocional y subvalorados por el sistema patriarcal, por su carácter
de 'naturaleza femenina'. Es así como se hacen cargo de las tareas relacionadas
con la prolongación de lo doméstico, de cuidado de enfermos, de organización
de los cultos (liderados por los pastores), del apoyo en redes de autoayuda,
entre otros, lo que además constituye la base emocional invisibilizada de la
iglesia pentecostal”. Este sistema patriarcal, presente en el pentecostalismo
chileno desde la década de los treinta, “vulnera, exilia y niega a las mujeres los
espacios de poder y por consiguiente de la posibilidad de decidir sobre aspectos
fundamentales del hacer del pentecostalismo”12. Debemos señalar que las
mayores iglesias pentecostales en este país son las que vienen del avivamiento
del 1909 y es en ellas donde a las mujeres se les tiene prohibido el acceso al
poder. En las iglesias norteamericanas, que son pequeñas y de corto alcance, a
ellas sí se les permite ejercer el liderazgo.

En Puerto Rico. El panorama aquí no es mejor. Agustina Luvis, teóloga


pentecostal puertorriqueña, afirma que, aunque se han hecho avances en el
reconocimiento de la imagen de Dios en las mujeres, aún hay mucho trabajo por
hacer en la búsqueda de equidad en todas las áreas de desempeño. En su país,
la Iglesia de Cristo Misionera cuenta con una mujer como obispa, siendo ella la
primera mujer en ocupar este cargo en una iglesia pentecostal. Pero aún así, en
la mayoría de iglesias pentecostales “las posiciones donde se toman decisiones
están vedadas para las mujeres”. Teniendo la realidad en contra, las mujeres
pentecostales de este país “están claras en que Dios las llamó y por ello, siguen
trabajando como desde los orígenes por la fuerza que les imparte el Espíritu,
pero no porque el patriarcado se haya flexibilizado”13.

En Ecuador. La teóloga pentecostal Laura Saá, hablando de las mujeres que han
aceptado el desafío de liderar en su país, dice que ellas “han tenido que mostrar
con sacrificio su valía” y es por eso que, en la actualidad, han logrado
influenciar en la mentalidad de las iglesias y del mundo teológico. “¡Que una
mujer enseñe teología en un Seminario! Ni pensarlo, si nos retrotraemos 20 años
atrás” añade Saá. Es por eso, que ella ve un nuevo panorama para las
pentecostales de su país:

Hoy por hoy, las mujeres pentecostales están asumiendo nuevos liderazgos que
95

las llevan a reflexionar sus experiencias de fe y se sienten desafiadas a


reflexionar, concientizar e involucrarse en los procesos de la Iglesia, tanto en la
Página

enseñanza como en la teología y misionología14.


Pero a pesar de estos cambios favorables, existe un problema aún por superar:
El problema cultural. Será la cultura latinoamericana, centrada en el
patriarcalismo, lo que las mujeres pentecostales deberán hacer frente. Saá
formula como una ayuda al liderazgo femenino el “revisar el pasado con el
objetivo de recuperar las figuras femeninas, que durante tanto tiempo han sido
olvidadas, y de esta manera rescatar sus memorias”, pues solo así “nuestro
imaginario será enriquecido y concientizado”.
En Costa Rica. Las investigaciones de Ariel Calderón demuestran que la
desigualdad en las relaciones hombre-mujer en las iglesias pentecostales de este
país no sólo generan exclusión femenina de los espacios de poder sino también
violencia y agresión física contra ellas. Son los pastores varones quienes
propician esta violencia doméstica en contra de sus mujeres, violencia que tiene
origen en la imagen servicial que proyectan en ellas. Dice Ariel Calderón15:
Promover a las mujeres como personas que se definen a través de su función de
servicio, las imposibilita a aspirar a relaciones más justas y equitativas con sus
parejas. Al considerar este tipo de feminidad como deseable, pensar una
sociedad equitativa se vuelve más difícil. En consecuencia, cuando no se
plantea una crítica a las desigualdades hay un terreno fértil para abusos contra
las mujeres, y aquí es donde la violencia tiene mucho peso.

Calderón afirma que en los hogares pentecostales “la violencia es un problema


real”. Ante esto, le toca a la mujer pentecostal cuestionar la posición servicial
que el varón le ha asignado. Si no son las mismas mujeres pentecostales quienes
planteen críticas a esta realidad que va contra la vida en el Espíritu, el liderazgo
masculino seguirá asfixiándolas y limitando su incomparable potencial, aquel
que el bautismo en el Espíritu les proporciona para su pleno desarrollo y
liderazgo eclesial y social.
En Cuba. Superándose los prejuicios y pesados yugos patriarcales, en mayo del
2011 se efectuó la primera ordenación de una mujer al cargo episcopal en la
Iglesia Pentecostal de Santidad. Esta denominación consagró a Beatriz López
Albuin como su primera obispa en el mundo debido a su intachable trayectoria
y testimonio y por decisión unánime de la 35° Conferencia Nacional de esa
entidad. En la ceremonia de consagración se le hizo entrega del manto
episcopal, símbolo de autoridad; el cayado, símbolo de protección y dirección y
la Biblia, simbolizando la fidelidad de la nueva obispa a la Palabra de Dios. De
esta manera, Beatriz López Albuin se constituyó en la tercera obispa en la
historia de Cuba, las otras dos son anglicanas. Este acontecimiento demostraría
una fidelidad ejemplar de un importante sector del pentecostalismo cubano a
96

sus orígenes históricos, así como la superación de patrones culturales y


“doctrinales” que tanto mal le han hecho al pentecostalismo internacional.
Página
Profundizaremos más en el testimonio de la obispo Beatriz en el siguiente
capítulo.
En Bolivia. En este país existen mujeres pastoras en el movimiento pentecostal,
pero sin acceso a cargos ejecutivos o jerárquicos dentro de sus denominaciones.
La teóloga pentecostal boliviana Yolanda Rosas comparte que “no hay récord
de mujeres en los puestos ejecutivos o jerárquicos. Solo los hay en los
Seminarios, como docentes. Hay pocas mujeres ordenadas y no están en
espacios de toma de decisiones”16. Según Rosas, esta realidad negativa para las
mujeres pentecostales en su país es nada menos que “una violencia simbólica
invisible y naturalizada”. En su opinión, los varones temen perder los espacios
de poder.
En Perú. Las más importantes denominaciones pentecostales presentes aquí son
Las Asambleas de Dios, la Iglesia Evangélica Pentecostal (IEPP) y la Iglesia de
Dios (Cleveland) y en ellas existen panoramas distintos. En la primera17, recién
las mujeres han podido ser aceptadas como “dignas” de ordenación pastoral en
el 2018. Hasta antes de ese año, ellas sólo podían alcanzar el grado de
“ministras licenciadas” permitiéndoles estar al frente de una congregación local.
Aunque en sus cien años de presencia en el país, la denominación ha tenido
iglesias con pastoras al frente, estas no eran “ordenadas”, sólo “licenciadas”.
Aparte, desde el 2004 existe la figura de “mujer presbítero”, algo por lo que se
tuvo que luchar mucho desde dentro y aun contra algunas mujeres que no
veían bien que una mujer llegue a tal designación. La posibilidad de llegar a ser
presidentas de la denominación está abierta, pero hasta ahora no se han
propuesto mujeres para tal cargo.
En la IEPP, desde el 2010 las mujeres pueden llegar a ser “pastoras ordenadas”
(ministras ordenadas) con todas las facultades que poseen los pastores
hombres. Hasta antes de esa fecha, e igual que en Las Asambleas de Dios, ellas
solamente podían llegar a ser “ministras licenciadas”, lo que significaba que si
bien podían estar al frente de una iglesia local (desde sus orígenes la IEPP ha
reconocido el ministerio pastoral de la mujer) no estaban facultadas para
realizar bautizos, santas cenas, matrimonios y presentación de niños. Para estos
actos se invitaba a un ministro licenciado hombre. También en esta
denominación las mujeres pueden llegar a la presidencia nacional, pero hasta
ese día se tendrán que vencer muchos prejuicios existentes aún en no pocos
pastores dentro de la denominación. Mientras tanto, ellas vienen ocupando
cargos en el Consejo Directivo Nacional y en juntas directivas regionales.
97

La Iglesia de Dios18 permite a las mujeres llegar a la ordenación pastoral desde


sus orígenes en el Perú, y desde hace diez años que se logró la independencia
Página

administrativa de los EE.UU. existe la posibilidad para que las mujeres también
sean obispas. En efecto, la denominación ya cuenta con tres mujeres que han
ocupado ese cargo administrativo a nivel regional (una de ellas, soltera). Pero,
aun así, increíblemente, existe un pensamiento patriarcal en muchas de las
pastoras dentro de la denominación que las lleva a buscan imitar los modelos
masculinos de pastorado y a rehuir de mayores responsabilidades
administrativas como, por ejemplo, el Obispado nacional.

Pensando en estas sombras y contradicciones que el patriarcalismo introdujo al


pentecostalismo, empobreciendo gran parte de su testimonio en el mundo y que
han encadenado a millones de mujeres pentecostales a un compromiso a
medias con su Señor, es que Darío López reflexiona19:

¿Existen suficientes razones bíblicas, teológicas e históricas para seguir


insistiendo que las mujeres son ciudadanas de segunda o de tercera categoría en
el reino de vida de Jesús de Nazaret? Los pentecostales, cuando subordinamos a
las mujeres y las relegamos en el ministerio pastoral, docente y misionero; y
ponemos las estructuras mentales y religiosas por encima de la evidencia
bíblica, sacralizando los prejuicios sociales y culturales como si fueran
revelación divina; estamos renunciando a nuestra herencia a nuestra historia, a
nuestra identidad wesleyana-pentecostal.

El pentecostalismo no es un movimiento de varones, es un movimiento que


incluye a “todo aquél a quien Dios llamare” (Hch 2:39), pues la promesa del
Espíritu es “para hijos e hijas” (Jl 2:28), sin distinción alguna. Que en el
pentecostalismo las mujeres tengan plena participación y liderazgo no podrá
jamás ser tenido como un capricho de alguna moda novedosa de origen secular
o como algo ajeno al movimiento, sino más bien, esta plena participación
femenina constituye, sin lugar a dudas, la expresión más fiel de la identidad
pentecostal, identidad basada nada menos que en la experiencia común y
democrática del único Espíritu de Dios.
98
Página
Capítulo XVII
Frutos en el ministerio
de la mujer pentecostal

¿Existen frutos positivos en el ejercicio ministerial de la mujer? ¿Puede resultar


beneficioso para una iglesia tener ministras ordenadas en plena igualdad con
los varones? Creemos que, si en la Iglesia primitiva existieron ministerios en los
que la mujer tuvo participación, e incluso roles de gobierno, beneficiando
grandemente todo el trabajo de expansión del cristianismo, hoy en día podría
suceder lo mismo. No se trata de que la mujer ocupe lugares de liderazgo y de
gobierno en una iglesia porque ella “sea mejor” o porque dirija o enseñe
“mejor”. Creer eso, sería caer en la mentalidad patriarcal, pero a la inversa
(matriarcalismo). Que una mujer deba acceder a lugares de liderazgo y
gobierno responde en realidad a que ella es tan imagen de Dios como lo es el
varón y, por lo tanto, las cualidades de liderazgo que se observan en ellos
también están presentes en ellas. Su capacidad de liderazgo entonces, radica en
la imagen y semejanza divinas que poseen y por eso, es insostenible el que ellas
no deban acceder al liderazgo debido a su naturaleza femenina, ya que esa
naturaleza femenina es también imagen y semejanza de Dios.

En este capítulo deseamos presentar el testimonio de tres mujeres pentecostales


de distintas partes del mundo que en la actualidad ejercen funciones de
gobierno en las iglesias a las que pertenecen, contando con el total respaldo y
aceptación de las congregaciones que dirigen y, según sea el caso, de sus
directivos denominacionales. Nos referiremos a dos obispas y a una pastora
que, desde su experiencia pentecostal, se sienten impulsadas y empoderadas
para dirigir, enseñar y presidir congregaciones enteras realizando mucho más
que una Pastoral de la Mujer20. Dando a conocer el testimonio de estas lideresas
pretendemos señalar el sobresaliente trabajo que vienen realizando, así como el
fruto que su labor entregada viene produciendo en las vidas de quienes han
decidido sujetarse a ellas.

Margaret Idahosa. Nacida en Nigeria en 1943, debido a su procedencia familiar


pudo estudiar tanto dentro como afuera de su país21. Casada con Benson
Idahosa, uno de los más importantes predicadores pentecostales de África, tuvo
que aprender a lidiar con el ministerio desde muy temprano. En 1983 fue
ordenada al ministerio y al morir su esposo (en 1998), Margaret renunció a sus
99

planes de seguir en el ministerio, pero su iglesia, la Iglesia de Dios Misión


Internacional (IDMI) —fundada y pastoreada por su esposo desde 1962— le
Página

entregó el liderazgo, lo cual atrajo muchas críticas en su contra. A la vez, la


Comunión Internacional de Iglesias Carismáticas, organización de la cual forma
parte, decidió consagrarla al episcopado, tan solo tres semanas después del
fallecimiento de Benson. Recordando ese momento, ella comparte: “Lloré a Dios
y le expliqué cuán tímida era y cuán dominado por los hombres era el mundo.
Pero Dios no respondió hasta que me decidí. Me dijo: 'Margaret, no me
conmueven tus lágrimas o tus necesidades, sino la fe. Si tu fe dice que sí, yo no
diré que no'”22. Para estar preparada y saber conducirse en el mandato divino,
Margaret buscó edificar su fe a través de la buena lectura y la oración. El hacer
frente a un mundo dominado por varones la atemorizaba, pero en las Escrituras
ella encontró el coraje que necesitaba para avanzar en lo que Dios le estaba
señalando.
Margaret se convirtió así en la primera mujer pentecostal en ser ordenada como
obispa en África. Desde el momento de su ordenación ella empezó a dirigir la
iglesia de su esposo, la IDMI, siendo hoy en día una de las iglesias más grandes
de aquel continente. Bajo su administración, ha logrado contar con más de
cuatro mil sucursales en Nigeria, un auditorio con capacidad para veinte mil
personas y con presencia en diversos países de África, Europa, Asia y Estados
Unidos. En noviembre de 2009, se convirtió en arzobispo, siendo también la
primera mujer en el continente en ser ordenada en ese puesto. Como obispo
presidente de la IDMI ella está al frente de los numerosos ministerios con los
que su iglesia cuenta, llegando a ser una de las mujeres más influyentes en
África23.
Margaret ha liderado cruzadas en todo el mundo en su intento de ganar a más
personas para Cristo. En su visita al palacio de Samuel Iwuno Obade II, el
Enogie (gobernante) de Ugbegun24, éste la describió como un modelo a seguir
para muchos en la predicación del evangelio. El gobernante la elogió diciendo:
“Usted ha enseñado a sus seguidores el buen carácter porque este es un ejemplo
de buen liderazgo en la Misión de la Iglesia de Dios”. Y expresó además, su
esperanza de que la visita de Margaret a su palacio marque el comienzo de
numerosas bendiciones para la gente de su comunidad25. Margaret es una
férrea defensora del empoderamiento femenino: “Les dejamos saber a las
mujeres que deben ser vistas y que deben ser escuchadas”. Es consciente
también que el éxito en su ministerio es debido al trabajo en equipo: “Puedo
funcionar porque trabajo con un equipo de hombres y mujeres que creen en la
visión que Dios nos ha dado. Creo firmemente en el trabajo en equipo. Todo lo
que tenemos hoy es resultado de ello”. Por eso, ella cree que hombres y mujeres
100

pueden, y deben, trabajar juntos en la misión de Dios. El hecho de que una


mujer dirija una iglesia, es parte de ese trabajar en equipo. Cuando le
preguntaron si es bíblico que las mujeres dirijan una iglesia de la misma manera
Página

que los hombres, ella respondió:


[…] según Gen 1:28,29, hombres y mujeres fueron creados por Dios. Él les dio
autoridad a ambos, no solo al hombre, para dominar y multiplicarse. […]. Han
sido la religión y la tradición las que relegaron a la mujer. El plan de Dios es que
hombres y mujeres trabajen juntos amigablemente. Ante Dios, no hay diferencia
[…]. Dios ha llamado al hombre y a la mujer. Entonces, Dios no está enojado
con una mujer que predica como lo hace un hombre26.

En una entrevista hecha a los pastores que servían bajo el liderazgo de


Margaret, todos expresaron que ella ha demostrado su valía en el liderazgo de
la Iglesia. Uno de los pastores provinciales declaró con obvia confianza: “El
éxito sobresaliente de la mujer en el ministerio radica en su capacidad para
motivar a las personas y ayudarlas a alcanzar su potencial”, actitudes que
indudablemente hallan en Margaret. La entrevistadora, señalando algunos
rasgos de liderazgo en Margaret, afirma que ella “tiene una visión saludable de
los hombres, los ve no como competidores sino como socios indispensables en
el ministerio y está comprometida con equipar a otros, no a controlarlos”27.
Beatriz López Albuin. Nacida en 1962, en el seno de una familia muy pobre, se
convierte a la edad de catorce años en una pequeña iglesia cerca de su casa.
Debido a su conversión, su madre le dio a escoger entre la iglesia y el hogar,
Beatriz optó por salir de su casa siendo acogida por sus pastores. Poco tiempo
después empezó a estudiar gracias a una beca que el Seminario le otorgó,
intercalando sus estudios con prácticas misioneras en diversas iglesias de la
localidad. En 1979 fundó la Escuela Bíblica de Verano y en 1982, luego de su
graduación, fue instalada oficialmente como pastora, fundando ese mismo año
el Instituto Bíblico Pentecostés, del cual sería su directora y profesora. Desde ese
momento ejerció el pastorado de manera compartida con su esposo, hasta que
este abandonó el país en 1995, estando ella esperando su segundo hijo, lo cual la
convertiría en madre soltera.
Debido a su labor ministerial, Beatriz tuvo que mudarse de domicilio en
muchas ocasiones, ministrando de un extremo a otro del país; tanto en regiones
rurales, montañosas e intrincadas de la Sierra, como en la Capital; ya sea a pie, a
caballo, en bicicleta, o en camellos. Fundó unas siete iglesias, construyó dos
templos y reconstruyó otros tantos. Estuvo al frente de importantes ministerios
como Misión Mundial, un ministerio internacional e interdenominacional desde
el cual proveyó soporte salarial para pastores cubanos de diferentes
denominaciones en años de plena crisis económica del país. En el año 2001, fue
electa Superintendente-presidenta de su denominación, la Iglesia de Santidad
Pentecostal, en una Conferencia Extraordinaria convocada a causa de la
101

renuncia del líder de ese momento, a tenor de una crisis multidimensional que
sumía a la Obra. Esta elección no estuvo exenta de oposición por parte de
Página

algunos líderes varones de la denominación28.


Como Superintendente de su denominación, Beatriz ha manifestado un fruto
excepcional, ganándose el respeto y reconocimiento de su labor pastoral-
apostólica: el crecimiento de la membrecía nacional a más del doble, la
fundación de unas veinte nuevas iglesias, la incorporación de casi un centenar
de nuevos pastores, obreros de misión y ministros, el crecimiento financiero, los
importantes avances en la capacitación bíblico-teológica, con graduaciones de
cientos de estudiantes del Instituto Bíblico Pentecostés y del Curso de
Superación Ministerial (CURSUM), el significativo mejoramiento en la
estructura organizacional, las construcciones y reconstrucciones de decenas de
lugares de culto y del campamento nacional, el incremento de bienes a la
Conferencia, la provisión para las necesidades de los obreros, además de la
gestión de donaciones de alimentos y equipos médicos al país. El fruto de su
labor también ha tenido una notable repercusión en todo el país, así como en el
extranjero29.
Durante la 35° Conferencia General de su denominación (febrero de 2011),
Beatriz fue reelecta Superintendente para otro cuatrienio, y posteriormente, a
propuesta unánime de la Junta de Gobierno, debido a su excepcional labor
dentro de la denominación, se acuerda por unanimidad de los delegados, su
ascensión al Obispado; status de honor de carácter vitalicio que constituye el
máximo grado que confiere su Conferencia y que por primera vez en la historia
de la Iglesia Santidad Pentecostal Internacional es conferido a una mujer30. Para
la ordenación, efectuada el 24 de mayo del mismo año, estuvo presente desde
EE.UU. el Rev. Doug Beacham, representando al Superintendente General de la
denominación y Daniel Clowers, director de Misiones para América Latina y el
Caribe.
A lo largo de su vida, Beatriz ha tenido que batallar con la oposición por parte
de líderes varones que no aceptaban su liderazgo, pero aun así ella ha seguido
adelante sabiendo que fue Dios quien la ha ido colocando en los lugares que él
ha querido. Cuando entregó la presidencia (2015), Beatriz comenzó un nuevo
ministerio denominado “Puertas Abiertas” que, aunque no depende de la
Conferencia de la Iglesia Pentecostal de Cuba, forma parte de la Conferencia de
la Florida (EE.UU.). Quienes conocen y trabajan con Beatriz testifican que con
ella han aprendido el real significado del servicio, pues para ella “liderar” y
“ministrar” significa servir a los demás, antes de estar por encima de ellos.
Martha Delgadillo Sandoval31. Nacida en Rio Azul, un hermoso pueblo
perteneciente al distrito de Aucayacu, provincia de Leoncio Prado,
102

departamento de Huánuco, Perú, en 1962. Sus padres fueron pastores con un


gran ministerio con énfasis en lo sobrenatural32. Cuando tenía doce años decide
Página

entregarle su vida a Dios y a los trece empieza a ministrar a los niños de su


iglesia, a través de la Escuela Bíblica de Vacaciones. Su actitud de servicio hacia
sus compañeras de estudios y su fiel entrega a los diversos ministerios de su
iglesia hicieron que empiece a interesarse por servir a Dios en el ministerio33.
Por ello, cuando estaba por acabar el colegio, la duda de no saber si seguir una
carrera universitaria o entrar al Seminario llenaba su mente. Esto la llevó a
pasar meses orando y pidiéndole a Dios “una señal”. Después de varias señales,
la noticia de que su hermano regresaría a Perú desde el extranjero con la
intención de prepararse para servir a Dios fue la señal que llegó a convencerla34.
En 1982 Martha y su hermano entran al Seminario de las Asambleas de Dios del
Perú apoyando paralelamente a varias congregaciones de la capital. En 1987
empiezan una pequeña iglesia en el distrito limeño de San Martín de Porres y
cuando en 1989 decidieron afiliarla a la denominación les indicaron que él debía
ser el pastor. Martha empezaría así a experimentar el prejuicio de los líderes de
la denominación por el hecho de ser mujer. Un año después, Martha se queda
sola con su iglesia cuando su hermano decide regresar al extranjero, en esta
situación varios pastores le increparían el hecho de estar pastoreando sola,
siendo mujer. Ante esto, decide entregar la iglesia y dedicarse a apoyar
ministerialmente a otras congregaciones. En esos días un profesor suyo le dará
una palabra que cambiaría el rumbo de su vida: “Martha —le dijo— el hombre
no te puso en el ministerio, tampoco la denominación, fue Dios. Así que él se
encargará de colocar a tu lado el equipo que necesitas”. Desde ese momento,
ella supo que Dios levantaría gente a su lado que la apoyaría en la obra que
estaba dirigiendo. Un par de días después, una pareja de la iglesia se le
acercaría expresándole su disposición para servir en la iglesia.
Desde ese momento, Martha viene sirviendo a Dios segura de que es él quien la
ha colocado en el ministerio y que él proveerá todo lo que necesite. Ha logrado
levantar una iglesia de aproximadamente 200 miembros, con seis anexos en
Lima y provincias, así como una red de pastores que están a cargo de estos
anexos. Su ministerio se caracteriza por la manifestación de los dones de
sanidades y milagros, así como por las continuas liberaciones y bautismos en el
Espíritu que acontecen en él. En su iglesia se trabaja con niños, adolescentes,
jóvenes y matrimonios y para cada uno de esos grupos cuenta con líderes
capacitados. La visión que Dios le ha dado consiste en “levantar una iglesia
fuerte y poderosa donde se vea la manifestación del Espíritu Santo, haciendo de
cada miembro un líder productivo”. Por ello, Martha se empeña en entrenar y
capacitar a su equipo, guiándolos a confiar en Dios para lo sobrenatural
103

ejerciendo una fe expectante.


Martha reconoce que su camino ministerial no ha sido fácil, pues
Página

continuamente ha tenido que lidiar con pastores que —en sentido de broma—le
decían que no ella continuaría al frente de la obra, debido a que un varón, de los
tantos en la denominación, bien podría hacerse a cargo de ella. Aunque Martha
confía en el poder y compañía de Dios para su ministerio y cree que ante Dios
varones y mujeres somos iguales, es consciente de sus limitaciones. Sabe que ser
pastora y soltera conlleva algunos comportamientos y cuidados
imprescindibles: sabe que, al momento de ministrar a varones, no debe hacerlo
sola y que cuando necesita imponer las manos o visitar a hermanos varones
tiene ciertas restricciones. Por eso, ella cuenta con un equipo pastoral en su
congregación compuesto por su hermano, su esposa y un pastor. Ellos son su
soporte en aquellas áreas del ministerio en las que sabe que necesita ayuda.
Para ella, el contar con un equipo representa el respaldo de Dios para todo el
ministerio que él ha confiado en sus manos.

104
Página
Capítulo XVIII
Desafíos y propuestas

Llegamos a nuestro último capítulo deseando haber resumido con claridad el


camino que la mujer ha transitado en la historia de la Iglesia y la forma de cómo
ella, en el movimiento pentecostal, recupera lo que en ese camino fue perdiendo
(o que le fueron quitando) a fin de cumplir con el llamado que Dios le hace en
Cristo. A pesar de que en algunos sectores del pentecostalismo observamos
incoherencias que dañan el testimonio real del movimiento, creemos que el
verdadero ADN pentecostal nos impulsa a seguir abriendo espacios en las
iglesias a fin de que las mujeres continúen ocupando sus lugares
correspondientes, aquellos que supieron ocupar a inicios del movimiento. En
este capítulo queremos reflexionar sobre la tarea que nos queda por delante,
una tarea más que todo pedagógica y que nos atañe a todos y todas.
Cambios de paradigmas
en la educación teológica
Silvia Geruza35, pastora y teóloga pentecostal brasileña, nos advierte que la
sociedad como un todo necesita de un cambio de paradigmas donde ocurra la
conciencia de la igualdad entre hombres y mujeres y para eso, los educadores,
los pastores, los que tienen incidencia en la sociedad, los dirigentes populares,
los que están en puestos de poder y cada uno de los que han conocido el
evangelio liberador de Cristo, deberán aceptar el desafío de comenzar a ejercer
una función pedagógica tal que pueda generar este nuevo tipo de conciencia.
Paradigmas nuevos —producto de una educación renovada— son los que se
necesitan en las iglesias a fin de que se originen en ellas cambios de
mentalidades que se traduzcan en nuevas formas de ver al hombre y a la mujer,
pues “para modificar las condiciones de producción de las relaciones de
dominación es necesario todo un proceso colectivo de educación”36.
Esta educación teológica liberada es la base sobre la cual se podrán construir
estos nuevos paradigmas, urgentes y necesarios en las iglesias. Ella tendrá que
cuestionar de forma crítica y respetuosa los postulados que los antiguos
Padres37 y Reformadores nos han heredado y debido a que la teología cristiana
ha estado impregnada (y dominada), desde el principio, por el patriarcalismo
excluyente tendrá que deconstruir este tipo de teología y elaborar una nueva,
pues “la teología, en todas sus facetas, se vuelve también lugar privilegiado de
acción con vistas a una revolución de lo simbólico”38. Para Senia Pilco, teóloga
105

pentecostal ecuatoriana, esta tarea educativa es primordial pues está dirigida a


guiar a las mujeres a que entiendan y aprecien su valor como seres humanos
Página

creados a la imagen de Dios. Ella plantea que “a las mujeres se les debe enseñar
que la Biblia ofrece una visión de liberación no solamente para ellas, sino para
toda la humanidad”39.
Teniendo esto en mente, a continuación, deseamos proponer tres ejes sobre los
cuales deberá girar esta nueva teología, la cual tiene el propósito de liberar a
aquellas mujeres que aún hoy se encuentran atrapadas en una posición de
subordinación y silencio. Estos ejes tienen su fundamento en la praxis de las
mujeres pentecostales “de antaño”, mujeres que, guiadas por el Espíritu,
pudieron elevarse en medio de una sociedad que las silenciaba a fin de hacer oír
su voz llena de autoridad tanto a hombres como a mujeres. Proponemos estos
ejes sabiendo que representarán un verdadero desafío para las iglesias,
pentecostales y no pentecostales, pues aludirá un tema que, en muchos casos,
sigue estando bajo la decisión exclusiva de los varones. Nos referimos a la
distribución desigual al acceso al poder40.
La experiencia igualitaria del Espíritu
Un estudio ha revelado que, a diferencia de los varones, las mujeres manifiestan
en mayor porcentaje carismas como el don de sanidad, de lenguas, de
evangelismo y profecía, además de sueños y revelaciones41. Esto significa,
indudablemente, una mayor manifestación del Espíritu a través de las mujeres a
comparación de los hombres, hecho que nos dice mucho sobre el trato que Dios
ha decidido darles a ellas en esta 'era del Espíritu'. Históricamente, las mujeres
han desplegado más abundantemente los dones de profecía (tanto en la Iglesia
“oficial” como en los movimientos heterodoxos), sobresaliendo como lideresas
debido a la autoridad que en el pasado se le concedía a estos dones42. Este
poder del Espíritu prometido en Joel 2:28,29 y recibido por hombres y mujeres
en Pentecostés (Hch 2), les otorgó de manera igualitaria una autoridad profética
que las capacitaba para ejercer diversos ministerios que apuntaban a su plena
edificación, incluyendo los de presidencia y dirección.

El movimiento pentecostal entendió desde sus orígenes que el cumplimiento


contemporáneo de la profecía de Joel justificaba el hecho de que hombres y
mujeres pudiesen proclamar juntos el Evangelio y fortalecieron su
entendimiento apelando a 1 de Corintios 12:11 y a Gálatas 3:28, versículos que
hablan sobre la distribución individual de los dones del Espíritu y la igualdad
de género en la Iglesia. Jamás consideraron lo escrito en 1 Corintios 14:34 como
una directriz universal, sino que lo entendieron dentro de un contexto histórico
y cultural específico. Prevalecía la convicción de que la presencia del Espíritu en
hombres y mujeres, así como su obra en ambos, eran la razón suficiente para
106

que fuesen compañeros —con iguales derechos— en el ministerio. Por ello, la


comprensión de esta verdad es un eje importante y paradigmático en aquella
Página
educación teológica que busca reivindicar a las mujeres en sus posiciones
“originales”.

Un notable ejemplo de igualdad de género basada en la experiencia común del


Espíritu lo podemos encontrar en la Iglesia Internacional del Evangelio
Cuadrangular, aquella fundada por la evangelista pentecostal Aimee Semple
McPherson en 1923. Esta denominación norteamericana, basándose en la
experiencia pentecostal descrita en Joel y en Hechos, busca hasta hoy ser fiel al
modelo heredado de su fundadora permitiendo la plena participación femenina
en el ministerio ordenado:

Este pasaje [Hechos 2:17-18] provee las bases bíblicas iniciales para la posición
pastoral de la Iglesia Cuadrangular en cuanto a la razón de por qué y cómo se
establece la igualdad de la mujer en el ministerio de liderazgo. Estos versículos
indican claramente que el asunto de género fue removido cuando los protocolos
celestiales reemplazaron a las tradiciones humanas, para que una libertad
máxima del ministerio pueda ser llevada a cabo por su pueblo. Por lo que,
nuestra posición al conferir autoridad y libertad a la mujer no es una respuesta
a políticas, coerciones de programas humanos de liberación, o tendencias
presentes. Más bien, nuestra posición está basada en la revelación de la Palabra
de Dios y su verdad eterna.
Cuando el Espíritu Santo fue derramado en el día de Pentecostés, las personas
que fueron enviadas al mundo, salieron sin distinciones sectarias o sexistas.
Con base en este ejemplo, la Iglesia Cuadrangular está comprometida a no
imponer ninguna de estas diferencias. Nuestro espíritu busca estar a tono con el
de Dios, y donde está el Espíritu de Dios, allí hay libertad; el Espíritu que
recobra lo que la humanidad perdió en orden de dar un lugar superior a lo que
la redención provee para cada persona43.

En su declaración, la Iglesia Cuadrangular sostiene que la inclusión de la mujer


en el ministerio ordenado no responde a “tendencias presentes”, haciendo
alusión directa a los actuales movimientos feministas (seculares y religiosos)
que reclaman mayores espacios de poder e influencia para las mujeres. Ellos
simplemente basan su posición en la creencia de que los dones proféticos,
anunciados por Joel, serían dados tanto a hombres como a mujeres, lo cual
implica que sean expresados “para que otros puedan escucharlos y
obedecerlos”. De esta manera, el poder y la autoridad para hablarle a hombres
y mujeres es concedido por el Espíritu a “los hijos e hijas” por igual, a través de
la unción pentecostal44. Tenemos aquí una base sencilla y a la vez poderosa —
cuya raíz es la experiencia común del Espíritu— que propicia el acceso de las
mujeres al ministerio y al gobierno eclesial.
107

Una educación teológica que tenga el acontecimiento de Pentecostés como eje


sobre el cual pueda girar toda la praxis femenina en las iglesias, impulsará a
Página

que miles de hombres y mujeres empiecen a abrir nuevos caminos que


contribuyan a la construcción de una nueva mentalidad y actitudes generadoras
de genuinas relaciones de igualdad, de justicia y de libertad, en el poder del
Espíritu.

Una visión renovada de la historia


Es frecuente en la historia poner por escrito las proezas de los líderes, olvidando
que detrás de ellos (o a su lado) siempre hubo mujeres, por ello, leer la historia
sin percibir el fuerte androcentrismo contenido en ella, es propio de la
enseñanza patriarcal. Al darle una mirada a la historia oficial de los pueblos, de
las religiones, de las conquistas, de la ciencia, etc. nos damos cuenta que esta es
siempre masculina, “pero sus consecuencias nefastas con frecuencia recaen
sobre los hombros femeninos”45. Esto se debe a que, hasta hace poco tiempo, los
historiadores han sido varones y lo único que a ellos les interesó registrar fue lo
que ellos mismos hicieron, experimentaron y consideraron importante. Dejaron
fuera de sus escritos todo aquello que las mujeres realizaron y experimentaron
pues lo consideraron innecesario y de poca importancia histórica. Como
resultado, la humanidad he tenido un registro parcial de su historia. Pero
necesitamos tener en cuenta que
al igual que los hombres, las mujeres son y siempre han sido actores y agentes
en la historia. Puesto que las mujeres representan la mitad de la humanidad, y a
veces más de la mitad, han compartido con los hombres el mundo y el trabajo
de la misma manera. Las mujeres no están ni han estado al margen, sino en el
mismo centro de la formación de la sociedad y en la construcción de la
civilización46.

Las mujeres siempre han estado allí pues es imposible que la mayor parte de la
humanidad haya estado ausente en los grandes momentos de la historia, han
sido los varones quienes no siempre han estado para registrar sus historias. El
acto de ignorarlas de los acontecimientos que han dado forma a nuestro mundo
y a nuestras iglesias debe ser corregido cuanto antes si es que desea un mundo
y una Iglesia más justos para todos. Por ello, las iglesias están llamadas a
emprender la tarea de releer los textos sagrados, la historia eclesiástica y la
historia en general desde nuevos enfoques y perspectivas47. Esta nueva lectura
deberá tener como actividad primera el desenterrar la presencia, el significado y
las contribuciones de las mujeres en el proceso configurador del cristianismo (y
de los movimientos específicos a los que se pertenece48) a fin de beneficiarnos a
nosotros mismos con una historia más íntegra, más fiel y más exacta a los
acontecimientos. Este acto repercutirá inevitablemente en la reivindicación de la
mujer y en su emancipación49.
108
Página
Empoderamiento
Un último eje que consideramos importante en esta educación teológica más
justa y renovada, aquella que hará justicia a las mujeres de nuestras iglesias —
tanto a las de nuestro tiempo, como a las del pasado—, es sin duda el
empoderamiento de las mujeres. Si la teología que proclamamos no produce un
movimiento, acciones concretas de liderazgo y servicio en las mujeres de
nuestras iglesias, tal teología no sirve. Hablando sobre los efectos de este
empoderamiento, Mireya Baltodano nos dice: “A nivel grupal e institucional,
un camino hacia la equidad de género es el empoderamiento de las personas
marginadas dentro de las iglesias, particularmente las mujeres”50. Siguiendo
este pensamiento, lo que nuestras iglesias necesitan para el restablecimiento de
relaciones más justas y equitativas es que las partes afectadas —en este caso, las
mujeres— sean empoderadas. Con empoderar a las mujeres a través de la
educación teológica nos referimos a que nuestro discurso sobre Dios deberá
apuntar a que se le devuelva el poder sustraído en nuestras iglesias a cada una
de ellas, a fin de que se conviertan en agentes activos en cada una de sus
situaciones concretas. Esto significa
un proceso emancipatorio para ellas, la superación de su situación de
subordinación con respecto a los roles desempeñados por los hombres y la
reorganización de las relaciones de poder entre hombres y mujeres51.

Ahora bien, este empoderamiento cuyas consecuencias son positivas tanto para
las mujeres como para los hombres52, transformará completamente nuestras
iglesias volviéndolas más semejantes al modelo dejado por Jesús de Nazaret y
replicado por sus primeros seguidores. Este empoderamiento ha de empezar
cuando las iglesias sean capaces de discernir entre el orden divino para la mujer
en el hogar y el orden divino de la mujer en la Iglesia, cuando Dios la llama a la
tarea de liderazgo. Dos tratos diferentes, que muchas iglesias confunden y por
ello, caen en el error de trasladar el modelo “varón-cabeza” a la Iglesia, sin
darse cuenta que haciendo esto limitan e intimidan a las mujeres. En palabras
de Laura Saá:
Muchas hermanas piensan que no pueden incursionar en el ministerio porque
los varones “son la cabeza del hogar” y este modelo lo trasladan a la iglesia,
creen que no tendrían autoridad espiritual para dirigir. [Esto es reforzado] por
el machismo de muchas congregaciones y la interpretación literalista de textos
como 1 Co y 1 Tim. Da tristeza decirlo, pero esto es una realidad que aún en el
siglo XXI se vive en las iglesias53.

No cabe duda que el proceso de empoderar a las mujeres desafiará las


109

estructuras patriarcales y discriminatorias de género existentes en nuestras


iglesias. Aun así, tanto hombres como mujeres estamos llamados a aceptar el
Página

desafío y sacar adelante juntos el proyecto liberador de Dios que no es otro que
convertir también a las mujeres en protagonistas de lo que él viene haciendo en
el mundo, a través del ejercicio de sus dones y ministerios54. En este proceso,
ellas tienen mayor responsabilidad pues el sistema patriarcal sólo puede
funcionar gracias a su cooperación55. Es tiempo entonces de continuar con la
rebelión empezada a principios del siglo pasado, cuando el Espíritu se derramó
y miles de mujeres comenzaron a ministrar en el mundo entero bajo la unción
de Dios. Es tiempo ya de seguir escribiendo esa historia, la cual trastornará
definitivamente tanto a la Iglesia como al mundo, pero sabiendo que a partir de
ahora deberán ser ellas las que conduzcan el bolígrafo.

110
Página
Anexo

En esta sección deseamos ofrecer algunos argumentos bíblicos a favor de la


ordenación de las mujeres. Consideramos que cada uno de ellos ayudará a los
lectores en su deseo que comprender y “profundizar” más en este tema. Estos
argumentos son formulados y defendidos por un buen sector del movimiento
pentecostal global, así como por aquellas iglesias no pentecostales que están a
favor del liderazgo femenino. Los presentaremos como respuesta a una premisa
anti-ordenación femenina previa, a fin de que se puedan comprender mejor.
1. Ante la “superioridad del sexo masculino”
Según Génesis 1:26,27, Dios creó al ser humano de manera equitativa: le
concedió su imagen y semejanza al hombre y a la mujer por igual y, por lo
tanto, no colocó a uno encima del otro, ni sujetó a la mujer al varón. Esta
sujeción vendrá después como consecuencia del pecado, siendo esta una
“situación pecaminosa”, antes que “voluntad de Dios” para su creación (3:16).
Vemos entonces, que en el plan original de Dios no existía ningún tipo de
inferioridad debido al sexo pues tanto hombre como mujer fueron hechos a
imagen y semejanza suya. Es esta igualdad con la divinidad la que impide que
uno se enseñoreé sobre el otro y la que permite que ambos reciban la orden de
enseñorearse solamente sobre sobre los animales y la naturaleza.
2. “Sólo el varón posee, desde el momento de la creación, la autoridad de
gobernar y de ejercer autoridad “
El hecho de que el hombre y la mujer fueran creados a imagen y semejanza de
Dios los hizo merecedores, por igual, de recibir autoridad para gobernar la
creación (Gn 1:26). El texto es claro cuando muestra a Dios dándoles dicha
autoridad a ambos y al indicar que esta autoridad la reciben por causa de su
semejanza con el Creador. La autoridad entonces, en los planes originales de
Dios, no la recibió alguien por ser de sexo masculino, sino la recibieron ambos
por ser portadores de la semejanza divina. Este principio debería llevar a las
iglesias a reflexionar acerca de la razón por la cual entregan autoridad a
algunos de sus miembros: ¿Se la confieren a los varones por el simple hecho de
ser varones? o ¿se la confieren a aquellos/aquellas que en sus vidas han llegado
a irradiar la imagen y semejanza divinas?
3. Ante el hecho de que en el sacerdocio aarónico no hubo hombres
Aunque en el Antiguo Testamento Dios designó a varones para servir en el
111

templo (Ex 40:12-15), las mujeres no estuvieron totalmente alejadas de las


funciones culticas: Había mujeres participando en las comidas sacrificiales (Nm
Página

18:8-19; Dt 12:12; 14:22-29; 15:19-23), físicamente estaban presentes en los


sacrificios (1 S 2:19), participaban de las reuniones religiosas (Neh 8:2,13; 12:43),
ministraban a la entrada del tabernáculo de reunión (Ex 38:8; 1S 2:22) y
posteriormente participaban como cantoras en el templo (Neh 7:67; Esd 2:65; Sal
68:24,25). Pero en la ejecución de los sacrificios, las mujeres estaban totalmente
excluidas. Ahora bien, la Biblia no da razones para esta exclusión, pero la
tradición hebrea brinda algunas pistas para entender este hecho: Dado que la
mujer, desde el principio, está asociada con el dar vida (Gn 3:20) ella debía ser
eximida de los actos sacrificiales que significaran muerte. Es decir, por causa de
su naturaleza fisiológica, como abastecedora de vida, la mujer no se podía
involucrar en los actos culticos de quitar la vida implicados en el ritual del
sacrificio. Los judíos fueron muy cuidadosos al separar la pureza de la vida y
sus símbolos de la contaminación e impureza que representaba cualquier tipo
de muerte. Esta sería la razón fundamental para la no participación de las
mujeres en los sacrificios del Antiguo Testamento.
Por otro lado, comparar el ministerio cristiano con el sacerdocio levítico es algo
que el Nuevo Testamento no hace. Los autores de las epístolas jamás llamaron a
los pastores o ancianos con el título de “sacerdotes”, jamás compararon a la
eucaristía con el sacrificio del templo y jamás intentaron introducir el sistema
sacerdotal judío al Cuerpo de Cristo. Por ello, afirmar que las mujeres no tienen
acceso al ministerio de la Iglesia porque ellas no lo tuvieron en el sacerdocio
judío, es cometer un anacronismo perjudicial y negar el sacerdocio de todos los
creyentes defendido por los primeros cristianos (1 Pe 2:3).
4. Jesús escogió sólo a hombres para el liderazgo.
Aunque en el Nuevo Testamento vemos a Jesús designando sólo a varones para
el liderazgo (constituyéndolos apóstoles), al entender el concepto de liderazgo-
autoridad que poseía Jesús, podemos comprender que este no excluye a
mujeres. Jesús les mostró a sus seguidores el tipo de liderazgo que él
representaba y el que esperaba de ellos: un liderazgo basado en el servicio (Lc
22:24-27). Ahora bien, si Jesús quiso que en el cristianismo el liderazgo se
entendiera como servicio, debemos preguntarnos: ¿Cuál es la población que
más sirve en nuestras iglesias? Acaso, ¿no son las mujeres? ¿No merecerán
entonces, que se les reconozca su liderazgo delegándoles autoridad? Según
Jesús, la autoridad para liderar la obtiene el creyente no por su sexo, sino por su
vida de servicio semejante a la de él.
5. Las mujeres son débiles y poco fiables.
En el momento del arresto, juicio y crucifixión de Jesús, mientras los discípulos
112

varones estuvieron escondidos por el temor a ser apresados (Mc 14:51,52; Jn


20:19), las discípulas demostraron fortaleza y valentía pues no temieron ser
Página

apresadas y crucificadas por estar al pie de la cruz. En aquella época, era común
que los soldados también crucificaran a aquellos que se lamentaban mucho por
la víctima al pie de su cruz ya que se les consideraba sus cómplices. Esta
valentía y fidelidad radical desplegada por las discípulas, a comparación del
temor y la cobardía de los hombres, así como el hecho de que fueron ellas las
únicas, entre todo el grupo de seguidores de Jesús, quienes en verdad “tomaron
su cruz” y estuvieron dispuestas a morir con la misma muerte de su Señor tan
sólo por permanecer con él hasta el final, ¿no nos hablan acaso de una
“superioridad” femenina en cuanto a la fidelidad y calidad de discipulado que
ellas siempre tuvieron?
6. Adán no fue engañado, sino la mujer y por ello entró el pecado al mundo.
El apóstol Pablo, a comparación del autor de 1 Timoteo, responsabiliza al varón
del ingreso del pecado al mundo (Ro. 5:12-21), lo que significa que el apóstol
nunca concibió la idea de que las mujeres fueran las responsables de este
ingreso y, por lo tanto, no aptas para el ejercicio de la autoridad en la Iglesia.
Sabiendo esto, es que se comprende porqué Pablo le concede autoridad a las
mujeres para que enseñen a través del don de profecía en las iglesias (1 Co 11:5).
Para él, aunque la mujer tuvo parte en el primer pecado, ese hecho no las
convertía en “no aptas” para el ejercicio de la autoridad. Si tuviéramos que
seguir la línea del autor de 1 Timoteo y responsabilizar a alguien “por haber
sido engañado” y, por lo tanto, no tener autoridad de enseñarle a los del sexo
opuesto, sería al varón. Su falta de firmeza y obediencia en el Edén, así como la
facilidad con la que fue “convencido” por su mujer, lo hacen peligroso y poco
confiable para ejercer puestos de liderazgo y gobierno en la Iglesia.
7. En el Nuevo Testamento “no hay pastoras”.
Es verdad que en el Nuevo Testamento no aparecen nombres de mujeres
ejerciendo las funciones de pastorado o presbiterado. Pero, ¿aparecen nombres
de pastores varones? ¿aparece el nombre de algún anciano ordenado?
Sencillamente, no. Aparte, si en el Nuevo Testamento se identifican a apóstolas
(Junia), profetisas (las hijas de Felipe), maestras (Priscila), evangelistas (los/las
que fueron esparcidos/esparcidas “e iban por todas partes anunciando el
evangelio”, según Hch. 8:4) ¿por qué no aceptar que también hubo pastoras en
aquel tiempo? Es probable que los primeros autores cristianos, al referirse a los
pastores/ancianos (como en He 13:17 y 1 Pe 5:1), hayan incluido en aquel
término tanto a hombres como a mujeres debido a que en su tiempo no existía
el moderno lenguaje inclusivo.
8. Ignorando los contextos.
113

Quienes usan 1 Ti 2:11-14 para enseñar que la mujer no puede ocupar un papel
Página

pedagógico en las iglesias a fin de no ejercer autoridad sobre los varones,


¿también enseñan que bíblicamente los peinados ostentosos y los vestidos caros
de las mujeres están prohibidos? (v. 9), ¿enseñan también que las mujeres se
salvarán “engendrando hijos”? (v. 15). Si le damos un vistazo a nuestra realidad
eclesial actual, nos daremos cuenta que estas prohibiciones no son
preocupación de los predicadores “anti-ordenación femenina”. Ellos sólo se
ocupan de los versículos 11-14, violando así la integridad del texto bíblico e
ignorando su mensaje real.
9. Los dones del Espíritu “tienen sexo”.
El pensar que Dios distribuye sus dones haciendo distinción entre hombres y
mujeres, es algo que no se aprecia en las Escrituras. No existen carismas
masculinos y carismas femeninos. Mas bien, es el Espíritu quien los distribuye
como él quiere (1 Co 12:11). Pensar, por ejemplo, que el don de servicio (Ro
11:7) está destinado a las mujeres, pero el don de enseñanza, hallado en el
mismo versículo, está destinado sólo a los hombres es ir más allá del texto
bíblico. Pensar que el don de hacer misericordia (v. 8) está dirigido a las
mujeres, pero el don de presidir, que también se halla en el mismo versículo, es
sólo para los varones es intentar limitar y controlar la obra soberana del
Espíritu. Vemos pues, que en las Escrituras los dones no tienen sexo, ellos son
dados libremente para cubrir necesidades específicas dentro del Cuerpo de
Cristo.
10. Dios se guía por la apariencia física.
Aunque esta frase no se oirá en los labios de quienes se oponen a la ordenación
femenina, en la práctica demuestran que simpatizan con ella, pues no
concederles reconocimiento y autoridad a las mujeres en la Iglesia es
simplemente un acto de discriminación sexista. Al actuar así, no nos damos
cuenta que estamos trasladando a sus mentes una imagen distorsionada de
Dios, una en la que él las desaprueba por el simple hecho de ser mujer. Pero la
Biblia nos muestra otra realidad: Dios no mira el físico, pues él no mira lo que el
ser humano mira. Mientras el ser humano se enfoca en lo que está delante de
sus ojos, Dios mira el corazón (1 S 16:7). Y es corazón lo que se necesita
realmente para el ministerio. La historia de la Iglesia nos demuestra que hubo
miles de mujeres con un corazón entregado a Dios, servicial y semejante al de
Jesús. Siendo estos rasgos internos, y no alguna apariencia externa, los que
hacen a alguien apto para cualquier ministerio dentro del pueblo de Dios.
114
Página
Notas
Introducción
1 Lerner, Gerda. La creación del patriarcado (Barcelona: Editorial Crítica, 1990), p. 327.
2 Gebara, Ivone. “Introducción a un significado histórico del género”, en Rompendo o silencio.
Uma fenomenología feminista do mal (Petrópolis: Editorial Vozes, 2000), p. 124.
3 Lerner: pp. 311, 317. Op. Cit.
4 Ibid., p. 294.
5 Ibid., p. 306.
6 Dice Silvia Geruza: “La misión del Hijo de Dios provocaba liberación y no sometimiento
subordinado a los hombres por parte de las mujeres. Así, el relacionamiento de Jesús con las
mujeres les liberaba un poder que les daba sentido en una sociedad que les negaba cualquier
sentido de sí mismas, o de relacionamiento, excepto si servían a los propósitos de los señores.
En esa liberación ellas reciben permiso para percibir la misión de Jesús y vivirla”. Um outro
gênero de Igreja. As mulheres e sua ordenação sacerdotal (São Paulo: Fonte Editorial 2011), p. 18.
7 Dice el teólogo pentecostal mexicano Daniel Chiquete: “Si el surgimiento del cristianismo a
partir del aparentemente fracasado movimiento de Jesús se basa en la fe de que Dios lo resucitó
de entre los muertos […], entonces los testigos primeros de este evento extraordinario
seguramente serían revestidos de una autoridad y un aura de poder también extraordinarios”.
Escritos fuera de tiempo (Concepción: CEEP Ediciones, 2008), p. 132.
8 El Pistis Sophia es un texto del siglo III, abiertamente “pro María Magdalena”. En él
encontramos la disputa entre Pedro y María, una rivalidad que llega hasta la agresión verbal.
También hallamos la competición entre discípulos varones y mujeres por el derecho y la
oportunidad de hablar y de interpretar las palabras de Jesús. Textos como estos y otros, de
procedencia gnóstica, evidenciarían que el liderazgo y la actividad profética de las mujeres en
los primeros siglos representaban un verdadero desafío a los líderes representantes de la
ortodoxia.
9 Bernabé, Carmen [Ed.]. Con ellas tras Jesús. Mujeres modelos de identidad cristiana (Estella: Verbo
Divino, 2010), p. 18.
10 Kevin Madigan y Carolyn Osiek han ofrecido una valiosa y completa recopilación de fuentes
epigráficas, literarias y canónicas de diaconisas, presbíteras y obispas en las iglesias griegas y
latinas desde el primer siglo hasta el séptimo. Mujeres ordenadas en la Iglesia primitiva (Estella:
Verbo Divino, 2006). Otros importantes libros al respecto son: Mujeres en el Altar, de Lavinia
Byrne, ex religiosa del Instituto de la Virgen María; Cuando las mujeres eran sacerdotes, de Karen
Jo Torjesen, catedrática de Estudios sobre la Mujer y la Religión en Claremont Graduate School
y las investigaciones del profesor Giorgio Otranto, director del Instituto de Estudios Clásicos y
Cristianos de la Universidad de Bari. En estas investigaciones los autores buscan demostrar,
mediante inscripciones en tumbas y mosaicos, cartas pontificias y otros textos, que en los
primeros trece siglos del cristianismo existieron mujeres presbíteras (pastoras).
11 Figueiredo, Antonio. La vida de la Iglesia primitiva (Bogotá: CELAM, 1991), p. 243.
12 Mentxaka, Rosa. “Mínimas consideraciones históricas sobre las funciones ministeriales
desarrolladas por las mujeres en el cristianismo primitivo”, en Murillo, Alfonso; Calzada,
Aránzazu y Castán Santiago [Coord.], Homenaje al profesor Armando Torrent (Madrid: Dykinson,
2016), pp. 565-567.
13 Madigan, Kevin; Osiek, Carolyn. Mujeres ordenadas en la Iglesia primitiva (Estella: Verbo
115

Divino, 2006), pp. 240,241.


14 Ibid., pp. 284,285.
Página

15 Ibid., pp. 274-278.


16 Ibid., pp. 282,284.
17 Dice Elsa Tamez: “La constante repetición de las prohibiciones indica que las mujeres se
resistieron a callarse en la congregación y a ser eliminadas del liderazgo. Ellas siguieron
actuando de acuerdo con su percepción del evangelio y, como las mujeres del movimiento de
Jesús en Palestina, lucharon por sus derechos alcanzados en Cristo”. Las mujeres en el movimiento
de Jesús, el Cristo (Bogotá: SBU, 2012), p. 106.
18 Figuereido: p. 253. Op. Cit. Dice Rafael Aguirre: “Marción permitía a las mujeres administrar
el bautismo y realizar funciones oficiales. Montano promueve un movimiento espiritual y
profético acompañado de dos mujeres, Maximila y Priscila, en el que otras mujeres
desempeñaron un papel eminente. Ambos movimientos basaron sus prácticas en la teología de
Pablo. También entre los gnósticos tuvieron un gran papel las mujeres: Marcos, de la escuela de
Valentín, tiene especialmente mujeres entre sus seguidores y les permitía celebrar la Eucaristía”.
Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana (Estella: verbo Divino, 2008), pp. 237,238. Acerca de
esta misma situación, Elisa Estévez dice: “Los profetas, hombres y mujeres, gozaban de una
gran autoridad en las comunidades hasta el siglo II, en que los obispos monárquicos ocuparán
su lugar como fuente de autoridad indiscutible. Con respecto a las figuras proféticas femeninas,
estas quedaron paulatinamente relegadas a los movimientos heréticos, y circunscritas a los
círculos martiriales”. Qué se sabe de las mujeres en los orígenes del cristianismo (Estella: Verbo
Divino, 2012), p. 248.
19 Figuereido: p. 242. Op. Cit.
20 Tamayo, Juan. Presente y futuro de la teología de la liberación (Madrid: San Pablo, 1994), p. 99.
21 Gebara: p. 111. Op. Cit.
22 Ibid., p. 126. Sobre el pensamiento de Agustín acerca de las mujeres hablaremos en la tercera
parte del libro. Sobre Tomás de Aquino y su concepción de la mujer, en su Suma Teológica él
mismo escribe: “Este es el sometimiento con el que la mujer, por naturaleza, fue puesta bajo el
marido; porque la misma naturaleza dio al hombre más discernimiento”. Suma Teológica,
Cuestión 92: “Sobre el origen de la mujer”.
23 Desde su origen en el siglo XVII con George Fox, los cuáqueros (también llamados “los
Amigos”) han sostenido que en cuanto cristianos, mujeres y hombres, pueden y deben
participar del ministerio debido a que todos son iguales ante Dios. Por ello, su esposa Margaret
Fell (1614-1702), quien también fue una de las fundadoras del movimiento cuáquero, fue
conocida como una de sus principales misioneras y predicadoras. Estando en prisión, escribió
gran parte de su trabajo más famoso: “Women's Speaking Justified”, un argumento a favor del
ministerio de las mujeres y uno de los textos más importantes en el liderazgo religioso de las
mujeres del siglo XVII. Debido a la libertad con que contaban las mujeres en el cuaquerismo,
muchas sobresalieron como ministras y predicadoras: Elizabeth Hooton (1600-1672), una
cuáquera anterior a Margaret, es considerada “el segundo predicador después de Fox”. Lucrecia
Mott (1793-1880), reconocida oficialmente como ministra (predicadora) de su iglesia a los 28
años de edad. Fue muy activa en la lucha contra la esclavitud viajando extensamente, dando
conferencias y escribiendo intensamente en contra de este flagelo. Escandalizó a los clérigos por
predicar en público y desde plataformas a audiencias mixtas. Otra mujer, Elizabeth Gurney Fry
(1780-1848), fue una ministra y dirigente humanitaria que promovió las reformas de las
prisiones en Gran Bretaña. Comenzó a predicar muy joven poseyendo una capacidad tal como
predicadora que a través de sus mensajes conmovía a muchas de las prisioneras, consideradas
criminales empedernidas. Los primeros cuáqueros que llegaron a América en 1656 fueron dos
116

mujeres Mary Fisher (1623-1698) y Anne Austin (?-1665), ambas consideradas las primeras
ministras cuáqueras viajeras. El siglo XVIII se llegaría a caracterizar por el predominio de las
mujeres sobre los hombres en el ejercicio del ministerio cuáquero.
Página

24 Escobar, Mario. Protestantes: La historia de la Reforma en quinientos años (Madrid: s/e, 2017), p.
260.
25 Anderson, Allan. El Pentecostalismo: El cristianismo carismático mundial (Madrid: Ediciones
Akal, 2007), p. 56.
26 Ibid., p. 321.
27 López, Darío. El Nuevo Rostro del Pentecostalismo Latinoamericano (Lima: Puma, 2002), p. 133.
28 Robeck, Cecil M. “Women in the Pentecostal Movement”, en Fuller Studio, acceso el 20 de
abril de 2020, https://fullerstudio.fuller.edu/women-in-the-pentecostal-movement/
29 Según la observación del Paul Otremba, Responsable de la Obra Cuadrangular en
Latinoamérica. Otremba explica que en todos los países en donde hay una Iglesia Cuadrangular
las mujeres pueden ser elegidas para la presidencia de la denominación. De hecho, en EE.UU.,
en las últimas elecciones, hubo una mujer en la terna para presidente. Se terminó por elegir a un
hombre, pero las opciones para los candidatos eran iguales. En la actualidad, la denominación
cuenta con pastoras al frente de congregaciones, aunque no en un porcentaje grande.
Conversación con el autor, el 23 de marzo de 2020.
30 Sánchez, Ana; Ponce, Osmundo. “La mujer en la Iglesia pentecostal: Un acercamiento inicial
a la práctica religiosa”, en: Gutiérrez, Benjamín [Ed.], En la Fuerza del Espíritu. Los pentecostales en
América Latina: un desafío a las iglesias históricas (México D.F.: AIPRAL, 1995), pp. 231,243. Desde
Estados Unidos, Melissa Archer, de la Iglesia Cuadrangular, expresa su lamento al constatar
que “las mujeres pentecostales que tienen un llamado al ministerio o al liderazgo
denominacional se encuentran mirando con anhelo otras denominaciones que han abierto sus
puertas, púlpitos y posiciones de liderazgo denominacional a las mujeres. Personalmente,
conozco a las mujeres pentecostales que se han unido a estas denominaciones para cumplir con
su llamado al ministerio, pero mi corazón se lamenta por nuestras denominaciones
pentecostales que les han negado posiciones de liderazgo debido a su género”. “Women in
Ministry: A Pentecostal Reading of New Testament Texts”, en de Alminana, Margaret; Olena,
Lois [Eds.], Women Pentecostal and Charismatic Ministry: Informing a Dialogue on Gender, Church,
and Ministry (Brill, 2017), p. 36.
31 Estos postulados y principios que, desde casi el origen del cristianismo, se han instalado en
cada generación de cristianos a lo largo de estos dos mil años, hoy por hoy son tenidos como
“tradición intocable” en muchas iglesias alrededor del mundo y como principales razones para
la no-ordenación de mujeres al ministerio. El Consejo Mundial de Iglesias así lo señalaba en
1982, en el Documento de Lima (Declaración sobre el Bautismo, Eucaristía y Ministerio) cuando
resaltaba que “las Iglesias que no practican la ordenación de mujeres consideran que la fuerza
de diecinueve siglos de tradición en contra, no puede dejarse de lado. Creen que no se puede
renunciar a esta tradición como si la misma fuese una falta de respeto hacia el papel de la mujer
en la Iglesia”.
32 Aguirre: p. 238. Op. Cit.

Primera Parte
1 Otarola, Gabriel. “El valor carismático de la mujer”, en Religión Digital (setiembre, 2019),
acceso el 26 de marzo de 2020, https://www.religiondigital.org/punto_de_encuentro/valor-
carismatico-mujer_7_2158654120.html
2 También participaron en la comisión varias mujeres, algunas de ellas fueron: Sor Nuria
Calduch-Benages, miembro de la Pontificia Comisión Bíblica; Francesca Cocchini, docente en la
Universidad “La Sapienza” y en el Instituto Patrístico “Augustinianum” de Roma; sor Mary
Melone, rectora magnífica de la Pontificia Universidad “Antonianum” de Roma; Marianne
117

Schlosser, docente de Teología espiritual en la Universidad de Viena y miembro de la Comisión


Teológica Internacional; Michelina Tenace, docente de Teología fundamental en la Pontificia
Página

Universidad Gregoriana de Roma; y Phyllis Zagano, docente en la “Hofstra University” en


Hempstead, Nueva York (Estados Unidos).
3 Sánchez, Walter. “El Papa responde en qué quedó comisión que estudió ordenación de
diaconisas”, en Aciprensa (mayo, 2019), acceso el 26 de marzo de 2020,
https://www.aciprensa.com/noticias/el-papa-responde-en-que-quedo-comision-que-estudio-
ordenacion-de-diaconisas-70170
4 En la Iglesia Católica las ordenaciones son sacramentales. Esto quiere decir que es algo
instituido por el mismo Cristo. La ordenación en el catolicismo puede ser para el diaconado, el
presbiterado o el episcopado, servicios que comprenden “el ministerio sacerdotal” y que, como
veremos, solo está destinado a los varones.
5 Conde, Héctor. “Mujeres Ministras: Una mirada ecuménica entorno a la ordenación de
mujeres” (Tesis de Maestría en Teología y Mundo Contemporáneo, Universidad
Iberoamericana, 2016).
6 En la teología católica se enfatiza el hecho de que Cristo haya sido varón. Puesto que Dios
decidió que su Hijo se encarnara y fuera de sexo masculino, se espera que quienes lo
representen en la tierra también sean de sexo masculino. Además, se necesita que estos
representantes terrenales sean varones pues la Iglesia es representada, en el Nuevo Testamento,
como una esposa y por eso, quien represente al “Esposo” debe ser varón. En lo cotidiano, son
muchos los católicos que afirman que no se sentirían bien teniendo a un sacerdote mujer como
su pastor (pastora, en este caso). El hecho de que Cristo haya sido varón, hace que muchos
busquen una representación masculina en sus ministros a fin de sentirse mejor. Son muchos
también (mujeres incluidas) quienes se resisten a recibir la eucaristía de manos de una mujer,
incluso de una religiosa, demostrando así el prejuicio que aún predomina en la mentalidad de
los católicos en contra del servicio litúrgico de las mujeres.
7 La Iglesia Católica sostiene la existencia de dos tipos de sacerdocio: El sacerdocio común de todos
los fieles, el mismo que reciben todos los bautizados y el sacerdocio ministerial, que sólo es recibido
por aquellos que son ordenados con la imposición de manos del obispo y la invocación al
Espíritu Santo para ejercer el ministerio eclesiástico. Esta enseñanza católica es semejante a la
enseñanza luterana sobre el sacerdocio universal del creyente, salvo la excepción que en el
luteranismo no se le da la misma importancia a la ordenación sacramental como en el
catolicismo: En el luteranismo los ordenados para el ministerio no ejercen un sacerdocio distinto
al de los demás (los no ordenados), puesto que —se sostiene— en la Escritura no existe otro tipo
de sacerdocio que el de todos los creyentes.
8 Escrivá, Josemaría. Es Cristo que pasa (Madrid: Edibesa, 1996), p. 120.
9 Escrivá, Josemaría. Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer (México D.F.: Editora de
Revistas, 2000), p. 59.
10 Marcelina Vélez de Santiago fue presidenta de la Pontificia Universidad Católica de Puerto
Rico entre los años 2006-2010.
11 El papa Francisco refiriéndose a las mujeres, en la conferencia de prensa durante su regreso a
Roma de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud en Brasil (julio, 2013), expresó: “Una iglesia
sin las mujeres es como el Colegio Apostólico sin María. El papel de la mujer en la Iglesia no es
sólo la maternidad, sino que es más fuerte: Es como el icono de la Virgen, Nuestra Señora;
¡aquella que ayuda a crecer a la Iglesia! ¡Piensen que Nuestra Señora es más importante que los
Apóstoles! ¡Es más importante! La Iglesia es femenina: Es Iglesia, es esposa, es madre. No se
puede entender una Iglesia sin las mujeres, pero mujeres que estén activas en la Iglesia [...]. No
se las puede limitar al hecho de que hagan de monaguillo, o sean la presidenta de Cáritas, las
118

catequistas... ¡No! Tiene que haber más, más profundamente, incluso más a nivel místico [...]. La
mujer, en la Iglesia, es más importante que los obispos y los presbíteros. ¿Cómo? Es lo que
debemos tratar de explicar mejor, porque creo que falta una explicación teológica de esto”.
Página

12 Aunque desde el 2002 existe un movimiento denominado “Asociación de Presbíteras


Católicas Romanas” (ARCWP, por sus siglas en inglés) conformado por 124 presbíteras y 10
obispas ordenadas en sucesión apostólica. La misión de ARCWP es preparar espiritualmente,
ordenar y apoyar mujeres teológicamente cualificadas, que se comprometen a un modelo de
Iglesia inclusivo, no jerárquico, comprometidas a un ministerio sacerdotal renovado, y que han
sido llamadas al ministerio dentro de la Iglesia Católica Romana por el Espíritu Santo y sus
comunidades (de diferentes tipos y compuestas de cualquier número de personas). El
movimiento se inició con la ordenación de siete mujeres en el río Danubio (Alemania) por un
obispo católico romano en comunión con Roma y hoy se encuentran en diferentes países de
Europa, Estados Unidos, Canadá y Latinoamérica. Uno de los objetivos de ARCWP es buscar la
igualdad de las mujeres en la Iglesia incluyendo la toma de decisiones y la ordenación. Sus
miembros (hombres y mujeres) son conscientes que están contraviniendo la norma N° 1024 del
Derecho Canónico que dice: “Sólo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada
ordenación”. Aun así, ellas desean ser la voz del cambio y renovación dentro de la Iglesia
Católica Romana y mantenerse fieles a ella buscando un diálogo respetuoso con sus
autoridades, a pesar que Roma ha excomulgado a los miembros de la Asociación.
13 Europa Press. “El Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa: 'El feminismo es muy peligroso'”, en
El Correo (abril, 2013), acceso el 28 de marzo de 2020,
https://www.elcorreo.com/vizcaya/20130411/mas-actualidad/mundo/patriarca-iglesia-
ortodoxa-rusa-201304101840.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F
14 Magariños, Elena. “La Iglesia Ortodoxa rusa califica de 'prostitutas gratis' a mujeres que se
casan por lo civil”, en Vida Nueva Digital (febrero, 2020), acceso el 28 de marzo de 2020,
https://www.vidanuevadigital.com/2020/02/17/la-iglesia-ortodoxa-rusa-califica-de-
prostitutas-gratis-a-las-mujeres-que-se-casan-por-lo-civil/
15 Zhosul, Elena. “El papel de la mujer no nos divide”, en La Estampa (setiembre, 2013), acceso
el 04 de abril de 2020, https://www.lastampa.it/vatican-insider/es/2013/09/23/news/el-
papel-de-la-mujer-no-nos-divide-1.35982153
16 Ibid.
17 Dearie, James. “Orthodox move for women deacons is 'revitalization' not 'innovation'”, en
National Catholic Report (noviembre, 2017), acceso el 05 de abril de 2020,
https://www.ncronline.org/news/theology/orthodox-move-women-deacons-called-
revitalization-not-innovation
18 Ibid.
19 Existen en la actualidad movimientos dentro de la ortodoxia que abogan por las
ordenaciones femeninas, como el Centro Phoebe para Diaconisas, que promueve el diaconado
femenino y brinda educación en cuanto al tema; Visión de Santa Catalina, una organización
dedicada a la promoción y ordenación de las mujeres y Diáconos Ortodoxos desde los Estados
Unidos.
20 Existe resistencia dentro de la ortodoxia para la ordenación femenina. Quienes se resisten a
ella son los que consideran la participación de la mujer en el liderazgo de la iglesia como un
“acto feminista”. El movimiento feminista no es del agrado para la mayoría de ortodoxos y lo
desaprueban totalmente. Por eso, el que las mujeres empiecen a ocupar puestos de autoridad en
sus iglesias es considerado como una “innovación feminista” y todo intento de búsqueda de
una mayor participación de la mujer en la vida de la Iglesia es visto como “deslealtad a la
tradición”. A pesar de esta actitud mayoritaria, las mujeres ortodoxas, en la vida civil, disfrutan
de los mismos derechos que los varones y se mueven en la sociedad teniendo las puertas
119

abiertas para su pleno desarrollo.


21 Coster, Bernard. Unidad y diversidad en la Historia de la Iglesia (Barcelona: Andamio, 2009),
pp.174,176.
Página

22 La FLM es una comunión de iglesias de confesión luterana con sede en Ginebra, Suiza. Fue
fundada en 1947 y hoy en día agrupa a 144 iglesias de 79 países, lo que representa a un 70,3
millones de cristianos alrededor del mundo. Las iglesias que pertenecen a la FLM se identifican
con el ecumenismo, con las teologías de liberación, con los movimientos de emancipación
femenina y con otras posturas consideradas modernistas. Por su parte el CLI fue constituido en
1993 y en la actualidad cuenta con 3,450 millones de miembros en todo el mundo. Sus iglesias
afiliadas son conservadoras, rechazan el ecumenismo y la ordenación femenina.
23 En Perú se usa la palabra “presidente” para designar al obispo/obispa, aunque los líderes de
la iglesia en este país afirman que podría empezar a usarse la palabra “obispo” dentro de poco
tiempo.
24 Los luteranos modernistas leen este pasaje obviando el hecho de que su autor limita el
episcopado solo a varones (v. 2,4), afirmando que esta limitación se debe a razones culturales
momentáneas y por ello, sus iglesias le brindan el acceso a las mujeres para todo cargo que se
pueda tener en la denominación. El pastor Pedro Bullón, actual vicepresidente de la IL-P,
comparte que, aunque hay algunos miembros en la denominación que se oponen al pastorado
femenino, ellos se mantienen firmes en su convicción de que las iglesias no deben hacerse de
oídos sordos ante los desafíos que los movimientos feministas representan a los seguidores de
Jesús. Como denominación, la IL-P se identifica también con aquellos movimientos sociales que
luchan contra la violencia hacia las mujeres, como por ejemplo “Ninguna menos”, participan de
ellos y unen fuerzas en manifestaciones públicas. Entrevista a Pedro Bullón, vicepresidente de
la IL-P, el 7 de abril de 2020.
25 Los diáconos y diaconisas en el CLI son hermanos designados para ayudar a sus pastores en
diversas tareas que ellos les encomienden. El Consejo de la iglesia local también les puede
asignar ciertas responsabilidades. Para ser designado diáconos, se debe tener un proceso
formativo previo y aceptar ceñirse al Manual de Instrucciones para el Diaconado. Entre las
responsabilidades sociales del diaconado se encuentran el llevar ayuda material y humanitaria
a la población en la cual se encuentra la congregación, no importando si participan o no en la
iglesia.
26 Entrevista al pastor Félix Quispe, el 7 de abril del 2020.
27 En la actualidad, existe una comisión dedicada a examinar el tema de la mujer en la IEL-P, la
componen solo pastores-teólogos hombres y en ella hay quienes abogan por el pastorado
femenino, pero son la minoría. Aunque las mujeres no son parte de esta comisión, a ellas se les
hace llegar los documentos que la comisión produce a fin de que los estudien y den su opinión
y recomendaciones.
28 “Rev. Chris Ferguson: 'Wake up to how this world is'”, en World Council of Churches
(setiembre, 2019), acceso el 10 de abril de 2020, https://www.oikoumene.org/en/press-
centre/news/rev-chris-ferguson-wake-up-to-how-this-world-is?
29 “La Iglesia celebró la conquista”, en AIPRAL (marzo, 2020), acceso el 10 de abril de 2020,
https://aipral.net/genero/2020-la-iglesia-celebro-la-conquista?
30 Conde: p. 43. Op Cit.
31 La Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos de América (PCUSA, por sus siglas en inglés)
votaría en 1923 a favor de la ordenación de diaconas. Siete años después aceptará la ordenación
de ancianas y en 1955 acepta oficialmente el ministerio femenino ordenado. De esta manera, un
año después, se ordenaría a la primera mujer presbiteriana de manera oficial.
32 Entre estas iglesias se encuentra la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM). Amparo
Lerín Cruz, miembro de esta iglesia y parte del Presbiterio Juan Calvino en un interesante
120

artículo escrito en el contexto de la conmemoración de los 500 años del nacimiento del
Reformador francés, desafía a su denominación a abrir el camino al pastorado a las mujeres y
así ser fieles a la herencia reformada: “Si nuestra I.N.P.M. acepta la doctrina del Sacerdocio
Página

Universal de todas y todos los creyentes y la doctrina calvinista de la Soberanía de Dios ¿Cómo
pueden los hombres de nuestra I.N.P.M. decirnos a las mujeres miembros de la misma,
miembros del Cuerpo de Cristo, que no podemos, ni debemos aspirar a los distintos ministerios
ordenados? ¿Cómo pueden ellos callar un llamado que sólo hace Dios a través del Espíritu
Santo? ¿Cómo pueden ellos interponerse a la voluntad de Dios sobre sus siervas? […]. La gran
mayoría de iglesias reformadas en el mundo ordenan mujeres al ministerio pastoral, ancianato
y diaconado, en Europa, América del Norte, Centro y Sur América, el Caribe, Australia, etc.
¿Por qué la I.N.P.M. continua sin permitir la ordenación a las mujeres?”. “Las mujeres en la
Reforma Protestante del siglo XVI y su importancia para la Iglesia del día de hoy”, en Scribd
(setiembre, 2009), acceso el 10 de abril de 2020,
https://es.scribd.com/document/282408914/Las-Mujeres-en-La-Reforma-Protestante
33 Conversación con Pablo Gutiérrez, miembro de la IEPRP, el 13 de junio de 2013.
34 Entrevista a Walter López, pastor en la IEPP, el día 15 de diciembre de 2019.
35 “Gender Justice”, en Anglican Communion (Sitio oficial de la Comunión Anglicana), acceso el
16 de abril de 2020, http://www.anglicancommunion.org/mission/gender-justice.aspx
36 Cabe señalar que cada provincia anglicana alrededor del mundo es libre para decidir qué
ordenaciones pueden otorgar a las mujeres. Algunas provincias ordenan mujeres a las tres
órdenes sagradas (obispo, sacerdote, diácono), otras sólo ordenan a las mujeres como diáconos
y sacerdotes, pero no como obispos; otras provincias todavía como obispos solamente. La
diócesis de Sydney, Australia, por ejemplo, hasta ahora sólo ordena mujeres para el diaconado.
37 Palabras de Héctor Zavala, obispo de la Iglesia Anglicana de Chile en una entrevista
realizada por CNN Chile (2015), acceso el 16 de abril de 2020,
https://www.youtube.com/watch?v=K23bGalfK64
38 MacArthur, John, Doce mujeres extraordinarias (Tennessee: Grupo Nelson, 2006).
39 “John MacArthur sobre mujeres predicadoras: 'Empoderar a las mujeres hace a los hombres
débiles'”, en La Verdad Ahora, acceso el 04 de abril de 2020, https://laverdadahora.com/john-
macarthur-sobre-mujeres-predicadoras-empoderar-a-las-mujeres-hace-a-los-hombres-debiles/
40 Ministerios RBC. Serie Tiempo de Buscar: “¿Qué dice la Biblia de la mujer en el ministerio?”
(Grand Rapids: RBC Ministries, 2004), pp. 16-27.
41 Aunque hay diversidad de bautistas, la rama más importante y la más grande es la
Convención Bautista del Sur (CBS). Esta denominación norteamericana no ordena mujeres al
pastorado pues sus líderes creen que ellas no pueden tener posiciones de autoridad sobre los
hombres y eso significa que no pueden predicar, enseñar a los hombres o servir como pastoras.
Un hecho que conmocionó a la comunidad bautista en 2019 fue lo ocurrido con una de sus
miembros más famosas, la maestra, oradora y escritora Beth Moore. Cuando compartió al
mundo, a través de un tweet, que estaba predicando en una iglesia por el día de la madre, los
líderes (varones) de su denominación reaccionaron fuertemente contra esa acción. Owen
Strachan, profesor de teología cristiana en el Seminario Teológico Bautista del Medio Oeste en
Kansas City, Missouri, escribió: “Que una mujer enseñe y predique a hombres adultos es
desafiar la Palabra y el diseño de Dios”; R. Albert Mohler Jr., presidente del Seminario
Teológico Bautista del Sur en Louisville, Kentucky, dijo en un podcast: “Hay algo sobre el orden
de la creación que significa que Dios tiene la intención de que la voz de la predicación sea
masculina” y Josh Buice, un pastor del sur de Georgia, fue aún más explícito. En su blog
encabezó un artículo con la siguiente frase: “Por qué la CBS debería decirle 'No más' a Beth
Moore”. A pesar de la controversia sobre la predicación de las mujeres algunas iglesias
bautistas del sur han optado por ordenar mujeres. En 1964 y en 1971 dos iglesias ordenaron
121

mujeres, pero en 1979 el sector fundamentalista, viendo estos hechos como la evidencia del
ingreso del liberalismo teológico en su denominación, propusieron debatir el asunto. En 1984, la
CBS aprobó una resolución en la que excluían a las mujeres del liderazgo pastoral afirmando
Página

que “el hombre fue el primero en ser creado y la mujer fue la primera en la caída Edénica”. La
CBS también modificó su Declaración Confesional en el 2000 para limitar el servicio en la Iglesia
solamente a los hombres, aunque se admite que “tanto los hombres como las mujeres están
dotados para este servicio”.
42 Barrera, Saúl. Orígenes y desarrollo de la Iglesia Evangélica Peruana (Lima: IEP, 1993), p. 225,226.
En esta obra, su autor reconoce la existencia en la denominación de notables evangelistas y
maestras: Candelaria Camargo, Elodia Zacarías de Chaupín, Fanny Villar de Ruíz, Teodomira
Caldas de Espinoza, Eda Huete de Godoy, entre otras.
43 Luego de este “no-reconocimiento” por parte de la Asamblea General las cinco mujeres
tuvieron que esperar más de diez años para ocupar algún cargo ministerial oficial. En 2006, con
la revisión y actualización del Reglamento Eclesiástico se llegó a establecer cuatro ministerios:
Pastoral, misionero, evangelista y el de maestro, además se logra normar la ordenación de
mujeres a estos ministerios, sin embargo, el acceso a las labores administrativas (es decir,
puestos directivos de alguna instancia o cargo, sea a nivel de Presbiterio, Sínodo o Asamblea
Nacional) aún lo tienen prohibido. Aunque se concedió la ordenación de pastoras, estas deber
ejercer su pastorado sometidas a pastores “principales”. Es decir, ellas no pueden gobernar-
dirigir una congregación local, tienen prohibido ser “pastoras principales”. Debido al
establecimiento de estos ministerios, las cinco mujeres mencionadas fueron reconocidas como
maestras (2), misioneras (1) y pastoras (2). En 2019 los miembros del Departamento de
Educación Teológica debatieron el asunto del gobierno femenino en la denominación y la
mayoría votó en contra. En enero de 2020, la Asamblea Nacional reunida en la ciudad de
Huánuco, iba a debatir el tema del acceso de las mujeres a los consistorios, pero se decidió
finalmente abordar otros temas, dejando este para una próxima Asamblea (2022).
Eduardo Arboccó Gallardo, pastor de la IEP, expresa así la realidad que se vive en su
denominación: “Hay un sector fuerte en la IEP que es “anti mujeres con autoridad”,
principalmente el sur de Perú (Cusco, Arequipa, Puno), el resto está dividido: Hay presbiterios
que están a favor y cuentan con ministras y ancianas, como hay los que se oponen
rotundamente. Esto acontece debido a que en la IEP cada presbiterio puede tener cierta
autonomía. La reglamentación no estipula la existencia de ancianas, pero varios presbiterios y
consistorios las admiten. Hay un gran número que están en contra, pero el pequeño grupo que
está a favor tiene más inteligencia para avalar el apoyo. Actualmente, la IEP tiene diez ministras
aproximadamente, pero ellas son aún muy temerosas y no reclaman sus derechos para ciertas
labores. Por lo cual se han limitado a aceptar el ministerio sólo en el campo Educativo o
Misionero. He llegado a la conclusión de que, si las mismas mujeres no luchan por sus
derechos, pocos cambios se podrán lograr. Por el tipo de sociedad sumisa que tenemos en el
Perú, esos cambios son bastante lentos. Sólo nos queda seguir formando y actuando con
paciencia”. Conversación con el autor, el 06 de mayo de 2020.
44 Ha sido muy valiosa para el autor la información brindada por el Capitán Teófilo Zapata,
oficial a cargo de la obra del Ejército de Salvación en la ciudad de Tarapoto, en la selva peruana.
Entrevista realizada el 10 de abril de 2020.
45 O´Brien, Joanne; Palmer, Martin. Atlas del estado de las religiones (Ediciones Akal: Madrid,
2000), p. 122.
46 “Teología del Ministerio de la Mujer”, en Church of the Nazarene (Sitio oficial de la Iglesia del
Nazareno), acceso el 20 de abril de 2020, http://prod.nazarene.org/es/gecd/teolog%C3%ADa-
del-ministerio-de-la-mujer
47 La primera mujer en ser elegida Superintendente General de la denominación fue la Dra.
122

Nina G. Gunter. Fue elegida en la 26ª Asamblea General en Indianápolis, Indiana, en junio de
2005. Nina es predicadora, maestra y autora. En junio de 2009, la 27ª Asamblea General en
Orlando, Florida, le otorgó el honor de Superintendente General emérita.
Página
48 En cuanto a las iglesias que han decidido ordenar mujeres al ministerio, el Consejo Mundial
de Iglesias declaraba en 1982 que ellas lo hacen “en razón de su comprensión del Evangelio y
del ministerio. Esto se fundamenta para ellas en su profunda convicción teológica de que al
ministerio ordenado de la Iglesia le falta plenitud si queda limitado a un solo sexo. Esta
convicción teológica se ha visto reforzada por su experiencia a lo largo de los años en que han
visto incluidas mujeres en sus ministerios ordenados. Estas iglesias han descubierto que los
dones de las mujeres son tan amplios y variados como los de los hombres. Ninguna de estas
Iglesias ha tenido motivos de volver atrás en su decisión al respecto”. Documento de Lima
(BEM).

Segunda Parte
1 Dumais, Monique. Las mujeres en la Biblia (Madrid: Paulinas, 1987), p. 67. Esta autora añade:
“Sucede con frecuencia que las mujeres seguidoras de Jesús han sido curadas física o
espiritualmente. Una vez recuperada la salud, se mantienen en las proximidades de Jesús y le
colman de atenciones. Cuando los evangelistas se refieren a este punto, suelen indicar que ellas
le asisten con sus bienes (Lc 8:3) o que están a su servicio (Mt 27:55; Mc 15:41). Sin duda,
expresan de esa manera su reconocimiento por la curación obtenida”.
2 Antonio Piñero señala: “Esta separación de sexos se hizo efectiva en la reconstrucción del
santuario por parte de Herodes —no antes— no en todo su recinto, sino a medida que los
lugares se iban acercando al 'santo de los santos' […], tal separación a partir del 'patio de las
mujeres' en adelante, hacia el altar, tenía [el propósito de] frenar el posible acercamiento de
mujeres potencialmente impuras por el inicio inadvertido de la menstruación al lugar estricto
de los sacrificios”. Jesús y las mujeres (Madrid: Aguilar, 2008), pp. 124,125.
3 Bautista, Esperanza. La mujer en la Iglesia primitiva (Estella: Verbo Divino, 1993), pp. 32,33.
4 Gonzáles, Joaquín. Arqueología y evangelios (Estella: Verbo Divino, 1994), p. 53.
5 Geruza, Silvia. Um outro género de Igreja… p. 32.
6 No hay razón para pensar que las mujeres en el movimiento de Jesús hayan sido “seguidoras
de segunda categoría”. En casa de Marta y María, esta última “sentada a los pies del Señor,
escuchaba lo que él decía” (Lc 10:39). Esta actitud de escucha humilde frente a un Rabí, es la
misma que Saulo de Tarso (Pablo) tuvo con su Rabí Gamaliel, según Hechos 22:3: “Yo de cierto
soy judío… instruido a los pies de Gamaliel”. A través de estos dos pasajes, Lucas presenta a
dos personas de diferente sexo con la misma actitud de aprendizaje y sumisión ante un maestro,
lo que nos lleva a afirmar que María y los demás discípulos varones disfrutaban de la misma
posición ante Jesús, para quien el Reino de Dios era una realidad inclusiva y de naturaleza
reivindicadora a favor de los menos favorecidos. Otro relato, esta vez en Lucas 24:6-8:
“Recuerden lo que les habló cuando estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del
Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al
tercer día. Entonces ellas se acordaron de sus palabras”, evidencia que las mujeres en el
movimiento de Jesús tenían acceso a “información privada” por parte de su Maestro,
información que sólo discípulos debían manejar. Lo sabemos cuando examinamos los únicos
pasajes lucanos en los que Jesús, estando en Galilea, les anunció a sus discípulos acerca de su
pasión, muerte y resurrección (Lc 9: 18-27; 43-45). En estos pasajes se puede apreciar que a la
hora de hacer su anuncio “estaban con él los discípulos” (9:18) y que es en ese momento cuando
hace su llamado “a todos” a un seguimiento más radical: “Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (9:23). En el v. 43 se dice que Jesús “les
123

dijo a sus discípulos” acerca de que sería entregado “en manos de hombres”. Estos pasajes, a la
luz de Lucas 24:6-8, muestran que Jesús consideraba a las mujeres como discípulas plenas y sin
Página

ninguna distinción frente a los varones. Para él, ellas son sus discípulas, sus alumnas, sus
seguidoras, merecedoras de sus enseñanzas y exigencias, parte de un mismo grupo de
seguidores, en el que estaban también los Doce. Estos pasajes también nos muestran que los
evangelistas cuando usan las expresiones “los/sus discípulos”, “dirigiéndose a sus discípulos”,
entre otras, no solo se están refiriendo a seguidores varones, sino también a mujeres, lo que nos
demanda una nueva lectura más cuidadosa e inclusiva de los textos bíblicos.
7 El hecho de que mujeres se hiciesen discípulas de un Rabí no habría sido algo bien visto en
aquellos tiempos ya que según las costumbres judías y grecorromanas la mujer no podía hacer
lo que le correspondía a los varones, ni acceder a enseñanza religiosa.
8 La historia de la mujer samaritana es una muestra valiosa del comportamiento revolucionario
de Jesús hacia las mujeres. En una época en la que las mujeres tenían prohibido hablar en
público con un hombre que no fuese su marido (y viceversa, no se veía bien a un hombre
hablando en público con una mujer), en la que existía el dicho: “No te detengas a hablar largo
rato con una mujer” (José ben Yohanan), pues “con eso acabas en adulterio” (N° darim 20 a
Baraithá), en la que se aconsejaba a los varones a no dejarse atender por una mujer, ni ofrecerle
el saludo pues “la familiaridad con ellas es propia del lujuriento” (Rabí Shemuel) y en la que se
creía que enseñarle la Torá a una mujer era “enseñarle insensatez” (Sotá 3,4) dado que se les
consideraba incapaces de entenderla, Jesús le dirige la palabra a una mujer de dudosa
reputación (exponiéndose a ser mal visto), a plena luz del día y en un lugar público y sostiene
con ella un diálogo nada menos que teológico, un diálogo como el que hubiese sostenido con
cualquier doctor de la Ley. Sobresale el hecho de que a esta mujer samaritana Jesús se le revela
como el Mesías (algo que él evitaba hacer con los líderes varones de su pueblo), lo que ocasiona
que ella fuera de prisa a su ciudad a contar su experiencia con el judío Jesús y gracias a su
testimonio “muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer”
(4:39). Sin darse cuenta, esta mujer despreciada por su nacionalidad, sexo, estilo de vida y
religión fue convertida por Jesús en la primera misionera/evangelista que se pueda registrar en
el movimiento de Jesús.
9 Dumais: pp. 69,70. Op. Cit.
10 Piñero: p. 114. Op Cit.
11 Debemos recordar que en ese tiempo sólo se compartía la mesa con los amigos y familiares.
Comer con alguien significaba intimidad, amistad, cercanía, aceptación. En cada cena, Jesús
manifestaba su total aceptación a aquellos con quienes comía. Dice James D. Dunn: “En el
Oriente Medio, reunirse en torno a la mesa para comer tenía un carácter casi sagrado. Se trataba
de un acto religioso: No sólo era expresión de obligaciones religiosas, sino que además estaba
reforzado por la amenaza de sanciones igualmente religiosas. Esto hacía del hecho de compartir
la comida, del acto de hospitalidad, algo a su vez sagrado. Era —y lo sigue siendo en la
actualidad— un signo de aceptación y de amistad. Cuando el anfitrión bendice el pan y lo parte,
lo distribuye a quienes están sentados con él a la mesa de modo que también a ellos les alcance
la bendición pronunciada sobre el pan”. La llamada de Jesús al seguimiento (Maliaño: Sal Terrae,
2001), pp. 117,118.
12 En el Israel de la época los banquetes eran públicos, las casas estaban normalmente abiertas,
por lo que era normal que alguien que no fuese invitado entrara al ambiente en donde se estaba
desarrollando la comida.
13 Piñero: p. 112. Op Cit.
14 Tamez, Elsa. Las mujeres en el movimiento de Jesús, el Cristo (Bogotá: SBU, 2012), p. 83.
15 Como en el Evangelio de Felipe, el Evangelio de Tomás y el Evangelio de María (Magdalena). En
124

estos evangelios, María Magdalena ocupa un lugar muy importante. En el Evangelio de Tomás
está presente el antagonismo entre el apóstol Pedro y María Magdalena. En una ocasión, el
apóstol expresa: “¡Que se aleje María de nosotros, pues las mujeres no merecen la vida!” (114).
Página

En el de María, el discípulo Leví le dice a Pedro que Jesús “la ama más que a nosotros” (18).
16 Fue el papa Gregorio I, llamado Gregorio Magno quien en una homilía de septiembre de 591
declaró que María Magdalena, María de Betania (hermana de Marta y de Lázaro) y la mujer
anónima que aparece en Lucas 7:36-50 son una misma persona. De esta manera, el papa
Gregorio quería acabar con las largas discusiones que ya en aquellos siglos divagaban sobre la
verdadera identidad de María Magdalena. Debido a que el método de exégesis preferido por
Gregorio Magno se basaba en el sentido moral, él sostuvo que los siete demonios que Jesús sacó
de Magdalena indicarían moralmente los siete pecados capitales. Los siete eran, por tanto, la
manifestación exterior de su vida pecadora y sus pecados eran necesariamente de naturaleza
sexual. Gregorio llegó a calificar a María Magdalena de “prostituta” y “fornicaria”.
17 Piñero: p. 110. Op Cit.
18 Estévez, Elisa. Qué se sabe de las mujeres en los orígenes del cristianismo (Estella: Verbo Divino,
2012), p. 83.
19 Esta importancia se ve reforzada en Juan 19: 25 en donde María Magdalena aparece entre las
únicas discípulas que están junto con Jesús al pie de la cruz. En ese momento quienes están con
ella son María, la madre Jesús y “la hermana de su madre” quien podría ser la mujer que se
menciona a continuación: “María mujer de Cleofás” (aunque hay quienes ven en “la hermana
de su madre y “la mujer de Cleofás” a dos mujeres distintas). Es notable observar que María
Magdalena se encontraba no sólo en compañía de otras discípulas (para Juan, María la madre
de Jesús también era parte de las discípulas de Jesús) sino también en medio del círculo familiar
más íntimo del Señor.
20 Elsa Tamez le reconoce este liderazgo femenino: “María Magdalena era una mujer muy
valiente y líder de otras de las que casi siempre estaba rodeada. Cuando crucificaron a Jesús ella
y otras mujeres se atrevieron a salir del escondite donde se encontraban junto a los demás
discípulos y fueron a ver qué hacían con Jesús […]. Las mujeres lideradas por María Magdalena
no sólo fueron las primeras testigos de la resurrección, sino que recibieron la tarea de comunicar
la buena nueva a los demás discípulos y discípulas de que Jesús iba a Galilea y que allá los vería
de nuevo”. Tamez: pp. 84,85. Op. Cit.
21 Palabras del arzobispo Arthur Roche en la explicación brindada acerca del significado del
decreto “Apostolorum Apostola” que la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de
los Sacramentos publicó el 3 de junio de 2016 por expreso deseo del papa Francisco, con el que
se estableció que la celebración de Santa María Magdalena se elevara en el Calendario Romano
General al grado de fiesta, grado dado solamente a la celebración de los apóstoles destacando así
“la especial misión de esta mujer, que es ejemplo y modelo de toda mujer en la Iglesia”.
22 Aunque es más que seguro que entre “las mujeres” presentes en el momento de la elección
de Matías (Hch 1: 14) también se encontrara María Magdalena, aunque el autor no la
mencionara por su nombre. Llama notablemente la atención la actitud de Pablo al no incluir su
nombre, ni de alguna otra mujer, en la lista de testigos oculares de la resurrección de Jesús, a
pesar de haber sido ellas testigos privilegiados de este acontecimiento. 1 Co 15: 5-8 presenta a
los testigos de a cuerdo con un orden jerárquico: Pedro y luego los Doce, quinientos hermanos a
la misma vez, después a Santiago y a todos los apóstoles, finalmente a Pablo.
23 Bautista: p. 132 Op. Cit.
24 Sería inaceptable afirmar que en los momentos en que Jesús envía a la misión a sus
seguidores no estaba enviando también a las mujeres, siguiendo la costumbre de que las
mujeres no tenían permiso para predicar en público. Si creemos que Jesús no se dirigió a ellas
125

también tan sólo porque no aparecen en los relatos de envíos, se tendría que aceptar que las
mujeres no tienen la responsabilidad de enseñar, hacer discípulos, predicar el evangelio
(evangelizar) o participar en asuntos relacionado a la extensión del evangelio en el mundo. Pero
Página

sabemos que las mujeres, al igual que los hombres, están llamadas a la misión, a ser parte de
ella, pues el Reino que se anuncia es un reino abierto tanto a varones como a mujeres, en el que
no se hace distinciones y en donde todos participan de los mismos derechos y
responsabilidades.
25 Bautista: pp. 40,51. Op. Cit.
26 Como por ejemplo: La parábola de la levadura (Mt 13:33), de la dracma perdida (Lc 15:8-9),
de las doncellas en el día de la boda (Mt 25:1-13) y de la viuda y el juez injusto (Lc 18:1-5).
27 En los evangelios vemos a Jesús curando a la mujer encorvada, a la que llama “hija de
Abrahán” (Lc 13:10-16), a la suegra de Simón Pedro (Mc 1:29-31) y a la hemorroísa (Mc 5:25-34).
28 Es significativo el papel protagonista de la mujer en los milagros de resurrección: Jesús
resucita a la hija de Jairo (Mc 5:41; Lc 8:54), al hijo de la viuda de Naín (Lc 7:14) y a Lázaro,
jugando un papel muy importante sus hermanas Marta y María (Jn 12:1-44).
29 Recordemos a María, hermana de Marta y Lázaro quien se sentaba a sus pies para oír al
Maestro enseñar la novedad del Reino de Dios (Lc 10:39) y a la mujer samaritana de Jn 4.
30 Hablando de María, la madre de Juan Marcos, Elisa Estévez dice que “es fácil que se tratase
de una viuda que administra su casa, y por consiguiente, presidiera las actividades sociales que
se dan en ella, siempre que no estuvieran los apóstoles fundadores”. Estévez: p. 152. Op. Cit.
31 Tamez: p. 97. Op. Cit.
32 En este episodio se puede observar también la disposición y la normalidad con la que líderes
de la talla de Apolos acepta dejarse enseñar por una pareja, en donde la mujer tiene mayor
importancia. “Esto muestra dos cosas, la autoridad y capacidad de Priscila y Aquila con
respecto al conocimiento del mensaje, y la disponibilidad de líderes varones elocuentes, que
dentro del movimiento de Jesús reconocen la capacidad de las mujeres y la igualdad entre los
sexos, y no se dejan llevar por los valores discriminatorios de su sociedad patriarcal”. Ibid, p.
100.
33 Elisa Estévez señala que el hecho de que el nombre de Priscila aparezca antes que el de su
esposo se debe “al éxito que esta líder femenina ha tenido como agente de evangelización en las
iglesias domésticas y en la misión itinerante”. Señala además que “Pablo en ningún momento se
refiere a ella como esposa (al contrario que en Hechos), sino que subraya el pleno compromiso de
esta mujer en la tarea misionera en plano de igualdad e interdependencia con el varón”. Estévez: pp.
181,182. Op. Cit.
34 Estrada, Juan. “Las primeras comunidades cristianas”, en Fernández, José; Sotomayor,
Manuel [Coord.], Historia del Cristianismo-El mundo antiguo (Madrid: Trotta, 2003), p. 148.
35 Por ser las dueñas de las casas en donde se reúne la iglesia, ambas las presiden. La
presidencia es uno de los dones del Espíritu que Pablo menciona en Romanos 12 y que, por
cierto, no los agrupa entre “dones masculinos” y “dones femeninos”, limitando así el don de
presidir sólo a los varones. Ahora bien, podemos conocer un poco sobre este trabajo de presidir
una comunidad gracias a un texto de Tertuliano (150 d.C.), en el que se detalla las actividades
de los presidentes de las primeras comunidades: “Cuando el lector termina, el que preside nos
exhorta con su palabra y nos invita a imitar aquellos ejemplos. Después nos levantamos todos a
una, y elevamos nuestras oraciones. Al terminarlas, se ofrece el pan y el vino con agua como ya
dijimos, y el que preside también eleva sus preces con todas sus fuerzas y acciones de gracias, y
todo el pueblo exclama: Amén. Entonces viene la distribución y participación de los alimentos
consagrados por la acción de gracias y su envío a los ausentes por medio de los diáconos. Los
que tienen bienes y quieren dar, dan libremente lo que cada uno quiere y lo que se recoge, se
deposita en manos del que preside, y él socorre a los huérfanos y a las viudas y a aquellos que,
126

por enfermedad o por otro motivo, se hallan necesitados, como también a los que se encuentran
en las cárceles y a los huéspedes que vienen de lejos; en una palabra, toma el cuidado de todos
los indigentes” (Primera Apología, 67). Notemos las funciones de los presidentes: predicación y
Página

exhortación, dirección de las oraciones públicas y consagratorias, recepción del dinero recogido
a fin de administrarlo a favor de los pobres de la comunidad siendo su cuidador. Nada nos hace
dudar que estas mismas funciones también las realizaban las mujeres que presidían las
comunidades que se reunían en sus casas.
36 El hecho de que las reuniones cristianas se desarrollaran en casas propició que estas mujeres
“pudieran desempeñar funciones públicas sin desafiar abiertamente la estructura social,
sustentada en la división según el género de los espacios públicos y privados. Este modo de
organización contribuyó a reforzar el protagonismo de las mujeres cuyas tareas de dirigencia
podían verse como una extensión de sus actividades en el ámbito de la casa”. Estévez: p. 143.
Op. Cit.
37 Ibid, pp. 176,177.
38 Bautista: pp. 100,101. Op. Cit.
39 “La labor exacta de un diácono en esta época no está clara, pero podría haber incluido no
sólo servicios ministeriales locales sino también una especie de representación oficial de la
comunidad. Este parece ser el caso aquí, ya que Febe está a punto de emprender un viaje,
siendo este el motivo que impulsa a Pablo a escribir la carta. Febe podría haber viajado por
motivos personales o por asuntos de las iglesias de Céncreas y Corinto”. Madigan, Kevin; Osiek
Carolyn. Mujeres ordenadas en la Iglesia primitiva… p. 34.
40 Rafael Aguirre, hablando sobre este punto, afirma: “Cuando [Pablo] llama a Febe diácono no
es correcto entenderlo como si de una función eclesial subordinada se tratase, por ejemplo, de
atender a los pobres, a los enfermos y ayudar a vestir y desvestir a las mujeres en su bautismo.
Así será en los siglos posteriores el papel de las diaconisas. Pero en el sentido paulino, el
diacono es responsable de toda la iglesia e implica el oficio eclesial de ministrar y enseñar. Del
movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana (Estella: verbo Divino, 2008), p. 225.
41 Elsa Tamez refiriéndose a “prostatis” dice: “Este era un título de honor y autoridad en la
antigüedad, y se refería a personas a las cuales otros se subordinaban. Pablo reconocía su estado
de subordinado de Febe”. Tamez: p. 104. Op. Cit.
42 Estévez: p. 153. Op. Cit. “A Febe también se le llama prostatis, benefactor o patrón de Pablo y
de muchos otros. Esto le sitúa en el sistema social del patronazgo como un personaje de un
estatus relativamente elevado, con quien Pablo está en deuda por la ayuda económica prestada.
Es decir, es relativamente adinerada y probablemente tenga un rango social más elevado que
Pablo”. Madigan; Osiek: p. 34. Op. Cit.
43 Llama la atención que Pablo usa el verbo “kopiao” (trabajar, fatigarse) para describir también
su propio trabajo misionero (1 Co 15:10; Gal 4:11; Flp 2:16; Col. 1:29), así como para designar el
trabajo apostólico de los que tienen autoridad en la comunidad (1 Co 16:16; 1 Tes 5:12).
44 Bautista: p. 102. Op. Cit.
45 Estévez: p. 185. Op. Cit.
46 Chaparro, Jhonatan. Ejercicio del ministerio de la mujer en la Iglesia. Perspectiva bíblica (Lima:
JHAS, 2011), p. 100.
47 Bernabé, Carmen [Ed.]. Mujeres con autoridad en el cristianismo antiguo (Estella: Verbo Divino,
2007), pp. 81,82.
48 Ibid., 71.
49 Ibid., 69.
50 Ibid., 77.

Tercera Parte
1 Autores como G. Fee, Elsa Tamez y Rubén Aguirre sostienen esta posición. Jhonatan Chaparro
127

explica que con interpolación “estamos hablando de un añadido (gr. glosa) al texto que
originalmente no estaba. Generalmente esto se da cuando un copista añadía una frase
Página

aclaratoria en uno de los márgenes de la copia. Con el tiempo, otros copistas incluían ese
comentario como parte integral del texto bíblico. Esto no es nuevo, ya se han descubierto varias
interpolaciones, muy bien documentadas, sobre textos del N.T. como son: Mc 16:9-20; Jn 5:3b,4;
1 Jn 5:7,8”. Chaparro: p. 118,119. Op. Cit.
2 Quesnel, Michel. Pablo de Tarso (Buenos Aires: Ciudad Nueva, 2009), pp. 12,13.
3 La carta de Clemente a los corintios, en palabras de Johannes Quasten “es uno de los más
importantes documentos del período que sigue inmediatamente a la época de los apóstoles, la
primera pieza de la literatura cristiana, fuera del Nuevo Testamento, de la que constan
históricamente el nombre, la situación y la época del autor”. Patrología I. Hasta el concilio de Nicea
(Madrid: BAC, 1968), s/p. Escrita a finales del siglo I, es una exhortación a los corintios al
arrepentimiento por su mala acción de sublevarse contra sus dirigentes. Clemente califica este
hecho de “cosa abominable y sacrílega” (1:1,2), “extraño y ajeno a los elegidos de Dios” (1:1),
“detestable sedición no santa” (1:1), un “grave peligro” (14:2). Lo sucedido en la iglesia de esta
ciudad evidencia que el esfuerzo epistolar de Pablo, años atrás, no causó mucho efecto entre sus
receptores.
4 La influencia paulina sobre la iglesia de Laodicea puede verse en Colosenses 4:16.
5 Bautista, Esperanza. La mujer en la Iglesia primitiva… p. 168.
6 Según las últimas investigaciones, estas cartas no pertenecen al apóstol Pablo, pero sí a su
círculo. En ellas se encuentran los famosos “códigos domésticos”, códigos de la época que
legitiman la estructura patriarcal de la casa y el puesto del paterfamilias como señor, padre y
amo.
7 Dice Margaret MacDonald: “El cristianismo primitivo pudo ser visto a menudo como una
amenaza contra la imagen de la mujer ideal, que incluía la virtud de la castidad, la
preocupación cuidadosa por el marido y los hijos y la administración ejemplar de la hacienda”.
Las mujeres en el cristianismo primitivo y la opinión pagana (Estella: Verbo Divino, 2004), p. 285.
8 Tamez, Elsa. Luchas de poder en los orígenes del cristianismo (San José: DEI, 2004), p. 65.
9 Ibid., 66, 68.
10 Además, las mujeres al participar en las reuniones cristianas se ausentaban de sus casas. Esto
representaba un verdadero mal en aquella época, en la cual “mujer y casa” son casi sinónimos.
Su ausencia, así como el abandono de los deberes del hogar eran vistos como “sospechoso”,
pues se le relacionaba con el adulterio. Dice MacDonald: “Nuestra lectura de las críticas
paganas del siglo II EC ha llamado la atención sobre la tendencia que existía de ver el
cristianismo primitivo como un movimiento que violaba el ideal cultural de 'las mujeres en
casa'. Las mujeres que rechazaban a los dioses de su esposo para dedicarse al servicio de un
Dios llamado 'el Único' eran especialmente susceptibles de recibir una batería de críticas
estereotipadas, desde llamarlas locas charlatanas hasta presentarlas como adúlteras o
prostitutas”. MacDonald: p. 285. Op. Cit.
11 Tamez, Elsa. Las mujeres en el movimiento de Jesús… p. 106.
12 MacDonald: p. 278. Op. Cit.
13 Aguirre: p. 233. Op. Cit.
14 Estévez: pp. 166,167. Op. Cit.
15 MacDonald: p. 234. Op. Cit.
16 Dice MacDonald: “Al instruir a las mujeres cristianas casadas con maridos no creyentes para
que vivan de un modo modesto, tranquilo y en sumisión a sus maridos, el autor de 1 Pe está
reconociendo claramente las estructuras de autoridad que definen las relaciones en la casa. Una
proximidad tan grande al mundo no creyente significa que, para las esposas, lo prudente es
128

comportarse de un modo tranquilo […]. El autor refuerza directamente la autoridad de los


maridos no creyentes al pedir a las mujeres cristianas que acepten la autoridad de sus maridos.
Obviamente, la primitiva enseñanza cristiana se enfrenta en este caso a las normas culturales”.
Página

Ibid., p. 235.
17 Aguirre: p. 234. Op. Cit.
18 Estas enseñanzas difieren de las sanas palabras de Jesucristo y de la piedad (6:3), provocan
que quienes las esparcen se envanezcan y se dediquen a discusiones inútiles lo que resulta en
envidia, discordia, difamación y suposiciones perversas (6:4), hacen que los maestros piensen
que la piedad es un negocio (6:5) y que estar soltero/soltera era mejor que casarse (5:14).
19 Tamez, Elsa. Luchas de poder… p. 38.
20 Ibid., p. 83.
21 Lo que buscaba también el autor era trasladar (como solución) el modelo de la casa greco-
romana a la Iglesia, imponiendo de esta manera la estructura patriarcal de ese entonces. El
hecho de que se le pida al candidato al episcopado “que sepa gobernar bien su casa” (3:4)
significará un cambio en el “rumbo de la original organización democrática de la ‘ekklesia’.
Afectará no solo a las mujeres y esclavos, sino toda la visión liberadora de los principios del
Reino de Dios proclamados por Jesucristo”, Ibid., p. 174. E. Arens nos dice que en esta
estructura el paterfamilias era la autoridad máxima y todos los miembros de la casa ocupaban su
lugar en relación con él. La virtud por excelencia en el ámbito doméstico era la sumisión, la
obediencia absoluta a los miembros superiores de la familia. Arens, Eduardo, Asia menor en
tiempos de Pablo, Lucas y Juan. Aspectos sociales para la comprensión del Nuevo Testamento (Córdova:
El Almendro, 1995), pp. 84,85.
22 “En una sociedad patriarcal como aquélla, eran los hombres quienes dictaminaban la
conducta que las mujeres deberían tener, se sobrentendía que su radio de acción era la casa y
que debía estar ocupada en los quehaceres domésticos, al servicio de los varones de la familia o
de la casa, si no recluida en su telar”. Ibid.
23 Bautista: p. 132. Op. Cit.
24 Foulkes, Irene. “Conflictos en Corinto. Las mujeres en la Iglesia primitiva” en Revista de
Interpretación Bíblica Latinoamericana (RIBLA) N° 15 (1993), p. 107.
25 Justino. Diálogo con Tryfo, Capítulo 82.
26 Ireneo. Contra las herejías, Libro 1, Capítulo 13.
27 Ibid., Libro 5, Capítulo 6, Sección 1.
28 Estrada: p. 152. Op. Cit. Estrada, Juan.
29 Aguirre: p. 233. Op. Cit.
30 Bautista: p. 150. Op. Cit.
31 Ibid., pp. 153,154.
32 Ireneo. Contra las herejías, Libro 3, Capítulo 9, Sección 9.
33 Boyer, Harry, Historia de la Iglesia Primitiva (Bogotá: Unilit, 2001), p. 51.
34 Figueiredo, Antonio. La vida de la Iglesia primitiva … p. 43.
35 Ibid., pp. 44,45.
36 Estrada: p. 159. Op. Cit.
37 Ibid., p. 171.
38 Figueiredo: p. 51. Op. Cit. Por esos mismos años, Cipriano de Cártago (200-258), logrará abrir
más la puerta para resucitar la economía del Antiguo Testamento, lo que ayudó a la
organización de la Iglesia según el culto judío, con sacerdotes, templos y altares.
39 Clemente. Carta a los Corintios 1:3.
40 Estévez: p. 168. Op. Cit.
41 Clemente. Carta a los Corintios 21:6-8.
42 Policarpo. Carta a los filipenses 4:2.
129

43 Ignacio. Carta a Policarpo 5:1.


44 La Carta completa puede leerse en: http://www.vatican.va/content/john-paul-
ii/es/apost_letters/1980/documents/hf_jp-ii_apl_02011980_patres-ecclesiae.html
Página

45 Orlandis, José. Historia de la Iglesia (Lima: Infobrax, 2006), p. 55.


46 Ibid.
47 Campenhausen, Hans. Los padres de la Iglesia I. Los Padres Griegos (Madrid: Ediciones
Cristiandad, 1974), p. 54.
48 Figueiredo: pp. 236,237. Op. Cit.
49 Tertuliano, “De Culta Feminarum”, 1.1.
50 Esta idea, aunque errónea, ya se encontraba en el siglo IV en la enseñanza de Epifanio.
51 Epifanio, Panarion 79§1, 2, 3.
52 Ibid..
53 Boyer: p. 2016. Op. Cit.
54 Geruza, Silvia. Um outro gênero de Igreja... p. 25.
55 Wijngaards, John. “Las mujeres fueron consideradas criaturas inferiores”, en Wijngaards
Institute for Catholic Research, acceso el 10 de marzo de 2015,
http://www.womenpriests.org/sp/traditio/inferior.asp
56 Los Padres pertenecieron a una cultura en donde la mujer vivía al margen del ejercicio
filosófico, médico o literario. En esta cultura, ella vivía reservada a las gestiones de la casa, o al
cuidado de los niños. Entre los griegos, la mujer era degradada a tal punto que los hombres
decían que las mujeres eran la encarnación del mal. No tenía derecho a recibir educación, era
comprada y vendida como cualquier otro objeto material, no tenía derecho a heredar y era
considerada de poca importancia y sin derecho a realizar ningún tipo de transacción comercial.
Esta situación cotidiana de la mujer en la sociedad, llevó a los pensadores griegos a decir que el
nombre de una mujer debía ser encerrada en su casa tal como su cuerpo. Los grandes
pensadores griegos, de los cuales la civilización occidental se considera heredera intelectual, se
expresaron duramente hacia ella. Lamentablemente, los Padres a través de su teología,
siguieron los pasos de estos pensadores. Esperanza Bautista señala que “Los Padres no se ven
libres de la influencia de estos planteamientos culturales y, respecto del problema femenino,
presentan una antropología de corte dualista y dos niveles de igualdad diferentes entre el varón
y la mujer”. Esta autora no llega a afirmar con rotundidad que los Padres tuviesen una
consideración negativa, global y exclusiva, de la mujer, “sino que es preciso matizarla
situándola también en el contexto de esa concepción pesimista de la sexualidad y del
matrimonio [presente en el pensamiento pagano antiguo]. Bautista: pp.166,167. Op. Cit.
57 Geruza: p. 21. Op. Cit.
58 “Los Padres consideran al varón como paradigma del ser humano y a la virilidad como
símbolo de lo divino, mientras que lo femenino es visto como símbolo de la realidad terrena,
corpórea y carnal […]. En sus planteamientos filosóficos y teológicos suele presuponerse la
inferioridad natural de la mujer; su forma de resolver el dilema entre este presupuesto y la
doctrina evangélica de la igualdad entre los sexos suele consistir en presentar a la mujer
cristiana en 'progreso' hacia el 'varón perfecto', que es la madurez de la plenitud de Cristo (Ef
4:13)”. Bautista: p.148. Op. Cit.
59 Los Padres siguen la novedosa línea que el cristianismo ya había empezado a trazar cuando
aceptó las antiguas ideas sobre la mujer, ideas alejadas de la exigencia evangélica de la igualdad
de los sexos. Dice Esperanza Bautista: “Al hacerlo, caen inevitablemente en contradicciones
pues intentan conciliar la asunción de estas ideas sobre la mujer con su defensa frente a la
inmoralidad y los abusos de que era víctima. Esto hizo que el pensamiento tradicional de la
mujer (así como del matrimonio) estuviese muy influenciado por los datos culturales paganos,
hasta el punto de llegar a incorporarse como verdades cristianas, aunque en realidad eran
130

paganas”. Ibid., p. 138.


60 Geruza: pp. 75,76. Aristóteles también llega a afirmar que las mujeres no son seres humanos
completos, y que la naturaleza de la mujer no es la de una persona humana completa. Como
Página

resultado, la mujer es naturalmente deficiente, no se le puede tener confianza y se le mira de


una manera inferior.
61 Servén, Carmen; Bados, Concepción; Noguera, Dolores; Sotomayor, M. a Victoria [Eds.]. La
mujer en los textos literarios (Madrid: Ediciones Akal, 2007), p. 36.
62 “Los derechos de las mujeres a lo largo de los siglos”, en Amnistia Internacional, acceso el 28
de marzo de 2020, http://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/inf-mujeres-
citas1.html
63 Se dice que Orígenes fue un discípulo de Platón y Aristóteles, y que no escondía, como
hemos visto, su interpretación de la mujer como un ser inferior. Por otro lado, vemos en
Agustín un abierto neoplatonismo en sus escritos.
64 Geruza: pp. 81,82. Op. Cit.
65 La filosofía griega llegó a ser adoptada la iglesia gracias a la labor “pedagógica” de los
Padres y con ello se reforzó la inferioridad de la mujer, además la Ley Romana se convirtió en la
base para las leyes de la Iglesia, concediéndole a la mujer un estatus social bajo.

Cuarta Parte
1 Stockell, Foster. Qué es el protestantismo (Buenos Aires: Ed. Columbia, 1954), s/p.
2 Wisløff, Carl. El Ministerio Eclesiástico y el Sacerdocio Universal (Sucre: SETELA, 2008), p. 57.
3 Brondos, David. “La educación liberadora”, en Martín Lutero y la Reforma de la Iglesia-
Presentación de la Unidad VI (Ciudad de México: SEMLA, s/a), p. 4.
4 Lutero, Martín. “La necesidad de crear y mantener escuelas cristianas: Exhortación a las
autoridades municipales de Alemania”, en Obras de Martín Lutero, Tomo VII (Buenos Aires:
Publicaciones El Escudo: 1977), pp. 21-41.
5 Wisløff: p. 57. Op. Cit. Lutero no concebía otro sacerdocio que no fuera el de todos los
creyentes. Para él, el sacerdocio eclesiástico carecía de fundamentos bíblicos. Por ello, hablando
de la capacidad que tienen todos los creyentes para ministrar como sacerdotes ante Dios, él dirá
que “los que han sido bautizados, pueden gloriarse de estar ya consagrados a ser sacerdotes,
obispos y papas”. Ahora bien, aunque negaba que sólo unos cuantos fuesen llamados
sacerdotes, sí afirmaba que sólo eran unos cuantos los que ejercían el ministerio eclesiástico.
Este ministerio no es otra cosa que la responsabilidad y llamado otorgados por Dios a toda la
comunidad cristiana de anunciar la Palabra y celebrar los sacramentos, la cual llama a algunos
hermanos de entre ellos mismos a fin de que se los administre pues, “en la Iglesia se necesita a
personas que sirvan a Dios con la Palabra y los sacramentos, sencillamente porque la Palabra
necesita que algunos la prediquen y otros que administren los sacramentos”, p. 120.
6 Lutero, Martín. “Derechos de una comunidad cristiana”, en Obras de Martín Lutero, Tomo VII
(Buenos Aires: Publicaciones El Escudo: 1977), pp. 99-107.
7 Lutero, Martín. Conversaciones de sobremesa.
8 Aunque Lutero se mostró tosco hacia la mujer y no promovió mayores espacios de
participación en la Iglesia para ella, se debe reconocer que la Reforma aportó aspectos
importantes para la emancipación de la mujer, pues ayudó a concretizar lo que el movimiento
renacentista y humanista había proyectado en la sociedad. Además, aportó elementos
importantes para la igualdad de género, como el sacerdocio universal y la libertad cristiana, que
fueron y son un gran potencial para el desarrollo de emancipación de la mujer.
9 Calvino. “La resurrección de Jesús, sermón pronunciado el día de Pascua, en el cual se celebra
la Santa Cena de nuestro Señor”, en iglesiareformada.com, acceso el 10 de abril de 2020,
http://www.iglesiareformada.org/Calvino_Resurreccion.html
10 Calvino, Juan. Comentario de 1 Timoteo.
131

11 A pesar de no concerderle espacios de enseñanza en la Iglesia, Calvino sí promovió que las


mujeres ejercieran la docencia infantil y femenina dentro de las comunidades reformadas.
Página

12 Amparo Bonilla afirma que, aunque en las iglesias se proclama la igualdad en Cristo y el
sacerdocio de todos los creyentes, muchas son las mujeres que encuentran problemas y
obstáculos para alcanzar posiciones de liderazgo similares a las de los varones, pues en la
práctica ellas tienen un acceso limitado a la estructura de oportunidades dentro de la Iglesia.
Esto demuestra que en realidad las mujeres no son iguales a los varones en Cristo y que para
ellas no existe un sacerdocio de todos los creyentes. “Los roles de género”, en Fernández, Juan
[Ed.], Género y sociedad, (España: Pirámide, 1998), p. 152.
13 Sánchez, Ana; Ponce, Osmundo. “La mujer en la Iglesia pentecostal: Un acercamiento inicial
a la práctica religiosa”, en Gutiérrez, Benjamín [Ed.], En la Fuerza del Espíritu... pp. 225,226.
14 Comparten con los otros protestantes la creencia de que la Biblia, Palabra de Dios inspirada
por el Espíritu Santo, es la autoridad final del creyente para la fe y la vida diaria; creen en
Jesucristo como único mediador; sostienen la doctrina del sacerdocio universal de todos los
creyentes, se oponen a la doctrina de la transubstanciación y afirman la presencia del Espíritu
Santo y sus dones en todos los cristianos.
15 Para los anabaptistas, o la Reforma Radical como se les denomina también, la Reforma de
Lutero y Calvino era solo una “Reforma Magisterial”, un movimiento conservador que desde su
formalismo litúrgico hasta su vínculo con el poder mostraba cuán atado estaba al pasado. Por
otra parte, Lutero y Calvino criticaban a los “radicales” por subordinar las Escrituras: Si el
catolicismo subordinaba la Biblia a la tradición o al capricho papal, los anabaptistas la
subordinaban a la experiencia de quienes, según Lutero, creían “haberse tragado al Espíritu
Santo con plumas y todo”.
16 Campos, Bernardo. De la Reforma Protestante a la Pentecostalidad de la Iglesia (Quito: CLAI,
1997), p. 15.
17 Martinez, Carlos. “Las mujeres en el movimiento anabautista del siglo XVI”, en Protestante
Digital, acceso el 10 de marzo de 2015,
https://protestantedigital.com/magacin/39372/las_mujeres_en_el_movimiento_amabautista_i
18 Escobar, Mario. Protestantes… p. 257.
19 Martinez, Carlos. “Las mujeres en el movimiento anabautista del siglo XVI”...
20 La sanación de las memorias: Reconciliación por medio de Cristo. Informe de la Comisión
Internacional de Estudio Luterana-Menonita, 2010, p. 111.
21 Martinez, Carlos. “Las mujeres en el movimiento anabautista del siglo XVI”…
22 El Martyrs Mirror (“El espejo de los mártires”) es un gran libro (de 2 kilos y medio) que
consta de historias de anabaptistas mártires. Empezó con el primer libro de mártires de los
anabaptistas holandeses llamado Het Offer des Heeren (El sacrificio del Señor). Este libro se
imprimió en 1562, siendo un libro que cabía en el bolsillo, pero con el aumento de las
persecuciones y de los mártires anabaptistas el libro fue creciendo con cada nueva edición.
23 Lowry, James. En el vientre de la ballena (Farmington: Lámpara y Luz, 1999), pp. 71,72.
24 Katharina recibió educación formal, algo que una joven común de aquella época jamás
habría soñado recibir. Aprendió a leer y a escribir, tanto en alemán y en latín; también recibió
instrucción acerca del cultivo de plantas y técnicas de jardinería, entre otras cosas. Todo esto, en
una época en la que la lectura y la escritura era privilegio de los hombres de la élite europea
(clero, nobles, burócratas y ricos).
25 Marie no compartía la idea de su época y de los reformadores como Calvino, de ser una
buena esposa sumisa y abnegada, buena ama de casa, receptora y pasiva de la doctrina. Se
quejaba que, al casarse, a las mujeres se les arrebataba el derecho al tiempo y al espacio, se les
impedía el acceso al “ágora”.
26 Marie Dentière fue una de las primeras teólogas reformadas que tuvo el movimiento.
132

27 En La Epistre, carta suya escrita a Margarita de Navarra, hermana del Rey de Francia,
defendió el hecho de que las mujeres hayan empezado a enseñarle la Biblia a otras: “… los
Página

calumniadores y enemigos de la verdad no] tienen el derecho de acusarnos de excesiva


arrogancia, ni puede un verdadero creyente decir que las mujeres están traspasando sus
derechos cuando hablamos a otra acerca de la Sagrada Escritura”.
28 En noviembre de 2002, se incorporó el nombre de Marie Dentière al muro de la Reforma
Protestante en Ginebra como un gesto de reconocimiento y valoración de las mujeres que
jugaron papeles de liderazgo e influencia en los inicios de la Reforma Protestante.
29 Katharina Zell escribía de sí misma: “Siempre, desde que tenía diez años de edad, he sido
estudiosa y una especie de madre de la Iglesia, muy dada a asistir a los sermones. He gustado y
frecuentado la compañía de hombres de saber, y he conversado mucho con ellos del Reino de
Dios”.
30 Joana Ortega. “Reforma Protestante: ¿y las mujeres?”, en Lupa Protestante, acceso el 10 de
marzo del 205, https://www.lupaprotestante.com/index.php?option=com_contient&task
31 De Martino, Giulio; Marina, Bruzzese. Las filósofas. Las mujeres protagonistas en la historia del
pensamiento (Madrid: Ediciones Cátedra, 1994), p. 110.
32 Ibid.
33 Otras mujeres que desempeñaron una función loable en los orígenes del protestantismo
fueron: Elisabeth de Brunswick (1510-1558), quien promulgara el luteranismo como religión
oficial de su ducado defendiéndolo en la Dieta de Augsburgo; Margarita de Navarra (1492-1549),
interlocutora directa de Calvino aunque tuvo fuertes desavenencias con él; Juana de Albret (1528-
1572), hija y sucesora al trono de Margarita de Navarra, rompió totalmente con el catolicismo y
fue excomulgada por el Papa, declaró su reino oficialmente protestante aun cuando permitió
que continuara el catolicismo; Renata de Ferrara (1510-1575), protectora de protestantes y del
mismo Calvino, su esposo católico la confinó a su palacio por presiones de la inquisición,
Anneken Hendriks (1522-1571), anabaptista holandesa que al ser delatada por un vecino fue
apresada, interrogada y torturada para que dijera quienes más profesaran la fe anabaptista. Fue
ejecutada el 10 de noviembre de 1571, muriendo atada a una escalera y lanzada de cara, y con la
boca llena de pólvora, hacia un lecho con carbones ardientes; María de Cazalla (1487-?), una de
las primeras recepciones del protestantismo en España, quien después de leer a Lutero y a
Erasmo cuestionó la validez de los sacramentos católicos. Fue inspiración espiritual de amas de
casa y profesores de la Universidad de Alcalá a quienes ofrecía consejería pastoral y estudios
bíblicos. En 134 fue detenida por la Inquisición y torturada.

Quinta Parte
1 El movimiento pentecostal es en realidad plural en sus orígenes, por ello debería hablarse
mejor de “movimientos pentecostales”, o “pentecostalismos”. Casi paralelamente, en diversos
países se dieron brotes de avivamientos centrados en la persona y poder del Espíritu Santo, que
dieron como origen a iglesias pentecostales, siendo los más conocidos el de la India (1905) con
Pandita Ramabai, EE.UU. (1906) con William Seymour y Chile (1909) con Willis Hoover.
2 El pentecostalismo más grande en el mundo es el iniciado en los Estados Unidos en 1906.
Quienes lo originaron procedían del movimiento de santidad del siglo XIX y por ello, se nutrió
de diversas doctrinas y prácticas que este movimiento defendía.
3 Hyatt, Susan. “Mujeres llenas del Espíritu”, en Vinson Synan [Ed.], El siglo del Espíritu Santo:
cien años de renuevo pentecostal y carismático (Buenos Aires: Peniel, 2006), pp. 284,285.
4 Hyatt, Susan. In the Spirit We Are Equal: The Spirit, The Bible and Women — A Revival Perspective
(Dallas: Hyatt Press, 1998), p. 140.
5 Con esta actitud, Wesley rechazaba las interpretaciones y posturas que sus predecesores (los
133

Padres y los Reformadores) y sus autoridades anglicanas hacían del texto de 1 Timoteo 2 y
consideraba como inválidas sus opiniones en cuanto a la imposibilidad de que las mujeres
Página

tengan roles protagónicos y de liderazgo en las comunidades cristianas. Por tal razón, el erudito
Roger Wearmouth ha señalado que “la emancipación de la femineidad comenzó con Juan
Wesley”. Methodism and the Common Peolple of the Eighteenth Century (Londres: Epworth, 1945),
p. 223.
6 Tuttle, Robert. Jhon Wesley: His Life and Theology (Gran Rapids, Michigan: Francis Asbury
Press, 1978), p. 38.
7 Bullón, Dorothy. El avivamiento que cambió un país, p. 9.
8 Algunos estudiosos consideran a Susanna la verdadera fundadora del metodismo, debido a
que con notable inteligencia estableció el formato del metodismo con sus devociones familiares.
Ella creía que la actividad del Espíritu en la vida del creyente tenía autoridad por encima de los
dictados de la iglesia institucional. Hyatt, Susan. “Mujeres llenas del Espíritu”… p. 285.
9 Chilcote, Paul. Ella ofreció a Cristo. El legado de las mujeres predicadoras en el metodismo primitivo
(San José: UBL, 1993), p. 83.
10 S.T. Kimbrough, Jr. (Miembro de la Oficina de Recursos en Español de la Unidad de
Comunicaciones de la Junta General de Ministerios Globales Iglesia Metodista Unida). “Quién
es el pueblo llamado Metodista”, en Global Ministries. The United Methodist Church, acceso el 15
de abril de 2015, www.umcmission.org/Find-Resources/John-Wesley-Sermons/The-Wesleys-
and-Their-Times/Quien-es-el-Pueblo-Llamado-Metodista
11 Hyatt: pp. 287,288. Op. Cit.
12 Ibid.
13 Ibid., pp. 289,289.
14 Ibid., p. 291.
15 Ibid., p. 297.
16 Synan, Vinson. Voces de Pentecostés (Buenos Aires: Peniel, 2012), pp. 142,143.
17 Hyatt: p. 296. Op. Cit.
18 Robeck, Cecil M. “Women in the Pentecostal Movement”…
19 Ibid.
20 Hyatt: p. 299. Op Cit.
21 William Saymour nunca tuvo problemas en permitir que las mujeres predicaran en su
iglesia, a ellas les dio credenciales ministeriales y las enviaba, al igual que a los hombres, como
misioneras y plantadoras de iglesias. Él creía que el Espíritu Santo es el mismo en la mujer que
en el hombre.
22 Synan: p. 133. Op Cit.
23 Ibid., p. 111.
24 López, Pedro. La Renovación Carismática y su Contribución a la Unidad de los Cristianos (São
Paulo: Ser e Pensar, 2011), p. 83.
25 Anderson, Allan. “Pentecostalismo global y religión en Asia”, en Cultura y Religión Tomo 1 N°
1 (marzo, 2007), p. 128, acceso el 13 de marzo de 2020,
https://www.revistaculturayreligion.cl/index.php/culturayreligion/article/view/213
26 Garita, Lydiette. “La participación de la mujer en el proceso de unidad y cooperación
pentecostal en América Latina”, en Jubileo, La Fiesta del Espíritu (Quito: CLAI, 1999), p. 63.
27 López, Darío. Pentecostalismo y transformación social (Buenos Aires: KAIRÓS Ediciones, 2000),
p. 33.
28 Hoover, Willis. Historia del avivamiento pentecostal en Chile (Concepción: CEEP Ediciones,
2000), p. 41. El testimonio que brinda Hoover es valioso no sólo porque viene de la pluma de
uno de os protagonistas del avivamiento chileno, sino porque refuerza lo que se ha venido
134

diciendo: Que el Espíritu escoge también a las mujeres para impulsarlas al mundo con el
mensaje del Reino, tan igual que a los hombres, devolviéndoles voz silenciada y las
colocándolas en una posición de igualdad en el anuncio y la proclamación. Hoover añadirá que
Página

este Espíritu divino “venía sobre las mujeres estando trabajando solas en casa; caían al suelo y
veían visiones” y menciona a una niña de doce años que “había ido al paseo anual, pero nunca
a la iglesia, días después, en el colegio barriendo después de las clases, fue tomada por el
Espíritu, asombrando a su compañera y a la profesora”. Otra niña de la misma edad, cantando
un himno en su casa cayó al suelo y comenzó a hablar en lenguas. Hoover testifica: “estaba
presente un empleado del hotel Bristol, quien entendió que [la niña] estaba hablando en inglés e
interpretó sus palabras. Decía que Dios dijo al padre de la niña que la dejara ir a la iglesia y que
se arrepintiera, o si no, sería condenado”, pp. 43,44.
29 Ibid., p. 33.
30 Ibid.
31 Ibid., p. 35.
32 Sepúlveda, Juan. “Valparaíso, cuna del pentecostalismo chileno”, en: Chiquete, Daniel;
Orellana, Luis [Eds.], Voces del Pentecostalismo Latinoamericano III (Concepción: RELEP, 2009), pp.
37,38.
33 El bautismo en el Espíritu movilizó a las mujeres chilenas hacia la evangelización en sectores
urbanos y empobrecidos de la ciudad de Santiago. Luis Orellana pone de manifiesto, con
testimonios de la época, que las mujeres pentecostales se presentaban voluntariamente para
salir después de la Escuela Dominical a dar sus testimonios en público “con el poder del
Espíritu Santo”. Estas salidas evangelísticas produjeron conversiones callejeras que en el culto
nocturno eran recibidas con gran gozo. Orellana enfatiza “la iniciativa de estas mujeres para
compartir sus testimonios en los conventillos [hilera de casas muy humildes], como una forma
muy genuina de predicar el evangelio en los sectores de la marginalidad urbana”. El Fuego y la
Nieve. Historia del Movimiento Pentecostal en Chile 1909-1932 (Concepción: CEEP Ediciones, 2008),
pp. 55-57.
34 La hermana “Elena” tuvo un fructífero ministerio pentecostal, dentro y fuera del
pentecostalismo que se iba gestando por esos años. Comúnmente se dirigía a otras ciudades
chilenas acompañada de la hermana Natalia de Arancibia para predicar e impartir el bautismo
en el Espíritu. Sus reuniones eran verdaderos tiempos de avivamiento. En Huillinco (Isla de
Chiloé), Elena ministró el bautismo en el Espíritu y la esposa del encargado de la obra de la
Alianza Cristiana y Misionera lo recibió y habló en lenguas, dos hermanas cayeron bajo el poder
del Espíritu y muchas personas que se mostraban indiferentes a las reuniones empezaron a
frecuentar las reuniones con mucho interés. En esas reuniones, el misionero noruego Maggie
Gilchrist, recibió el bautismo pentecostal por la imposición de manos de Elena lo cual produjo
en él un notable cambio en su vida y ministerio. Ver, Periódico Chile Evangélico
(11/setiembre/1909), pp. 6-15.
35 Con mucha razón, estudiosos del pentecostalismo chileno afirman que “en los inicios del
pentecostalismo chileno (1909) encontramos a dos personajes claves: Willis Hoover y Nellie
Laidlaw (más conocida como Elena). Mientras que en torno a Hoover se erigió una leyenda
dorada que nada logra opacar, pese a los relatos que ensombrecen su aura; sobre Elena se
esculpió una leyenda negra que la transformó en una auténtica antiheroína, que luego fue
arrojada al olvido, tanto de las memorias institucionales del pentecostalismo como de las
investigaciones realizadas al respecto”. Quienes han escrito de ella “la presentan como una
mujer infame, vinculada al consumo de alcohol, la morfina y la prostitución, tachándola incluso
de esquizofrénica y engañadora”. Mansilla, Miguel; Muñoz, Wilson y Piñones, Carlos.
«Memoria de un olvido. La exclusión de mujeres de la memoria fundacional del
pentecostalismo chileno (1909-1915)». Memoria y Sociedad 22, N° 44 (2018), p. 104.
135

https://doi.org/10.11144/Javeriana.mys22-44.moem
36 Por mucho tiempo, la vida de Frida estuvo fuera de los registros oficiales de la historia del
pentecostalismo brasileño y de la Assembleia de Deus no Brasil. Recién en los últimos años su
Página

biografía viene siendo investigada y rescatada, tanto en Brasil como en Suecia. Ya se han escrito
algunos libros sobre ella, así como una tesis doctoral, con el propósito de reivindicar su
protagonismo y liderazgo en la historia del pentecostalismo brasileño.
37 Era muy común que Frida visitara continuamente los leprosarios que recién aparecían en
Brasil por aquellos días. Estos leprosarios estaban ubicados en lugares remotos, alejados del
resto de la población.
38 Alencar, Gedeón. “Assembleias Brasileiras de Deus: Teorização, História e Tipología — 1911-
2011” (Tesis de Doctorado en Ciências da Religião, Pontifícia Universidade Católica de São
Paulo, 2012).
39 “Among the Indians of Perú” (The Latter Rain Evangel, noviembre/1926), pp. 9,10.
40 LADP. Camino de Fuego (Lima: COCELADP, 2019), pp. 170,171; Jeter, Louis. Oro Peruano
(Miami: Vida, 1987), pp. 105,106.
41 Galván, José. Historia del M. I. Perú (Lima: M.I. Perú, 2019), pp. 25-19.
42 Para conocer mejor la vida de Alice Wood y su labor pionera en Argentina, ver Griffin,
Kathleen. “Luz en Sudamérica: Los Primeros Pentecostales en Gualeguaychú, Entre Ríos, 1910-
1917” (Tesis de Doctorado en Teología, ISEDET, 2014).

Sexta Parte
1 Mansilla, Miguel; Muñoz, Wilson; Piñones, Carlos. «Memoria de un olvido. La exclusión de
mujeres de la memoria fundacional del pentecostalismo chileno (1909-1915)». Memoria y
Sociedad 22, N° 44 (2018), p. 109. https://doi.org/10.11144/Javeriana.mys22-44.moem
2 Ibid., p. 111.
3 En el caso de Elena, las historias que se tejieron en su entorno hicieron que Hoover, quien una
vez le dio su respaldo, llegara a excluirla completamente del movimiento: “Inicialmente se
podría decir que fue Hoover quien excluyó a Elena como líder y luego como feligresa, pues «a
final de ese año (1909) Hoover finalmente repudió a Nellie», con lo cual pasó, posteriormente, al
olvido, al tiempo que fue borrada del mito fundacional pentecostal. De igual forma, Bristol, el
obispo metodista episcopal, destaca que «Elena fue repudiada por Hoover y por los otros que la
consideraban profetisa». Sabemos que una vez que el movimiento pentecostal se difundió y
alcanzó autonomía, Hoover le quitó su respaldo a Elena. Finalmente, «después de los
acontecimientos de 1909 y su gira por el sur de Chile en 1909–1910, [Elena] fue discontinuada
como miembro en plena comunión de la Iglesia Metodista Episcopal, el 30 de abril de 1910».
Una vez que Hoover tomó el liderazgo y la dirección del movimiento pentecostal, no solo
excluyó a Elena del mismo, sino que también fue reduciendo el rol de la mujer hasta su más
mínima expresión, para evitar que emergieran otras líderes que socavaran la autoridad
masculina. Así, sobre cualquier mujer que quisiera seguir la senda revolucionaria e influyente
iluminada por Elena, caerían las imprecaciones que la aplacaron a ella, así como un castigo
ejemplar”. Ibid., p. 106.
4 A Frida se le acusó de cometer adulterio con un hombre menor que ella. Esta acusación fue
hecha por los pentecostales asambleístas brasileros a los líderes suecos a fin de que retirasen del
país a la mujer que, por su excepcional liderazgo, llenaba de celos a los líderes varones. La
razón por la que se habría inventado esta leyenda sería la actitud de inconformidad y
posteriores acciones de Frida ante la decisión de la primera Convención Nacional de la
denominación de prohibirle el pastorado y la enseñanza a las mujeres. Sin lugar a dudas, las
acciones de la misionera sueca (sus publicaciones en la revista que ella dirigía) no fueron del
agrado de los líderes varones, quienes inventaron tal acusación para deshacerse de ella. Se llegó
136

a decir que ella “mandaba en la iglesia, atropellaba a los hombres, no obedecía a la convención e
incitaba a las mujeres en contra de los obreros”.
Página

5 A ambas misioneras se les acusó de “adquirir una ascendencia asfixiante” y de ejercer un


liderazgo matriarcal. Según Kessler, “cualquiera que cuestionaba su liderazgo quedaba
marginado”. Olga Pitt fue duramente criticada cuando se casó con un misionero separado,
apenas su ex esposa había fallecido (en 1940). Los líderes varones no soportaban la influencia de
ambas misioneras a tal punto que decidían salir del país. Kessler, Juan. Historia de la
evangelización en el Perú (Lima: Puma, 2010), p. 280. Es curioso que quienes manifestaban estas
“molestias” eran solamente misioneros varones.
6 Poco se sabe por ejemplo, de Celina Martins Albuquerque (1876-1966), la primera persona en
recibir el bautismo en el Espíritu en Brasil, en un grupo de oración dirigido por Daniel Berg y
Gunnar Vingren. Con su experiencia se produciría la expulsión del grupo de la Iglesia Bautista
en Belém, el 13 de junio de 1911, ocasionando la fundación de las Asambleas de Dios en dicho
país. En Chile, se sabe poco de la hermana Adele de Justiniano (1883-1972), la primera mujer
ordenada por Hoover al diaconado. Ella recibió todo el respaldo de Hoover en su labor como
diaconisa y evangelista en el norte del país. En Perú, los historiadores pentecostales han sido
descuidados a la hora de poner por escrito detalles de las primeras mujeres que recibieron el
bautismo en el Espíritu, así como de las primeras misioneras y pastoras, pues poco se sabe de
ellas.
7 Ariel Calderón Gonzáles dice: “La bibliografía que existe sobre el pentecostalismo ha
demostrado que las mujeres son las que predominan en las iglesias pentecostales. Asimismo,
comprobé en mi trabajo de campo que son las mujeres quienes más se convierten, las que más
asisten y las que componen el grueso del tejido social de estas comunidades. Por lo tanto, el
movimiento pentecostal es un movimiento predominantemente femenino”. “La socialización
femenina, la desigualdad de género y la violencia contra las mujeres en tres comunidades
pentecostales de Costa Rica”, en Revista de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica N° 161-
III (octubre, 2018), p. 1, acceso el 13 de marzo de 2020,
https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/sociales/article/view/35046/34597
8 Aunque nos limitaremos al panorama latinoamericano, deseamos mencionar cómo el
patriarcalismo se ha hecho presente en otras regiones del mundo: En Estados Unidos, mientras
que en denominaciones como Las Asambleas de Dios y la Iglesia de Dios (Cleveland) existe una
posición a favor de la mujer en el ministerio, en la Iglesia de Dios en Cristo (otra de las más
importantes iglesias pentecostales en el país) las mujeres no pueden llegar a ser pastoras u
obispas. Por otro lado, según Jean Daniel Plüss, Director de la Asociación Europea de
Investigación Pentecostal-Carismática, “en Europa hay iglesias aún muy conservadoras, más
que todo las del sur. Estas iglesias poseen más elementos evangélicos (fundamentalistas) que
pentecostales y a muchos de sus líderes no les gusta ver a las mujeres ejerciendo papeles de
liderazgo en el ministerio más abiertos. La Misión Pentecostal Suiza, por ejemplo, actualmente
se encuentra en el proceso de decidir si cambiar los estatutos a fin de permitir una mayor
participación femenina en el liderazgo sería 'legal'. En países como Inglaterra, iglesias como Las
Asambleas de Dios y Elim, tienen a mujeres pastoras dirigiendo iglesias enteras”. En Suecia, en
la década del 90 y después de muchas luchas, las mujeres pentecostales fueron reconocidas en el
pastorado. La Comunión Internacional de Iglesias Carismática (anteriormente llamada
Fraternidad Internacional de Iglesias Pentecostales), una gran red de iglesias alrededor del
mundo, tiene en su Colegio Episcopal a mujeres obispas, entre ellas LaDonna Osborn (hija del
legendario predicador pentecostal T. L. Orsborn) y Margaret Idahosa (viuda de Benson Idahosa,
el “padre” del pentecostalismo nigeriano). Gary B. McGee, historiador de las Asambleas de
Dios de los Estados Unidos, después de afirmar que “aunque el número de mujeres ministras
137

en denominaciones pentecostales disminuyó sustancialmente durante el siglo XX, las mujeres


en los sectores independientes de los movimientos pentecostales y carismáticos, y
especialmente las mujeres fuera de los países del Atlántico Norte, a veces han enfrentado menos
Página

restricciones”, pone el ejemplo de una mujer de Kenya, África, que después de haber sido
sanada de sida, a través del ministerio de la obispo LaDonna Osborn, había “plantado tres
iglesias por iniciativa propia”.“Surprises of the Holy Spirit: How Pentecostalism Has Changed
the Landscape of Modern Mission”, en Bonk, Jonathan [Ed.], Between Past and Future. Evangelical
Mission entering the Twenty-First Century (Pasadena: EMS, 2003), p. 59.
9 Pérez, Verónica. “Mujeres y pentecostalismo: Repensando el espacio sagrado, la Iglesia”, en
Cultura y Religión (abril, 2009), p. 135, acceso el 13 de marzo de 2020,
https://www.revistaculturayreligion.cl/index.php/culturayreligion/article/view/174
10 Pérez, Verónica. “Educación y liderazgo de la mujer Pentecostal: Signo de esperanza para la
iglesia”, p. 1, acceso el 13 de marzo de 2020, Scribd,
https://es.scribd.com/document/272769354/Educacion-y-Liderazgo-de-La-Mujer-Pentecostal
11 Cecilia Castillo, describiendo el pentecostalismo chileno dice: “Las mujeres, con el transcurso
del tiempo, han sido olvidadas en lo que se refiere al protagonismo que tuvieron en el origen
del pentecostalismo, en beneficio de tareas tradicionalmente establecidas por la sociedad […]. A
la mujer solamente se le atribuye servicios domésticos y no existe motivación para incentivarlas
a otras tareas. De esta manera, podemos observar que en la celebración de la liturgia pentecostal
es muy escasa la participación de las mujeres, especialmente en espacios como el Servicio de la
Palabra, generalmente reservado a los hombres. La mujer puede cantar, orar, contar su
testimonio, profetizar, incluso ungir, pero no está calificada, en algunas denominaciones
pentecostales, para predicar desde el púlpito. Ni siquiera subir al altar le es permitido siendo
fuertemente legitimado por el concepto de impureza expresado a través de las interpretaciones
literales del Antiguo Testamento”. “Imágenes y espiritualidad de las mujeres en el
pentecostalismo chileno”, en Chiquete, Daniel; Orellana, Luis [Eds.], Voces del Pentecostalismo
Latinoamericano III (Concepción: RELEP, 2009), pp. 187-188.
12 Barrientos, Marjoreyn. Presentación del libro “Mujeres Pentecostales: Construcción del
género a través de la experiencia Religiosa”, en Cultura y Religión Tomo 5 N° 1 (junio, 2011), p.
181, acceso el 13 de marzo de 2020,
https://www.revistaculturayreligion.cl/index.php/culturayreligion/article/view/107
13 Conversación con el autor, el 2 de marzo de 2020.
14 Saá, Laura. Lo propio y lo ajeno. Reflexión sobre el papel importante de la mujer en el liderazgo
pentecostal, pp. 1,2.
15 Calderón, Ariel. “La socialización femenina, la desigualdad de género y la violencia contra
las mujeres en tres comunidades pentecostales de Costa Rica”, en Revista de Ciencias Sociales de la
Universidad de Costa Rica N° 161-III (octubre, 2018), p. 58, acceso el 13 de marzo de 2020,
https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/sociales/article/view/35046/34597
16 Conversación con el autor, el 22 de febrero de 2020.
17 En Las Asambleas de Dios Norteamericanas, aunque la mayoría de sus campos de misión en
el mundo fueron iniciados por mujeres, recién en 1935 ellas pudieron ser aceptadas en el
ministerio pastoral de manera plena.
18 En la Iglesia de Dios de los EE.UU., el liderazgo femenino ha tenido (y sigue teniendo) que
pasar por un camino no tan grato. Recién en 1992 se les permitió a las mujeres por primera vez
votar en la Asamblea General Internacional, y recién en el año 2000 se les permitió servir en
todos los oficios excepto en la de obispo. Diez años después se consideró el asunto de si una
mujer puede ser obispo, pero no fue aceptado.
19 Cuenta personal de Facebook, del 10 de agosto de 2016.
20 Bernardo Campos, hablando de esta Pastoral, explica que es aquella pastoral “que trabaja
138

específicamente con las mujeres” y su misión es “reivindicar el lugar de la mujer en el


ministerio sagrado y en los cargos públicos de la sociedad. Busca potenciar sus capacidades
como mujeres. Considera además la perspectiva femenina de lectura de la Biblia o lectura con
Página

ojos de mujer”. Pastoral Pentecostal: Elementos de Teología Práctica (Guatemala: Seminario Bíblico
Pentecostal, 2016), p. 99.
21 La arzobispo Margaret nació el 29 de julio de 1943, dentro de una familia real del antiguo
reino de Benin del Estado de Edo, Nigeria. Es Diplomada en Economía Doméstica (Leeds
Polytechnic, Reino Unido), Magister en Divinidad y Licenciada en Estudios Bíblicos (Friends
International Christian University, Estados Unidos) y Magister en Educación (Universidad Oral
Roberts, Estados Unidos).
22 Obot, Mercy. “The Life Story of Archbishop Margaret Benson Idahosa”, en Voice Your Stories
(julio, 2019), acceso el 24 de abril de 2020, https://www.voiceyourstories.com/the-life-story-of-
archbishop-margaret-benson-ldahosa/
23 Margaret sirve como canciller de la Universidad Benson Idahosa (clasificada como una de las
mejores en Nigeria), siendo la primera canciller femenina en una universidad africana; es
presidenta ejecutiva del Instituto All Nations for Christ, que otorga programas de grado para
estudiantes locales e internacionales; es fundadora de Christian Women Fellowship
International (CWFI), el ministerio femenino —no confesional— de su Iglesia; en su deseo de
contribuir al desarrollo de su nación ha constituido más de 108 escuelas en todo Nigeria y
fundado un orfanato, es además “el cerebro” detrás del Instituto Internacional de Recursos de
Liderazgo (IIRL) creado para enseñar ética y principios de liderazgo a pastores, líderes y
trabajadores de la Iglesia.
24 Ugbegun es un clan en el gobierno local central de Esan del estado de Edo, Nigeria. Tiene
una ubicación estratégica y central en Esan, con un área muy grande y muchos habitantes.
25 Egbejule, Michael. “Monarch extols Margaret Idahosa virtues”, en The Guardian (febrero,
2018), acceso el 22 de abril de 2020, https://guardian.ng/news/monarch-extols-margaret-
idahosas-virtues/
26 Kola, Alex; Igbinovia, Josephine. “At 70, men still run after me – Rev. Margaret Idahosa”, en
Vanguard (junio, 2013), acceso el 24 de abril de 2020,
https://www.vanguardngr.com/2013/06/at-70-men-still-run-after-me-rev-margaret-idahosa/
27 Yau, Cecilia. “Three Portraits of Woman Ministering Around the World”, en CBE
International (Invierno, 2004), acceso el 30 de abril de 2020,
https://www.cbeinternational.org/resources/article/mutuality/three-portraits-women-
ministering-around-world
28 Recordando el momento de la elección, su hijo, Abdiel Expósito López, recuerda: “Cuando
ella fue elegida presidenta la primera vez, los hombres ancianos de la iglesia no querían que eso
sucediera. Y estaban preparándose para degradarla reservándose los motivos pues no tenían
ninguno tangible. En el culto antes de las elecciones la presencia de Dios cayó y todos los que
estaban preparándose para ir en contra de ella cayeron bajo la presencia de Dios. Y Dios los usó
a ellos mismos para ungirla y bendecirla”. Conversación con el autor, el 10 de mayo de 2020.
29 Beatriz ha estado a cargo del Comité de Emergencia y Ayuda Humanitaria del Consejo de
Iglesias de Cuba; teniendo como principal resultado, el haber contribuido a la rehabilitación de
la iglesia cubana y del pueblo de Cuba en general, tras el azote de la temporada ciclónica 2008,
la más devastadora de los últimos 50 años. Lo cual le avala una importante intervención social a
nivel del país. Por otro lado, ha realizado numerosas giras de ministración por iglesias de
diversos países: Canadá, Estados Unidos, Puerto Rico, México, Costa Rica, Nicaragua, San
Salvador, Venezuela, Argentina, Tanzania, Suiza, entre otros. Es de destacar sus predicaciones
en diversas Conferencias Mundiales de Misiones de la denominación en Costa Rica y en
Canadá; así como en la Conferencia General de la Iglesia Pentecostal de Santidad Internacional
139

del 2009 en EE.UU. Ha participado en el quehacer de organizaciones eclesiales de escala


internacional, de tan variada índole como lo pudieran ser el Consejo Latinoamericano de
Iglesias, la Alianza ACT, el Ministerio Suizo Ágape Internacional y la Iglesia Pentecostal de
Página

Santidad Internacional, entre otras.


30 La denominación en Cuba solo ha tenido a dos líderes nacionales con este grado. Aunque a
sus superintendentes comúnmente también se les llama obispos, este título no es comparable
con el que recibiera Beatriz. La primera vez que se concedió el “Obispado de Honor” en calidad
honorífica de carácter permanente fue en 1998, al obispo Ezequiel Castillo, debido a sus
cuantiosos años de notables frutos como presidente de la denominación y en los marcos de una
intensa, variada y fecunda trayectoria ministerial. La única instancia facultada en Cuba para
otorgar este grado es la Conferencia General de la denominación, previa aprobación de la Junta
de Gobierno Nacional. En esta ocasión, la Junta había reconocido la honorable trayectoria de
Beatriz y proponiéndole a la Conferencia su ascensión, esta última asintió por unanimidad “y
prosiguió poniéndose en pie con aplausos; quedando oficialmente concedido el grado de
Obispa de Honor” (Según la carta dirigida al Superintendente General de la Iglesia Pentecostal
de Santidad Internacional, por la Dirección Nacional de la Iglesia Santidad Pentecostal de Cuba,
pidiendo la consagración de la Rev. Beatriz).
31 Entrevista a la pastora Martha Delgadillo Sandoval, el 13 de abril de 2020.
32 Antes de que naciera, sus padres —que vivían en la capital (Lima) —, fueron llamados por
Dios a levantar un ministerio en la selva y por ello, tuvieron que trasladarse a Huánuco. Allí
erigieron un ministerio en el cual las sanidades, milagros, liberaciones y bautismos en el
Espíritu era lo cotidiano. Martha nació en medio de este avivamiento nunca antes visto en
aquella región y creció siendo testigo del fructífero el ministerio de sanidad de sus padres. Ella
recuerda que muchos enfermos entraban a su casa desahuciados por la medicina o postrados en
lechos y salían sanados. Cuando sus padres dejaron Huánuco, 25 años después, dejaron
establecido un Instituto Bíblico, más de sesenta iglesias con sus respectivos pastores en tres
departamentos del país (Huánuco, San Martín y Ucayali) y tres regiones eclesiásticas formadas.
33 Lo que también ayudó a fortalecer este interés fueron dos sueños que ella había tenido: En
ambos sueños ella se veía al frente de mucha gente, ministrando e imponiendo las manos a fin
de que reciban sanidad. Muchos estaban llorando quebrantados por la presencia de Dios.
34 Martha necesitaba estar segura si era el Señor quien estaba poniendo el deseo de servirle. Por
ello, le pidió que le diera una señal. La primera señal —y que a Martha no la convenció del
todo— fue la palabra de una pastora quien, el día de su clausura escolar, la braza y le dice:
“Prepárate porque el Señor me dice que le vas a servir”. Algunos meses más adelante, estando
ella en una reunión de oración escucha que una hermana repite dos veces la frase “desde el
vientre de tu madre yo te escogí”. Al terminar el tiempo de oración, Martha quedó en duda de
si esa palabra era para ella o para alguien más. Ante la incertidumbre de no saber qué decisión
tomar para su futuro, le pidió a Dios una señal más clara: “Le pedí a Dios que alguien s me
acerque expresándome su intención de ir a Lima y prepararse para servir a Dios de forma
completa”, recuerda Martha. Dos semanas después de esta petición, su hermano, quien vivía en
el exterior, le envió una carta a su padre expresándole su deseo de prepararse para servir a Dios
en Lima.
35 Geruza, Silvia, Um outro gênero de Igreja... p. 36.
36 Gebara, Ivone. El rostro oculto del mal. Una teología desde la experiencia de las mujeres (Madrid:
Trotta, 2002), p.97.
37 Refiriéndose a los Padres de la Iglesia, Geruza Fernandes se hace las siguientes preguntas:
“¿Podemos continuar aceptando las interpretaciones tradicionales divulgadas en los periodos
patrísticos, la filosofía de los Padres de la Iglesia, surgidas a partir del siglo II que recurren
140

inicialmente a la filosofía platónica que no escondía su interpretación de la mujer como un ser


inferior, causante del impedimento del filósofo de alcanzar el puro estado de la filosofía […]? o
¿somos libres para buscar una nueva comprensión y aplicación para nuestra época? Geruza: p.
Página

54. Op. Cit.


38 Gebara: p. 119. Op. Cit.
39 Pilco, Senia. “Testimonio de la mujer pentecostal en Ecuador”, En la Fuerza del Espíritu… pp.
244,245.
40 En las iglesias existe una distribución desigual del acceso al poder manifestado en el hecho
de que son “ellos” quienes tienen una mayor cuota de participación en la toma de decisiones y
de control sobre diversas situaciones que atañen a la Iglesia, en comparación de “ellas”. Se hace
necesaria entonces, una teología que disuelva este “orden común”, orden sobre el cual la Iglesia
patriarcal fue erigida y por el cual las mujeres son relegadas a ejercer únicamente las funciones
de maestras de Escuela Dominical, diaconisas, evangelistas, intercesoras, líderes musicales,
lectoras de la Palabra y contribuyentes financieras de la obra. Este proceso de deconstrucción
traerá, sin duda, un sentimiento de peligro al grupo y hará que entren en acción las diversas
fuerzas existentes dentro de éste: Por un lado, los que están a favor del orden tradicional y
niegan cualquier existencia de violencia de género dentro de sus comunidades y por el otro, los
que abogan por el cambio pues han identificado las contradicciones existentes entre su praxis
grupal y lo enseñado por Jesús de Nazaret.
41 Espinar, Ángel. “Prácticas y representaciones de la identidad femenina pentecostal”, en
Marzal, Manuel; Romero, Catalina; Sánchez José [Eds.], Para entender la religión en el Perú 2003
(Lima: PUCP, 2004), p. 334.
42 El don de profecía disfrutaba una amplia presencia en las iglesias paulinas. Este don aparece
en 1 Tesalonicenses 5:20; 1 Corintios. 11:4-5; 12:10-14:40; Romanos 12:6; Efesios 2:20; 3:5; 4:11; 1
Timoteo 1:18; 4:14 y quizás con las expresiones “por medio del Espíritu” en 2 Tesalonicenses 2:2
y “según una revelación” en Gálatas 2:2 Pablo también se esté refiriendo a él. Explicando la
función del profeta en estas iglesias. Gordon Fee explica que el profeta le hablaba al pueblo de
Dios palabras inspiradas por el Espíritu, palabras que consistían en mensajes espontáneos y
comprensibles, “expresados oralmente a la congregación reunida para su edificación o ánimo”.
Estas palabras proféticas producían ánimo y edificación en los creyentes, y arrepentimiento en
los incrédulos. Pablo, el Espíritu y el Pueblo de Dios (Florida: Vida, 2007), pp. 182,183. Hablando
de la autoridad que recaía sobre las mujeres profetas en virtud del mismo don, Esperanza
Bautista explica que ellas “ejercían todos los derechos que estaban reservados a los carismáticos:
enseñaban, bautizaban, distribuían la eucaristía e incluso perdonaban los pecados. Las mujeres
son dirigentes proféticos de las comunidades paulinas”. Bautista, Esperanza. La mujer en la
Iglesia primitiva… pp. 153,154.
43 Schell, Steve [Ed.]. Mujeres en el Ministerio de Liderazgo. Un resumen de la posición bíblica de la
Iglesia Cuadrangular tocante a la gracia de Dios y el potencial de la mujer bajo su soberanía y llamado
(Foursquare Media: Los Ángeles, 2007), pp. 18,24.
44 Ibid., p. 38.
45 Gebara, Ivone. Teologia ecofeminista. Ensaio para repensar o Conhecimento e a Religião
(Montevideo: Doble Clic Soluciones Editoriales, 1998), pp. 46,47.
46 Lerner, Gerda. La creación del patriarcado... p. 5.
47 En palabras de Laura Saá, se debe “redescubrir la fe, el ministerio y la dedicación de las
mujeres del pasado ayudaría a muchas mujeres que no se consideran dignas de un ejercicio
ministerial visible. La historia, sobre todo de los primeros siglos, ayudaría a entender qué pasó
con las mujeres y por qué el conflicto de género. El desconocimiento con frecuencia lleva a
repetir hechos”. Conversación con el autor, el 28 de abril de 2020.
48 Refiriéndose al pentecostalismo, Mansilla, Muñoz y Piñones respondiendo a la pregunta
141

“¿Por qué tanto las investigaciones como las denominaciones pentecostales han excluido,
difamado, negado o ignorado el rol de las mujeres dentro de la memoria fundacional del
movimiento?”, ofrecen la siguiente respuesta: “En primer lugar, sostenemos que parte de esta
Página

problemática se debe a la existencia de un prejuicio metodológico que ha desembocado en un


reduccionismo epistémico-teórico. En general, las investigaciones realizadas sobre esta temática
se han construido a partir de las fuentes oficiales de las denominaciones, dejando de lado
fuentes previas a la institucionalización del pentecostalismo”. Mansilla, Miguel; Muñoz, Wilson
y Piñones, Carlos. «Memoria de un olvido. La exclusión de mujeres de la memoria fundacional
del pentecostalismo chileno (1909-1915)»… pp. 104,105. Es decir, el pentecostalismo deberá
remitirse más allá de sus documentos denominacionales e institucionales si desea redescubrir el
verdadero papel y protagonismo de las mujeres en los orígenes del movimiento y sacudirse de
una vez por todas del olvido de las mujeres de su memoria fundacional.
49 Como lo indica Gerda Lerner: “La Historia de las mujeres es indispensable y básica para
lograr la emancipación de la mujer”. Lerner: p. 4. Op. Cit.
50 Baltodano, Mireya. “Violencia de Género en las Iglesias”, en Vida y Pensamiento 22, N° 1
(2002), p. 164.
51 Ibid.
52 Aunque los varones no se den cuenta, la violencia de género, el machismo y el patriarcalismo
también les hace daño a ellos. Estas actitudes los empobrece, mientras que la emancipación
femenina, aparte de liberar a las mujeres, redimensiona a los varones. Pero no solo los afecta a
ellos, sino a toda la sociedad en general. Como lo expone Marcela Lagarde: “Muchos hombres
ni siquiera se percatan que su manera de relacionarse con las mujeres y entre ellos mismos, así
como la forma en que se enseñorean en el mundo y ocupan espacios y jerarquías, produce daño
a las mujeres y daño social en la convivencia. Pocos hombres asumen que la exclusión y la
subordinación sexistas de las mujeres, atentan contra la democracia y el desarrollo, y son
muestras de insolidaridad e impiden nuevas maneras de convivencias”. “Claves feministas y
nuevos horizontes”, en Tamez, Elsa [Ed.], La sociedad que las mujeres soñamos (San José: DEI,
2001), p. 93.
53 Laura Saá, en conversación con el autor, el 28 de abril de 2020.
54 Las iglesias necesitan reconocer el ministerio y los dones que ejercen las mujeres y
reconocerlos como parte vital de su desarrollo y crecimiento. Consideramos que el Señor les ha
confiado estas “manifestaciones del Espíritu” a fin de equiparlas para la extensión de su Reino
aquí en la tierra. El liderazgo eclesial está llamado a valorar y elevar esta labor de las mujeres
llenas del Espíritu, al igual que lo hace con las labores ejercidas por los varones. Al respecto, en
una de las primeras reuniones de la Comisión Evangélica Pentecostal Latinoamericana (CEPLA)
en Chile, 1990, se afirmó que “las hermanas ejercen diversos ministerios, pero un desafío que se
presenta en el movimiento pentecostal es estimar su trabajo como discípulas de Jesucristo y
reconocer los rasgos particulares del Ministerio Pastoral Femenino, que le permitan trabajar en
igualdad con los varones en el ministerio pastoral”. En este mismo espíritu, Lydiette Garita,
Coordinadora del Programa de Mujeres de CEPLA, declaraba en el Encuentro Pentecostal
Latinoamericano celebrado en Cuba, en 1998: “Sentimos la necesidad de estimular la autoestima
y la participación a través del reconocimiento de los dones y la valorización de los aportes de la
mujer; impulsar alternativas de capacitación teológica y pastoral que atiendan las necesidades
educativas; y generar un proceso de reflexión bíblica y teológica de aquellos pasajes bíblicos que
tradicionalmente han sido utilizados en contra de la mujer”. “La participación de la mujer en el
proceso de unidad y cooperación pentecostal en América latina”… pp. 63-65. Hoy, más de
veinte años después, estos llamados de las mujeres pentecostales siguen estando vigentes.
55 Lerner: p. 317. Op Cit.
142
Página
ACERCA DEL AUTOR

Pedro López Castillo nació en Valencia, estado Carabobo-Venezuela el 29 de


enero de 1985. Es Bachiller en Ciencias Teológicas por la Facultad de Teología y
Religión AETE y Licenciado en Teología Pastoral por el Seminario Bíblico
Gamaliel. Tiene un Diplomado en Biblia e Interculturalidad en AETE y en
Tradición Luterana en el Seminario Luterano de Augsburgo. Dirige la Red
Peruana de Investigación Carismática-Pentecostal y sus intereses giran en torno a
los aspectos históricos de los movimientos pentecostales/carismáticos de
manera global. Colabora con la revista virtual Pensamiento Pentecostal y ha
servido como Referente para el Perú del Foro Pentecostal Latinoamericano y
Caribeño (2013-2018), un espacio de acercamiento y diálogo para el movimiento
pentecostal de la región.

Es autor de La Renovación Carismática y su Contribución a la Unidad de los


Cristianos (2011) y de diversos artículos concernientes al pentecostalismo, la
renovación carismática y a la unidad de la Iglesia. De manera frecuente es
invitado a representar al pentecostalismo en diversas instancias eclesiales
dentro y fuera del país.

Para comunicarse con el autor puede escribirle a su mail personal:


p.pedrolopez@hotmail.com

143
Página

También podría gustarte