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Monceaux, seguido por D’Ales, consideran que compuso sus primeros escritos
cuando todavía era laico, y si eso es cierto, entonces la fecha de su ordenación fue
cerca del año 200. Las fechas de sus escritos existentes fluctúan desde
la apologética en el 197 hasta el ataque a un obispo que probablemente fue elPapa
Calixto (después del 218). Se unió a los montanistas después del año 206 y se
separa definitivamente de la Iglesia alrededor del 211 (Harnack) o del 213
(Monceaux). Después de haber escrito con mayor virulencia contra la Iglesia que
incluso contra los paganos y los perseguidores, se separó de los montanistas y
fundó una secta propia. El resto de los tertualinistas fueron reconciliados con la
Iglesia por San Agustín. Algunos de las obras de Tertuliano tratan sobre puntos
especiales decreencia o disciplina. De acuerdo a San Jerónimo, Tertuliano vivió
hasta una edad muy avanzada.
Tertuliano publicó en el año 197 un discurso corto, “A los Mártires”, y sus dos
grandes obras apologéticas, “Ad Nationes” y “Apologeticus”. El primero ha sido
considerado como un esquema completo para el segundo; pero es más certero decir
que la segunda obra tiene un propósito diferente, a pesar de que ambas tienen
muchos tópicos en común, los mismos argumentos se presentan de la misma
manera con los mismos ejemplos, e incluso las mismas frases. La apelación a las
naciones sufre debido a su transmisión en un solo códice, en el cual debemos
deplorar la omisión de varias palabras y aun de algunas líneas. El estilo de
Tertuliano es bastante difícil aun sin estas causas adicionales de oscuridad. Pero, el
texto de “Ad Nationes” debió haber sido siempre más áspero que el de
“Apologeticus”, el cual es una obra más cuidadosa así como más perfecta, y que
contiene más material debido a su mejor arreglo, los mismos tópicos mejor
ordenados, y es aproximadamente de la misma extensión que los dos libros de “Ad
nationes”.
“Ad Nationes” tiene por único objeto refutar las calumnias en contra de los cristianos.
En primer lugar, prueba que se basan únicamente en odio irracional, el
procedimiento del juicio es ilógico; la ofensa no es otra cosa que el nombre de
cristiano, que debía ser más bien un título de honor; no se presenta pruebaalguna de
crímenes, sólo rumores; el primer perseguidor fue Nerón, el peor de los
emperadores. En segundo lugar, refuta los cargos individuales; Tertuliano reta al
lector a no creer en algo tan contrario a la naturaleza como las acusaciones
de infanticidio e incesto. Los cristianos no son la causa de los terremotos, las
inundaciones y las hambrunas, ya que éstas sucedieron mucho antes del
cristianismo. Los paganos desprecian a sus propios dioses, los deportan, prohíben
su culto, se burlan de ellos en el teatro; los poetas narran historias horribles de ellos;
ellos eran solamente hombres y hombres malos.
Luego, después de un sumario condensado del segundo libro sobre los dioses
paganos, Tertuliano comienza en el capítulo XVII una exposición de
la creencia de los cristianos en un solo Dios, el Creador, invisible, infinito, de
quien el alma humana, que por su naturaleza se inclina al cristianismo, da
testimonio. Los diluvios y los incendios han sido sus mensajeros. Nosotros
tenemos un testimonio, añade, a partir de nuestros libros sagrados, que son más
antiguos que todos vuestros dioses. El cumplimiento de la profecía es la prueba
de que son divinos. Luego explica que Cristo es Dios, laPalabra de Dios, nacido
de una Virgen: relata sus dos venidas, sus milagros, Pasión, Resurrección, y sus
cuarenta días con los discípulos. Los discípulos difunden su doctrina por todo el
mundo; Nerón la sembró con sangre en Roma. Cuando eran torturados los
cristianos gritaban, “Nosotros adoramos a Dios por medio de Cristo”.
Los demonios lo reconocen y agitan a los hombres contra nosotros.
Presenta todos estos puntos con infinito ingenio y mordacidad. Las faltas son
obvias. El efecto sobre los paganos pudo haber sido más de irritación que de
convencimiento. Su misma brevedad resulta en oscuridad. Pero todo amante de
la elocuencia, y habían muchos en esos días, se habrían regocijado con placer
epicúreo la fiesta de ingeniosa exhortación y recóndito aprendizaje. Las
acometidas son tan rápidas que nos resulta difícil comprender su peligrosidad
antes de que sean renovadas abundantemente, con algunas veces algún golpe
como una porra para variar el efecto. El estilo es compacto como el de Tácito,
pero observa cuidadosamente el cierre métrico, al contrario de la regla de
Tácito; y ese maravilloso hacedor de frases es superado por su sucesor cristiano
con frases preciosas que serán citadas mientras dure el mundo. ¿Quién no
conoce el anima naturaliter Christiana (alma cristiana por naturaleza); el Vide,
inquiunt, ut invicem se diligent (Ved, exclaman, como se aman entre sí); y
el Semen est sanguis Christianorum (la sangre de los cristianos es semilla)?
Probablemente fue en esa misma época Tertuliano desarrolló su tesis del
“Testimonio del Alma” sobre la existencia de un solo Dios, en su pequeño libro
que lleva ese título. Con su elocuencia habitual, desarrolla la idea de que el
lenguaje corriente nos inspira a usar expresiones como “Dios conceda” o “Si
Dios quiere”, “Dios bendice”, “Dios ve”, “Qué Dios se lo pague”. El alma testifica
también de los diablos, de justa venganza, y de su propia inmortalidad.
Dos o tres años más tarde (alrededor del año 200) Tertuliano asaltó nuevamente
la herejía con un tratado aún más brillante, que, a diferencia del “Apologeticus”,
no es únicamente para su propia época, sino que para todos los tiempos. Se
llama “Liber de praescriptione haereticorum”. Ahora prescripción significa
el derecho sobre algo, obtenido por su uso prolongado. En la ley romana el
significado era más amplio; significaba el cortar bruscamente una pregunta con
la negativa de oír el argumento del contrario, basándose en un punto anterior
que le corta el fundamento bajo sus pies. Así trata Tertuliano con las herejías; no
sirve de nada oír o refutar sus argumentos, porque ya existen pruebas anteriores
de modo que no vale la pena ni oírlas. Las herejías, comienza Tertuliano, no
deben sorprendernos, puesto que ellas fueron profetizadas. Los herejes utilizan
el texto “Buscad y encontraréis”, pero esto no fue dicho a los cristianos; nosotros
tenemos una regla de fe que debe aceptarse sin cuestionamiento. “Permitid que
la curiosidad dé lugar a la fe y la vanagloria ceda su lugar a la salvación”, así
Tertuliano parodia una línea de Cicerón. Los herejes argumentan a partir de
las Escrituras; pero, primero, se nos prohíbe relacionarnos con un hereje
después que se le ha dado la primera reprimenda, y segundo, las discusiones
resultan sólo en blasfemia por un lado y en indignación por el otro, mientras que
el oyente se retira más confundido que cuando llegó. La pregunta real es “¿A
quién pertenece la fe?, ¿De quién son las Escrituras?, ¿Por quién, por medio de
quién, cuándo y a quién se le ha transmitido la disciplina por medio de la cual
somos cristianos? La respuesta es sencilla: Cristo envió a sus Apóstoles,
quienes fundaron iglesias en cada ciudad, de las cuales las otras han tomado
la tradición de la fe y la semilla de la doctrina y diariamente toman para
convertirse en Iglesias, de tal manera que ellas son tambiénapostólicas en el
sentido de que son el fruto de iglesias apostólicas. Todas ellas son esa Iglesia
que los Apóstoles fundaron, siempre y cuando se observe la paz y la comunión
[dum est illis communicatio pacis et appellatio fraternitatis et contesseratio
hospitalitatis]. Por lo tanto este es el testimonio de la verdad“Nosotros estamos
en comunión con las Iglesias Apostólicas”
Después de "De fuga" viene "De monogamia" (en el que se censura aún más
severamente la perversidad del segundo matrimonio) y "De jejunio", una defensa
de los ayunos de los montanistas. Es muy importante "Adversus Prazean", una
obra dogmático. Práxeas no había permitido, de acuerdo a Tertuliano, que
el Papa reconociera la profecía montanista; Tertuliano le ataca tildándole
demonarquano, y desarrolla su propia doctrina de la Santísima Trinidad.
(Ver monarquianos y Práxeas). La última obra del apasionado cismático parece
ser "De pudicitia", si es una protesta, como se cree generalmente, contra
un decreto del Papa San Calixto I, en el cual se publicó el perdón de
los adúlterosy fornicadores, por la intercesión de los mártires, después de
cumplir la debida penitencia. Sin embargo, Monceaux todavía defiende el
argumento, que era más común antes que ahora, que el decreto en cuestión fue
promulgado por un obispo de Cartago. En cualquiera de los casos, el que
Tertuliano lo atribuyese a un supuesto episcopus episcoporum y pontifex
maximus meramente atestigua su carácter definitivo. Es incierta la identificación
de este decreto con la más amplia relajación de la disciplina por la que San
Hipólito reprocha a Calixto.
Otra lista (De pud., 7) representa los pecados que pueden distinguir a una oveja
perdida de una que ya está muerta: “El creyente está perdido si asiste a las
carreras de carruajes, o combates de gladiadores, o al teatro impuro, o a
exhibiciones de atletas, o juegos, o fiestas en alguna solemnidad secular, o si se
ha ejercido algún arte que de algún modo sirva a la idolatría, o si ha caído en
alguna negación de la fe o en una blasfemia”. Para estos pecados hay perdón, a
pesar de que el pecador se ha extraviado del redil. ¿Cómo se obtiene el perdón?
Lo sabemos sólo incidentalmente a partir de sus palabras. “Ese tipo de
penitencia que es consecuencia de la fe, que puede ya sea, obtener el perdón
del obispo por pecados menores, o de Dios solamente por aquellos que son
imperdonables” (On Pud. 18). Así, Tertuliano admite el poder de los obispos
para perdonar todos los pecados menos los imperdonables. La absolución que
él admite para pecados frecuentes no estaba obviamente limitada a una sola
vez, sino que debía haber sido repetida frecuentemente. Esta ni siquiera se
menciona en "De paen", la cual trata únicamente sobre el bautismo y la
penitencia pública para los pecados más graves. De nuevo, en "De pudicitia",
Tertuliano repudia su propia enseñanza anterior de que Cristo le dejó las llaves
a su Iglesia por medio de Pedro (Scorpiace, 10); ahora declara (De pud., 21),
que el regalo fue para Pedro personalmente, y que no puede ser reclamado por
la Iglesia de los "Psychici". El espiritual tiene el derecho de perdonar, pero
elParáclito dijo: “La Iglesia tiene el poder de perdonar los pecados, pero Yo no lo
haré, no sea que pequen de nuevo”.
Los días de estación eran los miércoles y los viernes, no sabemos en qué otros
días se ofrecía la Santa Misa. Algunos pensaban que la Sagrada
Comunión rompía el ayuno en los días de estación. Tertuliano explica “Cuando
has recibido y reservado el Cuerpo del Señor, habrás asistido al Sacrificio y
habrás cumplido el deber del ayuno también” (De oratione, XIX). Es famosa la
lista que hace Tertuliano de lascostumbres que se observaban
por tradición apostólica, a pesar de no estar en la Escritura (De cor., III): las
renuncias bautismales y la alimentación con leche y miel , el ayuno antes de la
Comunión, los sufragios por los difuntos (Misas) en el día de su aniversario, no
ayunar o arrodillarse en el Día del Señor y entre Pascua y Pentecostés,
ansiedad por la caída al suelo de cualquier partícula o gota de la Sagrada
Eucaristía, el hacerse la Señal de la Cruz continuamente durante el día.
Fuente: Chapman, John. "Tertullian." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New
York: Robert Appleton Company, 1912.
<http://www.newadvent.org/cathen/14520c.htm>.