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República Romana (1849)

República Romana

Estado no reconocido

1849
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Estados Pontificios en 1849

Capital Roma

Idioma oficial Italiano

Gobierno República
Senado romano
Historia
• 1849
• 1849

La República Romana fue instaurada en 1849 en los Estados Pontificios después


de la huida del papa Pío IX, debido a la actividad insurgente de romanos liberales.
Fue gobernada por un triunvirato compuesto por Carlo Armellini, Giuseppe
Mazzini y Aurelio Saffi.
La península itálica, entonces divididas en múltiples Estados, estaba atravesada
por una agitación general en el curso de la Primavera de los Pueblos de 1848.
Todos los Estados se vieron obligados a conceder una constitución, mientras
que Milán y Venecia, las principales ciudades del Reino lombardo-véneto se
rebelaron contra el Imperio austríaco. El reino de Cerdeña les prestó socorro, lo
que dio lugar a la Primera Guerra de la Independencia Italiana, que arrastró
al Gran Ducado de Toscana, los Estados Pontificios y el reino de las Dos Sicilias,
aunque estos últimos renunciaron rápidamente a las reformas provocando un gran
cuestionamiento de sus elementos más liberales. Este cuestionamiento, cuando
proseguía la guerra austro-sarda en desventaja de los sardos, llevó a un giro
revolucionario en Roma. El primer ministro Pellegrino Rossi fue asesinado, el papa
huyó a Gaeta bajo la protección de Fernando II de las Dos Sicilias y la República
romana fue instaurada.
Esta nueva República romana no duró más que cinco meses, del 9 de
febrero de 1849 al 4 de julio de 1849, y llegó a su fin después de una expedición
francesa aprobada por la Asamblea Nacional francesa y con el apoyo de Napoleón III,
entonces presidente de la Segunda República Francesa. Este episodio es conocido en
Francia por el nombre de expedición de Roma. La República romana, cercada por
todas partes, debió oponerse a los españoles, los napolitanos y a Austria, que,
fortalecida por su victoria sobre los sardos, invadió la República romana. Después de
intensos combates que duraron un mes, las prerrogativas del Papa fueron restauradas
por Francia.
La ambigüedad por parte de Francia se debió a que la intervención fue aprobada
por la asamblea de una república contra otra república, dado que ambas estaban
inmersas en el movimiento liberal y demócrata de la Primavera de los Pueblos y
que ciertos miembros de la izquierda votaron a favor de la expedición a fin de
defender una república hermana contra una intervención austríaca, mientras que
la derecha votó a favor de organizar la eliminación de la República romana. La
operación estuvo acompañada por un ministro de Asuntos Exteriores, Alexis de
Tocqueville, hostil al poder temporal del Papa.
La República amplificó los dos mitos del Risorgimento italiano que ya tenían una
visión nacional: Giuseppe Mazzini y Giuseppe Garibaldi, personajes centrales de
la república, el primero en el plano político y el segundo en el plano militar. Les dio
una dimensión internacional, en particular, ante intelectuales franceses
como George Sand y Victor Hugo.
Expansión de la republica
Romana
Este gobierno único permitió que la República creciera mucho más
lejos de las murallas de la ciudad. La victoria en las tres guerras
púnicas (264-146 a. C.) contra Cartago fue el primer paso para que
Roma se extendiera más allá de los confines de la península. Tras
años de guerra y el bochorno de la derrota a manos de Aníbal, el
Senado siguió finalmente el consejo del franco Catón el Viejo que
dijo "Carthago delenda est!" o "¡Cartago debe ser destruida!". La
República se consolidó como una auténtica potencia mediterránea
con la destrucción de Cartago tras la batalla de Zama en el año 146
a. C. y la derrota de los griegos en las cuatro guerras macedónicas
consolidaron a la República. La sumisión de los griegos trajo a Roma
la rica cultura helenística, es decir, su arte, filosofía y literatura. Por
desgracia, a pesar del crecimiento de la República, el gobierno
romano nunca estuvo destinado a dirigir un imperio. Según el
historiador Tom Holland en su obra Rubicón, la República siempre
pareció estar al borde del colapso político. La antigua economía
agraria no podía ni quería ser transferida con éxito y sólo ampliaba
aún más la brecha entre ricos y pobres.

Sin embargo, Roma era algo más que un estado guerrero. En casa,
los romanos creían en la importancia de la familia y en el valor de la
religión. También creían que la ciudadanía o civitas definía lo que
significaba ser verdaderamente civilizado. Este concepto de
ciudadanía pronto se puso a prueba cuando los territorios romanos
comenzaron a desafiar la autoridad romana. Sin embargo, este
constante estado de guerra no solo había enriquecido a la República,
también había contribuido a moldear su sociedad. Tras las guerras
macedónicas, la influencia de los griegos afectó tanto a la cultura
como a la religión romanas. Los dioses tradicionales romanos se
transformaron bajo esta influencia griega. En Roma no importaba la
expresión de las creencias

personales, sino la estricta adhesión a un conjunto rígido de rituales,


por lo que se evitaban los peligros del fervor religioso. Se
construyeron templos en honor a estos dioses por todo el imperio.
En otros lugares de Roma, la división de las clases se podía ver
mejor dentro de las murallas de la ciudad, en las viviendas. Roma
era un refugio para muchos que abandonaban las ciudades y granjas
de los alrededores en busca de una forma de vida mejor. Sin
embargo, la promesa incumplida de puestos de trabajo obligó a
muchas personas a vivir en las zonas más pobres de la ciudad. Los
empleos que buscaban a menudo no existían, lo que dio lugar a una
epidemia de habitantes sin hogar. Mientras muchos de los
ciudadanos más ricos residían en la colina del Palatino, otros vivían
en apartamentos destartalados superpoblados y extremadamente
peligrosos: muchos vivían con miedo constante a incendios y
derrumbamientos. Aunque había tiendas y viviendas más
adecuadas en los pisos inferiores, los superiores eran para los
residentes más pobres, sin luz natural, ni agua corriente, ni aseos.
Las calles estaban mal iluminadas y, como no había policía, había
delincuencia por todas partes. Los desechos, incluso los humanos, se
arrojaban a las calles de forma rutinaria, lo que no solo provocaba
un terrible hedor sino que servía de caldo de cultivo para las
enfermedades. Todo esto se sumaba a una población ya descontenta.

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