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FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN
Jean Grondin: “Filosofía de la religión” 2010.
CURSO 2022/2023
RESUMEN
En estos capítulos, Jean Grondin nos propone su teoría acerca de la esencia de la
religión, no sin antes hacer un recorrido histórico y filosófico por las distintas corrientes
e interpretaciones que han existido sobre el hecho religioso. Su influencia hermeneútica
pone el énfasis en la dominación epistemológica del esquema cristiano en la filosofía de
la religión de occidente, la cual ha dominado la reflexión acerca del hecho religioso.
Para escapar de este sesgo epistemológico, nos propone una vuelta al mundo
grecorromano en tanto cuna de la reflexión filosófica acerca del cosmos proporcionado
por la mitología precedente. Al contrario que los enfoques funcionalistas, que para Jean
Grondin adolecen de ser demasiado cientificistas y críticos, el enfoque esencialista al
que se acoge el autor nos muestra la articulación entre culto y creencia que subyace a
todo fenómeno religioso. Por ello, la esencia de la religión no puede entenderse sin la
articulación simbólica que produce la combinación de ambas facetas del hecho
religioso. Es esta dimensión simbólica la que supone para el autor la universalidad que
caracteriza a la religión: espacial, temporal, heterogénea y humanista.
Cómo hemos dicho anteriormente, Hegel fue el primer filósofo en realizar un estudio
racional del fenómeno religioso, definida como la manifestación histórico cultural a
través de la cual el hombre se ve a sí mismo dentro de su propio mundo. Así, el estudio
de lo religioso en Hegel supone tanto una interpretación de los diferentes
acontecimientos humanos (un valor cultural) y “un saber del espíritu divino acerca de sí
mismo por mediación del espíritu finito” (valor metafísico), en tanto que goza del
mismo contenido que la filosofía entendida como reflexión sobre la totalidad. Lo
racional se equipara a lo religioso, ambas manifestaciones del espíritu absoluto.
Con el fin de establecer la esencia del hecho religioso y delimitar el ámbito de estudio
de la filosofía de la religión, Jean Grondin publica en 2010 su obra “La filosofía de la
religión”, dentro de la cual destacaremos los capítulos dos (“El vasto campo de la
filosofía de religión”) y tres (“La esencia de la religión: un culto creyente”). Puesto que
se trata de un tema de largo recorrido histórico y filosófico, a lo largo del ensayo
trataremos la perspectiva de Jean Grondin en contraposición a las concepciones
predominantes en el tiempo histórico dado o aquellas alternativas que encontremos en el
mismo.
La definición del hecho religioso propuesta por Jean Grondin estará influida por su
papel como máximo representante de la hermenéutica contemporánea. Por ello, es
necesario hacer un breve inciso respecto al papel que juega en su pensamiento la
filosofía de Martin Heidegger y Hans-Georg Gadamer.
La hermenéutica proviene del griego hermenéia y comenzó siendo una simple técnica
de interpretación de texto religiosos, sagrados y jurídicos. No es hasta el siglo XX
cuando empieza a tomar forma como disciplina diferenciada, gracias a la labor de
Schleiermacher y Dilthey.
María José Centella Navajas
El nuevo giro ontológico que supuso la hermenéutica de Heidegger provocó una brecha
epistemológica en la filosofía, a las que Hans Gadamer intentará dar respuesta en su
obra Verdad y Método. Dentro de la revolución epistémica que supuso esta obra en la
filosofía posterior, nosotros destacaremos la noción de contexto de interpretación,
fundamental para entender la concepción de lo religioso que propone Jean Grondin. El
contexto de interpretación parte de la idea de que el individuo tiene una conciencia
históricamente modelada (conciencia histórica) de la que no puede escapar en su
actividad racional. Esta idea ya fue anteriormente adelantada por Heidegger quien
propuso el principio hermenéutico de la historicidad de la comprensión por el cual se
debe insertar la comprensión de todo tema investigado en la tradición o el horizonte
filósofo del que parte. No se trata de un simple reconocimiento de los prejuicios
epistemológicos, como ocurría con el positivismo, sino de reconocer la forma en que el
horizonte del autor y el horizonte del receptor se funden en uno. De hecho, a partir de la
hermenéutica el término prejuicio recobra su labor constructiva de la que se había
despojado durante la Ilustración y el auge de la racionalidad. El prejuicio pasa a formar
parte constitutiva de todo el armazón cognoscitivo que conforma a un individuo puesto
que la razón no es espontánea, sino que es histórica y por tanto condicionada por el ser
social.
“En su sentido más esencial, que seguiremos aquí, quiere ser una reflexión sobre
el hecho religioso, sobre su sentido, sus razones, sin ignorar el genitivo subjetivo
inherente a la idea de una “filosofía de la religión”, dispuesta a reconocer a la
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religión misma una forma de filosofía, y hasta de racionalidad, es decir, una vía
que lleva a la sabiduría” (Jean Grondin 2010:16).
Los principales problemas que surgen en la búsqueda la esencia de la religión son, como
hemos señalado anteriormente, tanto la multiplicidad de religiones heterogéneas
existentes como el solapamiento de la reflexión filosófica con la religiosa en tanto que
disciplinas racionales. Como principal discípulo de la escuela hermenéutica de
Gadamer, Jean Grondin no duda en señalar el influjo que ejerce la religión cristiana en
la reflexión filosófica de las sociedades occidentales por su solapamiento en la línea
temporal y en las reflexiones racionales que ejercen. De esta forma, la reflexión sobre lo
religioso estará marcada por el esquema que el cristianismo como religión predominante
ha dejado en varios siglos de dominación: la importancia de la fe personal, la existencia
de un Dios único, trascendente y eterno, el culto definido, la promulgación de preceptos
morales, la construcción de instituciones jerarquizadas y la existencia de dogmas
inspirados en textos sagrados transmitidos por la fuerza de la tradición. Reconocer esta
herencia es fundamental para identificar las barreras epistemológicas que impone
nuestra concepción heredada en el estudio del hecho religioso, tanto en una visión
antropológica como filosófica. Se trata de un hecho histórico que modela nuestra
conciencia acerca del hecho religioso, y por tanto influye en nuestra interpretación
acerca del mismo.
Una vez reconocida el ascendiente cristiano que nos atañe como miembros de
sociedades occidentales, Jean Grondin propone echar la vista atrás y volver hacia aquel
tiempo en el que el cristianismo y religión no eran sinónimos: el mundo Antiguo.
Aunque la cultura greco-romana sea el precedente más directo sobre el que se construye
el cristianismo, la religión predominante en el mundo antiguo no cumple el esquema
María José Centella Navajas
Esta teoría de la religión es una concepción doctrinal dónde se da una identidad esencial
entre filosofía y religión. Siguiendo la clasificación propuesta por Marx Scheler en su
fenomenología de la religión, sería un tipo de identidad gnóstico puesto que se
considera a la religión —en este caso a la mitología del mundo griego— como paso
previo y esencial para el surgimiento de la reflexión racional propia de la filosofía.
Esta vuelta a las raíces de la filosofía le lleva a Jean Grondin reflexionar sobre la
esencia misma de la religión, postura que ha sido ampliamente desdeñada en la
modernidad con el auge del positivismo y la imposición del nominalismo como
dominante en la teología.
“Si el medieval filosofa partiendo de la Idea y por referencia a ella, para Ockham
hay filosofía bajo el supuesto de que no hay Ideas. Y, en consecuencia, afronta el
reto de sustituirlas y permutar la communitas rei por una communitas signi.”
(Uña Juarez A. 1990: 8)
El enfoque funcionalista se basa en la idea según la cual toda creación cultural debe
corresponder a una función precisa. Es un enfoque causal del hecho religioso puesto que
la religión surge en relación a una necesidad que suple, no siendo un fenómeno
autónomo y completo por si mismo. En relación a las distintas respuestas que se da
concerniente a la función de la religión, podemos encontrar una pluralidad de posturas.
En primer lugar, la religión ha sido una explicación proto racional que surge con
anterioridad a la reflexión racional propiamente dicha para dar respuestas a los
fenómenos naturales. Se trata de una pseudociencia que desaparece —o al menos lo
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hace la necesidad por la cual surge— una vez la reflexión racional alcanza el suficiente
desarrollo para proporcionar una explicación científica de los mismos fenómenos. Los
principales exponentes de esta subrama del enfoque funcionalista son Epicuro y
Lucrecio por un lado y Auguste Comte en la modernidad, quien distingue el estadio
religioso (primitivo) del estadio positivo (científico) de la humanidad). Josef Schmitz
rebate esta postura funcionalista en su obra principal Filosofía de la Religión publicada
en 1987. Pese a que es evidente las similitudes que guardan la religión y la filosofía
como pueden ser la trascendencia inmanente a ambas disciplinas —pues se ocupan de
fenómenos y no de la simple realidad experimental— o el concepto de absoluto, lo
cierto es que un análisis profundo nos revelan diferencias esenciales que impiden la
identidad total de religión/filosofía. En primer lugar, la raíz misma sobre la que se
sustenta la reflexión en cada una de ellas: mientras que en la filosofía la reflexión
racional tiene un carácter psíquico en un anhelo por satisfacer la pulsión natural del
hombre por el conocer, la reflexión religiosa se asienta en la redención humana —
mucho más vinculada con un carácter teleológico y moral.
En segundo lugar, la religión puede ser entendida como un sistema ético que explica las
obligaciones morales que imperan en una sociedad dada. La moral se sitúa en un eje
vertical puesto que es un requisito indispensable para alcanzar la trascendencia y evitar
el castigo eterno. Aunque los preceptos morales son originarios de las mismas
sociedades que engendran la religión, estos adquieren un status de mandamiento divino
situándose en el plano de la trascendencia. Exponentes de esta concepción son Rousseau
y Kant quienes reconocen en la ética cristiana los valores morales del propio individuo.
En un sentido negativo, Feuerbach centrará su concepto de alienación en este mismo
proceso: la religión es un producto del ser humano quien olvida que es su propio
creador. De esta forma, un acto de libertad como es la trasposición de valores humanos
en un status divino, se convierte en un acto de dominación pues los conceptos morales
se sitúan en un plano extramental e inteligible.
entre el valor de uso y el valor de cambio se invierte con la llegada del libremercado y el
sistema capitalista. Así mismo, las relaciones de producción imperantes en el sistema
capitalista provocan que el trabajador se desligue del producto de su propio trabajo. Esto
genera un sistema donde el modo de producción (relaciones de producción y fuerzas
productivas) que constituye la infraestructura determina en un proceso similar a un
espejo —teoría del reflejo— los elementos culturales, políticos y sociales que
conforman la superestructura. Estos elementos son para Marx herramientas de opresión
y dominación que ejerce la clase dominante (burguesía) sobre la clase dominada
(proletariado). Una de estas herramientas ha sido tradicionalmente la religión, quien
actúa como elemento opresivo de los mismos individuos que la veneran.
Específicamente, la crítica de Marx se centra en la religión cristiano y las diferentes
ramas del protestantismo (luteranismo, calvinismo, anabaptismo y anglicanismo) por ser
aquella que dominaba la Europa Occidental —escenario de sus estudios— y por
representar los valores idealistas de la burguesía. La religión queda definida por Marx
como:
“La religión es el opio del pueblo. Renunciar a la religión en tanto dicha ilusoria
del pueblo es exigir para este una dicha verdadera. Exigir la renuncia a las
ilusiones correspondientes a su estado presente es exigir la renuncia a una
situación que necesita de ilusiones.”. (Karl Marx 1844: 50)
Otra de las vertientes del enfoque funcionalista proviene de la corriente psicoanalítica
emergente en el s.XX la cual concibe la religión como “un fenómeno de neurosis
colectiva con un punto narcisista”. El psicoanálisis considera el hecho religioso como
una pseudociencia surgida ante la ausencia de explicación racional que se conjuga con
una transposición de valores y cualidades humanas hipertrofiadas en un Dios
omnipotente, perfecto y omnipresente, de ahí la caracterización narcisista que hace de la
religión.
Por último, aunque también proveniente del psicoanálisis, la religión puede ser
entendida como mecanismo de defensa ante el miedo a la muerte y la nada que tiene el
ser humano (horror vacui). En un sentido más positivo, la religión da respuesta a la
pregunta humana ¿cuál es el sentido de la vida? dejando en manos de un ser perfecto —
Dios— la respuesta a la misma. Pese a que se trata de una explicación muy extendida y
aceptada en el imaginario popular, Jean Grondin sugiere que sólo puede ser aplicada a
las religiones de sociedades occidentales donde el individuo juegue un papel
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“No es seguro, sin embargo, que se aplique a todas las formas de religión: ciertas
formas de budismo exaltan preferentemente la desaparición de la individualidad
en la serenidad del nirvana, y las formas más antiguas de judaísmo, así como de
otras religiones, no parecen conocer la idea de otra vida después de la muerte.”
Jean Grondin 2010: 22).
Los enfoques funcionalistas y esencialistas no son excluyentes, sino que pueden —y
deben ser— complementarios de forma que proporcionen la explicación más concreta y
completa sobre el hecho estudiado (en este caso el hecho religioso). Las explicaciones
funcionalistas destacan a menudo los aspectos críticos o negativos (pseudociencia,
dominación, alienación, etc) que son fundamentales para la filosofía de la religión en su
labor de conocer y definir su objeto de estudio y su campo de acción. Sin embargo, el
principal fallo de las corrientes funcionalistas es que quedan ancladas a la dimensión
crítica expotenciando un elemento negativo sin proporcionar una alternativa
constitutiva. Junto a ello, para Jean Grondin el enfoque funcionalista parte de un error
de base pues se asienta en una concepción demasiado científica que es ineficaz a la hora
de estudiar el hecho religioso, el cual sienta sus bases en la cultura.
determinar aquella organización política que fuera capaz de conjugar las aspiraciones
intelectuales del nuevo mundo burgués. Por ello, la filosofía positivista propuesta por
Comte niega todo saber a priorístico y acaba con el predominio de la metafísica en la
filosofía occidental. Es, ante todo “una teoría del saber que se niega a admitir otra
realidad que no sean los hechos y a investigar otra cosa que no sean las relaciones entre
los hechos” (Marvin F. S 1995: 27).
23) puesto que es anterior a la conciencia del hombre. El concepto de pasado anterior
remite al mismo esquema que cumple el contexto de interpretación en la filosofía
hermenéutica de Hans Gadamer.
El estudio del “pasado anterior de la religión” lleva a Jean Grondin a diferenciar dos
elementos indisolublemente ligados y que están presentes en mayor o menor medida en
todo fenómeno religioso: el culto y la creencia. Debido a los preceptos del cristianismo
—recordemos que remite a la fe personal— y la razón hipertrofiada que caracterizó a la
modernidad, en el estudio del hecho religioso ha existido un constante desprecio hacia
la esfera del culto. La modernidad se caracterizó por un “giro copernicano” que culminó
en la filosofía trascendental kantiana por el cual el objeto pasa a depender del
pensamiento del sujeto para ser conocido. Por ello, a nivel político la modernidad
arranca con un progresivo proceso de secularización por la cual la Iglesia se desvincula
totalmente del Estado. La religión pasa a conformar la esfera privada del ser humano y,
los ritos y tradiciones que conforman el culto pasan a ser un elemento residual y
anecdótico. Es por ello por lo que en la modernidad las religiones o las formas de
misticismo —más propias de la época posmoderna— se han caracterizado por
vincularse a la noción de “creencia” dando lugar a la definición moderna de la religión:
“sistema de creencias con algún tipo de trascendencia”.
John Locke es uno de los autores que mejor ha ejemplificado el espíritu religioso propio
en la modernidad en su Carta sobre la Tolerancia publicada en 1689 justo en los albores
de la modernidad. En ella podemos encontrar la siguiente cita:
Por ello, la religión jugaba un papel comunitario fundamental al ser también portavoz
del orden del mundo (cosmos) que más tarde desarrolló la reflexión filosófica. En este
punto debemos destacar la definición proporcionada por Touchard en relación a la polis
griega:
«Pero si hay algo que identifique a la religión griega a un nivel macro, eso son,
precisamente los llamados cultos panhelénicos en los que, teóricamente,
participaban todos aquellos que podían ser considerados griegos por sus
semejantes, quedando excluidos, total o parcialmente, el resto» (Maria Cruz
Cardete del Olmo 2017: 30)
Pese a que encontremos totalmente extraño esta concepción de lo religioso bajo nuestra
mentalidad contemporánea, no podemos obviar el elemento de culto presente en toda
religión aunque este sea más privado y encaminado a la propia fe personal. Las
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religiones contempóraneas se caracterizan por el culto del alma, una conjugación entre
creencia y culto privado en la que el individuo acepta una serie de símbolos —ya sean
estos ritos, imágenes, rezos, etc— por los cuales se pone en contacto con la divinidad a
través del compromiso individual que toma con respecto a una creencia. De la misma
forma que no puede haber culto sin una creencia en los fundamentos religiosos sobre los
que se asientan las prácticas rituales, tampoco puede existir una religión basada
únicamente en la creencia puesto que esta debe exteriorizarse para manifestar el propio
compromiso individual. Es por ello que Jean Grondin señala al “culto creyente” como
esencia del hecho religioso. Bajo una perspectiva hermenéutica, Jean Grondin define al
culto creyente como «El culto creyente, que es lo que constituye a toda religión, supone
una dimensión simbólica» (Jean Grondin, 2010:26). Es decir, la definición del hecho
religioso estará mediada por su papel c simbólico y más importante, sobre su sentido.
la postura de Husserl queda obsoleta por causa de la labor de los filósofos del lenguaje
posteriores, su teoría de la significación tuvo una gran repercusión en el mundo
filosófico occidental, que redujo la filosofía a un simple análisis del lenguaje científico a
la que estaba supeditada.
En tanto que sentido anterior a la experiencia humana, la religión tiene un cierto sentido
de universalidad que se expresa de diferentes formas. En primer lugar, la religión y lo
sagrado son elementos culturales que han existido en todas las culturas, en todo el
ámbito geográfico y que ha pervivido casi inalterable en todos los tiempos. Ya sea una
religión primitiva basada en el culto colectivo o las modernas religiones
contemporáneas — más remitidas al ámbito privado—, el fenómeno religiosa ha
permanecido casi inalterable en toda cultura. Es por ello que Hegel equipara la religión
a la racionalidad, pues supone la más elevada y mayor felicidad de los seres humanos y
la cultura.
En segundo lugar, la universalidad de la religión nos aleja del prejuicio que supone la
dominación de una determinada religión en una cultura. Reducir el hecho religioso a su
dimensión esencial, esto es, a la articulación simbólica entre culto y creencia elimina los
esquemas de dominación que llevan aparejados consigo las religiones predominantes en
el mundo moderno. El reconocimiento de la variedad infinita de cultos y religiones nos
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permite acabar con el sesgo epistémico que poseemos —en nuestro caso— como
individuos de una cultura cristiana.
Por último, la religión propone una forma de salvación universal o redención que es
universal, es decir, todo ser humano es digno de ella. En la religión cristiana, el buen
cristiano se diferencia del pagano únicamente en no seguir los dogmas y preceptos
marcados por los textos sagrados o porque su fe personal adolezca de debilidad en su
compromiso. Ante los ojos de Dios, todos los seres humanos son iguales, lo cual se
asemeja a el universalismo de los derechos del hombre que propugnaban las diferentes
revoluciones liberales.
«Por esto no puede proclamarse el fin de la religión a no ser que se crea en otra
cosa. Pero ¿en qué otra cosa? Corresponde decirlo a quienes quieren superar el
estadio religioso de la humanidad. En cualquier caso, podría ser que les resultara
difícil hacerlo sin recurrir masivamente al discurso religioso» (Jean Grondin
2010: 28)
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BIBLIOGRAFÍA
Uña Juárez A. (1990). Guillermo de Ockham rechaza las Ideas. El giro filosófico de la
modernidad y Platón. Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, 8, 9.
Maria Cruz Cardete del Olmo. La religión como criterio de identidad en la Grecia
clásica. 2017. Revista Gerión vol.35 pág 19-40.
Scheler, Max. La esencia de la filosofía y la condición moral del conocer filosófico. Ed.
Nova, Buenos Aires, 1958
Schmitt, Carl. El concepto de lo político 1932. Edición de 1936, traducido por Dénes
Martos.