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Él ya está en la cama. Cierro todas las ventanas para que el sol no atraiga las
digo que si no va a dormir que busque algo para hacer. Algo que no hago ruido, le
aclaro. Después le pido que haga caso, que sea buena. Es una horita nomás,
pasa rápido.
un rincón fresco donde sentarse; puedo verla cerrando los ojos, abrazándose a las
rodillas para hacerse aún más pequeña, soñando como cada tarde con unas
perderse en un punto ínfimo donde nadie pueda encontrarla. Allí esperará segura
- ¡Laurita! ¡Laurita! – la llamo, aunque sepa dónde se esconde. Ella abre la puerta
y aparece enmarcada por la luz del día, la veo salirse de esa fotografía iluminada
despacio. Pienso que es muy pequeña para cargar con tanto aburrimiento, que
esa emoción le queda casi tan grande como su mirada. Esos ojos tan entrenados
Le pregunto por distraernos si estaba otra vez en la Luna, pero me responde con
un suspiro. Entonces sólo por hacerla sonreír le pregunto en quién está pensando
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- ¿No estarás enamorada vos? ¿no? -y me río por contagiarla, pero, aunque el
tono juguetón de mi voz parece tranquilizarla sigue tan seria como antes. Siempre
- ¿Y papá? - me pregunta
- ¿Tu papá? – le repregunto logrando que por fin sonría – Tu papá se fue a
comprar facturas y me dijo que prepare la mesita del fondo porque quiere que
tomemos mate los tres a la sombra. Así que sé buenita, dale, andá a cambiarte
esas bermudas feas y lo esperamos bien lindas. Las dos. - vuelvo a reír y termino
Me ve tan alegre que corre a cambiarse para darme el gusto. Entra dando un
portazo y al unísono, el gallo del vecino se pone a cantar. Una sola vez. Muy
la mesa puesta, las sillas, las servilletas que hacen juego con el mantel. Me alejo y
me cuestiono con rabia por qué me empeño tanto en armar escenarios si ya está
más que comprobado que no resisten ni una escena completa sin desarmarse.
Decorados para una obra que nunca acaba de estrenarse. Esto es siempre lo que
ver cuál me queda mejor, decido que es inútil intentar conformarme. No sé si perdí
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Así que completo mi pensamiento anterior, ahora convencida de que la vida no
necesita que le armemos ningún decorado. Me calzo el vestido azul con las
pintitas blancas, que es el que más les gusta a todos y las sandalias.
más derecha. Le ruego que me deje peinarla. Me dice que no quiere, que no
- Nada, nada. Es el gallo del vecino Laurita, pero no le hagas caso. Se ve que el
Hace más de cuarenta minutos que salió y nos vamos poniendo cada vez más
-Se debe haber encontrado con alguien y se puso a conversar. Por eso tarda
tanto.
sonrisa y temo que ella, con esos ojos agudos alcance a ver lo que le estoy
Escuchamos el portón de calle que se abre y las dos nos erizamos en la silla
manos.
radiante.
-Pero che, coman, coman, ¿no les gusta la factura que les traje? Mirá Laurita, con
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Sé que no tiene hambre, ni ganas de escucharlo, ni de comer dulce de leche.
Pero vuelve a mirarme, buscando, y yo le doy a cambio unos ojos tan cansados de
todo que prefiere esquivarlos. Sabe lo que le están diciendo, le están rogando que
Él sigue con el plato frente a su cara. Sabe que si se él se enoja voy a reclamarle
Vuelve a buscar mis ojos, con la urgencia del miedo, no puede resistir por más
implora clemencia.
-Le dije al panadero que ésas eran para mi princesa- te dice, mientras te acaricia
¿Viste que fácil? Es sólo una factura Laurita, no era para tanto.