Está en la página 1de 20

37

El acto educativo como


lugar teológico*

Arnulfo Delgado Sánchez**

Fecha de recepción: 1° de diciembre de 2011


Fecha de aprobación: 27 de enero de 2011

Resumen
La reflexión sobre el sentido del acto educativo como lugar teológico se presenta en
tres partes: en primer lugar, se da una mirada sobre la realidad escolar, teniendo en
cuenta los cuatro pilares de la educación presentada por la Unesco y la escuela como
espacio de acontecimiento y nido del Reino de Dios; en segundo lugar, se presenta
el acto educativo como acto salvífico fundamentado en una “pedagogía trinitaria”;
finalmente, se explora el acto educativo como proceso de personalización centrada en
la liberación integral y en la construcción de una red intersubjetiva de comunión.

Palabras clave: Teología de la acción educativa, lugar teológico, escuela, pedagogía


trinitaria, Reino de Dios.

Introducción
La formación integral del ser humano es la mejor de las finalidades de la
educación. De ahí sigue la importancia de la interdisciplinariedad para

*
Escrito fruto de una reflexión realizada en la asignatura de Práctica Pedagógico-Pastoral del
programa de Licenciatura en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, cuyos profesores
han sido Rosana Navarro Sánchez y Juan Alberto Casas Ramírez. En mi primera práctica pe-
dagógica educativa, realizada en el Colegio Salesiano León XIII, descubrí la necesidad de hacer
una reflexión teológica desde mi quehacer educativo como docente. De esta toma de conciencia
surge la presente investigación.
**
Estudiante de décimo semestre de la Licenciatura en Teología, Pontificia Universidad Javeriana
(Bogotá); investigador del Seminario de Espiritualidad y del grupo de investigación de Espiri-
tualidad Latinoamericana de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana.
Correo electrónico: delgado.arnulfo@javeriana.edu.co

reflexiones teológicas 8 (37-56) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


38

responder de manera eficiente a tan valiosa finalidad. El hombre solo


puede sentirse realizado si ha logrado solucionar sus inquietudes de vida
en todas sus dimensiones. No obstante, a la hora de la verdad, con suma
frecuencia encontramos que nuestra acción educativa, como estudiantes
y licenciados en Teología, no hace presente nuestra formación disciplinar
(teológica) y mucho menos tiene en cuenta el acontecer salvífico de Dios
que se lleva a cabo también en la escuela.
Pareciera que Dios no pasara por nuestro quehacer educativo. No
somos conscientes de su acción-permanente, ni captamos o sentimos
su presencia. Por tanto, nuestro quehacer educativo no logra ser com-
prendido como un verdadero lugar teológico, como si Dios solo estuviera
presente en momentos y lugares privilegiados distintos al proceso de
aprendizaje.
Por tanto, el presente escrito busca responder a la siguiente pre-
gunta: ¿En qué sentido el acto educativo es un lugar teológico?
El Dios de Jesucristo no solo se revela y se hace presente en la
historia humana, en los procesos políticos y sociales en los que hay
empobrecidos y marginados; hoy también lo podemos ver en los procesos
educativos.
Estos son generadores de espacios teológicos y muestran que no
solo se puede hacer teología desde de la realidad dramática del pobre;
también la educación es un elemento que posibilita la reflexión teológica
tan válido como los otros lugares donde acontece Dios trino. Dios
atraviesa todas las experiencias del ser humano y de manera silenciosa
va recreando y actuando. Captar su acción creadora exige una atención
especial para tomar conciencia, reconocer y acoger su oferta de salvación,
que espera una respuesta libre de adhesión a su voluntad.

Realidad escolar
La realidad escolar hace referencia a toda esa red intersubjetiva de
relaciones en tensión1 que se entretejen en todo el sistema educativo,

1
Por ejemplo, la tensión que surge entre el niño y el profesor cuando este último imparte una
orden no basada en el sentido común y el niño desobedece; la no atención de los estudiantes a

el acto educativo como lugar teológico arnulfo delgado sánchez


39

incluida la relación entre el plantel educativo y la comunidad educativa


que se desarrolla en el día a día de la vida educativa escolar. También
hace referencia a todos esos intentos que se hacen para posibilitar la for-
mación del hombre nuevo, y por tanto, de sociedad nueva.

La escuela como lugar para aprender a conocer y aprender a hacer


Según José Bernardo Toro, la escuela constituye el lugar social del edu-
cador, entendida como la institución que va desde el pre-escolar hasta
la universidad. Como “lugar” se pretende que sea ese ambiente donde
se espera que de una manera sistemática se solucione o se prevengan los
problemas considerados relevantes por la sociedad.
La escuela es una institución que podemos definir como un contexto o un am-
biente intencionalmente diseñado para aprender. Por eso una escuela no está
definida por su planta física, sino por su proyecto educativo institucional (PEI).2

Sin embargo, no se desconoce que también las plantas físicas in-


fluyen en la concepción del modelo de escuela.
Así, la escuela se concibe como un espacio de aprendizaje, donde
los estudiantes –al interactuar con el ambiente y con la formación– van
creciendo en experiencia y en conocimiento, y desarrollan sus capa-
cidades y valores para actuar como ciudadanos activos y productivos en
la sociedad.
Una de las primeras capacidades es aprender a conocer. Este
tipo de aprendizaje consiste en desarrollar habilidades y manejar unas
herramientas del saber; puede comprenderse como medio o como fin
de la vida humana. “En cuanto medio, consiste, para cada persona, en
aprender a comprender el mundo que lo rodea. Como fin, su justi-
ficación es el placer de entender, de conocer, de descubrir.”3 Esto lleva a
que los seres humanos aprecien cada vez más los frutos del conocimiento

ciertas materias; la creciente violencia que se reproduce en la relaciones en la escuela, etc. Esto
es solo por dar un ejemplo porque existen tantos cuantos contextos hay, y presentan diversos
grados de complejidad.
2
Toro, “Perfil del educador de la escuela católica”.
3
Peresson, Evangelizar educando desde las áreas del currículo, 43.

reflexiones teológicas 8 (37-56) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


40

y de la investigación, despierten el asombro, la curiosidad intelectual,


la admiración, la pasión y placer por la ciencia, hasta crear vínculos de
amistad con la ciencia.
Aprender a conocer y aprender a hacer van siempre juntos. No
obstante, la última acción está más bien relacionada con la cuestión de
la formación profesional, es decir, con aprender a poner en práctica los
conocimientos en un mundo en constante transformación, en la cual
muchas veces el trabajo es remplazado por las máquinas, que inmateria-
lizan la acción humana.4

La escuela como lugar para aprender a convivir y aprender a ser


Estos binomios no son menos importantes que los ya mencionados. De
igual modo, son indisociables, pues al aprender a convivir se aprende a
ser, y viceversa.
Ante el gran crecimiento de la violencia que se evidencia actual-
mente, en la escuela, en la academia, según el padre Alberto Parra, la
educación ha de asumir el gran reto de educar para la paz y la recon-
ciliación integral de la persona: “En el estatuto actual del conocimiento, la
academia no puede legitimarse a secas por la ciencia, sino por la ciencia al
servicio de la justicia y de la paz.”5 En nuestro contexto latinoamericano,
esta educación no se hace esperar. Aprender a vivir juntos es aprender a
vivir con los demás.
“La educación debe contribuir al desarrollo de cada persona: cuer-
po y mente, inteligencia, sensibilidades, sentido estético, responsabilidad
individual y social, espiritualidad.”6 Por ello, la educación ha de ser cami-
no que posibilita a la persona crecer en libertad y convertirse en artífice
de su propio destino.
Los cuatro pilares que presenta las Unesco –aprender a conocer,
aprender a hacer, aprender a vivir con los demás y aprender a ser– han

4
Ibid., 43-44.
5
Parra, Violencia total y paz real: indagaciones teológicas, 109.
6
Peresson, Evangelizar educando desde las áreas del currículo, 45.

el acto educativo como lugar teológico arnulfo delgado sánchez


41

de caracterizar la educación del siglo XXI7 y no se han de limitar a una


etapa de la vida o a un solo lugar. La educación supone un proceso per-
manente, dinámico, nunca concluido, siempre abierto a un plus. Una
auténtica educación será la que conduzca al hombre de hoy a descubrir
el sentido de su vida y un sentido para vivir y morir.

La escuela, espacio donde se hace presente el Reino de Dios


La perspectiva del Reino, por lo menos teóricamente, es más clara para
las instituciones religiosas, pero es casi ausente –por no decir totalmente
ausente– en la educación que imparten las instituciones estatales no
confesionales. No obstante, los signos del Reino pululan y rebosan en
la práctica, pues donde hay un excelente trato humano a las personas
hay Reino de Dios; donde hay signos reales de vida plena y abundante
ahí está presente el Reino.
La escuela es el espacio donde en los actos de conocer, hacer,
convivir y ser se dan lugares privilegiados para que descubramos las
semillas del Reino, que –como Jesús anunció– es una realidad presente
entre nosotros: “Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado”
(Mt 4,17).
Por ello, el acontecer del Reino de Dios no es privilegio de unos
cuantos ni de ciertos lugares. Cada persona encarna las semillas del
Reino, al tiempo que porta unos antivalores del Reino. La escuela o
academia no ha de ser espacio privilegiado solo para la construcción del
conocimiento, sino también del Reino de Dios y la inserción de su fe
en el mundo contextual y particular. Así, la escuela se convierte en un
verdadero nido del Reino y gestor de hombres nuevos mensajeros de la
vida en plenitud, y vida abundante para la humanidad.

El acto educativo como acto salvífico


Llegado a este momento de nuestro camino nos atañe entrar más a fon-
do en la pregunta que anima la presente investigación: ¿En qué sentido
el acto educativo es un lugar teológico? Para intentar responder, nos

7
Delors, La educación encierra un tesoro, 90-109.

reflexiones teológicas 8 (37-56) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


42

situaremos en una comprensión pedagógica que llamaremos “pedagogía


trinitaria, una pedagogía que se fundamenta en el amor del Padre, en
el Reino encarnado y anunciado por el Hijo, y en la acción vivificante
del Espíritu.
Según Gustavo Gutiérrez, la teología es una palabra antropológica
sobre Dios, que tiene su fuente en la autorrevelación de Dios al hombre.
Éste hace su reflexión sistemática sobre su experiencia de fe de la reve-
lación, de manera que la teología es el producto del hombre y de un
pueblo situado socialmente; si cambia el lugar social, también cambia
su horizonte hermenéutico. Por ello, es más justo hablar de “teologías”,
en plural, y no de teología en singular. En efecto, hacer teología implica
asumir el compromiso de emitir juicios teológicos sobre la realidad e
interpretar la realidad a la luz de la fe.
El acto educativo como aprendizaje supone un proceso continuo,
una superación de los conflictos, un proceso humanizador; dicho en
otras palabras, la verdadera educación debe tener como fin orientar al
hombre para descubrir el sentido de su vida y el sentido para vivir y mo-
rir. En esta búsqueda de sentido de su ser existencial que se proyecta a
dar plenitud a su vida, la persona no camina sola, pues la educación es
un acto comunitario; es un acto humano pero también un acto divino.
La acción del docente de teología se encamina hacia la com-
prensión de la revelación de Dios, que implica hacer una lectura teológica
de la realidad. Su campo de acción no se encuentra dentro del trabajo
con la infancia, ciclo básica primaria y básica secundaria y media, sino
en niveles de reflexión pastoral, sea de manera formal (universidades y
centros de formación) o informal (el culto, la educación en la fe como
la catequesis).
En cambio, la acción del profesor de la educación religiosa escolar
(ERE) está orientada a “potenciar y desarrollar la dimensión religiosa en
la formación de la persona”.8 Y su contexto de acción sí es la infancia,
ciclos básica primaria y básica secundaria y media sin dejar de “brindar

8
Arquidiócesis de Bogotá y Secretaria de Educación, Orientaciones curriculares para la educación
religiosa en el Distrito Capital, 17.

el acto educativo como lugar teológico arnulfo delgado sánchez


43

un aprendizaje orgánico y sistemático sobre el fenómeno religioso como


experiencia humana, social y cultural”.9
La acción del docente, sea teólogo o profesor de la ERE, exige una
reflexión sobre su praxis. A través de la reflexión sobre su saber pedagógico
busca que su acto educativo se configure en camino de liberación inte-
gral, en pretexto para construir una nueva civilización solidaria consigo
misma y con su entorno. Toda acción educativa del docente, en la medida
en que es liberadora y transformadora de la realidad personal y social se
convierte en acto salvífico.10
En este sentido, el profesor Hernando Sebá, nos recuerda:
…la teología enriquece al acto educativo, por cuanto está en la base de una
educación que busca la formación de la persona, en orden a su fin último, que
es la salvación. Por eso la teología quiere que la educación sea expresión del
plan salvífico de Dios.11

Dios se revela en la universidad, en el colegio, en la investigación,


en la docencia, en los estudiantes, en la comunidad académica y científica,
en toda la comunidad educativa. Este carácter revelador no puede ser
ignorado por la educación, si quiere ser expresión del plan salvífico de
Dios. Como acompañantes de procesos educativos que llevan al hombre
a desarrollarse intelectual, social y humanamente sentimos la vocación
de colaborar con ese plan.

9
Ibid.
10
Mario Peresson dedica todo un libro a la estrategia de evangelizar educando desde las áreas del
currículo. En él cual reflexiona sobre el pasar de Dios por las diferentes etapas de formación de
los estudiantes para obtener los conocimientos científicos; así, por ejemplo, el arte es un lugar
teológico. No hay conocimiento humano que no esté permeado por la acción de Dios. Por su
parte, el padre Alberto Parra, en su libro, Violencia total y paz real: indagaciones teológicas, habla
sobre una pastoral educativa en la casa de la ciencia, el acto educativo en perspectiva cristiana,
el acompañamiento cristiano de los adolescentes, jóvenes y adultos en estado de formación
académica. El profesor Hernando Sebá sugiere una teología de la educación, en tanto que la
verdadera educación se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último
que, en cristiano, es su salvación. La auténtica educación es, pues, expresión del plan salvífico
de Dios. Los educadores (los educadores universitarios y los teólogos, en cuanto educadores)
somos colaboradores de ese plan.
11
Sebá, “Universidad, teología y pedagogía”, 487.

reflexiones teológicas 8 (37-56) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


44

Cuando se habla de revelación se quiere decir que Dios se mani-


fiesta y se autocomunica a sí mismo12, a sus hijos, para dejarse reconocer,
y estos, al reconocerle, entran a su misterio. Los lugares donde Dios se
da a conocer son muchos: la persona humana, la historia, el cosmos, la
cultura, la educación, la realidad en su totalidad. Dios revela su voluntad
y su proyecto de salvación, a los cuales el hombre debe responder con
la obediencia de la fe. Cristo es la respuesta más elocuente a la voluntad
de Dios y la máxima verdad de la revelación, porque dice quién es Dios
y quién es el hombre.
En sintonía con nuestro proceder reflexivo nos preguntamos:
¿Qué sería de la historia humana si no se hubiera convertido en historia
de salvación por la pedagogía del amor de Dios? El amor gratuito, fiel
e infinito de Dios es el “kairós” que sucede en el “cronos” histórico, es
el tiempo de Dios, que es plenitud de amor y de gracia. Veamos a con-
tinuación en que consiste la “pedagogía trinitaria”.

Pedagogía del Padre: una pedagogía del amor


La pedagogía de Dios Padre, fuente y modelo de una pedagogía del
amor, consiste en la salvación de la persona, que es el fin de la revelación.
El Padre salva por puro amor y su amor es salvación. Esto queda con-
signado en la Sagrada Escritura. Ella nos presenta a “Dios como padre
misericordioso, un maestro, un sabio que toma a su cargo a la persona
(individuo o comunidad) en las condiciones en que se encuentra, la
libera de los vínculos del mal, la atrae hacia sí con lazos de amor, la hace
crecer progresiva y pacientemente hacia la madurez del hijo libre, fiel
y obediente a su Palabra”13; pero esta madurez que se alcanza en Cristo
y mediante el Espíritu Santo culmina en la participación de la vida de
Dios y de su misterio, fin último de toda la creación.
Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el
misterio de su voluntad (cfr. Ef 1,19): por Cristo la Palabra hecha carne, y con

Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática “Dei Verbum”, sobre la divina revelación,
12

Nos. 1-6.
13
Congregación para el Clero, Directorio general para la catequesis, No. 139.

el acto educativo como lugar teológico arnulfo delgado sánchez


45

el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la


naturaleza divina (cfr. Ef 2,18; 2P 1,4). En esta revelación, Dios invisible (cfr.
Col 1,15; 1Tm 1,17), movido de amor, habla a los hombres como amigos (cfr. Ex
33,11; Jn 15,14-15), trata a ellos (cfr. Ba 3,36) para invitarlos y recibirlos en su
compañía. El plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamen-
te ligadas; las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan
y confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan; a su vez,
las palabras proclaman las obras y explican su misterio. La verdad profunda de
Dios y de la revelación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece
en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación.14

De este modo, se establece la íntima relación que mantiene Dios


con su pueblo, con el mundo, con la historia y toda la humanidad, una
relación que se desarrolla en la alianza, en la fiel liberación y en la promesa.
No se alcanzaría a hablar en este escrito de las actitudes que dan
lugar las intuiciones teológicas, pero intentemos aproximarnos a algunos
rasgos que Dios Padre revela de su pedagogía del amor:
Dios Padre no es un Dios lejano como el de los filósofos; todo
lo contrario, es alguien cercano, que se compromete a caminar con su
pueblo, de múltiples maneras, y a través de mediaciones concretas se
hace presente. Por ende, la pedagogía del amor es una pedagogía de
acompañamiento.
Dios se compromete a hacer camino con el hombre, como si
fuera alguien extraño que va a su lado, sin entablar un diálogo, y su
amor implica una relación profunda de amistad y de encuentro per-
manente. En esta relación permanente y profunda se van descubriendo
los valores inviolables que Dios mismo hace comprensibles. Si se trata
de una pedagogía del amor del Padre, él no busca la muerte de ninguno
de sus hijos.
La pedagogía del Padre siempre está en favor de la vida, vida que
él mismo recrea, renueva y hace abundante. No es para menos que el
amor gratuito de Dios entregado exija por sí mismo una respuesta en
libertad y con responsabilidad.

14
Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática “Dei Verbum”, sobre la divina
revelación, No. 2.

reflexiones teológicas 8 (37-56) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


46

La pedagogía del Hijo: una pedagogía del Reino


La siguiente cita sintetiza de manera diáfana y concisa el perfil de Jesús
como maestro y los pasos pedagógicos de su programa de formación
con sus discípulos:
Jesús cuidó atentamente la formación de los discípulos que envió en misión.
Se presentó a ellos como el único maestro y al mismo tiempo amigo paciente y
fiel; su vida entera fue una continua enseñanza; estimulándoles con acertadas
preguntas les explicó de una manera profunda cuanto anunciaba a las gentes;
les inició en la oración; les envió de dos en dos a prepararse para la misión; les
prometió primero y envió después el Espíritu del Padre para que les guiara a
la verdad plena y les sostuviera en los inevitables momentos de dificultad. Je-
sucristo es “el maestro que revela a Dios a los hombres y al hombre a sí mismo;
el maestro que salva, santifica y guía, que está vivo, que habla, exige, que con-
mueve, que endereza, juzga, perdona, camina diariamente con nosotros en la
historia; el maestro que viene y que vendrá en la gloria.15

Jesús no solo fue original como maestro16; fue formado en la escuela


del hogar de Nazaret17, fue un conocedor de su mundo social; su sabiduría
le provenía de una profunda experiencia de Dios como Padre, Abba.
Como verdadero maestro trajo una novedad: enseñó a sus discípulos una
nueva doctrina, con autoridad, con su vida y con su ejemplo.18
Aquéllos continuaron la pedagogía que recibieron en la experiencia
directa que tuvieron con el Maestro. Dicha pedagogía fue consignada
después por ellos en los evangelios, donde encontramos los rasgos
fundamentales de la pedagogía de Jesús: acogida del otro, en especial,
del pobre, del pequeño, del pecador como persona amada y buscada por
Dios; el anuncio del Reino; un estilo de amor tierno que libera del mal
y promueve la vida; la invitación a vivir firmes en la fe en Dios, alegres
en la esperanza y comprometidos en el amor al prójimo; el empleo de
recursos propios de la comunicación interpersonal, como la palabra, el

15
Ibid., No. 137.
16
Ver Lc 2,11; Mc 14,14; y Mt 26,18.
17
Peresson, La pedagogía de Jesús, maestro carismático popular, 57-80.
18
Ibid., 87-103.

el acto educativo como lugar teológico arnulfo delgado sánchez


47

silencio, la metáfora, la imagen, entre otros.19 La pedagogía de Jesús es


una pedagogía centrada en la persona humana de manera integral. En
nuestro tiempo, la pedagogía se centra más en el concepto que en la
persona humana.
La pedagogía divina alcanza su plenitud gracias a la kénosis y en-
carnación del Hijo. Él lleva a su límite máximo la pedagogía amorosa
del Padre al implantar el Reino de amor y de justicia, por lo cual invierte
toda su existencia hasta dar la vida, pues tenía muy claramente definida
su misión y su plan educativo:
Jesús educa en función de la realización de la utopía de Dios de la cual es por-
tador: la irrupción de un nuevo mundo, de una humanidad renovadora según
el proyecto original nacido del corazón de Dios […]. No podemos, entonces,
comprender la pedagogía de Jesús, fuera de ese proyecto evangelizador, que
constituye el horizonte y sentido último de su praxis educativa. La pedagogía
de Jesús es evangelizadora: mediación, signo e instrumento de Buena Nueva de
la liberación, de la comunión y de la vida en plenitud para la humanidad.20

Otro rasgo que caracteriza la pedagogía del Reino es el encuentro


profundo del Maestro con el discípulo, encuentro que permite descubrir
el ser del hombre, renueva y modifica la existencia. Es propio de Jesús
hacerse el encontradizo y dejarse abordar por la gente. De aquí que el
acto educativo sea una relación personal, un encuentro humano, que
facilita el autodescubrimiento, que saca del anonimato y de la aparente
insignificancia a las personas.
En esta medida, la pedagogía del Reino es una pedagogía per-
formativa: Jesús hace lo que dice. Toda la palabra y la acción de Jesús
se relacionan con la utopía de Reino. Ésta se enmarca en la tendencia
del constructivismo (porque es una relación no directiva mediadora de
procesos cognitivos), de la tendencia liberadora (la relación es de igual
a igual en sentido horizontal) y la tendencia comunicativo-critica (el
maestro es facilitador de diálogo).
Por pedagogía se entiende la teoría práctica de la educación, que
va más allá de la simple definición etimológica del término que significa

19
Ver Congregación para el Clero, Directorio general para la catequesis, No. 140.
20
Peresson, La pedagogía de Jesús, maestro carismático popular, 117-118.

reflexiones teológicas 8 (37-56) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


48

líder, que dirige al niño. Este concepto se diluye en la didáctica y en la


metodología de la enseñanza. Muchas veces se ha parcializado, olvidando
al sujeto como persona y priorizando los contenidos. No solo olvidó al
sujeto sino que desplazó el amor, la libertad y la vida.
En la pedagogía trinitaria, la pedagogía del Hijo solo se desarrolla
en un contexto y en condiciones económicas, sociales, políticas y re-
ligiosas determinadas. Es una pedagogía muy bien situada en el mundo
real. Jesús configura una pedagogía del seguimiento al servicio del Reino
de Dios, y forma discípulos para el seguimiento.
Mario Peresson nos presenta el modo cómo enseñaba Jesús21: con
amor y con autoridad, fruto de su servicio a los demás. De este modo
de educar se pueden intuir otras características de la pedagogía del Hijo:
la encarnación, la solidaridad, la crítica, los signos, el camino, la praxis:
educar por y para la práctica. La teología y la pedagogía trinitaria dialogan
desde la reflexión de Dios en el amor, la libertad y la vida, y construyen
al sujeto como persona.

La pedagogía del Espíritu: una pedagogía vivificadora


El Directorio General para la Catequesis brinda elementos para hablar
de una pedagogía trinitaria cuando nos describe la acción del Espíritu
Santo en todo cristiano22 en términos de un proceso no de una pedago-
gía. Veamos entonces en qué consiste la pedagogía del Espíritu.
El Espíritu tiene como misión santificar23, vivificar, dar vida, guiar
a la verdad, hacer posible la comunión, lograr la unidad en medio de la
diversidad. El trípode de la “pedagogía divina” se completa con la acción
del Espíritu, que por ser una acción santificadora, dinámica y de vida,
da lugar a una pedagogía vivificante de la acción educativa.
Así, nuestro quehacer educativo es dinamizado e inspirado por el
Espíritu mismo de Dios. El Padre es siempre creativo con su presencia
y nos sorprende cada día. Si la encarnación fue el camino de Dios hacia

21
Ibid., 247-380.
22
Congregación para el Clero, Directorio general para la catequesis, No. 142.
Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática “Lumen Gentium”, sobre la Iglesia,
23

No. 4.

el acto educativo como lugar teológico arnulfo delgado sánchez


49

el hombre, desde la resurrección, el Espíritu es el camino de regreso del


hombre a Dios. Ahora vivimos el tiempo del Espíritu de Dios, que no
es otra cosa que la nueva presencia de Dios en nuestra realidad. Jesús no
enseña nada diferente a lo que enseñó el Padre: el Espíritu no enseña nada
que sea contradictorio a lo que enseñaba el Hijo; por tanto, el Espíritu
nos recuerda todo lo que ha dicho y ha hecho el Hijo, y eso mismo que
nos transmite el Espíritu del Maestro es lo que debemos enseñar como
educadores.
Podemos decir que el Espíritu, como revelador de la verdad, nos
saca de nuestra ignorancia, trabaja desde el interior del hombre, lleva a
feliz término las enseñanzas del Maestro. Como docentes coeducadores
de Dios Maestro, estamos llamados a dejarnos animar por el Espíritu
divino, para revelar a Dios con nuestro testimonio de vida y no solo con
nuestras palabras.
De esta manera, todo verdadero aprendizaje se fundamenta en el
Espíritu. Es Dios mismo con su Espíritu quien acompaña todo proceso
de conocimiento, moviendo y animando la historia, independientemente
de que nosotros le ayudemos o no. Ciertamente el Espíritu del Resucita-
do sopla en la comunidad educadora y alimenta la utopía del Reino, al
abrir siempre un plus. En esta medida, el Espíritu puede ser llamado,
con justa razón, el gran pedagogo de la utopía: porque incita a soñar
cosas grandes, enseña al hombre a interpretar su realidad y los signos de
los tiempos de la historia.
La educación fortalecida, alentada por el Espíritu logra vencer los
temores, el miedo, las tinieblas, las dificultades, sobre todo, en este tiem-
po difícil y crucial de nuestros pueblos y países latinoamericanos. Una
pedagogía permeada por la acción santificante de Dios es una pedagogía
vivificadora para nuestros tiempos, en los que presenciamos cada vez más
fuerte una cultura de la muerte en correlación a una cultura de la vida.

La educación como proceso de personalización


La finalidad más sublime de la educación es aportar a la humanización
del hombre, para que él sea promotor de la reconciliación y la paz.24 Con

24
Parra, Violencia total y paz real, 169-180.

reflexiones teológicas 8 (37-56) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


50

ello garantiza, en su búsqueda, la reconstrucción de la sociedad y de los


sujetos, la dignidad personal, la igualdad fundamental, la identidad y la
diferencia, como derechos de cada hombre y mujer.
Estos mismos principios están garantizados por la práctica pedagó-
gica de Jesús. “El Sábado ha sido instituido para el hombre y no el hom-
bre para el Sábado” (Mc 2,27). Por consiguiente, la pedagogía de Jesús
tiene como centralidad la persona humana y su realización plena.
Jesús reafirma en su enseñanza, y particularmente con su práctica, el valor ab-
soluto de la persona, frente a la cual todo debe ser relativizado y en función de
cuya realización todo debe orientarse. Ni las instituciones, ni las leyes, ni las
tradiciones, por más sagradas que sean, pueden absolutizar y mucho menos
ser manipuladas para legitimar la opresión o instrumentalizar las personas.
Todo, absolutamente todo, debe supeditarse al bien y la vida de las personas,
máxime si son los pobres y excluidos. Lo más sagrado para Jesús es la persona
humana, particularmente los empobrecidos, y la realización de su vida en toda
su plenitud está antes que todo.25

Si de formar personas se trata, antes que despersonificar como


docentes hay que recorrer la vía procesual, haciendo de ella una prác-
tica liberadora frente a las amenazas que atentan e impiden el proceso
de personalización. Esto implica –según la perspectiva de Peresson–
una actitud profética26 en nuestra misión como educadores: una acti-
tud que denuncie y anuncie una palabra de esperanza, proponga una
transformación real. No habrá sociedad nueva si no no hay seres hu-
manos nuevos.

Pedagogía centrada en la liberación integral


Paulo Freire tiene una obra clásica en educación que ha sido muy acogida
en nuestro tiempo: La educación como práctica de libertad, que es todo
un programa pedagógico en el cual se afirma que la educación liberadora
centrada en la persona humana busca ayudar a que el hombre reconquiste

25
Peresson, La pedagogía de Jesús, maestro carismático popular, 216.
26
Para profundizar en este tema, se recomienda el libro de Peresson, Misión profética de la edu-
cación católica en los umbrales del tercer milenio.

el acto educativo como lugar teológico arnulfo delgado sánchez


51

su libertad; su meta es educar en y para la libertad. No existe libertad


sin verdad. El hombre es creado para ser libre en el espíritu de la verdad.
El propósito de una verdadera educación no es formar personas
intelectuales sin sentimientos, o personas de gran corazón sin capacidad
reflexiva crítica y sin ética; es atender a las exigencias de todas sus di-
mensiones. Una pedagogía que busque este supremo objetivo no puede
permitir la opresión de unas estructuras económicas, sociales, religiosas
y políticas, generadoras y alimentadoras de un sistema de marginación,
de exclusión, de pobreza y de destrucción.

Pedagogía que construye una red intersubjetiva de comunión


La siguiente cita ilumina muy bien nuestra reflexión en este punto:
A la academia corresponde un nuevo diseño dialógico e integrador de las ciencias
naturales, de las humanísticas y de las sociales en un orden teleológico de con-
vergencia, para crear patria, para hacer ciudad, para posibilitar la comunidad
nacional económica, cultural y política. Y es la comunidad de las ciencias la
que puede crear en la academia, en los salones de clase y en los laboratorios, los
hábitos de la relación intersubjetiva e interpersonal, las visiones de conjunto,
la interacción y la convergencia de los saberes metódicos, la reciprocidad y el
intercambio, el acercamiento de la lejanía de lo otro, el establecimiento de co-
munidades de amigos y de hermanos.27

En consecuencia, pensar el acto educativo como lugar teológico,


y por tanto, como acto salvífico, es construir una red intersubjetiva
de comunión. Ella consiste en la conexión e intercomunicación entre
sujeto-sujeto, no entre sujeto-objeto; y también en construir unidad en
la diversidad, buscando medios de comunicación que liberen del ensi-
mismamiento absoluto para llegar a ser un nosotros. Al respecto Boff
nos recuerda:
En cada existencia humana descubrimos las siguientes relaciones: siempre hay
una relación yo-tú. El yo nunca está solo. Es también siempre un eco de un tú
que resuena dentro del yo. El tú es otro yo, distinto, abierto al yo del otro. En
ese juego de diálogo yo-tú es donde la persona va construyendo su personalidad.
Pero no existe solamente el diálogo yo-tú. Existe también la comunión entre

27
Parra, Violencia total y paz real, 106.

reflexiones teológicas 8 (37-56) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


52

el yo y el tú. La comunión surge cuando el yo-tú se expresa juntos, cuando


superan el yo y el tú y, unidos, forman una relación nueva que es el nosotros.28

Esta comunión entre personas solo se logra por medio de un pro-


ceso de personificación. Claro está que se requiere un giro antropológico
en nuestra comprensión de la persona humana. Creemos que una
comprensión más sana, justa y acertada se puede explicitar desde la
perspectiva de la Trinidad. Nos hacemos persona-red intersubjetiva
porque en nuestras estructuras humanas se funda esa capacidad de rela-
cionarnos los unos a los otros.
De otra forma se vuelve imposible ser persona. Somos creados a
imagen y semejanza de la Trinidad, que es intersubjetividad en relación
intrínseca. Por tanto, la red intersubjetiva significa decir no a la indi-
vidualidad, no a la incomunicabilidad y no a cualquier ensimismamiento
absoluto.
Desde la comunidad trinitaria se puede comprender que la
persona humana es un ser relacional, capaz de convivir con los otros
construyendo una red intersubjetiva. Si en las tres personas trinitarias
hay intersubjetividad29, entre las personas humanas no tiene por qué
estar ausente este aspecto relacional. Una pedagogía constructora de una
red intersubjetiva tiene presente que dicho proceso de ser persona está
enmarcado en el plan salvífico de Dios Padre para el hombre.30
Dios convoca, llama, elige, salva pero en un proceso de deificación.
Él llama a personas no a cosas ni a animales. El Hijo revela la persona
humana en su plenitud. El Espíritu es el hacedor de la persona humana
en el Hijo. Su misión consiste en hacernos personas humanas al estilo de
Cristo agradables al Padre. Él logra la unidad en la diversidad que somos.
En conclusión, la persona humana es el sujeto intersubjetivo
elegido, convocado y reunido por el Padre, hecho Hijo de Dios y deifi-

28
Boff, La Santísima Trinidad es la mejor comunidad, 89.
29
Las personas trinitarias son iguales (en su naturaleza), diferentes (en su mostración), y unidas
(en la universalidad). El ser de Dios es uno, pero capaz de relacionarse de manera diferente. Por
tanto, el modo de convivencia entre personas queda establecido.
Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática “Lumen Gentium”, sobre la Iglesia,
30

Nos. 1-4.

el acto educativo como lugar teológico arnulfo delgado sánchez


53

cado en Jesucristo por el Espíritu Santo que guía, vivifica, santifica y


unifica. La persona humana es obra de la acción trinitaria. El hombre
puede ser perfecto solamente siendo persona, es decir, viviendo en rela-
ción con los demás. “Al igual que Dios ‘es’ lo que es en su naturaleza, ‘Dios
perfecto’, solo como persona, el hombre en Cristo es ‘hombre perfecto’
solo como hipóstasis, como persona, es decir, como libertad y amor.”31
Convertir nuestro quehacer educativo en acto salvífico exige una
pedagogía, que por la acción trinitaria posibilite las condiciones necesarias
y acertadas en los sujetos para que estos sean eficientes, capaces de vivir
humanamente conviviendo entre personas, iguales, diferentes y unidas,
a pesar de la diversidad que nos constituye en personas ricas porque no
pensamos igual, no creemos en lo mismo, no sentimos lo mismo, no
revelamos a Dios de la misma manera.
Tal pedagogía ha de lograr que el sujeto se comprenda como
persona humana, pero en un estar siendo y construyendo aquella red
intersubjetiva entre quienes tenemos que convivir en libertad, en co-
munidad, en igualdad, en justicia, en los valores del Reino, en fraternidad
y en la Trinidad.

Conclusión
Por lo expuesto, cabe afirmar que toda teología auténtica y sana reconoce
que todo lugar es lugar de Dios, lugar donde se manifiesta y nos revela
su proyecto salvífico de amor. Por tanto, la educación en cuanto proceso
de personalización, de humanización, de plenificación o deificación del
hombre es también un lugar privilegiado en donde Dios se nos revela
hoy. En consecuencia, el acto educativo se convierte en acto salvífico que
se fundamenta en el amor que libera, da plenitud y vivifica.
Así, el acto educativo es un punto de partida para el quehacer
teológico y un punto de llegada para enriquecer al mismo. Se trata de
una teología que libere la educación de aquella otra educación que ha
sido manipulada para reproducir muerte en vez de vida abundante. Todo

31
Zizioulas, Ser eclesial: Persona, comunión, Iglesia, 45.

reflexiones teológicas 8 (37-56) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


54

lo que no genera ni da vida en abundancia no es estimable mantenerlo


mucho menos promoverlo.
En la humanización de la educación, la finalidad es el fortale-
cimiento integral de cada persona mediante un proceso que se pro-
pondría en la pedagogía trinitaria, tanto en el espacio de la escuela como
en otros escenarios de formación, manteniendo una reflexión perma-
nente acerca del actuar de Dios en los diferentes procesos de aprendizaje,
que se da en las áreas del conocimiento y en la comunidad educativa.
Queda abierto el camino para profundizar en cómo diseñar la
aplicación de la pedagogía trinitaria en los contextos educativos par-
ticulares, tanto en colegios confesantes y no confesionales.

Bibliografía
Arquidiócesis de Bogotá y Secretaria de Educación. Orientaciones curricu-
lares para la educación religiosa en el Distrito Capital. Bogotá: Carlos
Arturo Valero, 2000.
Boff, Leonardo. La Santísima Trinidad es la mejor comunidad. Madrid:
Sígueme, 1990.
Concilio Ecuménico Vaticano II. Constitución dogmática “Dei Verbum”,
sobre la divina revelación. Bogotá: Paulinas, 1997.
_____. Constitución dogmática “Lumen Gentium”, sobre la Iglesia. Bo-
gotá: Paulinas, 1997.
Congregación para el Clero. Directorio general para la catequesis. Bogotá:
Paulinas, 1999.
Delors, Jacques. La educación encierra un tesoro. Informe de la Unesco de
la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI. Paris:
Unesco, 1996.
Jaimes Maldonado, Amparo. Educación religiosa escolar e imaginarios de
Dios en las adolescentes. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana,
Facultad de Teología, 2005.
Parra Mora, Alberto. Violencia total y paz real: indagaciones teológicas.
Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Teología,
2010.

el acto educativo como lugar teológico arnulfo delgado sánchez


55

Peresson, Mario L. T. Evangelizar educando desde las áreas del currículo.


Bogotá: Librería Salesiana, 2004.
_____. La pedagogía de Jesús, maestro carismático popular. Bogotá: Librería
Salesiana, 2004.
_____. Misión profética de la educación católica en los umbrales del tercer
milenio. Bogotá: Indo-América Press Service, 1998.
Seba López, Hernando. “Universidad, teología y pedagogía.” Theologica
Xaveriana 136 (2000): 487-496.
Toro A., José Bernardo. “Perfil del educador de la escuela católica.” En
IV Congreso Nacional de Educación Católica, 25-28 de septiembre
de 2003. Bogotá: Conaced, 2003.
Zizioulas, Ioannis D. Ser eclesial: Persona, comunión, Iglesia. Salamanca:
Sígueme, 2003.

reflexiones teológicas 8 (37-56) julio-diciembre 2011. bogotá, colombia - issn 2011-1991


56

el acto educativo como lugar teológico arnulfo delgado sánchez

También podría gustarte