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Sermón
5ª Semana de pascua
Juan 15:5-15 / Santiago 1:16-21 / Isaías 12:1-6

Rev. Ybán Navarro

¡Cristo ha resucitado! Ha resucitado en verdad, ¡aleluya!

¿A dónde vas? Es la pregunta que no escucha nuestro Señor al anunciar su partida definitiva
a sus discípulos, y es que, ninguno pone asunto en el destino celestial de su maestro… sus
corazones se entristecen con la noticia, noticia que no era nueva para ellos ya que, el mismo
Jesús les había anunciado antes que debía regresar al Padre…

Ellos, sin embargo, no entendieron, no podían entender porque no estaban preparados; el


mensaje de su Señor, aunque claro para nosotros hoy, para ellos estaba codificado aún; se
habían acostumbrado a la compañía Y PROTECCION de su Señor de manera física… ellos
estaban en presencia de Dios mismo hecho carne, pero la humanidad caída de sus discípulos
como la de todos se aferraba a lo etéreo, a lo palpable…el pueblo de Israel al notar que
Moisés no descendía del monte sintieron la falta de protección física y a pesar que de habían
presenciado tantos y tantos milagros, ellos a la falta de esa presencia física optaron por
hacerse un Dios falso y esto lo vinos también con la actitud de Tomas, no solo ver para
creer, sino tocar.

El hombre carnal necesita algo de que aferrarse; el hombre se entristece al saber que lo que
depende en lo físico se va o se pierde y siente miedo cuando eso que él cree ser su protección
no está… y Jesús anuncia “ahora voy al que me envió” solo imaginemos la condición de
aquellos hombres… miraron a su Señor hacer tantos milagros y prodigios, curar enfermos,
levantar lisiados, alimentar a miles, arrancar de la muerte a personas ya fallecidas y ahora los
deja solos… ¿pero porque no podían entender el mensaje que hoy tu puedes entender?

Bueno sabes bien que esto no es una obra de nuestra inteligencia, mucho menos una
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habilidad adquirida con la experiencia por ser cristianos, sino es una obra de Dios mismo por
medio del consolador, el Espíritu Santo de Dios que con la partida de Jesús al Padre es quien
desciende y nos hace entender todas estas cosas, aquel espíritu de Dios que descodifica su
propia palabra para que cada uno de nosotros pueda recibirla.

Porque nadie que no tenga el E.S. puede entender los misterios que Dios ha revelado en su
Hijo… por eso hoy muchos rechazan la Palabra de Dios; su mente finita esta nublada con la
lógica y lo racional, que es natural en el hombre y que no deja espacio para entender y
aunque en verdad muchos buscan la verdad en las mismas escrituras no la pueden encontrar
porque no se le ha revelado EL CODIGO que viene con la venida del Espíritu de Dios.

Pero ¿quién es el ESPIRITU SANTO? El E.S. es Dios mismo, de la misma esencia del Padre
y del Hijo…

En el segundo artículo del credo apostólico confesamos: “Creo en Jesucristo, su único Hijo,
nuestro Señor.” “Creo que Jesucristo es mi Señor.” ¿Cómo hemos llegado a esta fe? No por
nosotros mismos, por nuestro propio poder — nadie lo puede hacer. Más bien, debemos
también esto solamente a Dios. Y en la Escritura se atribuye esta obra especialmente al
Espíritu Santo, la tercera Persona de la divinidad. Así en el tercer artículo de nuestro Credo
escuchamos del Espíritu Santo y su obra, que es traernos a la fe en Cristo y preservarnos en
ella y por medio de esta fe finalmente llevarnos a la vida eterna.

La Sagrada Escritura también nos describe al Espíritu Santo como el verdadero Dios. En
Salmo 139:7-10 se nos dice que no podemos huir del Espíritu Santo. Está al mismo tiempo
en el cielo, en el infierno y en el extremo del mar. El Espíritu Santo es omnipresente. En 1
Corintios 2:10 se nos dice que el Espíritu Santo escudriña todas las cosas, aún lo profundo de
Dios. Luego el Espíritu Santo sabe todas las cosas, es omnisciente. Pero solamente Dios es
omnipresente y omnisciente. Son atributos que solamente pertenecen a él. Luego el Espíritu
Santo tiene que ser Dios, y lo creemos y lo confesamos porque la Sagrada Escritura lo
describe con atributos divinos.

El Espíritu Santo es verdadero Dios. Pero no creemos solamente en el Espíritu Santo, sino
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igualmente en el Padre y en el Hijo. El Espíritu Santo es verdadero Dios junto con el Padre y
el Hijo. Mateo 28:19. Solamente hay un Dios, que se ha revelado en tres Personas. Dios es el
Dios trino. El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santa Trinidad. Creemos acerca del
Espíritu Santo, luego, conforme a la Escritura, que él es la tercera Persona de la Santa
Trinidad, verdadero Dios junto con el Padre y el Hijo.

Y es el Hijo que ha dado su vida todos nosotros cumpliendo su obra en la cruz el que envía a
su propio espíritu… Él se va para que pueda venir el Consolador, ese consolador que les hará
llegar mediante la Gracia al entendimiento, a la comprensión, descodificándoles el mensaje
de la fe. Pentecostés será ese gran día. A los discípulos, primero y a todos los creyentes
después para que el lenguaje con códigos de fe, sean entendidos por todo aquel que cree.

Y todo aquel que cree recibe más que de lo que puede imaginar, porque lo etéreo que nos ata
a este mundo queda eliminado con la Fe que viene unida a la palabra de Dios por la cual
tiene doble función:

La primera quitarnos la venda del engaño y poder ser llevados a los pies de Cristo donde
somos justificados ante el Padre, quien nos lleva allí es ese E.S. que viene juntamente con la
Palabra.

La segunda en que por esa misma Palabra es que el espíritu de Dios nos toca y nos saca de lo
racionar y nos lleva a la fe verdadera y fuera de la dependencia humana y de las malas
interpretaciones que tanto nos atraen.

El Espíritu Santo, también llamado, Espíritu de la verdad, nos va a hacer ver nuestro pecado,
nos va a abrir los ojos y poder ver nuestras propias carencias y faltas para llevarnos al
arrepentimiento. Y por consiguiente a su perdón por su infinito amor y misericordia.

Y no solo eso… Jesús debe irse para darnos la fuente de la verdadera fuerza que nos mueve a
poder creer sin ver, a poder creer sin sentir, a recostar nuestras cabezas confiando
fervientemente que Dios mismo, que Jesús mismo está conmigo en cada momento de mi
vida… porque este Espíritu Santo, el que viene por el oír de la palabra, nos hace memoria de
que en nuestro bautismo fuimos revestidos de Cristo, ¡¡¡Fuimos bautizados con el fuego del
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Espíritu, el agua ligada a la Palabra!!! Y ese fuego del Espíritu es el que nos va a mantener la
llama de la fe, encendida. ¡Maravilloso!

Con la partida de nuestro Señor, el código incomprensible en su momento para los discípulos
y revelado en pentecostés, es dado a cada uno de nosotros… el código es La FE, esa fe que al
comenzar el servicio confesando nuestros pecados y al recibir la absolución te libera de tus
cadenas y lejos de la razón y de la lógica humana…

Esa fe que te hace ver en la Santa Eucaristía al Cristo mismo, dándose a cada uno de nosotros
para perdón de nuestros pecados… los de allá afuera, muchos no entienden estos misterios,
no entienden que es lo que hacemos y lo que recibimos cada domingo, pero tu si lo entiendes,
tu recibes a Cristo en cuerpo y sangre cada domingo, lo recibes con la ayuda del consolador,
el cual te ha guiado hasta aquí, hasta su mesa para para darte vida.

Es por la obra santificadora del Espíritu Santo que conocemos a nuestro Señor, su Santa
Iglesia y sus santos misterio; sin su mediación ni tu ni yo conociéramos el código celestial
que nos lleva a Cristo y su obra, más este espíritu santo de Dios las ofrece por “la predicación
del evangelio y la administración de los sacramentos, por parte de los siervos los pastores, y
las coloca en nuestros corazones como un don divino y reconocible.”

Gózate en el conocimiento perfecto de Cristo, el cual se ha revelado por medio de su palabra


y entregado a ti en código libre por el Espíritu Santo de Dios…

Gracias Padre Celestial por redimirnos en la obra de Hijo Jesús; gracias por tu Espíritu Santo,
el cual nos ha revelado la verdad y nos ha guardado, no dejándonos solos y consolándonos
con tu palabra.

Amen.

Que la providencia del Padre, la redención del Hijo y la santificación del Espíritu Santo les
acompañe siempre

Amen.

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