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TEMA 1
LA CONFIRMACIÓN
OBJETIVO DOCTRINAL:
Llevar al confirmando a entender las condiciones necesarias para la recibir el sacramento de
la Confirmación y la manera cómo se administra.
ENLACE:
Todos los seres humanos nacemos muy limitados, necesitamos que nos den de comer, que
nos abriguen, que nos cuiden. Según vamos creciendo comenzamos a poder hacer cosas por
nosotros mismos, y así poco a poco, por medio del aprendizaje, llegamos a la madurez.
Igualmente nos sucede con nuestra fe, tenemos que ir aprendiendo cada día más sobre ella
para poder llegar a madurarla. De lo contrario seremos personas maduras en cuanto a nuestra
edad, pero inmaduras en nuestra fe. Por medio del Sacramento de la Confirmación
alcanzamos la madurez en nuestra fe.
PARA NO OLVIDAR:
Para poder confirmarnos es necesario conocer las oraciones más importantes. No debemos
de olvidar que cada vez que las recitamos nos acercamos más a Dios. Así mismo, debemos
conocer los mandamientos de la Ley de Dios, que son una guía para nosotros para cumplir la
voluntad de Dios. Y los mandamientos de la Iglesia que nos ayudan a no alejarnos de Dios y
de su Iglesia. Los mandamientos son una ayuda, no una serie de prohibiciones. Ya que la
Confirmación es un sacramento, debemos recordar cuáles son los otros sacramentos.
También debemos de recordar cuáles son los pecados capitales y las virtudes que los
combaten, para poder ser mejores cada día. Jesús antes de subir al cielo nos enseñó lo que
llamamos las obras de misericordia, y que debemos de cumplir si queremos llegar a salvarnos.
Estas son espirituales y corporales.
En el Sacramento de la Confirmación recibimos los dones del Espíritu Santo, que nos facilitan
nuestra vida de fe. Para poder obtener los dones y las gracias del Espíritu Santo debemos de
cumplir con unas condiciones: Oración, lectura de la Biblia, evitar el pecado y tratar de vivir en
gracia de Dios, agradecerle todo lo bueno que nos ha dado, tener una gran devoción a la
Virgen María. Por medio de la Confirmación adquirimos el compromiso formal de hacer
apostolado. La Iglesia nos recomienda tres clases de apostolado: La oración, el sacrificio y el
buen ejemplo.
La materia de la Confirmación es el “santo crisma”, aceite de oliva mezclado con bálsamo, que
es consagrado por el Obispo el día del Jueves Santo. La forma son las palabras que se
pronuncian “Yo te confirmo con la señal de la cruz y te confirmo con el crisma de la salud, en
el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. El ministro es el obispo o un sacerdote
con permiso especial. Los padrinos deben ser excelentes cristianos, deben de estar
confirmados, dar buen ejemplo a su ahijado. Adquieren las mismas obligaciones que los
padrinos del Bautismo. No deben de ser el padre o la madre. Pueden ser los mismos del
bautismo.
OBJETIVO DOCTRINAL:
Llevar al confirmando a entender qué es Pentecostés y al Espíritu Santo, como la Tercera
Persona de la Santísima Trinidad y sus dones.
ENLACE:
Sabemos que después de que Cristo murió, sus apóstoles y discípulos estaban temerosos, no
entendían lo que había sucedido, se sentían decepcionados, desorientados, no sabían que
hacer. Tenía que venir el Espíritu Santo, tal cual se los había prometido Jesús, para que
entendieran, salieran de la oscuridad y vieran la luz y de esa manera lanzarse sin temor a
continuar la obra de Cristo. La llegada del Espíritu Santo sobre los apóstoles sucedió el día de
Pentecostés, ese día se encontraban reunidos, no sólo los apóstoles, sino también los
discípulos y la Virgen María.
IDEAS FUERZA:
Hoy no pasa lo mismo, pero podemos decir que la Iglesia está en un continuo día de
Pentecostés, ya que el Espíritu Santo está actuando continuamente sobre ella de modos muy
diversos. Una de las formas de llegar al pueblo de Dios que tiene el Espíritu Santo es por medio
de la Confirmación. El día de nuestra Confirmación es el día de “nuestro Pentecostés”.
No hay que desperdiciar la gracia que recibimos en la Confirmación, además debemos hacer
que los demás se den cuenta de que el Espíritu de Dios habita en nosotros. Al confirmarnos
podemos decir que en el Bautismo recibimos por primera vez al Espíritu Santo y que en la
Confirmación recibiremos una fuerza especial de Él mismo, que nos hará capaces de llevar
una vida cristiana más perfecta. En la Confirmación se reciben las gracias del Espíritu Santo
necesarias para emprender el camino de progreso espiritual, en la vida personal y como
miembros de la Iglesia; esto es con el fin de madurar en la fe y en la práctica de la vida.
Es necesario que no se le deje todo el trabajo al Espíritu Santo, sino que pongamos todo lo
que está de nuestra parte, pues Dios nos dio los grandes dones de la razón y la libertad.
El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Es el resultado del amor
eterno que viene del Padre y del Hijo; es decir, el Padre y el Hijo se quieren de una manera
perfecta que de este amor se crea el Espíritu Santo. Es una persona distinta al Padre, al Hijo,
pero también igual a ellos ya que son de la misma naturaleza. No olvidemos que la Santísima
Trinidad es uno de los grandes misterios de nuestra fe y por ello no lo podemos entender.
En muchas ocasiones Cristo habla a sus discípulos del Espíritu Santo: lo presenta como el don
vivo y personal, que por medio de su Padre y de Él mismo van a recibir, para ayudarlos a vivir
una vida cristiana y quedarse con ellos. Tal como sucede en nuestra vida después de nuestra
Confirmación.
El amor de Dios es el amor más perfecto, total, infinito, eterno que existe y este amor Dios lo
manifiesta enviando al Espíritu Santo a todos nosotros.
Al ser confirmados recibimos ciertos dones o cualidades en nuestra alma, por medio del
Espíritu Santo.
OBJETIVO DOCTRINAL:
Llevar al confirmando a entender la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo y el compromiso
apostólico que se adquiere en la Confirmación.
ENLACE:
Conocemos a muchas personas que parecen haber nacido cansados, conformándose con lo
que son y teniendo lo que tienen. A estas personas conformistas las llamamos pesimistas,
porque están derrotadas antes de empezar. Por el contrario, vemos con muchísimo gusto, que
otras personas, las optimistas, están dispuestas a actuar, a esforzarse constantemente,
siempre están tratando de mejorar en todos los aspectos de su vida. Imaginemos lo que
hubiese sucedido sí la Iglesia fuese como los pesimistas, poco se hubiese logrado.
IDEAS FUERZA:
Cristo al fundar la Iglesia la hizo misionera. Antes de subir al cielo ordenó a los apóstoles: “Id
y predicad a toda la gente, lo que Yo os he enseñado, bautizándolas en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo y enseñadlas a cumplir lo que yo os he mandado”.
Desde el día de la venida del Espíritu Santo, Pentecostés, los apóstoles se lanzaron a predicar
sin miedo a los jueces, a las cárceles, a los regaños y a la muerte. Esto lo pudieron hacer
porque estaban convencidos de que debían de obedecer a Dios antes que a los hombres y
porque sentían la fuerza del Espíritu Santo. A través de sus dos mil años de vida, en que la
Iglesia, ha tenido grandes dificultades, momentos muy difíciles, no ha dejado de sentir la fuerza
de Pentecostés, ese viento que sopla donde quiere y que quiere hacer de todo el pueblo de
Dios, un pueblo siempre en marcha.
La Iglesia que es el Cuerpo Místico de Cristo: cuerpo vivo, en camino a la santidad perfecta de
sus miembros. Por el Bautismo entramos a formar parte importante en el Cuerpo Místico de
Cristo. Este Cuerpo Místico de Cristo es como un cuerpo humano, pero que no se puede ver.
Tiene ojos, nariz, boca, brazos, pies, etc., que son necesarios para funcionar bien. Por lo tanto,
así como nuestro cuerpo necesita de todos sus elementos, la Iglesia, como Cuerpo Místico,
necesita de todas las partes.
Cada uno de nosotros es una parte, por ello debemos de sentirnos necesarios, porque puede
ser que seamos algo muy importante para su funcionamiento. No hay que olvidar que cada
católico debe de desarrollarse al máximo en lo que le corresponde, para el bien de la Iglesia
de la que forma parte, unido a todos los demás miembros del cuerpo. Con la Confirmación
somos llamados a vivir como miembros responsables y adultos de este cuerpo. El Espíritu
Santo vive en la Iglesia, fue enviado para que la santificara y de esta manera los creyentes
pudieran acercarse por medio de Cristo, al Padre, en un mismo Espíritu.
A la Iglesia pertenecemos todos los bautizados. Cuando fuimos bautizados, el Espíritu Santo
empezó su tarea santificadora en nosotros. Pero el día de la Confirmación, el confirmado se
convierte en apóstol de la palabra de Dios. Por lo tanto, desde este momento recibe el derecho
y el deber de ser misionero. Si cada uno de los confirmados viviera esta misión y pensara
conscientemente que detrás de cada acción suya está la ayuda del Espíritu Santo, tendrían
más ánimo para ser apóstoles. Ser misionero, no significa irse lejos, a otros países, sino que
desde nuestra propia casa podemos ser misioneros, llevando la palabra de Dios a los demás,
siempre hay mucho que hacer. Donde Dios nos ha puesto, allí podemos ser misioneros. La
Iglesia de hoy necesita de todos los miembros del Cuerpo, para que den a conocer a Cristo,
por medio de la palabra y con el ejemplo y nuestras obras buenas, imitando el ejemplo que
Cristo nos enseñó cundo vino a la tierra.
OBJETIVO DOCTRINAL:
Llevar al confirmando a entender para qué recibimos al Espíritu Santo.
ENLACE:
A veces vivir como verdaderos cristianos nos resulta muy difícil, ello implica una lucha
constante. Pero, vemos como algunas personas lo logran, tal es el caso del Papa Juan Pablo
II, que no se cansa de hablar para difundir el Evangelio, para defender a la persona, aún
estando enfermo. Otro caso, es el de la Madre Teresa de Calcuta que ha dedicado su vida a
cuidar a los más necesitados de los necesitados, a aquellos que nadie voltea a ver. Tiene que
haber una razón por la cual ellos, al igual que muchos otros, lo han podido hacer.
IDEAS FUERZA:
El vivir como auténticos cristianos es luchar en todo momento, ya que Dios Padre nos pide a
todos que nos comportemos como se comportó su Hijo Jesucristo cuando vino a la tierra. La
lucha es difícil, pero no estamos solos. El Espíritu de Dios está con nosotros. Si estamos
conscientes de esto tendremos, la seguridad de que podremos combatir y ganar en esta lucha.
Recibimos al Espíritu Santo para crecer en la imitación de Cristo para ser perseverantes,
luchadores, generosos, valientes, amorosos, llenos de virtudes y si es necesario podríamos
ser mártires.
Es el Espíritu el que nos impulsa a optar siempre por Cristo. Para poder ser auténticos
cristianos tenemos que elegir a Cristo:
Tomándolo como norma de vida.
Públicamente y en todo momento.
Detestando todo lo que nos aparte de Cristo y sus enseñanzas.
Luchando porque su Reino de gracia, de perdón, de justicia y de paz reine en el mundo.
Defendiendo abiertamente nuestra fe y su Iglesia.
Aceptando todos los riesgos que implica ser su discípulo.
Siendo valientes, astutos, si es necesario con heroísmo, sin cansarnos jamás.
El Espíritu Santo nos mueve a seguir las huellas de Cristo siendo sus soldados. Seguir a Cristo
significa servir a los hombres, porque Cristo está presente en cada uno de nosotros. Cristo
vino a servir, no a ser servido. Los cristianos debemos de compartir los dones recibidos y al
compartirlos estamos cumpliendo con el compromiso adquirido en la Confirmación de hacer
apostolado.
Ser “confirmado” significa darnos por amor a los demás, sin fijarnos en su sexo, cultura,
conocimientos y creencias. Ser “confirmado” necesita de la actitud de estar totalmente
disponibles a dar a conocer al Espíritu Santo por todo el mundo. Para la Iglesia el apostolado
de los laicos es indispensable.
ENLACE:
Cuando fuimos bautizados, se nos borró el pecado original, obtuvimos la gracia santificante,
nos hicimos hijos de Dios y se nos dieron las tres virtudes teologales: la fe, esperanza y
caridad.
IDEAS FUERZA:
La esperanza nos ayuda a lograr llegar algún día al cielo, ya que esperamos ver a Dios. Por
eso es importante que imitemos a Cristo, Él es nuestro ejemplo para alcanzarla hay que estar
cerca de Cristo, siguiéndolo e imitándolo. La esperanza es una virtud que significa que yo
espero llegar a ver a Dios algún día, que confío en todo lo que Dios me ha revelado. Ese
esperar debe de ser nuestra motivación para hacer el bien, pues sabemos que Dios cumple
sus promesas. Y esto nos ayudará a vivir en gracia de Dios.
Llevándonos a amar al Padre, el Espíritu Santo nos ayuda a amar a Jesucristo, a la Santísima
Virgen, a los Santos, a la Iglesia y a todo lo que viene de Dios y nos conduce a Él. Por otra
parte nos protege y defiende de todo amor falso: del materialismo, del sexo, del placer, de la
ambición, de las malas diversiones, del exceso de bebida, etc. El don del Amor Eterno es
recibido de Cristo en la Confirmación, como regalo de Dios. Por lo tanto, no debemos traicionar
el Amor, sino que debemos de seguir con lo que Dios nos manda, para que por medio de Él,
seamos educados y maduremos en la Caridad.
TEMA 6
LA CONFIRMACIÓN NOS COMPROMETE A LA SANTIDAD
OBJETIVO DOCTRINAL:
Explicar que todos estamos llamados a la santidad.
ENLACE:
Hay que estar conscientes de que Dios, por su amor infinito nos llama a la santidad desde el
momento de nuestra creación. Bien dice San Agustín: “Nos has hecho para ti y nuestro corazón
está inquieto hasta que no descanse en Ti”. Esto es lo que nos debe de mover en todo
momento.
IDEAS FUERZA:
Cristo se hizo hombre, vivió como cualquier hombre, nos demostró ser una persona santa, ya
que nunca cometió un pecado. Nosotros como cualquier cristiano tenemos la obligación de
imitar a Cristo, por eso es tan importante tratar de vivir la vida en santidad. Imitar a Cristo
significa amar a Dios y a todos los hombres con todo nuestro corazón y nuestra alma. Esto
quiere decir que siempre tenemos que hacer el bien. Cristo nos invita a ser santos cuando nos
dice: “Sed pues perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. (Mt. 5, 48). Esto no
significa ser perfectos porque no queremos tener errores, eso sería soberbia, sino que hay que
tratar de seguir la voluntad de Dios por amor a Él, para poder vivir en su presencia algún día.
Con el Bautismo, recibimos la gracia santificante, es decir, la gracia que nos hace posible la
santidad. Pero, no sólo basta con recibirla a la hora de nuestro Bautismo, sino que cada uno
debe de responder a la invitación que tiene a ser santo. No olvidemos que Dios nos ofrece la
santidad, pero nunca la impone. Nosotros somos los que tenemos que responder a la
invitación, si es que queremos alcanzar la salvación. La santidad es una conquista humana,
ya que Dios nos da el empujón, pero depende de nuestro esfuerzo y de nuestro trabajo el
alcanzarla. En la Confirmación, recibimos al Espíritu Santo. Él es el empujón que Dios nos
manda, por lo tanto debemos de vivir como santos después de recibir el sacramento de la
Confirmación, ya que tenemos la ayuda de Dios, no hay pretextos. Sólo nos falta actuar el
compromiso adquirido ante Dios.
Los mandamientos son reglas que ha puesto Dios a los hombres para poder entrar al cielo. Muchos,
muchos años atrás, un gran hombre llamado MOISÉS, que era el ¨patriarca¨, o sea como el jefe o guía
del pueblo israelita, fue llamado por Dios al Monte Sinaí y ahí Dios le entregó ¨el decálogo¨, es decir los
10 mandamientos. Moisés luego los entregó a todo el pueblo:
5) NO MATARÁS
- Nadie tiene derecho, por ningún motivo, a quitar la vida a otro. Sólo Dios es quien da y quita la vida.
Es pecado mortal el ABORTAR , que no es más que MATAR a tu propio hijo, a una criatura que ni
siquiera puede defenderse y que, por pequeñito que sea, ya tiene un ¨alma¨ y ya es hijo de Dios. Es
también pecado contra este mandamiento, el suicidio, el homicidio.
- Este mandamiento pide:
a) respetar tu propia vida y salud; por esto no debes beber alcohol en exceso y está totalmente prohibido
contaminarte con drogas.
b) respetar la vida de los demás; por lo que prohíbe la guerra, la tortura, el terrorismo, el secuestro y
cualquier acto que atente contra vida de las personas.
8) NO MENTIRÁS
- Esto quiere decir que debemos decir siempre la verdad a los demás. Mentir es decir algo falso, es
engañar. La mentira nos hace sentir culpables y nos mete en muchos enredos. Tampoco está bien
enjuiciar o hablar mal de otros. Si alguien miente, debe reparar su mentira, o sea confesar la verdad.
CONCLUSIÓN:
- Todos estos mandamientos Cristo los resumió en dos:
¨AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, CON TODA TU ALMA Y CON TODAS
TUS FUERZAS Y AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO¨.
Recuerda por último que Dios te ama muchísimo y que por grandes que sean tus pecados siempre te
perdona si te arrepientes y te confiesas. ¡Siempre te da la oportunidad de comenzar de nuevo!
LOS MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA
La Iglesia, como Madre y Maestra que es, para cumplir con su misión da normas para ayudar a los
cristianos a cumplir y vivir mejor los mandatos de Dios. Entre estas leyes o normas se encuentran los
Mandamientos de la Iglesia. Todas las personas que pertenecen a Ella están obligados a cumplir con
ellos. Los mandamientos de la Ley de Dios son inmutables, no pueden cambiar por estar basados en
la naturaleza humana, obligan todas las personas, pues están inscritos en la conciencia. El carácter
obligatorio de las leyes positivas promulgadas por la autoridad eclesiástica tienen como fin garantizar
a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el esfuerzo moral. Los mandamientos
de la Iglesia son aquellos preceptos dados por la Iglesia para promover el acercamiento a los
sacramentos y a la vida litúrgica de todos sus hijos y así ayudarles a participar activamente en la vida
de la Iglesia, a cumplir sus deberes con Cristo y beneficiarse de los dones de salvación que Él nos
entregó.
2. Confesar los pecados graves cuando menos una vez al año, en peligro de muerte y si se ha
de comulgar.
Hay que acudir a este sacramento – como todos los demás, signo sensible eficaz de la gracia, instituido
por Cristo y confiado a la Iglesia - para asegurar la preparación para la Eucaristía mediante su recepción
que continua la obra de conversión y perdón del Bautismo. No basta con acudir, sino que hay que
cumplir con todos los requisitos que el sacramento impone. El asistir sin cumplir con los actos del
penitente, se convierte en una confesión sacrílega. Esto no implica que la confesión frecuente no sea
recomendable, sino todo lo contrario, para quienes quieren ir perfeccionando su vida, confesarse con
frecuencia es uno de los mejores medios.
El mandamiento señala la obligación de cada uno según sus posibilidades a ayudar a la Iglesia en sus
necesidades materiales, para poder continuar con su misión. Las necesidades de la Iglesia son muchas.
La Iglesia fue querida por Nuestro Señor Jesucristo, su fundador. Ella vela por el bien de los fieles, su
misión es ayudar a alcanzar la salvación. Como católicos debemos sentirnos parte de Ella, amándola
y defendiéndola siempre.
LOS SACRAMENTOS
Los siete sacramentos marcan las distintas etapas importantes de la vida cristiana de los
creyentes, que se dividen en tres categorías:
Sacramentos de la Iniciación Cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía ) que "sientan
las bases de la vida cristiana: los fieles renacidos en el Bautismo, fortalecidos por la
Confirmación y son alimentados por la Eucaristía";10
Sacramentos de curacióno sanación (Penitencia y Unción de los enfermos);
Sacramentos al servicio de la comunión y la misión (Orden y Matrimonio).
Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana caída está
principalmente inclinada. Es por eso muy importante para todo el que desee avanzar en la
santidad aprender a detectar estas tendencias en su propio corazón y examinarse sobre estos
pecados.
Catecismo #1866: Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o
también pueden ser referidos a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha
distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno (mor. 31, 45). Son llamados
capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia,
la ira, la lujuria, la gula, la pereza.
Lo que se desea o se rechaza en los pecados capitales puede ser material o espiritual, real o
imaginario.
1-Soberbia: Deseo de alto honor y gloria. Frente a este pecado, Humildad: Reconocer que
de nosotros mismos solo tenemos la nada y el pecado.
2-Avaricia: Deseo de acaparar riquezas. Frente a este pecado, Generosidad: Dar con gusto
de lo propio a los pobres y los que necesiten.
3- Lujuria: Apetito sexual. Frente a este pecado, Castidad: Logra el dominio de los apetitos
sensuales.
4- Ira: Malestar fuerte ante un daño o dificultad. Frente a este pecado, Paciencia: Sufrir con
paz y serenidad todas las adversidades.
5- Gula: deseo desmedido de la comida y bebida. Frente a este pecado,
Templanza: Moderación en el comer y en el beber
6- Envidia: Resiente las cualidades, bienes o logros de otro porque reducen nuestra auto-
estima. Frente a este pecado, Caridad: Desear y hacer siempre el bien al prójimo
7- Pereza: Desgano por obrar en el trabajo o por responder a los bienes espirituales
Diligencia: Prontitud de ánimo para obrar el bien
LAS OBRAS DE MISERICORDIA
Las obras de misericordia corporales, en su mayoría salen de una lista hecha por el Señor en
su descripción del Juicio Final. La lista de las obras de misericordia espirituales la ha tomado
la Iglesia de otros textos que están a lo largo de la Biblia y de actitudes y enseñanzas del
mismo Cristo: el perdón, la corrección fraterna, el consuelo, soportar el sufrimiento, etc.
Por otro lado, una manera de ir borrando la pena que queda en el alma por nuestros pecados
ya perdonados es mediante obras buenas. Obras buenas son, por supuesto, las Obras de
Misericordia. “Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos alcanzarán misericordia" (Mt.5,
7), es una de las Bienaventuranzas.
Además las Obras de Misericordia nos van ayudando a avanzar en el camino al Cielo, porque
nos van haciendo parecidos a Jesús, nuestro modelo, que nos enseñó cómo debe ser nuestra
actitud hacia los demás. “En Mateo, se recogen las siguientes palabras de Cristo: “No os hagáis
tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan;
sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no
minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón". Al
seguir esta enseñanza del Señor cambiamos los bienes temporales por los eternos, que son
los que valen de verdad.