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Literatura Japonesa

Durante el período Heian (794-1185), los nobles fueron los que escribieron y leyeron literatura.
La literatura japonesa solía ser solo para los nobles y no estaba al alcance de la gente común.
La gente común (antes del siglo XVII) no podía leer y era demasiado pobre para pagar la
literatura. Las formas literarias importantes incluyeron diarios y ensayos. También se
introdujeron más ideas budistas y se hizo más seria la poesía japonesa.

En el período medieval (1185-1587), las clases de guerreros educados comenzaron a crear y


leer literatura. Las personas que crean y leen literatura ya no son solo la clase noble, lo que le
da a la gente el placer de la literatura. No solo aumentó el número de personas involucradas
con la literatura. Los Haikus llegaron en el período1603-1867. También surgieron nuevos tipos
de drama. Los tipos de dramas eran obras de Kabuki y del teatro de marionetas.

El período Edo: (1603-1868)

Es conocido por su estabilidad y seguridad. Este fue un momento en que el drama, el teatro, el
arte y la literatura comenzaron a florecer debido al aumento de las tasas de alfabetización en
todo Japón. Poemas, guías de viaje y "novelas" populares aumentaron en la demanda de la
audiencia cada vez más educada de Japón.

El Período Meiji: (1866-1912)

El Período Meiji fue cuando el joven emperador Meiji de Japón buscó un cambio dentro de su
nación. Vio que los paises que lo rodeaban, ganaban más poder no solo en armas sino también
en educación. El emperador Meiji permitió influencias occidentales en la nación para
modernizar el país. Esto dio como resultado el cambio de gobierno (sistema controlado por el
gobierno donde proporcionaba escuelas primarias, escuelas intermedias y universidades) y la
prensa. El área de cambio que involucra a la prensa comenzó con el reemplazo de la impresión
de bloqueo de madera por la impresión moderna y la llegada de la fotografía.

Literatura japonesa moderna.

La literatura japonesa moderna merece una mención especial, porque representa a una nación
admirable, capaz de levantarse de sus cenizas para convertirse en un ejemplo de desarrollo
económico y cultural. La narrativa del país del sol naciente refleja la riqueza espiritual de una
cultura ancestral, así como los valores y las angustias de la actual sociedad japonesa.

La tradición oral y el misticismo japonés han dado lugar a una de las literaturas fantásticas más
ricas e interesantes. Además, el encuentro con la brutal realidad de algunos momentos de la
historia, ha motivado la creación de obras literarias dotadas de un realismo doloroso y de un
heroísmo aleccionador, ofreciendo su propia visión filosófica ante la vida. Por si fuera poco,
muchos de los autores proponen un punto de vista alternativo sobre el amor y el erotismo, con
una belleza poética que raya en la perfección.

Japón fue por muchos siglos, un país cultural y comercialmente cerrado, en donde la economía
feudal permaneció intacta y los valores se quedaron estancados. Sin embargo, a mediados del
siglo XIX la necesidad de abrirse al mundo se convirtió en un asunto ineludible. Tras la renuncia
del último Shogún (una especie de jefe militar que acaparaba el poder) y con el ascenso al
trono del emperador Mutsuhito, dio inicio la era Meiji. Este dato histórico es importante,
porque las nuevas políticas de apertura permitieron a los escritores crear por vez primera, una
literatura moderna, semejante a la que se conocía en Europa.

La nueva mentalidad oficial, creía que todo lo que provenía de occidente era moderno, por lo
tanto deseable. Por consiguiente, se impulsaron los planes de estudio en el extranjero y los
intercambios culturales. Las principales influencias literarias que llegaron al país fueron
procedentes de Francia. Muchos escritores jóvenes tomaron como modelo las novelas
naturalistas de Emile Zolá y el realismo perfeccionista de Gustave Flaubert. En el campo del
relato corto, la picardía y el terror de Guy de Maupassant se asimilaron muy naturalmente,
pues se asemejaban a los cuentos de la tradición fantástica del país del sol naciente. En efecto,
la restauración Meiji se distingue por su influencia Parisina.

Esta etapa significó un gran progreso social y cultural. Sin embargo, su campaña radical de
occidentalización también tuvo efectos negativos, pues pretendía sustituir tradiciones
profundamente arraigadas, poniendo en su lugar costumbres extrañas a los ojos de los
ciudadanos. Las obras literarias del momento reflejan estas dificultades de adaptación,
ilustrando las lógicas resistencias de quienes buscaban preservar la identidad japonesa. Los
dos escritores que mejor asimilaron las influencias y los cambios estéticos fueron Natsume
Soseki y Mori Ogai.

La narrativa japonesa hace eco del heroísmo de quién no se rinde ante las peores
adversidades. Sin embargo, también ejerce una crítica hacia el sistema económico, que si bien
traerá la riqueza al país, provocará también la pérdida de valores importantes, produciendo
vacíos en el alma de los seres humanos.

Es importante señalar que, para los escritores japoneses de esta época, el valor didáctico de la
literatura es importante; no en un afán «moralista» ni religioso, sino obedeciendo al impulso
patriótico y perfeccionista de progreso. El acuerdo nacional de «hacer las cosas lo mejor
posible, sin defraudar a los demás». está implícito en todas las actividades productivas y es
llevado a un nivel de exigencia muy significativo. Por ello es que la literatura japonesa (además
de ejercer crítica social y diagnosticar el alma humana), refleja la angustia de los ciudadanos
por estar a la altura de tan elevados ideales.

La era del militarismo:

Con frecuencia se dice que la historia es cíclica y que se basa en movimientos pendulares. Esto
viene a colación porque cuando falleció el emperador Mutsuhito y la era Meiji llegó a su fin,
dio paso a una etapa más oscura: la era del militarismo japonés.

La estabilidad lograda hasta entonces fue rota por el extremismo político de las primeras
décadas del siglo XX. El emperador Hirohito permitió que los militares recuperaran el control
de las instituciones y establecieran un régimen nacionalista similar al fascismo europeo.
Debido a sus afanes de expansión, el país se ganó muchos enemigos y termina participando en
la segunda guerra mundial con los resultados que todos conocemos. El fracaso del militarismo
japonés es pagado de manera brutal por la población; la locura de la guerra provocó la muerte
de cerca de dos millones de personas, además de la destrucción total de gran buena parte del
territorio.

La ruina nacional provocada por las bombas atómicas, generó una literatura particularmente
dolorosa, marcando un antes y un después en la memoria de la humanidad. Naturalmente, los
escritores se resistieron primero al militarismo y luego a la destrucción, creando una narrativa
de la resistencia. Los autores más importantes son el novelista Junichiro Tanizaki (La llave) y
Ryunouske Akutagawa (Kappa) este último considerado como «el padre del cuento japonés
moderno».

Empero, el escritor más representativo es el poético y perfeccionista Yasunari Kawabata


(primer japonés ganador del premio Nobel de literatura). Este escritor ofreció una alternativa
bella y elevada al sinsentido de la guerra y desde su primera novela corta (La bailarina de Izu)
logra desarrollar un estilo sobrio, reposado y melancólico. Otras muestras de su alcance
literario son «País de nieve» y «El sonido de la montaña» cuya prosa bella y exacta resulta
difícil de igualar. Cabe mencionar que los escritores japoneses hablan con soltura y desde hace
mucho tiempo de un tema poco abordado en occidente: La sexualidad senil. Para comprobarlo
baste consultar «Confesión impúdica» de Tanizaki o «La casa de las bellas durmientes» de
Kawabata.

La clave de la resurrección del Japón fue el que sus ciudadanos pudieran ejercer la autocrítica y
-aún dentro de la catástrofe- fueran capaces de canalizar un aprendizaje provechoso de la
historia. Mucho de este proceso liberador proviene del ejercicio catártico que es leer y escribir
literatura.

La ocupación y la posguerra:

Toda guerra es traumática y toda ocupación es humillante. El gobierno japonés fue controlado
por las fuerzas militares de los Estados Unidos de 1945 a 1952. De modo que la autoestima del
país estaba por los suelos y los ciudadanos sobrevivientes se encontraban en un estado de
vulnerabilidad extrema. Hechos de esta magnitud necesariamente se ven reflejados en la
literatura, cuyas historias fueron de vital importancia para superar el tabú de la guerra; un
tema del que todos evitaban hablar. (Nuevamente encontraremos parentesco con la narrativa
gala, por las similitudes de la ocupación alemana de Francia).

La aceptación incondicional al sistema capitalista y a la democracia occidental (aunado con el


nuevo conflicto norteamericano en Corea), significaron la recuperación pronta de la soberanía.
Así el país retoma la tendencia aperturista y las nuevas generaciones se someten de manera
natural a la educación pro-occidental. Japón aspira a convertirse en un país líder, en cuanto a
valores democráticos y económicos… y lo logra.

Yukio Mishima es el escritor más destacado de la reconstrucción japonesa. Su obra (y también


su contradictoria personalidad) refleja el idealismo y la frustración de una etapa convulsa,
teniendo como ideal la idea de «regeneración de la nación asiática». Sus novelas y relatos se
distinguen por haber desarrollado dos vertientes; una suave y respetuosa de los valores
tradicionales (El rumor del oleaje), así como otra faceta más bien aguerrida y experimental (El
marino que perdió la gracia del mar), observando gran influencia de las vanguardias
occidentales. Su suicidio evitó que permaneciera siendo elegible para ganar el Nobel.

«El milagro japonés»:

La clave de la resurrección del Japón fue el que sus ciudadanos pudieran ejercer la autocrítica y
(aún dentro de la catástrofe) fueran capaces de canalizar un aprendizaje provechoso de la
historia. De vital importancia fue sublimar los afanes revanchistas, sustituyéndolos por la
determinación inquebrantable por construir nuevamente una nación poderosa y respetada.
Mucho de este proceso liberador proviene del ejercicio catártico que es leer y escribir
literatura. En cuestión de veinte años, el país se encontraba totalmente recuperado,
esperando un nuevo florecimiento económico y cultural.

La narrativa de esta etapa, comparte ese arrojo, haciendo eco del heroísmo indomable frente
a las peores adversidades. Sin embargo, también ejerce una crítica hacia el sistema económico,
que traerá la riqueza al país, pero también provocará la pérdida de valores importantes
creando un vacío en el alma de los seres humanos. Los escritores más destacados son tanto el
renovador y extremoso Kobo Abe (La mujer de la arena) como el versátil Kenzaburo Oé (Una
cuestión personal). Este último es uno de los escritores más reconocidos, al grado de ser
considerado «el maestro de la nueva generación de escritores japoneses». Sus obras son
altamente apreciadas por su conmovedora sinceridad. Por todo ello le fue otorgado el premio
nobel de literatura en 1994.

KazuoIshiguro Hablando del Nobel más reciente; Kazuo Ishiguro (Los restos del día, Nunca me
abandones) es un caso especial, pues a pesar de haber nacido en Japón, desde muy pequeño
fue llevado a vivir en Inglaterra. Por esa razón es que el novelista escribió sus obras en lengua
inglesa. De cualquier manera, vale la pena mencionarlo, pues sus inspiradoras historias poseen
una admirable cualidad introspectiva y una nutrida conciencia por los hechos históricos.
Agreguemos a estas consideraciones el hecho de que sus obras tratan sobre la problemática
del Japón militarista y el de la posguerra.

La actualidad:

El crecimiento de Japón es una labor sostenida y a largo plazo; hoy en día, tenemos un país
desarrollado, poderoso y completamente abierto al mundo. Los términos anglosajones estan
omnipresentes en la ropa, en la música pop, en los productos de consumo y en el habla de
todo el pueblo. Esto no está mal visto, sino por el contrario, se tolera y se fomenta; el pueblo
japonés recuerda su pasado y no desea repetirlo. La riqueza ha elevado el nivel de vida de los
ciudadanos pero no les ha traído la tranquilidad financiera que les ayudase a bajarse del
frenético tren de la exigencia productiva. Los japoneses vuelcan en el consumo los vacíos que
la sociedad capitalista les produce, así como las angustias de vivir en un sistema productivo de
excelencia, en donde el fracaso y la pereza son algo inadmisible.

La ruina nacional provocada por las bombas atómicas, generó una literatura particularmente
dolorosa, marcando un antes y un después en la memoria de la humanidad. Naturalmente, los
escritores se opusieron; primero al militarismo y luego a la ocupación, creando una narrativa
de resistencia. Otro rasgo de la literatura nipona que hemos de celebrar, es que (por fin) el
Japón tradicional ha cedido en su hegemonía machista. Las escritoras están figurando en el
plano estelar que merecían desde hace mucho tiempo.

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