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ANEXO Nº 11: Del 12 de junio al 12 de junio de 2023_5ABCD

Título: Teología de la liberación en América Latina: orígenes, crecimiento e impacto


Propósito: Evalúa constantemente diversidad de fuentes para argumentar sobre Teología de
la liberación en América Latina mediante la elaboración ensayo tipo Prueba 3

LINK DEL VIDEO. https://www.youtube.com/watch?v=u0ZzbwS-Fq4

EL ESTABLECIMIENTO DE UNA RED DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN.


LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
Nació en el contexto (anticomunista) del desarrollo de la sociología en América Latina,
desarrollo en parte tributario de la Alianza para el Progreso. Se inscribe también como
prolongación de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) de monseñor Cardijn, presente en
América Latina desde los años treinta. Gracias a su vínculo con las comunidades
eclesiales de base (CEB), la teología de la liberación sería el eje de formación de una
nueva élite de clase media que abarcó los movimientos sociales de los años setenta y
ochenta (Doimo, 1995).

“ La teología de la liberación nos propone, tal vez, no tanto un nuevo tema para la
reflexión, cuanto una nueva manera de hacer teología. La teología como una reflexión
crítica de la praxis histórica es así una teología liberadora, una teología de la
transformación liberadora de la historia de la humanidad y, por ende, también, de la
porción de ella –reunida en eclesial- que confiesa abiertamente a Cristo. Una teología
que no se limita a pensar el mundo, sino que busca situarse como un momento del
proceso a través del cual el mundo es transformado: abriéndose -en la protesta ante la
dignidad humana pisoteada, en la lucha contra el despojo de la inmensa mayoría de los
hombres, en el amor que libera, en la construcción de una nueva sociedad, justa y
fraternal- al don del reino de Dios”.Gustavo Gutiérrez, Teología de la
liberación. Perspectivas

Fuente A: J: Corten, André, Les peuples de Dieu et de la forêt. À propos de la


“nouvelle gauche” brésilienne, VLB-L’Harmattan, Montreal/París, 1990 (pag. 12)
“BASES” Y NUEVA ÉLITE
La teología de la liberación no ocupa necesariamente el lugar que su discurso sostiene
sobre ella misma ni el que la izquierda terminó teniendo sobre ella (Dussel, 1981; Löwy,
1998). Sin embargo, no habría que descuidar por ello el movimiento social de las
comunidades eclesiales de base que, como se recordará, no se confunde con la teología
de la liberación. Este movimiento brindaría su discurso y sus cuadros a los movimientos
sociales de varios países entre 1970 y 1980. Estos cuadros constituirían una nueva élite
de clase media.
La teología de la liberación se había inspirado en el deseo de retomar la bandera de la
“gente equivocada”. Ni siquiera Camilo Torres era simpatizante comunista, aunque se
distinguía de muchos otros en que tampoco era anticomunista. Como veremos más
adelante, la teología de la liberación es una estrategia de la Iglesia católica. En el periodo
que va de 1971 a 1978 hay una lucha intensa en la Iglesia latinoamericana en cuanto a
la elección de la estrategia. Después de 1979 la teología de la liberación pasó a la
defensiva a pesar del apoyo de los más grandes teólogos (especialmente Karl Rahner).
Las Instrucciones de la Sagrada Congregación de la Fe fueron enviadas a Perú y a
Brasil a partir de 1983. Poco a poco la Iglesia progresista latinoamericana fue
desmantelada mediante el remplazo progresivo y sistemático de obispos progresistas
por obispos conservadores.

Fuente B: J: Corten, André, Los pueblos de dios y del bosque sobre la "nueva
izquierda" brasileña, brésilienne, VLB-L’Harmattan, Montreal/París, 1990 (pag.
16)
Si a principios de los años sesenta la teología de la liberación se desarrolló en una
perspectiva que seguía siendo antimarxista—en todo caso, de búsqueda de una tercera
vía—, a partir de 1969 comenzó a ser vista como un eslabón de infiltración marxista. El
Reporte Rockefeller (1969) habla de “infiltración marxista en la Iglesia”. Pero no será
sino hasta el documento de Santa Fe (que sirvió de plataforma al presidente Reagan en
1980) que se señale a la teología de la liberación explícitamente como un peligro.
La Alianza para el Progreso y cierta visión del mundo propagada por la Comisión
Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL) (Ominami, 1979)
favorecieron la aparición de una nueva élite de clase media que aseguró su ascenso a
través de un discurso socio teológico. Esta élite se apoyaría en los medios populares
para justificar su crítica “al desarrollo del subdesarrollo”, y fue volviendo a poner en
circulación una vieja idea cristiana—los pobres y la pobreza—que estableció su relación
con los medios populares. Esta élite aportó una nueva visión de lo político y pregonó,
especialmente, la democracia participativa. Las comunidades de base constituyeron su
primer hito. Pero no lograría ampliar tanto su influencia a través de esta práctica de
base, como podría sugerirlo una expresión como “opción preferencial por los pobres”.
Comoquiera que sea, a pesar suyo, esta élite aseguró su paso a un post populismo al
ser uno de los ejes de formación de un nuevo lenguaje político.
Aun cuando algunos medios conservadores estadunidenses la consideraban
sospechosa, la teología de la liberación y los agentes pastorales que trabajaban en ella
siguieron recibiendo apoyo financiero y mediático internacional.56 En cambio, este
apoyo disminuyó cuando, a principios de los años noventa, comenzaron a desaparecer
las amenazas revolucionarias en América Latina. El apoyo por parte de los medios
cristianos disminuyó también al ver que otros movimientos se acrecentaban, como el
del pentecostalismo y el neo pentecostalismo católicos. El interés se concentró en el
Movimiento de Renovación Carismática. El apoyo a tal o cual tendencia responde a
coyunturas institucionales en el interior de las iglesias. Sin embargo, el ocaso de la
teología de la liberación no fue general (Lesbaupin, 1997).
Particularmente en Centroamérica, la teología de la liberación sigue estando presente,
podríamos decir incluso que sigue presente en todos lados por el marco ético-político
que creó. Un marco propagado por profesionales en distintos sectores de la vida pública.
Constituye uno de los polos del modernismo ante el clientelismo tradicional y ante el
pragmatismo que representa la entrada de los evangélicos en la política.

Fuente C: Teología de la liberación, por Francisco Miro Quesada Rada


“Los cristianos debemos tener un compromiso permanente con la liberación
contra toda forma de dominación”. (Consultado de “el comercio” 15/08/2022)
El 8 de junio de 1928 nació en el seno de una familia limeña Gustavo Gutiérrez, quien
siempre ha estado al lado de la liberación humana sobre cualquier forma de dominación,
sobre todo de la liberación de los pobres.
Lo conocí primero por su libro más famoso: “Teología de la liberación: perspectivas”
(porque tiene otros, por ejemplo, “La fuerza histórica de los pobres”). Lo leí en un viaje
que hice en ómnibus de Lima a Tingo María. Era 1976, la obra me impactó fuertemente
porque expresaba lo que muchos jóvenes católicos en aquella época sentíamos y
reclamábamos en busca de la sociedad justa.
Unos años más tarde, mi padre me presentó a Gutiérrez en una reunión. Mi padre, el
filósofo Francisco Miró Quesada Cantuarias, escribió un artículo en el Suplemento
Dominical que tituló “De la biblia de Valverde a la biblia de Gutiérrez”. El título por sí solo
se explica.
En un primer acto, durante la conquista del Perú, la Biblia fue utilizada por el dominador.
En un segundo acto, siglos después, la Biblia recupera a través de la palabra de Cristo
su verdadero sentido, aquel del amor al prójimo. Por ello, el compromiso por la liberación
del ser humano ante cualquier forma de dominación. Cristo, el Hijo de Dios, no vino al
mundo a dominar, sino a liberar al hombre del peor mal: el pecado.
Me encontré con Gutiérrez en otras oportunidades a comienzos de los años noventa y
cuando esta década concluía. En el primer caso porque compartimos una mesa, que
había sido convocada por César Rodríguez Rabanal, para inaugurar la creación del Foro
Democrático, que hasta la caída del dictador Alberto Fujimori cumplió un rol fundamental
en defensa de los valores y principios democráticos denunciando los abusos, excesos
y corrupciones del régimen fujimorista.
Luego, en 1999, volvimos a encontrarnos en la ciudad francesa de Pau, capital de una
región que se llama el Bearne, donde queda Lourdes y en donde se creó la famosa
salsa bearnesa que en el Perú le decimos bernesa, como si fuera de Berna, capital de
Suiza.
El peruanista francés Roland Forgues organizó un coloquio titulado Europa y América
Latina al Alba del Tercer Milenio. Ahí escuchamos los argumentos de Gustavo sobre la
liberación.
El evento se desarrollaba normalmente hasta que recibí una penosa y dolorosa noticia
justo en el momento en que me tocaba exponer mi ponencia: mi suegro, Luis
Westphalen Milano, había fallecido. Tuve que sacar fuerzas de la nada para poder
exponer, aunque la verdad es que corté mi presentación porque el dolor me impedía
continuar hablando con tranquilidad y fluidez.
Fue en este momento que Gutiérrez se enteró del hecho y vino a consolar a mi esposa,
a mi hija y a mí. Un acto que siempre recordamos en la familia con gratitud. Ahí vi su
otra faceta, ya no la del teólogo profundo, del pensador, el escritor y docente, sino la del
sacerdote dispuesto a apoyar a las personas que sufren por el dolor, la actitud del
verdadero cristiano. Porque Dios-Cristo pide a los cristianos –no solo a los curas– servir
a los demás: “El que quiere ser grande, que se haga servidor de todos, y el que quiere
ser primero, que sea esclavo de todos” (Marcos 10, 35-45).
Por eso, al menos para mí, la teología de la liberación es el cumplimiento de la palabra
del Señor. Una actitud ante Dios, ante la vida y ante el mundo. Los cristianos debemos
tener un compromiso permanente con la liberación contra toda forma de dominación y
en el camino erradicar la pobreza de la faz de la tierra, que en el fondo es el destino
histórico de la humanidad. Cuando esto se logre, será el momento más sublime en el
ser humano, porque habrá triunfado la justicia necesaria para alcanzar la paz.
Luego de leer las fuentes J, K, L y M; identificamos 3 ideas importantes sobre cada una
de las fuentes, para el cual usaremos la técnica del subrayado:

Fuente D. Tahar, M. (2007). La teología de la liberación en América Latina: una


relectura sociológica. Consultado el 08 de junio del 2023.
https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-2503200700030000

EL IMPACTO SOCIOPOLÍTICO DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN


La teología de la liberación no fue la única forma de radicalismo cristiano en América
Latina, hubo otras. Lo que la caracterizó fue precisamente su posición: en el cruce de
los intereses propios del catolicismo hegemónico, de los cuales siguió participando; y
de los movimientos militantes e intelectuales de descentramiento en relación con la
institución. Esto explica su relación ambivalente con la acción política, el marxismo y la
violencia revolucionaria. Si bien no se puede explicar su surgimiento fuera de un
contexto marxista de pensamiento y de sobre politización, tal relación no fue nunca fácil.
Las preocupaciones por distinguir entre la "ética cristiana de liberación" y el uso del
"instrumento científico del marxismo" para analizar la realidad de la injusticia social da
cuenta de esa dificultad.4 La relación con la acción política no fue más evidente. En
algunos casos, como en la Nicaragua sandinista, la participación política fue directa. En
otros, como por ejemplo en México (también por la propia tradición laica del país), no lo
fue tanto.
Finalmente, la teología de la liberación fue muy prudente ante el recurso de la violencia.
Se la ha asimilado muchas veces a la aceptación cristiana de la violencia revolucionaria:
la figura mítica de Camilo Torres, el sacerdote colombiano que se integró a las filas de
la guerrilla del Ejercito de Liberación Nacional (ELN), en el seno de la cual murió
combatiendo en 1966, lo explica en parte, pero, la teología de la liberación, la cual
apareció después de la aventura del sacerdote colombiano, siguió por otros caminos.
Hay un contraste interesante entre el destino trágico de Camilo Torres y la larga vida de
Gustavo Gutiérrez, que fue su compañero en la Universidad Católica de Lovaina en los
años cincuenta, y de la mayoría de los teólogos de la liberación. En muchos casos, se
adoptó una posición ambigua de "acompañamiento" de las luchas populares y de
distanciamiento con la vía armada. Se optaba por la solidaridad, pero se buscaba
también tener un papel de mediador entre las partes en conflicto, como por ejemplo en
plena guerra civil salvadoreña en la década de 1980. En una entrevista, el teólogo
chileno del DEI, Pablo Richard, nos contó cómo Oscar Arnulfo Romero lo había
consultado, poco antes de su muerte, porque algunos sacerdotes radicalizados
discutían las alternativas de la lucha armada o de una opción intermedia de
acompañamiento de las luchas populares. La decisión aconsejada por el teólogo
chileno, ampliamente preferida por el obispo y finalmente adoptada, fue la más
moderada. En general, los textos de la teología de la liberación hablan mucho de la
"opción por los pobres", del trabajo a realizar con las bases populares y comunitarias y
de la lucha política necesaria, pero son muy evasivos en cuanto a la cuestión de la
violencia y, en general, no la promocionan. Por tanto, frente a las dictaduras militares y
al aumento de la represión en la región, una de las principales contribuciones de la
teología de la liberación consistió en impulsar movimientos sociales y organizaciones de
la sociedad civil, por ejemplo en torno a los derechos humanos. Se alejó así de los
ideales revolucionarios iniciales, sin abandonar su ética radical de transformación social.
La intervención política directa fue muy desigual, y dependió de las condiciones
eclesiales y políticas de cada contexto nacional. Por esta vía se promocionaron formas
de luchas que se ubicaron en el límite de la ilegalidad, como por ejemplo la ocupación
de tierras. Victimas de la violencia política, como en el caso extremo del asesinato de
los jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador el 16 de
noviembre de 1989 y, anteriormente, del obispo de la capital salvadoreña, Oscar Arnulfo
Romero, el 24 de marzo de 1980, las elites de la teología de la liberación se beneficiaron
también de la protección de la Iglesia católica y de la solidaridad internacional. Esta
violencia fue desigual y afectó más a los militantes anónimos y a los sectores sociales
movilizados. Si bien la teología de la liberación fue sobredeterminada por un contexto
de violencia social y política, su posición dentro de ese contexto fue más ambivalente
de lo que se suele pensar.

Fuente D. Barryman, P. (1987). Impacto de la teología de la liberación. Consultado


el 08 de junio de 2023.
https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=_vZ4pHKcHskC&oi=fnd&pg=PA14
&dq=Impacto+de+teologia+de+liberacion&ots=lNdDUZ47GJ&sig=q2Neww4140E
ZGDS8DLLi7TQeskc#v=onepage&q&f=false
Lo primero que hay que destacar, al tratar de esta nueva corriente teológica, es el
impacto mundial ha alcanzado. No sólo se ha difundido exitosamente por los países
latinoamericanos, sino que ha sido acogida con interés en casi todas partes. La obra
principal de Gustavo Gutiérrez ha sido traducida a nueve idiomas y la revista TIME la
colocó entre las diez obras más influyentes aparecidas en la década de los setenta, en
materia religiosa. Se ha dicho que nos hallamos ante la primera corriente teológica que
ha nacido fuera de Europa. Y son muchos los han tomado parte en la discusión de la
nueva forma de teología con actitudes más o menos positivas.
Más aún, la teología de la liberación surgida de nuestra problemática se ha ex tendido
mucho más allá de nuestras fronteras. Otros pueblos se han sentido interpelados por
ella y han tratado de hacer una nueva reflexión liberadora desde nuevas situaciones. En
los Estados Unidos ha surgido la llamada teología negra de la liberación. El método es
semejante y la intuición básica y la opción fundamental parten de la id en ti ficción con
el pueblo negro, oprimido y ansioso de libertad. También en Asia y Africa han asomado
tendencias similares, deseosas de hacer propio el cristianismo y no dejarse influir por
interpretaciones resignadas y extranjeras. Pero la influencia no ha quedado relegada a
los pueblos oprimidos. También el mundo desarrollado se ha hecho 61 ceo y ha
mostrado en ocasiones entusiasmo por la nueva teología. No siempre ese interés ha
podido ser genuino. En algunos casos, se descubre una cierta actitud paternalista de
los teólogos del primer mundo l]Ue saludan alborozados los intentos revolucionarios
políticos o religiosos
en países remotos y subdesarrollados, pues las experiencias y el heroísmo ajenos les
dan oportunidad de reflexiones valientes y de fáciles compromisos con problemas
lejanos que no les afectan directamente. Ensalzan así movimientos radicales que nunca
pretenden imitar, pues, se sienten muy por encima de semejantes circunstancias.
Sin embargo, los autores de la teología de la liberación han insistido y con razón en su
mensaje no puede reducirse a los hombres del tercer mundo. La dependencia de
nuestros países no es una realidad en sí, sino que va estrechamente implicada a los
países dominadores. De esa manera todos los cristianos nos hallamos comprometidos
con la miseria de las grandes masas del mundo. Y en este sentido la teología de los
países desarrollados de sentirse implicada en este grave problema mundial y reflexión
sobre la teología en el Perú contribuí~ a un cambio de la mentalidad en sus propios
países.
Por eso podemos decir con toda seguridad de la liberación se ha convertido en tema
insoslayable para toda la teología del pueblo son un claro testimonio de ello, …en
nuestros pueblos, en torno al cual se movilizan numerosos corazones. Y es que el mérito
fundamental de esta teología ha sido el poner el dedo en la llaga más profunda de
nuestra herida sociedad, con actitud valiente y comprometida. El hecho básico de la
escisión inhumana de clases sociales que relega a millones de hombres a la miseria y
a la ignorancia es de tal envergadura que no se puede ser cristiano hoy sin tomar ante
él una posición decidida. Nos hallamos ante una encrucijada que divide, ante una
bandera que arrastra, ante un ideal que hace vibrar juntamente a cristianos y a
incrédulos. Quizás una de las bellas descripciones de la intuición básica en la nueva
teología, nos la hace G. Gutiérrez en estas palabras: "Una buena parte de la teología
contemporánea parece haber partido del desafío lanzado por el no-creyente. El no-
creyente cuestiona nuestro mundo religioso y le exige una purificación y una renovación
profunda". "Pero en un continente cono América Latina, el reto no viene en primer lugar
del no-creyente, sino del hombre, es decir, de aquel a el orden social existente no
reconoce como tal: el pobre, el explotado, el que es sistemática y legalmente despojado
de su ser hombre, el que apenas sabe que es un hombre. El hombre cuestiona, ante
todo, no nuestro mundo religioso, sino nuestro 'mundo económico, social, político,
cultural"

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