Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ANEXO #12 de 5º
ANEXO #12 de 5º
“ La teología de la liberación nos propone, tal vez, no tanto un nuevo tema para la
reflexión, cuanto una nueva manera de hacer teología. La teología como una reflexión
crítica de la praxis histórica es así una teología liberadora, una teología de la
transformación liberadora de la historia de la humanidad y, por ende, también, de la
porción de ella –reunida en eclesial- que confiesa abiertamente a Cristo. Una teología
que no se limita a pensar el mundo, sino que busca situarse como un momento del
proceso a través del cual el mundo es transformado: abriéndose -en la protesta ante la
dignidad humana pisoteada, en la lucha contra el despojo de la inmensa mayoría de los
hombres, en el amor que libera, en la construcción de una nueva sociedad, justa y
fraternal- al don del reino de Dios”.Gustavo Gutiérrez, Teología de la
liberación. Perspectivas
Fuente B: J: Corten, André, Los pueblos de dios y del bosque sobre la "nueva
izquierda" brasileña, brésilienne, VLB-L’Harmattan, Montreal/París, 1990 (pag.
16)
Si a principios de los años sesenta la teología de la liberación se desarrolló en una
perspectiva que seguía siendo antimarxista—en todo caso, de búsqueda de una tercera
vía—, a partir de 1969 comenzó a ser vista como un eslabón de infiltración marxista. El
Reporte Rockefeller (1969) habla de “infiltración marxista en la Iglesia”. Pero no será
sino hasta el documento de Santa Fe (que sirvió de plataforma al presidente Reagan en
1980) que se señale a la teología de la liberación explícitamente como un peligro.
La Alianza para el Progreso y cierta visión del mundo propagada por la Comisión
Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL) (Ominami, 1979)
favorecieron la aparición de una nueva élite de clase media que aseguró su ascenso a
través de un discurso socio teológico. Esta élite se apoyaría en los medios populares
para justificar su crítica “al desarrollo del subdesarrollo”, y fue volviendo a poner en
circulación una vieja idea cristiana—los pobres y la pobreza—que estableció su relación
con los medios populares. Esta élite aportó una nueva visión de lo político y pregonó,
especialmente, la democracia participativa. Las comunidades de base constituyeron su
primer hito. Pero no lograría ampliar tanto su influencia a través de esta práctica de
base, como podría sugerirlo una expresión como “opción preferencial por los pobres”.
Comoquiera que sea, a pesar suyo, esta élite aseguró su paso a un post populismo al
ser uno de los ejes de formación de un nuevo lenguaje político.
Aun cuando algunos medios conservadores estadunidenses la consideraban
sospechosa, la teología de la liberación y los agentes pastorales que trabajaban en ella
siguieron recibiendo apoyo financiero y mediático internacional.56 En cambio, este
apoyo disminuyó cuando, a principios de los años noventa, comenzaron a desaparecer
las amenazas revolucionarias en América Latina. El apoyo por parte de los medios
cristianos disminuyó también al ver que otros movimientos se acrecentaban, como el
del pentecostalismo y el neo pentecostalismo católicos. El interés se concentró en el
Movimiento de Renovación Carismática. El apoyo a tal o cual tendencia responde a
coyunturas institucionales en el interior de las iglesias. Sin embargo, el ocaso de la
teología de la liberación no fue general (Lesbaupin, 1997).
Particularmente en Centroamérica, la teología de la liberación sigue estando presente,
podríamos decir incluso que sigue presente en todos lados por el marco ético-político
que creó. Un marco propagado por profesionales en distintos sectores de la vida pública.
Constituye uno de los polos del modernismo ante el clientelismo tradicional y ante el
pragmatismo que representa la entrada de los evangélicos en la política.