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Cuarto Módulo:
Autonomía progresiva del menor
PRESENTACIÓN
Al igual que en las unidades anteriores, la metodología propuesta consiste en una aproximación
práctica: se propone estudiar las figuras a partir de la jurisprudencia y la comprensión que la praxis
judicial ha brindado. En esta unidad se han seleccionado, adicionalmente a los precedentes,
algunos comentarios doctrinarios para ahondar en la temática.
También se proponen preguntas guía y de reflexión para afirmar los contenidos y se deja la vía de
comunicación abierta con el docente.
OBJETIVOS
Para reflexionar:
¿Existe un natural equilibrio entre los principios rectores que recepta el Código Civil y Comercial en
materia de minoridad?
¿La autonomía progresiva del menor introduce inestabilidad jurídica o bien representa una
herramienta útil para la resolución de conflictos? Responda desde su propia experiencia
profesional.
¿La autonomía progresiva del menor encuentra su único cauce en el marco de un expediente
judicial? Justifique desde su experiencia.
Incluir entre los principios rectores del campo de la minoridad a la noción de respeto por
la “autonomía progresiva” implica reconocer un proceso madurativo que excede el mero
transcurso del tiempo y la llegada a una determinada edad tasada de acuerdo con parámetros
empíricos globales. El niño o adolescente debe ser considerado con la intervención que
corresponda de acuerdo con su edad y desarrollo, en la búsqueda de respetar su ámbito de
autonomía. Este espacio se incrementará con el paso de los años, determinando la menor
injerencia de los padres en las decisiones que involucran los intereses del menor. En este proceso,
el niño deberá ser escuchado y tenida en cuenta su opinión cuando haya adquirido la edad y la
madurez suficiente para expresar sus propias opiniones, creencias y valoraciones así como sus
razonamientos y peticiones.
Así, se efectúa una primera distinción entre capacidad y competencia, conceptos a partir
de los cuales comienza a evolucionar la cuestión de la autodeterminación del sujeto menor de
edad, en cuanto a las facultades de ejercicio de sus derechos con relación a su propia persona .
Llegamos así a la noción de "competencia", también llamada "aptitud", que ha sido definida como
"un concepto perteneciente al área del ejercicio de los derechos personalísimos, que no se alcanza
en un momento preciso, sino que se va formando, requiere una evolución, no se adquiere o pierde
en un día o en una semana" (KEMELMAJER DE CARLUCCI). Es decir, se trata de un concepto ligado
al de discernimiento, pero implica una valoración de la aptitud de comprender el alcance de la
decisión en el caso particular de acuerdo al grado de madurez que ostenta el sujeto menor.
La edad que el Código marca como umbral de la adolescencia (los 13 años) resulta un
primer parámetro a considerar. Pero el análisis completo de la situación llevará a tomar en cuenta
aquello que pueda demostrarse en una causa y la valoración de otras profesiones afines. Desde
esta perspectiva, desde antaño se coincide en que, en el ámbito de la salud y las decisiones
referidas al propio cuerpo, el concepto jurídico de "capacidad" no se identifica con el bioético de
"competencia". La capacidad legal para adquirir derechos y contraer obligaciones debe
distinguirse del especial discernimiento que puede tener una persona para asimilar una
información brindada respecto del acto médico y, en función de ella, adoptar una decisión
mediante la adecuada evaluación de las distintas alternativas, sus consecuencias, beneficios y
riesgos . Por oposición a la capacidad legal, la competencia es una noción perteneciente al área del
ejercicio de los derechos fundamentales o personalísimos que no se valora en un momento
preciso, sino que se va formando, requiere una evolución; no se adquiere o pierde en un día o una
semana. Se trata, precisamente, de un elemento de desarrollo evolutivo en el terreno de la
bioética que se identifica con el principio jurídico de capacidad progresiva.
Para reflexionar:
Para reflexionar:
¿Qué edad considera que demuestra un mejor equilibrio y percepción de las circunstancias por un
menor?
¿Cuáles son las exigencias del derecho a la identidad del menor en relación a las TRHA? ¿Pueden
exigirse determinado acceso a la información durante la minoría de edad? ¿en qué casos?
¿Cómo debería equilibrarse el respeto de la autonomía del menor con la potestad de dirección de
los progenitores o cuidadores legales en estos casos: dietas veganas; opción por establecimiento
educativo que profesa una fe religiosa diferente a la de la familia; rechazo de un tratamiento
médico que puede implicar serio riesgo de vida? EN cada caso, justifique y brinde experiencias de
su práctica profesional.
4. Aspectos procesales de la autonomía progresiva del menor.
Otro de los puntos de potencial conflicto entre menores y adultos en el ordenamiento civil
vigente es el caso de la adopción. Concretamente, en el terreno del derecho a la identidad, en
cuanto al contacto con la familia de origen. El Código vigente desde 2015 recepta el mandato
convencional de autonomía progresiva de menores tanto en aquellas decisiones vinculadas con la
propia adopción, como en la relativa a la adopción de los hijos de niños, niñas y adolescentes.
En el rol del adoptado en su propia adopción, dos normas reflejan el principio de
capacidad progresiva: a) por un lado, el art. 595 inc. f) CCyCom. exige el consentimiento del niño
mayor de 10 años, cuestión que es lógica si se advierte la escasa posibilidad de éxito de una
adopción no deseada ni aceptada por un niño de esa edad; y b) el art. 596 CCyCom. reconoce a
favor de los menores con edad y grado de madurez suficiente, con independencia de su edad, el
derecho a conocer los datos relativos a su origen y acceder, cuando lo requieran, al expediente
judicial y administrativo en el que se tramitó su adopción y a otra información que conste en
registros judiciales o administrativos. Esto deja a criterio del tribunal o juez interviniente la
valoración ad casum de la madurez del solicitante.
El contacto y trato con los progenitores es tanto un derecho del menor como uno del
padre o madre. El artículo 640 CCy Com. indica, en su inciso b), que los padres están obligados al
cuidado personal del hijo. Este cuidado personal no solamente se refiere al cotidiano velar por las
necesidades del niño, niña o adolescente, sino que realmente implica el contenido que el propio
inciso a) del artículo 646 CCyCom. describe como “cuidar del hijo, convivir con él, prestarle
alimentos y educarlo”. El artículo 652 CCyCom. completa este brevísimo panorama conceptual con
el derecho del que goza el progenitor no conviviente a tener una “fluida” comunicación con el hijo.
Es decir que existe un deber del padre o madre de mantener este contacto y un derecho por parte
del hijo o hija a tenerlo con ambos.
Por último, no debe soslayarse que, si ante la investigación y valoración del tribunal que
conoce el caso, el menor – niño, niña o adolescente – demuestra la ausencia de madurez
suficiente o alteración de su propio juicio para negarse al contacto, es deber de la autoridad
judicial arbitrar las medidas tendientes a restablecer el mayor grado de equilibrio en las relacione
del menor. En este sentido, si la negativa al contacto no emana de una decisión realmente libre,
no nos encontramos frente al ejercicio de una real autonomía sino una manifestación de una
voluntad viciada.
En estos casos se debe prestar especial atención a la negativa del menor a revincularse
con alguno de sus progenitores o familia extensa. Aquí cobra relevancia particular la influencia que
otros miembros del entorno puedan estar ejerciendo, de manera indebida, sobre las emociones y
afectividad del menor.
Particularmente interesante desde la praxis resulta el caso traído a consideración sobre
restitución internacional de dos adolescentes. En este caso, de forma posterior a la sentencia que
ordena la restitución, los menores adolescentes se presentan solicitando no ser trasladados. De su
clara posición surge que la única forma de lograr la ejecución de la sentencia es con el auxilio de la
fuerza pública por lo que se desiste de la misma.
Para reflexionar:
¿En los casos de indebida influencia de un progenitor u otro miembro de la familia para
entorpecer la revinculación debería procederse siempre a la restauración del vínculo? ¿Pueden
existir casos que lo hagan desaconsejable?
¿En su práctica profesional ha debido recurrir al apoyo de familia extensa de un menor para lograr
la revinculación con un progenitor? ¿Qué herramientas considera más útiles a estos fines?
¿La manifestación de voluntad de un menor adolescente en materia de adopción debería primar
sobre disposiciones legales que hicieran imposible el establecimiento de una filiación adoptiva pro
nulidad en la tramitación de la causa o por prohibición expresa (ej: entrega directa)?
En los supuestos de restitución internacional de menores que han permanecido por períodos
prolongados en el país adonde fueron llevados ilegítimamente ¿debería evaluarse de igual forma
el arraigo con un centro de vida? ¿qué interés debería prevalecer: el cumplimiento de las
obligaciones internacionales de la Argentina o el respeto por la autonomía del menor que no
desea volver a ser desplazado?
CONCLUSIÓN
El campo en el que se despliega la autonomía del menor es muy vasto y posee un sinfín de
gradaciones que responde a categorías etarias (niños, niñas o adolescentes) y circunstancias
particulares (estándar de la competencia). En algunos casos el despliegue de la autonomía
llevará a conflictos reales con los progenitores o cuidadores legales. En estos casos cobran
especial relevancia tanto las figuras de apoyo no parentales (defensor de menores, abogado del
niño) como los cauces procesales concretos en los que manifestarse las voluntades encontradas.
Uno de los mayores desafíos consiste en balancear esa autonomía progresiva contra el devenir
esperable de acontecimiento que pueden tener consecuencias irreversibles.
Fundación de Ciencias Jurídicas y Sociales del Colegio de Abogados de la Pcia. de Buenos Aires
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