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TEXTO 1
Walter Jackson Ong (1912- 2003). Nacido en Kansas City, Missouri. Era sacerdote
jesuita, educador, académico, profesor de filología inglesa, historiador de la cultura y la
religión y lingüista. En su obra expresó el mayor interés en la transición de la oralidad a
la escritura, lo cual argumenta, tiene una influencia en la cultura y la conciencia humana.
Las personas enteramente letradas sólo con gran dificultad pueden imaginarse cómo es
una cultura oral primaria, o sea una cultura sin conocimiento alguno de la escritura o
aun de la posibilidad de llegar a ella. Tratemos de concebir una cultura en la cual nadie
haya nunca tratado de indagar algo en letra impresa. En una cultura oral primaria la
expresión “consultar en un escrito” es una frase sin sentido: no tendría ningún significado
concebible. Sin la escritura, las palabras como tales no tienen una presencia visual,
aunque los objetos que representan sean visuales. Las palabras son sonidos. Tal vez
se las “llame” a la memoria, se las “evoque”. Pero no hay donde buscar para “verlas”.
No tienen foco ni huella (una metáfora visual, que muestra la dependencia de la
escritura), ni siquiera una trayectoria. Las palabras son acontecimientos, hechos.
Para cualquiera que tiene una idea de lo que son las palabras en una cultura oral
primaria, o en una cultura no muy distante de la oralidad primaria, no resulta
sorprendente que el término hebreo dabar signifique “palabra” y “suceso”. Malinovski
(1923, pp 451, 470 – 481) ha comprobado que entre los pueblos “primitivos” (orales) la
lengua es por lo general un modo de acción y no sólo una contraseña del pensamiento,
aunque tuvo dificultades para explicar sus conceptos (Sampson, 1980 pp 223 – 226),
puesto que la comprensión de la psicodinámica de la oralidad era virtualmente
inexistente en 1923. Tampoco resulta asombroso que los pueblos orales por lo común,
y acaso generalmente, consideren que las palabras poseen un gran poder. El sonido no
puede manifestarse sin intercesión del poder.
El hecho de que los pueblos orales comúnmente, y con toda probabilidad en el mundo,
consideren que las palabras entrañan un potencial mágico está claramente vinculado,
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HISTORIA DE LOS DOCUMENTOS
Selección de lecturas sobre evolución de la escritura
al menos de manera inconsciente, con un sentido de la palabra como, por necesidad,
hablada, fonada y, por lo tanto, accionada por un poder. La gente que está muy
habituada a la letra escrita se olvida de pensar en las palabras como primordialmente
orales.
Los pueblos orales comúnmente consideran que los nombres confieren poder a las
cosas. Las explicaciones para que Adán ponga nombres a los animales en
Génesis.2:20, normalmente llaman una atención condescendiente sobre esta creencia
arcaica, supuestamente pintoresca. Tal convicción es de hecho mucho menos
pintoresca de lo que parece a la gente caligráfica y tipográfica irreflexiva. Primero que
nada, los nombres efectivamente dan poder a los seres humanos sobre lo que están
nominando: sin aprender un vasto acopio de nombres, uno queda simplemente
incapacitado para comprender, por ejemplo, la química, y para practicar la ingeniería
química. Lo mismo sucede con todo el conocimiento intelectual de otro tipo. En segundo
lugar, la gente caligráfica y tipográfica tiende a pensar en los nombres como marbetes,
etiquetas escritas o impresas imaginariamente, adheridas a un objeto nominado. La
gente oral no tiene sentido de un nombre como etiqueta, pues no tiene noción de un
nombre como algo que puede visualizarse. Las representaciones escritas o impresas
de las palabras pueden ser rótulos; la misma condición no puede aplicarse a las
palabras habladas, reales.
TEXTO 2
Fernando Báez. (Ciudad Guayana, 1970) es venezolano. Licenciado en Educación y
Doctor en Bibliotecología. Se destacan sus trabajos sobre la destrucción de libros y
recientemente su investigación sobre los destrozos que la invasión de Irak ha causado
en la documentación y las obras artísticas de ese país.
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HISTORIA DE LOS DOCUMENTOS
Selección de lecturas sobre evolución de la escritura
Hoy no se dispone de suficiente información, entre otras cosas porque la guerra de Iraq
en 2003 trajo consigo saqueos innumerables en los asentamientos, pero parece haber
consenso sobre el hecho de que la escritura surgió con los sumerios que habitaban
Uruk, una poderosa ciudad – templo poblada en varias ocasiones. Existen muestras de
arcilla del período denominado Uruk IVb, con fechas que van desde el 3500 al 3300 a.C.
Al menos esa es la conclusión a la que se ha llegado tras treinta y cinco campañas de
arqueología alemana en Uruk, entre 1912 y 1985. La palabra sumeria con el significado
de escribir era gub y escritura era gub-bu.
Esta escritura era cuneiforme, es decir con forma de cuñas o incisiones realizadas por
medio de un cálamo de caña o de hueso. Al principio, tenía funciones estrictamente
mnemotécnicas, como el apoyo a la memoria, y es indudable que, por una mezcla del
aumento del control y de la desconfianza, llegó a hacerse muy complicada, hasta el
punto que una reforma obligó la reducción de signos, de dos mil a menos de mil. Ya en
2500 a. C. Los textos trataban no sólo de temas contables sino mitológicos, como
sucedió en Shuruppak. El sumerio era aglutinante, es decir, construido sobre una raíz
invariable a la que se yuxtaponían otras palabras para darle sentido como la expresión
“ha-ma-ab-sum-mu” (traducida como “debería dármelo”).
TEXTO 3
David Finkelstein es profesor de investigación de medios y cultura impresa en la
Universidad Queen Margaret de Edimburgo. Antes de eso, fue decano de la Facultad
de Humanidades y catedrático de Cultura de impresión en la Universidad de Dundee.
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HISTORIA DE LOS DOCUMENTOS
Selección de lecturas sobre evolución de la escritura
FINKELSTEIN, D.; MCCLEERY, A. (2014). Una introducción a la historia del libro.
Buenos Aires: Paidós, pp. 65 – 67.
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HISTORIA DE LOS DOCUMENTOS
Selección de lecturas sobre evolución de la escritura
culturas de la Mesopotamia, Egipto y Sinaí era la creencia en el peso de las palabras,
tanto escritas como habladas, “una concepción de la palabra como vehículo de poder,
de la creación por decreto, y del uso oracular de las palabras escritas y habladas”
(Noegel, 2004:134). En concreto, esto significaba una especial atención a la
representación de las palabras, una práctica de la transcripción que creía que las
inexactitudes violarían los principios sagrados y tendrían consecuencias imprevistas y
graves.
Las culturas orales han tenido sus griots (narradores), chamanes, brujos y sabios, cuya
función era preservar y transmitir las tradiciones orales, que actuaban como repositorios
de valores sociales y culturales, y que eran convocados para juzgar, sanar, informar o
entretener.
Las culturas escritas han convocado a sus escribas y filósofos para preservar e
interpretar el pensamiento y la actividad humana. Incluso hoy, aquellos que están
capacitados para recolectar, utilizar y manipular información tanto en forma oral como
escrita, con frecuencia desempeñan las mismas funciones, y vemos esto inmerso en
una variedad de prácticas y tradiciones vinculadas al trabajo, desde gurúes de las
relaciones públicas y agentes de prensa (una suerte de guardianes de la información)
hasta escritores de bestsellers, periodistas, guionistas y comentaristas culturales.
Este capítulo aborda la escritura, en tanto ha sido integrada a los estudios de la historia
del libro y también a la historia de las estructuras de comunicación social. Delinearemos
cómo la escritura se desarrolló y se expandió en la cultura europea occidental, marcando
vínculos con las autoridades y las instituciones, que serán analizados en mayor
profundidad en el capítulo 4. Prestaremos atención al modo en que las tradiciones
orales se incorporaron a la cultura temprana del manuscrito y la escritura, y
examinaremos cómo la escritura cambió en su estructura y estilo con el predominio de
la tecnología de la imprenta. Este capítulo también recorre el modo en que la escritura
cambió su naturaleza debido al desarrollo de un público lector y letrado, desplazándose
desde ser usada como una herramienta cultural para ser leída a muchos hacia un
proceso que habitualmente dirigía sus resultados a lectores individuales y solitarios.
Finalmente, el capítulo examina brevemente cómo los críticos han descripto la escritura
al servicio del Estado y el poder institucional, usada para la colonización política y
cultural de otras partes del mundo y en el contexto de las estructuras de clase.