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Rescatando al Soldado Ramirez 1/9/02

Miedo, los miembros no me responden. Mis pies están pegados al suelo y mi culo también.
Seguramente producto de la defecación masiva que desde hace horas se ha venido
acumulando bajo mis nervios. Digo desde hace horas producto de mi pérdida repentina de la
noción del tiempo.
¿Hay noción del tiempo en el purgatorio?
Tal vez hayan pasado unos minutos, eso pensé hace unas horas que mas bien parecieron años
aunque mi piel marchita en rojos embarrados sigue igual que hace unos segundos. Estoy
aterrorizado, espero, aunque ya no se si estoy o soy, lo que esté debajo de mi piel, no debe ser
muy diferente de lo que veo aquí afuera. Veo, veo,…veo montañas de entrañas, explosiones
que los cuerpos no pueden contener, miembros que no encuentran sentido cuando yacen ya
inertes a metros de si mismos. Cascos con cabezas, tanques lentos, balas que hacen sapito y
que me saludan con insultantes salpicones de tierra. Tiemblo y esta casa tiembla conmigo.
Temblamos juntos aunque nadie se entere.
Uno de mis compañeros pierde la cabeza y se desploma libre como soltado por un porro, y
nunca se enterará de que esta casa tiembla conmigo, esta pared, esta viga, este yo. Lo que
queda de él. ¿Estas son lágrimas o son gotas de irrealidad?. Mas bien parecen bombas de
cobardía en el desierto de los estúpidos moribundos. Algunas se confunden con los mocos
líquidos, acuosos que no quieren soltarme, otros caen en babas a veces arrepentidas, otras
veces audaces y violentas presagiando el revoltijo de la náusea. Vomito hasta el alma de mi
médula aturdida. Es un vómito solamente, allí están todas las palabras, llantos y esencias de mi
cobarde cuerpo. Digo vómito por que no puedo decir muerte, aún. Pero ahora que la
menciono y que al invocarla aparece, me doy cuenta de que mi verdadero miedo, lo que me
hace temblar es la idea de que mis muertos queridos no hayan conocido a esta hermosa mujer
rubia y de ojos azules como el cielo.

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