Juegos Políticos El Deporte y Las Pugnas Que Mueve... - (Juegos Políticos. El Deporte y Las Pugnas Que Mueven El Mundo. Tomo II)

Alto Perú: el surf como vehículo de
inclusión ciudadana en zonas

marginales de Lima
Andrea Cabel García
Introducción
Chorrillos, uno de los 43 distritos de Lima, cuenta con 107
asentamientos humanos que actualmente se hallan en estado de
vulnerabilidad debido a sus condiciones precarias de subsistencia
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(Municipalidad de Chorrillos, s. f.); dicho de otro modo, por un limitado

acceso a recursos tales como agua y desagü e, drenajes, electricidad,
alumbrado pú blico, espacios pú blicos, manejo de residuos só lidos,
entre otros. Estas condiciones precarias de subsistencia son algunos de
los factores que propician el fortalecimiento de actividades delictivas
tales como los robos, el trá ico de drogas y diversos tipos de violencia.
En este contexto, el asentamiento Alto Perú , uno de los seis barrios
situados en las faldas del Morro Solar, encarna una interesante
experiencia de resigni icació n y de reinterpretació n de sus limitaciones
Sánchez, B. O. (Ed.). (2021). Juegos políticos : El deporte y las pugnas que mueven el mundo. tomo ii. Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC).
Created from unicont on 2022-12-05 18:49:15.
materiales, pues gracias a una organizació n nombrada
homó nimamente ha emprendido la conquista de sus propios espacios
pú blicos.
Este artı́culo se propone analizar los aportes de la organizació n
deportiva y cultural Alto Perú a partir de tres ejes de alta relevancia: la
reconceptualizació n de la educació n sobre la base de la noció n de
“barrio-escuela”, la reapropiació n del espacio pú blico de la comunidad y
el cambio de actores delictivos en garantes de seguridad. De modo
particular, sostenemos que el deporte ejerce un impacto positivo y
transformador en las relaciones sociales de los habitantes del
asentamiento humano Alto Perú . De modo general, planteamos que
esta transformació n no es evidente ú nicamente en los á mbitos cultural,
social o econó mico, sino, sobre todo, en lo polı́tico, pues visibiliza la
praxis activa de la ciudadanı́a.
En ese sentido, conviene explicar un té rmino pertinente para el
tema que se pretende desarrollar: la sociabilidad protegida. Al respecto,
el antropó logo Jesú s Estrada (2016) apunta que el deporte, a travé s de
la organizació n de sus reglas, ayuda a que sus jugadores se interesen en
promover y respetar convenciones acerca de lo que está permitido y de
lo que está prohibido. Basá ndose especı́ icamente en el surf, indica que
sus reglas “son como lazos de relació n coyunturales que se activan para
evitar accidentes por falta de acuerdo, para protegerse mientras

comparten con otros los riesgos de enfrentarse a la naturaleza” (p. 97).
Es ası́ que el deporte permite que las acciones de sus participantes se
enmarquen en una “protecció n mutua”, vale decir, una sociabilidad
protegida cuyo propó sito es resistir a la naturaleza. De acuerdo con
estas re lexiones, a irmamos que Alto Perú extiende la é tica del cuidado
al pró jimo a uno mismo y a los espacios con los que se vincula. De esta
manera, el deporte deviene en una estructura de signi icació n en la que,
a decir de Jesú s Estrada, la sociabilidad protegida funciona “como un
regulador de comportamientos y estilos de vida” (p. 16). Desde esta
perspectiva, la relevancia de Alto Perú radica en que su labor social
posiciona al deporte como una herramienta que, por un lado, cambia
vidas, relaciones interpersonales y espacios, y, por otro, fomenta la
emergencia de una ciudadanı́a má s consciente y empoderada. En las
lı́neas que siguen analizaremos las maneras en que esta organizació n
ha conseguido desarrollar un complejo modelo de sociabilidad.
1. La historia: “Queremos crear una realidad como

la que hay, pero con más límites”
El camino del surf en nuestro paı́s ha sido complejo y contradictorio, y
sin duda ha servido tambié n para visibilizar las diferentes grietas
sociales que persisten en nuestra sociedad. No en vano la
popularizació n de esta prá ctica deportiva ha tomado má s de 50 añ os en
nuestro paı́s. Me explico mejor. Ciertamente, para nosotros el surf no es
un deporte má s. Tenemos varios campeones mundiales, una só lida
selecció n y una historia llena de hitos. Entre ellos, por ejemplo, somos
el primer paı́s de Sudamé rica al que le llegó una tabla hawaiana nada
má s y nada menos que en el añ o 1935. Ademá s, organizamos y
ganamos el campeonato mundial de surf en 1965 y participamos en la
creació n de la International Sur ing Federation (Blanco, 2010). No
obstante, todos los cambios importantes en este deporte han ido de la

mano con los cambios polı́ticos, econó micos y sociales de nuestra
historia.
Relata una cró nica publicada en un suplemento de El Peruano que
“en los añ os cincuenta, cuando llegaban tablistas del extranjero eran
recibidos por el presidente de la Repú blica en Palacio de Gobierno con
todos los honores” (Bravo, 2018, pá rr. 42). Esto evidenció para propios
y extranjeros que el surf era entendido como un deporte privilegiado,
elitista, selectivo.
Pero esta imagen comenzó a cambiar poco a poco en el tiempo. Ası́,
en la dé cada de 1970 surgió una paradoja: en el gobierno de Velasco
Alvarado se cancelaron las importaciones de tablas, varias familias
dedicadas al surf fueron expropiadas y, en 1972, “los tablistas peruanos
se retiraron de la Federació n Internacional de Tabla (ISF) y se
paralizaron las competencias mundiales. Ademá s, por razones polı́ticas
de rechazo al apartheid de Sudá frica, no se participó en una
competencia mundial en Sudá frica. Perú no compitió en los mundiales
de 1978, 1980 y 1982” (Bravo, 2018, pá rr. 43). Esta paralizació n del
surf en nuestro paı́s, producto en gran parte del imaginario que se tenı́a
sobre este, fue como un quiebre en su historia, ya que, llegando a la
dé cada de 1990, se intersecó con la oferta de instrumentos para su
prá ctica por la multiplicació n de los sur istas varones y mujeres
profesionalizados en todo el mundo. Esto permitió que, en mayo de
1990, a pesar de que atravesá bamos por el voraz con licto armado
interno, diez tablistas peruanos pudieran viajar a Japó n al XIII
Campeonato Mundial de Tabla Amateur. Este fue un hito importante en
el camino de la profesionalizació n del surf en nuestro paı́s, ya que a
partir de entonces comenzó la masi icació n de su prá ctica.
Al respecto, Bravo (2018) retoma un artı́culo del suplemento “La
Revista”, de El Peruano en su edició n de febrero de 1993, que “reporta
que en ese añ o la població n de sur istas creció vertiginosamente,
contando con un aproximado de diez mil a icionados” (pá rr. 59). Luego,
en la primera dé cada de 2000, la prá ctica del surf se amplió , y el “boom
de la aparició n de nuevos medios de comunicació n especializados”
permitió conocer mucho má s de este deporte (Meza, Tramontana &
Pardo, 2014, pá rr. 10). Otros dos sucesos que enmarcan y motivan la
popularizació n del surf son, de un lado, su incorporació n en los Juegos
Panamericanos de 2019, en los que ademá s nuestro paı́s resultó
campeó n, y su anunciamiento como disciplina olı́mpica que debutará
en los Juegos Olı́mpicos de Tokio. Toda esta internacionalizació n del
surf peruano ha generado considerables ingresos para nuestro paı́s y
para los sur istas peruanos que, claro, han conseguido auspicios o
cuentan con los ingresos para participar particularmente en los
torneos. Al respecto, Karin Sierralta, director ejecutivo de la Federació n
Nacional de Tabla (en adelante, Fenta), “estimó en US$ 25 millones el
monto que anualmente mueve el surf, y US$ 45 millones los que genera
el turismo por este deporte” (Gestión, 2016, pá rr. 2). Esto ú ltimo puesto
que aproximadamente “cien mil turistas visitan el Perú para correr olas,
lo que deja unos bene icios de 120 millones” (DW, 2020, pá rr. 3).
Sumado a ello, vale la pena enfatizar que en nuestro paı́s hay
aproximadamente “150 000 deportistas que practican surf, entre
a icionados y profesionales, de los cuales 85 segú n el ú ltimo listado de
preseleccionados para ir al mundial ISA son de alto rendimiento”
(Dañ ino, 2016, como se citó en Vá squez, 2019, p. 5).
No obstante, aunque el surf es un deporte que se está convirtiendo
en sinó nimo de é xito y nuestro paı́s es un claro exponente de su
resigni icació n, algunas prá cticas elitistas y discriminatorias se
mantienen. Un ejemplo de la popularizació n de este deporte y de sus
contradicciones lo encarna la “primera tricampeona sudamericana de
surf en la historia” (Perú21, 2017), Analı́ Gó mez18, hija de un pescador
humilde de la playa Punta Hermosa. Ella, a pesar de su impecable
trayectoria, declaró en la entrega de los Laureles Deportivos del Perú no

contar con auspiciadores para seguir participando en los torneos
internacionales porque, en sus palabras, “[las marcas] son un poco
racistas. Ahora está n apoyando a las rubias, las que son para la portada.
Lamentablemente yo soy negra, pero feliz y orgullosa de haber logrado
este reconocimiento” (Carrillo, 2016, pá rr. 3).
Llamarse a sı́ misma “negra”19, como lo hace en estas lı́neas, no es
necesariamente para denotar un trato amable y afectuoso, sino para lo
contrario: para denunciar claramente la discriminació n abierta que
existe en nuestro paı́s y de la cual ella, por má s tı́tulos y galardones
obtenidos, era vı́ctima. En esta lı́nea, el surf se ha popularizado en
nuestro paı́s, pero, por supuesto, con sus matices. La organizació n que
nos ocupa, a saber, Alto Perú , es una de las instituciones que luchan
desde sus inicios hasta la actualidad por descentrar la prá ctica y la
percepció n que gira alrededor de este deporte.
En este contexto, a Diego Villará n, fundador de la organizació n Alto
Perú , vivir en el barrio homó nimo le permitió conocer de cerca el
violento dı́a a dı́a de los niñ os del lugar. A raı́z de semejante experiencia,
concibió una propuesta creativa que, con recursos propios y donativos,
procuraba cambiar las peligrosas calles de dicho barrio. La idea
consistı́a en plantear un nuevo umbral de sentido de pertenencia a in
de crear nuevas prá cticas sociales. Para ello apeló al surf, un deporte
que practica desde que tenı́a siete añ os.
Aceptó trajes de neopreno de segunda mano y algunas tablas, e
invitó a algunos jó venes a recibir clases gratuitas de surf que é l mismo
dictaba. No fue fá cil, pero poco a poco se fue consolidando un grupo
sostenido de alumnos que compartı́an durante tardes y mañ anas una
rutina de ejercicios y de aprendizaje. Este proyecto, iniciado en 2008, se
expandió cinco añ os despué s. Ya en 2013 comenzaron a enseñ ar muay
thai y ganaron má s adeptos de edades menores. El plus de contar con
alumnos má s pequeñ os en ambas disciplinas fue enorme: lograron

instruir a promociones completas de niñ os y niñ as que luego se
convirtieron en campeones nacionales e, incluso, mundiales.
Recordemos el caso del luchador de muay thay Alex Chá vez, que ganó el
tı́tulo de campeó n del mundo en Suecia en 2016 y lo mantuvo hasta
2018 en Cancú n. A la fecha, Alto Perú ha logrado formar (con todo lo
complejo que implica esta palabra) a 600 jó venes, tanto en las artes
marciales como en el surf.
Un dato interesante sobre el lugar en el que practicaron el muay thai
es que su centro de alto rendimiento fue iniciado en la plaza del barrio.
En ella se realizaban talleres y festivales:
Ahı́ comenzaron los entrenamientos una vez a la semana. Luego tres, luego seis.
Aprovechamos el espacio pú blico dado el abandono. Despué s de todo, como la
playa, tambié n la plaza es un espacio pú blico. Despué s de un añ o de practicar
muay thai en la calle, logramos alquilar un local y acondicionamos el techo de un
vecino. Tuvimos algunos problemas de inanciamiento y volvimos a los
entrenamientos en las calles, pero desde hace dos añ os, gracias a un fondo que
ganamos, pudimos alquilar otro espacio. Y Nike nos dio un auspicio que nos
permitió techar, mejorar algunas cosas (como colocar bañ os). Toda esta evolució n
es la que nos ha llevado a tener un centro de alto rendimiento autosostenible que
genera trabajo y da visibilidad al distrito, y que ademá s es valorado y cuidado por
los vecinos (Villará n, 2020).
Sobre las clases que brindan, tanto de muay thai como de surf, vale
la pena mencionar el é nfasis especial que le han proporcionado al
enfoque de gé nero. El objetivo era claro: alejar a las mujeres de los
contextos de violencia, defender el derecho a la recreació n que ellas
poseen y promover su empoderamiento. Ası́, se les invitarı́a a pensarse
a sı́ mismas como igual de capaces, fuertes y libres que sus compañ eros
(Proyecto Alto Perú , 2018). Es por ello que en 2018 Diego Villará n y
Matı́as Balló n se dieron cuenta de que debı́an contar con horarios
exclusivos para chicas. Ciertamente, muchos padres no querı́an que sus
niñ as e hijas adolescentes entrenen con los jó venes del barrio. Y
sucedı́a lo mismo del lado de ellas: sentı́an descon ianza y temor al

entrenamiento compartido con sus vecinos, ya que ellos representaban
una posibilidad de abuso.
Los resultados de la implementació n de los horarios segmentados
salieron a lote pronto. Llegaron má s niñ as y jó venes del barrio a
practicar al centro de alto rendimiento y varias má s se alistaron para
entrar en el mar. Con el tiempo, y sobre una garantı́a de seguridad
comprobada, se pudieron reducir las restricciones de la diná mica:
Buscá bamos crear una realidad como la que hay, pero con má s lı́mites. Es decir, en
la vida real los hombres y las mujeres no vivimos separados, y vivir en sociedad
implica saber compartir y negociar los espacios pú blicos. No obstante, creamos
las garantı́as y las condiciones para que má s niñ as se inscribiesen y esto nos
permitió dar el siguiente paso: permitir los entrenamientos mixtos. A la fecha, ya
no solo en surf y en muay thai, sino en diversas actividades, tenemos 45% mujeres
y 55% varones aproximadamente compartiendo rutinas y espacios (Balló n, 2020).
Otro fruto de considerar el enfoque de gé nero se materializa en las

campeonas nacionales que han logrado consolidarse en Alto Perú . Nos
referimos a las dos campeonas de muay thai, Merenly Ferná ndez y
Johaira Aldazabal, y a Selene Ferná ndez, que obtuvo el segundo puesto
en esa disciplina en el añ o 2017 (Proyecto Alto Perú , 2018). Al lado de
ellas debemos enfatizar la presencia de la menor de edad Tatiana Mora,
que, a sus 16 añ os, obtuvo dos tı́tulos nacionales y una medalla de
bronce del Campeonato Mundial de Muay Thai de 2018 (El Comercio,
2019).
Con la inalidad de trascender a la competencia en torneos, la
organizació n Alto Perú , en alianza con la Asociació n Cultural D1 de
Vania Ması́as y con el auspicio de Nike, presentó a lo largo del verano de
2019 un programa de baile al que asistieron 20 niñ as y adolescentes.
Esta conexió n con la danza y con una comunidad de bailarinas que
tambié n provenı́an de zonas vulnerables permitió reinventar lazos
civiles en los que primaron el desarrollo emocional, el empoderamiento
femenino y las actitudes positivas hacia la sociedad.

El é xito de Alto Perú , renombrado signi icativamente como “barrio-
escuela”, no solo se visibiliza en la cantidad de deportistas profesionales
de primer nivel, sino en el modelo de proyecto social centrado en una
autosostenibilidad integral: los jó venes de las primeras promociones de
surf y de muay thai son los profesores de otros nuevos ingresantes. De
esta forma, enseñ ando los mayores a los menores, se desarrolla una
comunidad focalizada en la que “ellos mismos son sus propios agentes
de cambio” (Alto Perú Surf, 2015).
Otro modo de entender la autosostenibilidad conseguida en el
proyecto radica en que, como vı́a de emprendimiento, la escuela genera
trabajo para los jó venes de las primeras promociones. Ellos reciben un
sueldo por desempeñ arse como facilitadores en su centro de alto
rendimiento y en todas las actividades de surf y de muay thai. A su vez,
otra parte de ese ingreso es destinado a costear las clases de los niñ os
de las zonas má s vulnerables.
Finalmente, otra arista de su autosostenibilidad estriba en que el
proyecto ha crecido lo su iciente como para contar con un equipo de
psicó logos, arquitectos, deportistas y voluntarios que se encargan de
visibilizar el trabajo que realizan en la innovació n social. Con un só lido
compromiso comunitario, este conjunto de profesionales se mantiene
en constante actividad para visibilizar logros, propuestas e intenciones.
2. Mapear la belleza o la conquista del espacio

público
El espacio pú blico está regulado por el Estado. Como explica Alguacil
(2008), la “propiedad pú blica es colectiva, pero se gestiona y se
controla en el espacio urbano a travé s del Gobierno local en el que se
reconocen los ciudadanos má s cuanto má s proximidad y participació n
se produce en este nivel” (p. 205). En nuestro caso, estamos frente a
una problemá tica: el espacio “regulado” por el Estado (las calles, plazas
y playas de los asentamientos humanos) se halla caracterizado por la
violencia y el robo. Apoderarse de este lugar y reinventarlo a partir de
polı́ticas locales pensadas e implementadas por sus propios vecinos es,
justamente, lo que marca la diferencia en la propuesta de Alto Perú .
La organizació n, gestada inicialmente para la prá ctica deportiva,
experimentó un quiebre en 2017 y tomó como eje de trabajo el
urbanismo comunitario. Es entonces cuando adoptaron el nombre de
“barrio-escuela” y se convirtieron en un proyecto destinado a mejorar
sus espacios pú blicos: avenidas, plazas, veredas, paredes, e incluso un
patrimonio histó rico que hasta hace poco tiempo estaba repleto de
desmonte y basura. Nos referimos, claro, al Morro Solar. Nos interesa
entonces vincular la propuesta de trabajo de Alto Perú con el espacio
pú blico porque existe una ineludible relació n entre el manejo del
espacio y el ejercicio y visibilizació n de la ciudadanı́a. De acuerdo con
Sergio Tamayo (2010), “ser ciudadano es participar en la creació n,
preservació n y transformació n del orden social” (p. 93). En ese sentido,
la ciudadanı́a permite “delinear una identidad polı́tica colectiva”
(Mouffe, 2003, p. 121).
Partiendo de lo señ alado, la ciudadanı́a no consiste ú nicamente en
compartir derechos y obligaciones, sino en salir del sitio privado, del
confort individual, para actuar y producir cambios en la esfera pú blica.
Dicho de otro modo, la ciudadanı́a implica una participació n, un trabajo
activo en la sociedad. Por ello, la ciudadanı́a se ejerce: “el ciudadano se

hace haciendo su ciudad; no es objeto de pertenencia de la cosa-ciudad,
sino que pertenece a un sistema de acciones del que é l mismo es
fuente” (Thiebaut, 1998, p. 25). En cuanto a ello, Alto Perú ha
desarrollado sus programas de deporte y urbanismo comunitario como
maneras de fomentar la ciudadanı́a. No cabe duda de que sus
programas son una contundente respuesta a la pasividad de los
Gobiernos locales, quienes omiten, en muchos casos, los derechos
bá sicos civiles, polı́ticos y sociales de sus habitantes.
Antes de explicar la metodologı́a del mapeo de belleza, conviene
esclarecer brevemente el concepto de “barrio-escuela”. La idea de
repensar el barrio como una escuela, como un lugar de aprendizaje,
parte de la necesidad no solo de involucrar a los vecinos en la prá ctica
de la disciplina y en el cuidado del espacio, sino de integrarlos en un
cambio de ilosofı́a y perspectiva sobre dó nde y có mo aprendemos. Al
respecto, es relevante citar las siguientes declaraciones de Matı́as
Balló n:
Creemos que lo que falta, o no estamos integrando, tiene que ver con algo mucho
má s estructural vinculado a la educació n, y es que hemos creado un sistema en el
que el espacio educativo es el colegio: dentro de 4 paredes, aislado de la realidad. Y
no vemos que el barrio, donde los niñ os pasan la mayor parte del tiempo (má s
aú n en zonas de vulnerabilidad social), tiene que ser no solo un lugar seguro, sino
tambié n estimulante y educativo (LaMula.pe, 2020)20.
No deja de ser interesante que las calles, pistas, plazas, veredas, el

mar y el mismo Morro Solar sean rede inidos como espacios de
aprendizaje, lugares donde todos, sin excepció n, son maestros y
alumnos los unos de los otros. Esta forma de generar ejercicio
ciudadano y de promover el cambio en la identidad colectiva e
individual de los pobladores de Alto Perú nos permite a irmar que la
metodologı́a participativa de la organizació n reconquista un espacio
altamente afectado por la inseguridad ciudadana.
La idea era conocer este espacio desde los ojos de sus habitantes y, a
partir de ello, detectar dó nde estaban los recursos má s relevantes del
barrio para potenciarlos. Una actividad que ejempli ica la metodologı́a
descrita es la siguiente: Diego y Matı́as colocaron un toldo y una mesa
en la que estiraron un mapa de la zona. Llamaron a los vecinos y poco a
poco se formó un grupo de espectadores y curiosos. Los que se
acercaban eran invitados a marcar en el mapa las zonas má s peligrosas,
pero tambié n las que tenı́an historia, las má s seguras, las má s bellas. La
diná mica, ademá s, proponı́a que se recuerden experiencias acontecidas
en esos lugares y las relataran en pú blico. ¿Dó nde robaban má s? ¿Qué
tipo de robo solı́a ser? ¿Qué otros tipos de violencia ocurrı́an? ¿Conocı́a
a las bandas o a las personas que los ejecutaban? ¿Dó nde habı́a belleza?
¿Quié nes la producı́an? ¿Có mo lo hacı́an?
Nos han programado para mapear riesgos y buscar los problemas, pero eso
orienta nuestra atenció n hacia las carencias y di icultades. Nuestra
recomendació n es buscar la belleza, lo bueno, los recursos. Y con iar en que la
gente sabe lo que quiere, sabe có mo obtenerlo tambié n. Es cosa de saber escuchar,
lo má s importante es saber escuchar con presencia. No escuchar lo que queremos
escuchar. Diseñ ar lo que creemos que es necesario. El primer paso en verdad es
escuchar, conocer, estar ahı́. Lo otro es que es necesario tener tiempo,
involucrarse, chambear, las cosas no se hacen solas (LaMula.pe, 2020).
Dos fueron los principales resultados obtenidos de esta iniciativa.

De un lado, los ciudadanos comenzaron a conocer el barrio desde
diversos puntos de vista y lograron entablar un diá logo enriquecedor.
De otro lado, se gestó un proyecto en el que los protagonistas narraron
su memoria, y ası́ se les incentivó a construir sus propios imaginarios
culturales.
El ejercicio supuso que los vecinos, padres de familia de los jó venes
que participaban en los talleres de Alto Perú , se interesasen por el
espacio pú blico que habitaban. Se concibió entonces una forma de
integrarse con la comunidad y, al mismo tiempo, se logró renovar los
lazos de con ianza y reconocimiento entre ellos. Ahora, por ejemplo, la

vecina que cuidaba sus plantas —y que fue mapeada como un agente
productor de belleza en la actividad narrada lı́neas antes— se
encargarı́a de cuidar las á reas verdes del barrio. El vecino carpintero —
tambié n mapeado como uno de los “recursos” del barrio— fabricarı́a
una banca para que cualquier vecino pueda pasar y sentarse ahı́. De
manera aná loga, otros vecinos identi icados como potenciadores de
belleza en el barrio serı́an forjadores del cambio.
Ciertamente, esta metodologı́a es parte medular de la ilosofı́a de
Alto Perú . En palabras de su fundador:
Trabajamos a partir de la acció n y no de quedarnos en el discurso. Creemos que la
transformació n nace de las bases. Creemos en el crecimiento desde abajo y no
esperamos que llegue nadie a dar nada. Nosotros mismos generamos nuestros
mecanismos de organizació n y crecimiento. Y lo hacemos con o sin capital
(Villará n, 2020).
Villará n mani iesta que la intervenció n pú blica para mejorar el lugar
en el que viven tantas familias no puede seguir dependiendo de los
ministerios o Gobiernos locales que en teorı́a deberı́an hacer “algo”.
Vivir en un lugar mejor está , literalmente, en las manos de los
individuos civiles. Este hecho, aunque demuestra la ausencia de las
entidades encargadas (al menos legalmente) de promover el cambio,
permite advertir la agencia de los vecinos y su capacidad para
transformar, primero, su entorno fı́sico (en aras de su propio bienestar
social), y segundo, su identidad personal (en aras de su ciudadanı́a
responsable).
3. Todos por el Morro: ciclismo y ciudadanía

Otra experiencia que ha sido importante para modi icar positivamente
el rostro de Alto Perú es la formació n de la organizació n civil Todos por
el Morro, que fue fundada en 2018 por Diego Villará n y los ciclistas
Guillermo Carrillo y Max Garrido Lecca. Inspirada en la experiencia de
Alto Perú , Todos por el Morro se propuso mejorar la seguridad y la

limpieza y, sobre todo, aprovechar el paisaje y los recursos naturales de
una zona altamente relevante a nivel histó rico y social: el Sitio Histó rico
de Batalla El Morro Solar21, intangible desde 1986. Nuevamente, el
vı́nculo entre deporte y participació n ciudadana se estableció como
columna del cambio social: los ciclistas que usualmente eran asaltados
cuando recorrı́an las rutas del cerro Marcavilca ahora son protegidos
por los “guardaparques del morro”.
¿Quié nes son estos personajes? Ellos son siete exlı́deres de bandas
delictivas que ahora, en lugar de asaltar a los ciclistas, los protegen de
sus antiguos compañ eros de asaltos. Trabajan en el lado má s alto del
morro, que, por cierto, es el má s peligroso, y han sido capacitados por la
organizació n en cursos que van desde los primeros auxilios hasta la
reparació n de bicicletas. Perciben un sueldo que viene de las
suscripciones y aportes del colectivo, y, ademá s de prepararse
té cnicamente, han recibido ayuda psicoló gica para manejar
correctamente el estré s. Esto ú ltimo se debe primordialmente a que, al
cambiar de rol social, se genera un quiebre en la identidad. Pero
tambié n porque los guardaparques han atravesado enfrentamientos
con algunos ciclistas a causa de las diferencias raciales, econó micas y
culturales (Villará n, 2020).
Ahora bien, quisié ramos puntualizar que esta propuesta no se
reduce al reconocimiento de que “no se necesita permiso para rescatar
el morro Solar del abandono de las autoridades” (Todos por el Morro, s.
f.). En realidad, el proyecto apunta a reimaginar quié nes podrı́an ser los
nuevos agentes de cambio. En un caso especı́ ico, los guardaparques
podrı́an encarnar este modelo de transformació n posible. Para explicar
brevemente el sentido de estos fenó menos sociales desde una
perspectiva teó rica, quisié ramos retomar las re lexiones de uno de los
pensadores que má s han profundizado en los mecanismos del poder y
del saber: Michel Foucault.

Quizá su idea má s conocida es la que postula que el poder no es una
cosa —algo en sı́ mismo—, sino que es má s bien una relació n.
Entendié ndolo ası́, el iló sofo explica que, por ejemplo, las cá rceles, en
donde terminan quienes han transgredido las reglas sociales de
convivencia, son espacios de disciplinamiento, de castigo o de lo que é l
teoriza como espacios de gobernabilidad. Entender que el poder es una
relació n nos permite asumirlo como “un proceso de creació n y de
transformació n permanente” (Giraldo, 2006, p. 105). Desde la
perspectiva de Nancy Piedra (2004), ello produce que los espacios de
libertad se conviertan en “mú ltiples puntos de resistencia que
conforman una red de relaciones —amplia, compleja y modi icable—
[…] que debemos tener presentes a la hora de observar prá cticas
cotidianas rutinizadas y los procesos de cambio que se generan” (p.
139). Es en este sentido que nos interesa visibilizar el trabajo de los
guardaparques de Todos por el Morro. Utilizar su liderazgo en bandas
delincuenciales para transformarlo en el liderazgo de cuidadores y
garantes del orden es una prueba viva de la reinvenció n del poder que
excede la capacidad y agencia del Estado. Desde la ló gica de las leyes, la
delincuencia y las prá cticas delincuenciales deben recibir un castigo,
una condena como modo de control, y esto, aunque implique cierta
justicia social, no deja de producir diversas exclusiones sociales. La
sanció n punitiva genera una alienació n social manifestada a travé s de la
“fabricació n de sujetos” (Giraldo, 2006) a medida de un discurso que
favorece una dominació n estatal.
En este marco, la apuesta del colectivo Todos por el Morro construye
lo opuesto: plantea transformar e incorporar a los agentes delictivos a
la sociedad civil. Ası́ las cosas, el mé rito de su aporte, pensando desde
Foucault, radica en que la repotenciació n de la seguridad permite un
mayor disfrute de los derechos comunes y personales. Esta capacidad
de integrar positivamente a quienes representaban la ruptura del orden

logra que tanto los ciclistas como los vecinos del á rea y los mismos
guardaparques consoliden su libertad ciudadana, en tanto no son
controlados y disciplinados por una fuerza externa (la cá rcel, la
comisarı́a, la ley). Con todo esto, el morro y sus alrededores devendrı́an
en lo que Eagleton (1990) ha denominado una geogra ía histórica: una
zona “inundada por el deseo de justicia y bienestar” (p. 363; traducció n
nuestra).
No obstante, los guardaparques no fueron los ú nicos actores
sociales de relevancia en este proyecto. Tambié n se contó con el apoyo
de los guardianes y las guardianas del morro. Los primeros fueron
conformados por vecinos de la parte alta del sitio histó rico que
buscaban contribuir a la seguridad. Las segundas se integraron, en
primera instancia, para cuidar las á reas verdes y mejorar el ornato del
barrio, pero pronto se unieron tambié n a las intervenciones de defensa
ciudadana. Tanto ellas como los guardaparques son engranajes
fundamentales para convertir un á rea de pobreza y marginalidad social
y econó mica en una zona turı́stica, con iable y cargada de signi icados
culturales. Ası́, no es solo el paso de los ciclistas lo que permite una
articulació n de fuerzas para que las mismas familias puedan generar un
ingreso, sino tambié n los circuitos turı́sticos, que ahora pueden
apreciarse como un lugar tranquilo y embellecido.
En este punto, cabe señ alar que los efectos de la implementació n del
sistema de seguridad en el que han involucrado a los vecinos son de
amplio espectro:
Se ha reducido el nú mero de robos a cero y el lujo de personas que va al morro se
ha multiplicado por cinco. Se hace mucho má s ciclismo, e incluso se ha innovado
en la incursió n de otro deporte: parapente. Ademá s, se han abierto nuevas rutas, y
la reserva paisajı́stica ha crecido y se ha sostenido ecoló gicamente (Villará n,
2020).
Asimismo, otro de los gestores del proyecto complementa:

Ahora hacemos tours por el Paso de la Arañ a para llegar a la Chira, llevamos a los
visitantes a comer un ceviche en el muelle, les mostramos algunas casas que aú n
cuentan con una arquitectura de la guerra del Pacı́ ico y les mostramos los
murales y espacios regenerados por los vecinos22 (Balló n, 2020).
Lamentablemente, no todos los efectos de intervenir en el morro

han sido favorables. Contra todo pronó stico, tambié n se enfrentaron a
una entidad que, en principio, creemos que deberı́a haber apoyado
estas iniciativas: el Ministerio de Cultura (en adelante, Mincul). Sucedió
que, luego de que Alto Perú y Todos por el Morro sacaran tres camiones
de desmonte y crearan un jardı́n para que los niñ os jugasen y las
personas se sintieran má s seguras de visitar el lugar, el Mincul los
multó con una fuerte cantidad de dinero por haber construido en una
zona histó rica e intangible. Sin embargo, dicha zona “protegida”, hasta
antes de la presencia de los guardaparques y las guardianas, era
literalmente un basural (Balló n, 2020). Posteriores reuniones entre los
colectivos mencionados y el Mincul resaltaron un mecanismo
burocrá tico que visibiliza las contradicciones de los entes reguladores
de “seguridad”. Y es que, segú n el testimonio de los responsables de
Todos por el Morro, se les indicó paso por paso qué debı́an hacer para
subsanar su “error”. Ello trajo como consecuencia inmediata el
descontento frente a iniciativas que solo pretenden cubrir los vacı́os
que el Estado deja. “Prá cticamente, nosotros hacemos el trabajo de
otros”, ha expresado Balló n (2020). Entié ndase con “otros” a la
municipalidad, al Gobierno, a los ministerios relacionados con esta
á rea. En sus palabras, la relació n que guardan con las instituciones (que
deberı́an promover el desarrollo cultural, social y econó mico, ası́ como
la seguridad de este espacio) es una relació n, por decir lo menos,
paradó jica. Cito:
El Ministerio de Cultura nos necesita porque ellos no tienen có mo generar diá logo
con la comunidad. Ellos simplemente llegan y dan noti icaciones, pero no generan
una comunicació n e iciente. Y a pesar de la pé rdida de tiempo que producen con
burocracias como las de la multa que imponen y luego indican có mo anular,
podemos decir que tenemos un buen vı́nculo con ellos. Sucede algo parecido con
la Municipalidad de Chorrillos. Si queremos escalar en polı́ticas pú blicas no nos
queda de otra que trabajar con dicha municipalidad y con la de Lima, al menos
para los proyectos sobre el espacio pú blico e infancia. Ası́, aunque no tenemos
proyectos ni actividades con la Municipalidad de Chorrillos, ellos nos facilitan
algunas cosas y luego nosotros les devolvemos el favor. Mantenemos un trueque,
aunque no haya un plan ni un programa. Con los otros ministerios hemos
participado de las mesas [de diá logo] por el tema de emprendimiento social o por
el programa Barrio Seguro. No obstante, las medidas y propuestas desde los
organismos del Estado, aunque tienen buenas intenciones, son muy ine icientes,
poco funcionales y poco á giles (Balló n, 2020).
La motivació n hacia el ejercicio de una ciudadanı́a proactiva, como

señ ala Balló n, no ha venido de los organismos encargados de ello. Y en
ese sentido, los aportes de Alto Perú y de Todos por el Morro son
particularmente relevantes: en primer lugar, porque han logrado
controlar la violencia y la delincuencia, y, por supuesto, porque han sido
actores polı́ticos importantes en la satisfacció n de los pobladores de
estas á reas. Es por todo esto que consideramos valioso visibilizar la
propuesta de estas organizaciones: no solo porque han logrado algo
que desde las instancias estatales no se ha podido, sino porque, pese a
sus inicios precarios y a los escasos fondos y el poco apoyo, han logrado
crear un imaginario comú n que fundamenta formas nuevas de acció n
colectiva, formas basadas en una resistencia simbó lica que ha logrado
superar, de largo, el trabajo de un Estado que, hasta cierto punto,
conserva lo que ha desarrollado Flores Galindo como una “tradició n
autoritaria”. Es decir, como prá cticas e ideologı́as excluyentes que
permean toda la sociedad y que sostienen la dominació n y la
fragmentació n social. Balló n describe en su testimonio citado lo
opuesto: la resistencia, la rebeldı́a, la solidaridad frente a dicha
fragmentació n, frente a dicho intento por dominar desde el rechazo.
Re lexiones inales
Alto Perú comenzó como un proyecto y se ha consolidado, con los añ os
y las personas involucradas, en un movimiento que busca fomentar el
desarrollo comunitario de una manera transversal. El deporte, y con é l
sus reglas y principios, ha sido adaptado a una é tica de convivencia que
ha permitido cambiar la realidad fı́sica, material y emocional del barrio
y de sus pobladores. Con el tiempo, estas diná micas han planteado una
lucha sociopolı́tica de los niñ os, jó venes y vecinos del barrio, cuyo
propó sito es emancipar sus propios espacios y, con ello, cambiar la
geogra ía política de la diferencia (Harvey, 1996). En ese sentido, se
observa aquı́ que la ciudadanı́a ha intervenido en los discursos de la
injusticia social desde la é tica deportiva (el trabajo colectivo, la
disciplina, el cuidado del espacio de trabajo y la perseverancia) y ha
obtenido resultados de cará cter polı́tico. Fruto de las prá cticas
deportivas y de la ilosofı́a detrá s de ellas, Alto Perú ha construido una
comunidad en la que priman la escucha y el respeto mutuo.
Al respecto, Henri Lefebvre, uno de los pensadores que má s han
contribuido en el aná lisis de la signi icació n polı́tica del espacio
construido, señ alaba que “la ciudad era un gigantesco laboratorio de la
historia y la má s bella obra de arte de la humanidad” (como se citó en
Duch, 2015, p. 174). En tal sentido, Alto Perú , el barrio, es un
laboratorio en el que se han mejorado el espacio social y la calidad de
vida a partir del ejercicio de la ciudadanı́a. Y la base ha sido la prá ctica
deportiva como un agente vital para recon igurar y repensar tanto fı́sica
como emocionalmente las relaciones sociales que se entablan
diariamente. Los delincuentes, ahora transformados en guardianes; las
madres convertidas en cuidadoras del espacio pú blico; los niñ os, que
antes transitaban en avenidas peligrosas… Todos ellos de pronto
habitan un barrio en el que aprenden otras formas de socializar. Las
reglas del deporte, que asientan claramente que es prioritario cuidar al
compañ ero de equipo, y a su vez, al espacio que nos acoge (el mar, el
morro Solar, el barrio y su plaza), han sido exitosamente adaptadas
para articular las gramá ticas urbanas abandonadas por instancias
gubernamentales (municipalidades, ministerios, entre otras). Frente a
las trabas del Estado, los ciudadanos se han agrupado para emplear la
é tica del deporte en sus relaciones comunitarias y, ası́, proteger sus
lugares de convivencia. Por supuesto, el resultado a largo plazo es la tan
ansiada transformació n social.
Finalmente, sobre el lugar de la resiliencia en el proceso de
crecimiento de Alto Perú , creemos que el aporte má s relevante y
medular de las organizaciones que hemos presentado radica en que
han logrado moldear un espacio de miedo, peligro, abandono, en uno
“que forma identidades, que establece relaciones y que refuerza
vı́nculos efectivos y afectivos” (Augé , como se citó en Duch, 2015, p.
174). El deporte, tal como lo han propuesto Alto Perú y Todos por el
Morro, es parte de un proceso que ha rehabilitado la funció n
pedagó gica de la urbe. Pero má s aú n: ha permitido empoderar a
quienes lo practican desde una perspectiva integradora, puesto que, tal
como hemos desarrollado anteriormente, si bien el surf ha cargado con
una historia que lo cali ica de elitista, poco a poco, con el tiempo, ha
logrado resigni icarse. De este modo, ambos proyectos han posicionado
a la ciudadanı́a como agente activo en el cambio de su propio tejido
social. En ello su mé rito. En ello su valı́a.
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Juegos Políticos El Deporte y Las Pugnas Que Mueve... - (Juegos Políticos. El Deporte y Las Pugnas Que Mueven El Mundo. Tomo II)

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Alto Perú: el surf como vehículo de

inclusión ciudadana en zonas

(Municipalidad de Chorrillos, s. f.); dicho de otro modo, por un limitado

evitar accidentes por falta de acuerdo, para protegerse mientras

1. La historia: “Queremos crear una realidad como

obstante, todos los cambios importantes en este deporte han ido de la

trayectoria, declaró en la entrega de los Laureles Deportivos del Perú no

alumnos má s pequeñ os en ambas disciplinas fue enorme: lograron

sucedı́a lo mismo del lado de ellas: sentı́an descon ianza y temor al

Otro fruto de considerar el enfoque de gé nero se materializa en las

femenino y las actitudes positivas hacia la sociedad.

2. Mapear la belleza o la conquista del espacio

activo en la sociedad. Por ello, la ciudadanı́a se ejerce: “el ciudadano se

No deja de ser interesante que las calles, pistas, plazas, veredas, el

Dos fueron los principales resultados obtenidos de esta iniciativa.

lazos de con ianza y reconocimiento entre ellos. Ahora, por ejemplo, la

3. Todos por el Morro: ciclismo y ciudadanía

Alto Perú , Todos por el Morro se propuso mejorar la seguridad y la

del saber: Michel Foucault.

de integrar positivamente a quienes representaban la ruptura del orden

Asimismo, otro de los gestores del proyecto complementa:

Lamentablemente, no todos los efectos de intervenir en el morro

La motivació n hacia el ejercicio de una ciudadanı́a proactiva, como

Bravo, L. (22 de enero de 2018). Fondeando en la historia del surf

primera tricampeona de surf de la historia. Recuperado de

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