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Capítulo 1

La psicología forense: origen y fundamentación


orientada a la intervención profesional

1. De la psicología jurídica a la psicología forense

El análisis histórico de una ciencia no solo permite conocer


el orden en el que sucedieron unos acontecimientos
concretos, sino que promueve una comprensión integral de la
ciencia analizada. En este sentido, se pueden diferenciar
cuestiones irresueltas o pendientes en la disciplina, conocer
diferentes perspectivas de análisis de los fenómenos, así como
comprender que el conocimiento científico resulta ser un
conjunto de hipótesis cambiantes a lo largo del tiempo que se
aleja de posibles dogmas inamovibles.

Dentro de la historia de la psicología aplicada, los trabajos


sobre la memoria humana tendrán una fuerte incidencia en el
desarrollo posterior de la psicología vinculada al mundo
jurídico. De este modo, destacan el primer estudio
experimental sobre psicología del testimonio realizado por
James McKeen Cattell en 1893, la declaración de Albert von
Schrenck-Notzing en 1896, relativa al efecto de la información
previa sobre la memoria en testigos en una causa penal, o las
intervenciones judiciales a principios del siglo XX de Hugo
Minsterberg, padre de la psicología aplicada, y quien además
publicó en 1908 On the Witness Stand (obra en la que, entre
otros asuntos, el autor defiende el papel de la psicología en los
tribunales). Atendiendo a estos datos, parece existir cierto
acuerdo en que los trabajos de la psicología aplicada al ámbito
judicial se inician y reconocen hacia finales del siglo XIX en
Europa y principios del siglo XX en Estados Unidos (Fariña,
Arce y Seijo, 2005). Sin embargo, los hitos históricos de la
psicología jurídica en contextos de habla hispana no obtienen
el mismo reconocimiento internacional que aquellos
conseguidos en contextos como los comentados (Alemania o
Estados Unidos). En el presente capítulo, y con el fin de
conocer, comprender y situar el estado actual de la disciplina
en un territorio concreto, se contextualizará de forma breve
la historia de la psicología jurídica española y se distinguirá
de la psicología forense. Paralelamente, y para así completar
el conocimiento sobre el desarrollo de la psicología jurídica
en contextos de habla hispana, se recomienda la lectura del
capítulo recientemente publicado por Tapias (2018) en el que
se exponen los hitos históricos de la psicología jurídica
latinoamericana.

1.1. La psicología jurídica: breve historia de su


evolución en España

La psicología en España se desarrolló históricamente con


una marcada tendencia hacia la aplicabilidad, pues intentó
brindar respuestas a las necesidades surgidas en la sociedad
de finales del siglo XIX y principios del siglo XX (Sáiz y Sáiz,
2006). No obstante, en el mundo jurídico y del derecho,
ciencias como la medicina, la antropología, la sociología o la
pedagogía fueron las encargadas de responder a las
necesidades del ámbito legal antes de la incursión de la
psicología.

A pesar de la ausencia de la psicología en las primeras


aportaciones al mundo del derecho, Carpintero (1995) señala
1822 como el año en que se inició el recorrido de la psicología
jurídica en España. Fue entonces cuando apareció el primer
Código Penal, con lo que se iniciaron los primeros debates que
darían origen a una nueva disciplina: la psicología jurídica. En
un primer momento, bajo las influencias del pensamiento
ideológico francés, se consideró que el derecho debía
fundamentarse en el conocimiento proveniente de la
antropología y la psicología (Sáiz y Sáiz, 2006) y se interpretó
la criminalidad bajo parámetros sociales —Escuela
Antroposocial o Criminal Sociológica- (Gutiérrez, 2007). No
obstante, la interpretación social de la criminalidad no se
popularizó en España hasta finales del siglo XIX y principios
del siglo XX, a excepción de Rafael Salillas (1896, citado en
Galera-Gómez, 1986), quien, a través de su obra El delincuente
español: el lenguaje, atiende a los aspectos más sociales de la
criminalidad.

El interés por establecer los límites entre la «razón» y la


«locura», vital en el desarrollo posterior de la psicología
forense, fue abordado a nivel internacional desde influencias
como las de Cesare Lombroso y su Escuela de Criminología
Positivista italiana, hasta las de Henry Maudsley, alienista
británico. En España, la Ley de Sanidad Española de 1885
resultó ser el motor necesario para iniciar los primeros
estudios de frenópatas y alienistas, pues gracias a dicha ley se
creó el primer equipo de facultativos forenses cuya
organización estaba dividida en tres secciones (Urra y
Romero-Rodríguez, 2006):

1) sección de medicina y cirugía;


2) sección de toxicología y psicología; y
3) sección de medicina mental y antropología.

De esta manera, las explicaciones de corte más positivista y


naturalista, como la frenología, fueron ganando posiciones
frente a las sociales.

A finales del siglo XIX, Victoriano Garrido (1888, citado en


Gutiérrez, 2007), en su publicación La cárcel o el manicomio,
puso de manifiesto que el proceso de enjuiciamiento de un
delito solo atendía a la contravención del orden o norma
social, pero no a su causa. En consecuencia, según Garrido, la
justicia no atendía de forma racional y científica al delito. Por
este motivo, apoyado por su maestro Francisco Santamaría,
propuso un compendio de factores que podían influir en la
comisión de un delito: herencia, alcoholismo, neurosis,
locuras impulsivas y morales, así como, en el caso de la mujer,
influjo del periodo menstrual, embarazo o parto, entre otros.
Años más tarde, y con el fin de ahondar en las aportaciones de
la comprensión de los factores que impulsan la conducta
delictiva, el ya nombrado Salillas (1896, citado en Galera-
Gómez, 1986) incorporó a dichos factores otros de tipo
cultural, como la etnia gitana, apelando a elementos de orden
social en la comprensión de la delincuencia en España.
Posteriormente, Santamaría (1922, citado en Gutiérrez, 2007)
profundizaría en el análisis de la influencia de la sociedad en
el individuo, considerando a este como el resultado de la
sociedad y atado a sus costumbres. Por último, a finales de la
década de 1920 Gonzalo Rodríguez Lafora, el ilustre psiquiatra
español, señalaría que dentro de las periciales psiquiátricas
debían incluirse, entre otros aspectos, «un análisis del
comportamiento social del individuo en lo moral, religioso,
social, político y estético» (Lafora, 1929, pág. 59, citado en
Gutiérrez, 2007), resaltando nuevamente la importancia de
incluir aspectos sociales e individuales en la explicación de la
conducta delictiva.

El interés de Lafora por el aspecto moral del


comportamiento social sirvió de inspiración al científico que,
actualmente, se considera fundador de la psicología jurídica
en España, Emilio Mira i López. Mira (1932) fue el autor del
primer Manual de Psicología Jurídica, donde define la psicología
jurídica como aquella «Psicología que facilitase el mejor
ejercicio del derecho» (Mira, 1932, pág. 17). Así, según este
autor, la psicología jurídica, aunque limitada por los
conocimientos de la psicología de la época, podía contribuir al
mundo legal en los siguientes aspectos:
* psicología del testimonio;

* obtención de la evidencia delictiva;

* comprensión del delito (su motivación psicológica);

* informe forense;

* reforma moral del delincuente;

* higiene mental (lo que hoy recibe el nombre de


prevención).

La década de los treinta del siglo pasado fue muy prolífica en


cuanto a producción científica psicológica, pero
específicamente en el campo de la psicología jurídica y en el
estudio del comportamiento moral. Ahora, no solo hallamos a
Lafora o Mira, sino también a Joaquim Fuster (1931, citado en
Pérez-Delgado y Mestre-Escrivá, 1994), quien analizó la
penalización de los delitos y observó cómo los delincuentes
eran más estrictos y severos estimando la gravedad de estos
cuando se trataba de asuntos contra la honestidad o atentados
al pudor, y se mostraban más transigentes en aquellos asuntos
contra la propiedad. Sin embargo, estos interesantes trabajos
quedaron en el olvido como consecuencia de la Guerra Civil
española, que forzó a Mira al exilio y produjo un fuerte
estancamiento del avance conseguido en esta materia hasta su
recuperación a finales de los años sesenta del siglo XX (Sáiz y
Sáiz, 2006).

A pesar del esfuerzo de principios del siglo XX, la psicología


jurídica no resurgiría hasta la creación del gabinete
psicológico en la prisión de Madrid en 1968, en el que
trabajaban conjuntamente profesionales de la psicología, la
educación y el derecho (Bajet, 1992). Si bien en España ya se
había contado con alguna intervención en prisiones por parte
de la jurista Concepción Arenal en 1881, quien influyó
directamente en la creación del primer Cuerpo Facultativo
Penitenciario (Gutiérrez, 2007), la aplicación de los primeros
tratamientos de corte psicológico en prisiones tuvo que
esperar casi cien años para iniciarse, enmarcándose todos
ellos en la psicología conductista y psicología del aprendizaje
de la época (Urra y Romero-Rodríguez, 2006). Esta etapa,
marcada por lo que hoy se conoce como psicología penitenciaria,
se considera el resurgir de la psicología jurídica, la cual se
produjo de forma lenta, pero continua, y cuyo mayor impulso
académico fueron los trabajos iniciados por Ramón Bayés,
Luis Muñoz-Sabaté y Federic Munné, grupo de autores
conocidos durante algún tiempo como la Escuela de Barcelona
de Psicología Jurídica (Sáiz y Sáiz, 2006). Estos autores no
contaron con estudiantes formados en psicología hasta finales
de 1980 con el surgimiento de la licenciatura, con lo que uno
de sus mayores hitos fue la publicación del primer libro de
psicología jurídica posterior a Mira: Introducción a la psicología
jurídica (Muñoz, Bayés y Munné, 1980),! en el que se resaltaba
ya el interés y la necesidad de aplicar los conocimientos
psicológicos al mundo del derecho.

Como acabamos de ver, el renacer del interés por el campo


derivado de la intersección entre la psicología y el derecho se
produjo de forma asimétrica, y denominándose incluso bajo
diferentes conceptos: psicología jurídica, psicología legal,
psicología forense o psicología criminal, de forma que todos fueron
utilizados como sinónimos y de forma intercambiable a lo
largo del tiempo (Bajet, 1992). Este hecho, así como las
disputas internas (como se ha visto, históricas) vinculadas a
qué ramas son las que deben sustentar el conocimiento de la
psicología jurídica, han dificultado la estructuración del
conocimiento teórico y aplicado, así como su nomenclatura.
No obstante, la propuesta más exhaustiva es la realizada por
Muñoz, Manzanero, Alcázar, González, Pérez y Yela (2011),
quienes reconocen que la psicología jurídica española es una
rama de la psicología, nutrida especialmente de la «Psicología
Social, Clínica y Experimental» (pág. 4).
En resumen, la psicología se ha interesado por dar sentido
psicológico a cuestiones del mundo jurídico tanto desde
perspectivas individuales como desde otras de corte más
social, colocando el foco de atención en una u otra según la
época o las modas. Este hecho ha promovido el avance de la
psicología jurídica a pesar de las dificultades históricas, no sin
librarse de disputas internas. Por tanto, aunque existan otras
comprensiones de la psicología jurídica (por ejemplo, las
relativas al contexto anglosajón, Blackburn, 1996), en España,
después de más de cien años de reflexión, estudio académico y
aplicabilidad, se puede concluir que la psicología jurídica
aporta al mundo legal conocimientos científicos y facilita un
mejor ejercicio del derecho (Mira, 1932); y, por ello,
contribuye sustancialmente a crear un sistema jurídico más
justo y eficaz (Munné, 1987).

1.2. Campos de investigación y aplicación de la


psicología jurídica
En este punto del capítulo se presentarán las nueve grandes
áreas de la psicología jurídica para posteriormente centrar la
lectura en el desarrollo de la psicología forense. Así, en este
libro se entiende la psicología jurídica como:

«El ámbito de la Psicología en que se desarrollan investigaciones y


metodología para mejorar el ejercicio del Derecho, en general, y la
intervención del Sistema de Justicia en particular, entendiéndose por
éste: Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, Administración de Justicia e
Instituciones Penitenciarias» (Muñoz y otros, 2011, pág. 6).

Es preciso comentar que fuera del contexto


hispanohablante, y específicamente en contextos de habla
inglesa, se entiende la psicología jurídica como Forensic
Psychology o Legal Psychology (Esbec y Gómez-Jarabo, 2000;
Kapardis, 2010). No obstante, en el presente manual, la
psicología forense es uno de los ámbitos aplicados más
importantes de la psicología jurídica y con mayor desarrollo
profesional y académico de los últimos años.

En las tablas 1 y 2 encontraremos los diferentes campos de


intervención e investigación de la psicología jurídica, sus
definiciones y las funciones principales de cada uno de estos.
Si bien pueden hallarse otras propuestas en la división de las
áreas (Soria, 2006), se considera la de Muñoz y otros (2011)
como la más exhaustiva realizada hasta la fecha en el
contexto español y que permite integrar los análisis
realizados en contextos latinoamericanos (véase, por ejemplo,
Gutiérrez-de Piñeres, 2010, o Morales-Quintero y García-
López, 2010). Tal y como se verá a continuación, la tabla 1
hace referencia a aquellos campos cuyas funciones se
corresponden con el campo aplicado, mientras que en la tabla
2 se señalan las áreas de investigación de la psicología jurídica
de la que nutre la mayor parte de su conocimiento científico,
aunque también, como se verá, de otras disciplinas afines a la
psicología.

Tabla 1. Campos de intervención de la psicología jurídica

penitenciaria

la figura profesional de la psicología


forma parte del personal técnico de
Instituciones Penitenciarias.

een Definición Función


Psicología Campo aplicado de la psicología * Emisión de informes periciales (medio
de
forense, jurídica que desarrolla sus . prueba). —
pericial o conocimientos y aplicaciones con vistas | * Intervención en el proceso
judicial, como :
psicología a concluir sus hallazgos en el seno de perito designado judicialmente o
a instancia
aplicada a los una sala de justicia con la finalidad de de parte.
ibunalas auxiliar al juzgador en la toma de
decisiones.
Campo aplicado de la psicología * Evaluación de los internos y participación en
jurídica descrito a partir de la Ley los equipos técnicos y juntas de tratamiento.
Psicología 39/1970, de 22 de diciembre, en la que | + Realización de programas
específicos de

intervención con todo tipo de penados.

policial

Psicología Campo aplicado de la psicología * Aportaciones de la psicología jurídica


a la
criminalista o | jurídica que incluiría la aplicación de los investigación
criminal.
psicología conocimientos y métodos de la * Aplicación de la psicología a la
negociación
jurídica psicología a la operativa de la en situaciones críticas.
aplicada a la investigación de delitos y faltas. * Trabajos muy específicos con
testigos
función protegidos, apoyo a agentes encubiertos y
gestión de colaboradores e informadores.
Campo de
intervención

Definición

Función

Psicología del
trabajo y de las
organizaciones

Campo aplicado de la psicología


jurídica que estaría orientado a la
planificación de la organización y
mejora del sistema de justicia (Fuerzas

* Selección, evaluación y orientación de


personal, formación y desarrollo del
personal, marketing y comportamiento de los
usuarios del sistema de justicia, condiciones

proceso de mediación.

aplicada al - . ME
sistemade y Cuerpos de Seguridad, de trabajo y salud, organización y desarrollo
rADeTDr Administración de Justicia e de recursos humanos, y asesoramiento a los
justicia UD - N_ NA
Instituciones Penitenciarias). puestos directivos.
Campo aplicado de la psicología * Intervención en conflictos de una tercera
Psicología jurídica que se dirige a investigar, parte neutral e imparcial: el
mediador orienta
jurídica desarrollar y aplicar métodos y técnicas y guía a las partes en conflicto,
mediante la
aplicada ala | psicológicas que faciliten la búsqueda utilización de diversas
técnicas.
resolución de | de soluciones pacíficas y
conflictos consensuadas al conflicto, mediante un

Fuente: elaboración propia a partir de las definiciones de Muñoz y otros (2011)

Tabla 2. Campos de investigación de la psicología jurídica

a Definición Función
Área de investigación basada en la psicología * Nutre de conocimiento a la
Psicología cognitiva de los procesos básicos (atención, psicología criminalista y a
la
del percepción y memoria, principalmente) que resulta psicología forense.
testimonio de enorme interés para la obtención y valoración de
la prueba testifical.
Área de investigación en psicología social (cognitiva — | * Estudio de los
fundamentos del
y de los grupos) en el ámbito jurídico, relacionada comportamiento normativo.
íntimamente con la toma de decisión de jurados, * Interpretación de la
atribución, entre otros. fundamentación psicológica y
Psicología social de las leyes y del derecho.
judicial * Análisis de los factores
extrajurídicos que influyen en la
toma de decisiones judiciales
tanto en el caso de jueces y
tribunales como de jurados.
Área de estudio de los efectos provocados por la * Intervención psicológica con
; ñ vivencia de un proceso de victimización criminal. víctimas.
Psicología . Dtimivani
de la * Prevención de la victimización
victimización mediante el control de los
criminal factores de riesgo.
* Prevención de la victimización
secundaria.
Psicología Área de investigación que genera conocimientos * Explicación de la
conducta
criminal o específicos con relación a la explicación de la delictiva.
psicología de | conducta criminal. * Prevención y tratamiento.
la - Estudios de carreras delictivas.
delincuencia * Predicción del riesgo de violencia.

Fuente: elaboración propia a partir de las definiciones de Muñoz y otros (2011)

2. Fundamentos de la psicología forense


La psicología forense es una rama de la psicología jurídica
que aplica los conocimientos desarrollados por todas sus
áreas de investigación, así como otras de la psicología en
general (como, por ejemplo: psicología básica, psicología de la
personalidad, psicología evolutiva o psicología social) para el
auxilio del órgano judicial en el proceso de toma de decisión
respecto de particularidades psicológicas (estado mental,
competencia parental, secuelas, etc.) de un caso que está
siendo juzgado. En este apartado abordaremos los pilares del
conocimiento básico, así como las recomendaciones más
importantes para la praxis profesional en este campo.

2.1. Conjugando conocimientos para el ejercicio de


la psicología forense

La psicología forense delimita su campo de actuación


principal a la Sala de Justicia, y sus funciones principales son,
tal y como se dijo, la emisión de informes periciales (medio de
prueba) y la intervención en el proceso judicial como peritos
(designado o designada judicialmente o a instancia de parte).
No obstante, tales funciones no resultan ser tareas exclusivas
de esta disciplina. Por ello, en las salas de justicia nos
encontraremos diferentes profesionales expertos en otras
materias que auxilian en la toma de decisiones judiciales
(médicos forenses y forenses informáticos, entre otros). Pero
no solo personas expertas en otras áreas científicas, sino
también profesionales del campo de la psicología de otras
áreas de especialización (clínica, psicoterapia,
neuropsicología, etc.), pueden llegar a participar en una sala
de justicia bajo requerimiento judicial de los distintos
operadores (jueces y juezas, fiscales, abogados y abogadas). No
obstante, como veremos más adelante, su función no siempre
será bajo la figura de perito, pues esta requiere de unas
condiciones muy particulares.
A pesar de todo esto, por su formación específica, cualquier
profesional de la psicología que decida intervenir en el ámbito
de la psicología forense deberá especializarse en la realización
de evaluaciones psicolegales, es decir, ser capaz de relacionar
aspectos psicológicos (por ejemplo, el estado mental, las
capacidades parentales, etc.) con los diferentes objetos de
enjuiciamiento (por ejemplo, la responsabilidad criminal o la
capacidad parental, etc.), con lo que sus áreas de intervención
más comunes son el ámbito penal, familiar o civil, así como
otras áreas menos comunes como la militar y la canónica
(Muñoz y otros, 2011).

Por todo esto, cualquier profesional de la psicología forense


no solo deberá atender a los conocimientos de su ciencia en
particular, la psicología, sino que deberá tener en cuenta
otros dos ámbitos extremadamente importantes por el
contexto en el que se desarrolla y ejerce su profesión. En este
sentido, los conocimientos en psicología deben
complementarse y combinarse con conocimientos
provenientes de ciencias afines, especialmente del derecho, y
cuestiones específicas relativas a la deontología profesional.
En otras palabras, las y los profesionales de la psicología
forense deben atender a las particularidades del marco
jurídico en el que se encuentran y su conjugación con el
código deontológico vigente.

2.2. La intervención en psicología forense

La intervención en psicología forense debe dirigirse no solo


atendiendo a preceptos de la psicología, sino también a
aquellos relativos a los marcos jurídicos en los que se
enmarca la praxis profesional. En este aparatado se analizarán
las recomendaciones de la American Psychological
Association (APA) y la European Federation of Psychologists”
Associations (EFPA) para el ejercicio de la psicología forense,
así como los requisitos legales, tomando como referencia el
contexto jurídico español. Debe resaltarse la importancia de
revisar los protocolos internos que cada colegio profesional
establece para este campo en el territorio concreto de
actuación profesional, además de los requisitos legales
dictados en cada contexto jurídico.

2.2.1. Recomendaciones para el ejercicio de la


psicología forense

Las asociaciones internaciones de psicología, como la


American Psychological Association (APA) y la European
Federation of Psychologists' Associations (EFPA), se han
preocupado a lo largo del tiempo en garantizar la
aplicabilidad de la ciencia psicológica al ámbito forense. Las
reflexiones realizadas por ambos organismos se organizan en

siete áreas (APA, 2013b;? EFPA, 2001). Veamos a continuación


estas siete recomendaciones.

En primer lugar, se hallan las recomendaciones relativas a


la responsabilidad. La labor de la figura profesional experta en
psicología forense debe cumplir con los requerimientos de:
integridad, imparcialidad, justicia y rechazo de los conflictos
de intereses. De esta manera, los límites de la intervención
profesional los establece la disciplina científica y no los
intereses particulares de las partes en disputa judicial. Por
ejemplo, una máxima de todo proceso de evaluación en el
contacto forense ha de ser evitar, en la medida de nuestras
posibilidades, la victimización secundaria de las personas con
las que contactamos. La entrada en un proceso judicial por
parte de la víctima, y la inevitable relación asistencial con los
servicios médicos, jurídicos, psicológicos y de asistencia
social, hace que sean especialmente vulnerables a la
revictimización y ¿a posibles consecuencias negativas
derivadas del contacto con el sistema de justicia. La asistencia
pericial y la evaluación psicológica deberán tener especial
cuidado en no hacer revivir su papel de víctima y agravar con
esto el dolor y el daño padecidos.

En segundo término, y con el fin de asegurar aspectos


centrales del punto anterior, las asociaciones internacionales
han realizado recomendaciones en torno a las relaciones
previas con las personas objeto de análisis forense. En este
sentido, todo profesional debe negarse a participar como
perito en procesos judiciales en los que las partes implicadas
hayan tenido previamente con él una relación profesional o
personal. El motivo de esta recomendación recae en que la
relación previa afectaría a la imparcialidad requerida para el
ejercicio forense.

En tercer lugar, otro aspecto importante para el buen


desarrollo profesional de la psicología forense es la
competencia profesional. Las reflexiones en torno a esta
recomendación apelan a los conocimientos teóricos y
prácticos (entendidos de manera amplia) que, como se ha
dicho en el apartado anterior, no solo se circunscriben a su
disciplina, sino también a otras ciencias afines relacionadas
con el contexto en el que se enmarca. La competencia
profesional debe perdurar a lo largo del tiempo (siendo el
último responsable el propio profesional) y demostrarse en la
calidad del trabajo expuesto. Por esta razón, se debe huir de
las valoraciones de la calidad del trabajo por el prestigio
personal de un profesional y valorarse la calidad profesional
en sí misma en función de cada informe emitido y cada
ratificación realizada de forma independiente a las demás.

Con el fin de poder valorar la anterior competencia, los


organismos internacionales proponen, en cuarto lugar,
recomendaciones en cuanto a los métodos y procedimientos que
utilizar en esta área de trabajo. La psicología forense requiere
en la praxis profesional seguir de manera rigurosa los
diferentes procedimientos profesionales y métodos para la
obtención de información que les son propios a la psicología
forense, o a la psicología si no existieran específicos para
dicho ámbito. En consecuencia, todo profesional no debe
utilizar métodos, Tprocedimientos 0 instrumentos
científicamente desfasados, desactualizados y/o
desacreditados. Asimismo, cualquier profesional de la
psicología forense debe evitar pronunciarse sobre métodos o
procedimientos de otras disciplinas cuyos fundamentos
teóricos y/o prácticos le son desconocidos.

Las últimas tres áreas de recomendación giran también en


torno a la evaluación, aunque esta vez con relación a tres
aspectos deontológicos muy importantes. Para estos
organismos internacionales, toda pericia psicológica debe

proceder bajo criterios de privacidad y confidencialidad3 De esta


manera, quien ejerza dentro de la psicología forense debe
garantizar en todo momento la privacidad y confidencialidad
de la información recogida durante la evaluación, tanto
durante el ejercicio de evaluación psicológica como del
análisis documental. Asimismo, la persona peritada (o su
responsable legal, en caso de incapacidad y/o menores) debe
estar informada y brindar su consentimiento (consentimiento
informado) respecto de las características del procedimiento,
los derechos que le corresponden y los límites del secreto
profesional. El secreto profesional, por su parte, no es aplicable
en términos generales en el ámbito forense, pues se debe
mantener dentro del secreto profesional todo aquello que no
sea objeto del peritaje y ajeno al caso.

En conclusión, tanto la APA como la EFPA se han encargado


de delimitar la aplicabilidad de la ciencia psicológica forense.
No obstante, cabe apuntar que los encargados de aterrizar
dichas recomendaciones en la práctica habitual de las
psicólogas y psicólogos forenses son los colegios
profesionales. A modo de ejemplo, si ejerciéramos nuestra
práctica profesional en Estados Unidos deberíamos atender a
las recomendaciones publicadas por la División 41 de la APA,
mientras que si lo hiciéramos en España atenderíamos a las
recomendaciones de cada uno de los colegios profesionales de
psicología existentes en el país. En este sentido, se
comentarán seguidamente algunas sugerencias publicadas
para el ámbito forense por la APA y los diferentes colegios
profesionales de psicología de España. Estas sugerencias,
como hemos ido señalando a lo largo de este capítulo,
deberán ser adaptadas a la práctica deontológica y el contexto
jurídico en el que se lleve a cabo a cabo la pericia. Así, se
recomienda que, ante contextos culturales distintos, se revise
y se esté al corriente de las normas (deontológicas y jurídicas)
que garantizan el correcto ejercicio de la profesión.

En el caso de la APA, la sección de Psicología Jurídica


(División 41) ha ido publicando a lo largo del tiempo diversas
guías y protocolos de actuación para la psicología forense.
Estas publicaciones han estado especialmente enfocadas a la
orientación profesional en el ámbito de familia. En este
sentido, se han publicado la Guidelines for Child Custody
Evaluations in Family Law Proceedings (APA, 2010) y la Guidelines
for Psychological Evaluations in Child Protection Matters (APA,
2013a).* En estas se orienta a cualquier profesional de la
psicología forense en la evaluación pericial para casos de
custodia de menores, de forma que identifica tanto los
objetivos que deben guiar este tipo de evaluaciones como los
principios que hay que tener en cuenta antes, durante y
después de la evaluación llevada a cabo. Si bien para todo
profesional es recomendable la revisión de dichas guías,
aquellos y aquellas que ejerzan su profesión fuera del
contexto estadounidense deben tomar con cautela tales
recomendaciones, pues se ajustan a criterios deontológicos y
jurídicos de dicho territorio.
En España, los colegios profesionales de psicología” pueden
poseer secciones colegiales especializadas en diferentes
ámbitos. Así, a medida que las secciones colegiales han
incluido secciones relacionadas con el ámbito de la psicología
jurídica o forense también se ha ido desplegando el desarrollo
de guías o protocolos de actuación con el fin de mejorar la
praxis en este ámbito. En este sentido, el Colegio Oficial de
Psicología de Cataluña y de Madrid son pioneros en esta tarea.
En concreto, el Collegi Oficial de Psicologia de Catalunya
(COPC, 2016) publicó una guía de buenas prácticas para la
evaluación forense y práctica pericial. En esta se abordaron
cuestiones relativas al rol del psicólogo o psicóloga en el
ámbito forense, los procesos para la evaluación y los aspectos
éticos y deontológicos. Esta lectura es importante, aunque no
suficiente, para todo profesional que inicia su práctica en este
campo en el contexto español. A su vez, vemos cómo los
ámbitos de intervención más comunes para cualquier perito
psicológico en España suelen ser el ámbito de familia y el
ámbito penal y, en cierta medida, también el civil. De este
modo, vemos que tanto la academia como los colegios
profesionales han ahondado más en los campos de
aplicabilidad en los que existe mayor participación
profesional de manera directa. De este modo, los colegios han
publicado guías para la intervención forense en el territorio
español tanto en el ámbito familiar como penal. Todas estas
se adecuan a las recomendaciones internacionales para la
intervención psicológica forense.

* Familia. Para la intervención forense en el ámbito de la


familia, los colegios profesionales de Cataluña y de
Madrid, especialmente este último, se han encargado de
realizar una serie de publicaciones relacionadas con
diferentes ámbitos de la psicología forense de familia.
Así, encontramos dos guías de tipo general: una para la
intervención forense en juzgados de familia (COPC,
2002) y otra para la elaboración de planes de
parentalidad (COPC, 2011); y otras dos guías más
específicas: una en la que se orienta al profesional en la
elaboración de informes psicológicos periciales sobre
custodia y régimen de visitas de menores (Colegio Oficial
de la Psicología de Madrid [COPM], 2009), y la última
especializada en la evaluación de guarda y custodia en
casos de violencia de género (COPM, 2013).

Penal. En el ámbito penal se han publicado tres guías de


buenas prácticas publicadas. La primera relativa a la
evaluación psicológica forense de la violencia sobre la
mujer (COPM, 2012); la segunda en relación con la
evaluación psicológica forense de los abusos y maltratos a
niños, niñas y adolescentes (Juárez-López y Álvarez-
Ramos, 2018); y la última y más reciente es la Guía ética y
de buenas prácticas en Psicología forense aplicada al ámbito
penal (Garrido, Lovelle, Mora y Pina, 2019), en la que se
responde a dudas de tipo deontológico habituales en el
contexto de evaluación penal forense.

2.2.2. Requisitos legales para la práctica forense

Hasta ahora, todos los documentos presentados o señalados


en este capítulo guían u orientan la praxis profesional con el
fin de mejorar el ejercicio de esta tanto científica como
deontológicamente. Sin embargo, al principio de este
apartado se apuntó a la imperiosa necesidad de cualquier
profesional forense de conocer el contexto jurídico en el que
se enmarca y delimita su trabajo. A continuación, haremos
referencia a la legislación que regula el ejercicio profesional
de la psicología forense en el contexto español a modo de
ejemplo. Dicha regulación es extensible y generalizable en
muchos de sus puntos a la función pericial del experto en
psicología de otros países, especialmente en Latinoamérica,
por sus semejanzas entre sistemas jurídicos; no obstante, es
una responsabilidad profesional revisar y verificar la
legislación en función del territorio en el que se ejerza.

En el contexto español, la tarea y el rol del perito


psicológico forense se encuentran definidas en la Ley de
Enjuiciamiento Criminal (LECRIM). Desde el artículo 456 al
486, en el que se indican las causas y condiciones para la
participación de la figura del perito en el procedimiento
judicial, hasta los artículos 723, 724 y 725, donde se abordan
las características del informe como medio de prueba.
Algunos ejemplos de tales artículos serían:

«S Artículo 456. El Juez acordará el informe pericial cuando, para


conocer o apreciar algún hecho o circunstancia importante en el
sumario, fuesen necesarios o convenientes conocimientos científicos
o artísticos.

S Artículo 468. Son causa de recusación de los peritos: 1% El


parentesco de consanguinidad o de afinidad dentro del cuarto grado
con el querellante o con el reo; 2* El interés directo o indirecto en la
causa o en otra semejante; 3* La amistad íntima o la enemistad
manifiesta.

S Artículo 474. Antes de darse principio al acto pericial, todos los


peritos, así los nombrados por el Juez como los que lo hubieren sido
por las partes, prestarán juramento, conforme al artículo 434, de
proceder bien y fielmente en sus operaciones y de no proponerse otro
fin más que el de descubrir y declarar la verdad.

S Artículo 478. El informe pericial comprenderá, si fuere posible: 1%


Descripción de la persona o cosa que sea objeto del mismo en el estado
o del modo en que se halle. El Secretario extenderá esta descripción,
dictándola los peritos y suscribiéndola todos los concurrentes; 2%
Relación detallada de todas las operaciones practicadas por los peritos
y de su resultado, extendida y autorizada en la misma forma que la
anterior; 3* Las conclusiones que en vista de tales datos formulen los
peritos conforme a los principios y reglas de su ciencia o arte».
Sin embargo, por su parte, la Ley de Enjuiciamiento Civil
(LEC), con los artículos 335, 340 y 347, atiende las normas que
regulan la figura del perito no previstas en la ley
anteriormente comentada y especificidades relativas al
procedimiento civil, con lo que estas son accesorias tal y
como se recoge en el artículo 4 de la LEC. Algunos ejemplos de
los artículos comentados:

«$ Artículo 335. Objeto y finalidad del dictamen de peritos.


Juramento o promesa de actuar con objetividad: 1* Cuando sean
necesarios conocimientos científicos, artísticos, técnicos o prácticos
para valorar hechos o circunstancias relevantes en el asunto o adquirir
certeza sobre ellos, las partes podrán aportar al proceso el dictamen
de peritos que posean los conocimientos correspondientes o solicitar,
en los casos previstos en esta ley, que se emita dictamen por perito
designado por el tribunal; 2% Al emitir el dictamen, todo perito deberá
manifestar, bajo juramento o promesa de decir verdad, que ha actuado
y, en su caso, actuará con la mayor objetividad posible, tomando en
consideración tanto lo que pueda favorecer como lo que sea
susceptible de causar perjuicio a cualquiera de las partes, y que
conoce las sanciones penales en las que podría incurrir si incumpliere
su deber como perito. 3. Salvo acuerdo en contrario de las partes, no
se podrá solicitar dictamen a un perito que hubiera intervenido en una
mediación o arbitraje relacionados con el mismo asunto.

S Artículo 340. Condiciones de los peritos. 1* Los peritos deberán


poseer el título oficial que corresponda a la materia objeto del
dictamen y a la naturaleza de éste. Si se tratare de materias que no
estén comprendidas en títulos profesionales oficiales, habrán de ser
nombrados entre personas entendidas en aquellas materias.; 2* Podrá
asimismo solicitarse dictamen de Academias e instituciones culturales
y científicas que se ocupen del estudio de las materias
correspondientes al objeto de la pericia. También podrán emitir
dictamen sobre cuestiones específicas las personas jurídicas
legalmente habilitadas para ello; 3* En los casos del apartado anterior,
la institución a la que se encargue el dictamen expresará a la mayor
brevedad qué persona o personas se encargarán directamente de
prepararlo, a las que se exigirá el juramento o promesa previsto en el
apartado segundo del Art. 335».

Asimismo, quien ejerza la psicología forense debe saber que


estas leyes se hallan supeditadas a ciertos aspectos de los dos

códigos vigentes” que también resultan de obligado


conocimiento profesional. En este sentido, en el territorio
español se encuentran:

1) Código Civil. Con este código también se regula parte del


ejercicio de la figura profesional del o de la perito forense, pues
esta figura puede cometer algún daño a otra persona, por acción
u omisión, desde la vertiente contractual como no contractual.
En el primer caso, la vertiente contractual apela a la relación
entre profesional y cliente, en la cual, por ejemplo, no debe
existir ningún tipo de vinculación previa entre profesional y
persona/grupo familiar evaluado. En el segundo caso, la
responsabilidad no contractual apela al incumplimiento de los
deberes profesionales, por ejemplo, no siguiendo las reglas
técnicas o procedimientos que pertenecen a su ciencia.

2) Código Penal. Mediante el Código Penal se articulan las


diferentes infracciones y/o delitos que pudiera cometer un
profesional de la psicología en el ejercicio forense. Los delitos
podrian ser: obstrucción a la justicia o deslealtad profesional
(arts. 403-467), falso testimonio (arts. 458-462) o falsedad
documental (arts. 390-399).

Además de la regulación directamente relacionada con su


figura o el informe, cualquier profesional de la psicología
forense debe conocer los códigos o leyes de interés para un
mejor ejercicio de su labor. Entre estas, se recomienda la
revisión de la siguiente normativa:

* Constitución del país. Relativa a los derechos y las


obligaciones de los ciudadanos y las ciudadanas,
prestando especial atención a la dignidad de las personas,
las normas relativas a los derechos fundamentales y las
libertades, la igualdad entre ciudadanos y, entre otros, el
derecho al honor (Yáñez, 2002).

+ Ámbito familiar. Ante la posibilidad de que dentro de


un mismo país rijan diferentes códigos civiles, se deberá
priorizar la aplicación del código civil propio en frente del
estatal. Un ejemplo de este caso es Cataluña con su Codi
Civil Catalá, cuyo ámbito de influencia abarca desde la
persona hasta sus bienes y sus relaciones íntimas como la
familia (matrimonio o filiación).

+ Ámbito penal. En cuanto a este ámbito, resulta


relevante revisar leyes específicas como la Ley de
Protección a Testigos y Peritos en Causas Criminales (LO
19/1994, de 23 de diciembre), la Ley del Tribunal del
Jurado (LO 5/1995, de 22 de mayo) o el Estatuto de la
Víctima del Delito (LO 4/2015, de 27 de abril).

En conclusión, la atención de un caso desde el punto de


vista forense requiere la conjunción de las necesidades del
propio caso, con los conocimientos científicos desarrollados en
psicología jurídica, en otras psicologías —psicología evolutiva,
psicología básica, psicología social- o incluso en ciencias
afines medicina, criminología-, aspectos deontológicos
específicos de la praxis forense y, finalmente, conocimientos de
los requisitos legales que delimitan jurídicamente la
intervención forense desde el Código Civil hasta el Código
Penal.

3. La aplicación de la psicología forense al


contexto jurídico

Las formas de participación de cualquier profesional de la


psicología en el ámbito jurídico pueden ser de dos tipos, como
testigo y como perito. Con relación al primer tipo de
participación, el o la profesional que acude a la Sala de Justicia
deberá declarar en relación con unos hechos concretos por su
relación con una de las partes. Esta figura, que tiene
obligación de decir la verdad en el juicio, no es considerada
como imparcial (pese a que explique los hechos con
objetividad), pues conoce de antemano como mínimo a una de
las partes. En este sentido, ejemplo de esto podría ser el o la
terapeuta llamada como testigo y que declara en relación con
la evolución de un tratamiento seguido por una persona
implicada en la comisión de un delito, el tratamiento seguido
por una víctima o el tratamiento de deshabituación a una
drogodependencia por parte de un progenitor en un litigio de
custodia. También podrían ser citados o citadas como testigos
profesionales de la psicología quienes trabajan en servicios de
atención a víctimas, servicios de protección a la infancia,
servicios sociales o servicios de puntos de encuentro, entre
otros. En todos estos casos, todo profesional de la psicología
debe atender a la protección del secreto profesional e
informar al juez o jueza de este extremo si fuera necesario.
Sin embargo, este o esta puede obligar al profesional a romper
dicho secreto profesional con el fin de facilitar el ejercicio de
la justicia en pro de la protección y seguridad de las víctimas y
del interés superior del menor.

En cuanto al rol del perito, cuya figura y desarrollo


profesional ocupan el interés principal del presente manual,
nos remitimos a lo abordado en el siguiente apartado.

3.1. La figura del perito psicológico


La figura de perito es entendida por Fernández (2012) como
toda aquella persona -física o jurídica- llamada a un proceso

judicial para que, de manera objetiva e imparcial, emita


dictamen -o informe- sobre un hecho concreto, en
consideración a los conocimientos especiales que tiene de
una materia determinada y con el fin de servir de auxilio
judicial. En otras palabras, cada perito forense es un
profesional experto en una disciplina (por ejemplo, psicología,
medicina) que emite opinión técnica -habitualmente en
forma de informe- para dar respuesta a unas cuestiones que
requieren de un abordaje específico y cuyos conocimientos no
son accesibles para el organismo que solicita los servicios de
este (juez, jueza o tribunal).

La circunscripción de la figura del perito como profesional


experto no alude únicamente a sus conocimientos, en este
caso psicología, sino también a los otros ámbitos comentados
hasta ahora, especialmente los deontológicos y los relativos al
contexto jurídico en el que desarrolla su labor. Es por este
motivo que la formación existente en psicología jurídica y
forense (necesaria para la acreditación en los colegios
profesionales como psicólogo o psicóloga forense en el
contexto español) incorpora en sus planes docentes
conocimientos específicos y especializados del contexto
judicial, pues este contexto, como se señaló en el apartado
anterior, delimita su rol y sus funciones principales. En este
sentido, la jurisprudencia española ha ofrecido definiciones
tales como:

«En efecto el perito aprecia, con las máximas de experiencia


especializada y propias de su preparación algún hecho o circunstancia
en base al conocimiento de una materia que el Juez puede no tener,
debido a su específica preparación jurídica. Por ello el perito explica
las operaciones o exámenes verificados y fija sus conclusiones que
tienen como destinatario al Juzgador. Y en este sentido, el Juez estudia
el contenido del informe y, en su caso, finalmente, lo hace suyo o no, o
lo hace parcialmente. No se trata, pues, de un juicio de peritos, sino de
una fuente de conocimientos científicos, técnicos o prácticos que
ayudan al Juez a descubrir la verdad» (Sentencia de Sala Segunda del
Tribunal Supremo 368/2007, de 9 de mayo).
En este sentido, en la jurisprudencia española se considera a
las figuras de los y las peritos como fuentes de conocimiento
que aportan su saber al juez o jueza con relación a aspectos
controvertidos de los que carece de formación y en favor de la
verdad. No obstante, el juez o la jueza, después de estudiar las
aportaciones realizadas por cualquier perito, pueden o no
considerar dicha información en el veredicto.

En consecuencia, al experto forense se le atribuyen (y


esperan) una serie de aptitudes personales y profesionales
necesarias para el desempeño de su rol y, por ende,
consecución de la verdad. Estas se pueden resumir en:
adecuación teórica y práctica, capacidad de interpretación e
integración de la información, y promoción del análisis
crítico.

En términos generales, cada profesional que ejerza como


perito psicológico forense debe atender y conocer las
siguientes consideraciones que regulan legalmente su figura
en el ámbito forense:

* La designación -0 nombramiento- como perito en una causa


puede iniciarse como designación del propio tribunal
(perito de oficio) o por una de las partes implicadas en el
litigio (perito de parte). Ante esta situación, cuando la
designación es de oficio es habitual que recaiga sobre
trabajadores y trabajadoras de la Administración de
Justicia o se recurra a las listas de los colegios
profesionales; mientras que si la designación es de parte
el ejercicio profesional se desarrolla en el sector privado
—profesional liberal—- (Wrightsman y Fulero, 2005). En
España, la figura del perito psicológico forense de parte
puede implicar, a nivel popular, ciertas dudas respecto a
su imparcialidad; sin embargo, existen mecanismos
legales para recusar a un perito si se duda de este
requisito legal. En este sentido, una vez el o la perito de
oficio o de parte ha sido designado o nombrado por quien
juzga, deberá aceptar, o no, el cargo en los cinco días
posteriores a la designación. Si el perito psicológico
forense acepta el caso, deberá acudir al juzgado para
proceder al juramento del cargo (Apdo. 2, Art. 335 de la
LEC). En el caso de que el o la perito forense rechazara
aceptación de forma justificada, implicaría la designación
de otro u otra perito, y así sucesivamente.

* La legislación que ampara el ejercicio de los y las peritos debe


ser conocida y tenida en cuenta, pues protege a cualquier
profesional ante todo tipo de amenaza, coacción, soborno
y/o intimidación que pretendiera influir sobre su
actuación profesional (Yáñez, 2002). Así pues, la
actividad profesional estaría protegida y libre de
cualquier circunstancia que pudiera alterarla, ya que
podrían activarse, en función de la legislación de cada
territorio, un conjunto de medidas para la protección de
la figura profesional y su labor en el auxilio judicial.

Juramento de cargo en España (Arch y Jarne, 2009, pág. 10)

«Ante el Ilmo. Sr. Magistrado ponente con mi asistencia, el Secretario


de la sala, comparece el que acredita ser y llamarse....................... ,
quien presta juramento en forma legal y enterado de la designación
hecha en su favor para la emisión del informe solicitado por la
representación del procesado y sobre lo que ha de versar el informe
manifiesta: Que acepta el cargo y jura desempeñarlo bien y fielmente.
Se le hace saber que el informe deberá ser emitido en el acto del juicio
oral señalado para el.............. Y para cuyo acto queda citado en forma
por medio de la presente comparecencia. De todo lo cual se entiende la
presente que, previa lectura, ratifica y firma después el Ilmo. sr.
Magistrado ponente, lo que doy fe».

* La obligatoriedad de acudir a la ratificación oral de la pericia


realizada, tras la correspondiente citación judicial. Todo
profesional debe ser consciente de las responsabilidades
y/o sanciones que puede acarrear la incomparecencia
ante el organismo judicial competente (Pardo, 2008;
Taruffo, 2009).

* La necesidad de jurar o prometer en el momento de ratificar


el informe pericial ante un juez, una jueza o un tribunal
(Faraldo, Catalina y Clemente, 2017). La actuación
profesional debe ajustarse a su leal saber y entender, y
esto debe ser explícito. Además, debe manifestar su
conocimiento en cuanto a las sanciones en las que podría
incurrir si faltara a la verdad (económicas y/o penales).

3.2. Encargo en la intervención en la psicología


forense

Los encargos en psicología forense pueden ser variados. El


motivo de esta cuestión, según Muñoz-Sabaté (1980, citado en
Arch y Jarne, 2009, pág. 6), recaía en que «el derecho es algo
multidimensional y omnipresente. El caso más insospechado
puede presentar algún problema de prueba susceptible de ser
tratado con métodos psicológicos». De este modo, en este
segundo apartado del último bloque del capítulo se indicarán
los encargos más habituales en cada uno de estos. Para ello, se
comentarán algunas propuestas de diferentes autores y
autoras en cada una de estas.

3.2.1. Los encargos en el ámbito de la familia

Arch y Jarne (2009) destacan que, en el ámbito de la familia,


las solicitudes suelen estar centradas en temas de adopción y
privación de derechos parentales de los progenitores (patria
potestad), y en la atribución de la custodia de hijos e hijas en
caso de divorcio, nulidad y separación, recomendaciones
sobre planes de comunicación y contacto, adopciones o
filiación. Más adelante, el COPC (2016) propuso como posibles
objetivos de pericia los siguientes:
* valoración del estado emocional y adaptación del menor
o menores al régimen actual;

* valoración de la competencia parental y del ejercicio de la


parentalidad y coparentalidad responsable;

* evaluación de la presencia de interferencias parentales


y/o dificultades en las relaciones intrafamiliares;

* evaluación de situaciones de peligro y/o riesgo para los


menores derivadas de: maltrato de género, en familia,
abuso físico, sexual, psicológico y abandono del menor,
etc., de las que se pueden derivar consecuencias para el
ejercicio de la parentalidad y la patria potestad;

* informes de idoneidad en procesos de acogida y adopción


de menores y en procesos de recurso ante decisiones de la
Administración referentes a esta temática.

Y recomendaciones relativas a:

* el régimen de guarda y contacto de los menores con sus


núcleos familiares; y

* todo tipo de cuestiones relacionadas con la separación y


el divorcio: enfermedad mental y abuso de alcohol y
tóxicos de progenitores, cambios de lugar de residencia
de los menores, disidencias de los progenitores en pautas
educativas o de salud.

3.2.2. Los encargos en el ámbito penal

Los operadores jurídicos pueden solicitar participación de


un o una perito psicológico en relación con diversos ámbitos
de la psicología forense aplicada al ámbito penal. En este
sentido, Arch y Jarne (2009) señalaron cuestiones como la
responsabilidad criminal en casos de trastorno mental de un
acusado en el momento en el que el juez o la jueza o tribunal
tuviesen dudas sobre la imputabilidad del procesado, la
competencia de un individuo para ser juzgado o para prestar
testimonio, o las secuelas de las víctimas. El COPC (2016, pág.
5), siendo más exhaustivos, separó dos grandes áreas
correspondientes a la persona sobre la que recae el objeto de
pericia. Así, propuso, como apuntaban Arch y Jarne (2009),
supuestos tanto para imputados como para víctimas. En el
caso de imputados:

* valoración de la imputabilidad: capacidad cognitiva y


volitiva;

* evaluación de enfermedad mental sobrevenida y sus


consecuencias;

* propuesta de medidas alternativas;

* predicción de peligrosidad; y

* determinación de perfiles criminológicos.

En cuanto a las víctimas:

* evaluación de la víctima: secuelas cognitivas, emocionales


y psicológicas;

* determinación de la estructura de personalidad; y

* valoración técnica del relato.

Por último, hallamos la propuesta de Garrido y otros (2019),


quienes proponen las siguientes áreas, como las peticiones
relativas al ámbito penal. Si bien la mayoría están incluidas en
las listas anteriores, en este documento se desarrollan de
forma más detallada, de manera que para la valoración de
acusados proponen peticiones como:

* la valoración del estado mental del acusado;


* la predicción de la conducta violenta; y
* la realización de un perfil psicológico.

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