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El documento habla sobre las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino y san Agustín sobre el cielo empíreo, un lugar creado por Dios al principio del mundo para la eterna felicidad de los bienaventurados. Santo Tomás dice que Dios creó simultáneamente el cielo empíreo, la materia, el tiempo y la naturaleza. El cielo empíreo es corpóreo y fue creado especialmente para los humanos. Su esencia es la visión beatífica, la contemplación eterna de Dios.
El documento habla sobre las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino y san Agustín sobre el cielo empíreo, un lugar creado por Dios al principio del mundo para la eterna felicidad de los bienaventurados. Santo Tomás dice que Dios creó simultáneamente el cielo empíreo, la materia, el tiempo y la naturaleza. El cielo empíreo es corpóreo y fue creado especialmente para los humanos. Su esencia es la visión beatífica, la contemplación eterna de Dios.
El documento habla sobre las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino y san Agustín sobre el cielo empíreo, un lugar creado por Dios al principio del mundo para la eterna felicidad de los bienaventurados. Santo Tomás dice que Dios creó simultáneamente el cielo empíreo, la materia, el tiempo y la naturaleza. El cielo empíreo es corpóreo y fue creado especialmente para los humanos. Su esencia es la visión beatífica, la contemplación eterna de Dios.
Santo Tomás de Aquino y san Agustín de Hipona nos hablan del cielo empíreo,
ese lugar fijo en donde los bienaventurados disfruten de su eterna felicidad, un
cielo que fue creado desde el principio del mundo, un cielo que es corpóreo, como que fue creado más especialmente para el hombre que no para los ángeles que carecen de cuerpo. Santo Tomás dice que al inicio de los tiempos son cuatro las cosas creadas por Dios simultáneamente. El cielo empíreo, la materia corporal (conocida con el nombre de tierra el tiempo y la naturaleza Todo lo bueno que existe, dice San Agustín, está en el Cielo. Es claro que la esencia del cielo es la visión beatífica, la contemplación eterna de la esencia divina Nos parece muy sólida la argumentación de Santo Tomás para mostrar la necesidad del cielo empíreo. De modo más apropiado puede tomarse la razón de todo esto a partir de la misma condición de gloria. Pues en el premio futuro se espera una doble gloria: la espiritual y la corporal, y no sólo para los cuerpos humanos que serán glorificados, sino para la misma renovación de todo el mundo. La gloria espiritual empezó desde el mismo principio del mundo con la bienaventuranza de los ángeles, cuya igualdad ha sido prometida a los santos, Por eso, también fue conveniente que, desde el principio, la gloria corporal empezara en algún cuerpo, que también desde el principio no estuviera sometido a la corrupción y a la mutabilidad y que fuera totalmente luminoso. Tal como se espera para toda criatura corporal después de la resurrección. Por eso, aquel cielo es llamado empíreo, esto es, ígneo, y no por el ardor, sino por el esplendor.