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“La Frontera México – Estados Unidos y su Impacto Migratorio”

Introducción:

El estudio de los procesos migratorios utiliza, generalmente, el ejemplo paradigmático de la frontera


entre México y Estados Unidos debido a su historia y dinamismo. Este fenómeno migratorio constante
que se desarrolla en la misma posee tres características fundamentales: la extensión de la frontera
física (más de 3.000 kilómetros), la unidireccionalidad (98% de la migración desde México se dirige a
EE.UU.) y la masividad de flujos (el mayor del mundo). Estas particulares circunstancias le confieren al
proceso un extraordinario dinamismo. Sin embargo, los recientes cambios producidos por los
movimientos migratorios desde Centroamérica y la pandemia de COVID 19 han dejado al descubierto
más que nunca la precariedad de los migrantes y la complejidad tras las causas que originan tal
situación.

El presente trabajo intentará abordar las principales características de la frontera entre México y EEUU
desde el punto de vista de los procesos migratorios. En particular, aquellos componentes que le otorgan
singularidad, nuevos elementos que contribuyen a su complejidad y una perspectiva hacia el futuro.

Marco Conceptual: fronteras y migración.

La frontera norte de México y la sur de EEUU está dividida en casi la mitad de su extensión por el Río
Bravo que desemboca en el golfo de México hacia el Océano Atlántico. Contrariamente, la otra mitad
(noroeste) es un área desértica y semidesértica que se extiende hasta Tijuana hacia el océano Pacífico.
“En términos territoriales, estamos hablando de poco menos de 3.200 kilómetros de frontera, que
incluyen 48 condados de EEUU esparcidos en los estados de Texas, Nuevo México, Arizona y
California; del lado mexicano son 94 municipios fronterizos en los estados de Baja California, Sonora,
Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. En algunos casos, la ciudad mexicana es más grande;
en otros, la estadounidense. En total, son 15 pares de ciudades gemelas. Las ciudades mexicanas de
mayor tamaño poblacional en la frontera son Ciudad Juárez y Tijuana, seguidas por Mexicali, Nogales,
Piedras Negras, Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros. En cuanto a las personas que viven en este
extenso territorio, en 2016 había una población aproximada de 13 millones de habitantes distribuida en
diez áreas metropolitanas transfronterizas” (Prieto Curiel, 2016).

Sin embargo, las fronteras son construcciones fundamentalmente humanas de naturaleza física, que
implican también divisiones de carácter económico, político, social y cultural. La frontera que constituye
nuestro objeto de estudio, sigue el curso del Rio Bravo que forma la parte natural de la intervención
humana en este espacio para demarcar y diferenciar los límites nacionales entre México y EEUU. Para
Inciarte, Puig y Pollio (2016, pág. 18) “las fronteras políticas son el resultado inevitable de límites de
poder y coerción, de la organización social y de la promoción de identidad colectiva dentro de un
territorio delimitado. Mientras que los humanos demanden una medida de autonomía, van a crear,
mantener y trascender fronteras. Son el producto ubicuo de la necesidad de orden, seguridad y
pertenecer de cualquier ser humano”. Por lo tanto, pese a complejidad de un mundo cambiante, las
fronteras siguen manteniendo la importancia fundamental que representan en las relaciones
internacionales. El advenimiento de la tecnología y la información han generado dos grandes ideas de
pensamiento con respecto al tratamiento de las mismas. Por un lado, algunos esgrimen que el rápido
crecimiento de la interdependencia entre los estados junto a la globalización económica y cultural ha
disminuido con el correr del tiempo la capacidad de control sobre las personas, la información y el capital
en las fronteras estatales. Paralelamente, están los que argumentan que las fronteras han ganado
trascendencia en un mundo interdependiente. En ese contexto los estados son de capital importancia en
un sistema global donde son protagonistas para la administración y resolución de problemas en sus
fronteras internacionales.

Tal vez el fenómeno más acentuado en esas fronteras es el movimiento de personas que trae aparejado
fundamentales consecuencias a las relaciones internaciones. En este marco es donde aparecen los
movimientos migratorios. Para Oso (1998, pág. 33), “desde el punto de vista demográfico, se suele
denominar migración al desplazamiento que trae consigo el cambio de residencia del individuo, de un
lugar de origen a uno de acogida y que conlleva el traspaso de divisiones geográfico administrativas,
bien sea al interior de un país (regiones, provincias, municipios) o entre países. Se habla de estadías no
inferiores a un año, sin embargo la medición está determinada por la definición que al respecto haga
cada país”. Los flujos migratorios, así como los momentos en que éstos se producen, tienen que ver con
elementos tanto geográficos (el caso de México y EEUU), como históricos, mercantiles y sociales.

Pese a las definiciones más tradicionales, conviene ampliar el concepto de migración hacia una
perspectiva más integral. Autores como Cristina Blanco (2000) asumen la migración como un proceso
que abarca tres subprocesos: la emigración, la inmigración y el retorno. A la vez, este proceso entiende
la ocupación de tres dimensiones que permiten reconocer a los migrantes:
- Espacial: el movimiento ha de producirse entre dos límites geográficos significativas (municipios,
provincias, regiones o países)
- Temporal: el desplazamiento debe ser necesariamente duradero y no esporádico.
- Social: el traslado debe suponer un cambio significativo de entorno, tanto físico como social.

Sin embargo, más allá del marco teórico utilizado para estudiar el fenómeno migratorio, debemos asumir
que se trata de un proceso que involucra esencialmente a personas. El llamado acto migratorio consiste
en el desplazamiento propiamente dicho desde el lugar de salida hasta el lugar o lugares de llegada. La
mayoría de las veces, por prejuicio o desconocimiento, deducimos equivocadamente que este
“movimiento transfrontera” por tiempo determinado involucra individualmente a cada sujeto que
protagoniza el movimiento. Sin embargo, se trata de un concepto absolutamente equivocado ya que el
proceso migratorio analizado integralmente involucra a todo el grupo familiar (trasladado o no) y la serie
de relaciones que se entrelazan a partir de él. En palabras de Hendricks (1978), “para entender
plenamente el comportamiento emigrante es esencial examinar tanto los contextos sociales y culturales
de las sociedades remitentes y receptoras, así como el proceso de inmigración, tratando a cada uno no
como una entidad discreta, sino como un elemento constituyente de un campo social”.
Para autores como Hobsbawm (1977), la historia del capitalismo está marcada por importantes
desplazamientos de grupos humanos que se han visto en la necesidad de abandonar sus lugares
tradicionales de asentamiento para dirigirse hacia donde las necesidades de la acumulación de capital
los han convocado Si bien es cierto que las migraciones anteceden a la historia del capitalismo, su
advenimiento provocó que la movilidad espacial de las personas cobrara dimensiones sin precedentes.
Hoy en día, el fenómeno migratorio (dentro del marco de la creciente globalización) alcanza el carácter
de transfronterizo y transcultural. Dependiendo del modelo teórico y el campo de estudio utilizados son
varios los actores del proceso. Debemos asumir que no sólo los migrantes están presentes en el campo
migratorio. Los estados también participan con sus estrategias demográficas y socioeconómicas. Es así
como las fronteras trasnacionales (como México y EEUU) se transforman en permeables ante la
necesidad de mano de obra barata a partir de los migrantes. También pueden surgir discursos
nacionalistas que tienden a exaltar el patriotismo de los migrantes con el fin de obtener la contribución
de sus remesas como recursos genuinos para el desarrollo del país de origen. Esto trae aparejado,
muchas veces, la descentralización de la soberanía a través de la doble ciudadanía y el voto en el
extranjero. Tampoco se deben dejar de lado otros actores que juegan papeles trascendentales como las
organizaciones no gubernamentales, los sponsors o familias de acogida, empleadores, “mercaderes” de
la migración, etc. Todos ellos forman parte de las llamadas “redes migratorias internacionales” y
consistirán objeto de estudio particularmente para la frontera entre México y EEUU. “Esa vulnerabilidad
y esa precariedad son construcciones sociales intencionadas, no accidentes o consecuencias
inesperadas de la acción; son estrategias desarrolladas por actores intencionados, que van de los
empleadores individuales a las grandes corporaciones transnacionales, a las ubicuas y diversificadas
cadenas globales de producción, distribución, mercadotecnia y comercialización y, por supuesto, a los
Estados y organismos multinacionales de diversos tipos” (Herrera Lima, 2012).

Perspectiva Histórica:

Para Wise y Cobarrubias (2006), las relaciones económicas, políticas, sociales y culturales que
establecen México y Estados Unidos han sido asimétricas y subordinadas. En este sentido, desde
finales del siglo XIX, comenzó a producirse el éxodo laboral mexicano hacia EEUU. Este primer
movimiento estuvo sustentado en la necesidad de mano de obra a partir de la construcción de vías
férreas en EEUU hasta 1929, con la expansión económica de la región oeste norteamericana.
Posteriormente, la crisis del 30 y la recesión consecuente produjeron un vuelco en la dinámica migratoria
(entre 1930 y 1941). Este periodo se caracterizó por la deportación masiva y el aumento de posibilidades
de trabajo en el sector rural mexicano. Posteriormente, se produjo el advenimiento del llamado “milagro
mexicano”. Esta etapa de crecimiento económico (1030-1964), generada a partir de la industrialización
local por sustitución de importaciones, fue coincidente con el déficit de mano de obra en EEUU tras la
Segunda Guerra Mundial. Estas circunstancias permitieron a México negociar el traslado hacia el país
vecino de los excedentes laborales procedentes del campo. Aparecen en ese momento los primeros
antecedente de “redes sociales migratorias bajo el predominio del patrón de la migración circular” (Wise-
Cobarrubias, 2006).
A partir de 1964, el “milagro mexicano” comenzó a manifestar un franco declive que se acentuó hasta
mediados de la década del 80. Paralelamente, EEUU acrecentó su demanda de trabajo migrante pero
impuso mayores restricciones de ingreso. Las circunstancias generaron un movimiento significativo de
población indocumentada que fue aprovechada por los empleadores para generar mano de obra barata.
Desde 1986 a la fecha, una serie de acuerdos como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN) permitió legalizar hasta 2,3 millones de mexicanos en EEUU. Sin embargo, los acontecimientos
del 11 de septiembre de 2001, volvieron a imponer las limitaciones de ingreso a los migrantes
mexicanos. “El ataque contra las Torres Gemelas cambió de manera radical el estatus de la frontera
México-EEUU. Antes era una frontera muy abierta, fácil de cruzar, con poca vigilancia, por lo que la
interacción se daba de manera menos complicada. Desde 2001, con el temor de nuevos ataques
terroristas, medios de comunicación estadounidenses alertaron sobre la posible entrada de islamistas
radicales a través de la frontera con México. Hasta el momento, eso no ha ocurrido. Lo que sí ha
sucedido es un endurecimiento de la frontera que implicó el despliegue de la guardia nacional
estadounidense para fortalecer las labores de la patrulla fronteriza” (Hernández Hernández, 2020, Pág.
65).

A partir de 1994, y utilizando la herramienta del libre comercio, se implementó un modelo exportador de
fuerza de trabajo. De esta manera la migración desde México hacia EEUU tuvo un crecimiento
exponencial. “Las dimensiones que alcanza el fenómeno migratorio son por lo demás elocuentes: en
2005 la población de origen mexicano que reside en Estados Unidos se estima en 28 millones de
personas, entre emigrantes —documentados o no— nacidos en México (11 millones) y ciudadanos
estadounidenses de ascendencia mexicana. Se trata de la diáspora más grande del mundo establecida
en un país. De acuerdo con estimaciones de la ONU (2006), para 2000-2005 México figura como el país
con el mayor número de personas que anualmente establecen su residencia en el extranjero (400,000,
frente a 390,000 de China y 280,000 de India)… A tono con esta dinámica, el país experimenta un
crecimiento exponencial en la recepción de remesas, y por ello figura como tercer receptor del mundo
(Banco Mundial, 2006). En 2005, el monto de las remesas ascendió a 20 mil millones de dólares (Banco
de México, 2006)” (Wise-Cobarrubias, 2006).

Situación Socioeconómica:

La integración económica a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre México y
EEUU ha contribuido a profundizar las asimetrías. Este convenio, en lugar de generar opciones de
trabajo en México, se convirtió en un motor para la exportación directa de mano de obra barata y
acentuar la dependencia socioeconómica de las remesas. Por lo tanto, las circunstancias enunciadas
han generado una reserva estratégica laboral a disposición de la economía estadounidense, cuyos
costos de formación recaen mayormente en la sociedad mexicana.

La diferencia salarial de 7 a 1 entre ambos países y la falta de inversión extranjera directa, ha generado
en el estado mexicano el llamado “modelo de desarrollo basado en las remesas”. “Los mexicanos
recibieron un récord de 51.594 millones de dólares en remesas en 2021, una cifra histórica que refleja el
respiro que la recuperación de EE.UU. ha dado a la economía mexicana, que sin embargo creció por
debajo de las expectativas. Las remesas recibidas en 2021, casi todas de mexicanos en Estados
Unidos, son un aumento anual de 27,1 % frente a los 40.605 millones de dólares que también fueron un
récord en 2020, según reportó este martes el Banco de México. Las remesas ya se convirtieron en la
segunda fuente de ingresos de dólares al país, que no es poca cosa. Ya superaron a la inversión
extranjera directa (IED) o los ingresos obtenidos por turismo” (Los Ángeles Times, 2022).

Mecanismos de Contención del Flujo Migratorio:

El principio de acción y reacción corresponde a la tercera ley de Newton. La misma determina que “todo
cuerpo A que ejerce una fuerza sobre un cuerpo B experimenta una fuerza de igual intensidad en la
misma dirección pero en sentido opuesto”. Menciono esta ley física como comparación al fenómeno
migratorio. Este proceso de movimiento de personas, cada vez más extendido a nivel global, ha
generado una acción antagonista opuesta que se materializó en un modelo antiinmigrante diseñado para
contener y expulsar el ingreso de “personas aparentemente indeseables”. Para el caso de la frontera
México-EEUU, ese sistema tiene a su disposición una serie de recursos económicos, militares,
tecnológicos e inclusive comunicacionales para el logro de sus fines. Tal vez el ejemplo paradigmático
se produjo durante la presidencia de Donald Trump que permitió profundizar al máximo estas medidas
restrictivas que ya habían elaborado y puesto en práctica las anteriores administraciones del gobierno
estadounidense. Estadísticas de organizaciones como Human Rights Watch y el Centro Nacional de
Justicia para los Migrantes indican que, desde el 2017, los procesos de deportación en EEUU
aumentaron en un 50 %. En forma paralela, la aparición de la pandemia de COVID 19 resultó un
catalizador del proceso mencionado. Se multiplicaron y acentuaron las medidas de control migratorio así
como la afectación a las personas migrantes. Este proceso consistió en intensificar la presencia de
personal y de acciones de vigilancia y control. Finalmente, se generó la conciencia de trasladar los
asuntos migratorios desde una óptica administrativa hacia una mirada criminal.

Por lo tanto, las relaciones exteriores entre EEUU y México están reforzadas a partir de la capacidad de
este último de controlar el flujo migratorio desde su territorio y Centroamérica. Un caso similar surgió a
partir de la adhesión de Turquía a la UE. Su inclusión el bloque europeo permitió la aplicación de
controles en su nueva frontera externa, y de esta manera, evitar o reducir el ingreso de migrantes que
representen una amenaza potencial. Turquía debió adoptar todas las medidas que estableció el Consejo
Europeo para la gestión integrada de las fronteras exteriores de la UE. La reducción del paso por estas
fronteras, los nuevos y más estrictos controles generaron una frontera menos atractiva para aquellos con
la intención en entrar en forma ilegal. En la perspectiva de la UE, estas medidas remplazaron un
conflicto fronterizo por una situación de cooperación entre estados. Sin embargo, la Guerra de Siria fue
el mejor ejemplo de que esta frontera (plagada de campos de refugiados) constituye una situación
forzada que impide la migración irregular y sus amenazas de manera independiente.

En la frontera sur de EEUU, todas las circunstancias descriptas se vieron catalizadas con el
advenimiento de la pandemia. La crisis migratoria imperante confirmó la existencia de tres procesos
paralelos y complementarios que tiene un carácter fundamental en los movimientos migratorios actuales.
Los mismos poseen la capacidad de transmitir producir un orden violento y excluyente para los
migrantes. Estos son:

a) Reforzamiento de las Fronteras: a partir del uso de todo tipo de recursos tecnológicos y apoyo
científico desarrollado con la intención de identificar y expulsar a los migrantes.

b) Ilegalización de las Personas: el cambio de estatus del migrante hacia la figura de “ilegal” es la forma
primaria de gobernanza y control de las migraciones. El mencionado control se obtiene generando
incertidumbre legal los recién llegados al momento que se fortalece la figura del estado y a sus
fronteras.

c) Criminalización de los Migraciones: este proceso no solo abarca a las personas migrantes sino
también a los defensores y activistas que les defienden y comulgan con su causa. Este concepto,
denominado “crimmigration” en inglés naturaliza conceptos que tienden a construir ideas tales como
el descontrol de las migraciones son incontrolables y los problemas derivados al país anfitrión por la
llegada de personas. Uno de estos conceptos fue el de “criminals aliens” que comenzó a ser utilizado
con fuerza a partir de las leyes de 1996. Esta noción terminó siendo una palabra clave que ha
permitido naturalizar la ilegalización migrante, haciéndola ver como necesaria e indiscutible.

Los procesos mencionados constituyen relaciones de poder que se establecen entre el potencial estado
anfitrión y los migrantes, y tienen como objetivo la detención, confinamiento y expulsión de los mismos.

La Crisis de Centroamérica:

El proceso migratorio se debe a diferentes causas. Tal vez la más común es el profundo deterioro
económico en los países de origen. Sin embargo, en la frontera de México-EEUU la inseguridad se ha
convertido en el principal acelerador del proceso. Además de la población mexicana tradicional que
intenta cruzar, se suma desde Centroamérica principalmente el mayor volumen de migrantes que huyen
por familias completas escapando de grupos criminales, que en su mayoría actúan bajo la tolerancia de
las autoridades estatales. Particularmente, en los países centroamericanos se aprecia una suerte de
ausencia del estado producto de la incertidumbre económica, las crisis ambientales a partir de proyectos
extractivitas sin el control adecuado y la inseguridad. “Cabe agregar que junto a este fenómeno y en
virtud de la prolongación hemisférica de la política de integración económica promovida por el gobierno
estadounidense, México fue compelido también a fungir, de manera creciente, como un país de tránsito,
con todos los problemas que ello acarrea. Considérese que en 2004 el flujo de indocumentados,
principalmente centroamericanos, que transitaron por la frontera sur mexicana fue de poco más de 400
mil personas” (INM, 2005).

Es así como en el año 2018, se produjo el movimiento en masa de miles de familias provenientes en su
mayoría de Honduras, pero también de desplazados de El Salvador, Nicaragua y Guatemala. Todas las
teorías acerca de los movimientos migratorios se vieron desbordadas. Aquellas víctimas de la pobreza o
lo violencia generaron en la comunidad internacional la disyuntiva de tratamiento como criminales que
desobedecen las leyes para traspasar fronteras o como sujetos vulnerables que requieren del apoyo
humanitario de organismos públicos y no gubernamentales, tanto locales como internacionales. Este
movimiento masivo improvisadamente organizado puso en jaque a la llamada “industria de la migración”
y logró desafiar las redes de trata y tráfico ilegal de personas.

“México, el segundo territorio Estado-nacional expulsor de migrantes a nivel mundial, es el escenario de


tránsito para, en promedio y anualmente, medio millón de migrantes de todas partes del mundo que
intentan llegar a Estados Unidos por la frontera sur de ese país” (Varela Huerta, 2019). Pese a esta
coyuntura, este país se ha convertido en un verdadero “país tapón” que a partir de la década de los 90,
ha suscripto una serie de tratados y convenios internacionales para “securitizar” la gestión del tránsito de
migrantes. Al igual que en EEUU, el fenómeno migratorio se ha convertido en un problemas de
seguridad nacional. Por medio de una suma de dispositivos legales, tratados económicos, de
cooperación militar y fondos para la “ayuda humanitaria”, el gobierno norteamericano ha perfilado las
formas para gobernar y gestionar al sur de sus fronteras tres tipos de movimientos humanos centrales: la
migración trasnacional y ordenada de trabajadores temporales, la migración ilegalizada y la deportación
o retorno forzado de millones de personas.

Estas circunstancias agravantes a la coyuntura normal, generó una verdadera situación de crisis
migratoria para esta frontera en particular. En respuesta, el gobierno de EEUU reaccionó con la
generación exponencial de una serie de leyes, normas y órdenes ejecutivas tendientes a limitar el
ingreso de migrantes. Esta actitud tuvo como consecuencia, en tiempos de coronavirus, el
desmantelamiento del sistema de asilo en ese país. En forma paralela, en palabras de Varela (2019),
México experimentó una trasformación que lo llevó desde su condición de “frontera vertical” hasta
convertirse en “país tapón”.

Simultáneamente también se produjo un fenómeno conocido como “externalización de las fronteras de


EEUU”. El mismo está protagonizado por el estado de México y varios países como Guatemala y
Honduras que proveen fuerzas militares y policiales para contener la llegada de migrantes. “En estos
países, al igual que toda la región centroamericana, las policías actúan como una verdadera fuerza de
ocupación que tiene como objetivo desincentivar o hacer imposible cualquier proyecto migratorio. En
México existe una serie de peticiones a EEUU sobre protección a los migrantes y otras condiciones en
materia de derechos humanos, pero también existen grandes retos en el trato que México da a los
migrantes centroamericanos que transitan o se quedan en el país: guatemaltecos, salvadoreños,
hondureños, quienes en la mayoría de los casos no han recibido un trato digno y reiteradamente
señalan a policías y agentes de migración como responsables de los abusos, además de los conocidos
riesgos a manos de grupos del crimen organizado dedicados al tráfico de personas y la extorsión. Una
gran paradoja es que México deporta más centroamericanos que EEUU, incluso más que el número de
mexicanos deportados desde el país del norte” (Lakhani, 2016).

La Migración durante la Pandemia de COVID 19

La pandemia provocada por el Coronavirus SARS-CoV-2 constituyó una de las peores crisis que ha
debido enfrentar el mundo en las últimas décadas, debido a su extensión de carácter global así como del
impacto que ha provocado en prácticamente todos los ámbitos. En este marco, las poblaciones más
vulnerables son las que padecieron en mayor medida las consecuencias de la pandemia. En aquellas
sociedades en donde existió la presencia de desigualdades estructurales, los efectos se acentuaron aún
más. Por lo tanto, la población migrante y refugiada se convirtió en verdadera víctima de este escenario
que mostró dos caras muy diferentes. Por un lado, la visión “universalista” del ámbito sanitario tendiente
a la atención de las personas sin distinción, y por otro, la visión “securitista” que tuvo como foco el
control de la migración irregular.

En la frontera entre México y EEUU, ante la aparición de la pandemia de COVID 19, la protección de la
salud pública se volvió la justificación universal para extremar todas medidas aplicadas a migrantes
provenientes de México y Centroamérica, principalmente. En procesos conocidos como “securitización” y
“gestión biopolítica” de las migraciones se procedió a acentuar las formas de poder y control sobre los
migrantes a partir considerar a los mismos como objeto de estudio a los fines de justificar las prácticas
de detención, confinamiento y expulsión. Las mencionadas prácticas están compuestas, en general por
los siguientes elementos:
a) Se organizan y dirigen fundamentalmente bajo la idea de los cuerpos de los migrantes como objeto
político.
b) Están constituidos con la misión de administrar, regular y controlar la vida de los fenómenos masivos
de población, en particular la migración.
c) Introducen y fortalecer concepciones racistas y biologizantes de las migraciones. Reduce los
movimientos de personas a la idea de “peligros biológicos” y utilizar el conocimiento para identificar con
precisión genética quienes son realmente estas personas migrantes.

Por ejemplo, El Departamento de Seguridad Nacional se propuso ampliar la base de datos de ADN de
inmigrantes en EE.UU. Instrumento una política de recolección de datos y de información biométrica a fin
de evitar el ingreso con identificaciones falsas. Se introdujo la práctica de recabar información por medio
de escaneos faciales y de iris del ojo, impresiones de voz y huellas dactilares. En este sentido, tal vez
las medidas más paradigmáticas de carácter biopolítico están constituidas por prácticas de
histerectomías aplicadas a diferentes tipos de intervenciones quirúrgicas ginecológicas como medida
primaria a la esterilización forzada. En forma paralela, y bajo la excusa de evitar fraudes y delitos, las
nuevas medidas alcanzaron también a los sponsors o patrocinadores de las personas migrantes que
están aplicando a una estancia legal en EE.UU. Cabe recordar que estos individuos juegan un rol
fundamental en cualquier proceso de demanda de asilo, ya que en general se trata de familiares con
residencia permanente o un estatus legal diferente.

Conceptualmente podemos decir que la pandemia de COVID 19 fue una situación excepcional. Este tipo
de circunstancias han sido la puerta de entrada para intensificar las diferentes técnicas, estrategias y
medidas biopolíticas de control migratorio que ya se venían aplicando en forma parcial. En este sentido,
debemos tener en cuenta que el estado de sitio o la ley marcial en un estado moderno necesita contar
con dos elementos fundamentales: la definición de la figura del enemigo y la posibilidad cierta de
declarar el estado de excepción. Por lo tanto, todo estado de excepción presupone un enemigo, que
debe ser plenamente identificable por la sociedad como aquel que desafía el orden vigente. En
búsqueda de la necesaria legitimación para las acciones políticas de los estados, las personas migrantes
constituyeron la figura perfecta del enemigo declarado tácitamente por las sociedades.

Nueva Territorialidad:

Coincidente con el fenómeno transfronterizo en Europa, con la creación y multiplicación de campos de


refugiados, en la frontera México-EEUU se está produciendo un fenómeno de “nueva territorialidad” a
partir de las medidas de contención migratoria. Las extensiones geográficas que tiene por objeto la
contención y el control físico de los migrantes parecieran posee un status legal diferenciado. Estos
lugares para la concentración de migrantes implican la aplicación de ciertas normas del estado de
excepción en ciudadanos de otro país. Esta paradoja resulta posible debido a que todo sistema estatal
de control de las migraciones pareciera estar diseñado para alcanzar la exclusión y expulsión de
ciudadanos ajenos a ese estado.

Con respecto al concepto de las relaciones de poder mencionadas anteriormente, para este caso en
particular la idea de seguridad permitió justificar abusos al orden legal para el trato de personas bajo el
consentimiento tácito de la sociedad mexicana y estadounidense en general. Por lo tanto, esta
perspectiva impone la idea de deshumanización del migrante con el objetivo ulterior de alcanzar su
exclusión y expulsión. “Es importante mencionar que existen diferencias en la interacción transfronteriza
en función de las configuraciones políticas y culturales, principalmente de los estados estadounidenses.
No es lo mismo ser vecino de California que de Texas, ya que estas dos entidades representan
extremos opuestos en el termómetro político. California es el estado progresista por excelencia, mientras
que Texas se perfila como parte del sur conservador bíblico. Esta situación se ve reflejada en que
California es un estado santuario para migrantes, en las antípodas de Texas y Arizona. Así pues, este es
uno de los factores que contribuyen a las diferencias en los flujos migratorios fronterizos: California es
uno de los destinos preferidos por los migrantes indocumentados, sin mencionar que se trata de uno de
los estados más ricos en términos económicos y de recursos naturales, todos ellos elementos que
potencian su deseabilidad como área de oportunidades” (Hernández Hernández, 2020).

Conclusiones:

La frontera entre México y EEUU es una de las más extensas, fluidas y dinámicas del mundo que, en
forma transitiva, genera un grado de complejidad mayúsculo que se ha visto acentuado con una serie
de elementos de reciente aparición. Si bien la migración internacional se dirige principalmente hacia las
economías del mundo que presentan mayor capacidad de generación de empleos como es el caso de
la economía norteamericana, esta situación, de carácter estrictamente económico, se ha visto en los
últimos años acentuada a partir de coyunturas de inseguridad en los paises de origen. Actualmente,
Estados Unidos, es el país que concentra la mayor cantidad de personas migrantes en el mundo (43
%1) y que genera la mayor cantidad de remesas a nivel global (48 %2). Esta particular circunstancia ha
convertido a las remesas de los migrantes en el segundo ingreso genuino de divisas en la economía
mexicana convirtiéndose en el verdadero motor de la misma. De esta manera, resulta el establecimiento
1
Revista Norteamérica versión On-line ISSN 2448 (2009).
2
Idem.
de una simbiosis entre ambos gobiernos que se ven beneficiados con la disposición de mano de obra
barata (para EEUU) e ingreso de divisas (para México).

Por otro lado, la precariedad económica de Centroamérica y sus elevados índices de inseguridad
generan también en esta región la necesidad de migrar hacia EEUU. Este movimiento, integrado en su
mayoría por grupos familiares completos, se traslada previamente a México para poder cumplir sus
intenciones. Estas personas padecen innumerables vicisitudes en su intención de llegar a cumplir el
“sueño americano” que van desde la coacción policial hasta la delincuencia armada. Paralelamente, el
estado mexicano también es víctima de la llamada “nueva territorialidad” de las migraciones formada
por los campamentos destinados para refugiados, los lugares de asilo y contención, las organizaciones
no gubernamentales intervinientes, las redes de trata de personas, etc.

Esta situación de verdadera crisis migratoria se vio agravada con el advenimiento de la pandemia de
COVID 19. La emergencia sanitaria generó la mejor excusa para justificar un proceso que contribuyó a
la virtual extinción del sistema de asilos en el gobierno norteamericano durante la administración Trump.
El empleo de la tecnología biométrica permitió también identificar a los migrantes, colaboradores y
sponsors con el fin de su apresamiento y posterior expulsión. Sin embargo, estas acciones tan radicales
solo fueron posible gracias a la instalación de un discurso de ilegalización y criminalización de los
migrantes que fue recibido en forma tácita por la sociedad norteamericana.

Simultáneamente, los gobiernos de México y algunos países centroamericanos contribuyeron a generar


la “externalización de la frontera norteamericana”, disponiendo de fuerzas policiales y militares (además
del marco legal apropiado) con el fin de desalentar los proyectos de migración familiares y colectivos,
fundamentalmente. Si bien esta actitud le permite a México seguir disponiendo de su plan de remesas la
crisis migratoria en su territorio está lejos de alcanzar una solución.

Finalmente, resulta valioso puntualizar que cualquier solución posible al problema de raíz no parte de la
“estigmatización” o “demonización” la figura del migrante. Las sociedades en general deben asimilar que
se trata fundamentalmente de personas que desafían sistemas construidos para detenerlos y hacen
todo para escapar de su precaria situación y acercarse a la vida. También la “individualización” de los
mismos contribuye a la confusión reinante en la problemática. Cada migrante está inserto en una
verdadera red formada desde el círculo más íntimo que es su familia hasta llegar a límites de la
sociedad que incumben a organizaciones internacionales y el crimen organizado. Hasta no comprender
estos primeros conceptos, no podremos iniciar una solución duradera.

Bibliografía:

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- VARELA HUERTA, Amarela (2019)-“México, de “frontera vertical” a “país tapón”. Migrantes,
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