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Las rebeliones políticas que conoció Jesús y su

mensaje sobre el reino [The political upheavals that


Jesus knew and his message about the kingdom]

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Authors Álvarez Valdés, Ariel

Publisher Centro de Evangelio y Liberación

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Redes Cristianas _ 8 de enero de 2011

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LAS REBELIONES POLÍTICAS


QUE CONOCIÓ JESÚS Y SU
MENSAJE SOBRE EL REINO
5 ENERO, 2011 BY ADM

Ex106 (nov.-dic-2010)
– Autor: Ariel Álvarez Valdés –

UNA NIÑEZ TURBULENTA

Cuando imaginamos la infancia de Jesús, en el pequeño pueblito de Nazaret, la


suponemos tranquila, con san José trabajando serenamente entre virutas de
madera, serrucho y formón, mientras el niño Jesús jugaba con carritos de madera
hechos por su padre, y María cantaba lavando la ropa, rodeados todos por los
bondadosos paisanos de la aldea.

Sin embargo no fue así. La época que le tocó vivir a Jesús estuvo marcada por
protestas sociales, revueltas campesinas y sublevaciones políticas, algunas
ocurridas muy cerca de donde Jesús vivía. Ninguno de estos movimientos
rebeldes tuvo éxito. Todos fueron brutalmente reprimidos por las autoridades
romanas, que en aquel tiempo eran los dueños del país. Pero el espíritu de las
rebeliones permaneció siempre vivo en el escenario de Palestina, de modo que
Jesús creció y vivió desde su más tierna infancia en medio de un ambiente
generalizado de protestas y disturbios contra el poder de Roma, lo cual marcó de
manera determinante su trayectoria como Maestro.
Aquellos levantamientos pueden clasificarse en tres categorías: los de tipo
mesiánico, los teocráticos y los proféticos. Cuando Jesús se hizo mayor y fundó su
propio movimiento, también revolucionario, tenía esos tres modelos para imitar e
identificar a su grupo. ¿Cómo eran estos movimientos? ¿Qué modelo eligió Jesús
para el suyo?

CONMOCIÓN A LA VUELTA DE CASA

En el año 4 a.C., cuando Jesús era apenas un niño de dos o tres años y vivía en
Nazaret, murió el rey Herodes. Había gobernado el país por casi cuarenta años
con mano de hierro y al filo de espada, por lo que su muerte generó un gran vacío
de poder. Estallaron entonces violentas manifestaciones en todo el país.

La primera tuvo lugar muy cerca de la casa del niño Jesús, en Séforis. Ésta era
una ciudad rica y pujante, a 6 kilómetros de Nazaret. La revuelta estaba
encabezada por Judas, un personaje surgido de las clases más populares de
Galilea, y que desde hacía tiempo lideraba un grupo de bandoleros. Aprovechando
la muerte de Herodes, asaltó el palacio real de Séforis y se apoderó de las armas
allí guardadas. Con ellas equipó a sus hombres, saqueó las reservas que había, y
se proclamó rey de Israel. Gracias al apoyo de sus seguidores, llegó a controlar
toda la región de Galilea, incluida Nazaret donde Jesús vivía con sus padres.

Poco después en la provincia de Perea, al este de Jerusalén, un hombre llamado


Simón, exesclavo de Herodes, también se sublevó, y al frente de una horda
numerosa prendió fuego a otro palacio real que Herodes tenía en Jericó, donde se
proclamó rey.

Finalmente al sur, en la provincia de Judea, un pastor de enorme fuerza física


llamado Atronges, tomó igualmente la corona real, y con sus cuatro hermanos, a
quienes nombró generales, redujo y sometió a toda la región.

Los líderes de estas revueltas fueron apoyados por la gente, y gozaron de gran
popularidad. Primero, porque eran todos judíos, y el pueblo hacía tiempo que
añoraba un rey autóctono, pues Herodes no era judío, sino idumeo. Segundo,
porque todos los cabecillas eran de origen humilde y a la vez carismáticos, como
lo había sido el gran rey David. De modo que estos líderes en cierto modo habían
logrado reavivar las esperanzas, nunca olvidadas, de un Rey Mesías que vendría
a liberar al pueblo de la opresión extranjera.

CUANDO SE APLASTAN LOS SUEÑOS

La aparición de estos tres caudillos, autoproclamándose Mesías, fomentó motines


entusiastas por todas partes, y pronto Palestina se vio envuelta en llamas y en
delirios de liberación. Ante esta situación de revuelta generalizada, la reacción de
Roma no se hizo esperar. El general Publio Varo, instalado en ese momento en
Siria, tomó inmediatamente tres legiones y marchó contra los revoltosos. Primero
se dirigió a Perea, donde sofocó el movimiento de Simón. Luego aplastó en Judea
a los rebeldes de Atronges y crucificó a más de 2.000 sublevados cerca de
Jerusalén. Pero el castigo más duro lo aplicó en Galilea, la patria de Jesús. Allí
Varo puso sitio a Séforis, apresó y dio muerte a Judas, prendió fuego a la ciudad,
destruyó completamente todos sus edificios reduciéndolos a cenizas, y finalmente
a sus habitantes, por haber apoyado a Judas, los hizo vender como esclavos.

De esta manera, la brutal represión romana acabó con los experimentos


mesiánicos que tanta expectativa habían despertado en el pueblo. La gran
cantidad de tropas que Varo tuvo que emplear para derrotarlos demuestra el
enorme apoyo popular del que habían gozado. Y el recuerdo de la “guerra de
Varo”, como se la conoció desde entonces, quedó para siempre grabado en la
memoria judía como uno de los episodios más sangrientos que debió afrontar el
pueblo judío.

Mientras tanto, muy cerca de allí, el niño Jesús jugaba despreocupado en brazos
de María, ajeno a los terribles escarmientos y crucifixiones de su patria, y sin
entender todavía nada de Mesías ni de alzamientos.

SÓLO DIOS PODÍA COBRARLO


En el año 6 d.C, siendo ya Jesús un adolescente de unos 13 años, se produjo en
el país la segunda oleada de resistencia contra Roma. Esta vez las consecuencias
fueron más graves que las anteriores. Nuevamente el centro del estallido fue
Galilea, donde vivía Jesús, por lo que él debió de haber conocido todos los
detalles de estos disturbios.

El iniciador fue un maestro religioso, llamado Judas el Galileo; y la causa fue el


cambio de administración del sur del país, es decir, las provincias de Judea,
Samaria e Idumea. Hasta entonces estaban regidas por un gobernador judío. Pero
en el año 6 los romanos lo destituyeron por mal comportamiento, anexaron el
territorio a Roma y empezaron a administrarlo directamente a través de un
Prefecto. Para ello crearon un nuevo impuesto llamado tributum soli (impuesto a la
tierra).

El Sumo Sacerdote de Jerusalén acató la medida, para evitar males mayores, y


ordenó aceptarla. Pero Judas desoyó la orden y reaccionó enérgicamente contra
ella. Aunque había nacido en Gamala, al norte de la Galaunítide, y por lo tanto no
le afectaba el nuevo impuesto, se trasladó a Jerusalén y desde allí empezó a
exhortar a la población a no pagarlo. El argumento que esgrimía era claro: Dios es
el único dueño de la tierra; por lo tanto, el emperador no tiene derecho a cobrar
impuestos sobre el suelo de Israel.

La insurrección de Judas no era militar, como las anteriores, sino pacífica. Judas
no pretendía proclamarse Mesías, sino que quería el reconocimiento de Dios
como rey del país, y de sus derechos sobre la tierra. Era, pues, un movimiento
“teocrático”, religioso, no violento, que buscaba imponer ideas, no estructuras.
Pero al cuestionar un impuesto de Roma, desairaba la autoridad imperial, y con
ella su presencia en Palestina. Por lo tanto, los romanos lo consideraron peligroso.
Además, había logrado captar la aceptación de todo el país. Por eso lo
persiguieron, lo atraparon, y lo mataron sin contemplaciones (Hch 5,37).

Mientras tanto el adolescente Jesús, con sus 13 años, aprendía de su padre José
cómo ser un buen artesano en el taller de Nazaret.
LA ENSEÑANZA MISTERIOSA

Si bien el movimiento teocrático de Judas fue aplastado con facilidad, sus ideas
perduraron por décadas en el ambiente palestino. Incluso Jesús tuvo la ocasión de
opinar sobre ellas, en el conocido episodio del impuesto, que tuvo lugar en el año
30 en Jerusalén. Se le acercaron unos fariseos y herodianos, y lo interrogaron:
“¿Es lícito pagar el impuesto al César o no?” (Mc 12,13-17).

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