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El gato y el perro

Había una vez un gato y un perro que vivían juntos en una pequeña casa en la ciudad. El gato,
llamado Simón, era un gato atigrado con un pelaje suave y sedoso, y el perro, llamado Max, era
un pastor alemán grande y amigable con un pelaje marrón y negro.

A pesar de sus diferencias, Simón y Max eran buenos amigos. Max siempre estaba dispuesto a
jugar con Simón, y Simón a menudo se acurrucaba en el regazo de Max para una siesta. Juntos,
pasaban sus días explorando la ciudad, persiguiendo pájaros y jugando en el parque.

Sin embargo, un día, las cosas cambiaron entre Simón y Max. Simón comenzó a sentirse celoso
de la atención que Max recibía de sus dueños. Max era un perro grande y juguetón, y siempre
parecía ser el centro de atención. Simón, por otro lado, era un gato tranquilo y reservado que
prefería pasar su tiempo acurrucado en una ventana soleada.

A medida que pasaba el tiempo, Simón se volvió cada vez más distante con Max. Ya no quería
jugar o acurrucarse con él, y a menudo se escondía en rincones oscuros de la casa. Max, por su
parte, no entendía por qué Simón estaba tan distante, y se sentía cada vez más solo y triste.

Una tarde, mientras Max estaba durmiendo en el sol, Simón decidió salir a explorar por su
cuenta. Caminó por las calles, saltó por los techos y se encontró con un grupo de gatos
callejeros. A diferencia de Simón, estos gatos eran salvajes y libres, y no parecían tener
preocupaciones en el mundo.

Simón decidió quedarse con los gatos callejeros por un tiempo, y rápidamente se adaptó a su
estilo de vida. Él cazaba ratones y pájaros con ellos, y pasaba sus noches durmiendo bajo las
estrellas. Aunque extrañaba a Max y su hogar, Simón se sentía feliz y libre por primera vez en
mucho tiempo.

Mientras tanto, Max estaba preocupado por Simón. Había pasado varios días sin verlo, y no
podía dejar de preguntarse dónde había ido. Max decidió salir a buscar a Simón, y comenzó a
explorar la ciudad en busca de pistas.

Después de varios días de búsqueda, Max finalmente encontró a Simón en un callejón oscuro
con los gatos callejeros. Simón se sorprendió al ver a Max, pero rápidamente se dio cuenta de
lo mucho que lo había extrañado. Max y Simón se abrazaron con cariño, y finalmente se dieron
cuenta de lo mucho que se necesitaban el uno al otro.

Juntos, Max y Simón regresaron a su hogar en la ciudad, y prometieron nunca volver a


separarse. Max aprendió a ser más gentil y cariñoso con Simón, y Simón aprendió a apreciar la
amistad que tenía con Max. Juntos, pasaron el resto de sus días explorando la ciudad,
persiguiendo pájaros y jugando en el parque, sabiendo que siempre tendrían el amor y el
cariño del otro.

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