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El observador

- Hay una famosa distancia entre la Cosa y el Observador.


- Siempre está ahí, en toda la mitad de los dos.
- La distancia parece larga
- o corta,
- de igual manera,
- la mayoría de veces,
- de ella pasan desapercibidos
- los dos.
- Sólo cuando el Observador afina su mirada,
- cerca,
- muy cerquita,
- la distancia se revela,
- no se acorta.
- Y ahora que la puede ver, la ve en todas partes,
- como un vacío entre su mano y la puerta de su habitación.
- Entre la pintura y un espectador
- o entre toda la vida de afuera y su vida interior.
- Esta distancia no hace excepción en el amor.
- No es bueno pensar en estas cosas,
- piensa el Observador.
- Porque a veces cuando olvida que ahí está,
- la distancia por un rato se le va.
- Pero luego aparece.
- Para olvidar, el Observador recuesta sus sueños a lo largo de la longitud.
- Salta y salta sobre ellos, como si algún día fuera a llegar…
- Y como en las famosas aporías de Zenón,
- o como en la asíntota de una función,
- El Observador se acerca cada vez más a La Cosa,
- infinitamente,
- sin jamás poder tocarla.
- En uno de sus sueños, el Observador desconsolado, mira a la Cosa fijamente.
- Y en el sueño, la Cosa le habla.
- No entristezcas tanto, Observador, si es en la mirada donde está la solución.
- El que observa a la Vida
- sutilmente como tú,
- de ella quedará distanciado,
- sin importar la cercanía.
- Pero sólo hasta el día en que descubre
- Que las cosas también le devuelven la mirada.

Textos e ilustraciones de (Daniel) Liév, Substantial Comics, Bogotá 2018

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