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Hospital Tobar García – Seminario 2023 – Cuerpos de época

El cuerpo en la histeria y en la psicosis ordinaria


Florencia F.C. Shanahan

Siempre hay algo


que no llega a volverse carne:
no es que nos falte
es que nos excede.
La vida no cabe en la vida
por eso siempre,
en algún lugar, se nos parte.

Hugo Mujica

Quisiera agradecer a Romina y al equipo organizador por la invitación a trabajar con ustedes
sobre este tema, que es de alguna manera la excusa para mi para seguir mi investigación de
hace ya algunos años, las preguntas a las que me enfrenta mi práctica y mis lecturas, en fin,
para compartir con ustedes un trecho de este incesante cuestionamiento que es nuestra
formación en psicoanálisis.

El poema que utilice como epígrafe me fue evocado por una hermosa expresión de Marita
Manzotti en la reunión anterior, cuando se refirió al “abismo de la vida en el cuerpo del
parlêtre” Digamos que algo de esto aparece siempre que nos referimos a la experiencia
analítica, ya sea que se trate de un análisis o de un tratamiento, distinción fundamental a
mantener en nuestra orientación tal como lo recordó Jacques-Alain Miller en ocasión de la
conversación clínica durante el ultimo congreso de la NLS hace menos de dos semanas.

Se trata siempre de poder decir mejor qué es lo que hacemos, cómo abordamos el
sufrimiento que nos es dirigido, donde sea que inscribamos nuestra práctica. Si el psicoanálisis
se ocupa de la singularidad de cada sujeto, y se define como una praxis, como una manera de
tratar lo real por lo simbólico1, la cuestión es cómo tomamos en cuenta las condiciones
actuales en las que esos términos son definidos? 2

Fueron en particular dos casos los que me llevaron, hace un tiempo ya, a trabajar –
separadamente – la histeria y la psicosis ordinaria. En ambos había justamente una cuestión
muy prevalente respecto del cuerpo, y la presentación de un modo de vivir la pulsión que no
se dejaba situar fácilmente (una bulimia presente desde la pubertad en uno, y una
desvitalización que había encontrado una localización en el diagnóstico de síndrome de fatiga
crónica, en el otro).

1 Lacan, J., Seminario 11


2 “un intento de hablar sobre los efectos cambiantes producidos por la matriz de nuestra civilización y de inventar un
lenguaje clínico más “hecho a medida” de la experiencia singular.” Voruz, V., The second parternal metaphor, London 2015.
Además, me parecía interesante interrogar, desde nuestra experiencia, los efectos tanto de
la supresión de la histeria de las clasificaciones3, como del desconocimiento de la psicosis en
su dimensión estructural. Al menos en el país donde vivo, esto produce estragos,
especialmente en niños y adolescentes. Encuentro esto en la supervisión del trabajo de
muchos practicantes ya sea en salud, en educación o en la practica privada.

A nivel diagnostico, los llamados trastornos de la personalidad han barrido con cualquier
brújula que permita a los clínicos orientarse, además de la ya mencionada epidemia de
diagnósticos de trastornos del desarrollo (que no es enfermedad mental y por lo tanto
produce una respuesta y un posicionamiento distinto del Otro tanto ‘terapeutico’ como
social).

La despatologización, que efectivamente apunta a reducir el estigma y brinda acceso


diferencial a ciertos recursos de tratamiento, conlleva sin embargo una “desaparición
programada de la clínica”. JAM lo enuncia en el argumento del próximo congreso de la AMP.
“La clínica será pronto cosa del pasado. Nos toca poner nuestra práctica al compás de esta
nueva era.”4 Tomar la temática del cuerpo a partir de un termino clásico -histeria- y uno nuevo
-psicosis ordinaria- es un modo de intentar esto.

Una de las maneras de captarlo es con la hipótesis de F. Sauvagnat, quien insiste en que no
se trata de nombrar un síndrome o entidad5, sino “la consecuencia de una tendencia que lleva
mucho tiempo en la práctica psicoanalítica a encontrar un compromiso entre la necesidad de
utilizar categorías en la práctica y la cualidad “analítica” del psicoanálisis, es decir, la
posibilidad de “disolver” los síntomas mediante la exhibición de su causalidad.”6

Una noción lacaniana

A finales de los ‘90 el Campo freudiano organizó tres encuentros en torno a un gran número
de casos clínicos, de donde surgió el término ‘Psicosis Ordinaria’. Este fue a la vez un punto
de llegada y un punto de partida: las conversaciones se centraron en “sorpresas clínicas”,
“inclasificables” y “casos raros”.7 El objetivo era cuestionar los conceptos ya establecidos en
la práctica lacaniana a la luz de lo que la experiencia clínica presentaba a los practicantes,
especialmente en lo que se refiere a los usos particulares del encuadre analítico y la
transferencia, los fenómenos del cuerpo y la comprensión del llamado 'desencadenamiento'
en la psicosis. Esto llevó a un segundo momento, en 20088, donde se extrajeron algunas
consecuencias de la introducción de esta noción.

En primer lugar, la psicosis ordinaria no es una categoría sintomática en el sentido de una


clase diagnóstica, sino epistémica y pragmática. Es una manera de “esquivar el binario rígido

3 Recordemos que la categoría de histeria como tal ha sido ya hace décadas eliminada de las referencias en psiquiatría. Sin

embargo, se desliza y persiste en los manuales clasificatorios a partir fundamentalmente de dos ejes: la experiencia de
división (trastornos disociativos) y la dimensión del cuerpo (trastornos somatomorfos)
4 J.-A. Miller, Presentación del Congreso 2024 de la AMP https://congresamp2024.world/es/todo-el-mundo-es-loco-2/
5 Psychotic elementary phenomena and ordinary psychosis.
6 F. Sauvagnat, Ordinary psychosis: what it adds to the previous understandings of Lacan’s theory of psychosis,
7 J.-A. Miller y otros, “La Psicosis Ordinaria”, Paidos, Bs.As, 1999.
8Paris English Seminar, “Ordinary Psychosis”, July 2008, in Psychoanalytical Notebooks 19.
de nuestra clínica.”9 Es una noción lacaniana porque, aunque no fue introducida por Lacan,
surge de una lectura de su obra posterior en los años 70, es decir, la clínica borromea. 'Psicosis
Ordinaria' es un “programa de investigación”10 a través del cual los analistas intentan
reconocer el modo singular en que un sujeto ha llegado a anudar los registros de lo
Imaginario, Simbólico y Real y que permite un cierto 'mantenimiento' de su cuerpo, su
realidad y su existencia en el mundo sin recurrir a un discurso establecido, a una norma que
la situaría como desviación o déficit. Responde a una clínica de ‘funcionamiento’ (¿cómo
funciona?) más que a ‘lo que falta’. La pregunta se basa, para cada caso, en qué funciona
como nominación, cómo se localiza el goce, cuáles constituyen los puntos de capitón del
sujeto en los que se mantiene a raya un desencadenamiento ‘clásico’.

Además, la psicosis ordinaria es una manera de tomar en consideración los efectos de la


matriz de la época definida por “la inexistencia del Otro” 11: los efectos del declive del orden
simbólico en la civilización, en su función de prescribir caminos prefabricados para que los
sujetos se orienten en sus vínculos con los demás y con sus cuerpos. Lo simbólico como orden,
como estructura, como régimen de identificaciones e ideales que rigen las relaciones entre
sujetos, garantizaba la estabilidad entre significante y significado a través de la metáfora
paterna, prescribiendo sntidos y roles con fronteras definidas: normal/patológico,
masculino/femenino, etc.

El sujeto del inconsciente descubierto por Freud testimonia de un sujeto, en su tiempo,


habitado por un conflicto –reglas vs deseos, ideales vs pulsiones-. Pero el sujeto dividido ya
no es lo común en nuestra clínica. Esto no se resuelve diciendo que la época es mas psicótica
o que hay mas diagnóstico de psicosis. Hay que captar cual es el tratamiento de la división
que es para todo ser hablante, y también distinguir los modos de su rechazo. Acordamos que
hoy más bien recibimos modos de sufrimiento que no se articulan de entrada simbólicamente
y que pueden o no incluir un objeto de consumo - y agruparse bajo el término de adicciones,
poniendo de manifiesto la ineficacia de lo simbólico para abordarlas en su misma
constitución.

También está la llamada “epidemia de depresión”: una desinvestidura generalizada o


dificultad para investir la vida, las relaciones, el trabajo, etc. Atrás quedaron los tiempos de la
búsqueda de sentido y del saber en el Otro, como dice Jacques-Alain Miller, hoy “el saber está
en el bolsillo… Anteriormente, el saber era un objeto que había que buscar en el campo del
Otro, tenía que ser extraído del Otro por vías de seducción, de obediencia o de exigencia […]
Lacan [había] dicho esto del sujeto psicótico, que tiene su objeto a 'en el bolsillo' y que
precisamente no tiene necesidad de pasar por una estrategia en relación con el deseo del
Otro.”12 Además, este punto siempre estuvo en el centro de los debates sobre la psicosis y la
posibilidad de la transferencia: cuando no existe el fantasma fundamental como dispositivo

9Miller, J.-A., “Ordinary Psychosis Revisted”, 2008. Available online: http://www.nlscongress.org/wp-

content/archivos/Miller-Ordinary-Psychosis-Revisted-PN26.pdf En castellano:
https://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/015/template.php?file=arts/Alcances/Efecto-retorno-sobre-la-psicosis-
ordinaria.html
10Laurent, E., “Ordinary Psychosis”, 2006. Available online: http://www.nlscongress.org/wp-content/archivos/Ordinary-

Psychosis-E.Laurent.pdf
11 J.-A. Miller y otros, op. cit.
12 Miller, J.-A., “En direction de l’adolescence”, 2015. Available online : http://www.lacan-universite.fr/wp-

content/uploads/2015/04/en_direction_de_ladolescence-J_A-Miller-ie.pdf
que traduce el goce en términos de deseo, el vínculo con el Otro corre el riesgo de volverse
persecutorio o erotómano.

Simultáneamente, la naturaleza penetrante y pegajosa de lo imaginario se expande, el delirio


de visibilidad y transparencia absolutas priva al sujeto de la función de la sombra, y la relación
con el Ideal adquiere un carácter fundamentalista. Como dice Marie-Hélène Brousse en la
apertura del Seminario de 2008: “El concepto de psicosis ordinaria debe tomarse en este
contexto, tanto clínico como político, en el sentido del desarrollo de las modalidades
dominantes del vínculo social.”13 Sin duda estamos aún comenzando a formular los efectos
de la pandemia y el confinamiento en esta nueva constelación.

EL cuerpo

Freud, la histeria y el cuerpo hablado

El nacimiento del psicoanálisis está ligado al descubrimiento de que, para el ser humano, el
cuerpo es algo distinto del organismo. El cuerpo no es un algo ya dado, y la posibilidad para
alguien de ‘tener un cuerpo’, en oposición a ‘ser un cuerpo’14 no es en absoluto automática.
A través de los síntomas de la histérica, Freud halló un punto de encuentro entre cuerpo y
lenguaje, en la constitución de un mensaje que se ofrecía a ser descifrado, y a partir de ahí se
forjó la hipótesis del inconsciente. El cuerpo implicado en el síntoma histérico obedece a
reglas distintas de las de la anatomía, cuyo saber desafía. Es un cuerpo que obedece a la
representación (Imaginario/Simbólico). Además, Freud concluyó que si un síntoma podía ser
deshecho por medio de la palabra, entonces tenía que estar hecho de ese mismo material.

Con su noción de “complacencia somática”15, Freud indicó el doble aspecto del síntoma, que
articula un sentido desconocido, reprimido, y un órgano o parte del cuerpo investido por el
afecto que pertenece a otra parte. Lo que desaparece de la conciencia pasa al cuerpo -
mediante la represión- y es expresado simbólicamente por éste. También está la otra cara del
síntoma, que se refiere a que es una “satisfacción sustitutiva”, es decir, el elemento reprimido
atañe a la sexualidad y la formación inconsciente constituye un compromiso del que el sujeto
goza sin saberlo. El cuerpo está presente en la conversión como testigo del conflicto y
anudamiento del deseo y la Ley; combina la pulsión y la defensa del sujeto contra ella.

Lacan, RSI y el cuerpo hablante

Con Lacan, podemos considerar el cuerpo en relación con los tres registros RSI (Real,
Simbólico e Imaginario) y según los desarrollos a lo largo de su enseñanza - que no se excluyen
entre sí, sino que se superponen y complementan, y que ya han trabajado con Patricio Álvarez
Bayon.

El cuerpo especular: el infans obtiene en primer lugar un sentido de unidad e integración a


nivel del cuerpo fuera de sí mismo, a través de la imagen. El yo se constituye en la alienación

13 Brousse, M-H, “Ordinary psychosis in light of Lacan’s theory of discourse”, 2008. Available online:

http://www.nlscongress.org/wp-content/archivos/Ordinary-Psychosis-M.-H.-Brousse.pdf
14 Lacan, J., “Geneva Lecture on the Symptom” [1975], unpublished.
15 Freud, S., Studies on Hysteria, 1895.
de la imagen del otro, sometido a un desconocimiento estructural y en un transitivismo que
sólo puede ser mediado por las normas simbólicas del Ideal del Yo que el Nombre-del-Padre
permite instalar, proporcionando tanto el mundo de la 'realidad' percibida como el del yo con
estabilidad, con cierta fijeza y sentido de coherencia. Esta es una clínica basada en la
regulación de lo imaginario por lo simbólico, donde el cuerpo es organizado por la norma
fálica (o desorganizada si ésta está ausente, como es el caso de las psicosis, siendo la
esquizofrenia su paradigma).

En segundo lugar, lo real se introduce en la enseñanza de Lacan (Seminarios 10 y 11), a través


de su noción de objeto a, en una nueva clínica que presenta el cuerpo como topológico, como
teniendo un agujero central y un borde, alrededor del cual se constituye el cuerpo (esto sigue
la teoría freudiana de las zonas erógenas) y esta superficie será el lugar de inscripción tanto
de la identificación como de la satisfacción pulsional. Una operación simbólica –la castración-
simboliza el agujero como falta y es esto lo que da unidad al cuerpo. “El fantasma es una
suplencia con relación al vacío enigmático [la falta de un significante en el Otro] que organiza
la vida del sujeto, con una puesta en forma del goce como localizado en el objeto a.”16

Cada sujeto queda así vinculado a un objeto que, o bien ha sido extraído y puesto en el campo
del Otro introduciendo una distancia, la dialéctica del deseo y la posibilidad del síntoma como
metáfora (neurosis), o bien permanece no separado y por tanto invade el cuerpo y el campo
de la 'realidad' (psicosis).

En tercer lugar, tenemos la teorización del cuerpo como acontecimiento. Florencia Dassen
desarrolló cuidadosamente las consecuencias de esta manera de teorizar el cuerpo, cuya
principal referencia es Joyce y que nos ponen en la posición de inventar un saber hacer con
la emergencia de goce17, más allá de que el síntoma se organice o no contando con la
metáfora. Se parte de algo que es anterior a la imagen especular y al agujero topológico: las
huellas iniciales de lo que marcó el cuerpo vivo de manera contingente, el choque del
encuentro entre el lenguaje y el cuerpo como sustancia viva. El punto de partida ya no es el
Otro previo sino el Uno. Aquí el lenguaje no pacifica “asesinando la cosa”, sino que es él
mismo la causa de la experiencia parasitaria del goce. Hay algo traumático en el corazón
mismo de la relación con el lenguaje, cuyas huellas pueden encontrarse en la constitución del
modo de goce de cada uno a nivel del cuerpo.

El cuerpo como Uno: con o sin el Otro

Cuando el Otro no existe, cuando se revela en su naturaleza de semblante, la perspectiva se


desplaza del cuerpo hablado al cuerpo hablante. Ya sean ordinarias o extraordinarias, las
psicosis le enseñan a Lacan algo de lo que el discurso analítico intenta alcanzar, de su fin:
¿cómo prescindir del Padre? ¿Cómo sostener el propio cuerpo con un invento que no sea la
neurosis? Un análisis lacaniano no sólo va contra lo imaginario sino también contra lo
simbólico: se orienta por lo real.

16Biagi-Chai, F., “Sinthome or Suppletion in relation to the void”, Lacunae, 2015.


17Miller, J.-A., “The Unconscious and the Speaking Body”, 2014. Available online:
http://www.wapol.org/en/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacio
n=2&intArticulo=2742&intIdiomaArticulo=2
Sin embargo, como argumenta JAM “no podemos dejar de ver que ha habido una ruptura,
cuando Freud inventó el psicoanálisis bajo la égida del reinado de la reina Victoria, un modelo
de la supresión de la sexualidad, mientras que el 21 está viendo la gran difusión de lo que se
llama “porno”[…] no sólo hemos pasado de la prohibición al permiso, sino a la incitación, la
intrusión, la provocación y el forzamiento.”18 Subrayo estas últimas palabras pues parecen
captar algo de lo que muchos sujetos traen hoy en día en la articulación de sus luchas
especialmente con sus cuerpos. No tanto la denuncia de lo que falta, lo incompleto o lo
inaccesible, sino los efectos de lo que constantemente se experimenta como excesivo,
intrusivo, ilimitado. Como dice E. Laurent: “es un hecho que en la disposición actual del Otro
y de la civilización, las palabras y los cuerpos están separados”.19 Este es ciertamente un
desafío para el psicoanálisis, porque el inconsciente quiere decir justamente un modo (no
cualquiera) de juntar la palabra y el cuerpo.

El cuerpo en la psicosis ordinaria

En los dos momentos a los que me he referido (1998 y 2008) se abordaba la cuestión del
cuerpo en las psicosis ordinarias en torno al diagnóstico diferencial con la histeria, pero desde
diferentes ángulos. En la convención de Antibes se propuso el término 'neoconversión' en
oposición a la conversión histérica clásica donde el “síntoma se inscribe en el cuerpo como
descifrable por el conocimiento inconsciente”, el campo de los fenómenos corporales es
capaz de resonar a través del lenguaje y de ser modificado por el habla; y (por otro lado)
“síntomas que comprometen el cuerpo de manera original y diferente” 20: una cifra que no
puede situarse en relación con el inconsciente y su verdad reprimida, sino que se sostiene en
la imagen, o un síntoma que permite al sujeto a darse un cuerpo cuando no lo tiene.

En la histeria, dice Lacan, “el deseo es idéntico a la manifestación somática”. La conversión es


una localización del deseo en el cuerpo a través del síntoma. En cambio, los fenómenos
corporales a los que se alude en estos otros casos no se ordenan según la dialéctica del deseo
(Simbólico/Imaginario) sino por el retorno del goce en el cuerpo (Real). Para decirlo en
términos freudianos, no hay una "solución de compromiso" entre el ello y el yo, sino que la
pulsión pasa a lo real.

En la conversión histérica tenemos la respuesta del sujeto a un resto no traducido de lo sexual,


y la puesta en acto de una clandestina satisfacción pulsional lograda a pesar de los ideales del
yo. El síntoma está sostenido y determinado por el fantasma fundamental. En cambio, los
casos identificados como Psicosis Ordinarias presentan una desconexión del vínculo social y
una conexión no mediada de la pulsión con lo real del cuerpo.21 [Ejemplo]

Desde la perspectiva del tratamiento, los fenómenos corporales en la Psicosis Ordinaria


pueden ser utilizados como una brújula para que el clínico reconozca las soluciones que sirven
para localizar invasiones de goce para un sujeto en particular.

Sentido de la vida y exterioridad corporal

18 Ibidem.
19 Laurent, E., El sentimiento delirante de la vida, Col. Diva, 2011.
20 J.-A. Miller y otros, “La Psicosis Ordinaria”, Paidos, Bs.As, 1999.
21 Ibid.
En 2008, la cuestión del cuerpo y de los fenómenos corporales en la Psicosis Ordinaria se
presenta ya no en términos de diferenciación con los síntomas de conversión, sino en relación
con la manera en que Lacan sitúa la firma de la psicosis en "una perturbación que se produce
en la juntura más íntima del sentimiento de la vida del sujeto"22. En la Psicosis ordinaria,
aunque la psicosis no es evidente, no encontramos "la estabilidad y la constancia y la
repetición de la neurosis".

Cuando los "elementos bien definidos y claros de una neurosis, la repetición constante y
regular de los mismos" no están ahí, y tampoco lo están "los fenómenos claramente
extraordinarios de la psicosis, entonces [...] -argumenta J.-A. Miller- hay que buscar pistas
muy pequeñas"23, "signos discretos". Miller propone organizar esta búsqueda según una
"triple exterioridad". Esta palabra nos recuerda la fórmula de Lacan cuando se refiere, en su
Seminario 3 sobre las psicosis, a esos casos ("como si", "psicosis no desencadenadas") como
implicando un "'mecanismo de compensaciones imaginarias' al que recurren los sujetos que
"nunca entran en el juego de los significantes, salvo por una especie de imitación exterior." 24
De las tres, me centraré en la que concierne al cuerpo, "el cuerpo como Otro para el sujeto"
(las otras dos son la social y la subjetiva).

Aunque la histeria también da testimonio de "una experiencia de la extrañeza del cuerpo", de


una desaparición o pérdida del cuerpo, lo que está en juego en la Psicosis Ordinaria es de otra
cualidad: la perturbación más íntima es una brecha en la que el cuerpo está desanudado... en
la que el sujeto se ve llevado a inventar algún lazo artificial... para atar el cuerpo a sí mismo"25
(the body to itself) Se necesita una "férula" (joint brace = mal traducida como ‘prensa’) para
que el sujeto se conecte a su cuerpo, se apropie de él. A diferencia de la histeria que "está
constreñida por los límites del menos phi". A pesar de la rebelión y el desorden, la histeria
está siempre constreñida, restringida (no obligada) mientras que en la brecha presente en la
relación del psicótico ordinario con su cuerpo uno siente el infinito."26 Cabe señalar que las
otras dos exterioridades (social y subjetiva) también conciernen al cuerpo en la medida en
que se refieren a identificaciones (sobre-identificación con un rol social y experiencia del vacío
resultante de la identificación con el objeto desecho) que son Reales y no Simbólicas (el
"sujeto va en la dirección de realizar el peso en su propia persona"; podríamos añadir, en
estas identificaciones el sujeto corre constantemente el riesgo de ser su cuerpo en lugar de
tenerlo, y de verse reducido a tener que soportar la miseria de la sustancia gozante en lugar
de sufrir su misterio).

¿Cómo se presenta el cuerpo en la psicosis ordinaria? Como privado de vitalidad (estados


depresivos, síndromes de fatiga crónica); o bien atrapado en un circuito donde la pulsión ha
pasado a lo real (ciertos trastornos alimentarios, ciertos casos de adicción, autolesiones); o
como objeto de un rechazo radical (trastorno dismórfico corporal, algunas presentaciones
expresadas como cuestiones de género).

22 Lacan, J., “On a Question Prior to…”, Ecrits, W.W. Norton, 2005.
23 Miller, J.-A., “Ordinary Psychosis Revisted”, op. cit.
https://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/015/template.php?file=arts/Alcances/Efecto-retorno-sobre-la-psicosis-
ordinaria.html
24Lacan, J., The Seminar of Jacques Lacan, Book 3, The Psychoses, W.W. Norton, 1997.
25 Miller, J.-A., ibidem
26 Ibidem.
Recordemos que estas consideraciones no se hacen en relación con un supuesto
funcionamiento normal, sino a partir de una falla universal propia de todo ser hablante: la
cuestión radica en qué tipo de solución encuentra el sujeto y cómo se organiza, con qué
elementos y dentro de qué lógica.

Recordemos también que en estas externalidades se trata de una cuestión de tono, de


intensidad… Me pregunto ¿hasta qué punto, junto con la mencionada desaparición de la
clínica a partir de las mutaciones en los discursos actuales, no hay una desaparición de la
clínica que corresponde a la virtualización de la vida, a la pantallización que reemplaza hoy el
encuentro de los cuerpos… es posible prescindir de este encuentro para poder situar los
bordes o la ausencia de bordes en la experiencia del sujeto que se capta justamente como
tonos e intensidades?

Con la clínica borromea, un desanudamiento provocado por la insuficiencia de la relación


imaginaria con el cuerpo revela la imposibilidad de limitar el goce y su carácter xenopático.
Debemos plantearnos para cada caso la pregunta ¿dónde se localiza el significante? En
muchos casos que recibimos verificamos que el cuerpo es un soporte posible para esta
localización. Esta localización del goce será para el neurótico una invención pret-a-porter
(goce fálico localizado fuera del cuerpo), mientras que para el psicótico es una invención
"hecha a medida"27. La “abrazadera” (joint-brace) que J.-A. Miller propone llamar
Compensatory Make Believe (CMB = semblante compensatorio) es un dispositivo supletorio
que anuda RSI proporcionando al cuerpo una cierta consistencia, es un dispositivo ‘hecho a
medida, por un sastre’, a veces el analista ocupa el lugar de asistente en esta invención.

Aquí se pueden evocar una serie de prácticas que pueden venir a cumplir esta función:
tatuajes, piercing, corte, rituales en torno a las funciones corporales, manierismos, etc. Es
importante situar en qué medida estos usos o intervenciones sobre el cuerpo son capaces de
inscribir algo fuera de él: por ejemplo, ¿permiten "nombrar" o "nominar"? (en forma de
diagnóstico o en forma de rol). ¿Es algo que permite al sujeto tener un lugar en el vínculo
social, en un discurso? (pertenecer a una comunidad, trabajar en una causa común).

Viñetas: un sujeto que hace un uso particular del diagnóstico de fibromialgia; un sujeto que
se convierte en tatuador partiendo de una cierta relación con la imagen.

A diferencia de la histeria, la psicosis ordinaria remite a un "cuerpo que no está dotado de un


síntoma centrado en el amor del padre"28. Voy a volver luego a esto. En el caso Dora de Freud,
los síntomas corporales se analizaron siguiendo la dialéctica de "ser el síntoma de un
síntoma". La relación con -phi (la relación del neurótico con la impotencia y la imposibilidad)
está en el centro de la formación del síntoma. En los fenómenos corporales hay que buscar
esta relación. Si no está presente, se puede formular la hipótesis de una psicosis ordinaria.29

27 Laurent, E., in “La Psicosis Ordinaria”, Paidos, Bs.As, 1999.


28 Laurent, E., «Le Sinthome » Lacan, Séminaire XXIII, Lectures Freudiennes à Lausanne, 2012. Available online:
https://lecturesfreudiennes.files.wordpress.com/2013/03/eric-laurent-le-sinthome-juillet-2012.pdf
29 Miller, J.-A., op. cit.
Si bien el ser hablante está siempre en una relación problemática con su cuerpo, que nunca
es armoniosa, sino que releva de una desarmonía “para todos”, esto no impide que tengamos
la responsabilidad de situar, explorar y construir hipótesis acerca de la particularidad con que
se presenta esa discordia y la singularidad de la solución con la que se responde a ella: "¿la
discordia se presenta de manera finita, localizada, delimitada? ¿La discordia procede de un
sentimiento localizado de impotencia, por ejemplo, en relación con un ideal? ¿Es una parte o
todo el cuerpo lo que se escapa? ¿La localización es vaga e indefinida?"30

Parece haber acuerdo en que un rasgo distintivo a la hora de plantear la hipótesis de la


Psicosis Ordinaria es la ausencia de delirio. Sin embargo, esto también tiene que ser matizado,
ya que finalmente "todo modo de dar sentido es delirante"31 y desde este punto de vista,
como Lacan afirmó, "todo el mundo es loco"32. La relación del sujeto con su cuerpo es el
campo privilegiado donde se pueden poner a prueba las sutilezas que sólo emergen de y por
la escucha analítica.

La histeria: palabra y cuerpo

En 1977 Lacan se pregunta: “¿...A dónde se han ido las histéricas de antaño esas mujeres
maravillosas, las Anna O., las Emmy von N...?” Se lo pregunta al tiempo que destaca el rol
social que ellas desempeñaron en el nacimiento del psicoanálisis: “Ellas desempeñaban no
solamente un rol social cierto, sino que cuando Freud se puso a escucharlas, fueron ellas
quienes permitieron el nacimiento del psicoanálisis. Es por haberlas escuchado que Freud
inauguró un modo enteramente nuevo de la relación humana.” Pero Lacan no se contenta
con la pregunta “¿Qué es lo que reemplaza a esos síntomas histéricos de otros tiempos?” El
ofrece una respuesta: “¿No se ha desplazado la histeria en el campo social? ¿No la habrá
reemplazado la chifladura psicoanalítica?”33

Para nosotros, practicantes del psicoanálisis, no se trata simplemente de observar y describir


el orden o el desorden que nos rodea, incluso hasta llegar a denunciarlo. Se trata de poder
captar cual es la propia implicación que uno tiene en ello. Esta fue, con Dora, una de las
grandes lecciones de la histeria para el psicoanálisis.

Pero con la separación de las palabras y los cuerpos a la que nos referimos, en la época,34
podemos aun sostener teóricamente y demostrar clínicamente que “el inconsciente no tiene
cuerpo más que de palabras [l’inconscient n’a de corps que de mots]?”35

Tomaré una frase de Lacan de 20 años antes, porque la cuestión del deseo y el goce en la
histeria se ubica exactamente en el lugar donde no debemos apresuramos a comprender qué
decimos cuando decimos palabra y cuando decimos cuerpo.

30 Vanderveken, Y., “Towards a generalisation of the clinic of discreet signs”, 2015. Available online:

http://www.nlscongress.org/wp-content/archivos/NLS-Congress-Dublin-Development-1-2-by-Y.-Vanderveken.pdf
31 Miller, J.-A., op cit.
32 Brousse, M.-H.; Jaanus, M., “We’re all mad here”, Culture/Clinic, Vol. 1, University of Minnesota Press, 2013.
33 Lacan, J., Propos sur l’hysterie. Intervención en Bruselas, el 26 de febrero de 1977, publicada originalmente en Quarto

(Suplemento belga de La lettre mensuelle de l’École de la cause freudienne), 1981, nº 2.


34 Laurent, E., El sentimiento delirante de la vida, Tres Haches
35 Lacan, J., op. cit.
Se trata de un texto de los Escritos que seguramente conocen, “Intervención sobre la
transferencia”, donde Lacan presenta una lectura novedosa del caso Dora de Freud, y que
termina con el siguiente párrafo: “El caso de Dora parece privilegiado para nuestra
demostración en que, tratándose de una histérica, la pantalla del yo es en ella bastante
transparente para que en ninguna parte, como dijo Freud, sea más bajo el umbral entre el
inconsciente y el consciente, o mejor dicho entre el discurso analítico y la palabra [la clave]
del síntoma.”36

Afinidad entre el discurso analítico y la histeria, mucho antes de que el termino ‘discurso’
tome el valor que Lacan le dará en el Seminario 17. Sin embargo, en esta frase, cuando Lacan
‘se corrige’ y dice ‘entre icc e icc, o mejor dicho entre discurso analítico y la palabra del
síntoma’ ya captamos que el acento está en el lazo y no en una supuesta ‘interioridad’
individual de la vida psíquica. La histeria es por excelencia un asunto de dos.

Digamos también que no vivimos en un tiempo donde la pantalla del yo sea transparente. Es
una de las paradojas de nuestra vida en las pantallas. La tiranía de un yo compacto. Y todas
las versiones más o menos delirantes de identidad que de ello resulta.

Una segunda referencia que tomaré proviene del Seminario 17. Este Seminario, a partir del
giro dado en el anterior respecto del objeto como plus de gozar, introduce ya un movimiento
hacia otro modo de concebir el síntoma en psicoanálisis. Y es justamente con la noción de
síntoma que vamos a abordar la cuestión del deseo y el goce, que objetan siempre la unidad
narcisista, la ilusión de unidad y de dominio de sí mismo.

La pregunta que orienta, pues aquí Lacan cuestiona explícitamente a Freud, es: ¿qué es un
síntoma histérico cuando ya no es el representante de la ley del padre, cuando el significante-
amo se revela él mismo ligado al modo de goce comandado por el objeto?

Cito a Lacan: “El discurso de la histérica revela la relación del discurso del amo con el goce, en
la medida en que el saber ocupa el lugar del goce. El propio sujeto, histérico, se aliena por el
significante amo como sujeto al que este significante divide -al que, en masculino, representa
al sujeto-, este sujeto que se opone a hacerse su cuerpo [hacerse cuerpo del S1].”37 Entonces
el sujeto histérico se define por su “oposición” – nótese que la palabra que usa Lacan es “se
rehúsa”, no consiente a hacerse el cuerpo de ese significante que lo divide. “A propósito de la
histeria se habla de complacencia somática. Aunque el termino sea freudiano, ¿no podemos
darnos cuenta de que es bastante extraño y se trata mas bien de rechazo del cuerpo?”38
Las expresiones “no consentir” “rechazar” sin duda resuenan en lo que nuestra clínica nos
enseña hoy. No es lo mismo rechazar al padre que rechazar el cuerpo como tal.

Por eso necesitamos una y otra vez volver a la noción de síntoma. Para el discurso analítico,
el síntoma siempre es incompleto, y se define – no por la objetividad de su presentación
fenomenológica – sino por la manera en que es completado por el Otro. Lógicamente,

36 Lacan, J., Escritos 1, Siglo XXI Ed., p. 220.


37 Lacan, J., Seminario 17, pp. 98-99. « Le sujet lui-même, hystérique, s’aliène du signifiant-maître comme étant celui que
ce signifiant divise – celui, au masculin, représente le sujet – celui qui se refuse à s’en faire le corps. » [Lacan, J., Le
Séminaire, Livre XVII, L’envers de la psychanalyse, Paris, Seuil, p. 107.]
38 Lacan, J., ibid.
entonces, los histéricos cambian según las épocas. Y si el orden simbólico “ya no es lo que
era”, el síntoma histérico puede ser para nosotros una brújula que nos permite leer esas
mutaciones.

Digo esto para afirmar que la tarea del psicoanalista no es hacer de sociólogo. Así como no es
hacer de terapeuta. Es desde la experiencia analítica, a partir de lo que el acto analítico
produce, que el analista puede en todo caso leer algo de lo que ocurre en el mundo en el que
vive.

Quizás así pueda tomarse la crítica que Lacan hace a Freud en el Seminario de los discursos
cuando plantea que en vez de escuchar lo que las histéricas le decían taponó ese saber con el
mito de Edipo y con el padre. Cuando escuchamos algunas críticas actuales al psicoanálisis
tenemos que estar muy atentos. Debemos hacer el esfuerzo de leer nuestra implicación en
ello.

Que el síntoma analítico sea el producto de un modo especifico de complementar el síntoma


del sujeto, es lo que hace que el inconsciente sea el nombre de aquello que, de la palabra, ha
sido capturado por el cuerpo.

La función del síntoma histérico es articular el llamado a un Otro que la interprete para así
devenir el soporte de ese síntoma.39 La posición histérica, vía la identificación al padre, se
define por ser síntoma de otro síntoma, por eso se define como siendo “de a dos”: "el síntoma
histérico siempre está ligado a un significante dos, Otro, que deviene intérprete de su sentido
posible. Y es a través de esta incompletud que la histeria hace lazo social.”40

Pienso que aun hoy se puede tomar esta definición de un modo pragmático para orientarse
en la clínica, especialmente cuando se trata de las llamadas presentaciones por el acto que
ya mencionamos, los cortes, los trastornos de la alimentación, pero también las cuestiones
de orientación sexual, género, etc. En cada caso nos toca explorar esta pregunta: ¿hay la
figura del Otro que el síntoma histérico hace existir?

El problema del cuerpo y la identificación

La cuestión de la identificación es crucial para entender el síntoma histérico en términos a la


vez de estrategia deseante y fuente de goce en el encuentro del lenguaje y el cuerpo: Lacan
define al histérico como un sujeto afectado por un defecto en la identificación: “Para tener
acceso a este reconocimiento de su femineidad, le sería necesario realizar esa asunción de su
propio cuerpo, a falta de la cual permanece abierta a la fragmentación funcional […] que
constituye los síntomas de conversión.”41

En la primera enseñanza de Lacan lo que está en juego es el fracaso en asumir el ser femenino
con relación al Otro en la dialéctica del deseo regulada por la norma del nombre del padre y

39 En términos de los cuatro discursos: S à S , donde S es el intérprete, y en la histeria lo que se ubica en el lugar del
1 2 2
intérprete es S2 como saber, solo para decir: no es eso. El saber es impotente. Lo que comanda es la división, la falta en ser
que nos constituye como sujetos y que asegura que el Otro exista como deseante.
40 Brousse, M.-H., “Sur les traces de l’hystérie moderne”, in L'a-graphe, 2010, pp. 45-53.
41 Lacan, J., “Intervención…”, Escritos 1, Siglo XXI Ed., p. 215.
el falo, que organizan el cuerpo.42 La neurosis siempre es asunto de una “no asunción”, de la
que los síntomas indican su impasse: es la neurosis como pregunta. Sufrir de la falta en ser y
la falta en saber.43

Muchos casos de nuestra práctica muestran qué sucede cuando el agujero no deviene falta,
pero incluso cuando esta operación tiene lugar, el sujeto histérico se enfrenta a problemas
que van más allá de la dialéctica edípica del deseo: por un lado, el modo de goce específico
de la histeria que Lacan llama goce de la privación y que no es equivalente a la insatisfacción
del deseo. La sustracción del cuerpo propio del cuerpo del Otro no se reduce a la lógica
fálica.44 No se trata solo de ser el falo o tenerlo, ausencia y presencia a nivel de lo simbólico,
sino de lo que el sujeto debe enfrentar como experiencia de goce en el lado femenino de las
formulas de la sexuación. Recomiendo con relación a esto el último libro de MHB.45 (modo de
gozar en femenino)

En un texto clásico, ella explica otro punto crucial en el viraje de Lacan, y cómo lo nuevo en el
Seminario 17 es la operación por la cual Lacan separa el padre del amo, que ya no ocupan el
mismo lugar de S1 para la histérica. “El discurso amo tradicional, presente en particular en el
discurso religioso, pone al padre en el lugar del amo.”46 Se puede captar bien que estas no
son meras cuestiones teóricas: vemos a diario la incidencia en el tejido social de los
fundamentalismos que responden a la inconsistencia del lugar del padre.47

Un cuerpo vivo

En la teorización del cuerpo en la ultima enseñanza de Lacan,48 se trata – como ya lo han


trabajado – del cuerpo vivo, sede de ese evento imposible de decir. Es el cuerpo hablante, el
inconsciente no como representación sino como misterio.49

Entonces, ¿dónde situar ahora el partenaire del sujeto histérico? ¿es un dos o un Uno? Vamos
del síntoma que habla al síntoma como escritura. Del cuerpo hablado al cuerpo hablante, le
corresponde una nueva concepción de inconsciente que ya no está hecho de palabras como
representaciones sino de su materialidad: es un inconsciente que no está hecho de los efectos
de lo simbólico sobre el cuerpo imaginario, sino del anudamiento mismo de los tres registros.
La Una-equivocación, Une-bévue, Unbewusst, es el inconsciente hecho de Unos, en la
iteración que produce un goce singular en cada cuerpo.

42 Cf. Alvarez, P. “Parler, avec quel corps?”, Online: https://www.europsychoanalysis.eu/parler-avecquel-corps-par-


patricio-alvarez-directeur-enapol-vi/
43 Lacan, J., Seminario 3, Las psicosis, Paidos. En la histeria: ¿soy hombre o mujer?
44 Cf. Revista Lapso, Lo femenino, disponible online.
45 Brousse, M.-H., “Mode de jouir au feminin”, Navarin.
46 Brousse, M.-H., “Sur les traces de l'hystérie moderne” https://www.lacan-universite.fr/wp-

content/uploads/2011/01/hysterie_6.pdf
47 Ibi.
48 Lacan, J., “Joyce, the Symptom”, in The Lacanian Review, Issue 5, July 2018.
49 Lacan, J., Seminar 20, Encore, Norton & Co., p. 142.
En el texto de 1977 Lacan se expresa así: “Este inconsciente del cual Freud no comprendía
estrictamente nada, son representaciones inconscientes. ¿Qué es lo que puede ser eso,
representaciones inconscientes? Hay ahí una contradicción en los términos: unbewusste
Vorstellungen. Yo he intentado explicar eso, fomentar eso para instituirlo a nivel de lo
simbólico. Eso no tiene nada que ver con representaciones, este simbólico, son palabras, y,
en el límite, se puede concebir que ellas hablan sin saber absolutamente lo que dicen. En lo
cual el inconsciente no tiene cuerpo más que de palabras. […] No nos interesamos […] más
que en los síntomas, y lo que nos interesa, es saber cómo con el blablablá, con nuestro propio
blablablá, es decir el uso de ciertos términos, llegamos... Es lo que sorprende en los Studien
über Hysterie, es que Freud llega casi, e incluso completamente, a vomitar que es con unas
palabras que eso se resuelve y que es con las palabras de la paciente misma que el afecto se
evapora. […] La cuestión es saber si, sí o no, el afecto se ventila con palabras; algo sopla con
esas palabras, que vuelve al afecto inofensivo, es decir no engendrando síntoma […] ¿El
inconsciente? Yo propongo darle un cuerpo diferente, porque es pensable que uno piensa las
cosas sin pesarlas. Allí bastan las palabras; las palabras hacen cuerpo, eso no quiere decir en
absoluto que uno allí comprenda nada. Es eso el inconsciente, uno está guiado por palabras
de las cuales uno no comprende nada […] Entre el uso de significante y el peso de significación,
la manera en que opera un significante, hay un mundo. Ahí está lo que es nuestra práctica: es
aproximar cómo operan las palabras. Lo esencial de lo que ha dicho Freud, es que hay la
mayor relación entre este uso de las palabras […] y la sexualidad [...] La sexualidad está
enteramente tomada en estas palabras, ése es el paso esencial que él ha dado. Esto es mucho
más importante que saber lo que quiere decir o no quiere decir el inconsciente. Freud puso
el acento sobre este hecho. Todo esto, es la histeria misma.”50

Histeria rígida

Para ir terminando, en el Seminario 23 “El Sinthome”, Lacan habla por única vez de “histeria
rígida”. Lo hace refiriéndose a la obra de teatro de Hélène Cixous “Retrato de Dora.”51 Allí,
Cixous extrae a Dora de la interpretación freudiana para situarla como el único personaje que
no está “embarazada” por su cuerpo. Encarna la “histeria sin significado, sin sentido.” La
hipótesis que puede hacerse retrospectivamente es que Lacan anticipa lo que en su siguiente
seminario52 planteará como “armadura histérica”. Una histeria que se sostiene por sí sola,
sin recurso al amor del padre como modo de darse un cuerpo, es decir a partir de un Uno que
no es el S1 de la identificación.

Esta es la pregunta fundamental que guía a Lacan en su abordaje por el nudo: ¿cuál es el truco
por el que el ser hablante se da una consistencia? Es una pregunta esencial para pensar que
se puede esperar de un análisis llevado a su final.

De la obra de Cixous Lacan dice: “Se trata de la histeria, la de Dora precisamente […]Tenemos
allí la histeria […] que podría llamar incompleta […] reducida a un estado que podría llamar

50 Lacan, J., “On Hysteria”, op. cit.


51 Ver Laurent, E., “Speaking through One's Symptom, Speaking through One's Body” [7th July 2012, Lausanne], en Hurly-
Burly, Issue 11, 2014.
52 Lacan, J., Seminar 24, “L í nsu que sait de l’une-bevue s’aile a mourre”. Clase del 14 diciembre de 1976.
material […] Esto produce algo muy sorprendente y muy instructivo. Es una especie de
histeria rígida.”53

¿Qué es este “estado material”? Es el síntoma. Pero el síntoma ya no como algo que hace
cadena S1 – S2 con su intérprete, sino algo solo, al que solo secundariamente el sentido, lo
simbólico, vendrá a adjuntarse. Es el síntoma como respuesta al real de la no-relación sexual,
y ya no el síntoma como expresión de una verdad reprimida. A esto llamamos acontecimiento
de cuerpo, sinthome. El síntoma así entendido indica lo que jamás podrá ser significantizado
por ninguna operación simbólico-imaginaria, y que escapa lo que cualquier discurso puede
controlar, capturar. Es un trozo de real que itera sin orden ni sentido, y por ello resiste toda
maestría y plantea dos cuestiones: el acto del analista, es decir la interpretación que conviene
al síntoma así definido54, y cómo hacer lazo con eso.

Para concluir

¿Pueden las nociones de psicosis ordinaria y de histeria rígida dar una orientación para el
analista hoy, en el esfuerzo de aprehender como el parlêtre se da un cuerpo sin recurso al
ideal y a la regulación que de el dependía? 55

Si la histeria, objetando, diciendo que no, cuestionando, es para el psicoanálisis la prueba de


que el ser hablante no se reduce ni a un individuo, ni a un yo, y fundamentalmente no se
reduce a un consumidor, el analista también. Pero a nivel de los discursos, ahí donde la
histeria empuja con palabras para demostrar la insuficiencia del saber en decir su verdad, el
analista ofrece “un discurso sin palabras” que apunta a cernir lo imposible de cada cual. El
analista hace par con el analizante para dar lugar y dignidad al imposible con su única arma:
el decir como acto.

El psicoanálisis de orientación lacaniana no es un delirio al servicio del sentido, en la medida


en que toma como hilo conductor del tratamiento analítico el acontecimiento del cuerpo,
apoyándose en el equívoco como fenómeno elemental.56

La clínica de los finales de u análisis a través del pase sigue siendo para quienes apostamos a
la Escuela, un modo fundamental de transmitir cómo se las puede arreglar un sujeto con ese
exceso que no cabe en la vida, cuando la metáfora deja de ser defensa para tratar el goce con
el sentido.

Volviendo al problema de la despatologización que introduje al inicio, creo que es justamente


esto lo que permite a JAM hablar de “igualdad clínica fundamental entre los parlêtres. […] Lo
simbólico imprime en el cuerpo imaginario representaciones semánticas con las que el cuerpo
hablante teje y separa. Por eso su debilidad consagra al cuerpo hablante como tal al delirio.
Uno se pregunta cómo alguien que fue analizado podría imaginarse todavía que es normal.”57

53 Lacan, J., Seminario 23, “El Sinthome”, Paidos, pp. 103-104.


54 Miller, J.-A., “The Unconscious and the Speaking Body”, op. cit
55 Varios colegas han avanzado una casuística y diversas hipótesis en este sentido Cf. Indart, J.-C., et al., “De la histeria sin

Nombre del padre”, Grama, 2014. Also: Indart, J.-C., “Entre neurosis y psicosis Fenómenos mixtos en la clínica
psicoanalítica actual», Grama, 2009, Tendlarz, S., “Entre neurosis y psicosis”
56 https://journees.causefreudienne.org/les-pouvoirs-de-lequivoque/
57 Miller, J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante”, op. cit.

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