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El país | Martes, 2 de mayo de 2006

MURIO EN CORDOBA, A LOS 87 AÑOS, EL CARDENAL RAUL PRIMATESTA

Emblema de la Iglesia prodictadura


Durante casi treinta años, Primatesta ejerció su poder para justificar los vínculos de la
cúpula eclesiástica con los militares. Rechazó todo atisbo de autocrítica. Recién con su
retiro se inició alguna revisión.

Por Washington Uranga

El cardenal Raúl Francisco Primatesta, de 87 años, cuatro veces


presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, durante 33 años
arzobispo de Córdoba, y una de las figuras de la jerarquía católica más
públicamente cuestionadas por sus vinculaciones con la dictadura
militar, falleció ayer por la mañana en su departamento particular en la
capital cordobesa. Durante casi treinta años, Primatesta fue una figura
político-institucional muy influyente tanto en la Iglesia como en la vida
política del país. Mantuvo una relación muy estrecha con los militares
que condujeron el terrorismo de Estado, defendió la actitud de la
jerarquía católica durante esa época y, ante sus pares, se opuso una y
otra vez a cualquier autocrítica institucional de la Iglesia respecto de lo
actuado entre 1976 y 1983. Apenas cuando la figura de Primatesta entró
en declive, los obispos ensayaron una tibia autocrítica por lo realizado
Durante treinta y tres años, Raúl
en materia de defensa de los derechos humanos. Al ahora fallecido
Francisco Primatesta se desempeñó
cardenal cordobés se lo recuerda también por su negativa absoluta a como arzobispo de Córdoba.
recibir a las Madres de Plaza de Mayo cada vez que éstas se lo
solicitaron con la intención de pedirle que colaborara en la demanda de
justicia para los desaparecidos y sus familias.

Figura de fuerte personalidad, mientras Primatesta estuvo en pleno uso de sus facultades, ejerció un poder casi sin
límites dentro de la Iglesia argentina, lo que le permitió no sólo ser interlocutor de presidentes democráticos y poderes de
todo tipo sino, también, influir decididamente en la designación de obispos y en las orientaciones y pronunciamientos del
Episcopado.

El cuerpo de Primatesta está siendo velado desde ayer en la Catedral cordobesa y será sepultado mañana en el mismo
lugar. El féretro descubierto se colocó sobre una alfombra roja junto al altar principal de la Catedral. En la homilía de la
misa de cuerpo presente, el arzobispo de Córdoba, Carlos Ñañez, expresó su “agradecimiento” a Primatesta y recordó
que “me recibió en el Seminario, me ordenó sacerdote y me consagró obispo. En la última etapa de su vida, me decía:
‘Vos me tenés que decir lo que tengo que hacer, porque vos sos mi obispo’”, agregó. Por su parte, el gobierno provincial
decretó tres días de duelo por la muerte del cardenal.

La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina, que encabeza el cardenal Jorge Bergoglio, emitió un
comunicado en el que expresa que “el fallecimiento del cardenal Raúl Francisco Primatesta significa para la Iglesia en la
Argentina un profundo dolor que vivimos confortados con la esperanza que nos da la fe en la Resurrección de Jesucristo
que celebramos en este tiempo de Pascua”. Agregan que “los obispos de la Conferencia Episcopal Argentina nos
unimos en oración pidiendo al Señor que reciba en su gloria a quien durante tantos años ha servido a la Iglesia como
arzobispo de Córdoba con mucha generosidad y entrega”.

Primatesta –que había nacido en Capilla del Señor, provincia de Buenos Aires, el 14 de abril de 1919– falleció como
resultado de una enfermedad coronaria que lo afectaba desde hace años, y por la cual ya había sido operado y meses
atrás sometido a una desobstrucción de arterias. Después de esa intervención se informó que la misma había tenido
“muy buenos resultados”. Su primera responsabilidad como obispo fue en el cargo de auxiliar de La Plata, donde recibió
el 15 de agosto de 1957 la consagración episcopal de manos de Antonio Plaza y Adolfo Tortolo, otros dos obispos que
luego estarían claramente vinculados con la dictadura militar. Desde 1961 fue el primer obispo de San Rafael (Mendoza)
y desde el 16 de febrero de 1965 se hizo cargo de la titularidad del Arzobispado de Córdoba. En 1973, el papa Paulo VI
lo ungió cardenal. El 14 de abril de 1994 presentó la renuncia al gobierno pastoral de la Arquidiócesis de Córdoba por
alcanzar la edad de 75 años, pero Juan Pablo II le prorrogó su mandato y le aceptó la renuncia sólo mucho tiempo
después, el 17 de noviembre de 1998.

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