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Sínodo 2021 – 2023

Por una iglesia sinodal


¿Cómo se realiza hoy este caminar juntos en la propia iglesia particular?
¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu Santo para crecer en nuestro caminar
juntos?

Nuestra iglesia local está conformada por varias comunidades eclesiales que han
sido suscitadas por el Espíritu Santo, cada una tiene su proceso de formación y
crecimiento que permite el acercamiento a Jesús y nos enseña la doctrina católica.
A lo largo de nuestras vidas hemos ido conociendo de Dios a través de la
experiencia en la iglesia: formándonos, asistiendo a los sacramentos, participando
de los diferentes servicios que van surgiendo, en el compartir con los hermanos y
fieles católicos; en especial cuando leemos la palabra de Dios.
Con frecuencia se nos predica el evangelio, ya que todos los días contamos con la
bendición de recibir la liturgia de la palabra en medio de la celebración eucarística.
También, cuando en comunidad realizamos los encuentros de formación.
Estar en comunidad es una gran oportunidad de poder crecer espiritual y saber
que como laicos es nuestro compromiso hallar la salvación por medio de la
apertura a la palabra y voluntad de Dios. Sin embargo, encontramos durante el
caminar, multitudes de obstáculos que impiden nuestro crecimiento, por ejemplo:
indecisión para abrirnos al accionar del Espíritu Santo y con esto se despliega
gran cantidad de tentaciones que no logramos vencer en ocasiones, ya que en su
mayoría nos falta la fuerza del Espíritu Santo.

Caminar juntos es siempre un reto, porque son personalidades e historias tan


diferentes que a veces nos convertimos en enemigos los unos de los otros, actitud
que no viene del Espíritu Santo, ya que Él es quien suscita la unidad en la iglesia,
inspira a la fraternidad, nos impulsa a la conversión porque en sí busca la
santificación. En este punto, es donde reflexionamos que como iglesia hemos
venido andando sin la luz del paráclito.
Se puede intuir que la iglesia constantemente necesita estar renovándose, dar
sepultura a los enemigos del alma que nos impiden caminar juntos para que de
esta manera podamos escuchar claramente la voz del Espíritu Santo y poder dar
esos pasos que Él mismo nos pide.
La experiencia en nuestra iglesia local, nos muestra que caminamos juntos todos
los que de cierto modo están comprometidos, asumiendo su papel de laico dentro
de la misma, aquellos que dan el valor a los sacramentos y los viven o al menos
luchan por llevar una vida según Dios. De lo contrario, es mentir si generalizamos
que “todos caminamos juntos”. A pesar de saber que todos formamos el cuerpo
de Cristo, como bautizados, no todos queremos ser recíprocos con la generosidad
divina. Ya que Dios Padre nos pide estar en común-unidad dentro de este viaje de
la vida y dejar de ser unos simples compañeros para así pasar a la hermandad, tal
como lo entendieron la primera comunidad de cristianos. Sin esta unidad, es fácil
que se dé la exclusión, lo vemos por ejemplo en las personas que tienen una
discapacidad mental o física, en las prostitutas o el que tiene un vicio público, en el
indigente, indígena u otro grupo étnico; entre otros. Es decir, como iglesia no
estamos practicando el evangelio, no seguimos en su totalidad el modelo de
Cristo.

Quienes formamos la iglesia y caminamos comprometidos, sabemos que la iglesia


se ha hecho invisible para muchos, cierra sus oídos y corazón, además de estar
en extrema comodidad en sus cuatros paredes. Actualmente se ha visto más fácil
llegar a las personas a través de los medios digitales porque allí es donde más
“nos encontramos”, pero olvidamos a los más necesitados, a quienes están en las
cárceles, a los no letrados; a niños, ancianos, enfermos terminales, a campesinos,
etc. No vayamos tan lejos, dentro de nosotros mismos cometemos faltas horribles
de caridad, excluyendo a los hermanos que no son estudiados, a los ancianos,
entre otros, y para estos hay muy pocos espacios de participación.

Cuando de valentía y sinceridad se trata, con qué poca autoridad nos vemos que
nos cuesta acusar el pecado y llamar a la conversión a un hermano. Miremos,
todas las realidades tienen espacios para expresar lo que va funcionando y lo que
no está por buen camino, sin embargo, nos gana la falta de caridad; tanto que no
controlamos el impulso y decimos las cosas solo cuando hay fuego en el corazón.
De resto, dejamos que corra la maldad entre nosotros.
Reflexionando sobre todo lo anterior, se presenta que no estamos haciendo un
camino fiel al evangelio, tanto así que el Espíritu Santo inspira este documento de
una iglesia sinodal, ¿Por qué será? ¿Qué estamos haciendo de equivocado?
¿Hay algo que no hemos comprendido de la palabra de Dios? Que el Seños nos
siga ayudando.

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