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años, lo que no es extraño ya que estos productos son casi un requisito fundamental
para la preparación de una buena receta culinaria. El uso de aceites para sazonar
nuestro alimentos es una práctica milenaria, y en la actualidad su utilización está
ampliamente diversificada en todo el planeta. La aplicación de aceites para sazonar
alimentos, para procesos de fritura tanto industrial como doméstica, así como sus
numerosas aplicaciones en repostería, en la industria conservera, en la industria
farmacéutica, y la utilización de grandes volúmenes de grasas y aceites en la industria
de la nutrición animal, dan cuenta de la elevada demanda y consumo de aceites en
muchos países, principalmente de origen vegetal y marino (1). El uso de aceites,
presumiblemente de oliva, con fines cosméticos y también culinarios se remonta al
siglo IV antes de Cristo. Las civilizaciones asirias, babilónicas, griegas y egipcias
utilizaban el aceite de oliva como un combustible y probablemente con fines culinarios
(2). Los gladiadores y luchadores romanos impregnaban su piel con aceite, con el
propósito de mantener su hidratación y lograr un efecto lubricante que aminoraba los
golpes de las armas del contrincante. Las mujeres lo utilizaban en su cosmética, ya
que era un buen disolvente para los pigmentos utilizados para maquillar sus ojos,
rostro y otras partes del cuerpo. Es también muy probable la utilización de aceites en
la preparación de alimentos, ya que en muchas ruinas de ciudades (Pompeya, por
ejemplo) se han encontrado recipientes de aceite cuyo tamaño y ubicación en las
ruinas (cerca de lo que sería la cocina) indica un uso mas bien culinario que cosmético
(2). La preparación de aceites era un proceso muy artesanal y probablemente se
realizaba en la propia casa, aunque hay antecedentes que en la Roma imperial (siglo II
A.C.) existían pequeñas «fábricas» de aceite de oliva. En los siglos posteriores no se
produjeron grandes cambios en la tecnología de obtención de aceites ni tampoco en su
consumo. Se estima que nuestros antepasados tenían una ingesta de lípidos (grasas y
aceites, principalmente) bastante equilibrada, ya que el aporte total de energía
proveniente de estos nutrientes no era superior al 30% de las calorías totales (3), lo
que estaba perfectamente dentro de las recomendaciones actuales. Además, la
relación de consumo de ácidos grasos omega-6 y omega-3 era cercana a 2:1 o a lo
sumo 3:1 (expresados en peso), debido al consumo de aceites vegetales que aportan
mayoritariamente ácidos grasos omega-6 y de productos del mar que aportan
cantidades variables pero importantes de ácidos grasos omega-3 de cadena larga (C20
y C22, principalmente). Cabe destacar que en la actualidad una relación de consumo
de ácidos grasos omega-6 y omega-3 cercana a 5:1 se considera óptima. De esta
forma, podemos estimar que nuestros antepasados mas lejanos, al menos en lo que se
refiere al consumo de grasas y aceites, tenían una nutrición que en la actualidad
consideraríamos como muy equilibrada (4).
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y EL
CONSUMO DE GRASAS Y ACEITES
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?pid=S0717-75182002029100002&script=sci_arttext
https://repository.uaeh.edu.mx/revistas/index.php/icbi/article/download/526/3497?inline=1