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Viene Goku con todos sus Sayains a jugar con Hugo, por ahora no hay problema diría
Alf. Y pin uno, pin dos, pin tres, pin cuatro, pin cinco, pin seis, pin siete, pin ocho, eso, eso,
eso, eso, eso. Y no había problema, el día era para Conocer a Perón, el día era soleado, y
por ahí pasaba una chica con faroles, y se alzaba la barrera para que pase la farolera de la
puerta al sol, subo la escalera y encendió el farol. Tanto calentaba el sol, que salió el
escarabajo con bus, cucú señor, soy coco miel, bichito de suerte soy yo. ¡¡Qué suerte!! ¡¡Qué
suerte!! ¡¡Qué suerte que esta noche voy a verte!! Y si no nos vemos, prende la luz, que
teeeeeeeeeeeeeeengo miedo. Miedo a las brujas, desconsolada lloraba Mariel y el Capitán,
una noche en Santiago de Chile, mientras Charly exclamaba ¡No bombardeen Buenos Aires!
Pero otras cosas no sanan, y tenía tanta ilusión por ser mayor…
Con la uva se hace el vino, con la harina se hace el pan y sin agua y sin cemento, nos
prendimos a jugar un mundial y si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla,
aunque nadie supo luchar por los sueños que se hundieron allá, no volvieron más, uh, no
volvieron. ¿Quiénes no volvieron? Los pichiciegos, que, tengo que contarles como los
recuerdan todos por acá, más allá de aquella sucesión de presidentes imbéciles, o asesinos,
o borrachos, o descerebrados.
Carta abierta a la patria, septiembre de 1988, Buenos Aires, Argentina. Querido amigo,
se me acaba de caer el mate, por eso te vuelvo a escribir. Dale vení, pensalo bien, si a donde
vas, ni conoces: y yo no tenía más amor que el del Río de la Plata. Argentina, Argentina,
Argentina.
Una nueva noche fría en el barrio, los tranzas se llenan los bolsillos, cuando ya me
empiece a quedar solo iré a la Casa Tomada y ¡Bang! ¡bang! Estás liquidado entre historias
de cronopios y de famas, o de instrucciones para dar cuerda un reloj. Paloma canta en el
Circo Beat, en un mundo de hadas frente al ataúd, en una padre nuestro que no quiere
escuchar y un ave maría para rezongar.
¿Y por que siempre? dice Gregorio cuando sabe que siempre estoy volviendo a
saludar a Buenos Aires, yo te quiero desde cerca y desde lejos te extraño, por eso vuelvo y
revuelvo… y volver y volver y volver, con la frente marchita cantaba Gardel y entre risas de
Borges, Evita bailaba con Freud en medio de un mar de fueguitos. Y como nadie más los
escuchó, dejó de cantar, se apagó su voz y colorín colorado, esta historia, recién ha
comenzado.