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Índice
Los cambios del cuerpo de los y las adolescentes……………………………………………………………………………………………………………..1
Chicos en banda………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………10
Espacios amigables…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………12
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Regulación endócrina: testículos
Lt: regula testosterona y andrógenos.
Fsh: espermatogénesis.
La pubertad se inicia por una serie de cambios neuro-hormonales, cuyo fin último es conseguir la capacidad
reproductiva de cada sexo.
Esto ocurre fundamentalmente gracias a la interacción entre el SNC, hipotálamo, hipófisis y gónadas. En la
época prepuberal, la hormona liberadora de gonadotropinas (GnRH), y por lo tanto las gonadotropinas
hipofisarias (FSH yLH), están inhibidas por la alta sensibilidad del gonadostrato (zona del hipotálamo
productora de GnRH), siendo suficientes niveles muy bajos de esteroides gonadales para frenar la producción
de GnRH.
La pubertad comienza con una disminución de la sensibilidad del gonadostrato, lo que permite el aumento de
la secreción de GnRH, que se hace pulsátil. La GnRH actúa sobre la hipófisis incrementando la secreción de FSH
y LH, las cuales a su vez estimulan la gónada correspondiente con el consiguiente aumento en la producción
de andrógenos y estrógenos.
La edad de la aparición de la pubertad femenina es el 95% de las veces entre los 8,5 y los 13 años, y suele
iniciarse con la aparición del botón mamario. El tiempo en el que completan la pubertad es de unos 4 años,
pero puede variar entre 1,5 y 8 años. La menarquia ocurre en el 56% de las niñas en el estadio 4 de Tanner y
en el 20% en el 3. Actualmente, la edad media de la menarquía está en los 12,5 años.
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La aparición de la pubertad masculina es en el 95% de los casos entre los 9,5 y 14 años, y se inicia en el
estadio 2 de Tanner, cuando los testículos alcanzan un volumen de 4cc. La espermaquía (inicio de producción
de esperma) se produce en el estadio 3 de Tanner, con un volumen testicular de 12cc; con frecuencia, ocurre
sobre los 13,5 años.
Adolescencia temprana (12-14 años): La característica fundamental de esta fase es el rápido crecimiento
somático, con la aparición de los caracteres sexuales secundarios. Los contactos con el sexo contrario se
inician de forma “exploratoria”.
Adolescencia media (15-17 años): El crecimiento y la maduración sexual prácticamente han finalizado
adquiriendo alrededor del 95% de la talla adulta y siendo los cambios mucho más lentos, lo que permite
restablecer la imagen corporal. Las relaciones con el otro sexo son más plurales, pero fundamentalmente por
el afán narcisista de comprobar la propia capacidad de atraer al otro, aunque las fantasías románticas están en
pleno auge.
Adolescencia tardía (18 años en adelante): El crecimiento ha terminado y ya son físicamente maduros.
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Los niveles de análisis consisten en diferenciar metodológicamente un nivel macro, un nivel meso y uno de
procesos básicos. Por ejemplo: si se trata de pensar la relación médico-paciente, descubriremos que, aunque
se la puede definir como objeto de estudio, es inseparable de las condiciones en las que sucede. Encontramos,
entonces, que no es aislable la relación médico-paciente de los vínculos que las personas establecían con los
establecimientos e instituciones de salud. A su vez, los micro episodios sociales, que formaban parte de
decisiones y prácticas individuales, estaban fuertemente imbricados con las transformaciones generales que
sucedían en las instituciones de salud a nivel nacional y con el proceso de reforma del estado y del sector
salud.
Los adolescentes hoy: ¿actores o analizadores?
Biológicamente, confluyen en la adolescencia un organismo de impresionante fortaleza y potencia con las
fragilidades y necesidades que genera el todavía estar en crecimiento y desarrollo. Por eso el perfil
epidemiológico de morbi-mortalidad de ese grupo etario muestra pocas enfermedades en el sentido clásico
del termino y sus principales causas de muerte son accidentes, violencia y suicidio, pero pese a su baja
mortalidad son vulnerables a las carencias nutricionales y ambientales de un modo especial. Probablemente el
mayor estigma de los jóvenes sea el supuesto de peligro y la idea de riesgo. Es de resaltar el anclaje singular
que estas personas tienen en la cultura y en la juridicidad, ya que se los trata jurídicamente de “menores” que,
sin embargo, tienen la fuerza y la capacidad de reproducción de un adulto.
Aunque resulte obvio, hay que señalar que es imposible hablar de “la adolescencia” en una sociedad cuya
segmentación y fragmentación ha generado notables diferencias en las formas de vivir y resolver la
cotidianeidad, en el cuidado de los cuerpos y en el acceso a los recursos materiales y simbólicos.
Este estadio de la vida se transita de diversas maneras de acuerdo a los distintos sectores sociales: en algunos,
la fragilidad de la vida, el desamparo de la sociedad, la violencia que implica y lo temprano que se definen
funciones que, en otros sectores sociales, son cada vez más tardíos. Es inevitable visualizar que hay una
marcada serie de representaciones sociales que caen sobre los jóvenes de los sectores sociales más pobres.
Cómo comparar esta condición de la adolescencia con la de los y las jovencitas de clase media, presionados
hasta el infinito por el horror social de no ser exitosos en el futuro, de no ser bellos, de no ser “populares”.
Con padres que temen que fracasen y esperan que los superen en sus logros. Lo económico no solo determina
a quienes quedan en situación de carencia, sino que estructura la forma misma de pensarse y pensar a los
otros y a la relación con los otros.
A la vez, la lógica del mercado avanza sobre los adolescentes instituyéndolos como consumidores,
proponiendo modelos de cuerpo, de placer centrado en los objetos, de satisfacción rápida e inmediata.
Deberíamos ser capaces de pensar las circunstancias en la que transcurren la vida de los jóvenes. Entre esas
circunstancias esta también el lugar del discurso disciplinar, técnico, científico y medico sobre ello. Se dice
adolescencia y se piensa en riesgos de la sexualidad, de las adicciones, de la violencia o del fracaso. Se dice
adolescencia y se remite directamente a encasillamientos patológicos, una faceta más de la medicalización y
psicopatologización de la vida.
Antes de etiquetarlos y sucumbirlos a las representaciones hegemónicas, deberíamos recordar que, a veces,
en los sectores más desfavorecidos en la distribución de la riqueza, los jóvenes, son soporte de las precarias
exigencias de grupos familiares completos. Que se apropiaron de manera nocturna de los espacios urbanos
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mostrando la necesidad de habitar a su modo las ciudades y que siguieron construyendo sus proyectos
cotidianos cuando el mundo de los adultos parecía desmoronarse. Una vez que recordemos esto, podemos
adentrarnos en sus formas actuales de padecimiento subjetivo para pensar cómo encararlas incluyéndolos
como actores de los programas y procesos que los tienen como destinatarios.
Los niños y los adolescentes son analizadores privilegiados de las instituciones. Sus actos develan y ponen en
el discurso social aspectos naturalizados o invisibilizado. Al entrar una generación nueva en escena entra
necesariamente una nueva mirada sobre los hechos cotidianos y suceden actos que iluminan de otra manera
los instituidos sociales.
Defino un analizador como una persona, acto o acontecimiento que coloca en el discurso social o institucional,
que pone en escena algo que estaba naturalizando o invisibilizado. El analizador produce un proceso de
revulsión del discurso y del sentido sin que necesariamente haya en su acto una intención de hacerlo.
Para configurarse como actor necesita incorporar una intencionalidad y una búsqueda de asociatividad. Todo
nuestro esfuerzo en salud mental debe estar dirigido a favorecer su pase de analizadores a actores. No
debemos tratar de adaptarlos a modelos preconcebidos, sino facilitar los dispositivos para que construyan sus
modelos. No se trata de atenderlos, educarlos o curarlos, sino de trabajar conjuntamente con ellos en esos
procesos.
Para terminar, sostenemos que la adolescencia es un derecho. Es cierto que se trata de un constructo social,
pero es un constructo valioso. En una época en que la vida se ha prolongado potencialmente tanto, se torna
indispensable preservar este período que se caracteriza por la búsqueda, el ensayo y el aprendizaje por error.
En cualquier caso, no se hablaba, ni se habla a y de los pibes y pibas de los barrios de hoy, los que tienen entre
12 y 20 años, o los que ya pasaron la mayoría de edad. Esos crecieron solos, por fuera de los márgenes de la
juventud militante. Porque tal vez tampoco los movimientos sociales y la militancia territorial percibió a los
pibes silvestres, sino que vieron y ven en ellos únicamente a pibes disponibles a los que hay que reinsertar en
la escuela o inscribirlos en programas sociales o buscarles trabajo, o ven “vagancia de la esquina” con la que
no se puede ni hablar, o ven atrevidos que molestan a los vecinos que laburan, o que le ponen colorido a una
movilización, o quizás ven cuerpos que pueden subordinar a su discurso y a su lengua política, o, a veces,
cuando no hicieron nada y los baja la policía, vidas que se pueden rememorar para exigir justicia.
Mientras que el pasaje del setentismo al pibismo militante ignoró a los “pibes silvestres”, no lo hicieron las
corporaciones globales (Nike y Adidas los visten y enllantan), ni las economías ilegales. Tampoco los ignoran la
policía y las mafias que los reclutan para robar. Estas economías sí extraen la plusvalía de los pibes, sí los leen
y los saben emplear.
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La crónica periodística literaria, el registro académico (en menor medida) y la televisión (en mayor medida)
también realizan un extractivismo de los modos de vida barriales. Con un exclusivo protagonismo de los pibes
y pibas. Productores de “TV de no-ficción” extraen plusvalor de las vidas-pibes.
Pero los pibes y pibas son rapaces, entran y salen de los roles, porque también les resultan muy pesados. Esta
rapacidad tiene su contrapunto necesario: la docilidad. Los pibes son dóciles por pillos, se adaptan
momentáneamente a lo que se les ofrece, para apropiarse de lo que les conviene. Y en esa docilidad se juega
un doble filo: el de los pibes desplazándose y rajando, por un lado, y el de determinadas imágenes de poder
ultra-disciplinadas donde se estacionan por el otro.
Es que esta rapacidad también tiene su ambigüedad. Por un lado, plus para los pibes para apropiarse del
mundo que los rodea y no quedarse detenidos. Pero también aquel movimiento de dejar garpando roles te
puede convertir en un extraño para quienes viven con vos, y así aparece lo siniestro. Ese plus que les permite
moverse y apropiarse de la época de manera activa, también se puede volver un poder propio contra otros.
Porque cuando el pibe y la piba son imprevisibles hasta para ellos mismos, saben que le dan rienda suelta al
temor, al ineludible fondo oscuro de sus vidas.
Disponibles y malvenidos
Una pregunta concreta y urgente que circula es ¿qué hacer con los pibes que no estudian ni trabajan? Una
pregunta que, de acuerdo a la sensibilidad desde la cual se enuncia, suele caer en dos posibles respuestas: la
criminalizadora y la integradora.
Si se supone a los pibes como malvenidos, la respuesta a la pregunta pide encierro y/o aniquilamiento de esos
cuerpos peligrosos.
La respuesta integradora es la que abre todo un mundo de políticas sociales para los disponibles; programas
encarados para que los pibes vuelvan a la escuela, se capaciten en oficios, consigan trabajos; programas que
crean espacios barriales para que los pibes realicen actividades deportivas o artísticas, tengan subsidios e
incentivos para que vuelvan a la escuela o la finalicen si están pensando en desertar.
Pero, ¿Por qué estas políticas muchas veces solo pueden ser justificadas bajo el axioma de la integración
social, del trabajo y la educación como elementos estructurantes de la sociedad? Más allá de esto, existe un
deseo de mantener la vida-mula como estrategia de vida prioritaria. Preferible mulos a peligrosos, laburos
híper precarios a que estén “en peligro” dando vueltas por el barrio.
El paquete de la integración es difuso y ambiguo. Contiene deseos de que los pibes sean dóciles y útiles; a su
vez, habilita espacios donde se pueden armar otras cosas, donde hay posibilidades de experimentación
colectiva, donde se habilitan otros modos de compartir las horas, donde se pueden hacer talleres que sean
excusas para citas intergeneracionales, para conocernos, para agitarla.
Y entonces, vemos que mentira los ni-ni. Y así se cambian los ni por y: los pibes estudian y trabajan y bardean y
consumen y se aburren y se zarpan y se dejan contener y se van al carajo y dan vueltas por el barrio y se
quedan unas buenas horas en el taller. Toda esa multiplicidad, es la potencia de lo que hay, de lo que es. Los
pibes están, pero no se quedan en ningún lugar –ni mucho menos en un rol-, cuando lo hacen pierden.
Mentira entonces la disponibilidad.
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Los pibes, más que disponibles, están híper-ocupados. Cualquier movida que se arme hoy requiere “sangre-
pibe” como combustible: la economía de la noche, la economía de los delitos, la economía de los cuerpos.
Los pibes tienen sus cabezas repletas y desbordadas de estímulos ocupacionales; tienen toda la información
que los trabajos requieren. Hasta tienen inyectada la necesaria moral de la obediencia.
Tan ocupados y agobiados de información social están, que padecen estrés y angustia y depresión. Y se matan.
Los pibes también padecen del síndrome de las cabezas quemadas, y no solo por las drogas arruinaguachos,
también por la data que les arruina el cerebro.
Lo dicho, donde dimensiones del Estado y grandes porciones de la sociedad ven ociosidad, el mercado ve
vitalidad o vidas a emplear. Es mentira que las economías actuales pueden decretar vidas-sobrantes: no sobra
nada, en la vida-mula entramos todos.
En el fondo hay lugar… pero no a todos se los recibe de la misma manera. Aun integrados, aun disponibles, los
pibes silvestres son una fija en la economía del engorrarse. Sus muertes terminan de efectuar ese marcaje
inicial que, así las cosas, funciona como crimen social previo; crimen-consenso que posibilita el rejunte.
¡Deténganlos!
Es necesario detener a los pibes. ¿Cómo pensarlos sino? Pero los pibes son puro ritmo y sustancia, no una
imagen fija y descarnada. Lo que habitualmente se “piensa” es una forma vacía y estereotipada o un cadáver
inmóvil. ¿Cómo pensar a los pibes sin detenerlos, o sin pensarlos en abstracto? Pensando con los pibes.
Criminalizadores e integradores, militantes y funcionarios, madres y docentes, vecinos y policías coinciden: los
pibes no tienen límites. De esta certeza se disparan diferentes estrategias y políticas sociales: contenerlos,
educarlos, cuidarlos, encerrarlos, bajarlos. Pensar hoy “en los pibes” (o “a los pibes”), es pensar en los límites
que necesitan. Pero los límites de los pibes silvestres no son los de quienes buscan contenerlos. Los pibes
silvestres están más allá de esos límites, no porque intentes transgredirlos o desafiarlos, es una cuestión de
fuerza vital y pura fidelidad a sus potencias.
Por eso no se trata de pensar que los pines ignoran o traspasan los limites, sino de investigar junto a ellos las
fronteras y sus corrimientos, o ver qué otras imágenes hay. ¿Y si sus límites son la cárcel, la muerte y la locura,
y no las paredes de un envase moral, familiar, institucional, laboral o militante? La lógica de los moldes y la
contención termina limitando la visión sobre los pibes, y no permite percibir el mapa de fuerzas en el que se
mueven ni sus estrategias.
Cuando los pibes rajan, no rompen limites porque los limites llegan siempre después. Primero está el raje, el
desplazamiento, el salto de rol. Obvio que tras los rajes de los pibes hay muerte, locura, encierro.
Pero no todo es movimiento, intensidad y raje. O, mejor dicho, todo movimiento, intensidad o raje es
impensable sin momentos de bajón. Ritmo y silencio, movimiento y reposo… los pibes bajan. Son muchos los
que bajan, porque son muchos los que están en raje, pero casi nunca se aja de a muchos. El bajón se juega los
limites internos de los pibes, y ahí es donde aparecen con más crudeza las técnicas de detención que vienen
de afuera de la geografía vital que se arman los pibes (¡Deténganlos! Se están arruinando la vida), olvidando
las preguntas sobre cómo se valoriza una vida, desde donde, qué es lo que se juega al rajar de ciertas
situaciones o posiciones, qué pasa con la velocidad y la intensidad en la vida de los pibes.
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Hasta el infinito y más allá ¿Y el atrevimiento como toda fuga?
La Institución Trabajo funcionaba como un código que permitía integrarse a la época a partir de una serie de
imágenes concretas sobre la vida social, cultural, política y económica. El Trabajo permitía reconocerse y ser
reconocido, en términos de padre de familia, vecino, militante político, delegado, ciudadano portador de
derechos, o simple persona honesta. El ser trabajador conjuraba –y a la vez encerraba- el afuera.
En la actualidad, con la precarización de la vida y de lo social, el código-trabajo se diluye y deja lugar al muleo.
Trabajar hoy es mulear. Esa actividad humana perdió toda su maquinaria cultural, política e histórica.
Ahora el afuera está expuesto en toda su infinitud. La vida del que mulea, en gran medida, está decidida desde
una exterioridad; el que mulea también resigna deseos, formas de ser que no alcanzan a terminar de ser. Hoy
nadie sueña con ser empleado, obrero, cadete, cajero de supermercado, cartonero. ¿Por donde pasan los
sueños? Se desea cualquier combo que tenga reconocimiento del espectáculo y potencia extrema de
consumo.
La vida loca no se entiende sin el muleo y sin la moral de sumisión que opera en diferentes niveles. Pero la
vida loca no es negación de la vida mula, más bien, es casi siempre su complemento. La vida loca es promesa y
efectuación concreta. Su esencia es la fugacidad, la vida loca no puede durar en el sentido que dura la vida
mula, porque es intensidad. Es la vida que se acelera, que se comprende como resultado del combo: fiesta +
consumo sin cálculo.
Consumo que se realiza con dinero fácil o con dinero retribución por la jornada de muleo. Tanto la vida mula
como la vida loca, son modos de lidiar con ese infinito que se vuelve inconjurable. La vida loca solo emprende
la huida, no fuga. Por eso no tiene la potencia de negar la vida mula. Por eso cuando la vida loca se realiza de
manera plena, adviene alguna forma de muerte.
Si en la vida mula se padece el dolor del peso de un afuera decodificado, en la vida loca se siente la impotencia
de morder el vacío. Cuando esto pasa, el arriba de la locura deviene bajón irrefrenable. El bajón llega cuando
los pibes se cansan de disparar a la nada, de apostar fuerte a números que no existen, de derrochar para nada.
Son cínicos los que proponen la necesidad de reeducar a los jóvenes sobre los fundamentos de la cultura del
trabajo. Los que proponen la salida de la mala-vida reafirmando el muleo y/o el amor de Dios a los mulos.
Pero tampoco la salida es la vida-loca. La vida loca como exilio de las penurias del mulo, es identidad y muchas
veces muerte.
Entre nosotros, en esta época, muchas movidas se han gestado a partir de la huida de la vida mula; hubo y hay
aguante y atrevimiento en la vida mula. Solo el gesto de un atrevido, o unos atrevidos, puede, en el mismo
momento, negar el muleo y fundar un nosotros.
Chicos en banda
¿Cómo habitan los jóvenes, situaciones de exclusión social?
De ahora en adelante, hablaremos de expulsión, no de pobreza o exclusión. La pobreza no supone
necesariamente exclusión social ni desafiliación, ya que esta no afecta a la “creencia” o a la confianza de que
es posible alcanzar otras realidades sociales.
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En cambio, la exclusión pone el acento en un estado: estar por fuera del orden social. La idea de expulsión
social refiere la relación entre ese estado de exclusión y lo que lo hizo posible; esta, más que nominar un
estado cristalizado por fuera, nombra un modo de constitución de lo social.
El sujeto excluido, privado de realizar formas múltiples de vida se convierte en vida nula. Cuando un sujeto
deja de realizarse en sus inscripciones múltiples (trabajador, mujer, hombre, hijo, padre, artista, estudiante,
etc.) se aproxima a la vida nula.
La violencia en los distintos ámbitos, se puede presentar bajo cuatro formas: como estallido (en la escuela),
como forma instituida (en los ritos), como componente de un acontecimiento (en fiestas), o como matriz
cotidiana (en la calle).
En la escuela, La violencia no es vivida por sus protagonistas como un acto de agresividad, sino como un modo
de trato habitual y cotidiano. Las maestras se quejan de que los chicos no entienden cuando se les reitera “no
hagas a los demás lo que no querés que te hagan”. Pero lo que ocurre es que para esto se comprenda, o mejor
dicho se incorpore como mandato, es necesario percibir al otro como semejante. La violencia en la escuela
hoy puede ser leída como un síntoma del agotamiento del dispositivo pedagógico moderno. A diferencia de la
violencia de las fiestas y en los ritos, la violencia de la escuela es un fuera de lugar, una irrupción que resulta
inconsistente con la representación de una escuela, lugar eficaz para controlar las disrupciones y moldear la
moralidad del sujeto.
En la fiesta, la violencia aparece como un ingrediente más de ese acontecimiento. Los chicos pueden
protagonizarla, registrarla y tratar de evitarla, pero en todos los casos no se trata de meros observadores
externos sino de participantes del escenario. La fiesta es al mismo tiempo catarsis, lugar de encuentro, de
sentido colectivo, de contacto violento.
En los ritos, la violencia es una forma instituida en tanto es la marca mediante la cual un miembro del grupo
adquiere un cierto estatuto.
En la calle, la violencia se presenta constituyendo la matriz del lugar. A diferencia de la fiesta, aquí se trata de
un lugar del que no se puede escapar. Se puede elegir el modo de vivirla, de ocuparla, pero sus efectos se
dejan sentir en la subjetividad especialmente si tenemos en cuenta el significado conferido a la calle en la
experiencia cotidiana de los barrios populares.
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La arquitectura de protección social de nuestro país se consolidó sobre la premisa de que la familia es la
principal esfera que resuelve las demandas de cuidado, fundamentalmente a través del trabajo no
remunerado de las mujeres, en un esquema tradicional de “hombre proveedor, mujer cuidadora”. Esto explica
la débil presencia estatal en intervenciones que reduzcan el costo, el tiempo y dinero que conlleva el
cumplimiento de esta responsabilidad.
Sin embargo, el aumento de la participación laboral de las mujeres y el incremento de hogares
monoparentales, hace que la configuración actual de las familias sea más diversa y heterogénea, y que ésta se
encuentre con dificultades para cumplir la función de cuidado. Asimismo, debido al envejecimiento
poblacional, las demandas de cuidado se incrementan, aumentando la presión hacia las familias. La debilidad
o ausencia de políticas que apoyen a las familias en las responsabilidades de cuidado deja libradas a éstas a su
propia capacidad de resolver esta tarea.
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Espacios amigables
Los espacios amigables son lugares donde los adolescentes pueden acudir para encontrar servicios y acciones
de salud, cualquiera sea su demanda. Estos espacios se caracterizan por establecer vínculos favorecedores
entre los adolescentes, su familia y el equipo de salud para potenciar la calidad de las intervenciones.
Espacios amigables pueden ser: establecimientos de salud, escolares y comunitarios. Estos afianzan y
fortalecen los derechos de los adolescentes, brindan atención integral, son accesibles, dan igualdad de
oportunidades a los servicios y acciones de salud, y se encargan de la prevención, promoción, información,
protección, diagnóstico, tratamiento y recuperación.
En los espacios amigables podrás encontrar respuestas y apoyo frente a inquietudes o necesidades en salud
relacionadas a:
Cuidado de la salud
Alimentación
Sexualidad
Proyectos
Sentimientos
También podrás encontrar profesionales que te informarán, apoyarán y guiarán para que puedas resolver tus
dudas e inquietudes y tomes decisiones informadas para el cuidado de tu salud. En estos espacios, los y las
adolescentes podrán recibir una atención de salud oportuna, solos, en pareja o acompañados.
Espacios amigables para el cuidado de la salud sexual y reproductiva
Podrás:
Solicitar métodos anticonceptivos eficaces (incluida la píldora de emergencia) y condones para revenir
el embarazo e ITS.
Consultar en caso de sospecha de embarazo.
Acudir en caso de sospecha de una ITS/VIH/SIDA.
Informarte y conocer tus derechos sexuales y reproductivos.
Solicitar test para VIH.
Solicitar consejería en salud sexual y reproductiva, para la toma de decisiones informadas que protejan
tu salud y eliminar obstáculos que te impidan el logro de proyecto de vida y ejercer la sexualidad de
manera protegida, sin riesgos. También para resolver conflictos, negociar y llegar a acuerdos, con tu
pareja, amigos y familia, por ejemplo.
Para decidir cómo, cuándo, y con quien tener relaciones sexuales, en un marco de respeto mutuo y
consentidas, libres de manipulación, presión o violencia.
Espacios amigables para el cuidado de la salud mental
Podrás:
Derechos reproductivos: todas las personas tenemos derecho a decidir en forma autónoma y sin
discriminación si tener o no hijos, con quién, cuántos y cada cuánto tiempo. También son derechos recibir
información sobre los diferentes métodos anticonceptivos y el acceso gratuito al método elegido.
Ante la sospecha de una ITS o tras haber realizado una práctica sexual de riesgo o no protegida es conveniente
acudir al centro de salud para realizar una consulta. Hay una serie de síntomas que pueden indicar que se
tiene una ITS:
Mujeres:
Úlceras en la piel (llagas), flujo anormal en la vagina con o sin olor desagradable.
Úlceras en la piel, ronchas o ampollas cerca de los órganos sexuales, ano o boca. Inflamación de uno o
más ganglios cercanos a las úlceras.
Dolor en la zona pelviana, área entre el ombligo y los órganos sexuales.
Escozor o prurito alrededor de la vagina. Ardor al orinar o defecar.
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Sangrado vaginal sin tratarse de menstruación o tras la relación sexual. Sangrado vaginal excesivo
durante la menstruación o su ausencia.
Dispaurenia, dolor en las relaciones sexuales.
Hombres:
Secreción purulenta.
Llagas, ronchas o ampollas cerca de los órganos sexuales, ano o boca. Inflamación de uno o más
ganglios cercanos a la úlcera.
Dolor en los testículos, inflamación o dolor en los órganos sexuales.
Dolor o prurito alrededor de los órganos sexuales. Ardor al orinar o defecar.
Es posible tener una ITS aunque no se presenten síntomas, o los síntomas pueden desaparecer por sí mismos,
pero la infección persiste si no recibe tratamiento. Las ITS pueden producir una serie de síntomas clínicos, y
generar los siguientes síndromes:
Vulvovaginitis: inflamación de los genitales externos y de la vagina de la mujer, generalmente son de causa
infecciosa (trichomona, candida y gardnerella). Se puede manifestar por picor, aumento de flujo, o cambios en
las características del mismo, escozor o dolor espontaneo o durante la penetración.
Uretritis: se caracteriza por la aparición de secreción en la uretra, junto con dolor al orinar, la causa más
frecuente es infecciosa.
Cervicitis: Inflamación en el cuello del útero, puede ser de causa infecciosa o mecánica por el uso del DIU, se
puede manifestar por la alteración del flujo, dolor, sangrado con la penetración vaginal, dolor al orinar.
Balanitis: Inflamación del glande, puede estar producido por hongos.
ITS producidas por bacterias ITS producidas por virus:
Gonorrea Herpes genital (VHS) (Herpes del Virus
Clamidiasis simple, tipo VHS-1 o VHS-2)
Sífilis (Treponema Pallidum) Virus del papiloma humano (VPH)
Gardnerella Vaginalis Hepatitis (A, B, C)
Virus de la Inmunodeficiencia humana (VIH)
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Consecuencias socio-económicas del embarazo en la adolescencia en la Argentina
La Metodología Milena se basa en comparar las trayectorias de las mujeres que fueron “madres tempranas”, a
los 19 años o menos, con quienes fueron madres luego de los 20 años a los 20 en base a cinco categorías: nivel
educativo alcanzado; participación laboral y empleo; ingresos individuales; atención médica a la gestación,
parto, puerperio y los recién nacidos; ingresos fiscales percibidos por el Estado a través de impuestos.
El estudio halló que el 39% de las mujeres que fueron madres en la adoelscencia completó la educación
secundaria, mientras que el 55%de quienes fueron madres en edad adulto completó ese nivel.
En relación a la educación terciaria, el 3% de las mujeres que fueron madres adolescentes alcanzó ese nivel en
comparación con el 10% del otro grupo. La situación se repite a nivel universitario con 1% en el primer grupo
y el 5% en las que fueron madres en la edad adulta.
En cuanto al impacto en el campo del trabajo, las madres tempranas son afectadas por la inactividad laboral
en un 25% más que quienes fueron madres durante la primera década de la edad adulta.
Además, cuando quieren ingresar en el mercado laboral las madres registran niveles de desempleo un 21,4%
mayor que el grupo de las adultas. Finalmente, estas últimas obtienen ingresos laborales un 29% superior a
quienes lo fueron en la adolescencia.
En 2018, el Estado Argentino destinó, en promedio, $90.667 por cada madre atendida por el Sistema Público
de Salud.
Sociedad Restrictiva: Tiene tendencia a limitar la sexualidad, separando temporalmente a los niños por su
sexo. Se aconseja la castidad prematrimonial, otorgando al varón cierta libertad. Presenta ambivalencia
respecto al sexo, siendo la más común en las sociedades en el mundo.
Sociedad Permisiva: Tolera ampliamente la sexualidad, con algunas prohibiciones formales (la
homosexualidad). Permite las relaciones sexuales entre adolescentes y el sexo prematrimonial. Es un tipo
común en países desarrollados.
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Sociedad Alentadora: Para la cual el sexo es importante y vital para la felicidad, considerando que el inicio
precoz del desarrollo de la sexualidad favorece una sana maduración del individuo. La pubertad es celebrada
con rituales religiosos y con instrucción sexual formal. La insatisfacción sexual no se tolera y hasta es causal de
separación de pareja. Son sociedades frecuentes en África ecuatorial, la Polinesia y algunas islas del Pacífico.
Sí, pero se considera que el embarazo adolescente es un fenómeno causado por múltiples factores,
principalmente de orden psicosocial, ocurriendo en todos los estratos sociales sin tener las mismas
características en todos ellos:
Estratos medio y alto: La mayoría de las adolescentes que quedan embarazadas interrumpen la gestación
voluntariamente.
Estratos bajos: Donde existe mayor tolerancia del medio a la maternidad adolescente, es más común que
tengan su hijo.
¿Cuáles son los factores predisponentes al embarazo durante la adolescencia?
Menarca temprana
Inicio precoz de relaciones sexuales
Familia disfuncional
Mayor tolerancia del medio a la maternidad adolescente y/o sola
Bajo nivel educativo
Migraciones recientes con pérdida del vínculo familiar (del campo a la ciudad, por ejemplo)
Pensamientos mágicos (creencia de que no se embarazarán porque no lo desean)
Fantasía de esterilidad (esta se da cuando comienzan sus relaciones sexuales sin cuidados y, por
casualidad, no se embarazan)
Falta o distorsión de la información
Controversias entre su sistema de valores y el de sus padres (cuando hay familias con severas censuras
a las relaciones sexuales entre adolescentes)
Factores socioculturales
Menor temor a enfermedades venéreas
Factores de riesgo psicosociales
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Factores de riesgo biológicos
la actitud de una adolescente embarazada frente a la maternidad y a la crianza de su hijo, estará muy
influenciada por la etapa de la vida por la que transita y, si es realmente una adolescente aún, necesitará
mucha ayuda del equipo de salud, abordando el tema desde un ángulo interdisciplinario durante todo el
proceso, incluso el seguimiento y crianza de su hijo durante sus primeros años de vida.
El padre adolescente
Al recibir la noticia de su paternidad, el varón se enfrenta a todos sus mandatos personales, sociales y a sus
carencias, exacerbándose todo ello por altruismo, lealtad, etc. como también por su dependencia económica y
afectiva. Por ello, busca trabajar para mantener a su familia y abandona sus estudios, postergando sus
proyectos a largo plazo y confunde los de mediano con los de corto plazo, comenzando a vivir las urgencias. A
todo esto, se agrega el hecho de que la adolescente embarazada le requiere y demanda su atención, cuando él
se encuentra urgido por la necesidad de procuración.
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Factores individuales
La adolescencia es la segunda etapa más vulnerable del ciclo vital y en donde se adquieren la mayoría de los
hábitos que pueden tener consecuencias para la salud a largo plazo. Se originan conductas de riesgo que
tienen repercusiones biológicas y psicosociales negativas.
Factores sociales
La familia juega un rol primordial en la prevención de conductas de riesgo, siendo el primer agente protector y
facilitador del desarrollo sano en el adolescente, en cuyo interior se educa y su grado de funcionalidad
permitirá que éste se convierta en una persona autónoma, capaz de enfrentarse e integrarse a la vida.
En la familia, los padres y adultos significativos son fundamentales por la influencia que ejercen en el
desarrollo de hábitos de vida, formas de expresar afectos, relacionarse con los demás, resolver conflictos y
desarrollar conductas de autocuidado.
Problemas en la comunicación
Falta de consideración del hijo como una persona diferente
Dificulta para poner límites
Alteración de roles familiares
Negación o falta de aceptación del consumo como una problemática y cómo compromete a todo el
sistema familiar
Codependencia
Secretos familiares
En estas situaciones, es necesario contener en lo cotidiano y fortalecer la autonomía de las familias.
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El territorio como categoría fundamental para el campo de la salud pública
El territorio es el escenario fundamental donde transcurre la vida. En él se expresa la condición de existencia
material de las sociedades, establecida por los procesos productivos y reproductivos que se dan en su interior,
y consecuentemente es producción social y de sentido, que configuran el bienestar y malestar de las
poblaciones que lo habitan. En este sentido, entender/abordar el concepto de territorio es fundamental para
comprender las desigualdades en los procesos salud-enfermedad-muerte (partiendo de que estos procesos
pueden ser comprendidos al margen de las dinámicas histórico-territoriales.
El territorio como ámbito de expresión del bienestar y malestar de la sociedad
El concepto de territorio es polisémico y su comprensión depende de la perspectiva desde ña que se aborda.
Históricamente, la comprensión del territorio estuvo ligada a las guerras por el control de espacios físicos,
realizadas con el fin de disponer tanto de recursos naturales como humanos. El territorio se entendió
entonces como escenario con características y límites geográficos, del cual había que apoderarse tanto para el
ejercicio de la fuerza armada como por el ejercicio ideológico. Esta comprensión también marcó la
colonización de Abyla Yala, en la que se fue construyendo una comprensión del territorio útil al pensamiento e
interés de los colonizadores europeos. Estas dicotomías generaron condiciones epistemológicas y ontológicas
para legitimar la instauración de una separación entre la naturaleza y el hombre y la diferenciación y
jerarquización entre “razas”, lo que posibilitó la posterior explotación violenta de recursos naturales y de las
poblaciones no-blancas. Más allá de una comprensión funcional de territorio, se consolidaron materialmente
“territorios de acumulación”.
En América Latina, el despojo territorial, a través del despojo forzado, reprimarización económica,
extranjerización de las tierras y privatización de los bienes comunes, ha asumido un papel destacado en los
procesos de producción y reproducción capitalista y, consecuentemente, en el ordenamiento de las
sociedades.
Igualmente, mediante procesos de resistencia que han centrado su lucha en la defensa del territorio, las
comunidades han revalorizado el concepto y visibilizado la coexistencia de múltiples territorialidades. El
territorio comienza a ser considerado como espacio de expresión de procesos que implican una triada
inseparable: territorio-territorialidad-territorialización que refleja una comprensión del territorio como
producción social y describe como diferentes actores sociales se apropian, representan y dotan los territorios
de sentido.
Se trata de una nueva forma de comprender el territorio y repensar lo geográfico en la vía que lo plantea
Porto-Gonçalves, de entender que el territorio es más que un contenedor de recursos naturales y población,
que entraña aspectos materiales y simbólicos. Horacio Machado-Aráoz decía que no hay territorio sin sujeto
político que lo constituya como tal. De tal modo, hay un proceso mutuamente constitutivo y constituyente
(territorio y espacio productivo/productor). Se abordan a continuación tres expresiones territoriales distintas
que pueden ilustrar lo propuesto:
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Territorios de acumulación extractivista
América Latina ha estado sometida desde hace varios siglos a la colonialidad de las decisiones y las políticas
que han ordenado su territorio, y luego por un orden capitalista, que ha satisfecho las necesidades del capital
globalizado y de élites nacionales, utilizando para ellos múltiples violencias para despojar de los territorios a
sus habitantes originarios, base sobre la cual se han configurado los estados-nación latinoamericanos y se han
liberado espacios estratégicos de acumulación y producción capitalista.
En la actualidad, los proyectos de integración regional como el IIRSA y sus grandes obras de infraestructura y
las operaciones (para)militares en el marco de conflictos armados, constituyen ejemplos dramáticos de estos
procesos y han marcado el paso y la calidad de la consolidación de “territorios de acumulación” en el
continente.
El extractivismo ha asumido un papel destacado en esta configuración (y ejemplifica la triada territorio-
territorialidad-territorialización). La exportación de productos primarios pasó a ser la clave de la nueva-vieja
ecuación macroeconómica de la región. El extractivismo avanza a un ritmo frenético.
Las huellas que dejan este tipo de economía deja sobre los territorios son evidentes en las deforestaciones, en
las contaminaciones de ríos, lagos y suelos, en la pérdida de biodiversidad y bases de supervivencia, así como
en las poblaciones en condición de discapacidad, enfermadas y muertas por contaminantes. El sacrificio, que
es ilustrativo de la insustentabilidad del modelo que se ha materializado en este tipo de territorios y han
configurado “zonas de sacrificio” ambiental.
Los territorios de acumulación extractivista, que son la punta de lanza del actual modelo de acumulación
capitalista en regiones ricas en recursos primarios, como América Latina, configuran territorios de malestar,
donde se arrastran ecosistemas y se destruye la vitalidad de los cuerpos.
Las “zonas de sacrificio” son expresión de la insustentabilidad de dicho modelo hegemónico de ciudad y
desarrollo y se caracterizan por la contaminación industrial del aire, del agua y del suelo, pero también
refieren a las zonas de sacrificio social donde se niegan los derechos fundamentales y se ejerce violencia para
adecuar los espacios a las necesidades de grandes emprendimientos y de los grupos sociales históricamente
privilegiados.
Las ciudades latinoamericanas y el territorio urbano se configuraron en relación a la imposición de
territorialidades tanto en el campo (provocando o intensificando las migraciones hacia las ciudades), como en
las ciudades, ambos respondiendo a ordenamientos territoriales moderno-desarrollistas.
Estas ciudades-globales, se caracterizan por ser espacios extremadamente segregados, cuya organización
espacial expresa, de una forma particularmente clara y violenta, las inequidades que estructuran el régimen
de acumulación y producción capitalista.
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La insustentabilidad de este modelo de ciudad y de implícito/consecuente desarrollo capitalista se expresa en
la necesidad de cada vez más “sacrificios” (tecnologías e innovaciones urbanas), presentados como “costos
inevitables del progreso”.
En las ciudades latinoamericanas, para gran parte de la población, el sufrimiento y la muerte son
omnipresentes y definen lo que el filósofo puertorriqueño Nelson Maldonado-Torres ha denominado la
“diferencia sub-ontológica” que marca los “sujetos socio-históricos que enferman” y cuya vida se desarrolla en
territorios históricamente “sacrificados”.
Las zonas de sacrificio son expresiones particularmente drásticas de cómo los territorios reflejan el malestar
de la sociedad y cómo determinadas territorialidades configuran territorios malsanos, territorios en los que se
reproduce y potencia el malestar de la sociedad: espacios cerrados y sistemáticamente violentados que
concentran los marginalizados, excluidos, dominados, “condenados de la tierra”.
Territorios de configuración de la vida
Las luchas extremadamente importantes en nuestra América Latina son luchas territoriales. En el territorio
consecuentemente se evidencian y con figuran no solamente procesos destructivos de la vida sino también
son escenarios base de las resistencias. Esto ha llevado a una lucha permanente en el continente, en donde
principalmente los pueblos originarios y los campesinos han venido sentando una posición estableciendo que
su lucha por el territorio no es solo de carácter político, sino también de orden cultural, social y epistémico.
Desde esas dinámicas socio-políticas se ha venido construyendo una nueva mirada del territorio que conecta
la tierra, la pacha mama, con las dinámicas esenciales de la vida.
Desde la defensa y gestación de los territorios, se propone una nueva forma de entender y vivir los territorios,
que busca de reconocer y establecer otras territorialidades, un mundo donde quepan muchos mundos.
El territorio produce social y biológicamente la vida, indefectiblemente ligada con la salud. Esto lo saben muy
bien las comunidades y por esto han construido una episteme que liga territorio con vida y por eso lo
defienden con arraigo, valentía y terquedad.
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Por lo tanto, la aproximación entre territorio y salud va más allá de la mera distribución espacial o de las
características ambientales físicas que inciden en los perfiles epidemiológicos de los colectivos.
En el territorio entonces están las claves para entender cómo se da la dinámica de producción de la vida y de
la salud, y de él también emergen epistemes y praxis que pueden darle sostén a la vida en todos sus órdenes y
complejidades. El territorio es una categoría central.
Conclusiones
El territorio no es solamente un entorno caracterizado por su geografía física, el paisaje y los elementos
bióticos y abióticos de la naturaleza presentes en el. Es un escenario que se construye a partir de las relaciones
históricas, sociales, culturales, económicas, políticas y ambientales, configurando el escenario donde pulsa la
vida, la salud, la enfermedad y la muerte y donde se expresa las contradicciones y los conflictos producto de
las relaciones de confrontación entre el poder hegemónico de las elites y las resistencias de los sectores
subalternos, en la contienda por el control territorial.
Sostenemos entonces que el campo de la salud pública es un campo para potenciar la vida y no para contener
la enfermedad y la muerte. Acogemos el territorio, no porque se coloque como asunto de moda hoy en las
reflexiones académicas, sino porque lo consideramos categoría central, que puede orientar la dirección del
campo de la salud pública, brindando herramientas y claves analíticas que permitan orientar transformaciones
estructurales a favor de la vida y bienestar de la sociedad y en contra del proyecto de despojo y muerte que se
impone hoy.
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