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M ON TEVIDEO, M A Y O 11 D E 1958

AÑO XXVII. — N* 1321-

Un viejo y espinoso tala, y una tuna de amenazadoras espinas, cobijan


PAISAJE DEL C A T A L A N CH ICO.
bajo su sombra un rebaño de ovejas, en un cerro de cima redonda sobre
(Fotoi rriw de Jorge Chebalarofíi el curse superior del arroyo Catalán Chico.

,:r % . . - . ..
EQUITACION IN
tifican en su gnoseologia ingenua. Natura­ Pa (potarte las cosquillas
leza y cultura laten con idéntico pulso en con cutdao lo m anosea;
sus categorías mentales. Por eso el caballo horas enteras em plea,
indio tiene un tipo peculiar y un tempera­ y , por fin, sólo lo deja,
mento acorde al de su amo. Por eso el in­ cuando agacha las orejas
dio gira sobre la bisagra vital del caballo y ya el p otro ni cocea.
como la puerta sobre la chamela.
Alfredo Raymundo, al describir el caba­ Jamás le sacude un golp e
llo de los indios pampas en un articulo pu­ porque lo trata al bagual
blicado en 1879, dice, certificando los ca­ con pacencia sin igual;
racteres de aquél: “Cuando en una tropilla al dom arlo no le pega,
vean un animal membrudo, agachado, tris­ hasta qu e al fin se le entrega
tón, charcón. cabezón, con la cruz alta, el ya d ócil el animal.
pescuezo estirado, el encuentro ancho, el pe­
cho desarrollado y el aire particularmente L os indios de la Patagonia, sin embargo,
zonzo y adormecido, digan con confianza: no tan consustanciados con el caballo como
este es un caballo indio. Y si son un poco los de la Pampa, pues lo había recibido más
baqueanos en los asuntos fronterizos y que tarde, utilizaban métodos más duros para la
tengan amistad con el dueño de la tropillai, doma A. Guinard en su libro T res años d e
agreguen en el acto, para que no se adelante esclavitud en tre lo Patagones, da cuenta así
nadie: este es mi caballo de marcha. Si del desbravamiento de los potros: “Para do­
consiguen montarlo encontrarán un animal marlos, los indios se apoderan de ellos de
medio lerdo, de buen andar, torpe al freno una manera muy brutal: una vez captura­
indios patagones levantando un cam pam ento en las orillas d el R ío N egro de] lado del lazo, bien enseñado de la boca dos con el lazo, los derriban en tierra para
(S egún A lcid es JD’Orbigny) . del lado de montar, nada a propósito por atarles juntas las patas a fin de poder pa­
cierto para jinetear y que poco honor lec­ sarles sin dificultad por la boca una correa,
haría para pasear en una ciudad; pero que que atan fuertemente, bajo el labio inferior,
Etnología de la dom a —- se convirtió en- un fin.- indios y caballos se en un paseíto de- 200 leguas no mermará mi después de haberles tironeado las encías y
fundieron en un nudo centáurico, en una un instante y que al principio como al fin. los labios a fin de hacerles más obedientes
I A equitación es un arte y una técnica. comunión biológica y espiritual de insospe­ no se presentará ni más ni menos zonzo, ni a la presión de ese bocado muy flexible. Les
“ * Pero se la debe separar, porque así lo chada trascendencia. más ni menos pesado, ni más ni menos aga­ ponen en seguida una silla y los hacen le­
ha querido el hombre civilizado, de la vida Muchos aspectos tiene esta síntesis que chado, resignado y valiente que en el mo­ vantar, conteniéndolos entre dos, uno de las
ecuestre. En un nómada de a caballo equi­ convirtió ciertas zonas de América en un mento que se montó” . narices y una oreja, y otro por detrás me­
tación y existencia van unidas. Son la forma crisol de formas desmesuradas en el vivir Este animal sufrido, paciente e inacaba­ diante un nudo corredizo que le sujeta las
y el contenido de una actividad integral. y el morir. Uno de los más interesantes, ble no ha sido domado con métodos seme­ dos patas; entonces el domador, armado de
Los hombres de las ciudades, en cambio, empero, es el de la relación primaria entre jantes a los usados por el hombre blanco. una larga correa de cuero crudo — trop os —
practicamos la equitación como deporte, mi­ el indio y su cabalgadura. El acto de la El indio no quiere bestias espectaculares especie de lonja muy dura y pesada que
nimizando notoriamente su valor operativo, doma es, en efecto, una profesión de fe, un para pavonearse sino aliados útiles para in­ termina en un trozo de madera, destinaijfl
dejando asimétrica su funcionalidad etnoló­ pacto entre fuerzas cósmicas, una definición vadir y pelear, para atravesar las pampas a golpear tan pronto los flancos como la
gica. Y con ello degradamos también al ca­ existencial. El gaucho, que nace fuera del inmensas, para soportar privaciones y galo­ cabeza del caballo, se lanza listamente sobrtí
ballo que de músculo sustantivo se con­ círculo de los caballos, doma afirmando su par entre vizcacheras mancadoras. No doma el animal. A una señal dada, los ayudantes
vierte en ostentación adjetiva, que de pro.a poderío sobre la bestia; es el hijo de Occi­ empleando el rigor de la espuela, el mar­ con perfecta coordinación de mov.mien os,
gonista del drama culUural de la épica dente, todo lo rebarbarizado que se quiera tirio del rebenque y la sorpresa del apretón 'dan libertad al corcel, que frecuentemente
ecuestre se resigna a ser el pedestal de la pero hijo al fin, que levanta sobre los ci­ de piernas súbito. Esto rompe el alma de la parte como una flecha, no sin haber hecho
hípica dominguera. mientos de la naturaleza la arquitectura del bestia dejándole en el fondo un relámpago buen número de corcovos y de haberse lar,
En el indio montado, como en el gaucho, hombre. Para él el contorno es un marco y de espanto que irrumpe en los momentos zado a uno y otro lado. Algunos resiste»
el árabe y el mongol, la destreza del caba­ el animal un servidor. Sobre el mundo fí­ más inesperados, provocando el "desboca­ los prodigiosos esfuerzos que hacen sus
llista iba pareja con ls habitualidad del sico instaura el mundo siquico; la naturaleza miento” . El indio amansa de modo plena- netes por doblarles la cabeza a derecha ó
caLaíganíe: equitación y género de vida eran y sus reinos concéntricos están sojuzgados rio, sin dejar resquicios librados al terror izquierda, y ruedan por tierra con ellos; pe­
una misma cosa; jinete y hombre se con­ por la cultura, que es ia flor dei espíritu biológico, instalando en todos los repliegues ro, en general, por fogosa que sea su re­
dicionaban reciprocamente. El ser de a ca­ humano y el perfume de la tradición social. del instinto animal su presencia persuasiva. sistencia al .comienzo, a Jos dos o tres días
ballo y el andar a caballo constituían las El indio, hombre- en “estado de naturaleza” Domar para el indio es coexistir con la ca­ quedan suficientemente dóciles como para
razones equivalentes de una proporción co ya que no hombre natural (la distinción en­ balgadura, así como vivir fue convivir con ser montados en pelo. Aproximadamente a
tidiana. tre Naturvolker y Kulturvolker es sofística) el potro. José Hernández, en su M artin los dos años y medio los doman de esta
El indio de los llanos y las pampas de tiene otra actitud ante el animal. No se cría Fierro, ha descrito muy bien el proceso de suerte los indios, y los someten a una prue­
América al descuhrir el caballo comprendió lejos del caballo sino entre los caballos. La- la domesticación: ba a fin de apreciar su velocidad; les hacen
intuitivamente que su destino cambiaría. bestia es un deudo, un alter ego, un halo franquear, en un solo impulso, un espado
Pensó de inmediato en la revancha guerre­ violento de su personalidad. No doma por En e l caballo d e un pampa determinado; los que no alcanzan la meta
ra sobre el español, en la obtención dg. car­ lo tanto quebrando sino incorporando. Y no hay peligro d e rodar, con facilidad son juzgados impropios y con­
ne fresca, en el rápido e impune desplaza­ para ello “aíndia” al caballo mientras él, pa­ ju e pucha! y pa disparar denados, sin misericordia, a ser comidos” .
miento de las tribus, pero jamás pudo pre­ ralelamente, se hipifica. Hombre, bestia y es pingo q u e n o s e cansa; Pero esta técnica brutal, como ya se dijo,
ver que su cultura entera sufriría un vuelco contorno son una misma cosa para su con­ con prolifidÁ lo amansa era la excepción. El indio domaba despacio,
total. El caballo apareció como un medio y cepción del mundo. Sujeto y objeto se iden­ sin d ejarlo corcobiar entradoramente. Domaba sin sangre, sin

Indios m ocobies enlazando y [¡¡ dundo vacunos. (S egún Plorian P aucke).


se apean; sin desmontarse, sacan el freno y

>IGENA SUDAMERICANA lo ponen”. Tomás Lago corrobora esto en


su interesante l.tno tA H uaso, ensayo de
A ntropología S ocial, cuando dice que los in­
dios se acostumbraron muy pronto a ha.er-
ío todo montados y en marcha: con dos pa­
golpes, sin susto. No quena fletes atemori­ prenderse de la transcripción de Mansilla. tra con su flete, se instala en su clima ani­ litos ( repuj sacaban fuego sobre la cruz -leí
zados sino convencidos. No quería redomo­ Nada de eso. Era un caballo avisado, prác­ mal, lo rige con su inteligencia teteológica, animal sin detenerse un momento; allí mis­
nes resabiados sino compañeros pacientes, tico, veloz cuando se le requería, dócil lo guia con su voiuntad depredadora. ino llevaban los atados de carrizo para im­
mansos y corajudos. ‘ El caballo del indio cuando era menester. Un caballo para las El sacerdote Florran Paucke, que estuvo provisar balsas con que atravesar los nos
— escribe Lucio V. Mansilla en Una excur­ buenas y para las malas que no pregonaba entre los mocoo.es entre lrtü y 1767, nos en sus expediciones de guerra y montería.
sión a lea ñutios R anqueles — además de su ambivalencia pero que cumplía con sus ha legado inolvidables descripciones de la El lomo del animal resumió en su esquivo
ser fortísimo es mansísimo. ¿Duerme el in­ múltiples cometidos en un mundillo elemen­ destreza caballista de estos indígena». En y movible espacio todo el ajuar del indio de
dio? No se mueve. ¿Es á ebrio? Le acompa­ tal. El indio hacía prodigios con él y, a su su relato de un simulacro de entrevero rea­ su vida cotidiana, pues como no usaba mas
ña a guardar el equilibrio. ¿Se apea y le vez, era un jinete prodigioso. Domar y adies­ lizado para solaz (y advertencia?) de espec­ que una manta elemental pegada al cuerpo,
baja la rienda? AHÍ se queda. ¿Cuánto tiem­ trar eran una sola y perpetua cosa. El ca­ tadores españoles puede captar, pese al des­ llegado d caso de pasar por el camino la
po? Todo el día". ballo siempre aprendía, siempre respondía, aliño de la narrativa, la plenitud agonal que noche, estaba preparado para dormir, fcl
Ya del bagual arrogante nada queda. siempre se aplicaba a su tarea de "aindiar se esconde tías la inunción juguetona. Ape­ pellejo de carnero «pie formaba el sudadero
Cuando las tropillas se incorporan a la vida se". Sobre el trato que el indio daba a su nas puede imaginarse la agilidad que se veía del caballo, le servía de colchón; la talega
de las tolderías comienza el proceso de caballo son por demás expresivas las no­ en ellos, expresa el jesuíta alemán. ‘ En un de harina tostada, invariablemente colgada
adaptación. Los potrillos y los gurises indios ciones que Hernández proporciona en M ar­ tal entrevero y choque de caballos uno veía al costado, era su repostería y el mate de
se crían juntos casi. Y después de domado tin Fierro- saltar de sus caballee a algunos, pelearse de calabaza, su vajilla".
el caballo se hace melancólico porque así lo a pie y de improviso otra vez a caballo
determina el mutismo del indio. El indio Y o m e le sen té id d el pampa; correr hacia dentro (del entrevero)"... ‘‘A
nunca ríe y por eso su flete no caracolea. era un escuro tapan, mí me parecía como si un escuadrón cruza­ T eoría d el m alón —
En cambio la risa jactanciosa del hombre cuando m e hallo b ien m ontao ra a golpes a través del otro; apenas habían
blanco convierte al caballo en un compa­ de mis Camilas m e salgo; cruzado se tornaban y venían ya a acometer La equitación indígena tenia fines con­
drito coscojero. El aura cultural que ema­ y era un pingo com o ¿algo por la espalda. Los ojos pudieren perderse cretos, objetivos lúcidos. No era una activi­
na de dos sociedades diferentes otorga a las que sabía correr boliao. me en la contemplación del entrevero y de dad ancüar, como es la nuestra. No cabal
bestias distintos talantes. El indio, pragmá­ la agilidad de los indios en pelear de pron­ gaba el indio sin rumbo, con distraída par
tico instintivo, no quiere caballos que luz­ Para correr en el cam po to de a caballo, de pronto de a pie y en un simonía y albedrío gratuito, sino que apun
can sino pingos que ríndan. Y el caballo es no hallaba ningún tropiezo; momento de nuevo a caballo.. .** taba al corazón y a los haciendas del hom­
entonces, como su sombra, como su doble tos ejercitan en eso Esta destreza era hija del ejercicio apli­ bre blanco» del odiado cristiano. En pelo o
inesperado y sigiloso. y los pon en com o hrz, cado, de la "práctica temprana de un arte sobre ingeniosos recadóos de fabricación
Después de vencido definitivamente el in­ de dentrarte a un avestruz integraL El citado Guinnard, al referirse a doméstica, que tan bien han descripto los
dio se destríbaliza y se convierte en un y bohar bajo e l pescuezo. ¡as costumbres ecuestres de los indios pam­ cronistas, los indios brotaban desde el too-
paria rural, en un desheredado de la tierra pas expresa: “La educación seria de los ni­ do del desierto como una manga de langos­
y sus hierres. Y con él el caballo se trans­ El pampa educa al caballo ños comienza inmediatamente después de la tas asesinas para reivindicar las prrmugemtu­
forma en un campesino humilde. Tomás com o para un en trevero; ceremonia de horadarles las orejas. Cuando ra de la tierra y de la sangre en el solar
Guevara, en su H istoria d e la Civilización com o rayo es d e ligero llegan a su quinto año montan solos a ca­ invadido por el europeo y su linaje. El ma­
d e Araucaria, nos ofrece esta veraz pintura en cuanto e l indio ¡o toca; ballo, tomándose de la crin y apoyando uno lón es asi el dramático manifiesto de le
del eficaz cabalido cfel indígena del campo y com o trom po en la boca tras otro sus pieceátos en las coyunturas presencia y la protesta del indio. Es su
meridional chileno: "Con la cola que liega da ¿d eltas sobre d e un cuero. de las patas de sus corceles; muy a menu­ ultim a radio contra el coloniaje, su rebeldía
asta el muslo, las crines caídas sobre el do éstos parten como saetas y se llevan a ante la frontera móvil de ios pioneros re­
cogote, con la cabeza indinada paciente­ L o barea en la madrugada; sus jinetes antes de que hayan tenido tiem­ publicanos, la síntesis guerrera de su perso­
mente, se le ve recorrer largos viajes, atra — jam ás falta a ese d eb er; po de instalarse completamente. A esa edad nalidad básica exacerbada por la vida ecues­
vesar ríos correntosos con la mayor facili­ luego lo enseña a correr los niños se muestran ya muy útiles y cui tre. Caballo, indio y malón son la trinidad
dad, internarse por las sendas estrechas de en tre tangos y guadales; dan el ganado. Muy rápidamente se hacen 'cir.tsá csí de as seis peEgro el
los bosques, subir escarpadas alturas, des­ amina estos anim ales expertos en el arte de arrojar el lazo y la sujeto, el verbo y el atributo de una iden-
cender por quebradas cortadas a pique. Por es cuanto se pu ede ver! boleadora; después aprenden a manejar ia tidad visceral. En el acto del malón el indio
estar acostumbrado al trabajo, a salvar los lanza y la honda; de suerte que a los diez reclama un lugar bajo el sol y le salda cuen­
obstáculos, se muestra valiente, dócil, su­ Blando de boca, firme de manos, liviano o doce años, época en que por cierto tienen tas al descendiente del español: con cruel­
frido, resistente; tiene inteligencia como el de abajo, chupado de anca, el caballo del más apariencia y fuerza que un europeo de dades nuevas paga las viejas crueldades da
pobre que necesita luchar, como su amo, pa­ indio esquiva las vizcacheras con un extraño veinte a veinticinco años, terminada ya su los conquistadores ecuestres del siglo XVI
ra conocer el terreno y vencer los peligros". " radar" instintivo, resopla y se empaca ante educación, toman parte en las excursiones Ahora él es también dueño del caballo, y
El caballo indio se hace caballo criollo e los cangrejales de la costa, orilla los sumi­ de las tribus y participan en sus razzias, en en tácita alianza con la paleontología y la
inaugura un nuevo capítulo de su vida. Ya deros, dejo el sobrepaso rendidor para es­ ¡as que demuesttan generalmente una teme prehistoria de América reivindica sus dere­
lo examinaremos con más detención cuan­ tirarse en un troie largo como chiflido de lidad y una audacia increíbles” . chos. Pero este preámbulo no alcanza para
do hagamos la apología del flete que con su pampero, cambia el trote en galope endia­ La paideia hípica del indio se cumple u calificar y describir la trágica vigencia de
galope incansable forjó la patria chilena, la blado para sacarle el cuerpo a las bolea­ caballo y en el lomo del mismo el salvaje los malones en el ruedo rioplaten.se. En un
argentina, la venezolana, la uruguaya, y sus­ doras y, cuando un tiro certero de “tres encuentra su espacio vital, su hogar semo­ próximo artículo, por lo tanto, nos ocupare­
tentó biológicamente los desmanes y acier­ ruarías” le manea las patas, escapa a saltos viente, su microcosmo sudoroso. Esto ya fue mos de k» aspectos históricos, sociológicos
tos del caudillismo rural sudamericano. igual-que una liebre gigantesca. Montado en advertido por Mansilla: “Tienen ellos (los y etnológicos de la agresividad ecuestre de
este caballo, hecho a su imagen y semejan­ indios) la costumbre de descansar sobre el las indiadas del sur. Será hasta entonces.
Habilidades ecuestres —
za, el indio realiza proezas hípicas increí lomo del caballo. Se echan como en una
No se crea, después de leído lo anterior, bles en intensidad y en (extensión, en tí es­ cama, haciendo cabecera del pescuezo del
jue el caballo del indio era un zonzo, como pacio y en el tiempo. Al paso, al trote, al animal, y extendiendo las piernas cruzadas D aniel D . V tD A R T
«carroñamente lo califica Raymundo, o un galope, a la carrera, en todos los aires de en .las ancas; asi permanecen largo rato,
nanso consuetudinario, como parece des­ marcha y en todos los terrenos se compene h iras enteras a veces. Ni para dar de beber (Especial pata EL DIA) .

;gún Floriem P aucke). D estile d e indios m ocobies en la reducción d e San Javier. (Según Florian P aucke)-

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