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FACULTAD DE EDUCACIÓN
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Resumen:
Abstract:
The present project is focused by the perspective of the attachment theory, incorporating
a style of psychological therapy inspired by the A.M.A.R Program for the promotion of a secure
attachment style, as well as an information module for the integral adaptation to prematurity. It
is divided into four weeks, estimating a one-month neonatal hospital stay. Each week, different
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therapies are performed depending on the module and the section to work by the program: fears,
reflective function, feelings of guilt, skills and abilities during the period of hospitalization and
during the arrival at home, and new roles in the family system. To support the psychological
intervention, the following informative sections are offered: "Introduction to prematurity", "Risk
factors and myths", "Treatments and care of the premature baby" and "Back home". The
effectiveness of the program will be carried out through a semi-structured interview.
1. Introducción
En los últimos años, se han incrementado los estudios sobre el apego seguro y el vínculo. La
explicación puede hallarse en que nos encontramos en una sociedad donde la unidad familiar es
cambiante; las parejas se separan, y en ocasiones, el cuidado de los hijos no es equilibrado entre
los progenitores; por otra parte, dado que los permisos de maternidad no son suficientes, se suele
anteponer el trabajo a la maternidad relegándose el cuidado de los hijos a otras manos que no
son las de su madre o padre. Todo esto, unido a demás factores psicosociales, influye en el
establecimiento del vínculo en edades tempranas, pudiendo ser desencadenante a largo plazo de
psicopatología infanto-juvenil.
Investigaciones sitúan entre los 0 y 3 años el periodo crítico en el que se produce el vínculo
con el cuidador primario, teniendo lugar repercusiones futuras si existiesen problemas en el
asentamiento del mismo durante el primer año (Moneta, 2014).
2. Marco teórico
2.1 Características generales de la prematuridad
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décadas (los datos recogidos en 2012 muestran una prevalencia alrededor del 6,7% frente a un
5,9% en el año 1996). Tanto las mejoras del sistema sanitario en atención perinatal y neonatal,
como el aumento de partos múltiples asociados a terapias de fecundación in vitro pueden explicar
este incremento (Enseñat, Roig, & García, 2015).
Nuestros estilos de vida actuales en España nos sitúan en uno de los países con la edad media
más alta del mundo en tener el primer hijo 31,47 años (INE, 2017) y sabemos que la edad de la
madre correlaciona positivamente con un aumento de complicaciones en el embarazo (Martínez-
Galiano, 2016), por lo que tener hijos en una edad tardía podría ser también un factor a considerar
en el aumento de incidencia de partos prematuros en los últimos años.
Nacer antes de término conlleva un principio de riesgo de daño cerebral que puede acarrear
consecuencias importantes para la calidad de vida del infante pudiendo afectar, entre otros
procesos, al desarrollo de la capacidad intelectual. Una mayoría de los niños prematuros
presentan déficits cognitivos, cuyo desarrollo implica una red compleja de interacciones entre
factores biológicos y ambientales (Torres, Salvador, Flores & Ricardo, 2016). Estos niños deben
ser atendidos por tanto, a niveles médico y neuropsicológico, al incluirse dentro de una población
de alto riesgo biológico (Portellano, 2007).
Pese a que en las últimas décadas la tasa de supervivencia de estos niños ha aumentado
significativamente, la tasa de deterioro del desarrollo cognitivo encontrado en esta población no
se ha reducido (Enseñat, Roig, & García, 2015), así que, dados estos datos, podríamos pensar
que hoy en día existen más niños con problemas en el desarrollo cognitivo al haber aumentado
los casos de partos prematuros desde 1990 sin haber encontrado solución a estos problemas que
presentan.
Existen evidencias de que el papel de la atención temprana en estos casos constituye una
necesidad tanto para paliar como para prevenir secuelas si se interviene desde el primer año de
vida (Sánchez, 2006).
Las secuelas neuropsicológicas repercuten hasta la edad adulta, pasando por la adolescencia,
que junto con la infancia son periodos altamente sensibles debido a las exigencias sociales y
académicas (Enseñat, Roig, & García, 2015).
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En cuanto a los aspectos emocionales, la mayoría de los niños prematuros son descritos como
niños desatentos, tímidos y con pocas habilidades sociales. No podríamos afirmar con certeza
que estos problemas sean causa-efecto de la prematuridad, teniendo que considerar en mayor
medida los estilos parentales que se forman con estos niños basados en la sobreprotección, que
influyen negativamente en el posterior desarrollo de habilidades sociales. Por otro lado, estudios
señalan que los bebés prematuros tienen menos interés en las personas que los nacidos a término,
y esto puede aclarar el problema en el desarrollo social (Masahiro Imafuku et al.,2016).
Desde los años 50 y a lo largo de los años sucesivos, diversos autores han tratado de definir
y describir la teoría del apego. La solidez de esta teoría es fruto de numerosas modificaciones y
críticas de distintas personalidades que la estudiaron, teoría que acabó por convertirse en uno de
los hitos que fundamentan la psicología contemporánea (Oliva, 2004). Dentro de la teoría del
apego, se pueden distinguir distintos momentos evolutivos en función de los autores que la
estudiaron e investigaron.
Se sitúan los inicios en el modelo propuesto por John Bowlby, quien sugirió que un infante
dependía de su cuidador para lograr un buen desarrollo integral (Lecannelier, 2017) y que la
salud mental del niño es resultante de una experiencia de relación cálida, íntima y continua entre
madre e hijo, por la cual ambos encuentran satisfacción y alegría (Bowlby, 1951).
Este modelo se apoya en cuatro sistemas de comportamiento enlazados entre sí: sistema de
conductas de apego, de exploración, de miedo a los desconocidos y sistema afiliativo. El sistema
de conductas de apego, se refiere a aquellas conductas y actuaciones encaminadas a mantener el
contacto y la proximidad con la figura de apego principal (llanto, sonrisa, contacto, etc.), ya que,
estas se activan en el momento en que la distancia con la figura de apego aumenta, o cuando el
bebé percibe señales de amenaza, necesitando volver a establecer proximidad y contacto. Por
otro lado, y enlazado estrechamente con este, se encuentra el sistema de exploración, que muestra
discrepancias debido a que, cuando se activan las conductas de apego, la exploración del entorno
por parte del infante merma. Ligado con los anteriores, el sistema de miedo a los desconocidos
supone una disminución de la exploración, aumentando las conductas de apego. Y en último
lugar, el sistema afiliativo se refiere a la intencionalidad e interés que muestran los sujetos para
mantener la proximidad con sus iguales, incluyendo a aquellos con los que no se ha establecido
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un vínculo afectivo. Este sistema se encuentra en discordancia con el miedo a los extraños (Oliva,
2004).
Es por tanto, que este proceso, lejos de actuar como una conducta instintiva que aparece
invariablemente ante un estímulo fijo, dependía de la sensibilidad y la capacidad de responder
de un cuidador con respecto a las necesidades de su hijo (Oliva, 2004), entendiendo sensibilidad
como la “capacidad de captar, interpretar y regular las señales de estrés” (Lecannelier, 2017, p.
15).
Pocos años más tarde sería Mary Ainsworth quien dotaría de sustento científico a los
enfoques clínicos de Bowbly con la Situación Extraña (Ainsworth, 1970), situación experimental
que ponía a prueba las conductas de apego y de exploración en momentos de estrés. Las
diferencias encontradas en el comportamiento de los infantes en esta situación permitieron
establecer distintos tipos de apego identificados por Ainswoth: “Apego Seguro”, “Apego
Inseguro Evitante o Evitativo”, y “Apego Resistente o Ambivalente”, pronosticados por la
sensibilidad de las madres descrita anteriormente (Lecannelier, 2017).
Los niños con apego seguro, eran denominados así por Ainsworth por presentar un patrón
saludable en sus conductas de apego. Estos, al entrar en la zona de juego habilitada por la
situación experimental, utilizaban a su madre como base exploratoria, es decir, como una zona
segura a partir de la cual comenzaban a explorar su entorno. Ante la salida de su madre de la
sala, la conducta exploratoria se veía disminuida y, además, se mostraban manifiestamente
afectados. Al momento de regreso, se podía apreciar en el bebé alegría y búsqueda de
proximidad.
Se comprobó que estas madres se mostraban sensibles a las señales de sus hijos, señalándose
su disponibilidad ante los momentos en que estos las necesitaban. Se podía apreciar en los niños
una fuerte necesidad por la proximidad de sus madres, al mismo tiempo que demostraban
confianza en ellas como protección, requiriendo únicamente de su presencia para explorar sus
alrededores. Entre un 65 y un 70% de los niños observados en las diferentes investigaciones se
encontraba este modelo.
Los niños con apego inseguro-evitativo, pese a mostrar una independencia que podría
interpretarse como saludable, tenían múltiples problemas emocionales. Ainsworth intuyó, que el
desapego que demostraban era similar a aquellos que habían experimentado separaciones
dolorosas. Estos, comenzaban a explorar el entorno sin utilizar a su madre como base segura,
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ignorándola incluso cuando esta salía de la habitación y regresaba. Además, negaban el
acercamiento cuando su madre buscaba la proximidad y el contacto.
En el hogar, las madres de estos niños se mostraban insensibles y rechazantes a las demandas
de sus hijos, por lo que estos se mostraban inseguros y preocupados. Debido a esto, Ainsworth
interpretó que estos niños, al entrar en la sala donde se llevaba a cabo la Situación Extraña,
adoptaban una postura de defensa e indiferencia, intentando rechazar la necesidad de proximidad
para rehuir su frustración. El 20% de los niños observados presentaban este tipo de apego.
Esta pauta de comportamiento venía dada porque sus madres, en el hogar, demostraban tanto
sensibilidad como insensibilidad de forma inconsciente, que había llevado al niño a desconfiar
de su disponibilidad cuando necesitaba su cercanía. Otros estudios concluyeron que las madres
eran capaces de interactuar de forma positiva con sus hijos cuando tienen un nivel bajo de estrés
o se encuentran de buen humor (Stevenson-Hinde & Shouldice, 1995). El 10% de los niños
observados en la Situación Extraña presentaban este tipo de apego.
Estos tres tipos de apego se han considerado en la mayoría de las investigaciones dedicadas
al apego (Oliva, 2004).
Una década más tarde, se incluyó dentro de la clasificación de tipos de apegos, el estilo
desorganizado, descubierto por Main y Solomon, al encontrar que una décima parte de los bebés,
tenían conductas que iban más allá de lo que se concebía como un patrón organizado y coherente
de apego, contemplándose en niños maltratados o calificados como de alto riesgo (Lecannelier,
2017).
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La denominación de este tipo de apego como desorganizado, es debida a que los niños no
gozan de una organización mental coherente, conteniendo en su comportamiento elementos,
tanto del apego inseguro evitativo, como del inseguro ambivalente, sin tener la capacidad de
organizar sus relaciones en una táctica lógica y sistematizada (Siegel, 2007). Los cuidadores
constituyen una fuente de terror, mostrándose en ocasiones en sintonía y en otras con rechazo,
provocando en los niños el dilema de acercarse o alejarse de sus figuras de apego, de las cuales
tiene una completa dependencia (Gonzalo, 2016).
La expresión “miedo sin solución” fue acuñada por Main y Solomon (1990) con el objetivo
de plasmar lo que padecen los niños con apego desorganizado. En la Situación Extraña de
Ainsworth, estos niños no quieren estar solos en la sala, pero tampoco buscan la proximidad con
el cuidador cuando regresa, encontrando en quien debería ser su base segura, su fuente de terror.
Con el paso del tiempo, el foco de interés se trasladó hacia el ámbito del apego adulto y hacia
los aspectos metacognitivos del apego, situándose Mary Main como una de las pioneras, quien
junto a su equipo diseñó la Adult Attachment Interview.
Este cuestionario se basa en la narración de las representaciones que los adultos tienen
actualmente acerca de las experiencias de apego y a partir de él, se constituyeron tres patrones
de apego, denominando “adultos seguros” a aquellos que, integrando y reflexionando sobre sus
vivencias, hacían relatos con coherencia y consistencia de su infancia; “adultos indiferentes” a
los adultos que presentaban lagunas en la memoria, y que, pese a tener aparentemente buenos
recuerdos sobre sus relaciones de apego, no son capaces de encontrar ejemplos que lo
corroboren, por lo que realizan relatos incoherentes e incompletos; y “adultos preocupados”
cuyos relatos se basan en su mayoría en los conflictos acaecidos con sus figuras de apego
mediante un lenguaje poco claro y confuso (Garrido-Rojas, 2006).
Otro de los hitos fundamentales de la Teoría del Apego, fue la incorporación a la misma del
concepto de mentalización por Peter Fonagy, quien tras profundizar en las investigaciones de
Bowbly y Ainsworth, destacó el punto de vista que Main dio a sus investigaciones, en las que
correlacionaba la forma en que los padres se dirigían a los bebés, con la conducta de los mismos
en la Situación Extraña, siendo las relaciones tempranas, favorecedoras o no, para el desarrollo
de determinadas funciones psicológicas (Fonagy, 2001).
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apego en el que se enmarcará un infante a partir de los 12 meses, puede predecirse por las
expresiones mentalizadoras de su madre (Mains et al.,2001).
Hoy en día, la Teoría del Apego confirma que, un apego seguro, siendo el cuidador constante
y continuo, puede asegurar un desarrollo cognitivo y mental óptimo del niño. El apego es un
curso que no finaliza con la lactancia, sino que nos acompaña durante toda la vida sirviendo de
base a todas las relaciones con las personas con las que hemos constituido un vínculo afectivo y
duradero (Moneta, 2014).
En los últimos años se ha reconocido la existencia del apego prenatal, es decir, aquel que se
establece entre una madre y su hijo durante el embarazo, hallándose aquí el comienzo de la
relación de apego. Hoy sabemos que su importancia radica en las numerosas implicaciones que
tiene para el desarrollo integral posterior del bebé (desarrollo cognitivo, emocional y social),
vinculándose a la sensibilidad y a la calidad de la relación madre-hijo. Tanto es así que, la
capacidad de regular las emociones del bebé, se asocia a las representaciones que tuvo su madre
en el periodo prenatal y, además, estas influyen en la calidad del cuidado y el tipo de vínculo que
se establecerá entre ambos tras el nacimiento.
Las representaciones maternas podrían definirse como imágenes internas que se desarrollan
en la mente de la madre a cerca de su hijo (expectativas, deseos y temores) durante el periodo
del embarazo; proceso en el que concurren, además, importantes transformaciones en su mundo
representacional como mujer, pareja y futura madre. La calidad de estas representaciones
dependerá íntimamente de su historia de apego personal.
Las representaciones que tenga la mujer embarazada sobre de su hijo o de ella misma como
madre variarán en función de su historia de apego previa.
Las mujeres que tuvieron un estilo de apego seguro, evidencian una buena conexión con su
hijo prenatal y gran calidad de las representaciones. El vínculo de la gestante con su hijo se
encuentra fundamentado en la unión y la diferenciación, en tanto en que, se siente vinculada a él
pero lo percibe como un ser singular y distinto a ella. A su vez, siente confianza en sí misma y
en los otros, tanto en el momento del parto como en la crianza posterior, encontrándose bien
adaptada a los ajustes paulatinos de la transformación que conlleva la gestación. En relación a
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su historia de apego, vive su experiencia de embarazo y su definición como madre en base al
apoyo y las características de su figura materna respectivamente.
Por otra parte, las mujeres que tuvieron un estilo de apego inseguro-ambivalente, idealizan a
su futuro hijo a partir de sus expectativas respecto de éste y una combinación de su singularidad
junto con la del padre, con dificultades para generar una representación coherente de sus hijos.
A su vez, se genera en la gestante un estado de inseguridad por confundirse estas
representaciones junto con sus miedos como madre en relación a sí misma, al parto y a su futuro
hijo, imaginando la posibilidad de fallecimiento de ella o del bebé. Vive los cambios propios de
la gestación de manera intensa y pone la seguridad en el parto en manos de otros, carente de
autoconfianza. En relación a su historia de apego basada en una inconsistencia en la protección
por sus padres, tiene miedo de no saber responder a las necesidades de su hijo y no ser una buena
madre.
Por último, las mujeres con una historia de apego inseguro-evitativo, se muestran resistentes
a tener representaciones de su hijo por si este no cumple con sus expectativas, desasosegadas por
transmitir la desilusión de no ser como esperaba. También evitan fantasear con ellas misma en
un rol de madre. Por otra parte, intentan tener actitudes de calma evitando situaciones de estrés
por el bienestar del bebé, creyendo que sus estados mentales los transmitirán al feto; confían en
sí mismas. Con respecto a su historia de apego, intentan no repetir sus experiencias infantiles
alentada en cambiar las experiencias de rechazo con sus propios padres (Grimalt & Heresi,
2012).
En el caso de la prematuridad, la relación entre madre e hijo se ve influida por las exigencias
y las barreras que impone la situación de hospitalización en la Unidad de Cuidados Intensivos
Neonatales, viéndose dañado el apego de la madre y el neonato (Guerra-Ramírez & Muñoz-de
Rodríguez, 2013).
El nacimiento prematuro rompe con este proceso al que se puede denominar “anidación
psicobiológica” dificultando la relación temprana extrauterina por la falta de correspondencia
del bebé real con el imaginado (Ruiz et al., 2005). Las condiciones físicas y psicológicas de los
padres y del bebé no se encuentran preparadas y, como ya se ha mencionado con anterioridad, la
situación de hospitalización en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales demanda altas
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exigencias físicas y psicológicas que evocan sentimientos difíciles de aceptar y elaborar por la
familia.
Las dificultades orgánicas que conlleva el nacimiento prematuro suelen ser temporales, sin
embargo, los problemas de interacción madre-hijo pueden continuar tras el alta hospitalaria, por
lo que es aconsejable la intervención psicológica para la prevención de una posible
psicopatología en la infancia y adolescencia (Mesa & Gómez, 2010).
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de manera automática e inconsciente (Fonagy, 1999). Además, la importancia de esta capacidad
radica en su relación con la promoción y mantenimiento de apego seguro (Fonagy et al.,1998).
La mentalización, como capacidad de regular los estados emocionales del bebé, se relaciona
con el apego seguro en tanto que le permite vincularse con su expresión afectiva y responder de
forma adecuada, organizada y coherente (Slade, 1999).
Los padres que gozan de una habilidad de mentalizar superior, suelen tener hijos más seguros
que además, tenderán a desarrollar de una manera más amplia la teoría de la mente. Es por esto,
que la capacidad de mentalización o función reflexiva es el factor determinante de la transmisión
de la calidad y el tipo de apego (Fonagy et al., 1998).
Sin embargo, existen múltiples ocasiones en que la capacidad reflexiva se puede ver afectada
por situaciones psicológicas o de la realidad exterior (González et al., 2000). El caso de la
prematuridad es uno de los factores donde la capacidad de mentalizar se puede ver debilitada
especialmente. El principal motivo de esta realidad es la presencia de desesperación y
pensamientos de muerte, que interfieren en la capacidad de representar y pensar, viéndose
agravadas por las condiciones del entorno tales como el ambiente de la Unidad de Cuidados
Intensivos de Neonatos (Jaar & Michea, 2009).
Por otra parte, se debe tener en consideración que la limitada función mentalizadora de la
madre puede ir más allá de la situación en la que se encuentra debido a su parto pretérmino y
estar influida en una buena parte por su historia de apego personal. Esto es, que su capacidad
previa para representar los estados mentales puede estar influida por ese patrón de apego de
referencia debido al carácter transgeneracional del mismo (Fonagy, 1999). Además, es preciso
tener en cuenta otras variables importantes como la unión con el padre de su hijo, el apoyo
familiar, la asistencia por parte del ambiente hospitalario y la apariencia física que tenga el bebé
en el momento del nacimiento. Estos factores influirán directamente en la forma en que
representará la madre a su hijo, pudiendo afectar a sus futuras interacciones (Mesa & Gómez,
2010).
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Los programas de intervención favorecedores de la mentalización en el caso de la
prematuridad, sirven de apoyo a las madres tanto para gestionar las emociones negativas
asociadas a la situación, como para el reconocimiento del bebé como un sujeto psíquico,
necesario para el correcto desarrollo de su salud mental (Mesa & Gómez, 2010).
En las últimas décadas se han multiplicado las metodologías para evaluar el apego. El
enfoque clásico basado en la observación de conductas va dejando paso a la metodología
centrada en una perspectiva representacional.
Para poder lograr una valoración completa y eficaz, hay que tener en cuenta la necesidad de
que la evaluación active el sistema de apego. Es por ello que, en las técnicas de exploración de
apego, con frecuencia, se incluye algo de estrés, dada la seguridad que aporta la figura de apego
frente a las amenazas (O´Connor & Byrne, 2007).
En la primera infancia, la activación del sistema de apego provoca una reacción inmediata
hacia su figura principal, sin embargo, esta reacción deja de ser tan explícita a nivel conductual
a medida que van creciendo, debido al papel central que adquieren las representaciones mentales
en la regulación emocional. Entonces, se advierte una mayor dificultad para activar y observar
el sistema de apego desde una perspectiva conductual y, por tanto, a partir de estos momentos
del desarrollo, la metodología se centrará en las representaciones mentales de apego (Román,
2011).
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Para la evaluación del apego, tenemos que tener en cuenta tanto las conductas de apego,
como los modelos internos del apego, cuya metodología de evaluación es potencialmente
distinta.
Este procedimiento valora la organización del comportamiento del niño con respecto a su
figura de referencia, con el fin de asignar una categoría determinada de estilo de apego al niño.
La utilización por parte del niño de su figura de apego como base para explorar, la ansiedad de
separación ante la marcha de su figura de referencia, la forma de reaccionar del niño en el
reencuentro y los comportamientos ante extraños, son algunos de los criterios que se tienen en
cuenta para la asignación del estilo de apego.
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Por otra parte, el procedimiento Attachment Behaviour Q-set, se diseñó con el objetivo de
explorar las conductas de apego en el contexto natural del hogar (Waters, 1995). Esta técnica se
lleva a cabo con menores de entre 1 y 5 años. No se incluyen elementos estresantes en el
procedimiento, por tanto, la valoración necesita una observación prolongada en el tiempo para
recoger situaciones en las que se haya activado el sistema de apego. Generalmente, las figuras
de apego son las que completan el procedimiento (Van IJzendoorn et al., 2004).
El tercer planteamiento para evaluar las conductas de apego es el Parent Attachment Dary
(Stovall & Dozier, 2000). Se utiliza principalmente en bebés y consiste en realizar un diario para
registrar las conductas de apego de los niños y las reacciones de los cuidadores ante estos
comportamientos. Los aspectos que se tienen en cuenta en la evaluación son, por un lado, la
búsqueda de proximidad por parte del menor y, por otro, la capacidad de calmar al niño por parte
del cuidador ante la activación del sistema de apego. Esta prueba es de carácter multidimensional
y se obtienen puntuaciones en seguridad, evitación y resistencia.
Por último, para evaluar los modelos internos del apego, es decir, las representaciones
mentales que se construyen sobre uno mismo y los demás en base a las experiencias de
vinculación, la metodología más utilizada fue la de Historias Incompletas. Se indica en niños
entre los 3 y los 9 años. Este procedimiento consiste en recrear una circunstancia de una familia
de muñecos en la que un muñeco del mismo género del niño evaluado tiene que enfrentarse a un
dilema a resolver (introducción de estrés) (Román, 2011).
Durante décadas, diversos autores han tratado de encuadrar la Teoría del Apego (T.A) entre
las corrientes predominantes de la psicología, sin embargo, dadas las características
multidisciplinares y flamantes de este modelo, esta no podía restringirse a ninguna en particular.
La T.A se encontraba entre dos fuerzas imperantes de la psicología sin pertenecer de forma
completa a ninguna de ellas (Holmes, 1993). Era considerada conductista, etológica y
cognitivista desde el punto de vista del Psicoanálisis y valorada como psicodinámica e
introspectiva desde la aproximación del Conductismo. La consecuencia surgida a partir de esto
era la dificultad, por un lado, para conceptualizar la T.A, y por otro, para la implementación de
intervenciones que se basasen en la seguridad del apego (Lecannelier, 2017).
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Distintos investigadores comenzaron a asumir esta deficiencia, y a principios del siglo XXI
surgieron diversas propuestas de intervención, logrando trasladar la T.A desde el conocimiento
empírico hacia la práctica (Slade, 2008).
Un aspecto importante a clarificar con respecto a las intervenciones es, que no todas las
intervenciones cuyo foco principal sea una relación vincular, es una intervención de apego. El
aspecto central de las IBA es su relación con entornos de regulación del estrés (Lecannelier,
2017). Estas intervenciones deben concentrarse en la promoción de capacidades diversas como
atención, mentalización y regulación de estrés de los niños, aplicándose además a los adultos
que diariamente interactúan con estos (Lecannelier et al., 2014).
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dotarán al niño de estrategias para una adecuada regulación de situaciones de estrés (Lecannelier,
2012).
Esta metodología propone, por tanto, dotar, a los cuidadores principales del niño, de
habilidades específicas que les posibilite la comprensión, contención, protección y regulación de
las situaciones de estrés de los niños (Lecannelier, 2009). Estas destrezas son:
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- Regulación: Es la última competencia de cuidado seguro y se relaciona con la capacidad
de disminuir el estrés del niño, aplicando una serie de estrategias de cuidado, para que
este sienta mayor seguridad emocional hacia los adultos (Calkins & Hill, 2006).
Las primeras tres habilidades componen un entrenamiento mental previo necesario para
poder aplicar una serie de habilidades de cuidado. El programa no es una guía de crianza, sino
que, propone el desarrollo de la habilidad de poder comprender y regular las emociones y
reacciones del niño de una manera empática. Las cuatro habilidades (atención, mentalización,
automentalización y regulación) hacen al acrónimo de A.M.A.R, concluyendo que, para
fomentar el apego seguro, es necesario avivar las habilidades de AMAR (Lecannelier, 2013b).
Dadas las circunstancias que rodean el nacimiento pre término, es recomendable que los
programas de intervención psicológica para prematuros, tengan un carácter transdisciplinario y
multifactorial, es decir, que cuenten con la intervención de profesionales de distintas disciplinas
y que se centren, tanto en el bebé, como en la interacción entre padres e hijos. Se debe tener en
cuenta el estado afectivo que manifestarán, en algunos casos, los padres durante el periodo de
hospitalización, por tanto, estos programas contarán con diferentes estrategias de abordaje. Se
sugiere la aplicación de estos desde un enfoque psicoanalítico, cognitivo y sistémico, partiendo
desde la idea de que la atención no debe darse en exclusividad al bebé, sino también a la madre
(Galimberti, 2009).
Las madres suelen padecer más estrés y trastornos emocionales que los padres debido a
la imposibilidad de cuidar a sus hijos, ligado a una pérdida del rol maternal en situación de
prematuridad (Boullosa, 2004). Es imprescindible crear un espacio de apoyo donde puedan
expresar sus sentimientos, para así, contribuir al desarrollo de estrategias de afrontamiento
pertinentes a la situación. Estudios demuestran que intervenir en la unidad hospitalaria de
cuidados intensivos neonatales permite minimizar el estrés y la depresión materna de forma
significativa (Ruiz et al., 2005).
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índices de desarrollo del infante (Achenbach et al., 1993). Además, se parte de la idea de que la
comunicación con el bebé y el contacto que establecen con él, ayuda a disminuir el malestar y el
dolor, mejorando así la evolución del bienestar somático y las funciones parentales (Als et al.,
2003).
3 Marco práctico
3.1 Objetivos
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3.1.2 Objetivos específicos
- Favorecer, en los cuidadores, las habilidades necesarias para regular de forma afectiva a
su hijo y acrecentar la sensibilidad de estos en casos de prematuridad.
3.2 Metodología
El presente proyecto se llevará a cabo en hospitales con área de maternidad desde el momento
de ingreso de la madre por dificultades en la gestación que puedan ocasionar un parto pre
término. La población a la que se dirige, por tanto, son aquellos pacientes que se encuentren
hospitalizados.
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3.3 Temporalización
La intervención goza de una duración de un mes, por lo que las sesiones se dividen a lo largo
de cuatro semanas. El tiempo dedicado a las familias es de dos horas al día de lunes a viernes,
disfrutando una hora de intervención psicológica individual y otra, asistiendo al módulo teórico-
informativo con el resto de las familias. El programa se divide en las siguientes sesiones:
Semana 1: Sesión 1
Por otra parte, estas sesiones se complementan con la primera sección del módulo teórico-
informativo: “Introducción a la prematuridad”.
Semana 2: Sesión 2
Durante esta semana, la intervención psicológica toma como eje central de la terapia los
sentimientos de culpa, sentimientos que se producen con frecuencia en las mujeres embarazadas
ante un parto pre término.
A su vez, como apoyo a esta terapia, se presenta la segunda sección del módulo teórico
informativo: “Factores de riesgo y mitos”.
Semana 3: Sesión 3
Tras la finalización del programa, de nuevo deben contestar las preguntas que se les
planteó el primer día de la primera sesión para comprobar la efectividad del mismo.
Semana / Sesión
Semana 1: Intervención psicológica:
Sesión 1 - Miedos
Módulo teórico-informativo:
- Sección 1
Módulo teórico-informativo:
- Sección 2
Módulo teórico-informativo:
- Sección 3
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3.4 Recursos
3.4.1 Recursos humanos
Dado que la prematuridad debe ser abordada desde un enfoque multidisciplinar, se cuenta
con la intervención de una psicóloga clínica en colaboración con una enfermera, una pediatra y
una trabajadora social para la adecuada implementación del programa.
Además de las zonas de hospitalización, se cuenta con una sala habilitada con sillones para
la realización de las sesiones grupales.
3.5 Actividades
El primer módulo tiene como objetivo acompañar y comprender a los padres, ofreciéndoles
una atención cercana, que suponga contener y, además, favorecer la expresión emocional,
potenciando sus fortalezas e intentando la recuperación del rol paternal y maternal, perdido por
la situación de hospitalización en la UCIN.
La entrevista semiestructurada nos permitirá identificar el grado de estrés que sufren los
padres, sus miedos, fortalezas, qué representaciones mentales tienen acerca de la parentalidad y
el nivel de apoyo existente entre la pareja. Todo ello repercute en la sensibilidad y en la
anticipación de necesidades del bebé, tomando esto de base para ayudarles a responder a sus
señales de estrés.
En primer lugar, se trabajará con los padres la mentalización o función reflexiva mediante la
puesta en marcha de una terapia inspirada en el Proyecto A.M.A.R orientada a la contención de
emociones. Las sesiones incluyen una batería de preguntas encaminadas a explorar sus
representaciones mentales acerca de la paternidad, sus miedos y su historia personal. Se
comenzará tomando de base las siguientes cuestiones con cada uno de la pareja: ¿Cómo te ves
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como futuro/a padre/madre?; ¿Cómo ves a tu pareja como futuro/a padre/madre?; ¿Cómo te
imaginas a tu futuro/a hijo/a?; ¿Cómo te imaginas, junto a tu pareja, como padres?; ¿Cómo han
sido tus padres en su función de padres?; ¿Cuáles son tus miedos?
Tras este primer contacto, y ya conscientes de sus preocupaciones y limitaciones, junto con
el resto del personal sanitario que conforma el equipo multidisciplinar encargado del programa,
se asesora y enseña a los padres las habilidades y destrezas que deben poner en práctica con su
bebé durante el periodo de hospitalización y en el momento de llegar a casa.
Los aspectos a trabajar por el equipo en la UCIN con los padres serán, por un lado, los
cuidados básicos y la estimulación temprana del bebé, y por otro los nuevos roles que se
establecen dentro del sistema familiar, potenciando el vínculo entre la relación de pareja y los
demás hijos si los hubiera.
En la tercera sección, se aborda el tratamiento y los cuidados especiales que requiere el bebé
hasta que se haya desarrollado lo suficiente para no necesitar soporte médico y puedan volver a
casa, además de incidir en la prevención para un posible futuro embarazo.
25
Por último, la cuarta sección va encaminada a facilitar la adaptación de los padres a la nueva
situación familiar y a las emociones a las que se enfrentarán en el momento del alta hospitalaria
(nervios, temores, preocupaciones, etc.).
4. Conclusiones
Tras el incesante aumento de partos prematuros acontecidos en nuestro país en las últimas
décadas, se crea la necesidad imperante de abordar esta problemática desde una perspectiva
multidisciplinar e integral.
26
psicológica de los padres. Ante este hecho, padres e hijo deben responder a la situación de alta
exigencia que impone la prematuridad: las barreras. Barreras físicas, creadas por el entorno
hospitalario neonatal, y psicológicas, por tener que apegarse a un bebé cuyo futuro desarrollo es
incierto. Todo ello, unido a la ruptura con las representaciones mentales imaginadas para el
momento del nacimiento, y los sentimientos de culpa en una madre que no ha conseguido gestar
a su hijo hasta la fecha marcada en el calendario (fecha probable de parto), conlleva dificultades
potenciales para el establecimiento del vínculo que favorezca un estilo de apego seguro.
Debido a esto, nacer prematuro es un factor de riesgo para desarrollar psicopatologías que,
en ocasiones, no son visibles hasta entrada la etapa de la adolescencia, momento en el que el
estilo de apego se encuentra instaurado.
5. Referencias bibliográficas
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6. Anexos
6.1 Anexo 1
4. ¿Crees que el vínculo de apego con tu bebé se puede haber visto interrumpido por la
situación de prematuridad?
5. ¿Piensas que el vínculo con tu bebé sería distinto si hubiese nacido a término?
6. ¿Cómo te imaginas al llegar a casa tras el alta hospitalaria? ¿Cómo esperas ese momento?
6.2 Anexo 2
Introducción a la prematuridad
32
nacer. Es conveniente considerar que no todos los nacimientos prematuros son iguales; se
clasifican en diversas categorías de prematuridad en función de la semana de nacimiento:
prematuro muy extremo (antes de las 28 semanas), extremo (antes de las 32 semanas), moderado
(entre la 32 y la 34) y tardío (entre la 34 y la 36). Dependiendo de las características del bebé y
de la categoría en la que nazca, así será su pronóstico.
Pese a que el nacimiento pre término puede producirse en cualquier embarazo, algunas
mujeres son más propensas que otras, identificándose varias características asociadas a riesgo de
parto prematuro.
Existen numerosos mitos que se relacionan con el parto prematuro. La mayoría de las madres
se preguntan qué han hecho mal para provocar el nacimiento prematuro, atribuyéndose parte de
33
la culpa. En la mayoría de los casos no hay nada que se pudiese haber hecho para evitarlo.
Algunos mitos son: tener pensamientos negativos, pelearse con la pareja, conducir o viajar,
alimentarse mal...
La prevención como tal, se basa en mantener una buena atención prenatal y médica, además
de una buena nutrición y hábitos saludables.
Los órganos del recién nacido prematuro no se encuentran completamente desarrollados, por
tanto, necesita cuidados especiales hasta que los órganos se hayan desarrollado lo suficiente para
que pueda sobrevivir sin soporte médico. Esto puede tardar de semanas a meses.
Por otra parte, si el bebé tiene problemas respiratorios se les colocará una sonda y un
respirador les ayudará a respirar; si los problemas son leves, únicamente reciben presión con
pequeñas sondas en la nariz.
Los bebés necesitan cuidados especiales en UCIN hasta el momento en que sean capaces de
respirar sin soporte, alimentarse por vía oral y mantener peso y temperatura por sí mismos.
Volver a casa
34
La llegada al hogar va a suponer una reorganización familiar, desde la adaptación de la casa
a sus necesidades, hasta el establecimiento de nuevos roles de los miembros de la familia. Para
facilitar esta adaptación, es conveniente procurar crear un entorno que cuente con las
características similares a la UCIN, es decir, el bebé necesita un entorno tranquilo, sin ruidos y
con iluminación sutil, y la temperatura debe ser constante a unos 22 grados, ausente de corrientes
de aire. Es importante que al preparar su cuna, se le incluya la mantita o peluche que le lleve
acompañando en la incubadora desde que nació, con el objetivo de que sienta familiaridad en su
nuevo entorno.
Esta llegada a casa vendrá acompañada de visitas y solo vosotros podéis decidir la cantidad y
duración de estas, sin embargo, no debéis olvidar recordar a los visitantes las precauciones a
tener en cuenta al tratarse de un bebé prematuro: lavarse las manos antes de tener contacto, evitar
ruidos, besos y cualquier persona que pueda tener un proceso infeccioso.
Los primeros días en casa vendrán cargados de inseguridad, agotamiento o estrés, es normal
que sintáis miedo siendo los únicos cuidadores de vuestro bebé sin la seguridad que proporcionan
los profesionales de la UCIN. Debéis daros tiempo para adaptaros a la nueva situación, no os
desesperéis, cada día será más fácil. Tenéis las habilidades y competencias necesarias para cuidar
a vuestro hijo, la maternidad y paternidad siempre genera inseguridad, es un proceso de
aprendizaje e incertidumbre, pero debéis recordar que los cuidados de una madre o padre nunca
pueden ser sustituidos por cualquier otro.
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