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BIBLIOTECA APOLOGÉITCA
BARCEI-,ONA
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ES PROPIEDÂD
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PRÔLOGO
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)
IION§EÍOB LE CÀUUTI
t Eurr,ro-Panr,o
Obispo de Ira Rochela y S*intes.
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PREFACIO DE [Â PRIMERA EDICIÓN
I
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)
UON§ENOB I,E CAMTIB
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I
I
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l0 MONSEfrOB LE CÀMIIS
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LA OBBÁ DÚ LOS ÀPó§TOLES t1
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I
t2 l[ONsEftOR LE CÀMUS
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o
L.I\ OBBÀ DE LOB APóSTOLES IB
o
Maestro se impuso á, mi adoración. En diversos grados
apasionan aquéllos mi alma, como éste la había apasiona- I
do; I la alegría que experimento al darlos á, conocer, me
compensa abundantemente las muchas horas empleadas
-en estudiarlos.
E. Le C.e.uus.
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I
I
TNTRoDUCctóx
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\
LÀ OBBA DE LOS 15
"APóSTOLE§
Á fioet del siglo IY, San Juau Crisóstomo (1) decía á sus
oyentôs que oad, les era á Ios iieies menos familiar que la
historia apostólicà, y, al empezar el eomentario del libro
de los Hechos, se lisonjeaba de reservar sorpresas muy in-
teresantes á Ia mayor parte de los que Í'ueran á escucharle,
porque diría cosas vieias gue á todos parecerían nuevas.
Permítaserlos cornpartir las esperanzas del más elocuente
exégeta de ia Iglesia griega, al ofi'eeer al público, que nos
ha dernostrado ya sus simpatías, esta historia de los Após-
tolgs y de su Obra, continuación de la Vid,a d,e Nuestro
Sefi,or Jesucristo.
No tan sólo la ciencia apologébiea, pero también la saua
y robusta piedad, tienen verdadero inberés eu saber cómo
el Cristianismo se estableció, se propagó y se organízó;
qué virtudes adornaron ,à la primitiva lglesia, pues hay
quc c_reer que practicó las más esenciales y las más dig-
nas dê or".iro anhelo; qué vínculos urrieron desde el prin-
cipio á los fieles entre sí y a ésbos con sus maestros;
cuáIes fueron los orígenes del culto, de la jerarquía y de
las diversas obras de edificación. Santo Tomás ha dicho
en alguna parüe que todo ser eÍlcuenbra su perfeceión eu
su origen. Séame permitido tornar estas palabras en un
senbido favorable á" mi tesis, y cleeir que toda institueión
debe siempre buscar en'sus orígeues el secreto de su írlti-
ma perfección, de 1a eual le es muy fácil apartarse en el de-
eur'§o del tiempo y al eontacto de las pasiones humanas.
En nuestro tiempo ha concerlido Dios á str Iglesia la
gracia especial de llevar nuevamente las almas 4l esttr-
dio de nuestros orígenes religiosos, de arrancarlas de las
pequeflas devociones gue las embarazan y de la ignorancia
que las invadc, para ejercitarlas principalmenbe en la imi-
tación de las virtudes varoniles que fueron honor y gloria
imperecedera de la Iglesia naciente. lBenditos sean los
pastores del místieo rebaflo que contribuyaná" Íomentar
este movimiento! En la esfera del rnurído espíritual, que
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I6 }IONSEftOR LE CÂMUS
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LA OBBA DE LO§ ÂPó§TOI,E§ L7
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t8 MONSEftOR LE CAIIUS
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LA OBRÀ DE LOS ÀPóSTOLE§ r9
a
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I
20 M(,NSEftOR LE CÀ![US
los Hechos. Es evitlente que, desde la primera parte del siglo segundo, este'
libro se atribuía á San Lucas.
(l) En Eusebio, If. 8.,Y, Ir. Se habla del martirio de Esteban y de su
plegaria para sus matadores. La carta es del afio 177.
(2) Strom., Y: «Como Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, recuerda
estas palabras de Pablo: Atenienses, etc.)
(ts) Cita con frecuencia los Ilechos, los cuales atribuye á San Lucas. Yéa-
se sobre todo De jejun., X: Cum in eodem commentario Lucae, et tertia ho-
ra orationis demonstretur, etc.», y De Baptismo, X: «Adeo postea in Actis.
Apostolorum invenimus, etc.»
(4) En su comentario á la Epístola á los llebreos, dice: «Algunos supo-
nen que fué escrita por Clemente, obispo de Roma, y otros por Lucas, autor
del Evangelio y de los Ilechos.» Véase en Eusebio,8.8., VI, XXVL
(5) Cuando Focio ( Qwaesú r aá) habla de «algunos que atri-
buyen el libro de los Hechos Roma, de otros á Barnabé, de
otros en fin á Lucas», no es q guna duda en la verdadera tra-
dición de la Iglesia; quiere hacer resaltar la ignorancia de algunos á propó-
sito de este libro.
(6) Pretender que el historiador ha podido introducir estos fragmentos,
escritos por otro, sin aplicarse á sí mismo el nosoúros que los caracteríza, y
sencillaúente por un respeto escrupuloso á las fuentes en las cuales bebe
es asimilarle, contra toda justicia, al más inepto de los compiladores.
(7) Hechos, XYI, 10-17.
a
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LÂ OBBÀ DE LO§ ÀPóSTOLE§ 2l
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MONSIfrOB LE CÀ}ÍUS
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LÀ OBBA DIC LO§ ÂPóETOLES
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MONSE§OR LE CAMUS
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LÀ OBRÂ DE LOS ÂPóSTOLES ÔE
za,
t_ http://www.obrascatolicas.com
/
MONSENOB LE CAMUS
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LÀ OBRÀ DT LOS APó§TOL}NS
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I
trIONSENOR LE CÀMUS
destruyen.
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LÀ OBBÀ DE LOS APó§TOLTS
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l_ /
30 MONSENON, LE CÀMU§
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LA OBBÀ DE LOB ÂPó§TOI,ES :]1
(l) Estg es sobre tod.o sorprendente en los discursos de Pablo á los An-
.cianos de Éfeso, ó en su apología ante Agripa y Festo.
(Z) Así, los áir.o..o. d1 Peãro y de Santiago en Jerusalén, la apología de
Pablo ante los judíos (Eech., XXVI, l-32).
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L
MONST]ITOA IE CÀMUS
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I/A OBBA DIC I,OS ÀPóSTOLE§
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L )
MONSENOB LE CÀMUS
(1) Á decir verdad, es dudoso que este nombre le fuera dado por elautor.
Sin embargo, Tertuliano, Clemente de Alejandría y el autor del fragmento
de }Íuratori ya lo leían al principio del libro.
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LÀ OBBÀ DE LO§ ÀPóSTOLE§
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_,
.36 MON§ENOR LE CÂMUS
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LA OBBÀ DE LOS APóSTOLES 37
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I
UONSEfrOE LE OÀUU§
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LÀ OBBA DE LO§ ÀPó§TOI,TS
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LA OBRA DE tOS APÓSTOLES
PRIMERA PARTE :
CAPÍTULO PRIMERO
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7
l[ONEBfrOB LE.CÀUU§
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L
LA OBRÀ DT I,O§ ÀPóSTOLE§
(I) No hay oposición entre Luc., XXIV, 53, y el pasaje de_ los Hechos
qoà.o-.ntamos]Los Apóstoles podían habitar en el Cenáculo y á,lar-ez
asisLir regularmente á lai ceremónias cotidianas que en el Templo se cele-
braban.
(Z) Esto uo contradice á"f Cor,, XVr 6,porqug San Lucas no entiende
deàií que todos los fieles á Jesús estaban reunidos en el Cenácu-lo, ui San
Pablo porr" en Jerugalén la manifestación del Sefror á quinientos discípulos.
(B) 'Conservaban así el sitio que Jesús les había seflalado en sü Iglesia y
vivían santamente unidas á los Apóstoles, participando' como en los día,s
del Maestro, de todas las gracias de la piadosa comunidad.
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7
UONSEfrOB Í,8 CÀMUS
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IJA OBBÀ DE I.oS ÂPó§TOf,ES
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46 UONSEfrOB LE CÀilUS
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LÂ OBRÀ DE LOÊ ÀPó§TOI'ES
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IIONSEIÍOR LE CÂMUS
:*
T
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LÂ OBRÀ DE LOS ÂPó§TOLEB
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MÜI{SIN*OB LE CÀD[,g§
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T-A OBBÀ DE LO§ ÂPóSTOLE§ ãL
(I) Los rabinos Ia llarnaban la fiesta de la Ley ( Pesachina, foi. 68, z).
\réase en Schoettger y Wetstein, I[or. hebr., ad, h. loc. Maimonides ( More
Neoochim, rlr, 4t) dice: «Festumseptimânarurr est ille dies quo lex data
fuit.» San Jerónimo (ad Pabiolam, Mansio xlr) y San agustín (Cont"
.Fausüum, xxxll, 12) sostienen esta opinión; mas ni I'ilón niJosefo parti-
cipan de ella.
I I
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CAPITULO II
El Pentecostés cristiano
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r,A OBBA DE LO§ APóSTOLES
T. IY
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MONSEfr'OB Í,8 CÂMU§
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LA OBRA DU LOS APóSTOLES
nos han sostenido esta opinión apoyándola en que San Francisco Javier,
San Bernarclo, San Antonio de Padua, San Vicente Ferrer, se hacían enten-
der de oyentes cuya leugua ellos no hablaban. Mas hay que creer que estos
ilustres santos entusiasmaban sobre todo á su auditorio por su acento pene-
trante y su exberior, más elocuente todavía que sus discursos. I[o se dice
que ninguno de estos grandes apóstoles de los tiempos rnodernos haya ape-
lado, para probar su misión divina, á este poder milagroso de hablar todas
las lenguas, ó de hacerse entender de todos no hablando más que una.
Semejante argumento en favor de su predicación no hubiese carecido de va
lor.
(1) Heehos,II, a.
(2) Murc., XVI,17.
(3) Hech.,II, +. EI texto es explícito.
(4\ Para entender bien nuestro pensamiento, conviene olvidar un mo-
nrento las opiniones poco fundadas y, con todo, comúumente admitidas so-
bre el milagrode Pentecostés y atenerse al texto, que es un guía mucho más
seguro. El vers. 2 nos nuestra á los discípulos juntos en la casa, reunidos en
el cenáculo ó en la terraza, y allí es (vers. 4) donde hablan en diversas len-
guas. Los oyentes y los curiosos no llegan sino después de hqber comenzado
el milagro (vers. 6). Oyen que algunos discípulos hablan su lengua nacional,
no que cada discípulo hable todas las lenguas. Se pasman porque aquellos que
alaban á Dios son todos galileos (r,ers. ? V 8) y no judíos de la dispersión. EI
desorden tumultuoso de tantos idiomas diversos hablados álavezhace que al-
gunos supongan que los discípulos estaban ebrios, y confunden la admirable
escena de la acción de gracias con los gritos y te que
he perdido la razón (vers. tB). Esto no se explic que el
milagro se hubiese verificaclo en los oídos de la e que
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MONSENOR, LE CAMU§
cada oyente hubiese advertido que su propia Iengtra era hablada por cada
discípulo. De este fenómeno hubiese resultado, en efecto, la más adrnirable
unidarl. Otro punto esencial que hay que observar es qlte los discípulos no
predican á la concurrencia. Semejante predicación hubiera sido á Io menos
muy caprichosa, pues cada uno hubiera clebido dirigirse á una sola categoría
de oyentes (rt aquellos cuyrr leng'ra el hrr,blaba), y, sin embargo, la predicación
hubiese sido colectiva, hablando todos ála vez, ct)rlro si fuese posible que en
esba conf usión cada oyente pu,liese seguir nl orador que á é[se rtiligía. Ade-
más i,es admisible el hecho Ce qrre cienbo veinte preclica,lores hablaran á la
vez, &un currndo hubieran htblado una sola leng,1i1, milagrosaruente tradu-
cida pa,ra oyentes cle diversa nacionalidatl? lirto fuera superfl,ro, con uno só'
lo bastara. Por tanto, con razón el 6i.6ep[a,lor sagrado precisa (v. ll), no
que los discípulos predicahan, sino que cant'tban las alabanzas de Dios.
En côsa de Cornelio, en Ces'irea, l«rs neófiüos recibieron i,lénticatnente el
mismo don de lenguas, y se sirvieron de é[ en seguida. iSe dirá que fué para
preclicar? Ellos no tenían seguramente que h reerse oir por oyetrtes de nacio-
nalidades y de lenguas diversas. No hablaban sino para alab,tr á Dios. Todas
estag razones son por sí solas coneluyentes;pero aunque lo frresen menos,
lo que San Pablo dice de la glosolalia en las asanrbieas cristianas de Co-
rinto no permite la menor ob.ieción.
(l) Obros suponen que habló en griego, mas sin probar su hipótesis. En
otra circunutancia solemne, leemos que Pablo habló al pueblo en arameo.
(Ilech,, XXI, +o).
(2\ f Cor., XIV, z.
(B) Vé,rse Papias en Errsebio, If. 8., II[, :xt. San Ireneo le da el título
de êppqvets ó éppr1vewi1s. En Clemente de Ale.i. (Strom., VU), Yemos que
los basilidos decían lo misnro de un tai Glauquias.
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LÂ OBRA DE LOS ÂPóSTOLBS t7
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TTONSENOII, LB CAMUS
vertidog de Oeeárea. Pues bien, Perlro declara, Heeh., XI, I5, que lo sucedido
€n casa de Oornelio |né ahsolu,úamente pareeid,o á lo que ocurriera en Pente-
costés: õorcp xo.l éQ fipâs êv &pxi. Y, efectivaurente, el fenómeno de Pente-
costés es determinado por estas misnras expresiones: 7Àôoaors ÀaÀeiy ( Hech.,
II, a;. La palabra érépots no indica diferencia, porqueseencuentra también,
en cuanto al sentid.o, en f Cor., XIV,'21, y eo f Cor., XII, t0, 28; XlY, r,
10, etc.
(l) Este don, lóglcarnente relegado á segundo térnrino por un maestro
como é1, desaparece pronto para dar luglr á otrós más útiles. r\i el Pustor
de llernras, ni las epístolas católicas lo mencionan. Sin embargo, San Ireneo
( Ad,a. llaeres., Y, 6) habla «cle muchos hennanos (lue él ha oído en la asam-
blea cristiana profetizar y hablar en diversas lenguâs), zrazzoôorrois 7Àôacars.
Tertuliano ( Adu. -lÍarc., Y, 8; de Anima,IX; menciona algunos dones espi.
rituales qne se manifiestan en los montanistas, y uno de ellos es el don de
lenguas. A partir del siglo III, no queda rastro de la perpetuidad de este
fenómeno. Lo Quo se cuenta de carismas análogos concedidas á ciertas sectae
cristiauas, los carnisardos, en las Cevennes, los cuáqueros, los metodistas,
y más recientemente los irvingianos, pàrece que no es más que una falsifi-
inficación de la primitiva glosolalia.
(2') I Cm., XIV, 22: Itaque linguae in signum sunt, non fidelibus, sed
lelibus.
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LÀ OBBÀ DT LO8 ÂPóSTOLtsS'
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l[ONBEfrOR LE CAiIU§
(l) Se dice en el testanrento de los doce Patriarcas, p. 618: Etr Àcór E:vdlr
ral 1)tôtaoo. plo,,
(2) Hcchoq II, 16 y siguientes.
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LÀ OBBÂ DE LOB ÂPó§TOLES 6l
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MONSENOR LE CAMU§
tiende á lo largo del mar Egeo y que comprendía Jonia, Lidia, Misia y Oa-
ria. Su capital era Efeso. Era de mucho Ia más rica de las provincias romanas.
Frigia estaba más al iuterior del continente. Pamfilia se hallaba cerca del
mar.
(l) De las cinco naciones últimamente nombradas, en tres de ellas espe-
eialmente ha,bía gràn lnezcla de judíos: Egipto, la Libia cirenaica y Roma,
«londe los verernos, según Tácito, hacer sombra al gobierno imperial.
(2) Hablaban, pues, casi todos los dialectos de las principales lenguas del
rnundo civilizado. En esta enumeración de quince pueblos representados en
Pentecostés, no se siguió rigurosamente ningún orden geogrático ó etnogró-
fico.
(3) Josefo, B. J., fI, 16, 4, hace decir á Agripa que en ei muudo no ha-
bia ninguna uación en que los judíos no se hubiesen esta,blecido.
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LÀ OBBÀ DE LOS APOSAóLE§
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I
64 MONSE§OR LE CÀMg§
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LA OBRÂ DB LO§ ÂPóSTOLE§
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I
MONSE§OIT, LE CAMUS
con razón esta frase por: cz ro,rs êo1gd,rats i1p.épo,ts, en los últimos d,ía,s de la
era que precederá al reino mesiánico. Com. -Is., II, 2; Miqu,cas, IY, l; il
?int.r III, l, etc. Véase en Lightfoot, Hor. hebr. in Act.II, U. (Extremum
tempus, dice el rabino Nachman ad, Gen., XLIX, l, omnium doctorum con-
sengu sunt dies Messiae.»
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LÀ OBR,A DE LO§ APó§TOLE§
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f-
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LA OBBÀ DE LOS ÀPóSTOLES
S T. Iy
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70 MONBDfrOT' LE CAIIT'§
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LÀ OBBÀ DE LOS APóSTOLE§
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r
MON§EfrOB LE CÀMUS
"":ifiU:l e Pedro no
la admitió;
admitía aún la
ai Evangelio supo-nía sola-
por hlcerse judío.
mente q,ue, parâ ser cristiano, e.a pre"iso comenzar
bautismo en nom-
o\ El mismo había prescrito, en efecto, la fórmula d.el
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l
LÂ OBRA DS LO§ ÀPóSTOLtrS i3
don eelestial. Jesús lo ha prometido á toda su Iglesia.
Participarán de él todos los que, por muy alejados que es-
tén de Dios, \,engan del judaísmo ó del paganismo á ins-
eribirse en esta Iglesia.
Pedro apremiaba además, eon otros discursos que,el his-
toriador no nos ha conservado, á la parte de su auditorio,
eonmovida ya, peÍo todavía inde_eisa. M_ulriplicaba los testi-
monios que prueban la misión divinzn de Jesús, y su con-
clusión era esta: (Poneos en salvo de entre esta genera-
eión perversa).
Aquellos que, de buen grado, recibieron su palabra fue-
ron en seguida bautizados. DifÍeilmente hubiese podido ad-
ministrarse el baut,ismo por inmersión á tan gran número
de convertidos, en una ciudad en que el agua no abun-
da, sobre todo en verano. Pero el espíritu de la nueva r.e-
ligión r1o era formalistà, y un poco de agua, cayendo sobre
la frente de un proséIito, pareció ciertamente á los Após-
toles lavar sq alma tanto como un baflo completo en las
piscinas de la ciudad. El agua no era sino el signo figura-
tivo; el agente efr,caz era el Espíritu, y éste se encubría
lo mismo en la gota simbólica de la aspersión que en la
ola que envolvía á los neófitos.
En este mismo dÍa de Penteeostés, en que Israel ofrecía
á Jehová los panes nuevos, el Espíritu Santo y el Hiio
ofrecieron al Padre, por mano de los apóstoles, las almas
de tres mil convertidos.
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CAPITULO III
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LÂ OSBA DE LOg ÀPó§TOLEB 76
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76 MONEEfrOB' LE CÀMUS
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LA OBBÀ DE LOS ÀPó§TOLES
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L
MONSEfOR I]E CÀUUB
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LA OBBÀ DE LO§ ÂPóSTOLES
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MONSET\OB LE CÀMU8
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LÀ OBRÀ DE LOS ÀPóSTOLE§ E1
I
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I
MONSEfrOE LE CAMUS
(l) El aüo 3O de nuestra era, 783 de Roma, nos ha parecido la fecha pro-
bable de la muerte de Jesús. Y. La Tida dE N. S. J., vol. III p. Bã4. El mar-
tiriodeEsteban y la conversión de Pablo habrían tenido lugar en el aío BB-
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LÀ OBBÀ DE I,OS ÂPó8TOLE§ 8:l
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CAPITULO IY
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LÀ OBBA DE LOS ÂPóSTOLES
ta así adornada fuese llamada la puerta blanca r la puerta herrnosa, thpo,tav spe-
c*tsanm rcomo se decía, de Susa, la ciudad, bl,anca,, ô la ciudnd, her,mosa (Eúer.,
I, 2). Finalmente muchos han traducido ôpatdv por la puerta que seflalaba eI
tiernpor la hora ó las estaciones. En hebreo, se la llamaría Jwleda, de la raíz
.Jeled,, significando la vida que pasa, el curso del tiempo (Vease Gesenius,
lV. Thes., vol. I, p. a7a). Una de las puertas que se ven todavía en el muro
meridional de llaram (la Puerta doble), debajo de la mezquita El- Aksa, se
llama la puerta de Hglda; eu eituación al mediodía era de las mejores para
un cuadrante solar. A decir verdad, los judíos creían que tomó el nom-
,bre de la profetisa que vivió en tiempo de Josías (lT Reyes. XXII, M; fI
,Pa,ralip., XXXIY, 22), y no de su primitivo destino, Puerta del Tiempo 6
de las Estaci,ones. de los meses y de las horas. Semejantes extorsionee he-
chas por el pueblo á las indicaciones más seguras de la tradición no son
raras. Si la identificación de ópolo y de Eulda se admite, la inmensa colum-
na monolita, con el soberbio capitel de hojas palmeadas que allí se ve
úodavía, hubiese sido testigo del presente milagro (Y. Notre Yoyage awx
Poys bibligrcs; I; 365). Es cierto que esta era la puerta que los Apóstoles de-
ibían abordar directamente, después de haber atravesado el sur del Tiro-
T. IV
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MONSEftOB I,E CÀMII§
canta.
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LA OBBÂ DE LO§ ÀPó§TOLES
(l) E sucedióel
prodigio igo estaba
en el lad dos discí-
pulos y I ba uno de
los lados
(2) Eech.,ÍY,ZZ.
(3) Algunos leen dfouoÍç, auüoridad,, envezde eloepelç,
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l[ONSEfrOR LE CAMUS
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LÀToBBÁ DE Los ÂPósroLEs
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MON§EfrOB LE CÀMU§
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l
I,À OBIiA DE LOS APóSTOLES 91
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MONSE§OB LE CÂMUS
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CAPITUTO Y
(1) San Lucas dice que la reunión tuvo lugar en Jerusalén. Esta obser-
vación podría parecer superflua, dado que todo el asunto pasaenJerusalén;
pero se explica bastante bien por una indicación gramatical que tiene eu im-
portancia. Las mejores lecciones llcvan eds'IepouooÀúp en lugar de év'Iepovaa-
\rtp.; lo que permite suponer que los miembros del Gran Consejo lle.garon
del campo á la ciudad. Así estaríamos autorizados para creer que en este mo-
mento, época del calor, estarían veraneando y que fueron convocados para.
la audiencia solemne.
(2) Yéase Tid,a d,e Nwestro Sefi,or Jeswcristo, vol. I, p. rl7.
(3) Yide dn Nwestro Sefror Jesuwisto, vol. I, p. I2l.
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L
MONSEIVOR LE CÁMUS
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LÀ OBBÀ DE LOs ÂPóSTOLES
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ú
MONSEN'OB LE CÂMUS
(1) EI historiador sagrado sigue suponiendo que aquí, como bajo el pe-
ristilo de Salomón, hablaban Pedro y Juan, si bien cita solamente el discur-
so de Pedro. Su intento fué sencillamente reproducir, de una mânera gene-
ral, el orden de sus ideas desarrollado por los dos acusados.
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r-
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IIONSEftOR, LE CÀMU§
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LÀ OBR,A DE LOS ÀPóSTOLDS
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I
CAPÍTULO VI
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T.A OBBÀ DE IO§ ÀPóSTOLE§ 101
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L
102 IIONSEÍOB LE CÀMU§
rosâs.
(*) Yease pág, 47, nota 2.â, y pág. 65, nota 2."-N. del T.
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l
LÀ OBRA DE LOS APóSTOLE§ 103
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104 MONSEftOR LE CAMUS
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LÀ OBRÀ DE LOS ÂPó§TOLE§ l0ó
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t
106 MONSEfrOE LE CÀMUS
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LÀ OBRÀ DE LOg ÂPóSTOLES 107
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108 MON§EÚOR LE CÂMUS
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CAPÍTULO YII
El valor de los predicadores hace que se los aprisione por segunda vez.-Su
liberación milagrosa.-Desengaflo del Sanedrín en sesión.- Los Apósto-
Ies, á quienes se busca en Ia cárcel, cstán predicanCo en el Templo.--
Aceptan ir á explicarse ante los jueces.-Yigoroso discurso de Pedro.-
Intervención saludable de Gamaliel.-Su hábil moción y sus resultados.
-Los azotados, satisfechos de haber sufrido por Jesucristo, vanse de nue-
vo á predicàr. ( Hechos,Y, L7-42).
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t
tt0 MON§ENOB LE CÂMUS
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LA OBR,A DE LOs ÁPó§TOLES !11
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t
lL2 MONSEfr'OR, LE CÀId.US
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LÀ OBBÀ Dtr .LOg ÀPóSTOLES tl3
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I14 MONB.T]NOR Lts CÀMUS
^
(l) La expresión rtliei,rpô roúrav rôtv i1p.epôv, no signi-
fica que el acontet:im Las primeras palabras del versíúlo
siguiente, p,erà. roarov olocan más allá de la rebelión de.
Judas el Galileo, y por consiguiente unos treinta aflos, por lo menos, antes
del discurso de Gamaliel. Querer entender p.erà rolrov en el sentido de des-
puís de aquéL, remontand,o y no d,escend,iend,o el curso de la historia judían
es suponer qae d,espu,és equivale á, a,ntes, y violentar singularmente las pala-
bras sin lograr con esto armonizar las cosas.
(2) La contradicción entre Josefo y San Lucas, por lo que toca á la épo.
ca en que vivió Teudas, parece flagrante. Mientras que Gamaliel, hacia el.
aflo 32, supone que Teudas ha muerto desde hace algún tiempo, y aun lo
hace predecesor de Judas el Galileo transportándolo antes de la era cris-
tiana, Josefo lo hace vivir hacia el aflo 45, bajo Cuspio Fado. De Augusto á
Claudio el intervalo es considerable. De los dos historiadores que se contra-
dicen, icuáI pudo nrás fácilmente equivocarse? iSería posible que ambostu-
yiesen razón, y que hubiese habido dos Teudas diferentes?
La hipótesis más verosímil es que en el fondo de esta divergencia hay urr
error, y que el culpable es Josefo. En efecto, este autor no es tan seguro en
materia de cronología, que sea preciso mautener su autoridad contra la de[
Iibro de los Hechos. San Lucas escribió probablemente á vista de su maes-
tro Pablo. De él tenía quizás el discurso de este Gamaliel á cuyos pies ha-
bía Pablo estudiado. Afladamos que redactaba su libro con documentos de
primera màno y en una época menos lejana de los sucesos clue aquella en la,
que Josefo, componía su historia. Es opinión muy decidida de gran número
de críticos (Niebuhr, Hist. anc., III, 455; Prideaux, Connection,I, 44, 84L,.
352; Baronio, Casaubon, ete.) clue el autor delaHistoriaantigm, d,e los Jw-
d,íos e*aba sujeto á distracciones cronológicas considerables. Ahora bien, al
primer golpe de vista, el párrafo que abre el capítulo V del libro XX, pare-
ce no ser más que un apendice sobrevenido al azur, sin relación lógica con
lo rlue procede, y preparando sólo indiremamente lo que sigue. Diríase que
Josefo, en este apàrte iurprevisto, quiso como despedirse de Fado, atribu-
yéndole una postrera hazafla. Pero, engaflado por sus recuerdos, no logró,
sino honrarle con hechos de armas ajenos. Esta solución, radical sin duda,
pero un tanto fundada en razón, parece más satisfactoria que todas aquellas.
de que se pâgan nuestros más recientes exégetas.
Para sostener toda la autoridad histórica de Josefo y la de San Lucas,-
han dicho que no se trataba cle un misrno hombre y que hubo dos Teuclasl:
el uno antes de Judas el Galileo y baio Augusto, éste sería e[ de Gamaliel;
el otro baio Claudio, y estesería el de Josefo. En sí, la cosanopareceríaim-
posible, sino se tratase más que de una identidad de nombre entre el Teudas.
de Gamaliel y el de Josefo; pero hay además y sobre todo la identidad de
fisonomía y de historia; y si bien es cierto que puede decirse quo también
hubo cuatro agitadores políticos llamados Simón en un período de cuarenta.
aõ.os, y tres llamados Judas en diez aflos, no podrá fácilmente probarse quo
dos de ellos tuvieran el mismo carácter, más religioso que político, las mis-.
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I/À OBRÀ DE LO§ APóSTOLE§ l1ã
á este revolucionario religioso tanto espacio como á Jesús,
y nos lo muestra imponiéndose al pueblo por sus discursos
y sus obras prodigiosas, hasia el punto de que un día con-
venció á sus parbidarios á que le siguiesen con 1o que te-
nían de más precioso, como si se tratase de emigrar. Re-
uniéronse en esta forma en las orillas del Jordán. AIIí de-
bía obrar un prodigio digno de Ia an.tigüedad bíblicâ, puês:
Teudas se haeía pasar por proÍeta. A su voz,las aguas del
río se separarían y permitirÍan, una vez má,s, á, Israel'
atravesar el Jordá,n a pie enjuto. Semejantes promesas lee.
mas pretensiones, el mismo fin trágico. Sea lo que fuese, una vez admitido..
como posible, Josefo debería en alguna parte hablar deijTeudas primero ó"
antiguo; pues sería inadmisible suponer que Gamaliel evocara en su discur-
so un hecho sin importancia y que hubiera pasado inadvertido en la his-
toria judía. También es poco probable que el primer Teudas, como muchos.
lo han pretendido, hubiese sido uno de los agitadores innominados que tur-
baron á Judea á fines del reinado de Herodes (-8. J.,TI, 4, L; Amt., XVII,
9, 3, etc); y por esto se ha sentido la necesidad de identificar al personaje
que se busca con alguno rle los revolucionarios rnás célebres mencionaclos
por Josefo y que lievan otro nombre. Ora se ha pretendido que un mismo.
sujeto tenía dos nombres diferentes, para recordar, por ejemplo, dos fases
diferentes de su vida. Así el esclavo de llerodes que intentó hacerse rey
(8. J.,IÍ, 4, 2; Ant., XYII, I0, 6) y fue condenado á muerte, habría podido
Ilamarse Teudas, en el tiempo de su esclavitud,-este nombre se daba co-
nrúnmente á gente de esta condición (Cicer., Ad, Diu., VI, to),-y más tarde,
como pretendiente, haber tomado el de Simón. Esto es posible; pero, en este
caso, àpor qué Gamaliel no lo llama por su nombre histórico y más célebre?'
Ora se ha buscado hacer de dos nombres uno solo, asegurando que Judas,
Judá., Tadeo, Teudas eran una misma palabra modificada por el uso.Itrn es-
te caso,-si bien prescindiendo de carácter é historia que difiere esencialmen-
te,-Teudas podrÍa ser aquel Judas, hijode Ezequías, el cual, después de la
nuerte de I{erodes, se apoderó del palacio de Séforis en Galilea (Ant., XYII,
10, 5.) Así también se ha dicho que, siendo Teudas, Teodos, Teodoro traduc-
ción griega de MatÍas, I\Iatanías Qlon cle Dios), Garnaliel había hablado del
legista que, de acuerdo con Juclas, hijo de Sarifeo hizo pedrzos el águila ro-
manâ colocada sobre la puerta del templo (Ant., XYIL 6, 2); pero iacaso la
historia de este patriota se parece á la del Teudas de Gamaliel? Si se trata
de dar á Teudas unaexistencia cualquiera, sería mejorescogerunrevolucio-
nario cuyo nombre le fuese más parecido; y en estas condiciones se encon-
traría á Teudión (Ant., XVII, 4,2), qlue fué acusado de haber expedido de
Egipto un veneno á Feroras, para env
forzado, excesivo, y sobre todo inútil
cindir de ello,,basta admitir que Jos
lapsus tnemoriu, se ha equivocado aq
tl.iaua importancia! Teudas y sus partidarios pudieron haber sido derrota-
dos por Yalerio Grato, Annio Rufo ó cualquier otro, y Josefo atribuyó eL
honor de esta derrota á Fado, que no los había conocido.
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116 MONSENOE LE CÀMUS
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LA OBBA DE LOs ÀPóSTOLE§ r17
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118 MONSENOB I,E CAMUS
;#*l;'-,ltx;.:'T:''h*lut"l'.ffi ;
), y siguió exterior-
mente perteneciendo al judaísmo sus hermanos' Jun-
ã*ã"tã con su hijo Abib y Nico bautismo d.e manos
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LA OBBÀ DE LO§ ÂPóBTOLES ll9
tal hubiese traído una eomplicación politiea que podía
.inquietado al mismo êamaliel. La flageiaciào *"
haber
aclministraba para eastigar diversos crímenes"G). §e
spa
una torbura solamente dolorosa, era también infamante (,r).
sirvió para eastigar la desobediencia de los apóstolos,
yfl" todo para salvar la dignidad del sanedrín, pue. nor
debía parecer que la augustá asamblea había sido reunida
para dar la razón á unos aeusados.
q'il ,Í,':".1ffii.]i?;:#*
*i íiu"ror rísico ni á ra o,-,hffii:lJHã1,::l'i:l::
iueees, lanzand o qaizá,como
ional la hermosa frase que
Primero serair d, Dios, d,rr-
que aeeptaban una lueha á
muerte, pero teniendo coneiencia de la santidad de su
eausa, sentíanse más grandes y
más fuertes que el mundo
entero. a este primero é irresistiblesentimieoto d"l dere-
eho, idad ni la violeneia prevale-
eían de haber sido jorgrãos dig-
nos el nombre de Jesús. La alà_
gría I alma que ha probado su fi-
delidad, irradiaba en su mirada. Estab* hurrosos eomo re-
vestidos de una primera aureola de martirio; pues había eo_
menzado á"realízarse la profecía del Maestro que les prome-
tiera azoües tan crueles como la injustieia de sw (B).
iràreg
Tomaban para en adolante la c.,z sobre s,rs espaldas, y
este primer testimonio de amor al seflor, asoeiándolo. e
los dolores mismos de la Pasión, tenía para elloe una sua-
vida<I singular. Sufrir como É1, po" Ét j, eoo É1, debía ser
el eterno ideal de las almas ger osa.. La santa alegría
los apósto) en esta oeasión ha sIdo,
:y"perimentaron
(t) Desde Moisés (Deut.,
{xv, r-s) hasta san pabro (rr xr, a124)
vv"' aLL,
\-- cor.,
este,supliciolse enc.uentra usado entre ios judíós.
(2) Josefo (An!.t I_Y,_gl la llama rtp,tfla abyíorr1. Sobre la crueldad de
este castigo véase la Tid,a de Nuestro senor .rrán ;íúrãi.-rii,
p. il:-
-
(.8) .Vot.,lX, t7.
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t
I 120 UONSEfrOB LE CÀM{IS
los
en el decurso de las etlades, el estado de alma de t'odos
márbiros. Ni uno solo de ellos ha sufrido con tristeza' IIan
derramado toda su sangro, pero no una lágrima. Esto-
os
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LÀ OBRÀ DE LOS ÁPOSTóLES l2l
acabamos de comprobar en el partido jerárquieo. Esta hos-
tilidad se afirma por este primer atentado á la libertad de
los predieadores y el indigno tratamiento que se les infli-
8e, y se aeentuará en los acontecimientos que luego se se-
guirán, motivados por la aparieión do un elemento, no nue-
vo, pero cada vez más poderoso en Ia joven Iglesia; nos
referimos á los discÍpulos helenistas; porque si puede ser
inexacto el decir que los judíos de lengua griega fueron
favorables, por regla general, á la nueva religión (1), es ab-
solutamente cierto que aquellos que la adoptaron fueron
sus propagadores más ardientes.
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I
SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO PRIMERO
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LÀ OBRÀ DE LO8 APó§TULES r23
(l) Esta denominación, que se halla dos ó tres veces en el libro de los He-
chos (IX,29 y XI, 20), se refiere á los judíos ó á los adeptos del judaísmo
que no sólo hablaban entre sí la lengua griega, pero leían la Escritura y tri-
butaban á Jehová sus honores en este idioma. Su nombre venia de êÀÀ42Ífeu,
hablar el griego, por oposición í los judíos palestinos,'Eppa2or,, eüê leían la
Escritura en hebreo y hablaban el siro-caldeo, ó arameo. En masa eran de
raza judía, que habían nacido ó vivían en el extranjero. Taurbién se les lla-
maba hijos de la d,ispersión. E;ntre ellos podía también encontrarse po'
sélitos de la Puerúa, paganos convertidos aI judaísruo.
(21 La palabra oiud,as designa aqui probablemente á las pobres mujeres
que la muerte del jefe de familia había dejado sin apoyo, y que eran mante'
nidas á expensas de la comunidad. Si esta denominación quisiérase aplicar-
la á las piadosas mujeres de las que más tarde se hablará (I I'im. Y,3), ocu-
padas en alir.entar y cuidar á los pobres, el asunto habría tenido mayor al-
c&nce.
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t24 MONSENOR LE CAMU3
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L26 MONSEf,IOR LE CÂMUS
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I,À OBBÀ DE LOS APóSTOLEB 127
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I
128 MON§EftOR LE CÀMU§
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t30 MONSEÍIOR LU: CÂMUS
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LÀ OBBÀ DE LO§ APóSTO:,ES r31
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I
CAPITULO II
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LÀ OBBÀ DE LO§ ÀPóSTOL}C§ 133
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l:]4 MONSEfrOB f,'E CAMUS
*o. Pã, esto los fariseos, y con ellos el pueblo, los habían
tolerado como una secta, nueYa sin duda, pero siempre.
apegacla aI rcgazo cle la Si
el con-
tr"fio, creía llegada la hora su intré'
pid; i"l*b.a lJtrastornaba 1 los hori-
,ort.*. Un innovador está siempre expuesto á acusaeiones'
malévolas, sea porque los u nos .o Io comprenden bastan-
te, ó porque los'otrãs Ie comprenden demasiado. Se
sobor-
Esteban,
nó á" unos testigos, Qúe pret lndieron haber oído á
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I
LÀ OBBÀ DE f,O§ ÂPó§TOLE§ l3ó
chos estaba muy lejos de los fantásticos desvarÍos de
la
eseuela de Tubingâ, y lo que hay de más evidente,
leyen-
do entre líneas,
!. qou no parecó hub...e dado eoeotJ, er,
este proceso de Esteban, del fondo mismo de la euestión.
Todo blasfemo merecía la muer5" (r). No habiendo obs-
táculo de parte de la autoricrad. romana, se
iuzgó que po-
dÍa si, temor intentarse una aeeión eapital. EI;""ilIr,io,
arrcia.os y los escribas se entendiero,
-oy pronto para
promover un moüín. corriendo en tropel, se apoderrroo
del joven diáeono y lo arrastraron á la b.rr" del sanedrín.
Esto era, en cierto sentido, repetir, á propósito del diseí-
p-u19,_ los proeedimientos por los euale.
u" Árbía suprimido
ai Maestro. Presentaron, en efeeto, algunos testimonios
falsos que repitieron más explícitamente" aún las
primeras
aeusaciones. (Este hombre-dijeron-no cesa de
proferir
paiabras contra este_ lrrgar santo y contra la Ley;
pües
nosotros le hemos oÍdo decir que Jàsús, el Nazr..oã
ese (r),
ha de destruir y -od* ras tradieiones que nos
dejó ordenadas ":!".lugar
Moisés.) En realidad, Esteban poái, ha-
ber dicho todo esto sin blasfemar. pretendu, qrà los
ritos
mosaieos no serían eternos, no era destruir á
úoisés, que
había anunciado, para el porvenir, á un proÍeta
de que é1. Declarar qou ui Templo oo buutrba ya ;;"-
más
e ü hu-
manidad, toda entera llamada ãrr lo sueesivo á
adorar al
verdadero Dios, no era blasfemar contra la
grand eza ó la
santidad de este Dios. si así había hablado"E.tubrr,
no
había hecho más que eontinuar y desarroilar,
.oo puríi.o-
lar
.energra, las enseflanzas de Jesús á le samaritana. Des-
pués de haberlo dicho el Maestro,
lestaba prohibido repe-
tir que había sonado la hora qrá Dios debía ser adora-
do, no ya sobre tal montafla ", ó ; t.r edificio, sino en el
universo entero, en espÍritu y en verdad., eon
un culto del
todo interior, de suertã güo, irerrando .rá" adorador
en su
alma el más hermoso de los resurtaría superfluo
-templos,
el de Jerusalén? iNo podía, siguiendo también al Màestro,
T(2) oruúe?"., xrrr, 6-10.
r,a expresión de desprecio es evidente en la alabra oü"os.
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136 MONsEfrOE LE CAMIIB
en la anti-
hacer resaltar todo lo que había de transitorio
gm ni a,tza,, mostrandã cóm *'^n:-
.-uí.-o habÍan tenido su real
en eI es-
tablecimiento defirritivo del r
esto era
á los vieios pre-
ãã.*."t", ortodoxo, aunque muy opuesto
Es-to es lo que Pablo más tarde pre-
;;#;ãel ludaís-o. subversivo, criminal'
dicará. so Ie califrcó de intolerante,
después de Ia esta-
;ü; ,a" la estación de los frutosquieres la muerte del
ción de las norÀ *" le dice: «Tú
aI vislumbre' - puede
árbol.» La "ãráa, considerada sóIo
A espíritus encarcelados en Ia ruti-
il;;;, oo* blu.femia. pareeerle§ una eriminal
na formalista, todo progreso debía
revolución.
destruir á Dios'
Esteban Íué, pues, acusad'o de querer
p.""i.uÀente trabaiaba-' mejol que todos'
en ex-
"o*odo verdad de su tesis y d"
tender su reino. convenciclo cle la
cotazón, se Presentó ante
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LÀ OBBÀ DE LOE ÀPóSTOLES I37
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MONEE§OR LE CÀMUS
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LÀ OBBA DA LOS APóSTOLES r39
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f
I40 }ION§E§OB LE CAMUS
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LÀ OBBA DE LO§ ÁPóSTOLES r41
, ó." edición.)
ira en los Libros Santos, que no dicen
és en la ciencia de los egipcios, sino
en Filón (,De Vita Mos.), según la
sabios no solamente egipcio§' pero
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142 MON§.U§OR LE CAMUS
obstinaeión.
(Cuarenta af,os después, en el desierto del monte Si-
naí (1), se le apareció un ángel (2, entre las llamas de una
zarza, que ardía. Maravillóse Moisés al ver aquel espectá-
'crrlo; y acereandose á contemplarlo, oyó la voz del Sef,or,
que.le decía: (Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y eI Dios de Jacob.» Despa'o-
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LÀ OBRÀ DE LO§ ÂPóBTOLES t43
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144 M(,NsDitoR L.E CAMU§
(l) -ilIolocera el dios protector de los arnonitas (ril Reyes, xr, z). sele.
representaba (Y. Jarchi, rn lerem., VTI, Bl) con cabeza de buey, las manos
extendidas y levantadas. Entre sus brazos enrojecidos, se exponía á, pobres
criaturas cuyos desgarradores gritos eran ahogados por los tamborileyde los
sacerdotes. Creen algunos que las víctimas morían en este suplicio; según
otros, eran simpleurente purificadas en la chamusquina. Si bien esta des-
CT ipción <iel dios lloloc se parece absolutarnente á la que Diódoro de Sicilia
(xx, 14) nos da del Kronos ó Saturno cartaginés, créóse más comúnmeate
que llroloc era el Sol, y Remfán, Saturno. Remfán ó Refan, era el nombre
copto correspondiente al Kiyun de los Hebreos y al Saturno de los Griegos.
En el relato de }Ioisés no se ve que los israelitas se entregaran al culto de
estos falsos dioses en el desierto. Sin embargo los pasajes del Leait., XYII,
7; XV[I, 2l; XX, 2, attorizan esta suposición. Esteban siguió la versión
de los Setenta. Los hebraisantes modernos traducen todo el pasaje de Amós
suprimiendo en él á }Íoloc y Remfán, que pueden muy bien no ser más que
dos sustantivos comunes significando respectivamente rey y plaüafornta^
«Habéis conducido el tabernáculo de vuestro rey y el pedestal de vuestras
imágenes, la estrella de vuestra divinidad que os forjaste.» (V. Gesenius,
?hesaurws, II, p. 669).
(2) Los Setenta, como el hebreo, dicen Damasco en lugar de Babilonia"
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T.À OBBÀ DE LOS ÀPóSTOLES t45
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146 MONEEfrOR LE CÀMI}§
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LA OBRÀ DE LO§ ÂPó§TOLES t4T
,(z) Según el Leaítico (XXIY, I4), el blasferno debía ser apedreado fuera.
d.el carnpamento, y la Glosa (Babyl. Sanhed,r.) dice: «Toda ciudad rodeada de
murallas está en las mismas condiciones que el campamento. Los culpables
deben ser apedreados fuera de las nturallas.» La tradición másantigua con-
signada en una carta del sacerdote Luciano, d,e fnuentione sancúi Stepltani,
hacia eI aflo 4L6, íja el lugar del martirio en el lado de la puerta del norte,
en el carnino de Oadar. La tribu de los Beni-Cedar ocupaba la parte sep-
tentrional de ia Arabiary á ella se llegaba yendo hacia el lago de Genesa-
ret, torciendo luego al Oriente. Por tanto, Esteban fué apedreado cerca del
camino que conduce á Jerusalén por Ia puerta septentrional. Conformándo-
se sin duda con esta indicación de Luciano, y con la tradición precisa de la
época, la emperatriz Eudoxia, esposa de Teodosio eI Joven, encargó, algu-
nos aflos más tarde, á Juvenal, obispo de Jerusalén, la construcción de una
igie§ia en eI mismo sitio en que Esteban había sido apedreado. Allí debían
ser conducidas las reliquias del glorioso mártir, encontradas en Cafar-Ga-
mala. Esta iglesia, construída, según los historiadores eclesiásticos, sobre un
montecillo al norte de Jerusalén y visitado por los peregrinos de la Edad
Media, es el mismo cuyas ruinas acaban de descubrir los PP. Dominicos en
su cercado. (Véase Toyage o,ux Pays Libli4u'es, vol. I, p. 315 y sig.) Las úl-.
timas excavaciones no permiten dudas en esta materia.
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148 MoNsENoB I,E cÀuÜs
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LÀ OBBA DE LOS APóSTOL.ES 149
l0 T. IY
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CAPÍTUI,O III
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LÀ OBBÂ DE LO§ APóSTOLES 151
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I
tú2 MONSEfrOB LE CAUUS
(i) Babab Kama, fol. 83, I (V. Etheúdge Eeb-r-.lit., p' +s)'
iti Éi hemistiquio «porque iiraSe de éste también somos», que Pablo ci-
ta dãlante del Areõpa go (Heeh' XYII, 28) se encuentra simultáneamente en
íi, itrna*erut d.el poãtr'^trrto de Soles, en Cilicia,6quízá también de Tar-
.o, úr.i, el2T}antds de J. C.; en el himno del estoico Cleauto áJúpiter, y
eala Nemea Tf de Píndaro. Éablo seflala, pues, mlly exactamente 1o que
se lee en rnuchos poetas griegos. Esto es erudición helénica, si la hubo' .En
i g,rr., XY, BB, rôproduó dã la ?ais de una pieza
perdida de Eurípides, la sentencia: (Las corrompen
fas bueoas costumbres.» Finalmente, esc recuerda el
verso de Epiménides sobre los cretenses:
«Los creienses siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezoso§')
(3)Sobre todo en las Epístol sospe-
que conocía por Io menos la 12-21,
"hà 'zttr. Nicom.l Y, 10). La exp ada en
"oi
átt*.*.t en el mismo sentido qo" "o álatas,
IV,3,9, recuerda el ofos estoicos' (*) - ,
(a;' Ér.."r, en su vol. I, p. 626 y sigs', ha hecho de
ello un extracto min
(5) El discurso ante el Areópago lo demuestra'
(oi Véase las Epístolas á Filemón Y 3 los filipenses'
(ii euizá puedô decirse lo mismo de àrepord.aros, Í Cor., YII, 35.-
§. del T.
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LÂ OBBÀ DB LOS APóSTOLES
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)
154 MONSEfrOB LE CÀIIUS
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LÀ OBBA DE LO§ APóSTOLE§ lóó
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I
t56 MONSE§OR LD CÁMUS
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LÀ OBBÀ DE LOS ÂPóSTOLES IáT
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158 MONSENOB LE CÀMUS
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LA OBRA DE LOS ÀPóSTOLE§ ró9
(l) Después del pasaje tan explícito de la Epístola á los Corinb\os (f Cor,,
VlI, 7-8), no se comprende que Clemente de Alejandría, en Eusebio (8. D'
IIf, 3O). y en general los exégetas protestantes, hayan querido que Pablo fue-
se casado, ó por lo menos, viudo. Pero doTpos significa uno que jamr{s estuvo
atado con los lazos del matrimonio. La palabra griega que significa aiudnes
xipos.Tocante á la expresiín oúlwye yvi1orc (Filip.,IY, 3) que sirve de apo-
yo á la opinión de Clernente de Alejandría, en ningún caso puede enten-
.derse de una esposa de Pablo.
(2) Gal.,Y,2, comp. con I, L4; Hechos., XXII, 3; Filip., III, r, y la
descripción que Jesús hacia del celo de los fariseos (Mat., XXUI, r5).
(3) Fuera de esta hipótesis, sería preciso decir que Saulo no fué á Jeru-
salén pâra sus estudios teológicos sino hasta muy tarde después cle la muer-
te del Salvador, lo que no concuerda fácilmente con su afirmación de que
allí se había criado y educado (Eech., XXII, 3).
(4) Es digno de notarse que, cuando Jesús se le manifestó en el camino
'de Damasco, Pablo no lo reconoció. En efecto, exclamó «iQuién eres, Seflor?»
flech.IX, r.
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160 MON§EftOR LE CÂ![US
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LÀ OBBA DT LOS ÂPóBTOLE§ t61
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762 MON§EfrOB LE CAMUS
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CAPITULO IV
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a
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LÀ OBBÂ DE LOS ÂPóBTOLES 16õ
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I
t66 MONSEfr'OB LE CAMT'S
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LÀ oBRÀ DE Los Á,póstor,ss 167
su hisüoria, un I
Evidentem entr
el papel de y se
como una encarnación de la Divinidad. En esto le había
precedido otro falso Mesías, Dositeo, eontemporáneo de
Jesucristo,
9egú, orígenes, que se hacía purr. por el Irijo
de Dios (2). Para mantener sus pretensiooãr, simón obraüa
prodigios, procurando de esta suerte imitar el poder de Je-
sús sobre los elementos, la enfermedad ó la misma muerte.
Mejor hubiera hecho ejercitándose en reproducir la santi-
dad de su vida. Ordinariamente la virtüd del preclicador
lu garanbía más natural de la doetrina q,r; predica.
ltTratándose
de milagros es preciso distinguír prudente-
mente entre los milagros verdaderos y los falsos, entre la
obra de Dios y la del demonio (3); pero en cuestión de san-
tidad moral no huy lugar á distineiones: Dios está allí
donde se manifiesta. âQué prodigios obraba Simón? Creía
poder, á su arbitrio, haeerse visible é invisible, atravesar
los montes y horadar las rocas como si fuesen de barro,
preeipitarse en el espacio sin peligro, romper las más fuer-
tes ataduras y eneadenar á sus adversarios, animar esta-
tuas de madera ó de piedra, hacer que los árboles súbita-
mente germinasen, aventurarse impunemente en el fue-
go (4). Quizá también, con ayuda de supercherías que su§
admiradores no sospechaban,-pareee que en aquella épo-
ca la magia tuvo éxitos incontestables (5),-llegó á haeer
creer que realizaba, de vez en cuando,lo que había prome-
tido. De aquí ese sentimiento goneral de admiraeión gu€,
según las teorías teosóficas familiares á Simón, hacía ex-
clamar á sus partidarios: «Éste es la llamad,a gran fuerza,
(1) 4r?h., VIU, S1 «{glendo que él era algún sramd,e (rwa péydv).b
(z)-
^orígenes(in.Jo.Yrrr,28) dice, á propósito de este Dositeo: «Fingía
ser eI Cristo anuneiado po_r Us. profetas;» y ón otra parte, Conúra Cel,tim,
YI, l7: «y el miemo hijo de Dios.»
(3) Yéase enla Summ,a de Santo Tomás, I P., e. LL4, a. 4,Zr Z; e. l7g
a. 1,, ad,2, y a. 2.
(4) Recogn. Clernenú.,lib, II.
_ (5) Yéary Eliano, Eist. aar.,II,I8; IY, 201 Juvenal, Sat., yI, esa, te7;
Propercio, IV, 1.
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168 MONSEfrOR LE C^I[T'S
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LÀ OBBÀ DE LOS âPó§TOLES r69
(l) III Rqes, XXII. Toyage aua Pays bibliques,Il, 171 y sig.
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u0 MONSEÍOB LE CÀMU8
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Í,A OBBÀ DE LOS ÁPó§TOLES u1
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t72 MONSENOB, LE CAMUS
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LÂ OBEÀ D.& Í,OS APóSTOLES r?3.
L http://www.obrascatolicas.com
I
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CAPÍTULO V
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u6 MONSI)NO.R LE CÂMUS
(1) Algunos exégetas han creído que la frase: haec est deserta, se refe-
ría á la misma ciudad de Gaza. Pero iqué interés había eu hacer observar á
Felipe que esta ciudad estaba arruinada o que con-venía
desciibii, no era la ciudad, sino el camin e, yâ que, de Je'
rusalén á. Gaza, por lo menos había dos. decisiva afláde-
se que la historia, á pesar del texto de Estrabón (Geograf.rKYIr 2, 30), no
nos muestra en manera alguna áGaza como desierta en el tiempo en que
e destruída por Alejandro,la
as de prosperidad. Fué com-
), y, treinta aüos más tarde,
io (Y. Ánti4., XIII, 13, 3;
XIY, 5 el Grande por ser anexio-
nadaá Su situación más imPor-
tantes. a el aflo 50 de azaera «in-
gens urbs et munita admodum.» Los judíos no Ia destruyeron hasta _
õ1 an«r 69. De aquí el que muchos han creído, pero sin razones suficientes,
que la frase en cuestión podía autor del libro
de los Ilechos, indicando el es en-que él escri-
bía. La Gazamodernq que visi quince mjl ha'
bitantes. Construída toda con ntos antiguos,
bajo bosquetes de palmeras, en medio de frescos jardines, se extiendg e_ntre
dos cadenas de colinas, á. cuatro kilómetros del mar. La antigua ciudad de
Las excavacio-
aún verdaderos.
eEgipto y ála
caravanas. SuB.
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I
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178 MONSEfrOB LE CAIIUS
(1) Los reyes de Oriente tenían palacios especiales do-nde encerraban to-
da'síerte de riquezas, oro, plata, ornamentos preciosos, documentos impor-
tantes. El tesorero general era el intendente de estos palacios.
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I,À OBRA DE LO§ ÀPóSTOLf,S 179"
(l) Hoy todavía los orientales leen casi siempre en voz alta, aun cuando.
están solos.
(2) Debió hablarle en griego, probablemente porque le oyó leer en esta
lengua. El juego de palabras ó la paranomasia que emplea, y que uo puede
reproducirse en lengua romaucerTutioxe,s ií àvayu,úar€!§, no estaba mal busca-
da para hacer aceptable lo que la pregunta parecía tener de indiscreto (x).
(*) El latín ha conservatlo el juego: iintel-ligis quae legis?-N. del T.
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'180 MONSEÍOB LE CÀMUS
del T.
-N.
(ll En todo tiempo se ha experimentado la gran dificultad de determinar
eI sónticto de estas dos últimas frases. No se sabe exactamente lo que debe
entenderse pot esteiuicio, consu'
se
macl,a, fip04; menos aún alabra
Teveá,,quer Para unos signi tosr la
grnrroiió*-contemporcínea esPili'
íuat d,et Mesías. pãro esta cación
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La oBBÀ DE Los Àpósrolrs r8r
(2) «Ce discours a été appelé avec raison: Passio Domini nostri Jesu
christi secundum rsaiam,» dice vigouroux, Manrnl Biblique,-.1v. ael Í.-
T. IV
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t
182 I[ON§EftOIt IJE CA}IUS
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LÀ OBEA DE LOS APóSTOLE§ 183
las mujeres van á llenar sus ánforas. Se ve todavía un sarcófago con uvas y
aceitunas, en el camino en cuyas orillas crecen los cactos. Esdúd es una ciu-
dad enteramente moderna, y sus habitantes nos dispensàron buena aco-
grda.
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184 MONSEfrOB LE CÀMU8
:-.
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CAPITULO YI
La Conversión de Saulo
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r86 UON§EÍON, LE CÀrIUS
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LÀ OtsIiA Dü LOS APOSIOI,ES 187
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188 MONSENOB, LE OAMU§
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I
I.A OBRA DE LOS ÀPóSTOLES 189.
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190 tr[ONBEfrOB I,B CÀUU§
(1) Parece que hay divergencia entre la actitud en que San Lucas supo-
ne á los compafleros de Pablo y la actitud en que los presenra el mismo
Àpóstol en el relato de este milagroso suceso. Según Lucas, diriase que s,
quedaron d,e pie (eiarfixecoavl y sin uoz; segttn Pablo ( Hcehos, XXYI, f 4),
cüycrün en tiqra,. Pero ei se considerâ, que dicho verbo griego no significa
siempre cstar d,e pie, sino eon mucha frecuencia pernw,neccr en urLCL actitud"
se comprenderá que puede traducirse: sc quedaron mud,os. AsÍ se desvanece
la contradicción aparente.
(21 Nos lo dice el propio Pablo (Ecchos, XXYI, l4), pero puede encon-
trarse una indicación en el mismo relato de San Lucas. En su interpelación,
Jesús emplea la forma arâmeâ ),aot))r, en lugar cle la forma griega xoOÀor de
que se sirve el historiador en su relato.
(3) Junm, XYUI, 28; Mat., XXYI, 5ol Lueaq XXII, 48.
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LÀ OBRA DE I,OS ÀPOSTóLES 191
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192 MONgEftOR LE CAIIUS
-
(1) lsta es qtizá la diferencia que hay que hacer entre ,ixoúew,construí-
do-co_n el genitivo inilicaría ta Ttercepción de un ruid,o inarti-
rffs eôtqs, que
eulad,o.ry àroúecv, construído con el acusativo rà7, çtovyv, que significaúa oir
la,.s mismas palubr.a,s. No es de s or deljibro ãelos Eechos
diga aquí los compaüeros de ue Jesús d,ecía, siend<, así
que más lejos, en este mismo libro (X
-que
declarar al mísmo Saulo
q\e tw
-los una vez más, nótese la poca precaución que
aut ara evitar aparentes Àniradicciones. 1xj '
(2) lue se prodújo en torno de Jesús, Ju,oàr'XII,
28,29.
(*) Es muy cierto que las frases «ay_d_ientes quicrem vocem» (H,rx,z)y
(vocem autem non audienrnt» (1L, xxlr, g) han de significar '«audieLant
vocem solam, non vocem cunr verbis»; porque, a,oo p.u.úndiendo de razones
=de un orden más ele'ado, no es creíble qu"-uo misrno autor, á pocos .;;l;o-
los de distancia de un_mismo-libro, y tratando de un mismo'asirto, rúãrir-
mente se contradiga. Pero sobrada razíntiene monsefror Le Camus al mani-
festar poca confianza.enque la armon
la susodicha reglr de régimen gramati
con genitivo si
quentis verba»
7), entonces se
cemrQo,ilu,loquentem mihi» y. cqg r!.,-rx,4: «saulus audivit oocern,
so»,fiv, dí-
centem sibi». Es mejor prescindir del régimen y decir con Glaire qou á*oi*
significa á,la ve-z Ttercibir y,n yuiQo y entárurer tb que se oye, deterriinándolo
el contexto. El último párrafo de la nota del autlor ,f .iguiu"tãã"
"qoúíturecitsr""iai, gil-
Bacuez: «s. Luc. ne s'inquiàte ni d,e l'étrangeté d,e ,rrltoin,
oentions_qu'on pzut aaoir, ni des i,mputations d,'erreur ou de contrad,ieiion
au*qualles il
peut donner lieu. Asütré de la verité cle ce qu il rapporte, i
tient qu'il obtiendra conÍiance, et il s, énonce ã,vec l, auioritá et
po-ur certaig
la sécurité d'un homme qui se sent au-dessus de toute reclamatior.»-úit,
del T.
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LÀ OBBÂ DE LO§ APóSTOLIi§ 193
(1) Pablo distingue muy bien sus arrobamientos en espíritu de esta apa-
rición exterior de Jesús. Las revelaciones que ha tenido, no las cuenta (II
Cor., XLÍ,I 9). Su hrrmildad se resiste á citarlas, y si alguna vez entra eu
este terreno, se detiene en seguida y sólo habla de l<l que le humilla. Por el
contrario, repite con complacencia la aparición que Io ha convertido, por-
que ella recuerda su inÍidelidad. Por ella ha sido puesto al mismo nivel
de los demás Apóstoies. Ella, y no las revelaciones ó los éxtasis con que ha
sitlo favorecido, ha cerrado el ciclo de las apariciones personales, visibles,
exteriores de Jesús en la tierra (I Cor., XV, 8). Ouando (Gala,t.,I, lZ, tO)
dice que Dios ã,o reoel,ad,o á sw Hiio en él y que de allí proceden su conver-
sión y su apostolado, no suprime la aparición fuer.a d,e sí,sino que la suirc-
ne El fenómeno interior que se produce en eI éxtasis es la consecuensia de
la fe. El que tlene iug*. eo el ca-mino de Damasco u-rotiva la d.e Saulo. En
cuanto á la reaelación d,el Hijo en Pablo hay que entenderla del trabajo in-
terior que está unido á la aparición exterior.
(2) I Cor., XV,8.
(3) 'I Cor.,IX, t.
(4) Eech., IX., 27.
(õ) Ecch., XX[.
(6) Eech., XXYI.
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194 UONSEfiOTC LE CÀMU§
abierto. El del medio, en pleno punto, mide siete metros de ancho por ocho
de alto debajo del clintel. La otra entrada, Bab-el-Djabyah, al occidente, tu-
vo también tres aberturas de las cuales sóIo subsiste todavía una. ,{ pesar
de la tradición contraria, y únicamente porque es más natural, cuando se lle-
gade Jeru calle Recta por occide-ter me inclino á creer
[ue Saulo co por la puerta Djabyah, y no por la de Oharki
(Y. Notre bi,bl,iques, vol II, p. 304 y 308).
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I,À OBI'À DE Ií)§ APóSTOLI)S t9ó,
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r96 MONSEftOR I.E CÂMUS
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LÀ OBBA DE LOS APóSTOLES r97
(1) También Moisés (8r., rrr, l l) y Jerem ías (Jerenr., r, 6) habían mos-
trado ingenuamente su espanto ai oii ia misión q"u 1.. àónárú" ,;ú;;á" --
13
T. IV
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t98 MONSffftOB LE CÂMUS
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LA OBBÀ DE LOS ÀPóSTOLTiS r99
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200 MONSE§OB LE CÀUU§
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CAPÍTULO YII
L http://www.obrascatolicas.com
üONSE§OE LE CAMUS
toda Judea.
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LÀ OBRA DE LOS ÀPóSTOLES
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/
UON§EfrOR, LE CÀMUS
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LA OBBA DE LOS âPóSTOLES 20í-
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MON§EfOB LE CAMUS
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LÀ OBBÀ DE LOS ÀPóSTOLES
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MON§EftOR LE CÀIIUS
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LÀ OBRÀ DE LOS ÀPóSTOLEE
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CAPÍTUIO YIII
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I,À. OBBÀ DE LOS APóSTOLE§ zLb
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2t2 MON§ENOB LE CAMU§
I http://www.obrascatolicas.com
LÀ OBRÀ DE LO§ APóSTOLES 218
14 T. IV
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2L4 MONSSNOB I,E CÂMUS
(1)t
aberturas que podrían servir á una evasión semeiante
Para Pablo, arrebatado así á las manos de sus enemigos,
comenzaba la serie de perseeuciones que en lo sucesivo le
acompaflarían durante su vida, y que con tanta elocuencia
(2).
describió en su segunda carta á los corintios
Solo, en medio de la noche, á un paso de sus enemigos'
perdido si era sorprendido, com enzó á sentir que el apos-
tolado era una obra, no solamente de entusiasmo, sino so'
bre todo de paciencia y de valor, un martirio como el det
primer predieador del Evangelio, Jesucristo. La tradieión
muestra todavía, no Iejos del cementerio cristiano, cerc&
de la vieja vía romana, un antiguo bloque de hormigón ca-
vado en forma de bóveda, donde Pablo se habría ocultado-
en el momenbo de su evasión. Es un resto de una antigua
iglesia, á Ia que, de otra parte, pudo vincularse algún im-
portante recuerdo. Pablo no tuvo que reflexionar mucho,
p"r., determinarse á tomar en seguida el camino de Jerusa-
iA". nU estaba la silla del apostolado primero y ofrcial, allí
debía pedir y obtener la consagracióu de su apostolado'
extraordinario. Comprendía gue, para hacer algo útil y
duradero, debía ver á Pedro y conferenciar con é1. Partió,
pues, para Ia Ciudad Santa, sin detenerse en evangeli-
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LÂ OBEA DE LOS ÂPóSTOLEB 2tí
zàr los lugares por donde pasaba G). su pe.samiento era
emprender nada antes de ponerse de acuerdo con el
19
Colegio Apostólico.
iQué emoeiones debieron embargar su arma, al pasar de
nuevo por el mismo camino que había seguido, ciieo af,os
l"_t-o., pero con muy diferentes disposiciones! En su ruta se
hallaba el iugar donde Jesús le hatía aterrado y transfor-
de su gloria, aquel Sinai, don- .
a Epístola y
olH;d"â1:
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216 MONSENOR LE CÀMU8
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LA OBRA DÚ LO§ ÁPó§TOLE§ 2L7
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2I8 JUONSEfrOB, .LE CAMU§
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LA OBBÀ DE LOS ÀPóSIOLT§ 2r9
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MON§ENOTT, LE OAMU§
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LÀ OBRA DE LO§ ÁPóSTOLES 221
(1) Sin razón han supuesto algunos que aquí podía tratarse de la Cesárea
de Filipo, porque Pablo (Galat.,I,2t), deja comprender que, partiendo de
Jerusalén, evangelízó á Siria y Oilicia. Mas no se deduce de este texto que
no hubiese emprendido esta evangelizaoión después de haber ido á Tar-
so. En todo caso podía muy bien haberse embarcado en Cesárea de Pa-
lestina para Tarso y haberse detenido en Sidón, en Tiro ó en Seleucia, el
puerto de Antioquía. El verbo xarínayov, por otra parte, se entiende mejor
de viajeros que haja,n hacia el mar que no de gentes que habrían subido ha-
cia la Galilea superior, del mismo modo ctrtte é{at-éoret}ray indica más exac-
tamente Ia acción de los q:ue eapid,em á alguno por un medio de transporte.
Por lo demás, el nombre Cesárea, sin otra indicación, indica siempre en
nuestros Libros Santos la Cesárea marÍtima (*).
(*) Los intérpretes convienen en que aquí se trata realmente de Cesá-
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I
UONSEfrOB LE CAUIIB
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I
TERCERA PARTE
CAPÍTULO PRIMERO
(l) dol,.,IÍ,tt.
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MON§EfrOIT, L.U CAtril.US
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LA OBBA DE LO8 APó§TOLES
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MON§EfrOR LÉ CAMU§
(t) Séneca, De fra, III, 19; Suetonio, C. Calíg., XXX; Dion Casio,
LIx.
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LÀ OBBÀ DE LOS APóSTOLES
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MON§EfOA LE CÀMUS
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LÀ OBBÀ DE I,Og APó8TOLE§
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f,ONSEiOB LE CAUTIB
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LÀ OBBÀ DE LOS ÀPóSTOLE§ 23t
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232 IrloNsBi'oR rrE cÀuu§
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LÀ OBBÂ D.E LOS ÂPóSTO.tES
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MONBOfrOÀ, Ltr CÀMUS
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LÀ OBBA DE LO§ ÂPOBTóLE§I
Peregrino.
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I
CAPITUTO II
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LÂ OBTIÂ DE LO§ APóSI'OLES
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MONBENOB LE CAUU§
cohorte la décima
I, 59, 64. No hanob-
tiempo del empera-
existía. Dióu Casio (LX, 24)y Sueto-
rrio (Nero., XIX) nos dicen que fué instituída en tiempo de Nerón'I.la co-
horte It*lí*on d" que aquí sô traüa es sin duda la de voluntarios italianos,
mencionad* oo"^inscipción descubierta por Gruter (Irucrí'p., p' 4$lr I)'
"o
(2) Ànt.,XIY, lO.
(3i La piesenóia de la cohorte Italiana eu Cesórea autoriza á creer, go9o
U [á-* hàcho, que la visión de Pedro tuv-o lugar antes del aío 41, fecha
del nombramiento de Agripa como rey de Judea'
(4)
iol con frecuencia caPeu
.o'"ít Siria. En nuestro Pri'
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LA OBBÀ DE LOB ÂPó§TOLES
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MONS$NOR LX: CAMUS
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LA OtsEA DE LOII .{,PóSTOLtr§ 241
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242 Mí,T\SEfrOR, LE CA}ÍUB
un gran lienzo atado por los cuatro cabos, que una mano
inuúiblo descolgaba hácia la tierra. Ahora bien, en aquel
mantel, así levantado en Íorma de vaso cuadrangular, 8e'
hallaban todos los cuadrúpedos y los reptiles que viven
en la tierra y las aves que vuelan por los cielos. fJrra
voz diio enbonces: (Pedro, Ievántate, mata y come') P-e
dro exclamó: (No haré tal, Seflor, pues jamás he comido'
cosa profana é inmunda.» Pero la voz afladió: (Lo que
Dios ia purificado, no Io llames tú profano.) Esto se repi-
tió por ti.es veces, y el vaso se t'emontó aI cielo, donde"
desapareció.
Pedro se preguntó al instante el significado de §eme-
jante visión. Elabía tenido hambre, y quiá su repugnan-
ãi, uo comer alimentos profanos le había llevado á un es-
tado de inanición que habíale producido el desfalleci-
miento y el éxbasis. Dios le deeía, pües, que había -sido'
suprimida, en Io sucesivo, toria clasifieación entre anima-
les- puros é irnpuros, ;r Quo esta parte de la L"l mosaica
debia desvane.árr" uoi" Ia luz vivifi,eadora del Evangelio
y al soplo más ret'rigerante de la nueva L"y. Pero Ia visión
ieoÍa un alcance más elevado. El alma del Apóstol sentía
un hambre mucho más violenta que Ia dei cuerpo. Llama-
ba con torlas sus fuerzas el desenvolvimiento del reino de
Dios aquí bajo, y la visión respondía sobre todo á" este
grito dã t, o*toolez,a superior. La eruz ha suprimido Io
po.o y lo impuro entre las rà,aàs humanas, rnejol aún que
ãntre-los animalos, y todos los hombres, unidas las manos
en un apretón fratemal, pueden proclamar su perfecta
igualdad en el Calvario. Pedro no lo comprendo todavía,'
p**o Ios acontecimientos se lo harán palpar muy pronto.
En efecto, en tanto que;eliscurría entre sí sobre el sen'
tido real de la celestu -rr'if"stación, Ios emisarios de Cor-
nelio, después de mucho buscar, llegabarr á la puerta- del
curtidor Si^ór, y preguntaban, en alta Yoz, en la calle, si'
se aloiaba allí otro-siÃón, por sobrenombre Ped1o. Dpsde
lo alto de la casa, el Apóstol podía oirlos; Pero, absmto eu
sus meditaciones, parece, segúu el relato sagrado, que no'
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LA OBBÀ DT LOS APóSTOLE§
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MONSENOR LI] OÀMUS
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I
lr
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MONSENOB LE CAIIU§
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LÂ OBRÂ D.ts I,OS ÂPóSTOLE§ 247
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248 MONEEN'OB LE CÀMUS
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LÀ OBBA DE LOS ÂPó§TOLE§
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IIONEENOR LE CAMT]S
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CÀPITULO III
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MONSEfrOB LE CAMTI§
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LÁ OBBA DE LOS APó§TOLU§
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XONSEfrOE IJE CÀMU8
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LÂ OBBÀ DE IJOB ÁPO§TOLE§
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UONSEfrOB LE CÂ![U§
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I
CAPITULO IV
en práctica en Antioquía
El mismo tema puesto
después de
fuera de Jerusalén
Predicación evangélica Chipre'-En
la isla de
la costa t"titálnn pr
-En á un centurión romano'
que Pedro Ua Uautizaclo 1e,-21).
primicias d" I";;;ilidad. ( Hechos,xI,
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258 UONSEiÍOB I,E CÀUUS
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IJA OBBÀ DE LO§ APó§TOLTS
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MON§EÍIOB LE CÀMUB
gión que era para todos; mas, por grande que fuese 8u ce-
É, .,o habÍan recibido orden de inaugurar semejante a.pos-
que en un pnncl-
a, los judíos. Un
en jerárquico insti-
tuído por, el Maestro, fué el que, después de haber conte-
nido íPablo, impidió también el que éstos intentasen el
paso deeisivo v minasen, sin autorización explícita, el mu-
*o secular que. había lreeho de Israel un pueblo aparbe. En
vano comprendían que se les abrían los brazos y que subía
á sus labios el grito de su cotazôn, para invitar á todas las
criaturas al eonocimienbo de Jesucristo; el deber les exi'
(l) Dícese que en el aflo 39 d.e J.-C., en un c_ontcto entre dbs facciones,
fuerôn incendiadas las sizagogas de la ciudad. Yéese Malala, libro X; y
Fasti saari, P. 261), n.' 1579.
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r,A OBBÀ DA LOg ÂPóSTOLE§ 261
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MON§E§OB LE CAMUS
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LA OBBÀ
"'
la, turbulenta, vol_uptuosa, antioquía contaba con algu-
nas almas trabajadas por la inquietud y el deseo de la .ãr-
d:9' De aqu faeilidaá con que àran aco-
gidos los inn ra que fuese.o-pro.udencia.
Esta vez los o eran altivos oi boili.iosos,
sino modestos y buenos. En su alegría dulee y tranquila,
en su mirada inspirada, en su misteiioso rengrá;", dejàban
adivinar el ineomparable tesoro eneerrado .o su ,l-r.
rnstóseles á que hablaran, se expliearan, enseflaran el se-
creto de su dicha, y ellos tuvieron la gran caridad de ha-
cyr 19 que se les pedía. Habiendo hablado primeramente
al oído, gritaron muy pronto desde los tejadôs. Así comen-
aque-lla predieaeión tÍ toda criatura,, qr" el Maestro ha-
3ó
bía profetizado y descrito.
Estaba con ellos Ia mano del seflor. RemovÍan las al-
mas, turbábanlas santamente, y arrojando en todqp p*rtes
la semilla, veían nacer frutos abundánfus. Fué, áfecto,
considerable el número de los que creyeron y se "f eonvir-
tieron. Saludemos en ellos las primicias de la gentilidad y
la prim_era rglesia, nacida fuera de la sinagoga, en una
tierra de libertad.
T
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CAPÍTULO V
que
D ica-
En-
xL
22-125.)
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LÀ OBBA DE LO§ ÀPóBTOLES
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IION§EÍOB LE CAMOS
(l) Puede esto deducirse de las primeras palabras del vers. 23: Q*i...
cu,m uid,isset graü'iam Dei, gaaissws est,.
(2) Es natural relacionar eI sobrenombre de Bernabé, uiôs rapoxltfioeo», da,-
do al entusiasta levita deChipre (Hechos,IV,36), y eI verbo rroperóÀer, del
que se sirve aquí el historiador para caracterízar su acción benévola yper-
suasiva sobre la joven comunidad de Antioquía.
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LÀ OBBÀ DE LOS ÀPóETOLES 267
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I
}ÍON§EftOE LE CÀMUS
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LA OBBÀ DE LO§ APó§TOLE§
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UONsEfrOB LE CÀMUS
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CAPITULO VI
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IIONSEfrOE LE CÀMUS
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LÀ OBBÀ DE LOS ÂPóSTOI,ES
L- http://www.obrascatolicas.com
274 MONSENOR Í,8 CÀMUS
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LÀ OBBÀ DE LOS APóSTOLDS 275
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276 }IONSEÉOR, LE CAMUS
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IJÀ OBBA DE LO§ ÂPóSTOLES
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MONSEfrOR LE CÁMUS
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LÀ OBBÀ DS LOS ÂPó§TOLES 279
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E
CAPÍTULO YII
Persecución en Jerusalén
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a
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o
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,a
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IIONSEÍIOB, LE CÀMUS
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LÀ OBRÀ DE LO§ ÂPó§TO],ES
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I
/
MONSENOB LE CÂMTI§
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T
LÀ oBEA DE Los .lPóstor.Ps 287
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IIONSEÍOR LT CAMLr§
(1) Era, según el historiador sagrado, durante los dí,as en que comían el
p_anlr_tlevad_u_ra, .§_499!r, durante la semana pascual (Deut., XyI, g; Duo-
d,o, XII, 18; Mat., XXYI, l Z); pero no precisa qué día.
(2) Herodes se proponía presidir el tri
bunal juzgar á Pedro para loudenarlo á
muert ?v dürôv zÇ ÀeÇ.
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LA OBBA DE LOS ÀPóSTOLE§
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MON§EfrOR LE CÀIIUS
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LA OBBÀ DE íOS ÀPóSTOLÜS 29L
zrveAp,a.
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MON§ENOR L.E CAIIUS
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LÀ OBRÀ DE I,OS APóSTOLTNS
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UONSEfrOR I/E CAUUB
(l) Glalat,Il,9.
(2) Eulwe, XYf' 27.
(S) Yéase lo que dice Filón de su crueldad (Lcgat. a,il Coiu,tn, págiua"
r034).
(4) Ant., XIX,9.
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CAPÍTULO YIII
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I
I
I
IION§EfrOB LE CÀUU§
(I) Esta vuelta tuvo lugar hacia fines de Abril, en el aüo 44. (Yéase
Dión Casio, LX, 14-16, 2l-2ts). Corresponde exactamente á la indieación de
San Lucas, que parece colocar la muerte de Ilerodes poco después de Pas-
cua. Otros han supuesto que Ilerodes murió durante los juegos quinquena-
les instituídos por su abuelo en honor de Augusto y restablecidos por él en
honor de Claudio. Teníanlugar cadacinco aflos, el l.ode Agosto.
(2) Ánü.,XLX,8,2.
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LÀ OBBÂ DE .T,O§ ÀPóSTOL.ES
(l) Ant.,XÍX,7,4.
iri É" tâao tiâmpo, habían sido muy constantes las relaciones comerciaç
lesentre los dos potúlot (Iil lteyes, V, 9, ll; Esd'ras, II[ 7; Dzq',
xxYL u).
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IIONSE§OB LE C^rrUS
(l) su.nombre por lo menos n_os mueve ó creerlo. (v. \Tetstêin, ad loe). Era
muy común entre los romanos. Recientemente todavía, lo he uótario án un
gipo del nruseo Guimet en París. EL praefectus cuiie..lo fué un personeje
importante en la historia de la Boma iurperial. (Y. suot., Donút.rÍvr).
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T,À OBBÀ DB LO§ APó§TOLE§
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MONEE§OE LE CÀMU§
A
el ü:,i't&!i:
'E.Ii.,
Vlr,
3:?i
y a,
ot
(3) Log autores se han perdido en hipótesis (Bartholinus, da Morbit
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LA OBBÀ DE LO§ ÂPó§TOLES 301
yen los gusanos de que habla San Lucas, y los cinco días de sufrimientos
(ue el supone corresponden muy bien aI tiempo que uecesitaron los-gusanos
para deteiminar una peritonitis y la muerte. Josefo, mencionando la apari-
óión de un buho sobre la cabeza del rey en medio de su loca apoteosis, in-
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w2 UONSEÍOB LE CÀUUB
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I
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-l
CAPITULO IX
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I
LÂ OBBÀ DE LO§ ÀPó§TOLBS
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I
UONSEÍOB LE CAUU§
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IÂ OBBÀ DE LOS ÀPóSTOLES 307
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MONSEfrOB LE CÀMUS
pre
,esto con el episcopado en detrimen-
to del a efi.ecer, encerrándolas en miras
más bie criturarias, las grandes figuras
de los Apóstoles? Ni Pablo, ni Pedro, ni quizás ninguno
cle los Dóce, á excepción de Santiago en Jerusalén, limi'
tós , Por lo tan-
to, huellas de
su de su ePis-
ción, indiear aquí en qué nos fundamos para deeir que Pg-
dro predieó en Roma hacia el euarto aflo del reinado de
'Claudio.
Notemos anbe todo, dándoles la imporiancia quo se me-
recen, dos hechos poco menos que decisivos. El primero e§
que antes del afi.o 58, fecha probable de. Ia Epísbola á los
romanos, extstía en la eapital del imperio una importan-
te congregaeión eristiana. Et segundo consiste en qu9 toda
la anbigüedad atribuye á Pedro la gloria de haber funda-
.lo coo Pablo, la Iglesia de Roma, I, on el testimonio tri-
butado á su apostolado colecbivo, da invariablemente á
Pedro una prioridad que no es tan sólo de honor, sino
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I
LA OBBA DE LOS APó§TOLE§
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3r0 IIONSEfrOB LE CAMUB
(1).
defensores de la Ley y á los predicadores del Evangelio
Tendremos la prueba de ello en Corinto (2). Aquila y Priseila
eran, en ofecto, cristianos, antes que Pablo los conociese,
pues no se dice que tuviera que convertirloS. El mismo
Pedro debió ser del número de Ios expulsados, I entonees
volvió de nuevo á Palestina (31.
Y si el que provocó en Roma este rápido desarrollo de l*
joven fglesia, tan amenazador para los paganos como odio-
eo á los judíos, no fué el Apóstol, ;á quién se atribuirá es'
te honor? iL algunos discípulos bautizados por él al día si-
guiente de Pentecostés, y vueltos á Roma de donde habían
quizás salido(a), de suerte que, por ellos,si bien de una mane-
ra indirecta, Pedro sería siempre el fundador de la Iglesia
romana? Pero enbonces, 2eómo se explica que la explosión'
del descontento de los iudíos y de su odio no tuviera lu-
gar sino hasta quince ó dieciséis aflos más tarde, eoin-
cidiendo exactamente eon el tiempo en que Pedro no esta-
ba ya en Jerusalén? EI período de incubación habría sido
muy largo y la explosión muy repentina. lNo pareee más.
natural suponer que había sobrevenido en Roma un& ac-
ción nueva y particularmente poderosa; que se había pro-
ducido una nueva eÍusión del Espíritu, con un predicador
distinto de los conversos deseonocidos en el primer momerr
to; una evangelización geuerosa, emprendida en vil'tud de
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LÀ OBBA DE LOS APóBTOLES 3u
principios universalistas que éstos no podían tener, y que,
resultado práctico de los últimos sucesos ocurridos ãn Je-
rusalén después de la eonversión de Cornelio, debía exei-
tar, aquí eomo en Palestina, el furor de los judíos eontra
el predicador? lAeaso no encontraremos en la misma fiso-
nomía de la Iglesia de Roma, tal eomo nos la deja entre-
ver la Epístola de Pablo, algo que reeuerda las enseflan-
zas- especiales de Pedro y la seflal misma de la mano que
la fundó? En todo caso, podemos desde ahora obseriar
que Pablo le esc.ibe con ," santo respeto, como si vene-
rase en ella la obra de un Apóstol más grande que é1. Ade-
más y sobre todo, icómo explicar que ,i una sola voz en
la antigüedad niegue á Pedro el honor de haber fundado
esta rglesia, y esto es lo que debería haber hecho, si no
hubiese sido cierto que la había evangelizadoantes cle pa-
blo? En el conjunto de testimonios que establecen la pa-
ternidad de los dos Apóstoles respecto de ella, no hay una
sola nota discrepante, conviniendo todos en coneeder á
Pedro la prioridad (1). ;Es seneillamente por deferencia á su
caüegoría entre los Àpóstoles? Pero esto sería una injusti-
cia, si Pablo hubiese predieado en Roma antes de é1. La
prioridad no es aquí cuestión de honor, sino de mérito.
Sin_ contar que á este testimonio general de los antiguos
Padres se junta la afirmaeión más explícita de Eusebio y
de san Jerónimo, que hablan del lar§o episcopado de pe-
d.o en Roma, afirmación que puede muy bien ser errónea,
si se la entiende de una permaneneia eontinua en la capi-
tal, pero guo, por el contrario, es muy exacüa, si, limitaãa
á veinte afl.os, como lo es en Eusebio, indica üan sólo que
el jefe de los apóstoles tomó posesión de Roma hacia el
aflo 45, y que volvió allí, hacia el aflo 66, para morir. Si
Pedro no llegó por prim era yez á Roma hasta después del
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312 MONSEÍOR LE CÂMUB
misión.
(3) ÍiliP.
I T, r2'r4'.
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I
LÀ OBBA DE LOS ÀPóSTOLES 313
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I
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I.A OBBÀ D.E LO§ APóSTOLE§ 3lá
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3r6 lúON§EfrOIr LE CAMUS
afr,os eomo obiapo d,e esta fgksia.» San Jerónimo traduce del mismo modo el
fryaje_ de E uwebio, salvo que pone aeintrcinco donde los armenios leen aeintn,
y donde, segúrel texto griegó, parecc que Eusebio no había puesto nada. Por
otra parte, (d,e Tir. ill., cap.I). san Jerónimo no habla de úna permanencia
en AÍrtioquía, pero nos deja ver como sacaba su cuenta de veinticincoaffos:
«Secundo Claud Magnum,
Bomam_pergit, i tem;úuuit,
usque ad ultimu quo et af-
fixug 91u.ci, etc., ,i 68, que
es el décimocuar ainos. ipe
dónde gacó San Jerónimo que Pedro fué á Roma el af,o segundo y no el icr-
cêro de Claudio? Probablemente del número veintieinco que tenía á la vis-
ta. Pero la indieadón natural del libro de los Eechos que la muerte de.
"s Ahora bien, He-
Herodes sisui( de cerca á la liberación milagrosa de Pedro.
rodes murió el 4+. Pedro no podía haber idtá Roma el lB. La autorid,ad en
que ee funda el santo doctor es muy probablemente
blo-( E. E.,II, t4) refiere que Pedro fué á Roma baj
tir los errores de Simón Mago. Eusebio, que, por õ
liio, había á su vez tomado su indicación ãe San Justino. (E.E.,rr,ra.r4).
En todo caso los unos y los otros han encontrado en este último muóho má.s.
de lo que porque decir que Pedro Íuá á Roma baio claudio, no es en
-hay;
manera alguna deeir que resid,i,ó allí. Su presencia en Jerusalén haci* el
aflo 50, y en Antioquía algún tiempo después, prueba lo contrario. Lo que
resulta con bastaute limpieza de todos êstos lestimonios de la Escritura
y de la tradición combinados, eB que Pedro fun
$,oma bajo Olaudio,.hacia el aflo u o 45, y que
visitado otras muchas en Oriente, en Corintõ y
qlen-te -allí pqra administrarla á fines del reinado de Nerón. (V. Dionirio de
Corintio en Eueebio, E.D.r II,2ó).
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LÀ OBBÀ DE LOB ÀPóBTOLES 317
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CÀPÍTULO X
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I
LÀ OBBÀ DE LO§ APóSTOLE§ :]19
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MONSENOR LE CÀMU§
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LA OBBA DE LO§ ÂPóSTOLE§ 321
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I
UOIiSEN'OR I,E CÀMI'S
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I,A OBBÀ D]í LOs ÀPó§TOLES 32s.
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MONgD§OR LE CÀMUS
-
sentido para judíos a'osolubamente opuestos, por instinto,
á toda diÍusión de la verdad religiosa fuera de Jerusalén
I, más aún, á todo contacto religioso con los pagano§. Ad'
mitir que los Apóstoles obraron por cuenta propia, sería
admitir lo imposible. Su proceder es una de las pruebas
más concluyentos de la divinidad del Cristianismo. Fué
preciso que un poder superior empujara, de grado ó por
fuerza,aquellas cabezas duras, aquellos corazones estrechos,
aquellos partieularistas endurecidos, á hacer de semejante
aposbolado el supremo fin de su vida. Dios,permitiendo que
la Sinagoga y l{erodes levantasen, en su malicia,la persecu-
ción en Jerusalén, Bupo,como siempre,en el gobierno provi-
dencial del mundo, sacar bien del mal, y arroiar Íuera del
sagrado lecinto, donde había estado encerrada muchos si-
glos,la luz que el mundo tanta impaciencia esperaba. Desde
este mornento la cuestión de la evangelizaeíón de los gen-
tiles queda resuelta desde el punto de vista, no solameg'
te teórico, sino sobre todo prrÍctico. Pedro, marchándose á
las naeiones extranieras, bien que sigan siendo su prinei-
pal objetivo los judíos y sus sinagogas, da el ejemplo, I
los otros Ie siguen. Es realmente iniusta para él y tam-
bién para sus colegas la suposición de que sólo Pablo ó
Bernabé seflalaron oficialmente sus huellas en este eamino'
Pablo esperabe bodavía en Tarso Ia sef,al rle Jerusalén;
Bernabé no soflaba en evan gelízar á, Antioquía, cuando
Dios, queriendo que Pedro Íuese el promotor ordinario
de las grandes resolueiones en su Iglesia, Ie empujaba,
á pesar de todos sus prejuicios judíos, á,baut'izar á, Corne-
Iio y á los de su casa. Yímosle defender animosamente su
conducta demostrando, ante la Iglesia, que había obrado
conforme al derecho y al clebe;:, /, como consecuencia, ins-
pirar á los Doce á seguir su ejemplo. Su discurso parecía,
en realidad de verdad, transmitir á' cada uno de ellos eI
santo y sefla que él mismo había recibido: (1levá,nt'ate y
come!» Debía considerarse bueno todo lo que las circuns-
tancias iban á ofrecer al colo cle carla uno, é introducir en
ol reino de Dios todas.las almas que ardientemente lo llar
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LÀ OBBÀ DE LO§ APóSTOLES
-naron.
T. IV
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I
__l
r l
CAPITULO XI
El hambre en Jerusalén
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LA OBR,A DE LOS ÂPótsTOÍ,ES
los Corintios: (No haya más cle dos ó tres que hablen en
la asamblea crisbiana, y los demás juzguen G).»
La llegada de esbos predicadores de un orden aparte
debió de produeir viva sensación en la joven comunidad
de Antioquía, al evidenciar que los dones extraordinarios
pasaban del medio judío, donde eran desconoeidos y per-
seguidos , á" la nueva lglesia. Nada nos impide crcer que
los profetas, ante los paganos convertidos de Antioqrl",
Be complacieron en denuneiar severamente la infidelidad
de Jerusalén, siempre obstinada, á pesar del llamamiento
de Dios, en ce'rar los ojos á Ia luz, y enemiga irreconci-
liable de Jesús y del Evangelio. IJno de ellos, en medio
de sus diseursos, tuvo una sobrenatural intuición de las
próximas desgracias que Ia eólera celesüe reservab a á" Ia
plevaricadora eiudad, y, bajo la influencia del Espíritu
santo, predijo que un hambre grande haría estragos en eI
mundo entero y muy particularmente en Judea P). Su
nombre era hebreo (3), Agab ó agabos, con terminación
griega, y debía ser todar,ía joven, pues 1o encontraremos
de nuevo, dieeiséis aflos más tarde, en Cesárea, suplieando
á Pablo que .o suba á" Jerusalén y profebizándole de Ia
manera más dramátiea los peligros que allí eorrería. Si era
fáeil, aun sin ser profeta, saber, que el harnbre había hecho
estragos en Roma, el primer y el segundo aflo del reinado
(l) f Cor., XIV, 2g(*).
(*) El P.-Scio pone Ia siguiente nota de Estio: «Y los otros profetas di-
gân l-9 que sienten: si es_ el Espíritu de Dios el que los hace haLlar, y si lo
que dicen, es conforme ála sana doctrina.»-N. del T.
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328 MON8trÚOR LE CÂMUS
(l) Suetonio, Clawd,., XX; Dión Casio,IX; Aurel. Yict., Caes., ÍY.
iz> Ant.,XX,2, ó1Euseb., E.E-,II, XI.
(3) Euseb. C
(4) Suetonio,
iul Agab y to
"Ag.ipr, muerto de
HÀ.ãaes ada devas-
t«i á JerusaÍén al del de'Ti-
berio Alejandro, 46-47. (Anú., XX, 2, 6)Y1-2).--
(6) Ànt.,ibíd. Comp. Eusebio, E. D.,II, XI, y Chroru., p. 79.
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I
LÀ OBBÀ DE LOS ÀPó§TOLES
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MON§EfrOB LE CÀMU§
'en
las comunidades de origen iudío, y el de Obispo en las
de origen griego. Deberemos insistir en esba importante y
diffcil euestión, cuando sea preciso estudiar más tarde la
Iglesia erietiana en Bu perÍodo de organización. Resolver-
la en este momento sería anticiparse al desarrollo tan ma'
ravillosameute progresivo y ponderado de )a jerarquía
eatóliea. Baste saber que los Aneianos de Jerusalén, di-
rectores y vigilantes de la Iglesia madre, recibieron los
clones llevados á Antioquía, y los distribuyeron á los fielee
más necesitados.
Aquí se coloca muy naturalmente la historia de utra
mujer bienhechora, Helena de Adiabena, esposa y madre
de reyes, QUo se distinguió, durante aquella carestía, Por
su inagotable caridacl. Josefo, cor-rtando rnuv lat'gamerrto
su vida, díeenos que había abrazado Ia religión judía 'tl.
2No habría sido más exaeto decir guo, conyertida por ttn
predicador del Evarrgelio, había acloptado la religión de
Jesucristo? Hay en esta mujer una caridad que traspasa
la nota iudía, v en la historia de su conversión, algo que
hace pensar mu.y naturalmente en las dichosas conquistas
de los primeros propagadores del Evangelio (z).
Helena era hermana y esposa de Monobazes, rey de
una provincia de Asiria llamada Adiabena. El segundo hiio
que dió á su marido fué bien pronto el objeto de las pret'e-
,rencias paternales. Una voz misteriosa había profetiza-
do su porvenir. Se le llamó Izates. Moy pronto inspiró
á sus hcrmanos la más violenta envidia, y Monobazes de-
bió pensar en ponerlo en seguridad, alejándolo de su corte.
Confiólo á Abennerig, rey de Mesena. Este apreció en se-
Obispos par4 gobernar la fglesia cle Dios. Escribiendo á Tito, le encarga ins-
tituir en las diversas ciudades de Creta Ancianos cuya vida sea absoluta-
mente correctal «porque-dice-es preciso que un obispn sea irreprochable».
íY. ?ito,I, tr-7; f Timot.,III, l-7; Hechos, XX, 17, 28). Asíse explicaría qui-
zá,sla presencia simultánea de muchos obispos en una misma I.gleaia(Íi-
lip.rI.,l1 Hechos, XX, te; Santiago, Y, 14). San Pedro recomiendaálos An-
c'ianos que apacienten el rebaío y ejerzan en él el oficio de obispos, êtrwro'
r.oavrcs (f Ped,ro, Y, 2. Véase San Jerónimo in Episüolo' a.d, Iitum).
(1) Ant., XX, 2-4.
(2) Yéase Orosio, VII? 6, y Moisés de Corena, II, 35.
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LA OBRA DE LOS ÀPóBTOI,ES 331
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r
MON§ENOR LE CAMIIB
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I
!
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334 MONSENoR LE CAMTIS
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UONEEfIOB LE CÂUU§
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I
-I
CÀPÍTULO XII
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7
UONSEfrOE LE CAMU8
dero nombre de su Maestro. San Epifanio (Haer., XXIX, a) dice que uno
delos nombres más antiguos de los cristianos fué el de 'leaaoiot. Tal es el
que ha tomado una de las grandes órdenes religiosas de los tiempos moder-
nos, los Jesuitas.
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t
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I
:340 I()NSEftOR LE CÀMIIS
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LI\ OBR^ DE LOB ÀPóSTOLE§ 341
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MON§EÍOB I,E OÀIUB
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i
LA OBBÀ DE LOS ÂPó§TOLE8
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/
/
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LÀ OBBÀ DE LOS APóSTOLES
(1) Eecltos, Tr 8.
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-
346 IIONSE§OR LE CAMUE
(1) f Pedro,ll,9.
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3+7
Ln oBBÀ DE Los lrósror.us
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/
MONSEfrOB LE CÀUUS
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I
ÍNDICE
pÁcs.
Pnóroao 6
CAPÍTULO PRIMERO
Ll uovrn ler,rsrÁ. BE BucoNsrrruyr EN EL REcoGrurENTo
CAPÍTUIO II
Er, PpnruoosrÉs cBrETrÁNo
La maflana de Pentecostés.- Yenida milagrosa del Espíritu San-
to.-El don de lenguas.-En qué consistió.-Razonamientos de la
multitud.-Respuesta de Pedro.-Su primer discurso apologético.
-Dios desiguó á Jesus como Mesías; los judíos le crucificaron como
criminal.-iQuién tenía razón?-Felices resultados de esta primera
predicación. ( Hechos. II, r 41). 52
CAPÍTUI,O III
Yrol, EDrx,rcÂsrg DE r,os pBMEBos cBrsrraNog
Situación prelnnderante de los Apóstoles.-fnstruyendo á los pro-
sélitosr crean la unión de los espíritus.-La Eucaristía acaba la unión
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3õ0 INDICE
PÁos.
CAPÍTULO W
CAPÍTULO Y
CAPÍTULO YI
CAPÍTULO VII
Por sEGIINDÀ vEz sE PBENDE Á r.os ÀpóstOr,rs e. soN LLEvÀDo§ ANTI
tl, Gnelr CoxsEJo
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Írcorcr 3õl
pÁos.
SEGIINDA PARTE
PRIMEROS RESPLANDORES DE LA IGLESIA FUERA DE JERUSÀÚN
ó Ta IGLESIÂ Y LoS HELENISTAS
CAPÍTULO PRIMERO
h.rsrrrucróN or r.os DrÁconos
CAPÍTULO II
Tnvurrva DE Esrnrlr.r pÁBÀ Etr[ÂNCrpAR DEL .ruoeÍsuo r,.L rcr-ugr.e..
Es lpronEÀDo
, CAPÍTULO tII
L^ pnnircucrórv pr PtsLo oB,,rcÀ e r,l rcr,rsra cnrsrrere Á BÂLIB Dr
Jsnus.Lr,úr.r
La irritación de los fariseos encuentra un instrumento terrible en
saulo de Tarso.-Formación intelóctual y moral de este ioven.-su
familia.-El título de romano.-su doble nombre.-El
ciucradano
joven discípulo d.e Gamaliel en lo moral y en lo
físico.-No estaba
casado y no había visto á Jesús. que hàeía contra los cristianos.
-Lo
resultados de su p...u.o"ión. yrlr,
-Primeros
a;
( Hechos. r-a; xxrr,
Cd,latas, I, lB). ráo
CAPÍTULO IY
r'r rer,rsrÂ, sÂLrDÂ ot JrnuselÉx, otrREcE, poR LA rNrcrÀTrva DBL
»rÁcouo Ferrrq LÀ sÀLuD Á Lus BAtr[aBrrÀNog
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362 Írorcr
PÀGS.
CAPÍTULO V
CAPÍTULO YI
. Le Convsnsrór »r S-nur,o
saulo reclama plenos poderes contra los cristiauos.-Lo que le es'
pur"U, debamasco
en eI camlino de Nazaret'-
õitgá-v conducido por lamano, La cpa 9u T'
das"en la calle Reãta.-Ananías recobra la vis'
ú, recibe eI bautismo y da testimc ' ( Eeclws, IX'
i.zz; xxrr. a-to; xxÍL lo'20). 18ó'
OAPITU.tO YII
PesLo BE RETTBA Á Anerrl
Épo.* probable en que hay que s ên Arabia'
exegéticas.-Argo-eoto sileneio al
-Rároo..
.isoi."t" alí" d; h. grr"deã crisis de ó Pablo del
õ;i.t de la historia para no couocer sino el de la conciencia?-Cómo
se obró su formación religiosa y teológica.-Lugar
dond'e se retiró'
(eArnt,I, 13-18). 201
CAPÍTULO VIII
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f
./
Írorcr
pÁos.
TERCERA PARTE
CAPÍTULO PRIMERO
CAPÍTULO Ir
Prpno y EL cnNTunrór Connruro
Perlrq y los otros comprendían ra ad.misión de los paganos
- 99:g
r§lesia.-cornelio, centurión de la cohorte rtaliana án cesárea._
en
!a
La-visión que tuvo en su plegaria.-Sus emisario. í .lãpp.._Eü=-
tesie de Pedro sobre la casa del curtidor.-r,o qr" oiã. in porin."ao
no e€ impuro.-Pedro en casa de cornelio.-La p"..o,
de pentecos-
tes de los gentiles. ( Eechos, X, t-4g). 286,
CAPÍTULO III
Ptono, DE BEeBEso Á Jrnuslr.Ér, JusrrFrcÀ Bu coNDucra
sentimientos que debió experimentar viviendo con gentiles._có_
mo se apreció su conducta eu Jerusalén.- Los de h ã,rcuncisiún._
Pedro se defiende.-Todo lo que se ha hecho, Dios io ha
hecho._su
resp 'esta impone silencio á unos y llena de entusiasmo
á ot os. ( Ei-
ehosrXlr l-18).
26L
CAPÍTULO ry
Er ursuo rpn^ punsro ur pnÁcrrc EN AurroeuÍl
Predicación evangélica fuera de Jerusalén después de Ia
muerte de
Esteban.-En la cosra fenicia.-En la isla a" cuffilÍo diõ;ír.
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864 ÍNprcc
- rÁcs-
CAPÍTULO Y
UNIYETiSÀ-
BrnrerÉ, ENvrÀDo ^'i AxtroquÍe, ÀPRUEBÀ EI, MOVIMIÚNTO
ÂsEeuRAE rr' Éxrttl
LrgrÀ Y YÀ Á suscÁ.n Á PAsÍ,o Á Tlnso PABA,
CAPÍTULO YI
27t
CAPÍTULO YII
Prnsrcucrón rx Jrnus,a'úlr
á ser- rey
Herodes agripa l.-Vicisitudes de su existencia.-Llega
natural perverso. - Por política, quiere agradar á
a. fÀ.l"afo.]-So
su' nueyos súbrliios y *u Ér.. perseguidoi.-Iluerte de Santiago,
hermano de Jo*r.-pri.ioo de Éedrc.-su milagrosa evasión.-En
casadeMaría,madredeJuanMarcos.-santiago,hermanodelSe-
f,or._Desdicha aá n"roa"s.( Hechos, xrl r-19).
28O
OAPITULO YIII
Lo que determin
Extravagaucias de
honor de Claudio
teatro.-Belato de Josefo Y de Sa
XIL 19-24)' 29í
rnaldicesu memoria. (Eechos.
MuertedelReyi,,pfã -S"
CAPITULO Ix
Ptono, PrBgu.ourDo, LLEvÀ rr' Ev'e'roELro FUDBI or Per'EgrrNÀ
DóndefuéPedroalabandonaráJerusulén._Elapostolradonoe§
solamente
pr lica en Roma desde el aflo 45 al
"r.pi..ãpáà.-pedro
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t-
TNDICE
PÂG§.
CAPÍTUIO X
DrsprnsróN DE Los APósroÉEg
La persecución apresura la
uno, según la tradición.-Sa
drés y los otros.-El mundo i
(Marus, XVI, 15,20). 318
CAPÍTULO XI
Er ueunnt rr Jtnus.a;.Élr
CAPÍTULO XII
Iros cnrsrrÀNos rx alrtroQuÍ.E
Necesidad de designar oficialmente á los discípulos del Evangelio.
palabra CRISTIANO en su origen, su significad.o, sus resulta-
-La
dos.- Camino rápidamente recorrido por la Iglesia.-Su nuevo nom-
bre prueba que, definitivamente desligada de la Sinagoga, es dueia
de sí misma en lo sucesivo.-Conclusión del período de emancipa'
cíón. (EcchoqKl, 26). . . 337
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VICARIATO GENERAL
DE
',A
DIÓCESIS DE BARCELONA
Dl Vicqrio Capitular,
P. À.
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Jr'
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