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LOS REYES ESTUARDO

Y LA
FRANCMASONERÍA

ANDRÉ KERVELLA
TRADUCCIÓN
RAMÓN MARTÍ BLANCO

1
 
2
 
INTRODUCCIÓN

Todavía hoy son numerosos los historiadores de la francmasonería que tildan la


cuestión de las influencias jacobitas como incongruente. El hecho que, sea cierto o no,
los partidarios de los reyes Estuardo de los siglos XVII y XVIII hayan jugado un papel
determinante en la aparición y expansión de las logias, éste hecho no merece a sus ojos
un interés relevante. Sin argumentarlo, habituados a aceptar sin rechistar la teoría largo
tiempo dominante de una dinámica influenciada por la fundación de la Gran Logia de
Londres en 1717, consideran con muchísima suspicacia la indicación de cualquier
cofrade que proponga mirar más allá. Su actitud es tanto más curiosa que incluso se
prohíben consultar los archivos que permitirían abrirles los ojos. Esta forma de proceder
se denomina prejuicio metodológico: convencidos a priori que no encontrarán nada en
la documentación, creen poder ahorrarse una vana fatiga campando sobre
posicionamientos presumiblemente definitivos.

La teoría de 1717 –emplearemos esta abreviación para ir más rápidos- consiste en decir
que en ese año, cuatro logias particulares se reunieron en Londres para fundar la
masonería moderna. Sus motivaciones: practicar una fraternidad que no discriminara
clase social ni dogma filosófico preestablecido, formando una comunidad de hombres
capaces de manifestar cotidianamente la realidad de una ética de tolerancia mutua,
concibiendo el mundo como un vasto sistema en el que las libertades individuales se
expresan en la voluntad de contribuir al progreso de la civilización. Al margen de
turbulencias políticas y religiosas, se trataría de promover una sociabilidad inédita. Y es
así que una élite se habría entusiasmado, provocando un mimetismo fulgurante fuera de
las islas Británicas.

El inconveniente es que la creación de una Gran Logia en dondequiera que sea la parte
presupone que las logias particulares que la integrarán están previamente activas, de tal
manera que es preciso tratar de comprender como éstas han podido aparecer y desear
sumarse a ella; ahora bien, nuestros historiadores son sorprendentemente discretos sobre
el particular. A lo sumo, rebuscan pródromos vinculados a la Royal Society, que a partir
de 1660, reagrupará sabios de renombre. Por tanto, cuando se les pide ir a los hechos,
exponer pruebas explícitas, se contentan con exponer ideas generales como se hace al
comentar una fábula. Peor aún, evitan incluso considerar que la fundación de la misma
Royal Society se sitúa en un contexto político determinado poco después que Carlos II
Estuardo restaure en provecho propio el poder perdido por su padre once años antes.

Por comodidad de vulgarización, se prefiere fijar el origen en una fecha y lugar


precisos. A primera vista, el acontecimiento señalado en Londres en 1717 presenta la
ventaja de ofrecer las certezas necesarias al comienzo de un relato sólido. Se aprecia la
inclinación por referirse a ellas en la medida que los mecanismos de la memoria
colectiva reclaman a menudo la celebración de aniversarios, de conmemorar un acto
fundador. Sin embargo, el asunto se complica cuando la vulgarización lleva a descuidar
lo que ha podido sobrevenir antes de esa fecha o en otros lugares. Las fantasías
ideológicas se abren paso por delante de la investigación histórica. Esto es pues lo que
observamos al hilo de las denegaciones recusando a los jacobitas.

Es menester recordar ciertos hitos cronológicos. En 1603, después del deceso sin
descendencia de la reina de Inglaterra Isabel Tudor, Jacobo Iº Estuardo toma su

3
 
sucesión1. Él es ya rey de Escocia con el título de Jacobo VI. Su hijo Carlos Iº viene a
continuación. Desgraciadamente para él, sus iniciativas poco afortunadas provocan una
guerra civil que culminará con su captura y decapitación en 1649, en beneficio del
dictador Cromwell. El retorno triunfante de Carlos II en 1660 significará la restauración
de su dinastía sobre el conjunto de reinos que componen la Gran Bretaña. Pero, después
de la desaparición de este último en 1685, es sustituido por su hermano Jacobo II que
conocerá los mismos infortunios que su padre. Una revolución lo echará del poder
después de tres cortos años de ejercicio. Se refugia en Francia donde Luis XIV le ofrece
asilo en el viejo castillo de Saint-Germain-en-Laye. Desde allí, espera llevar a cabo una
guerra de reconquista. Sus tentativas fracasan. Le sucede lo mismo a su hijo Jacobo III,
más tarde acogido en Italia, que organizará vanas expediciones hasta 1745-1746. Son
sus partidarios a los que nombramos jacobitas. Y entre los más eminentes, podemos
encontrar un gran número de francmasones.

Habiendo tenido ocasión de desarrollar anteriormente un estudio sobre el siglo XVII2,


sería inadecuado retomarlo aquí bajo otra forma que no fuera esa. Es sobre todo el
período correspondiente al exilio habido en el continente que conviene detallar, en
particular el que comienza con el advenimiento de Jacobo III en 1701, y que culmina
con la muerte de su hijo Carlos-Eduardo en 1788. He aquí dos reyes, o más bien dos
pretendientes a reyes, respecto a los cuales la vulgata sostiene que nunca fueron
francmasones y que estos incluso llegaron a denegar tal posibilidad a aquellos, que en
sus respectivos rangos, pudieron serlo. Esto por sí solo bastaría, parece ser, para dar
carpetazo al asunto sin tan siquiera abrirlo. Algunos gustan sobre todo en citar las
palabras de Carlos-Eduardo en persona, según las cuales ni él ni su padre habrían
motivado de cerca o de lejos la adhesión de sus fieles a las logias. Si tal fuera el caso,
efectivamente no tendrían ningún sentido hablar de masonería jacobita.

En realidad, que existe un testimonio, resulta innegable; pero que su contenido sea
diferente del comentado en los expeditivos estudios publicados en fragmentos, esto
hasta hoy no se ha demostrado nunca. Para valerse de ello, se pueden consultar dos
fuentes. Por una parte se encuentra la proveniente del barón Karl Eberhard von Wächter
interrogando a Carlos-Eduardo hacia el final de sus días, y que tiende a acreditar el
punto de vista que acaba de ser señalado; la otra, proviene de la propia mano de este
príncipe y cuya interpretación no puede ser más que divergente. Sea como sea, el
número de documentos disponibles aparte de estos es importante, y la lectura que de
ellos puede hacerse es siempre concordante, si bien la evidencia salta a la vista. Sí, los
primeros francmasones de la modernidad aparecieron tras la huella de los reyes
Estuardo, y se encuentran en el origen de las logias dichas especulativas. Más todavía,
cuando el sistema de primeros grados fue aumentado con una maestría dicha escocesa,
ellos fueron sus promotores.

En la medida en que la mayor parte de la diáspora jacobita como consecuencia de la


revolución de 1688 se queda en Francia permaneciendo en ella largo tiempo, lo que
sorprende a los adeptos franceses de la teoría de 1717 es su capacidad para hacer
malabarismos con las paradojas haciendo cara de no saber nada. Cien veces, repiten a
pies juntillas que las primeras logias del reino se edificaron sobre el modelo londinense.
Pero, cuando se quiere obtener de ellos que expliquen por qué los tres primeros
                                                            
1
Jacobo VI ejerce su derecho sucesorio por Margarita Tudor, su bisabuela, hija de Enrique VII, que se
había casado en 1503 con Jacobo IV de Escocia.
2
KERVELLA, André, La passion écossaise, Dervy, Paris, 2002.

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dirigentes de la Gran Logia de París fueron jacobitas, y por qué estos jacobitas no
buscaron la garantía de Londres, entierran estas preguntas en el cajón de los detalles
descuidados. Cuando se les pregunta que suerte reservar a los jacobitas cuya iniciación
se sabe positivamente anterior a 1717, responden vagamente que fueron casos aislados
que no permiten obtener una conclusión de conjunto. Peor aún, cuando se les pone a la
vista escritos auténticos de compatriotas, que en la primera mitad del siglo XVIII,
aseguran que la francmasonería traspasó el canal de la Mancha con los partidarios de
Jacobo II, como es el caso del magistrado de la champaña Philippe-Valentin Bertin de
Rocheret confiesa, después de su propia iniciación producida en 1737 que la sociedad
masónica fue “introducida en Francia gracias al rey Jacobo II en 1689”3, cambian
precipitadamente de tema.

Los menos prevenidos desarrollan una argumentación compleja. Reconociendo


complacientes la presencia de numerosos jacobitas en Francia, con una mayor
concentración en París, les conceden efectivamente el beneficio de haber ejercido un
cierto ascendente; pero añadiendo de inmediato que en realidad estos exiliados no eran
más que rivales de los otros francmasones, dichos hannoverianos. Comprendámoslo
bien: las logias que se sitúan bajo la tutela de Londres a partir de 1717 son consideradas
como hannoverianas, en el sentido que sus miembros, en su mayoría, reconocían la
legitimidad de George de Hannover, reinante desde hacía poco (septiembre de 1714)
sobre los tres países de la Gran Bretaña (Inglaterra, Escocia e Irlanda). Desde la mitad
de los años 1720 -según sus autores-, habría pues francmasones franceses aceptando la
obediencia londinense primero, para pasarse luego y situarse bajo la estela de los
jacobitas. Es de este modo que explican ciertas turbulencias que afectaron la Orden
hasta mitades de siglo, sin que los jacobitas llegaran realmente a estar en disposición de
imponerse.

Olvidan decir que las logias parisienses en particular, y francesas en general, que
solicitaron su constitución de Londres en la primera mitad del siglo dieciocho fueron
muy raras. Una sola en París, dirigida por el orfebre Thomas-Pierre Le Breton, lo hizo.
En contrapartida, nos atrevemos a decir, que son decenas y decenas las logias que no
pueden ser revindicadas pues como hannoverianas. Por el contrario, estas entienden
situarse bajo el estandarte de los primeros grandes maestros jacobitas; o bien, más
libremente, adoptan el sistema primitivo de la interdependencia por reproducción de las
logias madres a las logias hijas. Esto significa que es absurdo especular sobre un
esquema en dos tiempos que haría de los jacobitas figurantes de segunda generación,
una vez los primeros papeles jugados por los hannoverianos. La entrada en juego es
desde el primer momento, por no decir por delante de la escena. Por otra parte, en la
Francia del siglo de las Luces, las relaciones entre las dos grandes logias de Londres y
de París son tardías y marcadas por un fondo de ignorancia o desconfianza recíprocas.

El único inconveniente que podemos experimentar al esforzarnos por llevar a cabo una
búsqueda dirigida hacia estos orígenes tan controvertidos tiene que ver con la naturaleza
de los documentos disponibles. Si la mayor parte están escritos en estilo directo,
diciendo las cosas por su nombre, otros usan deliberadamente alegorías o cifras.
Entendemos que los exiliados y la correspondencia que mantienen con sus partidarios
del otro lado del Canal, temen más que nada que esa correspondencia se interceptada
por los espías del servicio Postal manipulados por la parte adversaria. Tratan pues con el
                                                            
3
Bibliothèque Municipale de Chalons, manuscrito nº 125, pág. 240. Carta de Philippe-Valentin Bertin de
Rocheret a su primo, el padre Thierrion, religioso mínimo.

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redactado complicar su trabajo a los espías adoptando códigos y convenciones que les
eran propios. El método es suficientemente extendido en otros contextos, en particular
en la comunicación de despachos diplomáticos para evitar explicitar sus contenidos.
Corresponde únicamente al historiador llevar a cabo el ejercicio de desencriptar unos
archivos, que en ciertos casos, se presentan como un jeroglífico. Cuando se trata de
cifras, y el interesado no dispone de una parrilla de transposición que venga con los
documentos (los jacobitas la cambiaban regularmente), un poco de paciencia y de rigor
matemático puede permitir el restituir a un texto una forma inteligible en lenguaje
común. Cuando se trata de alegorías, la tarea es más ardua, ya que no es seguro el
disponer del último plan de referencias compartidas entre los personajes en cuestión.

La tarea es ardua, de ahí su dificultad; pero no es insuperable. Lo que contribuye a


resolverla es que, justamente, la particularidad de los rituales masónicos es emplear un
gran número de alegorías, de tal manera que la búsqueda de similitudes entre ellos y los
documentos consultados conducen a fundamentar una interpretación coherente. Ocurre
incluso que los rituales contienen una parte dicha histórica que informa directamente
sobre las realidades que los inspiran. Más vale en todo caso no caer en el defecto
anacrónico, en relación a la época estudiada, resumiéndose a imaginar las alegorías
masónicas como puramente literarias, desconectadas de los hechos cotidianos. A
menudo, sirven simple y llanamente para presentar bajo formas teatralizadas, y
solemnizadas por ese medio, preocupaciones muy concretas.

Una fórmula batalladora resume todo esto. Ella es política, pero en la progresión de la
presente obra podremos comprobar que se aplica también a los francmasones de la
diáspora que conservaron durante largo tiempo la ambición de contribuir a la
restauración de los Estuardo. “Estamos seguramente bien fundados en esperar que con
la asistencia divina y bajo los auspicios del Rey muy Cristiano los fieles Escoceses
estarán en disposición no solamente de restablecer en muy poco tiempo la autoridad de
su Rey legítimo en todo su reino de Escocia y afianzarlo contra los esfuerzos de los
partidarios de Hannover; sino también de ayudarlo poderosamente en la recuperación de
sus otros Estados.4” Esto es lo que escriben dirigido a Edimburgo en 1741 los jefes de
los clanes escoceses que prometen levantarse tras la llamada de su soberano refugiado
entonces en Roma y que solicitan para ello el apoyo de Francia. Los jefes de estos
clanes son así mismo y en su mayoría francmasones, y quizás incluso todos5. Ahora
bien, casi en el mismo momento, algunas semanas después, el famoso caballero Ramsay
que reside en la región parisiense no se priva en recordar a uno de sus visitantes que
fueron varios los francmasones, que bajo la dirección del general George Monk,
contribuyeron en 1660 al retorno de Carlos II. Sin embargo, cuando el mismo Ramsay
tiene ocasión, cuatro años antes, de pronunciar un discurso en la asamblea general de la
Gran Logia de París, evita voluntariamente decirlo ante su auditorio “para que la
cofradía no se viera como sospechosa de mezclarse en asuntos de Estado6”. Pero ello
no impide que lo pensara y lo continuara pensando todavía y que ésta autocensura sea
por consecuencia reveladora del estrecho vínculo que este eminente jacobita concibe

                                                            
4
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Angleterre, volumen 76, folio 102. Pacto de los
confederados escoceses, 13 de marzo de 1741.
5
Quizás: precaución semántica, en la medida que una comprobación completa es difícil de llevar a cabo.
6
BÜSCHING, Anton Friedrich, Beyträge zu der Lebensgeschichte denkwürdiger Personen: insonderheit
gelehrter Männer, Johan-Jacob Curts Witwe, Halle, 1785, volumen III, p. 329. “La restauración del rey
Carlos II al trono de Inglaterra fue decidida y concertada en una asamblea de francmasones, porque el
general Monk era miembro de ella y pudo así llevar su plan a cabo en la mayor de las discreciones.”

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entre su actividad masónica y su fidelidad al “rey legítimo”. A su modo de ver, la
francmasonería no es una cofradía que tenga por vocación urdir un complot político,
pero concibe una relación casi natural entre el compromiso masónico y la defensa de la
causa jacobita.

La presente obra prolonga y complementa otros análisis propuestos en otros libros ya


publicados. La esencia de la pedagogía, según dicen, consiste en la repetición. No
obstante, mi objetivo no es limitarme a esto. Focalizándonos ahora sobre los príncipes
de la Casa Estuardo, se trata de proponer nuevas aclaraciones sobre puntos que ciertos
lectores atentos juzgan como discutibles, tratados demasiado rápido en ocasiones
anteriores. Resulta una tendencia bastante natural, cuando uno se halla familiarizado
con una problemática, el creer que en ocasiones puede dispensarse de detallar los
argumentos. De dónde las críticas recibidas y que es preciso tener en cuenta, por mor
que estas son sinceras. Digamos que quiero describir aquí dos grandes etapas de la
francmasonería escocesa de tiempos del exilio, según uno se sitúe antes o después de
1746.

El año 1746 es crucial. Ese año marca en Culloden, la derrota del ejército de reconquista
guiado por Carlos-Eduardo. Antes de esa fecha, este príncipe estaba en acuerdo con su
padre y se tiene el sentimiento que por aquella época el Escocismo es bastante unitario.
Después, un desacuerdo creció rápidamente entre los dos hombres, y una de las
consecuencias fue la de provocar la dislocación de esta unidad. Se suceden entonces dos
decenios de confusión en los que, todavía hoy, resulta complicado desencriptar los
principales episodios. Sin embargo -asunto de importancia en opinión de ciertos
historiadores-, la aparición de la Estricta Observancia parece participar del enigma más
opaco. ¿Puede que la solución esté en el examen de las diferencias que oponían el hijo
al padre? He aquí, en todo caso, una cuestión que no ha sido todavía abordada.

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8
 
1.- Unas palabras bajo la armadura

A medio camino entre la leyenda y la realidad, una tradición otorga a Jacobo VI de


Escocia (Iº de Inglaterra) la responsabilidad de haber inspirado directamente la creación
de las logias modernas. Esta tradición articula la historia en dos grandes períodos.
Primeramente, y desde tiempo inmemorial, el arte de la masonería habría sido
desarrollado en el seno de asociaciones de obreros y artesanos altamente cualificados a
las que se habrían unido gustosos intelectuales y gentes de letras. Cuando su
advenimiento, la reina Isabel Tudor, al no poder ser admitida a los secretos por ser
mujer y sospechando a la vez sobre posible maleficios, habría pronunciado una
prohibición. En contrapartida, después de su muerte, Jacobo habría autorizado una
reinstauración y habría incluso pedido su iniciación.

Podemos comprender que tal punto de vista es muy inglés. Efectivamente, ya que antes
de que llegara a ser rey de Inglaterra, Jacobo Estuardo era ya rey de Escocia, y no tuvo
nunca nada en contra en cuanto al funcionamiento de las logias que tenía bajo su poder,
y por vía de consecuencia, podría haber tenido entrada en ellas. Que, para dar el paso,
esperara a su nueva coronación en 1603, resulta cuando menos curioso. Ciertamente,
hay un documento fechado en diciembre de 1658 que le atribuye una iniciación
escocesa en Perth, bajo los cuidados de John Mylne al que había nombrado
anteriormente patrón y juez (patron and judge) de los masones, pero si por una parte
faltan las indicaciones cronológicas al igual que precisiones sobre las circunstancias de
este acontecimiento, por otra parte un tal oficio de patrón y juez sólo correspondía en
esos tiempos a los masones de oficio, aquellos que trabajaban en las canteras, sin que se
les pudiera reconocer un tipo de actividad dicha actualmente especulativa. Por otra
parte, este oficio no tiene nada de particular en Escocia, no más que el funcionamiento
de las logias bajo su jurisdicción, encontrándose equivalencias en diversos otros países
europeos7.

En ausencia de archivos estrictamente contemporáneos relativos a los hechos de los que


se habla, la circunspección es obligada. Lo propio de ciertas tradiciones es en ocasiones
no relacionar con el presente los recuerdos de lo que tuvo realmente lugar en un pasado
más o menos lejano, sino de proyectar en este pasado la imagen de lo que uno hubiera
querido que fuera. A partir de entonces, los recuerdos están fabricados. Que lo sean a
partir de indicios coherentes no basta para validar la substancia. La intención que
predomina es la de establecer una continuidad ficticia entre una generación actual y la
de unos precursores que habrían cumplido un acto deliberado de puesta en forma.
Habrían legado a su posteridad una serie de reglas, ritos, convenciones, modelos, si no
en la totalidad de su expresión al menos en lo esencial. Lo que es falso, por
consecuencia, aunque supone conferir a aquellos que lo pretenden una sólida
respetabilidad. Dicho de otro modo, en el caso que aquí nos ocupa, no tomemos por
dinero contante y sonante la referencia a Jacobo VI; tratemos más bien de ver en qué
medida contribuye a alimentar fuera de tiempo el discurso de los partidarios de la
dinastía Estuardo.

Cuando accede al trono inglés, el ambiente intelectual que anima las élites es el de un
entusiasmo que llevaba a considerarlo como alguien capaz de federar las islas
Británicas. Las metáforas empleadas para alabar sus méritos, o cuando menos, definir
                                                            
7
KERVELLA, André, La Légende des fondations, Dervy, París, 2005.

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las tareas que lograba cumplir, son la mayor parte tomadas del oficio de la arquitectura
y la construcción. Sin lugar a dudas, la práctica se ha extendido a lo largo de los
tiempos, en el sentido en que los retratos de los reyes constructores inspiran una
abundante literatura; pero el hecho de ejercer una soberanía sobre tres reinos le suponía
la posibilidad de edificar un imperio, de favorecer una puesta en sinergia de poderosos
medios económicos y políticos. De donde, a su muerte en 1625, cuando el obispo John
Williams pronunció su elogio en la iglesia abacial de Westminster, la comparación
aduladora que se le aplicó calificándolo de “Salomón de la Gran Bretaña”.

En ese comienzo del siglo XVII, las metáforas de arquitectura son igualmente utilizadas
para describir la organización del cosmos y el de la sociedad. Cada una obedecería a
principios análogos a aquellos que inspiran los grandes urbanistas, con necesidad de
preparar los planos antes de su ejecución, mesurarlo todo, calcular la interacción de
fuerzas, etc. En todo caso, todo aquel que ejerza una función en un aparato de Estado,
por poco sensible que sea a la moda retórica, no puede por menos que encontrar normal
el decirse constructor del rey. ¿Se produjeron ejemplos antes de 1625? No, y ello
porque, sin adoptar no obstante una posición definitiva al respecto, en la medida que la
prosecución de una búsqueda no está exenta de sorpresas, me guardo muy mucho de
transformar la tradición en discursos de verdad. A pesar del ritual y de un cancionero
entusiasta que lo describe más tarde en primer rey masón de la Gran Bretaña8, me
contento únicamente con señalar una posibilidad, sabiendo que el reinado de Carlos I
aporta pronto informaciones más concluyentes.

En efecto, en la segunda mitad de los años 1630, se hace en dos ocasiones alusión a la
posesión de la Palabra de masón. Mientras que la guerra civil destroza Escocia, es
sabido que esa palabra es cambiada entre los fieles de Carlos I. Bien conocidos por la
historiografía masónica, los documentos que dan cuenta de ello son primero un pasaje
de las memorias de John Leslie, 6º conde de Rothes, el otro un poema de Henry
Adamson, The Muses Threnodie. Todavía se discute hoy sobre si ésta palabra remite a
las prácticas debidas a los obreros de oficio. Por tanto, nada se ha dicho sobre este
hipotético préstamo. Al contrario, todo gira en torno a la persona del rey en un contexto
en que la política predomina.

Los opositores a Carlos I son conducidos por una fracción de nobles escoceses en
desacuerdo con sus reformas religiosas y fiscales. Estas reformas son percibidas como
una tentativa no reconocida para hacer volver con fuerza el catolicismo romano.
Predicando por una parte la tolerancia, el rey da a entender su preferencia hacia el culto
anglicano, y desea consolidar la autoridad de los obispos. Esta postura, creían los
opositores, no era más que un subterfugio para preparar el retorno por la fuerza de una
institución mantenida a distancia desde Enrique VIII. De donde los eslóganes
antipapistas que encuentran una resonancia bastante aguda entre estos nobles escoceses
cuyos intereses son igualmente muy temporales, en el sentido que temían que un poder
episcopal apoyado por el rey pudiera disminuir el suyo. Para tratar de apaciguar los
ánimos, el conde John Stewart of Traquair, Lord tesorero de Escocia, es comisionado

                                                            
8
BARLOW, William Smyth. Masonic songs, old and new, including those published in “The free-
masons melody“, 1818, etc. Bury, s.e. 1885, p. 114. “El primer monarca de toda la isla fue el erudito
Jacobo, un rey constructor (masón) que fue el primer rey en hacer revivir el estilo del gran Augusto”.

10
 
por el soberano para que mediara con los cabecillas. Ahora bien, he aquí un hombre que
hace uso de la Palabra de masón, de que se valían otros legitimistas9.

John Leslie, conde de Rothes, que es pues nuestro primer testimonio y que por otra
parte se había alineado con los revoltosos, rinde visita a Traquair en la noche del lunes
13 de octubre de 1637, a fin de conocer sus intenciones y opiniones. En esta
circunstancia, le confía que un rumor le recrimina emplear la Palabra y mantener
frecuentes correspondencias con los opositores a las reformas. No muy molesto,
Traquair responde que las iniciativas que toma son siempre para satisfacer el servicio
del rey. Nada más claro: cargada de un poderoso valor simbólico, la Palabra circula
esencialmente entre la nobleza (en el texto: among the nobilitie). Sin embargo ¿quién se
encuentra en el origen de ello? ¿Son acaso los opositores al rey, puesto que parece que
algunos la conocen? ¿Es acaso un número restringido de legitimistas?

La obra de Rothes editada en 1830 explota una serie de materiales, que en su mayor
parte, son de segunda o tercera mano, quizá como consecuencia de la transcripción
efectuada por su hija o su nieta. Es difícil saber cuál es el texto original. Su editor lo
reconoce sin pesar.10 Y es por razón, entre otras, que el estilo es a menudo indirecto. El
conde es citado en tercera persona. Tan frustrado se siente al no tener ante sus ojos más
que un testimonio desfasado. ¿Quién sabe, si a partir de notas echadas sobre el papel al
hilo de los acontecimientos, un intérprete ulterior no haya procedido a adecuaciones? La
respuesta es proporcionada por la lectura de Adamson.

Escrito con ocasión del deceso de un tal Maestro Gall, burgués de Perth, y publicado en
1638 en Edimburgo11, su poema contiene algunos versos citados ordinariamente así:
“…Somos hermanos de la Rosa-Cruz / Poseemos la Palabra de Masón y la doble visión
/ Las cosas que han de venir podemos predecirlas convenientemente…” Esto ofrece
muchas revelaciones en tan solo tres versos. Resolvamos de entrada un enigma: ¿es que
el hecho de ser Rosa-Cruz otorga automáticamente la ventaja de la doble visión y de la
Palabra? O bien ¿es preciso establecer distinciones, suponiendo que uno puede ser
Rosa-Cruz, luego tener o no la doble visión, luego tener o no la Palabra?

Por consecuencia, el enfoque que aquí propongo contribuye a relativizar seriamente los
comentarios que preconizan la otra hipótesis, y que quieren a la vez situar sobre la cuna
de la masonería dicha moderna la sombra tutelar del rosacrucismo. Pero, ahí no está lo
esencial. El meollo está en los versos que prolongan inmediatamente el extracto
precedente. Muy a menudo escamoteados por los compiladores, olvidados, tienen sin
embargo una gran virtud, porque son queridos por el mismo Adamson como una
aclaración de sus palabras. “Y por poco que mostremos qué misterio os queremos decir,
/ En claros acrósticos se lee CAROLUS REX.12”

Sin lugar a dudas, como en el texto de otro cancionero ulterior13, el rey Carlos está en el
centro del misterio. Que quedemos desprovistos por decir el papel que personalmente
                                                            
9
LESLIE, John, A relation of procedint concernint the affairs of the Kirk os Scotland, from August 1637
to July 1638, David Laing, Bannatyne club, Edimburgo, 1830, p. 30.
10
Ibid. Apéndice, p. 189.
11
Por George Anderson.
12
ADAMSON, Henry, The muses threnodie or mirthfull on the death of Master Gall, Cant James, Perth,
1774, p. 84.
13
BARLOW, Masonic songs, op. cit. p. 142. “El rey Carlos Iº, un Masón también, entre otros pares y
hombres afortunades”.

11
 
juega, esto no es un hándicap. Aún y cuando limitándonos a la interpretación más
sobria, resulta cierto que este Estuardo inspira a los primeros francmasones, o bien
siguiendo la línea de continuidad de su padre, o bien innovando. Y estos lo saben,
gracias a lo que cuenta en su diario íntimo el famoso Elias Ashmole sobre su propia
iniciación, la tarde del 16 de octubre de 1646 en Warrington, teniendo claramente logia.
Lo hacen pronunciando un juramento de admisión sin equívoco sobre su elección
política puesto que, en ese contexto en el que las guerras civiles renacen apenas se ha
extinguido, juran en el artículo segundo su lealtad hacia el rey reinante, reputando por
adelantado toda traición o felonía como indigna de ellos.

En cualquier caso, hacer de la Palabra de masón una creación de los presbiterianos


escoceses, como se ha asegurado en ocasiones14, es una audacia difícil de demostrar.
Bajo el pretexto que diversas fuentes citan a eclesiásticos hostiles a Carlos Iº, en tanto
que eran conocedores de la existencia de la Palabra a falta de tener la Palabra misma,
¿acaso puede concluirse, que es en ese medio, que unos pocos imaginativos se han
puesto de acuerdo para inventarla? ¡Absolutamente no! Lo que sucedió en la primera
mitad del siglo XVI escocés tiene el mismo cariz que lo que se observará un siglo
después en Francia, cuando los prelados publicaron su inquietud ante la creación de
logias en sus diócesis. Así, en 1649, después de la decapitación del rey, es exacto que
miembros de la asamblea general de los presbiterianos de Escocia con sede en
Edimburgo se preocuparan por la Palabra de masón y pidieran que se hiciera una
encuesta entre los fieles para saber lo que significaba y cómo circulaba. Pero nada
revela la responsabilidad de cualquiera en su invención. Se pudo constatar más bien que
las autoridades religiosas, habiendo triunfado el monarca reformista, desconfiaron
mucho de aquellos que, con razón o no, presumían de su posesión.

No se deduce otra cosa de las palabras de John Lamont of Newton en su diario personal,
cuando señala que la asamblea general invitó a varios presbíteros a lanzar una
investigación para ver que se sacaba de ella. “Se ha dicho alguna cosa a propósito de la
Palabra de masón, se ha recomendado a diversos presbíteros que se informen (trial
there of)15” Si hubiera alguna duda sobre el sentido de ésta fórmula lapidaria, bastaría
con compararla con ésta otra salida del sínodo de Fife con fecha 4 de abril, en la que se
dice justamente que un informe proveniente de Dunfermline sobre la Palabra de masón
y los juramentos de secreto ha sido remitido a la asamblea general16. El secreto intriga
de igual modo a los presbiterianos de esa época como intrigará, y hará poner los pelos
de punta, a algunos obispos de la Francia de Luís XV.

El decenio que sigue obligó a la clandestinidad. El Arte Real no tiene sitio en la cultura
de un regicida. Se observa no obstante, sobre todo después de la muerte de Oliver
Cromwell el 3 de septiembre de 1658 y la toma del poder por parte de su hijo Richard,
una propensión a desarrollar discursos públicos, que inspirándose en cuadros bíblicos,
incitaban a los escoceses a obrar para el retorno del hijo de Carlos Iº refugiado en el
continente. En este sentido, hacia finales de ese mismo mes de septiembre, apenas los
restos de Cromwell sepultados, el capitán Thimothy Langley, de guarnición en Leith,
escribe al secretario de Estado John Thurloe, jefe del contraespionaje, que desde hacía
poco predicadores recorrían el país, haciendo uso de un nuevo lenguaje “místico” para
                                                            
14
NÉGRIER, Patrick. La Tulip. Histoire du rite du Mot de maçon, Ivoire-Clair, Groslay, 2005.
15
LAMONT of Newton, John, Diary, 1649-1671, Edimburgo, 1830, p. 7.
16
Ecclesiastical records. Selections from the Minutes of the Synod of Fife, M.DC.XL-M. DC.LXXXVII,
The Abbotsford Club, Édimbourg, 1837, p. 166.

12
 
anunciar el retorno de los exiliados y la liberación de los prisioneros. Este “misticismo”
consistía ni más ni menos que en inspirarse en escenas del Éxodo o de cualquier otro
libro del Antiguo Testamento para sugerir con medias palabras que Carlos II volvería a
su tierra natal como los judíos supieron sustraerse al yugo del Faraón de Egipto y volver
a la madre patria. “Así hablan, pero de manera tan ambigua que pueden eludir con
evasivas si se les pregunta, aunque pueda verse perfectamente que todo el pueblo
discierne sus pensamientos”17. Tales son las alegorías u otras parábolas que se entienden
sobre un fondo de connivencia tácita.

Thurloe es un adversario temible, que remunera multitud de agentes capaces de


proporcionarle cartas y otros documentos hurtados a los realistas, e incluso a
diplomáticos extranjeros con sede en Londres. Implicado en esta red de información, se
significa el escritor Andrew Marwell. Ahora bien, éste hace alusión una vez más a la
Palabra de masón. En 1672, publica una obra en la que ironiza sobre sus compatriotas
que presumían de permanecer en el secreto, comparándolos con los partidarios de las
antiguas facciones italianas de los Güelfos y los Gibelinos, que se enfrentaban sin
piedad con la preocupación de distinguirse en todo, tanto en su posicionamiento como
en su vocabulario. “De igual modo que aquellos que tienen la Palabra de masón se
reconocen secretamente entre ellos, igualmente solo con ver la manera de pelar o cortar
una cebolla un Güelfo reconocía a simple vista un Gibelino y viceversa.18” En ese
momento, el antiguo republicano consagrado a Cromwell no habla de los masones de
oficio sino limpia y claramente de los partidarios de Carlos II.

Podríamos aportar otros ejemplos que nos llevarían irremisiblemente tras la estela de los
Estuardo. Y estos vienen a durar hasta el reinado de Jacobo II. En 1686, en su Historia
del condado de Stafford, Robert Plot proporciona inclusive algunas indicaciones
lapidarias, pero suficientes para el caso, para saber cómo se desarrollaba una tenida de
logia cuando se decidía la admisión de un nuevo miembro. Cinco o seis antiguos se dan
cita en un albergue donde el nuevo les ofrece una comida, y es solo cuando cada uno se
ha bien saciado que se cumple la recepción por la “comunicación de ciertos signos
secretos por los que se reconocen unos a otros en toda nación, y gracias a los que
encuentran asistencia allí donde viajan19”. Plot se burla un poco entonces de la literatura
que constituye el bagaje de ciertos iniciados, como cuando tratan de remontarse a la
Edad Media para ubicar ilustres precursores. Pero, a través de una alusión cáustica a los
pergaminos salidos de los cofres y que estarían relacionados con los masones de oficio,
esos pergaminos más tarde designados bajo el término genérico de Old Charges, solo
contempla de hecho a los francmasones de Inglaterra, todos de buena sociedad, que se
metían poco después en el baño, y que después del mismo, tendrían tendencia a
practicar un proselitismo intempestivo.
                                                            
17
THURLOE, John, State papers of John Thurloe, esq. Secretary, First, to the Council of State, and
afterwards to the Two Protectors, Oliver and Richard Cromwell, Londres, 1742, VII, 416. Carta del
capitán Thimoty Langley a John Thurloe, 30 de septiembre de 1658. “Thus they speake, but so
ambiguosy that they can evade, if questioned; yet see plainly that the whole people knowes their
meaning”.
18
MARWELL, Andrew, The Rehearsal transpros’d, Or Animadversions upon a late Book, Intituled A
Preface Shewing What Grounds there are Fears and Jealousies of Popery, pretendidamente impreso en la
orilla sur del lago Leman, en 1672. La indicación del lugar de impresión es evidentemente falsa. Marwell
publicó su libro sin autorización de la censura real. La obtendrá sin embargo al año siguiente. Edición
consultada: Complete Works, volumen III, 1873, Rodson, Londres, p. 55.
19
PLOT, Robert, Natural History of Staffordshire, Oxford, 1686. Ver capítulo III, párrafo 85-88, p. 316-
318.

13
 
Dicho de otra manera, en el medio siglo siguiente que transcurre a partir de las primeras
divulgaciones de la Palabra hasta el reinado acortado de Jacobo II, existen certezas
sobre la perennización de una cultura, que extraña a las prácticas efectivas de la
masonería operativa, lejos del polvo de las canteras, no varía en su referencia política
principal. ¿Cómo caracterizarla? En coherencia con las metáforas dominantes, el rey
legítimo es el primer arquitecto de su pueblo. Tiene su ciencia y su poder de Dios, el
Gran Arquitecto del Universo. En marzo de 1609, en un discurso pronunciado en el
Parlamento, el “Salomón de Gran Bretaña” exponía como una verdad indiscutible que
“Los Reyes no son únicamente los tenientes de Dios en la tierra, sentándose en el trono
de Dios; sino que Dios mismo los ha llamado dioses.20” En ciertas obediencias, tienen a
bien decir aún hoy que las logias son desde sus inicios sin dogma al respecto. No
importa qué investigación histórica muestre lo contrario. Incluso el pastor James
Anderson en sus Constituciones que supuestamente acreditan la teoría 1717 no dice otra
cosa, puesto que no contempla a ningún francmasón sin fe religiosa y preconiza la
obediencia a la monarquía hannoveriana. Por consecuencia, una vez esto establecido, lo
que está en juego es saber cómo los iniciados bajo el estandarte estuardista modifican su
concepción de la francmasonería a medida que vayan sufriendo los reveses de la
fortuna.

Volvemos sobre la correspondencia dirigida a Thurloe en 1658 por el capitán Langley.


Los discursos de los predicadores que explotan pasajes de la Biblia para anunciar el
retorno de Carlos II son con vocación pedagógica. Encadenan escenas cien veces
comentadas en el púlpito, muestran pueblos o monarcas que supieron superar penosas
pruebas por tal de recobrar una prosperidad perdida. Antes de la captura de Carlos Iº y
el exilio forzado de su hijo, se comprende que no hubiera ninguna pertinencia en hablar
de ello. Después, las imaginaciones se desatan. De golpe, ¿es posible concebir una
primera inflexión en la literatura masónica a partir de esa fecha? El tema mayor es el de
una destrucción seguida de una expiación y de una reconstrucción. Cuando la
imaginación gusta situarse a la luz del antiguo rey Salomón, nada hay de más tentador
que retomar también los cuadros en los que aparece como el héroe, sobre todo
entretenerse con los del lado de Jerusalén y su templo. Si una vez llegada la
restauración, ésta literatura no tiene mayor sentido, vuelve a ponerse de actualidad
cuando Jacobo II es expulsado de Gran Bretaña por su yerno Guillermo de Orange.
Acoplada a la de la mitología griega que presume también de personajes sometidos a la
errática del exilio (Ulises, Eneas), ésta literatura ofrece un catálogo casi inagotable de
alegorías adaptables a los Estuardo.

En un panfleto publicado en 1747, el autor de Los Francmasones masacrados 21 ve las


cosas de otra manera. Para él, el inventor de la francmasonería es Oliver Cromwell en
persona. El cual habría reagrupado a sus partidarios en el seno de una sociedad secreta
para arruinar la Casa de los Estuardo e imponer su dictadura a los tres reinos de las Islas
Británicas. Sería él igualmente quién habría inventado los rituales para condensar los
principales episodios de su carrera hacia el poder. Muy hipócritamente, a cubierto del
secreto celosamente guardado por sus afiliados, habría sido un complaciente de Carlos
                                                            
20
JACOBO Iº, “A Speach to the Lords and Commons of the Parlament at White-Hall, on Wednesday, the
XXI of March, Anno 1609”, en The workes of the most high and mightie Prince James, by the grace of
God, King of Great Britaine, France and Ireland, defender of the faith, & Published by James, Bishop of
Winton, and deane of his Maiesties Chappel Royall, Londres, 1616, p. 529.
21
LARUDAN [seudónimo], Les Francs-Maçons écrasés, s.e, s.i. Amsterdam, 1747.

14
 
Iº, y se habría introducido en su entorno para minarlo desde su interior, compinchado
con personalidades influyentes. De donde sus victorias y crecimiento implacables.

Este autor del que se ignora incluso hoy la verdadera identidad, bajo el seudónimo de
Larudan, pretende haber visitado las principales logias de las grandes capitales europeas
y presume de haber recogido gracias a las estratagemas de Cromwell informaciones
normalmente desconocidas para la mayoría. La fábula es ridícula, ya que llega hasta dar
crédito a los rumores propagados en las tabernas sobre asesinatos perpetrados contra los
traidores, que llegaban al ahorcamiento y quema del cadáver22. Dicha fábula fracasa
sobre todo cuando dice cómo la restauración de Carlos II se inscribe en su lógica, al
igual que el exilio de Jacobo II, con numerosas alegorías que son movilizadas para
mantener la esperanza de un retorno triunfal al país de los ancestros.

Para resumir, y para fijar de una vez por todas un sólido punto de partida a las
consideraciones que van a seguir, propongo conceder la mayor atención a un correo
dirigido en mayo de 1737 a George Kelly, un eclesiástico irlandés próximo al caballero
Ramsay y traductor del célebre discurso pronunciado por este algunas semanas antes,
con motivo de una reunión de la Gran Logia de París. Este correo sitúa -ni más ni
menos- el origen de la francmasonería, a la cual califica de “club de gentilhombres y
ciudadanos” en el momento de la restauración de Carlos II: este club “tuvo sus inicios el
29 de mayo de 1660 y nunca ha dejado de continuar”23. El epistolario que dice por su
parte ser él mismo iniciado no ofrece desgraciadamente detalles, lo que limita las
posibilidades de análisis del contexto en que el acontecimiento se produjo. Pero, como
veremos, lo que dice es suficiente para otorgarle credibilidad, a condición de
comprender que la fecha indicada corresponde más bien al reconocimiento de la
institución por parte de los íntimos del rey, y a fortiori por el mismo rey en persona, que
a su génesis propiamente dicha, puesto que se conocen las premisas secretas bajo Carlos
Iº.

A modo humorístico, un grabado de William Hogart ilustra este testimonio. Titulado


Night, muestra a dos Hermanos achispados que salen de una tenida de logia en una
taberna de Londres24. Uno de ellos lleva todavía su largo mandil blanco y un collar de
Venerable. En segundo plano es visible la estatua ecuestre de Carlos Iº, mientras que la
enseña de una barbería está adornada con una rama de roble, lo que corresponde al rito
conmemorativo de la restauración de Carlos II. Reputado a la vez por su preocupación
por el detalle y por su tendencia a la broma, Hogarth hace figurar igualmente algunas
hojas de roble en el sombrero de este Venerable titubeante. El mensaje es pues claro: el
29 de mayo de 1660, es una fecha suficientemente importante como para que algunos
francmasones británicos la celebren con una comida ritual. Parece ser, que los exiliados
tampoco no la olvidaron.

Dicho esto, concedamos una oportunidad al pastor James Anderson. Gracias a la


publicación de sus Constituciones en 1723, es tan abundantemente citado que su
                                                            
22
Ibid. Pág. 115. Tal habría sido la suerte –según Larudan- reservada a Samuel Prichard en plena
asamblea de la Gran Logia de Londres, cosa que jamás sucedió ni fue sometido a tal suplicio.
23
HISTORICAL MANUSCRIPT COMMISSION [HMC], Reports on the Manuscripts of the Earl of
Eglinton, sir J. Stirling Maxwell, bart, C.S.H. Drummond Moray, Esq. C.E. Weston Underwood, Esq. And
G. Wingfield Digby, Esq., Eyre and Spottiswoode, Londres, 1885. Carta sin firma a George Kelly,
Avignon, 20 de mayo de 1737, p. 490.
24
IRELAND, John, NICHOLS, John, Hogarth’s Works, with life and anecdotal descriptions if his
pictures, volumen I, Chatto y Windus, Londres, 1874, p. 230.

15
 
nombre se convierte en talismán bajo la pluma de los vulgarizadores. ¿Qué dice –él
mismo- de los Estuardo? Nada de original -aparentemente-, puesto que retoma por su
cuenta la idea que Elisabeth Tudor prohibió la francmasonería en Inglaterra y que
Jacobo Iº la reanimó poco después de su acceso al trono. En cuanto al fondo, sus
palabras van sin embargo en sentido opuesto al aquí sostenido, a saber, que considera
que las guerras civiles británicas han impedido la actividad de las logias en lugar de
estimularla, las cuales sólo habrían buscado, a su parecer, que valorizar la construcción
bien real de edificios y otros monumentos. ¿Es esto conforme?

Anderson trata distintamente la historia de Escocia que la de Inglaterra. Es en Inglaterra


que sitúa la leyenda de una larga transmisión del Arte Real a partir de Egipto, vía
Grecia, Italia y Francia. Las Old Charges, solo las utiliza para desarrollar un vasto
panorama que culmina pues en la refractaria Elisabeth. Por lo que concierne a Escocia,
se contenta con afirmar que desde tiempo inmemorial los reyes del país han tenido un
gran respeto por el Arte, que habrían creado incluso los oficios de gran maestro y gran
vigilante asalariados por la corona, puesto que ha sido menester el advenimiento de
Jacobo Iº para reanimar las logias inglesas. Pero se trata simple y llanamente del Arte de
construir en piedras y cemento, ni más ni menos. Es por lo que, después de Jacobo, su
hijo Carlos Iº, al que Anderson considera igualmente como francmasón, habría buscado
continuar una obra de constructor y habría sin duda comenzado numerosas obras si las
guerras civiles no hubieran frenado sus ambiciones, y al mismo tiempo, constreñido las
logias a la inactividad. Cuando Carlos II retomó la antorcha, animó a su vez el oficio.
“Si bien de acuerdo a la Tradición de los viejos Masones todavía vivos, y que cabe
creer, habiendo buenas razones para creer que el rey Carlos II fue francmasón
aceptado.25” En contrapartida, con Jacobo II, las logias se adormecieron todavía. Y el
verdadero despertar solo se produjo bajo el reinado de George de Hanovre.

A espaldas de su autor, una tal presentación no deja de tener su sal y pimienta. Cuando,
por el gusto de los antiguos reyes escoceses, Anderson menciona la creación de un
oficio de gran maestro, o si se prefiere, de gran vigilante (warden), busca precisar que el
papel de éste sería el de arbitrar en las diferencias que pudieran surgir entre los obreros,
o entre ellos y el empleador, o incluso entre estos y los señores maestros de la obra. En
suma, su tarea era la de juzgar, la de tomar decisiones a la manera de un magistrado
imposible de contestar, ya que actuaba por delegación del soberano. Efectivamente, este
es un modo de funcionamiento, por otra parte importado de Francia, que se
correspondería con las prácticas conocidas anteriormente. Hecha esta concesión, nada
autoriza a establecer una relación de continuidad entre las cortes judiciales, que a
menudo en invierno cuando el frio obligaba a la interrupción de los grandes trabajos, se
reunían en la población cabeza de distrito, y las logias de francmasones frecuentadas en
Londres después de 1717. De igual modo que Anderson omite decir como son en lo
sucesivo resueltos los litigios de su tiempo, ya que de haberlos los hay siempre,
evidentemente, no explica tampoco por qué las logias se abren en lo sucesivo y
perseveran sin ningún proyecto de construir ningún edificio.

Para defenderlo, se objetará que precisamente ahí se encuentra el obstáculo, rematado


por nuestro autor mismo, puesto que se aplica en repetir que las logias han evolucionado
con la admisión en su seno de un número creciente de burgueses y nobles extraños al
oficio, los cuales han terminado por ser mayoritarios y transformar las reuniones en
                                                            
25
ANDERSON, James, The Constitutions of the Free-Masons, Londres, impreso por William Hunter et
al. 1723, p. 41.

16
 
lugares de intercambios especulativos, olvidando desde entonces los aspectos
puramente técnicos del oficio. ¡Muy bien! Pero, de las dos cosas una: cuando Anderson
pretende que la interrupción de las grandes obras durante las guerras civiles tiene por
consecuencia el adormecimiento de la francmasonería en Escocia, razona por relación
de causa a efecto; ahora bien, este razonamiento no tiene ninguna base sólida si nos
acogemos a la tesis, avanzada por él mismo, según la cual la predominancia de la gentry
en los efectivos de las logias ha hecho que éstas fueran independientes de la situación de
las obras. Puestos a especular, poco importa que haya habido o no construcción a la
puerta del templo. A lo sumo, se podría lamentar una metamorfosis reciente de las
logias, en torno a los siglos XVII y XVIII. Pero, si ese fuera el caso, Anderson no
tendría ninguna dificultad en detallar el proceso. Le hubiera bastado con interrogar a los
mismos testigos que -según él- vivieron en tiempos de Carlos II y guardarían memoria
de ello. Pero se abstiene bien de hacerlo.

Otro pasaje de sus Constituciones nos produce perplejidad, y es lamentable que sea
ignorado por los defensores de la teoría de 1717. Se encuentra en el segundo artículo de
las obligaciones que todo Hermano debe seguir para merecer ese nombre. Se puede leer
que los antiguos masones han sabido guardar siempre la calma y su lealtad durante las
guerras y tumultos de la historia, de cuya cosa reyes y príncipes les han estado siempre
agradecidos. De donde, para Anderson que se refiere a la actualidad reciente de
Inglaterra, la necesidad para los fieles del gobierno hannoveriano de poder conservar
una actitud respetuosa respecto a los hermanos que hubieran tomado partido por la
rebelión. Más exactamente, ya que su estilo es bastante sinuoso, considera que si un
Hermano se revuelta contra el Estado, pero sin embargo no comete otros crímenes, la
vinculación con su logia no le puede ser contestada. Desaprobar su rebelión es una cosa;
retirarle su calidad masónica es otra. ¿Qué significa esto?

Las Constituciones son publicadas en 1723. La última tentativa de restauración llevada


a cabo por los jacobitas en Gran Bretaña, data de 1715-1716 y se saldó con una cruel
derrota. Esta cronología, indiscutible en su simplicidad, destruye de una vez por todas
las bases de la teoría de 1717. Si Anderson reconoce la existencia de Hermanos rebeldes
en el momento en que él publica su pénsum, es menester que haya habido
contemporáneos que se hayan manifestado como tales, es decir como Hermanos y como
rebeldes, cuando el levantamiento armado. Por tanto, ¿qué hacer con la fundación de la
Gran Logia de Londres que se sitúa después? La hipótesis que los rebeldes se habrían
hecho iniciar entre 1717 y 1723 es totalmente inconsistente por la buena razón que
aquellos que escaparon a su captura se esforzaron por pasarse al continente. Es así que,
entre ellos, podemos encontrar ya diversas personalidades que ocuparán luego
responsabilidades eminentes en la organización de la francmasonería continental, como
el joven Charles Radcliffe, más conocido después bajo el título de conde de
Derwenwater.

El vocabulario de Anderson admite un radical cambio de sentido. En el siglo XVIII, los


rebeldes son ni más ni menos que los oponentes a Carlos Iº y luego a Jacobo II. Para sus
partidarios, la lealtad está indudablemente de su lado. La Revolución de 1688 es un
golpe de fuerza generada desde el extranjero para derribar una dinastía que había
accedido al trono de Gran Bretaña de acuerdo a un proceso legal. Si, de hecho, la
historia concede mayormente razón a aquellos que logran triunfar sobre sus adversarios,
si el derecho se ve de golpe modificado para adaptarse a una nueva situación, los
vencidos que no aceptan la derrota esperando cambiar el giro de los acontecimientos,

17
 
persisten en jurar que la legitimidad está de su lado, y que los rebeldes son los otros y
no ellos. Fuera como fuere, aquellos en los que piensa Anderson ¿son acaso apacibles
artesanos aplicados en tallar la piedra o levantar muros? ¡Seguro que no! Pertenecen ni
más ni menos a la lista de reprobados que dirigen los periódicos contra el gobierno
hannoveriano. Para que nadie lo ignore.

A la prosa de Anderson preferiremos la de Samuel Prichard, según la cual la Revolución


de 1688 ha significado efectivamente en Gran Bretaña una suerte de repartición del
tiempo. Antes, había Hermanos que adherían la familia de los Estuardo y eran llamados
desde entonces jacobitas. A continuación, hubo “las personas del gobierno”26. Y de
igual modo explica que a partir de 1691, fueron los precursores de la nobleza los que
admitieron entre ellos a los artesanos, y no a la inversa27, al menos en el caso de las
logias insulares. En la medida en que ciertas ediciones del libro de Prichard no incluyen
los pasajes dedicados a ésta rivalidad política, estas se revelan más elocuentes cuando
son citadas.

En estas condiciones, resulta inútil prolongar esta entrada en materia. Retengamos


solamente, mal que le pese al oscuro Larudan, que Jacobo VI de Escocia (Iº de
Inglaterra) es presentado tanto del lado hannoveriano como del lado jacobita como el
rey que ha impulsado el movimiento fundador de las logias masónicas modernas. Que
no haga falta aceptar demasiado deprisa ésta opinión como una evidencia, no por ello es
menos cierto, que bajo el reinado de su hijo, aparezcan realmente la Palabra de masón y
la asociación en logia. Luego, con la restauración de Carlos II, los fieles que han
laborado serán reconocidos en lo sucesivo solemnemente, aunque ello sea en petit
comité, como los eficaces obreros de la monarquía.

Hasta una más amplia investigación, el esquema a retener es pues que, sabiendo el
ambiente intelectual favorable al uso de metáforas relacionadas con la arquitectura, los
estuardistas en dificultades políticas de los años 1630 las han adoptado para aplicarlas a
su cultura de combate secreta. No es en las canteras donde ésta cultura se ha
desarrollado, sino bajo la armadura. Esta podría haberse visto esbozada antes de las
guerras civiles, está claro; no obstante es en el transcurso de las mismas que se observan
los primeros indicios de su existencia, hasta su retorno con fuerza en 1660. Si el epíteto
militar puede llegar a chocar al purista, digámosle militante. Para quien Dios es el
arquitecto del universo, mientras que bajo su protección, el rey es el arquitecto de la
cosa pública, ofender al rey es ofender a Dios.

                                                            
26
PRICHARD, Samuel, L’origine et la déclaration mystérieuse des Franc-Maçons, Emmanuel de
Grieck, 1743, p. 4. La obra se presenta como la restitución fiel del manuscrito acabado el 13 de octubre de
1730 por Samuel Prichard (p. 24).
27
Ibid. p. 3.

18
 
2. Gentes honestas

El 29 de mayo de 1714, bajo pretexto de asistir a una carrera de caballos en la población


de Lochmaben, a una decena de millas de Dumfries, Francis Maxwell of Tinwald se
reúne con diversos amigos para dar un espectáculo sin equívoco sobre sus afinidades
políticas y sus inclinaciones literarias. Exhibiendo diversos símbolos, entre otros la
justicia teniendo una balanza en su mano, hace leer una cita de la Biblia extraída del
libro de Ezequiel. En ella se hace referencia al rey de Babilonia que contempla un
campaña militar contra Jerusalén con el fin de reconquistarla del yugo de Sedecías.
Yahvé anuncia: “Ruina, ruina y más ruina; a eso lo reduciré. Pero tampoco esto
sucederá hasta que llegue aquel a quien le corresponde el derecho, a quien yo se lo
tengo asignado.28” Después de lo cual, al son del tambor, una larga procesión va a
arrodillarse ante una cruz para rezar y beber a la salud de Jacobo III29.

Como dije, el 29 de mayo es la fecha de aniversario de la restauración de Carlos II pero


también, según el Hermano corresponsal de Kelly, la fecha de aniversario de la
institucionalización de la Orden masónica, por bien que Hogarth presenta dicha fecha
con una imagen graciosa. También, su valor es doblemente simbólico. Pensando ahora
en Jacobo III, Tinwald espera tener la misma suerte que en 1660. “Aquel a quien
corresponde el derecho” es el rey loado como legítimo, que aguarda en Francia el
momento propicio para dirigir una batalla victoriosa. Lamentamos no disponer de la
lista completa de hombres que imitaron a Tinwald en ese día. El primero en evocar el
acontecimiento es Peter Rae en su Historia de la rebelión en Escocia30; y éste la
desaprueba. Menciona en cualquier caso que están presentes numerosos jefes de las
mejores familias de la región. Sobre el acontecimiento ha quedado una canción
(Lochmaben Gate) en la que los protagonistas admiten que sus adversarios los traten de
“rebeldes al trono”, si bien están absolutamente convencidos de encarnar la más
perfecta lealtad: “¡Larga vida al rey Jacobo, el rey de nuestra nación, la gloria de nuestra
nación!”

Tinwald es francmasón. Fue recibido en diciembre de 1712 por la logia de Dumfries. En


la transcripción desgraciadamente fragmentada que publica el más antiguo registro de
esta logia, James Smith31 precia que ninguna reunión parece haber sido organizada entre
1713 y 1717, luego justo después de la iniciación de nuestro lector de Ezequiel. Este
intervalo de tiempo corresponde a aquel en que los jacobitas seguramente se implicaron
en la preparación del levantamiento de 1715, y de su fracaso seguido de una sangrante
represión. Por otra parte, al margen de estos umbrales cronológicos, ciertas páginas
revelan que las tenidas no son siempre convocadas en el mismo lugar, y no siempre son
objeto de un acta de la misma. En ocasiones, se trata solamente de la elección anual de
                                                            
28
Ezequiel, 21, 32. He adoptado la traducción de Émile Osty, La Bible, Seuil, 1973, p. 1841. En inglés: “I
will overturn, overturn, overturn it; and it shall be no more, until he come whose Right it is, and I will
give it him.”
29
Mc.DOWALL, History, op. cit. p. 562.
30
RAE, Peter, The history of the rebellion, rais’d against His Majesty King George I., by the friends of
the popish Pretender, By a lover of the prosperity and Peace of Great-Britain impreso por Tobert Rae,
Dumfries, 1718, pp. 49-50.
31
SMITH, James, History of the Old Lodge of Dumfries Kilwinning Nº 53, with an Introduction on the
Ancient Ms. Charges, the Property of the Lodge, J. Maxwell, Dumfries, 1892.

19
 
los principales oficiales, sin más. Si bien es delicado extrapolar, podemos observar no
obstante que estas elecciones tienen lugar cada 27 de diciembre, lo que sin lugar a dudas
es la fecha habitual para los jacobitas para este tipo de operaciones, contrariamente a los
hannoverianos que prefieren el solsticio de verano.

En octubre del mismo año 1714 en que Tinwald protagoniza la escena alegórica, George
Mackenzie, embajador residente del gobierno hannoveriano en San Petersburgo escribe
a John Erskine, conde de Mar, una carta en la que le reconoce poseer la Palabra de
masón y tener en su activo un largo pasado de maestría32. Vayamos sobre Mar pues.
Mar nace en 1675 en Alloa, cerca de Stirling, en la orilla del rio Forth. Huérfano desde
temprana edad, crece y se educa en medios favorables a la revolución orangista. Al hilo
del transcurrir de los años, evoluciona en sus fidelidades hasta el punto de querer
contribuir a la restauración de los Estuardo. La carta que le escribe Mackenzie se sitúa
después de la muerte de la reina Ana y captación del poder por parte de George de
Hannover. Al año siguiente se pone a la cabeza de la insurrección jacobita para tratar de
derrocar a George y poner a Jacobo en su lugar. Tinwald cuenta entre aquellos que le
conceden su apoyo.

La connivencia política está tan demostrada como la connivencia masónica, y para


evaluar la solidez de las dos, basta con interesarse por la fórmula empleada por
Mackenzie para ser devuelto a la época de Traquair -salvo imaginar una pura
coincidencia-, para admitir la existencia de una cultura subterránea realmente
comunicada al hilo de cuando menos tres generaciones. No siendo nada definitivo en
historia, podemos incluso apostar que nuevas investigaciones en fondos todavía no
explorados aportarán sin duda ejemplos intermedios, en particular siguiendo la pista del
zar Pedro el Grande en persona. Mackenzie sugiere en efecto, convencido de dicha
posibilidad, que este mismo soberano estaría implicado. ¿Acaso no ha pasado de
incognito el primer trimestre de 1698 en Londres, donde ha aprovechado para
encontrarse con intelectuales tan apasionados a la vez por la arquitectura como por la
francmasonería, a instancias de John Evelyn, en casa del cual estuvo alojado? En tales
circunstancias, la Palabra de masón resultaba práctica como “una señal secreta en poder
de los masones a través del mundo para reconocerse entre ellos”, como lo observaba
George Hickes el año anterior al hilo de un comentario sobre los señores de Roslin33.

Pero volvamos a Tinwald y su logia de Dumfries donde su reputación es considerable.


Entre los antiguos manuscritos todavía disponibles hoy, se encuentra una especie de
catecismo amenizado con una condensación de las Old Charges inglesas y una
descripción del antiguo templo de Jerusalén. Los expertos que lo han examinado sitúan
la fecha de su escritura hacia los alrededores de 1710. Su carácter heterogéneo sería
flagrante, si no fuera por el hecho que Dumfries está pues en Escocia pero que su
proximidad con Inglaterra, estando en la frontera suroeste del país, puede explicar los
intercambios recíprocos. ¿Qué se aprende en él? Que la Palabra fue recibida por vez
primera por David para “distinguir a los obreros de los peones” que trabajaban en la
talla de piedras destinadas al templo. A la muerte de David, ésta fue comunicada a
Salomón.
                                                            
32
PAUL, Robert, Letters and Documents relating to Robert Erskine, Physician to Peter the Great, Czar
of Russia, 1677-1720, en Miscellany of The Scottish History Society, Volumen 2, Edimburgo, 1904, p.
408. Carta de George Mackenzie a John ERskine, conde de Mar, 29 de octubre de 1714 (O.S.).
33
Historical Manuscripts Commission, 13th report, Appendix, Part II, The manuscripts of the Grace the
Duke of Portland, volumen II, Londres, 1893, p. 56.

20
 
De este modo, independientemente del escepticismo que podamos tener ante tal
leyenda, la Palabra es un marcador de discriminación en favor de una élite. En el texto,
corresponde a un “secreto real” (Royal Secret) que el iniciado promete no revelar
nunca. Es comunicado en logia, quedando claramente dicho que, lejos de ser un local
donde un operativo trabajaría con sus herramientas, esta logia es un lugar en que se
habla y juzga sobre “cosas tocantes a la honestidad y la conducta moral”, y donde
también se mantiene “el recuerdo de desaparecidos eminentes”. Por otra parte, el
personaje de Hiram es valorizado en tanto que hábil arquitecto que habría ayudado
poderosamente a Salomón en su obra de construcción. Ahora bien, pongamos estos
detalles en perspectiva con el libro de Ezequiel en que se inspira Tinwald para organizar
su fiesta de conmemoración en honor de este eminente desaparecido que es Carlos II.

La trama narrativa de este libro es conocida. En el 597 antes de nuestra era,


Nabucodonosor se apodera de Jerusalén. Deportando a la familia real y a numerosos
habitantes34, reteniéndolos cautivos en su ciudad de Babilonia. Entre estos se encuentra
Ezequiel que rechaza someterse y exhorta a sus compañeros de infortunio a creer en la
reconquista. El precio a pagar será muy pesado, habrá muertos, muchos muertos, habrá
ruinas, muchas ruinas, pero cada uno podrá renacer un día a la libertad y la dignidad. Es
así que una decena de años más tarde, el mismo Nabucodonosor cumple la profecía, ya
que el nuevo rey35 que instala en 597, creyéndolo tener bajo su yugo, de hecho decide
tomar su independencia. La ciudad es tomada a saco, el templo destruido; pero Ezequiel
confía en el futuro. Asegura a sus compatriotas que todo será reconstruido con la ayuda
de Dios. En realidad, será preciso esperar todavía una cincuentena de años para que los
deportados puedan volver a casa. Gracias a que Ciro se ha apoderado de Babilonia el
año anterior, obtienen permiso para volver. Pero, en un sentido, la historia supone tener
una final feliz. Esto es lo que retiene Tinwald.

El paralelismo es evidente con los jacobitas. Es por lo que es puesta por adelantado la
metáfora de las ruinas y la restauración del rey legítimo. Es a destacar incluso que, en el
mismo libro, numerosas otras referencias contribuyen a estimular igualmente la
imaginación. Hay signos que distinguirán a los elegidos que deberán sobrevivir a la
ruina general. Hay la espada de Yahvé que golpeará a los enemigos. Hay la resurrección
de los cadáveres, la carne devuelta a los resecos esqueletos. “Yo abro vuestros
sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de
Israel.36” Cuando uno lee y relee los episodios de este libro, uno queda sorprendido por
las transposiciones que inspiran en la actualidad las islas Británicas desde 1688 hasta la
vigilia de la insurrección de 1715; y más si cabe cuando uno se da cuenta que los
primeros rituales dichos escoceses los recogen también.

Sin anticiparnos sobre los que aparecerán en el curso de los años 1730 y sufrirán
importantes metamorfosis a continuación, consideremos solamente el que acaba de ser
citado y donde la figura de Hiram es puesta en valor. No es bajo ese nombre que lo
encontraremos en el libro de Ezequiel. Aquí, el arquitecto que proporciona al profeta los
planos del nuevo templo, mostrándole como la obra ha de llevarse a cabo, no figura
ninguno. Pero el retrato que de él se hace autoriza a un acercamiento: “y he aquí un
                                                            
34
Son deportados el joven rey Jeconías y su madre, los grandes representantes del reino, los sacerdotes y
los ricos notables.
35
Sedecías, tío de Jeconías.
36
Ezequiel, op. cit. 37, 12.

21
 
varón, cuyo aspecto era como aspecto de bronce, y tenía un cordel de lino en su mano, y
una caña de medir; y él estaba a la puerta.” (40, 3).

Tener un aspecto de bronce es muestra de excelencia, incluso de sublimidad. Es así que


los querubines que mueven el carro divino de los primeros versículos del libro tienen
piernas que brillan “y centelleaban a manera de bronce muy bruñido” (1, 7). Por otra
parte, particularmente en Reyes (I, 7) o en Crónicas (II 4, 11-18), ¿acaso no es la
principal habilidad atribuida a Hiram la de saber trabajar el bronce, empleando este
metal para dar forma a las columnas del templo de Jerusalén y fabricar numerosos
utensilios necesarios para el culto? “todos los vasos que Hiram hizo al rey Salomón para
la casa de Yahvé eran de bronce bruñido” (I Reyes 7, 45).

Con la ayuda de su caña de medir, el arquitecto del libro de Ezequiel indica sobre todo
cuales son las dimensiones a respetar para reedificar el templo y orientar correctamente
la aberturas. De igual modo, nuestro manuscrito masónico vela por dar las medidas
recordando la importancia de los puntos cardinales. Y ¿cómo leer las fórmulas
recurrentes que hacen de Israel una “Casa de rebelión”? Como acabamos de ver, estas
se aplican a la Gran Bretaña que no para de ser perturbada por guerra desde hace más de
tres generaciones. El Hiram francmasón es el hombre de ciencia y sabiduría que va a
concebir el templo de la reconciliación a la manera de su anónimo cofrade alabado por
la profecía.

Otro detalles son comentados en otra parte37, con el fin de complementar su información
sobre el recurso a las referencias bíblicas en los primeros rituales masónicos, el lector
puede remitirse al excelente artículo de Daniel Kerjan sobre este asunto38. Por lo que
respecta al presente estudio, una sola observación merece ser añadida. Cuando la falsa
fiesta de caza organizada en Lochmaben, los participantes son llamados a meditar sobre
una inscripción latina escrita en un panel: Suum cuique. Esta inscripción es un
compendio de un adagio judicial romano: Honeste vivere, neminem laedere, suum
cuique tribuere, dicho de otra manera “Vivir honestamente, no daña a nadie, teniendo
cada uno lo que le corresponde”. Vayamos a la definición de logia en nuestro
manuscrito masónico, siendo ésta el lugar donde se juzgan “las cosas relativas a la
honestidad y la conducta moral”. Un poco antes y un poco después, se dice en dos
ocasiones que un buen masón ha de ser honesto y leal respecto a su señor. Luego, en el
artículo noveno de las obligaciones impuestas a maestros y compañeros, queda
estipulado que nadie “irá a la ciudad, la noche en que exista logia de compañeros, sin
que haya con él a un compañero que pueda probar que es hombre honesto o que lo tiene
por tal”. Finalmente, en el artículo diecisiete, “todos los masones serán honestos en su
proceder, sea cual sea la tarea o la jornada, y lo llevarán lealmente a término a fin de
obrar correctamente”. Esta persistencia en las exhortaciones a la honestidad puede ser
interpretada como un efecto de pura convención retórica, en el sentido que mira a
recordar la necesidad de someterse a la ley moral, sabiendo que después de todo, tanto
en inglés como en francés, es banal alabar un hombre honesto (honest man). Esto no es
realmente lo que se concluye de la documentación exterior.

                                                            
37
KERVELLA, André, Franc-maçonnerie, Faux débats, vrais enjeux, Ivoire Clair, Saint-Gilles-Croix-
de-Vie, 2012.
38
KERJAN, Daniel, “Hiram y sus leyendas. Nacimiento y evolución del imaginario masónico”,
Chroniques d’histoire maçonnique, nº 43, 1990.

22
 
Para los jacobitas, la honestidad caracteriza a un individuo estrechamente vinculado a su
causa. Virtud política al igual que moral, ella significa que se puede contar con él dando
cada día prueba de ello, sin dejarse tentar por las seducciones del adversario o por la
retirada en una especie de indiferencia. De donde, por ejemplo, las variaciones de ésta
palabra en una canción del repertorio propio del club del Ciclo de la Rosa Blanca, club
aparecido en el norte del País de Gales el 10 de junio de 1710, día del aniversario del
nacimiento de Jacobo III. A cada refrán es alabada “la fe de una honestidad realmente
azul” (The fait of an Honest True Blue). Ahora bien, ya que la logia de los francmasones
se hace igualmente eco de esta fe, sobre todo por un verdadero azul (color real escocés),
que más normal que encontrar como consecuencia, de manera frecuente, el epíteto de
honesto pegado al nombre de un Hermano, en particular en las correspondencias
epistolares de la primera mitad del siglo XVIII, Si, por otra parte, la pertenencia
masónica de éste no es claramente mencionada, o raramente, sin embargo su huella se
transparenta. Sin hacer de ello un indicio infalible, aceptarlo como una señal de
probable iniciación resulta un útil reflejo, en la medida que las verificaciones llevadas a
cabo cada vez que la posibilidad se presenta son estadísticamente positivas.

Se trataría aquí de una primera aproximación al decenio anterior a la teoría 1717. Pero
hay una segunda. Diversos autores han tenido ya la ocasión de señalar las idas y venidas
de mensajeros francmasones entre Saint-Germain-en-Laye donde se encontraba la corte
de los Estuardo refugiada desde 1688, de una parte, y Escocia donde se hallaban los
jefes de los clanes que habían rechazado dar fidelidad al nuevo régimen, por otra. Es así,
por ejemplo, que personajes puestos en escena por Suzanna Centlivre en una de sus
obras de teatro, A Gotham Election, son identificables como Hermanos en connivencia
cuando uno de ellos llega a Francia para cumplir con una misión secreta. Este viajero
dice explícitamente que actúa por cuenta del Caballero de Saint-George que es el
nombre llevado por Jacobo a partir de 1708, después de lo cual bebe a la salud de “la
viuda del huérfano”39. Es posible una controversia por dilucidar de qué viuda realmente
se trata. ¿Es María de Módena, esposa del difunto Jacobo II? Al menos sabemos que la
alegoría remite directamente a la muerte de Hiram: “Como la mujer de Hiram se vio
viuda cuando su marido fue masacrado, los Masones que se contemplan como los
descendientes de Hiram, se llaman hijos de la Viuda.40”

No podemos pues ignorar, que durante más de una veintena de años, unas veces con las
esperanzas por suelos y otras reanimadas, los exiliados han utilizado simple y
llanamente la red masónica para facilitar la comunicación de las órdenes del rey. Si la
cuestión todavía no dilucidada de conocer la extensión de dicha red y como circulaba,
no nos ha de hacer imaginar a todos los Hermanos implicados en los desplazamientos
clandestinos de un lado y otro de la orilla, lejos de esto, muy lejos de esto, sí que es
cierto que su sensibilidad les lleva a preocuparse por la suerte de Jacobo III. De donde
los fantasmas más o menos justificados en cada uno de los adversarios. Un cúmulo de
rumores. Suzanne Centlivre los explota en su teatro.

                                                            
39
CENTLIVRE, Susanna, A Gotham Election, 1715, en The Plays of Susanna Centlivre, Garland Press,
New York, 1982, volumen III, p. 170: “Mayor: Well, and how does all our friends on to’other side the
water, ha? Well, I Hope? – Friend: Oh fort bien, Monsieur Mayor, and Monsieur le Chevalier be varey
much your humble serviteur, Begar.- Mayor: I am very much his. I am sure. Come Monsieur, to the
Fatherless and Widow. (Drinks.)”
40
ANÓNIMO, L’Antimaçon ou les Mystères de la Maçonnerie dévoilés par un profane, s.e., s.i. s.d. p.
59.

23
 
Es el momento de citar un primer documento de los archivos con la firma de Carlos
Eduardo, hijo mayor de Jacobo III. El 21 de septiembre de 1777, el barón Wächter,
mandatado por las logias de Alemania, obtiene una entrevista con este príncipe,
residiendo por aquel entonces en Florencia y ostentando el título de conde de Albania.
La cuestión que le plantea es saber si “la dignidad de Gran Maestro de los francmasones
era hereditario en la ilustre casa de los Estuardo desde Carlos II rey de Gran Bretaña41”,
sobre lo que quería saber así mismo si su huésped del día, último pretendiente al trono,
“había recibido en consecuencia papeles y documentos relativos a ello, si quería
comunicarlos a las logias reunidas, legitimándose por estos como su Gran Maestro y
jefe, y ser reconocido por ellas en este cargo eminente, con sus ventajas recíprocas”. En
otros términos, la preocupación del barón era en realidad verificar si la atribución de
una alta responsabilidad masónica a los reyes Estuardo estaba fundamentada, y si
existían pruebas documentales de ésta, mediante las cuales Carlos-Eduardo pudiera a su
vez ser reconocido como Gran Maestro actual.

La respuesta fue desconcertante, en el sentido que el príncipe Carlos afirmó que “varios
hombres ilustres de su casa habían sido masones”, pero que su propio padre le había
declarado que no lo era y que prohibía a su hijo que lo fuera. Si, hipotéticamente, lo
hubiera sido, se habría cuidado en no continuar siéndolo después de las prohibiciones
publicadas por el Papa Benedicto XIV. En cuanto a los papeles, su padre le había dejado
dos cajas, pero éstas se encontraban todavía en Saint-Germain-en-Laye y “había estado
aguardando hasta ahora una ocasión segura para hacerlas traer”. En otro tiempo, pudo
examinar una sin encontrar nada relativo a la Masonería. Convendría pues asegurarse
del contenido de la segunda; pero dudaba desde ya de un descubrimiento que fuera en el
sentido deseado por Wächter. ¿Es esto claro? No realmente. Una vez que Wächter hubo
redactado el informe de esta entrevista, Carlos-Eduardo añade manu propia: “Nada
habría en el mundo que más me gustara y que estimara como el más gran honor que se
llegara a reconocerme como sucesor de mis ancestros en la Masonería”.

Esto no está claro; lo que tampoco no es muy honesto. La primera prohibición de la


francmasonería fue firmada en 1738 por el Papa Clemente XII. La Bula emanada de
Benedicto XIV se sitúa en junio de 1751. Ahora bien, por esas fechas, Carlos-Eduardo
está enemistado con su padre, no habiéndolo visto desde hacía siete años. La concesión
rápidamente retirada –si Jacobo hubiera sido francmasón “su extrema devoción le
habría ciertamente llevado a renunciar a serlo después de la Bula”- no tiene mayor
sentido, puesto que a falta de la relación entre los dos hombres, ella es puramente
imaginaria y deja en la más completa imprecisión el episodio de 1738. Carlos-Eduardo
cree oportuno añadir que su padre tiene también dejados numerosos papeles en Roma,
en el antiguo palacio Muti, en la plaza de los Santos Apóstoles, palacio que ocuparía
hasta su muerte (1766), pero que sabía de buena tinta que “no encontraría nada de
interesante ya que su mismo padre se lo había asegurado después de haberlos
examinado”. En cuanto a este examen, ¿tuvo lugar realmente? Ahí una vez más, para
que un diálogo pueda establecerse entre padre e hijo, es necesario que estén cara a cara.
Es en diciembre de 1743 que ambos se separan, en circunstancias que se precisan en un
capítulo posterior. El príncipe Carlos tiene entonces veintitrés años. Si éste se ha
contentado con la palabra de su padre ¡sea! Pero éste bien ha podido dejarla
voluntariamente en secreto, a la espera de revelarlo en el momento que juzgara oportuno
y le fuera propicio. Fuera como fuere, en los correos intercambiados con Wächter
                                                            
41
Archivos Reales de Windsor (RAW), Stuart Papers, 491/123. Informe de la entrevista entre el barón
Karl Eberhard von Wächter y Carlos-Eduardo Estuardo, Florencia.

24
 
después de la entrevista de 1777, se percibe que en realidad Carlos-Eduardo da muestras
de duplicidad y que sus primeras confidencias son poco fiables.

Contra viento y marea, Wächter mantiene que tales archivos existen y que Carlos no
hace grandes esfuerzos por inventariarlos. “Acabáis de asegurarnos muy positivamente
que entre los papeles dejados por vuestro padre en Roma, habría algunos de gran
importancia. Quizá tuviéramos la suerte de encontrar aquellos que buscamos con tanto
ahínco. Es pues por orden de mis superiores que me atrevo a rogaros que reviséis todo
lo que allí os ha dejado y comenzar las búsquedas necesarias.42” Si estos papeles están
en Roma, no lo están en Saint-Germain ni en Florencia. Y es forzoso admitir que Jacobo
III, en efecto, les otorga su valor.

Se trata de tres cajas, y Carlos se las hace transportar hasta él. Ahora bien, en lugar de
realizar una inspección minuciosa, ese pretendido profano se contenta con registrar una
en vano, presumiendo que el resultado será el mismo para las otras. Como si quisiera
respetar la urgencia querida por el barón, le escribe rápidamente. “Solo he tenido tiempo
de abrir una, pero solo había la rapsodia de ninguna consecuencia y estoy muy
convencido que será igual para las otras. Habiendo estado las llaves durante tanto
tiempo en manos poco seguras, creedme Señor, no contéis con ello. Por mi parte trataré
de complaceros y soy su buen amigo.43” Dos actitudes son aquí manifiestas. Por una
parte, Carlos se anda con rodeos, dejando para mañana lo que podía hacer hoy, y ésta
actitud no deja de ser sospechosa que quiere mayores certezas; por otra parte, expone
que unos terceros han tenido durante largo tiempo las llaves de estas cajas, de tal
manera que habrían podido expurgar su contenido, y esto significa que no queda
excluida, antes al contrario, la idea que bien haya podido haber una actividad masónica
en Saint-Germain, en tiempos de su padre y de su abuelo, e incluso en Roma, salvo que
“manos poco seguras” le hubieran borrado el rastro. Lo menos que puede decirse es que
Carlos juega con los nervios de su corresponsal.

Lejos de sentirse engañado, el barón insiste: “Me alegro que hayáis hecho venir los
papeles conservados en Roma para continuar las investigaciones que ya habéis
empezado. Es por una orden expresa que acabo de recibir que os ruego, Señor, que lo
hagáis. Pretendemos que encontraréis papeles cuyas consecuencias os compensarán las
molestias que os estamos dando44”. Poco reactivo, el príncipe no varía en sus
denegaciones: “Ya os he dicho en mi última del 10 de marzo que las cajas de Roma
llegaron poco después de vuestra partida de aquí y que ya examiné una sin encontrar
nada, pero que esto no me detendrá en buscar en las otras. Tengo también un gran deseo
por encontrar este papel que vos no podéis tener45”. Estamos a 12 de mayo: después de
dos meses, Carlos ni tan siquiera ha mirado en las otras dos cajas, al menos eso es lo
que él afirma. Observemos de pasada que “los papeles” se han convertido en “este
papel”. Es pues algo de muy preciso que interesa a los alemanes.

                                                            
42
RAW, SP 493/27. Carta de Karl Eberhard von Wächter, Janau, a Carlos-Eduardo, Florencia, 19 de
febrero de 1778.
43
Ibid. 493/19. Carta de Carlos-Eduardo Estuardo, Florencia, a Karl Eberhard von Wächter, 10 de marzo
de 1778.
44
Ibid. SP 493/95. Carta de Karl Eberhard von Wächter, a Carlos-Eduardo, Florencia, 29 de abril de
1778.
45
Ibid. Carta de Carlos-Eduardo Estuardo, Florencia, a Karl Eberhard von Wächter, 12 de mayo de 1778.

25
 
El 20 de mayo, el asunto parece zanjado con esta carta de Carlos: “No hay nada [que
esperar] sobre el papel que me habéis pedido. No contéis con él. Ya os lo dije después
de vuestra última carta del 29 de abril de la que he acusado recibo. He redoblado mi
empeño por encontrarla, incluso dejando de lado mis asuntos de la casa. Todas las cajas
llegadas de Roma han sido examinadas rigurosamente. No he encontrado nada en ellas
que pueda serme útil, incluso en otras cosas que me competen personalmente.” Esta vez,
no dice que este papel no haya existido; retoma el argumento de una curiosidad
malintencionada, lo que deja pues abierta la cuestión de una probable desaparición.
Habría incluso extendido su investigación a otras cajas “Puedo decir también que he
observado visiblemente un cierto trastorno en estos papeles, en número de cinco
grandes y una pequeña caja, que demostraría que aquellos que las tuvieron entre sus
manos durante tantos años las habían registrado.46” De donde la insistencia pertinaz de
Wächter que no quiere renunciar. De donde también, finalmente, esta confesión
repentina de Carlos: “He encontrado un papel auténtico que prueba sin lugar a dudas
que mi padre al morir dejó un cierto número de papeles en una casa desconocida para
que yo no pudiera nunca tenerlos ni tan solo saber dónde estaban. He aquí, yo creo, una
prueba de que no podía encontrar aquello que buscaba con tanto empeño, al igual que
otras cosas, que bien pudieran haberme sido útiles47”.

Se trata claramente de papeles masónicos. Al morir, Jacobo III ha tomado todo tipo de
disposiciones para que no caigan en manos de su hijo, el cual, sea dicho de paso, había
perdido toda su estima. Podemos deducir que Jacobo no se había desinteresado por la
Orden, muy al contrario, y que quería preservar los secretos. Esta es una primera
observación. Se impone una segunda a continuación, incluso si su desarrollo será
asegurado hacia el final de la presente obra, a saber que en realidad Carlos-Eduardo
practica el doble lenguaje. Ya que los alemanes no son los únicos en codiciar el o los
papeles en litigio; están también los suecos. Lo que querría el último de los Estuardo, es
negociar su entrega en provecho de unos u otros, a cambio de un sostén financiero y
militar a fin de lanzar una nueva expedición de reconquista. Un siglo después de la
destitución de su abuelo, lo piensa todavía.

Hay más. Un día de junio de 1780, Wächter se entera que el príncipe habría confiado a
un sueco que juega efectivamente el papel más eminente de entre todos: “Vos
reconocéis estar a la cabeza de la sociedad de la que he tenido el honor de hablaros
durante mi estancia en vuestra casa48”. Se trata de una justificación más o menos
confusa, según la cual un sueco habiendo efectivamente pasado por Florencia no habría
comprendido bien lo que se le habría dicho. Veremos en tiempo útil lo que cabe pensar
de este episodio, ya que se trata simple y llanamente que Carlos Eduardo acaba
aceptando entrar en el juego sueco, sin dar continuidad a las demandas de Wächter.
Veremos también como el misterioso tercero en discordia que habría tenido la
responsabilidad de conservar los papeles masónicos de Jacobo III, se resume a una sola
persona, en este caso el barón John-Baptist Caryll. En cualquier caso, la conclusión
provisional que se impone es sin ninguna duda la más simple a formular. Articulémosla
en cuatro proposiciones.

                                                            
46
Ibid. Carta de Carlos-Eduardo Estuardo, Florencia, a Karl Eberhard von Wächter, 20 de mayo de 1778.
47
Ibid. SP 493/179. Carta de Carlos-Eduardo Estuardo, Florencia, a Karl Eberhard von Wächter, 23 de
julio de 1778.
48
Ibid., SP 498/189. Carta de Karl Eberhard von Wächter, París, a Carlos-Eduardo, del 13 de junio de
1780.

26
 
1. Los reyes Estuardo que reinaron en el conjunto de la Gran Bretaña en el siglo
XVII, han jugado un papel decisivo en la cumbre de la Orden, cosa que Carlos-
Eduardo nunca llega a desmentir.
2. Jacobo III ha asegurado la continuidad de la misma, tanto en Saint-Germain-en-
Laye como en Roma, pero ha desconfiado hasta el final de sus días de su hijo
Carlos-Eduardo.
3. Carlos-Eduardo, el último de la dinastía, manifiesta por su parte una actitud
ambigua; y llegado el momento de trazar su destino, será necesario saber por
qué.
4. En cuanto al papel tan codiciado por Wächter, en realidad jamás existió,
imaginándoselo éste como un documento que atestiguaría la posesión por parte
de Jacobo III, o de sus ancestros, de la gran maestría templaria. Es imposible,
por consiguiente llegar a poderlo encontrar. Papeles masónicos, sí; pero una
carta de tales características, no.

Este último punto ¿acaso no debería ser explicitado, aunque fuera para apartar de
entrada todo riesgo de mala interpretación? Wächter y sus mandatarios de Alemania
están en la ilusión de creer que la gran maestría de los francmasones es salida por vía
directa de cepa templaria. De hecho, la referencia templaria es introducida tardíamente
en la historia de los Hermanos escoceses. Es preciso pues considerarla como un hecho
segundo en relación al hecho inicial que es la aparición atestada de logias bajo el
reinado de Carlos Iº y luego su unificación bajo el reinado de Carlos II; no puede
haberse producido ninguna carta que hubiera solemnizado una continuidad sucesoria a
partir de los templarios de la Edad Media. Tampoco puede contemplarse la existencia de
una tal carta para oficializar de algún modo la transmisión de cualquier tipo de
preeminencia sobre la Orden masónica (en general). De padre a hijo Estuardo, el hecho
de ser rey bastaba simplemente para legitimar ésta posición superior. El proceso se
cumplía en sí mismo sin necesidad de papel ni pergamino. Por otra parte, la función de
gran maestro, en resumidas cuentas electiva, y en consecuencia dispensada por carta, es
a distinguir de la de soberano protector o garante de la Orden.

Es preciso pues contentarse con los mínimos demostrables. A lo largo de varios


decenios, hasta después del fracaso del levantamiento de 1715, la problemática en
cuestión no la plantea la cuestión templaria ni en quién radica la gran maestría. Las
logias mencionadas en los archivos pueden ser estables u ocasionales. Son convocadas
para proceder a nuevas admisiones, que son seguidas por un banquete casi obligado.
Una media docena de Hermanos ya iniciados bastan para constituir sus efectivos. Sus
referentes simbólicos provienen tanto del oficio propiamente dicho como de los escritos
veterotestamentarios, a pesar de la literatura clásica y moderna. La posesión de la
Palabra es entonces una preciosa baza para circular clandestinamente por las dos orillas
del Canal. Palabra de pase o santo y seña, no tiene otra función que la de facilitar el
reconocimiento de aquel que la cuchichea a la busca del contacto.

La mayor parte de acontecimientos de la teoría 1717 reposan en una prehistoria opaca


que no permiten comprenderlos de otra manera. De donde la emoción que gana un poeta
anónimo algunos meses antes de la muerte de la reina Ana y su sustitución por George
de Hannover. En un impreso, éste deplora el desorden que los revolucionarios han
provocado en Gran Bretaña, que desgrana en estos versos muy elocuentes:
“Francmasones, prestad atención! El Hermano Bacon previene / Que los intrusos
rompen y destruyen vuestras herramientas. / Vuestro Giblin y escuadras son echadas a

27
 
la puerta, / Y Jachin y Boaz ya no serán secretos en lo sucesivo.49” Como lo confirma el
conjunto del poema, la francmasonería es considerada simplemente como el asunto de
los partidarios jacobitas. Los que profanan los templos son los rivales que han
desposado la causa de los orangistas a la espera de guardar las mismas inclinaciones
bajo el estandarte hannoveriano. En el debate político ésta distinción corresponde más o
menos a la de los Tories y los Whigs. En nada trascendida por la ficción de una
hipotética neutralidad -como Anderson se aplicará en hacernos creer-, ella no dice por
tanto que las logias sean lugares de complot, sugiriendo únicamente que las prácticas
que en ellas se llevan a cabo miran a consolidar una adhesión a los principios de unión
en provecho del rey en el exilio.

Este punto podría ser controvertido de la misma manera que lo será en Francia después
de 1789, cuando los monárquicos derrotados acusarán a los republicanos vencedores de
haber fomentado el levantamiento popular tras la puerta cerrada de los conciliábulos
masónicos. Las logias no son convocadas para elaborar vastos planes de acción. Su
objetivo es únicamente el mantener un sentimiento de fraternidad en torno al rey
“legítimo”, lo que confirmarán los tradicionales brindis en el curso del banquete. En
este sentido miran a mantener una llama militante entre “gentes honestas”
reconociéndose a priori la misma afinidad. Si hay complots, y en efecto los hay de
manera muy recurrente hasta los años 1750, se deciden en otra parte y a otro nivel que
entre los simples adherentes.

Por lo que respecta en particular a la vida en Saint-Germain-en-Laye donde Jacobo III


pasa su infancia y toda su adolescencia hasta el momento en que una de las cláusulas del
tratado de Utrecht (1713) obliga a Luis XIV a tener que pedirle que se aleje a la Lorena,
la existencia de como mínimo una logia masónica es difícil de contestar. No queda hoy
en día ningún documento producido por la misma, y se comprende el por qué a partir
del testimonio de Carlos-Eduardo relativo a los cuidados tomados por su padre en
impedirle el acceso, pero la puesta en relación de indicios diseminados en otros lugares
llevan a reconocer la convocatoria de asambleas suficientemente regulares para que
contribuyeran a mantener la llama entre las “gentes honestas” de la segunda generación
y acoger algunos simpatizantes franceses.

Entre otros, el repertorio de nombres publicado por Gustave Bord es absolutamente


coherente, como lo he mostrado en La Passion écossaise. Cuesta entender por otra parte
como el núcleo más activo de los jacobitas podía interrumpir una práctica convertida en
ancestral, mientras que ésta perduraría en ciertas ciudades escocesas gracias a los fieles
que permanecieron en el lugar, como se sabe positivamente en Dunblane o Dumfries,
por ejemplo.

                                                            
49
“When a Martyrs Grand Daughter Jn y Throne of great Britain / makes Capets Proud Son look, You’d
Think him beshitten / when y midway and Mais Piss toyether In a Quill / and Tayus and Rhine of y Sein
have their will, / when y Thames has y Tay taen for better for worse / and to purchace y Doxy has well
drained his purse, / when by Roasting a Priest y Church has her wishes / Loyall Tory’s in Places, Whiggs
Silent as Irishes / when Europe Grows Quiet, and a man y right wily / Setts up a woodbridge from y
Lands End to Chili / Ffree Masons beware: Brother Bacon advises / Interlopers break in and Spoil Your
Divices / Your Giblin and Squares are all out of Door / And Jachin and Boaz shall bee secretts no more.”
Citado por SPETH, George William, “Two versions of the Old Charges”, en Ars Quatuor Coronatorum,
volumen I, 1886-1888, p. 128. En los manuscritos ulteriores Giblin o Giblim es la palabra de pase en el
grado de Maestro (ver la obra anónima L’Antimaçon où les Mystères de la Maçonnerie dévoilés par un
profane, s.e, s.i, s.d. p. 58).

28
 
Observemos solamente que los exiliados en Francia tardan en hacer proselitismo entre
sus huéspedes por la buena razón que, al comienzo, tenían el sentimiento de poder
volver pronto a su país. No había razón por consecuencia para abrir la oficina de
reclutamiento. A fin de cuentas, una francmasonería marcada por el sello estuardista no
tenía mayor sentido para los asuntos de Luis XIV. Si algunos se acercan y se dejan
convencer para descubrir los secretos de una logia, es porque las relaciones personales
son favorables. La amistad y la curiosidad las estimulan. Que luego se hablara en
relación al asunto, es posible. Que inspiraran a un cantante, como el que produjo en
1704 un “vodevil sobre un aire inglés” en el que los francmasones son elogiados por su
discreción y galantería50, ¿por qué no?

Es teniendo en cuenta este contexto que una ampliación de la investigación hacia las
provincias francesas en que familias de la diáspora vienen a fijar su residencia, no deja
de aportarnos algunas sorpresas. Detengámonos en Burdeos. El 16 de febrero de 1715,
el armador y negociante Patrice Quin da cuenta de la identidad de Jacques Ferry, quien
después de una estancia en la metrópoli, se propone volver a la Martinica de donde
había venido. La costumbre quería que antes de partir en un navío de comercio una
tercera persona se hiciera garante de tal o cual pasajero. Quin firma intercalando tres
puntos en triángulo entre su nombre abreviado y su apellido (.·.). Esta práctica no
descubre un descuido por su parte. Esta misma práctica se vuelve a encontrar de manera
idéntica el 27 de noviembre cuando toma el Saint-Pierre con destino a las Antillas. En
este año, es el único en adoptar esta práctica en los registros examinados. Al año
siguiente, el 8 de julio exactamente, reincide. En esta ocasión atesta en favor de Richard
Stauton, de cuarenta y seis años de edad, que se prepara para embarcar en La Sirène a
fin de ir a Irlanda de donde es originario. Ahora bien –evitemos imaginar una pura
coincidencia- cuando en abril de 1732 se abre finalmente una logia, siendo Stauton el
primer vigilante, ¿no es acaso Valentin Quin, hijo de Patrice, el que será iniciado el 6 de
mayo siguiente?

El debate sobre la importancia a otorgar a las firmas acompañadas de dicha


tripuntuación resurge con frecuencia. Algunos la ven aparecer únicamente en la segunda
mitad del siglo XVIII. El ejemplo mencionado reclama otra opinión. La francmasonería
jacobita es también un asunto de individuos que intervienen en tanto que precursores en
una ciudad en ocasiones bastante tiempo antes que el encuentro de diversos otros
Hermanos los lleve a crear una logia. Esto es lo que embarulla a los historiadores que
solo apuestan por colectivos centrados en una misma ciudad. Considerando que es
absolutamente necesario identificar a un grupo para estar en disposición de teorizar, se
condenan a sí mismos a no conocer nunca la dinámica de una génesis.

                                                            
50
Archives Nationales de France, manuscrito 10562, papeles Huchet. Joseph Huchet vivía del tráfico de
libros prohibidos o falsificaciones. Detenido el 6 de junio de 1705, permanece encarcelado durante algún
tiempo en la Bastilla. Es en estos papeles confiscados por la policía que se encuentra este vodevil.
Documento señalado por PORSET, Charles, Les premiers pas de la Franc-Maçonnerie en France,
Edimaf, 2000, p. 40.

29
 
30
 
3. Pequeñas desavenencias entre amigos

Resumamos la trayectoria de Jacobo III desde su nacimiento hasta el día siguiente de la


derrota de 1715-1716. Cuando viene al mundo el 10 de junio de 1688, hijo de Jacobo II
y María de Módena, siembra la consternación entre los oponentes al régimen de su
padre, en la medida que estaban convencidos que el rey no llegaría a tener nunca
descendencia masculina que le sobreviviera y que su corona caería a su muerte en
manos de Mary, su hija primogénita salida de un primer matrimonio con Anne Hyde51.
Es entonces que Jonathan Swift se asocia a algunos camaradas de su colegio para
escribir la farsa burlesca Tripos en que la noticia de este nacimiento vuelve a cobrar
actualidad en los campos, y donde los francmasones supuestamente crean en Dublín una
logia de composición tan heteróclita como una leonera. Apenas transcurridos seis
meses, Guillermo de Orange, esposo de la hermanastra, con el apoyo de sus oponentes
al interior, se apodera del poder. En los anales, tal es la “gloriosa revolución”.

Mientras, en Saint-Germain-en-Laye, el pequeño príncipe crece a la sombra de su padre


mortificado por su infortunio y buscando un frágil consuelo en las plegarias y otros
ejercicios piadosos. En septiembre de 1701, de improviso se encuentra huérfano. La vez
lo sitúa en la tesitura de tener que tomar la cabeza de una corte que ha emigrado con su
familia. Los casuistas franceses se lían tratando de saber si el hijo de un rey habiendo
perdido su o sus reinos puede a su vez ser declarado rey. Luis XIV zanja la cuestión
aceptando reconocer al joven bajo el nombre de Jacobo III. Se da la orden de tratarlo
como a un soberano. Como es ambicioso y está motivado por su madre en la idea que
logrará el restablecimiento de la dinastía al otro lado de la Mancha, da buena acogida a
los emisarios y otros consejeros que trazan los planes para la expedición.

Si Jacobo III acredita a francmasones para llevar mensajes a los jefes de los clanes
insumisos al gobierno de Londres, resulta cierto y está comprobado. Por ejemplo,
George Lockhart of Carnwath informa en enero de 1705 al duque de Hamilton sobre la
reciente llegada a Escocia de Alexander Maclean y de la responsabilidad que trae de
comunicarle numerosas cartas de determinados corresponsales. Habiendo dejado desde
hace poco Saint-Martin-en-Laye, Maclean debe actuar cerca de los Highlanders para
que estos se preparen para una movilización52. Así continúa hasta 1715 en que Jacobo,
replegado en Bar-le-Duc cerca de Saint-Germain, entrega al conde de Mar, el cual posee
la Palabra de masón, una patente de comandante en jefe de las tropas llamadas a
combatir las huestes del “usurpador” George de Hannovre, con plenos poderes para
nombrar a los cargos más elevados a aquellos que juzgue con las cualidades más
apropiadas.

Jacobo mismo se hace a la mar y llega el 2 de enero de 1716 a Peterhead, cerca de


Aberdeen. Pero la suerte está echada, la resistencia ha sido más vigorosa que la prevista,
y debe volver a embarcar de regreso y revivir en el continente la impaciencia que
consume en el exilio. La Lorena en la que había residido desde 1713 estándole ahora
cerrada, hace que tenga que estarse algunos meses en Aviñón, hasta que el Papa le

                                                            
51
Cuatro hijos, salidos de un primer matrimonio con Anne Hyde, murieron a temprana edad.
52
LOCKHART, George, Letters of George Lockhart of Carwalth, Scottish History Society, 1989, p. 11.
Carta de George Lockhart al Duque de Hamilton. 25 de enero de 1704/5.

31
 
concede hospitalidad en tierras italianas bajo su control. Estamos en febrero de 1717.
No se instala en Roma de manera inmediata, su primera residencia en un primer tiempo
está en Urbino. Pasemos entonces por encima ciertos nuevos episodios encaminados a
agitar la organización creada para mantener los lazos con los insulares, y retomemos el
relato al año siguiente.

La edad de treinta años no es demasiado pronto para pensar en matrimonio. Jacobo pone
los ojos en una hija del zar de Rusia. Su embajador James Butler, duque de Ormonde, es
el encargado de hacer los preparativos. Pero, aconsejado por el Papa, cambia de opinión
y solicita a Marie-Clémentine Sobieska, de dieciséis años de edad, hija menor de un
antiguo rey de Polonia, glorificado durante largo tiempo por haber detenido los Turcos a
las puertas de Viena en 1683. Ella reside con su padre en Olawa, en Silesia. Para
llevarle sus demandas, Jacobo ruega al general Arthur Dillon, francmasón entrado al
servicio de Francia, que designe a uno de sus oficiales capaz de galopar de París a
Olawa, con el máximo de determinación posible. Tendrá que atravesar toda Alemania
dando a entender que está haciendo un simple viaje turístico. La elección recae en
Charles Wogan, irlandés que había participado en la insurrección fallida de 1715.
También francmasón.

Una vez las primeras formalidades de pedida arregladas por procuración, la prometida
toma la ruta del sur escoltada por gente de su casa, con destino a Boloña donde está
prevista la ceremonia nupcial. Desgraciadamente, es retenida prisionera en un convento
de Innsbruck, en Austria, por causa de las bajas intrigas procedentes de Londres. De
nuevo Wogan es instado a actuar. Para llevar a buen término el golpe de mano, pide al
general Dillon la ayuda de tres oficiales de lealtad irreprochable, pertenecientes a su
regimiento que se encontraba por aquel entonces de guarnición en Sélestat. Al menos
dos ellos son conocidos como francmasones, Richard Gaydon y Luke O’Toole. Sobre el
tercero, faltan indicios.

La operación es un éxito. A finales de abril de 1717, bien escoltada por sus cuatro
liberadores, la princesa puede retomar su camino hacia el matrimonio. Durante ese
tiempo, Jacobo se ha desplazado a España, con la esperanza de encontrar una armada
capaz de conducir a Escocia un nuevo ejército. Ha sido precedido por George Keith, 10º
conde de Marishall, con el encargo de negociar con el rey Felipe V el apoyo de su
marina. Observemos que Marishall es igualmente francmasón, y que varios otros
protagonistas al más alto nivel lo son también.

En efecto, en un primer momento, Jacobo había previsto confiar el mando general de


sus tropas a John Erskine, promovido a duque de Mar. Al desistir éste a la propuesta,
Jacobo le pide entonces que le represente en Italia durante su ausencia. Para sustituirlo
en el combate, el rey se inclina por William Murray, marqués de Tullibardine, conocido
más tarde entre los jacobitas bajo el título de duque de Atholl. El plan preveía por otra
parte que Marishall ganara Escocia mientras que Ormonde pusiera pie en el País de
Gales. Luego, los nombres de Mar y de Tullibardine se volverán a encontrar bajo la
pluma de algunos romanceros del templarismo, en el sentido de la importancia que ellos
conceden por haber jugado un papel activo en la transmisión de la herencia de los
antiguos templarios a los masones del siglo XVIII. Podremos comprobar que la realidad
es menos frívola.

32
 
Fracaso militar en cualquier caso. La flota de Ormonde es dispersada antes de que
pueda tocar tierra, y las tropas que a pesar de todo logran entrar en Escocia son vencidas
en Glen Shiel el 10 de junio de 1719. Triste aniversario para el rey que aguarda en
España la posibilidad de navegar a su vez y retomar el cetro de su padre. Ahora bien,
mientras se cumple esta contrariedad, cortesanos jacobitas permanecidos en Italia
comienzan a pelearse. Al encontrarse temporalmente encargado de la autoridad
suprema, Mar es instado a dar su opinión y disciplinar los ánimos. Es así, que a la vista
de las quejas y justificaciones que le llueven de derecha e izquierda, entiende cómo
funciona el día a día de la microsociedad en el exilio instalada en Roma, y de qué
manera, probablemente, se crea al menos una logia.

De manera menos estereotipada, quizá mejor hablar de clubs. En febrero de 1719,


Marie-Clémentine estando prisionera y su futuro esposo cabalgando hacia Madrid,
James Murray describe ciertas costumbres adoptadas recientemente por sus
compatriotas. Por la noche, algunos cenan juntos y para reducir el gasto, lo hacen en
casa de alguno de ellos o en un albergue. Es así que forman grupos de afinidades, y
Murray los llama clubs. Hay varios, pero uno de ellos lo indispone particularmente,
nombrándolo el Club de los descontentos. En dicho club se habla mal de él, hasta el
punto de quedar tocado su honor.

No es lo que él mismo relata que suscita el interés, ni el resumen del asunto comunicado
por Mar a Jacobo III; es el conjunto de detalles que tienen que ver a la vez con el
principal “descontento” y sobre la sociabilidad que Murray reprueba en un primer
momento para pasar a aceptarla algunos meses más tarde. Este descontento en jefe, por
así decirlo, es Alexandre Forbes of Pitsligo cuya doble característica es la de ser un
primo del duque de Mar y el hijo de un antiguo miembro de la logia masónica de
Aberdeen. En cuanto al discurso que tenga o deje de tener, a Murray le irrita de que
estén “infectados” (sic) por los mismos principios e ideas que los tenidos en París. Por
supuesto, que esto no basta para elucidar su substancia, todavía menos pretender que
estos correspondan con los tenidos en una reunión de logia, en la medida que Murray
sugiere que son a su juicio moralmente o políticamente incorrectos, lo que nos aleja por
consiguiente de las palabras intercambiadas en la ejecución de un rito. Pero la
continuación es turbadora.

En primer lugar, señala que el duque de Mar soporta cada vez menos el ambiente
eléctrico que se propaga en Roma entre los jacobitas, a causa de las habladurías de
Murray, de manera que habría utilizado el pretexto de una indisposición de salud para ir
a tomar las aguas a Bourbon, para en realidad, desde allí, irse a París donde se
encontraba más cómodo. Llega poco antes del invierno de 1720. Y he aquí que en enero
de 1721, escribe a John Hay, cuñado de Murray, una carta en la que le agradece el
haberle enviado un buen vino y le confía haberse reunido en el transcurso de agradables
cenas con buenos amigos, entre otros, Richard Gaydon, sabiendo que recientemente se
trató de nombrar un presidente53. Repasemos: la carta precedente de Mar a Hay data del
23 de diciembre de 1720. Esta nominación es pues posterior. Como ésta no se inscribe
en una rutina que se repetiría cada mes, da que pensar que ella reviste una importancia
particular. ¿No se tratará de una elección realizada el 27 de diciembre, con ocasión de la
San Juan de invierno, fecha escogida por los francmasones para cambiar de jefe?

                                                            
53
RAW, SP 51/67. Carta del Duque de Mar, París, a John Hay, Roma, 20 de enero de 1721.

33
 
En segundo lugar, en el mes de febrero de 1721, Murray se ve llevado a su vez a tener
que dejar Roma y emprender camino a la capital francesa. Después de una larga vuelta
por el Este y por el Norte, llega a su destino en 1723. De ahí mismo, he aquí lo que
escribe a John Hay: “Todo va bien aquí. Vuestros amigos van todos de maravilla. Se
llega al lugar de la residencia ordinaria. Vos estáis siendo esperado con gran deseo, y
me atrevería a deciros que tan pronto hayáis terminado con los asuntos esenciales, no es
tan solo bueno e importante, sino incluso necesario que volváis por el bien y el consuelo
de vuestro amigo. Estas dos líneas lo dicen todo.54” El final de estas palabras –estas dos
líneas lo dicen todo- está en el estilo de los iniciados de la época. Decir sin decir, decir
quedándose en la alusión, el elipse o en lo pretérito, es lo que se puede encontrar en
otras correspondencias jacobitas. Pero ¿dónde se encuentra la “residencia ordinaria” que
le sirve de lugar de concentración? La elección queda abierta entre Saint-Germain-en-
Laye y París. Según interese al alojamiento de tal o cual testimonio, las dos opciones
son posibles. Por ejemplo, será en Saint-Germain-en-Laye que el futuro gran maestro
James-Hector MacLeane tome habitación, cuando su llegada de Escocia; es en París que
Mar alquilará su casa y recibirá una amplia parentela, entre ella el caballero Ramsay.

La aproximación entre clubs y logias es efectuado por autores de la época y no debe ser
tomado aquí como una temeridad. Por ejemplo, cuando en 1742 Jean-Baptiste Boyer
d’Argens expone su opinión sobre la francmasonería, se complace en recordar que antes
de la proliferación de cafés en Londres, existían despachos de cerveza o vino que
proponían sus mejores salas a habituales deseosos de estar entre sí: “gentes que se
conocen forman entre ellos lo que se denomina un club, o una camarilla regular en la
que cada uno paga a escote”. Se concebían entonces reglamentos, que dejaban colgados
de un muro, para definir una disciplina común. Su objetivo era fijar el montante “del
escote, el comienzo, el fin de la sesión, el modo de admisión y todo lo relativo a ello,
como el rango de los oficiales, sus poderes, su elección, la conducta de los miembros,
etc. Los reglamentos más comunes eran prohibir los juramentos, las obscenidades, las
injurias, las querellas, bajo pena de multa o expulsión.” Y Boyer añade que lo que los
francmasones han denominado luego logias “serían pues propiamente clubs de la misma
naturaleza, salvo que hay entre ellos una correspondencia, una comunidad de leyes, una
participación de título y quizá también una subordinación que no existe en los clubs.55”
Desde entonces, cuando Murray exhala su irritación, no puede decirse que todos los
clubs jacobitas de Roma sean logias, pero alguno puede serlo.

En esto, el pertinaz rey Jacobo no aflojaba en su deseo de retomar rápidamente las


armas. Apenas de su regreso de España, interpreta los despachos recibidos de Escocia
como signos de optimismo. En particular, él es quien toma la iniciativa de hacer venir
MacLean a Francia. “Creo –escribe a Alistair Duah Glengarry-, que no lamentareis que
desee de vos que enviéis a Francia a vuestro hijo con sir Hector MacLeane, pondré el
mayor cuidado en su educación y me haré cargo de los gastos para ello.56” Si sólo tenía
que educación…! Jacobo se muestra emprendedor en política y su matrimonio se le
aparenta pronto fecundo, con el nacimiento de Carlos-Eduardo el 31 de diciembre de
1720. Multiplica los envíos y manifiestos a las diferentes cortes de Europa para clamar
con más vigor todavía que en el pasado sus pretensiones a los tres reinos británicos,
gracias a los cuales, en la primavera de 1722, se cree en la vigilia de un inminente éxito.
                                                            
54
Ibid. SP 70/16. Carta de James Murray a John Hay, 7 de noviembre de 1723.
55
BOYER D’ARGENS, Jean-Baptiste, Nouvelle bibliothèque ou histoire littéraire des principaux écrits
qui se publient, junio de 1742, Pierre Paupie, La Haya, 1742, pp. 196-198.
56
RAW, SP 48/93. Jacobo III, Roma, a Alistair Duah Glengarry, 10 de agosto de 1720.

34
 
Y he aquí también el episodio turbador de la creación de una nueva orden de caballería,
turbador ya que la creación es proyectada sin llegar a ser realizada, pero de tal manera
que permite preguntarse hoy si no hay que ver ahí las premisas del Escocismo
masónico, en tanto que sistema introductor de un nuevo grado en la escala ya
practicada. Digamos que las condiciones en las que Jacobo III en persona desea fundar
esta nueva caballería son inhabituales, ya que no son conocidas desde el comienzo de su
reinado. Innova, no hay nada de más cierto. Pero ¿por qué en ese momento? Por bien
que no pueda concretizar por razones que se nos revelarán evidentes, tratará de inspirar
una dinámica inédita en sus más fieles miembros.

El 16 de mayo de 1722, habiendo reiterado la vigilia su estima al duque de Mar


confiriéndole plenos poderes para actuar en su nombre a partir de que su ejército
hubiera reconquistado Escocia, entrega al interfecto una carta patente cuyo texto es muy
claro, puesto que se trata de instituir “una nueva Orden militar de caballería, compuesta
por personalidades, denominada Orden de la Restauración”. Sus leyes y reglamentos
quedan por fijar, puesto que no lo están todavía. Y después se tratara de entregar
insignias (badges) a aquellos que sean admitidos, particularmente a los jefes de los
clanes que Mar juzgue merecedores por la sinceridad manifiesta al servicio del rey57.
Una tal delegación de poder, por el hecho mismo que se trata de establecer los estatutos
de una Orden, al mismo tiempo que se crea inclina a pensar que el proyecto de Jacobo
es muy reciente, ya que de lo contrario, hubiera estado en disposición de dar directivas
más precisas con un texto de referencia.

Queda claro que no se intentó ninguna operación militar en ese año, ya que el gobierno
hannoveriano, bien informado gracias a sus servicios de espionaje, detiene diversos
corresponsales del rey que estaban implicados en los preparativos, en primer rango de
los cuales se distingue Francis Atterbury, obispo de Rochester. Las condiciones para
crear la Orden de la Restauración no se dan, y al límite, podríamos hablar de acto
fallido, como síntoma de un deseo real ahogado por la indócil realidad. Pero, si
queremos evaluar correctamente la importancia de esta iniciativa de mayo de 1722,
permanezcamos junto al duque de Mar.

Sabemos que detenta la Palabra de masón, sabemos que Jacobo confía en sus
capacidades militares. Sin embargo, un rumor no tarda en circular entre los jacobitas,
según el cual tendría una pesada responsabilidad en el fracaso de la reconquista incluso
antes de que ésta comenzara. Este rumor sería, que por torpeza o por interés disimulado,
habría proporcionado al gobierno hannoveriano las informaciones que habrían
permitido la captura del obispo de Rochester y de otros jacobitas en relación con éste.
¿El gran maestro de la efímera Restoration Order habría caído en la duplicidad?

Algunos le reprochan haber estado falto en precauciones por ciertos correos


interceptados por los agentes del Post Office y haber así facilitado el trabajo de

                                                            
57
RAW, SP 65/39. Carta de Jacobo III, al duque de Mar. “Yo are hereby authorised when you are in
Scotland to institute a new military orden of Knighthood consisting of persons to be called the restoration
order whereof are to be the head of souvereign and to make such institutions laws and orders for the said
order asto you shall seem expedient which are hereby promise to confirm and to bestow the said order
with all the badges of it on such persons as yo shall think fit to the number of and particularly to the
chiefs of the clans as you shall find them act heartily in our service.” [en el dorso] “Warrant for instituting
a new order military order in Scotland – May 16th 1722.”

35
 
localización de los principales jefes insulares y posterior arresto. Otros más ofensivos,
estiman que ha llegado hasta a recibir en su propia casa un emisario de este gobierno
odiado y haber negociado con él las condiciones de su retorno al país natal, lo que le
habría llevado a divulgar nombres.

Es cierto que el asunto es preocupante. Desde la primavera de 1721, Mar empezó a dar
buena acogida al coronel Charles Churchill, sobrino del famoso Marlborough y
encargado de los asuntos diplomáticos por cuenta del rey rival George de Hannover. Lo
recibía en su casa a cenar y la señora duquesa aceptaba gustosa su compañía en la
Opera. Al año siguiente, en el momento en que Jacobo III le otorgaba toda su confianza,
éste por su parte renovaba todas sus simpatías a Churchill, lo que provocaría la
perplejidad de los observadores. ¿Sabían estos que este hombre era francmasón, pero
bajo bandera hannoveriana? ¿No lo sabían? Poco importa. Mil conjeturas podían
alimentar los rumores. De donde, al hilo del transcurrir de los meses, las acusaciones
cada vez más insistentes, cada vez más irritadas que dividen ahora los partidarios
agrupados en la región parisiense.

El paroxismo alcanza su máximo nivel cuando el mismo Attenbury, una vez liberado
del yugo hannoveriano y condenado al destierro, pasa a Francia de muy mal humor y
hace públicos sus propios agravios. En particular, acusa a Mar de traición. Por tanto, es
difícil para Jacobo III mantenerle los favores concedidos hasta el presente. No se trata
de convencerse por sí mismo de la culpabilidad del duque, ya que faltan las pruebas
irrefutables, y no ignora por otra parte el interés de sus enemigos por echar leña al fuego
haciendo correr falsas informaciones. Pero, como medida de salvaguarda, es preciso
hacer el gesto esperado por todas partes, consistente en alejar de los asuntos una
personalidad devenida en estorbo. En realidad, esto se interpreta como una desgracia.
Basta de preeminencia militar ni de misiones políticas. Como consecuencia de ello, la
retirada de poderes relativos a la Orden de Restauración, quedaba a la vuelta de la
esquina.

Entre los exiliados jacobitas, los principales apoyos del duque son conocidos, formando
parte de su círculo de íntimos: Arthur Dillon, George Granville of Lansdowne y el
inevitable caballero Ramsay. Entre los que toman sus distancias: Ormonde, Marishall,
Daniel O’Brien. Todos ellos francmasones. Citados con menos frecuencia en los
documentos, aparecen James-Hector MacLeane y John Stewart of Invernitie que había
pertenecido hasta hace poco al Club de los descontentos de Roma. Durante todo el año
1724, se percibía claramente que las cosas no iban entre los Hermanos. La querella
incluso se traslada a Italia, ya que Ramsay llega en enero de ese mismo año para servir
de preceptor al joven príncipe Carlos-Eduardo; pero en marzo, con ocasión de unas
veladas organizadas en una taberna de la plaza de España, en Roma, se bate en duelo
con Thomas Forster a causa de la divergencia de opiniones sobre este tenebroso asunto.

La misma creación en 1725 de la logia parisina de la Rue des Boucheries, erróneamente


considerada como la primera en Francia, no puede ser correctamente estudiada si no se
tienen en cuenta estas circunstancias. La única referencia documental más o menos
aceptable es proporcionada por el artículo del astrónomo Joseph-Jérôme Le François,
dicho de Lalande, impreso en L’Encyclopedie en 1779. Rectifico la ortografía de los
nombres propios para adaptarla a los usos convertidos en dominantes: “Hacia el año
1725, milord Derwentwater, el caballero MacLane, M. d’Héguery y algunos otros
ingleses, establecieron una logia en París, en la calle de las Carnicerías, en casa Huré,

36
 
charcutero inglés. La reputación de ésta logia atrajo quinientos o seiscientos hermanos a
la masonería e hizo establecer otras logias.” La vulgata tiene en cuenta sobre todo los
epítetos ingleses. Se podría contar de otra manera.

El trío de Hermanos mencionado está deliberadamente compuesto por representantes de


los tres reinos que forman la Gran Bretaña. Charles Radclife, que se convertirá en conde
de Derwentwater hacia finales de 1731, es inglés. James-Hector MacLeane es escocés.
Dominique O’Heguerty, afrancesado en d’Héguerty, es irlandés. Todos tres son jóvenes
capaces de superar las diferencias de los antiguos, a pesar de sus simpatías por tal o cual
rey. De mediana edad: veintisiete años y medio. Los tres son conocidos por su rey. La
vulgata inspirada por Claude-Antoine Thory y amplificada por Gustave Bord viene a
afirmar que imita el modelo preconizado por Londres desde 1717. Esto es tan absurdo
que cuestan comprender las aprobaciones hechas hasta hoy.

Un solo ejemplo basta para demostrarlo. Con motivo de un coloquio precisamente


dedicado a La Francmasonería y los Estuardo en el siglo XVIII, un conferenciante puso
en axioma de su análisis histórico que nuestro trio fundador habría llamado a su logia
Saint-Thomas, en homenaje a Thomas Becket “que tuvo en su tiempo que huir de
Inglaterra y las persecuciones para encontrar refugio en Francia58”. La logia se
escindiría poco después para dar lugar a una Saint-Thomas II dirigida por un venerable
más partidario de los hannoverianos. Habría pertenecido a ésta logia Michel-Ferdinand
d’Albert d’Ailly, duque Picquigny y luego de Chaulnes. Y personalidades prestigiosas
como el duque de Richmond y Jean-Théophile Desaguliers habrían asistido
ocasionalmente a sus trabajos.

La primera correción que se impone al respecto es que se ignora el título distintivo de la


logia que fue fundada en la rue des Boucheries. Nada permite incluso ni prejuzgar que
tuviera uno. La segunda corrección es que la logia dicha abusivamente Saint-Thomas II
no tenía necesidad alguna de Thomas Becket para llamarse así; le bastaría simplemente
a su fundador, el compañero orfebre Thomas-Pierre Le Breton, para tomar prestado el
nombre de su santo patrono personal, costumbre muy habitual en Francia a lo largo de
todo ese siglo. La tercera corrección es que los hannoverianos de paso por el continente,
como Richmond y Desaguliers no frecuentaban mucho al venerable Le Breton, el cual,
aunque fue el único parisino en pedir efectivamente la caución de Londres, estuvo
durante largo tiempo bajo sospecha por todos los otros. En cuanto al duque de
Chaulnes, si bien se sabe que fue un gran amigo de Ramsay, se ignora totalmente que lo
fuera de algún orfebre.

El año 1725 empieza con el retorno de Ramsay junto a sus queridos amigos franceses.
Roma no le ha sido favorable; no ha convencido al rey de sus capacidades de pedagogo
para con el joven príncipe Carlos-Eduardo. Sin embargo, como esto no ha disminuido
en nada su fervor, he aquí lo que escribe a Jacobo III una vez llegado a su destino:
“Supe a mi llegada que las divisiones entre vuestros seguidores en este país son grandes.
Alejado de querer verme mezclado de una manera u otra, he decidido frecuentar lo más
raramente posible unos y otros a fin de depender únicamente del V.M. Si hay todavía
alguna cosa a hacer para enderezar esta situación, aguardo las órdenes del V.M. para
                                                            
58
BEAUREPAIRE, Pierre-Yves, “Le Parnasse de Chaulnes et l’art Royal: itinéraire d’un duc et pair entre
équerre et microscopi dans la France de Louis XV”, en La Franc-maçonnerie et les Stuarts au XVIIIe
siècle, Stratégies polítiques, réseaux entre mythes et réalités, Política Hermética, nº 24, París, 2010, p.
100.

37
 
obedecer fielmente.59” Las desavenencias perduraron pues. El prudente caballero jura
no querer verse mezclado en ellas, conservando cumplimientos con todo el mundo, si
bien no disminuye su afecto hacia el duque de Mat.

En mayo, poco después del nacimiento de Henry-Benedict, segundo hijo del Rey,
MacLeane se une a otros jóvenes escoceses para redactar un correo en el que confía su
voluntad de ir al combate. En la espera, habría querido él también hacer el viaje a Italia
para tener el honor de estar cerca de su soberano, pero éste lo disuade, respondiéndole
que será más útil a la causa quedándose en Francia y que el obispo Atterbury le dará de
viva voz consignas precisas. ¿Cuáles? Hacia mitad de junio, toma buena idea de ellas.
Habiendo concebido el gobierno de Londres un plan para el desarme de los clanes
escoceses, Jacobo III ordena la resistencia. No ceder ni un ápice, esconder los fusiles,
las municiones, etc. Para informar a estos fieles Highlanders, comisiona al coronel
francmasón Allan Cameron, el cual debe pasar por París y ponerse de acuerdo
precisamente con Atterbury60 sin dejar de encontrarse con MacLeane y los otros
escoceses de su entorno, entre los cuales su propio sobrino convertido en el alter ego de
MacLeane, Donald Cameron of Lochiel.

Gustave Bord, que ha sido el primero en llamar la atención sobre la composición de ésta
logia, habiendo logrado revelar más de una veintena de nombres, entre los cuales
dieciséis jacobitas incondicionales y el resto franceses simpatizantes, juzga totalmente
insostenible la tesis consistente en que prestara la menor fidelidad a la Gran Logia de
Londres. Incluso si parece confundir la actividad de la logia de Saint-Germain-en-Laye
y la de faubourg Saint-Germain, se comparte su punto de vista en la medida que la
coyuntura es la de un enfrentamiento muy vivo de rivalidades. En cuanto a pronunciarse
sobre el papel del rey en esta creación, opina que si quizá éste no fue decisivo desde
Roma, cuando menos ciertamente la ha motivado. Una adhesión significa simple y
llanamente una voluntad de confirmar individualmente el soporte a su causa.

¿Qué hay, en particular, de Charles Radcliffe, cuya reputación es ya grande y que hará
que se hable mucho de él cuando, sucediendo a MacLeane, accederá a la cabeza de las
logias de Francia en 1736? Nacido el 3 de septiembre de 1693 en Little Parndon, en
Essex, combate bajo las órdenes de Mar en 1715, es capturado en Preston, luego
encarcelado en la prisión de Newgate. Una estratagema le permite evadirse y huir al
continente, mientras que su hermano mayor James es decapitado. Unas veces en
Flandres otras en Francia, se distingue en un primer tiempo por sus escarceos amorosos
y por su extrema facilidad para batirse en duelo cuando su camino se cruza con el de un
compatriota fiel a George de Hannover. Una palabra a través, un gesto desplazado, y ya
tenemos al joven Charles que ha echado mano a su espada. Mientras reside en la región
parisiense, se beneficia de un alojamiento en casa de Éléonore Oglethorpe, esposa del
marqués de Mézières, que presta también una casa que posee cerca de Vincennes al
duque de Mar.

Situado entre la categoría de las “gentes honestas”61, el 24 de junio de 1724, en la


iglesia de Santa María de Bruselas, desposa a Charlotte-Mary Levingstone, condesa de
                                                            
59
RAW, SP 80/83, Carta de Ramsay, Versalles, a Jacobo III, Roma, 25 de febrero de 1725.
60
ATTERBURY, Francis, “Letters to the Chevalier de Saint George and some of the adherents of the
House os Stuart”, en The Stuart Papers, N. Wright, Londres, 1847, p. 175-176. Carta de Jacobo III,
Albano, a Allan Cameron, París, 16 de junio de 1725.
61
RAW, SP 70/49. Carta de Joseph Bulstrode, Bruselas, a John Hay, Bruselas, 15 de noviembre de 1723.

38
 
Newburgh, cuyo marido Thomas Clifford of Chudleigh había fallecido en 1719,
dejándole dos hijas de tierna edad. La leyenda familiar asegura que Radcliffe tuvo que
pedírselo dieciséis veces antes que accediera a sus demandas. Cuando la llegada del
primer hijo se anuncia, se instala a su vez junto a Vincennes, y no ve nada mejor para el
bautismo que pedir a la pareja real que sean el padrino y madrina. Este favor le es
concedido, quedando de su cuenta encontrar en su entorno a personas que accedan a
actuar por procuración. El acta firmada el 25 de agosto solo comporta un pequeño
cambio concerniente a la madrina, la cual resulta ser Catherine Brudenel condesa vieja
dama de Middleton. Queda claro, en todo caso, que Radcliffe no puede ser proclive a
comprometerse con gentes de George de Hannover, visto como un usurpador. Al igual
que sucede para MacLeane, vale por otra parte para Atterbury que sirve de
intermediario para la transmisión de ciertos de sus correos.

A la cuestión de saber cuál era la importancia que se daba a los franceses con buena
disposición hacia los jacobitas exiliados y curiosos por saber cómo, entre ellos, los
francmasones llevaban a cabo sus trabajos en logia, la respuesta la encontramos
rápidamente consultando la libreta de direcciones de Jacobo III. Después del nacimiento
de Carlos-Eduardo, escribe a los corresponsales a los que sabe adictos. Ahora bien la
mayor parte frecuentan seguramente a diario a Hermanos de notoriedad, como Ramsay,
Dillon o O’Brien. Además, documentación ulterior los situará a menudo, a ellos mismos
o a hombres muy próximos a ellos, al frente de la escena masónica parisina. En lo que
concierne muy particularmente a los grandes señores que pueblan Versalles, varios
pertenecen a familias de renombre, sobre todo los Bourbon, pero también los Condé,
Conti, Orléans y Vendôme.

Por imposibilidad de fijar una cronología precisa de las personas, debemos contentarnos
con una visión de conjunto. Habiendo desaparecido los informes de las reuniones
establecidos por los jacobitas, como hemos visto con las verdaderas/falsas confidencias
de Carlos-Eduardo al barón de Wächter, resulta verosímil que el desarrollo de las logias
en la capital no podía ser rápido si los grandes nombres de la aristocracia no estaban
implicados. El duque de Bourbon-Condé, entre otros, no podía dejar de estar interesado
en ello, habida cuenta que los principales oficiales de su casa se pueden encontrar en la
lista de iniciados, llegando hasta tener logia en su residencia particular, y su hermano
pequeño, el conde de Clermont, accederá por otra parte a la gran maestría en 1743, con
el asesinato del rey.

Otra familia tiene puestas sus marcas. Al menos a partir de los años 1710, incluso
probablemente antes, Christian-Louis de Montmorency-Luxembourg, príncipe de
Tingry, es un habitual en Saint-Germain-en-Laye, al igual que otros oficiales
pertenecientes a los regimientos extranjeros entrados al servicio de Francia. Su afección
hacia el marqués de Tullibardine, cuando menos, puede quedar ampliamente establecida
cuando éste viene a residir temporalmente en Chatou donde se encuentra igualmente el
duque de Mar. Por otra parte, dos de sus cuñados, los duques Louis-François-Anne de
Neufville de Villeroy y Louis-Antoine Pardaillan de Gondrin d’Épernon (más tarde
d’Antin), serán también grandes maestros uno tras otro, respectivamente en 1739 y
1740.

Las semanas que siguen a la creación de la logia de la rue des Boucheries son
excepcionalmente muy animadas para los jacobitas, en el sentido que todos los
observadores de la vida parisina señalan en ellos un aumento de los encuentros entre sí

39
 
y acontecimientos proclives al regocijo. Como es preciso igualmente considerar que el
nacimiento de Henry-Benedict Estuardo estimula las energías, evitemos sobrevalorar el
aspecto estrictamente masónico de esta coyuntura, en la medida que no todos los
jacobitas eran automáticamente masones. Ello no impide tampoco que podamos
subvalorarla, ya que los principales actores son los mismos interesados en mantener la
voluntad de enlazar juntos los puntos de vista. Tal es el caso cuando, cumpliendo su
“gira” al continente, el joven Henry Somerset, tercer duque de Beaufort, ofrece en el
curso del invierno de 1725-1726 un espléndido baile a sus compatriotas de Saint-
Germain-en-Laye, luego repetido en la noche del 29 de mayo siguiente (estilo inglés),
una vez llegado a Roma62. Doble símbolo como hemos visto.

Un último punto a abordar antes de continuar. Muy numerosas son las logias que se
dicen de San Juan de Jerusalén. ¿Qué significado dar a tal título? En su célebre discurso
concebido para la elección de Charles Radcliffe a la gran maestría de la Orden en
Francia, Ramsay sitúa el nacimiento de la francmasonería en tiempos de las Cruzadas.
Lo secuencia así: “Cierto tiempo después, nuestra Orden se une íntimamente con la de
los caballeros de San Juan de Jerusalén. Desde entonces, nuestras Logias llevarán el
nombre de Logias de San Juan. Esta unión se hizo a ejemplo de los israelitas cuando
levantaron el segundo templo. Mientras que tenían la trulla y el mortero en una mano,
llevaban en la otra la espada y el escudo.” Tales palabras producen escepticismo.

En 1724, en su Carta de la Gran maestría, Swift ironiza sobre los francmasones de


Kilwinning que declaran pertenecer a una logia de San Juan de Jerusalén. Ciertas
incoherencias le parecen irresolubles. Por ejemplo, ¿cómo aprobar leyendas que hacen
remontar la tradición bien lejos en la antigüedad hasta Salomón, y cómo conciliarlas con
otras que solo quieren comenzar en la Edad Media? Cuando el mismo Ramsay juega
con estos dos registros, explica que las Cruzadas han provocado una especie de
mutación, en el sentido que, según ella, es en esta época que los francmasones se han
hecho caballeros y han promovido la sociabilidad inédita que dura todavía desde ese
tiempo. Por tanto, estas consideraciones no nos informan sobre las razones de una
costumbre adoptada muy rápidamente por una mayoría de logias del siglo XVIII.

Un esbozo de respuesta nos es aportado por la lectura del calendario. Durante largo
tiempo los obreros albañiles, aquellos que trabajaban en la obra, propusieron reunirse
para la San Juan de invierno para arreglar los contenciosos que hubieran podido
aparecer a lo largo del año. El frio obliga a la ralentización o suspensión total de los
trabajos, pero no impide, antes al contrario, que se pudieran reunir para intercambiar
impresiones sobre el oficio y pronunciarse mediante eventuales arbitrajes entre
compañeros enfrentados. En este caso, una logia de San Juan es absolutamente una
simple asamblea general reunida en el día de San Juan. Si hay necesidad de ello, en un
lugar determinado, puede servir para elegir a una persona capaz de imponer una
decisión y hacerla respetar. Para la ocasión puede ser un notable no necesariamente
experto en la construcción, aunque con un mínimo de conocimientos sobre la misma,
pero lo que sí debe poseer es suficiente ascendente sobre las partes para que sus
decisiones sean aceptadas por los obreros o artesanos encausados.

En el siglo XVIII, con los infortunios y desgracias de los Estuardo que trataban de
encontrar en las escrituras bíblicas alegorías comparando la Gran Bretaña con Jerusalén,
                                                            
62
Archivos Nacionales de Inglaterra (Kew) = NA, SP 85/16. Carta de Philip von Stosch, alias John
Walton, 13 de junio de 1726.

40
 
entramos en otra dimensión. Los masones del rey tienen la posibilidad de identificarse
tanto con los reconstructores del Templo según Ezequiel que con los guerreros largo
tiempo en las Cruzadas tras la primera prédica del Papa Urbano II. Desde entonces,
como dice Ramsay, una logia de San Juan de Jerusalén se concibe como lugar simbólico
en que los Hermanos se comparan a los combatientes teniendo que reconquistar o
reconstruir una ciudad caída en manos enemigas. Su discurso no se presta a otra lectura.
Incluso dejando de lado la cuestión política del jacobitismo, la espada y el escudo
vienen en socorro de la trulla. En un intelectual, que por lo demás, es un excelente
duelista, la referencia a estas armas no participa de una licencia novelesca. Quien quiera
negarle su importancia debe también negársela a las herramientas provenientes de las
obras, lo que sería el colmo. Tenemos aquí tema para un díptico cuyas dos páginas
tienen igual valor.

Por su parte, Jacobo III está perfectamente informado de la historia de las Órdenes de
caballería en Europa, y la atención particular que brinda a la de San Juan de Jerusalén es
innegable. Después del nacimiento de su hijo mayor, pone especial cuidado en hacer
partícipe de ello a Marc-Antoine de Zondadari, que en Malta, ejerce la gran maestría de
las Órdenes de San Juan y del Sepulcro de Jerusalén. Cuando este le responde para
felicitarle, termina su carta de la manera siguiente: “Hago continuos votos al Señor por
la prosperidad y éxito continuado de todo lo que pueda contribuir a la gloria y beneficio
de [vuestra] real posteridad. Son los sentimientos plenos de respeto que tendré toda mi
vida por Vuestra Majestad, suplicándole muy intensamente que continúe su protección
hacia mi Orden63”. Al igual que otros soberanos, Jacobo III se considera como protector
de la Orden de San Juan de Jerusalén. Si bien no la confunde con la de la
francmasonería, nada le impide querer similitudes entre ambas. Sin ir más lejos: en
1722 la Orden de la Restauración se inscribe en esta coherencia de conjunto.

Los caballeros comandados por Zondadari y por sus sucesores tienen simpatías nada
ambiguas. Nicolas Giraldin, habiendo entrado en la Orden en 1715 bajo la protección
del duque de Perth, escribe en noviembre de 1723 a su rey para que interceda acerca del
Papa a fin que le sea concedido el cargo de gran prior de Inglaterra cuya vacante es
inminente en razón de la avanzada edad de su titular, Benedetto Ferretti64. De buen
grado, Jacobo consiente en intervenir. Desgraciadamente, un prestigioso competidor le
pasa delante, a saber Henry Fitzjames, duque de Albermarle, el más joven hermano del
duque de Berwick. Pero en verano de 1728, la plaza se libera de nuevo. El asunto es
rápidamente tratado. Geraldin obtiene satisfacción. Al cabo de pocos años, he aquí que
una logia masónica aparece en Malta, exactamente en Msida, donde el arrendador de
Brandebourg, Wolfgang Philip Guttenberg, se propone financiar la construcción de una
casa para sus reuniones65. ¿Quién –sin burlarse- puede pretender que ésta logia deba
alguna cosa a los antipapistas hannoverianos de Londres? Geraldin tiene ciertamente su
parte, cuyo resto de familia reside en Francia, y que habrá detentado por otra parte hasta
1730 la responsabilidad de enseñar al príncipe Carlos-Eduardo el arte de montar a
caballo.

                                                            
63
RAW, SP 51/170. Carta de Marc-Antoine Zondadari, Gran maestro de las Ordenes de San Juan y del
Sepulcro de Jerusalén, Amalia, a Jacobo III, Roma, 10 de febrero de 1721. La Orden de San Juan de
Jerusalén fue fundada hacia el año 1080, y la del Santo Sepulcro hacia el 1099.
64
Ibid. SP 70/75. Carta del Caballero Nicolas Geraldin, Malta, a Jacobo III, Roma, 20 de novembre de
1723. Nicolas Geraldin entró en la Orden de Malta el 14 de enero de 1718.
65
AGIUS, Antoine J. History of Freemasonry in Malta, Vallette, 1999.

41
 
Se puede saber algo más poniéndose tras los pasos del marqués Carlo Campori66,
gentilhombre de Módena, también caballero de Malta, que pasa por Florencia en 1727
para resolver algunos asuntos relativos a su Orden y que aprovecha la oportunidad para
ir a la logia. Allí, el vice-legado del Papa se inquieta, no estando todavía muy bien
informado sobre lo que la masonería significa, y se ignora que opinión pudo hacerse de
ella después del debate con el marqués. Se observa sin embargo que éste último vive
habitualmente en Bolonia donde Jacobo reside en ocasiones durante largas estancias, y
muy especialmente en 1726, el año que precede pues las tribulaciones florentinas67.
Además, tanto Jacobo como Campori están en íntima relación con Tommaso-Julius-
Francesco del Bene, igualmente de la Orden de Malta, el cual es gran Prior de Pisa, y
acumula empleos envidiables: embajador en Francia, encargado de la legación en
Inglaterra, consejero de Estado y mayordomo del gran duque de Toscana, Cósimo III.
Entre otros servicios, Jacobo le pide a finales de 1723 que encuentre acerca de su duque
un empleo al coronel Donald Macmahon para quien los “honestos” compañeros son tan
raros como calurosos. Ahora bien, como por casualidad, los encuentra él mismo ya en
Florencia en casa de un posadero de nombre Collins.

Como por casualidad… Pero de casualidad, ¡nada! Podremos ver más adelante que los
viajeros británicos, de cualquiera que sea su tendencia política, le encuentran bellas
cualidades. Tendremos igualmente confirmación de su vinculación masónica. ¿Cuándo
la habrá trabado? En 1723, Macmahon habla de ello con mucha simpatía, hasta el punto
de querer recomendar a compatriotas residentes en Roma. Quedémonos con una
indeterminación al respecto. Contentémonos con ésta deducción simple, consistente en
que los francmasones jacobitas son los mejores situados en Italia para hacer escuela. La
discreción con la que se rodean limita las confidencias. Pero ella no deber ser lo
bastante hermética como para impedirlas completamente.

Tomemos otro ejemplo. Cuando, todavía en verano de 1727, Jacobo III, algo nostálgico,
pasa de incógnito por Lorena y pasa una temporada en compañía de los Beauvau-Craon
de los que volveremos a hablar, hace de regreso un alto en Aviñón. Allí, encuentra
alojamiento en casa del marqués Jean-Dominique de Tulle de Villefranche, en el
confortable palacete que éste posee, en el pasaje de les Boucheries. Se encuentra tan
bien en él que se queda allí cerca de cuatro meses. Sólidos lazos se traban entonces
entre los dos hombres. Y es apoyándose en ellos que el marqués no duda en solicitar a
Jacobo para que le apoye en la candidatura de su hijo Louis-Gaspard-Esprit a la Orden
de Malta. En 1737, la plaza es concedida. De golpe, no nos sorprendemos si éste último,
por otra parte oficial de infantería, es conocido como fundador de una logia escocesa en
Lyon bajo el título genérico de San Juan de Jerusalén. En sus correos respectivos, tanto

                                                            
66
El nombre del marqués es dicho aquí bajo toda reserva. El documento original no lo menciona. Es
atando cabos por otra parte que se sugiere que podría tratarse de Carlo (1686-1755).
67
RAW, SR 102/97. Carta de Thomas Tyrrell, Florencia, a John Hay, Bolonia, 1 de febrero de 1727. “El
marqués Campori es un gentilhombre de Módena, de una familia de las más ricas, que habiéndose hecho
caballero de Malta en despecho de su duque, tuvo que exiliarse. Se retiró a Bolonia donde vive
plácidamente, y permanece allí desde hace 17 años no queriendo dejar esa estancia sino es para volver a
la patria. Es primo hermano del conde Molza, que vive conmigo. Llegó de Bolonia, por lo que Molza me
ha dicho, para tratar asuntos relativos a su Orden. Sé, que ha hablado con el Gran Prior del Bene, el cual
ha escrito una carta a su favor. Ha tratado de ver a la gran princesa de esta corte a solas, y luego se ha
vuelto a Bolonia. Es bastante bien plantado, pero un poco melancólico. Después de su partida supe que
había tenido un desenredo con el vice-legado por un asunto de una logia. Todo lo que aquí he escrito, es
solo por señalar lo que por aquí se dice, y en último lugar lo que he sabido por boca del enviado imperial
y padre Ascanio.”

42
 
el padre como el hijo reiteran frecuentemente su respeto al rey Estuardo y no dejan
nunca, por mediación del secretario Edgar, de saludar a los “amigos” que le rodean68.
Sin duda son los mismos que volveremos a encontrar en París, uno u otro, cuando la
policía se dedica a interrogar al posadero Ozouz para saber cuáles son los francmasones
que tiene alojados en su casa69.

El lector habituado a las concisiones objetará que son solamente observaciones


puntillosas que no informan realmente sobre las opciones personales de Jacobo III.
¡Puede! Habrá captado sin embargo, que en el flujo de los acontecimientos grandes o
pequeños, se adivina una analogía entre lo que dice el corresponsal de Kelly sobre la
institucionalización de la francmasonería en 1660, en el momento de la restauración del
exiliado Carlos II, y lo que desea Jacobo III en la primavera de 1722 cuando prevé la
creación de la Restoration Order. En cada ocasión se trata de honorar los más firmes
apoyos de la Casa Estuardo, después de un largo período de alejamiento fuera de las
islas Británicas. La anulación del plan militar, en el segundo caso, y las disensiones
consecutivas en el seno del partido impiden dar a la analogía su plena realidad. Pero,
ella va a retomar fuerza en 1745. Y es lo que resulta más flagrante en esta historia.

No quememos las etapas. La ventaja de los archivos todavía consultables hoy es la de


ofrecer una suerte de contrapunto a los testimonios que emanan de los jacobitas
exiliados. En todas partes donde están, sobre todo en Italia donde el rey se encuentra
desde 1717 y hasta su muerte en 1766, son vigilados, espiados por agentes de Londres.
El más famoso de ellos es el barón y Hermano Philip von Stosch. Leyendo sus
comunicados poco diplomáticos que dirige a sus empleados, se penetra más en los
arcanos de ésta época, y se comprende mejor la desconfianza que la vulgata inspira.

                                                            
68
Ibid. Ver, entre otras, SP 202/7. Carta del marqués Jean-David Esprit de Tulle de Villefranche,
Avignon, a James Edgar, Roma, 10 de noviembre de 1737.- 214/86, 87, 124. Cartas del mismo al mismo,
febrero-marzo de 1739.
69
BNF, Arsenal, Bastilla ms 11156 Fº 312. ”M. de Villefranche, no se ha podido saber ni su calidad ni su
residencia.”

43
 
44
 
4. El espía que venía del Norte

Nacido el 22 de marzo de 1691, en Küstrin, en Brandebourg, en una familia poco


acomodada, Stosch sigue sin convicción estudios de teología en Frankfurt an der Oder,
hasta que su edad le permite recorrer las grandes ciudades alemanas y extranjeras. Más
que hacia los escritos religiosos, sus inclinaciones lo llevan hacia las medallas, las
estatuas, los viejos manuscritos y todo lo que constituye en esa época el tesoro de los
amantes del arte. Compra todo lo que puede. En 1710 lo encontramos en Holanda
donde, sin duda por mediación de uno de sus parientes, Wolfgang von Schmettau que es
embajador, encuentra al secretario de los Estados Generales, Franz Fagel, tan
apasionado como él en la numismática y la arqueología.

La muerte de Schmettau le sobreviene el 5 de febrero de 1711. El joven Stosch queda


desamparado ya que sus recursos personales son débiles. Fagel viene en su ayuda, y lo
anima a pasar a Inglaterra con el fin de visitar coleccionistas ya confirmados. Estamos
en marzo de 1712. Al hilo del transcurrir de los meses, mientras que descubre
Cambridge, Oxford y Londres, se le presenta la ocasión de encontrarse con Hans
Sloane, entre otros, cuyo interés por los manuscritos masónicos le será conocido más
tarde. Entabla también amistad con John Carteret, algunos años mayor que él, cuya
familia ha tomado la causa jacobita, pero que personalmente prefiere servir la casa de
los Hannover.

Una vez de regreso al continente, en julio de 1713, Stosch se vuelve a Italia, con una
larga etapa en Francia. En esa estancia no falta París y sus gabinetes de curiosidades,
incluyendo el del rey en Versalles donde, según Charles de Brosses, se comporta como
un cleptómano, llegando hasta tragarse una piedra preciosa, con la obligación de
devolverla por vía natural a golpe de emético, bajo control del conservador70. Descubre
Roma después de esta hazaña gástrica, se detiene en Florencia y Livorno volviendo
luego al redil en mayo de 1717, llamado por su padre. Ahí, permanece poco tiempo,
puesto que volvemos a encontrarlo en Holanda donde trata de ejercer la diplomacia más
o menos oficial sin demasiado éxito. Es más tarde, hacia enero de 1722, que por así
decirlo, comienzan sus tribulaciones tan singulares de Hermano espía.

Quien lo solicita es Carteret cuya carrera política es ya brillante, puesto que el año
anterior es nombrado en Londres Secretario de Estado para Asuntos del Sur (Southern
Department). Su misión es clara: vigilar día tras día las acciones y gestos de Jacobo III
y sus partidarios, señalando a los británicos que hacían la gira italiana para conspirar en
provecho suyo.
                                                            
70
BROSSES (DE), Charles, Lettres d’Italie, Mercure de France, París, 1986, volumen 1, p. 320. “He aquí
una pequeña historia bastante cómica que oí contar de él [Stosch] en Francia. Hardion, nuestro cofrade,
mostraba el gabinete del rey en Versalles a diversas personas, entre las cuales se encontraba este galante
hombre. De improviso cierta piedra, muy conocida de vos, bajo el nombre del sello de Miguel Ángel,
desapareció. Se rebuscó hasta el último rincón, llegándose hasta desnudarlo, sin ningún éxito. Hardion le
dijo: “Señor, conozco a todo el grupo de acompañantes, a excepción vuestra; por otra parte estoy
temiendo por vuestra salud; parecéis tener un tono muy amarillento, que denota que estáis empachado.
Creo que una pequeña dosis de emético, tomada sin moveros de aquí, os será absolutamente beneficiosa”.
El remedio tomado in situ tuvo un efecto maravilloso, y curó a este pobre hombre de la enfermedad de la
piedra que se había tragado.”

45
 
Bajo el seudónimo de John Dalton, se toma a pecho asegurar una correspondencia
semanal con su protector. Son las anécdotas que desgrana al hilo de la pluma que
presentan un claro interés para la historia de la francmasonería continental. Aunque
reservado sobre los aspectos de su vida privada y desvelando raramente los medios que
utilizaba para abusar de la confianza del prójimo, al margen del vino y el dinero,
encadena detalles realmente tan sugestivos, que uno no deja de sorprenderse hoy ante la
ausencia de interés al respecto. Esta correspondencia es consultable en los archivos
nacionales de Inglaterra, en Kew71.

La dificultad que suscita la lectura de ésta correspondencia es que las revelaciones que
ella contiene tienden constantemente a dar de su autor una imagen lisonjera. En
perpetua necesidad de finanzas para poder satisfacer su inextinguible pasión de
coleccionista, juzgando siempre sus emolumentos demasiado débiles, su tendencia es la
de jactarse excesivamente a fin de obtener aumentos o costearse gastos excepcionales.
De donde, las verdades reveladas de manera fragmentada cuando éstas podían hacerle
sombra. De donde también algunas contradicciones cuando la evolución de un
acontecimiento no salía en el sentido que él deseaba, y que hacía que, llegado el caso,
sin que nada dejara suponerlo, desmintiera un propósito anterior. Siempre que sea
posible, se impone con él una precaución de método, confrontando su punto de vista
con el de otros protagonistas.

La primera indicación que merece examen aparece en noviembre de 1722. Stosch


menciona las molestias que la Inquisición inflige al joyero escocés William Dugood.
Este expresa en público “dichos atrevidos”, poco compatibles con los cánones de la fe
romana. Sin embargo, el barón interviene en su favor mediando acerca de diversos
cardenales con los que presume tener amistad, y logra obtener su liberación. Hace valer
sobre todo que la tolerancia debe animar a los altaneros guardines del catolicismo, a fin
de facilitar la conversión de los protestantes. “He tratado este asunto no como político,
sino como hombre que tiene empeño en el avance de la religión romana, haciendo
comprender a estos señores en qué medida producirán aversión entre los protestantes
con miras a hacerse católicos romanos si se hace uso de este rigor respecto a los nuevos
convertidos, ya que a holandeses e ingleses hay que hablarles con un cierto discurso
libre sobre la religión, al estar acostumbrados a oír hablar así desde su infancia.72” Esto,
se dirán, recuerda extrañamente a las recomendaciones de las famosas Constituciones de
Anderson. Sí, pero éstas no estaban todavía redactadas, y Stosch no lo dice todo.

Miembro de la Royal Society, Dugood se hace notar ya en Roma en 1718. Mientras que
Jacobo III se recupera difícil pero resueltamente de su último fracaso militar, Dugood
propone sus servicios a los cortesanos de su entorno. Aspira por otra parte a convertirse
en su orfebre oficial, con el libre acceso a su casa que ello supondría. Para ello, hay que
solicitar al duque de Mar, que le sea expedida una patente autorizándolo a titularse
“king’s jeweller”73. Al año siguiente, al parecer ha obtenido el favor, puesto que

                                                            
71
NA, State Papers.
72
Carta de 1º de diciembre de 1722.
73
HMC, Calendar of the Stuart Papers belonging to his Majesty the King, volumen IV, Londres, 1916, p.
591. Carta de Francis Panton al duque de Mar, 29 de junio de 1718. El 2 de agosto, es entregada una
patente de Jacobo III en latín a Dugood. El 7 de septiembre, ruega al duque de Mar transmita sus
agradecimientos al rey.

46
 
Alexandre Forbes of Pitsligo relata conversaciones íntimas que tiene con él74. Hemos
visto que Mar y Pitsligo son francmasones; por consecuencia, siéndolo él mismo,
Duggod tendrá en lo sucesivo con ellos relaciones privilegiadas.

Gracias a Stosch, al menos pretendidamente, Dugood es pues liberado de las prisiones


de la Inquisición. Marcha a Inglaterra para hacerse olvidar un poco, mientras que
nuestro barón está convencido de continuar su espionaje con toda discreción.
Maticémoslo un poco más: quiere hacer creer a Carteret y a su sucesor en la Secretaría
de Estado Pelham Holmes, duque de Newcastle, que es un experto en artimañas y
triquiñuelas, mereciendo ampliamente su remuneración. En realidad, es
desenmascarado; ya que de improviso, pasa a ser manipulado, o a ser mantenido
desdeñosamente a distancia.

En febrero de 1724, se lamenta que lenguas demasiado sueltas le comunican en Londres


que un malvado rumor circula sobre él en Roma. Su seudónimo de Walton habría sido
incluso descubierto. En una carta a Francis Atterbury, John Hay va directo al grano:
“Tenemos aquí un famoso espía, un Prusiano, que percibe en realidad una pensión del
Elector de Hannover y está protegido por el Ministro del Emperador en este país
[entender: el Embajador plenipotenciario]. A menudo me ha sorprendido oír que este
compañero, en toda clase de sociedad, no pierde ocasión de decir todo lo bien que
piensa respecto a mí, pero yo por mi parte no le he dirigido la palabra en mi vida.75”

En este ambiente equívoco, es llevado sin duda por este espíritu de parodia que nuestro
barón inventa la Orden del Búho. Los recipiendarios llevan el título de caballeros y
pueden imaginarse capaces de controlar la oscuridad. La manera como el barón llega a
esta fantasía, el arquitecto Barthélémy-Michel Hazon lo relata en su carnet de viajes76.
En resumen, Stosch acompaña un día fuera de Roma a un grupo de artistas franceses
para dibujar ruinas, cuando descubre a un joven búho blanco en su nido. Conmovido,
transporta su hallazgo hasta su casa y se promete tener cuidado de él. Los meses pasan.
Con motivo de una comida en común, los mismos artistas se lamentan de no tener la
protección de un gran mecenas capaz de alojarlos en un vasto palacio donde pudieran
dar libre curso a su genio. Este mecenas, no dejarían de honorarlo proporcionalmente a
su gran bondad. Stosch señala no obstante que es preferible movilizar los talentos de
cada uno a fin de venerar más bien a su invitado de plumas. Sin ilusión, sin hacer
castillos en el aire. Dicho y hecho. La Orden es creada. Stosch es proclamado gran
maestro. Se decide acuñar medallas. En el anverso es representado el volátil huérfano en
mitad de las ruinas donde fue encontrado; en el reverso, ésta inscripción tomada de
Horacio: Impavidum ferient ruinae77. Poco tiempo después, el escultor Edme
Bouchardon, miembro de ésta alegre camarilla, esculpe en mármol el busto del barón.
La pose es soberana con una toga que deja al descubierto la parte superior del pecho,
pero sujeta sobre el hombro izquierdo por una joya que figura, justamente, un búho. En
el zócalo de la obra, está grabada la fecha de 1727.
                                                            
74
TAYLER, Henrietta, The Jacobite Court at Rome in 1719, Scottish History Society, University Press,
Edimburgo, 1938, nota p. 81.
75
NA, SP, sèrie Rome, volumen XIV. “We have a famous spy here, a Prussian, who has actually a
pension from the Elector of Hanover, and is protected by the Emperor’s Minister in this country. I have
been often surprised to hear that this fellow, in all sorts of company, looses no occasion of saying all the
good he can of me (...) tho’ I never spoke a word to him in my life.”
76
LAUNAY (DE), Louis, Les Brongniart, Rapilly, París, 1940, p. 173-174.
77
HORACIO, Oda III, libro III, 7-8. “Si fractus illabatur orbis / Impavidum ferient ruinae.” Traducción :
Si el mundo fracasado se hundiera por todas partes, las ruinas lo golpearían sin estremecerlo.

47
 
En el intervalo entre 1724 y 1727, ¿qué sucede de significativo desde el punto de vista
estrictamente masónico? Hay sobre todo la venida del caballero de Ramsay a Italia.
Llega un buen día de enero, flanqueado por un compañero de viaje que no es otro que el
coronel John Hay. No sin un cierto aldarullo, ya que el coche se vuelca estrepitosamente
en la vía Flaminia, no pasando los dos hombres inadvertidos, tanto más cuando
enseguida emprenden participar de las reuniones del famoso “club” del que sabemos, de
pasada, que su equivalente parisino hace cortar los cordones azules para sus miembros,
con los émulos en Burdeos78. Por bien que Stosch no pueda decir gran cosa, ya que era
tenido al margen, podemos apreciar cuando menos la descripción que propone del
caballero. ¿Es casualidad? Lo compara con un intelectual teniendo una “manera libre de
razonar a la francesa” y haciendo entonces figura “de un búho entre los otros pájaros”79.

Pero, Ramsay de vuelta más pronto que lo previsto a París, es cuando Bouchardon lo
idealiza en gran maestro del Búho que Stosch siente realmente lo incómoda de su
posición. En efecto, en el curso del verano de 1727, se anuncia en Roma Charles
Radcliffe. El 19 de julio, con los cinco sentidos al acecho, nuestro singular espía relata
la irrupción de este ardiente batallador en Roma, y de su familia, es decir su esposa la
condesa de Newburgh, las dos hijas mayores que ésta tuvo de un primer matrimonio, el
chico nacido en Vincennes de su unión, al igual que la benjamina nacida en Turín
durante un alto. Ironizando un tanto sobre las mayores, que tan graciosas como
coquetas, no han descuidado ir de compras en los modistos franceses, sabe demasiado
bien que aquí va a haber tema. Pero, imposible pillarlos en un renuncio. Lo acaba
reconociendo a pesar suyo con el transcurrir de los meses, al constatar que Radcliffe
tiene el don de desaparecer durante varias semanas sin hacer mucho ruido. Cuando lo
cree escapado a París, resulta que estaba en Bruselas o Lovaina; cuando lo cree todavía
en el continente, había pasado clandestinamente a Inglaterra. El día de su vuelta, nadie
sabe que ha hecho durante sus ausencias.

Cuando permanece en Roma, Radcliffe vela por acoger en su casa a numerosos


compatriotas, a italianos y a extranjeros de paso. Organiza recepciones, algunos bailes y
también asambleas de las que Stosch finge ignorar su naturaleza, y que posiblemente la
ignora a medias, no siendo nunca honorado con una invitación. ¿Podemos todavía
hablar de masonería? La respuesta es afirmativa. No solamente el manejo de Stosch
acerca de los miembros de la logia jacobita, del “club” si se prefiere, no ha durado más
allá de dos años, sino que la distancia que crece entre ellos ahora, se le hace abismal. La
enseña del búho, su gran maestría perpetua no le confiere un don de doble visión, ni
diurna ni nocturna. Pero, por la manera que de él habla, mezcla de fascinación y
animosidad, se puede comprender que Radcliffe se convierte en la persona más
eminente de la red en Italia80.

De donde la cruel frustración sufrida en enero de 1731. El domingo 21, el barón es


objeto de una emboscada cerca del palacio Ruspoli, en el curso de la cual se le conmina
a largarse lo más pronto posible. El relato del susto que él mismo hace roza lo cómico,
aunque resulta mucho más patético. Un pasaje del mismo merece ser reproducido. “Los
                                                            
78
RAW, SP 72/129. Carta de Thomas Southcott, 21 de febrero de 1724.
79
NA, SP 85/15. Carta de Philip von Stosch, alias John Walton, 21 de noviembre de 1724.
80
KERVELLA, André, Les trois premiers grands maîtres étrangers de la franc-maçonnerie française, de
próxima aparición. Esta obra contiene la biografía de Charles Radcliffe y ofrece precisiones sobre el
magisterio que ejerce en Roma.

48
 
enemigos del gobierno del rey [entiéndase George II, que desde 1727, reina en Gran
Bretaña] después de haber hecho uso de amenazas y toda suerte de artificios durante los
nueve años de mi estancia para alejarme de Roma, han llegado por fin al colmo. El
domingo, dos horas antes de medianoche, bajo el claro de luna, volviendo de ver al
cardenal Bentivoglio, y en el trayecto a mi casa, mi carroza fue bloqueada por tres
personas mosquetón en mano, apoyadas en la distancia por otras gentes de mal aspecto,
tapándose con el manto hasta la nariz. El primero, tomando a los caballos por las
riendas, amenaza con matar al cochero si se resiste, el segundo hace lo mismo con el
lacayo, y el tercero rompe con la culata de su mosquetón los vidrios de las ventanillas
cuyos trozos al caer hieren mi mano izquierda, poniéndome la boca del cañón de ésta
arma sobre el pecho. Quise echarme al otro lado contrario pero otra boca de cañón se
me presentó. Después de tenerme en esta postura durante algunos instantes, uno me dijo
en italiano, y en voz alta, si no partís en el espacio de ocho horas de Roma, seréis
hombre muerto.81”

Estupefacto, atónito, Stosch toma la advertencia en serio. A la mañana siguiente, se


apresura a llevar sus quejas al cardenal Melchior de Polignac, embajador de Francia
ante la Santa Sede, del que presume ser recibido en familia, así como ante otros
prelados italianos, en particular Álvaro Cienfuegos y Bartolomeo Corsini, sobrino del
Papa82, sin olvidar al gobernador de Roma. Desgraciadamente, la confortación obtenida
no está a la altura de las expectativas. Al contrario, adivina que sus interlocutores no
están dispuestos a consentir cualquier esfuerzo por descubrir los responsables de la
agresión. ¿En quién piensa entonces? El primer nombre que le viene a la cabeza es el
del coronel Hay, el segundo el de Radcliffe. ¡Evidentemente!

A los dos días, después de una jornada completa pasada en cama rodeado de armas de
todos los calibres, por temor de ver resurgir a sus atormentadores, se sorprende que Hay
hubiera partido a la chita callando hacia Florencia. Firma así su culpabilidad, piensa
Stosch, que aumenta el patetismo asegurando que Hay, antes de la emboscada nocturna,
hizo incluso venir de Bolonia a un asesino profesional y lo ha tenido escondido en la
residencia de verano de Jacobo III, en Albano. Por si fuera poco, precisa que el coronel
estaría de pique con Murray por causa de envidias recíprocas. Y ahora veamos
Radcliffe. Mientras que arregla todos los prolegómenos de su partida y azuza su mal
humor rechazando despedirse de las autoridades locales, Stosch sólo piensa en él.

Puede que Radcliffe estuviera inspirado por Catherine Darnley, duquesa de


Buckingham, hermanastra natural de Jacobo III, entonces recién llegada de Inglaterra
para manifestarle una calurosa simpatía a su real hermano. En todo caso, lo designa
expresamente como a un instigador. En su primer informe escrito desde Florencia, con
la peluca todavía fresca por la abundante nieve encontrada en el camino, exhala sus
suspiros: “Me escriben desde Roma que Radcliffe y la cábala jacobita han mostrado una
gran alegría tras mi partida de Roma, que la conversa de Milady Newburgh se ha vuelto
mucho más brillante, y que algunos personajes se muestran en público en compañía de
gentes del Pretendiente sin ninguna reserva.83” Al mes siguiente, reincide. La hija de un
notable jacobita se felicitaba que al fin los medios jacobitas exiliados “se hayan liberado
de un espía incómodo”84. El término de “cábala” es el mismo empleado por Murray en
                                                            
81
NA, SP 98/32. Carta de Philip von Stosch, alias John Walton, 25 de enero de 1731.
82
Clemente XII es nacido como Lorenzo Corsini.
83
NA, SP 98/32. Carta de Philip von Stosch, alias John Walton, 24 de febrero de 1731.
84
Ibid. 3 de marzo de 1731.

49
 
1719 cuando exhala su mal humor contra los “descontentos”. Ciertamente, dicho
término es aceptado ampliamente en numerosos documentos y puede servir para
designar a grupos alejados de la francmasonería. Pero Stosch lo emplea también como
equivalente al “club”, añadiendo que las reuniones se hacen a menudo en el domicilio
del propio Radcliffe o en el de alguno de sus fieles. Más todavía, se lamenta que los
suplentes que ha dejado en la ciudad pontifical para que continuaran su tarea y le envíen
informes epistolares se han visto como en lo sucesivo les impedían el acceso85. Como
en correos posteriores revelará que varios de ellos fueran posiblemente francmasones,
he aquí por qué la duda no está permitida.

Algunos meses de tregua, y ves por donde que se le pone en la cabeza crear su propia
logia. Diversos autores se preguntan si realmente juega ese papel precursor en la capital
de la Toscana. Esto es por tanto fácil de demostrar. Suponiendo que la sensibilización
querida por el marqués de Campori en 1727 se hubiera mostrado poco efectiva algunos
años antes, es claramente nuestro espía venido del Norte quien pone, si no la primera y
sólida piedra, al menos la más estable. Si bien existe otra fuente que otorga el principal
papel fundador a Charles Sackville, conde de Middlesex, en este caso una medalla
grabada por Lorenzo Natter, diciéndole magister, medalla cuya acuñación no es por otra
parte extraña a Stosch, en la medida que el conde es figurado en la misma postura que
su busto de la orden del búho, ella es posterior y no permite en nada determinar cuál es
el ascendente ejercido por el conde. Grabada en 1733, con su reverso ornado por un
Harpócrates llevando mandil, no revela ninguna responsabilidad de ésta naturaleza.

De hecho, en Florencia, todo el mundo sabe los sinsabores que Stosch ha tenido que
sufrir cuando su expulsión romana. La única satisfacción que le queda es que su
reputación como experto en antiguos objetos de arte no ha quedado en entredicho. Su
erudición es apreciada por turistas ricos y grandes aficionados. Es pues en verano de
1732, cuando un grupo de Hermanos británicos en viaje de agradecimiento vienen a
visitarle, que aprovecha su presencia para innovar. Gracias a uno de ellos, Joseph
Spence, profesor en Oxford, podemos conocer incluso el día de su entrada en la ciudad.,
que fue el 11 de julio.

Este testimonio privilegiado, cuya credibilidad puede difícilmente contestarse ya que


una buena parte de sus notas o cartas de viaje han sido conservadas, es el mentor del
conde Middlesex. Algunos meses antes, se puede leer en una carta a su madre que entre
Milán y Venecia, caminaba en compañía de Robert Montagu y de Sewalis Shirley86. El
segundo, hijo del conde Ferrers, es precisamente elegido Venerable de la logia una vez
el grupo pasa a Florencia, mientras que Middlesex tiene uno de los oficios de vigilante.
El primero, hijo del duque de Manchester, es también integrado al equipo de primeros
dirigentes. El argumento es pues imparable. Ya que este trío de ricos turistas (Shirley,
Montagu, Middlesex) se activa con tan rara rapidez, cabe deducir que la seducción
operada por Stosch es casi inmediata. Este asegura las condiciones materiales en las
cuales pueden obrar respetando las formas acostumbradas. En menos de tres semanas es
cosa hecha.
                                                            
85
Ibid. 98/248. 1º de septiembre de 1731.
86
SPENCE, Joseph, Letters from the Grand Tour, McGill, Queen’s University Press, Montreal y
Londres, 1975, p. 84. Carta de Joseph Spence a su madre, 22 de noviembre de 1731. From Turin “we
came with the Duke of Kingston to Milan, where we stayed about a week. There we changed companies:
the Duke with is attendance went for Genoa, and Lord Middlesex with a brother of the Duke of
Manchester and Lord Ferrer’s brother (two of the best-natured gentlemen in the world) for Venice.”

50
 
Pero se hace, agregando a otros británicos ya iniciados, entre ellos el capitán John
Spence, sin parentesco con Joseph, así como al posadero John Collins del que se
conocen las afinidades desde 1723, gracias a las visitas del coronel Macmahon. Collins
les ofrece hospitalidad entre sus muros tras un breve paso por casa de un cofrade de la
Via Maggio87. Dos o tres extranjeros aumentarán los efectivos. Al igual que Jacques-
Jean Frölich88. En algunos meses, será solicitado por John Montagu, conde de
Sandwich, para que lo acompañe a Egipto en funciones de gobernador personal. Al
igual que el cantante de origen alemán Gaétan Berenstadt, probable caballero del
Búho89. Si bien la noche del 4 de agosto comienzan a recibir autóctonos. El diario
personal del médico Antonio Cocchi da testimonio de ello. “He sido iniciado entre los
francmasones y he sido invitado al ágape. Su maestro [el Venerable] era Mr Shirley.
Los otros eran el capitán Spence, Mr Clarke, el capitán Clarke, Milord Middlesex,
Milord Robert Montagu, Mr Frölich, Mr Collins, el barón Stosch. Fueron iniciados
conmigo Sir Archer y Mr Harris.90”

Los dos últimos citados son Thomas Archer y Henry Harris. Antes de su llegada a
Florencia, al menos Harris no era un desconocido, puesto que es mencionado en una
correspondencia de Francis Colman, gran amigo y arrendador de Stosch desde hacía
largos años91. Si todos ellos fueron recibidos masones después del encuentro con el
barón, quiere decir que las oportunidades no se han dado en otra parte. Y si la apertura
de la logia se ha hecho tan rápido, es porque el barón ha sido capaz de movilizar en
pocos días un conjunto de medios adaptados para las tenidas, encontrando igualmente
en el lugar a Hermanos iniciados de antiguo.

Con preferencia, sin tomar protagonismo, se ocupa de la intendencia. Qué de más


natural, en razón de los ejercicios de espionaje a los que se libra, si prefiere jugar a las
                                                            
87
En una serie de consejos comunicados a Spence por uno de sus amigos, antes de su llegada a Florencia,
se lee que ha dejado el albergue de Collins, donde los viajeros pueden encontrar habitaciones y abrigo.
“Florence. Collins. Each chamber a paol a day, eating ten paols a day, without any allowance when you
eat abroad. Coach ten paols a day. Collins has left the house, and I fancy you will be as well entertained
and much cheaper at the Aquila Nera –you are charged for fire two paols a day each chamber and each
person pays haf a paol for the fire in the dining room.” (Ibid. p. 423-424)
88
Puede haber una posible confusión entre Jacques-Jean (en ocasiones constando como Jean-Jacques)
Frölich (o Frolix/Frolick/Frulick) y Érasme Frölich (o Frohlich/Froelich). Este último es nacido en Graz
(Estiria) el 2 de octubre de 1700. Entrado en los Jesuitas a los dieciséis años, cursó estudios de letras,
matemáticas e historia, apasionándose después por la numismática. Su primera obra es publicada en 1733.
Enfermo de viruela, muere el 7 de julio de 1758, en Viena siendo bibliotecario del colegio Teresiano. Por
su parte, Jacques-Jean, convertido a la inglesa en James-John, es honorado después de su muerte con un
epitafio humorístico redactado por el conde de Middlesex: “Here lies James John Frölich / Pray Gold he
don’t snoar / As dead as a Drum / Or a Nail in a door: / He long struggled with Hip, / And made a
damned rout; / But Hip god the better, / And made him Hop out.” SPENCE, Letters from… op. cit. p. 244.
En 1740 lo describía como a un Viejo amigo, my old friend, (Ibid. P. 243. Carta del 20 de enero de 1740).
89
Gaétan Berenstadt es nacido en Florencia el 7 de junio de 1687 de padres alemanes, su padre era
músico del gran duque de Toscana. Ejerce su arte también tanto en Italia como en Inglaterra donde al
menos hace dos estancias. Es también un amante de los viejos pergaminos, libros raros y dibujos. En
Florencia su biblioteca es reputada. Muere el 8 de diciembre de 1734.
90
Bioblioteca Università Medica di Firenze, Diario de Antonio Cocchi, R. 206-24. Ver CORSINI,
Andrea, Antonio Cocchi, un erudito del Settecento, Giacomo Agnelli, Milán, 1928, p. 20. Ortografía de
los nombres propios corregida en función de las investigaciones llevadas a cabo en el contexto
documental de la época. Los Clark son Edward, futuro miembro de la Sociedad de los Diletantes
juntamente con otros Hermanos masones, como Sewalis Shirley o Joseph Spence, y Thomas, capitán del
ejército británico en excedencia.
91
RAW, SP 98/33. Carta de Francis Colman, 12 de julio de 1732.

51
 
eminencias grises, los agentes en la sombra. En 1737, lo veremos en su momento, será
descrito como “perturbador de la juventud”. Se revela que es el mismo reproche que fue
dirigido a Dugood en 1722 y que no tardará en emplearse –¡sorpresa a medias!- contra
el mismo Radcliffe, cuando preso de euforia por haberse desembarazado
definitivamente del estorbo venido del Norte, encadenará con demasiada publicidad las
asambleas vespertinas. La fortuna le sonreirá, no obstante, ya que en 1731 se convierte
en quinto conde de Derwenwater, como consecuencia de la muerte de un sobrino que
llevaba el título, mientras que el 5 de noviembre de 1732 un tío suyo soltero que residía
en Roma desde hacía varios años le deja en herencia el amplio apartamento que poseía
en los muros del palacio Pamphili, en la plaza Navona, al igual que una importante
suma de dinero. He aquí la razón, por su parte, para que las mundanidades redoblaran, y
las asambleas confidenciales también.

Inspirándose en las teorías de Johann-August Starck, a riesgo de hundirse en la


paráfrasis, René Le Forestier se da la fantasía de situar un Gran Capítulo de la
francmasonería templaria en Florencia, precisamente en 1732 bajo la autoridad de un tal
Robert Bedfort92. He ahí un nombre que no se encuentra en ninguna parte de los
archivos y no corresponde pues a nada, al menos por el momento. A ojos de este autor,
el ocultismo o el misticismo deben igualmente ser tomados en cuenta para poder
explicar la seducción operada en los pioneros de la Orden en Italia. La realidad es
evidentemente mucho más trivial. No solamente, si hemos de creer a los cofrades de la
orden del búho, la metafísica de Stosch es más bien entusiasmante, aderezada con
banquetes que no hubieran disgustado a Sócrates, sino que en logia su tendencia va más
por el camino de evocar el sentido técnico de término que por los laboratorios llenos de
alambiques. De ahí las visitas que provoca, una vez más, a las viejas canteras de ruinas,
como en septiembre de 1732, cuando organiza una profesión con guantes y mandiles,
para admirar en Fiesole “acconding to the strict rules of masonry” los vestigios de
construcciones efectuadas por los constructores del viejo mundo. Y cuando incluso el
mismo Spence compara las logias con antiguas sociedades místicas, no es tampoco para
derivar hacia el ocultismo. Su idea es solamente mostrar que la exigencia del secreto es
requerida en los dos casos (they kept several secrets, with an inviolable secrecy).

La medalla de 1733 impone otro análisis, se nos replicará. Harpócrates no es


ciertamente un símbolo gratuito, y es preciso cuando menos explicar este magisterio
atribuido al conde de Middlesex. Pues bien, veámoslo de cerca. El anverso representa a
este joven conde, cabellos cortos a la romana, en una toga con broche al hombro,
rodeado de la inscripción “CAROLUS. SACKVILLE. MAGISTER. FL”. Abajo
aparece “L. NATTER. F. 1733”. Al reverso figura Harpócrates, apoyado en una
columna truncada, teniendo un cuerno de la abundancia, con emblemas masónicos a sus
pies, entre los cuales, la piedra cúbica, debajo de la cual está marcado “AB. ORIGINE”,
y en exergo “L: NATTER. F. FLORENT.” Un dibujo de ese reverso ha sido publicado
en 1866 por John William Simons y Robert Macoy93. Sabiendo lo que precede, ni que
decir tiene que Harpócrates es el emblema o el símbolo del secreto. En cuanto a la
inscripción Magister no suscita ninguna ambigüedad.

                                                            
92
LE FORESTIER, René, La Franc-Maçonnerie Templière et Occultiste, Aubier-Montaigne, París, 1970,
p. 163.
93
SIMONS, John William, y MACOY, Robert, The Masonic Eclectic, volumen II, New-York, 1866, p.
232.

52
 
La medalla es acuñada en honor de Middlesex antes de su partida a Florencia, a finales
del mes de abril de 1733, cuya circunstancia la correspondencia de su mentor Spence da
fe. Ahora bien, Shirley ha dejado por su parte la ciudad dos semanas antes. Una de dos,
o bien ha tenido una nueva elección para que la sucesión en buena y debida forma quede
asegurada por el joven conde, o bien ha hecho simplemente transferencia de
responsabilidad por mediación de un interino. Las dos hipótesis se admiten, sabiendo
que un vigilante, a ser posible el primero (senior), es llamado a sustituir a un venerable
en caso de retiro. Es sabido que Middlesex confía su cordón a Cocchi al final de su
breve ejercicio personal. Y es en junio que Cocchi, otro interino, es sustituido por otro
recién llegado que es Hugh Smithson94. Este por su parte, es llegado a Florencia en
marzo de 1733, como atestigua Joseph Spence quién añade por otra parte
consideraciones sobre la gran cantidad de compatriotas que transitan por la Toscana.
Son tan numerosos y móviles que parecen en flujo y reflujo perpetuo95. Alrededor de
una cuarentena.

En este segundo plano, la política conserva de todas maneras la libertad de desahogarse.


Esto es tan cierto que los acontecimientos en los que Stosch es uno de los principales
interesados coinciden igualmente con un aumento de animación en el conjunto del
ámbito jacobita, a la vez en el continente y en las islas británicas. El ineludible Radcliffe
circula en diversas ocasiones por las dos orillas del canal de la Mancha mientras que,
sobre todo en Francia, numerosos son los extranjeros a la causa que se hacen iniciar. Por
su parte, los hannoverianos no permanecen tampoco inactivos, ya que atraen hacia a
ellos a otros extranjeros, al igual que conceden una patente de constitución a la logia
parisina del orfebre Thomas-Pierre Le Breton.

Hago el relato de ello en otra parte96. Me limitaré aquí a recordar algunas referencias.
En primer lugar, es incontestable que los amigos dejados en Roma por Stosch
emprendieron a su vez organizar asambleas en las que prohibían la entrada a los
jacobitas, asegurando así una recíproca. El 2 de enero de 1734, el barón ironiza
jocosamente sobre el particular. “Sucede actualmente que en Roma se encuentran más
de cincuenta gentilhombres ingleses, todos afectos al gobierno de Su Majestad, que no
han querido nunca la menor relación con los jacobitas, ni admitirlos en su logia de
francmasones. Según todas las apariencias estas misteriosas asambleas han dado
ocasión de hacer temer al Pretendiente que se trama alguna cosa en contra de su
persona, por bien que no hay la menor apariencia de esto.97” ¿Son tales palabras
sinceras?

El cónsul que representa en Roma al gobierno hannoveriano, Brinley Skinner, relata por
su parte que la noche de Navidad estos Hermanos fueron a montar jaleo por los
alrededores del palacio Muti, provocando un repentino pánico98. Este suceso vino a
restablecer el equilibro de puntos de vista y permitió mesurar el verdadero alcance del
comentario exhalado por Stosch. Después de este enojoso acontecimiento, Jacobo III
                                                            
94
Ibid. P. 152. Carta de Joseph Spence, 28 de marzo de 1733. “About a fortnight ago Sir Hugh Smithson
came here.” Smithson sera miembro de la Royal Society en 1736, conde Northumberland en 1750, luego
duque del mismo nombre en 1766. Habrá trocado entre tanto su apellido de Smithson a Percy.
95
SPENCE, Letters…, op. cit. P. 152. Carta de Joseph Spence, 28 de marzo de 1733. “My friend and
namesake Captain Spence is there too at present, but we never want English company here – there is such
a perpetual flux and reflux of our countrymen.”
96
KERVELLA, André, Le Mystère de la Rose blanche, Dervy, 2009.
97
NA, SP 98/37. Carta de Philip von Stosch, Florencia, 2 de enero de 1734.
98
Ibid. 98/35. Carta de Brinley Skinner, Roma, 26 de diciembre de 1733.

53
 
solicitó una mejora policial en torno a él, la cual entró en acción inmediatamente. Al
llegar la noche, era en lo sucesivo imposible acercarse a los alrededores del palacio sin
estar debidamente autorizado. En consecuencia, los agentes del barón dejaron de estar
en disposición de informar como antes. Ya no pueden espiar a los visitantes nocturnos
ni hacer seguimiento de las discretas ausencias del mismo rey. Este último “podría
incluso salir de Roma de noche, sin que mis amigos encargados de observarle pudieran
saberlo. No encuentro a nadie que quiera arriesgarse a merodear por las cercanías del
palacio de noche.99”

La manipulación de ciertos Hermanos de su entorno con vistas a servir su trabajo de


espía se convierte en una tarea más difícil. Stosch se guarda prudentemente de comentar
las iniciativas que toma, tanto en Florencia como fuera de ella; pero si hay un hombre
que tenga algún rencor o resquemor a manifestar por procuración, éste es él. En todo
caso, demuestra que sus informaciones son extraídas de la misma fuente, por así decirlo,
ya que se anticipa en varios meses a las captadas por otros de sus contemporáneos.
Todas esas informaciones vienen a mostrarnos, por otra parte y una vez más, que
términos tales como clubs, cábalas o logias son a menudo intercambiables. Unos y otros
son descritos como obedeciendo a un mismo modelo. Cuando éste no es el caso, una
especie de osmosis viene a suplirlo. Por ejemplo, no hemos de sorprendernos si el poeta
John Byrom, jefe de una importante red jacobita de información en Londres, red
teniendo sus ramificaciones en Escocia, dirige a la vez el Cábala Club y es miembro de
la Logia francesa (French Lodge) y llegando hasta hospedar a Charles Radcliffe cuando
sus viajes clandestinos.

En Roma, los Hermanos hannoverianos fácilmente tumultuosos dan por título a su logia
La Cucchiara, dicha también La Trulla, y el Papa se molesta hasta tal punto que encarga
una investigación a una congregación de antiguos cardenales. La conclusión de la
misma es que las medidas policiales se han de aumentar. El monje benedictino Pierre
Massuet resume el asunto a su manera, considerando que no hay leyes “suficientemente
severas” para “reprimir ésta licencia”100. Observaremos que no se trata todavía de la
bula In Eminenti, lo que es preferible no olvidar cuando son relatadas las circunstancias
de su publicación.

Así, un mes después de haber glosado sobre las locuras de sus amigos romanos, Stosch
disfruta asegurando una especie de contrapunto volviendo a las de Radcliffe. El 24 de
enero de 1734, “el Pretendiente envió Murray para hablar de parte suya a los cardenales
Domenico Riviera y Antonio-Saverio Gentili y al duque de Saint-Aignan. El 25 al
mediodía se paseó fuera de la puerta del Pueblo, hacia Ponte Molle, acompañado de 8
coraceros y un caporal. Por la noche, tuvo visita de la duquesa de Sora y después de
Charles Radcliffe quien presentó grandes quejas por haber sido obligado por orden
expresa del Papa a meter a las dos doncellas de cámara de su mujer en el convento de
San Silvestre y de hacer cesar la asamblea que se hacía en su casa, lo que ha causado
muchos desórdenes entre la juventud de Roma.101”

                                                            
99
Ibid. 98/37. Carta de Philip von Stosch, Florencia, 2 de enero de 1734.
100
MASSUET, Pierre, Continuation de l’Histoire universelle de Jacques-Bénigne Bossuet, évêque de
Meaux ; depuis 1721 jusqu’à la fin de 1737, François L’Honoré, Amsterdam, 1738, p. 513.
101
NA, SP 98/37. Carta de Philip von Stosch, alias John Walton, Florencia, 6 de febrero de 1734, a Henry
Pelham, Duque de Newcastle, Londres 6 de febrero de 1734.

54
 
Detalle que no le falta la sal, en la misma carta Stosch señala también el retorno de
Dugood. Lo hemos dejado en 1722 cuando las autoridades ya le rogaban que se fuera a
ejercer sus talentos a otra parte. Desde entonces, ha vuelto a Inglaterra, seguido de una
excursión a Portugal donde no ha dejado de crear su logia (1727-1728). De ahí ha
vuelto a Inglaterra pero ha continuado pronto sus periplos, puesto que se atareó en
Liborno, Parma y Florencia. En esta última ciudad, un encarcelamiento en noviembre de
1733 sólo lo ha fastidiado a medias, puesto que le sirve para relajarse e irse a Roma.
Pero ahora su duplicidad no es a gusto de los jacobitas, y Jacobo III interviene
personalmente para que su expulsión sea rápida. Así pues, Stosch hace mención de ello:
“El susodicho William Dugood ha sido obligado a dejar Roma finalmente y retirarse a
Civita Vecchia, no habiendo sido capaces todos sus protectores de protegerlo contra la
autoridad del Pretendiente y sus ministros.” De golpe, en mayo de 1734, ¿qué hace?
Con la ayuda del cónsul Skinner, retoma camino a Lisboa. Y es después de su vuelta
allá –y solamente después- que la logia que fundó siete años antes solicita y obtiene sus
patentes constitutivas de la Gran Logia de Londres, en provecho de su amigo el
matemático George Gordon.

La aparición de la logia romana de la que William-James Hughan ha transcrito y


comentado el registro de los procesos verbales se sitúa por su parte algunos meses
después de la amonestación dirigida a Radcliffe, lo que autoriza a deducir que a pesar de
las emociones que ella suscita entre los eclesiásticos de alto rango, la francmasonería no
es en ningún caso contemplada como un verdadero peligro. Matiz: no lo es todavía…
Mientras que Radcliffe modera sus desahogos entre los veteranos, otros émulos más
jóvenes se manifiestan en el hostal Joseppe (José), de la vía del Corso, no lejos de la
renombrada plaza de España, sin tener la sensación de tener que temer nada.

Trataremos de ello en otro capítulo. Por el momento, podemos señalar que las
conexiones entre unos y otros son evidentes al observar, que un tal John Stewart of
Invernitie al que hemos visto en 1719 pertenecer al Club desprestigiado por Murray,
Marmaduke Constable of Everingham es destacado miembro de esta nueva logia. Por
otra parte es el mismo Stewart que acompaña a Radcliffe en uno de sus recientes pases
clandestinos a Inglaterra. Llegado a Italia hacia finales de 1732, se preocupa de visitar
rápidamente a su amigo, no sin antes haberse encontrado brevemente con Joseph
Spence en Florencia. Luego los dos hombres se pondrán de acuerdo para cumplir esta
excursión al año siguiente. Se exponen a grandes peligros, estando Radcliffe condenado
a muerte en su país desde su evasión de Newgate en 1716. Una vez de vuelta sin haber
sido molestados, están sin duda plenos de entusiasmo y ambición por su causa, ya que
son justamente las asambleas que ellos organizan en el apartamento de la plaza Navona
las que indisponen a las autoridades y valen a Radcliffe la puesta en guardia señalada
anteriormente. Stosch no habrá dejado por otra parte de mencionarlo en uno de sus
partes, estimando que su intrusión en Italia, flanqueado por Richard Towneley, siempre
tuvo motivos secretos: “Tengo indicios para creer que han venido a Italia por razón de
otras intrigas.102” ¡Palabra de experto!

Lo que se puede retener de todas estas peripecias tortuosas es que Jacobo III está
regularmente informado de estas actividades masónicas de Radcliffe o de cualquier otro
partidario suyo. Pero la competencia cada vez más ruidosa de los hannoverianos no le
permite encandilarse demasiado. Asiste a una evolución de los acontecimientos que se

                                                            
102
Ibid. SP 98/32. Carta de Philip von Stosch, alias John Walton, 20 de diciembre de 1732.

55
 
le escapa. Hasta 1717, la francmasonería era casi un asunto de familia. Pero ya no lo
será en lo sucesivo. Adoptada, transfigurada por sus rivales políticos, se convierte a su
vez en una especie de encrucijada. El jaleo organizado en la Navidad de 1733 en las
proximidades de su palacio es organizado por francmasones que lo provocan de facto, si
se nos permite decirlo. Organizan deliberadamente un desorden para poner de
manifiesto que la masonería ya no está bajo sus órdenes.

Planteémonos la cuestión: ¿qué interés podrían tener los francmasones hannoverianos


en llevar a esa pandilla de bribones vociferantes casi debajo de las ventanas de Jacobo
III si éste no manifestara ningún interés por las logias o si las considerara como simples
lugares de recreo lúdico? Teledirigidos por Stosch, meten el dedo en un punto sensible.
No teniendo las mismas obligaciones que los jacobitas, capaces al contrario de anunciar
en público los signos ostensibles de su propia sociabilidad, se comportan como
provocadores. Su mismo número es ya de por sí un fuerte indicio de una
responsabilidad compartida. Poder reunir una cincuentena de individuos en un mismo
lugar no es anodino. Y Stosch lo aprovecha para explotar el falso prejuicio del complot.
Imaginando una situación inversa a la que él mismo ha sufrido bajo las pistolas de
Radcliffe, presta a Jacobo III la sensación de temer una acción malintencionada contra
su persona. Nada prueba que puede haber de cierto sobre este punto. Pero, al menos,
queda claro que Jacobo no puede ver bien un incidente, que para un público que no esté
al corriente sobre las distinciones entre las dos obediencias rivales, da una imagen poco
edificante de la francmasonería en general.

De golpe, volvamos al cuarto grado dicho de Maestro escocés en tanto que es desde sus
comienzos considerado como privativo de una élite. Que sea o no una forma desviada
de la Orden de la Restauración pensada en 1722, comienza a ser practicado en el curso
de este decenio que culminó con las travesuras que acabo de describir. Cuanto más se
examinan atentamente los archivos, más le llega a uno la idea que la preocupación de
Jacobo III y sus fieles es la de reaccionar ante la competencia de Londres, inventando
una nueva forma de masonería. De afirmación expresamente escocesa, ésta mira de
desplegarse en un sistema de metáforas y alegorías todavía más arquetípicas que en el
pasado, es decir con una carga simbólica que no pudiera ser adoptada por la obediencia
inglesa, sin riesgo de contradicción dirimente en cada palabra.

La búsqueda de la originalidad va pareja a la de afirmación de una identidad. He aquí lo


que embarulla tan fuertemente a los historiadores de hoy en día que quisieran que el
principal mensaje del Escocismo naciente fuera puramente filosófico, con abstracción
de toda preocupación sociopolítica. No logran poder explicar por qué ésta filosofía, en
lugar de alejarse de escenas de batallas y enfrentamientos militares, las hace todavía
más intensas. Nada que la reivindicación caballeresca sea en sí misma todo un
programa. Cuando Ramsay habla de ella, la espada y el escudo no tienen una función
ornamental. ¿Acaso no resulta extraño, que este famoso Hermano pase mucho más
tiempo en su discurso de 1736 en ponderar las cualidades de un intelectual preocupado
por el enciclopedismo, por bellos y largos estudios, por las letras clásicas y otras
maravillas librescas, pero evita situar la pluma al mismo rango que la trulla? No es un
clérigo sabiendo construir lo que sitúa en el centro de su imaginario, sino simple y
llanamente un soldado. Digamos que este soldado es invitado a poseer una instrucción
superior, pero solo tiene dos manos y una construye mientras que la otra combate.

56
 
Por consecuencia, retomemos la cronología a partir de 1722 y tratemos de recoger
nuevas informaciones sobre hombres de los que se sabe positivamente que ellos son:
1. Jacobitas,
2. Francmasones,
3. Bien situados, para tener rápidamente un conocimiento de la evolución de la
Orden.

Si, aunque por caminos diferentes, todas las informaciones nos llevan hacia el cuarto
grado dicho escocés, sin que los hannoverianos hayan sido mínimamente implicados,
entonces podremos considerar haber cumplido el paso decisivo en la elucidación de este
período tan controvertido de la historia. Tampoco es que uno pueda esperar haberlo
dicho todo, puesto que el descubrimiento de nuevos documentos cada año contribuyen a
afinar los puntos de vista; mucho más modestamente, nos contentamos con que la
puesta en coherencia de ciertos testimonios hasta el presente ignorados o descuidados
pueda permitir fijar el marco de inteligibilidad más plausible.

57
 
58
 
5. Bajo la Bóveda

En 1719, aparece una edición póstuma del libro de Elias Ashmole Las Antiguedades de
Berkshire. Su editor presenta el extracto del diario personal en el que Ashmole relata
brevemente su iniciación de 1646. Sin omitir precisar que la francmasonería es una
asociación en la que los reyes no desdeñan entrar, este editor resume en algunas líneas
lo esencial de lo que él piensa: se exige el juramento de guardar secreto, las ceremonias
de recepción son muy solemnes, se intercambian signos y palabras conocidas
únicamente por los iniciados, el conjunto de misterios está rigurosamente protegido, y
es preciso desconfiar de posibles intrusos que se proponen descubrirlas para hacer un
mal uso de ellas103.

El editor no es otro que Richard Rawlinson, un sacerdote que rechazó prestar juramento
de fidelidad a George de Hannover. Miembro de la Royal Society, sus afinidades
jacobitas son tan notorias que se ve obligado en ese mismo año de 1719 a alejarse de las
islas británicas para escapar a la represión que siguió al fracaso de la expedición llevada
a cabo por sus amigos desde España. Viaja entonces entre Francia y Holanda,
entreteniéndose en particular en las universidades de Utrecht y de Leyde. En febrero, el
susceptible James Murray hace por otra parte alusión a ello en una de sus cartas104. Pero
se entretiene también largos meses en Italia donde frecuenta el primer círculo de
cortesanos de Jacobo III, como da testimonio de ello su diario íntimo105.

Cinco años más tarde, de vuelta al hogar, helo aquí caricaturizado en un libelo firmado
por un farsante bajo el seudónimo de Verus Commodus. Dos puyas aceradas le son
enviadas, sin duda en recuerdo de lo que escribió en su introducción al libro de
Ashmole. Por una parte, el insolente caricaturista se pregunta sobre la Palabra que
podría poseer. “El doctor pretende haber encontrado una misteriosa Palabra hocus-
pocus.106” Por otra parte, se interroga sobre lo que es esta masonería que hace uso de la
Palabra; y propone su versión: podría tratarse de una masonería perteneciente a un
quinto Orden. Entiéndase bajo ésta fórmula lo que cada uno quiera. Quinta Orden de
arquitectura, añade por su parte el plumífero, con un recochineo demasiado malicioso
para que podamos creerlo107. Ya que la asociación de ideas nos lleva también hacia lo
que se conoce como quinta columna, en el sentido militar del término: esos
combatientes en la sombra que maniobran en un país sin que nadie lo sepa.

En 1726, Rawlinson vuelve a pasar a Francia, oficialmente para encontrarse con los
anticuarios. Ello no le impide no obstante, visitar a los viejos amigos, todos ellos
eminentes Hermanos jacobitas. Poco tiempo después, se sabe que los francmasones han
integrado en su fondo cultural materiales rosa-cruz. El hecho parece reciente sin que se
                                                            
103
ASHMOLE, Elias, The Antiquites of Berkshire, Edmund Curll, Londres, 1719, Introducción.
104
MAE, serie Mémoires et documents, sub-serie Angleterre, volumen 84, fº 27. Carta de James Murray,
27 de febrero de 1719.
105
Bodleian Library, manuscritos D 1180-81. Rawlinson’s Diary.
106
Commodus Verus, The Grand Mystery of the Free Masons Discovered, Moore, Londres, 1725. Anexo.
“El doctor pretende que ha descubierto una palabra hocus pocus misteriosa. En inglés, el hocus pocus es
equivalente al jamalají, jamalajá castellano, que se usa para designar los pases utilizados por los magos
en los espectáculos de magia.
107
Idem. “Presume soberbiamente de ser del Quinto orden. Supongo (como es masón), que piensa en el
Quinto orden de arquitectura que es también llamado Orden compuesto.”

59
 
puedan delimitar las circunstancias. Dicho hecho es señalado por Ephraim Chambers en
1729108, luego en el Daily Journal al año siguiente109. En substancia: los francmasones
ingleses han adoptado signos, maneras de los Rosa-Cruz y aseguran estar en su
tradición. Algunas semanas más tarde, o apenas algunos meses, el mismo Rawlinson
menciona en sus papeles la existencia de al menos una logia escocesa en Londres. ¿Es
ésta una logia simplemente frecuentada por Escoceses de nacionalidad, o bien es una
logia en la que se otorga el nuevo grado de maestro escocés?

No nos adelantemos en responder. Limitémonos a observar por el momento que es


legítimo evocar una incorporación en el sistema masónico prohibido por los jacobitas de
al menos una escena con los colores rosacrucianos. Independientemente de las hipótesis
que puedan formularse sobre los versos de las Muses Threnodie en los que el Rosa-Cruz
ya bordea al Francmasón, la curiosidad comienza a incitarse en 1712 por un artículo del
Spectator en el que Eustache Budgell se burla de los literatos que usan deliberadamente
un lenguaje abstruso para ocultar la gran cantidad de conocimientos que aseguran haber
adquirido. Los compara en primer lugar con esas linternas que se rodean de pantallas
opacas para iluminarse únicamente a ellas mismas, desdeñosas de la noche de fuera.
Luego describe a un hombre que descubre un día la tumba del fundador de la Rosa-
Cruz, forzando la entrada con la esperanza de encontrar en el interior tesoros
escondidos.

Apenas entrado, este audaz visitante queda estupefacto por una luz muy viva que le
permite ver una soberbia bóveda revestida con mampostería. En lo alto de la misma se
encuentra la estatua de un hombre con armadura, sentado en una mesa, la cabeza
reposando sobre su brazo izquierdo, mientras que su mano derecha estrecha un garrote.
La lámpara que ilumina la tumba está delante de él. Pero apenas el curioso visitante da
un paso, la estatua se levanta. De improviso, esgrime su garrote. Acto seguido, rompe la
lámpara que lo iluminaba, provocando una oscuridad repentina, y obligando al intruso a
dejar el lugar. Sin embargo, éste vuelve con compañía y provisto de antorchas. Es
entonces que se da cuenta que la estatua no es más que un autómata cubierto de bronce,
que las baldosas del suelo están trucadas para actuar a modo de mecanismos sin saberlo
el visitante, que todo es en definitiva un montaje concebido para engañar a los crédulos
sin revelar la posesión de ningún saber superior. Los rosacruces no actuarían de otra
manera. Se pondrían en guardines vigilantes de la luz inextinguible, hasta el punto de
destruirla cuando un extraño tratara de adueñarse de ella; pero sus subterfugios serían
fáciles de desbaratar110.

Budgell les es pues hostil. No obstante, ésta imagen de una bóveda en la que no se
penetra fácilmente y de la que se cree, cuando se la descubre, que encierra un tesoro
                                                            
108
CHAMBERS, Ephraim, Cyclopedia, or An universal dictionary of arts and sciences: containing the
definitions of the terms, and accounts of the things signify’d thereby, in the several arts, both liberal and
mechanical, and the several sciences, human and divine, James y John Knapton et al, Londres, 1729.
109
Daily Journal, de 5 de septiembre de 1730. “Es preciso reconocer que existe una asociación extraña de
la que los francmasones ingleses, avergonzados de su origen real, han copiado ciertas ceremonias, y que
se esfuerzan en convencer al mundo que son descendientes de las mismas, por bien que hayan tomado de
ahí ciertos toques (tokens) pruebas o iniciación. Los miembros de ésta sociedad llevan el nombre de
rosacruces, y sus oficiales, denominados como los nuestros, gran maestro, inspectores, etc, llevan en el
curso de sus ceremonias una cruz roja como signo de reconocimiento.”
110
ADDISON, Joseph, STEELE, Richard, The Spectator, J.J. Woodward, Filadefia, Tomo II, 1836, p. 99.
El número del Spectator describiendo la escena de una cripta rosa-cruz descubierta por casualidad, dataría
del 15 de mayo de 1712.

60
 
inaudito, en particular el secreto de la luz que no se apaga jamás, se encuentra también
en la literatura de un escritor francmasón como el abate Prévost que figura en el ritual
masónico correspondiente –precisamente- al grado de maestro escocés. De dónde la
hipótesis que estamos en derecho de formular sobre el origen de estos préstamos
señalados hacia finales de los años 1720.

¿En qué medida el cronista del Daily Journal, en particular, restituye bien la
información que le es aportada sobre los dignatarios masones enarbolando desde hacía
poco una cruz roja durante las ceremonias? Se trataría de masones ingleses. Pero, por lo
que sabemos respecto a los Hermanos que se afirmaban miembros de la Gran Logia de
Londres, ninguno de ellos se inscribía en esta tendencia a la innovación. En revancha,
los jacobitas aspiran indudablemente a distinguirse.

En 1728, en Les Mémoires et aventures d’un homme de qualité, Prévost pasea a su


héroe por sus subterráneos de Tusculum, antigua residencia campestre de Cicerón, en
los alrededores de Frascati. Repentinamente, las viejas piedras le dan a éste la intuición
de encontrarse en un sitio sensible. Son llamados tres obreros para excavar. Después de
diversas tentativas fallidas, descubren una bóveda debajo de ellos. Abriéndola por la
parte de arriba, deslizan una escala y descienden alumbrándose con antorchas. Una vez
acostumbrados a la penumbra, se les aparece una mesa de piedra, luego una nueva
puerta detrás de un armario de hierro, que da a una segunda sala en la que, una vez
bajados cuatro peldaños, son asustados al fondo por tres estatuas de talla humana,
teniendo cada una un pie puesto en un “cuadrado largo, del tamaño de un sepulcro
ordinario”. Dentro: los restos de un cadáver y un puñal, prueba sin duda de un asesinato.
El héroe, plantado bajo el título de marqués de Renoncour, se aparta. La inspección de
los muros no le revela nada en particular. De vuelta al sepulcro, se aproxima tanto con
su antorcha, que las cenizas que allí se encuentran se inflaman y prenden el fuego en sus
vestimentas y sus cabellos. Entonces, imaginando un sortilegio, se apresura a salir con
sus “tres compañeros”, no sin velar por volver a tapar la abertura.

Este pasaje parece un aprovechamiento del relato que hace Filostorgio de Capadocia en
el siglo IV, cuando explica como el emperador Juliano ordenó la reconstrucción de la
ciudad de Jerusalén y que los obreros descubrieron bajo las ruinas del antiguo templo de
Salomón una cripta cuadrada. En substancia: durante la preparación de las
excavaciones, una de las piedras situada en lo más bajo se desencajó repentinamente y
dejó libre una abertura que daba sobre una caverna excavada en la roca. En razón de su
profundidad era difícil ver lo que había en su interior. Después de un conciliábulo
improvisado, se rogó a un obrero que descendiera con la ayuda de una cuerda. Este
llegó a una cámara cuadrangular en mitad de la cual se erigía la base de una columna.
Sobre ésta, había un libro envuelto en un lienzo, que no era otro que el Evangelio según
San Juan111.

No se sabe más. Prévost, que se interesa también muy de cerca por los caballeros de
Malta, calla sus fuentes. Se contenta más con una narración en la que lo espectacular
actúa mucho más sobre las emociones del lector que sobre una eventual preocupación
de inteligibilidad histórica. Pero, como sabe todo lector asiduo del Spectator, varios de
sus artículos en su diario Le Pour et Contre se le refieren abiertamente, y como sea que
                                                            
111
PHOTIUS, Abrégé de l’histoire ecclésiastique de Philostorge, libro VII, párrafo 14. Edición
consultada : The Ecclesiastical History of Philostorgius as epitomised by Photius, Patriarch of
Constantinople, Henry G. Bohn, Londres, 1855, pp. 482-483. 

61
 
un ritual masónico procede de la misma inspiración, a fuerza es de convenir que su
novela se hace eco de un tema que no es puramente literario, que tiene un sentido más
allá de una ficción concebida solamente para distraer a los lectores. Mejor todavía, el
ritual aquí en cuestión conjuga en su escritura a la vez ésta escena de la bóveda
redescubierta y el fresco pintado en Ezequiel, del que sabemos la explotación hecha por
Tinwald en 1714.

Dos versiones análogas del ritual llevan los títulos siguientes, que transcribo del mismo
modo como están escritos. Para uno Gd Elu pt M.·. Ec de Jacques six Roy d’Ecosse et de
toutte la grande Bretagne; para el otro Le Parfait Elu Ecossais, ou la voute sacrée,
appellée le quarre 112. Ambos presentan el inconveniente de ser copias tardías (1762-
1763) de un original producido una veintena de años antes. Como a menudo sucede en
el siglo XVIII, las copias no son nunca fieles. Ellas incluyen variantes no señaladas
como tales por los escribas. Con todo y con eso, la idea principal consiste en que el
recorrido iniciático de un francmasón sólo se acaba realmente por el acceso a un cuarto
grado, el de Maestro Escocés, que admite por sinónimo el de Perfecto Elegido.

La primera frase es límpida. “La Logia se considera que está en la Bóveda Sagrada bajo
los escombros y demoliciones del templo de Salomón”. La continuación prosigue en el
sentido que la bóveda encierra, grabada sobre una placa de oro, la palabra
“innombrable”, poseída antaño por Salomón, viniendo de Dios, y comunicada
únicamente a una élite guardiana del templo. Esta bóveda ha escapado a la profanación
después de la caída de Jerusalén. Las ruinas se han abatido sobre ella, sin que nadie
haya sospechado su existencia. Después del retorno de los judíos a Tierra Santa, dicha
bóveda es redescubierta por Hermanos que habrían conservado una vaga memoria de su
existencia. Allí también son descubiertos los restos de Galaad el cual, encargado de
asegurar su custodia, se habría encerrado para cumplir con su deber hasta la muerte. Su
primer movimiento es ofrecer a Galaad una sepultura digna de él. A continuación,
toman conocimiento de ésta palabra sagrada, encontrando la placa donde había sido
grabada, pero se apresuran a borrarla y juran no volverla a pronunciar jamás a fin que su
secreto sea preservado ahora para siempre113.

Lo que lleva a considerar que fueron introducidas variantes hasta 1763, es que el final
de los mismos manuscritos presenta otra interpretación, en el sentido que el borrado de
la palabra sagrada se cumpliría en el momento mismo de la destrucción del templo.
Viendo a los soldados ejercer el pillaje y saquear el edificio, los iniciados habrían
temido que terminaran por descubrir la bóveda y se habrían deslizado a su interior para
hacer desaparecer todo rastro de esta palabra. Se conjuraron para no volverla a escribir
en parte alguna, reservándose solamente su comunicación de antiguos a nuevos. ¿Cuál
es esta palabra? El tetragrama yahvéhico (YHVH) simplemente; y el compilador del
manuscrito ofrece diversas maneras de escribirlo según las culturas antiguas. Además,
en el momento de volver a representar la escena de la bóveda, los francmasones de hoy

                                                            
112
Archivos Particulares AK.
113
Ibid. “Lograron en muy poco tiempo descubrir finalmente la entrada de la Bóveda Sagrada, allí
encontraron el cuerpo del Respetable Galaad, lo despojaron de sus hábitos pontificales con precipitación y
le dieron acto seguido sepultura conveniente a su rango y a su carácter en el recinto mismo de la Bóveda
Sagrada. Después no obstante de haber registrado y buscado, encontraron al fin la palabra Innombrable y
habiéndola pues recobrado, se exclamaron presos de alegría, pronunciando todos Mach ma ha raba hac
que quiere decir Alabado sea Dios, la hemos encontrado. Y al instante se pusieron a trabajar para borrarla
con la palanca, la pala y el martillo cortador, ante el temor de que no fuera una vez más profanada.”

62
 
ya no se situarían ante el cadáver de Galaad, sino ante el de Hiram: “Hiram Abif entero
y la muñeca y el antebrazo separado y despegado de su cuerpo.”

Sea como sea, una bóveda es pues en cada ocasión representada con la fuerza de
conservarse intacta bajo las ruinas. Ella ha sido querida por un rey para que una palabra
sagrada quedara al abrigo de la curiosidad de los profanos. Los Elegidos que tienen la
ventaja de conocerla y podérsela comunicar de boca a oreja son también aquellos que
deben participar en la reconstrucción del templo en el mismo lugar. ¿Son únicamente
constructores? ¿Son también guerreros como en el discurso de Ramsay? Cuando su
ceremonia de admisión, manejan el puñal, simulan la venganza contra aquellos que han
saqueado el templo, y la sangre no los asusta. De donde el rojo como color favorito, al
que dan tres significados: el primero para simbolizar el resplandor de la zarza ardiente
cuando el nombre de YHVH fue revelado a Moisés, el segundo para reconocer a todos
los Hermanos que lleven el mismo cordón, el tercero para recordar la sangre vertida por
el último guardián de la Bóveda (Galaad o Hiram).

Es curioso observar, que en el ritual, este tetragrama es investido de un poder mágico,


en el sentido en que bastaría con pronunciarlo bien para realizar acciones imposibles
para la mayoría. “Moisés había aprendido del gran arquitecto del universo mismo toda
la eficacia, y lo había tantas veces comprobado en Egipto […] en los desiertos, contra el
hambre, la sed y la enfermedad. Se la ve todavía transmitida en la memoria de algunas
gentes virtuosas y escrita en tiempos de San Jerónimo. Esta palabra sagrada, era escrita
en caracteres antiguos samaritanos desconocidos para los extranjeros, lo que hacía que
no pudiera llegarles ni servirles en sus experiencias mágicas y nigrománticas en las que
hubieran querido emplearla como han hecho algunos sabios romanos tan convencidos
estaban de su poder.” Ahora bien, si nos trasladamos ahora a la carta de 1725 en la que
Rawlinson se burlaba, ¿acaso no es también la función del hocus-pocus permitir ciertos
sortilegios?

En la medida en que el título del ritual, cuando se superponen las dos versiones aquí
estudiadas, es muy explícito sobre la relación de la bóveda sagrada con Jacobo VI de
Escocia y consecuentemente con los jacobitas del tiempo de Jacobo VIII (y III de
Inglaterra), forzosamente es de admitir que los primeros que lo concibieron indican por
sí mismos a qué público va dirigido. Que sea cuestión de magia o no, volvemos una vez
más a esa idea de que el Salomón de la Gran Bretaña ha construido un imperio y que la
revolución de 1688-1689 lo ha destruido. Sin embargo, sus fieles no se han desarmado.
Solo les queda reencontrar bajo los escombros las fundaciones primitivas, los grandes
principios iniciales. En este sentido, el Perfecto Elegido Escocés es más bien invitado a
un retorno a los orígenes que a una proyección hacia un futuro inédito.

De golpe, el vínculo con Ezequiel es flagrante. Mismo punto de partida: la toma de


Jerusalén por Nabucodonosor y la destrucción del templo. Misma esperanza de
reconstruirlo después de largas y penosas pruebas. Un pasaje del ritual de Jacobo VI
condensa en un rápido intercambio de preguntas y respuestas lo que cada recipiendario
debe retener del decorado en que trabaja la logia. “P.- ¿Para qué sirve ésta Bóveda
Sagrada? R.- Ella encierra el depósito sagrado de los Maestros Elegidos Perfectos,
antiguos Maestros Masones. P.- ¿En qué consiste el secreto de los Elegidos, Perfectos
Masones Grandes Elegidos? R.- En una palabra innombrable; ellos conocen la
verdadera pronunciación, y su eficacia, saben en lo que ella se ha convertido, puesto que
los Elegidos Perfectos eran los únicos defensores del templo cuando su destrucción por

63
 
Nabucodonosor.” El privilegio de los Elegidos es de haber sabido preservar la Palabra,
principal tesoro de origen divino. Gracias a ésta preservación, en el momento propicio,
poseen el poder de obrar eficazmente en la reconstrucción.

Observemos, que en razón de la superficie sobre la que se eleva, la bóveda sagrada es


denominada “el cuadrado”. Este detalle no es sin importancia. El vocabulario de la
época admite dos tipos de “cuadrados”, el cuadrado perfecto que se corresponde con
nuestro cuadrado actual, y el cuadrado largo que correspondería al rectángulo. Lo que el
ritual dice expresamente, es que la placa de oro que lleva el nombre de YHVH posee la
forma de un triángulo, y que está puesta sobre un pedestal de sección cuadrada.
Igualmente, la joya propia de los Elegidos es un compás abierto a noventa, según la
expresión marítima que significa que sus brazos están abiertos a 90 grados, es decir a un
cuarto de círculo. Lleva por otra parte una corona que la remata, y un sol radiante en su
cuarto, mientras que en su reverso tiene “una estrella luminosa”. La explicación
alegórica que es dada resulta clara. “La corona no designa otra cosa que esta Orden
cuyo origen es absolutamente real. El compás y el cuarto de círculo o noventa designan
también las operaciones más importantes a las que están dedicados los Elegidos
Perfectos Masones y el sol designa la superioridad de sus rangos.” Este razonamiento
por cuadrado o por cuartos no estaba en uso en la francmasonería anterior a los años
1720. Luego, hay que reconocer aquí una de las marcas distintivas del Escocismo
naciente.

Observemos también que los templarios de la Edad Media no son siempre citados. El
templo de Jerusalén está en el centro de las alegorías, esto es una evidencia. Los
episodios de la construcción y reconstrucción están limitados a las enseñanzas del
Antiguo Testamento, esto resulta otra evidencia. En los dos rituales posteriores que
vendrán a articularse a éste, a saber el de Caballero de Oriente y el de Príncipe de
Jerusalén, prolongando de manera todavía más significativa la narración de Ezequiel,
continúan rindiéndole honores. He aquí por qué el escepticismo resulta obligado cuando
leemos a los compiladores que quieren a cualquier precio que una cadena continua de
transmisión parta de Jacobo de Molay y vaya hasta Jacobo III. No se encuentra ni un
solo indicio de ello. Sin duda el pensamiento de algunos Hermanos vuele también hacia
los cuadros representando a los caballeros galopando hacia Palestina, y el mismo
Ramsay tampoco se priva de dedicarle algunas palabras en su discurso de 1736; pero
todo ello no impide que las referencia explícitas en los documentos relativos a ese grado
de la Bóveda no aparezcan por ninguna parte.

Pero ¿en qué debemos considerar que la iniciativa jacobita es determinante? Ese no es el
punto de vista de Bernard Jones que ha dedicado un grueso volumen a la historia del
Royal Arch, como equivalente inglés de la Bóveda Sagrada. Sin querer ignorar la
influencia ejercida a distancia por los exiliados sobre las logias insulares, Jones emite
diversas hipótesis que la marginalizan. Principalmente, se apoya sobre un conjunto de
datos cronológicos los cuales interpreta como pruebas irrefutables de la anterioridad de
Inglaterra sobre Francia en el curso de los años 1730. Por ejemplo –según él-, en
Londres, una logia sería explícitamente escocesa desde 1733 por el hecho de otorgar el
grado de Maestro Escocés, mientras que habría que esperar varios años antes de que
fuera mencionada la existencia de ese mismo grado en el continente114. Salvo… que ésta
información viene de una lista establecida por Rawlinson, por una parte, y que podemos

                                                            
114
JONES, Bernard E. Freemasons’ Book of the Royal Arch, George G. Harrap, Londres, 1957, p. 24.

64
 
encontrar en el mismo momento en Francia a jacobitas amigos suyos que están ya bien
impregnados de Escocismo, por otra.

En la primavera de 1734, un hombre muy discreto pero apreciado por sus compatriotas
a los que rinde múltiples servicios, Thomas Salked, es invitado a ir a Inglaterra vía
Calais, después de una vuelta por Flandes. Su misión es la de volver a movilizar
simpatizantes políticos con tendencia a flojear. Durante el trayecto, dirige a su amigo
Francis Sempill, que se había quedado en París, cartas muy elocuentes sobre las
actividades que ambos hombres tienen en común cuando no viajan. Así, el 11 de junio,
estando en Bruselas, le dice haber cenado la vigilia con amigos y que en esta ocasión no
ha olvidado beber a la salud de los “honestos compañeros” que rodean a Sempill115.
¿Por qué la vigilia? Cualquier jacobita entiende que esta fecha corresponde al día del
aniversario del nacimiento de Jacobo III, y que los honestos compañeros son Hermanos
en masonería. Por otra parte, Sempill es conocido por ser un ardiente reclutador de la
Orden en los medios diplomáticos.

En las cartas que siguen, incluidas aquellas dirigidas a Londres, Salkeld se felicita
regularmente por sacar provecho de una “buena compañía de amigos”. En noviembre,
es más explícito, ya que solicita a Sempill presente sus cordiales saludos a dos
caballeros con los que participó con ellos no hace mucho de una “partida cuadrada”
estando en relación constante con él y los huérfanos116. ¿Qué tienen que ver los
huérfanos en este contexto, y qué es eso de una partida cuadrada, que bajo la pluma de
nuestro viajero, no se corresponde en absoluto a un encuentro en una casa de cariz
libertino/picaresco? Sin que sea necesario que uno sea entendido, los huérfanos son ni
más ni menos que los hijos de la viuda, luego los francmasones, y la partida cuadrada
no es otra que aquella que se juega “bajo la bóveda sagrada, llamada la cuadrada”,
retomando tal cual el título del ritual.

Salkeld aparece en los archivos en 1728, junto a Francis Atterbury que reside por aquel
entonces en Suresnes. Haciéndole más o menos de secretario, lo acompaña a
Montpellier donde el obispo decide retirarse y donde muere cuatro años después, el 4 de
marzo de 1732. De regreso a París, es aparentemente asiduo junto a Sempill y otros
amigos de las reuniones que se celebran a menudo en la calle Mazarine, sin duda en
casa del banquero George Waters, pero también en la casa ocupada en Chatou por el
marqués de Tullibardine, dicho también duque de Atholl. He aquí un nombre que da
que pensar. Atholl es aquel que, de manera regular, ofrece techo y cobijo a los
Hermanos de visita. Es por otra parte tan generoso ofreciendo buenos banquetes que en
1734 lo viene a ver la policía a causa de unas deudas impagadas denunciadas por un
comerciante de vinos. Ahora bien, ¿no es el mismo que diez años más tarde, lo vemos
citado como siendo el más alto dignatario, en calidad de regente (lo que le supone un
superior, dicho también Jacobo III), de la caballería masónica? Esperemos todavía un
poco para decir cómo.

En 1734, Salkeld no hace a solas el viaje de París a Londres. Un hombre de calidad lo


acompaña: Charles Boyle, 4º conde de Orrey. Cuando cursaba sus estudios en Oxford,
tenía por tutor a Atterbury. En el momento del complot de 1722, Jacobo III le firma una

                                                            
115
MAE, serie Mémoires et documents, sub-serie Angleterre, volumen 90, fº 293. Carta de Thomas
Salked, Bruselas, a Francis Sempill, París, 11 de junio de 1734.
116
Ibid. fº 301. Carta de Thomas Salkeld, Londres, a Francis Sempill, París, 15 de noviembre de 1734.

65
 
patente para ser Lord-Regente en Irlanda y otra para ser teniente general117. Detenido y
encarcelado durante seis meses en la Torre de Londres, es liberado a falta de suficientes
pruebas en su contra. Luego, se mantiene tranquilo, sin dar indicios de actividad a los
espías del gobierno hannoveriano, pero en 1729-1730 no ve inconveniente alguno, antes
al contrario, para acoger a Ramsay en su domicilio londinense de Downing Street. En la
primavera de 1734, acepta pues también la compañía de Salkeld. En consecuencia,
como no paramos de girar en torno de los mismos personajes, la lección se obtiene por
sí misma.

Los contactos son lo bastante numerosos en las dos partes del canal de la Mancha como
para que se produzca una transferencia rápida de novedades en el seno de los medios
jacobitas. Y el debate sobre el origen geográfico del grado se revela redundante.
¿Continental? ¿se sitúa en Roma donde reside el rey? ¿Es por el contrario en París, o
mejor aún, en Saint-Martin-en-Laye donde se reagrupan los honestos compañeros? O
¿acaso es en Chatou, bajo la generosa hospitalidad del duque de Atholl? Las
probabilidades señalan hacia Saint-Germain. De todas formas, no debe sorprendernos
que la difusión del grado sea durante tanto tiempo ignorada por los profanos, habida
cuenta de la obligación exigida por el juramento de secreto, ni que los rituales más
antiguos sean en lengua francesa. En los años 1720, numerosos son los exiliados que se
expresan más frecuentemente en francés que en su lengua materna, incluso cuando se
dirigen a su soberano, estándoles por otra parte la reciprocidad asegurada.

El único punto delicado a abordar es el relativo al contenido del primer ritual.


Indudablemente, la estructura central versa sobre la destrucción del templo de Jerusalén,
la preservación de la Palabra inefable por parte de una élite, y el proyecto de reconstruir
un nuevo templo por ésta misma élite. Indudablemente también, las virtudes guerreras
son exigidas al mismo nivel que las capacidades arquitecturales. Sin embargo -y eso ya
lo he señalado- se observa una fluctuación cuando se trata de alabar al hombre que paga
con su vida la preservación de la Palabra. ¿Es este Galaad, o es acaso Hiram? Pues bien,
la respuesta acaba de sernos dada. Galaad es un guerrero; Hiram es un arquitecto. La
conjunción de ambos en todo aquel que se dice Elegido satisface la metáfora del hombre
que maneja la trulla con una mano mientras que con la otra esgrime la espada o el
escudo. No resulta seguro que de entrada el distingo fuera concebido así, pero parece no
obstante integrado a finales de los años 1730.

El corolario es que existen dos o tres palabras secretas; una correspondería a la función
guerrera, otra a la función de sabio, y la tercera (tan distinta de la segunda) a la de
YHVH. En la leyenda del grado de Maestro, Hiram es asesinado por tres malvados
compañeros (en absoluto honestos) que quieren arrebatarle contra su voluntad la palabra
que permite alcanzar la ciencia de la arquitectura. Ellos tienen ya un sólido
conocimiento, pero les falta ese poco más que les permitiría igualar a Hiram, convertirse
en sus iguales, poseer sus luces. Como Hiram rechaza decírsela, lo matan. En una
escena de Jueces (12, 4-6), los guerreros de Galaad degüellan más de cuarenta mil
enemigos de Efraín. Apostados al acecho en las riberas del Jordán, controlan las idas y
venidas de los viajeros. La única manera que encuentran para desenmascarar al
enemigo, en la medida que las apariencias no lo permiten, es hacerles decir la palabra
Shibolet. En lugar de pronunciar bien la primera sílaba con la hache aspirada, un
Efraimita lo hace emitiendo un sonido expirado (si en lugar de shi). Traicionado por

                                                            
117
RUVIGNY, Jacobite Peerage…, op. cit. pp. 245 y 248.

66
 
este signo diacrítico que le es imposible de evitar, es matado ahí mismo. De este modo,
la palabra de Hiram es de conocimiento, la de Galaad de reconocimiento. En cuanto a la
de YHVH, sirve de autentificación de un elegido, encontrándose aquel que la detenta en
una situación privilegiada entre el pueblo.

En los años 1950, Jones se pregunta si el cuarto grado fue creado de una pieza o bien es
una especie de desdoblamiento del tercero. En ausencia de documentos fundadores,
todavía hoy es imposible poder pronunciarse sobre el particular. Resulta claro no
obstante que la intriga de Hiram es muy diferente a la de Galaad. Con Hiram, son los
compañeros que trabajando en la edificación del primer templo cometen el magnicidio;
en el caso de Galaad, se trata de los enemigos exteriores, en el momento de la
destrucción. Tan pronto el mal germina por dentro sin impedir la terminación de la obra,
como tan pronto viene del exterior provocando las ruinas. En el primer caso, ¿hay que
interpretar ésta diferencia como una alusión a las guerras civiles que culminaron con la
dictadura de Cromwell?, o en el segundo supuesto ¿hay que interpretarla como una
alusión a la intrusión extranjera en el momento de la Revolución de 1688?

Los adeptos a la teoría de 1717 objetarán una vez más que el hecho político debe ser
dejado a distancia. Ello no impide que los actores de ese hecho piensen en esto a
menudo. En la primavera de 1737, en un contexto bien conocido por los importunos
policiales, el mismo Ramsay opondrá a los “francmasones heréticos, apóstatas y
republicanos” a los “francmasones católicos, realistas y jacobitas”, considerando a unos
como falsarios en materia de rituales, habiendo desnaturalizado “diversos jeroglíficos” y
cambiado los ágapes por “bacanales”, por lo que la reacción de los otros debe ser la de
devolver la Orden a “su origen”, y restituirlo todo a su antiguo fuero118.

Al mismo tiempo, es preciso no descuidar un fenómeno un tanto paradójico. Por


definición, la noción de élite prohíbe el proselitismo apresurado. Dicha noción reclama
paciencia, cooptación cuidadosamente pensada. Si planteamos una investigación
retrospectiva, cuanto más nos remontamos en el tiempo, más raros se hacen los indicios
significativos. Los primeros Maestros Escoceses configuran una minoría en el corazón
de la masonería jacobita, y se abren a los extraños con circunspección. De donde el
retraso entre el momento en que aparecen en la historia y el momento en que gacetas y
panfletos comienzan a hablar de ello, por otra parte con mucho misterio, ya que si se
sabe que existen, ignoran quienes son y lo que hacen. Sin embargo, estas divulgaciones
tienen también como lectores a Hermanos al margen de la élite. Como nada les permite
verificar la exactitud de lo que leen en la prensa, cuando menos se consuelan creyendo
en ello. Los más audaces llegan incluso a sentir el talento de los innovadores, y partir de
ciertas intuiciones más o menos fundamentadas, equiparse a su vez a la escocesa. He
aquí una situación que conviene tener en cuenta, aunque sea para comprender los apuros
y la irritación de esta misma élite ante la competencia salvaje así manifestada.

En este estado de cosas, ¿es preciso comentar la falta a la cita de Jacobo III en 1727? En
este año, George de Hannover, “el usurpador”, desaparece en aquel otro mundo en el
que cetros y coronas están abolidos. Entonces más que nunca, Jacobo se siente
fundamentado para reclamar su restauración por derecho, que tenerla por la fuerza.
Pero, por una parte la situación internacional no le es muy favorable, ya que habría que
contar con el apoyo de Francia o España que tienen en esos momentos otros proyectos;
                                                            
118
Welcome Medical Library, manuscrito 5744/10, carta 12. Carta de André-Michel de Ramsay,
Bédarride, al marqués Joseph de Seytres de Caumont, Aviñón, 16 de abril de 1737.

67
 
y por otra parte, las desavenencias entre los fieles de la región parisiense retoman
intensidad. El duque de Mar continúa provocando que se hable de él por un vulgar
asunto de unas domésticas despedidas sin indemnización. Sus amigos Dillon,
Lansdowne, y en menor medida, Ramsay, son acusados de concederle excesiva
confianza. Incluso en Roma, Jacobo III se separa de su secretario John Hay.
Decididamente el momento no está para la movilización.

Además, en las islas, los hannoverianos redoblan la vigilancia sobre los veteranos
jacobitas residentes en el país. Constantemente, se habla de complotados o conjurados.
Con justa razón. Es así, que temiendo un arresto, George Lockhart parte de las islas para
refugiarse en Rotterdam. Desde allí, pasando por Amberes y Bruselas, atraviesa toda
Francia hasta detenerse en Aviñón y tomar sus órdenes. No viendo él tampoco la
coyuntura favorable, propone no obstante aumentar la red de corresponsales dedicados a
la causa que pueden transmitir a Escocia los correos del rey. En Rotterdam –cuenta- hay
maestros de navío escoceses que presentan toda la lealtad requerida. Piensa en particular
en un hombre cuyo nombre calla, contentándose con presentarlo como el hijo de un
gentilhombre del condado de Stirling, y que no pide ningún salario por las misiones que
pueda cumplir bajo el pretexto del transporte de mercancías. Ahora bien, ¿existe una
logia en esta gran ciudad portuaria? La respuesta es afirmativa. ¿Es frecuentada por
Hermanos de origen escocés? Sí, en su gran mayoría.

68
 
6. Alzamiento sobre el príncipe

Durante todo este tiempo, el príncipe Carlos-Eduardo crece y todas las miradas se
vuelven cada vez más hacia él. Encarna las nuevas esperanzas. En algunos años, podrá
relevar vigorosamente y sin dificultad el estandarte de la reconquista. ¿Él también es
iniciado? ¿Lo es desde primer momento? En su historia de la francmasonería en
Escocia, William-Alexander Laurie asegura que preside una logia de Roma de la que se
habrían conservado las actas de los trabajos que irían desde el 16 de agosto de 1735
hasta el 20 de agosto de 1737119. Cuando sus entrevistas con el barón de Wächter, este
príncipe más bien desconcertante le asegurará un día no haber tenido ninguna relación
con la masonería, y al día siguiente, todo lo contrario.

Examinemos en primer lugar las afirmaciones de Laurie. Son inadmisibles, puesto que
el nombre de Carlos-Eduardo no aparece en ninguna parte en el registro de la logia en
cuestión. Sin embargo, algunas agitaciones florentinas teledirigidas por Stosch lo
involucran, contra su voluntad.

Acompañado de un precioso aparato crítico, el registro de esta logia romana ha sido


transcrito e impreso por James-William Hughan120. La primera observación que inspira
es que la fecha de la sesión consignada al principio no se corresponde con la de la
creación propiamente dicha. En efecto, en una lista dispuesta a modo de preámbulo,
aparece el nombre de un venerable, William Howard, vizconde de Andover, sin que
aparezca ni una sola vez después. Segunda observación, cuando la segunda asamblea, se
lamenta la falta de asiduidad de tres Hermanos. Si el listado de efectivos de la logia los
comprende, sin que estos manifiesten su presencia en el verano de 1735, es que la
frecuentaban antes. El número total de miembros ya iniciados en esa fecha es de 17.
Algunos son muy jóvenes, lo que inclina a decir que son neófitos; otros de mayor edad
cuentan ciertamente con varios años de práctica. Sea como sea, nada indica que estemos
ante la única logia jacobita formada en Roma, ni tampoco la primera.

Hemos podido ver el papel decisivo que juega Charles Radcliffe para desembarazarse
del barón Stosch en 1731. Se sabe también que reunió en su casa una logia
suficientemente ruidosa como para que se inquietase el Vaticano y ganarse ciertas
reprimendas. La noche del 25 de enero de 1734, Jacobo III lo recibió en audiencia para
oírlo lamentarse que el Papa había ordenado que “metiera las dos doncellas de cámara
de su mujer en el Convento de San Silvestre y pusiera punto final a la asamblea que se
celebraba en su casa, por haber causado gran revuelo entre la juventud de Roma121”.
Luego, a partir de entonces ¿se mostró discreto? ¿Renunció a continuar celebrándolas, o
pasó el relevo a otro? En todo caso, y como medida de precaución se muda.
Considerando que para evitar las quejas de los vecinos cercanos, lo mejor era no

                                                            
119
LAURIE, William-Alexander, y BREWSTER, David, History of Freemasonry and the Grand Lodge
of Scotland, Seton y Mackenzie, Londres, 1859, p. 163, “Tal es la logia en la que el Príncipe Carlos-
Eduardo aseguró la presidencia como muy Venerable Maestro.”
120
HUGHAN, William James, The Jacobite Lodge at Rome, 1735-1737, Torquay, Leicester, 1910.
121
NA, SP 98/37. Carta de Philip von Stosch, alias John Walton, Florencia, 6 de febrero de 1734, a Henry
Pelham, duque de Newcastle, Londres, 6 de febrero de 1734.

69
 
tenerlos, abandona su apartamento del palacio Pamphili para alquilar un hotel privado
cerca de la columna Trajana.

El 16 de septiembre de 1735, cuando se toma la decisión de infligir una multa a los tres
ausentes, el venerable titular es entonces John Cotton. Unas veces es calificado de
Maestro (Master) de la logia, como otras de Gran Maestro (Grand Master). Su sucesor,
George Seton of Wintoun, será tratado de la misma manera. ¿Se trata aquí de una
vacilación de pluma imputable al secretario? Es posible otro punto de vista, en el
sentido en que un mismo individuo puede ser a la vez Maestro de su logia y Gran
Maestro de la Orden en la ciudad en que reside. Cuando preside su logia, actúa en tanto
Maestro, pero nada prohíbe a un secretario honorarlo con su título más elevado. Al
menos sabemos, por el proceso verbal de la San Juan de invierno de 1735 que John
Cotton es reelegido Gran Maestro y que cumplirá con este oficio hasta su partida a
Roma prevista en las semanas sucesivas. Ahora bien, es con seguridad en este momento
del año que los jacobitas organizan sus asambleas generales.

Pero, poco importa. El punto indiscutible es que Jacobo III no puede ignorar la
actividad de esta logia, y que la mayoría de miembros pertenecen a su casa, incluso
están mantenidos por él. Mejor aún, en enero de 1736, un incidente pronto es puesto en
su conocimiento. Siempre al acecho, Stosch da cuenta de ello en su correspondencia con
sus jefes de Londres. En resumen: diversos criados al servicio de los más eminentes
francmasones jacobitas residentes en Roma han sido arrestados por las Inquisición,
entre ellos uno al servicio de James Irwin, médico personal de Jacobo III, y otro al
servicio de un tal Hales que parece no ser otro que Richard Hales, al que Ramsay
acompaña a Italia en su segunda estancia que termina en 1726. Haciendo uso de esas
lítotes de las que es habitual, Stosch pretende que todo el mundo ignore los motivos de
ésta nueva “vejación espiritual”, pero pone cuidado en precisar que para los
inquisidores, se trata de interrogar a estos criados sin solicitar en modo alguno a sus
patrones. De pronto, ¿su insistencia en repetir que la corrupción de la que es experto le
permite tener oídos y ojos por todas partes, en tal cantidad que supera el pelo de su
cabeza (sic), no es acaso sospechosa?

Su candor muy calculado le lleva a insinuar que estos arrestos son queridos por tratar de
descubrir el secreto de las logias jacobitas. Y precisa que “la propagación de parecidas
Sociedades encontrará siempre enormes dificultades en países sujetos a la
Inquisición122”. Sería más creíble si evocara también la Cucchiara hannoveriana y los
retorcidos caminos que le permiten estar informado con gran rapidez de lo que se trama
en el medio de sus rivales. De hecho, James Irwin es miembro de la logia de la que
tenemos registro, al igual que su hijo. Su presencia está comprobada al menos en las tres
tenidas de la posada Joseppe. Otra observación que podría quedar como anecdótica si
no estuviera ligada a la precedente: después de la interpelación del criado de Irwin que
cumplía el oficio de retejador, la logia decidió migrar hacia otra posada, primero a casa
Dion, por el tiempo de una sola velada, luego a la de los Tres Reyes, en la vía Paolina.
Con esta mudanza se trata más bien de protegerse contra las maquinaciones orquestadas
por Stosch que de aumentar la discreción pedida por las autoridades eclesiásticas.

Lo que no facilita la comprensión de los documentos publicados por Hughan, es que el


infortunio del criado de Irwin es señalado en el preámbulo, pero sin precisar una fecha.

                                                            
122
Ibid. 98/37. Carta de Philip von Stosch, alias John Walton, 4 de febrero de 1736.

70
 
El contexto deja entonces suponer que éste sobreviene en 1737 o a principios de 1738,
antes de la publicación de la bula In Eminenti, de tal suerte que tendría de alguna
manera una relación de causa efecto. La cronología de los archivos de primera mano
revelan que al contrario, por parte jacobita, no siguió ninguna consecuencia perjudicial
tras este incidente. Habrá que esperar algunos meses para que se observe una escalada, y
todavía ésta involucrará de nuevo a los amigos de Stosch en Florencia.

Mientras que en París, bajo la impulsión de Radcliffe que se ha trasladado de nuevo


durante el verano de 1736 con su familia, dejando pues en Roma el recuerdo de nueve
brillantes años, la Orden deviene un fenómeno de moda, hasta el punto de irritar al
primer ministro, el cardenal André-Hercule de Fleury, los jacobitas de Italia no habían
estado nunca tan resueltos a provocar una nueva insurrección en Escocia, como preludio
a la reconquista de los otros reinos insulares. Su triunfo maestro es justamente el hijo
mayor de Jacobo. De diecisiete años de edad, se encuentra en disposición de realizar
aquello en lo que su padre ha fracasado. De donde la multiplicación de entrevistas y
conciliábulos más o menos clandestinos. He aquí como un periódico romano se hacía
eco, y lo hacía poco antes del celo manifestado por la Inquisición contra los criados
jacobitas.

“El duque de Saint-Aignan, embajador de Francia, ha regresado finalmente desde


Frascati a ésta ciudad, y ha ido en primer lugar a casa del Caballero de Saint-George,
con el que ha tenido una larga entrevista, al igual que algunas otras, tanto con él como
con el duque de Berwick y los cardenales ministros del Papa, dando lugar a un montón
de conjeturas, que se encuentran en parte confirmadas por la llegada de algunos ingleses
que no han estado en casa de este Caballero, pero que lo han saludado, como en secreto,
en el claustro de Saint-Marcel123.” Ninguna alusión a cualquier actividad masónica en
estas palabras. No obstante, reportémonos al registro de la logia, por una parte, y
después a otros documentos estrictamente contemporáneos, por otra, y observaremos
que en efecto nuevos recién llegados a la península italiana se adhieren a la fraternidad
jacobita.

Entre otros, ese el caso de Alexander Cunningham y de Allan Ramsay, que viajando
juntos, se detienen en Roma a finales de octubre de 1736, y se hacen iniciar el 2 de
enero de 1737, en una reunión organizada en la posada de los Tres Reyes, en la vía
Paolina. Nacidos respectivamente en 1703 y 1713, ambos entran a formar parte de la
causa política. Cunningham en particular, médico de profesión, se interesa de cerca por
el príncipe Carlos-Eduardo y por las esperanzas que inspira. Su diario de viaje es
suficientemente preciso sobre los encuentros que encadena día tras día, para que no
haya ninguna duda al respecto124. Por supuesto, a falta de saber lo que se dice en los
banquetes de después de las tenidas o en los cuchicheos de un claustro, nos quedamos
con las ganas de saber cómo estos personajes mesuraban su doble compromiso; al
menos comprenderán que aquellos que los espían extrapolan cuanto dicen y comunican
a Stosch las informaciones que creen puedan ser fiables. De todas maneras, es con
ocasión de las visitas que Carlos-Eduardo efectúa a diversas ciudades de la península,
desde abril de 1737, bajo el título de conde de Albania, que da pretexto –muy a pesar
suyo- a los Hermanos ligados a Stosch para atizar mejor que en enero del precedente
                                                            
123
Lettre històrique et politique, tomo CII, mes de enero de 1737, Herman Huyewert, Amsterdam, 1737,
p. 23.
124
CUNNINGHAM, Alexander, “A visit to Rome in the year 1736”, The gentleman’s Magazine, nº 39,
John Bowyer Nichols, Londres, 1853, pp. 265-266 y 579-583.

71
 
año las iras del Vaticano. El gobernador del joven príncipe no es otro que James
Murray, conde de Dunbar, aquel que se lamentaba en 1719 en Roma de las enemistades
del “club” y que presumía a continuación en Saint-Germain de su admisión. En 1725,
reclamado en Francia por su rey, ha tomado la sucesión de André Ramsay para dirigir la
educación del joven príncipe. Ahora, después de haber visitado una decena de ciudades,
llegan a Florencia el 22 de junio. Sabiendo que el gran duque de Toscana desea
recibirles con honores oficiales, aunque en cama por causa de enfermedad, Charles
Fane, enviado del gobierno de Londres protesta vigorosamente. A sus ojos, Carlos-
Eduardo no representa a nada ni a nadie y solo merece a lo sumo cumplidos privados.
Al mismo tiempo, Stosch y sus amigos de logia se unen para remover las opiniones.
Thomas Tyrrell, que permanece por su parte fiel a la causa jacobita, en funciones
diplomáticas de encargado de negocios, se divierte con toda esta agitación.

La intencionalidad camorrista de Stosch está clara, ya que el testimonio de Tyrrell es


corroborado por el de Lorenzo Diodati, embajador de la República de Lucca en
Florencia. Mientras que la Inquisición ya ha comisionado observadores, Diodati sugiere
que se desconfíe seriamente del barón. En efecto, está prevista una próxima parada del
príncipe en la ciudad. Ahora bien, Charles Sackville, de vuelta desde hacía poco a la
Toscana y ocupando por segunda ocasión la dirección de la logia, solicitará a los ediles
que den buena acogida a una troupe de teatro que le ha sido recomendada. Esto no
parece otra cosa que una cobertura ofrecida a Stosch para continuar con sus
maquinaciones.125 Por otra parte, la paradoja quiere que Charles Fane aprecie apenas
moderadamente la verdadera personalidad de este molesto espía. En uno de sus
despachos, relata que los periódicos italianos se conmocionan por el jaleo mantenido
por “heréticos” animados por algunos francmasones.126

De todos es sabido en cuanto puede llegar a relajarse el vocabulario en tales


circunstancias. Herético puede significar de todo ante la menor desviación respecto a la
ortodoxia católica. Fuera como fuere, el caso es que un despacho de 18 de julio dirigido
a Roma al Gentleman’s Magazine 127 pone cuidado en señalar que, considerados
inicialmente como quietistas, los Hermanos de Florencia son más bien de inclinación
epicúrea. Y ello es por razón que montaron tal barullo recientemente (great noise) que la
Inquisición ha tomado cartas en el asunto, a requerimiento del gran duque de Toscana.
El nombre de Carlos-Eduardo no es mencionado a propósito de ese gran barullo, pero lo
es en la misma página cuando es relatada su estancia en Venecia, antes de Florencia. En
este caso, al rey George II le gustaron tan poco las marcas de distinción manifestadas en
honor del joven Estuardo que ha ordenado al residente de la república veneciana de
Londres, Pierre Businello, que abandonara inmediatamente Inglaterra, siendo el hombre
encargado de significarle tal medida el duque de Newcastle, precisamente el
corresponsal privilegiado de Stosch, al que éste acudió quejándose cuando la agresión
perpetrada en Roma.

Nuestro periodista gentleman añade en apostilla de su resumen sobre la situación en


Florencia, que en la medida en que el gran duque de Toscana acaba de morir sin
descendencia, y que su sucesor no es otro que François-Étienne de Lorena, esposo de la
                                                            
125
Archives d’État de Lucques, Canc. della Reppublica, Scritture segrete, Conciglio Generale 685. Carta
de Lorenzo Diodati, 2 de julio de 1737.
126
NA, SP 98/40. Carta de Charles Fane, 9 de julio de 1737.
127
The Gentleman’s Magazine and Historical Chronicle, Volume VII, for the Year 1737, Edward Cave,
Londres, 1737, p. 453.

72
 
emperatriz de Austria, así mismo iniciado, la represalia querida por el Papa corre el
riesgo de no poder ir muy lejos (this persecution may not go far). En efecto, Stosch y
sus Hermanos son por así decirlo salvados por el cambio de coyuntura política que ve a
un duque iniciado suceder a otro que no lo es.

Las gentes bien informadas saben que la elevación a la maestría del duque, después de
su iniciación en La Haya el 14 de mayo de 1731, se realizó a finales de otoño en la
residencia del primer ministro inglés, Robert Walpole en persona, en Houghton Hall.
Beneficiándose por otra parte el duque de Newcastel, de la misma promoción. De todas
formas, en un despacho dirigido a éste último, Charles Fane, de temperamento más
mesurado, pone igualmente en evidencia la repulsión que inspira en lo sucesivo el gran
duque en los cenáculos católicos de Roma128. Es imitado en este sentido por Diodati,
embajador de la república de Lucca, quien añade, que si la logia de Florencia no ha
suscitado hasta hoy verdaderas inquietudes, cabe temer una evolución al respecto por el
hecho del acceso en lo sucesivo a la embarazosa soberanía de François-Étienne de
Lorena, de tal suerte que será preciso contemplar el empleo de vigorosas medidas para
ponerle freno.

Será aportada una complicación por parte de un protagonista permanecido durante largo
tiempo en la sombra y que continuaría estándolo si Stosch -siempre él-, no lo citara.
Nacido en 1679 y llegado en su infancia a la corte de Florencia, Thomas Dereham es
pronto admitido en la intimidad de los Médicis de los cuales representará en dos o tres
ocasiones sus intereses cuando sus desplazamientos a Londres. Cuando traba contacto
con Stosch, este último cree poder establecer una ligazón duradera, sobre todo
aprovechando la pasión artística que ambos tienen en común, pero Dereham la elude y
se convierte en irreductible enemigo. Jacobita incondicional, no soporta la hipocresía
fisgona del barón. Muy discreto para sus cosas, aunque bien introducido en las esferas
más elevadas, sean éstas las del palacio de los Santos Apóstoles o en el Vaticano donde
tiene el privilegio de asistir cada mañana al despertar del Papa, se prohíbe a sí mismo
las amistades, que a su juicio, podrían implicar un intercambio de favores o
comprometedoras.

Las centenares de cajas conteniendo en Windsor los Stuart Papers no lo mencionan


nunca como autor o destinatario de cartas, lo que conviene a su gusto por la discreción y
el incógnito. Ahora bien, he aquí lo que dice de él nuestro espía en 1739: “Como
ninguno de los súbditos del Papa es francmasón, todas sus amenazas van dirigidas más
bien hacia los viajeros ingleses que hacia ningún otro. El rechazo que en su momento se
hizo hace ya algunos años a Sir Thomas Dereham al no quererlo admitir en la sociedad
ha contribuido mucho a que el Papa se haya irritado contra sus miembros.129” Según
esto y si entendemos bien tales palabras, Dereham habría solicitado su iniciación que
habría sido rechazada. Como consecuencia, éste se habría sentido despechado,
dedicándose a partir de entonces a desacreditar la fraternidad y a impulsar a Clemente
XII hacia el rigor en contra la misma.

Esto no es imposible; pero Stosch cultiva su nebulosa habitual. Calla que conoce en
realidad muchos “súbditos” del Papa que son iniciados, incluyendo en Florencia
diversos eclesiásticos, y tampoco dice si Dereham ha pedido la admisión en su logia o
bien si lo ha hecho en una de las logias jacobitas de Roma. Silencio también en esto.
                                                            
128
NA, 98/40. Carta de Charles Fane, 2 de junio de 1738.
129
Ibid. 98/41. Carta de Philip von Stosch, alias John Walton, 9 de febrero de 1739.

73
 
Además, cuando lamenta las molestias infligidas a los “viajeros ingleses”, piensa sobre
todo en aquellos que aceptan el reinado de los Hanover, y que en su inmensa mayoría,
son protestantes. Por consecuencia, y entendido globalmente, tal propósito no es fiable.
Sin embargo, transcurrida una semana, acontece la muerte de Dereham en febrero, y la
oración fúnebre de Stosch es expeditiva: “Fue mi gran amigo hasta el momento en que
se dio cuenta de mis lazos con la corona británica, a partir de lo cual empezó a
perseguirme como un verdadero fanático, lo que ha continuado haciendo hasta su
muerte, sirviéndose de todos los medios imaginables: damas, curas, monjes, jesuitas,
inquisición, cardenales, en definitiva de todo el crédito y poder del parentesco de la casa
Corsini, para turbar mi reposo incluso en Florencia.130” Tenemos la impresión aquí que
Stosch condensa en una sola frase todas las desventuras sufridas desde Roma, y que
atribuye amargamente la causa de todo ello a un solo hombre y este no es otro que
Radcliffe. Visto lo visto y tratando de interpretarlo, solo podemos concluir que hasta su
desaparición, Dereham se opone al barón, y por extensión a los masones de su entorno.
En contrapartida, nos cuesta creer que ponga en el mismo saco a los Hermanos
jacobitas. Por ejemplo, Radcliffe, conde de Derwentwater, es un católico tan
intransigente como él, y ambos se benefician de los favores de su soberano.

Mira por donde Stosch acaba de aclararnos alguna cosa sobre las acciones emprendidas
por razones políticas. Nada hay de más cierto que al comienzo del periplo organizado
para la educación de Carlos-Eduardo en 1737 las autoridades religiosas y la causa
jacobita compartían el temor de una agitación orquestada por los francmasones
hannoverianos. Según él, algunas semanas antes de la entrada del príncipe en la
Toscana, el representante del clero ha recibido en dos ocasiones la orden explícita de
disponerlo todo, de “remover cielo y tierra” según su expresión, para hacerle la vida
imposible, la primera, antes de la venida del joven príncipe, y la segunda, antes de la
llegada del nuevo duque. “Bajo el frívolo pretexto de francmasonería”, escribe, le han
sido precisas mil miserias131. Por supuesto, trata todavía de sobreestimar su propia
importancia en todo este asunto. Pero todo hace creer efectivamente que él y sus amigos
dispersados en Italia, al menos en cada ciudad visitada por Carlos-Eduardo, son
considerados como aguafiestas a vigilar de cerca, y en la medida de lo posible, a
neutralizar.

Todo y ponderando las querellas narcisistas del barón, yo no creo que se puedan leer de
otra manera los testimonios que han atravesado los siglos en la medida que la mayor
parte de los observadores las exponen de esta manera. Cuando se examinan de cerca los
incidentes del comienzo del verano de 1737, las interferencias parecen flagrantes entre
el desplazamiento del hijo mayor de Jacobo III, la agitación del grupo que rodea a
Stosch, y las acciones hostiles del Vaticano contra este grupo. ¿Esto es así porque los
hannoverianos de Italia se hacen eco de las maniobras de la policía emprendidas al
mismo tiempo en París a instancias del cardenal de Fleury contra el conde de
Derwentwater? ¿Tratan de aprovecharse de una coyuntura determinada para acrecentar
el malestar entre sus rivales? Poco importa. El hecho es que se sienten lo
suficientemente fuertes como para no arriesgar demasiado en la empresa. Son
extranjeros y tienen la capacidad de substraerse a los inquisidores.

Esto nos es confirmado en Holanda por El Mercurio histórico y político. Después de


haber señalado la llegada a Florencia de un comisario de la Inquisición flanqueado por
                                                            
130
Ibid. 16 de febrero de 1739.
131
Ibid. 8 de diciembre de 1738.

74
 
algunos asistentes132, se burla de los temores del Papa azuzado por el desconocimiento
de la actividad de las logias. Dos cosas le parecen incoherentes. La primera es que la
Inquisición se limite oficialmente a poner por delante una excusa moral, de tal manera
que el pavor de ésta ante los excesos epicúreos de algunos ciudadanos resulta pueril. La
segunda, es que conociendo todo el mundo la pertenencia de François de Lorena a la
francmasonería, sea cual sea la acción interpuesta por los inquisidores se expone a no
tener ningún efecto. El duque “sabe mejor que nadie si existe el menor mal en estas
asambleas”.133

Este periódico es impreso en La Haya por Jean Rousset de Missy, un refugiado


hugonote nacido en 1686. Estando en Amsterdam en 1735, ha abierto la logia La Bien
Aimé, atrayendo hacia él a otros Hermanos de origen francés134. Su obediencia es
londinense, lo que explica el tono voluntariamente irónico de los artículos que escriben
o hace escribir a sus colaboradores. Prudente, o táctico, comenta a parte las emociones
provocadas por el príncipe Estuardo en Venecia, y justifica la expulsión de Businello
por una decisión personal de George II. “El rey ha declarado que actuará de igual modo
respecto a todas aquellas potencias que rindan a otros que no sean la familia real de
Inglaterra, los honores que únicamente se deben a ella.135” A buen seguro, los lectores
recibirán de manera diferente esta advertencia según sea la posición oficial que ocupen.

Corre el rumor que los diplomáticos franceses habrían recibido la consigna de no


conceder el menor interés oficial a los viajeros. De este modo, en Génova, el encargado
de negocios Jacques de Campredon habría disuadido a los senadores de presentarse ante
el príncipe, dispensándose por su parte él mismo de tal protocolo. Se trata solamente de
un rumor. Apaña bien a los hannoverianos que lo propagan con delectación en París. A
solicitud de Daniel O’Brien, éste es desmentido por Fleury. En realidad, en el momento

                                                            
132
Mercure historique et politique, Henri Scheurleer, La Haya, julio de 1737, pp. 26-27. “La Sociedad de
los Francmasones de Inglaterra, habiendo penetrado hasta en este país, ha hecho en poco tiempo
progresos muy rápidos; pero la superstición se ha cruzado en su camino, y Mons. nuestro Arzobispo, que
ignora absolutamente en qué consiste el ceremonial de ésta Sociedad, se le ha metido en la cabeza que sus
logias son como las asambleas quietistas o molinosistas [molinistas], sectarias que son abominadas en
este país. Así, después de haber obtenido el permiso del Gran Duque, este prelado ha declarado a todos
los Francmasones heréticos, y los ha librado en los temibles brazos de la furiosa Inquisición.”
133
Ibid. p. 115. “Todas las cartas recibidas de Florencia hacen temer por la vida del Gran Duque: el Santo
Sacramento ha quedado expuesto y se han ordenado plegarías públicas por el restablecimiento de su
salud. Estas cartas añaden que ha llegado a Florencia un comisario y algunos asistentes de la Inquisición,
para procesar a todos aquellos que son de la sociedad de los francmasones. No podemos ver nada más
grato que las decisiones de un Papa sobre los sentimientos de esta sociedad cuyo mayor crimen, dicen, no
es otro que ponerse tanto como sea posible por encima de las ideas populares (es decir que llegar a ser
más razonable que los otros es un crimen capital) de donde su Santidad ha concluido que he ahí un
refinamiento epicúreo contra el que hay que desatar las leyes más severas. Sentencia digna de aquel que
querría dominar sobre los sentimientos y pensamientos de todos los hombres. Nos sorprende sobre todo
que emprenda estos procesos en Florencia, puesto que nadie ignora que S.A.R. el duque de Lorena fue
recibido francmasón en el viaje que hizo a Inglaterra, de tal manera que él sabe mejor que nadie si existe
el menor mal en estas asambleas.”
134
La influencia de los francmasones franceses en Holanda es evidentemente anterior a esta fecha. En Le
Compère Mathieu, impreso en 1732, el narrador cita al menos una logia fundada por negociantes
franceses, considerando que no se atenta allí contra las buenas costumbres, juzgando al contrario que los
Hermanos son unos benditos (sic) más ocupados en distraerse que en concertar malas jugadas. DU
LAURENS, Henri-Joseph, Le Compère Mathieu, ou les bigarrures de l’esprit humain, Londres, 1732, p.
274 y siguientes.
135
Mercure historique, op. cit. pp. 107-108.

75
 
de los hechos, Campredon se encontraba simplemente en el campo. No ha obedecido
ninguna orden superior ni ha tomado ninguna iniciativa descortés. “Pura calumnia136.”

Acostumbrado a los procedimientos retorcidos del cardenal primer ministro, O’Brien


confía a su rey que no está plenamente convencido de ésta justificación. Sin embargo,
añade que en Venecia y antes en Génova, otro representante de Francia, Charles-
François de Froulay, ha gratificado a Carlos-Eduardo con bellas atenciones137. Añade,
que incluso le prestó su góndola personal para facilitar sus desplazamientos por los
canales. A ojos de los murmuradores, esto debería bastar para probar que el gobierno
francés no manifiesta oficialmente ninguna hostilidad.

Por simple efecto de coincidencia, sin duda, los amigos de Stosch han escogido para
amplificar su rumor el 24 de junio, fecha tradicionalmente reservada a las elecciones de
logia (los jacobitas prefieren el 27 de diciembre). Mientras que Carlos-Eduardo
honoraba las invitaciones recibidas por parte de la nobleza local, particularmente
aquellas venidas de los Corsini, participando en festines y bailes, los amigos de nuestro
espía han dado a las protestas oficiales de Fane presentadas ante los oficiales del gran
duque, publicidad de las mismas a bombo y platillo, un tanto en exceso. Al día
siguiente, Tyrrell confiaba su cólera en un correo a James Edgar, pero añadiendo haber
encontrado consuelo en el hecho que tanta mezquindad no había impedido al príncipe
divertirse e incluso ganarse nuevas simpatías138.

Es durante los once días que Carlos-Eduardo permanece en Florencia que la Inquisición
comienza sus indignas maniobras. Se ignora si lograron realmente designar en particular
los promotores de los disturbios y llegaron a interrogarlos. Parece ser que no. La
Inquisición se instala, manifiesta ostensiblemente su presencia, pero solo reina con
palabras. Resultaría complicado a día de hoy verificar la estrechez de la conexión entre
francmasones próximos a Stosch y protestadores políticos, si no se hubiera producido el
2 de julio, a la mañana siguiente de la partida del príncipe, ésta corta nota insertada una
vez más por Tyrrell en uno de sus correos a James Edgar. Dicha nota viene a mostrar
que el indócil barón ha llegado a convertirse en tan insoportable en Florencia como en
Roma.

“Nos llega por todas partes que hay una nueva secta aquí, pero ésta no es otra cosa que
una logia de francmasones, que Stosch ha introducido en este país. Como fuere que éste
anteriormente había sembrado ciertos sentimientos entre la juventud y que se apeló a la
Inquisición para que se informase, se extendió el rumor que habían de esta secta más de
treinta mil en este país. Lo que sí es cierto es que ya existe una cierta hartura de Stosch
y se desea que sea expulsado de aquí, y esto tarde o temprano llegará, ya que no se le
puede soportar más.139” Tyrrell no parece encontrarse en el secreto de la iniciación; de
donde su exageración sobre el número de Hermanos activos en la Toscana. Por tanto,
indicativo elocuente, retoma casi palabra por palabra la fórmula aplicada en 1722 por
                                                            
136
RAW, SP 198/35. Carta de André-Hercule de Fleury, Versalles, a Daniel O’Brien, París, 20 de junio
de 1737. Caballero de San Lázaro, Campredon es el autor de una muy interesante memoria sobre las
grandes familias genovesas. Después de haber sido embajador de Francia en Rusia de 1721 a 1726, y
antes en Suecia, es trasladado a Génova donde pensionado por el tesoro real, continúa rindiendo servicios
diplomáticos.
137
Ibid. documento 63. Carta de Daniel O’Brien, París, a Jacobo III, 24 de junio de 1737.
138
Ibid. documento 75. Carta de Thomas Tyrrell, Florencia, a James Edgar, 25 de junio de 1737.
139
Ibid. Documento 85. Carta de Thomas Tyrrell, Florencia, a James Edgar, 2 de julio de 1737. Stosch
llegó a atribuir al conde de Middlesex la creación de la logia de Florencia.

76
 
Dugood y no hace mucho por Radcliffe. Perturbar a la juventud significa provocar
asambleas en el cuso de las cuales la actividad propuesta desvíe a los bien pensantes de
la Iglesia.

Es pues algunos días más tarde, el 9 de julio, que el gran duque Jean-Gaston de Médicis
pasa a mejor vida, dejando su herencia a François-Étienne de Lorena, lo que frena al
mismo tiempo el celo represivo. Pero, estando los humores de los protagonistas muy
reactivos respecto a la materia, es justamente entonces que los hombres del Vaticano
dan un paso más con el consentimiento de Jacobo III, o si se prefiere (ya que le falta a
éste historiador conocer lo que se dijo en privado), sin que éste encontrara objeción
alguna. La idea de elaborar un escrito oficial contra la masonería germina poco a poco
en el ánimo de algunos cardenales.

¿Será una declaración contra la Orden en general, sin distinción de tendencias


(hannoveriana versus jacobita)? Si ello sería lo habitual de pensar actualmente, los
observadores avisados de la época tenían otra opinión. Los próximos al contexto
italiano y los principales actores, consideran que las fulminaciones papales miran más
bien al nuevo duque de Toscana. La circunspección es pues obligada. Resumámoslo: en
Italia, los francmasones hannoverianos están en visible rivalidad con los jacobitas. Es a
ellos a los que la prohibición mira en primer lugar. Habida cuenta de las
extralimitaciones crecientes a las que se entregan contra él desde 1734, por una parte, y
por otra la escalada llevada a cabo con motivo de la gira de su hijo en la primavera y
verano de 1737, Jacobo III no puede reprobar la Bula. Si, por efectos de extensión y
generalización, dicha Bula toca incluso a sus propios partidarios, ello no deja de ser un
mal menor y efecto colateral, ya que nada le impide continuar reuniéndose en secreto.

Los testimonios divergen poco sobre ello. No tienen ninguna duda que la Bula es
publicada para indisponer al duque François-Étienne antes incluso que se instale
oficialmente en sus Estados. El 24 de mayo de 1738, el Saint-James Evening Post
imprime una correspondencia llegada de Florencia diciendo en substancia que las logias
prohibidas (¿lo fueron realmente?) por el difunto Gaston de Médicis se reúnen ahora
con la mayor libertad, sin temer a la Inquisición, ya que la ley aplicable en la ciudad se
fundamenta únicamente en las decisiones de su señor. Más exactamente: la Inquisición
“no tiene ningún derecho para atacar la sociedad de la que es miembro el nuevo
soberano” (has no right to attack a society of which the new sovereign is a member). El
2 de junio, Stosch encarece: “Creemos que el principal objetivo de la Corte de Roma al
condenarla es causar indirectamente el desagrado del duque de Lorena, Gran Duque de
Toscana”140. Como tiene por costumbre, Stosch calla su propia responsabilidad; va
incluso un poco más lejos en este sentido escribiendo que “no ha oído hablar en Italia
del menor desorden causado por dicha sociedad desde que esta está establecida”, lo que
por otra parte, es censurar sus propias infamias, aquellas de las que se hizo
personalmente eco cuatro años antes, pero no exagera denunciando la hostilidad contra
François-Étienne de Lorena.

El próximo capítulo merece ser dedicado por entero a esta resonante pero poco eficaz
Bula. Un último punto reclama la atención antes de pasar a ello. Es conocida la posición
de Ramsay, cuando después de la prohibición pronunciada por Fleury de la Gran Logia
de Paris en marzo de este año 1737, acusa a los embajadores de Inglaterra y Holanda de

                                                            
140
NA, SP 98/41. Carta de Philip von Stosch, alias John Walton, 2 de junio de 1738.

77
 
haber actuado conjuntamente para desacreditar a los Hermanos. Según él, estos dos
diplomáticos no habrían apreciado la voluntad del gran maestro Radcliffe of
Derwenwater de reformar la institución en Francia, incluso la de animar a una novena
cruzada. En una carta al marqués de Caumont, es muy claro en eso. “Los embajadores
de Holanda y de George duque de Hanover inspiraron desconfianza, y blasfemaron
contra aquello que ignoran, pareciéndose a los francmasones heréticos apóstatas y
republicanos, culpándonos primeramente, y haciéndonos a continuación elogio al gritar
por todas partes que queríamos formar una novena cruzada para restablecer al verdadero
monarca de la Gran Bretaña.141” De nuevo, la conexión de lo masónico y lo político es
aquí afirmado. Por tanto, Ramsay no se plantea en absoluto la posibilidad que pudiera
existir en París una rivalidad entre las logias hannoverianas y jacobitas.

La oposición que formula contraponiendo heréticos apóstatas republicanos, por un lado,


y católicos realistas jacobitas, por otro, le resulta cómoda para sintetizar un pensamiento
polémico. Dicha formulación no significa que a la práctica los francmasones se
enfrenten en la capital del reino. Son las intervenciones de los diplomáticos lo que
estigmatiza. Lo hace con tanto o más vigor en la medida que los embajadores de
Inglaterra, Abraham Van Hoey, y de Holanda, James Waldegrave, pertenecen
efectivamente a la Fraternidad. La situación no es pues comparable a la vivida en
Florencia o Roma algunas semanas más tarde. Sin embargo, teniendo la particularidad
las novedades sensacionalistas de repercutir de manera muy rápida en las gacetas y
revistas, de donde vienen, es comprensible que se haya mezclado todo.

Juzguemos entonces la ligereza francesa. El 16 de julio, mientras que los primeros


despachos de Italia relatan las travesuras florentinas de los amigos de Stosch, el
embajador Waldegrave hace una nueva visita a Versalles para llevar ante el rey a su
colega Horace Walpole que representa por su parte a Inglaterra en Holanda. Otro
masón, y por añadidura hermano de Robert, el primer ministro de George de Hanover.
Poco importa lo que se diga en esta ocasión, sin duda, no gran cosa; sin embargo este
doble golpe, en cierto modo, reaviva las extrapolaciones. Y ello no es ciertamente para
extender los métodos de la lejana Inquisición. Es al contrario para considerar que las
tentativas por desacreditar a los jacobitas actuando en la cumbre de la Orden quedarán
sin efecto.

Es por esa misma época que ciertas damas de la buena sociedad comienzan a
contemplar la posibilidad de creación de logias particulares para ellas. El entusiasmo
que muestran es tanto que Radcliffe of Derwenwater valora la necesidad de solicitar a la
trepidante marquesa de Mézières, jacobita incondicional, para que ocupe la función
honorífica de protectora. Cuales sean las parodias que se inventen en torno a los
secretos y la incapacidad femenina para guardarlos, lo cierto es que algunos hombres
empiezan también a ver como positiva tal posibilidad. “Se decía ayer noche en las
Tullerías que como la orden de los francmasones se multiplica cada vez más entre
nosotros, ciertas damas de la corte habían pensado en establecer una para el bello sexo
en la que no se recibirían varones y donde habría también un secreto a guardar
inviolablemente, lo que sería, se dijo, lo más difícil a observar por las mujeres.142” Lo
que sí es seguro es que las primeras logias femeninas no van a tardar en abrirse en el
país. Se encuentra rastro de ellas a principios de los años 1740.
                                                            
141
Welcome Medical Library, manuscrito 5744/10, carta 12. Carta de André-Michel de Ramsay,
Bédarride, al marqués Joseph de Seytres de Caumont, Aviñón, 16 de abril de 1737.
142
BHVP, manuscrito 617, fº 63. Gazetin, 17 de julio de 1737.

78
 
7. Comdamnatio societatis de Liberi Muratori

A causa de la In Eminenti, el año 1738 sería una fecha destacable en la historia de la


Orden. El 28 de abril de ese año, el Papa Clemente XII firma la célebre Bula de
excomunión para los francmasones. Desde entonces, la ruptura será inevitable. La tesis
clásica, que ha tomado fuerza a la sombra de la teoría de 1717, se resume en decir que
los pioneros de la Masonería al ser mayoritariamente protestantes, Roma se habría
inquietado por la seducción obrada por tal aparición sobre los católicos, y habría tratado
de impedirla pronunciando amenazas de excomunión. El muy obediente Jacobo III
compartiría dicha opinión y habría aprobado la Bula. De dónde el cierre de las logias
que le eran dedicadas y el retiro del último gran maestro jacobita de la escena parisina:
el tenaz Charles Radcliffe, conde de Derwentwater.

La realidad es menos concluyente. En primer lugar, los Británicos que dan soporte a los
Estuardo no son todos “papistas”, según un epíteto polémico lanzado por sus
adversarios. Incluso siendo indudable que la influencia católica es la más fuerte entre
ellos, los matices son a menudo perceptibles, llegando a disentimientos que algunos
juzgan prohibitivos. En el palacio Muti de Roma, en el entorno del rey Jacobo, varios de
sus incondicionales son protestantes (concepto genérico). E incluso cuando se focaliza
sobre los problemas espinosos del ámbito católico de la época como el jansenismo, los
convulsionarios, los jesuitas, etc., los católicos del entorno real llegaban a compartir su
opinión. Esto significa que Jacobo está lejos de querer entrañar todo su séquito en el
seno de la ortodoxia papal y que no percibe la coexistencia religiosa como un mal a
combatir.

En segundo lugar, en la medida que las logias permanecen discretas sobre la diversidad
de creencias manifestadas en su seno, Roma no tiene ninguna razón para alarmarse. Una
visión pragmática de los acontecimientos incita más bien si no al aliento, al menos a un
dejar hacer apacible. Cuando el número de logias aumenta, cuando los hannoverianos
lanzan su propio sistema, la cosa va de otro modo. Dos obediencias estarán en lo
sucesivo en competencia. En 1738, la condena pontificia parece entonces ignorar esta
diferencia, puesto que contempla a la masonería en general, en la medida que sus
principios serían irreconciliables con los de la Iglesia. No impide que el encadenamiento
de hechos desde hacía varios meses condujera a otra conclusión. Por otra parte, para
evaluar correctamente el impacto de ésta condena, es importante situarla en el marco
envolvente de la tradición sociocultural europea desde la Edad media.

A finales de la larga época medieval, las autoridades eclesiásticas y políticas143 ya


desconfiaban de las asociaciones de cofrades, sobre todo las de oficio, que practicaban
el secreto, tenían ritos propios, pronunciaban juramentos sobre el Evangelio sin control
de un miembro del clero o de un oficial de la administración real o señorial, etc. Sin
embargo, más allá de las eventuales controversias sobre los artículos de fe, es el hecho
                                                            
143
Y no olvidemos que los obispos han detentado durante largo tiempo un poder político en el sentido en
que intervenían directamente en la vida cotidiana de sus súbditos, reglamentando su quehacer temporal
profano al igual que su actividad espiritual.

79
 
que puedan erigirse en contrapoder, solidarizándose por su número, lo que inquieta a
estas autoridades. El fenómeno de grupo engendra automáticamente una sospecha
cuando no puede ser controlada por una potencia superior. Esta sospecha es así mismo
aumentada, incluso exacerbada cuando se supone, con razón o no, que el grupo está
bajo influencia extranjera.

En cualquier caso, el primer ejemplo de prohibición antimasónica es dado por los


Estados generales de Holanda en noviembre de 1735, y se reconoce ya en el
enjuiciamiento desarrollado por los magistrados, la esencia de lo que será el contenido
de la Bula papal. No tener en cuenta ésta anterioridad lleva a falsear considerablemente
el asunto. ¿Cuál es el desencadenante? El 5 de noviembre, la Gaceta de Amsterdam
publica un suelto que anuncia la creación de una logia bajo los auspicios del “Gran
Maestro Johan Cornelius Rademacher144, tesorero general de su alteza el príncipe de
Orange”, acompañado de su diputado “Johan Kuenen y otros oficiales y miembros
distinguidos”. La curiosidad de los magistrados es rápidamente despertada. Quieren
saber más y ordenan una investigación policial.

Al hilo de dicha investigación, averiguan que los Hermanos encausados se inspiran


directamente en las Constituciones de Anderson proclamando su sumisión a las
autoridades civiles. Y los creen gustosos, no sin destacar el pasaje de estas
Constituciones relativo a que “debe desaprobar su rebelión y no inspirar al Gobierno
ninguna sospecha ni darle causa de desconfianza”. Pero son intransigentes en su
conclusión: “De manera ordinaria y según las leyes, son ilícitas todas las fraternidades o
asociaciones, salvo aquellas que el gobierno ha autorizado. Deben ser consideradas
como canteras de facciones y alianzas, sobre las que se puede consultar Antoine
Matheus, en su libro de Criminibus, y otros juristas de renombre.145”

Salgamos de los templos y podremos observar como toda Europa vibra en gestiones
diplomáticas tratando de poner fin a la guerra de sucesión en Polonia. Inglaterra y
Holanda han ofrecido su mediación a las potencias en conflicto; pero un proyecto de paz
es tan rápidamente rechazado como deseado. Merecería llevarse a cabo un estudio en
profundidad para identificar a los principales Hermanos incriminados en Amsterdam,
sobre todo para saber si tenían de cerca o de lejos relaciones privilegiadas con los
ingleses al servicio de los Hannover, visto que Kuenen propone al año siguiente la
primera traducción francesa de las Constituciones. Pero, lo que si resulta seguro, de
acuerdo a la cita precedente, es que la conclusión de los magistrados gira en torno a la
idea que una asociación no aprobada por ellos es simple, llana y potencialmente
peligrosa por el riesgo de agitación que puede representar para el orden establecido, y
que toda facción o alianza, según sus propios términos, son siempre a temer, lo que hace
patente que se permanece en la antigua dinámica de prohibiciones respecto a cualquier
tipo de asociación.

Es también la esencia de lo que retienen, después de hacerse pública la decisión judicial,


los prelados romanos. En enero de 1736, una carta del Santo Oficio a la Secretaría de
                                                            
144
El 8 de noviembre de 1734, en Amsterdam; bajo la dirección de Vincent de La Chapelle, los franceses
fundan una logia en la posada del León de Oro. En marzo de 1735, reciben, entre otros, a Johan-Cornelis
Rademacher, que será elegido a continuación Gran Maestro.
145
Gemeentelÿke Azchiefdienst, Amsterdam. Extracto de las Resoluciones de los Estados Generales de
Holanda y la Frisia Occidental, adoptados en la asamblea de sus Nobles y Muy Poderosos, el miércoles
30 de noviembre de 1735.

80
 
Estado del Vaticano contiene una solicitud de precisiones. “Habiendo recibido cierta
información según la cual, en Holanda, últimamente, ha sido prohibida una cierta
organización o asociación denominada De los Masones, éstas Eminentísimas desean
que Monseñor el Nuncio en Flandes informe si ello es cierto y cuáles son las razones
tenidas por los Estados de Holanda para publicar una tal prohibición. De la misma
manera, deberá comunicar todas las informaciones que le sea posible obtener sobre la
idea y objetivos de este Conventículo, es decir lo que hacen y las personas que lo
componen.146” Conventículo es otro nombre utilizado para designar alianzas o
facciones.

Consecuencia o no -esto parece en todo caso-, la cosa es que la semana que sucede a
esta carta, la Inquisición hace interrogar en Roma al servicio doméstico de ciertos
francmasones jacobitas, empezando por el de James Irwin, médico personal de Jacobo
III. Según Stosch, primeramente perplejo, el objetivo es descubrir el secreto de los
francmasones. Pero el objetivo es identificado: la Cucchiara cuya bandera es
hannoveriana. Y Stosch continua citando un artículo aparecido en la Gazetta di Roma,
el 4 de febrero147, diciendo que la acción de la Inquisición es querida “para interrumpir
el curso de dicha asamblea tan odiosa al Pretendiente y al Gobierno espiritual de
Roma148”. Estas palabras obligan pues a distinguir por una parte a los jacobitas, y por
otra a los irritados rivales que se estiman poco implicados por el dogma católico. Si bien
los motivos religiosos son quizá mencionados (gobierno espiritual), estos no constituyen
el centro de las preocupaciones.

Es por otra parte también el recuerdo del guirigay maquinado en 1734 cerca del palacio
del rey, y no solamente las noticias de Holanda, lo que hace redoblar la vigilancia a la
policía romana. Sabiendo de buena fuente que al menos una logia de extranjeros se
reúne en una posada del Corso, los policías se proponen el 20 de diciembre de 1735
interrogar con vigor a su encargado, Joseph O’Neil, con el fin de sonsacarle alguna
confesión. Por precaución, aguardan no obstante el aval de Jacobo III. Ya que es
también allí donde se reúne una parte de sus propios cortesanos. En particular, no dejan
de festejar la San Juan, el 27 siguiente, para reelegir a John Cotton para la silla de
Venerable. De igual modo, la noche del 4 de enero se encuentran allí, si bien O’Neil y el
servidor de Irwin habían sido interpelados ese mismo día.

Las actas de la logia dirigida por Cotton cuando la Inquisición cae sobre ellos no dan
cuenta de ninguna molestia directa sobre ninguno de sus miembros. En Suiza, podemos
ver al Consejo de Ginebra prohibir a su vez la logia de George Hamilton; en Italia, nada
de parecido. Ni en Francia. Allí, los Hermanos se portan suficientemente bien como
para multiplicarse seduciendo sobre todo a la aristocracia de Versalles. Ciertamente, al
año siguiente, las tensiones son vivas en París, en el sentido que el cardenal de Fleury
                                                            
146
Archivos secretos del Vaticano, Memoriali-Viglietti, 65, Santo Oficio. Carta a la Secretaría de Estado
del Vaticano, 20 de enero de 1736.
147
Traducción del extracto de la Gazzeta di Roma, tal cual es relatado por Stosch (NA, SP 98/37, fº 318,
11 de febrero de 1736): “La congregación del Santo Oficio teniendo conocimiento que una nueva secta
titulada La trulla había sido formada en el seno de la Santa Sede por ciertos personajes de distinción
ultramontana y herética, pero guardando en esta unión impía un inviolable secreto, dicho tribunal ha
tomado la resolución de hacer encarcelar algunas domésticas y servidores de dichos personajes, a fin de
recoger sobre el terreno por sus declaraciones, indicios sobre los sujetos implicados en tal perniciosa
asamblea y con el fin de aplicar el remedio oportuno, al menos para procurarse descubrir los medios para
inspirarles temor y miedo.”
148
NA, SP 98/37, fº 318. Carta de Philip von Stosch, aliasn John Walton, 11 de febrero de 1736.

81
 
ordena la suspensión de los trabajos de la Gran Logia dirigida ahora por Radcliffe of
Derwenwater. Pero será siempre bajo el pretexto de razones políticas, en el sentido que
el rey no soportaría que sus súbditos tuvieran algún tipo de asamblea secreta. Mientras
que en Florencia son todavía los desórdenes públicos, los que, repetimos, legitimarían
una investigación.

Después del 4 de enero de 1736, vemos que los Hermanos abandonan la posada de
O’Neil para replegarse temporalmente en casa Dion y posteriormente reunirse en Los
Tres Reyes, en la calle Paolina. Desconfían sin duda alguna de alguien o alguna cosa
que pudiera perjudicarles. Y es porque no hacen mención de ningún debate en sus
registros, que nos hace pensar que los evitan. Se impone sin duda una prudente
autocensura en lo escrito sin privarse en lo oral de comentar la agitación exterior.
Incluso el hecho que no interrumpan sus reuniones, sino que las desplacen solamente,
prueba que no se sienten en peligro, ni abandonados por su rey. No tienen el sentimiento
de transgredir las prohibiciones, puesto que sienten que no va con ellos. En la primavera
de 1738, cuando la In Eminenti será promulgada, lo único que se aprecia es un quitarse
de escena, velando simplemente por retirarse antes. Por este mismo hecho, no podrán
tampoco implicarlos abiertamente. La sutilidad de su posición se traducirá por mirar de
cultivar la discreción mucho más que antes.

Un vistazo sobre el calendario ofrece en dos ocasiones una buena idea del contexto que
lleva a la publicación de la Bula. Radcliffe deja Roma en Junio de 1736. No tiene
actividad pues en su logia personal. Llega a París, y se hace elegir Gran Maestro el 27
de diciembre. Encausado por Fleury en marzo siguiente, se beneficia del apoyo de los
grandes señores franceses entrados en la Orden. A la salida de su mandato, en diciembre
de 1737, no puede tener lugar una nueva elección a causa del celo intempestivo del
teniente general de la policía, el cual hace imprimir una pretendida revelación sobre los
secretos de la iniciación y sembrar así la confusión entre los dignatarios de la capital. En
revancha, ésta elección puede finalmente ser realizada en la primavera de 1738, de tal
suerte que la plaza es cedida a un francés, el duque de Aumont. En consecuencia, en el
momento en que Clemente XII lanza su bula, ella no logra alcanzar, ni tocar a través
suyo a los fieles de Jacobo III. Oficialmente, no se habla más de ello.

En Italia, es el 20 de agosto de 1737 que la logia llevada por George Seton of Wintoun,
en sucesión de Cotton, cierra sus puertas. Por razón de disturbios exteriores de los que
vamos a tratar en el próximo capítulo, se puede llegar a admitir una voluntad expresa
por parte de Jacobo III para que ello fuera así. Cuando menos, esta táctica no contribuyó
en nada a interrumpir una tradición más que secular. Toda la jugada está en la
publicidad que se da al hecho. La Bula es una respuesta pública a las controversias
llevadas a la plaza pública, ni más ni menos149. Cuando uno se retira al ámbito privado
mejor guardado, es posible continuar con su impulso.

Se puede objetar que el dogma no admite matizaciones. Que uno sea masón reconocido
o masón en la sombra, la diferencia es inoperante ante lo que, a ojos de los censores, es
una herejía en todos los casos. Esta no es la opinión de los observadores. En este
sentido, cuando el embajador de Francia en Roma, Paul-Hippolyte de Beauvilliers de
Saint-Agnan, escribe a su ministro Amelot que el Papa acaba de pronunciarse contra la
Orden, la respuesta que obtiene es muy simple: “La Bula que el Papa ha dado contra los
                                                            
149
In Eminenti, 2º párrafo: “Hemos sabido, por rumor público, que se extiende por el extranjero, haciendo
cada día nuevos progresos, ciertas sociedades, asambleas, reuniones, agregaciones o conventículos […]”

82
 
Francmasones no bastará para abolir esta cofradía si no hay otro freno que la
excomunión. La corte de Roma aplica tan a menudo esta pena que ella es hoy en día
muy poco capaz de impedir nada.150” Dicho de otra manera, hay efectos de la retórica
que están destinados más a tranquilizar devotos y crédulos que atemorizar pretendidos
culpables. Y Amelot añade: “Esta sociedad había empezado aquí a hacer algunos
progresos, el rey ha testimoniado que le desagradaba y ella ha cesado.” Otro efecto de
retórica ministerial: nada ha cesado. Amelot sabía alguna cosa de ello, formando parte
de la misma como formaba. Simplemente, es preciso respetar las conveniencias.

El aparente candor de Saint-Agnan al igual que el de Amelot ilustran bien los apaños a
los que se libran los protagonistas cuando ejercen una función oficial. No menos que
actualmente, por otra parte, no se arriesgan a demasiados desahogos. Sabemos sin
embargo que en privado no pueden ignorar la complejidad del asunto. De este modo, “el
hombre de espíritu, de conversación dulce, de conocimiento y de letras151”, nuestro
duque está muy vinculado a Jacobo III, puesto que los dos hombres pasan a menudo
mucho tiempo juntos. Desde su instalación en la embajada de Roma, en la primavera de
1732, no faltan las ocasiones que permiten a la vez lamentar en Versalles la causa del
monarca jacobita y cultivar en Roma su amistad. A la vez asiduo de los Radcliffe, gusta
particularmente de las cenas y pequeñas fiestas del palacio Pamphili donde pueden
seguirle dos de sus hijos. Ahora bien, ¿no es el benjamín de ellos, François-Paul-
Honorat, al que encontramos en 1740, como joven maestro de logia, cuando hacía en el
Montferrat su aprendizaje militar, bajo el uniforme de los guardias valones del rey de
España?

Nacido el 7 de enero de 1724, recibido caballero de Malta a la edad de tres años, el hijo
del duque es todavía adolescente cuando se ejerce en la veneratura. No es el único joven
noble en mostrar tal precocidad. Se ignora como prolonga a continuación su
compromiso. Entendemos sin embargo, que para entrar en la fraternidad, por una parte,
antes le es menester que le sea ofrecida la oportunidad de encontrarse con Hermanos
experimentados, y por otra, que no puede tomarse por sí mismo la libertad de una
iniciación sin la autorización de su padre. Su enrolamiento bajo las armas españolas no
se debe tampoco al azar. Ello es gracias a los servicios prestados por su tío en calidad de
gobernador de Felipe de Borbón, duque de Anjou, antes que accediera al trono español,
mientras que su padre fue embajador de Francia en Madrid en 1716, donde tuvo el
privilegio de tener entre sus brazos sobre las fuentes bautismales al delfín Carlos. Fuera
como fuere, puesto que François-Paul-Honorat es activo al menos a partir de 1740,
podemos concluir que las prohibiciones papales le preocupan muy poco, lo que parece
ser el caso también de Saint-Agnan, a pesar del estilo falsamente distante de los
despachos oficiales.

Por su parte, el inagotable barón Stosch vio en la Bula la mano de los jesuitas. Los
acusa de manipulaciones para equivocar mejor la opinión. El Papa ha excomulgado a
“todos los Francmasones y sus factores y adherentes. Los jesuitas se han puesto a la
cabeza en la labor de destruir esta Sociedad a cualquier precio, y han inventado extrañas
imposturas para conseguir su objetivo.152” He aquí por qué, los encuentra sospechosos,
muy prosaicamente, de emplear este subterfugio para causar perjuicio al nuevo Gran
duque de Toscana, François de Lorena, notoriamente conocido como iniciado desde su
                                                            
150
MAE, Correspondencia política, Roma, volumen 769, fº 168-169.
151
BROSSES (de), Charles, Lettres familières écrites d’Italie, Didier et Cie. París, tomo II, 1869, p. 79.
152
NA, SP 98/41. Carta de Philip Stosch, alias John Walton, Florencia, 26 de mayo de 1738.

83
 
estancia de 1731 en La Haya. El Leds Mercury retoma también la idea que los jesuitas
actúan en la sombra, y que incluso han pedido a los cardenales permiso para hacerse
admitir en las logias con el fin de poder denunciar mejor lo que allí se hace153. En
cuanto a los franceses, más plácidos pero picapleitos gustosos, solo retienen la
argumentación política, en el sentido que el Papa sólo es soberano en sus Estados, sin
poder imponer sus decisiones más allá. Consideran pues las especulaciones sobre la
ortodoxia como accesorias. En la primera asamblea, los Hermanos parisinos con
formación en derecho no dejan de glosarla como tal. “Se ha confirmado que existe una
Bula de excomunión fulminada desde Roma contra los francmasones. Se ha dicho que
el Papa no tiene derecho en absoluto para excomulgar a los francmasones súbditos del
rey. Se ha hablado de apelarla como abusiva en la primera asamblea de los
francmasones.154”

Para hablar únicamente de los jacobitas, es preciso emplear el pasado condicional.


Podrían haber sido condenados por la Bula si hubieran estado todavía abiertamente
activos en 1738. Ni uno ni otro supuesto: no pueden ser condenados porque han salvado
las apariencias volviendo al máximo de secreto posible. Su eclipse de fachada no
significa interrupción de su tradición. No contemplando la expulsión de los protestantes
de su causa, lo que les permitía poder reivindicar solamente la huella católica, tienen a
su disposición una novedad, este sistema de elección, o si se prefiere, de perfección, que
facilita el filtrado severo de los adherentes, y al mismo tiempo, limita las posibilidades
de disturbios exteriores.

El efecto indirecto de la Bula, antes mismo que fuera conocida pero también porque
estaba prevista, es abatir a los jacobitas casi exclusivamente sobre este sistema. Por una
parte, renuncian a la autoridad ejercida por mediación de los Grandes Maestros surgidos
de sus filas sobre la mayoría de logias azules de la capital francesa, y con muchas
fluctuaciones, sobre las del conjunto del reino de Francia o del extranjero que hubieran
patentado. Por otra parte, consolidan la opción roja que sirve para caracterizar la
“perfección del templo”. Todo sucede como si esta opción viese su legitimidad
reforzada por las vicisitudes relativas a las logias ordinarias.

Incluso una buena parte de los eclesiásticos próximos a Jacobo III, que residen en
Francia y pertenecen a una logia, no están muy decididos a efectuar una buena
recepción a las iniciativas romanas. En 1738, justamente, una memoria relativa a los
misioneros destinados a Escocia los denuncia como jansenistas, o dicho de otra manera,
de alejarse de la ortodoxia romana155. Son sobre todo encausados los Inese, hermanos,
tíos y sobrinos, que tienen buena mano sobre el prestigioso Colegio de los Escoceses.
Según dicha memoria, desviarían a sus alumnos de la verdadera fe y tendrían bajo su
influencia una gran parte de la nobleza exiliada, entre ellos el duque de Atholl y Edward
Drummond, tío del duque de Perth. Es decir que la Bula los pilla un tanto rebotados.

Ciertamente, la comprensión de su caso no es facilitado por el hecho de que son


desacreditados por otros jacobitas, entre ellos Sempill, autor de dicha memoria de
encargo, muy próximo por su parte a los jesuitas, ya que su hermano Hugh era de la
Compañía. Pero ni él mismo manifiesta demasiada prisa por renunciar al proselitismo
                                                            
153
Leds Mercury, 13 de junio de 1738.
154
BHVP, manuscrito 618, fº 225. Gazetin, 25 de junio de 1738.
155
MAE, serie Mémoires et documents, sub serie Angleterre, volumen 92, fº 144, sq. Mémoire sur les
missions religieuses d’Écosse.

84
 
en favor de las logias, del que da buena prueba desde hace años. Simplemente continúa
el movimiento pero de escondidas, un tanto retirado, pero que en absoluto significa
rendición. Procura que no se hable de él, evitar la solicitud abierta hacia nuevos
adherentes, como sucedió antaño.

Por tanto, ¿acaso se deja con ello campo libre a los hannoverianos para que manifesten
su ventaja, ya que la obediencia ciega al pontífice romano no estaba precisamente en su
programa? En París, principal foco de animación, se está lejos de que este sea el caso,
contrariamente a lo que algunos autores aseguran. El conjunto de expedientes de los que
se dispone todavía hoy, es decir a la vez los documentos de la policía, como los
informes de los inspectores, y mejor aún los registros y papeles de las logias incautados
en 1737 con ocasión de las diversas pesquisas, no muestran ninguna relación de
influencia en provecho de la Gran Logia de Londres. Lo que aparece en 1737, y se
concretiza al año siguiente, es únicamente una tercera vía. Los franceses toman el
mando de la Orden en su país, ni más ni menos. Si es preciso dar una coloración a esa
tercera vía, ella es ciertamente más jacobita que hannoveriana.

Los dignatarios más activos después de 1738 no reniegan de sus antiguas simpatías,
antes al contrario. Si los hannoverianos hubieran logrado dar la vuelta a la situación –
como se ha dicho-, asistiríamos a un crecimiento en el número de demandas de
matriculación en la Gran Logia de Londres. Ahora bien, las estadísticas permanecen
mudas al respecto. Ninguna tentación de cambiar de bando. Llevando el razonamiento
hacia lo absurdo, nos preguntamos por lo demás, cómo es posible que los franceses, en
su mayoría salidos de la aristocracia militar o judicial, y de la alta burguesía del mundo
de los negocios, cómo podrían querer situarse tras la estela de los vecinos a los que la
historia del siglo ha llevado contemplar a menudo como enemigos. Mucho más fácil, la
aparición de la tercera vía significa que los franceses administrarán en lo sucesivo las
logias de su nación, conservando a la vez respecto a los jacobitas guiados por Radcliffe
of Derwentwater un afecto no disimulado.

La consolidación del epíteto de escocesa para designar una masonería salida del rey de
Escocia Jacobo VI, con preferencia a Jacobo I de Inglaterra, y que por tanto es la misma
persona, no se comprende en lo sucesivo si no es como una voluntad deliberada por
privilegiar una dinastía cuyas raíces profundizan efectivamente en una cultura con
voluntad de reivindicar su singularidad respecto a la de los países vecinos. De dónde el
hecho que es mucho más frecuente, en los testimonios de la época, de hablar de “fieles
escoceses” que de fieles ingleses o irlandeses. En el ritual de la Bóveda, Jacobo VI es
designado también como rey de la Gran Bretaña, pero antes lo es de Escocia. Incluir
simbólicamente el cuarto grado no significa otra cosa que privar a todos los
francmasones hannoverianos seguidores de la Gran Logia de Londres de cualquier
posible tentación de secuestrarlo para su propio sistema. De cualquier modo, toda la
temática que en él se desarrolla, del exilio, la restauración, del elitismo en el modo de
combatir (la espada y el escudo) no sería aplicable.

En octubre, Jacobo III envía a Inglaterra al jesuítico Sempill, con la misión de recordar
a sus otros “fieles” que su ambición por expulsar al “usurpador” George156 no se ha
debilitado. Poco después, Thomas Carte, amigo de Inese, se pregunta si no sería
oportuno contactar con las redes de los diferentes clubes dedicados a la causa. Como

                                                            
156
Ibid. Volumen 82, fº 211 rº. Octubre de 1738.

85
 
sabemos, la noción de club sobrepasa ampliamente a la de logia, pero sin excluirla,
como lo confirma Boyer d’Argens. Según Carte, este contactar en red tendría la ventaja
de acrecentar la capacidad de reacción de los adherentes en tiempo real. Jacobo prefiere
no dar continuidad a la iniciativa, quizá por no correr el riesgo de perder el beneficio de
la decisión de retirada operada algunos meses antes. Al menos, se entiende que no
habría lugar para el debate si estos clubes fueran poco numerosos.

Es en Roma, más que en París, que los hannoverianos sacan provecho de la situación; y
se hace bien patente entonces que la dimensión espiritual de la Bula queda en segundo
plano. En enero de 1739, Jacobo III es recibido en audiencia en el Vaticano para
concertar con el Papa las medidas a tomar a fin de interrumpir la actividad de los
émulos de la Cucchiara. Si se tratara solo de la fe, sería únicamente el Papa, o sus
cardenales, a los que correspondería decidir las medidas a tomar. El hecho de discutir
del asunto con su huésped insigne confirma por el contrario que la política es
claramente la preocupación central. Se prometen incluso recompensas a cualquier
ciudadano que permita interrogar a los jefes de logia refractarios a la Bula157. De golpe,
Stosch finge encontrar la maniobra absurda, ya que, según él, todas las logias de Roma
han cerrado sus puertas. Pero, se trata aquí, de la habitual coquetería y afán de
protagonismo por su parte158, que él adereza cuestionando a Thomas Dereham, el cual
se encuentra en las puertas de la muerte y no puede pues desmentirle. Al menos el
disparo de advertencia es suficiente como para disuadir a los hannoverianos de persistir
en ello. El problema de desplaza más bien a Florencia donde la Inquisición lanza una
serie de detenciones, teniendo diversos nombres muy presentes desde las locuras de
1737 contra el príncipe Carlos-Eduardo.

Que después de la In Eminenti los francmasones hannoverianos de Roma persistan en


reunirse, es bastante natural, puesto que los argumentos religiosos no los implican en
nada, al ser mayoritariamente no católicos. Adoptan por su parte la misma táctica que
los jacobitas: reforzar el secreto; pero empeñan en ello menos precauciones, y sobre
todo, continúan ofensivos. Es por lo que Jacobo III se acerca al Papa para convenir la
represión a seguir contra esos rivales tan incómodos. El Lancashire Journal revela que
estos dos hombres quedaron para discutir de este asunto el 24 de enero de 1739159.
Como consecuencia de ello, se emite un decreto renovando los términos de la Bula, con
la promesa de recompensar con cien coronas de oro a quien revele el nombre de los
jefes de la logia o indique el lugar de su reunión. ¿Acaso habría habido necesidad de
esto, si la Bula hubiera inspirado un temor inmediato y real? ¿Se movería Jacobo III si
la amenaza contra él y su causa fuera superficial?

                                                            
157
Lancashire Journal, 12 de febrero de 1739, (nº XXXIII). “Roma, 24 de enero. El caballero de Saint-
Georges tuvo recientemente una audiencia y una larga entrevista con el Papa. Se ha publicado un decreto,
renovando la condena de la Fraternidad de los francmasones, con una promesa de recompensa de cien
coronas de oro a cualquiera que descubra a los jefes o miembros de ésta sociedad, al igual que a aquellos
otros que indiquen el lugar donde se reúnen en ésta ciudad.”
158
NA, SP 98/41. Carta de Philip von Stosch, alias John Walton, 2 de febrero de 1739. El Papa “persiste
en la idea de merecer el título de perseguidor de herejías a expensas de los Francmasones. Es notorio que
en Roma han cesado las asambleas, salvo en el caso de los viajeros ingleses antes incluso de la Bula de
excomunión, a causa que no han querido admitir ni servicio doméstico ni adherentes declarados del
Pretendiente. No obstante esto, Su Santidad ha hecho desde hace pocos días emanar un nuevo edicto
prometiendo una suma considerable de dinero a todos aquellos que revelen los secretos de los
francmasones, y que denuncien al gobierno los lugares de sus clandestinas asambleas”.
159
Lancashire Journal, 12 de febrero de 1739.

86
 
En Holanda, en el número de febrero de 1739 de su periódico Mercurio histórico y
político, Rousset de Missy confirma el hecho. “El Pretendiente ha tenido una larga
audiencia con el Papa, y algunos días después el secretario hizo publicar un edicto
contra la Sociedad de los francmasones, que por aquí llaman secta. El gobierno promete
una recompensa de cien escudos a aquellos que descubran a los jefes o a algunos
miembros de ésta Sociedad, y a aquellos que indiquen el lugar donde se tienen las
asambleas, con la promesa de perdón y absolución necesaria a aquellos de ésta Sociedad
que se entreguen. Se conjetura que es el Pretendiente quien ha obtenido este edicto, en
el temor que se conspira contra él en las asambleas tan secretas de esta Sociedad,
ordinariamente presididas por un inglés.160”

Por su parte, Stosch asegura que este decreto no tiene sentido, ya que, desde hace largo
tiempo, las reuniones se han interrumpido. Ello no impide que insista todavía sobre las
incompatibilidades políticas. “Es notorio que en Roma han cesado las asambleas, salvo
en el caso de los viajeros ingleses, antes incluso de la Bula de excomunión, a causa que
no han querido admitir ni servicio doméstico ni adherentes declarados del Pretendiente.
No obstante esto, Su Santidad ha hecho desde hace pocos días emanar un nuevo edicto
prometiendo una suma considerable de dinero a todos aquellos que revelen los secretos
de los francmasones, y que denuncien al gobierno los lugares de sus clandestinas
asambleas.161” Recordemos el jaleo llevado a cabo en 1734 en los alrededores del
palacio Muti. Y restablezcamos el equilibrio respecto a las declaraciones truncadas del
barón. Cierto, hay razones para precisar que los hannoverianos ponen coto a las
infiltraciones jacobitas. Pero igual sucede a la recíproca, si bien sucede en el silencio,
prefiriéndose glosar sobre la supuesta malvada influencia de Dereham.

Evidentemente, las alusiones al “servicio doméstico” y a “los adherentes declarados del


Pretendiente” son a comparar con la revelación anterior sobre los apuros infligidos a los
servidores de Irwin y de Hales en enero de 1736. A falta de disponer de los procesos
verbales de su audición, las conjeturas autorizan dos hipótesis. O bien este servicio
doméstico era compuesto por fisgones retribuidos por Stosch con finalidad de vigilar a
sus señores, o bien actuaban bajo orden de estos para tratar una intrusión en la logia de
los hannoverianos. Sea cual sea la respuesta, parece ser que los jacobitas, a pesar de un
temor pasajero, han conservado por su parte una perfecta inmunidad. Por otra parte, no
se tiene conocimiento de que se haya dado ninguna orden a Charles Radcliffe, tanto en
ese momento como en 1734, para tener a rienda a los Hermanos bajo su gobierno.

Todo lleva a creer que continúan reuniéndose como antes pero reforzando su propia
censura respecto a candidatos a la iniciación que sean poco seguros. Al menos sobre
este punto, un adjunto de Fane es bastante claro. El (futuro) famoso Horace Mann
(famoso en razón de su correspondencia directa con Robert Walpole), entra al cabo de
poco al servicio de la representación diplomática de Inglaterra residente en Florencia, y
permanecerá allí cerca de medio siglo. De paso, se hace admitir en la logia florentina.
Ahora bien, de igual modo que teme por su parte las maniobras oblícuas de Stosch,
juzgándole un tanto “vicioso” (vicious man), cuida en observar que los jacobitas han
dispuesto en lo sucesivo un especie de muralla en torno a ellos casi imposible de
franquear. Adivinando que todo gira en lo sucesivo en torno al príncipe Carlos, y que se
trama un nuevo proyecto para restaurar la dinastía de los Estuardo al otro lado de la

                                                            
160
Mercure historique et politique, febrero de 1739, p. 130.
161
NA, SP 98/41. Carta de Philip von Stosch, alias John Walton, 2 de febrero de 1739.

87
 
Mancha, deplora no poder saber más sobre el particular. Los secretos son
impenetrables162.

Lo poco que Stosch y Mann están en disposición de afirmar es concerniente a los lazos
renovados con los suecos. Una veintena de años antes habían sido fuertes luego se
relajaron. Ahora, parece que una cooperación militar estuviera en estudio. Stosch
designa incluso al conde Nils Bielke como a uno de los principales agentes activos en
este sentido. De hecho, nacido el 12 de enero de 1706 en Estocolmo, Bielke es iniciado
entre los años 1720-1730 aprovechando una estancia largamente prolongada en París,
antes de pasar a Roma y de obtener, gracias a los apoyos de Francia y de Jacobo III, un
puesto de senador. Bajo órdenes de Luis XV, el conde de Clermont consiente incluso en
otorgarle una pensión anual de seis mil libras retenida de los beneficios de la abadía de
Saint-Germain-des-Prés163. Aunque sea en las intrigas, esto se admite, en la medida que
sus contemporáneos hacen alusión a ello164. Continuará todavía muy presente a
principios de los años 1750.

Con el transcurrir de los meses, una ilustración viene a mostrar el malestar que Stosch
es capaz de inspirar en el corazón de su entorno más próximo, a través de las
confidencias –o confesiones- de los florentinos que la Inquisición se decide finalmente a
interrogar. En Los Archivos secretos del Vaticano y de la Masonería José Antonio
Ferrer Benimeli da cuenta en un relato detallado de las peripecias que agitan al gran
ducado por aquel entonces165. Dos o tres observaciones y algunos complementos bastan
para darse una idea correcta de la situación y, por carambola, del último período de su
vida que el barón aborda.

Al igual que sus semejantes en Roma, los Hermanos hannoverianos de Florencia


continúan reuniéndose. Pero, de semana en semana, cada vez detestan más a Stosch. En
particular, deliberan la manera de modificar el día de reunión de la logia para evitarle.
El sábado, por ejemplo, resulta el más indicado ya que ha de ir al apartado de correos
para ocuparse de la correspondencia que recibe o envía. Es este un ritual profano al que
no puede ni debe faltar, por la buena razón que le va en ello el ganarse el pan de cada
día. Por supuesto, Stosch no es insensible a estos reveses de la fortuna pero se guarda
muy mucho de significárselos a su superior oficial, el duque de Newcastle, el cual, para
garantizarse estar mejor informado, conserva igualmente la posibilidad de informarse a
través de los despachos de Charles Fane o de Horace Mann.

He aquí por qué, en abril de 1739, cuando el cardenal Neri Corsini, sobrino del Papa,
toma finalmente la iniciativa de escribir a François-Étienne de Lorena sobre esta
                                                            
162
Ibid. 105/281. Carta de Horace Mann, 24 de agosto de 1739. “It almost impossible to dive into their
secrets.”
163
Ibid. 98/41. Cartas de Philip von Stosch, alias John Walton, 22 de julio y 9 de septiembre de 1737.
164
Lettre historique et politique, tomo CII, mes de marzo de 1737, Herman Huyewert, Amsterdam, 1737,
pp. 245-246. “El marqués Fragipani, senador de esta capital, habiendo fallecido, como sea que es
constumbre no donar nunca este cargo a un romano, Su Santidad se ha decidido en favor del conde
Bielke, sueco, al que aquí nombran como Bielki, y que se retiró a esta ciudad hace unos dos años, después
de haber abjurado de la religión evangélica. Desde ese momento, el Papa y su familia lo han colmado de
honores y beneficios. Tan pronto como el cardenal secretario de Estado le hizo saber que el Papa lo había
elevado a esa dignidad, se dirigió a Su Santidad para agradecérselo y luego al cardenal Corsini, al duque
de Saint-Agnan y al Caballero de Saint-George con el fin de testimoniarles su reconocimiento a los
buenos oficios prestados en su favor.” 
165
FERRER BENIMELI, José Antonio, Les archives secrètes du Vatican et de la Franc-Maçonnerie,
Dervy, París, 1989.

88
 
cuestión tan delicada de la francmasonería en su ducado de Toscana, este prelado se
muestra más cómodo que el año anterior. No ya solamente, no ignora las relaciones
personales de François-Étienne con los Hermanos hannoverianos y protestantes, sino
que conoce el trastorno que Stosch inspira cada vez más en su propio campo.

Hábilmente, Corsini aminora los ataques contra la francmasonería como tal a fin de
deplorar mejor el uso que el barón hace. Más allá del cotilleo de mala fe -es preciso
decirlo-, consistente en blandir la acusación de impiedad e inmoralidad, su
preocupación es mostrar que un hombre que practica demasiado el disimulo no puede
ser una buena compañía. Al estar excluida la posibilidad de su arresto, ya que su estatus
de extranjero y agente oficioso de Inglaterra lo protege doblemente, expulsarlo con
urgencia sería una buena cosa. Mientras tanto, el venerable de la logia merecería la
misma suerte, a saber Robert Raymond, sucesor del conde de Middlesex.

El duque François de Lorena sabe que antes de su entrada en Florencia el consejo de


regencia formado después de la muerte de Gaston de Médicis para asegurar la
continuidad de los asuntos no ha querido registrar la Bula y darle la menor aplicación.
Considerando que lo que se cumple en logia no participa en nada de la religión, ha
diferido el momento de pronunciarse sobre su validez. Este consejo era presidido por el
príncipe Marc de Beauvau-Craon, su gran escudero, del que no se puede ignorar su
inclinación a la vez hacia la masonería y los jacobitas. En efecto, al menos dos de sus
hijos son iniciados, y sus relaciones con Jacobo III son cordiales desde hace tiempo,
antes del exilio italiano, cuando este último residía en Bar-le-Duc166. El 28 de junio de
1737, cuando la visita de Carlos-Eduardo a Florencia, aprovechó esta ocasión
excepcional para reiterarle sus respetos y dedicación167. Aconsejado por Craon, el duque
no puede pues ignorar que hay que jugar fino.

¿Nuevo Salomón? En este caso, la solución que se dibuja es la más equilibrada posible.
Menos de una semana después de la carta de Corsini, el duque se pronuncia
abiertamente por la expulsión de Stosch. He aquí los pasos que ejecuta en dirección al
papado. No es por tanto que acepte la Bula y movilice su policía para velar por la buena
ejecución de la orden. Mientras que presta un oído complaciente a Horace Mann que
viene de defender la causa del reprobado, solicitando la clemencia de parte de su amigo
Newcastle, autoriza solamente el arresto de dos Hermanos italianos, y es así que
comienza el célebre proceso de Tomaso Crudeli; pero no hace más. Le viene incluso la
idea de dejar rápidamente la Toscana para volver a Viena al lado de su esposa la
emperatriz, lo que le evitará toda preocupación ulterior. Dicho de otra manera, a la
postre es François-Étienne de Lorena el que se va, mientras que, a pesar de la
reprobación oficial, Stosch se queda.

                                                            
166
RAW, SP 9/56. Carta de Jacobo III a Marc de Beauvau-Craon, 6 de julio de 1716. “Tengo el placer de
ver que la ausencia y el alejamiento no os hacen olvidar vuestros antiguos amigos. Puedo aseguraros que
a mí me sucede parecidamente, y que no olvidaré nunca la mistad recibida de vos.” Jacobo III está
entonces en Aviñón, de vuelta de su desgraciada expedición al otro lado de la Mancha.
167
Ibid. SP 198/85. Carta de Marc de Beauvau-Craon a Jacobo III, 28 de junio de 1737. En 1740, Jacobo
III confirma, habiéndose el príncipe de Craon trasladado a Roma: “El príncipe de Craon vive todavía
aquí, lo veo a menudo, es uno de mis amigos íntimos, y lo es desde hace largo tiempo. Nos llevamos
todos bien.” (Ibid. SP 222/66. Carta de Jacobo III a Daniel O’Brien, del 11 de mayo de 1740). Algunas
semanas más tarde, Craon está de vuelta a Florencia, y con ocasión de una cena con Horace Mann,
efectúa un brindis a la salud de Jacobo III.

89
 
Después de esta partida, es otro Lorena, Emmanuel-Dieudonné de Nay, conde de
Richecourt, quien gobierna la Toscana en nombre del duque. El mismo también
Hermano, y pragmático por educación, entiende que hay que resistir a las intrusiones
del Santo Oficio. Conceder de algún modo un mínimo para salvaguardar un máximo.
Dejando proseguir la instrucción del proceso Crudeli168, en un informe destinado a su
soberano169 no deja de recordar que las pretensiones de la Inquisición son, por principio,
siempre exageradas. Y, viendo de colocar las malicias en alguna parte, tampoco hay que
atribuirlas automáticamente a las víctimas. Sabiendo que únicamente Dios puede
realmente sondear los corazones, explica, los hombres que han de juzgar sobre una
acusación deben preocuparse no solamente de a quien mira, sino quién la lanza.
Cualquier inquisidor, por sus funciones, culpabiliza siempre a aquellos que caen entre
sus manos. De igual modo, basta con hacer correr un rumor malvado entre la población
para que cualquiera pueda ser sacrificado sobre el altar de un bien imaginario. He aquí,
a su modo de ver, un fenómeno del que son víctimas la mayor parte de miembros de la
logia florentina en general, y los reprobados cuyos nombres son echados como pasto en
la opinión.

La ignorancia o el fanatismo llevan a menudo a denunciar inocentes. Son diferentes,


salen de lo ordinario; luego, se les condena sin la menor reflexión. Cuando el vulgo
considera que la francmasonería constituye “una sociedad herética”, es por la única
razón “que no la conoce”. Sin duda, añade Richecourt, Florencia abriga espíritus fuertes
(sobrentendido: espíritus indóciles, libertinos, revoltosos), quizá haya quienes
“merezcan realmente este título y por consecuencia ser castigados, pero para esto es
preciso pruebas bien claras”. En suma, hace falta luz. Y Richecourt practica una suerte
de silogismo. Para poder pronunciarse bien sobre un asunto, es menester conocer el
fondo del mismo. Como sea que aquellos que no pertenecen a una logia no pueden
saber positivamente lo que allí sucede, en consecuencia no son creíbles. En
contrapartida, los Hermanos, por su parte, poseen la ventaja de saber que nada ofende
las buenas costumbres. Así pues, de por sí, la condición masónica de Stosch, al igual
que la de Crudeli, no justifica una persecución.

Hay otro motivo no explicitado en este informe, pero que se adivina fácilmente a través
del testimonio de terceros que Richecourt acoge en el palacio de Pitti, sede de su
gobierno. Florencia es una ciudad cosmopolita. Su patrimonio artístico atrae muchos
extranjeros. En términos actuales, digamos que es una ciudad muy turística donde las
divisas corren fácilmente. Desde entonces, no importa que ciudadano de cepa o de
adopción, cuya actividad consista en valorar los objetos de arte, y el mercado que estos
suscitan, merece una cierta deferencia. ¿No es acaso éste el caso de Stosch? Con motivo
de una conversación con el Hermano Jérôme-Joseph de Lalande en 1766, el conde le
confiara que “con el fin de retener por más largo tiempo en Florencia a los ingleses que
aportaban mucho dinero, los indujo a tomar gusto por hacer un curso de medallas en
Florencia, en el gabinete del gran duque. Esto los ocuparía alrededor de cuatro meses, y
procuraría también un presente honesto al guarda del gabinete.170” Se revela que ésta es

                                                            
168
El encarcelamiento de Crudeli comienza el 9 de mayo de 1739, cuando el Santo Oficio lo hace
encerrar en la iglesia de la Santa-Croce de Florencia. Los interrogatorios no comienzan realmente hasta el
10 de agosto siguiente. Su iniciación data del verano de 1735.
169
Archivos del Estado, Consejo de Regencia, 336. Informe de Emmanuel de Richecourt.
170
LALANDE (DE), Joseph-Jérôme LE FRANÇAIS, Voyage d’un Français en Italie faits dans les annés
1766-1767, tomo 2, Desaint, París, 1769, pp. 256-257.

90
 
la exacta situación vivida en 1732 por el equipo de británicos que han participado en la
fundación de la logia.

Así, una vez pasada la tormenta, Stosch goza de una especie de inmunidad. Pero no
obstante desacreditado, sospechoso a ojos de casi todo el mundo. Solo se le tolera en
proporción a las competencias que este posee en materia de arte y arqueología. Su
correspondencia con sus valedores de Londres se resiente. Ella pasa a tener menos
cuerpo, más imprecisa. Mientras que él se inquieta con las maniobras romanas de Bielke
sin alcanzar saber su finalidad, ve como Horace Mann aumenta en Florencia su propio
ascendente y ganar una reputación más honorable. No teniendo otra cosa que la Orden
del Búho como ocupación intermitente, no parece retomar de alguna manera el camino
de una logia. Al menos se puede asegurar que los jacobitas mantienen entre sus líneas
las consignas de antaño: este espía no merece ningún cuidado. En 1743, por ejemplo,
William MacGregor, un experto en la materia, ya que será uno de los organizadores
secretos de la expedición militar llevada a cabo dos años más tarde por Carlos-Eduardo,
se contentará con recordar que lo castigó en Florencia y que se convertirá en el
complaciente de otro mucho más hábil e inteligente que él171.

Pero volvamos a las motivaciones de Jacobo III cuando es publicada la Bula de 1738 y
cuando aprueba, incluso solicita, algunos meses más tarde el edicto apelando a la
denuncia de los francmasones de Roma. Todo bien sopesado, no teme solamente las
locuras de los hannoverianos; en su propio campo los Hermanos están lejos de cohabitar
en buena inteligencia. Incompatibilidad de humores, intereses personales
contradictorios, divergencias sobre los proyectos políticos a realizar, sin olvidar las
apreciaciones conflictivas sobre la elección religiosa, todo esto se mezcla y entremezcla
en ocasiones tan estrechamente que las ambiciones de unificación de la fraternidad
vacilan. El fenómeno comienza a convertirse en flagrante en 1736.

                                                            
171
MAE, serie Mémoires et documents, sub serie Angleterre, volumen 83, fº 93. Cartas de William
MacGregor, alias William Maxwell, 3 de junio de 1743.

91
 
92
 
8. Una incierta pedagogía del humor

En el Don Quijote de Cervantes, el Toboso es una villa imaginaria donde reside una
noble dama que encarna todas las virtudes y delicadezas de la feminidad, y que el
caballero errante espera maridar. Convencido que gracias a sus hazañas, contribuirá a
hacerla tan famosa como lo fue Elena de Troya, no deja de idealizarla. ¡Oh Dulcinea!
Por largo tiempo –él cree- permanecerá en la memoria de los hombres, ya que ella habrá
sabido despertar en él un amor tan sublime, una valentía y una firmeza tan raras, una tal
superioridad conquistadora en las batallas, que el renombre alcanzado los situará a
ambos en el firmamento de los ejemplos a seguir. Imposible escapar a este esplendor del
destino.

Cuando, hacia 1725, Ezequiel Hamilton funda la Orden del Toboso, no está falto de
aplomo. Lo burlesco no le asusta, antes al contrario. Gran lector de biografías
verdaderas o noveladas, su intención no es tampoco tomarla demasiado en serio. Sin
embargo, bajo los efectos de una parodia, su objetivo es restablecer o consolidar lazos
entre los distintos amigos jacobitas que la diáspora ha dispersado en la mayor parte de
países de Europa. Sin olvidar las islas británicas, los hay en Rusia, en España, en Italia
en Francia, en Holanda y en otros países. Su ventaja es la de conocer bien a los más
eminentes de entre ellos y poder dedicar mucho más tiempo al desarrollo del entramado
de su red, gracias a la abundante correspondencia epistolar.

Eclesiástico anglicano formado en el Trinity College de Dublín, había estado muy


implicado en la insurrección de 1715. En defecto de dedicarse a las armas, se ofreció
para actuar de mensajero entre los diferentes actores de primera línea. La derrota lo
llevó primero a Aviñón y luego a España donde acompañó al duque de Ormonde en
funciones de secretario. Como el duque ya poseía muchas relaciones, Hamilton
multiplicó las ocasiones de conocer, de cerca o de lejos, la gente más relevante. Sin
olvidar a las damas, se hizo agradable a muchos. Así trabó relación con Francis
Atterbury, y a la vez con Thomas Salked. Con el transcurrir de los años, se mostró como
un contacto seguro de sí mismo y de las influencias que podía tener.

Lo que nos permite calcular la fecha del lanzamiento de su singular caballería es un


documento de 1734, al pie del cual, asegura encontrarse en el octavo año de su gran
maestría172, sabiendo sin embargo que la ha ejercido con discontinuidad, habiendo
tenido ocasión de ceder su plaza a William Livingstone, vizconde Kilsyth173. No es
improbable que haya que ver en ésta innovación una reacción a las turbulencias que
afectaron los medios jacobitas con motivo de la desgracia infligida al duque de Mar.
Esto sería, en cierto sentido, una alternativa cómica a la austera maestría escocesa. Y la
juega tan bien que logra seducir a los dos hijos de Jacobo III, confiriéndoles los títulos
de protectores de la Orden. En 1732, es cosa hecha. A su modo de ver, la farsa y la burla
no son obstáculos para el ejercicio de una buena pedagogía. No obstante, tiene en mente
para ellos ambiciones más elevadas, en el sentido que le parece a cada día que pasa que
                                                            
172
HMC, Reports on the Manuscripts of the Earl of Eglinton, sir J. Stirling Maxwell, bart, C.S.H.
Drummond Moray, Esq. C. E. Weston Underwood, Esq. And G. Wingfield Digby, Esq., Eyre and
Spottiswoode, Londres, 1885, p. 185.
173
Ibid. p. 178. Carta de William Hay, Roma, a George Gordon, 2 de febrero de 1732.

93
 
la reconquista de los reinos perdidos no podrá hacerse tras el sendero de su rey. Sus
esperanzas están más bien encarnadas en la persona de estos dos príncipes, y en primer
lugar en la del primogénito Carlos-Eduardo.

Si bien no recluta sus efectivos exclusivamente entre los francmasones, muchos ya lo


son o no tardarán mucho en llegar a serlo, por bien que si se compara el repertorio de
esos caballeros con el de los Hermanos el porcentaje de coincidencias es elevado. Entre
otros, ese es el caso de los dos hermanos James y George Keith. Cuando hemos
consultado los repertorios de los libros de actas de la logia romana transcritos por
Hughan, ese ha sido también el caso para William Hay, John Stewart y Mark Carse. El
mismo Hamilton comparte la doble pertenencia, hay pues imbricación estrecha de las
dos instituciones. De golpe, uno puede llegar a pensar que sus afinidades inclinan a los
interesados a formar un grupo estrechamente solidario de “gentes honestas”, según
expresión conocida también bajo su pluma. Esto no es lo que se observa cuando,
justamente, sale a debate la cuestión de las ambiciones a inspirar respecto de Carlos-
Eduardo.

Una primera crispación se anuncia en otoño de 1733. Crece un desacuerdo profundo


entre Hamilton y otro Hermano en el seno del Toboso, el cual es igualmente Hermano
en masonería: James Murray, el mismo que se subleva en 1719 contra los clubes
formados en Roma, de los cuales uno se reunía en casa de Kilsyth174, y cuyo club
encontraba agradable frecuentar después del de París. Al igual que Hamilton, está
convencido que Carlos-Eduardo, del que es gobernador, logrará zafarse rápidamente de
la férula de su padre para imponerse como jefe de la causa, sin embargo quiere
conservar el ascendente adquirido sobre su alumno y ve con mal ojo la competencia que
un tercero pudiera hacerle. De donde su desconfianza creciente respecto a Hamilton,
que llega hasta la ruptura.

Finalmente es Hamilton quien acaba pagando los platos rotos y se ve obligado por
orden de Jacobo III a alejarse del palacio Muti. Al barón Stosch no se le pasa el
incidente por alto. El 6 de febrero de 1734, en la misma carta que celebra evocando las
preocupaciones ocasionadas a Radcliffe por el Vaticano, por razón que la juventud se
divertía demasiado por la noche en su casa, observa lacónicamente: “El padre Hamilton,
capellán protestante del Pretendiente, desterrado finalmente de Roma, llegó aquí a
Livorno ayer noche y se alojó en la misma casa con el general Macdonald y otros
oficiales irlandeses.175” No se sabe si Hamilton reunió de inmediato a algunos
caballeros que estarían disponibles a su lado. Al parecer no fue así, ya que los
cortesanos del rey que le eran favorables prefirieron no mostrar abiertamente su apoyo.

En abril, vuelve de incógnito a Roma, pero es rápidamente desenmascarado en un


albergue y obligado a largarse de nuevo, ésta vez definitivamente. Furioso, el 22 del
mismo mes, diciendo estar en el castillo de Radicofani, en la provincia de Siena en la

                                                            
174
HISTORICAL MANUSCRIPTS COMMISSION (HMC), Calendar of the Stuart Papers belonging to
his Majesty the King, volumen VII, Londres, 1923, p. 515. Carta de James Edgar a John Paterson, 9 de
noviembre de 1718. “Los Lores Kilsyth y Kingston, y los Señores Menzies, Colier, Cockburn y Hay
tienen su cena preparada por el cocinero de Urbino en casa de Lord Kilsyth. Clephan es acogido en casa
de Lord Southesk y comerán juntos. Los Señores Stuart y Mackenzie harán, me imagino, un club entre
ellos, y el resto no ha determinado todavía como comerán.”
175
NA, SP 98/37. Carta de Philipp von Stosch, alias John Walton, Florencia, 6 de febrero de 1734, a
Henry Pelham, duque de Newcastle, Londres, 6 de febrero de 1734.

94
 
Toscana, publica urbi et orbi un edicto asesino contra su rival. En siete puntos, lo acusa
en suma y de manera desordenada por haber:

1. Faltado a la cortesía respecto a la protectora de la Orden, en este caso Elizabeth


Caryll,
2. Formulado, en Villa Ludovici de Roma y ante el Hermano Patrick de la Ardicate
Espada (Espada llameante), palabras ridiculizando a la Orden,
3. Falta de valor durante la insurrección de 1715.
4. Protesta por propia autoridad ante el subgobernador de Roma la expulsión
definitiva recientemente ordenada contra él, bajo la forma de un edicto escrito en
“estilo gótico y en latín bárbaro”, si bien habría dado con ello la “prueba insigne
de su hostilidad a la verdadera caballería”,
5. Haber cometido anteriormente un abuso de confianza a expensas de Lord
Kintore pidiéndole una suma exagerada después de haberle rendido un servicio,
6. Actuar contra los intereses económicos de Escocia cuando vivía en ella,
7. Haber recibido una formación de abogado en su juventud sin tener las
capacidades para ejercer el oficio, y ser por añadidura un muy mal poeta176.

En el transcurso del verano, la presencia de Carlos-Eduardo en el sitio de Gaeta donde


recibe su bautismo de fuego, y la aplicación con la que se instruye sobre las tácticas
empleadas refuerza cada vez más en todos la idea que es el único Estuardo capaz de
afrontar muy pronto el desafío de una nueva expedición al otro lado del canal de la
Mancha. Por lo demás, ha retomado temporalmente el antiguo pseudónimo de su padre,
Caballero de San Jorge, y quiere honorar el grado de general que le ha sido conferido.
Hamilton mantiene por consecuencia su idea en el sentido que hay que presionarlo para
que se emancipe, y haga imponer su voz entre los suyos. Y si bien Murray no diverge
mucho sobre este punto, no obstante el contencioso existente entre los dos hombres se
agrava. El primero trata de hacer actuar a intermediarios para condicionar a Carlos que
actúe de acuerdo a sus puntos de vista; el segundo, teniendo la ventaja por sus funciones
pedagógicas de estar a diario a su lado, se esfuerza en todo lo contrario.

De vuelta al palacio del rey, Murray se aprovecha lo mejor que puede de ésta querella
que continua en lo sucesivo en la distancia. Para dar respuesta a las malevolencias y
calumnias desencadenadas por el edicto de Hamilton, hace imprimir en Edimburgo una
memoria como réplica en la que se defiende punto por punto, esforzándose por
ridiculizar a Hamilton en el protagonismo que éste se ha dado creando la caballería del
Toboso177. Se hubiera podido entonces poner término a las tribulaciones de uno y otro
acaecidas por sacar a la luz ciertos hechos más en relación con la francmasonería
propiamente dicha. Al contrario, es tratando de comprender como el Toboso se
mantiene bajo la férula de Hamilton, y cómo reaccionan los Hermanos en masonería
que se implican, que uno se da cuenta hasta qué punto Jacobo III está preocupado por
los efectos negativos de las divisiones existentes entre sus súbditos. El malestar se hace
por otra parte tan profundo que Hamilton es fuertemente presionado para que abandone
la Toscana e incluso para que se vaya de Italia, refugiándose durante un primer tiempo
                                                            
176
HMC, Reports on the Manuscripts of the Earl of Eglinton… op. cit. pp. 184-185.
177
MURRAY, James, Some Observations made by the Earl of Dunbar, on a Paper lately published by
Mr. Ezekiel Hamilton, who tho’ a Clergyman in Holy Orders, has thought fit to declare himself Successor
to Don Quixote, by assuming the grotesque Title of Grand Master of the Order of Toboso, and under that
Name to publish his Calumnies against the said Earl in an infamous Libel, of which here follows an exact
copy, Edimburgo, 1735.

95
 
en París, antes de pasar a los Países Bajos. Quizá es también porque no ignoran lo que
sucede entre sus rivales, sintiéndose cómodos los hannoverianos de la Cucchiara para
sembrar su propia cizaña.

Marquemos algunos hitos en el calendario. En enero de 1736 es detenido el servicio


doméstico de Irwin y Hales, miembros de la logia jacobita; son liberados a comienzos
de febrero. El 22 de abril, encontrándose en Aviñón junto al duque de Ormonde, el
conde Marishall, caballero del Toboso y Hermano en masonería, escribe a Francis
Sempill que Hamilton ha dejado París para encontrarse con ellos; al mismo tiempo se
inquieta por las gestiones secretas emprendidas con dirección a Jacobo III por John Hay,
cuñado de Murray. Entre mayo y junio vemos al mismo Marishall preocuparse por la
suerte de Hamilton pasado de Francia a los Países Bajos. En el transcurso del verano, es
Radcliffe of Derwentwater quien deja a su vez Italia para volver a París y resituarse en
la Gran Logia de los masones pretendiendo la sucesión de su viejo amigo MacLeane en
diciembre. ¿Qué pensar de todo ello?

En primer lugar, no resulta superflua una breve precisión en cuanto al método. En


primera lectura, el correo de Marishall sugiere que el gran maestro que tiene en cuenta
es el de la francmasonería. Esto parece ser evidente cuando se sabe la actividad de los
protagonistas citados. Tal es la interpretación de Pierre Chevallier en una de sus
obras178; y tal fue la mía después de consultar las cajas conteniendo los documentos
jacobitas conservados en el Ministerio francés de Asuntos exteriores179. En un primer
momento, ésta sería la interpretación a tener en cuenta, salvo que es imposible mantener
este punto de vista en cuanto se procede a la confrontación de estos archivos con los del
castillo de Windsor, por una parte, y con los correos de Hamilton interceptados por el
servicio postal, y luego impresos mucho más tarde en 1885180.

John Hay, conde de Inverness, cae por su parte en desgracia en abril de 1727 y se
refugia en Aviñón cuatro años más tarde. Sabiendo que se encuentra en camino hacia
Roma, Marishall teme que se entregue a nuevas intrigas y aumenta a la vez los rumores
a expensas de Hamilton y de los amigos de su misma opinión. Lo que este escribe
revela un sentimiento de profundo desprecio e inquietud ante la imposibilidad de activar
un contrafuego181. Según él, los dos cuñados Hay y Murray actuarían con tanta malicia
que cegarían al rey y a sus consejeros. Por su parte, Hamilton los trata de zorros (foxes)
o en latín de “par ignobile fratrum”.

El admirador de don Quijote está convencido de tener un buen tino ejemplar y acusa a
sus rivales de batirse contra los molinos de viento. A pesar de ello, en agosto, es

                                                            
178
CHEVALLIER, Pierre, La première profanation du temple maçonnique, Vrin, París, 1968, p. 16.
179
KERVELLA, André, Aux origines de la Franc-maçonnerie française (1689-1750), exilés britanniques
et gentilshommes bretons, Le Prieuré, Rouvray, 1996.
180
HMC, Reports on the Manuscripts of the Earl of Eglinton… op. cit. pp. 452-520.
181
MAE, serie Mémoires et documents, sub serie Angleterre, volumen 84, fº 158. Carta de Marishall,
Aviñón, a Francis Sempill, 22 de abril de 1736. “El gran maestro ha llegado, gracias al cual he tenido el
placer de saber que os dejó en París en buen estado de salud; vuestro silencio hacia mí y el duque de
Ormonde nos había hecho temer a ambos que os pudiera haber sucedido un accidente en el camino. El
gran maestro no ofrece una perspectiva muy agradable de las cosas, y teme, al igual que nosotros, que las
últimas gestiones de In[verness] solo crean infinitos prejuicios. En realidad dichas gestiones son tan
curiosas que apenas puedo achacarlas completamente a la locura y la vanidad. Esto parecería casi una
bribonería, porque saben los inconvenientes que suscitan; toman siempre los caminos que saben
degradantes.

96
 
Sylvester-Louis Lloyd quien escribe desde Spa a George Waters, otro banquero y
Hermano, diciéndole que tuvo ocasión de observar a Hamilton de cerca y que le ha
parecido más bien excéntrico, de carácter poco tratable. “Parece estar enfadado contra
todo el mundo y falto de estima hacia sí mismo. Viaja como un esgrimidor, con una
espada escocesa y un escudo que muestra a todo el mundo. Dice ser gran maestro de
una orden de caballería militar y muestra a todo tipo de gentes un anillo como siendo la
insignia del honor que él puede conferir. En una palabra, habla con demasiada libertad
de las cosas pasadas y presentes, y no deja títere con cabeza por sagrado que sea el
personaje. Hay alguna cosa en su apariencia y maneras que me hace temer que su
cabeza no rija muy bien.182” Pongamos atención al detalle del escudo y la espada, ya
que es con estos elementos de panoplia que el mismo Ramsay imagina al perfecto
masón.

La opinión de Lloyd es compartida por un gran número de otros jacobitas, sea porque
no comprenden lo cómico de este admirador de Cervantes, o porque al natural les
resulta verdaderamente delirante. Pero tiene también simpatizantes. Y he aquí el escollo.
Algunos de ellos, siendo francmasones, por supuesto, no son muy propensos a la
neutralidad. Si no es cuando los trabajos de logia, o en el transcurso de los ágapes,
aunque estos dos momentos de la asamblea son a menudo indisociables, pueden sentirse
tentados por la manifestación de una idea preconcebida. De donde una amenaza de
discordia. La armonía tantas veces manifestada de palabra es incierta a la práctica.
Como muestra de ello una anécdota de 1737 relacionada con George Kelly, este mismo
unido a Hamilton.

Esta desconocida anécdota es justamente en la que se precisa la fecha de


institucionalización de la francmasonería a comienzos del reinado de Carlos II.
Resumiéndola, un corresponsal de Kelly ha permanecido recientemente en una ciudad
en la que funciona una logia jacobita. Después de la recepción de un neófito, el
banquete de clausura ha llevado a efectuar unos brindis. Se encuentra presente
Nathaniel Mist, el famoso impresor largo tiempo perseguido por el poder hannoveriano
por haber publicado panfletos virulentos. Se le pregunta si quiere honorar a alguien
dedicándole un brindis. Mist piensa en Murray, conde de Dunbar. Lo dice. El presidente
interroga a los otros comensales con la mirada, y eludiendo esta proposición, pronuncia
el nombre de Hamilton. Vejado, Mist se retira algunos momentos más tarde183.

En la medida que el epistolario no cita explícitamente a la francmasonería,


conformándose en esto a una prudencia largamente adoptada en su ámbito, se podría
llegar a pensar que se evoca a los caballeros del Toboso. Pero, insistiendo pues en el
hecho que la reunión participa de un movimiento aparecido en 1660 y nunca
interrumpido desde entonces, disipa por adelantado el equívoco. Kelly es por otro lado
un iniciado masón de envergadura puesto que se ha prestado a traducir al inglés, con el
objetivo de asegurar una amplia publicación, el discurso escrito por Ramsay con
ocasión de la elección de Radcliffe a la cabeza de la Gran Logia parisiense184. En cuanto
a la ciudad donde sucedió el acontecimiento, probablemente se trate de Boloña donde
sabemos que existía un “club escocés185” desde hacía tiempo, y a donde Mist se retiró
                                                            
182
RAW, SP 189/72. Carta de Sylvester Lloyd, Spa, a Georges Waters, París, Agosto de 1736.
183
HMC, Reports on the Manuscripts of the Earl of Eglinton… op. cit. p. 490.
184
Bodleian Library, Carte 226, fº 398. Carta de André-Michel Ramsay a Thomas Carte, 2 de agosto de
1737.
185
LOCKHART, George, The Lockhart Papers, William Anderson, Londres, 1817, volumen 2, p. 213.

97
 
en 1729 para escapar de una orden de encarcelamiento lanzada contra él desde el otro
lado del canal de la Mancha. Por lo demás, es también este antiguo impresor que,
habiendo conservado buenos contactos entre sus cofrades de Edimburgo, ha servido de
intermediario a Murray para asegurar la publicación de su memoria de 1735 contra
Hamilton. Con anterioridad, había dado buena acogida a la cizaña política concebida
por Philipp of Wharton, el antiguo gran maestro muy indisciplinado de la Gran Logia de
Londres y de la de París.

Como podemos ver, el ambiente es también de excitación entre los Hermanos. Resulta
incluso permitido preguntarse sobre lo implícito de la condena lanzada en contra de
Murray en abril de 1734, en cuyo artículo cuarto se denunciaba su intervención acerca
del subgobernador de Roma para obtener el destierro de Hamilton, si la misma formaba
parte de una especie de conspiración que habría urdido con una curiosa camarilla.
“James Murray, escocés, ha dado pruebas insignes de su hostilidad hacia la verdadera
caballería, de su despecho y envidia contra nuestra ilustre orden, conspirando con
magos y nigromantes impíos para eclipsar la gloria y el renombre de nuestros actos
inmortales y heróicos.” ¿Qué son pues esos magos y nigromantes? El ritual de la
Bóveda menciona igualmente a extranjeros que habrían deseado emplear la palabra
sagrada dada a Moisés “en sus experiencias mágicas y nigrománticas”; habrían querido
imitar a “ciertos sabios romanos” convencidos como estaban del poder de ésta palabra.
Nada de más reprensible para un Hermano, por consecuencia, que echar sobre él ese
defecto. Retomando formulaciones convenidas que sugerirían una traición de Murray en
provecho de profanos malintencionados, Hamilton ¿busca sembrar la confusión entre
aquellos masones, que residiendo en Roma, poseían el cuarto grado escocés?

Pero es de suponer que su caso será pronto arreglado en el palacio Muti, habida cuenta
lo mucho que aprecia Jacobo III los correos que este gran maestro le dirige en junio de
1737, justamente cuando Murray acompaña a Carlos-Eduardo de gran ciudad en gran
ciudad de la península italiana, con el barullo de Florencia como incidente mayor. Esta
vez, el requisitorio contra Murray es muy violento, puesto que lo acusa de actuar desde
hace largo tiempo contra los intereses del rey y de haber mantenido incluso una
correspondencia secreta con los enemigos hannoverianos, crimen a sus ojos castigable
severamente. Cabría suponer que las travesuras de los caballeros errantes fueran
relegadas al cajón de las fantasías por las que no habría que alarmarse mucho; pero no
es el caso que Murray se aproveche de una suerte de inmunidad. Al contrario, su
posición se revela igualmente con el transcurrir del tiempo muy incómoda, y molesta.

Haciendo caso a los documentos establecidos en la actualidad sobre los hechos que lo
involucran y que, por contragolpe, involucran a Carlos-Eduardo, podríamos llegar a
pensar que el rey se lo escuchaba. En realidad, desconfía de él y mucho. Hemos podido
saberlo gracias a una carta que este monarca in partibus escribirá en 1745 al agente más
seguro que lo representa en París, Daniel O’Brien. Gracias a ella sabremos que los dos
gobernadores de sus hijos, James Murray y Francis Strickland planteaban problemas
desde hacía años. Desde primer momento, habrían mostrado “un cierto espíritu de
irreligión” que querían inculcar a los dos príncipes. La “gran vivacidad” del mayor, “su
inclinación por toda suerte de diversiones, y un exagerado gusto que parecía tener por el
vino, les habría hecho creer falsamente que habían ganado un cierto ascendente sobre

98
 
él186”. Hasta la misma intimidad del palacio Muti, se habrían orquestado estas
maniobras.

En esta carta, la irritación de Jacobo III es expresada sin eufemismos. Lo que sorprende,
es el reproche de irreligión. Murray es protestante, y se sabe efectivamente que los
cardenales sospechaban que insinuaba en su principesco alumno sentimientos
anticatólicos, hasta el punto de incitar comparar monjes con bufones y lanzar sarcasmos
contra su abuelo que habría sido excesivamente devoto. Por bien que, a pesar de sus
sospechas, el rey no les retira su responsabilidad educativa, se mantiene en guardia. Esto
significa que cuando los incidentes provocados en 1737 en Florencia, Jacobo III tiene
también buenas razones para considerar que ciertos Hermanos de su entorno inmediato,
declarándose sinceramente leales, trabajaban en contra de sus intereses. Son jacobitas,
ciertamente, en la medida que no traicionan en nada la casa de los Estuardo, pero
tienden cada vez más a apostar por un heredero, que de acuerdo a sus cálculos, podría
alejarlos del papado y evitar así la acusación a menudo repetida de dependencia del
Vaticano.

La confusión aumenta a comienzos de este mismo año 1737 por las extravagancias de
un tercer perturbador. Nacido en 1678, George Seton, conde de Wintoun, pasa bastante
joven a Francia, según decía él para aprender las sutilidades del oficio de herrero.
Avisado del fallecimiento de su padre en 1710, regresa a su país, comportándose como
un aristócrata caprichoso, y participa en la movilización de 1715. Se le ve al lado de
Derwentwater, a la cabeza de los hombres de su clan. Hecho prisionero, es encarcelado
en la Torre de Londres, y comparece ante sus jueces en marzo de 1716. El veredicto es
de pena de muerte por alta traición. Es entonces que sus habilidades manuales le son de
gran ayuda. Manipula la cerradura de su celda o desempotra los barrotes, y toma las de
villadiego con destino primero a Francia y luego a Italia. Célibe, un tanto amargado por
haber sido desposeído de sus bienes, la pasa como puede en Roma, no sin reclamar
peticiones de ayuda a los sucesivos tesoreros de Jacobo III.

Iniciado francmasón el 15 de agosto de 1735187, es elegido venerable de su logia el 23


de abril del año siguiente. Menos de un año después, el 14 de enero de 1737, escribe
una carta furibunda a su rey. Habiéndose quejado en un mensaje anterior que no se le
concedía una pensión suficiente para asegurar su modesto tren de vida, indica ahora que
acaba de recibir un papel conteniendo una amenaza de muerte contra él. Sin saber si se
trata de una simple broma o de cosa seria, este papel le había sido entregado por un tal
Slezer, y su autor era un tal Steuart, o Stewart. Ahora bien, basta con remitirse al
registro masónico para constatar que Charles Slezer y John Stewart son sus dos adjuntos
directos, respectivamente en los puestos de primer y segundo vigilantes. Stewart, autor
del mensaje, es por otra parte caballero del Toboso. Curioso, ¿no?

La queja de Seton es para analizarla con la cabeza fría. En su escrito, se indigna que
Jacobo esté rodeado de favoritos, aduladores e ignorantes, que desde siempre han sido y
continuarán siendo la ruina de reyes, príncipes y de todas aquellas personas que les den
crédito188. Aunque poniendo cuidado en no hacer alusión a la actividad masónica de
                                                            
186
RAW, SP 263. Carta de Jacobo III a Daniel O’Brien, 30 de agosto de 1745.
187
The Jacobite Lodge at Rome, 1735-1737, impreso por Torquay Directory Co, para la logia de
investigaciones nº 2429 de Leicester, 1910, p. 41 (fº 13 del registro).
188
Carta íntegra en la obra de Alistair y Henrietta Tayler, The Stuart papers at Windsor, Editions John
Murray, p. 274-285.

99
 
cada uno, cuestiona claramente a los Hermanos. A la vista de los dos nombres
revelados, Jacobo III no puede de todos modos tener ninguna duda. Y he aquí la
respuesta del monarca por mediación de su secretario Edgar: “El rey, habiendo leído
vuestra carta me ordena deciros como respuesta a la misma, que piensa debéis preguntar
al Sr. Stewart sobre lo que quiere decir. Que lamenta os hayáis perturbado. Que solo
puede recomendaros que viváis tranquila y pacíficamente con vuestros allegados (your
neighhours) como todos los otros señores y gentilhombres del séquito de su Majestad.
Su Majestad dice que esto es lo que espera de vos, ya que piensa que es el único medio,
para saliros del presente apuro.189” Otro caballero del Toboso forma parte igualmente de
la logia en ese comienzo de 1737: William Hay.

Algunos meses más tarde, novedades procedentes de París procuran divertimiento. Ellas
relatan las persecuciones policiales, las prohibiciones sin efecto, la resistencia arrogante
de los iniciados de la nobleza que no se dejan intimidar por la amenaza de sanciones.
Las antecámaras del palacio real resuenan de un tiempo al otro con estas curiosidades.
De dónde, hacia finales de año, el interés expresado por los dos jóvenes príncipes
Carlos-Eduardo y Henry. Murray trata de satisfacer dicho interés pidiendo a O’Brien les
expida por su intermediación el famoso impreso por el cual el lugarteniente general
René Hérault pretende revelar el “secreto”. Como están lejos de permanecer ajenos a la
existencia de logias, por bien que no sean admitidos a las mismas, estos dos muchachos
pueden hacerse una idea de las prácticas que intrigan a los profanos considerando
aquellas que han podido descubrir en el momento de su entronización como protectores
de la Orden del Toboso. Su intención, si hemos de hacer caso a Murray, es todavía la de
divertirse. Por el contrario, el padre entiende tomarse las cosas en serio.

Así, las alarmas no vienen solamente del lado de los hannoverianos de la Cucchiara,
sino también del interior de la fraternidad jacobita. Más bien que agotarse pronunciando
arbitrajes en ésta, antes que entrar en matices que la mayoría de público no entendería,
una solución cómoda resultaría aceptar una prohibición general que emanara de otra
autoridad. En Italia naturalmente la del Papa es la mejor percibida. Que para el heredero
de una larga tradición, el expediente parezca excesivo, éste es un mal menor. Casi
treinta años más tarde, en 1767, el mismo conde de Clermont encontrará oportuno
recurrir al teniente general de policía y Hermano Antoine de Sartine para obligar a la
Gran Logia de París a cerrar sus puertas.

Tales son las consideraciones que llevan a relativizar seriamente la noción de red
cuando éstas son presentadas como sinónimo de dispositivo de interacción mutua entre
individuos de mismas afinidades. Las querellas observadas en los caballeros del
Toboso, la publicidad de las mismas entre sus partidarios, su repercusión en ciertas
logias, la desconfianza personal del rey respecto a los protagonistas más expansivos,
todo esto impide pensar en un sistema cuyo cada elemento estaría en conexión
permanente con los otros. La red, suponiendo que este término le fuera conveniente, es
inerte en tanto que tal. Su sola ventaja es la de permitir a ciertas individualidades no
implicadas en los desórdenes del poder, disponer de relevos eficaces para comunicar las
órdenes concebidas al margen de ésta.

Probablemente sea por esto, que en 1739, Jacobo III no dé continuidad a la propuesta de
Thomas Carte consistente en estrechar los lazos entre los distintos “clubs” para que

                                                            
189
Ibid, p. 285.

100
 
estos formen una especie de sistema. En teoría, la idea es seductora. A la práctica, es
inaplicable. Carte pertenece de igual modo a la masonería y a la Orden del Toboso.
Idealiza en cierta manera las dos Órdenes. Un día, de viaje a Londres para visitar a
Robert Walpole con el fin de pedirle en secreto, según indicación de Jacobo III, que se
comportara como Monk antaño a fin de obrar para la restauración, tiene la sorpresa de
oír al ministro hablarle del Toboso y solicitar información sobre la misma. Carte se hace
el advenedizo como si no supiera nada190. Por tanto, demuestra que lo es191. Y Walpole,
de todas maneras, rechaza la propuesta de cambiar de lado.

Es en este momento que un habitante de Edimburgo, corresponsal del Gentleman


Magazine, asegura que la francmasonería se ha deshinchado en Londres mientras que es
floreciente en la capital escocesa. “Ahora vista en vuestra metrópoli un poco como una
moda superada, la francmasonería está en lo sucesivo en boga aquí192”, escribe antes de
desarrollar un relato a su manera sobre los orígenes operativos de la institución y de
detenerse incluso en comparaciones con los rosa-cruz, parafraseando entonces las
seudo-revelaciones publicadas en el Daily Journal diez años antes193. Lejos de Roma,
los contextos son cambiantes, pero no deben gran cosa a las decisiones del Papa. Y
Jacobo III se guarda muy mucho de comunicar a sus súbditos del otro lado del canal las
mismas consignas que en su círculo más próximo.

Queda por resolver el enigma de partida. El joven príncipe Carlos-Eduardo ¿es ya


iniciado? ¡No! Sobre este punto una parte de las confidencias hechas a Wachter son
admisibles. Su padre no quiere que se acerque a ninguna logia. Que se interese en ello,
aunque sea pidiendo leer las novedades provenientes de París, es una cosa; otra muy
distinta, es que franquee el umbral de un templo. Estando mal situado su gobernador
Murray para guiarle en los primeros pasos que pudiera dar sobre el pavés mosaico, más
vale no pensar en ello o diferir el momento.

                                                            
190
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Angleterre, volumen 76, fº 57 sq.
191
En abril de 1734, Thomas Carte escribe a Ezequiel Hamilton con motivo del anillo esperado por su
amigo Corbet Kynaston, así mismo caballero del Toboso, como lo confirma lo que Carte relata en octubre
de 1739 de sus entrevistas con Walpole. Este mismo Walpole está lo suficientemente corrido como para
fingir ingenuidad por su parte. Es él quien ordena la intercepción de las cartas circulando por correo entre
los jacobitas. De este modo aquellas cartas enviadas o recibidas por Hamilton cuando su estancia en los
Países Bajos son regularmente embargadas, entre ellas las que revelan la afiliación de Carte al Toboso. –
HMC, Reports on the Manuscripts of the Earl of Eglinton… op. cit, p. 485. Carta de Thomas Carte a
Ezequiel Hamilton, 17 de abril de 1737 – MAE, serie Mémoires et documents, subserie Angleterre,
volumen 76, fº 76. Diario de viaje de Thomas Carte a Inglaterra en septiembre de 1739, 23 de octubre de
1739.
192
The Gentleman’s Magazine and Historical Chronique, Volume X, for the Year 1740, Edward Cave,
Londres, enero de 1740, p. 17. Carta de Edimburgo, firmada A.Z., 27 de diciembre de 1739.
193
Daily Journal, 5 de septiembre de 1730.

101
 
102
 
9. Los rebeldes del Arco Real

La primera mención explícita al Arco Real (Royal Arch) se encuentra en el Faulkner’s


Dublin Journal con fecha del 10-14 de enero de 1744, cuando se relata una procesión de
logia que había sido organizada en Youghall el 27 de diciembre precedente. Dos
“excelentes” masones marchaban delante de su venerable maestro llevando el Royal
Arch. La fecha no sorprende en absoluto, remitiéndonos una vez más a los usos
escoceses. Sin embargo, estamos en Irlanda, y ¿qué puede significar el transporte del
Royal Arch que es un lugar y no un objeto? Siguiendo un principio análogo al adoptado
com motivos de los festejos públicos, se puede concebir la idea de un emblema, una
figura alegórica, una especie de maqueta que representa la bóveda sagrada conteniendo
la Palabra. A falta de cualquier otra descripción proporcionada por el observador, su
interpretación queda reducida a frágiles hipótesis.

La segunda mención, en el orden cronológico, pero que remite a un período anterior,


nos es ofrecida por Fifield d’Assigny. Este autor publica en el mismo año 1744 una
encuesta que él asegura imparcial sobre el estado de la francmasonería194. En la misma,
menciona a un hombre llegado de Dublín “hace algunos años” proveniente de York, y
que al parecer se aplica con ahínco en propagar entre los Hermanos el Royal Arch. Se
muestra tan persuasivo al respecto que rápidamente sabe ganarse diversas adhesiones, y
no de las menores, para su proyecto. Por suerte, otro Hermano que había recibido dicho
grado en Londres se presenta a tiempo para revelar que este Royal Arch no es el
auténtico, y que era una imitación fraudulenta. Ha podido hacer comparaciones, y así
pues, proporcionar una enseñanza correcta. D’Assigny añade, que algún tiempo
después, otro Hermano se ha presentado en Dublín y pretendía conocer tres nuevos
grados. Este último vendría de Italia, y no resultaría creíble.

El asunto es exclusivamente masónico. En otro pasaje de su opúsculo, D’Assigny


deplora igualmente el paso por Dublín de individuos con malas intenciones que se han
rebelado contra el gobierno y que han podido ganar para su causa a Hermanos
“irreflexivos”. Prefiere no nombrarlos, lo que sería no obstante más cómodo para
cualquier lector poco advertido de estas rivalidades intestinas; pero la elección no es
complicada. ¿Quiénes son, para un hannoveriano, los rebeldes contra el estado, si no los
jacobitas? “Estos despreciables traficantes o vendedores ambulantes de falsa masonería,
cada Hermano prudente debería evitar cuidadosamente estar en contacto con ellos.” En
1723, Anderson estará más comedido en sus palabras.

De golpe, se puede apreciar de igual modo en Londres, que en York o Dublín los fieles
de Jacobo III que son a la vez francmasones y encargados de extender la red de
militantes, como se aplican en ello tanto por mediación de las logias como por cualquier
otro medio. El primero de la lista es un francés, Jean-Baptiste-Louis de Clermont
d’Amboise, marqués de Resnel. Su particularidad es haber desposado en 1722 a
Henriette de FitzJames, hija del duque de Berwick y hermana del abad François de
FitzJames, iniciado en el grado de Maestro Escocés. En junio de 1740, es encargado por
el gobierno francés de una misión secreta de espionaje. Bajo el pretexto de un viaje de

                                                            
194
D’ASSIGNY, Fifield, Serious and Impartial Inquiry, Dublín, 1745.

103
 
placer, deberá encontrarse con diversas altas personalidades del reino de Inglaterra a fin
de conocer su sentir sobre la situación política. En Londres, por ejemplo, se verá con la
duquesa de Buckingham, el caballero John Cotton y el coronel William Cecil. En York,
le tocará hacerlo con el conde James Barry of Barrymore. Por todas partes donde pase,
no le faltarán buenas direcciones. En la ciudad de Bath, entre otras, “tendrá el placer de
ver a finales de julio una gran parte de la nobleza de las provincias occidentales de
Inglaterra, y habrán personas afines que le harán saber el verdadero estado de estas
provincias por boca de aquellos que tienen la mayor credibilidad195”.

Dos años después, he aquí a dos británicos: Charles Stewart of Linton, quinto conde de
Triquair, y su sobrino James Drummond, tercer duque de Perth. El primero, se
encuentra también en Londres con Barrymore, el caballero Cotton, así como con Watkin
William Wynn, fundador en 1710 del Ciclo de la Rosa Blanca. Todos prometen
comprometerse en un ejército de insurrección cuando llegue el momento. El segundo se
activa en York donde el alcalde y los principales notables prometen la misma cosa y así
mismo hacer levantarse en armas cerca de diez mil combatientes. Si uno y otro se
entretienen algunas noches en una logia, y consiguen algunos émulos, es comprensible
el tormento del puntilloso Fifield d’Assigny, el cual cultiva la paradoja de repetir en
público y en múltiples ocasiones que los únicos grados regulares de la progresión
iniciática son los tres de la logia simbólica, pero que pelea por el cuarto por el que en
teoría no debiéra preocuparse. A título de anécdota, se revela por otra parte que Charles
Stewart es un descendiente del conde de Traquair, quien ya en 1637, poseía la Palabra.

En 1743, otro personaje aparece en escena. Se trata de James of Wemyss, quinto conde
del mismo nombre y antiguo alumno de Ramsay. Aunque noble de Escocia, desembarca
en el mes de mayo en Versalles para hacerse portavoz de una gran parte de la nobleza
de las provincias de York, Durham y Lancaster. Daniel O’Brien lo toma a su cargo y le
presenta al ministro de asuntos exteriores, Jean-Jacques Amelot de Chaillou, también
Hermano. Su estancia es de corta duración, pero suficiente en todo caso para convencer
a sus interlocutores franceses del compromiso de numerosos señores de Inglaterra en
favor de los escoceses. Desde Roma, Jacobo III se lo agradece vivamente196. Luego
después, vuelve a las islas, y se hace elegir gran maestro de la Gran Logia de Escocia.

Las idas y venidas entre el continente y las islas no cesan por tanto. Después de
Wemyss, “emisarios de Inglaterra se trasladaron a París y fueron presentados a M.
Amelot por lord Sempill. El de mayor consideración de entre ellos era sir MacGregor,
jefe de una de las principales familias de los montañeses de Escocia, provisto de
instrucciones verbales de gentes considerables de Inglaterra, entre los cuales el duque de
Beaufort, lord Barrymore, lord Orrery, del caballero de Wyndham, el caballero Cotton,
el caballero Abdy, y de sir Barry, este último permaneciendo en la ciudad de Londres y
teniendo la confianza y manteniéndose en contacto con todos los otros.197” William
MacGregor, barón de Balhaldie, pertenece a la logia de Dunblane.

Cuando los emisarios circulan de este modo para ponerse de acuerdo más o menos
oficialmente con los representantes del gobierno francés, pasan a menudo por Saint-
Germain-en-Laye donde todos ellos tienen familiares o cuando menos buenos amigos.
Desde la partida de Jacobo III en 1713, la animación del viejo castillo ha bajado un
                                                            
195
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Angleterre, volumen 85, fº 18 sq.
196
RAW, SP 250/123. Jacobo III, Albano, a Lord WEmyss, 12 de junio de 1743.
197
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Angleterre, volumen 82, fº 67. Memoria, junio 1743.

104
 
punto. Ella es menos viva, más moderada. Aún y así, atrae todavía a un número
consecuente de exiliados, incluidos aquellos de segunda generación que no han llegado
a conocer nunca la tierra de sus ancestros y que se sienten felices de oír la voz de
aquellos que vienen de ella. Lo que sí es cierto es que hay una logia trabajando. De un
tiempo a otro, oficiales pertenecientes a regimientos irlandeses o escoceses
incorporados al ejército francés la frecuentan. Cuando tienen sus vacaciones, se
detienen primero en París, casualmente en la rue Mazarine, donde los “caballeros del
cuadrado” tienen algunas reuniones, cuando no están en Chatou en la casa del duque de
Atholl; de ahí, van a Saint-Germain. Ejemplo, en noviembre de 1735, dos oficiales del
ejército del Rhin, toman habitación en el Hotel de las Cuatro Naciones, en la rue
Mazarine. “Son capitanes en el regimiento de Berwick irlandés, y el 23 partieron de ese
Hotel sobre las 11 horas de la mañana con dirección a Saint-Germain-en-Laye. De ahí
deberán volver en tres o cuatro días198”.

Los extranjeros de otra proveniencia que desean instaurar rápidamente relaciones con la
comunidad jacobita siguen la misma dinámica. Si, por añadidura, son masones, nadie se
sorprende. De camino de París a Lille, en diciembre de 1740, MacGregor se apresura en
escribir a Sempill para relatarle el último encuentro que ha hecho al tomar la berlina. Su
compañero de viaje era el conde Josef-Magnus von Sparre, sueco, que viajaba con su
mujer y su hijo de cuatro años de edad. “Se queda normalmente en Saint-Germain y es
muy conocido por todos los irlandeses y británicos de este reino.199” Este conde es
Hermano y primo de su casi homónimo Axel-Ericsson Wrede von Sparre que
introduciría la francmasonería en Estocolmo después de haber sido iniciado en París en
1731.

De donde el interés a otorgar al testimonio de Heinrich Wilhelm Marschall von


Biberstein, tal cual Christian Carl von Nettelbladt lo relata en su obra dedicada a los
comienzos de la francmasonería. En 1738, “conocí en Saint-Germain a lord Balmerino y
al conde Kilmarnock que parecen tener grandes conocimientos sobre masonería.
Probablemente se acerque el tiempo en que estos los desvelen y yo aguardo ese
momento para decidir si debo preferir esa masonería en lugar de la inglesa 200” El año
anterior, Biberstein ha hecho una estancia en Inglaterra en la que fue recibido en logia
por el conde Edward Darnley. En el camino de retorno hacia su patria alemana, se
detiene en la región parisiense, y es pues acogido en Saint-Germain, por Hermanos de la
corte del Pretendiente (am Höfe des Prätendenten), que ha descubierto una masonería
muy diferente de aquella practicada en Londres.

Los nombres que cita, del barón Balmerino y del conde Kilmarnock, no tienen nada de
insignificante. Son los nombres de dos hombres muy conocidos entre los jacobitas. El
primero, Arthur Elphinstone, sexto barón de Balmerino, es nacido en 1688. Combatió a
las órdenes del conde de Mar en 1715. Exiliado a continuación, como los otros, ha
circulado entre Francia, Suiza e Italia. En 1734, ha obtenido el permiso para volver a su
país pero no ha renunciado a las acciones en favor de su rey. De donde su vuelta a
                                                            
198
BNF, Manuscrito 10286, fº 228, 23 de noviembre de 1735.
199
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Angleterre, volumen 83, fº 27. Carta de William
MacGregor, Lille, a Francis Sempill, París, 25 de diciembre de 1740. El conde Josef Magnus Sparre,
nacido en 1704, muerto en París el 28 de junio de 1787, casado el 30 de diciembre de 1730 con Marie
Antoinette du Chambge de Liessart, con la que tuvo a Alexandre Serafin Josepf Sparre, nacido el 6 de
septiembre de 1736 en Lille, Francia.
200
NETTELBLADT (Von), Christian Carl Friedrich Wilhelm, Geschichte Freimaurerischer Systeme in
England, Frankreich and Deutschland, Ernst Siegfried Mittler, Berlín, 1879, p. 236.

105
 
Saint-Germain-en-Laye cuando Biberstein pasaba. Más joven, William Boyd, cuarto
conde de Kilmarnock, es nacido en torno a 1704. Fundador de su propia logia en 1734,
posee suficiente prerrogativa como para hacerse elegir a la cabeza de la Gran Logia de
Escocia ocho años después, precediendo así al conde de Wermyss.

Más tarde, Biberstein será citado por su parte como predecesor del barón Carl-Gotthelf
von Hund a la cabeza de la séptima provincia templaria. No es oportuno anticiparnos
aquí sobre el dosier sumamente complejo de la Estricta Observancia en el que Jacobo III
es también una referencia. En contrapartida, una nueva pista de investigación se abre
más allá del Rhin con la creación en Berlín, el 30 de noviembre de 1742, de la
“Sociedad de los Maestros Escoceses”. Este acontecimiento ¿se inscribe en una
coherencia de conjunto en relación a lo que acaba de ser dicho, o bien obligaría a fuertes
matices, incluso contradicciones? A priori, se puede llegar a pensar que hay
contradicción, ya que ésta Sociedad toma como referente a Londres y llega incluso a
citar la Gran Logia como instancia bajo cuya autoridad se sitúa. Así mismo, y de un
cierto modo, el punto de vista de Fifield d’Assigny se encontraría corroborado. Todo
parecería indicarlo salvo que quedan de ésta Sociedad archivos suficientemente
elocuentes para tener una opinión absolutamente contraria.

La primera pregunta a plantearse es saber si los fundadores son experimentados. La


respuesta es negativa. Han adquirido este grado en unas determinadas condiciones que
nos les ha permitido fijas referencias sólidas. ¿Cómo lo sabemos? En primer lugar,
estiman pues formar una “sociedad” distinta a la logia azul. ¿Hay que entender con ello,
que hay por una parte la logia La Unión donde se otorgan los tres primeros grados, y
por otra La Unión Escocesa, o indistintamente bajo su pluma, La Escocesa de la Unión
donde se confiere el cuarto? No realmente. De hecho, estos fundadores provienen de la
logia simbólica Los Tres Globos ya creada en la ciudad en septiembre de 1740. Por bien
que ellos aseguren en diversas ocasiones poder otorgar los grados simbólicos, su
Escocesa está centrada ahora exclusivamente en el cuarto grado, ni más ni menos.
Ahora bien, manifiestan al mismo tiempo una cierta indecisión en el modo a concebir su
manera de vestirse. Si tuvieran un modelo seguro a imitar, se ahorrarían la discusión.
Veamos esto de cerca.

El artículo 16 de sus reglamentos estipula que “todos los hermanos que vengan a la
logia escocesa sin la orden de San Andrés pagarán 6 escudos a la caja de los fondos y el
doble si no están vestidos”. En este caso, San Andrés es simple y llanamente el patrón
de Escocia, y si de lo que se trata es de venir con su “orden”, es que le corresponde una
medalla apropiada, al igual que una manera particular de vestirse. Pero, más de seis
meses después de la apertura, en junio de 1743, he aquí que un Hermano presenta un
“modelo” de la Orden que todos y cada uno deberán enarbolar en el futuro. Se deduce
de ello que no estaba hasta entonces fijado. El 26 de junio siguiente, sabemos que el
secretario “ha hecho el trabajo de Maestro Escocés que ha sido aprobado por todos los
Hermanos”. Este trabajo no es otro que el cuaderno del ritual, como lo muestra una
mención ulterior (abril de 1745) que habla de un “catecismo”. Y después, el 14 de
octubre, un Hermano es rogado de hacer confeccionar “catorce mandiles bordeados con
una cinta verde, y los petos de los mandiles de los oficiales guarnecidos con un tafetán
del mismo color, el del Muy venerable quedará distinguido por un bordado que llevará
en el peto, los Hermanos pagarán dichos mandiles excepto el del secretario que la logia
pagará. El Hermano Fünster debe también hacer las órdenes para los oficiales de la
logia que le serán pagadas poco a poco; debe así mismo escoger la cinta verde para

106
 
dichas órdenes. Toda la logia ha convenido que en el futuro los Hermanos llevarán la
cruz de San Andrés colgada del cuello, cosida a una cinta verde.” Seguramente, tales
prescripciones serían innecesarias, si de buen comienzo, hubiera existido una
organización bien conocida y asimilada. Lo cual está lejos de ser el caso.

A finales de febrero de 1746, el barón Wilhelm-Friedrich von der Osten, chambelán del
rey de Prusia, recientemente elegido venerable, informa a sus Hermanos que ha tenido
“la suerte de poder adquirir el verdadero tapiz y el catecismo de las logias escocesas”.
Propone entonces el dárselo a conocer. Y la sorpresa es mayúscula. El tapiz es
“extremamente diferente” de aquel practicado hasta el presente, mientras que el
catecismo “ha edificado en mucho a los hermanos, visto que es una pieza que encierra
en general los secretos más sublimes de nuestra muy venerable Orden de escocés”. En
suma, nunca es demasiado tarde para aprender. Para una logia que se ha creído durante
largo tiempo la primera de Alemania y que ha presumido de crear hijas por todo el país,
deplorando por otra parte la emergencia de otras logias que se ha ocupado de reputar
como clandestinas, la lección es magistral. Fuera como fuere, antes de quemar el tapiz,
el secretario se aprestó a memorizar todas las figuras, con vistas a saberlas reproducir
cada vez que fuera necesario; de igual modo, toma buena nota del catecismo sin hacer
alusión al otro que él mismo había redactado algunos meses antes.

Cabe preguntarse si el tapiz y el ritual han sido traídos de Hamburgo por Hermanos de
la logia escocesa Judica. En efecto, son dos, Hasperg y Cellarius, los que se encuentran
de estancia en Berlín en el momento en que los berlineses ponen en cuestión esos usos.
Esto significa que debemos evitar tomar los procesos verbales del registro como
representativos de la manera en que proceden los Maestros Escoceses jacobitas. Pero
esta reserva no impide considerar que los berlineses poseen elementos e información
coherentes. En 1763, Jean-François Pollet, miembro de La Unión militar del regimiento
Real-Dos-Puentes, describirá así las decoraciones del grado: “El collar del Royal Arch
es rojo, el mandil es verde, con una cruz de San Andrés201”. La única divergencia radica
en el color del collar.

Mientras que los honores escoceses se hacen “por 4 veces 4”, la maquetación de las
actas de la reunión es original. El nombre de los presentes está marcado en una parrilla
cuadrada subdividida a su vez en nueve cuadrados. Esta parrilla queda trazada sobre una
cruz de San Andrés. Es sabido hasta qué punto el cuadrado es la figura geométrica
preferida por los caballeros. Podemos decir lo mismo del número 9. Leamos a Bernard
Jones: la bóveda o cripta es “una cámara sostenida por nueve arcos, con nueve peldaños
para descender a ella, abierta y cerrada por nueve golpes. Una luz muestra el camino
hacia la cámara subterránea. En la explicación del cuadro de logia, el sol es descrito
como la verdadera luz que sirve para conducir a los nueve hermanos que descubrirán
grandes secretos.202” Por bien que sea menester desconfiar, una vez más, de las
descripciones que no sean estrictamente contemporáneas de los acontecimientos
referidos, estos elementos proceden ciertamente de la misma matriz simbólica.

                                                            
201
Carta de Jean-François Pollet a Johan Peter Gogel, Gran Maestro provincial en Franckfurt, 25 de abril
de 1763. Citada por KLOSS, Georg, Annalen der Loge Zur Einigkeit, Francfort-sur-Main, 1842, p. 37 ; y
Geschichte der Freimaurerei in England, Irland und Schottland aus ächten Urkunden dargestellt (1685
bis 1784), Francfort-sur-Main, 1848, p. 417. 
202
JONES, Bernard, Freemasons’ Book of the Royal Arch, George G. Harrap, Londres, 1972, p. 158.

107
 
No obstante, la contradicción se produce porque los interesados hacen en diversas
ocasiones mención a Inglaterra y a la Gran Logia de Londres. ¿Cómo puede uno
reivindicar muy claramente a Escocia y sin embargo honorar a Inglaterra? Peor todavía,
es notorio que la Gran logia londinense recusa la maestría escocesa, no entregando
ningún tipo de patente que autorice a una logia a practicarla. Uno acaba perdiendo la
brújula y preguntándose si estos Maestros escoceses de Alemania tienen verdadera
representatividad. Si la tuvieran, la consecuencia sería modificar considerablemente el
análisis que precede. Por ejemplo, se debería acoger favorablemente el punto de vista de
Fifield d’Assigny sobre el Royal Arch de Londres supuestamente más fiable que el
importado por la rebeldía venida de York.

La solución está en el examen del principal protagonista de esta escena inaugural. Se


llama Jacques Fabris. Arquitecto decorador y pintor de origen italiano, afiliado desde no
hace mucho a Los Tres Globos, se asocia a cuatro hermanos francófonos y a un alemán
para erigir esta sociedad de maestros escoceses. Cuando se consulta la larga lista de los
otros miembros de Los Tres Globos, se ve claramente que su iniciativa procede por
selección. Como si su intención fuera la de quedar entre ellos. Por otra parte, entre todos
los otros miembros pertenecientes a la logia simbólica, y que son de extracción a
menudo nobiliaria, ninguno le acompaña en su acto fundador. Luego a continuación
permanecerán en retiro. Al principio, su escocismo no se inspira pues en un elitismo
sociológico y político, sino más bien en una oportunidad cultural, en el sentido que el
reflejo de ciertos expatriados en una ciudad extranjera es el de agruparse para efectuar
ciertas actividades en común. Por lo demás, solo obtiene de sus compañeros de Los Tres
Globos el permiso para crear La Unión con la condición que ésta logia no busque
imponer cualquier tipo de ascendente. Divertimiento entre una minoría de composición
burguesa. Es cuanto podemos decir en una primera observación.

La segunda observación es que antes de su afiliación a Los Tres Globos, Fabris ha


tenido ocasión de estar al otro lado de la Mancha y de ser iniciado en la French lodge de
Londres, cuyo otro nombre es La Unión y ésta es la razón por la que lo retoma para su
escocesa. De pronto, la etiqueta ya no es londinense sino simplemente francesa. Los
Hermanos que le han comunicado el Royal Arch son en su gran mayoría franceses o
Hermanos extranjeros en afinidad, así pues jacobitas. No deduciremos que el mismo
Fabris sea simpatizante; de esto, no sabemos nada. Diremos solamente que ese medio
tan restringido en que ha descubierto el grado de Maestro Escocés antes que Berlín no
debe su propio descubrimiento a los ingleses hannoverianos sino simplemente a sus
pertinaces rivales. Sin duda Fabris no ha tenido tiempo suficiente para impregnarse de
los usos y costumbres, pero ha visto lo bastante para tomarse la libertad para importar lo
esencial a Alemania, sin patente de ningún tipo, ya que de lo contrario no se privaría de
decirlo.

La tercera y última observación es que, al término de su año de ejercicio a la cabeza de


la logia, parece darse cuenta que la maestría escocesa es sinónimo de caballería.
Raramente, en la medida que en los primeros días el hecho de acceder a la maestría
marcaba automáticamente la devolución de la cruz de San Andrés, sin que se mencione
en ninguna parte el título de caballero, he aquí que el 30 de noviembre de 1743, día
obligado para una nueva elección y traspaso de poderes, Fabris crea al “nuevo Maestro
en cátedra el Hermano Roman Caballero de la Orden Escocesa por tres golpes de espada
que le da en cruz sobre los hombros con estas palabras, yo os creo y hago Caballero de
la Orden Escocesa por estos tres golpes, de los cuales, el primero es por el Rey, el

108
 
segundo por el patrón y el tercero es por la logia, luego lo ha revestido con la Orden de
Escocés.” ¿Se trata de la introducción de un nuevo grado en logia, o simplemente, de
una puesta en conformidad en relación a una realidad hasta entonces no del todo
comprendida?

La perplejidad aumenta cuando, una vez instalado en su oficio, el nuevo Venerable Jean
Roman crea a su vez “caballeros de dicha Orden a los Hermanos” Jacques Fabris,
Jacob-Frédéric Lamprecht, Guillaume von Gerresheim, Alexandre Fromery, Jean-
Joseph Roblau, Carl Ludwig Fünster, Jacob Pérard, Jacques d’Alençon, Rollet203,
Friedrich-Wilhelm von Osten y Jacob-Friedrich von Bielfeld “en las mismas formas y
ceremonias mencionadas anteriormente.” Tal cual así resumida, la ceremonia es
claramente de regularización. A partir de este momento, la iniciación escocesa
comprende el primer tiempo de devolución de la maestría, luego en prolongación
inmediata el del honor caballeresco, a pesar de que este encadenamiento solo figure
mencionado como tal de manera intermitente.

Todo bien pensando, probablemente el respeto manifestado hacia los Hermanos


escoceses de Hamburgo es a tener en consideración para tratar de resolver las
extravagancias encadenadas al hilo de las sesiones de La Unión. Mientras que una
sombra de desconfianza cae sobre todos los otros maestros escoceses de los territorios
germánicos no creados por ellos, cualquier recién llegado de la ciudad hanseática es
acogido con los brazos abiertos. De este modo, cuando su festividad anual del 30 de
noviembre de 1750, da entrada en su santuario a los dos hermanos Balthazar y
Ehrenfried Targa, pide al segundo que preste una nueva obligación pero no al primero
“que ha sido recibido en Hamburgo”. Algo más de dos años antes, el 9 de marzo de
1748, es Charles Sarry, fundador de la primera logia hamburguesa (1737), quien es
afiliado de balde a La Unión berlinesa y que, apenas acogido en sus columnas, ha sido
invitado a dirigir la ceremonia de acogida del príncipe Henry von Brandenburg-
Schwedt, rodeado de cuatro barones.

Sarry es un francés originario de la champaña que ha servido durante un cierto tiempo


como teniente en un regimiento al servicio de Holanda. No solamente ha creado la
primera logia azul en Hamburgo, sino que también ha estado en los comienzos de la
escocesa Judica. Después de su afiliación en Berlín, es invitado a presidir La Unión de
manera interina, cada vez que su venerable titular este ausente, siendo elegido
posteriormente en noviembre de 1748 para ésta función. Su prestigio no es discutido.
Por lo demás, una expresión raramente empleada por el secretario de La Unión resulta
elocuente, en el sentido que califica a los hamburgueses de “Hermanos mayores”, lo que
significa que se les reconoce una anterioridad en relación a ellos. De este modo, en un
momento en que es planteada una duda sobre la conformidad del tapiz y del cuaderno
del ritual: “Los muy respetables Hermanos mayores de Hasperg y Cellarius de visita a
nuestra muy venerable logia han aportado las salutaciones y los deseos de prosperidad
de la muy justa y perfecta logia de hermanos mayores dicha de Judica en Hamburgo, de
la que habían llegado hacía poco, el muy venerable y todos los Hermanos se lo han
agradecido bebiendo a su prosperidad con todos los honores de la maestría de los
hermanos mayores.” Y todavía, el 4 de octubre de 1749: “El muy venerable Maestro en
cátedra el Hermano Sarry ha abierto la logia y ha recibido al muy querido y digno
Hermano de Tieffenbach, consejero de la Guerra, al servicio de S.M. el rey de Prusia en

                                                            
203
Nombre indeterminado. Un tal Henri Rollet fue fundidor del rey de Prusia a partir de los años 1710.

109
 
la maestría de los hermanos mayores, así como al Hermano Guillaume Schütz, y lo ha
creado caballero de San Andrés Escocés.”

Los mayores son Hermanos que tanto han formado una logia con anterioridad a otra,
como Hermanos cuya iniciación individual al Escocismo es reconocida como antigua.
Ahora bien Sarry no se inscribe, tampoco, en un esquema de sujeción a Londres.
Estamos faltos de informaciones precisas sobre su biografía, pero ningún documento
salido de la gran logia hannoveriana lo menciona. Antes al contrario, ampliando la
investigación al círculo de pioneros que ha atraído para la fundación de la primera logia
azul de Hamburgo, podemos identificar a varios de ellos que aparentemente frecuentan
más las logias parisinas que las del otro lado de la Mancha. Tal es, por ejemplo, el caso
de Johann-Daniel Krafft, negociante de pieles, que participa en la fundación de la logia
Coustos el 18 de diciembre de 1736. Tiene por otra parte relaciones de negocios con
Burdeos y Marsella.

La reflexión es estimulada por el hecho que los principales actores de la difusión del
Escocismo en Alemania son franceses hugonotes, como sabemos por Sarry. Poniendo el
acento sobre su protestantismo, se les supone que tienen mayor afinidad con los
londinenses y que han captado pues su maestría escocesa allende de la Mancha. Es más
juicioso tener muy presente que antes que todo son franceses, y que incluso en caso de
exilio, su cultura familiar y su lengua les llevará a estar en relaciones frecuentes con
compatriotas católicos aptos para comunicarles el conocimiento del cuarto grado,
estando estos mismos compatriotas por su parte acostumbrados a los jacobitas, por bien
que es preciso no olvidar, tampoco, la presencia entre ellos de numerosos protestantes.

¿Es acaso necesario señalar, que cada vez que se hace una alusión en el registro de La
Unión berlinesa a la masonería inglesa, es siempre referida a la masonería azul sin
desembarcar de alguna manera en la masonería “sublime”, así calificada porque era
definida como el non plus ultra de la progresión iniciática? Es más, la sola mención
explícita de una correspondencia con La Unión de Londres se sitúa en el 31 de
diciembre de 1743 y se refiere al envío de una publicidad sobre una lotería organizada
en provecho de los “pobres franceses”. Estamos aquí muy lejos, muy lejos, de una
pedagogía de asistencia institucional en la que los neófitos solicitan los consejos de los
veteranos aguerridos.

Puestos juntos, todos estos datos se consolidan mutuamente. Antiguo miembro de La


Unión londinense, Fabris relata quizás un grado que no ha sido fabricado en las islas
sino traído por jacobitas continentales que lo han exportado, y a los que Assigny
desmerece calificándolos de rebeldes y falsarios. Lo que llega a comprender de todo ello
en un primer tiempo, no le es suficiente para garantizar por su parte una transferencia
correcta y completa. De donde las modificaciones a las que procede en el transcurso de
las semanas y meses, teniendo en cuenta por otra parte las noticias que le llegan de
Hamburgo. Cuando, de un tiempo a otro, dice seguir los usos de Inglaterra, es por la
única razón que, a su modo de entender, es de allí de donde proceden o al menos eso
cree. Ampliando el punto de vista más allá de su persona, forzosamente hay que razonar
de otro modo.

Añadir de pasada que en esos mismos momentos la francmasonería insular está lejos de
ser floreciente. Al contrario, atraviesa tiempos de una seria desafección y una baja
flagrante de proyección exterior. Esto es en todo caso lo que escribe Horace Walpole a

110
 
su amigo Horace Mann en mayo de 1743 algunas semanas después de haber sabido que
en Viena la policía impedía reunirse a los Hermanos. Bajo órdenes de la emperatriz
María Teresa, la logia Los Tres Cañones es asaltada por los soldados y se efectúan
arrestos. Según Walpole, esto no conmovería pues a sus compatriotas ingleses ya que
habrían perdido la energía de antaño, aunque los rumores de las vejaciones que venían
de lejos podría reanimarla204.

Y henos aquí ante el enigma más tenaz de la historia masónica: la recepción del barón
von Hund en una Orden dicha “templaria”, bajo la dirección de jacobitas eminentes,
entre los cuales, se cree, el príncipe Carlos-Eduardo. Muy sumariamente, según
Theodor Merzdorf que ha transcrito un registro perteneciente a la logia de Kittlitz, el
barón, nacido en 1722 era recibido aprendiz y compañero francmasón el 18 de octubre
de 1741 en Frankfurt del Main en la logia dirigida por el conde Gottlob-Driedrich-Ernst
von Schönborn. El 21 de julio del año siguiente es promovido a maestro en Las Tres
Rosas de Gante, más tarde el 22 de agosto es hecho Escocés en Bruselas, donde toma el
seudónimo de Caballero de la Espada. En octubre, sería hecho “masón vestido” en unas
condiciones que se ignoran. Luego, habiéndose trasladado a París, entra el 12 de
diciembre de 1742 en Los Tres Compases en la que cumpliría el oficio de primer
Vigilante. Tres semanas después, el 3 de enero de 1743, es elegido venerable de esta
logia a la que cambia el título “en nombre del Gran Maestro” para pasar a denominarla
Logia Extranjera el 24 del mismo mes. Antes de fin de año, el 13 de noviembre, deja su
cargo y lo transmite al barón Merklem205. Es en este intervalo parisino en que habría
sido recibido “templario”, según sus propias declaraciones de 1764.

Entre los dignatarios que habrían asistido a la ceremonia, se encontrarían el conde de


Kilmarnock, Lord Clifford, el barón Lovat, y un misterioso Hermano llevando una
pluma roja en su sombrero, que Hund creería ser Carlos-Eduardo. ¿Es ello posible?
Cuando un relato contiene informaciones relativas a diversas personas a la vez, el mero
hecho de probar que al menos una sola no está implicada entraña una descalificación.
Justamente, al parecer Carlos-Eduardo no se encontraba en Francia cuando Hund lo
sitúa. Todo encuentro entre los dos hombres, aunque fuese fugaz, no pudo llegar a
producirse. En consecuencia, resulta legítimo un debate, cuyo objeto es el de contestar
la sinceridad del barón. ¡Sí! Pero Hund no es concluyente. En 1764, dice haber
pensando que se trataba de Carlos-Eduardo, que creía que era él, pero que no estaba del
todo seguro. No estaba tampoco seguro sobre los otros nombres.

Cuando menos el acontecimiento tuvo lugar. Este punto esencial se admite sin
discusión. Volvamos al intercambio de correspondencias entre el último de los
Estuardo, también conocido como conde Albania, y el pertinaz investigador Wächter.
En posdata a una carta de febrero de 1778, este último se pregunta: “El Señor conde de
Albania, ya que se encontraba en ese momento en París, ¿tuvo entre los miembros de su
séquito a los Señores Clifford y Kilmarnock?, y en ese caso, ¿estos dos caballeros lo
acompañaron en su expedición a Escocia?” El príncipe respondió: “El viejo Kilmarnock

                                                            
204
WALPOLE, Horace, The Letters of Horace Walpole, earl of Orford, volumen 1, Richard Bentley,
1840, pp. 277-278. Carta de Horace Walpole a Horace Mann, 4 de mayo de 1743. “Los francmasones se
encuentran ahora con tal débil reputación en Inglaterra que apenas han dado atención a los
procedimientos mencionados contra ellos en Viena. Personalmente creo que una persecución podría
volver a ponerlos en boga aquí.”
205
MERZDORF, Johann Friedrich Ludwig Theodor, “Notice Hund”, en SCHRÖDER Friedrich Ludwig,
Cirkelkorrespondez der Engbünde, nº 130, Archivos del Estado, Hamburgo, fº 11.

111
 
fue decapitado después del caso de los cuarenta y cinco, y los jóvenes Clifford y
Kilmarnock nunca acompañaron a cierta persona en su viaje a Escocia, ni siquiera
formaron parte de lo que se pudiera considerar su corte, aunque estaban en París por esa
misma época.” ¿De qué época se trata? Wächter proporciona una fecha muy precisa: el
3 de enero de 1743. Ese día corresponde a la fecha en que Hund accede a la Veneratura
de la logia los Tres Compases en París.

Dos nombres han podido ser verificados, los de los jóvenes James Boyd of Kilmarnock
y Hugh Clifford. No participaron en la operación militar de 1745, pero estaban juntos
antes. Partiendo de ahí, volvamos a trazar el hilo de las peripecias del año 1743, y
veremos que enero empieza con la presencia en Francia de John Murray of Broughton,
anteriormente iniciado en una logia jacobita de Roma, y convertido en uno de lo
adjuntos de William Boyd, 4º conde de Kilmarnock, padre de James, en el seno de la
Gran Logia de Escocia. Tiene por misión frecuentar los agentes de la causa y los
dependientes de Versalles para convencer a Francia que aporte soporte logístico al
ejército todavía no movilizado de Jacobo III. Aprovecha por otra parte la situación para
hacerse nombrar capitán reformado del regimiento de Rothe206. ¿Es acompañado en ello
por un hijo de su gran maestro?

El 29 del mismo mes de enero, la muerte del cardenal de Fleury, primer ministro de
Luis XV, que se había mostrado reticente durante largo tiempo a dar soporte a una
expedición jacobita, hace renacer las esperanzas. En vista de ello, el conde Marishall
deja España donde había encontrado un empleo militar y se dirige a la capital francesa,
para estar entre bastidores de las maniobras que se realizaban, e incluso para participar
en ellas. De ahí, se desplaza a Bolonia donde los Hermanos dirigen la red de
correspondencia secreta entre las islas y el continente. De igual modo, Jean Drummond,
hermano del duque de Perth, recluta un regimiento que se llamará el Real Escocés, y el
rumor asegura que el antiguo gran maestro James Hector MacLeane tendrá una
comisión de teniente coronel. Jacobo III es incluso rogado para que interceda en su
favor.

Se suceden a continuación, como hemos visto, los Hermanos MacGregor y Wemyss. En


septiembre, un confidente de la policía escribe a su superior: “se tienen casi todos los
días logias de francmasones en casa del señor Colnze [Colins], maestro de logia y pintor
en el muelle de la Ferraille. Otra logia se reúne en la calle de Bussy, en casa de un
charcutero.207” El jacobita Louis Colins, de oficio pintor decorador, como Fabris, será
pronto enviado en comisión de espionaje por algunas semanas a Inglaterra. Antes, se
reunía en la logia de la calle de Bussy. Ahora, prefiere reunirse en su propia casa, lo que
le preserva de oídos indiscretos.

¿Eso es todo? Un primo de Clifford no puede dejar de implicarse a la vez en la


animación masónica y en el proyecto de expedición militar, se trata de Jacques-Clément
Radcliffe, hijo menor del conde de Derwentwater208, nacido en 1727. Preocupado por
las apariencias indumentarias, se viste a menudo como su padre, con túnicas blancas o
rojas, sujetando sus cabellos en bolsa sobre la nuca, tocado con un sombrero de plumas
variadas. Y he aquí lo que dirá un testigo presente, cuando, habiendo tomado el barco a
                                                            
206
Su comisión de capitán data del 20 de febrero de 1743.
207
BNF, Arsenal, Bastille, 11556, fº 296, 7 de septiembre de 1743.
208
Que un despiste me ha hecho confundir con su hermano mayor Jacques-Barthélemy en Le Mystère de
la Rose blanche.

112
 
Dunquerque con su padre en 1746, para reunirse con Carlos-Eduardo en Escocia, será
capturado por los ingleses. “Los secuestradores, dado el extraordinario parecido del
joven Radcliffe con el príncipe exiliado, lo tomaron por el joven hijo del Caballero [de
San Jorge], e imaginaron que el Señor Radcliffe era el mismo Pretendiente.209”
Turbadora descripción corroborada por otra fuente antes del avistamiento en alta mar
del Soleil, en la medida que el hijo de Radcliffe declara claramente su verdadera
identidad al subir a bordo, pero los que le vieron prefirieron creer que estaban tratando
con el joven príncipe210. Luego, en 1743, ¿acaso no sería el hijo de Radcliffe al que
confundió Hund con el príncipe Carlos-Eduardo?

Jacques-Clément Radcliffe tiene 16 años y Clifford 17. Sabiendo que James, el hijo de
Kilmarnock tiene también 17, mientras que Hund tiene apenas 21, nos es fácil
comprender que esta juventud encuentre la ocasión de reunirse un día para llevar a cabo
recepciones, a imagen de lo que hacen sus mayores. Hund no conoce todavía por aquel
entonces todos los nombres, todas las caras, todas las responsabilidades ejercidas por
cada uno. Si ha tenido ocasión de ver un grabado o una medalla de Carlos-Eduardo, ya
que circulan muchas, bien ha podido sufrir una confusión de memoria por causa del
parecido con el pequeño de los Radcliffe. Por otra parte, el resultado de las distintas
informaciones que se pueden entresacar de los archivos de Windsor y del ministro
francés de Asuntos exteriores, entre otros, coinciden siempre en un mismo punto: la
recrudescencia de la propulsión política en favor de los jacobitas va pareja con una
animación inédita de las logias parisienses que le están vinculadas. Es sobre este fondo
sociopolítico, a la vez militante y militar, que se despliega el grado del Royal Arch
como siendo el del Perfecto Elegido o del Maestro Escocés. Que éste además sea, en
ciertos momentos, calificado de templario, no nos cuesta trabajo creerlo, ya que el
antiguo templo de Jerusalén es pues el lugar central de su memoria.

Invirtamos la perspectiva y preguntémonos lo que piensan los hannoverianos sobre las


interferencias de lo político en lo masónico. Los teóricos de 1717 fingen tomarse en
serio los pasajes de las Constituciones andersonianas sobre la neutralidad de las logias
al respecto. Esta no es la opinión de su rey George II. Que éste no sea Hermano no le
impide estar perfectamente informado. ¿Considera, éste por su parte, que la unanimidad
es la regla? Se burla por el contrario de aquellos que proceden por discriminación
enmascarando su sentir con anuncios de virtud. En 1741, mientras se declara la guerra
de sucesión de Austria como consecuencia de la muerte de Carlos VI, recibe una
delegación prusiana, dirigida precisamente por un miembro de la logia Los Tres Globos,
el conde Friedrich-Wilhelm-Carl Truchsess-Waldburg, y no deja pasar la ocasión para
señalar los límites de la Fraternidad cuando hay intereses superiores en juego.

El asunto que lo divierte es que los espías pagados por la corte de Viena, y en particular
por François de Lorena, esposo de la reina heredera de Austria, tienen por misión quitar
de enmedio al rey Federico de Prusia, su enemigo. Estos espías se han hecho prender
antes de cometer su golpe. Truchsess se subleva por ello ante George quien responde no
haberlo creído posible, ya que siendo los dos principales protagonistas francmasones, el
                                                            
209
GIBSON, William Sidney, Dilston Hall, or Memoirs of the Right Hon. James Radcliffe, Earl of
Derwentwater, Editions Longman, Browns, etc., Londres, 1850, p. 148. “Los secuestradores, dado el
extraordinario parecido del joven Radcliffe con el príncipe exiliado, lo tomaron por el joven hijo del
Caballero, e imaginaron que el Señor Radcliffe era el mismo Pretendiente”.
210
HMC, Reports on the Manuscripts of the Earl of Eglinton… op. cit. p. 288. Carta de Andrew Stone a
Edward Weston, 1º de diciembre de 1745.

113
 
vínculo fraternal excluiría la idea de perjudicarse unos a otros, por mucho que la
divergencia fuera entre grandes señores con intereses opuestos. “Su majestad no cree
que deba tratar este asunto seriamente; prefiere mejor tomar la cosa a broma y dice al
conde que el rey de Prusia y el príncipe cuyo nombre se encuentra mezclado en este
asunto, siendo ambos de la sociedad de los francmasones, y siéndolo también el mismo
conde, debieran saber perfectamente que las reglas de ésta sociedad no permiten en
absoluto atentados de esta naturaleza y menos todavía de cofrade a cofrade.211” George
maneja las antífrasis con la diplomacia de que se sirven las gentes que conocen lo que se
guarda secreto. El compromiso de solidaridad entre los miembros de una misma logia
no es extensivo al infinito. Este es más bien selectivo. A título de ejemplo, la venenosa
disputa entre Hamilton y Murray nos ha proporcionado una ilustración.

Es durante la estancia llevada a cabo en Londres que Truchses es recibido


solemnemente por la Gran Logia, después de lo cual ésta acepta nombrar maestros
provinciales en Alemania. En un movimiento inverso, como acabamos de ver por la
correspondencia de Horacio Walpole, María Teresa de Austria pronuncia el cierre de las
logias de Viena y Bruselas, al considerarlas demasiado indóciles. De manera que la
ironía inglesa se vuelve a animar en los periódicos: “Cartas llegadas de Bruselas nos
informan que dos logias de francmasones que allí se habían formado han corrido el
mismo destino que las de Viena. Parece que la Corte está determinada a no permitir
ninguna asamblea de este género en sus dominios; pero, la auténtica razón, permanece
en tan gran secreto como el que los masones presumen. Mientras tanto los hermanos
pueden retirarse, si lo creen conveniente, a la Corte del Rey de Prusia que es su gran
protector, habiéndose abierto recientemente en Berlín, una logia alemana y otra francesa
con solemnidades poco comunes.212” La logia francesa es pues La Unión Escocesa de
Fabris. En la estela de su esposa imperial, François de Lorena es un Hermano de
geometría variable. Añadamos un guiño malicioso: la French lodge de Londres se
reunía bajo la enseña del Duque de Lorena, en Suffolk Street.

                                                            
211
LA MARTINIÈRE, Antoine-Augustin BRUEZEN (DE), État politique de l’Europe, Adrien Moetjens,
La Haya, tomo 7, 1743, p. 15.
212
The Newcastle Journal, nº 211, 7 de abril de 1743.

114
 
10. Sobre una falsa prohibición puesta de manifiesto

En diciembre de 1743, al parecer, los venerables parisinos reunidos bajo la autoridad del
conde de Clermont, apenas elegido como Gran Maestro, pronuncian una rigurosa
prohibición contra los Maestros Escoceses. Esta prohibición es contenida en el
veinteavo y último artículo de los nuevos reglamentos elaborados para ser aplicados por
el conjunto de logias del reino de Francia. “Como sea que hemos sabido que desde hace
poco algunos hermanos se anuncian con el nombre de maestros escoceses, y formulan
en las logias pretensiones particulares y exigen prerrogativas de las que no se encuentra
ningún rastro en los antiguos archivos y usos de las logias extendidas sobre la faz de la
tierra, la Gran Logia ha determinado con el fin de conservar la unión y buena armonía
que debe reinar entre los francmasones que a menos que estos maestros escoceses no
sean oficiales de la Gran Logia, o de alguna logia en particular, sean únicamente
considerados por los hermanos como los otros aprendices y compañeros, cuya
indumentaria deberán llevar sin ninguna marca ni ningún tipo de distinción.213”

Hasta el presente, los comentarios suscitados por este texto subrayan dos puntos. El
primero es que la maestría escocesa sería de adquisición reciente. El segundo que los
veteranos de la masonería parisina la denunciarían como irregular, y no conforme con la
tradición. Habría pues en Francia un movimiento muy profundo de rechazo, con la
reserva sin embargo de no molestar a los oficiales de la Gran Logia que la defenderían.
El inconveniente es que las fechas, simplemente, inclinan a un análisis contrario, al
igual que a un conocimiento mínimo de las circunstancias y el contexto en que se
produjo la elección de Clermont.

El predecesor de este príncipe de sangre a la gran maestría es el duque de Antin. Este


último fue elegido en marzo de 1740, con la aprobación -por no decir a instancias- del
rey Luis XV. Su primer movimiento ha sido el de proponer una depuración de la Orden,
un apartar a los Hermanos reclutados demasiado precipitadamente que habían creado
turbación en la opinión pública por su conducta desordenada. Es en este contexto que ha
propuesto a la vez una investigación general para volver a censar a todas las logias del
reino y la redacción de unos nuevos reglamentos destinados a rectificar las prácticas
institucionales. En definitiva, su ambición era la de desechar a los pequeños burgueses,
a los artesanos considerados como poco recomendables por la nobleza y la gente
pudiente. Murió el 9 de diciembre de 1743, cuando los reglamentos se encontraban casi
acabados.

Dos días después, lo estarían. Pero ¿obtendrían el refrendo del nuevo Gran Maestro?
Completamente. ¿Obtuvieron la del antiguo? Que sepamos y hasta más amplio informe,
los difuntos dejan de tener la facultad de sostener una pluma. ¿Novedades al respecto?
Pues bien, es el 12, al día siguiente, que se programa su elección. Dos documentos
perfectamente compatibles sobre este punto delicado dan testimonio de ello. El primero
es una carta que el teniente general de la policía Claude-Henri Feydeau de Marville
dirige en ese día al ministro de quien depende, el conde Jeas-Frédéric Phélyppeaux de
                                                            
213
Kloss XX-1 [LATOMIA, 1994]. “Reglamentos generales extraídos de los antiguos registros al uso en
las logias de Francia, con los cambios efectuados por la Gran Logia reunida, tenida el once de diciembre
de mil setecientos cuarenta y tres, para servir de regla a todas las logias de dicho reino”

115
 
Maurepas: “Los francmasones están de duelo general por la muerte del duque de Antin
su gran maestro. Deben reunirse para elegir a otro, y se dice que los votos podrían estar
divididos entre el Señor conde de Clermont y el Señor de Mailly.214” El segundo es la
memoria redactada por el abogado Antoine Carbonnel en 1766, en la que expone
sucintamente su pasado masónico. Dice textualmente: “12 de diciembre de 1743.
Habiendo fallecido el muy respetable hermano duque de Antin, gran maestro, el muy
respetable hermano Baur, maestro de logia, propone reunir una gran logia para elegir un
nuevo gran maestro.215”

Carbonnel acaba por aclarárnoslo, pues continúa más adelante afirmando que “Baur
sólo convocó, para esta elección efectuada al día siguiente, que a dieciséis maestros de
las logias más notables, mientras que el número de pretendidos maestros de las logias
era de 50 ó 60”. Esto es graciosamente eludido. La reunión del 11 es en realidad
provocada urgentemente por los excluidos del Escocismo, por los “menos notables” los
venerables parisinos que temían la depuración anunciada por Antin; después de la cual,
el banquero Christophe-Jean Baur, de la logia del duque de Villeroy, no actuando motu
proprio sin duda, sino a instancias de los “más notables”, entre los cuales el futuro Gran
Maestro Clermont, manteniendo a los primeros fuera del espacio de decisión. En
resumen, los Escoceses se recuperan prontamente, sin miramientos, sin humor. Y la
vulgata merece ser centrifugada: nunca la Gran Logia con sede en París ha condenado
como tal al Escocismo. Los reglamentos del 11 de diciembre de 1743, establecidos sin
el acuerdo del Gran Maestro, a causa de su deceso y la elección de su sucesor todavía no
efectuada, solo han tenido una validez efímera. Queridos por contestatarios impulsivos,
pronto fueron devueltos al pozo de los actos fallidos.

La elección de Clermont viene a significar una continuación de las costumbres. Desde el


comienzo de su magisterio, no se hallará ni una palabra por su parte que manifieste lo
contrario. Mejor todavía, es sabido que hasta su muerte, pondrá especial cuidado en
mantener los altos grados a suficiente distancia de candidatos que juzgue poco
conformes al elitismo que preconiza, incluso si algunos de ellos logren llegar a tener
una función importante en la administración de la Gran Logia teniendo autoridad sobre
las logias azules. Las cartas dirigidas en 1766-1767 al marques François-Bonaventure-
Joseph Dumont de Gages nos dan la prueba. Se puede leer incluso una confidencia
explícita sobre la pertenencia de Jacobo III a la francmasonería, lo que ofrece la ventaja
de confirmar a contrapelo la importancia reconocida durante largo tiempo a los jacobitas
en la tradición francesa del siglo dieciocho. Jacobo III, alias caballero de Saint-George,
muere en la noche del 1º de enero de 1766. Al año siguiente, recibe un bello homenaje
póstumo de Clermont quien en ese momento critica duramente a un Hermano
particularmente inquieto, con el que disputa sobre el significado del grado de Rosa-Cruz
y las condiciones de su obtención: “él [este Hermano con el que se encuentra picado] no
ha venido nunca a mi Real Logia, y es solamente por consideración a la memoria de
nuestro querido H.·. el Príncipe Eduardo, que esta logia subsiste todavía en nuestro
Oriente.216”

                                                            
214
BHVP, manuscrito 719, res. 21, carta dl 12 de diciembre de 1743.
215
Biblioteca del Gran Oriente de Francia, AR 113-1/145, memoria del 27 de octubre de 1766, folio 1º.
216
Clermont al marqués de Gage: carta del 6º día de la 3ª semana del 11º mes 5766 [20 de enero de 1767].
Facsímile en SMITH, James Fairbain, The Rise of the Ecossais degrees, The Otterbein Press, Dayton,
1965, p. 36.

116
 
Lo que sorprende en esta carta, es la designación de Jacobo III como siendo el “príncipe
Eduardo”. Ordinariamente, uno piensa más bien en Carlos-Eduardo. Pero la misa es
dicha cuando se cae en la cuenta que cuando un acto de esta clase se realiza en memoria
de alguien, es que éste ha muerto. Efectivamente, este es el caso para Jacobo III en el
momento en que Clermont escribe. Sus nombres son por lo demás Jacobo, Francis,
Eduardo. Durante lustros, Clermont habrá sabido a qué atenerse al respecto. Los dos
hombres habrán incluso tenido la coquetería de recordar su parentesco y manifestar así
aún más la solidez de su simpatía recíproca217.

Una transcripción a la lista establecida al mismo tiempo que los reglamentos generales
viene a confirmar que la élite no contempla ceder sus prerrogativas. Esta lista es
conocida por haber sido vuelta a copiar por Charles-Louis Journal al año siguiente. Por
lo que respecta a París, en todo y por todo, comprende veinte logias. Estamos lejos de
las sesenta contadas por Carbonnel. De estas veinte, dieciséis han pues participado en la
elección de Clermont. Cuando tratamos de identificar a sus venerables, constatamos que
su posición social es efectivamente de buen nivel. Y no cabe dudar ni un segundo que se
ha llevado a cabo una selección, puesto que conocemos diversas otras logias creadas en
esa época, que no figuran en el repertorio, y cuyos miembros son efectivamente de
menor prestigio social218.

Por consecuencia, no hay que tomar en serio este artículo deslizado mediante ardides
subterfugios en los reglamentos. La posición de los Maestros Escoceses es de aquí en
adelante dominante. Está compuesta por la aristocracia, ricos burgueses o intelectuales
de renombre. Una confirmación indirecta de su influencia nos es aportada por la
formación de la logia Saint-Édouard en fecha desgraciadamente no conocida, pero de
todas formas anterior a la muerte del duque de Antin. Su título distintivo es por sí solo
revelador del patronazgo que reivindica, en la medida que los jacobitas habían dado
prueba desde 1685 al menos de un singular apego a la memoria de san Eduardo, hasta el
punto de ofrecer al Papa Benedicto XIII una de sus reliquias en 1729219. Si quedaba
alguna duda, ésta queda disipada en 1747 con la entrega de una patente por parte de esta
logia parisina a la Écossaise de Montpellier. Su venerable André de Gilly, capitán de
estado mayor del príncipe de Conti, dirá entonces haber sido investido anteriormente
por “el muy excelente maestro Derwentwater”220. Este calificativo de “muy excelente”,
como es sabido, es recurrente entre los promotores del Escocismo.

Sin embargo, diversos documentos indican que el apelativo de Maestro Escocés admite
ahora diversos grados, y no siempre es fácil ver como se articulan los unos a los otros.
Respecto a las obras salidas de imprenta poco tiempo después de la elección del conde

                                                            
217
El abuelo materno de Clermont era primo hermano del padre de Jacobo III.
218
KERJAN, Daniel y KERVELLA, André, “Las listas de Charles-Louis Journal”, en Renaissance
Traditionnelle, nº 151-152, julio-octubre 2007.
219
VALESIO, Francesco, Diario di Roma, V, 1729-1736, Gaetana Scano, Milán, 1979, p. 72, 17 de junio
de 1729. En 1685, había sido retirada de la tumba de san Eduardo una cruz pendida de una cadena de oro.
Es esta reliquia la que se ofreció al papa.
220
Biblioteca del Gran Oriente de Francia: patente entregada por André de Gilly, “Gran Maestro de la
única y verdadera Logia Escocesa Saint Édouard” en provecho de la “Logia Escocesa” de Montpellier,
presidida por Jacques Olivier, 10 de junio de 1747. En esta patente, Derwentwater es calificado de “Gran
Maestro de las Logias de la Gran Bretaña”. Esto se concibe fácilmente, ya que los jacobitas no
reconocen a la obediencia hannoveriana. De igual modo que consideran a Jacobo III como al único rey
legítimo, ellos se estiman los únicos calificados para gobernar la masonería. En este caso, su antigüedad
es innegable.

117
 
Clermont dedicadas a este particular, lo menos que se puede decir de ellas es que
resultan faltas de claridad. Después de L’Ordre des franc-maçons trahi que confiesa
humildemente, en nota a pie de página, saber de la existencia de la maestría escocesa
pero no poder revelar el contenido, para evitar traspasar el misterio con que los
iniciados la envuelven221, podemos remitirnos a otras obras que presumen por su parte
de conocer mucho más pero que son difícilmente creíbles puesto que no publican la
misma cosa.

Un primer desacuerdo tiene que ver con su número. Para La Franc-maçonne que da a
leer el discurso de un venerable ficticio lamentándose de los reclutamientos poco
rigurosos para el acceso a los grados azules, y deplorando que el artículo insertado en
los reglamentos del 11 de diciembre haya sido decidido “a ciegas”, el sistema completo
de la masonería comprende siete grados, de los cuales tres son simbólicos y cuatro
escoceses. “La ignorancia es tan generalizada, que la mayor parte de maestros y
vigilantes no saben todavía que la masonería está compuesta por siete grados.222” Para
Le Parfait Maçon que dedica un capítulo al “secreto de los masones escoceses”, se
expresa una indecisión entre el sexto y el séptimo grados. “Se dice entre los masones,
que hay todavía diversos grados por encima del de maestro del que acabo de hablaros;
unos cuentan seis en total, y otros llegan hasta siete.223”

Un segundo desacuerdo tiene que ver con el contenido. Este es flagrante cuando se
confronta Le Parfait Maçon con el panfleto de Larudan, Les franc-maçons écrasés. Para
el primero, los Maestros Escoceses del cuarto grado relacionan su origen con el episodio
de la reconstrucción del Templo setenta años después de la cautividad de Babilonia.
Bajo la dirección de Zorobabel, obtienen de Ciro la libertad de volver a Jerusalén. Una
vez allí, Zorobabel escoge entre los hábiles masones los más excelentes. Su tarea es la
de inspeccionar los trabajos, velar por su buen avance, pero también para defender el
edificio con las armas en la mano en caso de intrusión enemiga. Son ellos los que tienen
el privilegio de llevar la trulla en una mano, y la espada y el escudo en la otra. Para
distinguirlos de los otros masones, poseen una palabra y signo particulares. Pero, como
no se dice nada de los otros grados, de los dos o tres que en teoría hay por encima, éste
permanece dubitativo.

Larudan no es mucho más explícito224. En su caso, los Maestros Escoceses se dicen


también Arquitectos. En la ceremonia de recepción de un candidato, tiene una balanza
en una mano, y una espada en la otra. Al filo de una meditación ante la figura de cinco
animales (zorro, mono, león, pelícano, paloma) estos revelan al candidato los objetivos
y medios últimos de la francmasonería. Cada animal simboliza una cualidad que el
recipiendario debe obtener para merecer su promoción, respectivamente la astucia, el
don de la imitación, la fuerza, la generosidad, la dulzura. Otras correspondencias
metafóricas se suman a éstas, sabiendo que, según nuestro autor, no se trata de asimilar
al primer día todos los significados, siendo todavía necesario un aumento de trabajo
añadido. El lector es entonces prevenido que es preciso considerar los apelativos

                                                            
221
PÉRAU, Gabriel, L’Ordre des Francmaçons trahi, s.e,s.i, Amsterdam, 1745, p. XII.
222
[Anónimo] La Franc-maçonnerie, ou Révélation des mystères des franc-maçons. S.e, s,i. Bruselas,
1744, p. 65.
223
[Anónimo] Le Parfait Maçon, ou les Véritables Secrets des quatre grades d’apprentis, compagnons,
maîtres ordinaires et écossais de la franche-maçonnerie, París, 1744. Edición consultada COUTURA,
Johel, Le parfait maçon, les débuts de la maçonnerie française, Université Saint-Étienne, 1994, p. 61.
224
LADURAN, Les Franc-maçons écrasés, op. cit. p. 343 y siguientes.

118
 
utilizados entre los Escoceses como sinónimos, que diversas palabras pueden llegar a
designar la misma cosa225. Y hay que creerlo en diversos casos, puesto que distintos
rituales proceden así. Pero Larudan tiene otro discurso que el del Parfait Maçon. La
duda no queda pues disipada. Ni las palabras entre ellas, ni las cosas no son
comparables.

Algunas aclaraciones son proporcionadas tras el examen del cuaderno de rituales en el


que se encuentra el de la Bóveda Sagrada del que ya he dado algunos extractos, y del
que recuerdo que se declara como copia de un texto de 1744. Está junto al de Caballero
de Oriente y el de Príncipe de Jerusalén. No se encuentra el de Arquitecto. No obstante
este grado es mencionado como siendo intermedio entre el de Perfecto Elegido y el de
Caballero de Oriente. La progresión del iniciado es en efecto marcada como siendo la
siguiente, después de los tres primeros grados simbólicos: Perfecto Elegido, Gran
Arquitecto, Caballero de Oriente y Príncipe de Jerusalén. Si lo contamos bien, esto hace
siete grados en total, lo que se corresponde con el número más elevado citado
anteriormente. Pero ¿cómo dilucidar el proceso de complicación de que han sido objeto
a partir del Maestro Escocés anterior?

Una cosa es segura: estos grados se inscriben en un ámbito temático en coherencia con
aquel que conocemos gracias a Tinwald. Estando ya dicho que los Perfectos Elegidos
obran en el “cuadrado de la Bóveda sagrada” son los continuadores de los “únicos
defensores del templo cuando su destrucción por Nabucodonosor226”, se observa que la
decoración pintada por encima de la cátedra del “Muy excelente” que preside los
trabajos de los Caballeros de Oriente, dichos también de la espada, muestra los “signos
de Nabucodonosor y de Baltasar, predecesor de Ciro príncipe reinante en Babilonia”. Y
es añadida por otra parte una exhortación en “letras hebraicas”: “devuelve la libertad al
pueblo cautivo”227. Las pruebas planteadas a un recipiendario a este grado son todas
ellas concebidas para dramatizar las pruebas sufridas por los hebreos en el camino de
vuelta a Jerusalén. Ahí, una vez el templo reconstruido, los sabios toman el relevo.
Encarnan la autoridad de la justicia. Alcanzado por su parte el nec plus ultra, garantizan
la perennidad del buen orden restaurado. Podemos pues constatar de aquí en adelante
que el cuarto grado, tal cual lo describe Le Parfait Maçon, se asemeja de hecho al de los
Caballeros de Oriente, los cuales son escogidos entre “los artistas más excelentes”.
Solamente, incluso cuando se inspira en una leyenda, trata de fundamentarse en lo
verosímil. El hecho de situar un grado después de otro en un itinerario iniciático,
necesita respetar un hilo cronológico concedido a los acontecimientos de referencia. Si
el Maestro Perfecto interviene en el momento de la reconstrucción del templo, para el
redescubrimiento de la Palabra sagrada en la bóveda al cuadrado, esto deberá ser
después del retorno a Jerusalén bajo la protección de los Caballeros de Oriente. La
progresión sería entonces la siguiente (estando el grado de arquitecto provisionalmente
inoperante): Caballero de Oriente, Maestro Perfecto, Caballero de Oriente, Príncipe de
Jerusalén. En cambio, si interviniera en el momento de la destrucción del Templo, antes
del exilio de Babilonia, se situaría antes: Maestro Perfecto, Caballero de Oriente,
Príncipe de Jerusalén. Sintomáticamente, no es pues por casualidad, que el ritual de
Jacques VI estudiado anteriormente admita las dos posibilidades.

                                                            
225
Ibid. p. 370.
226
Archivos particulares, AK. Ritual titulado Le parfait élu écossais ou la voûte sacrée appelé le quarré
(1762).
227
Ibid. Ritual de caballero de Oriente (1763).

119
 
Hay algo más de sutil en todo ello. Lo que más tarde se creerá haber sido un grado no
habrá sido otra cosa en realidad que un papel en el interior de una puesta en escena
correspondiente a otro grado. Es así que las ceremonias de recepción al grado de
Caballero de Oriente conducen a oficiar en dos contextos diferentes, en el sentido en
que la logia queda dividida en dos estancias. La primera, es en la que los Hermanos
llevan un mandil y un cordón verdes, en tanto se considera que ellos han sido ofrecidos
por Ciro antes de la partida de Babilonia, siendo el color verde el propio a las armas de
este rey asirio. Entonces, se designan entre ellos como “príncipes”. En cambio, en la
segunda estancia donde se les supone haber ganado su libertad, abandonan el verde en
provecho del rojo, “que es el color real del escocés” y se hacen llamar “caballeros”. De
igual modo, al comienzo de los trabajos, aquel que los dirige es llamado Caballero de la
espada, mientras que al final es llamado Caballero masón. Se puede pues ser
sucesivamente verde y rojo en el curso de una misma asamblea. A consecuencia de ello,
los profanos no teniendo más que fragmentos de revelaciones a interpretar quedan
excusados por fabricar diversos grados a partir de uno solo.

Llegados a este punto en el que estamos, la maestría escocesa puede definirse de igual
modo como un grado comprendiendo diversas figuraciones del mismo, que como una
multiplicidad de grados, siendo la condición para ser considerada como tal, que estén
encadenados unos a otros a fin que se correspondan con las etapas de la conservación de
la palabra sagrada por los Elegidos, del retorno a Jerusalén, luego de la reconstrucción
del templo. Efectivamente, permaneciendo en el rastro trazado por la lectura de Ezequiel
y la relación con los infortunios de la casa Estuardo, la correlación resulta innegable. La
literatura jacobita relativa a este asunto es de lo más constante. Cuando los
hannoverianos divergen hacia la filosofía para explotar únicamente el mito de Hiram,
sus rivales no entienden abandonar el campo de la política.

Los conocedores del caballero Ramsay señalarán que éste no ofrece ninguna ayuda para
interpretar mejor todo esto. Pueden incluso llegar a reconocer una gran circunspección,
puesto que en 1736-1737 Ramsay sólo evoca los tres primeros grados simbólicos, sin
ninguna alusión a los otros; como si, en ese momento, los Escoceses los estuvieran
todavía inventando. De igual modo, parece interesarse solamente por los aspectos
intelectuales, o si se prefiere, espirituales del encaminamiento masónico. Una rápida
puesta a punto no resulta superflua, en la medida que este orador de la Gran Logia de
París es el primero en llevar su mirada hacia los Cruzados, lo que lo aleja
considerablemente de Ezequiel y de toda la matriz original de los escritos
veterotestamentarios.

En su discurso concebido para inaugurar la gran maestría del conde de Derwentwater,


Ramsay propone equivalencias casi funcionales entre los tres primeros grados y los de
las instituciones monásticas. “Tenemos entre nosotros tres especies de cofrades, los
novicios o aprendices, los compañeros o profesos, y los maestros o perfectos.” ¿Qué
quiere decir? Cuesta entrever correspondencias que pudieran tener sentido en un
contexto masónico, en la medida que los juramentos y compromisos pronunciados al
hilo del encaminamiento hacia la maestría no son comparables a los exigidos en la
integración a un convento. Una carta dirigida al marqués de Caumont tampoco se
muestra mucho más explícita al respecto, por bien que la analogía maestro/perfecto sea
sustituida por maestro/adepto228. Sin embargo, tanto en su discurso como en su carta,
                                                            
228
Welcome Medical Library, manuscrito 5744/10, carta 12. Carta de André-Michel de Ramsay,
Bédarride, al marqués Joseph de Seytres de Caumont, Aviñón, 16 de abril de 1737.

120
 
Ramsay tiende a distinguir la historia legendaria de la Orden de la historia real, al
menos según sus criterios; y ésta distinción contribuye a precisar su pensamiento.

La primera historia la relaciona con Salomón, incluso con los patriarcas, cuando no con
Noé. La segunda comienza con las Cruzadas, en el sentido que “gentes de lo más sabias
[…] quisieron mediante símbolos, signos y las palabras más enérgicas reformar las
costumbres de los Cruzados, y recordarles constantemente la presencia de las verdades
más sublimes en un ambiente de cordialidad e inocente placer social229”. Ahora bien,
haciendo esto, Ramsay sitúa de entrada esta historia, presumida como más auténtica que
la primera, bajo el signo de los Estuardo. Este gesto no es evidentemente fortuito. Según
él, es Jacobo Estuardo, “Gran Maestro de la Casa del rey de Escocia” quien “trajo
nuestra ciencia desde tierra santa en 1286 y estableció una logia en Kilwin, en Escocia,
donde recibió francmasones a los condes de Gloucester y el Ulster.230” De ahí a hacerlo
pionero de la Orden en Escocia, resulta implícito y no hace sino valorizar a Jacobo III,
último heredero titular. Después de Jacobo Estuardo, la Orden habría ganado Inglaterra.
Con el correr de los tiempos, habría atraído un número consecuente de adeptos. Pero la
reina Isabel vendría a ver en las logias “nidos de catolicidad”, y por complacerla,
algunos de sus seguidores protestantes se habrían dedicado a alterar ritos y símbolos;
ellos “alteraron, disfrazaron y degradaron diversos de nuestros jeroglíficos, trocaron
nuestros ágapes en bacanales, y profanaron nuestras sagradas asambleas231”. Este estado
de cosas, habría durado demasiado. Una vez elegido gran Maestro, Derwentwater habría
decidido reaccionar finalmente, expresando su voluntad de “devolver aquí todo a su
origen, y restituir todo a su pedestal”. La hostilidad de los “seguidores protestantes” se
habría estimulado interesadamente cada vez más. Animada por los embajadores de
Holanda y de George de Hanover, se habrían puesto a chillar “por todas partes que
queríamos formar una novena cruzada con el fin de restablecer la verdadera monarquía
en Gran Bretaña232”.

De ahí, y con el fin de poner fin al tumulto, las decisiones policiales tomadas por el
cardenal de Fleury que han perturbado todo el año 1737 en la capital francesa.

Tal manera de ver las cosas expone un doble movimiento de reforma. En primer lugar,
entre los Cruzados, los sabios crean la Orden masónica a fin que se recuerden antiguas
verdades “las más sublimes” demasiado olvidadas con el correr de los tiempos. A
continuación, entre los francmasones del siglo dieciocho, el conde de Derwentwater
levanta acta de lo que los protestantes hannoverianos han a su vez alterado, de aquello
que ha sido así inventado, y reclama una reacción fuerte para remediarlo. Ramsay nos
deja entonces con ganas de saber cuáles son esas verdades primordiales en las que está
pensando. Pero, qué de más evidente, mantiene la conexión con la política, y el uso de
los adjetivos bajo su pluma no son inocentes: el verdadero monarca de la Gran Bretaña
que tan ardientemente desea ver restablecido es Jacobo III, lejano sucesor de su
homónimo el Cruzado. Ahí, no es necesaria ninguna alegoría, el mensaje está claro.

Prosigamos. En el discurso de 1736, un párrafo condensa lo que desarrolla la maestría


escocesa. Merece ser retomado en su integridad. Helo aquí: "Después de la destrucción
del primer templo y la cautividad de la nación favorita, el ungido del Señor, el gran
                                                            
229
Ibid.
230
Ibid.
231
Ibid.
232
Ibid.

121
 
Ciro, que era iniciado en todos nuestros misterios, constituyó a Zorobabel gran maestro
de la logia de Jerusalén, y le ordenó poner los cimientos del segundo templo en el que el
misterioso Libro de Salomón fue depositado. Este Libro fue conservado durante doce
siglos en el templo de los israelitas, pero después de la destrucción de ese segundo
templo bajo el emperador Tito y la dispersión de este pueblo, este libro antiguo fue
perdido hasta los tiempos de las Cruzadas, que fue reencontrado en parte después de la
toma de Jerusalén. Se descifró ese código sagrado y sin llegar a penetrar el espíritu
sublime de todas las figuras jeroglíficas que en él se encontraban, se renovó nuestra
antigua Orden de la que Noé, Abraham, los patriarcas, Moisés, Salomón y Ciro habían
sido los primeros grandes maestros.”

Cuando los Cruzados hacen irrupción en el relato, salen de la maestría escocesa. Salen
de ahí, ya que los rituales más antiguos no hablan de ello. No obstante, captamos la
coherencia que Ramsay entiende preservar. A los Cruzados se les supone el regreso a la
antigua fuente. Como Jacobo Estuardo hace de vínculo entre ellos y los francmasones
ulteriores, y como Jacobo III es el verdadero monarca, según su expresión, la lógica de
tal posición quiere que los mejores garantes de la tradición sean de los suyos. El nombre
de los Estuardo es en sí mismo el símbolo más fuerte de una ortodoxia de la que
Ramsay es, en ésta ocasión, el portavoz y el mentor.

Habida cuenta de la coincidencia de fechas, es teniendo en mente estos datos que hay
que considerar que la voluntad del gran maestro Derwentwater en diciembre de 1736, es
claramente la de insuflar en las logias el espíritu de la antigua caballería. Apenas
instalado en su cargo, entiende imponer el llevar espada en logia. La vulgata de después
se complace en decir que esta medida se aplicaba con miras a cultivar la igualdad entre
los Hermanos que eran gentilhombres y aquellos que no lo eran, en el sentido de querer
otorgar a los segundos, en la puerta cerrada de las asambleas, un privilegio que se les
negaba fuera de ellas. Esto no es lo que piensan los interesados de esa época. Antes del
duque de Clermont, antes del duque de Antin, Derwentwater se irrita por las
iniciaciones numerosas y poco selectivas. Sólo cree en la élite. Lo esencial de la reforma
que desea emprender es simplemente concebir la masonería como una Orden
caballeresca, incluidas ante todo las logias azules.

Los burgueses de la logia dirigida por John Couestos no entienden la cosa de otro modo
cuando protestan vigorosamente desde el momento que saben la noticia. Para ellos, la
masonería no es “una Orden de caballería, sino una sociedad en la que todo hombre de
probidad pueda ser admitido sin llevar espada, por bien que diversos señores y príncipes
se complazcan en llevarla233”. Esta declaración es una suerte de preludio a lo que, bajo
otra forma, dirán los refractarios de diciembre de 1743, a la muerte del duque de Antin,
cuando tratarán de introducir al final de los reglamentos el artículo sobre los maestros
escoceses. El hándicap de Derwentwater es no poder modificar en poco tiempo las
costumbres que a lo largo de los años se habían adueñado de las logias. Las
intromisiones policiales decretadas por el cardenal de Fleury impiden de todas maneras
una acción sistemática. Pero puede cuando menos concentrar sus energías en la
consolidación de esta maestría superior, que declinada o no en diversos grados, satisface
en cuanto a ella su ambición.

                                                            
233
BNF, Collection Joly de Fleury, vol. 184, fº 138. Registro de la logia dicha Coustos-Villeroy, Proceso
verbal del 12 de marzo de 1737.

122
 
Gracias al testimonio de André de Gilly, que dirige la logia Saint-Édouard, podemos ver
claramente, que al dejar la gran maestría en unas circunstancias complicadas, tampoco
queda considerado como un dignatario entre los iniciados. Para poder ser calificado
efectivamente de muy excelente, hay que estar a la cabeza de una logia escocesa. Si nos
referimos una vez más al cuaderno de rituales que comprenden los grados de Maestro
Perfecto, Caballero de Oriente y Príncipe de Jerusalén, queda claro por otra parte que
ese superlativo sólo se emplea en el segundo para designar efectivamente a aquel que
dirige los trabajos. Y se hace patente la razón por la que lo poco que dice Ramsay sobre
la salida de Babilonia bajo la dirección de Zorobabel no participa de la ornamentación
anecdótica.

Siendo así, nos gustaría comprender en qué circunstancias los seis o siete grados
señalados en 1744 se llegaron a formar. En razón de su elitismo de principio, las logias
escocesas no tienen vocación de multiplicarse, ni los rituales ser copiados y vueltos a
copiar sin ningún tipo de control. De dónde el desequilibrio entre las informaciones que
de ellas provienen y aquellas otras relativas a las logias azules. La hipótesis más simple
gira en torno de ésta figura del Maestro Elegido manipulando por una parte la trulla con
una mano y con la otra, la espada y el escudo. El grado de Arquitecto desarrolla la
pericia en el manejo de la trulla, como símbolo del conocimiento arquitectónico, y el de
Caballero de Oriente desarrolla la experiencia en el manejo de la espada y el escudo,
como símbolo del ataque y la defensa, mientras que el de Príncipe de Jerusalén es más
bien un grado de justicia. De ahí que las relaciones entre unos y otros no sean de
jerarquía sino más bien de repartición de tareas entre pares. En lugar de concebir un
apilamiento sucesivo, sería preferible ver un abanico. La Maestría Escocesa estaría
ciertamente por encima de la maestría ordinaria; pero al interior de ésta maestría, a
igualdad de perfección, se podrían ejercer tres funciones diferentes. Estas funciones
estarían en analogía con lo que Ramsay dice de los Cruzados en su discurso de 1736:
“En los tiempos de las guerras santas en Palestina, diversos príncipes, señores y artistas
entrarían en sociedad.” Los príncipes dictan el derecho, los señores brillan en el
combate, y los artistas (hombres del arte) conciben los planos del nuevo templo.

En una versión ulterior de su discurso, Ramsay varía en su vocabulario pero conserva


ésta tripartición. “En tiempos de los Cruzados en Palestina, diversos príncipes, señores y
ciudadanos se asociaron e hicieron votos por restablecer el templo de los cristianos en
Tierra Santa y se emplearon en llevar su arquitectura a su Primera Institución.
Acordaron diversos signos antiguos y palabras simbólicas, entresacadas del fondo de la
religión, para reconocerse entre ellos respecto a los infieles y sarracenos.” Tales
distinciones no tienen ningún sentido en el marco de las logias azules; pueden tenerlo
sin embargo en el del Escocismo. Algunas líneas más abajo, Ramsay concede también a
tres categorías distintas de Cruzados francmasones el privilegio de haber fundado logias
en sus países de origen a su vuelta de Oriente. “Los Reyes, los Príncipes y los Señores,
a su vuelta de Palestina, en sus Estados, fundaron diversas Logias.” Aquí, se observa
que los hombres de arte/ciudadanos, no tienen ese honor. Es solamente aquellos que
detentan una función política de autoridad en un Estado que tienen la libertad de innovar
de esta manera. Por otra parte volvemos a encontrar la idea que cualquier asociación no
autorizada resulta una amenaza para la tranquilidad pública.

123
 
124
 
11. Carlos-Eduardo iniciado

En 1743, la opción política discutida entre Francia y Jacobo III era la de enviar, en un
breve espacio de tiempo, al príncipe Carlos-Eduardo a Escocia a fin de ponerse a la
cabeza de una insurrección. He aquí porque numerosos emisarios pasan y vuelven a
pasar el canal. Se trata de asegurarse el apoyo de los jacobitas, que en las islas, puedan
brindarles sostén. Principales agentes de Jacobo III en Versalles, Daniel O’Brien y
Francis Sempill, están encargados de llevar negociaciones secretas con los ministros
Tencin, Maurepas y Amelot. Cada semana que pasa, se muestran más optimistas.

En octubre, después de una gira de espionaje llevada a cabo en Inglaterra por Jacques
Butler, acompañado de regreso por el Hermano John Murray of Broughton, se concibe
un plan para hacer venir de incógnito el príncipe a Francia. Alexander MacGregor irá a
llevar a Roma los detalles relativos a su itinerario y se encargará de ir de inmediato a
Escocia para comunicar a los jefes de clan los correos oficiales del rey. La primera parte
de este plan se desarrolla como estaba previsto. Después de menos de cuatro semanas de
viaje, bajo una discreta escolta para no levantar curiosidades, el príncipe arriba a la
capital francesa el 8 de febrero de 1744. Francis Sempill le ofrece un primer alojamiento
en su casa de la Estrapade.

Habiendo llegado la noticia de su aventura a Londres, el 12 del mismo mes de febrero, a


pesar de las precauciones tomadas, Louis Colin pasa a Inglaterra con la misión de
informar a Amelot sobre lo que vea. Debe estar atento a los comentarios y rumores, sin
omitir el informarse sobre los movimientos militares de los hannoverianos. Colins es el
Venerable, que algunos meses antes, encadenó tal número de asambleas masónicas en
su casa del muelle de la Ferraille, que causó turbación entre los inspectores de policía.
Ahora, en otro papel, es instado a concentrarse en su misión. “Deberéis ser más
cauteloso que nunca para evitar haceros sospechoso a ojos del gobierno, y ante la menor
sospecha que vuestra persona corra algún tipo de riesgo, no debéis dudar en volver a
Francia.234”

Transcurridos ocho días, le es expedida una llamada al órden. Se teme cada vez más que
pueda ser capturado. No obstante, aguarda a que la amenaza se desvanezca antes de
volver235.

Una tempestad fortísima aborta un primer embarque de tropas. De improviso, Versalles


prefiere diferir varios meses una segunda tentativa. Mal que le pese, el príncipe Carlos-
Eduardo frena su impaciencia. A su alrededor, todos los militares de alto rango lo
apoyan. En despecho de ciertos celos existentes entre ellos, cada uno acepta la
responsabilidad que le es asignada. Desde Roma, Jacobo III emite certificados,
comisiones, patentes. Los comerciantes y hombres de negocios de la red son igualmente
movilizados, tanto para aportar finanzas, como para preparar navíos o para asegurar la
compra clandestina de armas y municiones.
                                                            
234
MAE, sèrie Mémoires et documents, subserie Inglaterra, volumen 77, fº 64, y volumen 75, fº 204 cara.
Carta de misión a Colins, Versalles, 12 de febrero de 1744.
235
Ibid. fº 81 cara (minuta) y fº 115 (carta de Colins del 24 de febrero).

125
 
En junio de 1745, James-Hector MacLeane, el antiguo Gran Maestro, es arrestado en
Edimburgo, a su vuelta de Francia. Es portador de papeles secretos con destino al duque
James Drummond de Perth. Por no haber tomado suficientes precauciones con ocasión
de una compra de botas, la policía del gobierno de Hanover se le echa encima y lo lleva
a prisión. Informado de inmediato y temiendo nefastas consecuencias, Carlos-Eduardo
decide anticipar una orden de salida y se hace a la mar en Saint-Nazare el 3 de julio. Es
acompañado en su empresa por un pequeño grupo de fieles, entre ellos el duque de
Atholl y George Kelly. Su desembarco en Escocia se hace sin encuentros indeseados.
La noticia se extiende por el país. Numerosos clanes que le habían prometido sumarse
se ponen en camino. Y es así, llevados por la dinámica de los primeros éxitos contra el
ejército hannoveriano, que se llega a la fecha del 24 de septiembre de 1745.

En ese día, o quizá mejor en esa noche, se lleva a cabo una reunión confidencial, por no
decir secreta, en el palacio ancestral de Holyrood. El duque de Atholl dimite del cargo
de regente que hasta entonces ocupaba a la cabeza de la Orden masónica “templaria”
para cederlo a Carlos-Eduardo. Sin duda la dificultad para hablar de ello está
relacionada con el hecho que los documentos que se puedan encontrar al respecto son
raros y que aquel que haya podido captar la atención en el pasado ha sido reputado de
fantasioso por un autor de la talla de Wilhelm Begemann236. Pero, a la espera que se
efectúe una investigación para evaluar su fiabilidad, nos quedamos con una conclusión
positiva. Se trata de una carta escrita el 30 de septiembre de 1745 por el duque de Perth
a su amigo David Ogilvie.

“Es realmente un orgullo ver a nuestro príncipe en el palacio de sus padres, con toda la
mejor sangre de Escocia a su alrededor. […] Este último lunes hubo un gran baile en
palacio, y el martes 24 de septiembre, bajo convocatoria, hubo un capítulo solemne de
la antigua caballería del Templo de Jerusalén tenido en la sala de audiencias –no más de
diez caballeros estaban presentes, ya que desde la dimisión de Lord Mar del oficio de
Gran Maestro, no se había convocado ninguna reunión general, salvo en vuestro propio
convento del norte. Nuestro noble príncipe, a paso firme con la ropa blanca de nuestra
Orden, ha hecho su profesión como un digno caballero, y después de haber recibido las
felicitaciones de todos los presentes ha jurado que reconstituiría el Temple más alto que
nunca lo fue en tiempos de Guillaume de Lion; entonces, lord Atholl ha dimitido como
regente, y su alteza real ha sido elegido Gran Maestro. Os escribo esto a sabiendas de
cuanto amáis a la Orden.237”

Si es posible un litigio, éste solo puede estar relacionado con la designación de la


Orden. El hecho de describir “un capítulo solemne de la antigua caballería del Templo
de Jerusalén” basta para considerar que el modelo del que se trata es con toda seguridad
caballeresco y templario, pero no ofrece ninguna certeza sobre el título distintivo de este
capítulo o del sistema que lo envuelve. Por economía de medios, el colocarle el epíteto
de templario no debe necesariamente significar que los actores de la escena se adhieran
al mismo desconsideradamente.

                                                            
236
BEGEMANN, Wilhelm, Die Tempelherrn und die Freimaurer. Entgegnung auf die gleichnamige
Schrift des Geheimen Archivrats Dr. Ludwig Keller, Ernst Siegfried Mittler und Sohn, Berlín, 1906, p.
56-63.
237
Statutes of the Religious and Military Order of the Temple as established in Scotland, with an
Historical Notice of the Order, Edimburgo, 1843.- Edinburgh Advertiser, 1º de diciembre de 1843.

126
 
El autor de la carta, James Drummond, 3er duque de Perth es al que MacLeane debía
entregarle los documentos de los que era portador, pero que no pudo hacer a causa de su
arresto. Es nacido en 1713. Dos años después, su padre participaría en el levantamiento
llevado a cabo por el duque de Mar y se vería obligado a huir a Saint-Germain-en-Laye
después de la derrota. Más tarde, James vino a su vez a Francia acompañado de su
madre. En 1732, una vez sus estudios secundarios acabados, volvió a su país donde hizo
secretamente campaña a favor de la restauración de los Estuardo. En 1738, entra a
formar parte de la Confederación escocesa, al jurar solemnemente junto a otros siete
grandes señores secundar a Jacobo III en su nuevo proyecto de reconquista. Esta
confederación firma un pacto en 1741 que es transmitido de inmediato al gobierno
francés. Al año siguiente, lo volvemos a ver en York donde se encuentra con los
distintos ediles para dar escucha a su sentir sobre la situación política del reino. El
alcalde y varios de sus colaboradores se declaran simpatizantes de la causa y prometen
unirse a las fuerzas de Jacobo III desde el mismo momento en que éstas hagan patente
su fuerza238. Es ahí también, que en enero y marzo de 1743 John Murray of Broughton
se reúne con él en dos ocasiones antes y después de su misión en Versalles239. Habida
cuenta de la cronología y los sentimientos hostiles expresados por Fifield d’Assigny,
nos encontramos muy probablemente en el origen de la comunicación a los
francmasones de la ciudad del Royal Arch.

Venerable de la logia de Dunblane, es también miembro del Loyal Club fundado en


diciembre de 1744 en Edimburgo por otros Hermanos y amigos, entre los cuales David
Elcho, hijo del conde de Wemyss. Después del arresto de MacLeane y su
encarcelamiento en la Torre de Londres, logra engañar a los dos oficiales hannoverianos
encargados de vigilarle. Convencido que los partidarios no habían estado nunca tan
cerca de la guerra decisiva, entra en la clandestinidad. Cuando la noticia de la llegada
del príncipe Carlos-Eduardo le llega, y que la toma del duque de Perth se había llevado
a cabo el 4 de septiembre, he aquí que no falta a la cita a la noche siguiente. Doscientos
de sus mejores hombres lo acompañan. Nombrado teniente general, participa en todas
las marchas hasta la entrada en Edimburgo. De dónde su presencia en el palacio de
Holyrood el 24 de ese mismo mes.

Más joven, ya que es nacido en 1725, David Ogilvie es el hijo mayor del cuarto conde
de Airlie. En 1743, helo en Francia donde supuestamente habría venido a buscar
instrucción militar. No permanece allí durante mucho tiempo. De vuelta a casa, no
espera a otra cosa que la señal de concentración. El 16 de mayo de 1745, Jacobo III lo
nombra su representante en el condado de Angus. Sin embargo, en el curso del verano,
contrariamente a lo hecho por el duque de Perth, tarda en unirse al grueso del ejército.
Esto explica por qué no está en Holyrood. Con alrededor de seiscientos hombres de su
clan, no podrá ser operativo hasta el 3 de octubre, después de lo cual Carlos le pedirá
que vaya a recolectar las tasas en su condado.

En su carta, el duque de Perth expone que Ogilvie es el único que ha podido reunir un
convento de caballeros en sus tierras. Luego está claro que ha sido promovido al
Escocismo. ¿Ha sido ello en el transcurso de su estancia en Francia? La respuesta puede
que sea afirmativa, ya que sabemos que la posibilidad que el duque de Perth y algunos
                                                            
238
EWALD, Alexander Charles, The Life and Times of Prince Charles Stuart, Chatto et Windus,
Londres, 1883, p. 48.
239
MURRAY OF BROUGHTON, John, Memorials, FITZROY BELL, Robert, University Press,
Édimbourg, 1898, pp. 41 y 49.

127
 
otros se hallaran en disposición de atraer neófitos, tanto de Escocia como de Inglaterra o
Irlanda, no disgusta a d’Assigny. Pero este detalle resulta de importancia secundaria
cuando se trata de verificar si la conexión establecida anteriormente con el Royal Arch
es legítima.

Lo es. Hemos visto en efecto que en 1763, Jean-François Pollet, miembro de la logia
L’Union militaire del regimiento Royal-Deux-Ponts, escribirá que Hermanos del
regimiento de Ogilvie habrían practicado en 1746 (1747 sería más conforme) el Royal
Arche Grade. Se trata aquí claramente del nombre en alemán del grado de la Bóveda
real, que en inglés es el Royal Arch. Collar rojo, mandil verde, cruz de San Andrés: he
aquí las decoraciones descritas por Pollet. Nos queda por saber pues cual será el ritual
practicado en el curso de los años 1760, y cómo se desplegará la terminología
caballeresca, en relación con los otros grados (o roles), en particular con el de Caballero
de Oriente. No obstante, el solo hecho de descubrir, con casi veinte años de intervalo, el
nombre de los mismos personajes en archivos diferentes que se ignoran entre sí, inclina
a pensar que se ocupan claramente de las mismas cosas.

La hipótesis de una invención, tal como Begemann lo imagina, es pues extremadamente


frágil. El 24 de septiembre de 1745, el marqués de Tullibardine, alias duque de Atholl,
preside con toda claridad en Holyrood una asamblea masónica, en presencia de
alrededor de una decena de caballeros. En tal calidad, recibe en ese grado a Carlos-
Eduardo Estuardo, hijo de Jacobo III. Una vez cumplida esta formalidad, devuelve sus
poderes al príncipe. Como hay que partir del principio que los caballeros de la asistencia
se consideraban creados, si habían obtenido su promoción de manos de otro, es preciso
admitir que existía una tradición al respecto. Si el duque de Perth la inicia con el duque
de Mar, es como consecuencia en época en que éste estaba a favor de la misma. Una vez
más los años 1722-1723 parecen los más plausibles.

De todas formas, la analogía con las intenciones expresadas por Jacobo III cuando
contemplaba la creación de la Orden de la Restauración es inquietante. Se trataría pues
de aguardar el retorno efectivo a Escocia: este es el caso para la conquista de
Edimburgo, y muy simbólicamente, para la instalación en el palacio real de Holyrood.
Se trata de concentrar los mismos honores en los principales servidores del Estado: es
una vez más el caso para las cooptaciones realizadas en el entorno inmediato del
príncipe. Se trata también de entregarles las insignias apropiadas: cuando sabemos que
el conde de Derwentwater tiene por misión transportar con él las medallas de la Orden
de San Andrés y de la Orden de la Jarretera240, podemos admitir que las primeras no
sean únicamente destinadas a las ceremonias relativas a esta Orden sino también para
las destinadas al Escocismo masónico.

Hay otra aproximación que merece no ser descuidada, concretamente la que nos lleva al
29 de mayo de 1660. El día en que la restauración de Carlos II es oficialmente
proclamada, la francmasonería queda por su parte institucionalizada. Esto no se ignora
en la tradición jacobita, al menos en las familias cuya suerte está vinculada a la de la
Casa de los Estuardo. Por tres veces, nos da la impresión de una voluntad deliberada por
forrar la escena política y pública de un retorno al poder por otra escena oculta pero
solemne de creación o consolidación de una fraternidad reservada a los mejores
servidores de esta Casa.

                                                            
240
MAE, serie Memorias y documentos, subserie, Inglaterra, volumen 83, fº 176.

128
 
El mismo príncipe, hijo del rey, es así mismo cooptado. Que sea dispensado de los
preámbulos simbólicos es probable, lo que inclina a pensar que descubre los misterios
en ese momento. Si bien nada indica que contara no obstante con la autorización de su
padre, ni que le hubiera pedido permiso, estemos atentos al hecho que recibe de manos
del duque de Atholl las funciones de regente. Ahora bien, sea cual sea la regencia de
que se trate, supone el ejercicio de un poder por delegación, en sitio y lugar de otro que
se encuentra impedido de hacerlo. Políticamente hablando, es justamente el caso de este
príncipe que decidirá en lo sucesivo todos los actos concernientes a la vida civil y
militar. En estos títulos oficiales, se presenta como “Príncipe Regente”. Por
consecuencia, la deducción es simple: Jacobo III es claramente la referencia suprema.

La objeción más fuerte, y así pues la más seria, que se puede oponer a este análisis es
que a partir de finales de agosto de 1745, el duque de Atholl parece permanecer largas
semanas en el castillo familiar de Blair, castillo que su hermano, otro duque homónimo,
ha abandonado cuando ha sabido de las llegada de los jacobitas. Ciertos comentaristas
consideran que su estado de salud reclamaba el reposo más absoluto. Según el ofensivo
Begemann, permanecería en una especie de retiro hasta mitad de octubre, sin moverse.
Consecuencia lógica: no puede estar en Edimburgo el 24 de septiembre.

Su propia correspondencia desmiente tal punto de vista. Las cartas que recibe o expide
lo muestran muy móvil a partir de mediados de septiembre. El 15, está en efecto en
Dunblane, donde acompaña al conde John Nairne con una leva de soldados241. A la
mañana siguiente está con Tullibardine. Luego pasa a Dunkeld. Es desde allí, que el 19
de septiembre, escribe una carta a David Ogilvie, como por casualidad, para incitarlo a
reclutar el mayor número de tropas posibles con vistas a las batallas a venir242. El 20,
permanece allí todavía, puesto que escribe otra carta a John Murray of Broughton,
nombrado secretario particular del príncipe Eduardo, para manifestarle su alegría al
saber que volvía a estar en posesión de la capital de su antiguo reino (Capitoll of his
Ancient Kingdom), y no hacía si no responder a otra comunicada por el mismo
Ogilvie243. El 22, todavía desde el mismo sitio, informa a su cuñada que se había
quedado en Tullibardine, esposa de su hermano George, que las noticias de las que tiene
conocimiento son decididamente alentadoras y añade en posdata que se encuentra muy
bien de salud244. El mismo día, estando por su parte en el campo de Pinkey, Carlos-
Eduardo firma a su favor una patente de comandante en jefe245. Es el día 25 que lo
volvemos a encontrar en su castillo de Blair. Ahora bien, estando allí, lo vemos de
repente muy prolijo, exhortando a los oficiales superiores bajo su mando a mostrarse
más decididos que nunca bajo los estandartes reales246.

¿Qué ha sucedido entre tanto? El 24, a las seis de la tarde, el marqués no se encuentra en
Edimburgo, puesto que, a esa hora, su hermano George le escribe para tenerle
informado sobre los últimos compromisos armados contra las fuerzas hannoverianas, y
para comunicarle la lista de miembros que componen un consejo privado recientemente
                                                            
241
BURTON, John Hill, y LAING, David, Jacobite correspondence of the Atholl family: during the
rebellion M.DCC.XLV – M.DCC.XLVI: from the originals in the possession of James Erskine of
Aberdona, Esq. Abbotsford Club, Edimburgo, 1840, p. 19.
242
Ibid. p. 20.
243
Ibid. p. 21.
244
Ibid. p. 24.
245
Ibid. p. 25.
246
Ibid, p. 26-28.

129
 
querido por el príncipe Carlos-Eduardo. Podemos pues sostener la hipótesis que éste ha
dejado Dunkeld para llegar a Edimburgo después de las seis de la tarde. La distancia
que separa estas dos ciudades es de alrededor 44 millas, es decir 70 kilómetros. A
caballo, con una salud que él mismo declara como muy buena, y sabiendo la energía
que despliega hace dos semanas, nada más fácil que hacer el trayecto en un día y
asegurar el retorno a Blair al día siguiente. Esto sirve para las consideraciones globales,
y sin duda aprovechó su desplazamiento para recibir su patente del día 22.

En cuanto a los detalles, nos damos cuenta con facilidad que este consejo privado
formado por el príncipe está pensado para que sea presidido por nuestro personaje.
Difícil ser más claro. La lista de miembros, tal como George Murray asegura su
transcripción comienza así: “List of His Royal Highness’ Privy Council: Duke of Atholl,
president.247” Por si fuera necesario, la confirmación del lugar eminente que ocupa entre
los jacobitas es flagrante. Por otra parte, el examen de los otros nombres de la lista
revela sin que ello sea sorpresa una mayoría de francmasones. A estas alturas de la
investigación, podríamos afirmar que al menos una decena lo son. De donde la opinión
que ya he tenido ocasión de avanzar en El Misterio de la Rosa Blanca 248 que la mayor
parte de caballeros que rodeaban a Carlos-Eduardo cuando la ceremonia de Holyrood
pertenecían también al consejo.

Si, a la mañana siguiente, así pues el día 25, una vez de vuelta a su castillo de Blair, el
marqués de Tullibardine se muestra entusiasta en los mensajes que dirige a sus
corresponsales, es probablemente porque esta ceremonia estimula su optimismo, al
igual que en 1737 la elección del conde de Derwentwater lo había exaltado. Lejos de
encontrase decrépito, casi una sombra de sí mismo, sometido al forzado reposo, según
Begemann, da pruebas en este momento de un sorprendente vigor. De pasada, ¿es
necesario recordar que diversos caballeros participantes de la ceremonia “templaria” de
Holyrood han tenido la ocasión de permanecer bastante duraderamente en Francia
anteriormente, de manera que no podían ignorar las funciones masónicas ejercidas por
el marqués?

La composición del consejo es variable al hilo del transcurrir las semanas y la toma en
cuenta de una lista no debe llevar a creer que las personas citadas estén presentes
físicamente en cada convocatoria. Para ajustar el acontecimiento lo más posible,
podemos no obstante reducir el comentario a tomar solamente en consideración los
nombres transcritos por George Murray el 24 de septiembre, en la carta a su hermano.
La puesta en un cuadro facilita en este caso la identificación de los hombres cuya
pertenencia masónica está atestada. Como Murray se come ciertos nombres o ciertos
títulos nobiliarios, restablezco la lista fiándome de otros documentos.

Evidentemente, la ausencia de informaciones en cuanto a las eventuales agregaciones


masónicas de los miembros dejadas aquí en casillas blancas no permiten inferir claras
hipótesis al respecto. ¿Son iniciados? ¿No lo son? Me guardaré muy mucho de
pronunciarme sobre el asunto. Me bastará con insistir sobre el hecho, que si el consejo
privado es indudablemente imaginado por Carlos-Eduardo para que sea presidido por el
marqués de Tullibardine, es porque lo cree apto para hacerlo. Desde entonces, lo que
vale para el consejo vale para el capítulo “templario”.

                                                            
247
Ibid. p. 25.
248
KERVELLA, André, Le Mystère de la Rose Blanche, Dervy, París, 2009, pp. 279-293.

130
 
Nombres Pertenencias masónicas

William Murray, duque de Atholl Regente de la Orden “templaria” en 1745,


sucesor en esta función del duque de Mar.
James Wemyss Gran Maestro de la Gran Logia de Escocia
en 1743-1744, justo después de una
estancia de incógnito en Francia.
George Murray

James Drummond, vizconde de Miembro de la logia del regimiento Real


Strathallan Escocés, en 1744.
John Arbuthnot, vizconde de Arbuthnot

John Gordon, vizconde de Kenmuix

John Nairne Venerable Maestro de la Logia de


Dunkfeld desde 1741.
David Elcho Hijo de James Wemyss, considerado
como francmasón en diversos
documentos, por bien que la prueba
formal falte todavía (por el momento).
David Ogilvie Miembro de la Orden “templaria” en
1745.
Miembro de la logia del regimiento del
que era coronel en 1747.
Henry David Erskine, Lord Cardross Primer Gran Vigilante de la Gran Logia
de Escocia en 1739; Gran Maestro en
1745-1746. Yerno de James Steuart of
Goodtress, más abajo.
James Steuart of Goodtress Miembro de la Orden de los Caballeros
Elegidos, según una lista de 1750.
Andrew Wauchop of Niddry

Hugh Hamilton of Boag

John MacLeod of Moravenside

John Stirling of Keir

Archibald Stewart Lord Provost de Edimburgo.


Curiosamente, en una lista de Caballeros
Elegidos de 1750, es confundido con
James Steuart of Goodtress
James Graham of Airth Miembro de la logia del regimiento de
Albany (creada en 1747)
John Murray of Broughton Iniciado en Roma el 27 de agosto de 1737.

131
 
La carta del duque de Perth precisa que alrededor de una decena de caballeros asisten al
marqués. Sabiendo de la ausencia de algunos, por una parte –entre ellos Ogilvie-, y sin
excluir la posibilidad que otros iniciados estén presentes en Holyrood, por otra parte, no
resulta difícil alcanzar este número. Como ya he escrito en El Misterio de la Rosa
Blanca citando a otros jacobitas admitidos después al Consejo privado, la gran mayoría
de ellos teniendo ocasión por otra parte de hacer una estancia más o menos larga en
Francia, con al menos una visita a Saint-Germain-en-Laye, se consolida la tesis de su
adobamiento masónico, me atrevería a decir, bajo el magisterio de Tullibardine o de un
sustituto, y me inclino particularmente por el “muy excelente” Charles Radcliffe of
Derwentwater.

En el momento de este capítulo solemne, este último se encuentra todavía en Francia, a


fin de coordinar las actividades de los oficiales de la causa llamados a secundar el
ejército del príncipe después de las primeras batallas. Está igualmente encargado de
traer a Escocia las decoraciones que servirán para honorar a los mejores combatientes.
Será solo en noviembre que embarcará a bordo de Le Soleil y será desgraciadamente
interceptado en alta mar, con su hijo Jacques-Clément y otros amigos acompañantes.
Esto nos priva de algunos indicios que habrían podido informarnos respecto al lugar que
ocupa exactamente entre los caballeros.

Después de la velada de Holyrood, Carlos-Eduardo entrega una patente a una logia del
conde de Derby. Suficientemente seria para que se le prestase atención, la información
es publicada en la revista Notes and Queries en 1869 a partir de las confidencias
recibidas mucho antes por parte de un antiguo masón, y efectuadas a John Sleigh, autor
poco inclinado a las fantasías. A comienzos de diciembre de 1745, habiendo entrado la
ciudad en un ambiente de fiesta, con sonar de las campanas y fuegos de artificio, el
príncipe recibe una delegación de Hermanos del condado y acepta firmarles un
documento de autentificación o constitución, en calidad de Gran Maestro. Lo que hace
difícil encontrar rastro de ello, es la substitución llevada a cabo más tarde, en 1813,
cuando la masonería inglesa decide zanjar sus conflictos internos procediendo a la
aproximación de las tendencias divergentes. En aras del buen entendimiento, los
antiguos archivos habrían sido destruidos para hacer más fácil una renovación. “La
patente original de la logia de los antiguos francmasones del condado de Derby [The
Derbyshire Lodge], cuya sede está en Longmor, fue firmada por Carlos-Eduardo en
tanto que Gran Maestro, en Derby en diciembre de 1745, […] ésta fue sustituida por una
patente inglesa en el momento de la Unión de 1813.249”

El antiguo masón que se confía a Sleigh es John Millward, iniciado hacia 1810 en la
logia L’Unité de Longmor, y así pues en disposición favorable para estar presente en
ésta substitución. Este es por otra parte hijo de masón, y por este hecho, posee
conocimiento directo sobre el pasado de su localidad. Tal cual habla de ello, el
acontecimiento de 1745 se revela de lo más plausible, en despecho de la crítica que
sobre el mismo hace William Pinkerton, anticipándose en este aspecto a Begermann y
comentando el mismo desprecio que éste sobre el título de Atholl llevado realmente por
el marqués de Tullibardine250. Es el 4 de diciembre que el príncipe y sus tropas alcanzan
Derby. Cinco días después, decide no marchar sobre Londres y cepillar a contrapelo el
                                                            
249
SLEIGH, John, “The Stuart and Freemasonry”, Notes and Queries 1869, IV, III, p. 533 y IV, p. 66.
250
Ibid., PINKERTON, William, “The Stuart and Freemasonry”, Notes and Queries 1869, IV, V, pp.
536-538.

132
 
camino. Lo hace después de haber reunido a su consejo. Podemos pues considerar que
ha estado ampliamente ocupado en sus ocupaciones políticas y militares en detrimento
de las masónicas.

No obstante ¿hay que dar crédito a la declaración tardía del príncipe, cuando asegura al
barón de Wächter que su padre le había prohibido adherirse a una logia? Sí. Dos series
de consideraciones pleitean en este sentido. La primera ha sido abordada. A partir de la
segunda mitad de los años 1730, Jacobo III se inquieta cada vez más por las tentativas
llevadas a cabo por algunos jacobitas de Italia dirigiendo a sus dos hijos contra él.
Convencidos que el rey, aunque legítimo a sus ojos, no está en disposición de dirigir
una expedición de reconquista, hacen cuanto está en su mano presionando a Carlos-
Eduardo para que reivindique este privilegio y a tomar ascendente en el seno de su
familia. Evidentemente esto no es del gusto de su padre, que como reacción, vela por
contener y mantener a raya, tanto a su hijo mayor como al menor, en una estricta
disciplina de obediencia. La prohibición de frecuentar una o varias logias, entra en la
lógica de ésta dinámica. Siendo, en efecto, el Hermano James Murray el más celoso de
los manipuladores, mientras que Ezekiel Hamilton sopla desde lejos el viento de la
burla, Jacobo III entiende que lo más juicioso es guardar control sobre sus hijos.

Independientemente de esto, en segundo lugar, Jacobo III desconfía del temperamento


de Carlos-Eduardo. Lo sabe en ocasiones impulsivo, capaz de iniciativas
desafortunadas. Más todavía, sabe de su inclinación precoz por la bebida. Como la
opinión pública está al acecho de anécdotas picantes, y suponiendo que quiere ver en el
iniciado un equilibro personal, puede llegar a estar inclinado a diferir el momento en
que el príncipe descubra el famoso secreto. A partir de la primera Bula papal de 1738,
en todo caso, más vale actuar con prudencia. La posible iniciación del príncipe, si llega
a ser conocida, y ésta lo sería inevitablemente, suscitaría un gran apuro. En 1745, le
franquea el paso, en la medida que se estima liberado de las presiones italianas y que la
masonería escocesa dirigida hasta entonces por el marqués de Tullibardine, duque de
Atholl, es mucho más discreta que la existente al uso en las logias azules. Pequeño
comité de caballeros pertenecientes a la élite.

Es algunas semanas antes de Holyrood, el 30 de agosto exactamente, que Jacobo III


confía a Daniel O’Brien su irritación hacia Murray of Dunbar, y su doble Francis
Strickland, gobernador de su hijo menor Henry. A fuerza de observarlos, ha
comprendido las maniobras que orquestaban conjuntamente para tratar de dividir a su
familia. Pero ha optado por dejar hacer en la medida que el peligro podía ser controlado.
Ahora bien, como conclusión de su carta, he aquí una formulación que da que pensar:
después de haber enumerado ampliamente sus quejas, Jacobo III escribe palabras
escogidas en forma de cumplimiento en favor de O’Brien. “Vos sois en el presente casi
la única de nuestras gentes de este lado del mar de una cierta esfera de la que puedo
estar contento.” ¿De qué esfera se trataba?

Quiero recordar que ese coronel es de la Fraternidad. Dos años antes, en junio de 1743,
fue solicitado por George Robinson, un corresponsal de Amsterdam, para que le
comunicara el plan de reforma emprendido por el duque de Antin a la cabeza de la Gran
Logia de Francia251. Como la mayor parte de iniciados, Robinson se expresaba entonces
mediante alegorías, asimilando la Orden francesa con el hotel particular del duque, pero
                                                            
251
RAW SP, 250/138. George Robinson, Amsterdam, a Daniel O’Brien, 6 de junio de 1743 [escrito al
dorso: respondido el 23 de junio].

133
 
se entiende bien que no podía tratarse de una simple casa de piedra y ladrillos. Si se
hubiera tratado de una cosa tan trivial, O’Brien no habría transferido su correspondencia
al secretariado de su rey. Por otra parte, algunas semanas antes, Robinson se interesaba
también por el marqués Clermont de Amboise, en misión secreta en Londres252. Desde
comienzos de los años 1730, estaba incluso encargado de infiltrar a los habituales
hannoverianos de la embajada de Inglaterra en Francia para trasladar los hechos y gestas
a sus amigos de la otra orilla del canal.

Sucedió que los primeros éxitos del ejército jacobita no fueron suficientes para abrir el
camino de Londres y provocar la caída del “usurpador”. El 16 de abril de 1746, la
humillante derrota de Culloden sella la suerte del príncipe. Obligado a huir, mientras
que sus principales fieles dejan su cabeza en el cadalso, permanece errante durante
varios meses antes de poder ser recuperado sano y salvo por un equipo llegado de
Francia. En octubre, desembarca en Roscoff y se apresura en retomar sus contactos en la
región parisiense con la idea de organizar lo más pronto posible una segunda
expedición. No entraremos más en estos nuevos detalles. Observaremos únicamente,
que al mismo tiempo que él se entrega a la tarea con la esperanza de volver pronto a la
batalla, aparece una nueva Orden masónica que reivindica ahora abiertamente la
referencia templaria. Tal es el aspecto más turbio de ésta historia.

                                                            
252
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Inglaterra, volumen 89, fº 11.

134
 
12. Venganza Kadosh

En 1747, mientras que Carlos-Eduardo cambia a menudo de residencia en la región


parisiense y conserva la esperanza de poder dar un golpe de fuerza que fuera triunfal,
los Hermanos masones se movilizan para formar una nueva Orden seguramente
inspirada por la gesta de los antiguos guerreros de la Edad Media. Su título es Orden
Sublime de los Caballeros Elegidos. Una convergencia de indicios253 autoriza a situar la
asamblea constitutiva en diciembre. Su tema central es el de la venganza. El tema es
pues en ese contexto de actualidad. Decir que Carlos tomara parte personalmente sería
excesivo, ya que no se encuentra en parte alguna mención de una consigna que hubiera
dado. Sin embargo, el estudio de la coyuntura y los archivos que han quedado inclinan a
pensar que su entorno estaba implicado.

Esta nueva Orden presenta una alternativa a aquellas que la han precedido, una vía
paralela. Esta también se ofrece como proporcionando un cuarto grado después del de
maestro azul, sin intermediarios, pero esta vez el recipiendario es invitado a que tenga la
espada en una mano y el puñal en la otra, quedando la trulla olvidada en el cuezo, por
así decirlo. Al mismo tiempo, la reivindicación explícita con los Templarios de la Edad
Media se traduce por que llevan una capa blanca ornada con una cruz roja y un cordón
negro ornado parecidamente. Resulta en este caso una fuerte acentuación que no impide
no obstante que retome algunas imágenes del Royal Arch y del Caballero de Oriente,
pero, sin alejarse pues de esta idea de que un duelo (cordón negro) queda por vengar en
la sangre (cruz roja).

Alegóricamente, la venganza es por la muerte de Hiram, tal y como es evocada en el


ritual de tercer grado. El cuidado en la puesta en escena es evidente. Por un momento,
incluso volvemos a encontrar en las decoraciones una gruta en la que brilla una luz y se
“recoge el fruto de la elección”. Mejor aún, es mantenida la idea que después de la
destrucción del Templo de Jerusalén, ciertos elegidos conservaron la memoria. Salvo
que, entre esos elegidos, muchos se relajaron con el trascurrir del tiempo.
Exteriormente, continuaban dando la apariencia de caballeros serios, austeros, fieles a
sus deberes; pero interiormente, habían perdido la fe inicial. Muchos, pero no todos.
Algunos supieron preservarse de la hipocresía, y son esos pocos los que han mantenido
el vínculo con los Templarios, y a partir de ellos, con los Caballeros de la Orden
Sublime.

El nombre de Kadosh viene de esa separación de la minoría auténtica respecto de la


mayoría inconstante. El hebrero sugiere en efecto una separación y una santidad
asociada a la misma. “Varios de ellos, observantes de la ley que con justicia les había
sido impuesta, se separaron y fueron llamados Kadosh que significa santo.254” De
generación en generación se perpetuaron discretamente hasta que las Cruzadas les dió la
oportunidad de revelarse, recordando la necesidad de volver a los principios de los
                                                            
253
KERVELLA, André - Le Mystère, op. cit.
254
Archivos Departamentales de Quimper, 100.J.1623. Copia del Proceso verbal de los estatutos
fundadores de la Orden Sublime de los Caballeros Elegidos, 1750, fº 8.

135
 
primeros tiempos. Desgraciadamente, bajo el reinado de Felipe el Hermoso en Francia,
provocaron los celos y las envidias a causa de su éxito y su capacidad por asegurar la
prosperidad de su Orden. De donde las persecuciones que tuvieron que sufrir. Mientras
que su Gran Maestro Jacques de Molay moría en la hoguera, al mismo tiempo que lo
hacían sus más leales lugartenientes, un pequeño grupo logró escapar y refugiarse en las
montañas de Escocia. Es gracias a estos que los Caballeros Elegidos de la
francmasonería les deben su propia existencia. Por transmisión secreta de época en
época, habrían velado para que el fuego sagrado nunca se extinguiera.

La función de la espada es la de servir contra los “enemigos de la religión cristiana y el


Estado”; la del puñal, infligir la muerte al traidor que cometió el asesinato de Hiram. La
alegoría tiene, a pesar der todo, vocación pacífica al explicar que los recipiendarios
deben velar más bien en matar los vicios que hay en ellos compitiendo con sus virtudes,
a librar en suma un combate contra las fuerzas oscuras de su intimidad, no siendo otra
cosa el verdadero templo a consolidar que el alma de uno mismo. Ello no impide que la
referencia a las montañas de Escocia tenga una pretensión histórica, y por ese medio, las
aspiraciones de los creadores de esta Orden estén políticamente orientadas hacia una
valorización de los Estuardo. Desde un punto de vista religioso, se trata también de
privilegiar la religión católica, por bien que la tolerancia invite a codearse con los
protestantes255.

Esto vale para un análisis interno de un juego de documentos de la época. En análisis


externo, llegamos a la misma constatación. En primer lugar, es imposible no observar la
presencia de James Steuart entre los fundadores. Este hombre es el antiguo emisario
escogido por Carlos para ir y venir entre él y las oficinas de Versalles, después del
lanzamiento de la ofensiva en 1745. Refugiado ahora en Fontenay-aux-Roses, la agenda
de la Orden dice que representa a Escocia y particularmente a Edimburgo. Que esté en
contacto frecuente con su príncipe, le ha reportado que éste haya renovado su confianza
en él, instituyéndolo como su portavoz oficial ante el gobierno francés. Que lo esté
también con David Ogilvie, citado anteriormente, se verifica fácilmente. En efecto, en el
curso del verano de 1746, Ogilvie formaba parte de los otros afortunados que lograron
evitar la captura. Se escapó de su país por Noruega. Como las autoridades lo retenían
allí por un tiempo, su primer movimiento ha sido escribir a Steuart para darle sus
novedades y pedirle una ayuda financiera que le permitiera continuar su viaje hacia
París, para él y para sus compañeros de infortunio, pasando por Suecia y Prusia256.
Hecho esto, los dos hombres tuvieron el placer de volverse a encontrar en el entorno de
Carlos. Por vía de consecuencia, es improbable que algunos meses más tarde, la
implicación de Steuart en la creación de los Caballeros Elegidos no fuera de su elección
o fuera ajeno a la misma, en la medida que Steuart cumplía funciones muy oficiales de
representación del príncipe, formalizadas por una carta patente257.

                                                            
255
Ibid, fº 10. “Explicadme de dónde viene que admitamos hoy a h. que no son católicos aunque parezca
esto contra la orden y el establecimiento.- Respuesta: Entre los h. que había en Escocia e Inglaterra
cuando el establecimiento del luteranismo y del calvinismo, los hubo que abrazaron las nuevas maneras
de pensar, sin embargo la amistad fraternal que reinaba entre ellos no fue en absoluto alterada y se
contentaron con hacer votos para que la divina providencia se complaciera en devolver a estos h. al seno
de la iglesia, y fue con este motivo que decidieron en sus estatutos no hablar nunca de religión, temiendo
que la disputa pudiera agriar la amistad existente entre ellos”.
256
RAW, SP 276/105. Carta de Daniel O’Brien, París, a Jacobo III, Roma, 22 de agosto de 1746; RAW,
SP 76/93. Carta de James Steuart, París, a Jacobo III, Roma, 22 de agosto de 1746.
257
Poderes de representación otorgados el 29 de diciembre de 1746.

136
 
Otra personalidad que practica la francmasonería jacobita desde hace largo tiempo,
conocedor de sus arcanos y que puede muy bien inspirar una novedad en provecho de su
príncipe, es George Kelly, del que conocemos su relación con Hamilton, bajo los
estandartes del Toboso. Nacido en el condado de Roscommon hacia 1686, este irlandés
cumple sus estudios en el Trinity College de Dublín, a la salida de los cuales se orienta
hacia una carrera eclesiástica. Ferozmente militante, hostigado en 1718 por haber
pronunciado públicamente un sermón en favor de Jacobo III, se convierte en íntimo del
obispo Francis Atterbury que le ofrece dirigir su correspondencia secreta, lo que lo lleva
a estar en el centro del complot de 1722. Su arresto en la primavera de ese año le supone
un severo juicio seguido de su encierro en la siniestra Torre de Londres. Pasa de este
modo más de catorce años tras los barrotes hasta que un día, aprovechando una salida
bajo la vigilancia de un guardia logra engañar a éste y huir al continente. Destino: París
vía Calais. Estamos a finales de 1736.

Los amigos con los que se reúne sin tardanza son, naturalmente, Hermanos en
masonería; y como la mayor parte están relacionados con Hamilton, he aquí como llega
a compartir a su vez las referencias romanas. Después, tan pronto en París, como tan
pronto en Aviñón, tan pronto incluso en Madrid o Barcelona, a menudo tras la estela de
Ormonde del que se convierte en secretario particular, multiplica los contactos con
aquellos a los que la diáspora cuenta como entre los más distinguidos. Su amistad con
Ramsay, en particular, hace de él una parada preciosa para comunicar informaciones
confidenciales, esas que no aparecen nunca en las gacetas. Al mismo tiempo, prolonga
sus afinidades hacia los franceses con buena disposición, a instancias del marqués Louis
de Fumel, cofundador de una logia en Toulouse258.

En marzo de 1744, apenas Carlos-Eduardo se instala en París, le ofrece sus servicios y


se convierte al cabo de poco en indispensable. “Su Alteza real ha encontrado un hombre
de buen tino en la persona de M. Kelly, entre el tumulto de sus propias gentes.259”
Ormonde aceptando que cambie de patrón, de algún modo, se vincula entonces a su
príncipe y forma parte de los compañeros que se embarcan con él en el momento en que
se lanza la expedición al año siguiente. Al cabo de algunas semanas en Edimburgo, en
octubre, vuelve a Francia con el encargo más bien delicado de magnificar en Versalles
los primeros éxitos militares. En este papel, es como el doble de Steuart, y
recíprocamente.

Los días siguientes a la derrota se viene abajo, mostrándose extremadamente crítico,


incluso cáustico cuando la corte de Carlos-Eduardo se reforma en 1747. En un primer
tiempo, reprocha a Henry, el hermano menor de su príncipe, de estar falto de energía, de
no saber comprometerse cuando el deber lo llama. En un segundo tiempo, la toma con
Jacobo III en persona, considerando que está falto de discernimiento y no sabe emplear
a su hijo mayor como convendría. Algunos observadores asustados le vaticinan una
áspera réplica, denunciando en él a un hombre arrebatado, vindicativo, ejerciendo sobre
el príncipe una nefasta influencia; pero lo cierto es que este último no le ha hecho falta
ninguna ayuda, y se ha dejado llevar efectuando exacerbados comentarios sobre su
propia familia y los consejeros que le asisten. En este sentido, tenemos la impresión que
la cizaña sembrada por Ezequiel Hamilton ha encontrado terreno fértil.

                                                            
258
RAW, SP/233/90. George Kelly, Avignon, a James Edgar, Roma, 14 de junio de 1741.
259
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Inglaterra, volumen 83, fº 184, 27 de marzo de 1744.

137
 
De dónde la tendencia a aislarse, a formar un grupo aparte. “Me dicen que Kelly está
siempre aquí, que se esconde a menudo para que nadie sepa donde está; todo el día está
reunido con los escoceses, cena con ellos y frecuentemente por grupos diferentes. Este
último día ha cenado con los señores Steuart, Andrew Lumisden, Willie Hamilton el
poeta y algunos otros.260” Este ambiente no es muy sano. Pero, es propicio a
conciliábulos que llevan a formar una nueva Orden masónica, así mismo de inspiración
ofensiva. Entre los dos nombres que acaban de ser citados, reconocemos en efecto el de
Steuart. Pero, primo de Alexandre Cunningham al que hemos encontrado en Roma en
enero de 1737, Andrew Lumisden es por su parte iniciado, cuando menos en la Orden
azul. Añadamos, para hacer el caldo gordo, que Kelly tiene un alojamiento en la calle de
Anjou y que en ella ha hospedado al médico Andrew Cantwell, propuesto a la admisión
una decena de años antes en la logia denominada Coustos-Villeroy.

En el verano de 1748, sus enemigos imaginan a Kelly caído en desgracia. Es cierto que
se lo ve menos; pero no ha perdido la confianza de su entorno inmediato. En muchas
circunstancias, continúa siendo el intermediario obligado para llegar a su maestro. Lo
que se echa en falta hoy, para saber si acompañó o no a Steuart en la innovación, es la
lista completa de Hermanos que obraban en París. Señalaremos no obstante que los
testimonios a su favor confirman lo que la Orden Sublime entiende presentar de su
funcionamiento. La innovación se inscribe en un movimiento que solo implica a una
minoría, precisamente aquella cuya simpatía aumenta respecto al príncipe desgraciado,
sin tener por tanto el asentimiento de los veteranos. Este matiz justifica indirectamente
el apelativo Kadosh y se revela capital para la inteligibilidad del acontecimiento.

Entre los dignatarios conocidos, debidamente censados, se observa a otros personajes


manteniendo estrecha relación con los jacobitas que se habían adherido a la causa de
Carlos-Eduardo. Entre ellos, Jean-Baptiste Pinot de La Gaudinays, presidente de la
cámara de cuentas en Rennes, perteneciente a una familia de magistrados y propietarios
de tierras, recientemente ennoblecida por la compra de un cargo de secretario del rey.
Su hija, se ha casado con el irlandés John Stapleton, barón de Trève, cuyo padre,
establecido en Bretaña, se enriqueció con el negocio internacional. Consultando los
expedientes que le conciernen, debemos admitir sin reservas la tradición que reconoce a
un próximo de Carlos-Eduardo Estuardo por haber introducido en 1748 en su ciudad un
alto grado escocés. Por su parte, Achille-Godefroy Jouaust la contesta, tachándola de
absurda261. Al contrario, resulta absolutamente sensata. El año 1748 es seguramente
aquel que, entre los primeros adherentes de la Orden de los Caballeros Elegidos, Pinot
de La Gaudinays efectúa más proselitismo en su ciudad natal. Sin duda es también el
año que gracias a Pinot se han constituido diversos archivos todavía hoy accesibles.

Es también hacia la pequeña corte formada alrededor del príncipe que se orientan los
hermanos George y James Lockhart, nietos del prolijo epistolario citado en capítulos
anteriores. Uno es capitán, el otro aspirante a marino. Su padre, nombrado igualmente
George, ha efectuado en 1738 un viaje a Roma para confirmar a Jacobo III la fidelidad
de su familia. En 1745-1746, ha combatido ostentando el rango de general mayor.
Después de la derrota de Culloden, los dos hermanos logran pasar por separado al
continente. Ahora bien, los encontramos poco tiempo después de su paso a París, entre
los fundadores de la logia de los Écossais fidèles en Toulouse. Cuesta creer la palabra
                                                            
260
MAE, serie Mémoire et documents, subserie Inglaterra, volumen 83, fº 268, 1º de octubre de 1747.
261
JOUAUST, Achille-Godefroy, Histoire du Grand Orient de France, reedición Télètes, París, 1989, p.
77.

138
 
de Thory cuando presenta el ritual practicado por esta logia, sin matices, como estando
compuesto por nueve grados, los cuatro primeros supuestamente correspondiendo a la
masonería azul o simbólica, los tres siguientes a la “masonería de las cruzadas” (sic) y
los dos últimos a la “masonería científica”. Tal repartición se corresponde a arreglos
realizados a posteriori. De igual modo, la alusión a las cruzadas se inscribe en la lógica
que transparenta en este conjunto complejo de datos.

Otra información que no debemos descuidar. De un tiempo a otro, Carlos-Eduardo


acepta invitaciones para cenar en casa de los grandes señores de la aristocracia. En una
de estas ocasiones, se encuentra con Montesquieu, en casa de Anne-Charlotte de
Crussol-Florensac, duquesa de Aiguillon. El filósofo le asegura su estima. Dedicándole
sus obras, lo felicitará incluso por la pertinaz reivindicación de sus derechos sobre la
Gran Bretaña. Su correspondencia pasa en ocasiones por la pluma de su secretario y
amigo, Octavien de Guasco, el cual está comprendido entre los efectivos de los
Caballeros Elegidos. ¿Coincidencia fortuita? En una carta de 1749 dirigida al príncipe,
Montesquieu escribe: “De cualesquiera nación que seamos, nos parecemos a vuestros
bravos escoceses en el sentido que es imposible estar cerca de vuestra Alteza real sin
quererlo.262”

La policía encargada de la vigilancia de unos y otros señala encuentros sospechosos en


Saint-Ouen, en el lugar donde el cardenal de Rohan ha ofrecido provisionalmente a
Carlos-Eduardo la posibilidad de ocupar una casa que el primero posee. La policía
señala sobre todo una serie de idas y venidas entre ésta casa y otras dos en la misma
ciudad de París, pertenecientes a Pierre Picot de Dampierre, joven teniente en el
regimiento de los guardias franceses. Una se encuentra en la rue de los Minimes, la otra
en rue Sainte-Marguerite. Como en Saint-Ouen, tienen lugar numerosos conciliábulos
con los mismos individuos263. No se sabe más, ya que el secreto está bien guardado.
Ello no impide que Dampierre pertenezca a un regimiento cuyos iniciados se
multiplican desde hace más de un decenio, en particular en la logia del jacobita Colins
cuyo dinamismo se ha hecho patente en septiembre de 1743 cuando se ha precisado el
proyecto de hacer venir a Carlos-Eduardo de Italia, y que ha llevado a cabo una misión
de reconocimiento en Inglaterra inmediatamente después de la llegada del príncipe a la
región parisiense.

Más allá del caso particular de ésta Orden, la figura de Carlos-Eduardo se convierte en
una especie de referencia para otros grupos tocantes a la masonería, y que de una
manera u otra, entienden honorarse teniéndolo como referente. Más tarde, será conocido
el caso de los Arrageois que dirán deber su constitución al Escocismo. En la medida que
el diploma que exhiben no resiste un examen de validación, es difícil darle crédito. Pero
no serán los únicos en esta tendencia. El prestigioso Charles-François Radet de
Beauchaîne sitúa la creación de la Orden de los surcadores en la misma época y bajo los
mismos auspicios. Si la cuestión reside en conocer en qué condiciones han obtenido esta
protección principesca, no es menos cierto, que al menos durante el curso de los años
1760, no dejarán de repetir su apego a Carlos-Eduardo sin que nadie lo desmienta, y
ciertamente por parte de los señores titulados de los que sabrá rodearse.

                                                            
262
RAW, SP Box1/302. Carta de Charles Secondat de Montesquieu a Carlos-Eduardo Estuardo. Junio de
1749, sin precisar el día.
263
BNF, Bastille, manuscrito 11658, fº 86 y sucesivos. Boletín de la policía, 19 de octubre de 1747.

139
 
Estando así las cosas, la idea de separación es interesante ponerla en relieve, ya que los
veteranos de la causa se hallan entre la perplejidad y el fastidio al ver las iniciativas de
la nueva generación. No quieren seguir este movimiento. Desde el punto de vista
estrictamente político, diversos hechos lo testimonian sin equívoco. Desde el punto de
vista masónico, las informaciones son más difusas, delicadas de manejar, pero
suficientemente repetitivas para dar fundamento a una opinión sólida. El hecho de
alejarse de la línea hasta entonces practicada se lleva mal.

En la primavera de 1748, cuatro de esos veteranos firman una carta conjunta dirigida a
Francis Sempill, en la que expresan sin eufemismos sus quejas ante el comportamiento
del príncipe que ha encajado tan mal los consejos que le han formulado que les ha
cerrado la puerta. Los firmantes son: James-Hector MacLeane, Ranald MacDonald of
Clanranald, Alastair-Ruadh MacDonell of Glengarry y Charles Stewart of Ardshiel.
Encargado de informar a Versalles sobre su personalidad y los medios financieros de los
que disponen, Jean-Baptiste Boyer d’Éguilles los inscribe en cabeza de los jacobitas
refugiados en París después del desastre de Culloden, definiéndolos como “gentes de
consideración por su nacimiento, su rango y la importancia de sus servicios264”.

Conocemos al primero, que reside en el hotel de Suecia, sito en calle de Borbón, con
arrabal Saint-Germain. Después de su arresto en Edimburgo, se beneficia de la
liberación por la única razón, que al haber nacido en Calais en 1703, acredita estar
sujeto al rey de Francia. Boyer d’Éguilles lo juzga “muy limitado”, y confundiéndolo
con Radcliffe, se equivoca respecto a las condiciones de su arresto. Poco importa. Según
las antiguas reglas, podemos presuponer su condición a partir de una carta que le
dirigirá en septiembre de 1750 uno de sus corresponsales, capitán en el regimiento de
Ogilvie, que le pedirá participar en un merry meeting on the green265 después de
algunos problemas de salud. La fórmula codificada, hace pensar en los caballeros del
Toboso que la empleaban. Ella es sin embargo aplicable a los francmasones escoceses,
siendo el verde justamente el color del Royal Arch.

El segundo, nacido en 1716, pasa su educación de joven en Saint-Germain-en-Laye


donde residen sus padres durante varios años, como lo atestiguan numerosas actas
parroquiales. Cadete en el regimiento de Rothe en 1740, se hace capitán en el Real
Escocés en agosto de 1744. Ahora, reside habitualmente en Bagneux, y solo viene a
París de tanto en tanto. Según Boyer, “Es el primer escocés de nombre que ha estado
junto al príncipe, y el único montañés que en Derby haya sido de la opinión de marchar
sobre Londres. Dirigía alrededor de 350 hombres. Es un hombre muy honesto y muy
dulce, y en absoluto anti-francés como muchos de sus compatriotas.” Sus recursos son
débiles y tiene mil dificultades para mantener su familia. Es miembro de la logia de su
regimiento.

El tercero es primo del segundo. Nacido en 1724, también capitán en el Real Escocés en
1743, y Hermano de la misma logia, formó parte del destacamento encargado de
acompañar Derwentwater cuando su traslado a Escocia en noviembre de 1745.
Capturado al mismo tiempo que éste, después de algunos meses de prisión en la Torre
de Londres, lo sueltan por el hecho que llevaba uniforme francés en el momento de su
detención y debía por esta razón ser considerado como prisionero de guerra extranjero.
                                                            
264
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Inglaterra, volumen 79, ffº 235-238 y 342-344.
265
RAW, SP 311/34. Carta de Donald MacDonell of Lochgarry a James-Hector MacLeane, Roma, 25 de
septiembre de 1750.

140
 
Ahora, alojado en el hotel de Inglaterra de la calle Condé, junto a su hermano más
joven, espera obtener un mandato de coronel para dirigir un regimiento. A pesar de una
solicitud dirigida a Jacobo III para que le brinde su apoyo, sus peticiones no obtienen
éxito.

Ardshiel, el último, nació hacia 1705. En mayo de 1739, Jacobo III le entrega una
comisión de coronel. Algún tiempo más tarde, se inscribe en el Loyal Club fundado en
Edimburgo, en el que cada adherente debía prestar juramento de dar respuesta a la
llamada del príncipe Carlos-Eduardo cuando llegara a Escocia para asegurar la
restauración de los Estuardo. Es pues lo que se produce en el verano de 1745. Escapado
a Francia en 1746 después de Culloden, sus bienes confiscados, su castillo incendiado,
deseaba él también tomar el mando a la cabeza de un regimiento. Habiendo encontrado
pensión junto a su mujer en la Hospedería “próxima al hotel que hay frente a la
muralla”, no es más afortunado que Glengarry. Boyer, sin embargo, no deja de
estimarlo: “Merece una pensión; honestidad la tiene de nacimiento”.

Otros dos o tres se unen a estos cuatro para señalar su desaprobación a la conducta de
Carlos-Eduardo, como John Nairne, sobrino del difunto duque de Atholl, Lewis
Gordon, protegido del conde de Clermont que lo ha hecho ocasionalmente su ayuda de
campo, y el viejo John Gordon of Glenbucket, un antiguo de la insurrección de 1715.
Conciben entre todos un nuevo plan de reconquista que varios de ellos irán a Italia a
someter directamente a consideración de Jacobo III. Antes de esto, en mayo de 1748,
hablan de situación de crisis y se lamentan de que su príncipe no les otorgue más tiempo
ni consideración. Según ellos, incluso su honor estaría en juego. Es por lo que previenen
a Sempill que van a organizar una asamblea solemne, y esperan que esté presente en la
misma. “Todo esto corresponde al deber de cada uno y no tenemos ninguna duda sobre
vuestra asistencia.266”

Esto en cuanto a la política. En el interior de la masonería, acabamos de ver que


MacLeane permanece fiel al verde del Royal Arch. El testimonio del mayor Pollet
muestra que David Ogilvie está en el mismo caso. Provisto del nombramiento de
coronel que le permite dirigir un regimiento a su nombre, anima la creación de un
Capítulo que se situará explícitamente bajo su mismo patronazgo. Primeramente situado
en la calle Saint-André-des-Arts antes de trasladarse a la de las Vieilles Tuileries, atrae
a oficiales irlandeses y escoceses que permanecen tras la estela trazada por sus
predecesores de la caballería “al cuadrado”. Por otra parte, uno de estos oficiales no es
otro que el capitán Donald MacDonell of Lochgarry que es justamente el autor de la
carta a MacLeane evocando las reuniones on the Green.

Parece suceder lo mismo en el seno del regimiento de Albany reclutado en octubre de


1747, que tomó su nombre en homenaje a Henry Estuardo, hermano menor de Carlos-
Eduardo267. El coronel es el mejor amigo de juventud de MacLeane, Donald Cameron
of Lochiel, que forma igualmente parte del equipo de descontentos. Si éste es poco
                                                            
266
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Inglaterra, volumen 83, fº 295. Carta a Francis Sempill,
27 de mayo de 1748.
267
El título de conde de Albany es asumido por Carlos-Eduardo en las postrimerías de los últimos
decenios de su existencia. En la segunda mitad de los años 1740, es Henry Estuardo quien lo lleva, sobre
todo cuando su paso a Francia para contribuir a su manera al esfuerzo de guerra. Oficialmente estaba
titulado como duque de York; pero se hizo llamar conde de Albany al ser acogido entre los oficiales
generales franceses. En el momento de la creación del regimiento, Cameron permanece entonces en
Fontainebleau con mujer e hijos.

141
 
citado en los archivos posteriores a Culloden, es porque muere en octubre de este año
1748, en Bergues, abatido por una meningitis fulminante. Después, la mayor parte de
sus oficilaes son integrados en el Real Escocés. Se pueden contar entre ellos unos
quince francmasones.

La mayoría de simpatizantes franceses no se aparta tampoco de este cliché. Cuando a la


cabeza de Saint-Édouard, André de Gilly expresa su orgullo por haber estado antaño
protegido por el “muy excelente” conde de Derwentwater, no se tiene la sensación que
diga nada nuevo. Al contrario, la redacción del diploma que él entrega el 2 de junio de
1747 a Jacques Olivier para constituirlo en gran maestro de la logia escocesa de
Montpellier, indica que está secundado por Antoine Dupin en las funciones de
Adhoniram [Adoniram]. Este término no es empleado por los Caballeros Elegidos, pero
lo es en revancha por los adeptos de la Maestría Escocesa que llevan la huella de la
Elección o de la Perfección.

Se puede objetar que en junio de 1747 la Orden de los Caballeros Elegidos no está
todavía inventada. Lo está en todo caso al año siguiente, en abril de 1748, cuando los
amigos de Gilly producen las Constituciones y Reglamentos de la Orden de los Grandes
Escoceses que deben ser observadas por todos los Excelentes maestros Escoceses 268.
Está claro entonces, según el artículo 11, que el grado terminal de la progresión
iniciática es el de Caballero de Oriente. Dicho de otra manera, el grado de Gran Escocés
confiere sin ninguna duda una superioridad a los Hermanos que lo poseen y adquieren
por este hecho la prerrogativa de ser vigilantes de todas las logias simbólicas, e incluso
de crear una nueva en no importa que ciudad, con tal que no entren en competencia con
un Capítulo ya existente; pero el grado soberano es simple y llanamente el de Caballero.

En ese momento, el gran maestro de las logias escocesas de París no es otro que Louis-
Élisabeth de La Vergne de Tressan. Íntimo de Derwentwater hasta su partida de
Dunquerque en noviembre de 1745, acaba de desposar a la jacobita Charlotte-Michèle
Russell, cuyo bisabuelo dejó Inglaterra antes de las primeras guerras civiles para
establecerse en Vitry, en la Champaña. Oficial general, apasionado de la literatura
medieval, asiduo de Versalles y de la corte de Lorena, sigue de cerca la carrera militar
de ciertos Hermanos del regimiento Real Escocés, no dudando en recomendar a los más
meritorios cuando pretenden una cruz de San Luis, a instancias del capitán Jacques
Hay269.

En provincias, el final de los años 1740 es bastante significativo por la obertura de


logias escocesas que son más deudoras de los antiguos Escoceses que de los nuevos.
Esto no impide a los segundos encontrar interlocutores en las mismas ciudades, incluso
buscar una especie de cohabitación en el seno de un mismo equipo, pero la tendencia a
la expansión es más favorable a los primeros. Su ascendente se impone en Lille,
Marsella, Rouen Estrasburgo, Lyon, entre otras. En Burdeos y en las Antillas donde
Étienne Morin ha hecho un trabajo de precursor desde 1744, sucede lo mismo. ¿Es
necesario recordar que este fue promovido Maestro Perfecto según el ritual dicho de
Jacobo VI270?

                                                            
268
BN, FM4 76, fº 8 y siguientes.
269
Service Historique de la Défense, Armée de Terre, XB 7.
270
KERVELLA, André, Rite Écossais Ancien et Accepté. L’effet Morin, Ivoire-Claire, Groslay, 2009.

142
 
La atenta lectura de una lista de dignatarios Kadosk establecida en 1750271 revela
incluso un fenómeno curioso. El cuarteto de cabeza está formado por los oficiales de
infantería de Borbón y de Condé, cuyos regimientos pertenecen a la familia Borbón-
Condé. Ahora bien, el príncipe de esta familia que detenta el poder de nominación no es
otro que el conde de Clermont. Como uno no puede imaginar que no fuera consultado
antes que cualquiera de sus servidores tomara el menor compromiso masónico en
cualesquiera parte, en la medida que éste era también Gran Maestro de las logias
simbólicas, resulta fácil deducir que tal concentración de militares debiéndole sus
respectivas carreras es un medio para canalizar este sistema, que en lo sucesivo
explícitamente, reivindicará el templarismo de antaño.

Estos oficiales son, para el regimiento de Borbón, el conde René-François-André de La


Tour du Pin La Charce, barón de Plantiers y de Aleyrac; y para el de Condé, Charles-
Claude Andrault de Maulevrier, marqués de Langeron, más los caballeros Pierre Pic de
Goudal de La Goudalie y Paul de Grandis de Pomerol. Los dos primeros son coroneles,
lo que confirma la importancia de la adhesión. La Tour du Pin toma incluso la dirección
de la Orden a finales de 1749. Que Clermont se guarde de imponer sus puntos de vista,
es posible; que vele, preguntado lo que se hace, es muy probable. Control por
delegación.

Unas rápidas palabras respecto a La Tour du Pin. Nació en Ypres el 30 de noviembre de


1715. Paje de la cuadra del rey a los trece años, capitán a los quince, es promovido a
comandante de la compañía coronela del primer batallón del regimiento de Borbón, y
poco después, coronel en 1740. Cuando combatía en Lawfeld cerca de Maastricht, a
comienzos de julio de 1747, es tan gravemente herido en las piernas por una bala de
cañón que debe pensar en abandonar el servicio. Es lo que hace en 1748, habiendo sido
nombrado brigadier. Se retira entonces a su castillo de Bosmont en Thiérache,
propiedad de su mujer, pero hace frecuentes estancias en París. Los compiladores del
después sólo se acordarán de él una sola vez, cuando evocarán en el curso de los años
1760 al barón Friedrich von Vegesack, cofundador de una logia en Weismar y reputado
entonces por haber sido recibido por él en la “Orden Templaria”. Forzarán su
inclinación por el detalle hasta llegarle a prestar el título de “provincial de Auvernia”.
Más simplemente, cuando recibe a Vegesack entre los Kadosh, no es todavía gran
maestro y su autoridad no alcanza más allá de las puertas de su propia logia escocesa.
En cuanto al epíteto templario, se convertirá en tan polémico que es absurdo imaginar
un solo tronco, y así mismo, una sola fila de herederos.

En todo caso, la Orden de los Caballeros Elegidos se revela marginal a su creación.


Rápidamente controlada por los hombres del conde de Clermont, no puede definir por sí
sola al templarismo. Ciertamente, la dramaturgia Kadosh va a multiplicar sus émulos
con el transcurrir de los años, pero esto será por anexión del grado en el sistema escocés
cuyos más sólidos elementos le son anteriores. Además, las nuevas tribulaciones
políticas de Carlos-Eduardo no son de naturaleza a mantener el optimismo de los
Hermanos habiéndolo escogido como referente en lugar de su padre. Entre 1750 y 1753,
en efecto, imagina la posibilidad de realizar el derrocamiento de George II en Londres
con el apoyo de un débil número de soldados, pero fracasa estrepitosamente.

                                                            
271
Archives Départamentales de Quimper, 100.J.1623, Copia del proceso verbal de los estatutos
fundadores de la Orden Sublime de los Caballeros Elegidos, 1750, fº 1.

143
 
144
 
13. Paso al vacío

En París, impaciente por saciar su revancha contra sus vencedores, insolente con los
mayores de su propia causa que querrían disciplinarle, Carlos-Eduardo decepciona.
Reforzado en su sentir por Kelly, acaba creyendo que es el único en poder decidir los
intereses superiores de su familia, el único en comprender realmente los resortes de las
intrigas internacionales. Como su padre no está de humor para dejarlo actuar sin ser
consultado, los correos intercambiados entre ellos rezuman un desacuerdo creciente que
resuena en las posiciones masónicas de cada uno.

En diciembre de 1748, no logrando hacerlo marchar y con el fin de respetar un artículo


del reciente tratado de Aix-en-Provence firmado con Inglaterra, Luis XV ordena su
expulsión. Interpelado manu militari en los alrededores de la Opera, cuando Carlos-
Eduardo se aprestaba a pasar una agradable velada de espectáculo, conducido de
inmediato a una celda del fuerte de Vicennes, el príncipe es forzado a prometer una
rápida salida de sus fronteras. En menos de una semana, el tiempo imprescindible para
arreglar sus asuntos personales, toma el camino de Aviñón, quedando entendido que
pasará a continuación a Italia.

Esto por lo que se refiere a la teoría. En la práctica, su tenacidad permanece intacta, de


tal manera que Carlos-Eduardo decide volver a Francia, pero de incógnito. La Corte, por
supuesto, se agita por el acontecimiento, pero su reacción es bastante blanda. Para el
gobierno, las apariencias están salvadas. Pasando por Lyon, el fugitivo encuentra
alojamiento en el convento parisino de las Hijas huérfanas de San José, dichas de La
Providencia, en la rue Saint-Dominique. Desde allí, reactiva a sus fieles. Estos le
responden sin gran convicción, o hacen oídos sordos. Entre otros, escribe al conde
Marishall para proponerle convertirlo en su secretario de Estado, reaccionando éste más
bien fríamente.

Carlos-Eduardo galopa los caminos. Cuando deja París, es para estar en Lunéville,
atravesar Suiza y aterrizar en Venecia donde espera entrevistarse con Marishall, pero
éste no acude. Todo el año 1749 se lo pasa en desplazamientos diversos y un poco
bruscos. Con el fin de dejar pistas equivocadas, dice querer retirarse definitivamente a
Austria. Su padre no sabe nunca donde se encuentra, puesto que no le facilita ninguna
información. Sus distracciones, cuando las tiene, son la lectura, las mujeres y el vino.
Así, gusta particularmente de Montesquieu que acababa de publicar recientemente El
Espíritu de las Leyes. El filósofo recibe una carta encantada de su parte. La respuesta es
elegante: “Sea que os mostréis, sea que os escondáis, seréis igualmente la admiración
del universo”.272

Le tienta solicitar la ayuda de los suecos. En este sentido concibe un viaje que llevaría a
cabo con el conde Nils Bielke273. Este personaje no nos es desconocido. Lo hemos
encontrado en torno a los años 1720-1730, cuando era recibido masón en una logia de la
capital. En febrero de 1737, separado de su mujer, convertido al catolicismo dos años
                                                            
272
RAW, SP Box 1/302. Carta de Charles Secondat de Montesquieu a Carlos-Eduardo Estuardo, París.
Junio de 1749, sin precisar día.
273
Ibid. Box 2/114.

145
 
antes en Estrasburgo, tiene el raro honor de ser nombrado senador de Roma por el Papa
Clemente XII, lo que suscita una vez más la perplejidad respecto a las pretendidas
hostilidades de la Iglesia hacia la Orden. Desgraciadamente para ambos, el viaje no se
lleva a cabo. En su lugar, envía a Henry Goring, caballero del Toboso, anteriormente
implicado en el complot de Atterbury y que se escapó a Austria pasando antes por
Roma y luego a París. Se ignora lo que resultó de todo ello. No obstante, con o sin
ayuda extranjera, el príncipe no renuncia al proyecto de fomentar un golpe de Estado en
Londres.

Alojado durante un tiempo en casa de este otro Hermano filósofo que es Claude-Adrien
Helvétius, cuyo padre fue el médico de Ramsay, se hace con los subsidios del Hermano
banquero George Waters y pasa un pedido de armas que se entregarán en Anvers.
Cuando se acuerda de la existencia del rey, su padre, es para pedirle que le extienda una
nueva patente que lo instituiría como regente de la Gran Bretaña. En julio de 1750,
despacha al discreto Goring con dirección a Italia para que se la traiga. El rey consiente
de mala gana, ya que precisa en una carta de acompañamiento, que desde hace cinco
años, su hijo se muestra demasiado atrevido a su modo de ver, rompiéndole el corazón y
descuidando sus deberes274.

Carlos-Eduardo se empecina. Deseoso de una propaganda que se anticiparía a una


acción de golpe, contacta a dos grabadores que pudieran fabricar medallas con su efigie
antes de distribuirlas al otro lado del canal de la Mancha. Se dirige con tal propósito en
primer lugar al taller del Hermano y Venerable de logia Jacques Roëttiers quien rechaza
el pedido, arguyendo con razón, que en calidad de grabador del rey requería de una
autorización expresa del marqués Louis-Philippe Brulart de Puysieux, ministro de
Asuntos exteriores. Se dirige entonces hacia el señor Malapert, que ejerce su oficio en la
rue Saint-Jacques, en una puerta cochera entre las calles de las Feuillantines y los
Benedictinos ingleses, el cual se muestra con mejor disposición, pero al que la policía
prohíbe hacer la producción deseada, después de haber fabricado solamente una
docena275. Esta nueva contrariedad es tan rápidamente olvidada que el príncipe
encuentra el medio para pasar a Inglaterra para hacerse una idea por sí mismo de la
situación insurreccional que podría provocar.

Existe un calendario exacto de la escapada redactado directamente por él276. No


entraremos en el detalle del día a día. Diremos solamente que permanece poco más de
una semana en Londres y que los encuentros que efectúa están marcados todos ellos por
la huella masónica. En primer lugar, en el camino de ida a Ostende, se le une John
Holker. Antiguo oficial del regimiento de Manchester que se alistó al ejército escocés en
1745, es hecho prisionero en la debacle pero logra escapar a Francia. Una vez allí,
solicita servir en el regimiento de Ogilvy. Permanece en dicho regimiento poco tiempo,
alcanzando el rango de capitán, antes de escoger una carrera civil en la fabricación
industrial del textil. Algo mayor que Carlos-Eduardo, ya que era nacido el 14 de octubre
de 1710, no falta junto a él a ninguna reunión secreta. Otros Hermanos participan de
estos encuentros, en particular el duque Henry de Beaufort, el conde John Fane of
Westmorland y el profesor William King, siendo la particularidad de éste último el
haber sido huésped del caballero de Ramsay en Oxford en 1730.

                                                            
274
Ibid. SP 310/14. Carta de Jacobo III, Roma, a Carlos-Eduardo, 4 de agosto de 1750.
275
BNF, Bastilla, manuscrito 11658, fº 15, 29 y 338.
276
RAW, SP Box 3/1.

146
 
Durante esta breve estancia, Carlos-Eduardo se convierte al anglicanismo. Elección
política más que religiosa, al haberle sido repetido a menudo que para ganarse la
mayoría de simpatías en Gran Bretaña le era preciso deshacerse de la férula romana. En
Italia, Stosch no deja de hacerse eco de la noticia rápidamente, llegando incluso a decir
que Jacobo III la comunica en persona al Papa al tener cuenta de ella. La noticia no
gusta oírla. Fuera como fuere, Carlos-Eduardo vuelve a París el 24 de septiembre, no
concediéndose sin embargo mucho tiempo para descansar. Su mirada se posa en
Alemania donde espera entrevistarse con Federico de Prusia. Disfrazado de abate, de
acuerdo a una elección que hace cada vez que quiere ocultar su verdadera identidad,
flanqueado por Goring, se detiene en Lorena y toma dirección a Berlín, antes de
continuar en dirección a Dantzig.

Federico es iniciado, todo el mundo lo sabe. Las gacetas hablan de ello desde hace diez
años. ¿Es ello importante? Sin lugar a dudas. Trasladémonos a ciertos relatos girando en
torno al barón de Hund277. La mención según la cual uno de los hermanos Keith lo
habría visitado en 1750 ó 1751 en su casa de Kittlitz, y habría pasado varios días con él,
no resulta falta de interés. No habiendo dado realmente continuación activa a su
iniciación “templaria” de 1743, Hund volvería a pensar en ella después de los
encuentros con Keith. Ahora bien, los dos hermanos (y Hermanos) George y James
Keith están claramente en Alemania por esa época. El pequeño James ha sido nombrado
mariscal de campo de sus ejércitos por Federico; el mayor George, más conocido bajo el
título de conde de Marishall, ha dejado su propio mandato en España y aguarda a su vez
un empleo lucrativo al servicio de Federico.

El período que nos interesa prioritariamente es el de junio-julio de 1751. En la corte de


Federico, algunos personajes altamente situados se dedican a maniobrar a favor del
príncipe errante, concibiendo una operación militar a su favor. Se trataría de
comprometer a tropas prusianas y suecas que bajo el mando de Marishall, podrían
descender hasta Gran Bretaña y triunfar finalmente sobre los Hannover. Además de los
dos hermanos Keith, toman parte en las discusiones: Richard Talbot de Tyrconnel,
embajador de Francia, Gustav Wulfenstierna, embajador de Suecia, Henri Goring y
posiblemente Carlos-Eduardo. El 21, al menos Goring deja Berlín para ir a Estocolmo y
asegurarse el apoyo prometido. Indudablemente, el contexto en que todo se desarrolla es
aquel en el cual las relaciones masónicas facilitan los encuentros políticos. Es por otra
parte entonces que Tyrconnel y Wulfenstierna convencerán a Federico para que envíe a
Marishall a París como embajador donde se encontrará con el mayor de los Scheffer.

Todas las fechas son compatibles. La decisión del barón de Hund de crear una logia
personal, Aux Trois Colonnes, el 24 de junio de ese año 1751, es consecutiva a éste
encuentro con uno de los Keith, sin duda Marishall. Carlos-Eduardo está en Berlín en
febrero, como muy tarde. Probablemente por mediación de Goring que conoce bien a
Marishall, trata de saber si las simpatías masónicas conocidas en Alemania pueden serle
útiles. Hund es el interlocutor designado casi automáticamente. Señalaremos que el
barón se hace decir Caballero de la Espada, que es el otro nombre de Caballero de
Oriente. Sin olvidar los diplomáticos que acaban der ser citados, la coyuntura es pues la
de un doble encuentro, primero el del príncipe Carlos-Eduardo y el rey Federico, el

                                                            
277
MERZDORF, Johann-Driedrich-Ludwig-Theodor. 1873. Maurerische Abhandlungen (Das Clericat
und das Schwedische System.- Das Clericat.- Die Einführung des Tempelherrn von Prangen), Leipzig,
1873, pp. 65-80.

147
 
segundo, el de uno de los Keith y Hund. Por otra parte, de regreso de Suecia, Goring
vuelve a ver a Marishall en el mes de julio en Berlín.

Marishall no está dispuesto a seguir a su príncipe ciegamente. Guarda las distancias.


Pero, en agosto es nombrado embajador de Federico para Francia, por lo que luego de
su instalación en París, se convierte por la fuerza de las cosas en interlocutor
institucional. Como buen diplomático, no deja transpirar en su correspondencia ningún
indicio de connivencia masónica. Pero ¿cómo interpretar el hecho que el 30 de
noviembre esté solemnemente invitado a participar de la festividad de San Andrés, y por
añadidura en Saint-Martin-en-Laye? Que encuentre finalmente una excusa para que no
se le vea, diciendo en el último momento que debe estar en Versalles para satisfacer una
obligación imperiosa, esto no impide comprender, que entre el resto de jacobitas, las
ocasiones para reunirse son todavía explotadas. Carlos-Eduardo no está contado entre
los presentes, pero esperan que lo esté en las ocasiones del nuevo año.

Si el príncipe se interesa todavía por la francmasonería, no es para practicarla, sino para


facilitar la movilización de los diversos interlocutores. A finales de septiembre de 1752,
lanza en avanzadilla hacia Escocia a Archibald Cameron of Glenkengy y Donald
MacDonell of Lochgarry. Ambos son veteranos del regimiento de Albany habiendo
pasado al de Lochiel. El primero es hermano del difunto Lochiel, justamente. El
segundo, en su correspondencia citada a MacLeane, nos ha revelado su atracción por el
verde del Royal Arch. Ambos están por aquel entonces en la guarnición de Douai. El
príncipe logra convencer a su jerarquía para que le concedan un permiso excepcional.
Su misión es la de sensibilizar rápidamente a los Highlanders para el complot en curso.
No sabemos cómo les fue presentado el asunto. Están en cualquier caso convencidos
que llegado el momento propicio, las tropas favorables a los Estuardo aprovecharán de
la experiencia de los dos hermanos Keith, y tras ellos, de un posible apoyo militar
prusiano.

El plan es capturar en su palacio de Saint-James al rey George II, y obligarlo a abdicar


en favor de Jacobo III. Para esto, varios oficiales de servicio en Francia en el regimiento
de Ogilvy serían transportados clandestinamente a Inglaterra a fin de constituir una
especie de comando. Alrededor de cuatrocientos montañeses vendrían en su apoyo,
mientras que en Escocia los clanes serían puestos inmediatamente en acción por
Cameron y Lochgarry. En Londres, un motín provocado por agitadores ganados para la
causa se añadirían a los alborotos. Sobre el terreno, Alexandre Murray of Elibank
garantizaría la primera coordinación.

Pero un traidor opera en la sombra, transmitiendo informaciones al ministro Newcastle.


Por codicia, Alastair-Ruadh MacDonell of Glegarry ha cambiado de maestro. A
comienzos de noviembre de 1752, estando en Boloña, previene a Newcastle que el
complot está en un estadio muy avanzado, y que el rey de Prusia está informado al igual
que las más altas autoridades francesas. Como da nombres, el contraespionaje
hannoveriano es de inmediato instado a actuar, de tal manera que después de diversas
semanas de vigilancia, y de intercepción de correos, arrestan a Cameron y Murray, entre
otros, y obligan a Lochgarry a replegarse al continente. Los procesos judiciales no
tardan en llegar. Veredicto: condena a muerte. Una vez más los jacobitas quedan
descompuestos.

148
 
Una mujer se había invitado unilateralmente al complot, y no se trataba de una mujer
cualquiera. Éléonore Oglethorpe, marquesa de Mézières, había sido protectora de la
Orden en Francia cuando el conde de Derwentwater ejerció la gran maestría. Al hilo de
los años, se relacionó con Thomas Carte convirtiéndose en amiga y confidente, el cual
por su parte, cumplía a menudo el oficio de mensajero entre Carlos-Eduardo y sus
interlocutores del otro lado de la Mancha. Sin encomendarse a nadie, sin pasaporte ni
ningún tipo de autorización, se hace a la mar en el otoño de 1752 a la espera del
desarrollo de los acontecimientos en casa de la duquesa de Westmorland, en Mereworth,
en el condado de Kent. Sabiendo que iba a suceder alguna cosa, pero sin saber muy bien
qué, ya que Carlos-Eduardo desconfiaba de ella, juzgándola como una vieja loca (old
lunatic), aguarda pues los acontecimientos. Hasta la amarga decepción del fracaso.

A bote pronto, ¿qué lecciones extraer de este nuevo episodio? En La Maçonnerie


écossaise, he mostrado que entre 1751 y 1753 se constata una bajada muy nítida de la
actividad masónica en el reino de Francia. Dos series de informaciones permiten
hacerse una opinión al respecto. La primera viene de un estudio estadístico de la
creación de logias. Aunque aproximativas por razón de la perdida de archivos, las cifras
no engañan. La segunda viene de la confrontación de testimonios individuales, sea
cuando estos son contemporáneos, sea cuando forman parte de una recuperación a partir
de 1754, en el sentido que los renovadores reconocerán efectivamente salir de una larga
etapa de desafección. La relación con los acontecimientos políticos que implican a los
jacobitas resulta entonces evidente.

Después de su expulsión de Francia en diciembre de 1748 y su rápido retorno bajo un


incógnito tan transparente como fuera permitido, la conducta personal de Carlos-
Eduardo desconcierta a buen número de contemporáneos, sean estos jacobitas o no. La
mayoría de entre ellos ignoran efectivamente las querellas que se amplifican en el seno
de la familia Estuardo y proyectan sobre el padre las inconsecuencias del hijo. Para
ellos, una página está a punto de girar definitivamente, llevándolos al olvido de
exaltaciones pasadas. El impacto en la francmasonería, al menos en las logias escocesas,
cuando las referencias tradicionales se debilitan, hace que la competencia entre los
distintos grados les parezca incomprensible. Podemos ver como se preguntan sobre la
panoplia ofrecida en algunas ciudades, empezando por París. La cuestión que les viene
primero a plantearse es la de saber cómo meter en coherencia aquellos grados que los
rituales sitúan en cuarto rango y que tienen pocas cosas en común. El Escocismo da en
lo sucesivo el espectáculo de una especie de bazar en el que nadie sabe demasiado bien
qué dice ni a quién.

En junio de 1750, Jean-Baptiste-Dieudonné Petit de Boulard, abogado parisino, creía


haber “desbrozado el caos en el que las verdades escocesas se habían sepultado” y
donde los misterios no eran tales porque “apenas se encontraba en ellos buen tino”278.
Este abogado expresaba un entusiasmo poco compartido, y bien mirado, bastante
superficial. Su principal descubrimiento consistía -en definitiva- en alabar al Caballero
de Oriente como siendo el non plus ultra de la escala iniciática en continuidad directa
con el Perfecto Elegido, lo que no aportaba nada de inédito para los conocedores.
Probablemente, por una parte, no dudaba de la existencia del Caballero Elegido, y por
otra, no podía adivinar que los Hermanos deseaban cultivar de todas maneras la
diferencia, sin ambición de una puesta en orden de los sistemas disponibles.
                                                            
278
SHARP, Documento 15. Carta de Petit de Boulard a los Elegidos Perfectos de Burdeos, 16 de mayo de
1750.

149
 
Al mismo tiempo, el conde de Clermont se guarda bien de animar el éxito de las logias
azules. Poco demócrata desde este punto de vista, reemprende por su cuenta el proyecto
de sus predecesores, incluyendo entre estos a Radcliffe of Derwentwater, en el sentido
de ser selectivo en el otorgamiento de patentes de constitución. Su concepción de la
fraternidad no alcanza a los ciudadanos modestos, a los pequeños burgueses. Solo cree
en la aristocracia, la élite de las finanzas o de las artes. Cuando un expediente de
candidatura es comunicado a los oficiales de la Gran Logia, a menudo es dejado de lado
por ésta razón. De dónde su poco afán por organizar asambleas generales. Estas
asambleas, en los comienzos de la Orden en Francia, más exactamente: en los
comienzos de su institucionalización para la creación de una Gran Logia, eran queridas
para proceder cada año a la elección de un nuevo gran maestro. Cuando uno es elegido
de por vida, según una costumbre que comienza con el duque de Antin, ellas no son
necesarias. Incluso las asambleas trimestrales, dichas de barrio, no tienen mucha más
utilidad a ojos de Clermont. La noción de “buen placer” que se encuentra deslizada en
diversos documentos de su época traduce bien su modo de pensar. Dirige la Orden sin
sentir la necesidad de consultar previamente al areópago de venerables. Es en su logia
personal que se tratan los asuntos, con tal que a sus ojos merezcan serlo. Si no, nada.

De donde el desengaño de Timothée Lichigaray, venerable fundador de la Union


cordiale de Bayona en octubre de 1752, cuando escribe a uno de sus amigos emigrado a
Luisiana; “Hoy la Fr.·.Ma.·. está casi caída en todo el reino. Si ella se sostiene, es en
algunas logias de provincias, como en Burdeos en parte, Toulouse, Montpellier y
Nîmes, lo que es un golpe bien fatal para las costumbres y los principios respetables que
han hecho a nuestro instituto.279” Algunas semanas antes, había hecho llegar a la Gran
Logia, y en particular al conde de Clermont, demandas de constitución comunicadas por
su amigo que quería crear su propio grupo en Nueva Orleans; pero que no había
obtenido respuesta alguna. Señalaremos por otra parte de pasada que este amigo, Louis-
François Tiphaine, confitero de profesión, firmaba su propia correspondencia
atribuyéndose como poseedor del más alto grado de Caballero de Oriente.

Sabiendo que en junio de 1751 el Papa Benedicto XIV con su bula Providas
Romanorum Pontificum renueva la anterior In Eminenti, se podría igualmente pensar
que el Papa contribuye a su manera a este paso al vacío. El hecho que Carlos-Eduardo
creyera útil hablar cuando sus entrevistas con Wachter inclinará mucho tiempo después
a considerar ésta condena reiterada de la francmasonería como habiendo tenido más
efecto entre los Hermanos que la primera, provocando en ellos una desafección bastante
masiva. En realidad, nada de esto. Ningún testimonio que se conozca permite imputar a
las prohibiciones venidas desde el Vaticano una influencia determinante en el curso de
los acontecimientos. Que los Hermanos, reaccionaran a título individual, esto se admite,
y se conoce el caso del barón Théodore-Henri de Tschoudy, que en lugar de renunciar,
publicó un panfleto para significar al contrario el reforzamiento de sus convicciones de
iniciado. Por el contrario, las inquietudes colectivas no son expresadas. Con el
retroceso, no podemos por otra parte dejar de señalar la paradoja que hipotecan las
palabras de Carlos-Eduardo: en 1751, y recientemente convertido al anglicanismo, la
Bula pontifical no le concierne.

                                                            
279
Ibid. Documento 41. Carta de Timothée Lichigaray, Bayona, a Louis-François Tiphaine, Nueva
Orleans, 25 de octubre de 1752.

150
 
Su posición personal es más pragmática que ideológica. Se rodea de francmasones sin
por su parte implicarse, o hacerlo muy poco. Mejor aún, examinando de cerca las
condiciones por las que ha obtenido la regencia de la gran maestría “templaria” en 1745,
parece haberse impuesto a los caballeros ya existentes sin haber previamente pedido la
autorización de su padre, o habiéndola pedido sin haberla obtenido. Aprovechando un
efecto de coyuntura, en la euforia de las primeras victorias, una vez en el palacio de
Holyrood ha querido descubrir finalmente el secreto, y los Hermanos de su entorno han
encontrado natural el aceptarlo entre ellos, dispensándolo de los grados azules y
apelando de paso a sus funciones eminentes de regente, lo que al fin y al cabo era
políticamente. En razón de la desconfianza expresada anteriormente, el acontecimiento
no fue probablemente premeditado por el rey. En su forma, respondía claramente al
proyecto de 1722 relativo a la oficialización de la Restoration Order, o a la ceremonia
de mayo de 1660, pero sin necesidad de iniciar al príncipe. Por otra parte, tanto la
regencia política, como la masónica, podían serle retiradas en todo momento. Después
de Culloden, éste parece haber sido el caso.

Que haya concebido personalmente la idea o que se haya adherido a la de otro cercano,
la creación de la Orden de los Caballeros Elegidos aparece como una compensación a
este disgusto. Pero nada más. La dramaturgia Kadosh conviene perfectamente a su
estado de ánimo del momento. Pero son otros quienes juegan con ella. El proselitismo
que ella suscita puede llegar a complacerle, nada más lógico; no obstante, permanece a
distancia. Esta distancia se acrecienta a partir de 1749, con motivo de sus múltiples
peregrinaciones a través de Europa e imposibilita saber lo que hace exactamente,
fragilizando su imagen ante la opinión pública. En una palabra, hasta la desbandada de
los integrantes del complot de 1753, la práctica masónica de Carlos-Eduardo se reduce a
su iniciación caballeresca de septiembre de 1745. Por lo demás, una cosa es que anime
la formación de una nueva Orden, incluso de dos, con la de los surcadores de
Beauchaîne; y otra cosa muy distinta es participar en ellas.

151
 
152
 
14. Segundas partes suecas

En el curso del medio siglo transcurrido, se perfila a menudo en la decoración la sombra


de los suecos. Sin querer jugar con las palabras, merecerían por sí solos un capítulo
entero, aunque fuera para comprender en qué estado de ánimo se encontraban al ir a
solicitar del atormentado Carlos-Eduardo el privilegio de la transferencia de la gran
maestría “templaria” en su provecho. Se les ve manifestarse en 1710. A menudo, es el
juego estrictamente político que los motiva, en la medida que sirve a la vez a sus
intereses y a los de la casa Estuardo. O bien, como lo explica el abate Prévost en su
periódico El Pro y la Contra, son numerosos los que se sienten atraídos por la cultura
francesa, su literatura y sus artes280. Para esto, no les es necesario practicar la
francmasonería. No obstante, justo es convenir que los más destacados de entre ellos
son francmasones, y que tratando de saber cómo han llegado a ello se aprende más
sobre la influencia de los jacobitas.

La nomenclatura de los grados del “sistema sueco”, tal cual fue publicada por Thory en
1815, no pasa desapercibida. Entre ellos es mencionado un grado de los Hermanos
Estuardo, con ésta breve definición: “Este último grado ha sido formado a partir del
grado de Caballero de Oriente y el de Príncipe de Jerusalén281”. ¿Acaso no habría que
invertir el punto de vista, diciendo que los dos grados de Caballero de Oriente y el de
Príncipe de Jerusalén han sido formados a partir del grado de “Hermanos Estuardo”, si
tanto es que el plural tenga sentido? Esta configuración parece más admisible. Lo que
queda verificado de todas maneras, sea cual sea la opción elegida, es que los suecos han
estado desde primer momento en el mismo movimiento que los franceses, como
consecuencia de los exiliados fieles a Jacobo III.

En 1715, cuando el proyecto para sublevar las islas Británicas está ya bien avanzado,
Jacobo III, alias Caballero de Saint-Georges pide al rey de Suecia, Carlos XII, que le
preste tropas para invadir Gran Bretaña y destituir a George I. Ambos, por razones
diversas, consideran haber sido expoliados por este Hannover. El 9 de septiembre,
Jacobo escribe una carta a Charles para decirle que desea un encuentro entre dos
hombres que los representarían oficialmente para discutir. Este encuentro tiene lugar.
Por una parte se trata de Jacques Fitz-James Stuart, duque de Berwick, portavoz de
Jacobo, y por la otra, es Erik-Axelson Sparre, embajador de Charles en París.282

Es conocida la pertenencia masónica del primero, se ignora la del segundo, en cuyo caso
más vale abstenerse de una hipótesis. Sin embargo, que sea Hermano o no, Sparre es un
hombre bien introducido entre los jacobitas. Independientemente de sus obligaciones
profesionales que lo llevan a estar muy implicado en las múltiples intrigas que se
anudan en el espacio muy cambiante de la política internacional, constituye una sólida
red de relaciones personales que servirán a otros suecos que quieran por su parte llamar

                                                            
280
PRÉVOST, Antoine-François, Le Pour et Contre, tomo 16, Didot, París, 1738, pp. 122-144.
281
THORY, Acta, p. 340.
282
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Inglaterra, volumen 75 fº 12 rº. Carta de Jacobo III,
París, a Charles XII de Suecia, Estocolmo, 9 de septiembre de 1715.

153
 
a la puerta de la logia cuando vengan a Francia. Así, a menudo invitado en Mézières,
hace contactos cuando menos orientado.

Las certezas comienzan en 1729-1730, cuando Nils Bielke ya citado, Gustaf-Jacob Horn
y Johan-Gabriel Sack son acogidos entre los cofrades de la capital francesa, sin duda
todos juntos o con poco intervalo de tiempo. El primero, Horn, primo de Bielke, nacido
el mismo año que él, en 1706, viene de terminar sus estudios y ha comenzado una
carrera militar. Su ambición, compartida con otros miembros de la alta nobleza sueca, es
la de restaurar la autoridad real contra un parlamento convertido en demasiado
poderoso. No lo logrará y será condenado a muerte en 1756. Por el momento, se
embriaga de París, de su libertinaje, de sus juegos.

Nueve años mayor que el anterior, ya que es nacido en 1697 en Stettin, Sack es en
apariencia más pausado. Recorre los gabinetes de curiosidades, dichos también de
anticuarios, los talleres de pintura, las librerías, los conciertos. Le apasiona Philippe
Rameau, la Opera, la música de cámara. Su hermana Hedvig-Elisabet no es otra que la
esposa de Bielke. Él mismo se ha casado con Eva, hermana de Bielke. De este modo,
dos veces cuñados, estos hombres jóvenes se convierten en Hermanos gracias a su
peregrinación común. No nos detendremos aquí: el medio hermano de Sack es Axel-
Ericson Wrede von Sparre, hijo del embajador, puesto que este último ha desposado en
segundas nupcias a Christina-Beata Lillie, viuda de Carl-Filip Sack. Este segundo
Sparre es iniciado en 1731, exactamente el 4 de mayo.

Las frivolidades del neófito, felizmente pasajeras, añaden colores pintorescos a la


pequeña historia. Nacido el 1º de diciembre de 1708 en Estocolmo, sigue sin
demasiadas ganas los estudios que lo llevan al oficio militar. Antes de consagrarse a ello
definitivamente, desciende hasta París, esa capital que todo joven noble de la época se
obliga a conocer. A buen seguro, dispone de suficiente dinero para estar cómodo; pero
sus dispendios aumentan cada día más, hasta llegar a acumular deudas más allá de lo
razonable. Abonado a los cafés y albergues situados alrededor de la Comedia, generoso
con sus invitados, deja para mañana el pago de sus facturas. Salvo que sus acreedores
no tienen todos la misma paciencia, y uno de ellos entabla diligencias que se traducen
en un arresto y encarcelamiento inmediato. El 6 de diciembre de 1732, tres semanas
después de haber sido hecho compañero en su logia, helo aquí tras los barrotes de una
celda del fuerte del Évêque. En total, hecha la cuenta, debe cerca de 80.000 libras a un
número impresionante de personas, entre los cuales su propio servicio doméstico.

En la lista, se distingue a algunos francmasones, de acuerdo a lo que hemos visto


consultando documentos ulteriores. Así, encontramos al peluquero Jean-Jacques-
Joseph-Antoine Bontems, de la calle Mazarine, que volveremos a encontrar en las
columnas de Coustos-Villeroy en 1737, o al cirujano Roger Dibon, de la calle
Quincampoix, que frecuentará por su parte las logias tenidas en el palacete de Soissons.
Pero el nombre que sobresale del conjunto es el de Nicolas-Alexis Landelle, charcutero
y marchante de vinos que reside en el hotel de Bussy. Es en su casa, en efecto, que
diversas logias encuentran el marco de sus reuniones. Landelle no concibe ninguna
hostilidad hacia Sparre, a pesar de un ardiente impagado de 6.044 libras. Al contrario,
acepta proporcionarle sus comidas cotidianas a lo largo del tiempo que va a durar su
encarcelamiento.

154
 
Hay que esperar hasta finales de abril de 1733 para que, como consecuencia de los
arreglos consentidos por las partes, el conde sea finalmente liberado. Los miembros de
su familia residentes en Suecia se han hecho solidarios para garantizar el reembolso de
lo adeudado. ¿No es el momento de pasar a maestro masón? El 6 de mayo, es cosa
hecha. Y, como ha prometido dejar Francia sin dilación, se va. Lo volvemos a encontrar
dos años después, el 17 de marzo de 1735, cuando ha creado la primera logia de Suecia.
Se asocia a su medio hermano Sack, el cual organiza la ceremonia en su palacio de
Stenbock. En esta ocasión, se realiza la iniciación de su cuñado Carl-Gustaf Tessin.

Hermano, cuñado, medio hermano: hasta este momento, el asunto afecta a un pequeño
grupo de aliados familiares, y la proximidad con los jacobitas no es todavía manifiesta.
En todo caso, no son lo bastante numerosos como para jugar un papel determinante.
Incluso en febrero de 1736, cuando su compatriota y amigo Carl-Johan Cronstedt,
arquitecto de profesión, es recibido en la logia de Roma y se alía con Bilke, no sin haber
mantenido algunas semanas antes audiencias privadas con Jacobo III, y haber formado
parte de este modo de los extranjeros espiados por los agentes de Stosch, no se aprecian
todavía en ellos iniciativas determinantes.

Dichas iniciativas deben más bien situarse hacia el año siguiente, en 1737, cuando el
barón Carl-Fredrik Scheffer, apenas llegado de Londres donde ha hecho una breve
estancia, solicita ser recibido en la logia Coustos-Villeroy. Lo es finalmente el 14 de
mayo, en compañía del conde de Göteborg (éste firma como Gattenburg), otro sueco.
Hacia finales del mes de septiembre, habiendo accedido entretanto a la maestría, vuelve
a Estocolmo. Al parecer, llegado a su destino, el ambiente que encuentra le resultaría
propicio, puesto que solicita rápidamente una patente a Derwentwater, gran maestro,
que le permitiría establecer en su país tantas logias como juzgara oportunas hasta que
hubieran las suficientes para elegir a su vez un gran maestro nacional.

No se sabe si se dedicó personalmente a realizar tal programa. Sin duda no tuvo el


tiempo necesario, puesto que cedió su gran maestría a Tessin en 1738 y se ha arreglado
con este para ir juntos a París en julio de 1739. Cargado de honores283, Tessin ejerce las
funciones de embajador extraordinario, y Scheffer, por su parte, hace el oficio de
secretario. Es entonces que, de semana en semana, de mes en mes, aumenta su agenda
de direcciones. Mucho menos reservado que Tessin en este aspecto, aunque éste no
desdeña pretender la maestría escocesa aprovechando una estancia en Berlín en julio de
1744, Scheffer se encuentra igualmente cómodo entre los extravíos ruidosos de
Versalles como en los cuchicheos de los apartados.

En esa época, los suecos son de igual modo introducidos en las logias germánicas, sobre
todo cuando son pertenecientes a la diplomacia o ejercen un oficio militar. El primer
nombre que sobresale de los archivos es el de Carl Gustav Gammal Ehrencrona. Nacido
el 6 de enero de 1710, encargado de misiones más o menos oficiales en Berlín, no se
sabe a ciencia cierta cuando fue recibido en la Orden; debería serlo en su juventud,
puesto que se anuncia como visitador maestro el 20 de diciembre de 1741 en Dresde, en
                                                            
283
Tessin fue elegido el 15 de mayo de 1738 por la nobleza sueca como mariscal del reino. En su discurso
de agradecimiento, esboza un auto-retrato. “He pasado mi juventud en las distracciones; y la época que la
ha sucedido, en una especie de soledad cuando mis empleos me lo han permitido. El fruto de estos
diferentes géneros de vida ha sido el de aprender a conocerme a mí mismo, y el de contar como principal
mérito a mí favor el saber que he aprendido poco.” (PRÉVOST, Antoine-François, Le Pour et Contre,
tomo 16, Didot, París, 1738, pp. 134-135.)

155
 
la logia Aux Trois Glaives d’Or. Su voluntad es la de asistir a la iniciación de su
compatriota Gustav Wulfenstierna, del que conocemos sus vínculos con los jacobitas.
En lo sucesivo, ninguno de los dos reaparecerá el mismo día en la misma logia, pero,
como los sabemos tan movibles, lo harán a buen seguro en otras.

La capacidad de Scheffer en desarrollar sus relaciones, masónicas o no, le vale a su vez


para ser nombrado embajador -por añadidura con el título de ministro plenipotenciario-,
en el momento en que Tessin está en Alemania. Más libre de movimientos, va y viene,
llama a todas las puertas, y se mueve de tal manera que los informes de la policía
referidos a él andan pletóricos. Entre el conde François-Alexandre de Polignac, que
dirige por diputación la logia particular del gran maestro Clermont, y el mariscal alemán
Samuel von Schmettau, embajador de Prusia, con el que va de tanto en tanto a la
plegaria de la religión reformada, desfila casi toda la élite masónica de París. Los
jacobitas cuentan con la mejor parte. Nada de más normal: un vistazo al calendario y
observaremos que la efervescencia crece entre ellos. El príncipe Carlos-Eduardo
aguarda, con el ejército en pie, la llegada de la hora H de su salida hacia Escocia.

En un primer momento. Scheffer no sabe muy bien como situarse ante el asunto. Es lo
que nota Marc-Pierre d’Argenson, ministro de la guerra284. Parece no recibir del
gobierno sueco las consignas que le permitirían ofrecer servicios claros y precisos a sus
amigos, sobre todo a Charles O’Brien of Clare al que está particularmente vinculado.
Pero, una vez recibido el anuncio de los primeros éxitos del ejército de reconquista,
gana en seguridad y sugiere que un emisario secreto jacobita sea enviado rápidamente a
Estocolmo para que defienda en vivo y en directo la causa y obtenga una ayuda militar
que completaría la movilizada por Francia. La elección recae sobre George de Leslie.
Hermano evidentemente.

Aunque escocés, Leslie es un oficial del regimiento Real Sueco al servicio de Francia.
Capitán el 10 de agosto de 1720, mayor el 29 de junio de 1742, espera un despacho de
coronel que le permitiría tomar el mando de un cuerpo de voluntarios, a condición que
el rey de Suecia le dé permiso y firme los despachos necesarios. Este regimiento ha sido
creado bajo su nombre por Erik-Magnus Sparre en 1694. Sirven todavía en el mismo
diversos hombres de la familia, entre los cuales Josef-Magnus, al que hemos encontrado
anteriormente camino de Lille en compañía de MacGregor, y que presume pasar la
mayor parte de su tiempo libre en Saint-Germain-en-Laye. La lista de sus oficiales
contiene igualmente un hermano menor de Scheffer, Ulrike. Señalado capitán
reformado a partir del 20 de julio de 1742, es confirmado a la cabeza de una compañía
el 12 de noviembre de 1746.

El proyecto de Leslie no logra llegar a su fin, ya que imponderables climáticos impiden


a los voluntarios reunidos en Göteborg partir hacia Escocia cuando Carlos-Eduardo se
encontraba allí. Pero, después de Culloden, diversos oficiales provenientes del Real
Sueco sirven de escolta a los jacobitas huyendo de la derrota hacia Suecia y deseando
marchar a Francia lo más pronto posible. Ahora bien, uno de ellos hace constar en su
diario personal que, el 6 de agosto de 1746, fue iniciado masón en el transcurso de un
desplazamiento que efectuó con tal fin. Y esto sería en una logia dicha de Kilwinning,
en Ystad. La mención a él referida, en el repertorio de oficiales, es perfectamente

                                                            
284
ZÉVORT, Edgar, Le marquis d’Argenson et le Ministère des affaires étrangères : du 18 novembre
1744 au 10 janvier 1747, Germer Baillière, París, 1880, pp. 226-227. BNF, Manuscrito 10289, fº 482.

156
 
clara285. Fue integrado al regimiento el día primero de octubre de 1745. Más tarde, se
encuentra entre los voluntarios de Göteborg. El 12 de noviembre de 1746, de vuelta a
Francia, recibe confirmación de su registro entre los capitanes del Real Sueco, el mismo
día que Ulrik Scheffer. Su nombre: Jacob (o Jean) Magnus (o Guillaume/Wilhelm)
Sprengtporten.

Pero ¿por qué en Ystad, que está situada al extremo sur de Suecia? Porque allí había una
logia. O, quizá por que ¿acaso el contexto material pareciera propicio a los Hermanos
jacobitas para organizar una reunión? La segunda hipótesis es la más verosímil. Por otra
parte, nada viene a decir que Sprengtporten fuera el único sueco en ser recibido masón,
ni que tampoco fuera el primero de su regimiento en serlo. Antes que él hubo el barón
Fabian Wrede, “hijo de un hombre distinguido en Suecia por su nacimiento y
credibilidad286”, cuya recepción masónica data del año anterior. Capitán reformado sin
sueldo en seguimiento del regimiento Real Sueco el 6 de enero de 1744, es pasado al
regimiento de Fersen el 1 de noviembre de 1745, cuando su creación, donde obtendrá el
rango de teniente coronel el 1 de febrero de 1749. Es primo por parte de madre de Axel
Wrede-Sparre.

Es posible saber cuáles fueron los Hermanos jacobitas que, en el curso de los meses de
verano de 1746, fueron acompañados de este modo por oficiales suecos al servicio
temporalmente de Francia. El primer nombre que revela la búsqueda no es otro que
David Ogilvie. En un primer tiempo, pasa a Noruega donde las autoridades tardan un
cierto tiempo en consentir que continúe su camino a Suecia. Efectivamente, el gobierno
de Londres los reclama –a él y a sus compañeros en fuga- para juzgarlos, y solo una
enérgica intervención del embajador de Francia los salva de éste mal paso. Dirigidos a
Jacobo III en el mes de agosto de 1746, justamente cuando Sprengtporten señala su
iniciación escocesa, las correspondencias de James Steuart y Daniel O’Brien son
explícitas al respecto287. Como ya conocemos las iniciativas tomadas por Ogilvie desde
su llegada a París, con el levantamiento del regimiento a su nombre y la formación de
una logia con sus oficiales, en la que el Royal Arch tiene un lugar preminente, resulta
sensato dar credibilidad a estos datos documentales. Observemos de pasada que en ellos
resalta que la alusión a Kilwinning sirve para valorizar la primera logia de Escocia,
según la leyenda, como modelo o referencia ineludible en tanto que Royal Lodge.

Con Ogilvie, hay otros doce fugitivos. A saber: Robert Fletcher, David Hunter of
Burnside, David Gardyne, Thomas Blair, John y James Ogilvie, Robert y David
Fotheringham, Henry Pattulo, Alexander Johnston, William Campbell y Bartholomew
Sandilands. Queda establecida una lista el 13 de agosto que precisa claramente que han
sido retenidos en Noruega y luego dejados ir después de una intervención directa de la
diplomacia francesa. El ministro d’Argenson la comunica a Daniel O’Brien288 quien a
su vez la transfiere de inmediato a Jacobo III. Diversos nombres se vuelven a encontrar
a continuación en los registros del regimiento de Ogilvie. Si están en disposición de
iniciar a Sprengtporten, es que son lo bastante numerosos como para poder cumplir una
ceremonia en debida forma regular. Lo hacen al término del periplo que los lleva de
Bergen a Ustad, antes de hacerse a la mar con destino a Prusia que se encuentra
enfrente, y de ahí, hasta Francia.
                                                            
285
SHAT, 1 Yb 120, fº 462 rº.
286
Ibid. fº 541 rº.
287
RAW, SP 276/105 y 93.
288
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Inglaterra, volumen 79, fº 240.

157
 
Suponiendo que Sprengtporten no fuera el único sueco a dejarse tentar por la iniciación,
sin duda son varios los iniciados decididos a no permanecer inactivos una vez retomada
la vida de guarnición en Francia. Que visiten o no la logia militar de Ogilvie, conservan
vínculos con sus mayores británicos. Incluso tienen la posibilidad de frecuentar a otros
oficiales del regimiento de Fersen, segundo regimiento sueco al servicio de Francia,
cuya creación data de primero de noviembre de 1745. A su cabeza está el conde
Frederick-Axel von Fersen que ha sido iniciado en el escocismo el 15 de julio de 1744
por la logia L’Union de Berlín, al igual que Tessin, venido por aquel entonces para
asistir al matrimonio de la princesa de Suecia Ulrique con Adolphe-Frédéric de
Holstein, príncipe de Prusia, hermano del rey Federico289. En la lista de capitanes,
además de Fabian Wrede, encontramos a otros tres que participaron en la concentración
de oficiales de Göteborg.

El grupo de Ogilvie es seguido de otros hasta septiembre de 1747. En total, son


alrededor de cuarenta y cinco combatientes que logran realizar el largo itinerario de
Bergen a París pasando por Ystad. Citar a aquellos de entre ellos pertenecientes también
a la Fraternidad no presenta gran interés, a excepción de John Gordon of Glenbucket,
oficial general desde la insurrección de 1715, miembro del consejo de Carlos-Eduardo
en 1745-1746 y que se aproxima a MacLeane cuando los humores versátiles y
cambiantes de su príncipe los desconciertan. “Es un anciano desgraciado, falto aquí de
lo necesario, y que el príncipe descuida.290”

Si algún complemento más fuera necesario, volvamos mejor atrás, cuando los jacobitas
se encuentran todavía en la dinámica de éxitos. Uno de los hombres de negocios que
aceptan financiar una parte de la compra de armas y municiones destinadas a los suecos
reunidos en Göteborg no es otro que Dominique O’Heguerty, presunto fundador de la
logia de la rue Boucheries en 1725, de mutuo acuerdo con Radcliffe y MacLeane. Las
compras deben efectuarlas en Holanda y de ahí, pasarlas a Suecia291. Boyer d’Éguilles
lo define en una frase: “Irlandés establecido en Francia, que no ha servido jamás al
príncipe [Carlos-Eduardo], pero que es aquí uno de sus más asiduos cortesanos.292”
Durante los años cruciales de 1745 y 1746, utiliza a fondo su red de corresponsales
comerciales para informar a los ministros de Versalles sobre las decisiones que según él,
habría que tomar para ayudar mejor la causa de los Estuardo.

En 1749, es en torno de MacLeane y de su grupo marginalizados por Carlos-Eduardo,


entre los cuales Glenbucket, que se elabora un nuevo proyecto de invasión de Escocia.
Alrededor de cinco mil elementos de tropas francesas reforzados por cuatro mil suecos
podrían –según ellos- garantizar a buen seguro el control del país. Si había que contar
con las únicas fuerzas de los Highlanders, esto sería imposible. Por parte de las
personalidades francesas, convendría conceder un lugar eminente al duque Louis-
François-Armand Duplessis de Richelieu, para la estrategia militar, y a Jean Paris de
                                                            
289
El escrutinio para aceptar a Tessin y Fersen en la Maestría escocesa tuvo lugar el 13 de julio de 1744,
en la logia L’Union. Su iniciación fue organizada el 15 en el palacete particular de los condes de
Schaffgost (Bibliothèque du Grand Orient de France, AR/fondos H, documento 3, ffº 43 y 136). El
matrimonio por procuración de la princesa Ulrique y del príncipe Adolphe-Frédéric tuvo lugar el 17.
290
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Inglaterra, volumen 79, fº 236 rº. Mémoire de Jean-
Baptiste Boyer d’Éguilles.
291
Ibid. volumen 82, fº 151. Carta de Jean-Frédéric Phélyppeaux de Maurepas Passy, a Marc-Pierre de
Voyer de Paulmy, conde de Argenson, ministro de la Guerra, Versalles.
292
Ibid. volumen 79, fº 235. Mémoire de Jean-Baptiste Boyer d’Éguilles, 1748.

158
 
Montmartel para la gestión de las finanzas. Richelieu es un Hermano notorio; resulta
superfluo hacer su retrato. Montmartel es el encargado del tesoro del rey. Desde 1745,
tiene la responsabilidad de avanzar fondos a los suecos293 y a los jacobitas. Mucho
antes, se había interesado de cerca por la suerte de los exiliados.

Detalle anecdótico, MacLeane habitaba por aquel entonces en el palacete de Suecia, rue
de Château Bourbon, faubourg Saint-Germain. A fin de presentar su proyecto a Jacobo
III pero también para huir de un proceso personal intentado por la familia de su última
compañera, se dirige a Roma. Desgraciadamente, muere en octubre. Su idea sigue
cuando menos su camino. Cuando Carlos-Eduardo se encuentra con Federico de Prusia
algunas semanas más tarde, se trata en esta ocasión de tejer una gran alianza entre
Suecia, Rusia y Prusia, en el seno de la cual los intereses particulares de los jacobitas
estuvieran protegidos. Hemos visto que el encuentro entre uno de los hermanos Keith y
el barón de Hund interviene en este contexto.

Durante este tiempo, Scheffer se agarra a su puesto de embajador con rara tenacidad. Se
le propone volver a su país diversas veces; responde que no quiere, ya que se encuentra
bien en París donde cuenta con numerosos amigos. En noviembre de 1751, se ve casi
obligado a ceder, al haber sido propuesto como senador, pero lo retrasa hasta septiembre
del año siguiente para viajar vía Berlín y Copenhague. “Me encuentro aquí en un puesto
lo bastante honorable como para no tener nada a desear relativo a la ambición; tengo el
gusto de pensar que no soy en absoluto inútil a mi patria, o al menos que la sirvo según
mis luces y según mis fuerzas; disfruto con esto de todos los agradecimientos de una
vida dulce y tranquila en un país donde he tenido la fortuna de haber adquirido cierta
estima y algunos amigos.294” Es gracias a su hermano Ulrike, quien habiendo dimitido
del regimiento Real Sueco, asegura su sucesión.

Apenas llegado a Estocolmo, el barón von Hund es elegido venerable de la logia Saint-
Jean Auxiliaire, fundada en enero del año anterior por el conde Knut-Carlsson Posse. Y
he aquí un viajero cuyo aprendizaje ha empezado en Francia, precisamente en Metz en
1746. En ese momento, los jacobitas están en la ciudad, entre los cuales se halla, John
Bourke, capitán del regimiento de Clare, gran amigo de los Sempill. Es por esa ciudad
también que transitan los compatriotas provenientes de Suecia. Entre los Hermanos
locales que se interesan por su suerte se destaca Louis-Henri-Hyacinthe de Tailfumyr,
señor de Fresnel, presidente del parlamento. Este mismo presenta en abril de 1748 a su
amigo Adrien-Joseph de Valois d’Orville una documentación, solicitando
constituciones, documentación que le habían encargado depositar en manos de los
dignatarios de la Gran Logia. Al igual que Valois pertenece a la logia Saint-Édouard y
al Capítulo de los Caballeros de Oriente, la fuerte huella jacobita persiste pues
claramente. A finales de los años 1760, volveremos encontrar a Fresnel en Santo
Domingo donde se le verá trabajar junto a Étienne Morin, en las columnas de la logia
La Parfaite Union, al oriente de Puerto Príncipe295.

                                                            
293
Ibid. volumen 82, fº 140. Carta de Jean Paris de Montmartel, Brunoy, 14 de octubre de 1745.
294
SCHEFFER, Carl-Fredrik, Lettres particulières à Carl-Gustaf Tessin, edición crítica por HEIDNER,
Jan, Kungl. Samfunder för utgivande av handskrifter rörande Skandinaviens historia 7, Estocolmo, 1982,
p. 241. Carta de Carl-Fredrik Scheffer, París, a Carl-Gustaf Tessin, 19 de noviembre de 1751.
295
KERVELLA, André, Frères des Îles, próxima aparición. Después de la guerra de los Siete años,
Fresnel marcha a Santo Domingo donde es nombrado segundo presidente del Consejo Superior de Puerto
Príncipe. Muere el 7 de agosto de 1773.

159
 
Sin embargo, no es en Metz sino en Estrasburgo que Posse es elevado al Escocismo.
Recordemos que Hund, se le presume haber pasado por esta ciudad hacia finales de
1743, y contribuido a la fundación de la logia L’Épée d’or. El hecho es tanto más
verosímil cuando circunstancialmente una brigada del regimiento de Dillon está en ese
momento de guarnición en esa ciudad y que, desde hace lustros, es conocida la clara
tendencia masónica de la mayoría de sus oficiales. Durante el invierno de 1745-1746, se
puede ver por allí al general Francis Bulkeley, cuya fidelidad a Jacobo III es constante
desde hace medio siglo. La tendencia a la innovación es tan acusada, que en abril de
1747, el obispo auxiliar Jean-François Riccius, se inquieta al descubrir entre su
feligresía a ciudadanos que confiesan sin rubor pertenecer la Orden. Refiere el asunto
entonces al cardenal Armand-Gaston-Maximilien de Rohan, planteándole, que si bien la
bula papal de 1737 no ha sido publicada en la diócesis, su fuerza de aplicación no puede
ser ignorada por un prelado concienzudo.

En respuesta, el cardenal pone cara de interesarse por el problema para finalmente


desentenderse mejor del mismo. Algunas palabras de bendición, ni más ni menos, y el
asunto queda zanjado. El caso es que andan de por medio poderes notables, entre los
cuales Antoine-Michel de Berquen, preboste general del cuartelillo.

En este estado de cosas, ¿hemos de desmerecer la influencia ejercida por James Keith
cuando, nombrado comandante en jefe de las tropas de ocupación en Suecia, funda su
propia logia en Estocolmo en 1743, después de haber presidido la de San Petersburgo al
menos desde 1732? Algunos autores consideran que, a pesar de su jacobitismo notorio,
este general habría llegado a ser miembro de la obediencia hannoveriana puesto que en
1740 recibió el poder de ejercer el cargo de gran maestro provincial de Rusia. En
consecuencia, su logia sueca estaría bajo la autoridad de Londres. La realidad es mucho
más matizada. Por una parte, su cargo de provincial, lo ha obtenido de su primo John
Keith, conde de Kintore, por aquel entonces jefe de la Gran Logia de Londres después
de haberlo sido de la de Edimburgo. Por otra parte, los Keith, por razón de su relación
familiar con el conde de Kintore, se aplican en repetir en sus correos a Jacobo III que le
serán siempre leales.

En la primavera de 1744, justo después de haber sido reclamado desde Suecia para
reemprender el servicio en Rusia, Jacobo le confía su deseo de verlo aceptar la
comandancia en jefe de sus ejércitos cuando tenga lugar la reconquista. Tres años antes,
en julio de 1741, le decía sin eufemismos que “hiciera actuar” a sus amigos para
reforzar los apoyos296. En los dos casos ¿acaso Jacobo lo haría si hubiera dejado de
confiar en el general? Al contrario, los observadores más atentos saben que Keith
continua siéndole fiel. En este sentido, de entre las personalidades que han frecuentado
su logia, el conde Carl Gyllenborg no es de las menos notables. En los años 1710, se
encontraba en intrigas con el barón de Sparre y los jacobitas. Nombrado presidente de la
cancillería de Estocolmo en 1739, mantiene todavía excelentes relaciones con sus
amigos de exilio, asociando naturalmente al embajador de Francia297. He aquí un
interlocutor a tener en cuenta.

                                                            
296
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Anglaterre, volumen 90, fº 225. Carta de Jacobo III a
James Keith, 18 de julio de 1741.
297
BNF, Manuscrito 10288, fº 321. Copia de una carta de Marc-Antoine Fron de Beaupoil de Saint-
Aulaire, marqués de Lanmarie, embajador de Francia en Suecia, 28 de agosto de 1743.

160
 
15. Estricta Observancia

Por razón de la fantasmagoría que durante largo tiempo ha estorbado la historiografía, el


génesis de la Estricta Observancia Templaria bajo el estandarte del barón de Hund
resulta muy difícil de trazar. Que yo sepa, al margen de algunos raros y dispersos
papeles, el principal interesado no ha dejado ningún escrito personal que permitiera fijar
ciertas referencias estables. Es a partir de testimonios de segunda mano que, bien que
mal, uno puede hacerse una opinión sobre este sistema. Lejos de mí, por consecuencia,
la pretensión de resolver definitivamente la cuestión -por tanto esencial- de saber en qué
medida Hund fue fiel o no a los principios jacobitas de los que presumía. En
contrapartida, queda abierta la posibilidad de verificar ciertos elementos factuales
referentes a las relaciones que tuvo o pudo tener con los francmasones escoceses.

La cuestión de su recepción en una logia escocesa parisina (o próxima a París) ha


quedado ya zanjada. Si puede admitirse todavía una cierta duda en cuanto a los nombres
de los Hermanos que participaron de la ceremonia, el acontecimiento en sí mismo se
inscribe en una coherencia de conjunto, en el sentido que 1743 fue un año muy animado
para los partidarios de Jacobo III. De una manera u otra, el caso es que Hund es hecho
Caballero templario. Mi hipótesis es que descubre entonces la caballería dicha de
Oriente, en la medida que ésta es salida de la maestría escocesa practicada como único
cuarto grado después de una decena de años. Esto no es más que una hipótesis que no
invalida el hecho que la etiqueta templaria quedara en lo sucesivo instalada en el
vocabulario.

Su entrevista en 1751 con uno de los hermanos Keith encuentra igualmente un lugar en
el calendario. Cuando Carlos-Eduardo va a Prusia, la audiencia que le concede el rey
Federico en el mes de febrero ha sido arreglada por Georges, conde de Marishall.
Cuatro meses más tarde, el 24 de junio, se produce la fundación de la logia las Trois
Colonnes, en Kittlitz. Los compiladores ulteriores sugieren que es uno de los hermanos
Keith que incita a Hund a salir del sueño con que se ha engañado en el intervalo. Ello es
plausible en efecto. En la medida que en ese mismo momento el príncipe Estuardo envía
a su fiel mensajero Henry Coring a Suecia para negociar un nuevo proyecto de alianza
política. Ahora bien, éste aprovecha su periplo a través de Prusia para tener una
entrevista con Marishall, entrevista que no parece ser la primera entre los dos hombres.
En el marco de una tal misión, las iniciativas personales son raramente autorizadas.
Goring actúa por orden. Posiblemente, Hund también.

Para fundar la logia las Trois Colonnes, Hund se asocia con Wolf Christian von
Schönberg, consejero de guerra del Rey de Polonia, elector del Saxo. Nacido en
Bautzen el 2 de marzo de 1727, proviene de la logia Aux Trois Marteaux de Naumburg.
Ha sido iniciado y elevado a maestro escocés en 1750. Su entrada en masonería es pues
reciente y no permite decir gran cosa más. La logia de Naumburg por su parte no goza
de una gran antigüedad, puesto que aparece en julio de 1749, bajo la impulsión del
barón Carl-Albert-Gottlob von Tanner. Ahora bien, este último proviene de la logia Aux
Trois Aigles Blancs de Dresde, no sin haber pertenecido en el intervalo a otras dos
logias, la Trois Glaives d’Or y la Trois Cygnes en la misma ciudad. Esto permite hacer

161
 
un brinco de más de diez años atrás, puesto que la Aux Trois Aigles fue fundada en
1738 y debería por ésta razón ser considerada como la primera en la ciudad, e incluso en
el Saxo. Pero ¿fundada en qué condiciones?

En 1763, la nueva generación de Hermanos se sorprende por no poder consultar las


constituciones primitivas. Estas deberían estar en los archivos de la Trois Glaives d’Or,
puesto que ésta logia surge de la transformación de la Trois Aigles Blancs, y que se ha
reincorporado por su parte a la Trois Cygnes después de un corto período de
propagación. Ahora bien, nadie las encuentra. Los antiguos explican que en realidad no
las han tenido nunca. Sin embargo, añaden que la logia se ha formado bajo los auspicios
de un Estuardo. Es lo que aparece cuando una asamblea presidida por el conde Heinrich
von Brühl. “El maestro en cátedra, conde de Brühl solicitó aclaraciones sobre la
fundación de la logia de las Trois Glaives y su antigua constitución. El Hermano de
Vieth que había sido miembro de ella con anterioridad aseguró, que a pesar que la logia
Aux Trois Glaives existe desde hace mucho tiempo, jamás estuvo provista de
constituciones. Esta noción hizo tomar partido al maestro en cátedra y ordenar al
Hermano secretario que escribiera a T.H. y a T.E. señor George Guillaume, Caballero
del Sol de Oro, para rogarle concediera a dicha logia cartas patentes en que constara una
antigüedad del año 1738.298” Lenning que cita este extracto del proceso verbal de fecha
26 de octubre de 1763, da bajo el nombre de Caballero del Sol de Oro el de Carlos-
Eduardo. Diversos contemporáneos piensan con preferencia en Jacobo III, dicho
también caballero de Saint-George. Por otra parte, en 1738, Carlos-Eduardo no tenía
competencia alguna para abrir cualquier logia en ninguna parte.

¿Quién es reputado por haber participado activamente en la formación de la Trois Aigles


Blancs? El conde Fréderic-Auguste Rutowsky. Nacido el 16 de junio de 1702, hijo
ilegítimo del rey de Polonia, Fréderic-Auguste, cumplidos sus veinte años, viene a
completar en París una formación militar comenzada en Varsovia. Accede de este modo
a la graduación de brigadier. Otra estancia en Prusia, y ocupa altas funciones militares
en el Saxo, entre las cuales la de comandante de los guardas de corps del rey. Por
deducción bastante plausible, puede admitirse que se asocia a otras dos personalidades
de la aristocracia polonesa, puesto que la Orden del Águila Blanca fue reactivada por su
padre en 1705 después de un largo tiempo en sueños. El título de su logia puede
significar en efecto la asociación de tres caballeros de dicha Orden para actuar
conjuntamente. Pero, poco importa.

Otro hijo ilegítimo de Fréderic-Auguste es en Dresde en este año, en este caso Maurice
de Saxo. Mismo padre, madres diferentes. Su iniciación en masonería se produce
algunos meses antes en un contexto épico en que la policía del cardenal de Fleury
prohíbe las logias, pero en que los Hermanos de París no encuentran nada mejor que dar
a su asamblea general del 24 de junio la máxima relevancia recibiendo en sus columnas
a este glorioso general extranjero, el cual entraña en su estela diversos familiares, entre
los cuales su cuñado Claude-Marie Bellegarde d’Entremont. Desde las cinco horas de la
tarde hasta las tres de la madrugada, se procede con grandes pompas, sin omitir los
gozos del banquete. Y luego, algunos días más tarde, la noticia corre por las gacetas
informando que Saxo se prepara para ir a Dresde. Algunos piensan que va por razones
políticas, otros que tiene que arreglar ciertos asuntos familiares. Fuera como fuere, “se

                                                            
298
LENNING, Carl – Encyclopädie der Freimererei, F.A. Brockhaus, Leipzig, 1828, volume 3, p. 280.

162
 
añade que este señor que ha sido recibido hace poco francmasón va a establecer una
logia allá donde vaya.299”

No parte solo, su cuñado Bellegarde lo acompaña. Ahora bien, Bellegarde, esposo de


Marie-Aurore Rutowska, hermana de Saxo (mismo padre, misma madre), es citado por
los primeros miembros de las Trois Aigles Blancs. La logia proyectada por Saxo en el
verano de 1737 ¿no es entonces la presidida en 1738 por el medio hermano Rutowsky?
¿No mete mano personalmente? Él mismo ha sido decorado por su padre con la
distinción honorífica del Aguila Blanca. Siendo la única logia de la que se sabe su
aparición en el Saxo durante el viaje del conde, no habiendo rastro de ninguna otra en
los archivos ni en las gacetas de la época, nos inclinamos por pensar que los lazos entre
los protagonistas son tales que obran conjuntamente.

Cuando Saxo fue hecho masón, el gran maestro en ejercicio era todavía Charles
Radcliffe, jacobita radical. La referencia hecha en 1763 a los Estuardo se comprende
pues perfectamente. Esta puede incluso ser consolidada viéndolo del lado de Bellegarde
cuyo hermano menor Joseph-François ha desposado el 3 de diciembre de 1719 a
Françoise-Charlotte Oglethorpe, hermana de la impetuosa Éléonore, marquesa de
Mezières, como por casualidad primera protectora de la Orden a instancias de
Derwentwater. En todo caso, henos aquí resituados en un momento de la historia en que
ni el mismo barón de Hund está todavía iniciado. Cuando el Hermano Johann-Julius
von Vieth, asesor especial, nacido en 1713, recuerda los comienzos de la logia de
Rutowsky, da cuenta de un acontecimiento que no puede referirse al creador de la
Estricta Observancia, pero que no le molesta en nada, al contrario. Este último no puede
sino reconocerse en lo que dicen sus mayores de sus propias experiencias. De dónde, y
muy naturalmente, el paso que hace hacia ellos en 1751, después de su entrevista con
uno de los hermanos Keith.

Los teóricos de 1717 se complacen en recordar que el conde Marschall von Biberstein
fue provisto, después de su iniciación inglesa de 1737 en Londres, de una carta patente
instituyéndolo como gran maestro provincial de la Alta Sajonia. En buena cronología,
tendría una anterioridad de influencia hannoveriana sobre la jacobita. Salvo que, como
hemos visto, Biberstein descubriera el Escocismo en Saint-Martin-en-Laye después de
Londres y se preguntara sobre la oportunidad de adherirse plenamente, lo que relegaría
su pasado londinense a un segundo plano. Mejor todavía, en las primeras reseñas de los
trabajos de las logias de Dresde se hace constar que el domingo 2 de julio de 1741 los
Hermanos alto-sajones votan para elegir un gran maestro. Si quieren uno, es que no hay
ninguno conocido en ese día. ¿Hacia quién dirigen sus sufragios? Sobre el conde
Rutowsky, dicho Caballero del Águila. Y ¿por quién se inclina éste para designar al
diputado que asegurará en el día a día las tareas administrativas de regulación? Sobre
Vieth, lo que sitúa seguramente este precioso adjunto en condiciones privilegiadas para
saber la realidad de las cosas. La Gran Logia así dirigida lleva por otra parte ahora el
título de À l’Aigle Blanc. El plural se reduce a un singular de prestigio.

Otra cosa: el propósito del conde de Brühl sobre las constituciones ausentes que se
trataría de compensar obteniendo finalmente un documento auténtico de mano del
caballero del Sol de Oro se hace realidad menos de dos semanas después del paso de
Carlos-Eduardo por Dresde. El 5 de octubre de 1763, Augusto III de Polonia muere. Su

                                                            
299
BHVP, manuscrito 617, fº 26. Gazetin, 7 de julio de 1737.

163
 
sucesión queda vacante. Siendo príncipe polonés por parte de madre, este Estuardo
piensa estar en disposición de pretender la corona. He aquí lo que escribe, desde la
lejanía, el abogado Edmond Barbier: “El Pretendiente es hijo del caballero de Saint-
George Estuardo, reconocido en Roma como rey de Inglaterra, el cual vive todavía, y de
la princesa Sobieski; de suerte que es bisnieto de Jean Sobieski, que ha sido el más gran
rey de Polonia, donde tiene por consecuencia muchos parientes y partidarios. Este
príncipe, partiendo desde Dresde en dirección a Polonia, ha estado seguido y
acompañado por todos los señores poloneses que estaban en Dresde; aparentemente
tiene pretensiones sobre ésta corona; esto lo hace un candidato de consecuencia para la
elección. No se ha hablado todavía de este hecho en la Gaceta de Francia.300” Se puede
creer en la pura coincidencia, como sucede a menudo cuando la hipercrítica es aplicada
con demasiada ligereza. Es preferible considerar que las afinidades políticas de la
nobleza saxo-polonesa no dejan de tener equivalencias en el espacio masónico desde
hace largo tiempo, y recíprocamente.

No quememos etapas. Otro hecho relativo a un nuevo encuentro efectuado por Hund
reclama una investigación. En 1759, Andrew Lumisden se dirige a Alemania, llevando
consigo una patente que reconoce a Hund como gran maestro provincial para la Orden
Templaria. Pero, el serio problema que plantea, en la publicación que tenemos gracias a
Schröder301, es que está escrita en lenguaje de signos, según una parrilla de encriptado
desaparecida, de modo que ofrece al historiador una opaca inteligibilidad. A lo sumo, se
logran algunos fragmentos de información más o menos explotables. Así, hacia el final,
una fecha en cifras romanas, con dos barras sobre la primera X: “Ford XXIV most dada
VIII = CCCCXXVII”. El firmante sería “Georgius Wilhelmus. Eq. A Sole aur. Tfac
temp magister”. Debajo, por deformación de nombre propio, se lee en esta ocasión
claramente: “To Mr Andrew Lumesdek, actual secretary to his Britannic Majesty”.

Decir que este documento es dado a conocer este año no significa que sea Lumisden
quien lo transmita a Hund. Parece más bien que recibe una copia. A falta de tener el
original a la vista, se ignora si el conjunto es exactamente de la misma escritura, ni si la
transcripción es correcta. En todo caso, hay que hacer compatibles la fecha y el hecho
que Lumisden sea citado como el actual secretario de su majestad Británica. El copista,
sin duda Hund en persona, remite a un acontecimiento pasado, en este caso al día en que
recibió su patente, y a un acontecimiento presente, en este caso al día en que entrega o
prevé entregar a Lumisden su copia. ¿Cómo saberlo?

El sistema de datación es evidentemente el de los francmasones templarios. Para


proceder a un cálculo de compatibilidad con el calendario usual, bastará con remitirse a
las diversas cartas de los miembros de la Estricta Observancia en las que son puestas en
claro las dos versiones (al final de los Materialen). La diferencia entre las dos es 1314,
en el sentido en que los caballeros modernos toman el año del suplicio de Jacques de
Molay, último gran maestro de la Orden medieval, como punto de partida de su
cómputo. Si uno no tiene en cuenta las dos barras sobre la primera X (10), ¿la patente
habría sido pues emitida en 1741 (1314 + 427)? Por bien que algunos intérpretes lo
                                                            
300
BARBIER, Edmond-Jean-François, Chronique de la régence et du règne de Louis XV, Charpentier,
París, 1857, tomo VIII, p. 110.
301
SCHRÖDER, Friedrich-Ludwig, Materialen zu Geschichte der Freymaurerey, s.e, s.i, 1806, volumen
2, pp. 28-29. La transcripción del original ¿ha sido escrupulosamente comprobada? Propongo leer viii
(según la grafía de la época, o sea VIII) en lugar de las dos letras vm, que en la versión impresa, preceden
a la indicación del año.

164
 
afirman, esto es poco probable, Hund no había sido formado todavía al Escocismo.
Suponiendo que la doble barra sea un indicio de duplicación de este primer 10, lo que se
observa en efecto en otros documentos no masónicos, y debemos inclinarnos por 1751
(1314 + 437). Más precisamente: el 24 de agosto de 1751.

En esta fecha ¿dónde se encuentra Carlos-Eduardo? Mientras que Goring pasa a Suecia,
reside en Aix-la-Chapelle y luego va a tomar las aguas a Spa. Aquí, permanece todavía
en septiembre. Habida cuenta de lo que sabemos del encuentro anterior de uno de los
Keith con Hund, no es imposible que esta patente sea la prolongación asegurada por
Goring. Digamos que, instado a garantizar la expansión del nuevo sistema Templario en
Alemania, Hund ha pedido sin duda un escrito que garantizara su reconocimiento como
tal. En este caso, es claramente a iniciativa de Carlos-Eduardo que se encuentra así en
primer plano. No es seguro sin embargo que situando en el bajo de la patente la firma de
un enigmático Georgius Wilhelmus el príncipe se atribuye la más alta función. Este
seudónimo que desconcierta a todos los historiadores, ya que nadie ve a qué personaje
real corresponde, bajo reserva que éste lleve dos nombres pegados, sería el del gran
maestro. En realidad, ¿hubo solamente uno?

Por mi parte me inclino a no creer en tal posibilidad. Como mucho, veo en esta firma las
sombras mezcladas del caballero de Saint-George, así pues de Jacobo III, y de William
de Lion, tal cual presume cuando la ceremonia de Holyrood, cuando Carlos-Eduardo es
masónicamente adobado por el duque de Atholl. Desde este punto de vista, ella se lee
por consecuencia como un simple montaje. Ciertamente, por ser retomada a menudo en
otros testimonios, la incerteza parece desaparecer cuando se examina la característica de
Sole Aureo añadida en la fórmula de la firma Es muy frecuente hoy aplicarla a Carlos-
Eduardo. No obstante, repitámoslo, las opiniones de los Hermanos de la época son
compartidas. Lo veremos con Jean-Baptiste Willermoz, que es más bien Jacobo III
quien retiene sus sufragios. De pronto, el análisis consiste en ampliarlo a otros hechos
más fáciles de probar.

En la primavera de 1758, un tanto fatigado por sus múltiples errancias, Carlos-Eduardo


está en camino hacia Bouillon, donde el duque le ofrece la posibilidad de ocupar
permanentemente el castillo de Carlsbourg. Su padre, desesperado por la frialdad
creciente a su juicio, al no haberlo vuelto a ver desde 1743, delega a su encuentro a
Andrew Lumisden para tratar una reconciliación. Le aflora la idea de abdicar en favor
de su hijo, a condición que ponga orden en su vida. No haciendo diferencias la muerte
entre reyes y los de humilde condición, sería deseable preparar la herencia y sucesión en
la concordia reencontrada. Partiendo de Roma el 8 de octubre de 1758 en el mayor
secreto posible, Lumisden tiene también por misión visitar diversos interlocutores de su
rey, para entrevistas políticas, antes de ir a Bouillon y volver vía Alemania y Austria.

La ausencia de un orden escrito impide saber exactamente lo que le fue encargado. Sin
embargo, por las cartas que dirige a sus familiares durante su viaje o después del
mismo, sabemos que le es recomendado encontrarse solamente con las gentes
designadas por Jacobo, y en consecuencia evitar las otras. Su confidencia es explícita:
he recibido “directrices apremiantes de mi maestro en el sentido de ver solamente a
aquellos que se ha complacido en nombrarme; es a causa de estas indicaciones que me
he mantenido recluido los días que he pasado en París.302”. En consecuencia, sobre la
                                                            
302
DENNISTOUN, James, Memoirs of Sir Robert Strange, Kt., the eminent engraver, member of several
foreign Academies of design; and of his brother-in-law, Sir Andrew Lumisden, Private Secretary to the

165
 
vuelta después de Bouillon, sin haber podido convencer a Carlos-Eduardo que se
reconciliara con su padre, su periplo más allá del Rhin no puede ser reputado de
anecdótico.

En Alemania, se esfuerza por respetar escrupulosamente las consignas recibidas en


Roma, sin tomar iniciativas personales. Por ejemplo, cuando está en Tubingen, se
guarda bien de encontrarse con James Steuart que reside allí provisionalmente, y se
excusa por correo. A la inversa, si se dirige hacia Hund, podemos creer que es bajo
órdenes precisas. ¿No se tratara de dilucidar los rumores que corren en estos últimos
años a cargo de Carlos-Eduardo, sobre su manera de singularizarse en masonería?
Ahora que la Estricta Observancia está lanzada y que los Estuardo son designados como
siendo los inspiradores ocultos, el rey Jacobo III gustaría saber que hay de todo esto
exactamente. Si acaso es citado algunas veces, ¿no lo será a espaldas suyas? Si lo es su
hijo, le gustaría saber por qué.

La patente producida por Hund, en su ejercicio malabarista del visto no visto, no


implica en particular ni al padre ni al hijo. No obstante, cuando se pide a Hund
explicaciones orales, éste no varía nunca en su opinión, que habiendo sido recibido
templario en 1743 por los jacobitas, su propia acción se conforma a la línea trazada por
estos. Acabamos de ver que los Hermanos que se ha procurado para desarrollar su
sistema son salidos de la misma fuente. Así pues, el asunto es bastante simple cuando
sólo se tiene en cuenta estos datos, pero se hace complejo cuando uno se pregunta sobre
la personalidad que anima al barón alemán. El reflejo común de los súbditos de una
monarquía hace pensar que el príncipe solo puede actuar en nombre de su padre. Puesto
que éste no es realmente el caso aquí, quid pro quo y ambigüedades encuentran aquí
pretexto para multiplicarse.

A falta de testimonios directos y concordantes, el primer elemento a tener en cuenta es


que la tendencia a querer integrar las logias en una organización provincial y general no
es atribuible a Jacobo III. No hemos visto en parte alguna que él o sus representantes
animaran una configuración de este tipo. Cuando Thomas Carte le sugiere federar a los
clubes de partidarios y simpatizantes políticos en el seno de un amplio sistema de
correspondencias, Jacobo rechaza la idea. No vemos que la retome para la
francmasonería, en el sentido estricto. En contrapartida, como podemos verificar con la
Orden Sublime de los Caballeros Elegidos, dicha propuesta es bien acogida por su hijo,
o por aquellos que en ella se inspiran, puesto que es aceptado el esquema de una
división análoga a la practicada en otro tiempo antes por los caballeros del Temple.
Dicho en otras palabras, una visión concibe el Escocismo como una especie de cuadro
de honor para atribuir distinciones individuales y garantizar fidelidades a su causa; la
otra, añade el proyecto de formar una organización deseosa de expansión geográfica y
de acción colectiva. El trato discriminante tiene que ver claramente con una visión de
conjunto de la Orden, de su organización, incluso de su doctrina.

La conexión entre la Orden de los Caballeros Elegidos y la de la Estricta Observancia es


establecida en 1768 por Johann-August Starck. En una carta dirigida al Capítulo
Provincial de la Estricta Observancia, este propone una aproximación sobre la historia
de los masones templarios entre 1312 y 1744, en la que presenta al conde René-
François-André de La Tour du Pin como habiendo sido nominado en 1745 por Carlos-
                                                                                                                                                                              
Stuart Princes, Longman, Brown, Green and Longmans, Londres, 1855, volumen I, p. 183. Carta de
Andrew Lumisden a James Steuart.

166
 
Eduardo a la cabeza de la provincia de Auvernia303. Por otra parte, Starck, tuvo la suerte
de encontrarse con un veterano de la Orden Sublime, en la persona del barón Friedrich
von Vegesack quien había sido admitido en 1749 justamente por el mismo conde La
Tour du Pin304. Corrigiendo la primera fecha de 1745, ya que es imposible que en ese
año La Tour du Pin fuera dignatario de una Orden que no existía todavía, hemos podido
verificar que Vegesack formaba parte indudablemente de los efectivos en 1750,
habiendo sido recibido el año anterior. El mismo Starck, iniciado en 1761 en una logia
francesa en Göttingen, se encuentra en disposición de recibir de Vegesack confidencias,
puesto que tiene la oportunidad de ejercer en la logia común en Wismar las funciones de
segundo vigilante pro tempore305.

Si estos Hermanos conciben una convergencia entre las dos Ordenes, es que poseen
suficientes informaciones para atribuirles, sino una matriz común, al menos similitudes
convincentes. De ahí las referencias más numerosas a Carlos-Eduardo que a su padre.
Sea cual sea la suerte a reservar al seudónimo de Sole Aureo, cabe entender que el
príncipe es el más activo de los dos desde 1746. ¿Es por otra parte una casualidad que
James Steuart sea igualmente citado en la correspondencia de Lumisden en el curso de
su travesía por Alemania? La dificultad a resolver en cuanto al caso de Hund es que éste
fue hecho “templario” en una logia de funcionamiento más bien inspirado por Jacobo III
pero en la que es invitado a desarrollar, después de un largo período de inercia, una
doctrina inspirada en lo sucesivo por Carlos-Eduardo. En su espíritu, no hay hiatus,
dándose por entendido que el hijo estará tras los pasos del padre; en los hechos, las
divergencias son bastante profundas.

René Le Forestier acusa a Hund de ser un falsario, un mentiroso, incluso el “impulsor


en escena de una gigantesca mistificación”306. ¿No sería más bien víctima de una
manipulación de Carlos-Eduardo? Es con toda buena fe que se aplica a propagar en
Alemania la Estricta Observancia. Ignora en ese momento la naturaleza y la amplitud de
las diferencias que oponen el príncipe a su padre. Lo que está en disposición de saber le
autoriza a creer que los dos están de acuerdo, y éste por su parte les es leal, en la medida
que por lo que podemos ver, las gestiones que emprende entre sus contemporáneos con
el fin de aumentar la masonería templaria, se inscriben en la dinámica de la tradición.
En este sentido, podemos ver que en 1759, cuando Lumisden lo aborda, sin que sepa si
lo ha conocido antes, los grados escoceses inventados en el curso del decenio se han
hecho tan numerosos que la noción de “estricta observancia”, sacada de las órdenes
religiosas, sugiere una voluntad de no desviarse de la ortodoxia que los Hermanos más
antiguos habrían mantenido de su experiencia personal.

Una vez más, de acuerdo a una concomitancia reiterada desde hace largo tiempo,
recordemos por otra parte que el ambiente político es particularmente febril en 1759,
como lo era en 1751. La guerra abraza todavía el continente europeo, oponiendo en
particular Francia y Austria, por un lado, e Inglaterra y Prusia por otro, preguntándose
los jacobitas si no les sería posible aprovecharse de la situación coyuntural por su parte.
                                                            
303
Allgemeines Handbuch der Freimaurerei. Zweite völlig umgearbeitete Aufl. von Lenning’s
Encyclopädie der Freimaurerei, Brockhaus, Leipzig, 1863-1867, volume II, pp. 475-476.
304
Ibid. volumen III, p. 404. – Biblioteca del Gran Oriente de Francia, París, AR/H, 1. Patente del 4 de
agosto de 1749.
305
KESSLER VON SPRENGSEYESEN, Christian Friedrich, Archidemides oder des Anti-Saint-Nicaise,
volume 2, Leipzig, 1786, p. 30. Carta de Johann August Starck a Ernst Wener von Raven, 18 de abril de
1767.
306
LE FORESTIER, op. cit., p. 107.

167
 
Mientras que Jacobo permanece prudente, Carlos-Eduardo se inflama, esperando
convencer a Luis XV que le conceda un soporte logístico de envergadura.
Desgraciadamente para él, se ha desacreditado mucho moviéndose demasiado y en
todos los sentidos después de la derrota de Culloden. Algunos lo juzgan cada vez menos
fiable. Así, en febrero, el ministro y Hermano Étienne-François de Choiseul le propone
debatir con él las oportunidades a lograr. Le ofrece incluso alojarlo de incógnito en su
casa. Pero, viniendo de Carlsbourg, el príncipe llega borracho a la cita, lo que no sirve
precisamente para animar la concepción de un proyecto de envergadura. Incluso
Dominique O’Heguerty termina por considerar que no merece la menor atención. “Los
intereses de Estado piden pues que no se asocie en absoluto al Príncipe Eduardo a la
empresa del rey de Inglaterra.307” Que esto termine por admitirse en las altas esferas, de
ello las esferas lejanas no están informadas, a fortiori las de Alemania en las que Hund
se está moviendo.

La literatura de institucionalización, necesaria a toda Orden para fijar los reglamentos


generales y proponer el relato de un génesis, llega de manera discontinua. Su contenido
más problemático no es atribuible a Hund si no a su discípulo Starck. Después de haber
conocido al barón de Vegesack, se inspira estrechamente en el relato histórico ya
elaborado para los Caballeros Elegidos y lo aumenta fabricando una lista de grandes
maestros secretos, que desde Jacques de Molay hasta su época, habrían asegurado la
transmisión continuada de los principios y valores templarios. No se encuentra nada de
parecido en los archivos masónicos anteriormente producidos por los jacobitas, en el
sentido que, como hemos dicho, sus referencias son casi desde siempre centradas en la
antigüedad. Hay lo de las alusiones puntuales de Ramsay, en su célebre discurso de
1736, o más bien lo de las diferentes versiones difundidas poco después, que
constituyen en ésta materia una fuente exhaustiva. Como tales, los Templarios están
ausentes, no siendo asimilables al conjunto de los Cruzados.

En 1764, Hund es interpelado por los Hermanos inquietos por saber la naturaleza exacta
de sus lazos con los jacobitas. Las únicas enseñanzas que se pueden extraer de sus
respuestas es que éste no puede equivocarse sobre las afinidades políticas de los
Hermanos con los que se ha cruzado en el camino desde 1743. Si duda sobre el nombre
de los “superiores desconocidos”, es de lo más normal. ¿Acaso el propio Lumisden, a la
vista de las rigurosas consignas de secreto recibidas por parte de Jacobo III antes de su
misión de 1759, entra con él en detalle sobre su propia trayectoria individual? Nada
puede ser más seguro. Lumisden, iniciado en 1739 en la logia de Dumfermline, nieto de
un antiguo obispo de Edimburgo, participa en las operaciones de 1745-1746, se repliega
sobre Paris tras la derrota, obtiene una pensión del tesoro real francés, frecuenta durante
algunos meses el círculo formado por George Kelly, pasa a Rouen con James Steuart,
luego a Monthléry, después de lo cual termina por juzgar que su mejor residencia no
puede ser otra que Roma cerca de su rey. Muy ciertamente, conoce las condiciones en
las que ha sido fundada la Orden de los Caballeros Elegidos, y puede exponérselas a
Jacobo. En contrapartida, como Hund ha trabajado, solo puede saberlo por boca de éste
para hacer su relato a su vuelta de Roma.

Las disensiones y conflictos que agitan la Estricta Observancia después de 1764 hasta la
muerte de Hund en noviembre de 1776, incluso más allá, se explican en parte por las
ambigüedades de los primeros años. Los reclutados de segunda generación captan aquí
                                                            
307
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Angleterre, volumen 54, ffº 93-98, memoria del 16 de
mayo de 1759.

168
 
o allá informaciones contradictorias sobre las carreras masónicas de los antiguos.
Espontáneamente, se cree que la palabra de templario designa siempre la misma cosa,
de tal manera que la aparición de posibles divergencias suscita sospechas, críticas
acervadas, con la tentativa de nombrar un modelo único que habría sido mal respetado
por algunos. La ilusión es a menudo alegrada con una escena en la que los herederos
más o menos insolentes, más o menos excéntricos, habrían cada uno por su parte
cultivado su estilo sin preocuparse de los otros. Los menos crédulos se plantean
cuestiones legítimas sobre los puntos oscuros de los relatos que oyen. Estos no
encuentran automáticamente las respuestas que buscan, o bien recusan las aportadas por
terceros. Por ejemplo, cuando Hund afronta las polémicas, le es imposible triunfar de
manera satisfactoria puesto que los que le cuestionan han oído por su parte testimonios
dignos de crédito exponer unos hechos vividos que no pueden coincidir con lo que dice
el barón. Por ejemplo, Vegesack no puede tener con nadie un discurso análogo al suyo.
El reflejo es decir que uno de los dos se equivoca. Por lo tanto, ambos tienen razón.

169
 
170
 
16. Satélites

Quedan dos o tres pistas complementarias por abrir para explorar otra documentación
que cita a Carlos-Eduardo como una personalidad eminente de la francmasonería. En
efecto diversos diplomas escalonados entre 1745 y finales de los años 1750 contienen su
nombre claramente. Lo que sorprende, es que estos emanan de logias diferentes que,
según toda apariencia, no se conciertan y no pueden ser sospechosas de connivencia
para valorizar al príncipe. ¿Qué enseñanzas podemos entresacar, sobre todo cuando no
perdemos de vista las negaciones ulteriores formuladas al barón Wächter?

El primer diploma es el más controvertido. El original no ha sido nunca encontrado y


las copias que han quedado son lo suficientemente divergentes como para que una seria
duda sobre su contenido pueda plantearse. Se trata de una patente que autoriza a los
Hermanos de Arras para crear en su ciudad un Capítulo Rosa-Cruz. A fin de
recompensarles la buena acogida que habrían dispensado a Carlos-Eduardo durante su
estancia de seis meses en esa ciudad, éste habría decidido concederles el privilegio. El
inconveniente es que las copias proponen fechas diferentes y que un estudio interno del
texto revela algunas incoherencias delicadas a resolver. Sin duda que pasó alguna cosa
en Arras. Pero ¿cuándo y cómo?

Las fechas son el 15 de abril de 1745308, el 15 de abril de 1747309, e incluso 1752 sin
mención de día ni mes310. Consideremos el primer diploma. A bote pronto, cuesta
comprender cómo el príncipe puede hacer al comienzo del texto alusión a sus
“desgracias” e “infortunios”. No podría haberlos sufrido de ningún modo, ya que la
debacle de sus ejércitos en Escocia no sobrevino hasta el año siguiente. Además, se
presenta como “rey pretendiente” mientras que ésta fórmula no ha sido nunca utilizada
ni bajo su pluma ni bajo la de cualquier otro de sus contemporáneos jacobitas, siendo
más bien de uso común entre los enemigos hannoverianos. A partir de 1744, su título es
el de Príncipe Regente, ni más ni menos, mientras que su padre, se declara por su parte
rey, sin nunca dejar de hacerlo. Por otra parte, su residencia más habitual por esa época
es el castillo de FitzJames, en la Picardía. Cuando se mueve es para ir a París con la
esperanza de acelerar la entrada en guerra. El 15 de abril de 1745, primera fecha
engañosa de esta patente, lo es en bastantes meses311.

Consideremos el segundo diploma. En la copia propuesta, ya no se menciona lo de rey


pretendiente, sino simplemente rey a secas, lo que en esas fechas, el príncipe no es
todavía. Si el redactor tiene ahora razones para hablar de desgracias e infortunios, no se
comprende por qué el mismo es calificado de Subst[ituto] G[ran] M[aestro] del Capítulo
de H[eredom], sabiendo que en la primera versión era designado como S.·.G.·.M.·., lo
                                                            
308
Archivos Departamentales del Pas-de-Calais, 2/E/8.
309
THORY, Claude-Antoine, Histoire de la fondation du Grand Orient de France, París, P. Dufart, 1812,
p. 184-185.
310
LE BIHAN, Alain, Loges et chapitres de la Grande loge et du Grand Orient de France, loges de
province, Comité des Travaux historiques et scientifiques, París, 1990, p. 18.
311
MAE, serie Mémoires et documents, subserie Angleterre, volumen 91, fº 345. Carta de Carlos-
Eduardo, FitzJames, 15 de abril de 1745.

171
 
que parece más bien corresponder a Soberano Gran Maestro. En todo caso, si es
substituto de alguien, hay por encima una autoridad superior y nos gustaría saber quién
es. En cuanto a los desplazamientos del príncipe en la primavera de 1747, son limitados
a un estrecho espacio. Un día, está en París; al día siguiente, está en Passy, hospedado
por la marquesa Jeanne-Thérèse-Pélagie de Saissac, tía del duque de Luynes, el
memorialista. En junio, después de un corto intermedio en Louveciennes en casa de la
princesa de Conti, acepta la hospitalidad del cardenal de Rohan, en Saint-Ouen.

De hecho, estas dos copias son realizadas mucho tiempo después, a comienzos del siglo
diecinueve. Resulta fácil de saberlo preocupándose por la identidad de los Hermanos
que aseguran autentificarlas. En los dos casos, son los mismos. La copia relacionada
con 1745 comporta las firmas de su puño y letra. Son ocho, que salvo uno, se declaran
por otra parte, a la vez Caballeros Rosa-Cruz y Caballeros Kadosh. Pertenecientes a la
logia de Arras La Constance y al Capítulo que le es propio, su ambición, en ese
momento, es que el Gran Oriente le reconozca la mayor antigüedad posible. Como
podemos ver, no convencen mucho.

La tercera fecha -1752- parece más verosímil, aunque sea por la fuente que pone de
manifiesto. El 21 de junio de 1788, la Cámara de los Grados del Gran Oriente de
Francia delibera en efecto con el fin de validar a petición de estos los trabajos del
Capítulo de Arras y para determinar el comienzo. Ahora bien, a la vista de los archivos
comunicados por los Hermanos, los trabajos de 1752 son convocados “en virtud del
título primitivo entonces concedido a este Capit[ulo] por el príncipe Eduardo, como
queda constatado en el Resumen anexo a la demanda, bajo la condición expresa que si
este nuevo Capit[ulo] puede llegar a recuperar el susodicho título de 5752, viene
obligado a comunicarlo al G.O.312” El Resumen ha desaparecido desgraciadamente, el
título también, pero la alusión al príncipe Eduardo nos mantiene en el mismo marco que
las dos copias ulteriores.

Así pues, optemos por 1752. Se revela que los primeros meses de ese año, Carlos-
Eduardo se mueve mucho, yendo hasta Holanda, donde constata que ha conservado
relaciones bastante cordiales con el general Bulkeley, el cual se traslada de un tiempo al
otro al castillo de Fitzjames. Admitiendo que el contenido de la patente, tal cual aparece
en las dos copias citadas, fuera creíble, tendríamos entonces la primera mención aquí
del grado Rosa-Cruz. Además, este grado es presentado explícitamente como la
consecuencia masónica de un disgusto político. Nuestras dos copias dicen la misma
cosa: Carlos-Eduardo es conocido bajo “el título de caballero del Águila, del Pelícano, y
desde nuestras desgracias e infortunios, bajo el de R.·.C.·.”. ¿Es ello plausible?

Un brinco a cinco años atrás nos sitúa en las columnas de la logia Enfants de la Sagesse
et de la Concorde, en Orleans, donde los más altos grados practicados son los de
Caballero de Oriente y Caballero Rosa-Cruz, como lo atestigua sin equívoco un
certificado de maestro escocés entregado al joven Jean-Baptiste Targe313. Ahora bien,
esta logia revindica, desde siempre sin equívoco, el patronazgo de Carlos-Eduardo
Estuardo. Es difícil de saber desde cuándo. Por lo menos se sabe que los primeros
signos de actividad masónica aparecen en la primavera de 1744 en Orleans, cuando el
procurador Jacques-Antoine Leclerc de Doüy muestra su inquietud ante el canciller
                                                            
312
Ibid.
313
BORD, GUSTAVE, La Franc-Maçonnerie en France des origines à 1815, Volumen I, Les ouvriers de
l’idée révolutionnaire, Nouvelle Librairie Nationale, 1908, p. 456.

172
 
Henri-François d’Aguesseau por que se hubiera formado “en la ciudad una asociación
bajo el nombre de Francmasones, y cuyo número aumentaba día a día314”. En 1752, el
asunto continúa vivo, ya que el procurador de Châtellerault se inquieta a su vez, no
sabiendo que opinión hacerse sobre el particular. Habida cuenta de los títulos distintivos
que aparecen en los archivos entre estas dos fechas, se podría llegar a pensar que la
apertura sucesiva de diversas logias se acompaña como por otra parte con una
sofisticación de los grados más allá de la maestría simbólica. Sea como sea. La
referencia Rosa-Cruz es repetida en un contexto compatible con aquel otro observado en
Arras.

Bajo un punto de vista más amplio, resulta útil poner de relieve el empleo de fórmulas
equivalentes para justificar el crecimiento de las logias escocesas en Francia después de
1746, en el sentido que los Hermanos constituidos como tales lo son supuestamente en
agradecimiento o como compensación al apoyo aportado a la empresa de Carlos-
Eduardo o de la simpatía manifestada respecto a sus oficiales. Este es el caso en Rennes,
como ya lo he escrito, al igual que en Arras y Toulouse. Así, el grado Rosa-Cruz no
hace más que consolidar un vínculo político abiertamente declarado. Sabiendo que no
hace falta un gran esfuerzo de imaginación para explotar el tema, en la medida que está
presente en la literatura masónica desde los años 1630, lo que no es precisamente ayer,
admitiremos en consecuencia que su introducción en el Escocismo es casi concomitante
con el desarrollo de la Estricta Observancia en Alemania, justo después de la
emergencia del grado de Caballero Elegido.

Todo sucede como si en el más próximo entorno de Carlos-Eduardo, y ciertamente con


su aliento y apoyo, los innovadores saquen punta de todo. Nadie puede por aquel
entonces prever la evolución que van a tomar los grados inventados, y he aquí por qué
debamos desconfiar hoy de las reconstrucciones comprometidas a partir de situaciones
ulteriores, cuyas bases son cada vez más centradas sobre el hombre que sobre una idea.
La caballería Rosa-Cruz es directamente concebida en relación a los infortunios
personales del hijo de Jacobo. Sucede lo mismo con la de los Sublimes Caballeros
Elegidos para los que la venganza tiene un significado muy concreto después de la
batalla de Culloden y el encarnizamiento perpetrado por los vencedores. En cuanto al
“superior desconocido”, uno o dos, de los que Hund no afirma nunca nada perentorio
dejando creer sin embargo que se trata a buen seguro del príncipe Estuardo, es
parecidamente supuesto definir un apego a su persona más que a un sistema.

Se trata claramente del grado Rosa-Cruz, no del movimiento. Sabemos que, desde hace
largo tiempo, comenzando por la poesía de Henry Adamson, existe una tendencia en el
sentido de asociar el movimiento al de la francmasonería naciente. Sabemos igualmente
que, hacia finales de los años 1720, se presta a la literatura rosacruciana el poder de
inspirar ciertas puestas en escena masónicas, como la de la cripta subterránea abrigando
el secreto de la luz eterna. Así, tanto el Daily Journal de septiembre de 1730 como el
Gentleman Magazine de enero de 1740 aseguran que los francmasones no desdeñan
inspirarse en los Rosa-Cruz. Pero, una cosa es discernir influencias y préstamos, más o
menos vagos por otra parte -ya que nunca resultan explícitos a partir de una
comparación de textos-, y otra cosa muy distinta es señalar en el espacio y el tiempo la
aparición de un grado. Este último reclama un trabajo inédito de formalización.
Efectivamente, por nuestra parte no encontramos ningún rastro antes de 1750.

                                                            
314
BNF, Collection Joly de Fleury, volumen 184, fº 77-78.

173
 
Clarificado esto, ha llegado el momento de abrir las carpetas más densas y más curiosas.
Durante largo tiempo, los compiladores han tratado a Charles-François Radet de
Beauchaîne y Jacques Martinès de Pasqually como fabuladores, y anticuarios
coleccionistas de decoraciones y baratijas, el primero, bamboleándose en Alemania
durante la guerra de los Siete Años para negociar entre los Hermanos militares crédulos
la venta de patentes y certificados fantasiosos, y el segundo, entreteniéndose en Burdeos
antes del fin de la guerra para tratar de imponerse como gran maestro de las logias que
allí se encontraban y constituyéndose en predicador de una reforma improbable. Para
los dos, sin que aparentemente se consultaran, la referencia a Carlos-Eduardo es
mantenida con nitidez. En ocasiones, como es el caso de Beauchaîne, es incluso
retomado el adjetivo de infortunado para calificarlo, haciéndose eco de la prosa
utilizada por la logia de Arras315. En la medida que sea posible en algunas páginas, una
puesta a punto es pues necesaria.

Beauchaîne es citado por primera vez el 17 de agosto de 1747 cuando crea la Sociedad
de los Partidores en el barrio de la Nueva Francia, en París. Según Jean-Marie Ragon de
Bettignies, buscaría formar una organización basada en el modelo de aquella que había
prosperado en el bosque de los Bourbonnais durante las guerras civiles del siglo quince,
bajo los reinados de Charles VI y Charles VII. Los nobles habrían encontrado refugio en
ella junto a los leñadores que les habrían comunicado una iniciación practicada por ellos
desde la noche de los tiempos, probablemente antes de la era cristiana. Como se trata
aquí de una información indirecta, sin posibilidad de relacionarla con un texto de
primera mano, estamos imposibilitados de discernir las partes de realidad y las de
leyenda de tales textos. A lo sumo, podemos señalar que en el transcurso de los años
1740, existe efectivamente una corriente que lleva a valorizar una sociabilidad inspirada
en la tradición forestal, puesto que es también el 23 de noviembre de 1744, que la Orden
de la Hacha implanta su primer colegio parisino, bajo la impulsión del abogado Gilles-
Clément Marchand, encargado de la correspondencia de los hospitales militares con las
oficinas de la Guerra en Versalles.

Ragon añade que Beauchaîne estableció “su logia en un cabaret de la rue Saint-Victor,
bajo la enseña del Soleild’Or, que dormía allí y daba, por seis francos, en una sola
sesión, todos los grados masónicos de entonces316”. Este incisivo retrato pide dos
observaciones. La primera es que, a falta de referencias cronológicas, se ignora si este
establecimiento es anterior o posterior a la guerra de los Siete Años, ni incluso si este
cabaret era realmente la sede permanente de Beauchaîne, teniendo en cuenta la multitud
de logias nómadas en esa época, comprendidas en un mismo barrio o una misma calle.
La segunda es que la evocación de un mercantilismo ávido tiende a desacreditar a
nuestro personaje, sugiriendo que se alimentaba gracias a los engaños infligidos a tontos
e ingenuos. Ahora bien, el conocimiento que se tiene hoy día de los contemporáneos
que aceptaban gustosos masonear en su compañía, muestra al contrario que la mayor

                                                            
315
FM 529, Certificado entregado por la logia La Constance del caballero de Beauchaîne, el 9 de
septiembre de 1774, en provecho de Louis Leconte de Fontbouc “ingeniero geógrafo del Rey, nacido en
Thouars, en la región de Poitou-Charentes, de treinta y cinco años de edad y profesando la religión
católica apostólica y romana”. “Nos, Charles-François de Beauchaîne, V.·. y fundador de la Logia
Escocesa e Inglesa de La Constance, en virtud de los poderes con los que nos ha revestido el M.·.V.·.,
M.·.R.·.G.·.M.·. Carlos-Eduardo Estuardo [escrito Stward], Príncipe tan infortunado como virtuoso […]”
316
RAGON DE BETTIGNIES, Jean-Marie, Manuel complet de la Maçonnerie d’adoption, ou
Maçonnerie des dames, Collignon, París, 1860, pp. 134-135.

174
 
parte tenían la cabeza sobre los hombros y no estaban inclinados a derrochar su dinero
en manos de cualquier estafador.

Como siempre los acontecimientos de la guerra son importantes en su existencia. La


logia que crea bajo el título de La Constance es en efecto indicada en 1760 como
“establecida tras la estela del rey Muy Cristiano en Alemania”. Se hace alusión aquí a
los ejércitos de Luis XV que se baten más allá del Rhin. Al mismo tiempo, y sin jamás
ofrecer otra versión, Beauchaîne asegura tener su autoridad de Carlos-Eduardo el cual
presenta por otra parte como a un Gran Maestro. En 1766, después de la muerte de
Jacobo III, se referirá a él como “legítimo rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda”, y es en
1774 que lo hará un “Príncipe tan infortunado como virtuoso”. ¿Cómo los dos hombres
han podido estar en contacto? O bien, ¿a través de qué intermediario? El estado actual
de la investigación no permite determinarlo. No obstante, de alguna manera, se puede
practicar un test de coherencia examinando los grados que confiere, por una parte, y
observando por otra, que incluso cuando su pluma lo lleva por los caminos de la
metafísica, no deja tampoco por su parte de meditar sobre la coyuntura política.

Primero, el segundo punto. Beauchaîne designa a los adversarios en el campo masónico


con el nombre de los “cromwellistas”. En las antípodas de Larudan, este término no
sorprende. Encarnando en el pensamiento al regicida que ha enlutado en la sangre a la
monarquía de los Estuardo en Gran Bretaña, Cromwell ha abierto la puerta a
revoluciones ulteriores. Ha inspirado a orangistas y sus continuadores hannoverianos. Si
Beauchaîne se prohíbe por su parte contemplar una hostilidad declarada contra ellos, si
recomienda más bien la impasibilidad callada, no piensa lo mismo. “Cuando encontréis
perturbadores, descendientes del cruel tirano Cromwell, imitad a esta flor que se abre
solo un instante y se cierra de inmediato sin que se pueda abrirla más. Resulta más sabio
en tales casos evitar el combate que citarlos en desafío. Esto sería turbar la paz, y por
demasiado celo, operaríamos pronto la ruina de nuestra Orden.317” Habiendo hecho la
elección de servir bajo el estandarte de Carlos-Eduardo, no contempla la mezcla de
géneros. De donde la importancia del primer punto.

En la medida que pueda elaborar la lista gracias a los diplomas establecidos bajo su
gobierno, los grados escoceses que integra en su sistema, son una vez más reveladores
del mismo origen. El vocabulario templario los impregna, a menudo por el bies de una
transposición del ritual de los Caballeros Elegidos, no sin excluir la hipótesis que sus
propios Hermanos puedan un día, como los antiguos de la leyenda, tener que retirarse a
una “eminente montaña de Escocia”, si la suerte se les hace hostil. El Royal Arch inglés,
equivalente al grado francés de la Bóveda Sagrada, no les es extraño, como tampoco lo
es el Rosa-Cruz. Eclecticismo o sincretismo, Beauchaîne lee mucho, pero lo que toma
prestado no es por casualidad. Sus detractores aseguran que su estancia en Alemania
durante la guerra le permite descubrir novedades que luego importa a Francia sin
preocuparse demasiado por la cohesión. Es digno de verse. Que disponga realmente de
una patente firmada por Carlos-Eduardo, o bien que se contente con un permiso
otorgado por un intermediario, no tiene necesidad de aportes exteriores a la masonería
jacobita para ofrecer una panoplia seductora a sus adeptos.

                                                            
317
Citado por LE BIHAN, Alain, Francs-maçons et ateliers parisiens de la Grande Loge de France au
XVIIIe siècle, Commission d’Histoire Économique et Sociale de la Révolution Française, Paris, 1973, p.
111.

175
 
Y estos por su parte, justamente como Alain Le Bihan y Gustave Bord bien lo han
demostrado318, ocupan funciones sociales tan eminentes, dan prueba en sus actividades
profanas de tan sólido juicio que es imposible imaginarlos como seguidores ciegos de
un charlatán. Si se trata de nobles, exhiben los mejores títulos de nobleza; si son
burgueses, están bien provistos. Para comenzar, es significativa la presencia entre ellos
de Jean-François Pollet, mayor del regimiento Royal Deux-Ponts y venerable de la logia
los Inébranlables Chevaliers de l’Épée. Es sabido el conocimiento que éste tiene de los
usos y costumbres propios de sus colegas militares jacobitas, en particular de aquellos
dirigidos por David Ogilvie. En sus correspondencias de 1763, escribe haber hecho lo
necesario con el fin de adquirir los grados escoceses tan codiciados. Con Beauchaîne, se
encuentra ciertamente en el contexto más favorable, sin encontrarse con contradicciones
entre lo que aprende y lo que descubre por sí mismo en otras circunstancias, como en
Estrasburgo donde visita la logia La Candeur. Pero tomemos otro ejemplo, el del
caballero y conde Alexandre-Nicolas-Claude-Hector Andrault de Langeron.

Nacido el 22 de noviembre de 1732 en el castillo familiar de Maulevrier, en la


población de Melay, en la región de Borgoña, bautizado a los dos días en la iglesia
parroquial319, Langeron es destinado en temprana edad al oficio militar, puesto que
ingresa con quince años, el 11 de noviembre de 1747 exactamente, en el regimiento de
Condé Infanteria, mandado por su hermano Charles-Claude. Alférez el 3 de marzo de
1749, es promovido a teniente tres años después. El 24 de febrero de 1757, obtiene el
despacho de capitán de caballería y el mando de una compañía en el regimiento Royal
Roussillon. Al cabo de apenas cinco días y es igualmente nombrado capitán reformado
en el Regimiento de Marcieu.

La guerra lo lleva a Alemania. Allí, se convierte en ayuda de campo del conde de


Clermont. En el seno del ejército francés, a partir del 1º de mayo de 1758, cumple
igualmente las funciones de ayudante del mariscal general. Ahora bien, en los meses
siguientes o quizás antes, se manifiesta como Venerable de La Constance fundada por
Beauchaîne. Mejor todavía, el 27 de octubre, es elevado al grado de Perfecto Maestro
Inglés, definido como el “título más glorioso de un masón”. Evidentemente, uno piensa
de inmediato en el grado de Maestro Perfecto, tal cual se le conoce como sinónimo con
el de Maestro Elegido. ¿Resulta útil precisar entonces que su hermano mayor Charles-
Claude ya formaba parte de los Caballeros Elegidos, como muy tarde desde 1750?

Nombrado el 10 de febrero de 1759 coronel del regimiento Royal Barrois, volvemos a


encontrar Alexandre-Nicolas en París al año siguiente donde continúa su actividad
fraternal. Es así, que el 21 de enero de 1761, figura como consignatario, junto a
Augustin Chaillon de Jonville y diversos otros familiares del gran maestro Clermont,
del contrato de alquiler de una casa destinada a las reuniones de la élite masónica
parisiense. Su identidad es así mencionada: “Alexandre-Nicolas conde de Langeron,
caballero de San Luis, coronel del regimiento de infantería Royal-Barrois, residiendo en
la rue Barbette en la población de Marais.320” Situada en la Nueva Francia, como por
otra parte el local de los Cortadores de Beauchaîne, esta casa es vecina de otra que ya
sirve como lugar de encuentro al menos desde 1754. La reunión de dos permite un
crecimiento. Se perfora por otra parte una puerta de comunicación en la pared
medianera. El plano Turgot muestra claramente los aspectos exteriores del conjunto.
                                                            
318
LE BIHANm ibid, p. 122 – BORD La Franc-Maçonnerie, op. cit., p. 182.
319
Archives de la Défense, expediente Langeron, 3 Yd 1227.
320
ANF, minutier central, ET/X/544.

176
 
El mismo año 1761, queriendo el gobierno reforzar las capacidades de defensa de la isla
de Santo Domingo que creen amenazada por los ingleses, el conde recibe la orden de
dirigirse allí con su regimiento. Para tal fin, la ciudad de Burdeos es designada como
puerto de embarque. El armador David Gradis acepta organizar un convoy. Cuatro
navíos son destinados a las tropas, y otro más a los víveres. Al regimiento Royal-
Barrois se le une un cuerpo de trescientos infantes formado el 1º de octubre y dirigido
por Jean-Jacques Bacon de la Chevalerie, ejerciendo el rango de teniente coronel. El
aparejo de los dos primeros navíos, Le Dragon y L’Aimable Rose, se realiza el 29 de
noviembre. El viaje transcurre sin contratiempos, y la llegada al Cabo se produce el 2 de
enero de 1762, hacia las 16 horas. Mejor que una coincidencia: pronto volveremos a ver
a Bacon de la Chevalerie al lado de Pasqually.

Promovido a brigadier el 25 de julio, Langeron es nombrado el 1º de diciembre a la


cabeza del regimiento de Foix. Recibe el anuncio el 10 de marzo de 1763.
Reaccionando muy mal, tan mal que su primera reacción es rechazar el nombramiento,
objeta en primer lugar que el estado de su fortuna no le permite liquidar los treinta mil
francos que reclama la devolución del regimiento. A continuación, pone de manifiesto
que su salud se ha visto considerablemente resentida desde su llegada al Cabo, de tal
manera que tiene urgencia por volver a Francia. Finalmente, termina por quejarse de no
haber sido considerado a la altura de la entrega mostrada a lo largo de su carrera.
Frustrado al ver que se han concedido promociones a coroneles no más antiguos que él,
habiendo esperado sin resultado una nominación a las funciones de inspector de
infantería, llega hasta pedir su licencia. “No me queda otra salida que pedir mi pase a la
reserva y deplorar mi desafortunada suerte, cruel destino para el hijo de un mariscal de
Francia.” En cualquier caso, no contempla en modo alguno tomar el mando del
regimiento de Foix que se encuentra de guarnición en Santo Domingo, prefiriendo ver
atribuido el mando a otro.

Sin embargo, el alejamiento colonial no lo inclina a la pasividad masónica. Apenas


desembarcado, aprovecha el tiempo disponible para dedicarlo a la logia La Parfaite
Harmonie del Cabo bajo el estandarte de Carlos-Eduardo. El acontecimiento se sitúa en
1762. Deseosa de reconstituirse, después de tres años de funcionamiento discontinuo,
esta logia se siente atraída al mismo tiempo por el interés que comporta el conde y por
la referencia jacobita que éste representa. Su atracción e interés es tal que decide alargar
su título distintivo, pasándose a denominar La Parfaite Harmonie d’Édouard Stuart 321.
El disidente François Pescaye se desprende de ella para fundar su propio taller bajo el
título La Verité, encomendándose a su vez al “príncipe Eduardo”.

Una vez de vuelta a París, en julio de 1763, habiéndole concedido el rey acceso a su
cámara, y su protector, el duque de Choiseul habiéndolo convencido de no renunciar a
su carrera militar, Langeron olvida sus veleidades de retirarse. La vida parisina lo
absorbe en sus torbellinos. Está pensando también en fundar una familia. El 21 de abril
de 1764, su contrato de matrimonio con Henriette Castel de Saint-Pierre, se firma en
presencia de la familia real. El 27 de mayo siguiente, la señora es admitida en la corte.
El conde ahuyenta definitivamente sus rencores. Por tanto, a pesar de la orden
terminante de su ministro, no se incorpora a su nuevo regimiento todavía estacionado en
                                                            
321
En los certificados individuales entregados a sus miembros, La Parfaite Harmonie es calificada de
logia inglesa según una terminología igualmente familiar al caballero de Beauchaîne. KERVELLA,
André, Frêres des Îles, de próxima aparición.

177
 
Santo Domingo. Es hacia 1765, cuando el retorno al continente está organizado, con
guarnición en Burdeos, que se decide finalmente a cumplir con los deberes de su
mandato. Ahora bien, un nuevo hecho perturbador: una parte de los oficiales de su
regimiento va aceptar seguir por un tiempo el penacho de Pasqually. ¿Qué se ha hecho
de éste?

En la primavera de 1763, escribiendo a los administradores parisinos de la Gran Logia


de Francia, manifiesta estar en posesión de una patente de maestro de logia, entregada el
20 de mayo de 1738 a su padre Joachim por Carlos-Eduardo Estuardo, a sabiendas que
el poder así otorgado sería transmisible de padre a hijo, gracias a lo cual estaría
autorizado a gobernar una logia. Solicita pues a estos administradores que lo regularicen
en ésta posición, registrándolo sin más formalidades en el cuadro de los venerables del
reino de Francia. De pasada, menciona el sitio preciso donde su padre ejercía,
concretamente en Aix-en-Provence. Pero cabe la duda sobre la veracidad de tales
declaraciones.

Es en el artículo de las Investigaciones Históricas de Hilaire-Pierre de Loucelles322 que


encontramos el texto de ésta patente. Pasqually asegura ofrecer una transcripción o
mejor aún una traducción fiel, puesto que el original estaría en lengua inglesa. Ya he
dicho en otra parte cuales son los principales puntos en litigio323. Resulta superfluo
volver aquí sobre ello. Más vale detenerse sobre la carta de acompañamiento fechada
del 25 de marzo de 1763. Según ella, las logias burdigalenses estarían adormecidas a lo
largo del año anterior, a excepción de la logia La Française. Es por dicha razón que
Pasqually se sentiría autorizado para crear una de nueva; ahora bien, sus argumentos son
cuando menos extraños. “Después de haberme procurado el apoyo de algunos hermanos
deseosos, he elevado sobre este O.·. un Templo a la gloria del G.·.A.·., conteniendo las
cinco ordenes perfectas de las que soy depositario bajo la Constitución de Carlos
Estuardo [sic], rey de Escocia, Irlanda e Inglaterra, G.·.M.·. de todas las Logias
regulares extendidas sobre la faz de la tierra, hoy bajo la protección de Georges
Guillaume, rey de la Gran Bretaña y bajo el título de la Gran Logia de La Perfección
elegida y escocesa.324”

Extraña argumentación, ya que independientemente del hecho que Carlos-Eduardo no


fuera rey en 1738 ni en 1763, la distinción entre un rey de Escocia, Irlanda e Inglaterra,
por una parte, y un rey de la Gran Bretaña, por otra, no tiene ningún sentido. En los dos
casos, están implicados los mismos países. En rigor, el hecho de citar a George-
Guillaume, como en la patente de Hund, podría ser tenido en cuenta como un indicio a
explotar, salvo que el personaje misterioso de 1751 no pueda ser George III, puesto que
este último reina desde 1760 únicamente, y no es francmasón.

La extrañeza aumenta cuando, seis meses después, el 13 de agosto de 1763, Pasqually


escribe una nueva carta con destino a la Gran Logia parisiense. Sin temor a
contradecirse, asegura haber recibido de Londres la lista de logias “legítimas” bajo
patente británica. Olvidándose decir que la logia de su padre procede de una iniciativa
jacobita, pretende que ésta haya sido directamente constituida por la obediencia
                                                            
322
LOUCELLES (DE), Hilaire-Pierre, Recherches historiques Or.·. de Bordeaux – L.·. « La Perfection »,
La Chaîne d’Union de Paris, volumen 9, 3ª serie, 1880, pp. 277-279.
323
KERVELLA, André, “La patente de 1738” en el Bulletin de la Société Martinès de Pasqually, nº 19,
2009, pp. 4-17.
324
LOUCELLES, op. cit. p. 277.

178
 
hannoveriana. “El G.·.M.·. de Londres me envía también la lista general de Logias
legítimas que existen en Francia y con las cuales puedo mantener relaciones; a saber: La
primera logia abanderada de la villa de Tonnerre, rue des Boucheries, París. Esta logia
fue creada por mandato de la G.·.L.·. de Londres, el 15 de mayo de 1732. La segunda
Logia está en Valenciennes, en el Flandes francés, bajo el título de Royal Échange,
fundada el 17 de diciembre de 1733. La tercera Logia es la de Aix, en Marsella, de la
que mi padre era el Venerable, el 11 de octubre de 1723. Todas estas Logias han sido
constituidas por la G.·.L.·. de Escocia, Irlanda y Londres.325” Aunque no exista una
Gran Logia presentándose bajo ésta última triple denominación, hemos puesto cuidado
en consultar las listas emanadas de la Gran Logia londinense; resultado: únicamente
están inscritas las dos primeras. En ninguna parte, ni Aix ni Marsella son objeto de
mención.

En este caso preciso, el interés que suscita Pasqually, es pues menor por lo que dice de
sí mismo y de su padre, que por la respuesta de la Gran Logia a su demanda de
agregación. De entrada, por el tono de la respuesta, no se asombran mucho por la
alusión a los Estuardo y a las logias que reivindica. No viendo en ello ninguna herejía ni
falsificación, la respuesta se limita únicamente a objetar que no le es posible acoger en
su seno logias particulares bajo patente extraña. Sus administradores aseguran que se
sienten plenos “de ternura respecto a hermanos que tienen constituciones de logias
extrañas”, pero “sin embargo no los reconocemos ni mantenemos correspondencia con
ellos sino es para ofrecerles recibirlos en nuestro seno cuando se presenten para
pedirnos constituciones326”. Diríamos hoy, como se decía ya en esa época, que se trata
más bien de un problema formal de regularidad. En cuanto al fondo, la realidad de un
sistema u obediencia que lleva la marca jacobita, no es en absoluto contestada.

Tampoco lo es en Burdeos donde Pasqually reside varios años. Tempranamente, en


1745, el famoso Étienne Morin ha importado el primer alto grado del elitismo escocés.
Y a partir de ello, salvo raras interrupciones, se han ido tejiendo lazos con otros
Orientes en las mismas condiciones. Nadie ignora, por ejemplo, que la “perfección” está
relacionada alegóricamente con Jacobo VI de Escocia, primer Estuardo reinando sobre
el conjunto de la Gran Bretaña. Por otra parte, cuando algunos oficiales del regimiento
de Foix, después de haber trabajado masónicamente en las Antillas, aceptan seguir a
Pasqually, es porque no perciben ninguna divergencia importante entre su experiencia
anterior y la que se les muestra. No obstante, si surgen contestaciones al proyecto de
Pasqually, no tienen que ver con este aspecto, sino con las reformas que éste quiere
implantar a Hermanos que no las desean, reformas que terminarán con la creación de la
Orden de los Elegidos Coëns.

Menos conocido que Beauchaîne y que Pasqually, es Pierre Lambert Lintot. Normando
de origen, grabador de profesión, se le supone aparecido hacia mitad de los años 1740
en Londres, pero las certezas al respecto comienzan más bien hacia los años 1770,
cuando emprende el proyecto de fundar su propia logia en la que practica un Escocismo
compuesto de siete grados teniendo como referente a Carlos-Eduardo. Los grados Rosa-
Cruz y Kadosh ocupan el sexto y último lugar de la lista. Sin embargo, el 9 de junio de
1774, en el transcurso de un capítulo de Caballeros de Oriente y Rosa-Cruz, un cambio
radical de posición lo lleva a sustituir al príncipe Estuardo por el duque Henry-Frederick

                                                            
325
Ibid. p. 278.
326
Ibid. p. 278.

179
 
de Cumberland327. Curiosamente, invoca para justificar tal decisión, el hecho de no
haber tenido nunca constituciones firmadas por Carlos-Eduardo. Si se puede ver en esto
los efectos de un oportunismo desolador, hay que reconocer sin embargo que se
mantienen todavía la misma constelación de referencias iniciales forjadas por los
jacobitas.

La sombra que planea sobre el decenio 1750 no deja de ser reflejo del crecimiento de las
diferencias existentes entre Carlos-Eduardo y su padre cada vez más importantes, hasta
el punto de hacer imposible la idea de una hipotética reconciliación. La misión de
Lumisden en el sentido de intentar un acercamiento no tiene éxito. Habrá que esperar a
los últimos momentos de la existencia de Jacobo III para tratar de obtener un gesto.
Pero es demasiado tarde. En octubre de 1765, al haber recibido las garantías del
cardenal Giovanni-Francesco Albani que el Papa lo reconocería a su vez rey después de
la muerte de su padre, acepta dejar Bouillon para ir a Roma. Un alto en París, un
trayecto por Austria, una breve parada en Florencia donde se encuentra con Lumisden, y
llega finalmente a la ciudad pontifical. Tres semanas han transcurrido desde la
desaparición de Jacobo, el cual ha exhalado su último aliento en la noche del 1º de
enero.

El Papa hace los honores al recién llegado. No por mucho tiempo. Mientras que
diversos cardenales anticipan una declaración oficial en la que le dan el título de rey,
imitados en esto por los rectores de los colegios escoceses e irlandeses, una fuerte
presión de la diplomacia inglesa anula la promesa transmitida por Albani. No le es
consentido ningún reconocimiento de su título. El soporte verbal y confidencial de los
embajadores de Francia, España y Malta le proporciona un débil consuelo. Se pasa una
página, que Carlos-Eduardo esperaba bien diferente. Y es a partir de este momento, sólo
a partir de ese momento, que la aureola de los Estuardo comienza a atenuarse también
en masonería. Una primera desafección, o si se prefiere, un primer desamor se observa
mucho antes, cuando el Consejo de los Caballeros de Oriente cae en sueños, pero sobre
todo es la condena del grado Kadosh que revela una ruptura nítida y clara.

                                                            
327
WONNACOTT, William, The Rite of Seven Degrees in London, A.Q.C., vol. XXIX, parte 1, p. 75.

180
 
17. Desmembramientos

Hagamos memoria. En 1747 ó 1748, se forma en París el Consejo o Capítulo de los


Caballeros de Oriente. “Eminente y soberano”, el grado designado bajo este término
admite diversos sinónimos: caballero de la espada, caballero masón, caballero libre.
Sólo pueden acceder a él los maestros escoceses confirmados, y les concede el derecho
de juzgar a los otros masones en caso de diferencias, al igual que el de constituir una
nueva logia en una ciudad donde no exista ninguna. Los dirige el conde de Tressan.
Cuando éste es llamado a ejercer las funciones de gobernador militar de Toul, deja su
lugar a Valois d’Orville, anteriormente secretario a la vez del Capítulo y de la logia
Saint-Édouard.

Tempranamente, como sucede en 1743 a propósito del Maestro Escocés, suscita


interrogaciones incluso celos entre aquellos que son tenidos al margen. Una
correspondencia del abogado Petit de Boulard nos ofrece un testimonio. Iniciado por
Étienne Morin a la maestría escocesa cuando ejercía en las Antillas las funciones
temporales de procurador del rey, encontrándose en París este abogado se adhiere a la
Orden del Golpe y se interesa con mucha insistencia por las recientes innovaciones de la
francmasonería. En mayo de 1759, recomienda a los bordeleses formar su propio
Capítulo, pretendiendo al mismo tiempo que el de París no es del todo ortodoxo. “Hay
un Consejo de Caballeros de Oriente en París, pero practicando otro Escocismo que el
nuestro, permaneciendo en el error sobre diversos aspectos de lo concerniente a los
conocimientos de Oriente.328” Por razón de los vínculos muy estrechos existentes entre
Tressan con los jacobitas, al igual que con Valois, más vale creer que el error se
encuentra del lado de Boulard. Pero, poco importa esa incerteza; el caso es que el
Consejo parisino no escapa a la pérdida de dinamismo que caracteriza al conjunto de
logias francesas entre 1751 y 1753.

Quien garantiza la custodia de los archivos no es otro que Valois. Ello queda
corroborado en 1763, cuando los Hermanos parisinos salidos de la burguesía alimentan
el proyecto de reformar la Gran Logia y reorganizar al mismo tiempo el Escocismo. Su
primera gestión consiste en ir a llamar a la puerta de Valois para saber si aceptaría
asegurar una transmisión de la herencia. Si les proporcionara documentos, estos podrían
hacer uso de ellos, y este gesto les conferiría una legitimidad. He aquí como dos
delegados al efecto, Jean-Pierre Moët y Louis-François Le Roy, comienzan sin duda su
aventura en la alegría pero la acaban en la desilusión, ya que volverán con las manos
vacías. Valois rechaza entrar en su juego. Quizá por razón que su propia logia Saint-
Édouard se encuentra en sueños, le hace estar poco motivado para mantener un
compromiso cualquiera, mostrándose por ello poco conciliador. “El Respetable
Hermano Valois, guarda de los archivos del antiguo Consejo de los Caballeros de
Oriente acaba de decir a los Hermanos Moët y Le Roy y por consecuencia al Hermano
Le Boucher de Lenoncourt que los había hecho iniciar hacía poco que el Consejo no se
reunía, y que no se reuniría más.329”
                                                            
328
SHARP, documento 15. Carta de Jean-Baptiste-Dieudonné Petit de Boulard, Parfaite Loge d’Écosse,
París, a los Élus Parfaits, Burdeos, 16 de mayo de 1750.
329
LABADY, Vincent, Précis historique de la Maçonnerie française, Dervy, París, 1995, p. 73.

181
 
El despecho no dura mucho. Estos Hermanos perseveran. Crean su propio Consejo.
Innovan. En vista que otro Capítulo, el de Clermont, que a su vez permanece cerrado, y
del que convendrá igualmente hablar, se dan una institución, cuyo ánimo, es de
gobernar todas las logias del reino, y no solamente las de París. He ahí pues, bajo el
nombre de Consejo Soberano de los Caballeros de Oriente, una novedad que no tardará
en manifestarse a través de decretos y otras declaraciones más o menos intempestivas. A
falta de poder conservar la denominación exacta de aquel que lo había precedido, este
Consejo actúa como si siempre hubiera estado activo, distorsionando a propósito la
imagen de su origen con el fin de cultivar la ilusión de una potencia y existencia
inmemorial. Al igual que la Gran Logia, desaparecerá cuando la muerte de Clermont
suscitará voluntades de reforma todavía más radicales, una de cuyas consecuencias
imprevistas será la aparición de dos Obediencias competidoras para las logias
simbólicas, mientras que las escocesas quedarán al margen. Pero, no salgamos del
asunto.

Retengamos por el momento que el adormecimiento del primer Consejo de los


Caballeros de Oriente conocido en Francia va de la mano con el debilitamiento sin
remedio de la causa jacobita encarnada por Jacobo III. Si Carlos-Eduardo persiste en sus
ambiciones por mantener en alto el estandarte de la causa, no es igual que su padre. La
hecatombe provocada por el fracaso estrepitoso de la expedición de 1745-1746 es
sobrellevada muy mal por los supervivientes de la vieja generación. En consecuencia, la
inversión masónica de los más notables de entre ellos se aminora considerablemente.
Por supuesto, que las alegorías pueden siempre prestarse a giros de sentido,
abandonando el vocabulario político para adaptarlas al campo más neutro de la filosofía,
incluso de un esoterismo maquillando sus audacias innovadoras bajo falsos aires de un
arcaísmo, pero les resulta difícil a los actores de primera fila y a sus más ardientes
partidarios franceses satisfacer tal reconversión.

El historiador que prefiera los discursos unilineales y casi unifactoriales puede estar
desconcertado por el hecho que, a partir de 1747, es necesario desaparejar la trayectoria
política de los dos príncipes Estuardo, y al mismo tiempo, separar los Escocismos
respectivos que estos inspiran. Mientras que la estrella del hijo sube a la bóveda azulada
de algunos templos, la del padre declina. El antiguo gran maestro MacLeane que ha
vuelto a Roma, muere a finales de otoño de 1750, y los otros veteranos se desmovilizan.
No se tiene constancia tampoco de un posible proselitismo que podría ser querido en
Francia por David Ogilvie, a pesar de la práctica del Royal Arch en el seno de su
regimiento.

Pero los lazos con Carlos-Eduardo tienden también a relajarse. Si el caballero de


Beauchaîne mantiene indefectiblemente su fidelidad intelectual y si Pasqually consagra
sus esfuerzos a la elaboración de su sistema Coën cuyos fundamentos los basa en la
falsa patente de 1738, los principales dignatarios de la Orden masónica en Francia
inician a comienzo de los años 1760 una especie de emancipación en relación a los
precursores de la diáspora jacobita. Este es quizá el aspecto más oscuro de una época
rica en resurgimientos, sin duda porque la acción personal del gran maestro Clermont es
objeto a menudo de interpretaciones superficiales. En efecto, es frecuente acusarlo de
desinterés, incluso de descaro respecto a sus Hermanos. No es esto lo que revela un
estudio más profundo.

182
 
Clermont no cambia el rumbo que se ha fijado. Deseoso por reservar la francmasonería
a una élite, se esfuerza limitando las ambiciones de los Hermanos de la pequeña o
mediana burguesía. A sus ojos, tanto las logias azules como las escocesas no pueden
crecer sin control riguroso. Es por lo que, para las primeras, no reúne ni mucho ni poco
la Gran Logia de París. Teóricamente, habría que reunir a todos los venerables de ese
Oriente. La ley del número, que es otro nombre de la democracia, entrañaría por
momentos votos poco acordes con su concepción dirigista. Como lo repiten diversos
documentos producidos bajo su nombre, funciona de acuerdo al “buen gustar”. De
donde que se contente con administrar la Orden desde su logia personal. En cuanto a los
escoceses, entiende igualmente tenerlos sujetos por las riendas, incluso manifestar
abiertamente su influencia sobre ellos. Es desde esta visión, que anima e incluso dirige
el trabajo de puesta en coherencia de los grados inventados a diestra y siniestra.
Conocemos bien el resultado, es decir el sistema difundido a partir del otoño de 1762;
en contrapartida, el proceso que condujo a dicho resultado no está realmente dilucidado.

Situémonos en el mes de mayo de 1760, cuando los venerables parisinos descontentos


emprenden la fundación de una nueva Gran Logia, lo que se corresponde a su juicio con
el despertar de la estructura que existía hasta el momento en que Clermont accedió a la
gran maestría. Bajo el impulso de Martin Pény, artesano de la pluma, son un grupo de
veinticuatro para concebir los reglamentos generales, para elegir un equipo dirigente y
esperar así obtener una posición de fuerza en la cima de la institución. Lo hacen
justamente porque Clermont no los convoca nunca, porque los deja al margen de las
decisiones tomadas. Para ellos y a su modo de ver, una Gran Logia sólo responde a su
vocación cuando ella reúne a intervalos regulares en el curso de cada año a la totalidad
de jefes de las logias regulares de la capital a fin de examinar las solicitudes de
constitución y pronunciarse ante eventuales litigios. Habiendo pasado largos años sin
que nada parecido llegara, estimaban tener el derecho de remediarlo.

Sin embargo, les resultaba imposible hacer como si el gran maestro no existiera y
menos aún borrar por decreto los círculos formados en torno a su persona. Tomando sus
iniciativas sin consultar a nadie, les fue necesario a pesar de todo intentar una
aproximación. Es así que se abre un decenio particularmente desconcertante por los
golpes de teatro que suceden a los embrollos. En despecho de algunas tentativas, ni en
el campo de las logias azules ni en el de las escocesas, no se ve converger los intereses y
consolidarse mutuamente. ¿Por qué? Independientemente de la posición altiva de
Clermont al respecto, los protagonistas no disponen de las mismas informaciones de
base que permitirían, antes de todo debate, ponerse de acuerdo en un mínimo común.

Por lo que concierne a los tres primeros grados, la manera en que la Gran Logia de Pény
se aproxima a los dignatarios nombrados por Clermont puede ser descrita gracias a un
registro que contiene las principales etapas recorridas330. En un primer tiempo, vemos a
Pény que espera atraer hacia él a un número importante de logias del reino, pero se da
cuenta al cabo de algunos meses que ante la ausencia de un reconocimiento por parte
del gran maestro, su representatividad queda comprometida. La mejor estrategia pasa
por una conciliación, una colaboración de las fuerzas. Esta es iniciada en la primavera
de 1763, no sin algunas peripecias anteriores, a partir de junio de 1762, que ven a esta
                                                            
330
BNF, FM1 96, Registre du Président de la Grande Loge des Maîtres de l’Orient de Paris dite de
France du 19 juin [rayado en el original] mai 7760. En Le Comte de Clermont, el argumento que he
desarrollado sobre los errores voluntarios del calendario se revela inadmisible (pp. 279-281). Remitirse al
Anexo de la presente para aclararlo.

183
 
Gran Logia disidente escindirse a sí misma en dos facciones (ver el Anexo al final de
este volumen). No obstante, el entente no es duradero. Las querellas se suceden, con
resurgimientos melodramáticos, de manera, que cada mes que pasa el ambiente se
enrarece cada vez más, de modo que Clermont hace intervenir a la policía en febrero de
1767 para pronunciar la prohibición de las asambleas generales331.

Por lo que respecta a los altos grados, la situación es más compleja. El aspecto más
curioso del trajín cuyo mismo registro condensa los episodios es que los amigos de
Beauchaîne son más ofensivos que los de Clermont en la labor de tratar de apartar de
escena aquellos que el Escocismo no ve con buenos ojos. La paradoja quiere que, por
una parte, Beauchaîne sea reputado de irregular e insensible para beneficiarse de un
caluroso reconocimiento, mientras que, por otra, Hermanos de alta consideración que le
aportan individualmente su apoyo son celosos de proteger su Escocismo contra los
competidores. Ciertamente, su empresa no es coronada con el éxito, pero ello nos viene
a confirmar la importancia de los entresijos ideológicos en juego a ojos de todos los
protagonistas.

Irregular, Beauchaîne lo es por la simple razón que no pide ser inscrito en los registros
de la nueva Gran Logia, que no parece haberlo estado en la antigua, y que no tiene pues
ninguna patente de constitución a revindicar, salvo la que lleva el nombre de Carlos-
Eduardo. Contrariamente a Pasqually, no se digna en cumplir el menor requisito. Por
tanto, son los miembros de su logia, y no pocos, los que hacen su entrada en la Gran
Logia a finales de 1765 y que invierten la tendencia, reprochando a otras logias
supuestamente más conformes de faltar a sus competencias en el otorgamiento de los
grados escoceses. Esta ambigüedad no ha sido objeto de ningún comentario hasta hoy.
Y es muy lamentable, puesto que este paso por alto sobre este momento crucial de la
Orden en Francia siempre se ha hecho.

Entendámoslo bien. Hasta finales de 1765, a pesar de las fuertes disensiones, la Gran
Logia “reunificada” en la primavera de 1763 trabaja por armonizar las prácticas en el
conjunto del reino. Especialmente, realiza el repertorio tan exhaustivo como le es
posible de las prácticas diseminadas en el territorio, incluyendo las colonias; verifica los
títulos de fundación, concediendo de nuevos a aquellas logias que lo solicitan, a
condición que respeten los reglamentos generales. Al mismo tiempo, se pronuncia
negativamente contra aquellas que eluden su autoridad. Ahora bien, el 27 de diciembre
de 1765, en el momento de renovar el cuerpo de sus oficiales, dos importantes
miembros de la logia La Constance de Beauchaîne se ven elegidos al puesto de
Vigilantes, aunque alejados de la asamblea.

El primero es Maximilien-Claude-Joseph de Choiseul-Meuse, dicho el conde de


Choiseul, venerable de la logia de los Enfants de la Gloire desde 1760, siendo entonces
coronel de los Granaderos de Francia. El segundo es Louis-Jean-Baptiste-Antoine de
Colbert, marqués de Seignelay, venerable de la Saint-Antoine desde ese mismo año,
siendo entonces capitán de dragones en el regimiento de Caraman y promovido después
a coronel del regimiento de Champagne-Infanteria. Ambos son pues miembros de La
                                                            
331
Nos interrogamos desde hace largo tiempo con el fin de determinar si Clermont solicita o no a la
policía. No existe ninguna prueba material sobre una intervención por su parte acerca de un ministro o
teniente general. Sin embargo, todo en su biografía muestra que sabe cómo accionar las instituciones
cuando hay necesidad de ello. En este caso, hacer actuar a la policía en febrero de 1767 es mucho más
diplomático y económico que elaborar una circular interna en la Gran Logia.

184
 
Constance, que actúa de un tiempo a otro como logia-madre, en el mismo estilo que la
logia de Clermont, pero llevando igualmente el título honorífico de protectores. Ahora
bien, el 14 de febrero siguiente a su elección, habiendo recibido aviso que Beauchaîne
había constituido recientemente en Tours la logia Le Triple Noeud, la Gran Logia
reunida en pequeño comité se pronuncia sobre la nulidad de este acto, y es así que en
una carta sobre este particular hace escribir “que la Gran Logia desaprueba la calidad de
Maestro de Logia dada inoportunamente en la petición al susodicho h. Beauchesne
[Beauchaîne], que no lo reconoce en absoluto por Maestro de logia y que no está
debidamente constituido332. Extraño, ¿no es así? ¿Cómo concebir una instancia teniendo
en su cima a dos amigos de Beauchaîne y desaprobando a éste?

Y es que ni Choiseul ni Seignelay asisten a las reuniones. Ciertamente sondeados antes


de las elecciones de diciembre, firman al margen como Clermont en el repertorio de
abonados ausentes. Las decisiones son pues tomadas sin que estos emitan ninguna
opinión. En todo caso, los presentes no eligen la manera más diplomática para atraer su
participación activa. Al contrario, por carta, Choiseul se pregunta en el mismo momento
sobre las pretensiones de Julien Coconnier, venerable de la Saint-Julien de la
Tranquillité, uno de los actores de la reforma de 1760, por entregar los grados
escoceses. Anque habiendo cumplido las funciones de experto junto a Pény, este
Hermano no le parecía del todo serio. No obstante, ¿es que acaso la Gran Logia está
habilitada para pronunciarse sobre el sistema de estos grados? Ella lo cree, puesto que
reacciona concertando un decreto por el que prohíbe a Coconnier que se mezcle en ello.
¿Es que este gesto satisfacería a Choiseul? En absoluto. Al igual que su amigo
Seignelay, presenta rápidamente su dimisión del oficio que le ha sido confiado, y que de
hecho, nunca ha ejercido. El 7 de marzo, la cosa es oficial.

No es superfluo precisar que Seignelay (al menos) es un amigo íntimo de Jean-François


Chaillon de Jonville, substituto general de Clermont. No es superfluo tampoco recordar
que el primer y segundo vigilantes de una logia son, por disposición reglamentaria, los
principales adjuntos del venerable. Ellos ocupan su plaza en la cátedra si éste llega a
faltar. En la cumbre de la Gran Logia, forman parte en principio del triángulo rector.
Que Choiseul y Segnelay hayan sido elegidos en diciembre de 1765 tiene un fuerte
sentido, nadie podía ignorar sus vínculos con Beauchaîne y la naturaleza de su
Escocismo, profundamente trazado en la huella jacobita. La patente entregada a la
Triple Noeud de Tours contiene por otra parte sus firmas, de tal manera que los censores
del mes de febrero siguiente no pueden pretextar una supuesta ignorancia al respecto.
Por consecuencia, que no duden en dimitir pura y secamente después de este incidente
es igualmente muy significativo.

Podemos ver incluso en el intervalo, antes que tomen su decisión, a una delegación
formada por estos censores tan poco hábiles que va a visitarles y preguntarles si
pensaban asistir un día a las asambleas deliberativas de la Obediencia. Como por
casualidad, esta delegación está formada por Moët y Le Roy, estos mismos Hermanos,
que en 1763, estuvieron encargados de convencer a Valois para que cediera los archivos
del antiguo Consejo de los Caballeros de Oriente. ¡Nuevo fracaso! En apenas dos
meses, las crispaciones se exacerban, confirmando la imposibilidad de encontrar un
terreno de entente entre hombres que tienen en apariencia la misma retórica, puesto que
designan los grados escoceses con las mismas palabras, salvo ciertas variantes

                                                            
332
BNF, FM1 96, ibid. Fº 55. 

185
 
secundarias, pero que no tienen la misma semántica, puesto que no dan sentidos
equivalentes a sus prácticas.

Es en estas circunstancias que son lanzadas algunos meses más tarde las violentas
prohibiciones de las logias-madre provinciales y del Caballero Kadosh. Una emana el
14 de agosto de la Gran Logia333; la otra, el 21 de septiembre, del Consejo Soberano de
los Caballeros de Oriente. La espinosa cuestión que se plantea al examinarlos es de
saber en qué medida son representativas de una posición mayoritaria en el seno de la
francmasonería francesa. De cierta manera, ambas contribuyen a acelerar el alejamiento
del modelo jacobita. En efecto, las logias-madre, en tanto que logias generales, durante
largo tiempo han sido gobernadas en las grandes ciudades de provincia por Hermanos
detentores de grados escoceses. De igual modo -nada es más flagrante-, el Kadosh es un
puro producto de la masonería jacobita, incluso cuando puede verse más bien la obra de
los fieles a Carlos-Eduardo, sin la caución de Jacobo III. Ahora bien, las tribulaciones
que perturban las relaciones en la cima de la Orden lo muestran claramente, éste
movimiento está lejos de ser compartido por todos los contemporáneos. Las censuras
son recíprocas, traicionando tensiones recurrentes.

El asunto de las logias-madre es más rápido de comprender. En el curso del verano de


1766, el gran maestro Clermont es directamente solicitado por los Hermanos de Lyon
para que les sean entregas constituciones bajo el título de Choix des Hommes libres.
Este pronuncia una opinión favorable e invita a la madre-logia de esta ciudad a realizar
la instalación de ésta particular conforme a los usos. Al serle opuesto un rechazo, se
indigna por mofarse de su autoridad. Se refiere sin tardanza a Moët que, por su
consentimiento, preside la Gran Logia y obtiene de inmediato un voto favorable a la
primera circular. Dos argumentos principales son avanzados. El primero es que es
preciso poner término a la “tiranía” (sic) ejercida por las logias-madre sobre las logias
particulares simbólicas de su oriente en cuanto a los procedimientos de constitución. El
segundo, es que estas logias dichas particulares son invitadas a desobedecer a los
Colegios escoceses que buscan igualmente imponerles una doctrina en materia de
rituales y otorgamiento de grados. Visto desde este lado, considerando solamente la
voluntad del gran maestro por imponer un centralismo fuerte, la situación parece
bastante clara.

Por lo menos, tanto en la primera circular como en la segunda, el Consejo Soberano de


los Caballeros de Oriente, con sede en París, es valorizado como instancia apta para
formar nuevos Colegios escoceses en provincias y a conferirles el poder de regular la
actividad de las logias, salvo constituirlas. Y he aquí como la confusión se instala. Ya
que, ésta vez, Clermont no es parte implicada. Ni de cerca ni de lejos, está implicado en
este Consejo; y nada prueba que le abandone la capacidad que se abroga de legislar el
Esocismo en el reino. Todo pasa más bien como si Moët aprovechara de sus funciones
como presiente de la Gran Logia para valorizar también este Consejo que dirije
parecidamente desde 1763. Sin respeto por el Capítulo de Clermont, aspira a la
hegemonía. Y esta vez, ¿quién puede provocar la cólera contra los Kadosh?

El más alto grado que se atribuye a Beauchaîne cuando firma la patente en favor de la
Triple Noeud de Tours es el de Caballero Kadosh334. Un número importante de otros
                                                            
333
Esta fecha del 14 de agosto plantea problemas por el simple hecho que el acta del registro contiene
referencias a documentos del 21 siguiente.
334
BORD, La Franc-maçonnerie, op. cit. p. 183.

186
 
contemporáneos se encuentran en el mismo caso. Por otra parte, son también Grandes
Inspectores Grandes Elegidos; y este grado es fusionado en la circular para ser
censurado por la misma condena, por razón que sería “falso, fanático, detestable, al
igual que contrario a los principios y al objeto de la Masonería, así como opuesto a los
principios y deberes del estado y la Religión”. Una vez más, la política es pues
denunciada; y ésta política es claramente la que vive todavía a la sombra de los
Estuardo. Para Moët y los cofirmantes de la segunda circular, se trata de tomar
distancias.

En primer lugar, Beauchaîne no es del género de persona que se deje impresionar por
ese tipo de anatemas. En segundo lugar, las gentes de provincias que ignoran las
querellas internas de los parisinos, no entienden muy bien lo que les viene encima. En
tercer y último lugar, el Capítulo de Clermont continua siendo inexpugnable e
inatacable. Más todavía, el círculo de próximos al gran maestro se han hecho
recientemente Rosa-Cruz, al considerarlo como el grado nec plus ultra, por bien que la
huella jacobita no haya sido borrada en absoluto. Sin duda que dicha huella ha sido
atenuada, bajo la tendencia de por sí ya lo bastante sensible consistente en virar de lo
político a lo filosófico. Pero no obstante, no se ha renegado de ella, aunque solo sea por
simple razón que Clermont representa una larga antigüedad en la Orden y dicho capítulo
posee conocimiento suficiente de los acontecimientos que han animado la primera mitad
del siglo como para hacer ver que descubren algo inédito. Añadamos a esto que Moët y
los suyos se inclinan igualmente por los Rosa-Cruz, la prueba es que, respecto a los
Estuardo, su posición es hipotética por ambivalencia. Rechazar a los Kadosh, por un
lado, y priorizar los Rosa-Cruz por otro, es admitir a pesar de todo que se ejerce o se ha
ejercido un ascendente político en el corazón de la Orden y que hay hipocresía al fingir
y tratar de evitar afrontar la situación, prohibiendo un solo grado.

En síntesis, esto supone que: por un lado, el grupo de Moët rechaza el Kadosh del grupo
de Beauchaîne; por otro lado, el grupo de Clermont rechaza al Rosa-Cruz del grupo de
Moët. En estas condiciones, la posición de Clermont se revela a primera vista como
incómoda, ya que no se comprende como puede mantener, por mediación de su
diputado Chaillon de Jonville relaciones dificultosas con Moët en sus funciones de
presidente de la Gran Logia, mientras que contempla muy favorablemente el Consejo
Soberano presidido también por Moët. Pero, una vez más, Clermont permanece fiel a su
concepción elitista de la fracmasonería. Al no haber podido lograr su viejo proyecto de
depurar las logias azules, de vetar a los Hermanos de modesta extracción, mantiene el
de erigir en torno a los escoceses una especie de muralla. Por su parte, el haber sido
antaño compañero de viaje de los jacobitas no lo importuna en nada.

Su correspondencia de 1766-1767 con el marqués François-Bonaventure-Joseph


Dumont de Gages335 es reveladora al respecto. El hecho de oír a los Hermanos sin gran
envergadura social llamar a la puerta de su Capítulo, invocando el mismo grado de
avance que él en el camino iniciático, no le crea la obligación de recibirlos. La norma en
Francia viene de su persona, se complace en repetir. Dicha norma es conocida por los
siete adjuntos que trabajan a su lado, mientras que los efectivos de su consejo, de un
modo u otro, no sobrepasa jamás los treinta y tres miembros. Tales son sus pares, tales
son sus iguales, que en el más alto grado de elevación, dan su lustre al Escocismo. Si le
                                                            
335
BNF, impreso 445. CLÉMENT, Fernand, Contribution à l’étude des Hauts-Grades de la Franc-
Maçonnerie et particulièrement à l’Histoire du Rite Écossais Ancien et Accepté en Belgique. Edición del
Sup.·.Cons.·. de Bélgica, Bruselas, septiembre de 1937.

187
 
parece oportuno en alguna ocasión animar el proselitismo fuera de París, mira de
controlarlo de cerca, reservando únicamente a los miembros de la aristocracia la
autorización de ser sus agentes.

Pasando sobre la controversia mencionada anteriormente, es bueno saber lo que señala


citando una logia parisina erigida bajo los auspicios del “príncipe Eduardo” y que
subsistiría todavía en 1767. Lo hace contestando a unas palabras tenidas por un adjunto
de Moët, el secretario general de la Gran Logia, Louis-François Zambault, palabras de
las que se ignora desgraciadamente su contenido. Se puede solamente presumir sobre el
contenido de las mismas, que Zambault se vale de una tradición legada por ésta logia
para reivindicar en vano un derecho de visita sobre el Capítulo de Clermont,
considerándose de la misma calidad masónica. Y al parecer, el contexto hace pensar que
el príncipe Eduardo del que se trata, es en realidad Jacobo III, en lugar de su hijo, siendo
el único en poder justificar que se honora su memoria. Al menos es casi seguro que
ninguna consigna proviene del segundo.

Perturbado por el cambio de actitud del Papa que no lo reconoce como rey, acuciado por
problemas de dinero, más interesado por la Opera cuando debería dedicar ciertas
jornadas a la situación internacional, no para de atraerse dificultades. En diciembre de
1768, una de sus cóleras azuzadas por el exceso de alcohol, le supone un rechazo
radical. Aquellos que por deber, se consideraría que deberían aportarle su concurso y
dedicación, entre ellos Andrew Lumisden, se despiden. En 1771, piensa en contraer
matrimonio. Envía a París al sustituto de Lumisden, John-Baptist Caryll, para negociar
la mano de Louise de Stolberg. Caryll logra sus propósitos y el matrimonio tiene lugar
por poderes al año siguiente. Louise viene a vivir al palacio de la plaza de los Saints-
Apôtres, pero por poco tiempo; apenas dos años. Con el fin de reducir gastos, la pareja
se traslada a Florencia en 1774. En ese mismo año, Caryll lo deja también, hastiado por
sus cambios de humor y el aminoramiento de sus capacidades críticas.

Antes de continuar, se imponen unas palabras sobre Caryll, ya que es quien tiene bajo
su custodia durante un cierto tiempo los famosos documentos masónicos, buscados por
Carlos-Eduardo tras las reiteradas solicitudes del barón de Wächter. Nacido el 13 de
diciembre de 1713, aparece por vez primera de manera significativa en los archivos de
los años 1740, cuando Carlos-Eduardo vibra de entusiasmo ante la idea de embarcar
rumbo a Escocia, y que numerosos dignatarios de la Orden se reúnen con él en Picardía.
Se le conoce en relación constante con el conde de Derwentwater, del que juega el papel
de mensajero acerca del mariscal del Saxo. Una de sus hermanas, Elisabeth, no es otra
que la protectora de la Orden del Toboso. Vive en París, rue de los Petits-Augustins,
esquina faubourg Saint-Germain. Se aloja a menudo en su casa.

La derrota lo abruma. Después de haber vendido sus bienes en Gran Bretaña, fija su
residencia definitivamente en el continente. Hacia 1767, habiendo fallecido su hermana,
sigue el camino de su príncipe hasta Roma. Cumple a sus órdenes ciertas misiones
confidenciales entre Italia y Francia, convirtiéndose finalmente en su secretario
particular en lugar de Lumisden. En sus nuevas funciones, después de las negociaciones
matrimoniales con la princesa de Stolberg, es enviado en mayo de 1774 al duque Louis-
Philippe d’Orleans, en Versalles, a fin que transmita a Luis XVI una carta de
felicitación por su reciente acceso al trono de Francia, adjuntándole una solicitud de
subsidios. Como muchos otros grandes cortesanos, este duque es un veterano de la
francmasonería, y su hijo se había convertido recientemente en jefe del Gran Oriente de

188
 
Francia. Es improbable que Carlos lo ignorara. En todo caso, previene que Caryll,
portador de su carta, debe también comunicar ciertas demandas no escritas. “He
encargado a Lord Caryll en quien tengo entera confianza que os explique con detalle lo
que espero de vuestro buen corazón.336”

Pero Caryll no gusta de trabajar en un ambiente malsano y constantemente tensionado.


Mucho menos paciente que Lumisden, convencido que Carlos no volverá a recuperar su
equilibrio físico y psicológico, se retira a su vez. Dimitiendo de todas sus
responsabilidades, deja Italia junto a su esposa en el curso del mes de marzo de 1775
para ir a residir a Dunquerque. Sí pero… mientras tanto, hace transportar a una casa de
Roma los numerosos documentos más tarde tan codiciados. ¿Los lleva con él en ese
momento? En el supuesto que los esconda ¿quién los retoma después de su muerte? No
es tampoco imposible que hayan sido conservados en alguna parte como precioso tesoro
de familia. En ese caso, se comprendería por qué Gustave Bord, a comienzos del siglo
veinte, asegura haberse beneficiado de informaciones salidas de una “alta personalidad
escocesa”337 no queriendo que su identidad fuera divulgada.

                                                            
336
RAW, SP Box 4, fº 3/6, y 474/34 Carta de Carlos-Eduardo, Roma, al Duque Louis-Philippe d’Orleans,
25 de mayo de 1774.
337
BORD, La Franc-maçonnerie, op. cit. p. 493, nota 1.

189
 
190
 
18. Embrollo florentino

El 8 de noviembre de 1776, el barón de Hund pasa al oriente eterno. En seguida, son


numerosos los epígonos en agitarse, en volver sobre las cuestiones relativas a la
legitimidad que pretendía encarnar. Algunos, bien quisieran sucederle a la cabeza de la
séptima provincia templaria. Los más prestigiosos candidatos son dos duques: el sueco
Carlos de Sudermania y el alemán Ferdinand de Brunswick-Lunebourg. De improviso,
sin ningún tipo de espera, Carlos-Eduardo se ve abordado por emisarios de uno y otro, a
fin de que autentifique la filiación jacobita revindicada por la Estricta Observancia.

Cualquier historiador, cuenta en este caso con una favorable ventaja. La


correspondencia de puño y letra de Carlos, es poco más o menos completa. Empieza por
el relato establecido en dos ejemplares al término de la entrevista que concede el 21 de
septiembre de 1777 al barón von Wächter, enviado del duque de Brunswick. En su
palacio Guadani de Florencia, donde se lamenta por no disponer nunca de suficientes
recursos financieros para sostener su tren de vida, acepta discutir a la vez sobre política
y masonería. A primera vista, este documento parece querer ser muy claro, muy
concreto338. Tras un análisis más pausado, importantes matices vienen a demostrar lo
contrario.

Pero he aquí primeramente el comentario del lionés Jean-Baptiste Willermoz tras saber
de la epopeya italiana de Wächter: “El Gran Maestro general a Sole Aureo que figura en
la lista de los Grandes maestros está muerto. Es el padre de éste con el que + [capítulo]
sin duda ha debido hablar. Se ignora si este último [Carlos-Eduardo] es de la Orden. El
Soberano Gran Superior ha encargado al Hermano a Ceraso [Wächter], canciller de la
VIIIª efectuar al respecto pesquisas exactas en su próximo viaje a Italia, no queriendo
usurpar prerrogativas de nadie.339” Willermoz posee una baza a su favor respecto a la
mayor parte de sus contemporáneos: desde comienzos de los años 1750 vela por recoger
concienzudamente todas las informaciones relativas al desarrollo de la Orden. A sus
ojos, el caballero del Sol de Oro (a Sole Aureo) es claramente el difunto rey, no su hijo
heredero, lo que no excluye verificar si éste último asume la herencia.

Un capítulo anterior ha permitido anticiparnos sobre este punto crucial. La cuestión


planteada por Wächter es saber “si el Señor conde había sido instruido por el difunto
Señor su padre que la dignidad de gran maestro de los francmasones era hereditaria en
la ilustre casa de los Estuardo desde tiempos de Carlos II rey de la Gran Bretaña, si
había recibido en consecuencia los papeles y documentos relativos a ello, si quería
comunicarlos a las logias reunidas, legitimándose por esto como su gran maestro y jefe,
y ser reconocido por ellas en este cargo eminente, para sus ventajas recíprocas.” Esta
cuestión de múltiples facetas es así redactada por que los alemanes no entienden
remontar la masonería en el tiempo a 1717. Aunque Hund haya sido en vida más bien
parsimonioso en la producción de documentos, siendo aparentemente su patente de
1751 su único bagaje, ininteligible por añadidura a otros ojos que los suyos, estos

                                                            
338
RAW, SP 491/123..
339
Bibliothèque Municipale de Lyon, Archivos Willermoz, Manuscrito 5481, fº 32.

191
 
poseen suficientes indicios concordantes para saber que hay que retrasar la fecha hasta
el siglo XVII.

La respuesta es directa y aparentemente sincera. Por su honor, Carlos-Eduardo declara


no estar “en absoluto instruido de todo lo que pudiera tener relación con la Masonería,
que, por bien que diversos ilustres hombres de su casa hubieran sido masones, había
mostrado por su parte y en diversas ocasiones al difunto Señor, su padre, su inclinación
a serlo, pero que éste siempre se había opuesto, que su difunto padre le había declarado
en diversas ocasiones que no era Masón, no habiéndole pues comunicado ningún papel
relativo a todo ello.” El inconveniente, como hemos visto en un capítulo anterior, es que
creyó oportuno precisar, que si hubiera pertenecido a la masonería, por devoción
religiosa no hubiera faltado a renunciar a ella, después de la Bula de condena
promulgada por Benedicto XIV. Ahora bien, confunde aquí dos épocas y guarda
deliberadamente silencio sobre su conversión efímera al protestantismo.

Hay algo más de extraño. El príncipe cuida en escribir de su puño y letra al pie de los
dos ejemplares del proceso verbal: “Nada habría que me gustara más en el mundo y
estimara como el mayor honor, que se quisiera reconocerme como sucesor de mis
ancestros en la Masonería.” En buena lógica, no podemos más que sorprendernos ante
tal post scriptum por la simple razón que hace hipócrita la alusión hecha en un primer
tiempo relativa a la devoción por la prohibición papal. Después de haber insinuado que
habría renunciado a la Masonería si hubiera pertenecido a ella, presume ahora que se
sentiría honrado si se le hiciera la gracia de reconocerlo como sucesor de sus ancestros.
Es como decir que la prohibición de Benedicto XIV hubiera perdido su vigor en un
cuarto de siglo. Evidentemente que no. El príncipe juguetea.

La continuación de su correspondencia nos lo aclara. Después de haberse alejado de


Florencia diversas semanas para visitar las logias de la península italiana, no sin
permanecer en contacto epistolar con sus Hermanos de Alemania, Wächter establece de
nuevo contacto con Carlos el 4 de febrero de 1778 desvelándole sus móviles. El primero
pretende que sus amigos políticos están particularmente interesados en dar su apoyo al
segundo para que pueda dirigir una nueva tentativa de restauración en Escocia. Todo
esto ¿acaso no tiene un aire de haberlo ya visto? Evocando las maniobras oficiosas de
los británicos opuestos al gobierno de Londres, Wächter le asegura que van a influir
sobre el rey de Prusia para que “conceda seis mil hombres, los envíe a Escocia para que
se reúnan con vuestros partidarios, a la cabeza de los cuales os pondréis y renovaréis en
una palabra la historia de 1745340”

Por el momento, el proyecto parece quimérico a los alemanes, ya que “no queremos
hacer caballeros errantes341”, pero Wächter deja en suspense la idea que dentro de poco
podría ser de actualidad. A la espera, desea que los famosos papeles masónicos de cuya
existencia está convencido, sean encontrados en las cajas de Roma o de Saint-Germain-
en-Laye y aporta sin duda su contribución a los gastos del transporte. Se adivina en él la
intención de animar a su interlocutor para que conceda prioridad a este asunto. Salvo
que Carlos, cuya susceptibilidad es exacerbada desde hace lustros no está muy inclinado
a irse por las ramas. Decirle que pronto podrá recuperar la corona arrebatada a su abuelo
Jacobo II es una cosa. Otra de muy distinta es aportarle las pruebas irrefutables de una
                                                            
340
RAW, SP 493/19. Carta de Karl Eberhard von Wächter, B[olonia], a Carlos-Eduardo, Florencia, 24 de
febrero de 1778.
341
Ibid.

192
 
ayuda logística; así pues, hasta que no lo vea claro, se guardará muy bien de enseñar sus
cartas al barón, cuyo juego, a ojos de éste, es exclusivamente masónico.

Testarudo, Wächter aprovecha para someterle dos nuevas preguntas en las que no había
pensando cuando la entrevista de septiembre, preguntas que tienen que ver con la
identidad de los jóvenes lords Clifford y Kilmarnock que estaban en París en 1743,
cuando se preparaba la expedición militar. Carlos-Eduardo le responde en los términos
relatados anteriormente, a saber que los dos Lords no han formado parte de su círculo
íntimo, al igual que tampoco el padre del segundo del que sabemos las funciones
ocupadas en el mismo año en la cumbre de la Gran Logia de Escocia. Para Wächter, se
trata de dilucidar las circunstancias en las que Hund ha sido promovido “templario”,
pero no logra su objetivo. Pero no obstante ¿qué hay de los viejos documentos de los
que sabe su existencia?

El 10 de marzo, Carlos-Eduardo expone que las cajas llegadas de Roma han sido
recibidas por él en Florencia. “Sólo he tenido tiempo de abrir una, pero no había nada de
lo que buscamos y estoy convencido que sucederá lo mismo con las otras. Habiendo
estado las llaves durante tantos años en manos no seguras, creédme Señor, no contéis
con ello. Lo miraré no obstante por complaceros y os aseguro que soy vuestro buen
amigo.” Conclusión: nada de los encuentros entre Jacobo III o su hijo, por una parte, y
nada de los señores que Hund asegura haber frecuentado en logia, por otra; nada de
archivos tampoco, que de cerca o de lejos pudieran estar relacionados con la masonería
en general, ni con la caballería templaria en particular.

Ello no impide que el barón insista, renovando las demandas. Hay archivos secretos en
alguna parte. Carlos no se desmorona. En tres ocasiones, le responde: “Todas las cajas
venidas de Roma han sido examinadas rigurosamente. No he encontrado nada dentro
que pudiera serme útil, incluso sobre otras cosas que me contemplan personalmente.”
Pero, el 20 de mayo ofrece un amago de explicación sobre esta búsqueda infructuosa:
“Puedo deciros también que he observado un cierto desorden en estos papeles, en cinco
de ellas y una pequeña caja, que vienen a demostrar que aquellos que las habían tenido
entre sus manos las han registrado.342” ¿Es esto bastante? ¡En modo alguno! De vuelta a
Hanau, Wächter se muestra mortificado por ésta mala noticia, pero vuelve a lanzar el
argumento político de un proyecto de guerra victoriosa en Escocia que sería apoyado
por Federico de Prusia, lo que, a su modo de ver, debería desplegar la energía buscadora
del príncipe exiliado. Al mismo tiempo, le exhorta a no dejarse seducir por los suecos
que tienen también el deseo de obtener del príncipe el secreto de los masones a cambio
de soporte militar.

Bajo la retórica de convención, el cebo es grande. “Incluso si no estamos lo bastante


afortunados en encontrar lo que buscamos con tanto empeño, aunque todo nos promete
una feliz salida de nuestros trabajos, podéis contar siempre con el socorro de otros
medios para hacer triunfar nuestros proyectos y haceros la justicia que os es debida y en
la que nos interesamos tan fuertemente. Presumo que la guerra que va a crecer
incesantemente no supondrá obstáculo a estos deseos, pero estad seguro que aunque
pudiera diferir su ejecución, jamás impedirá que os apoyemos con todo el vigor

                                                            
342
Ibid, 493/95.

193
 
posible.343” ¿La guerra? La de los insurgentes de América contra el poder inglés, en la
que Francia tomará parte.

Y he aquí el golpe de teatro. El 23 de julio, Carlos escribe: “He encontrado un papel


auténtico que prueba sin lugar a dudas que mi padre al morir dejó un cierto número de
papeles en una casa desconocida para que no pudiera jamás tenerlos ni incluso saber
donde están.” Quien interprete bien lo precedente deduce de ello la existencia de los
preciosos documentos en alguna parte, que indudablemente estos son masónicos, pero
que Jacobo III ha hecho cuanto ha podido antes de morir para que no puedan caer jamás
en manos de su hijo. ¿Es esto una pirueta más, que se inscribe en el juego que se llevan
estos dos hombres? Este no parece ser el caso. En efecto, Wächter es traicionado por su
nerviosismo porque ignora como su interlocutor ha respondido a los suecos. Hace lo
que puede por saber lo que les ha dicho, pero no logra obtener nada claro. Falso
ingenuo, explica que los grandes señores alemanes son de una delicadeza irreprochable,
y aconseja a Carlos-Eduardo que vaya hasta el fondo en el juego con los suecos, lo que
hace de todas maneras, a condición que no se olvide de tenerlo al tanto.

Sabemos “que una cierta potencia la cual os ha entretenido en diversas ocasiones, está
intencionada de nuevo a servirse de vos, pero actuando esta vez con mayor probidad. Al
no saber si sus intenciones son amigas y honestas, deseamos conocerlas a fondo y es por
esta razón que deseamos que entréis en las propuestas que pudieran haceros sin concluir
no obstante nada de positivo sin antes haberme puesto al corriente. Como de esta
manera no os obligáis a nada, presumo que seguiréis un consejo que en cualquier caso
no puede tener consecuencias desagradables pero que contribuirá, como veréis por las
consecuencias que de el se derivan, a sostener vuestros proyectos.344” En la carrera por
la falsa ingenuidad, es Carlos quien se lleva la palma. Este jura conformarse a los
deseos del barón, de tenerlo al corriente de todo, pero no deja de limitar sus
confidencias estrictamente al mínimo.

En realidad, en 1766 recibió por vez primera a un emisario sueco en su casa de


Florencia, en este caso al conde Karl-Andres von Plommenfeld, maestro de ceremonias
al servicio de Carlos de Sudermania. Pero se ha guardado bien de revelarlo hasta
entonces. Pretende incluso haber cenado con él sin que la conversación haya derivado
sobre masonería. Ahora bien, el 15 de mayo de 1780, se produce un cambio de tono.
Acompañado del capitán Johan-Gabriel Oxenstierna, Plommenfeld viene especialmente
a Florencia para traerle en propia mano una carta de su maestro escrita el 18 de enero
por la que le anuncia su elección, en sucesión de Hund, a la cabeza de la séptima
provincia de la Estricta Observancia. Al día siguiente, Carlos gratifica a su primo del
Norte con una felicitación en los siguientes términos: “Mi querido príncipe, nadie puede
sentirse más halagado que yo por las expresiones favorecedoras que vuestra Alteza Real
quiere hacerme. Concededme la gracia de creer que nadie en el mundo desea más que
yo todas las ocasiones de complaceros. El grado de la VIIº Prov. [del que] me haceis el
honor de hablarme en la vuestra del 18 de enero, que he recibido el 15 de los corrientes,
yo hubiera sido el primero en dar mi sufragio para concedéroslo. Iluminadme más sobre

                                                            
343
Ibid. 493/179. Carta de Karl Eberhard von Wächter, Hanau, a Carlos-Eduardo Estuardo, Florencia, 12
de julio de 1778.
344
Ibid. 494/43. Carta de Karl Eberhard von Wächter, Hanau, a Carlos-Eduardo Estuardo, Florencia, 24
de agosto de 1778.

194
 
el particular, ya que estoy en la oscuridad y creedme vuestro más sincero buen hermano
y primo.345”

El condicional utilizado no es en absoluto inocente, al igual que tampoco lo son los


sentimientos fraternales expresados al final. Es evidente que Carlos no posee ninguna
información sobre la organización de la Estricta Observancia, excepto que sin duda
haya dado impulsión a la misma en 1751 por mediación del conde Marishall y su fiel
Goring, sin saber que este sistema iba a llamarse así. Si la hubiera tenido, habría sido el
primero en conceder su sufragio a la elección expresada por los templarios de la séptima
provincia. Su demanda de aclaraciones es pues sincera desde este punto de vista. No
esconde tampoco su condición de Hermano desde Holyrood. Que no haya sido
autorizado por su padre a continuar cualquier tipo de autoridad en la Orden después de
su retorno de 1746 a París, esto es admisible. Que se haya implicado indirectamente en
el efímero sistema de los Caballeros Elegidos, así pues en la invención del grado
Kadosh, y luego en el de Rosa-Cruz, es igualmente admisible. Tiene los rudimentos,
como dice. Por tanto, una lógica subyacente se discierne en su conducta. Basta con
admitir como axioma la realidad de una transmisión hereditaria de la gran maestría en el
seno de la casa de los Estuardo, lo que no niega por lo demás desde el comienzo de su
correspondencia con Wächter, para que pueda considerarse a su vez como legitimado
para ejercerla.

La condición previa es que sea solicitado. Efectivamente, lo es. Y he aquí como


sobreviene el episodio capital de este oscuro asunto.

Bajo el seudónimo de conde Haga, acompañado entre otros de Axel Fersen y de Gustaf-
Mauritz Armfelt cuyo padre fue oficial en el ejército jacobita de 1745-1746, Gustavo III
de Suecia franquea la frontera italiana a finales de octubre de 1783. Después de un alto
en Verona, y luego otro en los baños de San Giuliano cerca de Pisa, se detiene en
Florencia. En el mes de abril siguiente, habiendo pasado a Roma, tendrá entre sus
manos una patente designándolo como coadjutor de Carlos-Eduardo en el cargo de gran
maestro. Esto significa que sería reconocido como segundo de facto del gran maestro
hasta su muerte, y que se convertiría en su sucesor de jure a continuación. El
inconveniente es que, al consultar las raras biografías que evocan este acontecimiento,
como la de Auguste Geffroy346, resultan poco informadas en este contexto. ¿Qué sucede
en el intervalo que separa el momento en que Carlos recibe a su primo real y aquel otro
en que, aparentemente, le confía la preciosa patente?

Andando con dificultad, la espalda encorvada, las piernas hinchadas, abandonado por su
hermano pequeño convertido en cardenal, al que juzga como rácano y tiránico, el
príncipe Estuardo se encuentra casi inválido. Cuado sale en sociedad, cuida poco su
apariencia indumentaria. El cordón azul con el que se decora, y en ocasiones el manto
de la Orden de la Jarretera forman un singular contraste sobre la ropa arrugada, mal
lavada. Cuando cuenta sus infortunios a un oído complaciente, a menudo se repite y se
embrolla. ¡Poco importa! Una vez acogido en el palacio Guadagni, sobre cuya fachada
ha sido montado un escudo con las armas de los reinos perdidos, Gustav manifiesta a su
huésped un ostensible afecto. Las entrevistas que mantienen son numerosas y abordan
todos los temas: los asuntos personales, los proyectos políticos, los agotadores
                                                            
345
Ibid. 498/188. Carta de Carlos-Eduardo Estuardo, Florencia, a Carlos de Sudermania, Estocolmo, 16
de mayo de 1780.
346
GEFFROY, Auguste, Gustave III et la Cour de France, Didier, París 1867, tomo II.

195
 
inconvenientes de salud, y a buen seguro la francmasonería. Ahora bien, al mismo
tiempo, nada es más evidente que los amigos del duque de Brunswick temen el riesgo
de verse privados de los famosos papeles masónicos voluntariamente puestos a buen
recaudo por Jacobo III en una “casa desconocida”. Convencidos de que van a ser
encontrados si no lo están ya, envían a Wächter de vuelta más allá de los Alpes para que
retome los tratos emprendidos desde hace seis años. Señalaremos que el barón acaba de
caer en una profunda desgracia ante sus cofrades al haber sobrepasado su primera
misión, insinuando en las logias italianas y traficando no se sabe qué contra espécies
contantes y sonantes. A pesar de todo, el oportunismo impone su ley, y sus censores
juegan el papel de amnésicos. En una carta de octubre de 1783, así pues cuando
Gustavo II se dirige a Italia, el barón se excusa por haber estado largo tiempo en
silencio sin decir por qué, y promete ir a Florencia en el próximo mes de marzo. Las
intenciones generosas son envueltas en la retórica habitual. “Ni yo ni aquellos con los
que tengo el honor de estar en relación hemos perdido de vista los proyectos que nos
ocupan desde un tan largo intervalo y es con disgusto que a buen seguro nadie
compartirá tan bien como vos, Señor, que nos hemos visto en la necesidad,
doblegándonos ante las circunstancias, de aguardar el momento favorable para
volvernos a ocupar de ello con renovado ardor. El momento está próximo, y las
combinaciones de la época en que vivimos nos hacen vislumbrar un éxito completo de
las gestiones que nos disponemos a hacer.347” Ciertamente, el tren de la masonería
permanece enganchado al de la política, y no es permitida ninguna duda sobre el objeto
de todas las codicias: “Habiendo recibido nuevas informaciones sobre la posibilidad y la
verosimilitud misma de encontrar los papeles cuya búsqueda me tuvo tan ocupado en el
tiempo que he tenido el honor de haceros mi corte en Florencia, he recibido la orden de
hacer un segundo viaje para proseguir mis pesquisas a finales del mes de abril348”.

Abril está lejos. ¿No convendría ir más rápido? Por su parte, Gustavo III llega a la
ciudad pontifical la vigilia de Navidad. De inmediato, crece un rumor, diciendo que ha
convencido al príncipe Carlos para que le ceda sus poderes. De dónde la alusión a la
patente o documento similar. El 30 de diciembre, Horace Mann ironiza al respecto en
una carta al cónsul británico en Livorno, John Udny. Recordando el episodio de la huida
de algunos templarios continentales a las montañas de Escocia cuando las persecuciones
lanzadas por Felipe el Hermoso, al igual que la leyenda de la conexión entre estos
caballeros y la Orden masónica, resume lo que uno de sus espías franceses acaba de
contarle sobre el encuentro entre estos dos hombres. “Durante su estancia aquí, el rey de
Suecia obtuvo del Pretendiente una patente en buena forma, por la que ha designado a
su Majestad sueca como coadjutor y sucesor a la Gran Maestría de todas las logias del
norte. El gentilhombre francés que a menudo he mencionado en mis cartas, me ha
asegurado, que habiéndola obtenido, el rey manifestó una gran alegría349”.

Se trata en todo caso de una patente nueva, creada totalmente, sin el apoyo de otra más
antigua y más respetable por esa misma razón. Ahora bien, este es justamente el tipo de
pergamino que Wächter prefería tener a mano. Tenemos una idea muy precisa sobre los
indicios que lo llevan a ser tan pertinaz. En 1777, se preocupaba en efecto por saber
cuáles habían sido los secretarios sucesivos de Carlos después de la muerte de su padre.
¿Habria habido –por ejemplo- un tal Giacomo Amposi (o Aprosi)? La respuesta es que
                                                            
347
RAW, SP 506/130. Carta de Karl Eberhard von Wächter, Cassel, a Carlos-Eduardo.
348
Ibid.
349
MANN, Horace, The decline of the last Stuarts, W. Nicol, Londres, 1863, pp. 77-78. Carta de Horace
Mann, Florencia, a John Udny, Livorno, 30 de diciembre de 1783.

196
 
Lord Caryll fue el último secretario hasta 1774, y que después de esa fecha es el
príncipe en persona quien toma cuidado de sus asuntos350. De este nuevo Lord, ya he
hablado. Ha dejado Roma para ir a Francia en marzo de 1775. Después de haber
residido en Maison-sur-Seine, se ha trasladado a Dunquerque para terminar sus días en
la rue de Nieuport. Cuando estuvo en servicio, tuvo ocasión de hacer transportar a una
casa de Roma numerosos documentos. ¿No convendría irlos a ver?

Carlos-Eduardo encarga a su ayudante de cámara y factótum John Stewart que le traiga


todos los papeles que pueda encontrar. Esta vez, como estaba previsto, estamos en abril
de 1784. Gustavo III está todavía en la ciudad pontifical. En tres meses, ha tenido
ocasión de visitar a toda la nobleza y los prelados de la ciudad. Al mismo tiempo, ha
permanecido en relación epistolar constante con su desafortunado primo cuyas
enfermedades tienen recluído en Florencia. Mantiene con éste una correspondencia
seguida, por mediación del caballero François Destours, un francés casado con una
irlandesa. Por consecuencia, la búsqueda lo apremia, ya que Gustavo III está tan
interesado como Wächter por leer finalmente un archivo auténtico. El resultado solo es
concluyente a medias.

En substancia, he aquí lo que expone el fiel Stewart en su informe del 21. Lo ha


removido todo. En la habitación antaño ocupada por Caryll, los armarios contenían
cosas diversas, entre ellas dos portafolios que llevará con él, conforme a las órdenes
recibidas. Añade que el rey de Suecia, acaba de dejar Roma la antevíspera, así pues el
19, pero que va a dirigir un correo a Carlos rápidamente por mediación de dos señores
de su entorno. “En un día o dos, va a partir de aquí con dirección a Florencia, como me
dijo ayer351”.

¿Qué contienen los portafolios tan codiciados? Asuntos masónicos, por supuesto. Pero,
¿están al nivel de la impaciencia manifestada después de tantos años? En el reverso de
la carta transmitida por Stewart, el príncipe Carlos escribe el 24 de su puño y letra seis
nerviosas líneas. Lamentamos que las tres o cuatro primeras sean ilegibles ya que el
original está mal conservado, pero la continuación no deja lugar a equívoco: “[…] yo
protesto contra la sorpresa que se me ha hecho objeto, tanto a mí como a mi muy
querido hermano y primo el rey de Suecia”, sobre lo que, haciendo uso de un giro más
bien embrollado solicita que la presente carta sea devuelta a su expedidor: “Habiendo
recibido la vuestra del 21 de abril de Roma, siendo así salida de Roma, la dicha carta
debe ser devuelta por correo al susodicho John Stewart352”. El enigma no es pues
levantado, como si faltara la pieza maestra de un puzzle. Pero queda definitivamente
establecida la certeza que Jacobo III ha dejado tras de sí archivos masónicos. Carlos ha
podido echar mano sobre un cierto número de ellos, pero no todos. De dónde su
decepción, compartida con su real primo y sin embargo “muy querido hermano”, según
una expresión que es superfluo comentar, más aún cuando nuestro personaje la emplea
también en su correspondencia con el duque Carlos de Sudermania, aderezándola con
algunos superlativos: “Muy iluminado, muy ilustre, y muy digno Hermano”.

                                                            
350
RAW, SP 491/123. Actas de la entrevista entre el barón Karl Eberhard von Wächter y Carlos-Eduardo
Estuardo, Florencia, 21 de septiembre de 1777.
351
Ibid. SP 507/49. Carta de John Stewart, Roma, a Carlos-Eduardo Estuardo, Florencia, 21 de abril de
1784.
352
Ibid. Cara. Apostilla de Carlos-Eduardo Estuardo, 24 de abril de 1784.

197
 
Más sobriamente, uno no sabe muy bien cómo calificar este último acto. Por ejemplo, si
damos crédito al testimonio indirecto de Horace Mann, hay que aceptar la tesis según la
cual Gustavo III habría recibido una patente reconociendo su título de coadjutor, y que
esta patente bastaría de todas las formas para garantizar la legitimidad de una Gran
Maestría en estas condiciones. Comentaristas posteriores aseguran que estaría redactada
en latín. ¿Por qué no? De todos es conocido cómo la patente de Hund fue hecha, aunque
su inteligibilidad permanece todavía hoy fuertemente comprometida, en razón de una
criptografía no dilucidada, con mezcla de expresiones inglesas y latinas. Sin embargo,
todos los protagonistas de la época coinciden en pensar que les sería mucho más fácil si
pudieran encontrar un archivo muy anterior que confirmara sin lugar a contestación
posible el vínculo con los caballeros del Temple. Y ahí, es forzoso reconocer que el
fracaso es humillante.

La decepción publicada el 24 de abril sería incomprensible si este documento hubiera


sido realmente descubierto. La transmisión del testimonio entre Carlos-Eduardo y
Gustavo es un acontecimiento que no garantiza ninguna autoridad del pasado. Sea cual
sea la pretendida lista de grandes maestros que el imaginario se complazca en hacer
circular por las logias, nadie está en disposición de exhibir la menor prueba. Podemos
preguntarnos incluso sobre los aspectos financieros del asunto. Corría el rumor en enero
de 1784, como en la carta de Sebastién Giraud del 24, que el príncipe habría vendido
sus poderes353. No obstante, no se encuentra ningún rastro de una supuesta transacción.
Los correos establecidos por los contemporáneos no la mencionan; y no se observa
tampoco, en las cuentas financieras del palacio Guadagni, revisadas regularmente por el
banquero Joseph Cantini, una rúbrica que corresponda a ello354.

La prudencia reclama una opinión moderada. Por una parte, está probado que los
jacobitas han jugado un papel masónico decisivo durante largo tiempo. Están en el
origen de la Orden en el siglo diecisiete y luego en su versión denominada escocesa en
el siglo dieciocho. La tradición que estos encarnan no ha sido nunca un señuelo, ni para
Wächter, ni para sus rivales suecos, ni para Hund, ni para todos los precursores
franceses que le han aportado soporte político. No se puede pasar por alto el hecho que
ellos también sitúan el origen institucional de la Orden bajo el reinado de Carlos II,
corroborando así la información aportada por el interlocutor de George Kelly en 1737, y
aquella otra más humorística de William Hogarth. Por otra parte, es deficil de creer que
en el curso del invierno de 1783-1784 se produjera el desanlace casi miraculoso de la
intriga lanzada en 1776-1777 para saber quien detentaba una dirección suprema y quien
podía asegurar la herencia.

En razón de la inexistencia de pruebas materiales directas, parece lo más razonable


emitir la hipótesis siguiente. Mientras que en Florencia, Carlos-Eduardo, otorga a
Gustavo III la patente, reconociéndolo como a su sucesor a la cabeza de la Masonería
dicha templaria, se da cuenta que los viejos papeles buscados han sido trasladados por
Caryll con anterioridad, a una casa particular de Roma. Presumiendo equivocadamente
que va a tener en su poder un documento excepcional, promete a Gustavo sacar
provecho de ello. A su vuelta a la ciudad pontifical, envía a John Stewart con la orden
expresa de registrar las cajas, descubriendo éste por su parte al menos dos portafolios
particularmente interesantes. Cuando dichos portafolios llegan a manos de Carlos, la
                                                            
353
JOLY, Alice, Un mystique lyonnais et les secrets de la franc-maçonnerie, Jean-Baptiste Willermoz,
Demeter, 1986 (primera edición 1938), p. 204.
354
RAW, SP 506, pássim.

198
 
mala sorpresa se produce al constatar que los documentos que encierran no se
corresponden a las expectativas depositadas en ellos con demasiada ligereza.

Desde un punto de vista estrictamente cronológico, la redacción de la patente es pues


realizada antes de los últimos y desalentadores descubrimientos romanos. Sinceramente
o no, Carlos-Eduardo expresa su convicción de encontrar rápidamente en el antiguo
domicilio de Caryll un documento más antiguo que autentificara por así decirlo la
filiación misma de los Estuardo en la Orden. De donde, cuando John Stewart reconoce
su fracaso, la queja más o menos espontánea por parte de Carlos-Eduardo por ser
víctima él mismo de un engaño. Pero, ¿engaño de qué? De dos cosas, o bien alguien ha
hurtado un archivo de importancia capital, o bien este archivo no ha existido nunca. La
opción que se revela como más plausible es la segunda.

Distingamos en efecto la francmasonería en general y la que calificamos como


templaria en particular. Bajo el reinado de los Estuardo, la primera se ha desarrollado
sin que hubiera necesidad de transmitir ningún pergamino de padres a hijos. Tal manera
de proceder no hubiera tenido ningún sentido. Un monarca en ese tiempo actuaba según
su buen saber y entender; eso es todo. No existía la necesidad de garantía. En cuanto a
la segunda, habiendo aparecido tardíamente, cae por su propio peso que remontarse
hacia un tiempo lejano no puede conducir a nada. Sabiendo que la dimensión templaria,
solo aparece en el curso de los años 1720 ó 1730, no vemos quien podría haber
investido a Jacobo III en sus poderes.

En Florencia, el espía francés que tan bien informa al cónsul hannoveriano Horace
Mann, no es otro que François Destours. No hace mucho en Dublín con su rica esposa
Elizabeth Dominick, viuda del barón Saint-George, fija su residencia en Italia para
cuidar su delicada salud, se hace tan íntimo de Carlos-Eduardo en 1783, que termina por
conocer al detalle las transacciones realizadas en diciembre. Su testimonio coincide con
lo que revela la correspondencia del principal interesado. Gozando por su parte de
confortables rentas, frecuentando la buena sociedad, llega a ser solicitado por el príncipe
para que le redacte algunas cartas dirigidas a Gustavo. Sin duda asiste a la entrega de la
tan controvertida patente, puesto que comenta la alegría experimentada por el monarca
sueco. No obstante, haya o no un buen conocimiento personal de las logias, parece tan
escéptico como Mann sobre el alcance del acontecimiento.

En el supuesto que los Hermanos de hoy se estimen con derecho a reivindicar a su vez
cualquier tipo de herencia, la cuestión es saber si la patente de 1783 continúa siendo
válida a pesar del defecto de archivo anterior. Cuales sean los episodios intermedios
animados por el barón von Hund, todo muestra que se produjo una invención pura y
simple. Gustavo III recibió poderes de los que no puede justificar los fundamentos más
allá de la decisión tardía de su “muy querido Hermano” jacobita de conferírselos sin
haber conocido ni experimentado por sí mismo un acto parecido. Después de las
pesquisas de Stewart, la amargura de la decepción es como el caliz de la iniciación de
los Aprendices.

199
 
200
 
19. Amnésias

En el siglo XVIII, los antijacobitas se aplicaron a minimizar o negar abiertamente la


influencia de los Estuardo. Este es el caso, por ejemplo, de Tom Wolson que publica en
1751 El Masón desenmascarado. Alardeando haber sido iniciado en buena y debida
forma, a los veinticuatro años de edad, en el hostal londinense del Cisne, en el mismo
momento en que Carlos-Eduardo lanzaba su ofensiva militar en Escocia355, el autor
escribe de manera perentoria que los rumores relativos a los Estuardo son absurdos.
“Ciertas personas han sospechado que la Masonería trataba de la reedificación del
templo de Salomón, o el restablecimiento de la Casa de los Estuardo en el Trono de
Inglaterra; sospecha vana, y que no se asienta sobre ningún fundamento razonable.356”
Según él, las logias serían herméticas a los debates políticos y religiosos, los Hermanos
solo buscarían entre ellos una convivialidad inocente, rayando el infantilismo. Sobre la
marcha, rechaza igualmente a los entusiastas que creían poder remontarse hasta las
Cruzadas.

Tal prosa se lee bajo dos ángulos opuestos. Ciertamente, uno puede adherirse de
inmediato a las palabras de Wolson y contestar la referencia estuardista. Puede
estimarse igualmente que confirma ésta referencia, puesto que, si bien él no se adhiere
personalmente, es sin embargo aceptada en ciertas logias inglesas. Los Hermanos
jacobitas son contrarios a una clandestinidad o a una discreción que despista a aquellos
que no los frecuentan. Ante el avance de las tropas de Carlos-Eduardo, corre el rumor
que colabora en la restauración de la antigua dinastía. Wolson no lo cree en absoluto.
Por tanto, ha habido en 1660 el episodio del general Monk, según informaciones del
propio Ramsay; el mismo año, ha habido la institucionalización de la Orden, según
testimonio de un interlocutor de Kelly. Más tarde, ha habido el proyecto de Jacobo III
de crear en 1722 una Restoration Order; luego ha habido la rebelión del Royal Arch,
según las enojadas declaraciones de Fifield d’Assigny. Es para “desprofanizarlo” en el
momento de la partida entre las filas del ejército hannoveriano que un amigo de Wolson
le propone la iniciación. Esta circunstancia plantea también una cuestión de
oportunidad. ¿Por qué pues, vincular los dos acontecimientos en un mismo párrafo si la
política está fuera de juego?

Por no considerar que en el contexto francés, se produce en 1738 un vaivén en la


percepción cuando el conde de Derwentwater es obligado a abandonar sus funciones de
gran maestro para cederlas al duque de Aumont. Hasta ese año, han sido tres los
jacobitas que han presidido a su vez dicho papel al frente de la Gran Logia de París.
Ambos tres eran notorios militantes políticos, y a nadie se le ocurre creerlos adheridos
de algún modo a la obediencia hannoveriana. En contra partida, su retirada de escena
significa que se hablará menos de ellos, que las particularidades que estos encarnan van
a desdibujarse. Al mismo tiempo, el lento pero imparable aumento de las logias
burguesas, más bien indiferentes a las rivalidades extranjeras, provoca una

                                                            
355
WOLSON, Thom, Le Maçon démasqué, ou le Vrai secret des franc-maçons, S.E. Londres. 1751, p.
17.
356
Ibid. p. 12.

201
 
marginalización. Guardando las proporciones, los precursores jacobitas y sus
simpatizantes de la nobleza francesa o las finanzas se revelan más y más minoritarios.

Los altos grados conocen el mismo fenómeno. Que fueron creados, de buen comienzo,
para valorizar y premiar a los Hermanos vinculados a los Estuardo resulta evidente.
Que, a partir de los años 1740, fueron rápidamente acondicionados, revisados,
edulcorados, diversificados, con el fin de componer una panoplia con visos filosóficos,
con toda la amplitud que la filosofía admite en el siglo de las Luces, lo es igualmente.
Ello no quiere decir, que antes de esto, la filosofía estuviera ausente de las logias
jacobitas. Antes al contrario, siempre ha estado presente, por el hecho mismo que la
noción de poder político, sea cual sea la manera de ejercerlo, presupone teóricas tomas
de posición sobre la ciudadanía, el sometimiento a las leyes, los espacios de libertad,
incluso la relación con lo divino. Simplemente sucede que la tendencia va en el sentido
de escatimar la matriz jacobita de la masonería, sobre todo después de la espectacular
derrota de Carlos-Eduardo, para introducir lo filosófico en la nueva dirección.

Hacia finales de siglo, John Robinson se aplica en recordar como los jacobitas han
podido funcionar desde Jacobo II, y como han sido olvidados. Si bien achaca una
importancia exagerada a los jesuitas, no anda muy desencaminado. Para él, está claro
que los pioneros de la institución se alinearon entre los más fieles apoyos de la
desafortunada familia de los Estuardo (unfortunate Family of Stuart). Que el hecho haya
sido rápidamente aminorado en las logias inglesas no impide admitir la verdad357. De
dónde, por ejemplo, la necesidad de situar la contribución personal del caballero de
Ramsay a la historia de la francmasonería en el contexto de su juramento de fidelidad
incondicional a la monarquía exiliada.

La mayor parte de autores destacados del siglo diecinueve conservan este punto de
vista. Ciertamente, el uso que hacen de la obra de Ramsay, justamente, es a menudo
discutible, sobre todo cuando le atribuyen solamente a él la invención del Escocismo;
pero no les pasa por la cabeza contestar la fuerza de un movimiento que no debe nada a
la Gran Logia de Londres. En el abanico de sus referencias históricas, observan sobre
todo que la iniciación de Ashmole en 1646, se produjo en un contexto determinado
desde un punto de vista político y que no debe nada a las antiguas admisiones en un
cuerpo de oficio, lejos de esto. Es preciso pues poder rendir cuentas de ello como un
fenómeno inédito. El estudio de otros documentos haciendo alusión más o menos
directamente a logias inglesas o escocesas conduce a la misma conclusión. Algunos,
como Clavel, se plantean la cuestión de saber si los estuardistas no han hecho más que
apropiarse de una sociabilidad que existía ya antes que ellos, inyectándole una política
que les era ajena al comienzo358; pero nadie niega que ha existido claramente
innovación en una época en la que nada de comparable existía en Londres ni en ninguna
otra parte.

En el siglo veinte el cuadro se complica. Si Gustave Bord aporta elementos


desconocidos o ignorados, como el repertorio de individuos que tuvieron después de
1689 una actividad masónica en Saint-Germain-en-Laye o en los regimientos de
exiliados que entraron al servicio de Francia, el escepticismo gana un número creciente
                                                            
357
ROBINSON, John, Proofs of a Conspiracy Against all the Religions and Governments of Europe,
George Forman, New York, 1798 p. 15.
358
CLAVEL, François-Timoléon, Histoire pittoresque de la Franc-maçonnerie, Pagnerre, París, 1844, p.
94-95.

202
 
de autores. Les basta con descubrir una ambigüedad o contradicción en un relato de
reconstrucción del pasado para refutarlo por completo. Resulta cierto que Bord no les
parece frecuentable por razón de sus propias opciones monárquicas, por una parte, y de
una hostilidad testaruda respecto a la francmasonería, por otra. He aquí por qué, la tesis
que resulta de su preferencia, es la que sitúa en 1717 el punto de partida de la historia,
concibiendo todas las logias del mundo como simples emanaciones o copias de la de
Londres.

Grosso modo, se perciben dos estilos entre estos escépticos. Ya he evocado


anteriormente el primero, que consistiría en apoyarse en las declaraciones del pastor
Anderson para clamar, que desde su origen, la masonería especulativa habría sido neutra
políticamente y que, por ésta misma razón, no podría haber sido tocada por la tentación
de dar apoyo a cualquier partido. Es así, que de manera supuestamente convincente, son
puestos por delante argumentos culturales, en el sentido que las primeras logias habrían
sido queridas para facilitar los debates sobre la ciencia, la literatura y el arte. Habrían
servido de laboratorio de ideas, contribuyendo a la vez al desarrollo de las Luces en
Europa. Acogiendo en su seno una diversidad de Hermanos sin parangón, por su
diferencia de estado y condición social, se presentarían como lugar privilegiado para el
intercambio de conocimientos. Independientemente de la búsqueda de la convivialidad,
cultivada en los banquetes de después de las tenidas359, la vocación de la francmasonería
habría sido la de favorecer el diálogo entre los ciudadanos deseosos de abrir su mente y
amplificar los deseos de progreso. El segundo estilo consiste en deplorar la rareza de la
documentación dejada por los jacobitas y juzgar que si esto es así es por razón que la
realidad cotidiana de estos no ha jugado nunca un papel relevante. Habría una especie
de relación proporcional entre los hechos y el rastro de estos: pocos rastros, luego pocos
hechos. En comparación, la abundancia de documentos dejados por los hannoverianos
significaría que han sido ellos los primeros motores de la historia. El inconveniente es
que la rareza de alguna cosa no es más que el resultado de una búsqueda superficial. Se
encuentra poco porque se busca poco. Peor todavía, algunos no buscan, bajo pretexto
de estar convencidos a priori que no encontrarán nada. Ese es su punto débil. Tanto en
Fracia como en Gran Bretaña, se observa que los escépticos lo son no por que hayan
leído los archivos del jacobitismo, en su mayoría conservados en el castillo de Windsor,
sino porque no los han leído. Sería deseable una oposición fundamentada en un estudio
escrupuloso de tal o cual expediente. Desgraciadamente, lo negativo es antepuesto como
previo, y el asunto es dado insolentemente por zanjado.

Un malentendido tenaz gira en torno a la noción de complot. Las logias jacobitas ¿es
que han sido concebidas únicamente para planificar acciones subversivas? Siendo ésta
su principal actividad, ¿acaso los aspectos rituales no habrían ido más allá de meros
artificios de teatralización? Para tener una opinión equilibrada sobre el particular, cabe
efectuar una comparación con las antiguas Ordenes de caballería. Los pioneros
estuardistas de la francmasonería la conciben un poco sobre el mismo modelo. Uno es
hecho masón como es hecho caballero. Una vez adobado, el interesado no tiene
necesidad de asistir regularmente a las reuniones entre pares para mantener, si se puede
decir, su espíritu caballeresco y disertar sobre los valores asociados al mismo.
Eventualmente, la asistencia a la recepción de un neófito, sería suficiente a modo de
reencuentros colectivos. En consecuencia, ninguna circunstancia resulta favorable en
fomento de cualquier complot posible. Si lo había, éste no era a causa de la caballería,
                                                            
359
Ciertas tenidas se reducían exclusivamente al banquete, sin más, las iniciaciones eran llevadas a cabo
al final.

203
 
ni tampoco gracias a ella. Para urdir complots, es necesario un grupo estable, en
relación continuada, puesto de acuerdo en objetivos y métodos. La falta de asiduidad,
digamos de complicidad, era un impedimento irremediable.

En tiempos de guerra primero, como en tiempos de paz por conservación de las


distinciones adquiridas, la caballería situa a un hombre en una escala de valores éticos,
sociológicos. Con discreción, la francmasonería no procede de otro modo. No vive de
conciliábulos; no organiza golpes de mano. He aquí, sin expresar un sentimiento
cualquiera sobre la historia reciente, lo que enseña el estudio de las implicaciones
individuales en el espacio de la sociabilidad europea, con o sin rumor de batallas de
trasfondo. Dicho de otra manera, no se complota por el hecho que se sea caballero; no
se complota tampoco por el hecho que uno sea francmasón. Si alguien complota, es por
otra razón.

Quedando esto precisado, una vez que lo filosófico toma protagonismo, se desarrolla
una tendencia consistente en contemplar los grados escoceses como las etapas de una
búsqueda esotérica mucho más intensificada que en el marco de las logias simbólicas.
Según ciertos exegetas, ésta sería incluso hoy la principal lección a tener en cuenta de
las tribulaciones o marchas del pasado. Las logias escocesas habrían provocado la
convergencia de dos corrientes inicialmente distintas, una inspirada en la sociabilidad
promovida a partir de los ejemplos londinenses de 1717, la otra, inspirada en una
literatura más antigua que especularía sobre las cosas ocultas desde el origen del mundo.
Admitamos, como concesión que esto sea cierto. Queda en cualquier caso plantearse
que las circunstancias en las que se opera ésta convergencia merecen a su vez ser
interrogadas, aunque sea para comprender que en realidad cada época habilita su
esoterismo a su manera, y que al mismo tiempo, el sentido que pueda darse a una
tradición evoluciona a su vez al hilo del paso del tiempo.

La noción de esoterismo no aparece en la documentación de las logias escocesas del


siglo XVIII, al igual que tampoco en las simbólicas. Los informes de las asambleas lo
ignoran, los rituales también. En nuestros días, dicha noción ha devenido hasta tal punto
plástica que nos sirve para calificar diversas actitudes ante las cuales la ciencia no logra
definirse. Sea como sea, cuando los primeros francmasones jacobitas extraen sus
alegorías de la Biblia o las epopeyas greco-latinas, se encuentran muy alejados de dicha
noción. Menos inclinados a la búsqueda de misterios que a la de referencias culturales
que les permitan hacer comprender rápidamente la naturaleza y objetivo de sus
compromisos personales, no se inscriben en una acción de conocimiento sino de
esperanza. Esperan que su combate por el restablecimiento de Jacobo II primero y de
Jacobo III después, seguirá poco más o menos las peripecias de otros combates narrados
en las sagradas escrituras.

A lo largo del tiempo, es más frecuente encontrar en los catecismos de elevación del
grado pasajes dedicados a las turbulencias militares colectivas que a meditaciones
individuales sobre la trascendencia o acción de las fuerzas invisibles. Se puede verificar
fácilmente recorriendo aquellos que componen el primer sistema “oficial” en Francia, a
saber, ese sistema en veinticinco grados difundido a partir de 1762 y que, bajo el
nombre degradado de Rito de Perfección, formará más tarde la osamenta del Rito
Escocés Antiguo y Aceptado. El “campo de encuentro”, tal como nos es presentado en

204
 
un manuscrito que perteneció a Joseph-Pierre Caignet360, con sus tiendas de campaña,
sus banderolas, sus estandartes, reuniría supuestamente a todos los Hermanos escoceses
que habrían progresado en su escala iniciática. Las descripciones efectuadas, incluyendo
cuando son ilustradas con esquemas estilizados, son las de un campamento militar, lo
que no sería extraño puesto que la manera de expresarse es propia al vocabulario de los
ejércitos en maniobra.

Los textos de acompañamiento, cuando los hay, explican como el campo está
espacialmente y jerárquicamente organizado, cuál es el santo y seña, que emblemas son
mostrados, etc. Todo esto forma parte de un saber muy pragmático que debe más al
manual de un cabo cuartel que a la teosofía de Jacob Boehme o a las mistificaciones de
Valentin de Andreae. Excepto las referencias acostumbradas a los personajes bíblicos,
uno no encuentra otra cosa que un discurso de ordenanza o agenciamiento material, el
cual es por otra parte prolongado por un llamamiento lanzado a los caballeros de Malta
para que se unan a este ejército masónico. Dicho de otra manera, incluso cuando la
huella jacobita se difumina, el Escocismo está lejos de conformarse a una concepción
más bien acorde a una o varias doctrinas esotéricas que hubieran permanecido durante
largo tiempo en segundo plano, como agazapadas en la sombra, a la espera del momento
propicio para salir a la luz.

La inclinación hacia la magia, la alquimia, la cábala, la aritmosofía o lo que sea que


pudiera servir como aproximación a dilucidar el ser profundo de los elementos del
cosmos y su combinación totalizante, para bien interpretar los signos que expresan y
traducirlos al lenguaje humano, esta inclinación es más bien la de los compiladores de la
época romántica. Y están muy lejos de movilizar la mayoría de logias y capítulos. Basta
con leer los registros de arquitectura para verificarlo. Dos juegos completos, son todavía
consultables, que muestran al contrario, de manera nítida, de año en año, una
sensibilidad creciente por lo social, lo cronológico, incluso lo accidental. En este caso,
es preciso no confundir por una parte las tomas de posición librescas de ciertos autores
masones que militan para que las especulaciones se arrimen al tren del esoterismo, tal
cual ellos lo conciben, y de otra, los trabajos realizados en el transcurso de las tenidas.
Por lo demás, si estos autores militan tan fuerte, es claramente porque deploran que en
lo cotidiano las logias no estén a su modo de ver en el buen camino.

De todas maneras, la idea que los francmasones habrían inventado los grados escoceses
con el proyecto a priori de inscribirlos en una continuidad coherente, en el que cada
grado sería la preparación del siguiente, todo ello con el fin de constituir una
arquitectura majestuosa que conduciría paso a paso al iniciado hacia una especie de
iluminación espiritual, ésta idea es insostenible. Cuando aparece, las preocupaciones de
encadenamiento linear, éstas son retroactivas, en el sentido que son expresadas para
tratar de remediar una confusión previamente existente. Se tiene noticia de dichas
tentativas muy pronto, ciertamente, ya que se pueden descubrir desde comienzos de los
años 1750 tentativas de unificación que se traducen por el establecimiento una docena
de años más tarde del Rito de Perfección. Pero cualquier iniciativa de la época se ha
manifestado siempre como movimiento de última hora para tratar de hacer compatibles
los elementos inventados al comienzo sin este objetivo. Que haya grados concebidos
para suceder a otros, esto se admite y es a fortiori cierto para el cuarto, el de la Bóbeda
o del Arco, en el sentido que no ha sido numerado así por casualidad, situándolo la

                                                            
360
BNF, FM4 15.

205
 
simple aritmética como continuación al tercero. Otros más, muchos otros después,
surgirían para decorar sin respetar un plan determinado y flagrante.

Un síntoma de ésta situación transparenta en el hecho que, incluso tras la difusión del
Rito de Perfección en las logias francesas, cada grado es presentado como perteneciente
a un órden, su Orden. Una costumbre viene a instalarse, consistente en pensar que la
noción de Orden significa que todos los grados son seleccionados y articulados unos a
otros para formar un conjunto homogéneo, y es pues ésta homogeneidad de conjunto la
que justificaría para hablar de Orden, en singular. No era así en los primeros tiempos.
La comparación con la caballería es una vez más clarificadora en este caso, en el sentido
que, comprendiendo diversas Ordenes, la pertenencia a una de ellas no condiciona la
entrada en las otras. Es decir, en el mismo modelo, que hay tantos grados masónicos
como Ordenes. El fenómeno es el de la yuxtaposición no el del apilamiento. Son los
esfuerzos por pasar de la una a la otra que se justifican con la intención de un sistema.

Cuando los simpatizantes de Carlos-Eduardo imaginan la Orden Sublime de los


Caballeros Elegidos, no se sitúan en una lógica de continuación de la que los Hermanos
escoceses ya disponen. Llevan a cabo una acción paralela, o si se quiere, alternativa,
retomando únicamente la conexión con el tercer grado simbólico. El hecho que haya
habido en septiembre de 1745 la ceremonia de Holyrood, de la que James Steuart
ciertamente ha tenido conocimiento, con independencia que haya participado en ella o
no, no implica ninguna obligación de conexión con la caballería particular que ha sido
honorada. Otra distinta puede sustituirla perfectamente ahora. He aquí el por qué la
calificación templaria es a tener en cuenta con circunspección. Nada prueba que después
de haberla empleado en un contexto determinado conserve el mismo sentido cuando el
contexto cambia.

Actualmente, domína una ilusión, que es la de creer que todos los Hermanos del pasado
querían la misma cosa en el mismo momento y que basta con percibir en una época
determinada la emergencia de una novedad para inferir que ella refleja una tendencia
general. De golpe, se aparta la hipótesis de las rivalidades, de las competiciones, de los
clientelismos, de los celos, de los proteccionismos elitistas, incluso mucho más
simplemente, de indiferencias mútuas o extravagancias de júbilo con el Toboso. Los
promotores de la teoría 1717 no trabajan en otra dirección cuando relegan al rango de
epifenómenos los antagonismos entre masones jacobitas y masones hannoverianos en la
primera mitad del siglo dieciocho, y cuando fingen ignorar la división que sobrevino
después de 1746 entre los jacobitas, según estos fueran favorables a Jacobo III o a
Carlos-Eduardo. La unanimidad es una ficción que desean mantener, sin que jamás
hayan estado en disposición de ofrecer la menor prueba.

Vemos bien cómo trabajan. Entre los materiales disponibles, hiatos a borrar, paradojas o
asperidades voluminosas. Estos no son críticos en la medida que el asunto corresponde
a una simple yuxtaposición, puesto que cada grado o cada Orden se basta por sí misma,
sin consideración por el vecino. Críticos lo son cuando se adopta una acción de
interdependencia. La exigencia que se impone entonces es que hay que dar realmente el
sentimiento de una progresión cronológica, de una programación calculada, sin que un
grado subalterno no acapare el contenido de uno siguiente, consecutivo o no. Los temas
abordados no deben ser ni redundantes ni disociables. Ante el abanico de rituales
posibles, son a operar posibles refundiciones, que lleven a retirar de uno lo que se
supone debe ir en otro, al igual que son a inyectar elementos inéditos a fin de presentar

206
 
a posteriori la apariencia de una armonía preconcebida. Al mismo tiempo, tarea todavía
más delicada, es preciso sin embargo esforzarse por preservar la originalidad de cada
grado, razón por la cual han sabido seducir a sus adeptos. En definitiva, el resultado no
puede nunca tener el rigor esperado. El bricolaje se cumple un poco al tuntún. De dónde
los efectos un tanto barrocos que suscitan las primeras recopilaciones conservadas en
los archivos.

Una manera de escribir en feed-back, si se nos permite, que consistiría en comparar dos
momentos de la historia para afirmar que el primero preparaba al segundo, que lo
anunciaba, no sería dañína si no llevara a evacuar del campo del análisis las
divergencias irreductibles. En la fiebre de ciertas combinaciones que los recién llegados
presumen lograr mucho mejor que sus mayores, se trata de compensar las censuras con
la invención de nuevos detalles maquillados de vestigios arcaicos. El objetivo es dar la
impresión que un solo movimiento de fondo ha animado el Escocismo desde su origen.
Ahora bien, ¿quién puede –sin reir- pretender que los Maestros Escoceses de los años
1730, por ejemplo –se los localice a estos en Francia o Gran Bretaña-, sabían de
antemano la forma que el barón von Hund iba a imponer a la Estricta Observancia en
Alemania? ¿Es que los Caballeros Elegidos de finales de los años 1740, también dichos
Kadosh, eran capaces de anticipar sobre la condena pronunciada contra ellos en 1766
por el Consejo no representativo de los Caballeros de Oriente? ¿Es que los promotores
de la Perfección se proyectaban en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado según 1800?

En definitiva, a fuerza de tomar por dinero contante y sonante la exhortación


andersoniana, consistente en no mezclarse con asuntos de Estado o religión, los
refractarios a los argumentos políticos no logran explicar por qué las referencias al
aparato militar son tan numerosas en la literatura del primer Escocismo, y por qué éstas
vienen siempre acompañadas por la evocación de antiguos conflictos entre reyes,
ciudades y pueblos. A ojos de los masones jacobitas, querer alegóricamente reconstruir
el templo de Jerusalén no significa gran cosa si se omite precisar que ésta
reconstrucción conlleva un retorno a la libertad de los constructores en todos los actos
de su vida pública. El templo simboliza una espiritualidad que no puede desarrollarse en
la sumisión material a una potencia extranjera o usurpadora. Es un edificio en la ciudad,
cuyo valor se eleva al estar comprendido en un entorno profano rodeado de coaciones
no deseadas. Al mismo tiempo, no es en absoluto necesario multiplicar los grados sin
freno. Si hay multiplicación a pesar de todo, es por que se puede dividir en
innumerables secuencias el fresco del retorno a Jerusalén y de la reconstrucción,
disponiendo pruebas tan solemnes unas como las otras. Salvo que la idea de reunirlas en
un escenario, de coserlas juntas, es tardía, y no se corresponde pues a una intención
inicial.

En historiografía masónica, no se tiene demasiado en cuenta la manera en que una


tradición se constituye, se modifica, aspira a imponerse como la tradición buscando al
mismo tiempo excluir a las otras. Sus compiladores parten del principio que ella
conserva en sus formas más recientes la estabilidad de un tronco único. Esto comienza
precisamente con Anderson, que no contentándose con fustigar a los “rebeldes”,
despliega una gran variedad de artificios para ahogar la epopeya jacobita en un océano
de negaciones. Dedicado a la Casa de Hannover, este pastor resuelve a su manera los
problemas políticos por el hecho de considerar a todos los grandes constructores de la
civilización occidental como francmasones. La acción de construir sería suficiente para

207
 
adquirir esta cualidad; de donde la indiferencia a las crisis, a las guerras, a todas las
turbulencias que afectan a los estados o las Iglesias. Tal punto de vista no convence.

En subtítulo de sus Constituciones, Anderson asegura fundamentar su trabajo en


antiguos archivos y en las “fieles tradiciones de numerosos siglos” aparecidas en países
diversos. Ahí, pone un plural, que retoma en algunos pasajes. Al hilo de su texto,
cuando lo focaliza en Gran Bretaña, se desliza sin embargo hacia el singular para hablar
de la tradición, de aquella que lleva pues hasta su tiempo. Tal fluctuación en las
palabras es reveladora de sus apuros en explicar por qué no basta con ser constructor
para ser francmasón; es necesaria también una coyuntura particular. No basta con tener
tradiciones, es necesaria también una voluntad de innovar, de tal suerte que es la
innovación la que resulta determinante.

El papel que reserva a los reyes de Escocia es curiosamente expuesto. Serían ellos los
que habrían sido más activos en la preservación de la tradición. Serían ellos los que
habrían organizado el oficio tratando de valorizar las competencias requeridas para
ejercerlo. Serían ellos los que la habrían igualmente puesto bajo custodia de la
aristocracia, animando al mismo tiempo a los grandes señores a tomar parte en las
reuniones de sus miembros. En Inglaterra, esta organización siempre habría sido
apoyada, y en cualquier caso, la reina Isabel la habría interrumpido por desconfianza
respecto a lo que pudiera decirse en las logias, al no disponer del secreto, por ser mujer.
De dónde el hecho que habría habido que esperar que Jacobo VI Estuardo llegara a ser
rey de Inglaterra, en 1603, siéndolo ya de Escocia, para que la tradición se reanudara361.
Y es así que, en despecho de un adormecimiento en Londres bajo el reinado de Jacobo
II, la masonería sería preservada hasta encontrar su heraldo en la persona de Anderson.

Ahora bien, extrañamente, mientras por una parte confirma que se podía practicar la
francmasonería en Inglaterra bajo los Estuardo, de Jacobo I a Jacobo II, por otra parte
permanece mudo sobre ésta tradición que los exiliados después de 1688 han podido
transportar con ellos, y ser los mejores garantes, por haber detentado en las logias las
más altas funciones. Todo queda según ellos como si el exilio significara para los
exiliados como un parón brutal de la tradición. ¿Es quizá por que el alejamiento les
impide en lo sucesivo obrar efectivamente sobre buenas y sólidas piedras y animar la
apertura de nuevas obras? En la medida en que Anderson insiste mucho en realizaciones
concretas, en los monumentos erigidos en las ciudades, se puede creer que vincula la
actividad de las logias a un contexto exterior a la construcción. En realidad, ésta no es
su intención, puesto que vela por recordar que las logias de su tiempo están compuestas
muy mayoritariamente por Hermanos no operativos y que las actividades con las que
cumplen no tienen nada que ver con las de antaño. El trabajo es intelectual. En
consecuencia, los partidarios de los Estuardo, aquellos que ahora denominamos los
jacobitas, hayan dejado o no las islas, continúan claramente con capacidad para
continuar sobre los restos de sus predecesores. ¿Por qué Anderson los ignora de repente,
si no para castigarlos por su “rebelión”?

Se guarda muy bien de decirlo. Sus lectores demasiado dóciles lo imitan gustosos. Y
estos mismo fracasan al tratar de mostrar en qué condiciones aparece a continuación el
                                                            
361
ANDERSON, James, The constitutions of the Free-Masons, William Hunter, Londres, 1723, p. 38.
Jacobo VI de Escocia y Iº de Inglaterra: “Era un rey Masón, y reanimó las Logias inglesas; y como era el
primer rey de Gran Bretaña, fue también el primer príncipe del mundo en levantar la Arquitectura romana
de las ruinas de la ignorancia gótica.”

208
 
cuarto grado. ¿En qué tierra enraíza? ¿De qué lado del canal de la Mancha? ¿Querido
por quién? ¿Querido por qué? Como les cuesta reconocer la anterioridad de los jacobitas
en la formación de la francmasonería en general, no están dispuestos tampoco a
atribuirles los primeros testimonios, los primeros rastros que vuelven. El colmo de la
extrañeza es alcanzado, no cuando levantan acta de que estos rastros son seguramente
los de la maestría escocesa, tanto en lengua francesa como inglesa, sino cuando
rechazan admitir que el epíteto designa ni más ni menos que una maestría concebida por
los Escoceses.

El historiador precipitado los defiende en ocasiones objetando que el estudio de las


logias de Escocia no permite detectar cualquier tipo de prueba sobre la invención de este
grado, si bien el epíteto se contesta por derecho. Pero la objeción no hace más que
reiterar el olvido de la diáspora. Después de 1689, todos los escoceses no residían en
Escocia. Aquellos que pertenecían a la numerosa comunidad jacobita, sobre todo en
Francia, no son condenados a la inactividad. En este aspecto, existe una contigüidad
certera entre los discursos políticos de Jacobo III cuando éste se felicita por estar
apoyado por escoceses fieles y las fórmulas masónicas, que en modo idéntico, se leen
bajo la pluma de Hermanos fieles a su causa, como en Toulouse en 1747 con Lockhart.

209
 
210
 
Conclusión: el efecto turbante

La primera clave de la intelegibilidad del fenómeno masónico, tal como evoluciona


lentamente en la segunda mitad del siglo diecisiete para tomar su vuelo bajo el
estandarte jacobita, se encuentra en la carta de Thimoty Langley dirigida a John Thurloe
poco después de la muerte de Cromwell al que estos dos hombres le eran fieles.
Recuerdo aquí el pasaje esencial, ya que continua siendo aplicable desde la época de
Tinwald, hasta la de Ramsay y más allá. Langley lamenta que los predicadores vayan
por ciudades y pueblos anunciando la restauración de los Estuardo. Bajo una apariencia
de misticismo, hay en juego intereses muy concretos. Las arengas son expresadas bajo
un velo de metáforas, alegorías y parábolas, con el fin de no provocar la represión de
aquellos que todavía tienen el poder. “Así hablan, pero de manera tan ambigua que
pueden eludir con evasivas si se les pregunta, aunque pueda verse perfectamente que
todo el pueblo discierne sus pensamientos 362”.

Literalmente hablando, el proceso es frecuente. Lo que permite a los lectores o auditores


desencriptar una alegoría es el hecho de poseer referencias culturales comunes con
aquel que la concibe. Decir sin decir, sugerir sin mostrar. En su célebre discurso,
Ramsay opera por reducción, privilegiando la enseñanza moral dispensada en logia:
“Nuestros símbolos alegóricos, nuestro jeroglíficos más antiguos, y nuestros misterios
sagrados enseñan tres tipos de deberes en los diferentes grados de nuestros iniciados. En
los primeros, las virtudes morales y filantrópicas; en los segundos, las virtudes heróicas
e intelectuales; en los últimos, las virtudes suprahumanas y divinas.” En sus
correspondencias epistolares, sus amigos son más pragmáticos. Así, en el verano de
1734, cuando Daniel O’Brien teme que los correos que envía a Inglaterra dirigidos a su
Hermano y amigo Thomas Carte, sean inteceptados por la policía de Robert Walpole, le
invita expresamente a que le escriba en lo sucesivo en lenguaje alegórico. “Entenderé
muy bien lo que queréis decir363”. En otros términos, las alegorías no son gratuitas, no
se trata de efectos más o menos poéticos integrados en un discurso para hacerlo bonito;
son intencionados, mensajes encriptados que solo los iniciados saben traducir
correctamente.

La dificultad a afrontar es saber en qué medida las metáforas pueden llegar a


evolucionar al hilo de los años, hasta el punto de perder su significado primero, y al
mismo tiempo, dar una falsa idea de la tradición. Uno toma conciencia de su dimensión,
cuando en una obra dedicada en 1734 a los edificios públicos y monumentos de Londres
y Westminster364, James Ralph explica la manera en que fue “aprovechada” una estatuta
ecuestre de Jean Sobieski, en la que está derribando a tierra un turco, esto con el fin de
celebrar la resistencia victoriosa de este rey a las presiones orientales. Una vez
realizada, la estatua no tomó jamás el camino de Polonia. Transportada a una plaza
                                                            
362
THURLOE, State papers… op. cit.
363
BLO, manuscrito Carte 227. Carta de Daniel O’Brien, París, a Thomas Carte, Londres, 22 de agosto de
1734.
364
RALPH, James, A critical Review of the publick buildings, statues and ornaments of London and
Westminster, J. Wilford, Londres, 1734.

211
 
delante del Royal-Exchange, fue convertida en estatua de Carlos II derribando a
Cromwell. “Al encontrarse esta estatua terminada y a su disposición” los ediles de
Londres deseosos de cumplimentar al rey con motivo de su restauración con el menor
gasto posible, transformaron “al polaco en británico, y al turco que estaba bajo el
caballo en Oliver Cromwell. He aquí como ella aparece actualmente, y el turbante que
lleva el último personaje mencionado es una vez más prueba incontestable sobre la
veracidad de ésta historia.365”

La sal de la anécdota viene dada por el hecho que los descendientes de Jean Sobieski y
Carlos II acabaron casándose por el matrimonio de Jacobo III y de Clémentine
Sobieska, y que Carlos-Eduardo puede encontrarse a la vez en una y otra versión del
monumento. Al mismo tiempo, uno cae en la cuenta que el desvío en la evocación
impuesta a una estatua, puede igualmente haberse trasladado –e incluso con más
probabilidades- a los escritos, si bien el trabajo consiste precisamente en reencontrar en
lo que estos manifiestan, el rastro de una intención primitiva. O, discernir el turbante
que traiciona un arreglo consciente o inconsciente. Ruda tarea que compromete pues la
inclinación inversa escogida por las ideologías, que prefieren los esquemas de conjunto,
los conceptos masivos, enemigos en definitiva de los detalles.

Una vez que uno acepta ir al turbante, por así decirlo, se comprende mejor hasta que
punto lo que la francmasonería (casi mejor sería decirlo aquí en plural) expone sobre su
tradición en un momento determinado de su historia, no es más que la forma arreglada
de aquello que quiere percibir, más bien que la imagen de lo que ella ha sido. La materia
es maleable, polimorfa, en movimiento continuo. Lejos de quedar fijada de una vez por
todas, es modelada al gusto de las nuevas necesidades que cada época hace aparecer. He
aquí aquello que los teóricos de 1717 no quieren reconocer. Digan lo que digan,
siempre, de acuerdo a su propia puesta en escena, subsiste al menos un indício del
pasado que estos niegan. Siempre hay una palabra que traiciona un giro de sentido, una
frase que se lee como un lapsus. Es Anderson quien denuncia las “rebeliones” de 1715,
es de Assigny quien fustiga las mismas en 1744, son los vulgarizadores de la
veinticincoava hora que leen los rituales explícitamente dedicados a Jacobo VI de
Escocia como fábulas incongruentes. Y la lista de ejemplos no está evidentemente
todavía conclusa.

En Francia, el magistrado champañés Bertin de Rocheret afirma a finales de los años


1730 que la francmasonería fue aportada al país por los fieles de Jacobo II. Los
escépticos de hoy en día hacen oídos sordos a dicha afirmación, considerando que este
testimonio no merece ser tenido en cuenta, por motivo que ningún otro lo corrobora.
Recogen el viejo adagio judicial testus unus, testus nullus. Cuatro objeciones a esto. La
primera, si hubiera que contar los testimonios únicos que son aceptados como
suficientes a lo largo de la historia, este volumen no bastaría para darles cabida. La
segunda, hemos visto que existen de todos modos otras fuentes que nos llevan con
seguridad al comienzo del reinado de Carlos II para fijar un origen institucional,
independientemente a las consideraciones sobre la Palabra de masón. Tercera, podemos
encontrar tal número de “turbantes” que atestan los relatos tradicionales producidos por
los hannoverianos antes de esa época, que producen el efecto de confirmar la
anterioridad de los jacobitas a la vez en el continente y en las islas británicas.
Finalmente, incluso sin preocuparnos de los hannoverianos, el conocimiento que es

                                                            
365
Ibid. p. 12.

212
 
posible tener de la comunidad jacobita hace aparecer vínculos interpersonales al
tropismo tan a menudo polarizado sobre los reyes Estuardo que es imposible excluirlos
del cuadro.

La sucesión cronológica de los reinados atravesados por los Estuardo se resume pues de
la manera siguiente. Bajo Jacobo VI de Escocia y Iº de Inglaterra, se instala un ambiente
intelectual, consistente en tomar prestados numerosos modelos de pensamiento y acción
de la ciencia de la arquitectura. En la medida que Dios es descrito como gran arquitecto
del universo, de acuerdo a una expresión que por otro lado no resulta nueva en absoluto,
el rey lo es como arquitecto de sus reinos. Uno fija las leyes del cosmos, el otro las de la
sociedad. Ambos buscan el órden, la armonía, la estabilidad, la solidez. De dónde la
referencia mayor a Salomón, reputado por su determinación en construir un templo que
fuera al mismo tiempo el espejo del sistema del mundo concebido por lo divino y el
hogar privilegiado de la concordia entre los humanos bajo su soberanía. Esto no es decir
hoy que la francmasonería aparece bajo Jacobo VI, por otra parte precisamente
calificado en ocasiones como el Salomón de la Gran Bretaña. En despecho del ritual que
lo honora como al primer gran maestro, faltan los indicios convincentes de un génesis.
Es decir únicamente que una apariencia se sitúa en su lugar en el primer cuarto del siglo
diecisiete, y crea las condiciones favorables.

Con su hijo Carlos I, las guerras civiles inspiran sin ninguna duda un fenómeno de
condensación ideológica, en el sentido que los legetimistas aprietan filas y se comparan
con los obreros masones deseosos de conformarse a las leyes que él edicta, en la
suposición que estas leyes son la prolongación natural de las leyes divinas. Es entonces
que la circulación de la Palabra de masón se interpreta históricamente como el primer
acontecimiento significativo. Lo es por dos razones complementarias. La primera es que
se vuelve a encontrar mención de esa Palabra largo tiempo después, en 1714, cuando el
conde de Mar se prepara para lanzar una insurrección en favor de Jacobo III. La
segunda es que las logias se constituyen de hecho durante las guerras civiles de los años
1630-1640, como lo atestigua la iniciación de Elias Ashmole, oficial legetimista, en
1646. Desgraciadamente, la derrota y decapitación del rey en 1649 les resultó fatal.

Después de la dictadura de Cromwell, la restauración de los Estuardo en la persona de


Carlos II acompaña ciertamente una especie de oficialización, aunque sea secreta, de la
fraternidad. Y en la medida en que esa oficialización es propuesta tres generaciones
después por un Hermano jacobita de esa época pero bien informado del pasado, no
podemos hacer otra cosa por nuestra parte que plantear la fecha del 29 de mayo de 1660
como decisiva desde este punto de vista. De dónde, a partir de ese momento, el aumento
de los rumores sobre los francmasones. ¿Qué son exactamente? ¿Qué hacen cuando se
reúnen al abrigo de toda mirada? ¿Cuál es el secreto que juran no revelar jamás a los
profanos? ¿Cómo interpretar las alegorías de que se sirven a menudo? Las caricaturas
que se publican en ocasiones forman una mezcla de ironía burlona y fascinación
temerosa. Ramsay dirá más tarde que el general Monck, principal responsable del
retorno triunfante de Carlos II, era Hermano. Esto no cuesta de creer. Se revela en todo
caso que logias análogas a las abiertas bajo el reinado de Carlos Iº asumen una especie
de herencia, como sugiere también Ashmole, puesto que escribe en su diario íntimo en
1682 haber participado de una asamblea.

El reinado de Jacobo II se descompone en dos partes. Hay, la que ejerce el poder


después de la muerte de su primogénito y hasta su destitución, es decir de 1685 a 1686,

213
 
luego, hay el largo período del exilio en Francia hasta su muerte en 1701. La primera,
por su brevedad, se presta a pocos comentarios. Como mucho, si damos fe a las
ficciones de Jonathan Swift y a los sátiros periodistas, podríamos decir que los
reclutamientos se diversifican y democratizan, en el sentido que los artesanos y
pequeños comerciantes solicitan en lo sucesivo la iniciación. La segunda parte, en
contrapartida, corresponde a una situación inédita. Por una parte, la francmasonería se
vuelve a centrar en la nobleza formando el entorno inmediato del vencido. Por otra, la
literatura del exilio ya esbozada cuando Carlos II tuvo que huir de las islas, da una
mayor intensidad dramática a los temas de la refundación, de la reconstrucción, de la
élite llamada a conservar y hacer renacer los grandes principios de la realeza dicha
“legítima”. Que se cree entonces en Saint-Germain-en-Laye una logia es demostrable.
Que la iniciativa sea imitada por dos o tres otras, en el seno de los regimientos donde se
agrupaban los militares de la causa, es muy posible.

En 1701, Jacobo III convertido en huérfano es reconocido en su título por Luis XIV.
Dos períodos son igualmente a considerar durante su reinado. El primero se extiende
hasta 1713, cuando el tratado de Utrecht lo obliga a alejarse a Lorena. Durante ese
tiempo, funciona al menos una logia en Saint-Germain-en-Laye. El segundo corre hasta
su muerte en 1766, cuando, una vez trasladado a Italia después del fracaso de la
expedición de 1715, es evidente que la práctica de la masonería permanece intacta entre
los suyos. Sin embargo, la rivalidad que aparece con los hannoverianos complica esta
historia. Algunos temerarios se han complacido en clamar que política y religión no
deben parasitar la vida de las logias, siendo lo contrario que se demuestra cada día. En
particular, por su contenido escocés explícito, la invención del cuarto grado es querido
por los jacobitas para significar su singularidad. Las alegorías al exilio y la reconquista
programadas son suficientemente transparentes para que los hannoverianos no entren.
En efecto, estos se guardan bien de ello.

Carlos-Eduardo entra en escena cuando la euforia de los primeros éxitos de 1745 lleva a
su iniciación en Holyrood en el grado calificado de templario y su promoción inmediata
a las funciones de regente de la Orden correspondiente. Nada prueba que fuera
francmasón simbólico antes, Y, si ahora es reconocido como regente, lo es en base a los
mismos principios por los que ha sido nombrado regente de los reinos de Gran Bretaña
por su padre antes de partir a la guerra. En los dos casos, el rey conserva la autoridad
suprema. Fuera como fuere, tras la debacle y su retorno a Francia, este joven príncipe
inspira, suponiendo que él mismo no la provoque, una nueva tendencia masónica que
aumenta la confusión. Su nombre es tomado como un emblema por algunos Hermanos
que no tienen en absoluto el sentimiento de derogar la ortodoxia, antes al contrario,
creen encarnarla. Salvo que Carlos-Eduardo es un oportunista imprevisible y versátil, de
manera que pronto se desinteresa. Cuando la muerte de su padre libera el trono
convertido en trono virtual, su pensamiento no se encuentra en el Temple ni en las
ceremonias. De dónde las astucias que manifiesta cuando alemanes y suecos vienen a
Florencia a pedirle por separado, que les confie el derecho hereditario, por decirlo así.

Un punto crítico aparece en 1738, cuando el papado pronuncia la primera condena de la


francmasonería, con el acuerdo de Jacobo III. ¿Cómo un monarca, que durante largo
tiempo ha creído en una institución -y su padre y sus ancestros antes que él, al menos
hasta Carlos Iº-, puede aceptar que la maltraten? En realidad, al margen de que dependa
del Vaticano para una gran parte de sus finanzas, lo que lo obliga al compromiso,
Jacobo III debe a la vez protegerse, por una parte, de la competencia hannoveriana cada

214
 
vez más ruidosa en Italia, sobre todo en Roma y en Florencia, y por otra, contra las
querellas que fermentan en el seno de su propio entorno. En particular, el hecho que
sean los propios Hermanos los que inciten a Carlos-Eduardo a que tome su autonomía
política en contra de la voluntad real, no es de naturaleza a inspirar indulgencia.

En esta condena, los argumentos de doctrina enmascaran las razones oportunistas. La


evolución de los hechos y la coyuntura conduce a Jacobo III, católico sincero, ha
aceptar la idea de ver la francmasonería reprobada por el Papa. ¿Acaso esto impide a sus
fieles continuar con sus prácticas? No. Estos velan únicamente por guardar todavía más
el secreto, ahuyentar más que antes las amenazas de divulgación. Esto explica la razón
por la que han dejado menos rastro documental que sus rivales hannoverianos. Pero
decir menos, no significa decir nada, lejos de esto. Apostamos que, al no haber estado
nunca terminada, la búsqueda aportará con el transcurrir de los años sorpresas de
envergadura.

Conviene por otra parte relativizar fuertemente el prejuicio consistente en creer que
todos los Hermanos se conocían, que el solo hecho de ser admitido en una logia bastaba
para estar informado de la pertenencia o no de todos los otros. Existían una gama de
impedimentos que actuaban a modo de compartimentos estancos, que protegían a ciertas
personalidades de la curiosidad general. Se podía ocupar un lugar prestigioso sin que se
hiciera publicidad de ello ni en el interior ni fuera de la institución. Cualquiera que mire
hacia Versalles, por ejemplo, estará lejos de saber quien frecuenta la logia del rey. Y no
es tampoco porque uno sea jacobita que deba estar por ello automáticamente informado
sobre la manera en que Jacobo III concibe su implicación, ni incluso que haya una.
Durante diversos años, fue posible mantener el secreto más hermético. De dónde la
sorpresa o el estupor el día que fue levantado. Se puede comprobar en Dresde, por
ejemplo, cuando en julio de 1741 los miembros de las logias las Trois Glaives d’Or y
los Trois Cygnes conocen que el conde Rutowsky es de los suyos. “Encantados más allá
de lo que resulta posible expresar, por el feliz descubrimiento de un miembro tan
ilustre366”, deciden hacerlo su Gran Maestro para el conjunto del Alto Saxo. Antes de
esa fecha, únicamente algunos raros privilegiados estaban al corriente de tal
confidencia.

                                                            
366
Archivos del Grand Orient de France, Protocolo de la justa y perfecta logia Aux Trois Cygnes, Dresde,
fº 14.

215
 
216
 
Nota final

Si la memoria no me falla, la idea de escribir este libro me vino en el 2007, cuando


Patrick Geay me contactó para saber si aceptaría participar en el coloquio previsto en la
Sorbona bajo el título “La francmasonería y los Estuardo en el siglo XVIII. Estrategias,
políticas, redes. Entre los mitos y las realidades.” Por causa de incompatibilidad de
agenda, tuve que declinar la invitación, pero entendí la necesidad de sumergirme más en
los archivos que ya conocía, con el fin de precisar que tipo de relación los reyes y
príncipes de la Casa Estuardo habían podido mantener con la institución masónica.
Mientras que en mis libros anteriores había más bien evocado a los estuardistas, es decir
a los partidarios de esta Casa, dando un lugar eminente a los jacobitas, es decir a los
mismos partidarios aparecidos a partir del reinado de Jacobo II, sobre todo a partir de su
caída en 1688 y de su exilio posterior a Francia, convenía fijar la mirada sobre los
personajes referidos. Este sería el medio por otra parte para concluir un estudio llevado
a cabo desde hacía diez años sobre los orígenes de la francmasonería especulativa, con
vistas a pasar a otras investigaciones sobre épocas más recientes.

En el transcurso de mi trabajo, caí en la cuenta que debía anticiparme a las críticas que
los compiladores previsiblemente pudiéran hacerme. A partir de los comentarios
inspirados por mi breve ensayo sobre los primeros masones de Bretaña, aprendí a
discernir entre los más ofensivos de ellos sobre las divergencias de interpretación que
podían llegar a tener de un mismo documento. No obstante, de capítulo en capítulo, al
ver crecer el volumen de páginas en proporciones cada vez más importantes, renuncié a
este ejercicio de prevención para limitarme a comentarios lo más sobrios posibles. Tarea
a menudo ingrata para un autor: resulta más difícil disminuir un texto, cercenar largos
párrafos, más bien que aumentarlos. Al menos tenía la satisfacción de saber que mis
libros y artículos, tal cual son, eran apreciados por un número creciente de lectores,
mientras que los compiladores gruñones, después de todo, pueden contarse con los
dedos de una mano.

Así pues, sobriedad. Pero al mismo tiempo que rehacía mi texto, haciendo sufrir a las
páginas superfluas un viaje sin retorno hacia la papelera de mi ordenador, me vino
también la idea de interrogar a las diferentes concepciones de la historia que son
manifestadas en las publicaciones dedicadas a la francmasonería. Con independencia de
las tesis presentadas, ¿cuáles son los prejuicios ideológicos de sus tenientes? ¿cuáles las
metodologías escogidas, deliberada o espontáneamente? Esto me llevó a escribir otro
libro, dedicado a los falsos debates que resurgen con regularidad en ciertas revistas, y a
las verdaderas encrucijadas mucho menos a menudo analizadas. Dicho libro ya ha
aparecido367. Mejor que tratar de resumir aquí los grandes temas tratados, más vale
prolongarlo mediante ciertas observaciones sobre lo que, para ir más rápido, vengo a
denominar la retórica de la prueba.

                                                            
367
KERVELLA, André, Franc-maçonnerie, faux débats, vrais enjeux, Ivoire-Clair, Saint-Gilles Croix-
de-Vie, 2012.

217
 
Una constante cercana a la cantinela hechizadora es oír a los especialistas de la
francmasonería, en particular aquellos que presumen de actuar científicamente, reclamar
más pruebas en aquellos colegas que ellos contestan que en su propio trabajo. Ahora
bien, ¿en qué consiste la prueba? A menudo, es un documento contemporáneo de los
hechos que se estudian y que garantiza con un grado de certeza bastante elevado que
estos hechos se han producido de la manera que se cuentan. Para darle crédito, se busca
por diversos medios, testar a la vez su autenticidad (aspecto ligado a la forma) y la
veracidad (aspecto ligado al contenido). Sin embargo, por economía de tiempo, cuando
un predecesor ha cumplido ya con ésta tarea, se considera oportuno ahorrársela. Ningún
libro de historia se escribe sobre una tabula rasa, ningún autor puede pretender tampoco
remitir únicamente a él todas las pruebas de las que precisa. Por consecuencia, cuando
uno se declara investigador, y no simplemente vulgarizador, siempre se funciona en la
confluencia del descubrimiento de nuevas pruebas y en retomar las antiguas.

En despecho de su ambición de rigor y exhaustividad, los susodichos especialistas


abonados a las críticas negativas se encuentran a menudo en falta respecto a estos dos
puntos. Primeramente, cuando uno se preocupa por saber sobre qué documentación se
apoyan para contestar la fuerte implicación de los Estuardo en la invención de la
francmasonería en Gran Bretaña y su difusión al continente después de 1689, uno se
asombra al constatar que nunca han consultado la documentación aportada por los
expedientes conservados en el castillo de Windsor, por una parte, y que menosprecian
sistemáticamente las informaciones aportadas por fuentes exteriores a estos expedientes,
por otra. En segundo lugar, cuando se apropian de una información por la única razón
que la misma es compartida por una gran mayoría, o bien formulada por un autor de
notoriedad reconocida, sustituyendo la prueba por el recurso a la autoridad, consiguen
ciertamente llegar a ser pertinentes (lo contrario sería chocante), pero las ocasiones de
equivocarse no son nada raras, si bien que, convencidos sin embargo de escribir una
verdad que todo el mundo comparte, no hacen más que relevar a su vez las
inconsecuencias que deploran en otros. Para que se entienda mejor de lo que se trata,
voy a poner tres ejemplos.

¿Quiénes son los fundadores de la primera logia parisiense? Lo hemos visto


anteriormente, el acontecimiento sucede probablemente en 1725, en casa de un
charcutero de la rue des Boucheries, esquina faubourg Saint-Germain; y los tres jóvenes
jacobitas que se asocian han sido descritos. A pesar de ello, sólo se identifica con
certeza a dos: James-Hector MacLeane y Charles Radcliffe, futuro conde de
Derwentwater. Desde los trabajos de Pierre Chevalier, se ha convertido en habitual
designar al tercero como siendo Dominique O’Heguerty. Yo mismo me inclino por este
personaje, después de las investigaciones que he llevado a cabo en sus papeles privados,
como son su contrato de matrimonio de febrero de 1726368, o en los periódicos que
evocan sus actividades como armador en favor de Francia a partir de esa misma
fecha369. Pero esto, no es más que una conjetura. A día de hoy no puede proporcionarse
ninguna prueba directa. ¿Por qué? Lo mismo, en el París de esta época, existía entre los
francmasones un único MacLeane y un único Radcliffe, lo que prevendría contra los
riesgos de error, lo mismo existían diversos O’Heguerty, por otra parte de la misma
familia, de manera que la elección de Dominique puede llegar a discutirse.

                                                            
368
ANF, minutier central, ET/CXVIII/349.
369
Mercure de France, diciembre de 1751, p. 180.

218
 
Esto no hace cambiar gran cosa respecto al conocimiento del hecho principal, pensaran.
Todo depende del punto de vista de que se sirvan para examinarlo. Además de que es
preferible -a pesar de todo- atribuir un papel al actor que realmente lo juega, uno se da
cuenta que no se posee la misma percepción del contexto en que el trío actúa según se
opte por el Dominique, banquero y armador, o por uno de sus hermanos, como Pierre-
André, abogado, François-Bernard, cadete en el regimiento de Dillon, o Patrice, capitán
en este mismo regimiento, estando su padre Daniel por su parte con residencia
permanente en Badonviller donde posee una fabrica manufacturera de porcelana, y no
pudiendo por tanto estar implicado. No se puede escribir una historia seria de la
francmasonería sin situar a sus protagonistas en el medio sociocultural que frecuentaban
a diario. Pertenecer al mundo de las finanzas, a la abogacía o al ejército no significa la
misma cosa. En todo caso, la interrogación sobre la familia O’Heguerty invita a
profundizar el conocimiento que pueda tenerse de cada uno de sus miembros, y es así
que, de una cosa a otra, se llega a constatar que Patrice ejerce tanta influencia como
Dominique en el ámbito masónico. En particular, es él quien facilita las intrigas de
Thomas Carte en París en el otoño de 1741, cuando la fiebre batalladora reinaba entre
los exiliados, como consecuencia al pacto de confederación de los “fieles escoceses”
firmado en Edimburgo bajo el impulso del duque de Perth. Por esta razón, tendría
sentido legitimar la elección de Dominique en 1725, en lugar de hacerlo en base a una
prueba ausente.

El segundo ejemplo es de consecuencias de mayor peso. Concierne a la logia parisina


equivocadamente dicha de Saint-Thomas, que se reunía en la rue de Bussy. Según la
hipótesis establecida y comúnmente aceptada sin rechistar, cada vez que el duque
Charles Lennox de Richmond venía a Francia, al menos entre 1734 y 1735, la presidía,
y es gracias a ello que habrían tenido la brillante revelación de una fuerte influencia de
la obediencia londinense sobre la francmasonería en el corazón de la capital.
Recordémoslo: ésta logia sería en sus inicios la del trío que acabo de presentar; no se
escinde si no a partir de 1729 para dar lugar a una logia homónima bajo la férula del
orfebre Thomas-Pierre Le Breton; y sería ésta segunda logia la que daría buena acogida
al duque de Richmond cuando sus estancias en el continente, teniendo dicho duque
ascendencia francesa por parte de su abuela Louise de Keroualle (Keroual, para quien
respete la grafía bretona). ¿Prueba? ¡Ninguna! A pesar de ello, después de Gustave
Bord370, la mayoría de compiladores recientes aceptan la idea.

En primer lugar, el mero hecho que Richmond presidiera efectivamente algunas


asambleas en el hotel de Bussy a mitades de los años 1730, no autoriza a deducir que
formara parte de la logia de Thomas-Pierre Le Breton. Este hotel era el lugar de
encuentro de numerosos francmasones que no pertenecían automáticamente a los
mismos equipos. Es pues absurdo el confundirlos en un colectivo indiferenciado.
Luego, más vale no pasar por alto el hecho, que siendo ocasionales, las asambleas
presididas por Richmond no formaban parte de ninguna planificación continuada, lo que
les impide ser representativas de una tendencia hannoveriana que se habría formado en
París. Finalmente, no es dicho en parte alguna que el duque formara parte del círculo de
íntimos del orfebre, o recíprocamente; ninguno de los testimonios que los relacionan
llegan a presentarlos juntos, y nadie está en disposición de citar ni una sola logia en
Francia que debiera su creación a uno o al otro, excepto la de Aubigny, en el castillo

                                                            
370
BORD, La Franc-maçonnerie, op. cit. págs. 122 a 364.

219
 
que Richmond hereda de su abuela, y cuyo carácter muy temporal es igualmente
comprobado.

Para poder hablar de rivalidades en París entre francmasones jacobitas y francmasones


hannoverianos, sería preciso describir en cada parte una masa crítica teniendo un
espacio de sociabilidad común a disputarse. Este no es el caso que nos ocupa. La
documentación indirecta no hace mención tampoco a ello. En 1737, cuando el cardenal
de Fleury envía a la policía para prohibir la Gran Logia dirigida por Radcliffe, cabría la
posibilidad que el embajador de la Inglaterra hannoveriana, James Waldegrave, que
conoce bien a Richmond y lo honora con su presencia al menos en una reunión de la
logia, actuara en la sombra presionando a éste cardenal ministro para que tomara
severas medidas, como lo pretende el caballero Ramsay. Pero con ello no se saldría del
marco de su misión diplomática. Su intervención, si acaso tuvo lugar, no se inscribe en
una estrategia de eliminación de logias jacobitas en provecho de las logias
hannoverianas, puesto que las segundas son casi inexistentes.

El esquema que consiste en contemplar la primera logia de 1725 como constituida por
la Gran Logia de Londres y situarla a la vez en posición de pionera en París, incluso en
el conjunto del reino de Francia, es lo más cómodo para presentar a los jacobitas como
disidentes, escindidos, descontentos más o menos torpes. Es aceptándolo como un
axioma que se ahorran preguntas incómodas respecto a unas autoridades distintas a los
príncipes Estuardo. Para los teóricos de 1717, los jacobitas se habrían puesto en un
primer tiempo a remolque de los hannoverianos, aprendiendo de ellos los grandes
principios que regían la institución, separándose después para cultivar su propio género.
Inútil, por consecuencia, recurrir a un príncipe, a un rey, o a una dinastía. En
contrapartida, tras la aparición de Richmond, imaginan tener en él a un hombre de
envergadura, que en calidad de antiguo gran maestro de la Gran Logia de Londres,
viene a apoyar en Francia a los Hermanos de su cuerda. En este tipo de teóricos, el
encantamiento sustituye a la prueba.

Tercer y último ejemplo: ¿qué sucede cuando el conde de Derwentwater debe


abandonar su gran maestría y deviene a la vez el último jacobita en ejercer una
preeminencia sobre las logias de Francia? La vulgata dice que cede sus poderes al duque
de Antin, de tal modo que el cambio sería ahora radical, en el sentido que las logias
francesas se emanciparían definitivamente de la influencia londinense. Se produciría por
así decirlo el nacimiento de una corriente galicana que bifurcaría de la corriente
anglicana. Lo que se puede resumir de la manera siguiente: la Gran Logia de Londres
habría fundado la primera logia parisiense, los jacobitas habrían provocado una primera
toma de distancia, viniendo luego la ruptura con el duque de Antin.

La única fuente que sitúa la elección del duque de Antin como consecuencia directa del
retiro de Derwentwater es el artículo ya citado de Lalande en L’Encyclopédie. Dicho
artículo es publicado una cuarentena de años después de este supuesto hecho y no es
constitutivo de prueba. “En 1738, se eligió al Señor duque de Antin como gran maestro
general y perpetuo de los masones en el reino de Francia.371” Adherirse a esa fuente
solamente implica la hipótesis de una ruptura radical, en el hecho que Antin es elegido
de por vida, contraviniendo así los usos del cambio anual en vigor en Inglaterra,

                                                            
371
LALANDE (DE), Joseph-Jérôme LE FRANÇAIS, “Franc-maçonnerie”, en L’Encyclopédie, 1779, p.
560.

220
 
mientras que –se cree- sale de una vez por todas de la dualidad hannoverianos/jacobitas
para imponer la singularidad francesa.

Mucho antes que el artículo de Lalande, diversos documentos imponen otra versión
muy distinta. El sucesor de Derwentwater no es el duque de Antin, si no el duque de
Aumont. El enciclopedista Lalande habla también de este personaje, diciendo que su
logia, por otra parte, reuniéndose igualmente en la rue de Bussy, en casa del charcutero
Landelle, proviene de Hermanos iniciados en la logia del trío Derwentwater-MacLeane-
Héguerty. Ahora bien, es obligada la circunspección cuando se confronta al menos tres
informaciones que tienen la ventaja de ser complementarias, aunque ignorándose unas a
otras.

La primera data precisamente del 5 de abril de 1740 cuando el marqués Charles-


François de Calvière informa a Bertin de Rocheret, que una nueva elección acaba de
tener lugar en el seno de la Gran Logia de París. “Encontraréis nuestra venerable Orden
algo cambiada a vuestro regreso; el poder legislativo ha pasado a otras manos, más
elevadas en realidad, pero menos acostumbradas a manejar la trulla.372” Entendámoslo
bien: puesto que la vulgata pretende que de Antin fue elegido en 1738, su magisterio
habría durado hasta su muerte, en diciembre de 1743. En ese caso, ¿cómo explicar una
elección en 1740?

En 1749, he aquí lo que añade el registro de una logia de Aviñón creada por el mismo
marqués de Calvière: “El marqués de Calvière, iniciado en los sagrados misterios, da la
luz al Hermano duque de Aumont, que ha sido el primer gran maestro de todas las
logias de Francia.373” Se preferiría leer que de Aumont ha sido el primer gran maestro
francés de todas las logias de Francia. Pero la ausencia del epíteto en el texto original no
es inconveniente, puesto que el mismo Calvière fue iniciado cuando los jacobitas
estaban todavía activos en la cumbre. Por otra parte, Calvière ha animado el
proselitismo en el sur de Francia, cuando Derwentwater era gran maestro inglés.374

No obstante, al ser elegido en 1738, el mandato de Aumont expira al año siguiente, y es


menester pues de un segundo francés para hacer la junción con el duque de Antin que
aparece en 1740. Este es igualmente conocido gracias a un impreso aparecido a finales
de este año 1740. “Hay en París diversas logias. El Señor duque de Antin es gran
maestro general de Francia. El Señor duque de Villeroy, antiguo gran maestro, jefe de
logia375” Quien entiende bien lo que significa “antiguo gran maestro” no puede
equivocarse sobre el hecho que Villeroy ha ocupado al menos una vez el lugar más
eminente en la cumbre de la institución. Si tenemos en cuenta lo que precede, la única
posibilidad se sitúa en 1739. Por otra parte, en muchos manuscritos de la época, la
noción de antiguo se aplica a un predecesor inmediato.

                                                            
372
BNF, FR 15176, fº 228. Carta del marqués de Charles-François de Calvière a Philippe-Valentin Bertin
de Rocheret, 5 de abril de 1740.
373
Bibliothèque Municipale d’Avignon, manuscrito 6692. “Règlements et statuts de la Respectable Loge
Saint Jean de Jérusalem d’Avignon, l’an 5749”. Discurso preliminar, p. 3, 2, I.
374
Archivos departamentales de las Bouches du Rhône, C.2295. Carta de Henri-François-Xavier de
Belzunce, obispo de Marsella, al intendente Charles-Jean-Baptiste de Glené de La Tour, 28 de septiembre
de 1737.
375
Bibliothèque Municipale de Lyon, manuscrito 761. Livre de la très noble et très illustre société et
fraternité des maçons libres à l’usage des respectables loges de France, s.d. s.i. Notice historique.

221
 
Partiendo de estas bases, nos permitimos recordar que Calvière y Aumont pertenecen a
la logia del artista pintor jacobita Louis Colins, creada por éste en el otoño de 1736 y
constituida por Derwentwater el 14 de febrero del año siguiente. De donde la idea que la
retirada de este último, bajo la presión del cardenal de Fleury, no significa en nada que
reniegue de sus iniciadores todos ellos grandes nombres de la nobleza francesa, sino
más bien una toma de distancia de por medio laxa y connivente. En ninguna parte se
percibe un poco probable acercamiento a los hannoverianos. Es por lo que la élite de los
Hermanos del exágono considera la creación de la maestría escocesa como algo casi
natural, sin desentonar del fondo simbólico de la que se desprende, mientras que los
Hermanos insulares bajo la férula de Londres no quieren ni oír hablar de ella.

Cualquiera que examine de cerca el corto período que va de 1736 a 1740 sabe a qué
atenerse por la abundancia de indicios que invalidan el resumen de Lalande. Las
gacetas, los boletines de la policía, los testimonios de los observadores de la corte o de
la villa, por ejemplo sus diarios íntimos, en definitiva todas las fuentes escritas que
informan sobre las actividades personales de los tres primeros duques franceses que
intervinieron después de los tres primeros nobles jacobitas, no se contradicen nunca. Si
hubiera sido posible citar los informes de elección, seguramente nos hubiera sido mucho
más cómodo. A día de hoy, no ha sido posible encontrar ninguno.

Hay que contentarse pues con presunciones; pero por bien que éstas sean coherentes, sin
caer en la fácil tentación de refugiarse en el pseudo confort de una doctrina rápidamente
compartida, pero demasiado simplista en su formulación.

En el repertorio de prejuicios, podríamos detallar numerosos otros ejemplos para


mostrar hasta que punto los teóricos de 1717 hacen un uso poco definido de la prueba y
enmascaran obstinadamente los “turbantes” que los indisponen. Pero cambiemos de
registro. Finalmente, estos teóricos creen formular una objeción contundente señalando,
que si las logias jacobitas no estaban organizadas como un sistema concebido para
llevar a cabo complots, resulta absurdo prestar un marcado acento político a la enseña
de los Estuardo. ¿Qué interés tiene para un monarca –reinante o no-, animar una
fraternidad, protegerla o dirigirla por un gran maestro interpuesto, desde el momento en
que no puede maniobrarla como un ejército? En despecho de las metáforas y alegorías
militares que jalonan los diversos rituales de los altos grados, no se percibe en los
archivos ningún tipo de plan que fuera concertado en logia o entre logias con vistas a
cooperar en una empresa de restauración.

Ya lo he dicho bajo otra forma. La pertenencia masónica presentaba la ventaja de crear


relaciones personales que suscitaban o consolidaban simpatías al margen de las
reuniones convencionales. El trabajar en red facilitaba una circulación selectiva de
influencias que actuaban más bien a título personal de los adherentes que por grupos.
Como consecuencia, no todos los adherentes –lejos de ello- se comportaban como
militantes de la causa real. El paralelismo con las distinciones caballerescas resulta aquí
aplicable, en el sentido que el objetivo era honorar una élite, declarándose en todo caso
explícitamente como tal, en el seno de la cual las afinidades particulares podían
restringir todavía más el campo de posible entente político.

Desde un punto de vista intelectual, sin consideración a los compromisos prácticos, está
claro que las primeras informaciones que poseemos sobre las palabras pronunciadas en
el transcurso de una ceremonia de iniciación son más acordes a la concepción

222
 
estuardista de una monarquía de derecho divino que de una monarquía parlamentaria,
tal cual toma forma a lo largo del siglo diecisiete inglés para imponerse después de la
destitución de Jacobo II. De igual modo, una literatura del exilio y la reconstrucción
tiene más sentido para los vencidos que para los vencedores. Y es por lo que las
primeras alegorías significativas del patrimonio masónico, tanto antes como después de
las elucubraciones de James Anderson, son tomadas de las epopeyas judías que
describen un pueblo vencido, sometido, expulsado de Jerusalén pero con la promesa y la
esperanza en el retorno.

En la parte histórica de su obra supuestamente fundadora, Anderson utiliza los textos


bíblicos con vistas a fabricar desde Noé, incluso desde Adán, una tradición continuada
que enlaza con los especulativos de la modernidad, pasando por los operativos de la
antigüedad y del medioevo. Los jacobitas por el contrario, buscan más bien las escenas,
que de cerca o de lejos, legitiman su opción existencial en la inmediatez del combate.
Con toda evidencia, no se trata de la misma acción. De donde, en los hannoverianos, la
falta total de interés, cuando no de severa hostilidad, respecto al grado de maestro
escocés cuando aparece. Lo implícito que comporta les impide adherirse al mismo. ¿Se
les puede tener por tan ingenuos, hasta el punto de ignorar lo que significa precisamente
para los fieles servidores de Jacobo III? En la medida que la fórmula se limita a decir
que tienen que honorar a su rey, sin felonía ni traición, pueden todavía acomodarse, sea
cual sea el rey. A partir del momento en que se sitúa a ese rey a la cabeza de un pueblo
errante, sostenido por la esperanza de una reconquista, se entra en consideracions menos
abstractas, las posibles referencias se reducen, y la ideología toma protagonismo.

Para colmo, lo más pasmoso en los teóricos de 1717 es que niegan la anterioridad de los
jacobitas y el ascendente que ejercieron en el continente, en nombre de un principio de
neutralidad política y religiosa que ellos mismos son incapaces de aplicar. Lo podemos
ver y comprobar tanto en los contemporáneos de Anderson que se apoyan en la
Revolución de 1688 para tratar de rebeldes a los antiguos legitimistas, como en los
republicanos franceses de hoy, que en el oleaje de otra Revolución regicida, no
conciben sus trabajos de logia sin el emblema de libertad-igualdad-fraternidad.
Intelectualmente, todos se respaldan en una cierta concepción del Estado y de la
ciudadanía. Cuales sean sus denegaciones, su manera de trabajar no puede abstraerse de
la sociedad que rodea su templo. El aislamiento ideal, aquel que pretende dejar los
metales en la puerta, es una ambición loable pero jamás satisfecha.

En la escala de inconsecuencias, las hay no obstante mucho más groseras. El juego de


contrastes y oposiciones inclina tempranamente los gacetilleros y cronistas franceses a
considerar a todos los británicos refugiados o de paso en Francia como ingleses por la
sola razón que hablan la lengua inglesa. Sin preocuparse de matices nacionales ni
sensibilidades políticas, meten a los extranjeros del otro lado del canal de la Mancha en
el mismo saco. A sus ojos ¡todo es inglés! De donde, por un efecto de transitividad, la
tendencia a sobrevalorar el ascendente de la Gran Logia de Londres sobre el resto de
Europa. Un gacetillero escribe en mayo de 1737: “Hay gentes que se molestan por que
en Francia se sufra el establecimiento de una sociedad cuyo origen y forma vienen de
los ingleses, y que tiende a preconizar su libertad y su independencia.376” Este género de
formulación expeditiva se reproduce sin cambios hasta llegar a nuestros días.

                                                            
376
BHVP, manuscrito 616, fº 145. Gazetin, 10 de mayo de 1737.

223
 
El ejemplo más demostrativo es aportado cuando, a instancias de Thory377, ciertos
majaderos postulan que la primera Gran logia de Francia debería titularse Gran Logia
Inglesa de Francia y que lograría de este modo unos lazos de filiación respetuosos con
la de Inglaterra. El contrasentido es desastroso por la ignorancia que demuestra sobre el
papel exacto de los primeros grandes maestros jacobitas. A lo sumo, les puede llegar a
ocurrir a estos aplicarse, o a sus amigos atribuirles un título que remite a su origen, y es
exactamente lo que hacen los dignatarios de la logia Saint-Édouard cuando designan al
conde de Derwentwater como a “Gran Maestro de las Logias de la Gran Bretaña”378,
pero lo es de acuerdo al procedimiento análogo que sirve a Jacobo III para persistir en
decirse rey de toda Gran Bretaña. Desde el punto de vista político, los jacobitas estiman
encarnar la legitimidad monárquica; desde el punto de vista masónico, piensan
igualmente detentar la única autoridad aceptable.

Incluso cuando en Francia, logias particulares se dicen “logias inglesas”, y éstas son
numerosas, ello no significa en nada que éstas reconozcan ipso facto la preponderancia
de Londres. El ejemplo más contundente es el del caballero de Beauchaîne que no
renuncia nunca asociar a este epíteto el nombre de Carlos-Eduardo. Por consecuencia,
forzosamente hay que tener en cuenta matices y distinciones queridas por los mismos
protagonistas. Guardando las proporciones, y aceptando que la comparación que sigue
posee un valor metodológico limitado, los jacobitas exiliados después de 1689 son un
poco como los gaullistas379 de la segunda guerra mundial refugiados en Gran Bretaña.
Lejos de su patria, unos y otros tienen el sentimiento altamente proclamado de ser la
verdadera encarnación y ser los únicos en garantizar la legitimidad del poder que se
expresa en su nombre. En el espacio masónico contemporáneo, la propensión a las
amalgamas incita a descuidar ésta realidad psicológica.

                                                            
377
THORY, Claude-Antoine, Acta Latomorum, Pierre-Élie Dufart, París, 1815, tomo I, p. 53.
378
Biblioteca del Gran Oriente de Francia, AR. Patente para la logia escocesa de Montpellier, 10 de junio
de 1747.
379
[N.T.] Partidarios del general De Gaulle, que durante la Segunda Guerra mundial, proclamaron desde
el exilio de Londres, la Francia libre en oposición al gobierno colaboracionista de Vichy.

224
 
Anexo

En una de mis precedentes obras, Le Comte de Clermont, he cometido un burdo error.


Al afirmar que muchas de las fechas contenidas en el Registro del Presidente de la Gran
Logia de los Maestros del Oriente de París, dicha de Francia380 son falsas, me
equivoqué y he propuesto una lectura de este documento que no respeta la cronología
real. De hecho, las fechas son exactas, y conviene volver aquí sobre lo que ellas
enseñan. Es esta una necesidad tanto más imperiosa en la medida que mis argumentos
de entonces se inscribían en el marco de la refutación de la tesis de un autor
contemporáneo particularmente tenaz, Alain Bernheim, que considera errónea la
referencia al 25 de noviembre de 1762 como la fecha que marcaría la redacción de los
nuevos reglamentos aplicables a las logias del reino. En el fondo, él mismo se equivoca.
Pero no se combaten aserciones falaces con otras que igualmente lo son.

Si tiene sentido volver sobre este punto, no es para entregarse a un puntillismo aburrido,
sino para evaluar de manera equilibrada las consecuencias de la reforma emprendida por
ciertos dignatarios de la Orden sobre la práctica de la masonería escocesa. Si en efecto
está claro, que a comienzos de los años 1760, la situación nos muestra a los
responsables deseosos de uniformizar los sistemas hasta entonces discordantes,
empezando por las logias simbólicas, su preocupación es igualmente poner en
coherencia los altos grados conocidos hasta entonces. Apartan veintidós de ellos, que
sitúan en una progresión jerárquica, con el grado de Príncipe del Real Secreto como nec
plus ultra.

Pero ¿quiénes son estos dignatarios? El registro en cuestión contiene los procesos
verbales, a menudo breves, de las asambleas que reúnen más o menos regularmente a un
puñado de Venerables deseosos de instituir en París una administración superior distinta
a la del Gran Maestro Clermont. La obediencia respecto a éste es ciertamente afirmada;
pero a sus ojos, se muestra demasiado distante y parece haber interrumpido los antiguos
usos consistentes en reunir, al menos una vez por trimestre, a los jefes de las logias de
este Oriente con el fin de tratar los asuntos comunes. Esto es flagrante cuando se
identifica a los protagonistas, que a iniciativa del plumista Martin Pény, componen el
primer nucleo de esta Gran Logia inédita. Ninguno pertenece al entorno de Clermont, y
en ninguna parte es mencionado un trabajo de organización que hubieran cumplido para
reglamentar estos grados.

El 6 de septiembre de 1762 [fº 31], se toma la resolución de componer una diputación


de siete Hermanos para ir al encuentro del Gran Maestro y preguntarle si es exacto que
ha designado a Augustin-Jean-François Chillon de Joinville como su substituto general,
y así pues como a primer interlocutor y decisionario de la Orden. La intención es buena
pero sin efectos, puesto que en el margen del registro se puede leer que la delegación no
ha tenido lugar.
                                                            
380
BNF, FM1 96. En las citas, se ha actualizado la ortografía.

225
 
El 14 de diciembre [fº 35], se dice que un requerimiento firmado por diversos Hermanos
y presentado por Pény propone trabajar por la reconciliación. ¿Acaso se trata de un
acercamiento al equipo del Gran Maestro? Es lo que cabe creer leyendo el registro que,
a partir de junio de 1763, muestra efectivamente la intervención de Chaillon de Joinville
entre estos Hermanos disidentes y, parece haber un acuerdo de coexistencia pacífica.
Por tanto, no se trata de esto.

Martin Pény que asegura la presidencia de esta Gran Logia desde su creación no es
renovado en sus funciones en junio de 1762. En ese momento, cede su lugar al
cuchillero Antoine Bacquet. Sin duda lo hace a regañadientes o tiene cualquier otra
razón, pero el caso es que no firma los informes de la sesión. Y cuando llega el
momento en diciembre de contemplar una posible “reconciliación”, ello se produce con
el nuevo comité director llevado por Bacquet.

He aquí de lo que da testimonio [fº 35, cara]: “Comité de oficiales extraordinario tenido
el martes 14 de diciembre de 1762 en casa de la viuda Clémendot, en la rue de la gran
Truanderie, anunciado por el h. Pény, el cual v.m. Pény [rayado en el manuscrito] nos
ha presentado un requerimiento firmado por diversos maestros, tendiente a la reunión.
Se ha decidido que se tendría una asamblea general a efectos de nombrar siete
comisarios de nuestra Gran Logia para unirse con los otros siete nombrados por su parte
y de mutuo acuerdo conciliarse y disponer los medios prontos y urgentes a dicha
reunión [rayado] apropiados para lograrlo.

Es aportada una confirmación de la misma gracias al redactado de la asamblea general


tenida poco tiempo después [fº 35, dorso]: “Nosotros, maestros regulares componiendo
la Gran logia del Oriente de París, dicha de Francia, hemos deliberado y decidido lo que
sigue, a saber, que después de la lectura efectuada del requerimiento presentado a la
asamblea del último comité por el v.m. Pény, se ha hecho un escrutinio de acuerdo a las
formalidades requeridas, y por el que han sido nombrados comisarios los v.m. Duret,
Perrault, Ledin, Guillot, Hardy, Pradier y Guainard, a efectos de recoger los votos y
sentimiento de los siete nombrados por su parte y de acuerdo mutuo trabajar para el bien
de la reunión.”

La reconciliación o reunión contemplada es pues entre dos facciones de esta Gran Logia
“dicha de Francia”, y no entre ésta y el equipo del Gran Maestro Clermont. Es así que
Pény es de todas formas humillado el 8 de febrero siguiente cuando se percata de ello al
solicitar a sus antiguos amigos la autentificación de un certificado que le correspondía
[fº 36, dorso]. “Comité de oficiales tenido el martes ocho de febrero de 1763, al que ha
sido enviado un certificado por el v.m. Pény para que se le pusiera el sello de nuestra
dicha Gran Logia. Y después de haber hecho lectura y examinado dicho certificado, el
cual es encontrado contrario a nuestros reglamentos, no estando revestido con todas las
formalidades requeridas por nuestras leyes, es por lo que lo devolvemos al dicho h.
Pény, para que sea redactado siguiendo nuestros usos ordinarios, a efectos de tener su
forma y tenor, en fe de lo cual lo hemos firmado”. No es hasta 1766 que su nombre
reaparece en el registro.

Dicho de otra manera, por lo que respecta a las reformas puestas en práctica en
noviembre de 1762, estas no conciernen en nada a esta Gran Logia, sean cuales sean sus
componentes, sino únicamente a la de que Clermont es elegido jefe en diciembre de

226
 
1743. Se puede objetar que ésta no funciona ya como antes, y ello es por razón que
Pény se ha creído autorizado en 1760 para erigir una de nueva. La objeción es
aceptable. Lo que importa sin embargo es señalar que Clermont ejerce su magisterio en
el seno de su logia personal, y que ha nombrado sustitutos para tratar de los asuntos más
corrientes. Clermont dirige pues. Pero más bien “a su gusto”, como lo señalan los
numerosos documentos emanados directamente de él, que fruto de una eventual
consulta de un colegio de oficiales diputados por otras logias.

Otras fuentes abundan en el mismo sentido. Como es el caso de Étienne Morin cuando
escribe en 1765 haber recibido de Chaillon de Joinville los reglamentos reformados:
“Este respetable Hermano me hizo llegar como respuesta los nuevos estatutos y
reglamentos decretados por los 14 comisarios el 25 de noviembre de 1762.381” O en el
caso de los Hermanos de Santo Domingo, dignatarios del Consejo de los Príncipes de
Jerusalén establecido en Saint-Marc, estipulan claramente en 1767 constituir la logia
simbólica de L’Étroite Union, al Oriente de Gros Morne, invitándola a conformarse a
los “reglamentos decretados por la Grande y Soberana Logia de Francia como
consecuencia de la deliberación del veinticinco de noviembre de mil setecientos sesenta
y dos, de los que tienen copia382” Los mismos datan por otra parte sus procesos verbales
del “retorno de Babilonia” y precisan que son los Escoceses los que han fundado la
“antigua maestría en Francia”.

El obstáculo para una clara interpretación proviene de que, en una Memoria justificativa
publicada por Henri-Joseph Brest de La Chaussée en 1773, este autor presenta el
acercamiento de las dos Grandes Logias como si este se hubiera decidido en 1762. Lo
hace confundiendo las iniciativas de Pény y de Jacques Lacorne383, sustituto particular
de Clermont. “Algunos H[ermanos] afanosos mediaron para operar la reunión; las partes
se acercaron, y nombraron comisarios que, en 1762, decidieron la reunión bajo el
gobierno del H[ermano] Chaillon de Joinville, que el G[ran M[aestro] había nombrado
como su sustituto general.384” Esta versión no tiene en cuenta la escisión operada por
Pény y anticipa en un año el acomodo con los representantes de Clermont. Este término
de acomodamiento es finalmente el más apropiado: no se trata propiamente de una
verdadera reunión, y aún menos de una fusión, puesto que los principales fieles de
Clermont, imitando su modelo, permanecen en el retiro, a excepción hecha de Chaillon
de Joinville quien por otra parte no se implicará realmente en los trabajos ulteriores.

No se aportan tampoco mayores aclaraciones con el Compendio histórico escrito en


1780 por Vincent Labady, quien parafrasea ciertas fórmulas de Brest de La Chaussée.
“En 1762, las partes divididas de los H[ermanos] de La Corne y Pény que formaban
cada uno un Gran Oriente se reunieron para formar uno solo bajo el título de Gran Logia
de Francia y bajo la administración del R[espetable] H[ermano] Chaillon de Joinville,
sustituto general del serenísimo G[ran] maestro Louis de Bourbon Conde de Clermont
[…]385”

                                                            
381
CHOUMITZKY, “Étienne Morin”, op. cit. Carta de Étienne Morin, Puerto Príncipe, a los
administradores de la Gran Logia, París, 7 de marzo de 1765.
382
BNF, FM2 544. Dosier de L’Étroite Union, fº 8, dorso.
383
Jacques Lacorne muere en abril de 1762 y no puede por tanto estar implicado por los acontecimientos
de finales de ese año. Además, nunca se aventuró a crear su propia Gran Logia.
384
BREST DE LA CHAUSSÉE, Henri-Joseph, Mémoire justificatif, s.e. p. 3.
385
LABADY, Vincent, Précis historique de la Maçonnerie française, p. 4 Transcripción bajo el mismo
título de Pierre Chevallier, Dervy, París, 1995.

227
 
He aquí como hoy, por falta de vigilancia, apoyándome en estos dos autores y un mal
cálculo del calendario, una lectura demasiado rápida del registro aquí comentado me ha
incitado al error. ¡Mea culpa! Un pasaje de la biografía que he dedicado a Étienne
Morin [págs. 159-162] es igualmente a revisar, ya que omite señalar las divergencias de
Pény después de junio de 1762. Afortunadamente, lo que pretendía demostrar
permanece intacto: el 25 de noviembre de ese año, son claramente los familiares de
Clermont los que organizan la escala de 22 grados escoceses que prolongan los
simbólicos.

Que, gracias al acercamiento finalmente realizado entre los allegados de Clermont y la


Gran Logia dirigida por Bacquet –no por Pény-, que los estatutos y reglamentos hayan
sido presentados como más actuales, empezando por los del 20 de abril de 1763, lo
admito gustoso. Conviene todavía no escatimar en el relato que pueda hacerse de su
génesis la simple evidencia que el esfuerzo por dar coherencia al sistema de grados
escoceses es debido, en primer lugar y soberanamente, a los fieles del Gran Maestro,
siendo Chaillon de Joinville su más activo representante.

Desde entonces, como lo confirmo en el libro Frères des Îles, de próxima aparición que
traza la historia de las logias de Santo Domingo hasta la creación de Haití, el papel de
Morin a partir de esa fecha es la de transmisor en las Antillas del rito dicho de
Perfección. De ninguna de las maneras es su inventor. Ni el conjunto de este sistema, ni
el último grado de Príncipe del Real Secreto son salidos de su imaginación, como se ha
venido a insinuar erróneamente a día de hoy. En 1762, lo esencial ya estaba fijado.

228
 
Índice de Nombres

ABDY, Robert
ABRAHAM, personaje bíblico
ADÁN, personaje bíblico
ADAMSON, Henry
ALBANI, Giovani-Francesco
AMELOT de CHAILLOU, Jean-Jacques
AMPOSI, Giacomo
ANDERSON, James
ANDREAE, Valentin
ANNE Estuardo
ARBUTHNOT, John
ARCHER, Thomas
ARMFELT, Gustaf-Mauritz
ASHMOLE, Elias
ATHOLL, ver MURRAY
ATTERBURY, Francis, Obispo de Rochester
AUGUSTE III, de Polonia

BACON de la CHEVALERIE, Jean-Jacques


BARBIER, Edmond
BARRY, James, 4º conde de BARRYMORE
BARRY, John
BAUR, Christophe-Jean
BEAUCHAÎNE (de), Charles-François RADET
BEAUFORT (de), Henry SOMERSET
BEAUFORT (de), Henry SOMERSET, 3er duque
BEAUVILLERS (de), François-Paul-Honorat
BECKET, Thomas
BEDFORD, Robert
BEGEMANN, Wilhelm
BEGUE-CLAVEL, Timoléon
BELLEGARDE d’ENTREMONT, Claude-Marie
BELLEGARDE, Joseph-François
BENE (del) Tommaso-Julius-Francesco
BENEDICTO XIV, Papa
BERENSTADT, Gaetan
BERQUEN, (de), Antoine-Michel
BERTIN DU ROCHERET, Philippe-Valentin
BIBERSTEIN (von), Heinrich-Wilhelm MARSCHALL
BIELFELD, Jakob-Friedrich
BIELKE, Eva
BIELKE, Nils
BLAIR, Thomas
BOEHME, Jacob

229
 
BONTEMS, Jean-Jacques-Joseph-Antoine
BORD, Gustave
BOURBON CONDE (de), Louis, conde de CLERMONT
BOUCHARDON, Edme
BOUILLON (de), Charles-Godefroy de LA
TOUR DAUVERGNE, 5º duque
BOURKE, John
BOYD, James KILMARNOCK
BOYD, William, 4º conde de KILMARNOCK
BOYER DÉGUILLES, Jean-Baptiste
BOYLE, Charles, 4º conde d’ORRERY
BRANDENBURG-SCHWEDT (von) Henry
BREST de LA CHAUSSÉE, Henri-Joseph
BROSSES (de), Charles
BRÜHL (von), Heinrich
BRUNSWICK-LUNEBOURG (de), Ferdinand
BUCKINGHAM (of), Catherine DARNLEY, duquesa
BUDGELL, Eustache
BULKELEY, Francis
BUSINELLO, Pierre
BUTLER, Jacques
BYROM, John

CAIGNET, Joseph-Pierre
CALVIERE (de), Charles-François
CAMERON of GLENKENGY, Archibald
CAMPBELL, William
CAMPORI, Carlo
CAMPREDON (de), Jacques
CANTINI, Joseph
CANTWELL, Andrew
CARBONNEL, Antoine
CARLOS Iº, ESTUARDO
CARLOS IIº, ESTUARDO
CARLOS III, de España
CARLOS XII, de Suecia
CARLOS-EDUARDO, ESTUARDO
CARSE, Mark
CARTERET, John
CARTE, Thomas
CARYLL, Elizabeth
CARYLL, John-Baptist
CASTEL de SAINT-PIERRE, Henriette
CAUMONT (de), Joseph de SEYTRE
CECIL, William
CELLARIUS
CENTLIVRE, Suzanna
CERVANTES (de), Miguel

230
 
CIENFUEGOS, Alvaro
CIRO, personaje bíblico
CLEMENTE XII, Papa
CLERMONT d’AMBOISE, Jean-Baptiste-Louis
CLIFFORD, Hugh
CLIFFORD of CHUDLEIGH, Thomas
COCCHJI, Antonio
COCONNIER, Julien
COLINS, Louis
COLLINS, John
COLMAN, Francis
CONSTABLE of EVERINGHAM, Marmaduke
CORSINI, Bartolomeo
CORSINI, Neri
COSIMO III, duque de Toscana
COTTON, John
COTTON, John HYNDE
COUSTOS, John
CROMWELL, Oliver
CROMWELL, Richard
CRONSTEDT, Carl-Johan
CRUSSOL-FLORENSAC (de), Anne-Charlotte
CUMBERLAND (of), Henry-Frederick
CUNNINGHAM, Alexander

CH

CHABERS, Ephraim
CHAILLON de JOINVILLE, Augustin
CHARLES VI, de Francia
CHARLES VII, de Francia
CHAULNES (de), Michel-Ferdinand d’ALBERT d’AILLY
CHEVALLIER, Pierre
CHOISEUL (de), Étienne-François
CHOISEUL-MEUSE (de), Maximilien-Claude-Joseph
CHURCHILL, Charles

D’AGUESSEAU, Henri-François
D’ALENÇON, Jacques
D’ARGENS, Jean-Baptiste BOYER
D’ARGENSON, Marc-Pierre de VOYER de BAULMY
D’ORLÉANS, Louis-Philippe
DARNLEY, Edward
DASSIGNY, Fifield
DAVID, personaje bíblico
DE ANTIN, Louis-Antoine PARDAILLAN de GONDRIN
DE AUMONT, Louis-Marie-Victor-Augustin
DEREHAM, Thomas

231
 
DESAGULIERS, Jean-Théophile
DESTOURS, François
DIBON, Roger
DILLON, Arthur
DIODATI, Lorenzo
DOMINICK, Elisabeth
DOUGLAS, James, 4º duque de HAMILTON
DRUMMOND, Edward
DRUMMOND, James, 3er duque de PERTH
DRUMMOND, James, vizconde de STRATHALLAN
DRUMMOND, John
DUGOOD, William
DUNBAR (of), James MURRAY
DUPIN, Antoine

EDGAR, James
EHRENCRONA, Carl Gustav Gammal
ELCHO, David
ELIBANK, ver MURRAY
ELPHISTONE, Arthur, barón de BALMERINO
ENRIQUE VIII de Inglaterra
ERSKINE, George, conde y luego duque de MAR
ERSKINE, Henry-David
EVELYN, John
EZEQUIEL, personaje bíblico

FABRIS, Jacques
FAGEL, Franz
FANE, Charles
FEDERICO de Prusia
FELIPE el Hermoso
FELIPE V de España
FERETTI, Benedetto
FERRY, Jacques
FERSEN, Axel
FERSEN (von), Fredrick-Axel
FEYDEAU de MARVILLE, Claude-Henri
FITZJAMES, François
FITZJAMES, Henriette
FITZJAMES, Jacques, duque de BERWICK
FLETCHER, Robert
FLEURY (de), André-Hercule
FORBES of PISTLIGO, Alexander
FORSTER, Thomas
FOTHERINGHAM, David
FOTHERINGHAM, Robert

232
 
FRESNEL (de), Louis-Henri-Hyacinthe
FRÖLICH, Jacques-Jean
FROMERY, Alexandre
FROULAY (de), Charles-François
FUMEL (de), Louis
FÜNSTER, Ludwig

GAGES (de), François-Bonaventure-Joseph DUMONT


GALAAD, personaje bíblico
GARDYNE, David
GARRESHEIN (von), Guillaume
GAYDON, Richard
GEAY, Patrick
GEFFROY, Auguste
GENTILI, Antonio-Saviero
GEORGE Iº de Inglaterra, Elector de Hannover
GEORGE IIº de Inglaterra, Elector de Hannover
GEORGE IIIº de Inglaterra, Elector de Hannover
GERALDIN, Nicolas
GILLY (de), André
GIRAUD, Sébastien
GLENGARRY, Alistair Duah
GORDON, George
GORDON, Lewis
GORDON of GLENBUCKET, John
GORING, Henry
GRADIS, David
GRAHAM, James
GRANDIS de POMEROL (de), Paul
GUASCO (de), Octavien
GUILLERMO de Orange
GUSTAVO III de Suecia
GUTTENBERG, Wolfgang-Philip
GYLLENBORG, Carl

HALES, Richard
HAMILTON, Ezekiel
HAMILTON, George
HAMILTON, Hugh
HAMILTON, Willie
HARPÓCRATES, personaje mítico
HARRIS, Henry
HASPERG
HAY, Jacques
HAY of INVERNESS, John
HAY, William

233
 
HAZON, Barthélémy-Michel
HELVÉTIUS, Claude-Adrien
HÉRAULT, René
HICKES, George
HIRAM, personaje bíblico
HOGARTH, William
HOLKER, John
HORN, Gustaf-Jacob
HOWARD, William, vizconde de ANDOVER
HUGHAN, William-James
HUND (von), Carl-Gotthelf
HUNTER of BURNSIDE, David
HURÉ, Jean
HYDE, Anne

INESE, Louis
INESE, Thomas
IRWIN, James
ISABEL Iª de Inglaterra

JACOBO Iº, ESTUARDO


JACOBO II, ESTUARDO
JACOBO III, ESTUARDO
JOHNSTON, Alexander
HONES, Bernard
JOUAUST, Achille-Godefroy
JOURNAL, Louis

KEITH, James
KELLY, George
KERJAN, Daniel
KEROUAL (de), Louise
KYLSITH, William LEVINGSTON
KING, William
KINTORE (of), John KEITH
KRAFFT, Johann-Daniel
KUENEN, Johan

LALANDE (de), Joseph-Jérôme LE FRANÇOIS


LAMBERT de LINTOT, Pierre
LAMONT of NEWTON, John
LAMPRECHT, Frédéric

234
 
LANDELLE, Nicolas-Alexis
LANGERON (de), Alexandre-Nicolas ANDRAULT de MAULEVRIER
LANGLEY, Timothy
LANSDOWNE (of), George GRANVILLE
LARUDAN
LA TOUR DU PÏN LA CHARCE, René-François-André
LAURIE, William-Alexander
LE BIHAN, Alain
LE BOUCHER DE LENONCOURT, François
LE BRETON, Thomas-Pierre
LECLERC de DOÜY, Jacques-Antoine
LE FORESTIER, René
LENNING, Carl
LE ROY, Louis-François
LESLIE (de), George
LICHIGARAY, Timothée
LILLIE, Christina-Beata
LLOYD, Sylvester-Louise
LOCHIEL (of), Donald CAMERON
LOCKHART, George
LOCKHART, James
LOCKHART of CARNWATH, George
LORRAINE (de) François-Étienne
LOUCELLES (de), Hilaire-Pierre
LUIS XIV
LUIS XV
LUIS XVI
LUMISDEN, Andrew

MACDONALD of CLANRANALD, Ranald


MACDONELL of GLENGARRY, Alastair-Ruadh
MACDONELL of LOCHGARRY, Donald
MACGREGOR of BALHALDIE, William
MACKENZIE, George
MACLEAN, Alexander
MACLEANE, James Hector
MACLEDO, John
MACMAHON, Donald
MACOY, Robert
MANN, Horace
MARCHAND, Gilles-Clément
MARÍA TERESA de Austria
MARISHALL, George KEITH, conde
MARVELL, Andrew
MAR, ver Erskine
MASSUET, Pierre
MATHEUS, Antoine
MAUREPAS, ver PHÉLYPPEAUX

235
 
MÉDICIS (de) Jean-Gaston
MERZDORF, Theodor
MÉZIERES (de) Éléonore OGLETHORPE
MIDDLESEX (de), Charles SACKVILLE
MIDDLETON (of) Catherine BRUDENEL
MILLWARD, John
MISSET, John
MIST, Nathaniel
MODENE (de), Marie
MOËT, Jean-Pierre
MOISÉS, personaje bíblico
MOLAY (de), Jacques
MONK, George
MONTAGU of SANDWICH, Joan
MONTAGU, Robert
MONTESQUIEU (de), Charles-Louis de SEGONDAT
MONTMORENCY-Luxembourg, Christian Louis, Príncipe de TINGRY
MORIN, Étienne
MURRAY, George
MURRAY of ATHOLL, William, marqués de TULLIBARDINE
MURRAY of BROUGHTON, John
MURRAY of ELIBANK, Alexandre
MYLNE, John

NABUCODONOSOR
NAIRNE, John
NATTER, Lorenzo
NETTELBLADT (von) Christian-Carl
NEWBURGH (of) Charlotte-Mary LEVINGSTONE
NEWCASTLE (of), Thomas PELHAM HOLMES
NOÉ, personaje bíblico

O’BRIEN, Daniel
O’BRIEN of CLARE, Charles
O’BRIEN of CLARE, Daniel
OGILVIE, David
OGILVIE, James
OGILVIE, John
OGLETHORPE, Françoise-Charlotte
O’HEGUERTHY, Daniel
O’HEGUERTHY, Dominique
O’HEGUERTHY, François-Bernard
O’HEGUERTHY, Patrice
O’HEGUERTHY, Pierre-André
OLIVIER, Jacques
O’NEIL, Joseph

236
 
ORMONDE (of), James BUTLER
OSTEN (von), Friedrich-Wilhelm
O’TOOLE, Luke
OXENSTIERNA, Johan-Gabriel

PARIS DE MONTMARTEL, Jean


PASQUALLY (de) Jacques MARTINES
PASQUALLY (de), Joachim MARTINES
PATTULO, Henry
PEDRO Iº el Grande
PÉNY, Martin
PÉRARD, Jacob
PESCAYE, François
PETIT de BOULARD, Jean-Baptiste-Dieudonné
PHÉLYPPEAUX de MAUREPAS, Jean-Frédéric
PHILOSTORGE de Capadocia
PIC de GOUDAL de LA GOUDALIE, Pierre
PICOT de DAMPIERRE, Pierre
PINKERTON, William
PINOT de LA GAUDINAYS, Jean-Baptiste
PLOMMENFELD (von), Karl-Andreas
PLOT, Robert
POLIGNAC (de), Melchior
POLLET, Jean-François
POSSE, Knut-Carlsson
PRÉVOST, Antoine-François
PRICHARD, Samuel
PUYZIEUX (de), Louis-Philippe BRULART

QUIN, Patrice
QUIN, Valentin

RADCLIFFE, Charles, 5º conde de DERWENTWATER


RADCLIFFE, Jacques-Clément
RADCLIFFE, James, 3er conde de DERWENTWATER
RADEMACHER, Jean-Cornelius
RAE, Peter
RAGON de BETTIGNIES, Jean-Marie
RALPH, James
RAMEAU, Philippe
RAMSAY, Allan
RAMSAY, André-Michel
RAWLINSON, Richard
REOLLET

237
 
RICCIUS, Jean-François
RICHELIEU (de), Louis-François-Armand DUPLESSIS
RICHMOND (of), Charles LENNOX
RIVIERA, Domenico
ROBINSON, John
ROBLAU, Jean-Joseph
ROËTIERS, Jacques
ROHAN (de), Armand-Gaston-Maximilien
ROMAN, Jean
ROTHES (de), John LESLIE
ROUSSET de MISSY, Jean
RUSSEL, Charlotte-Michèle
RUTOWSKY, Frédéric-Auguste
RUTOWSKY, Marie-Aurore

SACK, Carl-Filip
SACK, Hedvig-Elisabet
SACK, Johan-Gabriel
SAINT-AIGNAN (de), Paul-Hippolyte de BEAUVILLIERS
SAISSAC (de), Jeanne-Thérèse-Pélagie
SALKELD, Thomas
SALOMÓN, personaje bíblico
SANDILANDS, Bartholomew
SARRY, Charles
SARTINE (de), Antoine
SAXE (de), Maurice
SAXE, Frédéric-Auguste
SCHEFFER, Carl-Fredrick
SCHEFFER, Ulrike
SCHMETTAU (von), Samuel
SCHMETTAU (von), Wolfgang
SCHÖNBERG (von), Wolf-Christian
SCHÖNBORN (von), Gottlob-Friedrich-Ernst
SCHÜTZ, Guillaume
SEDECÍAS, personaje bíblico
SEIGNELAY (de), Louis-Jean-Baptiste de COLBERT
SEMPILL, Francis
SEMPILL, Hugh
SETON, George, 5º conde de WINTOUN
SHIRLEY, Sewalis
SIMONS, John-William
SKINNER, Brinley
SLEIGH, John
SLEZER, Charles
SLOANE, Hans
SMITH, James
SMITHSON, Hugh
SOBIESKA, Marie-Clémentine

238
 
SOBIESKI, Jean
SOMERSET, Charles Noel, 4º duque de BEAUFORT
SORA (de), Laura CHIGI, duquesa
SPARRE (von), Axel-Ericson WREDE
SPARRE (von), Erik-Axelson
SPARRE (von), Erik-Magnus
SPARRE (von), Josef-Magnus
SPENCE, John
SPENCE, Joseph
SPRENGTPORTEN, Jacob-Magnus
STAPLETON, John
STARCK, Johann-August
STAUTON, Richard
STEUART of GOODSTRESS, James
STEWART, Archibald
STEWART, Charles, Lord LINTON, luego 5º conde de TRAQUAIR
STEWART, John
STEWART, John, 1er conde de TRAQUAIR
STEWART of ARDSHIEL, Charles
STEWART of INVERNITIE, John
STIRLING, John
STOLBERG (de), Louise
STOSCH (von), Philip
STRICKLAND, Francis
STUART, Henry-Benedict
STUART, Mary
SUDERMANIA (de), Carlos
SWIFT, Jonathan

TALBOT de TYRCONNEL, Richard


TANNER (von), Albert-Gottlob
TARGA, Balthazar
TARGA, Ehrenfried
TARGE, Jean-Baptiste
TENCIN (de), Pierre GUÉRIN
TESSIN, Carl-Gustaf
THORY, Claude-Antoine
THURLOE, John
TIEFFENBACH
TINWALD (of), Francis MAXWELL
TIPHAINE, Louis-François
TOWNELEY, Richard
TRESSAN (de), Luis-Elisabeth de La VERGNE
TRUCHSESS-WALDBURG, Friedrich-Wilhelm-Carl
TSCHOUDY (de), Théodore-Henri
TYRRELL, Thomas

239
 
UDNY, John
URBANO II, Papa

VALOIS d’ORVILLE (de), Adrien-Joseph


VAN HOEY, Abraham
VEGESACK (von), Friedrich
VIETH (von), Johann-Julius
VILLEROY (de), Louis-François-Anne de NEUFVILLE

WÄCHTER (von), Karl-Eberhard


WALDEGRAVE, James
WALPOLE, Horace
WALPOLE, Robert
WATERS, George
WAUCHOP of NIDDRY, Andrew
WEMYSS, James, 5º conde de WEMYSS
WESTMROLAND (of), John FANE
WHARTON (of), Philipp
WILLERMOZ, Jean-Baptiste
WILLIAMS, John
WOGAN, Charles
WOLSON, Tom
WREDE, Fabian
WULFENSTIERNA, Carl
WYNDHAM, William
WYNN, Warkin William

YAHVÉ, personaje bíblico

ZAMBAULT, Louis-François
ZONDADARI (de), Marc-Antoine
ZOROBABEL, personaje bíblico

240
 
SUMARIO

Página

Introducción ………………………………………………………………….. 3
1.- Una palabra bajo la armadura …………………………………………..... 9
2. Gentes honestas ……………………………………………………………. 19
3. Pequeñas desavenencias entre amigos …………………………………….. 31
4. El espía que venía del Norte ………………………………………………. 45
5. Bajo la Bóveda …………………………………………………………….. 59
6. Alzamiento sobre el príncipe ………………………………………………. 69
7. Comdamnatio societatis de Liberi Muratori .................................................. 79
8. Una incierta pedagogía del humor ................................................................. 93
9. Los rebeldes del Arco Real ………………………………………………… 103
10. Sobre una falsa prohibición puesta de manifiesto ………………………... 115
11. Carlos-Eduardo iniciado ………………………………………………….. 125
12. Venganza Kadosh …………………………………………………………. 135
13. Paso al vacío ………………………………………………………………. 145
14. Segundos partes suecas ……………………………………………………. 153
15. Estricta Observancia ………………………………………………………. 161
16. Satélites ……………………………………………………………………. 171
17. Desmembramientos ………………………………………………………... 181
18. Embrollo florentino ………………………………………………………… 191
19. Amnésias …………………………………………………………………… 201
Conclusión: el efecto turbante …………………………………………………. 211
Nota final ………………………………………………………………………. 217
Anexo …………………………………………………………………………... 225
Índice de Nombres ……………………………………………………………… 229
Sumario ………………………………………………………………………… 241

241
 
242
 
La francmasonería moderna emprende el vuelo en el curso del siglo
diecisiete, cuando los Estuardo ejercen el poder en los tres reinos de la
Gran Bretaña. Después de 1689, esta se transforma bajo los efectos de una
revolución que los fuerza al exilio. A partir de entonces, dos tendencias
entran en rivalidad más o menos viva. Por una parte están las logias d elos
precursores estuardistas; por otra, las de sus vencedores políticos,
denominados hannoverianos, a partir de 1714.

Con el apoyo de los archivos de la época, durante largo tiempo


desconocidos o ignorados, esta obra vuelve a trazar las diferentes etapas de
un recorrido que empieza bajo el reinado de Jacobo Iº (1603-1625) y
termina con la muerte de Carlos-Eduardo Estuardo en 1788.

En teoría, la política está supuestamete ausente de los compromisos


masónicos individuales; a la práctica, la política determina muchos de
ellos. Se puede comprobar cuando la mayor parte de los rituales elaborados
al hilo del transcurrir de los decenios, toman prestadas del Antiguo
Testamento, escenas de éxodo, de errante vagabundear y de reconquista,
para compararlas precisamente con los infortunios que sufrieron los
Estuardo y sus partidarios.

André KERVELLA

Doctor en filosofía y Doctorado de Estado (Historia de los sistemas del pensamiento


moderno), André Kervella está actualmente destacado en el Ministerio de Asuntos
Exteriores y Europeos, donde ejerce las funciones de experto técnico internacional para
la enseñanza superior.

243
 

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