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BIBLIOTECA APOLOGÉTICA
MoNsEÍron LE carurrs
\ Obispo ae U_noc:ela Y Saintes
BARCELONA
HEREDEROS DE JUA N GILI
Editores Contns, 581
MCMIX
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ES PBOPIEDAD
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t_
CARTA
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I _-)
CÀBTÀ DE SU §ANTIDÀD EL PÀPÀ LEóN XIII
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t
CARTA
AL AUTOR,
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CÂRTÀ DE gU SANTIDAD EL PAPA PIO X
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I
PÍo X, Papa.
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I
DOS PAIÀBRÀS DEL TRÀDUCTOR
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DO§ PÀLABRAS DEL TBÀDUCTOR
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PRIMERA PÁ.RTE
T.I
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MONSEftOR LE CÀMUS
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VIDA DE NUESTI'O SE§OR JESUCRISTO
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PREFACIO DE [A SEXTÀ EDICIÓN
' He aquí la sexta edición de este libro. Ila sufrido algu-
rtas modificaciones en la forma é importantes adiciones en
el fondo. Exigirme que explique estos retoques en una
obra que el público ha aeogido ya favorablemenüe, sería
_pedir al artista-que siempre concibe su ideal mejor que
lo realiza-que manifieste por qué, aun cuando todo el
mundo alabe su obra, se siente impulsado irresistiblemente
á emprender de nuevo su trabajo, ejercitándose cada día en
arrojar más luz sobre ciertos detalles, en dar mayor preci-
sión á otros, en armonizar mejor todos los contornos, Lasta
conseguir trasladar á su cuadro ó á, su estatua todo lo que
siente, todo lo que ve, todo lo que puede.
Indudablemente, no ignoro que al tomar Ia pluma para
eseribir una vida de Nuestro Seflor, preciso es renunciar
de antemano á lograr siquiera una perfección muy rela-
tiva. icómo, en efecto, lisonjearse de encerrar, cual si se
tratara de un simple grande hombre, en un cuadro digno
I de ella, esta admirable fisonomía del divino Maestro, esta
fisonomía que, de repente, cuando uno cree haberla asido
para fijarla en nuestro horizonte terrestre, se agranda en
proporciones sobrehumanas, y, á, través de esplendores in-
finitos, se eleva sin cesar hacia el cielo donde va á,perder-
se en lo divino?
Así, de una parte, sobrepujando el asunto, en sí mismo
considerado, Ia filrrza de comprensión de los que lo abor-
dan, y mezelándose por todos lados lo misterioso, lo inson-
dable, lo sobrehumano á la más seneilla y popular de las
historia§, vese uno obligado, muchas veces por cierto, á"
detener la pluma en la admiración que aeonseja el silen-
cio, cuando no en la grande turbación gue produce el vér-
tigo; en tanto guo, de otra parte, deberíase uno sentir no
menog deseorazonado por la insufieiencia evidente de los
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MONSEftOR LE CÂMUS
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VIDÀ DE NUESTRO SEfrOR JESUCBISTO
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IIONSEfrOB LE CAIIUS
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YIDÂ DE NUESTBO SENOR JESUCR,ISTO 9
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il0 MONSEfrOR LE CÀMUS
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VIDA DE NUESTRO SEfi'OB JESUCRISTO t1
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l[ONSEfrOR LE CÀIIUS
E. Ln Ceuus.
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PRET'ÀCIO DE [À PRIMERÀ EDICIÓN
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l4 }IONSEfrOB LE CAMUS
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VIDA DE NUE§TRU SENOR JEEUCB,ISTO 15
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l6 MONSEftOR, LE CAMUS
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V'DÂ DE NUESTEO SEfrOR JE§UCBI§TO r7
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t8 MONSEffOE LE CAMUS
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ffi
YIDA DE NUESTR,O SEfrOR JESIICRISTO 19
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PREFACIO DE TÀ SEGUNDA EDICIÓN
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I
VIDA DÚ NUESTBO SENOR JESUCBISTO 2l
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MONSENOR LE CAMUS
era esto exeelente, pero ,no era más urgente vigilar á los
demoledores que minaban los fundamentos?
Medio siglo hacía que Alemania se aplicabaá, desgarrar,
hoja por hoja, los libros del Antiguo Testamento, y co-
menzaba ya á, desfigurar las narraciones del Nuevo. Con
nuestra lígereza ordinaria, afirmábamos que el movimien-
to erítico, nacido á,"|a otra parte delRhin, allí moriría sin
atravesarlo. En Francia, decÍamos, no se entra sino por la
puerta del espíritu y eon un bagaje de claridad, precisión
y método que no poseen ordinariamente las producciones
alemanas. Kant, Hegel y casi todos los demás fllósofos
se habían quedado en la frontera; tanta era la antipatía
que el genio francés profesaba á euanto procedía de los so-
fladores de allende el Rhin. Lessing, Reimarus, Paulus, de
Wette y los otros, con su exégesis bíbliea, no podían es-
perar mejor resultado.
Semejante creencia era un emor grosero, y se sostuvo
con una fatuidad verdaderamente asombrosa. Cuando apa-
reció la Tlida d,e Jesús de Strauss-nun ea quizás se asestó
tan rudo golpe á la piedra en que descansa la lglesia,-el
mismo P. Laeordaire, á pesar de su grande alma y de sus
eonvicciones profundamente cristianas, se contentó con
decir desde el púlpito de Nuestra Seflora: (Y, de asco, el
libro se me ha caído de las manos).
Cuando lo leÍ por mí mismo, veinte aflos después, por-
maneció en mis manos, temblorosas de santo pavor. Sentía,
y no me he engaf,ado, que en aquellas páginas había so-
brado veneno para emponzoflar un sig o y matar genera-
eiones. EI veneno se ofreeía en ellas con toda la apariensia
de la buena fe que haee escuchar las objeeiones de todos los
siglos ), las respuestas que han provocado. Pero ieon cuán-
to talento están éstas debilitadas y aquéllas multiplicadas,
aumentadas, impuestas! En mi vida he sentido emoción
más profundamente dolorosa que aquélla.
Sucedió también que otros la experimentaron igualmen-
te, pero sin tener, como yo, tiempo y gusto para trabar
cuerpo á cuerpo ruda lucha eon el gigante y convencerse
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VIDÀ DE NUESTBO SEÍ'OR JESUCBISTO
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J
MONSEfrOR .LE CÀMUS
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VIDÂ DE IIUESTRO SEfrOR JESUCRISTO 26
(l) Los matices Boü muy diversos, desde Socino hasta A. Coquerel, Re-
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26 MONSETtOR LE CÂMUS
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.IrIDÀ DE NUESTRO SE§OR
JESUCBISTO
Natural Religion,
e II. S. Reimarus
y Fragmentos de
or.
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MONSE§OB LE CÂMUS
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E
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L
INTRODUCCIÔN
CAPITULO PRIMERO
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L-.- [-
32 MON§EfrOB LE CAMUS
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VIDÀ DE NUESTS,O SE§OR JESUCRISIO 33
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34 MONSENOR LE CÂMUS
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VIDÂ I,E NUESTBO SBÃIOR JSSUCBISTO
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MONSEfrOR LE CAMUS
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VIDA DE NUESTBO SEfOB JESUCRISTO
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MONSEfrOR, LE CAMUS
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VIDA DE NUESTRO SENOR JE§UCBI§TO
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4A MONSENOR LE CÂMUS
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VIDÀ DÜ NUESTRO SEfrOR JESUCRISTO 4l
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t'
I
@---,-
42 MON8EfOB LE CAMUS
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VIDÀ DE NUESTBO SEftOR JESUCRISTO
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t_
44 MONSEiÍOR LE CÀMIIS
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VIDÀ DE NUESTAO SE§OR JESUCRISTO
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46 MONSENOR LE CÀMUS
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I
CAPÍTULO II
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MONSEfrOB. LE CÀMUS
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VIDA DE NUE§TR,O SEfrOR JESUCRISTO
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MONSEÍíOR LE CAMUS
de-
el
ri-
r J:u,an, VIL 10, 5 sin cambiar casi nada el
cnstituye una historia seguida del Salvador-
donde los
Pero ies preciso en realldad' buscar una serie cronológica alli
n"""tóU.t". p*r..ã fi;;" la desearon ni fueron c&pecesde establecerla?
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VIDA DE NUESTRO SEfrOB JESUCRISTO 51
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MONSEfrOB LE CÂUUS
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VIDÀ DE NUESTRO SEfrOB JESUCBISTO
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MONSENOR LE CAMU§
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YIDA DE NUESTRO SE§OR, JESUCBISTO
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MONSENOR LE CAMUS
preferible admitir resueltamente que, para é1, eomo para los iudíos de su
Íiempo, las Escriturâs se refieren en su cbnjunto al Mesías. Así, cada vez que
se encuentra en ellas un pasaje ó una palabra que puedaadaptarse á un he-
cho de la vic{a de este Mesías, se toma sencillamente como una profecía de
este hecho, sin preocuparse del sentido directo y real que tienen en el profe-
ta del cual han sido sacados.
(1) Eusrrro, Hist. eccl.III, 39,
(2) San Ireneo, Adu. Here*, III, l; Clemente de Alejandría, Strom,I,
2l; Tertuliano, De Ca,rmeChristi,c.22,etc.;Orígenes, en Eusebio,H.,Ü.rYIr.
2á; Cirilo de Jerusalén, Catech, 14, etc., etc
(3) Eusmro, Hist. eccl., Y,I0.-Yéase San Jerónimo, De uiris illustri-
husr 36.
(4) Desde Erasmo hasta Bleck, Ewakl, Ritschl, Keim, Delitzsch, la ma-
yoría de los críticos han sostenido esta tesis.-Yease la historia de esta con-
troversia en Credner. Einleitwmg,Í, pág. 78.
(5) Por ejemplo, c. YI, 16z á.po;vtíouaq 6nos Qavôat.Yéase Hng. EinL, vol-
II, pág. 55 y sig.
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VIDA DE NUESTRO SEfrOR JESUCRISTO
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58 uorsnfton LE cAMUs
(r)
(2) YI, zs.-
(ei '8.8.,I,
,Z4.-Ottos autor é1, Ru-
finà, 19; Nicé ue Etio-
píq'Ma.edonia y algunas otras partes del Asi por San
Mateo.
(4) Eusunro, H. 8., YI, ta.
(5) Heres,III, r.
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VIDÀ DE NUE§TRO SENOB JESUCBISTO
(1) Los comentarios que con mayor utilidad pueden leerse sobre San
Marcos son, entre los católicos, Schanz, Com,ment. über MarhusrFreib., 188I;
y, entre los protestantes, Meyer, Morison (B.nedic., Londres, f88z)yFritzsch
bajo el punto de vista filológico.
(2) Se ha dicho que el discurso de San Pedro á Cornelio (Hech., X) era
Ia miniatura del Evangelio de San Marcos.
(3) Kr.osrrnuaNN, en Das Markws Euangelium, ha hecho un curiosísi-
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60 MONSEftOR IE CÀMUS
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VIDA DE NI'ESTBO SEftOR JESUCBISIO
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I
MONSEfrOE LE CAMUS
y
al Maestro desde eI mismo punto de vista que s. Pablo; lo toma representa
todo el mundo, á publica-
Ur;" àf mismo ,.p..tq liam-'ando á- la salvÀción á
g*tiles, ai-prãdigo, al ladrón,,á _lo._ seres corrompidos, decaídos,
;;;f
v"ãJ^-íii"yOoáo.. h"y i4ãrias, no .álo du Israel, sino de toda Ia humani-
dad.
(l) ff Tim,.,IY, ll Y 1:].
iri Basta comparar el griego-, admirableme
con
lo róstante del libro, sembrado d'e tan frecuent
ven-
cerse de que, en sus relatos, el autor renuncla
al' I
.ãto pr"t"oaã *"g"i. pr.o á'paso los segurísimos documentos que tiene á la
vista.
S. pedro en câsâ, de Cornelio(Hech.,X, 37) yS. Pablo en
Antioquía de
irj
Pisidia (Hech.,XUI, 23).
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VIDÀ DE NUESTRO SEftOB JESUCR,I§TO
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€4 MON§EftOR LE CÀMÚS
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IrIDÀ DE NUESTBO SEfrOR, JESUCRISTO
T.I
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MONSEN'OR LE CÀMUS
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I
VIDA DE NUE§TR,O SEftOR JESUCR,ISTO
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MONSEfrOB, LE CAMUS
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VIDÀ DE NI'ES?BO SEfrOR JESUCBISTO
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MONSEfrOE LE CÂMUS
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I
YIDA DE NUE§TRO SEfiOR JESUCRISTO 7t
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72 MONSENOR LE CAMUS
Seannd,utt, XfI Aposal,. (Y. S. Jerónimo, Oomtra Pelag., III, l; y S' Epi-
fanio, Haeres., XXX, rB).
(l) Marc.,l,20.
(2) Maú., XYII, 55.
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VÍDÀ DE NUESTB,O SEfrOR JESUCRISTO 73
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74 MONSEfrOB LE CÀMIIS
dosa veneración.
(1) Pueden leerse con provecho, acerca del Evangelio de S. Juan, entre
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I
VIDÀ DB NUISTRO SEftOR JESUCRI§TO 76
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Ir[oNsEnÍoR LE CÀMU§
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VIDÀ DE NUE§TEO SE§OR JESIICBTSTO
(I) Según la feliz expresión de San Ireneo no hay más que un Evangelio
trna forma cuádruple : rerpá,popQot eúaryârlov.
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78 MONSENOR LE CAMUS
(l) 1Cuánta diferencia entre sus escritos y los evangelios apócrifos! Es-
tos últimos, llenos de milagros ridículos, de detalles pueriles, sólo pueden
ser fruto de imaginaciones enfermizas. Y. en Thilo ó Tischendoú.. Eaange
fragmentos se descubrieron (f886-87) en un
gipto), y que es el Eaangelio de San Pedro,
E. YÍ 12,2, Oflgenes, -Im Maüth. t. X, lg, San
Justino, C. ?ryphr lo6, sólo ventaja probable de
mucha mayor antigüedad. S hacia el af,o 120. En
cuanto al fondo, en las nu de él y que narran la
Pasión y la Resurrección de Jesús, el autor, que se hace pasar por el mismo
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VIDA DE NUESTBO SE1YOB JESUCBI§TO 79
San Pedro y habla en primerâ persona, siempre que abandona á los si-
nópticos, da en invenciones de pura fantasía, en los que se lleva al más alto
me z, He E. E. Iy
22, SóIo frrg*.oioi
sin r teni redÁcciones
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j80 MONSEftOR LE CÂMÜS
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VIDÀ DE NUESTEO SEftOB JESUCR,ISTO
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82 MONSEftOR LE CAMUS
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VIDÀ DE NUESTRO SE§OR JESUCR,ISTO 83
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84 MONSEfrOR LE CÀMUS
fué sobrado tímido y los resultados muy insuficientes. Lo poco que s-e dice
ã.i .ri*tirnismo y dã su autor es más dêsfavorable á su causa que el silencio
,ú.ofoto. El silencio hubiera encontrado su explicación natural en el odio
judío; un párrafo insignifican
ôo el espíritu Y la vida de sus
historia de los judíos sino
mós embarazoso.
En realidad, para suprimir ó mutilar el prese-nte pasaje, la crítica legq-
y de raza sacerdotal,
ti;-sól; i""óà la anãmalía de que un judío, fariseopruebas
ú"Uf. eI lenguaje d,e los cristianos, en contra de las filológicas y
conc ios extrín
que se escribi
que se reduce
men de cerca,
partidarios de Jesús. Sólo en la últi
ãl .oyo, cuando, con tonomenos bené
nos a,un no ha muerto, oú71êzre\ure rô $
il;;;i";;Je los prítidrrios de Jesús, imp- resiones cuya infl uencia llegaba
t*ãt*ãrhistoriador,perocuvaresp"â:::',5i?13:"1ã".rrff
â;Ír":,ffi1;
sabiduría, realizó las profecías, y así
después de tres días de muerto, Y lo
tir. Su carácter, frívolo en religión
Itades sin profundüarlas. Y aun si se
titubea en
do este uso
simple eco
su natural
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VIDÂ DE NUESTIIO SEfrOB JESUCBISTO
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I
l[ONSEfrOB LE CÂMU§
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I
CAPITULO III
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MONSENOR LE CÀMUS
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EhÉs
YIDÀ DE NIIESTBO SEfrOR JE§UCRISTO
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MONSEftOR LE CAMUS
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VIDA DE NUESTRO SEfrOR JESUCRISTO 9l
como un vasto jardín, Palestina, eortada enteramente por
montaflas y valleeitos sureados por desecados torrentes,
podía ser regada únieamente por el âgua del cielo De
este modo se reservaba Dios el derecho de recompensar la
fidelidad de su pueblo dando á la tierra lluvias y rocíos
fecundantes, ó de eastigar sus prevaricaeionu, los
eielos y dejando al sol devorar el estéril suelo ""rrârdo
gue se reeis-
tía á alimentar á,los prevaricadores (1).
Con la bendición de Jehová, este país ofteeía át sus ha-
bitantes leche y miel, pues ni faltabán pastos á sus reba-
flos ni flores y sol á sus abejas (2). Empero, al soplo de la
cólera divina, los vientos del desierto quemabro lr. plan-
tas, seeaban las viflas y agotaban los manantiales; la langos-
ta, 6u modo de nubes, invadí^ y devoraba lo que quedãba
de vegetaeión, y l* tierra, con sus profundor rr.rãimien-
tos, reeordaba á aquel pueblo sus deseuidados deberes. En
una palabra, la naturale za entera teníalo todo dispuesto
p1r, que rsrael, siempre bajo la tutela y autoridad inme-
'diata de Jehová, su seflor, conserlra." ,irm y ardiente la
centella guo, más tarde, había de abrasar al mundo.
Por lo demás, á frn de asegurar mejor su perseveraneia
Íutura, reeibió una ley soeial que tendia á, sepanarle de
todos los demás pueblos. Los obstáeulos flsiõos debían
completar este aislamiento, ya que el O. estaba formado
por una eosta marítima poeo favorable al anelaje de las
embarcaciones, en tanto que por el S., el E. y el N. difi-
eultaba sus relaciones internacionales un eíreulo de de-
siertos y montaflas. Finalmente, la hostilidad perpetua de
los pueblos vecinos, sirvió al prineipio y dorarie siglos
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92 IIÍONSEfrOIT LE CÀMUS
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E
VIDA DE NUESTBO SEfOR JESUCRISTO
(1) No hace mucho que se ha comenzado á explorar con éxito esos paí-
ses, hoy casi desiortos y á l<rs'que no se aventura uno á entrarsin correr pe-
ligro. Yéanse'Warren Erpedition to ühe Dasú of the Jord,am; Selah Merrilt
East of the Jord,an, Londres, 1881, y los interesantes tra,bajos de M. Schu-
macher, particularmerte Across the Jord,an, Londres, 1886. Este sabio explo-
rador, ó quien encontramos en Palestina, continúa, por el D. P. Yerein, stts
investigaciones acercâ de la Transjordana.
(2) AW|.,YIII,2,3j B.J.,I[, S,, f ;IY,l, f.
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MONSENOB, LE CÀMUS
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YIDÀ DE NUESTRO SEfrOB J.E$UCRISTO 9ó
(t)
' (2) Antiq., XIV, lB, B; B.f., t, tB, 1.
Este nombre, en efecto, permanece aún BG af,os después de la muer-
te de aquel rey. Ántiq., XIX, ó, l, y Tolomeo, Geogr., Y, ta, dicen Abita d,e
Lysan'i,as.
(B) B. J., Í,2o,4.
(1) Antúq., XV, 10, 1.Asílohlobservado juiciosamente Suskind, Symb.
Ea., p.I, pá8. 21, y p. 1II., pág. 23 y sig.
ad, illwsú
.(rl. Ya en 1737, había Ieído Pococke sobre las ruinas de Abila una ins-
cripci Bockh y Fra
1853, ierto Nimfeo
daba templo y las
de los dos Seflores Augustos y de su câsa». La fórmula rôv Kvpôw zepaorôv
puede remontarse, todo lo más, á la época en que Tiberio fué asociado al Im-
perio, aflo 12 a. de J., y probabilísimamente el tetrarca mencionado en la
(6) Poseemos monedas que en el anverso tienen acuf,ada una cabeza cir-
en el reverso una Minerva de pie con la inscripción:
oJ] rer .l'lxrupno>. Yéanse Sestini, Lettereiedissert.
fig. 8, y Lenormant, Irésw de numis., paiís, 1g4gl
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96 MONSEfrOR LE CAMU§
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YIDA DE NUESTR,O SEfrOB JESUCBISTO
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ITÍONSENOR, .LE CÀMUS
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VIDA DE NUE§TR,O SENOII JESUCRTSTO
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100 MONSEITOB, LE CÂMUS
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VIDÀ DE NUESTRO SEfrOB JESIICRISTO 10r
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toz MONSEfrOR LE CÂMU§
(l) Yisitamos con especial cuidado este país en nuestro tercer viaje, en
1899, y las poblaciones de metualis que en él se encuentran recuerdan aün
por sus costumbres lo que fueron sus antepasados..
(2) Gen., XLIX; Dewt., XXXII.
(3) Math., XI, zt.; Lwc., X, 13.
(4) Bell. Iud,.I[.,3.
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VIDÀ DE NUESTRO SEfrOR, JESUCRISTO 103
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lo4 MONSEftOR LE CAMUS
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VIDA DE NTIE§TBO SEftOR JESUCBISTO 10ó.
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I06 MONSE§OR LE CÀMUS
(l) Plinio, Hist naú., V, 17. Prescindiendo de este pasaje, hay que buscar
enseflanzasmásprecisasen J.oseÍo. B. J.IIr 8, 12-13; Antiq., X[I, 5, 9; XY,
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YIDÀ DE NUESTRO SEÉOR JESUCRISTO r07
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t08 MONSBfrOR LE CÀMUS
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VIDÀ DE NUE§TBO SEfr'OR, JE§UCRISTO 109
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110 ML)NSE§UR LE CAMUS
r de Abril de 1898'
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VIDÀ DE NUESTBO SE§OR JESUCBISTO lll
(1) ó de Parusch,
Comú , pero ellos se d
con el ó miembros de
especialmente á la estricta observancia de la ley. Y. Wellhausen, Die pha-
ristier und die Sadd,uccier, Greifswald, 1874. Puede tanrbién leerse con
interés Hausrath, Le temps d,e Jésus, vol. I, parte 8., y Cohen, Les phari-
siens, París, 1877.
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tt2 MONSENOR, LE CÀMUS
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VIDÀ DÚ NUESTRO SEÉOB, JESUCRISTO ll3
mal respondían á la piadosa eonfi alaza, depositada en ellos!
En vez de haeer revivir en las masas, por una enseflanza
seria y substancial, la arraigada religión de los viejos is-
raelitas, perdían el tiempo en las áridas diseusiones de las
tradiciones rabínicas.
El más célebre de ellos, Ilillel G), á, quien reeiente-
mente y por capricho, se ha pretendido rodear de una au-
reola de iniciador que le aplasta, no fué gran cosa más que
Bus maestros Semaya y Abtalión, el Sameas y el Pollión de
Josefo (2). Su dulzura, su amor á" la eieneia, la sencillez de
sus eostumbres y sus demás virtudes le aseguraron la eon-
nideración personai de sus contemporáneos; quizás llegó á
eneontrar más de una vez, en el fondo de su alma, algu-
nas sentencias morales que le honran. Como resultàdo
final, su ensefla,nza en nada eambió la eorriente que arras-
traba al rabinismo de su tiempo á" la sofoeaeión eompleta
de toda sincera emoeión religiosa.
A su lado, Sammai, su adversario, Simón, hijo suyo, y
Gamaliel, su nieto, emplearon toda su autoridad en haeer
prevaleeer más que nunea estrietísimos puntos teológicos,
manteniendo y desarrollando las preseripciones de un ri-
tualismo ridículo. Reunidos todos, y como para demos-
trar una vez más que los Libros Sagrados de Israel eran
efeetivamente fruto de una inspiraeión del eielo y no del
genio naeional, aeabaron por crear ese miserable producto
::
sa 'arrar,
3'f;:üT,1".il?1,-T?i;:;
leÍe oÍ Christ,vol.II, p. 458-460,
han recogido, por su propia cuenta, los principales datos biográficos suminis-
trados por el ?almud,, Convengamos en que aun Ios rasgos de virtud atribuí-
dos al ilustre rabino tienen algo de pueril, y eue, por un lado, no desento-
nân gran _cosa de Ia nota general del ?almud. En cuanto â sus máximas, al-
.gunas, á_decir.ve_rdad, se acercan mucho al Evangeliol pero, escritas mucho
tiempo después !e é1, en una época en que estaban ya extendidos universal-
mente nuestros Libros Santos, podrán perfectamente ser más cristianas que
judías. -Delitzsch, en un corto perointeresantísimoescrito: Jesus und,Eitiel
Erlangen, 3.' edición, 1879, ha sacado la siguiente conclusión: «Distan tan..
to las tendencias del uno de las del otro, como el cielo de la tierra. Hillel
hizo casuística para su pueblo, Jesús hizo religión para la humanidad».
(z) Ant.,XIYr9,4i XY, t, to, n.
8 T.r
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tl4 MONSEfrOR LE CÂMUS
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I
VIDÀ DE NUESTB,O SEftOB JESUCBI§TO ll5
toda Ia existencia social, individual y deméstica. Apenas
bastaba la vida de un hombre para aprenderlas, lo cual
equivale á decir que no había fuerza humana capaz de ob-
servarlas.
Así, en virtud de reaeción violenta, había sacüdido el yu-
go de todas aquellas supersticiones, y aun del mismo ritua-
lismo legal, un partido, Ia secta de los saduceos(1). Estos ad-
versarios suprimían, con el abuso de la Ley, la Ley misma.
No son raros entre los reformadores religiosos los ejem-
plos de tamaflas exageraciones. así es el espíritu humano;
no sabe moderarse en la victoria, I sale bien pronto, por la
puerta del error, del lugar que legítimamente ocupara en
nombre de la verdad. Las observaneias del culto exterior
no deben, indudablem o pre
que la moral, porque la aca-
barÍa el hombre por cr á las
prácticas exteriores de que se rodea, mientras se deja arre-
batar por detestabilísimas pasiones. Empero, dada nuestra
naturaleza, obbienen importancia real estas observancias,
y no han sido suprimidas jamás impunemente por el or-
gullo y las Íalsas teorías filosófieas.
Burlándose de las prescripciones y del espíritu separa-
tista de los fariseos, los saduceos aeabaron por converbirse
en escéptieos, mundanos, rebelcles. Se mezelaban gustosos
eon los paganos, aeeptaban su género de vida, frecuenta-
ban sus diversiones públicas. En estas eondieiones, su mo-
ral se desvanecía con la misma rapide z qtre su piedad. Yi-
vÍan una vida fá"cíI, no regulada por precepto alguno, nega-
ban la inmortalidad del alma, Ia existencia de los espíritus,
y sólo admitían á un Dios gobernado por el acaso. Sadoc,
su fundador, había dieho: (No te separes de la mayoría.)
Se les vió someterse sin escrúpulo á" todos los gobiernos
que les àseguraban el bienestar, en vez de velar por la sal-
vaguardia de la religión de sus padres. Así llegaron á ab-
dicar los nobilísimos sentimientos de los verdaderos israe-
_(tl Yéase Ed. Montet, Essai sur les origenes d,es partis sadd,ucéen et
Pharisien, etc., París, 1883.
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r16 UONSENOR LE CÀMU§
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YIDÀ DE NIIESTRO SENOR JE§UCBI§TO tr7
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r18 MON§ENOB LE CAMUS
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YIDÂ DE NIIESTBO SEftOR JESUCBISTO 119
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120 MON§ENOR, LE CÁUUS
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YIDÀ DE NUE§TBO 8EfrOB JEBUCBIITO lzr
Ànio Rufo y Yalerio Grato ejercieron la autoridad con
moderacíón, gozando el país de relativa tranquilidad; pe-
ro su sucesor, Poncio Pilato (25 de J. C.),desdefló la polí-
tica de contemplaciones, y no obstante las tempestades
provocadas por su carácter duro, del cual él mismo aeabó"
por ser víctima, aeostumbrô á,los judíos á soportar el yugo
de Romà y á eonsiderarse como un pueblo conquistado.
Así, pue§, en la época en que va á, desarrollarse la his-
toria de la manifestación divina, veíase, no tan sólo en
Cesárea, sino en la misma Ciudad Santa, pagearge como
dueflos por las calles á los soldados romano§. Flotaban su§,
estandartes en todas las plazas fuertes del país. A la en-
trada de cada población, sentábanse, en nombrelde Roma,
los recaudadores de las contribuciones. El procurador ro-
mano administraba justicia; sólo él ejercía en Palestina el
derecho de vida y muerte sobre sus administrados. Era,
pue§, completa la disolución política del pueblo judro. Ca-
da una de las tres partes en que había dividido Herodes
su reino, tenía distinto soberano, sólo unidos entre sí por
un humillante vasallaje á Roma, quien se había reservado
el dominio inmediato sobre Judea, punto céntrico de aque-
lla antigua teocracia. La dignidad de gran sacrificador era
un puro fantasma, que se anulaba ó se restablecía á capri-
cho de los procuradores. Yalerio Grato, en el aflo 14, des-
tituyó á' anás y le dió en tres aflos cuatro sucespres, el
último de los cuales, José Caifás, fué suficientemente vil
para mantenerse en el pontificado durante diecinueve aflos.
rndudablemente que el pueblo protestaba contra la tiráni-
ca arbitrariedad del usurpador, conservándose adictísi-
mo y respetuosísimo para con el antiguo gran sacerdote
destitúdo; sábese, en efecto, que anás continuó siendo
siempr_e er verdadero pontífice para los creyentes; pue§
según la ley mosaica, la dignidad de sumo sacerdot"
vitalicia, y si un intruso llegaba á ser de hecho gren "ru
sa-
cerdote, jamás lo era de derecho (1). El desorden,lmperg
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122 UONSEfOB I,E CAUUS
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DIYISIÔN DE LA OBRA
Tal cual brota de nuestros Evangelios, la vida del Sal-
vador, rápida, brillante, llerra de peripecias, se nos presenta
como un drama strblirne. Debemos, pues, naturalmente
busear en ella las tres etapas de toda acción dramática:
preparación, nudo y eatástrofe. Por eso hemos dividido
nuestro trabaio en tres partes prineipales: Los Com,ienzos
d,e Jesús, s?/ Vid,a pública, su trin.
En Los Comienzos de Jesús, tomando ejemplo de San
Marcos y San Juan, entramos bruscamente en materia.
Resuena en el desierto la voz del Bautista, y ApaREcE EL
MrsÍas nrv Isnenr,; tal es el asunto del primer libro de
nuestra primera parte.
Pero á los treinta afi.os tiene uno tras de sí un lar-
go pasado; á llenar este vaeío, es decir, á la ursronr RE-
Tn,ospnoTrva onr, MnsÍEs, consagraremos el Iibro segundo.
En fio, nadie emprende una gran obra sin aquella
pREpaRAcróN rNMEDrara que asegura su buen resultado.
El tercer libro de los Comienzos de Jesús nos mosfuará, al
Mesías pasando por esta preparación moral, y definitiva-
mente introducido en su pueblo por el solemne testimonio
de Juan Bautista.
La Vida Públicar gue compond rá" la segunda parte, la
más rica é importante de la historia dei Salvador. se sub-
dividirá también en tres libros, por cuanto entrafla tres
períodos distintos: per'Íodo de Expr,oRAcrórs cENERAL, po-
ríodo de cnnlcróu nx Gar,rLEA, per'íodo de r,ucrrn nx Ju-
pnl (1).
(l) Esta división, que tiene la ventaja de sermenos superficial que la di-
visión por aflos, sigue con mayor respeto que las demás el orden de los rela-
tos sinóptieos, conservando todo el orden de San Juan. Para los sinópticog
efectivamente, el ministerio público de Jesús pârece sólo tener dos fases: la
primera enteramente en Galilea; la segunda enteramente en Judea. A duraç
p€nffi, alguna que otra expresión, escapada á su pluma, nos permiten juzgar
si tuvieron conocimiento de otras üsitas hechas por Jesús á Jerusalén, fuerr
de la visita úItima y fatal. Yieron sencillamente como nosotros que Jesús
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L-
124 }IONSEfrOR LE CÀMUS
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VIDA DE NUE§TBO SEftOB JESUCRISTO t26
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PARTE PRIMERA
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LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO PRIMERO
El Precursor
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MONSEfrOR LE CÀMUS
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VIDA DE NUESTBO SEftOR JESUCRISTO 131
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132 r[ONSEftOB LE CÂMUS
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YIDÀ DE NUESTBO SEftOR JESUCRISTO 138 t
sino de gracia y bendición. En vez de temblar, debe Za'
carías regocijarse y dar gracias, pues van á" cumplirse,
contra toda esperanza, los votos de su eorazón, estériles
durante tanto tiempo. Tendrá un hijo; y en su nombre de
Juan (Jehochanan, Jehoad; hace gracia),llevará este hijo
el feliz presagio de la influencia religiosa que debo eier-
cer. Así, su nacimiento no sólo será un regocijo de fami-
lia, sino un aeontecimiento nacional qué excitará gran e§-
tremecimiento de entusiasmo en Israel. En efecto, por §u
virtud y por su autoridad moral, Juan Ilegará á ser gran-
de delante de Dios como delante de los hombres. Renun-
ciando á, las comodidades de la vida, y bajo un exterior
mortificado y aun salvaje, suseitando los antiguos tipos
de la piedad teoerática, el joven r:.azàreo hará renacer en
el corazón de los nif,os los sentimientos de los patriar-
cas sus padres. Tal será á 1o menos su empresa ideal. Po-
drá" poner obstáeulos á sus esfuerzos la libertad humana;
empero, operario enérgico, ro consagrará con menos ar-
dor su vida el nuevo EIías á despertar y transformar al
pueblo que Dios va á visitar.
La promesa del ángel respondió plenamente á" los viví-
simos deseos del eora zôn de Zacarías.
Con todo, y por efecto de una inconsecuencia sobrado
ordinaria en nuestra pobre naturaleza, duda eI saeerdote
en creer lo que con tanto fervor solicita. (ilEn qué conoee-
ré esto?-exclamó.-Porque yo soy viejo, y mi mujer avan-
zadaen días)i. 1Cuántos otros creyentes reclamaron anti-
guamente signos, como garantía de Ia palabra divina, sin
hacerse por ello culpables delante de Dios! 1Cuántas veees
había placido al cielo ofrecerse él mismo para mantener
la t'e de los que probaba! Y, no obstante, he aquí que, en
esta ocasión, va el ángel á reprender severamenbe la vacila-
ción y la duda de Zacarías. Sólo al Seflor, escrutador de
los eorazones y de las más profundas interioridades, per-
teneee comprobar las disposiciones morales de los que le
preguntan. Pueden' dos hombres pronuneiar una misma
palabra, efectuar Ia misma acción, 5r, no obstante, mediar
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134 MONSEfrOB LE CÀMUS
(1) Como en varios otros pasajes del Evangelio, la palabra «mud.o» sig.
nifica aquí sordomudo. Ilállase Ia prueba de esto en lo que pasó en el mo-
mento de dar nombre al infante nacido.
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VIDÀ DE NUESTRO SEfrOR JESUCRISTO t35
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l[ONSEftOR LE CAMUE
(l) Tal vez con esto indica el Evangelista las fuentes de donde saca s[
relato.
(2) Este cántico es de tal modo de origen judIo, que es más fácil tras'
ladarlo de nuevo del griego al hebreo ó al arameo, que traducirlo á nuestros
idiomas modernos.
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YIDA DE NUESTBO SEftOR JESUCRISTO r37"
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138 MONSEftOR LE CÀMUS
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VIDÁ. DE NUESTRO SEfrOB JESUCRISTO r39
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I
CAPÍTULO II
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VIDÀ DE NUE§TBO SEfrOR JEBUCBISTO 141
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142 MON§EfrOR LE CÀMUS
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I
VIDÀ DE NUESTRO SEftOB JESUCB,ISTO 143
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744 MONSEfrOR LE CAMUS
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I
CAPÍTUIO III
sigwiente.
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-r
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I
r50 IIONSEfrOR LE CÀMUS
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VIDÀ DE NUESTBO §EfrOB JESUCR,ISTO 151
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162 MONBEfi'OR, LE CAMU§
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I
CAPÍTUIO IY
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tó4 }ÍONSEíIOB LE CÀMUS
(1) Juamrl,47.
(2) Recuéráese que, según hemos visto, eran de edad avanzada al nacer
Juan Bautista.
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\IIDÀ DE NUESTRO SEfrOR JE§UCRISTO 155
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-V
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I
VIDÀ DE NIIESTBO §Efr'OB JEEUCBI§TO r57
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MONSENOR LE CÁMU§
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YIDA DE NIIE§TRO §EfrOR JESUCRISTO
(l) .Lct.,X,38.
(2) À[úm.r IY, 3, 47. Sin embargo, en el cap. VIIr, 24, es admiüido el le-
vita á los veinticinco aios.
(3) Jenofonte, Mernor. t; Dionisio de Halicarnaao, E,ist, IY,6.
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r[ONSEftOR LE CÀMUS
(l) Iirc,ÍÍ,19.
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i*rEis: -.*i*Fg-!--
LIBRO SEGUNDO
CAPÍTUIO PRIMERO
La genealogía de Jesús
§eflalan los Evangelistas dos descendencias de Jesús, porque tiene dos na-
turalezas.-Como Logos ó Terbo encarnado, desciende de Dios Padre, de
quien es igual.-Como hombre, desciende de David por José, su padre se-
gún la ley, y por MarÍa, su madre según la sangre.-Comparación de las
genealogías d.e San Mateo y de San Lucas.-Sus caracteres respectivos.
(Junnrl, l-18; Mat, f, t-17; Lwe.rIII, z3-s8).
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--/
XII, 4-5- Zac., XIT,10, etc.) y q.ue debía de ser el mediador definitivo.
Personifican también la Sabid,urío divina (Pror'., YIII) y la hacen partícipe
en la obra de la creación. Finalmente, la lVemra 6 Palabra del Eterno se
les aparece como un agente particular de la actividad divina en el mundo
(§al. CYII,20;CXLYII, tr-Is., LY, l1), siendo e]la á quien dijo Dios:
«Siéntate á rni diestra». Como la Palabra, órgano de la revelación divina,
encierra eminentemente la Sabiduría de Dios y es también su agente perso-
nal, su udía es
San Ju a de Jes
ficar al el de la
Jehová, los cuales, en realidad, no eran otra cosâ que la manifestación
personal y exterior de Dios. Le dió tal vez el nombre de Logos, ferbo ô Pa-
iabro, paia demostrar á los judíos helenistas, partidarios de la filosofía ale-
jandrina, que debía buscarse sóIo en Jes rs la personificación del interme-
ãiario necelario entre Dios y eI mundo. El Logos con que soflaban ellos, en
sus especulaciones filosóficas, era una fantástica abstracción1 el que anuncia
San Jüan es una realidad. Los discípulos lo comprobaron con sus ojos y sus
del Padre
d.
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YrDA DE NrrEsrno sp§on JnsucBrsro r63
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F
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VIDÀ .DE NUESTRO SENOR JESUCBISTO 165
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r66 MONSEftOB LE CÂIIUS
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VIDÂ DE NUESTn,O SEfrOB JESUCBI§TO 167
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t I
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168 MONSEfrOR LE CÀMUS
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YIDÂ DE NIIESTBO SEfrOR JESUCBISTO r69
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r70 MONSEftOB LT CÂMUS
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VIDÀ DE NUESTBO SEfrOR JESUCEISTO 171
José.
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t72 }ÍONSEüOB LE CÀMUS
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il
VIDÀ DE NUESTRO SEfrO.R JESUCBISTO u3
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174 MONSENOR, LE CÀM['S
(1) Han opinado algunos que estos nombres designan, en las dos geuea-
logías personaies diferentes (Y. Wieseler)-Otros se han acogido á la leydel
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YIDÀ DE NIIESTRO SENOR JESIICRISTO t7ó
levirato, y en fin, varios han supuesto que el mismo personaje era hijo real
en unâ rama é hijo adoptivo ó hijastro en la otra. (Y. para una discusión
'
completa á Grimm, Einh. der Eaamg., p. 737 y sig.; flervey, Gerwalogies of
our Saaiut1 Londres, 1853.)
(l) Dxod., YI, ta.
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---r----
r76 MONSENOR, LE CAIIUS
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I
CÀPITULO II
Concepción de Jesús
Como Adán, el hombre nuevo no debe nacer, sino ser creado.-María,la es'
posa (I) de José, es la elegida del cielo para cooperar á esta creación.-Men-
saie del Ángel.-Coloquio arrobador.-María se convierte en Madre del
Ilijo de Dios.-Apresúrase á comunicar á Isabel el secreto celestial.-
EL Magnificat revela toda su alma. (Lwc.r I, 26-ó6).
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E
178 MONSEÍOB LE CÀMU§
(1) Parece que fué muy común en aquella época el nombre de María. AsÍ
vemos que lo llevabrn varias mujeres del Evangelio, como María Magdale-
na, María Salomé, María madre de Marcos, y otras. Só1o que, mientras és-
üas sonllarnadas Mapto.,la Madre de Jesús es llamada invariablemente, en
HominativorMdpía,p,.En Josefo, Ap,tiq.rIYr416, este mismonombre se escribe
lÚ.opú,py,r1 ó NIopú. p.tr1.
iAfladíase la letra p pata acercârse más al original hebreo Miryamrpopu-
larizado por la hermana de Moisés, la única, por lo demás, de este nombre
entre todas las mujeres conocidas de Ia Antigua ,tlianza, ya que, Paralip,
IV, 17, menciona probablemente un hombre? Es posible. Ordinariamente es
fácil fijar la etimologÍa de los nombres hebreos, sobre todo si son de muje-
res, las cuales casi siempre llevan nombres de frutos, de flores, de animalesr
Gacela, Azucena, Rosa, Manzana, etc. No ocurre lo mismo con el nombre de
María; la variedad de significaciones que se han propuesto del nombre de
Maríam es muy considerable. Los Onomd,stica griegos, falsamente atribuí-
dos rí Filón y á Orígeues, dicen que Maríam viene de rnar «amargo» y de
iam «mar», ó también de rnareya (soberana», si se le hace derivar del ara-
meo. San Jerónimo se detuvo en estos dos sentidos: «Melius est-dice,-ut
dicamus, sonare eam stillant maris, sive arna,rwm nulre. Sciendumque quod
Maria, sermone syro, donúmo nuncupatur.» Sabido es el provecho que han
sacado la poesía y la elocuencia del descuido de los copistas en escribir des-
de el principio stellam, pot stillarn, á pesar de que el gran doctor nunca pen-
só en traducir pot estrel,l,a el substantivo m,arrque en lsaías, XL, ló, signi-
ftca gota se halla traducido en Ia Yulgata por la palabra stilla. Pero si
y
María sólo una transformación del antiguo nombre hebreo Miryam, éste.
es
es el que debe sugerir la etimología real. Ahora bien, suprimiendo la termi-
nación attür.q:ue no es ni substantivo, ni adjetivo, ni siquiera sufijo de la ter-
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YIDA DE IrTIESTBO SEftOR JESUCBISTO u9
y_ como p"r? vengarse de este sileneio, multiplic6 i,
-4.t,
leyenda, desde el prineipio, las narraeiones más ,rri, y me-
nos verídieas; eiertos Evangelios apóerifos están llents de
ellas; pero andaría muy equivocadó quien pretendiese en-
eontrar algo serio en tan pueriles eomposi"ior., o). Ni las
artes, ni sobre todo la piedad deben beLer su inspiraeión en
rlondequiera que àparezea evidente la obra de ü mentira.
Lo que no se halle en la verdad ha de ser rech azado enér-
gieamente eomo peligroso y mal sano; conÍormémonos con
no saber nada de lo que nada quisieron decir los verdade-
ros Evangelios.
- rriia probablemente de r{elí-Joaquín, tenía María por
hermana, ó mejor, por euflada t2), á, la mujer de cleoiás,
llamada María, como ella. aunque perteneeiente á la tri-
bu de Judá, tenía algún parenteseo (B) @tryyefis) con ra de
Levj, I .o deseendeneia davidica no le impedía ser parien,
te de rsabel y zaearías, miembros de la àsta sacerdotal.
cuando aparece en el teatro de la historia eoargélica,
ffi"rebeld,eónunsÜraherunosa.Elultimosentidoseríamásagrada.
bleque el primero, pero probablemente menos --- rc---J
(x;
(*) Muchos hebraüantes pondrían grandes dado. ,os á dobre etimoro-
gía final.-(N. del T.) "st*
(l) Notable éxito é influencia lastimosa obtuv
de Oriente, una de ellas; tal es el proto_evangeliq
ta hechos anteriores ó lo consignado en nuestros
milagroso nacimiento de Maríã, su educación en
i+!tr:"!r;;J,.uf,lifbf,;
XylI, 7, y LXXIX, 5, etc. Aun cuando
,fítÍJ,iill#ii:Í*,.TT:iH13:f Í:l_
bajo.una forma dobre y óoo ai""r.o". ãár-
arrouos, en er Euangdio "id"oüe,
Pscud,o Mateo. Así fué c
una_piedad mal aconsejada cre
tes leyendas tienen alguna vez curiosidad de
un fácilmente del crédito recen. (y. en Thilo yTi-
rvpl*).
que las dos herTanas llevasen el mismo nombre.
(B) rruc.rr, 86.
ez hermana de José' Juam' xlx' zi'--
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180 MON§EftOR, LE CÀMII§
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YIDÀ DE NUESTRO SE§OR JESUCRISTO 181
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182 MONSENOR LE CÀMUS
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VIDA DE NIIE§TRO SENOR JESUCBISTO
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IIONSEfrOR LE CÀMUS
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YIDÀ DE NUESTRO SEÍTOB J.ESUCRISTO 18á
(l) Lwa,III,38.
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ts6 MONSEfrOR, LE CÀMUS
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VIDÀ DE NUESTRO SEI\?OR JESUCR,I§TO 187
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188 MONSEftOR LE CAMUS
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VIDÀ DE NUE§TBO §EfrOB JESUCRISTO 189
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190 MONSEÍTOB LE CÁMUS
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I
YIDÀ DE NUESTBO §DfrOB JESUCEISTO t9I
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t92 MONSEftOE LE CÂMUS
(I) He aquí los lugares en que la ciencia exegética ha ido á buscâ,r los
cántico: Sal,rnos
obre todo Reyee,
XLI, 8, y Miq,
ol. I,pág. 109.
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b--
€n caravanas á Jesusalén.
13 T.I
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'\.--â.---Yl
CAPÍTUIO III
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VIDÀ DE NIIESTBO SEftOR JESUCRISTO I9ó
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YIDÀ DE NUE8TRO SENOR, JESUCRISTO r97
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r 198 MONSENOR LE CAMU§
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VIDÀ DE NIIESTBO BEÍOR, JE§UCR,ISTO r99
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MON§EÍIOR LE CAMUS
sifica entre los galileos incrédulos: «Sus herrnanos tantpoco creían en é1,» y
Jesús les dice con severidad que «el mundo no puede aborrecerlos», porque
son todavía del mundo y están fuera del reino de Dios. No debiéndose en'
tender cosa semejante de los miembros del Colegio Apostólico, (compárese
Juan, XY, lg), sólo resta echar sobre José y los maridos de las hijas de
Cleofás, llamadas hermanas de Jesús, la acusación de incredulidad que sê
nos objeta.
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I
VIDÀ DE NUESTRO SEftOB JESUCBI§TO 201
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CAPITULO IY
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VIDÂ DE NI'IiSTRO SÜfrOR J.USUCBISTO
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MON§ENOE LE CAMUS
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IrIDÀ DE NUESTRO SEftOB JESIICBI§TO
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206 MONSEfrOR LE CÂMUS
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rh
YIDÀ DE NUESTR,O §EfrOB JE§UCRISTO 207
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MONSEFOR, LE CÀMUS
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VIDÀ DE NIIE§TBO SE§OR JESUCRISTO
que se habían aparecido los ángeles á los pastores. Los restos de una iglesia
con su catacumba y de un vasto convento inducen á creer que, desdJmuy
14 T.I
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=!h-
210 IIOII.SEfrOB LE CÂMUS
Y
los pastores escuchaban arroba,fos estos entusias'
mos del mundo invisible que habían de dar la nota á' las
adoraeiones de la humanidad. En preseneia de la obra de
las obras, ante la Encarnación, este prodigio obrado por
Dios en medio de los siglos, debe el mundo prorrumpir en
un grito de admiración, de alabalza,, tle agradccimiento,
subíendo de cielo en cielo hasta las profundidades en que
tiene asiento eI Eterno. EI mensaje de paz escrito en car-
ne humana acaba de ser dirigido á Ia tierra por Dios Pa-
dre, eI Ju,ez por tanto tiempo irritado é inexorable. Toca
aI hombre, en su'buena voluntad, acogerlo si quiere par-
al principio, fué venerado por los fieles este lugar como el teatro tradicionatr
de la manifestación celeste.
tue forma una especie de dístico con
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VIDA DE NUESTBO SEftOR JESUCBI§TO 2tt
(Yamos á Belén y veamos la realización de esta nueva
que el Sef,or nos ha comunicado). Naturalmente y sin va-
cilaciones, las almas sencillas y buenas siguen las seflales
venidas de Io alto; ni siquiera sospechan que haya podido
Ber engaüada su rectitud. A toda prisa, pue§, se dirigieron
los pastores á Belén.
Es probable que no hubiera aquella noche muchos ni-
flos recién rracidos en la ciudad de David, y, €n todo caso,
nadie más que el Mesías tenía por cuna un pesebre. Han
supuesto algunos intérpretes que los piadosos pastores,
habitantes ordinarios del khan y del establo, conocían ya
á la Sagrada Familia y partieipaban do sus esperanzas.
e, debió ser grande su dicha al con-
de 1o que el Angel les había anun-
pesebre, encima de un poco de paja,
hallaron acostado al recién Nacido. En torno suyo, y ab-
sortos en una fe extática, estaban María, José y tal vez
algún amigo, alojado como ellos en el establo del khan (1).
Todos juntos, al oir el relato de los pastores, sentían cre-
cer su admiración y la manifestaban. Sólo María, asociada
desde hacÍa mucho tiempo al pensamiento divino de Ia
Redención, parecÍa lirnitarse á un atentísimo recogimiento;
confiaba á la memoria del cora zón el recuerdo de las ma-
ravillas que contaban labios sencillos y sinceros.
La más antigua tradieión nos diee que María no había
sentido los dolores del parto. Esta creencia encuentra un
apoyo en el texto evangélico, porque, según San Lucas,
ella misma tomó en sus manos al niflo que acababa de na-
cer, Io envolvió en pafi.ales y lo recostó en el pesebre, co-
mo si ella sola hubiese sido digna de reeoger eI fruto que,
única entre todas las hijas de Israel, había'merecido lle.
var.
Después de algunas horas de santas conversaciones, oD
(l) Dícese en el Evangelio: «todos los que oyeron el relato de los pasto-
res se admiraron.» Esta pluralidad de oyentes ha parecido designar á otros
personajes fuera de José y María, pues ésta, á lo menos, no parece que to-
mase mucha parte en las erpansivas demostracioues de los asistentes.
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2t2 MONSEfrOB, LE CÀMUS
úos, olvidan
vió aI Ange
es decir, en
calendario i
en que la clase de
su irimera seman viembre-Di_eiembre),
v la sesunda á me o esto así, Jesús ha-
Lría na-cido en Ma hubiese sido conce-
bido en Dicierrbre ó en Junio. Pero nada hay menos cierto que este cálculo
hipotético de las s razones que §e aducen paraha'
ce'r prevalecer una , ya delos_rebaflos que p_asan la
oo.üe al aire libre, que sólo debió ser llevado á ca-
bo en la primaverâ, no son muy poderosas. Aun ho5 los árabes después de
las lluvias de Diciembre, es decir, hacia fines del mes, abandonan sus mora'
das y bajaná la I ertYotros
viajãrosãéleb.es n frecuen-
hráente en pales de verdor
y Tobler asegura que o"jr. dui
redil yapacentarlasP o Para el
el e P-or las
"*prâ.ooamiento,
incãmodidad.es de sus orden de
Augusto en Septiembre, después de la pacificación del imperio, el em_padro-
nan-riento sólo pudo hacerse en invierno para los países tan alejados de Ro-
m& como Palestina. No están, pues, acertados los autores recientes y graYes
qle
vrer
por
por
toó
d,úu (Strotu.,I,21) la opinión de los que colocaban la Natividad ora en eI
Z5 de Pachó,n (20 de Mayo), ora en el Zn de larmuti (2O de Abril). Pero
trfirma que la fecha preferida en la tradición universal de la Iglesia alejan-
drina erâ det 11 al ló de Eibí (del 6 al tc de Enero).
EI Oriente y el Occidente se entendieron, eu efecto, desde muy al princi-
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IrIDÀ DE NUESTRO SE§OB JESUCRISTO
2IB
pio para reconocer que ei nacimiento de Jesús había ocurrido durante una
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214 MONSEfrOR LE CAMUS
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CAPÍTULO V
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216 MONSEÍIOR, LE CÂMUS
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YIDÀ DE NTIESTBO S.EftOR JESUCRISTO 2r7
pues, ric
antes yo
bía d e,
en la serie de los siglos. iSe ha realizado? iEs verdad, Para
quien sepa leer la historia, que Jesús salvó al mundo ayer,
lo salva hoy y lo salva rá" en los siglos venideros?
Desde muy temprano, se Ie dió también al Hijo de Ma-
ría otro nombre: eI de Cristo tt Ungid,o, traducción grie'
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----^\-É- I
IIONSEfrOB LE CAIIUS
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CAPÍTULO VI
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MONSEfrOB LE CAMUS
_ (1) Este error popular proviene de una falsa interpretación del Salmo
LXXI, 1o, Reges ?harsis, etc. En este pasaje no se tratã de la adoración de
los Magos, sino más bien del homenaje que el mundo entero tributa al Me-
-
sías. . Tarsis, en efecto, y las islas eran probabilísimamente tierras euro-
peas.
(2) Núrncros, XXIY, 17.
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VIDÀ DE NIIESTBO SEÍIOR JE§IICBISTO
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MONSsfrOB LE CAMTIS
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VIDÂ DE NUESTRO SDNOR, JESUCA,ISTO
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MONSENOR LE CAMIIS
(l) Miqueas,Y,2.
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E.E-
YIDÀ DE NUEST.EO §EIYOB JESTICBISTO
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MONSEfrOR LE CÀMUS
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VIDÀ .DE NIIESTRO SEfrOR JESUCRISTO I
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I
CAPITULO YII
Purificación y Presentación
(1) Leait' XII, 2 y sig. Para una hija, el período era doble: la impureza
dtrraba dos semanas y la reclusión ochenta días. Y. Michaelis, Mo* 8., § lg2.
(2) Erorl., XIII, z.
(3) Núm.,III, 13-18.
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VIDÀ DE NUESTRO SEfrOB JE§UCBISTO
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MONSEúOB LE CÀMUS
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YIDÀ DE NUESTBO SEfrOB JESUCRISTO 281
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1
MONSEftOB LE CAMTIS
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VIDÀ DE NUESTBO SEfOB JESIICBI§TO 238:
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MON§EfrOB LE CAMUS
legitimaría el z'oÀÀo?s.
épors
-
\z» Elacen no menos que -los detalles biográficos,
rel,aÍados min modesto que ella se atribuye y el tono
particular de la narración.
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CÀPÍTULO YIII
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MONSENOR .LE CÂMUS
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VIDÀ DE NÚEsTB,O SEfrOB JESUCBISTO 237
- rE:"
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Í
MONSEN-OE LD CÂMIIS
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YIDÂ DE NUESTR,O SEíIOR JESUCRISTO
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-
MONSENOR LE CÀMUS
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VIDÀ DE NUE§TBO §EÚOB JESUCBISTO 24L
1a T.I
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CAPÍTULO IX
La infancia en Nazaret
Jerusalén, Nazaret
Después de Jerusalén, (r), patria del Salvador,
N azaret (1) Salvao
Patrla
es la ciudad de los grandes recuerdos Para el cristiano.
Nuestra fe siente indecible alegría al hallar aún en pie
y habitada esta modesta ciudad, en medio de las ruinas
que cubren á Tierra Santa.
Nazaret, en efecto, no ha desaparecido, como tantos otros
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VIDÀ DE NUE§TRO §EfrOB JESUCRISTO
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IIONSEftOB LE CAMUS
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VIDÀ DE NUESTRO §EfrOB JESUCBISTO
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TIONSEfrOB LE CÀMUS
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VIDÀ DE NUÚ§TRO SEfrOR JESUCRISTO 247
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UONSEfrOR LE CAMUS
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VIDA DE NUESTR,O SEftOR JESUCR,ISTO 249.
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:260 MONSEfrOB LE CÂMU§
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YIDÀ DE NIIE§TBO SEfrOB JESUCBISTO 26L
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l[ONSEfrOB LE CÂrfIIS
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I-
I
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CAPITULO X
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I
VIDÂ DE NUESTRO §EftOB JESIICBISTO 2óí.
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256 r[ONStsfrOIr, LE CÀMU§
Chríúiawity, p. 192).
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U
VIDÀ DS NUE§TITO SENOB JESUCR,I§TO 257
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IÍONSEÍIOR LE CAMUS
(1) Y. Justino, Didlogo earc ?rifon,88; Celso, en Orígenes, lib. VI, 86,
quien, en mala ocasión, desconoce el texto de Sau Marcos, VI, a; Teodoreto,
E.E.,III, 18.
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I
VIDÀ DE NUE§TRO SEfrOR JESUCRI§TO
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a
MONSEftOB, LE CÀIIUS
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YIDÀ DE NUESTRO §EfrOB JESUCBISTO
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I
MONSEfrOR, LE CAMUS
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LIBRO TERCERO
PR,EPARACION INMEDIATA A IJA VIDA
PUBLICA
CAPÍTULO PRIMERO
El retiro en el desierto
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MON§EfrOR, LE CÁMUS
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VIDA DE NUESTBO SEÍIOR JE§UCRISTO
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a
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VIDÀ DE NUESTBO SEfrOB JEBUCBISTO
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CAPITULO II
Satanás el adversario
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VIDA DE NUE§TEO SEfrOB JE§UCBISTO
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MONSEfrOR LE CAMUS
(1) Maú.. XII, 25. «Todo reino dividido contra sí mismo será des-
truído.)
(2) Mat., XXV,41. «Id al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles.»
(3) Lu,e., XXIf, 31, donde la acción de Satanás es absolutamente personal
como la de Jesús.
(4) Luc.,XI,2l-22, en donde el hombre fuerte, Satanás, vió arrebatada
la casa por el hombre mós fuerte, Jesús Salvador.
(5) Juan, YI[, 44, (Vosotros tenéis por padre al diablo y queréis cum-
plir sus deseosl él fué homicida desde el principio, etc.»
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J.
(t)
orgullo el que le hizo Pecar á la cabeza de sus ángeles'
Á"todo. efos los fiió la iusticia de Dios en el
"iurou^ente
peeado que cometiáran; y su castigo no -les arrebató ni
sr. u-biciosas presuntuorr,r, á las que debieron su caída,
ni el odio á Dios, contra eI cual se revolucionaron' Déjales
obrar Dios, como consiente obrar entre nosotros á los ma-
Ios, impíos y malvados. Ellos son los prineipales obreros
del mai quó entra en eI plan provideneial de este mundo,
y, ejercitàndo Ia virtud áe los iustos, eontribuyen con fre-
.ãoer.iu áu aqecentar los méritos de éstos. Su acción, según
la Escritura, se ejerce tan sóIo en Ia medida trazada por
la sabiduría y Ia lusticia divina: no pueden, Pues, consti'
tuir un pod". independiente del Dios único, ni conducir-
nos á irldea de ,o peligroso dualismo. No; los demonios'
son simplemente causas segundas; pued_en tentar la virtud
de Job ã la fe de Pedro, [.ro ,o pueden hacerlo sin el
oermiso divino.
' Á pesar de las tinieblas que oscurecen su inteligencia de
,uru.Lrlos y degradados, su naturaleza espiritual los ha-
ce bajo -r.ho, conceptos, muy superiores á las criaturas
irrreüorles y aI hombre mismo. De aquí las influencias
inmediatas que pueden tener sobre la materi* y sobre los
espíritus. Si casi todos los
cia de estos genios malhec
ó sentido; la fe universal se
los siglos. En eI eurso de esta obra veremos confirma'
cla hãcción que ejercen los demonios sobre los poseídos;
'
por Io d.e*ás,'cod, día sentimos la que pueden ejãrce. so-
bre nuestro eorazón.
Duef,os del mundo corrompido, soberanos de las tinieblas'
(z)
que les roclean, según las ex_pr_esiones bíblicas, dispo-
oeo á veees Ia luz i tu oscuridad alrededor de los objetos
que nos proocupan, preparan las coincidencias de modo
qo" po"dão modificar las impresiones de nuestras almas
y .rãitrr vivamente Ia mala concupiscencia que hay err
(1) Í fim.,III, 6.
(2) Efesi,os,Yl, 12,
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I
MONSEÍIOB LE CAMTI§
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VIDÀ DE NUESTRO SEfrOR JESIICRISTO
abandonado?»
T.I
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t
274 MONSENOB IJE CÀMIIS
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-
VIDA DE NIIESTRO SENOR JESUCRI§TO 27Ú
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+-
L-rL
CAPÍTULO III
Historia de la tentación
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!a
VIDÀ DE NUESTRO SEftOR JESUCRISTO
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5 J
278 MON§EffOR LE CÀMIIS
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\
YIDA DE NUESTRO SEfrOR JE§UCBISTO
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MON§ENOR, .LE CAMIIS
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\
VIDÀ DE NIIESTRO SEITOB JESUCRISTO 281'
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bj
MONSEfrOB LE CAMUS
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\_ .J
VIDÀ DE NUESTBO SEfrOR JESIICBI§TO
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MONSEfrOR LE CÀMUS
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VIDÀ DE NUESTBO SEftOB JESUCBI§TO
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hç-
286 MONSEfrOR LE CÂMUS
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YIDÀ DE NUESTRO SEfrOR JESUCBISTO 287
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Ê-
CAPÍTULO IY
(l) Betabara ó Betania, erq según dejamos dicho, el punto vadeable por
'donde los viaieros pasaban el Jordán
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VIDA DE NUESTRO SEfr'OR JESUCBISTO 289
19 T.I
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I
MONSEftOB LE CAMUS
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VIDÀ DE NUESTRO SEftOB JE§UCBISTO 29r
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MONSEfrOR LE CAIIU§
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.rt '*1r-y. '-.F';
PARTE SEGUi{DA
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\-
LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO PRIMERO
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IIOT\SEfrOR LE CAMUS
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VIDÀ DE NUESTBO SE§OR JESIICBISTO
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MONSEfrOR LE CÁMUS
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VIDA DE NU$STRO §EÍOR, JESUCBISTO
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MONSEfrOB LE CAMUS
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VIDÀ DE NIIESTBO SEfrOB JE§UCBI§TO 301
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; Ba
MON§EfrOB LE CAMUS
(1) Treinta y nueve veces toma en los sinópticos este títulol sobre todo
lo hallamos en San Mateo y San Lucas. En San Juan lo vemos usado diez
vece§. fmaginar qre Damier, YII 13, sugirió á Jesús la idea de esta deno-
minación, y alegar á, Maüeo, XXYI, 64, es desconocer la profundidad misma
de una expreción creada, en todas sus partes, por la conciencia religiosa del
divino Maestro, y que arralizó admirablemente desde el priucipio la teología,
de los Santos Padres.
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CAPÍTULO II
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MONSEfrOR LE CÀMTIS
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VIDA DE NUESTBO SEftOB JESUCBISTO
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-;'- -'-'---'
MONSEfrOR, LE CÀMUS
(1) A nadie pasará por alto la analogía entre esta discreta súplica y la de
las hermanas de Lá,zaro, Juan, XI, 3. <<Aquel á quieu amas está enfermo».
(2) Algunos grayes exégetas han dado á las palabras de María un senti-
do demasiado extraordinario para que podamos pasarlo en silencio: «Va á
faltar el vino-diría ella;-levántate de la mesa á Íin de que salgan todos
contigo, y así evitarás aI dueio de la casa el disgusto de hallarse despro-
visto.» Y Jesús habría contestado: <<NÍujer, no pensâmos de la misma ,mane-
râ; no es tiempo de que me vaya, tengo aún algo que hacer aquí.» Cierta-
mente todo esto dista mucho del texio para que pueda acercarse á Ia ver-
dad. La expresión m,i hora tiene siempre en ios labios de Jesús un sentido
más profundo é indica algo solemne.
(3) Nada más variado que las interpretaciones de este pasaje. IInos co-
locando el signo de interrogación al fin de la frase, han dicho: «iA qué fin in-
quietarnos? iNo ha llegado mihora?» Otros traducen: «Mujer, iqué hay de
común entre los dos? No ha llegado mi hora.» Pero lo más frecuente, en la
Escritura, Jueces,XT,tz;IIReyes,XYI, l0;III ReyesrXY[, 18; IY r?a-
yesrllIrJ.S, rí oot significa ddjame em paz, d,éiam,e ha,cer, etc. La pa-
ép.oi xal
Iabra nzujer, en ia lenguaque hablaba Jesús nada tenía de descortés; se to-
maba como sinónimo de sefr,ora.
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VIDÀ DE NUESTRO SDfrOE JESUCBISTO
.1,.*-
(z)Cie-rto que o-bservamos algunos vifledos cuando bajamos á Kefr-Ken-
na, y a_un bebimos buen vino en la casa del párroco; pero no es menos cierto
que todo el pueblo se habría visto en apuros para suministrar seis hectólitros.
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t
I Er§C
IIONSEftOB LE CAMU§
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g*fl
VIDÀ DE NUESTRO SEfrOB JESUCBISTO
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I
310 MONSEftOR LE CÂMIIS
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CAPÍTULO III
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L
312 MONSEfi'OB LE CÀMUS
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I
VIDÀ DE NUESTRO SEfrOB JESUCBISTO 313.
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I
314 MONSENOR LE CÁMUS
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IrIDÀ DE NUE§TR,O SEftOE JE§UCRISTO .3I5
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:]16 MONSEfrOR LE CAMUS
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-À
YIDÀ DE NUE8TBO SENOB JESUCRI§TO 3r7
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CAPITULO IV
(l) No se especiÍican estos milagros, pero más tarde veremos una alusión
á ellos, Juanr lY, +r.
(2) Creían los judíos, êrlorevcaz, en Jesús, y Jesús no creía en ellos, ,úr
êrtarevey.Con este juego de palabras demuestra Juan sobre todo una pers-
picacia notabilísima. Creen aquellos porqug ven las obras exteriores de Je-
iírs; Este no cree, porque penetra en el fondo de su naturaleza, y, después
de Laberse entregaclo desde el primer momento á los generosos y sinceros
galileos, conyertidos en discípulos suyos, se mos-trará reservado con proséli-
tos á quienes aprecia mucho menos. Esta es la diferencia que establece táci-
tamente el discípulo.
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$Êa x
VIDÀ DE NUESTEO §EftOR JESUCBISTO 3r9-
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rE
MON§EftOE LE CAMUS
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4
VIDÂ DE NUE§TBO STftOR J.ESUCR,ISTO 32t
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MONSEfrOE LE CÀMU§
(l) lPensaba Jesús, cuando por analogía tomaba su imagen del vibnto, en
Dccles., Xf, 5, ó es que realmente oía soplar el viento por las calles de Jeru-
salén? Poco importa. De hecho, la comparación es muypropia, por caracteri-
za"r la acción misteriosa, súbita y creadora del Espíritu Santo.
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YIDÀ DE NuEsTRo spfron JEsUcRISTo
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IION§EffOB I,E CAIúIIS
(1) Aparece aquí por vez primera el inexorable es preciso (ae),_ impues-
to por hjusticia divina. Yolveremos á encontrarlo más tarde en Ma1rXYL
2L1Luc., XXIV, 20.
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YIDÀ DE NUESTBO SEÍOR JESUCBISTO
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MONSENOR, LE CÀMUS
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VIDA DE NIIESTRO SEfrOR, JE§UCBISTO
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CAPÍTULO Y
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ü-
YIDA DE NUESTRO SENOB JESUCBISTO s29,
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MONSEfrOB LE CÂMUS
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*rfl,
VIDÀ DE NUESTRO SEftOB JESUCRISTO 331
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MONSEfrOE LE CAMI'S
Sin dar oídos más que á sus celos, habían dieho los dis-
cÍpulos que todos corrían á Ét. Juan, atendiendo úniea-
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YIDÀ DE NUESTBO SEftOB JESUCBISTO
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CAPITULO YI
Jesús y la Samaritana
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VIDA DE NU.ESTBO SENOB JESUCBISTO 33ó
(1) Ilan supuesto varios autores que Sicar y Siquem eran una misma.
ciudad, pareciéndoles que Sicar era unâ transformación ma,liciosa, un apela-
tivo degradante de Siquem. Los que así opinan hacen derivar la pa,|abra Si-
car deschequer «yrc\tira,»refiriéndose al pasaje de Elabacuc, lI, 18, ó bien-y
con mayor probabilidad-de schiccor {borracho,» en recuerdo de los embria-
gados de Efraím, de que habla Isaías XXYIL t. No encontramos, sin em-
bargo, testimonio alguno que âpoye la hipótesis de tul transformación, y San
Jerónimo cree sencillamente en un error de los copistas que escribieron
Sicar en vez de Siqwem. Pero hay motivos para suponer que no se habla
aquí de Siquem. El primero de todos es que Siquem distaba 3 kilómetros del
pozo de Jacob y que en esta ciudad había muy hermosos manantiales que
dispensaban á las mujeres de ir por agua tan lejos. El segundo motivo es.
que no parece probable que, ciudad tan considerableJ como Siquem, hubie-
se acudido á Jesús, por el solo dicho de una mujer, y aun menos que hubie-
'se
aceptado en masa la Buena Nueva, lo cual hubiera sido, por cierto, un
acontecimiento decisivo. Son, pues, muchos los que suponen, que se trata de.
una localidad mucho menos importante que Siquem y más cercana al pozo
de Jacob. No hay para qué pensar en la actual población de Aschar, que se en-
cuentra aI pie del EbaI, atravesada por nn ca.nal de agua muy abundante y lím-
pida. Hacia la vertiente septentrional de Garizim es donde hay que buscar.
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'336 MONSETOE LE CÂMU§
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VIDÀ DE NUESTBO SEÍIOR JESIICRISTO
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MON§ENOB .LE CÀMU§
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VIDA DE NUESTBO SEfOB JESIICBISTO
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MONSEftOR LE CÀMUS
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YIDÀ DE NUESTBOFSEfrOR JESUCRISTO 341
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342 MONSEfrOB LE CÂMUS
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VIDÂ DE NUESTRO SEÍIOB JESUCBISTO
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VIDA DE NUESTRO SEfrOB JESUCRISTO
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MONSEfrOR, LE CÀMU§
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SECCIÓN II
PRIMER,OS BESULTÁDOS DE ESTÂ BEVELACIóN
cLpitur,o PRTMERo
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üONSEftOR LE CÀMUS
(1) El pueblo llamaba rey rí Elerodes Antipas, por más que sólo era
tetrarcal sus empleados llevaban el título de oficiales reales.
(2) Luc.,YIII,3.
(3) Heelws, XIII, I,
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VIDÂ DE NUE§TBO SEfrOR JESUCRISTO
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MON§EÍTOR LE CAMTIS
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CAPÍTULO II
(tl
Viva oposición en Jerusalén, - El paralítico de Betesda
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352 MONSENOR, LE CAMTIS
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VIDÀ DE NUESTBO §EftOR JESIICRISTO 353 I
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MONSEftOR LE CÀMUS
no; y 3.o, que Ia respuesta del enfermo, en el vers. 7, sería muy oscura sin la
explicación del versículo a.-(N. del T.)
(1) Esta es la causa de las vacilaciones que existen para designar el ver-
dadero lugar de Betesda. Actualmente, parece admitir la opinión común,
con M. de Saulcy, que habia dos piscinas gemelas: una de ellas,la Probática
ó de las Ovejas; la otra, Betesda ó la Casa de Misericordia. EI texto, según
hemos dicho, puede ecomodarse á esta hipótesis, sugerida por Eusebio y San,
Jerónimo, quienes hablan de dos piscinas gemelas Np,vat 6[,6vp,ot, gemini la-
ctas. Atestigua el peregrino de Burdeos que ví6,á, su llegada, dos grandes de-
pósitos al lado del templo: uno á derecha y otro á izquierda. Si hizo su en-
trada enla ciudad por la parte de Sitti-Mariam, habríamos de reconocer un&
de las dos piscinas en el Birhetfsruel, y buscar la otra hacia la iglesia de
Santa Ana, en donde, efectivamente, acaban de darla á conocer los Padres
Blancos, junto con la serie de santuarios superpuestos que había construí-
do la piedad de los fieles. Puede verse en el Museo Judaico del Louvre un
pie de mármol que fué recogido en las excavaciones. La inscripción griega,
que en é1 se lee, TIONIIIIIÀ ANEOHKEN, deja ver que es antiguo
^OIKIÀIA
en la Iglesia el uso de los en-ootos,y que también acudieron á Betesda paralí-
ticos cristianos para pedir milagrosas curaciones, no ya á las aguas de la
piscina, sinó á Ia misericordia de Jesús.
(2) Admitida la autenticidad ctel vers. 4, resulta muy dificil admitir esta
explicación. El P. Knabenbauer pregunta: (rubi enim est fons medicatus.
qui suffiiciat curandis caecis (vel plane, vel maximam partem lumine priva-
tis), claudis, aridis et demum quibuslibet infirmitatibus?, et si illa vis est na-
turalis, cur unus solum sanatur? lfm Joan.rp- r89). Se comprende que Yigou-'
roux escribiera: «Mais iI est contraire aux explications des saints Docteurs,
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VIDA DE NUESTRO SEfrOR JESUCRISTO
(1) Alude aquí Jesús á las figuras simbólicas del Mesías, á las promesas
hechas á los Patriarcas, contenidas en los libros de Moisés, y mfo particu-
larmente á la profecía del Deuüer, XVII[, 18.
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CAPÍTULO III
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LIBRO SEGUNDO
PERÍoDo DE cREÂcróN EN eaÍ,rrJu.â'
snccróx PRTMERA
CAPÍTULO PRIMERO
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IIONSEftOR, LE CAMU§
(t) Lue.,IY,l5.
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374 IION§EfrOB LE CÂIIUS
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VIDÀ DE NIIESTBO §EfrOB JESUCBI§TO 376
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/
CAPÍTUIO II
(r) San Lucas es el único que cuenta por completo la vocación de los
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\rIDÀ DE NIIBSTBO SEffOR JBSIICBI§TO
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-'--
MONSENOB LE CAMUS
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(l) No es en ha
ra deterrnina lago,
los en masas a del
el BáItico, para empezar el largo viaje que los conduce anualmente á nues-
tras costas.
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MONSEftOB LE CÀMUS
se sirve J
efecto, al
adelante,
(2) Estas palab
Mat.rÍYr22, y equ
cer llamamiento do
oxplicar la omisión
segundo sinóptico,
hecho qure Luc., Y, t-lt.
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CAPÍTULO III
. (1) Seguramen
los ocupados á ori
Jesús á los discípu-
ra parte, parece {ue
entró solo en casa todo indücô á crôe,
que había pasado
(2) Ma,t., XII, 23.
-bre(B)- Y. en.Yigouroux,
Cafarnaúm.
Diet, Bibl,ique, fascíc. YIII, p. ZOZ, mi artículo so-
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I
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CAPÍTUIO IY
Preciso es dar tiempoá los cafarnaítas parâ reflexionar sobre los mila
gros que vieron.-Va Jesús á las aldeas vecinas.-Betsaida, Corozaín y
otras.-Preséntase un leproso.-Su enfermedatl.-Su curación.-Doble
recomendación: lade callarse y Ia desatisfacer álaLey. (Marc.rLr36'46;
Luc.,.ÍY,42-44ry Y, tz-t61Mat., V[I, r-4.
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L.
392 MON§EfrOR, I,E CAMUS
(1) Auúobiog.,46.
(z) Juam,T,4t; XIf, 21.
(3) 8., J.,Ir, 9, l; IIr, 10, 7.
(4) En nuestras excursiones por la parte septentrional del lago, siem-
pre nos pidieron nuestros barqueros, como favor muy singular, que hicié-
ramos alto en estos parajes pâra pescar en ellos. En mayo de l8gg, los
vimos, en el preciso espacio de diez minutos, sacar ocho kilos de pesca-
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,/
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896 MONSEfrOR .LE CÀMUS
espíritu (t). En
el mismo instante desapareció la lepra.
La mano del Seflor no se habÍa hecho impura poÃr-
ber tocado al leproso; mas el leproso se habíá or.ito prr-
ro por haber sentido el eontacto de una mano tan santa.
«Cuidado-afladió Jesús al despedirle (z);-que no lo digas
á nadie; mas ve, preséntate al príneipe de los sacerdotes y
ofreee por tu limpieza lo que mandó Moisés, en testimo-
á ellos (3).»
Yarias son las explieaciones que se dan á la prohibición
de publicar el milagro. Según unos, quiso Jesús, una vez
más, impedir gue estallase el popular entusiasmo á expen-
sas de Ia obra verdaderamente mesiániea. Según otros, de-
seó que el leproso hiciese fructificar la gracia recibida en
el sileneio y eI reeogimiento. Pero la palabra del Maestro
indica una relaeión evidente entre el mandato de eallarse
y el de ir á presentarse al sacerdote. iQuería ante todo
guo, puesto que conocía las malas disposiciones del par-
tido jerárquico, quedase francamente confirmada la cura-
e comb
la que
que hace de-
cia de la rro-
mento en que se cumplía el prodigio.
(3) Estas palabras els y.opruptov o,ürois, que conservan unánimemente los
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CAPITULO V
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VIDÀ DE NIIESTRO SE§OB JESUCRISTO
á las
más aislados podían, de vez en cuando, sustraerle
oxigencias dJ ,roo, ô á"la curiosidad de otros, Permitién-
drü gozaÍ de nuevo, retirado á" la soledad, de aquellas
eÍ'usiones de amor y de oración que eran Ia fuerza y
el
consuelo de su vid humana. su celo le impulsaba muy
pronto haeia aquellos que le buscaban! Y, puesto que era
sufrir
ir".iro ó rerrrotíar át,la predicación del Evangelio.ó
àquella agitación interósada del pueblo-,. determinó, an-
tes de prãsegui, s I excursiones apostólicas, volver á en-
trar eo bafrÃaúm y fortalecer allí los primeros gérmenes
de bien que habia clejado en aquel lugar. En efecto, aban-
donando la soleclad á que se había retirado, volvió á dicha
(t).
ciudad, en adelante su Patria
Esperábale allí á pie firme una especie de comisión re-
Hgioá, elemento rãb.udo extraordinario Íuera de Judea,
yL"y extraflo en una población tan pogo ilustrada como
"crfu*"úm.
Eran doetorás de Ia ley y fariseos, que habían
acudido de todas partes, aun de Jerusalén, para juzgar su
doctrina y sus obtrs. Su renombre empezaba á ser univer-
sal; por eso Ie seguía atentamente eI partido jeráryuico,
ãl cual le heÁos visto disputando en la Ciudad Santa'
"or, de Cafarnaúm habían llegado las noticias más re'
Como
cientes, y pareciendo que Jesús había establecido allí su
centro d" ,ccióo, tuvieron que determinarse á' enviar á"
aquella ciudad un grupo de inquisidores. Nada más fá"-
cii que encontrar gente para esta labor. IJna de las va-
niclosas preocuPaciónes de los rabinos de aquella époea
era p.".i.rorente la de ser invitados á" demostrar su
ci.neiu y á apreciar la de los otros. Se les veía, montados
(2), visitando
en jumãntos, recorrer regularmente el país
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MONSETIOR, LE CAMUB
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VIDÀ DE NUESTBO SEfrOR, JE§UCRISTO 401
(I) La abertura superior, por la cual recibía el diván luz y aire de la te-
ÍÍaza,, estaba cubierta por una sencilla cortina, ó por algunos ladrillos con-
venientemente colocados, según que se trata,se de resguardarse del sol ó de
la lluvia. Los que se figuran que tuvieron que demoler las tejas que se ade-
lantan sobre el patio, nunca han visto los techos ó las terrazas de Oriente.
Algunas veces hay ladrillos, tejas nunea.
(2) Las expresiones de San Lucas, õtà, rôv xepd"p,uv, y más todavía las de San
Marcos, d,treaféyaaav ri1v aré74v, r, r. À., parecen seialar un verdadero boque-
te abierto en la plataforma. Hay quien se ha inquietado por los inconvenien-
tes que podía traer consigo semejante demolición, pero sin motivo, pues
puede creerse que se hizo con sobradas precauciones y en condicior-res bas-
tante favorables para evitar todo inconveniente á la. asamblea, sobre cuya
cabeza se practicaba Ia abertura. No es raro, aun hoy, cuando hace mucho
calor en el cLiván y se sofoca la multitud, atraída por algo interesante ó agru-
pada en un banquete, ver manos serviciales descubriendo, en parte, la terra-
za ó el techo.
(3) Ean creído varioq de conformidad con esto, que el paralítico llevabar
en sus enfermedades, el castigo de una vida poco regular, y eue, tocado por
el arrepentimiento, iba á reclamar la salud con el firme propósito de ser más
virtuoso en lo sucesivo. Mientrâs que en Lue.,Y, 20, dice Jesús aI paralítico:
1Oh hombrel, en Marc.,II, a y Ma,ü.rIXr 2, emplea la expresión más afec-
tuosa y animadoru de Hijo. Ele aqú una de las numerosas variantes que de-
,ben hacer reflexionar tanto á los partidarios de ciertas teorías sobre la ins-
piración verbal, conlo á los de un origen común escrito.
T.I
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a
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VIDA DE NUESTBO SEfrOB JESIICBISTO
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CAPITULO YI
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VIDÀ DE NUESTRO SEfrOB JESUCBISTO
r?oios ô rc)rtlwqs
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MON§ENOR LE CÀMU§
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VIDA DE NUESTBO SEfrOB JESUCBIETO
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MONSEfrOR, LE CÀMUS
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410 MON§EftOB LE CÂMTI§
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VIDÀ DE NUESTBO SENOB JE§UCRTSTO 411
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E
412 MONSEfrOB LE CAUUS
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-r^
CAPÍTULO YII
U su hija'-
curada del
de Jairo.-
; Marc,, Y,
2l- 43; Mat.,lx, 18-26).
(3). Baio eI
caros afectos; su hrju única estaba expirando
claro en su exposición.
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474 MONSE§OR LE CÀMUS
(1) como se ve, continúa la divergencia. Mat., rx, lg, hace levantar á
Jesús de la mesa rat êyepflets; Marc.rYr z4r le hace abandonar las orillas del
lago roà à.trfil,.|ev; Luc.rYrrlr 42rnos le muestra sencillamente en camino éz
rÇ ropeüea?au
(2) Algo tenía de aterrador la
antiguos contra esta enfermedad:
tado que Luc.rYIII, 43, se muest
tiene de decir que sus colegas, los
manera.
(3) Lerit.,XY, zo; Deu,ter., XXIV, 1.
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YIDÀ DE NIIESTBO SEfrOR JESUCBI§TO 4rú
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416 MONSENOB LE CÁMUS
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I
VIDÀ DE NUESTBO SEfrOR JESUCEISTO 4r7
(1) En los Acta Pilati, YÍI, parte 1." del Eaangelio d,e Nicodernorhace
.ella su deposición ante Pilato: «IJna mujer, llamada Yerónica, gritó de lejos
al Presidente: Tenía yo, desde doce af,os, un flujo de sangre; toqué la orla
de su vestido y cesó inmediatamente eI mal.» Dijeron los judíos: «Tenemos
nuestra ley, y, según ella, la mujer no tiene el derecho de dar testimonio.»
Y. Thilo, Ea. Apocr., p. 563. V. Hefele, aú^ Christwsbil,d,er, en el Kirchen-
Lenicorarde'W'etzer y'Welte, II, 519-624.
27 T.I
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418 MONSE OR LE CÂMUS
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VIDÀ DE NUESTBO §EftOR JESUCRISTO 419
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-
CAPÍTULO YIII
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VIDÀ DE NIIESTBO SEN'OB JESIICBISTO 421
(1) Nosotros mismos hemos gustado, más de una vez, de este sueve goce,
transformado en una suerte de contemplación extática por el recuerdo vivo
de Jesús. Nad.a faltaba al marco del cuadro: la almohadilla de los remeros,
la belleza del cielo, lacalma de la noche, el cadencioso ruido de los remos, el
silencio religioso de lo otro tiempo; sóIo eI
puesto del Maestro se cabezaamada, y, sin
embargo, nuestra fe, n
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a
IION§EfrOR LE CÀMUS
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VIDÀ DE NUESTRO SENOR, JESUCRISTO
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424 MONSEfrOB LE CAMUS
(t) En los diversos manuscritos, llevan los tres sinópticos ora Gerasa,,
ora (]adara, ora, finalmente, Gergesa. Es cierto que si Gerasa se halla en el
lugar en que la colocan Burckhard y con él todos los geógrafos, no respondo
de modo alguno á las indicaciones del Evangelio. Djerasch, en efecto, se en-
cuentra á quince leguas al S. E. del pequeflo mar de Genesaret. Por otra
esta antigua ciudad, r6)rc d,p7gto, como la llamaba el gran exégeta Alejandrino,
y nada encontramos que respondiese á su indicación. En cuanto á Kherzar
descubierta por Thomson, es una solución que, como nosotros, rechazarán
cuantos hayan visitado el W'adi-Semak. Sin contar que no hay en este sitio
rastro alguno de sepulcros, es evidente que, antes de lanzarse en el mar des-
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VIDÀ DE NUE§TRO SENOE JESIICRISTO 42í
Así que Jesús puso pie en tierra, vió que corria á" tra-
vés de los sepulcros, por el flanco de Ia colina, un G)
hombre completamente desnudo, Q\e exhalaba gritos fero-
ces, y cuyo aspecto inspiraba tanta compasión como es-
panto. Era un poseso. La antigüedad desconocía esas ad-
mirables instituciones de caridad, donde el cristianistrlo
recoge la locura en todas sus formas, procurando calmar-
la si es incurable, y asegurándole, si no algunos instantes
de dicha, por Io menos un retiro honrado y seguridad com-
pleta.
Aquel desgraciado, poseído por el espíritu impuro, se ha-
bía vuelto loco Í'urioso. En vano se había pretendido tenerle
atado; rompía sus cadenas y volvía á emprender sus rraga-
bundas correrías. Ordinariamente se ocultaba en los se-
pulcros (t) que él ereía sin duda morada de demonios y es-
pÍritus errantes. Los transeuntes tenían gue sufrir sus
agresiones violentas, por lo que se evitaba á todo trance
encontrarle en el camino. Sus alaridos eran horrorosos.
(1) Dice San Mateo que eran dos. Muy extraflo fuera que, uo tan sólo
San Lucas, siuo también San Marcos, quien no olvida nada para dramatizar
su relato, hubiesen descuidado este detalle. Por esto supusieron varios in-
térpretes que había en el primer sinóptico un torpe error de los copistas.
Estos, viendo que el demonio hablaba en plural, hubieron de concluir que, á
lo menos, debía haber dos endemoniados, y, del presunto descubrimiento de
un error, pasaron inmediatamente á su corrección. Según ciertos exégetas, po-
dría ser que ni San Lucas ni San Marcos hubiqsen hablado sino de un poseso,
porque éste era más terrible que el otro; ó bien porque, habiendo llegado á
ser un firme creyente, y a,un quizás un discípulo, fuese notablemente cé-
lebre en la fglesia primitiva. Pero Maü., VlI, 28, presenta los dos posesos co-
mo muy malos y peligrosos y, por otra parte, la Iglesia primitiva no parece
haber conocido al uno más que al otro, porque de los dos posesos no queda
huella en la tradición apostólica. La solución más plausible es la que admite
aqú, como ó propósito de los ciegos de Jericó, una distracción del traductor
leyendo en plural lo que, en el original arameo, estaba en singular. Es además
muy de notar que los dos posesos hablan y obran siempre en Mateo como
si no fuesen más que un solo individuo, lo cual no dejaría de ser mny sor-
prendente si hubieran sido realmente dos.
(2) Basta haber visitado las necrópolis de Biblos, de Sidón y otras, sin
hablar de las de Jerusalén, para saber que era costumbre en Siria estable-
cer los sepulcros en la cercanía de las ciudades. Toda familia numerosa po-
seía una caverna e.xcavada, ó naturalmente ó á costa de grandes gastos, en
la roca, enbellecida de ordinario con columnas y mármoles preciosos. En las.
paredes interiores encontrábause aberturas destinadas á recibir los despojos
mortales de varias generaciones.
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VIDÀ DE NUE§TBO SENOB JESUCBI§TO 427
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428 MONSEfrOB LB CÂMUS
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t
YrDÀ DE NIrEsrBo sEffon JrsuoBrsro 429
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CAPITULO IX
,
Serie de milagros que acaban de preparar
los primeros elementos de la Iglesia
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VIDÀ DE NIIESTRO SEfrOB JESUCR,I§TO
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I
MONSEfrOR LE CÀMIIS
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tá:,_='iɧÍrul
VIDÀ DE NUESTBO SEfrON, JE§UCR,ISTO 48:I
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484 MONSEftOB LE CATI{US
(1) Los dos relatos de San Mateo y d.eSan Lucas se desarrollan con
una divergencia tan aparente, que, en todo tiempo, ha dado que hacer á
los intérpretes. Leyendo el primero, creeríase que el Centurión había dado
personalmente todos los pasos ante Jesús, mientras que, siguiendo los deta-
lles más precisos del segundo, es claro que el Capitán sólo obró por procurà-
dores. A esta dificultad se responde, de ordinario, observando que los dos
Evangelistas no se contradicen, y que muchas veces damos como hecho por
nosotros mismos lo que hacemos mediante otros. Pero ino eS rnás sencillo
admitir que, después de haber enviado á los emisarios, el Centurión fué á re-
coger personalmente la sencil,la palabra que había hecho ped,ir á Jesús para
la salud de su criado?
(Z) Ninguna razínasiste para identificar esta curación con la que se cuenta
en Juam,IV. Por de pronto, casi no hay nada de común entre los dos hechos.
En San Juan, es un empleado civil y de origen judío el que pide la curación
de su hijo;aqljun militar de origen pagano que pide la curación desucria-
do.E.luno quiere que vaya Jesús á su casa, á pesar de la distancia que separa
á, Cana de Cafarnaúm; el otro suplicâ que no se tome la molestia de llegar á
su casa, por más que se encuentre en Cafarnaúm mismo. Por otra parte, tam-
poco hay analogía alguna en el resultado. De la sirplica del primero, Jesús
concluye con un reproche para los galileos; la petición del segundo le lleva
á poner á un pagano por ejemplo á todo fsrael.
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CAPÍTUIO X
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VIDÀ DE NUESTRO SEfrOB JEBIICRISIO
(1) Esta explicación coincide, como es natural, con la siguiente nota del
P. Scío: «No porque no tuviera Jesucristo conocida la incredulidad de los d.e
Cafarnaúm; sino que nsa el Evangelista de este modo de hablar, para ex-
plicar que era muy grande.» La fraseJesús se rna,raoilld(miratus est), se lee
también en Mat.rY[I, lo, y Lucas, VII, 9, á propósito de la fe del Centu-
rión, de quién se ha h edente. En Lucasr\, z2 (Y. Mat.,
XXII, 18; JuanrYI, eonnció (cognovit) los pensamien-
tos de los escribas y Eebr., Y, 8, escribe que Jesús
<ayrend,ió (didicit) la obediencia por las cosas que padeció;» las cuales pala'
bras sirven á SantoTomás (S*tn.Theol,., p. III, e. IX, art. IY) para demos-
imental. Téngase, pue§,
anólogos de la Escritü-
hablar de nuestros Li-
bros Santos:-(N. clel T.) r -
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l[ONSEfrOR LE CAMUS
(t) Desde la cautividad, Ios judíos habían tomado de los persas la cos-
tumbre de dar sepultura á los cadáveres el día mismo de la muerte. Los fu-
nerales se hacían, pues, y se hacen todavía invariablemente hacia el fin del
día.
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VIDÂ DE NUESTBO SEfrOB JESUCBISTO 44\
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I I
442 MON§EfrOB LE CAMUS
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CÀPÍTULO XI
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I
MON§ENOR, I,E CAMIIS
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UONSEfrOB LE CAMUS
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VIDÂ DE NIIESTBO SEÍOB JESUCRISTO
29 T.I
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t
CAPÍTULO XII
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VIDÀ DE NUESTBO SEfrOR JESUCBISTO 451
(1) Mat.,_4, Ia: indica el papel q-ue debían desempeflar los doce elegidos.
(2) Luc.,Yr, tB, precisa que la denominación de apóstoles fué daãa àn
este momento : àrooró|tovs ôuôp.ao ev.
(3) Maü., XIX, zs.
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MONSEfrOB LE CAMUS
'
(1) Yéase la página siguiente.
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VIDA DE NIIESTBO SE§OIi JESUCBISTO 468
I Simón Pedro
2 Santiago
á Felipe
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I
MON§IüNOR, LE CÀMUS
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I
VIDÀ DE NUESTBO SEfrOB JESUCBI§TO
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I
I
MONSEftOR, LE CÀMUS
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YI.DÀ DE NUESTRO SEfrOE JESUCBI§TO 4r
el primer eoncilio de Ia Iglesia,
de los prejuicios ritualistas que
apoyó las tolerantes ideas de Pa
salén durante treinta y siete aflos.
Su hermano Judas tenía una naturaleza meno§ pacífica,
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ÍxDICE
rÁas.
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO PBIMEBO
CAPÍTULO II
LrBBos eur TRÀTÀN DE Los poBMENoBEs DE EsrÀ ulxrrrsuclóN
Epístolas y discursos de los Apóstoles.-Los cuatro Evangelios.-
Han sido escritos por la generación apostólica.-Resumen histórico
de los tres sinópticos.-Causa de su semeianza.-San Juan y su obra.
humanas y divinas de veracidad en nuestros cuatro bió-
-Garantías
grafos. 47
CAPITULO III
DEÍ, MEDro »óuou sn rr.EctúÀ Esra lt.lxrrustÁ,cróu
Palestina y. el pueblo que en ella habitaba.-La Transjordana y
sus distritos. -Samaria y su situación á parte.-Galilea y el carácter
de los galileos.-Judea y la religión judía.-Jerusalén.-El templo.-
Las sectas.-Estado político del país.-Los hijos de Herodes.-Los
romanos.. 87
Drvrsróx DE rJÀ oBRÀ. 123
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E
462 Íxorcn
PARTE PRIMERA
LOS COMIENZOS DE JESÚS
LIBRO PRIMERO
gT, UUSÍES ÀPÀRECE EN ISRÂEL
CAPÍTULO PRIMERO
EL PBECTIRSOR
pÁos.
CAPÍTULO II
PnEDrcacrórv v BÀurrsuo DE JuÀn
CÂPÍTULO III
LÀ DrPrrrÀcrór oro s,nxronÍr
CAPÍTULO IY
sr. MpeÍÁ.s sE MÀNrrrnsr.e. Á JrrÀN BAurrBTÂ
+*
Bautizando ha de reconocer Juan al Mesías.-Preséntase Jesús á
reclamar el Bautismo. -Es preciso que se cumpla toda justicia"-Ma-
, nifestación celestial.-i,Qué sentido habrá que darle?-Para Juan
Bautista, Jesús es el Mesías. ( Maú.r III, 13-17; Marc,r I, b'f l; Irufr.,
IIT,2tr22). . 158
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INDICE 46&
LIBRO SEGUNDO
HISTOBIA RETROSPECTIVÀ DEL MESÍÀS
CAPÍTULO PBIMERO
' LA cENEALoeÍ.n op .r.usús
rÁos.
CAPITULO II
colvctpcróN DE .rnsús
CAPÍTUIO III
MATRIMONIO DE T.T NÍI Y .rOSÉ
CAPÍTULO IY
NAoTMTENTo op rnsús tN snÍ,IúN
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484 íNorcn
. CAPÍTULO V
pÁes.
de ella.
u Híjo.
se afla-
216
CAPÍTULO VI
CAPITULO VII
PUR,IFICÀCTóT Y PRESENTACIóN
228
CAPÍTULO YIII
PEBSECUCTóII v uuÍo.A. Á rorpro
'El rumor pirblico despierta las inquietudes d'
la crueldad del viejo tirano'-Iluída
.que sugiere á
de los inocentes.-Muerte de Herodes.-Vuelve la
Nazaret.-La variedad de sus domicilios explica lo que sería inexpli-
,cable. (Mat., II, 13-28. Iruc, IT,39- +o) - 236
-
CAPÍTULO IX
LA INFÀNCIÀ EN NÀZABET
Nazaret en nuestros días.-un taller de earpintería-La edu-
.cación de Jesus y la cuestión de su desarrollo intelectual y moral.-
IJnico rasgo conocido de su adolescencia.-Jesús perdido y encoltra-
do en el templo, sentado entre los doctores.-Yuelta á la vida obscu-
ra del taller. ( Lrrt.rII, 47-62). 242
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ÍNorcr 46ó
CAPÍTUI,O X
LIBRO TERCERO
PREPÀRÀCTóN TNUUOIATÀ Á LÀ VIDA PÚELTCE
CAPITULO PRIMERO
EI, BETIRO EN EL DESIERTO
CAPÍTULO II
SÀTÂNÁS EL ADVEBSÀEIO
CAPÍTULO III
EISTORIÀ DE LA TENTACIóN
Satallás no sabe exactamente á quién tienta.-Yuelve á empren-
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466 Ír.rorcn
CÀPITUIO IV
pREsENTÀcróy onr, unsÍes Á rsunr, poR JUAN BÂurrgrÀ
PÁos.
PARTE SEGUNDA
I,A YIDÀ PÚELTCE DEL SÀLYADOR,
LIBRU PITIMERO
PERÍODO DE EXPLOIiACI(1N GENERAL
CAPÍTULO PRIMERO
vocecróN DE ÀLeuNos otscÍpulos
El Precursor encamina sus discípulos á Jesús.-Andrés y Juan
con el Maestro.-Presentación y porvenir de Simón,-Vocación d.e
Felipe.-Natanael debajo de la higuera.-Yeránse abiertos los cielos
sobre la cabeza del Hijo del hombre. (Jutn, I, 85-52). 296
CAPITULO II
LÂs BoDÀs or cervÁ
Bodas de parientes ó amigos de Jesír.s en Caná.-Por qué se diri-
gen allí los discípulos y el Maestro.-Incidente que ocasiona su llega-
da.-Ruego discreto de María y contestación de Jesús.-Cambio del
egua en vino.- Confirmación del primer milagro obrado por Jesús.
(Juan,II, t-12). 3oB
CAPÍTULO III
.rrsús ÀFIRMT srr ÀuroRrDAD EN EL TEMpLo, DURÀNTE LÀs FrEsrAs
DE LA PASCUA
Jesús huésped en Cafarnaúm y peregrino en Jerusalén.-Los ven-
dedores en el Templo.-Acto de autoridad.-Emoción de los discípu-
los.--Objeciones de los judíos.-El signo del Cristo: Destruid, este
Tentplo.-Actitud cle los judíos, presagio de lo porvenir. (Jua,n,I,
12-22). . . 3u
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D
Írotcg 461
CAPÍTULO'IV
coNvgnsÀcrór cox NrcoDrMo
PÁos.
CAPITULO Y
JEsús EN Los caMpos DE JUDEA.-úrrruo rrsrr!fioNro DEL BÀurrsrÀ
Bautizan en Judea los discípulos de Jesús.-Becriminaciones de
los de Juan, que bautiza en Enón.-Noble respuesta del Precursor.-
El es el Paraninfo, y Jesús el Esposo de la nueva sociedad.-hnpó-
nese su testimonio categórico y auténtico á los que quieren evitar Ia
ira de Dios. (Juary III,22-56). 828
CAPITUTO VI
J8SÚS Y LA SÂMÀBITÂIÍA
Sube Jesús de nuevo á Galilea.-Sicar en Samaria y el pozo de
Jacob.-Conversación con una mujer.-El don de Dios.-EI agua
viva.-Revelación inesperada.-Cuestión de controversia.
-El Mesías
es Jesús.-Lección á los discípulos acerca de la siega y los segadores.
-Fede los samaritanos. (JuanrIY, L 42).
.à34
SECCIÔN II
PRIMEROS RESULTÂDOS DE ESTÀ REVDTÀCIóN
CAPÍTUIO PRIMERO
FE NÀCIENTE EN GÂLILEÀ._§EGuNDo MILÂGEo EN CÀNÁ
sube Jesús ri Galilea en donde eraesperado.-preséntasele un oÍi-
cial en cafarnaúm y le pide Ia curación de su hijo.-Respuesta de
Jesús. -Curaeión á distancia.-Creen en Jesús eI oÍicial y su familia.
(Juan,lY. 43-54). 'à47
CAPÍTULO II
vryÀ oposrcrór.r EN JERUsÂr,Éx.
-nl plnlr,Ítrco DE BETESDÀ
Yuelve Jesús á Jerusalén con motivo de una fiesta.-La piscina de
Betesda y el paralítico de treinta y ocho afros.-curación milagrosa.
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468 ÍN»rcs
pÁos.
CAPÍTULO III
pnrsróx DEL BauIr§TA.-RETTRADÂ Á ear'rr'rl
Juan Bautista.-Incesto
de del Precursor.-fnfluen-
cia La Prisión de Maquero.-
Re ue., IÍI, 19-20, Y IY, tl;
Mat.,XIY, 3-5, y IY,lz; Marc., YI, 17-20, y I, 1a). ?62
LIBRO SEGUNDO
PERÍODO DE CREÀCIóN EN GALILEÂ
CAPITULO PRIMERO
INFRUCTIIOSÀ TENTÀTIVÀ EN NÂZAR,ET
su
Le
ca
se dirige á Cafarnaúm.(L*.,IV, 16-:]0). 367
CAPITULO II
voc.a.cróx DEFrNrrrv DE Los cuÀTno
376
CAPÍTULO III
rusÚs EN cÀFÀRxlÚu.-su PRTMERÀ JoBNADA
cafarnaúm; sus habitantes, su prosperidad, su situación.-Predi-
ca Jeús en la sinagoga.-curación de un poseído.-De la posesión
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Írorcr 469
pÁcs.
diabólica y sus efectos.-La suegra de Pedro acometida de fiebres.-
Después de la puesta del sol, Ia muchedumbre, eon enfermos y pose-
sos, invade la casa en que se encuentra Jesús. - Vase el Seflor al día
siguiente.-(Luc.,IY, el-+t 1 fifarc,I, zl-t+; Mat., YIII, 14 lZ). Bgr
CAPITULO IY
vrsrrÁs Á r,e.s Âr.DEAs vEcrNÀs.
-cuucróN DE uN LEpRoso
Preciso es dar tiempo á los cafarnaítas para reflexionar sobre los
milagros que vieron.-Ya Jesús á las aldeas vecinas.-Betsaida, Co-
rozaíny otras.-Preséntase un leproso.-Su enfermedad.-Su cura-
ción.-Doble recomendación: la de callarse y la de satisfacer á la
Ley. (Marc.,Ir:e5-4b; Lwc ,IY, 42 44, y Y,12.16; Ma,ü,,VIII, 1-4). Bgt
CAPITULO V
BEGRESO Á Clrlnra.Úrr. -vrcroRrosa DEMosrRAcróx lxts Los FARrsEo§
Jesús debe instruir más aún que hacer milagros.-Regreso á Ca-
farnaúm.-Aguárdanle allí fariseos escoltados de escribas.
-rncidente
d.el paralítico bajado por el techo.-atribuyéndose Jesús el derecho
de perdonar los pecados es blasfemo ó Dios.-La curación del paralí-
tico responde al dilema.-Confusión de los fariseos.-(Luc., Y, 17-26;
Llarc.,II, t-tz; fuIat.,IX, 1-B). 398
CAPITULO YI
aBRE .rrsús LAs puEBTÂs DE LÂ rel,EsrÀ Á Los puBLrcaNos
CAPITULO VII
DO§ GRANDES MILÀGBOS ÂCÀBAN DE GLORIX'ICAN Á .I.ESÚS Á r,OS O.IOS
DE LÁ MULTITUD
Un jefe de sinagoga, Jairo, pide la curación ó la resurrección de
suhija.-De camino, siente Jesús que sale una virtud de El.-La
mujer curada del flujo de sangre.-Bercnice ó Yerónica.-Ruidoso
luto en casa de Jaio.-?alitlru eumi.-La nifla vuelve á la vrda.(Lue.,
VI[, 40-56; Marc., V, zt-+B; Mat.,IX, 18-26). 4IB
CAPITULO VIII
TEMpEsrÀD EN EL LÀco y yrsrrÀ l,l, pl,Ís DE GEBoEsÀ
Descanso en la noche de una gran jornada.-contemplan ros dis-
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470 Írotct
rÁas.
CAPITULO IX
SEBIE DE MILAGROS QUE ÀCABÀN DE PREPÀBÀR I,OS PBIMh]ROS
ELEMENTOS DE .LÀ IGLESIÂ
CAPITULO X
vrsrrÀ Á x.l.zlnnr v Á NÀÍM
Razones de una nuevâ visita á Nazaret.-Jesús en la sinanoga.-
Impresiones y reflexiones de la concurrencia.-La incredulidad impi-
de los milagros.-Nuevas excursiones apostólicas.-Naím.-Una se-
pultura en Oriente.-,El hijo de ia viuda resucitado. -Realidacl del
milagro.-Emoción de la muchedumbre. (Marc., YI, 1-6; Mat., XI[,
437
CAPITULO XI
LOS ENVIÀDOS DE JUÀN BAUTISTÁ
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\L a
VICARIATO GENERAL
DE LA
DIÓCESIS DE BARCELONA
II El Vicario Capitular
t Rrcanoo, Onrsro or Euooxre.
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