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Mikeas Sánchez: Chiapas, México

La primera ocasión que salí de Chapultenango, mi pueblo natal, fue el 28 de


marzo de 1982, tenía un año. La tierra temblaba, caía ceniza y el cielo estaba
oscuro. Ese día comenzó la diáspora del pueblo zoque. Era la erupción del
volcán Chichonal. Tal como había anunciado Piogbachuwe, la diosa del
Tzitzungätzäjk1 y humanizada en una hermosa mujer según el imaginario
colectivo, caminó varios pueblos invitando metafóricamente a su “fiesta”. Y así
fue: una fiesta de relámpagos y fuego.

Nos refugiamos en un albergue de la ciudad de Villahermosa, Tabasco,


convencidos de que la vida terrena era sólo un tránsito hacia algo superior. Más
de 2000 muertos, dijeron en la prensa, quizás más, no se sabe con certeza. Al
gobierno de ese entonces no le interesaban los zoques, desnutridos, sumidos en
la pobreza y el analfabetismo. A 30 años de este suceso, pienso en la suerte que
tuvimos mi familia y yo de salir vivos. Volvimos a Chapultenango en 1983, sin
techo donde vivir y con las tierras recuperándose lentamente.

Mi infancia transcurrió en una casita de caña brava, que mi padre construyó


para nuestra familia, conformada por 10 hermanos. Yo fui la séptima de entre 8
mujeres y 2 varones. Tuve una niñez maravillosa, con la libertad plena de correr
por las calles lluviosas, saltar los charcos y treparme a los árboles más bellos.
Cada tarde mi madre nos reunía alrededor del fogón y nos contaba historias
asombrosas sobre seres sobrenaturales, mientras mi padre moldeaba un pedazo
cualquiera de madera para convertirlo en juguete. Aprendí el valor del trabajo
en los cortes de café y de frijol, en las pequeñas ayudas que dábamos los niños a
los adultos, apoyando en la pisca del maíz o transportando agua para que las
mujeres adultas pudieran lavar los trastes y la ropa. Posiblemente era poco,
pero me hacía feliz.

Aprendí español a los 7 años, con ayuda de los libros oficiales de lectura de la
Secretaría de Educación Pública (SEP) y de mis hermanas mayores que
conocían la ciudad y sabían leer. Nunca fui la más valiente, todo lo contrario,

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Volcán Chichonal
era un tanto tímida y además no hablaba mucho a causa de mi precario español.
Sin embargo y a medida que mi español mejoró, mis calificaciones escolares
aumentaron, me fui haciendo más segura y más sociable. Estudié en el modelo
de telesecundaria, donde tuve maestros excepcionales que me motivaron a
continuar con mis estudios. Pese a las expectativas sobre la educación de las
mujeres en mi pueblo, mis padres me permitieron salir a estudiar al estado de
Tabasco. Tenía 14 años cuando dejé la casa paterna. Era exactamente 1994, año
del levantamiento armado del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)

Heredé de cierta forma la riqueza espiritual de mi línea sanguínea, mis abuelos


fueron médicos tradicionales, danzantes, músicos, parteros, rezadores y
pulsadores, gente importante de la comunidad. Por eso desde que cobré
conciencia de mi identidad a la edad de 23 años, he trabajado incansablemente
por fortalecer la lengua y la cultura del pueblo zoque. De alguna manera, la
ideología del EZLN influyó notablemente en mi compromiso social, pues al
volver a Chiapas después de concluir la licenciatura en Ciencias de la
Educación, me relacioné significativamente con el Centro Estatal de Lenguas,
Arte y Literaturas Indígena (CELALI) creado en 1997 a partir de este
movimiento revolucionario.

Y fue en CELALI donde tomé diversos cursos que me hicieron reflexionar sobre
mi identidad zoque. En 2004 comencé a trabajar en la escritura de poesía y
narrativa en mi lengua materna. Antes de ese año ya escribía poesía, pero
únicamente en español. Gracias a mis trabajos literarios y a diversos
reconocimientos que tuve por parte del CELALI, conseguí una beca de la
Fundación Ford dentro del Programa de Becas de Posgrado para Indígenas (IFP
por sus siglas en inglés).

De 2006 a 2008 viví en Barcelona, donde cursé la maestría en Didáctica de la


Lengua y la Literatura en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Ese
periodo fue muy complicado en mi vida personal. Con el nacimiento de mi hija
Matsa a mitad del postgrado, las cosas no fueron fáciles, sin embargo en todo
momento conté con el apoyo del personal IFP que trabajaba en el Instituto
Internacional de Educación (IIE) y en el Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social (CIESAS), de mis profesores y compañeros
mexicanos becarios del IFP, de la Fundación Carolina y del CONACYT. Incluso
muchos amigos de otras nacionalidades y culturas se solidarizaron conmigo y
con mi hija.

Volví a Chiapas en el 2008 y me incorporé como docente de tiempo completo en


la Universidad Intercultural del Estado de Tabasco (UIET) Fue una experiencia
enriquecedora en mi vida profesional y personal, donde me convencí de la
necesidad de la educación superior en las zonas indígenas. Estuve en contacto
con estudiantes de enorme potencial, consientes y sensibilizados cultural y
lingüísticamente. Trabajé con ellos en la investigación de la literatura de
tradición oral, creamos libros álbum (libros de gran formato, cuyo contenido
eran esencialmente ilustraciones acompañadas de breves narraciones en zoque,
chol y tsotsil) Con mis estudiantes de la UIET reflexionamos en muchas
ocasiones sobre el impacto social de su formación intelectual para el beneficio
de sus comunidades de origen. Eran estudiantes con muchas limitaciones en la
escritura y en el manejo oral del español, pero también muy entusiastas,
comprometidos y decididos a superar sus rezagos.

En este afán de seguir promoviendo la lengua y cultura zoque, actualmente


trabajo como directora de la radiodifusora XECOPA, La Voz de los Vientos, de
la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), una
radio cultural indigenista que transmite en las lenguas zoque, tsotsil y español.
Con muchos esfuerzos y de manera optimista, intento promover una radio
creativa que no desatienda la cultura, la música, las narraciones orales ni la
dinámica lingüística de los pueblos originarios, pero que a la vez se base en
elementos radiofónicos estructurados, sin olvidar la “buena música” occidental
y el análisis de las problemáticas sociales y políticas que envuelven al país y al
mundo en esta sociedad del conocimiento.

Desde hace algunos años, un grupo de profesionistas zoques nos hemos


reunido para analizar la situación de nuestros pueblos. Han pasado ya 30 años
de aquella tragedia que separó a las familias zoques. Atrás ha quedado el enojo
de la dueña del Volcán, no así la pobreza y marginación del pueblo zoque, que
además ha sufrido la pérdida considerable de su lengua materna, ya por la
migración, ya por vergüenza étnica. Pertenezco a este grupo de jóvenes que
bajo el cobijo de los mayordomos zoques, estamos buscando propuestas para
seguir existiendo como grupo cultural y lingüístico.

Ser mujer, ser indígena, ser pobre, no ha sido un obstáculo en mi vida, sino un
reto. Ahora soy la madre de Matsa, que ya tiene 5 años, dirijo una radio, escribo
poesía y textos académicos, hago programas radiofónicos y viajo
constantemente. Sin embargo, no voy a perder mi esencia, me niego a ver morir
la lengua de mis ancestros, mi lengua. Por eso ya desde la radio, desde la
literatura y desde la academia pugno porque las generaciones venideras
busquen nuevas formas de uso social de la lengua. Falta mucho por hacer, este
es sólo mi granito de arena…

Concluyo compartiéndoles un fragmento de mi nuevo libro de poemas.

XII

Ni’im ji’suni chamä’ äj’ noyi’ käjsi

ni’iswäkä’ näjma Kopajktzoka

u Elena u Clitemnestra

jin’suni wäkä’ ñäpia’ä uka suñi äj’ nuñbajk’

uka wä’ äj’ dzutzi’is myaja’ajkuy

Tekoroya’ mij’ dzamatyambatzi jujchere jin’mabä’kyae äj’ anima

ji’ nkia’yaejse te pistin’dam teserike te’ kotzojktam

ji’ nkia’yaejse te’ tum’ijtkuy tejerike te’ jana’tzabgu’y

mij’ ndzamatyambatzi jujche’ äj’ ijtkuy’is ja’ ñä’ irä’ yajku’y

ja’ ñä’ iräjse yajku’y te pitsä’is teserike te kakuy’is


XII

No quiero que nadie más me nombre

que nadie me llame Kopajktzoka2

o Helena o Clitemnestra

que nadie más diga si le gustan mis caderas

o el tamaño de mis pechos

Porque mi alma es inmortal

lo mismo que la ceiba y los volcanes

lo mismo que la soledad y el silencio

y mi eternidad no tiene medida

como no tienen medida el abismo ni la muerte

México, D.F. 19 de mayo de 2012

2
Según la mitología zoque, Kopajktzoka es una mujer con la cabeza cercenada y rodante, que se les
aparece a los hombres que caminan solos en la noche o madrugada.

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