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En un pueblo de Francia, un niño de nombre Henry Matisse, observaba a su madre

pintando cerámica. Él quería pintar también, hizo dibujos en la arena y dibujo en sus
cuadernos. Un invierno, Henry estaba enfermo, su mamá le dio una caja de pinturas y
dibujo hasta sentirse bien. Fue creciendo y siguió pintando, dejo su pueblo para ser un
artista en París.
Pinto día tras día y año tras año…
Era feliz y sus dibujos hacían feliz a la gente.
Hasta que después de mucho tiempo, envejeció y solo quería dormir, no tenía energía
para pintar, se pasaba la tarde mirando por la ventana de su habitación.
Un día dijo ¡por qué no se me ocurrió antes! Busco un par de tijeras y comenzó a
recortar figuras muy raras (en papeles de colores). por las noches las figuras y las formas
de todos los colores, se movían en sus sueños. Por las mañanas y durante todo el día
recortaba y pegaba sus formas. Éstas se parecían a las cosas que veía por la ventana:
flores, nubes, animales, montañas, y algún gusanito que paseaba por su jardín.
Fue así que descubrió que con una tijera también se puede crear.

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