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Lector OFS:
Por eso, como Familia Franciscana, invitamos a todos los que se sienten
atraídos por la belleza evangélica del Poverello (cf. Laudato si' 10) a unirse
a nosotros en la celebración de estos centenarios. Los centenarios nos
ofrecen una valiosa oportunidad para vigorizar la riqueza de nuestro
carisma con una visión profética hacia el futuro. Además, queremos
celebrarlos con la mentalidad propia de este don que hemos recibido. En
efecto, las fuentes hagiográficas nos dicen que Francisco de Asís murió
desnudo, sin nada propio: "Pidió que le llevaran a Santa María de la
Porciúncula para entregar el espíritu de la vida... se arrojó con fervor de
espíritu totalmente desnudo sobre el suelo desnudo" (Leyenda Mayor 14,
4). Toda su vida fue un camino de vivir sine proprio, es decir, una vida de
entrega, desde el principio de su conversión, porque sólo el hombre que
no guarda nada para sí, sino que da todo de sí, es capaz de caminar en
fraternidad, guiado por su deseo del Bien Supremo: "Remitamos todo
bien al Señor, Dios Todopoderoso y Altísimo, reconozcamos que todo bien
es Suyo, y démosle gracias, "de Quien procede todo bien, por todo"".
(Regla anterior 17:17, FF 49).
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Primera parte – La Regla bulada (1223)
Lector OFM (profeso solemne): "La Regla y la vida de los hermanos menores" está
estrechamente ligada al sufriente y arduo camino de la vocación personal de
Francisco de Asís y a los primeros acontecimientos de su fraternidad, evocados
eficazmente en el Testamento con las expresiones "el Señor me dio", "el Señor me
dio y me da mucha fe", "el Señor me reveló". A este respecto, la comparación de la
Reglas con algunos pasajes del Testamento es esclarecedora: porque, por una parte,
documenta claramente el traslado de las experiencias de Francisco y de sus
compañeros a las normas de vida de la fraternidad, y, por otra, muestra cómo las
Reglas y el Testamento constituyen una profunda unidad, alimentada como está por
el único gran ideal evangélico de Francisco, incluso en la diversidad de los
momentos en que nacieron.
Lector OFM (profeso solemne): La primera indicación surge de las palabras con las
que comienza el Testamento, donde Francisco recuerda los inicios de su conversión.
La llamada de Francisco a la penitencia, al igual que el ingreso de otros en la
fraternidad de los “penitentes de Asís”, es fruto de la gracia y de la inspiración del
Señor, una gracia que Francisco siente también activa en el propósito de quienes
aspiran a la misión entre los infieles, o ingresan entre las “pobres damas” de San
Damián.
Intermedio musical
Lector OFM (profeso temporal): ¡En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo! Ésta es la vida del Evangelio de Jesucristo, que el hermano Francisco pidió al
señor papa que se la concediera y confirmara; y él se la concedió y confirmó para sí y
para sus hermanos, presentes y futuros.
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Lector OFM (profeso solemne): Estudiando las citas del Evangelio, que Francisco y
sus primeros compañeros leyeron cuando abrieron el libro de los Evangelios tres
veces en la iglesia de San Nicolás en Asís, y teniendo en cuenta que están dentro de
todas las “normas de vida” para la fraternidad, se puede identificar una línea de
desarrollo que va desde la Protoregla, aprobada verbalmente por el Papa Inocencio
III, hasta la Regla bulada, pasando a través del gran texto de la Regla no bulada.
Intermedio musical
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Lector OFM (profeso solemne): De la Regla Bulada.
"La Regla y la vida de los Hermanos Menores es ésta: observar el santo Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad...
La intuición fundamental de Francisco se expresa aquí con palabras sencillas y
claras: 'la regla y la vida es observar el Evangelio'. No habla sólo de Regla, sino de
"regla y vida", para indicar que no se trata sólo de una norma, sino de una
experiencia de vida que encuentra su descripción en el texto escrito.
Lector OFM (profeso temporal): La Regla nació de la vida vivida por la primera
fraternidad, probada durante años, fijada por escrito en los textos que componían
la Regla Anterior y finalmente resumida en una frase concisa, colocada en la
apertura de la Regla Posterior: "la vida y la regla es observar el Evangelio".
Lector OFM (profeso solemne): La frase inicial, que dice que “la vida y regla es
observar el Evangelio” es una invitación a mantener siempre unidas la regla, vida y
el Evangelio, para pasar continuamente de la vida al Evangelio y del Evangelio a la
vida: la Regla es un instrumento eficaz para facilitar este paso continuo.
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Segunda parte - El Nacimiento de Greccio
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Lector OFM (profeso temporal): Tú eres santo, Señor Dios, que haces cosas
maravillosas. Tú eres fuerte. Tú eres grande. Tú eres el Altísimo. Tú eres el Rey
Todopoderoso. Tú eres el Padre santo, Rey del cielo y de la tierra.
Ant. Laudate Dominum, laudate Dominum...
Lett. OFM (profeso solemne): Tú eres Trino y Uno, Señor Dios de los dioses; Tú eres
el bien, el todo bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero.
Ant. Laudate Dominum, laudate Dominum...
Lector OFM (profeso temporal): Tu eres amor y caridad. Tu eres sabiduría. Tu eres
humildad. Tu eres paciencia. Tu eres belleza, Tu eres seguridad, Tu eres descanso.
Tu eres gozo y alegria. Tu eres nuestra esperanza, Tu eres justicia y templanza. Tu
eres todo, nuestra riqueza a satisfacción.
Ant. Laudate Dominum, laudate Dominum…
Lector OFM (profeso temporal): Tú eres nuestra esperanza, Tú eres nuestra fe, Tú
eres nuestra caridad, Tú eres toda nuestra dulzura, Tú eres nuestra vida eterna:
Grande y maravilloso Señor, Dios Todopoderoso, Salvador Misericordioso.
Ant. Laudate Dominum, laudate Dominum…
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Lector OFM (profeso temporal): Escuchemos ahora la narración que Tomás
de Celano, el primer biógrafo de san Francisco, escribe en la Primera Leyenda,
recordando la Navidad de 1223.
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Lector OFM (profeso temporal): Por fin se ha acercado el día de la alegría, ha
llegado el tiempo de la exultación. De muy diversos lugares han sido llamados los
hermanos. Como pudieron, los hombres y mujeres de aquella tierra, con el corazón
exultante, preparan velas y antorchas para iluminar aquella noche cuya estrella
resplandeciente ha iluminado todos los días y todos los años.
Finalmente, llega el santo varón de Dios y, encontrando todo preparado, lo vio y se
alegró. En efecto, el pesebre está preparado, se lleva el heno, el buey y el asno son
conducidos al lugar. Allí se honra la sencillez, se exalta la pobreza, se alaba la
humildad y se hace de Greccio un nuevo Belén. La noche se ilumina como el día,
deleitando a hombres y bestias. El pueblo llega, extasiado ante este nuevo misterio
de nueva alegría. El bosque amplifica los gritos y las rocas se hacen eco de la alegre
multitud.
Los hermanos cantan, alabando a Dios, y toda la noche rebosa de júbilo. El santo
varón de Dios está de pie ante el pesebre, lleno de sinceros suspiros, contrito en su
piedad y embargado por una maravillosa alegría. Sobre el pesebre se celebran las
solemnidades de la Misa y el sacerdote goza de un nuevo consuelo.
Lector OFM (profeso solemne): El santo de Dios viste los ornamentos de diácono,
pues lo era, y con voz sonora canta el santo evangelio. Su voz potente y dulce, su voz
clara y bien timbrada, invita a todos a los premios supremos. Luego predica al
pueblo que asiste, y tanto al hablar del nacimiento del Rey pobre como de la
pequeña ciudad de Belén dice palabras que vierten miel. Muchas veces, al querer
mencionar a Cristo Jesús, encendido en amor, le dice «el Niño de Bethleem», y,
pronunciando «Bethleem» como oveja que bala, su boca se llena de voz; más aún,
de tierna afección. Cuando le llamaba «niño de Bethleem» o «Jesús», se pasaba la
lengua por los labios como si gustara y saboreara en su paladar la dulzura de estas
palabras.
Se multiplicaban allí los dones del Omnipotente; un varón virtuoso tiene una
admirable visión. Había un niño que, exánime, estaba recostado en el pesebre; se
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acerca el santo de Dios y lo despierta como de un sopor de sueño. No carece esta
visión de sentido (32), puesto que el niño Jesús, sepultado en el olvido en muchos
corazones, resucitó por su gracia, por medio de su siervo Francisco, y su imagen
quedó grabada en los corazones enamorados. Terminada la solemne vigilia, todos
retornaron a su casa colmados de alegría.
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Lector OFM (profeso temporal): El heno colocado en el pesebre se guarda, para que
por medio de él el Señor salve a las bestias de carga y a los animales, así como ha
multiplicado su santa misericordia. En efecto, sucedió que muchos animales,
aquejados de diversas enfermedades en toda la región circundante, se libraron de
sus males comiendo este heno. Además, las propias mujeres que sufrían un parto
doloroso y largo dieron a luz a un niño sano colocándoles el mismo heno; una
multitud de ambos sexos que había acudido al mismo lugar se curó de diversas
plagas. Finalmente, el lugar de la cuna fue consagrado como templo al Señor, y en
honor del beatísimo Padre Francisco, se construyó un altar sobre la cuna y se dedicó
una iglesia, de modo que donde antes comían los animales un pasto de heno, ahora
comerán los hombres, para la curación del alma y del cuerpo, la carne del Cordero
inmaculado y sin mancha, Jesucristo, Señor nuestro, que en su supremo e inefable
amor se entregó a nosotros, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina, Dios
eternamente glorioso, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. Aleluya.
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Lector OFM (profeso solemne): Ahora como Fraternidad Franciscana, nos
dirigiremos procesionalmente con la imagen del Niño Dios y de la Regla Bulada por
todo el claustro del convento y finalizaremos aquí con la bendición.
Inicia la procesión: Niño Dios acompañado de dos cirios, luego le sigue la Regla, el
celebrante y, finalmente los religiosos.
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Lector OFM (profeso temporal): Recordemos en este sitio lo que el Santo Padre
Francisco quiso decir en la carta Admirabile signum, firmada sobre este altar
dedicado a San Francisco. Él ha escrito:
«San Francisco realizó una gran obra de evangelización con la simplicidad de aquel
signo. [...] De modo particular, el pesebre es desde su origen franciscano una
invitación a “sentir”, a “tocar” la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en
su encarnación. Y así, es implícitamente una llamada a seguirlo en el camino de la
humildad, de la pobreza, del despojo, que desde la gruta de Belén conduce hasta la
Cruz. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y
hermanas más necesitados» (Admirabile signum 3).
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Oración y Bendición Final
Oremos
Cel. Señor Dios nuestro,
que nos concedes la gracia de celebrar con alegría el nacimiento del
Redentor, concédenos llegar por la santidad de vida a participar de su
gloria. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R/. Amén
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