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Oración de Inicio

Canto franciscano inicial

Cel. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.


R/. Amén.

Cel. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la


comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
Palabras iniciales de saludo y bienvenida de parte de quien preside.

Lector OFM (profeso solemne):


"Tres ordines hic ordinat: primumque fratrum nominat minorum -
pauperumque fit dominarum medius – sed poenitentum tertius sexum capit
utrumque”.
Instituyó tres órdenes: a la primera ha llamado de los hermanos Menores, a
la segunda de las Damas Pobres, Orden de Penitencia es el nombre de la
tercera, constituida por personas de uno y otro sexo".
Así nos hace rezar la antigua antífona de Laudes del Oficio rítmico de Julián
de Espira, compuesta en 1235 para la canonización de san Francisco de Asís,
que recuerda la filiación directa entre el Santo y las tres Órdenes: la primera
llamada de los frailes menores, la segunda de las damas pobres y la tercera,
la de los hombres y mujeres deseosos de seguir a Jesús por el camino de
penitencia indicado por Francisco. En la antífona, la elección del verbo
ordinat quiere recordar la coordinación propia de la Familia Franciscana,
que no se reduce a una disposición jurídica, sino que evoca una reciprocidad
inmanente, en el vínculo de comunión típico del carisma franciscano. Por
tanto, la plenitud del don recibido por el Poverello de Asís del Dador divino
se realiza en la complementariedad
2 y en la recíproca comunión vital, que es
el fin de la vida para "todos los que aman al Señor de todo corazón" (Carta a
los fieles, 2ª ed., 1, FF 178/1).

Lector OFS:
Por eso, como Familia Franciscana, invitamos a todos los que se sienten
atraídos por la belleza evangélica del Poverello (cf. Laudato si' 10) a unirse
a nosotros en la celebración de estos centenarios. Los centenarios nos
ofrecen una valiosa oportunidad para vigorizar la riqueza de nuestro
carisma con una visión profética hacia el futuro. Además, queremos
celebrarlos con la mentalidad propia de este don que hemos recibido. En
efecto, las fuentes hagiográficas nos dicen que Francisco de Asís murió
desnudo, sin nada propio: "Pidió que le llevaran a Santa María de la
Porciúncula para entregar el espíritu de la vida... se arrojó con fervor de
espíritu totalmente desnudo sobre el suelo desnudo" (Leyenda Mayor 14,
4). Toda su vida fue un camino de vivir sine proprio, es decir, una vida de
entrega, desde el principio de su conversión, porque sólo el hombre que
no guarda nada para sí, sino que da todo de sí, es capaz de caminar en
fraternidad, guiado por su deseo del Bien Supremo: "Remitamos todo
bien al Señor, Dios Todopoderoso y Altísimo, reconozcamos que todo bien
es Suyo, y démosle gracias, "de Quien procede todo bien, por todo"".
(Regla anterior 17:17, FF 49).

Lector OFM (profeso temporal): El Poverello supo reconocer que todo en


su vida era un don gratuito del amor de Dios, como él mismo afirma en su
Testamento: «El Señor me dio de esta manera el comenzar a hacer
penitencia… el Señor me dio hermanos… el Altísimo mismo me reveló que
debería vivir según la forma del santo Evangelio» (Testamento 1-14). Él
no sólo recibió los dones divinos, sino que también eligió entregarlos, por
lo que hoy, 800 años después, podemos celebrar como Familia
Franciscana estos centenarios que nos invitan a vivir según la lógica del
amor acogido, que se convierte en ofrenda y restitución. Comencemos,
hermanos y hermanas, porque ahora nos toca a nosotros donar y restituir
estos dones que nos ha hecho el hermano Francisco.

3
Primera parte – La Regla bulada (1223)

Lector OFM (profeso temporal): En este primer momento queremos


recordar la aprobación de la Regla, que tuvo lugar el 29 de noviembre de 1223.
Una copia del texto de la Regla se coloca ahora en el centro de nuestra
asamblea

Entronización de la Regla mientras se entona un canto franciscano.

Celebrante: Dios todopoderoso, eterno, justo y misericordioso, concédenos a


nosotros servidores hacer, por la fuerza de tu amor, lo que sabemos que quieres, y
querer siempre lo que te agrada, para que, interiormente purificados, interiormente
iluminados y encendidos por el fuego del Espíritu Santo sigamos las huellas de tu
amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y, con la sola ayuda de tu gracia, lleguemos a
ti, oh Altísimo, que en perfecta Trinidad y simple Unidad vives y reinas glorioso,
Dios todopoderoso por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

Lector OFM (profeso solemne): "La Regla y la vida de los hermanos menores" está
estrechamente ligada al sufriente y arduo camino de la vocación personal de
Francisco de Asís y a los primeros acontecimientos de su fraternidad, evocados
eficazmente en el Testamento con las expresiones "el Señor me dio", "el Señor me
dio y me da mucha fe", "el Señor me reveló". A este respecto, la comparación de la
Reglas con algunos pasajes del Testamento es esclarecedora: porque, por una parte,
documenta claramente el traslado de las experiencias de Francisco y de sus
compañeros a las normas de vida de la fraternidad, y, por otra, muestra cómo las
Reglas y el Testamento constituyen una profunda unidad, alimentada como está por
el único gran ideal evangélico de Francisco, incluso en la diversidad de los
momentos en que nacieron.

Lector OFM (profeso temporal):4 Del Testamento de San Francisco


El Señor me dio de esta manera a mí, hermano Francisco, el comenzar a hacer
penitencia: porque, como estaba en pecados, me parecía extremadamente amargo ver
a los leprosos; y el Señor mismo me condujo entre ellos, y practiqué la misericordia
con ellos. Y al apartarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me
convirtió en dulzura del alma y del cuerpo; y después me detuve un poco, y salí del
siglo...
Y después que el Señor me dio hermanos, nadie me ensañaba qué debería hacer,
sino que el Altísimo mismo me reveló que debería vivir según la forma del santo
Evangelio. Y yo hice que se escribiera en pocas palabras y sencillamente, y el señor
Papa me lo confirmó.

Lector OFM (profeso solemne): La primera indicación surge de las palabras con las
que comienza el Testamento, donde Francisco recuerda los inicios de su conversión.
La llamada de Francisco a la penitencia, al igual que el ingreso de otros en la
fraternidad de los “penitentes de Asís”, es fruto de la gracia y de la inspiración del
Señor, una gracia que Francisco siente también activa en el propósito de quienes
aspiran a la misión entre los infieles, o ingresan entre las “pobres damas” de San
Damián.

Intermedio musical

Lector OFM (profeso temporal): ¡En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo! Ésta es la vida del Evangelio de Jesucristo, que el hermano Francisco pidió al
señor papa que se la concediera y confirmara; y él se la concedió y confirmó para sí y
para sus hermanos, presentes y futuros.

5
Lector OFM (profeso solemne): Estudiando las citas del Evangelio, que Francisco y
sus primeros compañeros leyeron cuando abrieron el libro de los Evangelios tres
veces en la iglesia de San Nicolás en Asís, y teniendo en cuenta que están dentro de
todas las “normas de vida” para la fraternidad, se puede identificar una línea de
desarrollo que va desde la Protoregla, aprobada verbalmente por el Papa Inocencio
III, hasta la Regla bulada, pasando a través del gran texto de la Regla no bulada.

Lector OFM (profeso temporal): El texto inicial presentado al Papa se componía de


la promesa de obediencia, algunos pasajes del Evangelio y algunas indicaciones de
vida práctica. Después, en poco más de diez años, se llegó a la Regla Anterior (de
1221), compuesta por veintitrés capítulos llenos de citas bíblicas, instrucciones
prácticas, argumentos espirituales, sugerencias e incluso oraciones. Finalmente, la
Regla Posterior (de 1223) resume todas estas partes, sintetizando "la regla y vida de
los frailes menores" en doce capítulos, redactados en un lenguaje más ágil y
jurídico.

Intermedio musical

6
Lector OFM (profeso solemne): De la Regla Bulada.
"La Regla y la vida de los Hermanos Menores es ésta: observar el santo Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad...
La intuición fundamental de Francisco se expresa aquí con palabras sencillas y
claras: 'la regla y la vida es observar el Evangelio'. No habla sólo de Regla, sino de
"regla y vida", para indicar que no se trata sólo de una norma, sino de una
experiencia de vida que encuentra su descripción en el texto escrito.

Lector OFM (profeso temporal): La Regla nació de la vida vivida por la primera
fraternidad, probada durante años, fijada por escrito en los textos que componían
la Regla Anterior y finalmente resumida en una frase concisa, colocada en la
apertura de la Regla Posterior: "la vida y la regla es observar el Evangelio".

Lector OFM (profeso solemne): La frase inicial, que dice que “la vida y regla es
observar el Evangelio” es una invitación a mantener siempre unidas la regla, vida y
el Evangelio, para pasar continuamente de la vida al Evangelio y del Evangelio a la
vida: la Regla es un instrumento eficaz para facilitar este paso continuo.

7
Segunda parte - El Nacimiento de Greccio

Lector OFM (profeso temporal): El segundo momento de nuestra reflexión


medita sobre la historia navideña de Greccio, que tuvo lugar hace ocho siglos en un
pequeño poblado de Italia llamado Greccio. Ahora se coloca una imagen del Niño
Jesús en el centro de nuestra asamblea.

Entronización del Niño de Belén mientras se entona un canto navideño.

Lector OFM (profeso solemne): De las Admoniciones de San Francisco (Admonición


V, 1)
Considera, oh hombre, en qué sublime condición te ha colocado el Señor Dios, desde
que te creó y formó a imagen de su amado Hijo según el cuerpo, y a semejanza suya
según el espíritu.
Elevemos, pues, nuestra alabanza al Señor por este gran don y cantemos:
Antífona. Laudate Dominum, laudate Dominum,
omnes gentes, alleluia.

8
Lector OFM (profeso temporal): Tú eres santo, Señor Dios, que haces cosas
maravillosas. Tú eres fuerte. Tú eres grande. Tú eres el Altísimo. Tú eres el Rey
Todopoderoso. Tú eres el Padre santo, Rey del cielo y de la tierra.
Ant. Laudate Dominum, laudate Dominum...

Lett. OFM (profeso solemne): Tú eres Trino y Uno, Señor Dios de los dioses; Tú eres
el bien, el todo bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero.
Ant. Laudate Dominum, laudate Dominum...

Lector OFM (profeso temporal): Tu eres amor y caridad. Tu eres sabiduría. Tu eres
humildad. Tu eres paciencia. Tu eres belleza, Tu eres seguridad, Tu eres descanso.
Tu eres gozo y alegria. Tu eres nuestra esperanza, Tu eres justicia y templanza. Tu
eres todo, nuestra riqueza a satisfacción.
Ant. Laudate Dominum, laudate Dominum…

Lector OFM (profeso solemne): Tú eres la belleza. Tú eres la mansedumbre. Tú eres


el protector. Tú eres nuestro guardián y defensor. Tú eres la fortaleza. Tú eres
refugio.
Ant. Laudate Dominum, laudate Dominum…

Lector OFM (profeso temporal): Tú eres nuestra esperanza, Tú eres nuestra fe, Tú
eres nuestra caridad, Tú eres toda nuestra dulzura, Tú eres nuestra vida eterna:
Grande y maravilloso Señor, Dios Todopoderoso, Salvador Misericordioso.
Ant. Laudate Dominum, laudate Dominum…

9
Lector OFM (profeso temporal): Escuchemos ahora la narración que Tomás
de Celano, el primer biógrafo de san Francisco, escribe en la Primera Leyenda,
recordando la Navidad de 1223.

Lector OFM (profeso solemne): Su intención más elevada, su deseo primordial, su


propósito supremo era observar el Santo Evangelio en toda su integridad y
perfectamente, con toda vigilancia, con todo empeño, con todo el deseo de su alma
y todo el fervor de su corazón para seguir la doctrina e imitar las huellas de nuestro
Señor Jesucristo. Recordaba sus palabras con asidua meditación y cultivaba sus
obras con aguda consideración.
Sobre todo, la humildad de la Encarnación y la caridad de la Pasión ocupaban su
memoria, hasta el punto de que apenas quería pensar en otra cosa.
A este propósito es de recordar y celebrar con reverente memoria lo que hizo tres
años antes de su gloriosa muerte, cerca de la aldea que se conoce con el nombre de
Greccio, el día de Navidad de Nuestro Señor Jesucristo. Había en aquella comarca
un hombre llamado Juan, de buena fama y aún mejor vida, a quien el
bienaventurado Francisco tenía en gran estima porque, aunque era noble y muy
honrado en su comarca, había descuidado la nobleza de la carne y seguido la del
alma. Unos quince días antes de la Natividad del Señor, el bienaventurado
Francisco, como hacía a menudo, lo convocó y le dijo: "Si quieres que celebremos
esta fiesta del Señor en Greccio, date prisa en precederme y prepara con diligencia
lo que te digo. Porque quiero conmemorar al Niño que nació en Belén, y de alguna
manera ver con los ojos del cuerpo las penalidades de la falta de cosas necesarias
para un niño, cómo fue acostado en una cuna y cómo fue colocado sobre el heno
entre el buey y el asno". Apenas lo hubo oído aquel hombre bueno y fiel corrió
solícito y preparado en el lugar predijo todo lo que el santo había dicho.

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Lector OFM (profeso temporal): Por fin se ha acercado el día de la alegría, ha
llegado el tiempo de la exultación. De muy diversos lugares han sido llamados los
hermanos. Como pudieron, los hombres y mujeres de aquella tierra, con el corazón
exultante, preparan velas y antorchas para iluminar aquella noche cuya estrella
resplandeciente ha iluminado todos los días y todos los años.
Finalmente, llega el santo varón de Dios y, encontrando todo preparado, lo vio y se
alegró. En efecto, el pesebre está preparado, se lleva el heno, el buey y el asno son
conducidos al lugar. Allí se honra la sencillez, se exalta la pobreza, se alaba la
humildad y se hace de Greccio un nuevo Belén. La noche se ilumina como el día,
deleitando a hombres y bestias. El pueblo llega, extasiado ante este nuevo misterio
de nueva alegría. El bosque amplifica los gritos y las rocas se hacen eco de la alegre
multitud.
Los hermanos cantan, alabando a Dios, y toda la noche rebosa de júbilo. El santo
varón de Dios está de pie ante el pesebre, lleno de sinceros suspiros, contrito en su
piedad y embargado por una maravillosa alegría. Sobre el pesebre se celebran las
solemnidades de la Misa y el sacerdote goza de un nuevo consuelo.

Lector OFM (profeso solemne): El santo de Dios viste los ornamentos de diácono,
pues lo era, y con voz sonora canta el santo evangelio. Su voz potente y dulce, su voz
clara y bien timbrada, invita a todos a los premios supremos. Luego predica al
pueblo que asiste, y tanto al hablar del nacimiento del Rey pobre como de la
pequeña ciudad de Belén dice palabras que vierten miel. Muchas veces, al querer
mencionar a Cristo Jesús, encendido en amor, le dice «el Niño de Bethleem», y,
pronunciando «Bethleem» como oveja que bala, su boca se llena de voz; más aún,
de tierna afección. Cuando le llamaba «niño de Bethleem» o «Jesús», se pasaba la
lengua por los labios como si gustara y saboreara en su paladar la dulzura de estas
palabras.
Se multiplicaban allí los dones del Omnipotente; un varón virtuoso tiene una
admirable visión. Había un niño que, exánime, estaba recostado en el pesebre; se
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acerca el santo de Dios y lo despierta como de un sopor de sueño. No carece esta
visión de sentido (32), puesto que el niño Jesús, sepultado en el olvido en muchos
corazones, resucitó por su gracia, por medio de su siervo Francisco, y su imagen
quedó grabada en los corazones enamorados. Terminada la solemne vigilia, todos
retornaron a su casa colmados de alegría.
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Lector OFM (profeso temporal): El heno colocado en el pesebre se guarda, para que
por medio de él el Señor salve a las bestias de carga y a los animales, así como ha
multiplicado su santa misericordia. En efecto, sucedió que muchos animales,
aquejados de diversas enfermedades en toda la región circundante, se libraron de
sus males comiendo este heno. Además, las propias mujeres que sufrían un parto
doloroso y largo dieron a luz a un niño sano colocándoles el mismo heno; una
multitud de ambos sexos que había acudido al mismo lugar se curó de diversas
plagas. Finalmente, el lugar de la cuna fue consagrado como templo al Señor, y en
honor del beatísimo Padre Francisco, se construyó un altar sobre la cuna y se dedicó
una iglesia, de modo que donde antes comían los animales un pasto de heno, ahora
comerán los hombres, para la curación del alma y del cuerpo, la carne del Cordero
inmaculado y sin mancha, Jesucristo, Señor nuestro, que en su supremo e inefable
amor se entregó a nosotros, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina, Dios
eternamente glorioso, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. Aleluya.

Breve intervención del Ministro Provincial / P. Guardián / Fray Vice-maestro de


profesos temporales.

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Lector OFM (profeso solemne): Ahora como Fraternidad Franciscana, nos
dirigiremos procesionalmente con la imagen del Niño Dios y de la Regla Bulada por
todo el claustro del convento y finalizaremos aquí con la bendición.

Inicia la procesión: Niño Dios acompañado de dos cirios, luego le sigue la Regla, el
celebrante y, finalmente los religiosos.

14
Lector OFM (profeso temporal): Recordemos en este sitio lo que el Santo Padre
Francisco quiso decir en la carta Admirabile signum, firmada sobre este altar
dedicado a San Francisco. Él ha escrito:
«San Francisco realizó una gran obra de evangelización con la simplicidad de aquel
signo. [...] De modo particular, el pesebre es desde su origen franciscano una
invitación a “sentir”, a “tocar” la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en
su encarnación. Y así, es implícitamente una llamada a seguirlo en el camino de la
humildad, de la pobreza, del despojo, que desde la gruta de Belén conduce hasta la
Cruz. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y
hermanas más necesitados» (Admirabile signum 3).

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Oración y Bendición Final

Oremos
Cel. Señor Dios nuestro,
que nos concedes la gracia de celebrar con alegría el nacimiento del
Redentor, concédenos llegar por la santidad de vida a participar de su
gloria. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R/. Amén

Cel. El Señor esté con ustedes


R/. Y con tu espíritu.

Cel. El Señor os bendiga y os guarde.


Os muestre su faz y tenga misericordia de vosotros. Vuelva
su rostro a vosotros y os dé la paz.
R/. Amén.

Cel. Y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu


Santo descienda sobre ustedes y les acompañe siempre
R/. Amén.

Canto final navideño.

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